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En el campo del lenguaje, la función del falo Paula Hochman La lógica es el arte de equivocarse confiadamente (Dicho) Cuando el falo simbólico ingresa en el narcisismo, se encarna en los elementos en punta del cuerpo y es por esa encarnación que la presencia o la ausencia del órgano es significativa. Así, en el registro del narcisismo, vemos desarrollarse la función imaginaria del falo simbólico. En cambio, el aspecto que me interesa comentar es la función del falo simbólico en su relación a la verdad3, es decir, su incidencia en la palabra, siendo todo el narcisismo dependiente de esa función. El objeto de esta exposición es, entonces, la relación intrínseca entre el falo simbólico y la dimensión de la verdad, para lo cual se plantea el recurso a la lógica, como absolutamente necesario. Leemos a Lacan presentando al falo como un operador de verdad que actúa cada vez que se habla. No el hablar de ni el hablar a, sino el hecho de hablar. Hay operadores lógicos clásicos, por ejemplo la negación, que invierte el valor de verdad de un término. En cambio el falo es el operador que marca la verdad en aquello que se dice, aunque el operador como tal, a diferencia de la negación, no aparece marcado. Es esto lo que me propongo desarrollar. El falo simbólico, que se escribe con la letra griega Φ, es el significante que designa el poder de significar. No significa esto o aquello sino el hecho de la significación y hace, entonces, que toda significación sea fálica, es decir, que signifique. ¿Qué vuelve necesaria la significación para los seres de lenguaje? La barra trazada sobre el gran Otro, se corresponde con el hecho de que el lenguaje es una estructura dinámica y no funciona como un sistema codificado. Es la barra de un enigma, del cual depende el sujeto y que llama a la significación. 3 Partiendo de la afirmación de Lacan que la práctica del psicoanálisis es una práctica del lenguaje solidaria a la dimensión de la verdad. En el Seminario La lógica del fantasma, leccion XII, del 22 de febrero de 1967. 9 El falo adviene como símbolo de la falta en el Otro y la significación será lo que entre en contacto con esa falta, es el significante inaugural del orden simbólico. Es decir, el enigma en el Otro causa la necesidad del orden simbólico, y el significante inaugural de ese orden se denomina: Falo. Es una denominación, no es un nombre. Ya que por ser el significante que designa la significación, no podría él mismo nombrarse, sino todo lo nombrable cae bajo su función. Es el significante que falta a la cadena significante, por eso su estatuto es especial. Como símbolo de la significación, el falo, es él mismo enigmático, ya que no representa algo positivo sino una falta, no vale sino en la medida en que escribe una sustracción. El cruce del símbolo con la falta que lo causa, produce al erotismo en el lenguaje. La sustracción del objeto determina al erotismo, y el símbolo inaugural es un símbolo sexual y sexualizante, por ser el símbolo de la falta radical, de la sustracción radical. Este hecho sexual que colorea al orden simbólico, que Sigmund Freud llamó: Falo, desmiente un idealismo del lenguaje y hace del lenguaje un terreno sexual. Lo que retorna del rechazo espiritualizante de las histéricas, fue la verdad que Freud encontró y con la que inventó el psicoanálisis. Es esta operación de conjunción del símbolo y el sexo la que actúa sobre la verdad, cada vez que se da a oír en lo que se dice. La verdad, es la que operada por el falo, se impone por el hecho de decir, aunque se olvide detrás de lo que se dice. Se trata del registro de la verdad como diferente de lo verdadero y lo falso. Cada vez que se habla, se anuncia la verdad, se reinaugura el orden simbólico, el poder creador de la palabra. Ahora bien, esa verdad no es ni verdadera ni falsa, no es reductible al saber. Pero el par verdadero-falso, sólo cobra fuerza por la verdad, un enunciado no tiene efectos sin la enunciación. Lo que le da fuerza a lo verdadero y a lo falso no es algo verdadero ni falso, sino la verdad. Lo que le da raíces a una metáfora es el hecho de decir, sin ese hecho, la metáfora como acontecimiento no se produce, ya que no hay metáfora si no se la supone viniendo del Otro. No hay esperanzas para un programa informático de literatura. El falo simbólico funciona en el orden de la palabra. En el campo del lenguaje, la función de la palabra es la del falo. El símbolo desde donde se 10 crean las significaciones. Por eso el falo es la enunciación. Y la significación se autoriza en la función del falo. Se pueden decir enunciados falsos, pero eso no desmiente al orden simbólico del cual esos enunciados dependen. La característica del falo simbólico como no negativizable, responde al hecho que cualquier significación implica al orden simbólico. En la lógica, existe el llamado “Principio de asersión”, por el cual puedo escribir asertivamente un enunciado verdadero o un enunciado falso, pero no se negativiza la asersión como tal. Ese principio se escribe4: (p ⇔ p) es verdadero (p ⇔ ¬p) es falso No hay asersión “negativa”. No puedo decir que no digo lo que estoy diciendo. Ni tampoco reforzar la verdad de mi enunciado diciendo que es verdad lo que digo, hacerlo no tiene ningún alcance. El signo de asersión se escribe, pero no aparece en el enunciado más que en acto: en el hecho de decir. Ese hecho es lo que la escritura lógica establece en el carácter de asersión, que es un carácter escrito pero impronunciable. No se lo puede incluir en el enunciado, ya que sólo funcionaría como metonimia, es decir, aludiendo a otra cosa, a otra cosa que a la verdad. Se ve clara la tripartición entre lo verdadero, lo falso y la asersión. Lo opuesto de la asersión no es lo falso, sino desconocer lo que afirmé eludiendo el compromiso de haber dicho, o creer que lo que digo no es una asersión sino que es así. La asersión es el hecho de decir, es la fuerza de La verdad que Jacques Lacan escribe cruzada por una barra, por lo tanto, sexualizada. En cambio, la negación es un operador marcado en el enunciado, se marca en la palabra y también, en lo escrito. Pero el operador falo no tiene marcador, su operación no está indicada por un marcador sino por el acto, el de decir. De la asersión en lógica al falo en psicoanálisis, hay el sexo. 4 Así lo hace Louis Couturat, en su libro. 11 Si el falo, operador de la verdad, es impronunciable, ¿cómo atraparlo en el lenguaje?5. Por la lógica y la topología, disciplinas del saber para escribir la estructura de ficción de la verdad. La verdad no se anuncia. Alfred Tarski No es el discurso que conmemora el afuera, es el afuera que viene a revelar el discurso Cita de Gorgias por Bárbara Cassin6 Aquellos que se preguntan si la nieve es blanca o no, no tienen más que mirar Aristóteles, Tópicos, Libro Primero, Capítulo 11 Una vía para atrapar esa operación es la que se abre por la lectura que hace Jean-Michel Vappereau7 del trabajo del lógico Alfred Tarski titulado “La concepción semántica de la verdad y los fundamentos de la semántica”. Tarski era un lógico polaco, publicó ese trabajo en el año 1950, lo escribió en inglés. Se propone dar una definición lógica de la verdad desde el punto de vista semántico. En los silogismos aristotélicos la verdad se transmite de las premisas a la conclusión, pero no se define semánticamente. La deducción silogística pone en funcionamiento a la verdad como metonimia, se desliza entre los enunciados. Pero queda sin definirse: ¿qué es la verdad? Tarski parte de la concepción clásica de la verdad, parte de la definición de Aristóteles e intenta traducirla en una formalización lógica. Es una definición que se encuentra en la Metafísica, que dice: Decir de lo que es que no es, o de lo que no es que es, es falso, mientras que decir de lo que es que es, o de lo que no es que no es, es verdadero. 5 Se pregunta Lacan en su Seminario La identificación. Del libro de Bárbara Cassin, Jacques le sophiste. Lacan, logos et psychanalyse. Epel, Paris, 2012, pág. 70. Cita textual: Ce n’est pas le discours qui commémore le dehors, mais le dehors qui vient révéler le discours. 7 Aparece en su trabajo inédito: Les clefs de la passe. 6 12 Cita su formulación en los términos de la filosofía moderna como teoría de la correspondencia, según la cual la verdad es una correspondencia entre un enunciado y la realidad. Y la precisa diciendo: Una oración es verdadera si designa un estado de cosas existente. A partir de ahí, Tarski va a reemplazar “lo que es” de la definición intuitiva de Aristóteles, por algo “concreto”, por una “realidad”. Elige a la nieve que es blanca y produce la siguiente traducción que reordena la frase mediante una equivalencia lógica: “La nieve es blanca” es verdadero, si y solamente si, la nieve es blanca. ¿Cómo llega a esa fórmula? Veamos el paso intermedio, a partir de la frase de Aristóteles, “decir de lo que es que es, o de lo que no es que no es, es verdadero”. Sustituido el “lo”, queda: Decir de la nieve que es blanca, que es blanca y de la nieve que no es blanca, que no es blanca, es verdadero. Reemplaza el término “decir” por “es verdadero”, o sea, un predicado de verdad, lo cual lo lleva a entrecomillar “la nieve es blanca”. Y reemplaza el segundo “que” preposicional, por un conector lógico: el de la equivalencia, que puede leerse como “si y solamente si”. En el primer miembro de la equivalencia, “la nieve es blanca” aparece entre comillas, lo cual indica que la oración no se está empleando sino que es el nombre de una oración que funciona como sujeto del predicado de verdad. La forma sintáctica del predicado de verdad se escribe: “x es verdadero” “La nieve es blanca”, por las comillas ocupa el lugar de la x de dicho predicado. O sea, para extenuar la lectura, no está diciendo que la nieve es blanca, sino que “la nieve es blanca” es verdadero. En cambio, el segundo miembro de la equivalencia, la nieve es blanca aparece sin comillas, es decir, está siendo empleada, se dice que la nieve es blanca. Observemos, entonces, que está en el lugar de lo que es en la frase de Aristóteles. 13 La frase de Tarski formaliza las condiciones para que se emplee el predicado de verdad. Esa condición es la de una equivalencia. Se podrá decir que es verdadero que la nieve es blanca, si eso es equivalente al hecho que la nieve es blanca. Pero el “hecho” es algo vacío, a lo que accedemos es a las palabras. Su objetivo no es diferenciar lo verdadero de lo falso, sin dar una definición semántica de la verdad. Generalizando el ejemplo, da lo que llama “la equivalencia de la forma T”, a saber: “X es verdadera si, y solo si, p.” No dice si X entonces p, no dice que la verdad de uno determina la verdad del otro, sino que algo es verdadero si ese algo. Es una equivalencia, por la cual la atribución de verdad se limita a borrar las comillas, la verdad es la del decir. Esa equivalencia (“la nieve es blanca” es verdadero, equivale a la nieve es blanca) revela que basta con enunciar la frase para que se presente como verdad, sin necesidad de atribuir al enunciado un predicado de verdad. Lo que él llama su definición parcial de la verdad, va a consistir en una equivalencia entre predicar la verdad de algo y ese algo. A ese algo, en el ejemplo, la nieve es blanca como segundo miembro de la equivalencia, la considera relativa a un “estado de cosas”. Allí, la nieve es blanca, es una traducción en la lengua de un estado de cosas, la traducción en palabras de una realidad. En la lectura de Jean-Michel Vappereau, en cambio, se sustituye el “estado de cosas” por la enunciación, por el semblante. Y de esa manera, la verdad puede acorralarse en esa escritura de Tarski, donde la referencia de un enunciado presentado como verdadero, no va a ser la “realidad” sino la enunciación. Es una noción de la verdad distinta a la de una correspondencia con un estado de cosas. La verdad de un enunciado no surge de una realidad que está más allá, sino por su equivalencia con el hecho de haberlo dicho. Repito, no se trata del par verdadero-falso que es extrínseco a los enunciados, sino de la verdad como intrínseca a la enunciación. 14 La correspondencia que está en juego en la verdad no es la de las palabras con las cosas, sino el del enunciado y la enunciación. El predicado de verdad que dice de algo que es verdadero, es un enunciado. Se marca la verdad de un enunciado. En cambio, decir algo (segundo término de la equivalencia), lleva asimilado por el hecho de la equivalencia su carácter de verdad. Pero ese carácter no está marcado, no está explicitado, sino condensado en lo que se dice por el hecho de decir. La asimilación de la verdad borra el predicado de verdad, hay un borramiento del marcador de verdad por el hecho de la asimilación. El hecho de decir, opera cada vez que hablo sin necesidad de marcarlo, es un marcador no marcado. Por ejemplo, al decir la nieve es blanca, se borra el marcador, se borran las comillas. El hecho de decirlo, es el acto que marca lo que digo como verdad. La asersión lo tiñe como verdad. No hay marcador de la verdad más que el acto. La frase de estructura T, que formula las condiciones de empleo del predicado de verdad, refleja la fijación de la verdad en el enunciado por el hecho de la enunciación. Diga lo que diga, el hecho de decir queda asimilado a las palabras, es decir, la verdad. Podemos encontrarlo en la historia de la Aletheia8. En la Grecia Arcaica, antes del advenimiento de una concepción filosófica de la verdad, los poetas eran “maestros de verdad”. Inspirados por las Musas (quienes dicen “lo que es, lo que será y lo que fue”), el poeta era capaz de ver la Aletheia. La palabra de los poetas era una verdad asertórica, nadie la pone en duda ni a prueba. No era una verdad confrontada con lo verdadero y lo falso, sino de otro orden, era la palabra que instituye al mundo, sólo confrontable con el silencio o el olvido. El poeta griego es una figura histórica de una función estructural, la de la verdad como autoridad de la palabra. Tomar la palabra deja a cada sujeto como soporte de la verdad que habla por su boca. “Que se diga queda olvidado…” la verdad se olvida y aparece sorpresivamente. Leerla, es salir de la hipnosis de la verdad, es la tarea analizante. 8 Remitirse al libro de Marcel Detienne: Los maestros de verdad en la Grecia Arcaica, Taurus, Madrid, 1983. 15 Con la fórmula de la equivalencia de Tarski, puede escribirse la función fálica en su relación de equivalencia con cualquier objeto. F(x)=x, que asimila el objeto materno al falo, sin necesidad de un marcador, sin necesidad del pene como marcador imaginario. φ(x) ⇔ x Puede leerse: los significantes satisfacen la función fálica es equivalente a los significantes. El significante depende entonces, de la función de falo. En las fórmulas de la sexuación hay la instanciación por el quantor universal: ∀x Φ(x) Que escribe que toda significación es fálica. El descubrimiento de la castración en la madre es el descubrimiento de la falta de marcador, es el develamiento de la condensación del falo en la madre, el descubrimiento que los dos términos son heterogéneos y ligados por una equivalencia. Por ese descubrimiento aparece la castración como la otra cara del falo. Es una desencarnación de la significación, se descubre el carácter de semblante del falo, la verdad como no-toda. Es el descubrimiento de la disparidad entre f(x) y x. Se devela la estructura. La que consiste en atribuir a un objeto, un valor que le falta. La equivalencia tarskiana vuelve equivalentes dos términos diferentes. Una oración, sujeto del predicado de verdad, y una oración sin predicado de verdad. Por la equivalencia, la falta del predicado de verdad no priva a la oración de ser predicada verdadera, aunque no esté explicitado. Se descubre la castración cuando se descubre la heterogeneidad de los dos términos ligados por la equivalencia, momento de ruptura de la equivalencia. El paso siguiente es ligar un nuevo principio de identidad. La identidad entre dos términos diferentes. Asumir la identidad como la conjunción de lo mismo y lo diferente, para que el mundo no se deshaga si se devela que el falo es la castración. La x que se escribió como equivalente a f(x), no es una sombra, sino más bien el objeto que se cubre no-todo con el falo como significación. La 16 madre no es ni tiene el falo, sino que adopta el falo por el hecho de hablar. Es el descubrimiento de Eva, el fin del paraíso. Se devela el falo como un incorporal y no como una parte del cuerpo. El falo simbólico no es el de Priapo. Es el problema que plantean las mujeres desde la noche de los tiempos. El de esos cuerpos sin marcador, pero ligados al falo como incorporal. Cada vez que una mujer habla, pone en juego esta estructura. Para que esa estructura no hable, se prohibía a las mujeres hablar9. Un ejemplo: ¿Qué es pensar? Veamos un ejemplo donde practicar la fórmula tarskiana en relación a la verdad. Lacan comenta lo que informa un psicoanalista americano llamado Ernest Kris acerca de un paciente10. Ernest Kris era una voz oficial del psicoanálisis en Estados Unidos. Su mujer, Marianne Kris, tomó a su cargo el análisis de la actriz más famosa, Marilyn Monroe, experiencia que terminó con vanas disculpas por parte de la analista por haber indicado una internación devastadora. Ambos Kris eran psicoanalistas de Hollywood, “muy” postfreudianos, muy lejos de la obra de Freud. Ernest Kris atendía a un sujeto inhibido para publicar sus investigaciones como resultado de una auto-acusación de plagio. No puede deshacerse de esa acusación y no es dueño de lo que escribe ni de lo que piensa. Kris no se contenta con lo que su paciente dice. Él personalmente se ocupa de cotejar lo que el paciente escribió con la obra que pretende haber plagiado, y ¡no encuentra ningún plagio! Se lo comunica al paciente. Desde una concepción realista de la verdad, buscó la concordancia entre los dichos y la “realidad”, sin orientarse por la verdad freudiana, la verdad que nace en las palabras, entre los dichos y que no es ni verdadera ni falsa. Hay en la idea de plagio llevada al análisis, una puesta en cuestión del padre, quien no habría tenido nada para transmitirle, nada para plagiar. La 9 Ver el discurso fùnebre de Pericles. Ver el escrito de Lacan “La direction de la cure”. 10 17 inhibición sintomática gira alrededor de una pregunta: ¿Qué es pensar? ¿De dónde vienen los pensamientos? Así como la pregunta, ¿de dónde vienen los niños? A esa pregunta Freud responde: los pensamientos empiezan por ser inconscientes, es decir, vienen del Otro. Se puede escribir según la fórmula T de la verdad como equivalencia: “Los pensamientos” vienen del Otro, si y solamente si, los pensamientos. Hay un “plagio” ineludible que se llama alienación. Un plagio estructural donde el sujeto, al advenir donde Ello era, dice: Yo (en el sentido del sujeto). Donde advenir no es desaparecer en el Otro. Advenir es la novedad que se llama sujeto. El drama del paciente de Kris no era “no puedo escribir” sino “no puedo publicar”, es decir, firmar lo que escribió, advenir. Para eso, le era necesario pasar de un otro al Otro. El Otro no es una firma, es un lugar. Cuando el poeta Rimbaud encontró el “yo es otro”, fue en el momento de firmar sus poemas. En su estilo ya estaba la firma, pero la firma que atribuye un autor a un poema, constituye el advenimiento del sujeto que dice “yo”. Un gesto más ligado al coraje que a la vanidad. La verdad freudiana no es la que concuerda con la “realidad”, sino lo que pasa por el significante. Toda la cuestión de la verdad queda suspendida al hilo del significante. Por eso Kris y su noción de la verdad como correspondencia con la realidad, practica un discurso pre y no post freudiano. Buscar una verdad realista del plagio, es el gesto positivista moderno donde la “realidad” es la autoridad mayor. La “realidad” en el sentido más ingenuo, como una especie de “evidencia”, un sentido común extraño a la lógica, inanalizado, un prejuicio que tapona el lugar de la verdad. El espíritu “moderno” de Kris, desconoce tan radicalmente el descubrimiento freudiano, que vuelve impropio llamarlo “moderno”. No es más que un viejo prejuicio orgulloso de sí mismo, basado en la potencia de lo “evidente”. Lo evidente es un prejuicio que en psicoanálisis se va a llamar: fantasma. El fantasma fundamental es la “evidencia” alrededor de la cual gira una vida, y que el síntoma tiñe de extrañeza. 18 Ya desde la proton-pseudos histérica, Freud introducía la dimensión de la verdad como la dimensión a la cual los dichos del sujeto se alienan. Cuando Emma expone su temor de entrar a las tiendas y da como motivo la risa burlona de unos dependientes provocada por su vestido, Freud no busca confrontar la “realidad” de sus dichos. No es un Sherlock Holmes ni un juez. Reconoce la verdad en el hecho de hablar, Emma es un “maestro de verdad”, y la cuestión que se plantea es cómo leerla, cómo atraparla en un saber. La intuición de Freud abre el camino de su descubrimiento. La verdad es sexuada y traumática. Lacan la va a llamar: Falo simbólico11. La verdad, por el falo, tiene una estructura de ficción. Hablar, introduce al Otro como referencia. Es la alienación a la verdad. Por eso la “asociación libre”. Tanto lo dicho falso como verdadero, van a alienarse en la verdad. Hay una elección forzada donde lo falso implica lo verdadero. (F ⇒ V) Que lo falso implica lo verdadero es muy distinto a plantear que lo falso lo excluye. De ser así, seria muy fácil reconocer la verdad. Es el facilismo que pretende la reivindicación paranoica de la verdad reducida al par verdadero-falso. El Otro, lugar de la verdad, es una ficción que funciona gracias a sus fallas, a lo que escapa al saber. Saber toda la verdad, la verdad verdadera, rechazar lo no marcado en el lenguaje, es el drama de la psicosis que si extiende su reivindicación se vuelve locura. Cuando la verdad habla es necesario arreglárselas con lo que dice12, ya que cuando habla, no se anuncia como tal. Si habla, equivoca y es necesario leerla. La oración que afirma que “la nieve es blanca”, no es la realidad o el estado de cosas sino una enunciación que lleva asimilado el predicado de verdad. El hecho de decir desplaza a la semántica y al positivismo. No hay “estado de cosas” más que el trazado por el significante. Por fuera de eso, hay lo real, que si no está anudado a lo simbólico y lo imaginario, es un registro 11 Ver el escrito de Lacan: “La Subversión del sujeto y la dialéctica del deseo”, en su pág. 319: “La palabra comienza con el paso de la ficción al orden del significante. Y el significante exige otro lugar, el lugar del Otro, el Otro testigo de la verdad. La verdad saca su garantia no de la realidad sino de la palabra, y por la palabra la verdad se instituye como estructura de ficción”. 12 Ver el Seminario de Jacques Lacan: D’un Autre…, pág. 171. 19 que no puede leerse y que por lo tanto, no interesa al psicoanálisis. El psicoanálisis no es una cosmología sino un discurso que comporta al sujeto. El fundamento lógico de toda posibilidad de lectura de la cadena significante es esta elección forzada: (F ⇒ V) ⇔ ((p ⇔ V) ⇔ p)) La elección forzada es equivalente a la ley de Tarski que produce una alienación, son operaciones del lenguaje que causan al sujeto. La elección forzada, (F ⇒ V), fundamento de la asociación libre, se escribe: (p ∧ ¬ p) ⇒ (p ∨ ¬ p) Ya que lo necesariamente falso implica a lo necesariamente verdadero. Freud tomó la proton-pseudos como punto de partida de la concatenación inconsciente. La proton-peudos es el descubrimiento de la implicación material en el sujeto. Diga lo que diga, no puede eludir la verdad, no puede negativizar el orden simbólico. Dicho de otra manera, el “falso enlace” freudiano no es una detención en relación a la verdad. En su articulación a la cadena significante, va a desembocar siempre en la verdad. ¿Por qué? porque lo falso necesario implica lo verdadero necesario, es una elección forzada, una ley lógica. Lo decisivo entonces, es que el falso enlace entre en una articulación con el reticulado significante. Entrar en la cadena significante es entrar en el campo de la verdad, sin escapatoria. El falo innombrable o el Dios-decir Cuando mi padre leía en voz alta haciendo cien pasos en el living, el libro sostenido en la punta de los brazos como un adversario, él era como mi abuelo, buscaba el texto entre 20 las líneas, descubría Dios13 Nelly Arcan, Folle “Yo anticipo y profiero que el falo en su función radical es ese único significante que puede significarse a sí mismo, pero aunque pueda significarse a sí mismo, es innombrable. No puede nombrarse porque si se lo nombra aboliría todas las otras nominaciones, no se puede decir el falo y continuar nombrando otras cosas”, en la traducción de lo dicho por Jacques Lacan en la Lección del 9 de mayo de 1962 durante el Seminario La identificación. Veamos: La cadena significante articula a los significantes sometidos al axioma que establece que ningún significante se significa a sí mismo. Un significante necesita articularse con otro significante para crear significación, porque ésta no le es inherente. Lo dice el axioma. Pero, ¿cuál es el significante que designa la significación? Es un significante especial, que está por fuera de la cadena: el falo en su función radical. En su función de inaugurar la significación como tal. Es el significante que falta a la cadena significante y el único que se significa a sí mismo. ¿Cómo puede significarse a sí mismo? Por ser él mismo heterogéneo y formar una dialéctica, por ser él mismo, dos: el símbolo y la falta, el falo y la castración. Donde hay la castración, hay el falo y donde hay el falo, hay la castración. El falo está estructurado como un gegensinn, esa estructura que Freud estudió en los términos de sentidos antitéticos. “Falo” no es un nombre sino la metonimia de un nombre impronunciable. No es el nombre de la falta sino su símbolo innombrable. El falo simbólico no es una metáfora sino la condición de la metáfora, el significante de la enunciación. Y que la significación sea fálica supone que se autoriza como verdad en el falo. La significación no es ni verdadera ni falsa, sino es un hecho de verdad. 13 Cita textual: “Quand mon père lisait à voix haute en faisant les cent pas dans le salon, le livre tenu à bout des bras comme un adversaire, el était comme mon grand-père, il cherchait le texte entre les lignes, il découvrait Dieu”. Nelly Arcan, Folle. Èditions du Seuil, France, 2004, pág. 8. Tradución libre para esta ocasión a cargo de Paula Hochman. 21 Hay versiones en la historia de esta función inaugural del falo, el significante innombrable que da entrada a lo simbólico. El primer libro de la Biblia: En el Comienzo (o Génesis), es una ficción que da cuenta de la creación del mundo. Al hecho de decir se lo llama “Dios”, que es una figura retórica del Falo, no del padre. Cumple la función de crear significantes por el hecho de decir. Lacan, lo re-escribe mostrando una condensación entre Dios (Dieu) y decir (dire): “Dieure”, el Dios-decir. Lo que se lee en el primer libro de la Biblia, es la función de lo llamado “Dios” que crea al mundo por medio del decir. Y Dios dijo: hágase la luz, hágase la sombra, y Dios dijo: hágase el día y la noche, la tierra y el cielo, el sol y la luna, el hombre y la mujer. Se va creando el mundo mediante pares significantes, pares de oposición. Pero la función Dios no forma parte de una oposición significante sino es un significante inaugural absoluto, el que inaugura la significación por medio del decir. Dios alude a la función creadora de la palabra que como tal no es representable ni nombrable. Crea pares significantes, pero Dios, el decir como tal, no es nombrable. Es un Dios cuyo nombre se escribe pero no se nombra, un Dios literal, hecho de letra. Su forma literal es la de un tetragrama WYHW, que al ser impronunciable, es evocado por alusiones como “mi Señor”. Hubo en la historia la pretensión de pronunciar el tetragrama mediante la adición de vocales, produciendo el nombre fantasma: “Jehovah”. Es un intento de poder lo imposible, de desconocer una coerción: la que pone en juego el hecho que no toda escritura entra en la palabra, no todo es nombrable. Pronunciar como Jehovah el tetragrama, es no jugar el juego de la letra en el intento de volver todo representable, de decirlo todo, con lo cual queda abolida la posibilidad de decir algo. El tetragrama es una escritura que no se lee. Dios es la función del falo simbólico en la versión historizante de la Biblia. Si Dios es el hecho de decir, ¿cómo nombrar el decir? Es imposible, ya que si se convierte en nombre, escapa al decir que lo constituye. La enunciación no puede atraparse en el enunciado sino sólo entre líneas. Lo simbólico se anuda a lo imaginario mediante lo imposible, es decir, lo real. Resumiendo, el Falo como punto de inicio, es localizable como el Dios de la Biblia, Lacan lo llamó el “Diocir” (Dieure). La autoridad del decir, la acción de la palabra que crea al mundo, un espacio literario. 22 El falo simbólico es el punto de origen de las relaciones entre el significante y la verdad. El falo como punto de inicio es la notación de la falta. A la manera del Cero tal como el lógico Frege lo escribió. El Cero designa la inexistencia, la falta de objeto. En la escritura de Frege hay tres registros: el nombre, el concepto y el objeto. Bajo el concepto “no idéntico a si mismo”14, no cae ningún objeto, es decir, el objeto que cae es: ninguno. El número que corresponde a esa situación es: 0. Frege emplea el término “concepto” de manera que: “a cae bajo el concepto F” entonces “a cae bajo el concepto no idéntico a si mismo”, o “a no es idéntico a a” y por lo tanto, sobre la base de la definición leibniziana de la identidad, el número que pertenece a ese concepto es: 0. Cero es el nombre metonímico de la falta. Es el nombre de nada y por la cual la nada se inscribe. El Falo como el cero es un todo no total, no pleno. Es un símbolo que no contiene más que nada. El símbolo inaugural. De la misma manera que el Cero es el número inaugural de la serie natural de los números. Lo que en lógica de predicados se puede escribir: ∀x (x ∈ 0 / x ≠ x ). Concluyo acá el comentario. Referencias bibliográficas: 14 Frege, Gottlob. Les fondements de l’arithmétique. Seuil, Paris, 1969, pág. 201. 23 Detienne, Marcel. Los maestros de verdad en la Grecia Arcaica, Taurus, Madrid, 1983. Frege, Gottlob. Les fondements de l’arithmétique. Seuil, Paris, 1969. 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