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Sábado 8 de septiembre de 2007
EL PAÍS O SALUD 11
Biociencia / Investigación
La respuesta inflamatoria es una reacción defensiva que se convierte en un problema cuando dura más de lo necesario y se cronifica. Las enfermedades inflamatorias son una fuente de dolor e incapacidad` por sí mismas, pero en los últimos años se ha
constatado además que los procesos inflamatorios crónicos están asociados al inicio, promoción y progresión de enfermedades
hasta hace poco consideradas no inflamatorias, como el cáncer, la obesidad y la diabetes tipo 2. Por Carme Caelles
La inflamación, un arma de doble filo
ué tiene de nuevo la inflamación para ser un tema de vanguardia en la investigación
científica, si ya fue descrita
por Aulio Cornelio Celso hace dos milenios como aquella respuesta del organismo frente a las agresiones cuyos
síntomas son rubor, calor, hinchazón
y dolor, y que es fácilmente reconocida por todos? Bien, pues nada menos
que la prueba de su vinculación con
enfermedades como el cáncer y la diabetes, algo que los científicos ya intuyeron en el siglo XIX; pero además,
los descubrimientos científicos de la
última década han situado al proceso
inflamatorio crónico como un componente muy importante de éstas y
otras patologías. Este nuevo papel de
la inflamación puede hacer cambiar
en un futuro cercano las pautas de
tratamiento de estas enfermedades y
está potenciando la búsqueda tanto
de nuevas dianas terapéuticas como
de diseño de fármacos con acción antiinflamatoria.
La respuesta inflamatoria es la primera línea defensiva de nuestro organismo frente a las agresiones que pueda sufrir, como heridas, infecciones,
estrés —físico o químico— o falta de
riego sanguíneo. Se trata de una respuesta innata, que se inicia rápidamente tras una agresión, y que transcurre en un periodo de tiempo limitado. Sin duda, la respuesta inflamatoria es beneficiosa y necesaria para la
supervivencia del organismo, tanto
para defenderlo de las agresiones como para reparar los tejidos dañados.
Sin embargo, la prolongación en el
tiempo o cronificación de la respuesta inflamatoria, aunque sea de baja
intensidad y no exhiba explícitamente los síntomas que ya describiera Celso, por lo general no resulta beneficiosa, sino que es perjudicial.
De hecho, en los últimos años se
ha constatado que procesos inflamatorios crónicos están asociados al inicio, promoción y progresión de enfermedades hasta hace poco consideradas no inflamatorias, como el cáncer
o una constelación de patologías que
por su interrelación se agrupan en lo
que se conoce por síndrome metabólico y que incluye: la obesidad, la resistencia a la insulina, la diabetes tipo 2,
la aterosclerosis, la esteatosis hepática (hígado graso), la hipertensión y la
apoplejía. Está casi de más resaltar el
impacto social de estas enfermedades ya que, desgraciadamente, todas
ellas tienen una elevada tasa de morbilidad (incidencia) y de mortalidad
en la población, sin olvidar, además,
que su tratamiento representa importantes costes económicos al sistema
sanitario.
La relación entre la respuesta inflamatoria crónica y el cáncer o la diabetes tipo 2 son quizá los ejemplos
más paradigmáticos de esta conexión, inequívocamente constatada
por las investigaciones de estos últimos años. Es más, estas investigaciones han permitido empezar a entender los mecanismos e identificar los
mediadores moleculares que gobiernan esta conexión y han demostrado,
incluso en algunos casos mediante ensayos clínicos, que el tratamiento con
agentes dirigidos contra un mediador proinflamatorio clave puede ser
beneficioso para mejorar la respuesta
terapéutica en estas enfermedades.
En 1863, el médico alemán Ru-
Q
Escáner coloreado de una rodilla inflamada y afectada por la artrosis.
AGE FOTOSTOCK
Radiografía coloreada de un dedo inflamado y doloroso.
AGE FOTOSTOCK
dolf Virchow lanzó la hipótesis de
que el cáncer se originaba en nichos
de inflamación crónica, basándose
en sus propias observaciones acerca
de la presencia de células inflamatorias en las lesiones tumorales. Posteriormente, los estudios clínicos y epidemiológicos han evidenciado el robusto vínculo entre la inflamación
crónica y determinados tipos de cáncer. Para dar una cifra, aproximadamente el 15% de las muertes por cáncer están asociadas a infecciones crónicas, cuyo componente principal es
la inflamación. Ejemplos de esta vinculación entre inflamación y cáncer
lo constituyen la asociación que exis-
El 15% de
las muertes
por cáncer
se asocian a
infecciones
crónicas con
inflamación
te entre padecer colitis, hepatitis o
gastritis crónicas y el claro incremento en el riesgo de desarrollar tumores
primarios en los respectivos órganos;
la infección con la bacteria H. pylori
y la incidencia de cáncer gástrico; la
exposición prolongada al humo de
los cigarrillos o al polvo de asbesto
son condiciones asociadas con la inflamación pulmonar crónica y el desarrollo de cáncer de pulmón; o el abuso del alcohol, que da lugar a la inflamación del hígado y del páncreas y al
consecuente incremento en el riesgo
de aparición de tumores en estos órganos.
Otras observaciones que, indirec-
tamente, también apuntan a que la
respuesta inflamatoria promueve tumores son la disminución de la incidencia de determinados tipos de cáncer (pulmón, esófago, estómago, colon y ovario) con el uso prolongado
de fármacos antiinflamatorios no esteroides. La revista Science publicó recientemente un estudio sobre el
vínculo inflamación y cáncer y su autor, Michael Karin, de la Universidad
de California San Diego, presentó los
resultados durante la Barcelona BioMed Conference Inflamación y enfermedades crónicas, organizadas por el
IRB Barcelona y la Fundación BBVA. Sus investigaciones han revelado
la relación directa entre la producción del mediador inflamatorio IL-6
por parte de los mácrofagos, las células directoras por excelencia de la respuesta inflamatoria, del hígado como
factor clave en el desarrollo de cáncer
de hígado en modelos de ratón, y que
la regulación a la baja de este mediador previene el desarrollo neoplásico.
En este mismo foro, Frances
Balkwill, de la Queen Mary’s Medical
School de Londres, presentó resultados esperanzadores sobre los primeros ensayos clínicos realizados con herramientas terapéuticas dirigidas a
bloquear la acción de otro mediador
inflamatorio, el TNF-alfa, en pacientes con cáncer de ovario.
En las últimas décadas, en la sociedad occidentalizada se ha producido
un dramático incremento de la incidencia de obesidad. Actualmente, se
estima que en el mundo hay cerca de
un billón de personas con sobrepeso,
de las cuales 300 millones son ya obesas clínicas. La obesidad constituye
un factor de riesgo importante, cuando no el primero, para toda la serie
de patologías englobadas bajo en
nombre de síndrome metabólico. La
conexión entre obesidad-inflamación-diabetes tipo 2 se empezó a desvelar en la década de 1980, cuando se
observó que el tejido adiposo de pacientes obesos producía un mediador proinflamatorio, el TNF-alfa. Esta molécula es capaz de producir un
cortocircuito en la ruta de señalización de la insulina, evitando su acción y, en consecuencia, induciendo
una resistencia a la insulina que generalmente, tras el consecuente fallo
pancreático por el aumento en la demanda de insulina, desemboca en
una diabetes tipo 2. En este contexto,
a finales del siglo XIX, se observó
que el tratamiento con compuestos
antiinflamatorios, como la famosa aspirina, mejoraba el estado de los pacientes diabéticos. De hecho, ahora
se está trabajando en el desarrollo de
compuestos derivados de los salicilatos (familia de compuestos a la que
pertenece la aspirina), capaces de bloquear la acción de estos mediadores
inflamatorios ligados a la obesidad,
como futuras armas terapéuticas para aliviar la resistencia a la insulina y
evitar el desarrollo de la diabetes tipo
2. Es más, una familia de fármacos,
las TZD, usadas actualmente por su
capacidad de potenciar la acción de
la insulina en pacientes obesos, se ha
observado que tienen una potente actividad antiinflamatoria.
Carme Caelles es investigadora del Institut de Recerca Biomèdica, profesora de
la Universidad de Barcelona y organizadora de la Barcelona BioMed Conference
Inflamación y enfermedades crónicas.