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En el campo del lenguaje, la función del falo
Paula Hochman
La lógica es el arte de equivocarse confiadamente
(Dicho)
Cuando el falo simbólico ingresa en el narcisismo, se encarna en los
elementos en punta del cuerpo y es por esa encarnación que la presencia o la
ausencia del órgano es significativa. Así, en el registro del narcisismo, vemos
desarrollarse la función imaginaria del falo simbólico. En cambio, el aspecto
que me interesa comentar es la función del falo simbólico en su relación a la
verdad3, es decir, su incidencia en la palabra, siendo todo el narcisismo
dependiente de esa función. El objeto de esta exposición es, entonces, la
relación intrínseca entre el falo simbólico y la dimensión de la verdad, para lo
cual se plantea el recurso a la lógica, como absolutamente necesario.
Leemos a Lacan presentando al falo como un operador de verdad que
actúa cada vez que se habla. No el hablar de ni el hablar a, sino el hecho de
hablar.
Hay operadores lógicos clásicos, por ejemplo la negación, que invierte el
valor de verdad de un término. En cambio el falo es el operador que marca la
verdad en aquello que se dice, aunque el operador como tal, a diferencia de la
negación, no aparece marcado. Es esto lo que me propongo desarrollar.
El falo simbólico, que se escribe con la letra griega Φ, es el significante que
designa el poder de significar. No significa esto o aquello sino el hecho de la
significación y hace, entonces, que toda significación sea fálica, es decir, que
signifique.
¿Qué vuelve necesaria la significación para los seres de lenguaje? La
barra trazada sobre el gran Otro, se corresponde con el hecho de que el
lenguaje es una estructura dinámica y no funciona como un sistema
codificado. Es la barra de un enigma, del cual depende el sujeto y que llama a
la significación.
3
Partiendo de la afirmación de Lacan que la práctica del psicoanálisis es una práctica del lenguaje
solidaria a la dimensión de la verdad. En el Seminario La lógica del fantasma, leccion XII, del 22 de
febrero de 1967.
9
El falo adviene como símbolo de la falta en el Otro y la significación será
lo que entre en contacto con esa falta, es el significante inaugural del orden
simbólico. Es decir, el enigma en el Otro causa la necesidad del orden
simbólico, y el significante inaugural de ese orden se denomina: Falo. Es una
denominación, no es un nombre. Ya que por ser el significante que designa la
significación, no podría él mismo nombrarse, sino todo lo nombrable cae bajo
su función. Es el significante que falta a la cadena significante, por eso su
estatuto es especial.
Como símbolo de la significación, el falo, es él mismo enigmático, ya que
no representa algo positivo sino una falta, no vale sino en la medida en que
escribe una sustracción.
El cruce del símbolo con la falta que lo causa, produce al erotismo en el
lenguaje. La sustracción del objeto determina al erotismo, y el símbolo
inaugural es un símbolo sexual y sexualizante, por ser el símbolo de la falta
radical, de la sustracción radical. Este hecho sexual que colorea al orden
simbólico, que Sigmund Freud llamó: Falo, desmiente un idealismo del
lenguaje y hace del lenguaje un terreno sexual. Lo que retorna del rechazo
espiritualizante de las histéricas, fue la verdad que Freud encontró y con la
que inventó el psicoanálisis.
Es esta operación de conjunción del símbolo y el sexo la que actúa
sobre la verdad, cada vez que se da a oír en lo que se dice. La verdad, es la
que operada por el falo, se impone por el hecho de decir, aunque se olvide
detrás de lo que se dice. Se trata del registro de la verdad como diferente de
lo verdadero y lo falso. Cada vez que se habla, se anuncia la verdad, se
reinaugura el orden simbólico, el poder creador de la palabra. Ahora bien, esa
verdad no es ni verdadera ni falsa, no es reductible al saber. Pero el par
verdadero-falso, sólo cobra fuerza por la verdad, un enunciado no tiene
efectos sin la enunciación. Lo que le da fuerza a lo verdadero y a lo falso no
es algo verdadero ni falso, sino la verdad. Lo que le da raíces a una metáfora
es el hecho de decir, sin ese hecho, la metáfora como acontecimiento no se
produce, ya que no hay metáfora si no se la supone viniendo del Otro. No hay
esperanzas para un programa informático de literatura.
El falo simbólico funciona en el orden de la palabra. En el campo del
lenguaje, la función de la palabra es la del falo. El símbolo desde donde se
10
crean las significaciones. Por eso el falo es la enunciación. Y la significación
se autoriza en la función del falo. Se pueden decir enunciados falsos, pero eso
no desmiente al orden simbólico del cual esos enunciados dependen. La
característica del falo simbólico como no negativizable, responde al hecho que
cualquier significación implica al orden simbólico.
En la lógica, existe el llamado “Principio de asersión”, por el cual puedo
escribir asertivamente un enunciado verdadero o un enunciado falso, pero no
se negativiza la asersión como tal. Ese principio se escribe4:
(p ⇔ p) es verdadero
(p ⇔ ¬p) es falso
No hay asersión “negativa”. No puedo decir que no digo lo que estoy
diciendo.
Ni tampoco reforzar la verdad de mi enunciado diciendo que es verdad lo
que digo, hacerlo no tiene ningún alcance. El signo de asersión se escribe,
pero no aparece en el enunciado más que en acto: en el hecho de decir. Ese
hecho es lo que la escritura lógica establece en el carácter de asersión, que
es un carácter escrito pero impronunciable. No se lo puede incluir en el
enunciado, ya que sólo funcionaría como metonimia, es decir, aludiendo a otra
cosa, a otra cosa que a la verdad.
Se ve clara la tripartición entre lo verdadero, lo falso y la asersión.
Lo opuesto de la asersión no es lo falso, sino desconocer lo que afirmé
eludiendo el compromiso de haber dicho, o creer que lo que digo no es una
asersión sino que es así.
La asersión es el hecho de decir, es la fuerza de La verdad que Jacques
Lacan escribe cruzada por una barra, por lo tanto, sexualizada.
En cambio, la negación es un operador marcado en el enunciado, se
marca en la palabra y también, en lo escrito. Pero el operador falo no tiene
marcador, su operación no está indicada por un marcador sino por el acto, el
de decir.
De la asersión en lógica al falo en psicoanálisis, hay el sexo.
4
Así lo hace Louis Couturat, en su libro.
11
Si el falo, operador de la verdad, es impronunciable, ¿cómo atraparlo en
el lenguaje?5. Por la lógica y la topología, disciplinas del saber para escribir la
estructura de ficción de la verdad.
La verdad no se anuncia. Alfred Tarski
No es el discurso que conmemora el afuera, es el afuera que viene a revelar
el discurso
Cita de Gorgias por Bárbara Cassin6
Aquellos que se preguntan si la nieve es blanca o no, no tienen más que mirar
Aristóteles, Tópicos, Libro Primero, Capítulo 11
Una vía para atrapar esa operación es la que se abre por la lectura que
hace Jean-Michel Vappereau7 del trabajo del lógico Alfred Tarski titulado “La
concepción semántica de la verdad y los fundamentos de la semántica”.
Tarski era un lógico polaco, publicó ese trabajo en el año 1950, lo
escribió en inglés. Se propone dar una definición lógica de la verdad desde el
punto de vista semántico. En los silogismos aristotélicos la verdad se
transmite de las premisas a la conclusión, pero no se define semánticamente.
La deducción silogística pone en funcionamiento a la verdad como metonimia,
se desliza entre los enunciados. Pero queda sin definirse: ¿qué es la verdad?
Tarski parte de la concepción clásica de la verdad, parte de la definición de
Aristóteles e intenta traducirla en una formalización lógica. Es una definición
que se encuentra en la Metafísica, que dice:
Decir de lo que es que no es, o de lo que no es que es, es falso,
mientras que decir de lo que es que es, o de lo que no es que no es, es
verdadero.
5
Se pregunta Lacan en su Seminario La identificación.
Del libro de Bárbara Cassin, Jacques le sophiste. Lacan, logos et psychanalyse. Epel, Paris, 2012, pág.
70. Cita textual: Ce n’est pas le discours qui commémore le dehors, mais le dehors qui vient révéler le
discours.
7
Aparece en su trabajo inédito: Les clefs de la passe.
6
12
Cita su formulación en los términos de la filosofía moderna como teoría
de la correspondencia, según la cual la verdad es una correspondencia entre
un enunciado y la realidad. Y la precisa diciendo:
Una oración es verdadera si designa un estado de cosas existente.
A partir de ahí, Tarski va a reemplazar “lo que es” de la definición
intuitiva de Aristóteles, por algo “concreto”, por una “realidad”. Elige a la nieve
que es blanca y produce la siguiente traducción que reordena la frase
mediante una equivalencia lógica:
“La nieve es blanca” es verdadero, si y solamente si, la nieve es blanca.
¿Cómo llega a esa fórmula? Veamos el paso intermedio, a partir de la
frase de Aristóteles, “decir de lo que es que es, o de lo que no es que no es,
es verdadero”.
Sustituido el “lo”, queda:
Decir de la nieve que es blanca, que es blanca y de la nieve que no es
blanca, que no es blanca, es verdadero.
Reemplaza el término “decir” por “es verdadero”, o sea, un predicado de
verdad, lo cual lo lleva a entrecomillar “la nieve es blanca”. Y reemplaza el
segundo “que” preposicional, por un conector lógico: el de la equivalencia, que
puede leerse como “si y solamente si”.
En el primer miembro de la equivalencia, “la nieve es blanca” aparece
entre comillas, lo cual indica que la oración no se está empleando sino que es
el nombre de una oración que funciona como sujeto del predicado de verdad.
La forma sintáctica del predicado de verdad se escribe:
“x es verdadero”
“La nieve es blanca”, por las comillas ocupa el lugar de la x de dicho
predicado.
O sea, para extenuar la lectura, no está diciendo que la nieve es blanca,
sino que “la nieve es blanca” es verdadero.
En cambio, el segundo miembro de la equivalencia, la nieve es blanca
aparece sin comillas, es decir, está siendo empleada, se dice que la nieve es
blanca. Observemos, entonces, que está en el lugar de lo que es en la frase
de Aristóteles.
13
La frase de Tarski formaliza las condiciones para que se emplee el
predicado de verdad. Esa condición es la de una equivalencia. Se podrá decir
que es verdadero que la nieve es blanca, si eso es equivalente al hecho que
la nieve es blanca. Pero el “hecho” es algo vacío, a lo que accedemos es a las
palabras.
Su objetivo no es diferenciar lo verdadero de lo falso, sin dar una
definición semántica de la verdad. Generalizando el ejemplo, da lo que llama
“la equivalencia de la forma T”, a saber:
“X es verdadera si, y solo si, p.”
No dice si X entonces p, no dice que la verdad de uno determina la
verdad del otro, sino que algo es verdadero si ese algo. Es una equivalencia,
por la cual la atribución de verdad se limita a borrar las comillas, la verdad es
la del decir.
Esa equivalencia (“la nieve es blanca” es verdadero, equivale a la nieve
es blanca) revela que basta con enunciar la frase para que se presente como
verdad, sin necesidad de atribuir al enunciado un predicado de verdad.
Lo que él llama su definición parcial de la verdad, va a consistir en una
equivalencia entre predicar la verdad de algo y ese algo. A ese algo, en el
ejemplo, la nieve es blanca como segundo miembro de la equivalencia, la
considera relativa a un “estado de cosas”. Allí, la nieve es blanca, es una
traducción en la lengua de un estado de cosas, la traducción en palabras de
una realidad.
En la lectura de Jean-Michel Vappereau, en cambio, se sustituye el
“estado de cosas” por la enunciación, por el semblante. Y de esa manera, la
verdad puede acorralarse en esa escritura de Tarski, donde la referencia de
un enunciado presentado como verdadero, no va a ser la “realidad” sino la
enunciación.
Es una noción de la verdad distinta a la de una correspondencia con un
estado de cosas. La verdad de un enunciado no surge de una realidad que
está más allá, sino por su equivalencia con el hecho de haberlo dicho. Repito,
no se trata del par verdadero-falso que es extrínseco a los enunciados, sino
de la verdad como intrínseca a la enunciación.
14
La correspondencia que está en juego en la verdad no es la de las
palabras con las cosas, sino el del enunciado y la enunciación.
El predicado de verdad que dice de algo que es verdadero, es un
enunciado. Se marca la verdad de un enunciado. En cambio, decir algo
(segundo término de la equivalencia), lleva asimilado por el hecho de la
equivalencia su carácter de verdad. Pero ese carácter no está marcado, no
está explicitado, sino condensado en lo que se dice por el hecho de decir.
La asimilación de la verdad borra el predicado de verdad, hay un
borramiento del marcador de verdad por el hecho de la asimilación.
El hecho de decir, opera cada vez que hablo sin necesidad de marcarlo,
es un marcador no marcado. Por ejemplo, al decir la nieve es blanca, se borra
el marcador, se borran las comillas.
El hecho de decirlo, es el acto que marca lo que digo como verdad. La
asersión lo tiñe como verdad. No hay marcador de la verdad más que el acto.
La frase de estructura T, que formula las condiciones de empleo del
predicado de verdad, refleja la fijación de la verdad en el enunciado por el
hecho de la enunciación. Diga lo que diga, el hecho de decir queda asimilado
a las palabras, es decir, la verdad.
Podemos encontrarlo en la historia de la Aletheia8. En la Grecia Arcaica,
antes del advenimiento de una concepción filosófica de la verdad, los poetas
eran “maestros de verdad”. Inspirados por las Musas (quienes dicen “lo que
es, lo que será y lo que fue”), el poeta era capaz de ver la Aletheia. La palabra
de los poetas era una verdad asertórica, nadie la pone en duda ni a prueba.
No era una verdad confrontada con lo verdadero y lo falso, sino de otro
orden, era la palabra que instituye al mundo, sólo confrontable con el silencio
o el olvido.
El poeta griego es una figura histórica de una función estructural, la de la
verdad como autoridad de la palabra. Tomar la palabra deja a cada sujeto
como soporte de la verdad que habla por su boca. “Que se diga queda
olvidado…” la verdad se olvida y aparece sorpresivamente. Leerla, es salir de
la hipnosis de la verdad, es la tarea analizante.
8
Remitirse al libro de Marcel Detienne: Los maestros de verdad en la Grecia Arcaica, Taurus, Madrid,
1983.
15
Con la fórmula de la equivalencia de Tarski, puede escribirse la función
fálica en su relación de equivalencia con cualquier objeto. F(x)=x, que asimila
el objeto materno al falo, sin necesidad de un marcador, sin necesidad del
pene como marcador imaginario.
φ(x) ⇔ x
Puede leerse: los significantes satisfacen la función fálica es equivalente
a los significantes. El significante depende entonces, de la función de falo.
En las fórmulas de la sexuación hay la instanciación por el quantor universal:
∀x Φ(x)
Que escribe que toda significación es fálica.
El descubrimiento de la castración en la madre es el descubrimiento de
la falta de marcador, es el develamiento de la condensación del falo en la
madre, el descubrimiento que los dos términos son heterogéneos y ligados
por una equivalencia. Por ese descubrimiento aparece la castración como la
otra cara del falo. Es una desencarnación de la significación, se descubre el
carácter de semblante del falo, la verdad como no-toda.
Es el descubrimiento de la disparidad entre f(x) y x. Se devela la
estructura. La que consiste en atribuir a un objeto, un valor que le falta. La
equivalencia tarskiana vuelve equivalentes dos términos diferentes. Una
oración, sujeto del predicado de verdad, y una oración sin predicado de
verdad. Por la equivalencia, la falta del predicado de verdad no priva a la
oración de ser predicada verdadera, aunque no esté explicitado.
Se descubre la castración cuando se descubre la heterogeneidad de los
dos términos ligados por la equivalencia, momento de ruptura de la
equivalencia. El paso siguiente es ligar un nuevo principio de identidad. La
identidad entre dos términos diferentes. Asumir la identidad como la
conjunción de lo mismo y lo diferente, para que el mundo no se deshaga si se
devela que el falo es la castración.
La x que se escribió como equivalente a f(x), no es una sombra, sino
más bien el objeto que se cubre no-todo con el falo como significación. La
16
madre no es ni tiene el falo, sino que adopta el falo por el hecho de hablar. Es
el descubrimiento de Eva, el fin del paraíso. Se devela el falo como un
incorporal y no como una parte del cuerpo. El falo simbólico no es el de
Priapo. Es el problema que plantean las mujeres desde la noche de los
tiempos. El de esos cuerpos sin marcador, pero ligados al falo como
incorporal. Cada vez que una mujer habla, pone en juego esta estructura.
Para que esa estructura no hable, se prohibía a las mujeres hablar9.
Un ejemplo: ¿Qué es pensar?
Veamos un ejemplo donde practicar la fórmula tarskiana en relación a la
verdad.
Lacan comenta lo que informa un psicoanalista americano llamado
Ernest Kris acerca de un paciente10. Ernest Kris era una voz oficial del
psicoanálisis en Estados Unidos. Su mujer, Marianne Kris, tomó a su cargo el
análisis de la actriz más famosa, Marilyn Monroe, experiencia que terminó con
vanas disculpas por parte de la analista por haber indicado una internación
devastadora.
Ambos Kris eran psicoanalistas de Hollywood, “muy” postfreudianos,
muy lejos de la obra de Freud.
Ernest Kris atendía a un sujeto inhibido para publicar sus investigaciones
como resultado de una auto-acusación de plagio. No puede deshacerse de
esa acusación y no es dueño de lo que escribe ni de lo que piensa.
Kris no se contenta con lo que su paciente dice. Él personalmente se ocupa
de cotejar lo que el paciente escribió con la obra que pretende haber plagiado,
y ¡no encuentra ningún plagio! Se lo comunica al paciente.
Desde una concepción realista de la verdad, buscó la concordancia
entre los dichos y la “realidad”, sin orientarse por la verdad freudiana, la
verdad que nace en las palabras, entre los dichos y que no es ni verdadera ni
falsa.
Hay en la idea de plagio llevada al análisis, una puesta en cuestión del
padre, quien no habría tenido nada para transmitirle, nada para plagiar. La
9
Ver el discurso fùnebre de Pericles.
Ver el escrito de Lacan “La direction de la cure”.
10
17
inhibición sintomática gira alrededor de una pregunta: ¿Qué es pensar? ¿De
dónde vienen los pensamientos? Así como la pregunta, ¿de dónde vienen los
niños?
A esa pregunta Freud responde: los pensamientos empiezan por ser
inconscientes, es decir, vienen del Otro.
Se puede escribir según la fórmula T de la verdad como equivalencia:
“Los pensamientos” vienen del Otro, si y solamente si, los pensamientos.
Hay un “plagio” ineludible que se llama alienación. Un plagio estructural
donde el sujeto, al advenir donde Ello era, dice: Yo (en el sentido del sujeto).
Donde advenir no es desaparecer en el Otro. Advenir es la novedad que se
llama sujeto.
El drama del paciente de Kris no era “no puedo escribir” sino “no puedo
publicar”, es decir, firmar lo que escribió, advenir. Para eso, le era necesario
pasar de un otro al Otro. El Otro no es una firma, es un lugar.
Cuando el poeta Rimbaud encontró el “yo es otro”, fue en el momento de
firmar sus poemas. En su estilo ya estaba la firma, pero la firma que atribuye
un autor a un poema, constituye el advenimiento del sujeto que dice “yo”. Un
gesto más ligado al coraje que a la vanidad.
La verdad freudiana no es la que concuerda con la “realidad”, sino lo que
pasa por el significante. Toda la cuestión de la verdad queda suspendida al
hilo del significante. Por eso Kris y su noción de la verdad como
correspondencia con la realidad, practica un discurso pre y no post freudiano.
Buscar una verdad realista del plagio, es el gesto positivista moderno donde la
“realidad” es la autoridad mayor. La “realidad” en el sentido más ingenuo,
como una especie de “evidencia”, un sentido común extraño a la lógica,
inanalizado, un prejuicio que tapona el lugar de la verdad. El espíritu
“moderno” de Kris, desconoce tan radicalmente el descubrimiento freudiano,
que vuelve impropio llamarlo “moderno”. No es más que un viejo prejuicio
orgulloso de sí mismo, basado en la potencia de lo “evidente”. Lo evidente es
un prejuicio que en psicoanálisis se va a llamar: fantasma. El fantasma
fundamental es la “evidencia” alrededor de la cual gira una vida, y que el
síntoma tiñe de extrañeza.
18
Ya desde la proton-pseudos histérica, Freud introducía la dimensión de
la verdad como la dimensión a la cual los dichos del sujeto se alienan.
Cuando Emma expone su temor de entrar a las tiendas y da como
motivo la risa burlona de unos dependientes provocada por su vestido, Freud
no busca confrontar la “realidad” de sus dichos. No es un Sherlock Holmes ni
un juez. Reconoce la verdad en el hecho de hablar, Emma es un “maestro de
verdad”, y la cuestión que se plantea es cómo leerla, cómo atraparla en un
saber. La intuición de Freud abre el camino de su descubrimiento. La verdad
es sexuada y traumática. Lacan la va a llamar: Falo simbólico11.
La verdad, por el falo, tiene una estructura de ficción. Hablar, introduce
al Otro como referencia. Es la alienación a la verdad. Por eso la “asociación
libre”. Tanto lo dicho falso como verdadero, van a alienarse en la verdad. Hay
una elección forzada donde lo falso implica lo verdadero.
(F ⇒ V)
Que lo falso implica lo verdadero es muy distinto a plantear que lo falso
lo excluye. De ser así, seria muy fácil reconocer la verdad.
Es el facilismo que pretende la reivindicación paranoica de la verdad
reducida al par verdadero-falso. El Otro, lugar de la verdad, es una ficción que
funciona gracias a sus fallas, a lo que escapa al saber. Saber toda la verdad,
la verdad verdadera, rechazar lo no marcado en el lenguaje, es el drama de la
psicosis que si extiende su reivindicación se vuelve locura. Cuando la verdad
habla es necesario arreglárselas con lo que dice12, ya que cuando habla, no
se anuncia como tal. Si habla, equivoca y es necesario leerla.
La oración que afirma que “la nieve es blanca”, no es la realidad o el
estado de cosas sino una enunciación que lleva asimilado el predicado de
verdad. El hecho de decir desplaza a la semántica y al positivismo. No hay
“estado de cosas” más que el trazado por el significante. Por fuera de eso, hay
lo real, que si no está anudado a lo simbólico y lo imaginario, es un registro
11
Ver el escrito de Lacan: “La Subversión del sujeto y la dialéctica del deseo”, en su pág. 319: “La
palabra comienza con el paso de la ficción al orden del significante. Y el significante exige otro lugar, el
lugar del Otro, el Otro testigo de la verdad. La verdad saca su garantia no de la realidad sino de la palabra,
y por la palabra la verdad se instituye como estructura de ficción”.
12
Ver el Seminario de Jacques Lacan: D’un Autre…, pág. 171.
19
que no puede leerse y que por lo tanto, no interesa al psicoanálisis. El
psicoanálisis no es una cosmología sino un discurso que comporta al sujeto.
El fundamento lógico de toda posibilidad de lectura de la cadena
significante es esta elección forzada:
(F ⇒ V) ⇔ ((p ⇔ V) ⇔ p))
La elección forzada es equivalente a la ley de Tarski que produce una
alienación, son operaciones del lenguaje que causan al sujeto.
La elección forzada, (F ⇒ V), fundamento de la asociación libre, se
escribe:
(p ∧ ¬ p) ⇒ (p ∨ ¬ p)
Ya que lo necesariamente falso implica a lo necesariamente verdadero.
Freud tomó la proton-pseudos como punto de partida de la concatenación
inconsciente. La proton-peudos es el descubrimiento de la implicación material
en el sujeto. Diga lo que diga, no puede eludir la verdad, no puede negativizar
el orden simbólico.
Dicho de otra manera, el “falso enlace” freudiano no es una detención en
relación a la verdad. En su articulación a la cadena significante, va a
desembocar siempre en la verdad.
¿Por qué? porque lo falso necesario implica lo verdadero necesario, es
una elección forzada, una ley lógica. Lo decisivo entonces, es que el falso
enlace entre en una articulación con el reticulado significante. Entrar en la
cadena significante es entrar en el campo de la verdad, sin escapatoria.
El falo innombrable o el Dios-decir
Cuando mi padre leía en voz alta haciendo
cien pasos en el living, el libro sostenido en
la punta de los brazos como un adversario,
él era como mi abuelo, buscaba el texto entre
20
las líneas, descubría Dios13
Nelly Arcan, Folle
“Yo anticipo y profiero que el falo en su función radical es ese único
significante que puede significarse a sí mismo, pero aunque pueda significarse
a sí mismo, es innombrable. No puede nombrarse porque si se lo nombra
aboliría todas las otras nominaciones, no se puede decir el falo y continuar
nombrando otras cosas”, en la traducción de lo dicho por Jacques Lacan en la
Lección del 9 de mayo de 1962 durante el Seminario La identificación.
Veamos:
La cadena significante articula a los significantes sometidos al axioma
que establece que ningún significante se significa a sí mismo. Un significante
necesita articularse con otro significante para crear significación, porque ésta
no le es inherente. Lo dice el axioma. Pero, ¿cuál es el significante que
designa la significación? Es un significante especial, que está por fuera de la
cadena: el falo en su función radical. En su función de inaugurar la
significación como tal.
Es el significante que falta a la cadena significante y el único que se
significa a sí mismo. ¿Cómo puede significarse a sí mismo? Por ser él mismo
heterogéneo y formar una dialéctica, por ser él mismo, dos: el símbolo y la
falta, el falo y la castración. Donde hay la castración, hay el falo y donde hay
el falo, hay la castración. El falo está estructurado como un gegensinn, esa
estructura que Freud estudió en los términos de sentidos antitéticos.
“Falo” no es un nombre sino la metonimia de un nombre impronunciable.
No es el nombre de la falta sino su símbolo innombrable. El falo simbólico no
es una metáfora sino la condición de la metáfora, el significante de la
enunciación.
Y que la significación sea fálica supone que se autoriza como verdad en
el falo. La significación no es ni verdadera ni falsa, sino es un hecho de
verdad.
13
Cita textual: “Quand mon père lisait à voix haute en faisant les cent pas dans le salon, le livre tenu à
bout des bras comme un adversaire, el était comme mon grand-père, il cherchait le texte entre les lignes, il
découvrait Dieu”. Nelly Arcan, Folle. Èditions du Seuil, France, 2004, pág. 8. Tradución libre para esta
ocasión a cargo de Paula Hochman.
21
Hay versiones en la historia de esta función inaugural del falo, el
significante innombrable que da entrada a lo simbólico.
El primer libro de la Biblia: En el Comienzo (o Génesis), es una ficción
que da cuenta de la creación del mundo. Al hecho de decir se lo llama “Dios”,
que es una figura retórica del Falo, no del padre. Cumple la función de crear
significantes por el hecho de decir. Lacan, lo re-escribe mostrando una
condensación entre Dios (Dieu) y decir (dire): “Dieure”, el Dios-decir.
Lo que se lee en el primer libro de la Biblia, es la función de lo llamado
“Dios” que crea al mundo por medio del decir. Y Dios dijo: hágase la luz,
hágase la sombra, y Dios dijo: hágase el día y la noche, la tierra y el cielo, el
sol y la luna, el hombre y la mujer. Se va creando el mundo mediante pares
significantes, pares de oposición. Pero la función Dios no forma parte de una
oposición significante sino es un significante inaugural absoluto, el que
inaugura la significación por medio del decir. Dios alude a la función creadora
de la palabra que como tal no es representable ni nombrable. Crea pares
significantes, pero Dios, el decir como tal, no es nombrable. Es un Dios cuyo
nombre se escribe pero no se nombra, un Dios literal, hecho de letra.
Su forma literal es la de un tetragrama WYHW, que al ser
impronunciable, es evocado por alusiones como “mi Señor”. Hubo en la
historia la pretensión de pronunciar el tetragrama mediante la adición de
vocales, produciendo el nombre fantasma: “Jehovah”. Es un intento de poder
lo imposible, de desconocer una coerción: la que pone en juego el hecho que
no toda escritura entra en la palabra, no todo es nombrable. Pronunciar como
Jehovah el tetragrama, es no jugar el juego de la letra en el intento de volver
todo representable, de decirlo todo, con lo cual queda abolida la posibilidad de
decir algo. El tetragrama es una escritura que no se lee.
Dios es la función del falo simbólico en la versión historizante de la
Biblia. Si Dios es el hecho de decir, ¿cómo nombrar el decir? Es imposible, ya
que si se convierte en nombre, escapa al decir que lo constituye. La
enunciación no puede atraparse en el enunciado sino sólo entre líneas. Lo
simbólico se anuda a lo imaginario mediante lo imposible, es decir, lo real.
Resumiendo, el Falo como punto de inicio, es localizable como el Dios de la
Biblia, Lacan lo llamó el “Diocir” (Dieure). La autoridad del decir, la acción de
la palabra que crea al mundo, un espacio literario.
22
El falo simbólico es el punto de origen de las relaciones entre el
significante y la verdad. El falo como punto de inicio es la notación de la falta.
A la manera del Cero tal como el lógico Frege lo escribió. El Cero
designa la inexistencia, la falta de objeto.
En la escritura de Frege hay tres registros: el nombre, el concepto y el
objeto. Bajo el concepto “no idéntico a si mismo”14, no cae ningún objeto, es
decir, el objeto que cae es: ninguno. El número que corresponde a esa
situación es: 0.
Frege emplea el término “concepto” de manera que:
“a cae bajo el concepto F”
entonces “a cae bajo el concepto no idéntico a si mismo”,
o “a no es idéntico a a”
y por lo tanto, sobre la base de la definición leibniziana de la identidad, el
número que pertenece a ese concepto es: 0.
Cero es el nombre metonímico de la falta. Es el nombre de nada y por la
cual la nada se inscribe.
El Falo como el cero es un todo no total, no pleno. Es un símbolo que no
contiene más que nada. El símbolo inaugural. De la misma manera que el
Cero es el número inaugural de la serie natural de los números. Lo que en
lógica de predicados se puede escribir:
∀x (x ∈ 0 / x ≠ x ).
Concluyo acá el comentario.
Referencias bibliográficas:
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23
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