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Adolescencia – Cát. Barrionuevo – Facultad de Psicología – Universidad de Buenos Aires
PARCIALES - Cátedra Barrionuevo
1° Parcial año 2012 - Prof. Hugo Loureiro
1) Caracterice al sujeto de la sociedad de consumo y como afecta el discurso capitalista al adolescente actual.
2) Explique el concepto de Narcisismo según Freud y explique la diferencia con el autoerotismo. Explique los tipo de
elección de objeto.
3) Explique las expresiones "lo sexual hace agujero en lo real" y " no hay relación sexual". Articule con los avatares de la
adolescencia.
4) Explique el concepto de fantasma lacaniano y relacione con la problematica adolescente.
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Explicar el Edipo en el varón desde Freud
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Explicar el asesinato de los padres en base al texto de Winnicott
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La etimología de la palabra adolescencia remite a crecer y también a arder. Explique ambas concepciones
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Desarrolle el concepto de narcicismo en Freud y establezca sus articulaciones y diferencias respecto del
autoerotismo. Explique los tipos de elección de objeto.
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Articule escisión del yo y desmentida en la adolescencia. Ejemplifique.
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Explique el concepto de fantasma y relacione con la problemática adolescente.
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Explicar el Discurso capitalista y como afecta este a los adolescentes actualmente.
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Que se entiende por la definición de adolescencia como "...reposicionamiento subjetivo frente a la estructura
opositiva falo - castración"
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Explique el mecanismo de la desmentida y como funciona en la adolescencia. ("escisión del yo en el proceso
defensivo"...el yo se escinde en "Yo placer purificado" y "Yo realidad definitivo", cuando desmiente los "Juicios
de existencia" - castración de la madre, muerte del padre y temor a la muerte propia - en favor de los "juicios de
atribución" - Todo lo bueno es "Yo", lo malo es "No Yo"- etc etc)
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Explicar los 3 momentos del Duelo. (1ro: Desmentida, negación / 2do: Desasimiento parte por parte de la libido
/ 3ro: creo que la vuelta de la libido a disposición del yo. Y que en la adolescencia se produce la búsqueda de
pareja, y todas esas cosas.)
-
Describa trabajo de duelo, sus viscisitudes en la adolescecnia, y la diferencia con melancolia
-
Implicanciones del discurso capitalista en la adolescencia actual
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Caracteristicas de la sexualidad infantil y las diferencias con la adolescencia.
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Describir el hallazgo de objeto en la adolescencia.
-
Articular fase del espejo y adolescencia.
EXTRAÍDAS DEL FORO.
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Adolescencia – Cát. Barrionuevo – Facultad de Psicología – Universidad de Buenos Aires
LIBRO: Adolescencia y juventud
Introducción
Sujeto del Psicoanálisis  sujeto del Icc, sujeto escindido marcado por la ruptura cc-icc que sólo puede ser captado al
ser puesto en palabras.
La adolescencia habla de un
reposicionamiento del sujeto en relación a falo-castración
en tiempos de contundente conmoción estructural.
No a la concepción evolutiva ≠ Conceptos de temporalidad, regresión y significación a posteriori.
Pubertad  transformaciones biológicas que van a desplegar un reposicionamiento del sujeto en relación a la
estructura opositiva fálico-castrado.
Juventud  tiempo psíquico de la salida exogámica propiamente dicha cuando el sujeto enfrenta la construcción de un
proyecto propio.
El sujeto del Icc está atravesado por lo ideológico en tanto inserto en un contexto socio-político-económico-cultural
determinado.
PARTE 1: El sujeto en tiempos del capitalismo tardío
Sujeto y ética del psicoanálisis  El psicoanálisis limita la dimensión de la conciencia que anteriormente era lo único
valedero y confiable y la subordina a lo Icc, que posee contenidos, mecanismos y pensamientos propios, y que se
expresa en el yo, en el ello y en el superyó como instancias desde cuya interrelación derivaría la producción sintomática
que lleva emparentada la noción de conflicto.
Para Freud, el sujeto no es el centro de todo, sino que está sujetado o determinado por lo Icc, y lejos de ser síntesis o
unidad está marcado por la ruptura o escisión conciente-inconciente.
Sujeto escindido, subordinado a una estructura que lo determina. Sujeto ≠ individuo.
Desde Lacan, el orden simbólico opera como determinante, como legalidad, en cuanto al lugar del sujeto en su relación
al Otro, que está regulada o mediada por un código o sistema de reglas y convenciones del orden simbólico que permite
estructurar
el intercambio a partir del lenguaje. El Icc freudiano no es un reservorio instintual sino que es
primordialmente lingüístico, está estructurado como un lenguaje, en tanto sólo puede ser captado al ser puesto en
palabras. Está estructurado como un lenguaje y un saber, que es saber Icc.
La ética psicoanalítica es ética del deseo, en tanto la noción de sujeto supone la relación deseo-Icc propuesta
por Freud ≠ Ética hedonista (bienes como algo supremo que regiría la conducta, cuya posesión subordina todo).
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El psicoanálisis no propicia desde su clínica lograr el bienestar objetivo. Mantiene una dirección contraria a las
propuestas de la sociedad de consumo. Con la conceptualización de la pulsión de muerte, la teoría freudiana tiene en
cuenta la noción de malestar y propone ocuparse en estudiar las consecuencias del malestar que provoca a la cultura en
el psiquismo, que sería ineliminable pues, aunque por momentos se pueda alcanzar la felicidad, es algo que siempre se
esfuma. El ser humano se vuelve neurótico porque no puede soportar la medida de frustración que la sociedad le
impone en aras de sus ideales culturales.
≠ Ética utilitarista; le opone su máxima que se ubica como imperativo kantiano “¿Has actuado conforme al deseo que te
habita?”. En el concepto de deseo inconciente se enlazan inconciente y sexualidad en tanto las temáticas y las
representaciones inconcientes están exclusivamente referidas al deseo sexual.
La dirección de la cura sostiene la importancia de que el analizante descubra su deseo, desprendiéndose del
deseo alientante del Otro, va en la dirección de reconocer y hacerse dueño del propio deseo, tiende hacia el
descubrimiento de la verdad de su deseo.
Lacan  remarca el lazo deseo-Icc en tanto el deseo surge originariamente en el campo del Otro y en relación al
deseo del Otro
La ética psicoanalítica supone reconocimiento, fortalecimiento o rectificación del sujeto respecto de su deseo. Apunta a
descubrir la dimensión oculta del deseo en el enigma del síntoma neurótico, y en la falta de nitidez de la construcción
fantasmática, para que pueda llegar a actuar conforme a su propio deseo.
Paradigma de la complejidad y pensamiento complejo
El conocimiento científico fue concebido durante mucho tiempo como teniendo por misión disipar la aparente
complejidad de los fenómenos a fin de revelar el orden simple al que obedecen. Con el pasaje a la posmodernidad y
luego al tiempo del capitalsimo tardío, se produce un cambio de paradigma por la formulación desde el paradigma de la
complejidad del principio de incertidumbre y la demostración de la existencia de singularidades en las trayectorias de
ciertos sistemas. Lo simple no existe, sólo existe lo simplificado. La complejidad se presenta como lo inextricable, lo
enredado, lo ambiguo, la incertidumbre, no pudiendo resumirse en una ley- es un tejido de constituyentes
heterogéneos inseparablemente asociados en una paradójica relación de lo uno y lo múltiple, una mezcla íntima de
orden y desorden. La complejidad integra en sí misma todo aquello que pone orden, claridad, distinción, precisión en el
conocimiento, a diferencia de lo que sucede con el pensamiento simplificador que desintegra la complejidad de la
realidad. El estudio de cualquier aspecto de la experiencia humana ha de ser multifacético e implica el reconocimiento
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de un principio de incompletud y de incertidumbre. En este panorama del pensamiento científico presenta el
psicoanálisis sus propuestas, definiendo al sujeto como sujeto del inconciente, escindido, y produciendo una
“revolución copernicana” al descentrar al sujeto de la posición que la psicología de la conciencia le otorgara. No
respondiendo a lo lineal y con movimientos entre el desorden y un orden diferente a la relación unidireccional causaefecto, lo Icc se evidencia como el motor del psiquismo que el psicoanálisis entiende con la noción estructural de
conflicto. Existe una realidad psíquica que no coincide con la realidad concreta, expresándose el conflicto entre ambas
dimensiones en la riqueza de la producción sintomática.
El sujeto de la sociedad de consumo
La ideología y las condiciones imperantes de cada momento histórico-socio-cultural impregnan al sujeto que se
encuentra viviendo en su seno. El pasaje a la Posmodernidad y luego al Capitalismo Tardío va transformando los modos
de regulación de goce y también como consecuencia las instituciones en las que se encuentra inserto el sujeto que
producen subjetividad a través de su accionar. La lógica del mercado modifica los dispositivos institucionales e imprime
su marca propia a los sujetos que forman parte de los mismos.
Sociedad de consumo = globalización económica denigrante que transforma a los hombres en objetos.
Los cambios respecto de las condiciones de vida del sujeto se inician y se pueden ubicar en un contexto de Posmodernismo.
Posmodernismo  definido por la caída en la liquidación de la metáfora y la desvalorización de la palabra,
caracterizado por el predominio de la imagen y por la imposibilidad de proyección del sujeto en objeto, en tanto
el sujeto “es” el objeto, con neto predominio del tener por sobre el ser y de la cultura de lo hiperreal. El saber
adquiere valor de mercancía.
La sociedad posmoderna se ubica en la era del vacío en la que los sucesos y las personas pasan y se deslizan, sin ídolos y
sin tabúes pero tampoco tragedia o apocalipsis, sin lugar para la revolución ni para fuertes compromisos políticos. Reina
la indiferencia de masa, predomina el sentimiento de reiteración y estancamiento, se banaliza la innovación, se
disuelven la confianza y la fe en el futuro, ya nadie cree en el porvenir radiante de la revolución y el progreso, la gente
quiere vivir enseguida, aquí y ahora, conservarse joven y no ya para forjar el hombre nuevo.
Sobremodernidad  no lugares como aquellos espacios de anonimato que serían vías necesarias para la circulación
acelerada y solitaria de las personas y de sus bienes; la identidad del sujeto está en crisis en tanto se rechaza el juego
social del encuentro con el otro.
Capitalismo tardío  estimulación del consumo, sobrevaloración de la imagen, importancia de la inmediatez que
producen los medios de comunicación masivos que permiten presenciar a instante, obscena y crudamente, imágenes de
algo que está sucediendo a kilómetros de distancia, como fenómenos de la globalización.
Estas condiciones facilitarían el predominio del acto por sobre el pensar y por sobre la importancia de la palabra,
ubicado el sujeto en un mundo consumista que propicia la adicción en general y que crea un nuevo lugar para las drogas
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(en tanto una mercancía más, regida por las leyes del capitalismo y constituyendo un problema económico y de poder
en cuanto a la relación existente entre oferta y demanda).
Desprestigio de la verdad y la justicia  produce transformaciones en el superyó y en la consolidación del mismo
durante la adolescencia. Este problema del debilitamiento de la verdad y la justicia se relaciona con el referido a las
dificultades en el sostenimiento de las funciones materna y paterna en la actualidad.
El psicoanálisis está atravesado por las coordenadas de su época en tanto cada momento histórico-socio-cultural implica
un cierto ordenamiento social y económico, que procura modos de goce, tiene consecuencias sobre el lazo social y
sobre la constitución subjetiva.
Época de Freud (XIX/XX): época del reino del Nombre del Padre, como función simbólica, como función pivote para el
ser hablante, en una sociedad sostenida en una ética de las virtudes y de los ideales universales. Una función de los
ideales, en una perspectiva pacificante, es brindar al sujeto una posición en la escena, fundar el lazo social y consolidarlo
e influir en la organización del estilo de vida de los sujetos. La familia tenía especial importancia y poder, institución
sostenida en una función paterna, con posibilidad de crear y sostener lazo social, ejercer función de prohibición
otorgando especial valor a la renuncia de lo pulsional ante los límites que la cultura impone y jerarquizando la
sublimación.
Época de Lacan (XX/XXI, actual): época de los Nombres del Padre,
ya no se confía en los significantes amos y los ideales no logran dar a los sujetos un posicionamiento social.
Lacan diseña un dispositivo de cuatro discursos básicos (del amo, universitario, de la histérica, analítico). Un discurso
es una estructura necesaria que excede a la palabra. Los 4 discursos conservan un eje de imposibilidad específica y otro
de impotencia, y Lacan remarca lo insostenible de un discurso agregado, el discurso capitalista, en tanto es imposible
alcanzar la felicidad “total” por la vía del consumo. La lógica de funcionamiento de este discurso deja al sujeto en la
impotencia cuando intenta rellenar con bienes el intervalo entre el goce buscado y el goce obtenido, en un circuito que
no está marcado por ninguna imposibilidad, pues el objetivo del capitalismo es que todo lo que existe se presente como
mercancía ofrecida para ser comprada.
El discurso capitalista es una formulación lacaniana para pensar el rechazo de la castración en una sociedad de
consumo que hace creer que todo es posible de lograr en tanto todo es mercancía, objetos de mercado, en tanto no
habría imposibilidad.
≠ Discurso del Amo (se es alguien para poder tener). Desde la lógica capitalista, si se tiene se puede ser alguien. Se es si
se posee objetos, si se puede acceder a la mercancía.
Lacan subraya la relación de la plusvalía con el plus de goce propio de la estructura del significante, ubicando a la
plusvalía como la causa del deseo; es la causa de la producción en exceso y de la consecuencia de consumo insaciable de
objetos. En el tiempo de la globalización económica que transforma a los hombres en objetos, se pretende no hablar de
culpabilidad, ni de deseo, ni de Icc, como si eso no existiera o pudiera ser eliminado sin consecuencias. El superyó del
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discurso capitalista, cuando más acepta el sujeto las leyes de consumo, se hace cada vez más exigente y demandante,
como equivalencia de la voracidad del discurso capitalista.
Según Freud, el sufrimiento amenaza al hombre por tres lugares que nos enfrentan a la castración:
 desde el propio cuerpo,
 desde el mundo exterior,
 desde los vínculos con los otros seres humanos.
En la actualidad, la ciencia del capitalismo dice estar en condiciones de liberarnos de estas fuentes de sufrimiento. La
sociedad moderna ofrece supuestas seguridad y confortabilidad cotidianas que venden la ilusión de poder librar de tales
límites a la omnipotencia narcisista, instalando la convicción de que todo es posible, desde cuestionar el paso del tiempo
sobre el propio cuerpo con cirugías hasta no necesitar el encuentro con el otro para lograr placer sexual.
Al no reconocer lo imposible como un tope,
se deja al sujeto sometido a un imperativo de goce sin límite al sostenerse que “todo se puede”.
Se unifica el goce al ofrecer la ciencia objetos “iguales” para todos y, como promesa, la sociedad de consumo sostiene
la expectativa de que todos podrían gozar de lo mismo y en forma ilimitada. El problema es que el consumo frustra el
deseo, se exige goce sin límite y en esa misma medida se va produciendo empobrecimiento de deseo.
La producción de esos objetos de consumo, de ofrecimiento y de recuperación de goce, es la herramienta del discurso
capitalista para obturar la “no relación sexual”, y logra, al forcluir la castración, el rodeo necesario ofrecido al neurótico
para no hacer pasar su goce por los desfiladeros del significante. El goce específico colmado es el goce del Otro, con lo
que este discurso permite recuperar un goce no fálico y fuera del registro simbólico. “el hombre se ha convertido en una
suerte de dios-prótesis, verdaderamente grandioso cuando se coloca todos sus órganos auxiliares”.
Lacan  gadgets: objetos que provee la ciencia para el bienestar del hombre y que permitirían colmar el goce del Otro,
goce que está opuesto al goce fálico, es un goce no sexual, ubicado entre lo real y lo imaginario y por fuera de lo
simbólico.
La sociedad democrática moderna quiere borrar de su horizonte la realidad de la desgracia, de la muerte y de la
violencia, buscando integrar, en un sistema único, las diferencias y las resistencias. En nombre de la globalización y el
éxito económico, intentó abolir la idea de conflicto social.
En tiempos del capitalismo tardío el deseo no queda habilitado o se devalúa por cuanto se hace suponer que sortear los
límites es posible en tanto se puede lograr lo que se pretende vía consumo de objetos. Ya no es un significante amo el
que manda al goce, sino que son los objetos del mercado los que dirigen nuestros deseos y goces.
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Adolescencia – Cát. Barrionuevo – Facultad de Psicología – Universidad de Buenos Aires
Subordinación de un sujeto a una estructura que lo determina
La primera inscripción del sujeto se hace en relación a un sistema simbólico que lo preexiste y que lo condiciona desde
antes de su nacimiento. En el mismo momento en que se piensa y se discute un nombre para ese sujeto próximo a
nacer, se lo está incluyendo en un sistema simbólico, dándosele nueva lectura y fuerza a la perspectiva de la situación
edípica como una estructura determinante o condicionante en la constitución subjetiva. La posición relativa del sujeto
estará definida en interrelación con la jugada del otro y mediatizada por un sistema de reglas y de convenciones
funcionando como código que marca una posición. En el juego de interacción e interlocución los sujetos quedan
ubicados en ciertas posiciones estratégicas en relación a las reglas que se ponen en juego. Hablar es fundamentalmente
colocarse uno, en relación al otro, en determinada posición que no es independiente de la estrategia que funciona a
partir de ciertas reglas o normas, y eso supone el funcionamiento de un orden simbólico.
Existe un código que representa la función simbólica, que es la que va a permitir caracterizar el funcionamiento del Icc
que es supraindividual, está por encima del sujeto, es un lugar, una convención significante que está por fuera, en
relación de exterioridad con el sujeto.
Como sujeto sujetado a una estructura que lo determina, sujeto del Icc y de la palabra, el sujeto del psicoanálisis está
atravesado por la ideología del contexto socio-político-económico-cultural en el cual se encuentra inserto. Aunque
todo sujeto debería ser responsable de sus actos, desde las condiciones que promueve el capitalismo tardío se atenta
contra ello con el empuje a transformar al sujeto en una mercancía más, en objeto de cambio, devaluándose su
condición subjetiva.
Los adolescentes constituyen objetos de consumo por excelencia.
Provocan la admiración de los adultos que los ubican en el lugar de modelo o ideal de procesos identificatorios por
los cuales se “adolescentiza” la adultez y, simultáneamente, son objeto de violencia o agresión al ser ubicados
como personificación de la drogadicción, la trasgresión y el descontrol.
La publicidad está dirigida a ellos, ofreciéndoles objetos de consumo para felicidad,
o los tiene como protagonistas, como destinatarios y como actores.
Aparece socialmente un modelo adolescente a través de los medios masivos en general y de la publicidad en particular,
que supone que hay que llegar a la adolescencia e instalarse en ella para siempre y que define una estética en la cual es
hermoso lo muy joven y hay que hacerlo perdurar mientras se pueda y como se puede.
De haberse producido de manera “adecuada” la operación nominante del padre, el adolescente en lo esperable podrá
consolidar su identidad a pesar de las amenazas al marco fantasmático que se replantea en el tiempo lógico de la
adolescencia.
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Si bien las expresiones de malestares subjetivos ante la exigencia cultural no llegan en la mayoría de los casos a
patologías graves sino que se expresan en lo “normal” sólo como síntomas, como psicopatología de la vida cotidiana, en
la adolescencia y en otros momentos de la vida críticos o cruciales, son sí la violencia, lo intentos de suicidio, anorexia y
bulimia, las adicciones, las patologías del acto en general configuraciones clínicas predominantes derivadas del
sufrimiento que la cultura impone. Constituyen formaciones resistentes al dispositivo clásico psicoanalítica que exigen
replanteos teóricos y prácticos al psicoanálisis. Desde una perspectiva psicoanalítica es posible considerar a las
patologías del acto como configuraciones clínicas que se acoplan o engarzan a cualquiera de las estructuras freudianas,
no constituyendo estructura en sí mismas. Por otro lado, en un tiempo en el que la acción se jerarquiza o valora, se
presentan manifestaciones clínicas en la adolescencia ubicadas en la vereda de enfrente a las patologías del acto:
inhibición psicológica, sobreadaptación y depresión.
Los adolescentes encuentran nuevas formas de hacer lazo social a través de medios que en otros momentos no existían,
y construyen y sostienen puntos de encuentro, en el mejor de los casos, escapando al encierro narcisista de la realidad
virtual de la pantalla de televisión o de los video juegos, debiéndose además reconocer la creatividad que en muchos
casos presentan pese a las condiciones “enloquecedoras”, esquivando el empobrecimiento que se supone ineludible.
El adolescente se encuentra inserto en un medio familiar y, a su vez, en un contexto socio-económico-cultural
específico, ambos ámbitos que facilitarán o perturbarán el trabajo de reposicionamiento subjetivo que la adolescencia
exige. La adolescencia supone una movilización en diferentes niveles: individual, familiar y social, en una complejidad
que supera el estudio de un “fenómeno” puramente personal o intrasubjetivo.
PARTE 2: Adolescencia, semblante de las metamorfosis de la pubertad
“Tormenta de la pubertad” irrupción de un cuerpo sexual “real”, que plantea un importante esfuerzo de trabajo para el
psiquismo del adolescente.
La adolescencia supone una contundente conmoción estructural, un trabajoso replanteo de la identidad del sujeto.
La lectura psicoanalítica se diferencia rotundamente de la psicología evolutiva porque no piensa a la adolescencia
como etapa o fase del desarrollo “normal” de un sujeto o como una secuencia de movimientos esperables.
El crecer se produce, pero lo psíquico no se explica con una legalidad equivalente a la que ordena lo orgánico. Si bien no
niega lo cronológico, resalta el tiempo lógico como esencial, lo que implica considerar los conceptos de inscripción,
transcripción, retranscripción, fijación y los movimientos pregredientes y regredientes, lejos de la linealidad de la
temporalidad cronológica.
Pubertad: crecimiento que se produce y transformaciones que se manifiestan en lo corporal, crucial “metamorfosis”.
Adolescencia: conmoción estructural producida por la irrupción de lo real en dimensiones varias. Reposicionamiento
del sujeto en relación a la estructura opositiva falo-castración.
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Adolescencia como síntoma de las metamorfosis que experimenta en la pubertad el sujeto ante lo irrupción de lo real.
Síntoma  manifestación perceptible de una complejidad estructural o manifestación que denuncia lo traumático de la
sexualidad en tanto “dice” sobre algo que no puede ser puesto en palabras.
La adolescencia es un fenómeno esencialmente humano, del ser hablante y sujeto del Icc.
Adolescencia como semblante de las metamorfosis de la pubertad, como aquello que se presenta como apariencia
pero que no debe ser descalificado como tal, en tanto el semblante que se presenta como lo que es, es la función
primaria de la verdad. Semblante como reordenamiento de lo simbólico que puede tener expresión, o deducirse, en lo
imaginario y en lo real.
Conflicto como constitutivo del psiquismo. En la conflictiva edípica se contraponen deseos contrarios y deseo y
prohibición, lo cual se replantea con intensidad en la revitalización de lo edípico en la adolescencia.
Teoría del trauma. El punto de vista traumático fue cambiando en Freud y se integra más adelante en una concepción
en la que intervienen otros factores, quedando incluido en una serie complementaria junto con la predisposición, que
incluye lo endógeno y lo exógeno. Y finalmente, con la Teoría de la angustia, en el reordenamiento conceptual de la
segunda tópica, adquiere nueva dimensión e importancia. La teoría del trauma que explica la aparición de una patología
a partir de un acontecimiento es abandonada por Freud, no así el concepto de trauma. Las metamorfosis que se
producen con el despertar de la adolescencia se plantean como traumáticas y plantean exigencias de trabajo al
psiquismo del sujeto.
Resignificación o retranscripción: a partir de un segundo episodio puede traducirse, se recomprende como
sexual el primero, que adquiere eficacia psíquica por el segundo (que lo dota de valor causal). Las
transcripciones que se siguen unas a otras constituyen la operación psíquica de las épocas sucesivas de la vida. Una
fundamental retranscripción se produciría en la adolescencia. A posteriori: en determinados momentos de la vida se
resignifican sucesos o fantasías de épocas anteriores. En la adolescencia, ciertos recuerdos póstumos se volverían
traumáticos, en el sentido de complejizantes (no derivarían necesariamente de vivencias sino de la eficacia de la
constitución de ciertas estructuras psíquicas a las cuales se arriba en determinado momento y que transcriben
recuerdos de los que no se puede fugar.
Con la tormenta de la pubertad, en una segunda oleada de la sexualidad con la acometida en dos
tiempos de la vida sexual, se reactivarían fantasías edípicas incestuosas articulándose esto con una
transformación en el erotismo, en una combinación que provoca angustia por culpa y por miedo.
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Temporalidad lógica  el pasado transformado en recuerdo cobra eficacia psíquica en doble movimiento: progrediente
y regrediente, asignándole nueva significación a posteriori, reordenando y reestructurando el sentido al integrar los
recuerdos dialécticamente en nuevas organizaciones. Se produce una reorganización del material psíquico desde modos
anteriores de adjudicación de sentido, bajo la forma de regresión, y cada nueva experiencia reordenará o reestructurará
el sentido de los recuerdos o de la experiencia anterior por retroacción.
La regresión está presente en el trabajo de duelo en cualquiera de los reposicionamientos del sujeto. Remitiría a los
significantes orales, anales… de la demanda. No mostraría sino el retorno al presente de significantes usuales para los
cuales hay prescripción.
La sexualidad es inexorablemente traumática
La pregunta acerca del deseo del Otro produce un impacto de carácter traumático
en tanto no existiría adecuación entre sexualidad y cultura,
siendo imposible armonizar las exigencias culturales y las de la pulsión sexual.
A este imposible se enfrenta el sujeto adolescente, agregándose a esto que
al hacerse obsoletos los emblemas identificatorios que sostienen el propio sentimiento de sí
(o debilitados), el duelo adquiere especial magnitud.
Los adolescentes comienzan a pensar en el otro sexo por el despertar de sus sueños, fantasías o ensoñaciones.
Pero lo real de la pubertad también es la aparición de los caracteres sexuales secundarios  la modificación de la
imagen del cuerpo. Es en 2 planos, el del cuerpo como objeto pulsional y el del cuerpo como imagen, que la pubertad
viene a trastocar, a conmover al sujeto.
Lo real es lo estrictamente impensable, aquello que vuelve al mismo lugar, no existiendo esperanza de alcanzar lo real
por medio de la representación en tanto comporta la exclusión de todo sentido. Escapa a las posibilidades de ser
pensado, de ser puesto en palabras, irrumpe de pronto y resiste los esfuerzos del sujeto por intentar asirlo, de ponerle
significación: no puede ser simbolizado. Ante lo real, el sujeto puede responder en lo real o en lo imaginario.
La sexualidad agujerea lo real. En cuanto al acceso al otro sexo no hay nada programado o definido de antemano, o
sea que la sexualidad siempre tiene fallas, nadie tiene el saber ni pleno éxito en ella, y en tanto nadie zafa bien, “no hay
relación sexual”.
Con la pubertad se impone al sujeto un tiempo crítico de revalidamiento fálico en el movimiento de resurgimiento del
erotismo genital en una alternativa que implica al cuerpo y, como toda disrupción, hace presenta la angustia que
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Adolescencia – Cát. Barrionuevo – Facultad de Psicología – Universidad de Buenos Aires
irrumpe ante lo irreductible de lo real, la muerte en sus diversas dimensiones: del cuerpo del niño que fuera, de la
identidad infantil, de los padres de la infancia.
El sufrimiento amenaza al sujeto durante la adolescencia por tres vías:
- Desde el propio cuerpo. Con las transformaciones en el orden del cuerpo en la pubertad enfrentando al dolor y a
la angustia producida la desestructuración de su imagen corporal y debiendo enfrentar la irrupción impetuosa
del erotismo genital.
- Desde el mundo exterior, que se manifiesta en la furia y en el poder destructivo con que cae sobre el sujeto.
Se agrega la complejidad de las condiciones de vida imperantes en tiempos del capitalismo tardío.
- Desde los vínculos con los otros seres humanos, fundamentalmente en la línea del Complejo de Edipo y en la del
Complejo Fraterno. El padecer de esta fuente es sentido como el más doloroso.
Por estos 3 lugares se presenta lo real, en tanto los contundentes cambios en las dimensiones del mundo exterior o de
los vínculos con los otros, o en el desconocimiento en cuanto a aquello que se presenta desde lo real sexual, imponen
pertinentes trabajos psíquicos para su procesamiento.
Ante el desorden del mundo, el sujeto intenta imponer “la ley de su corazón”, poner nuevo orden desde el
narcisismo, y queda de esta forma prisionero de su propio narcisismo. Frente a la irrupción de lo real, se da una
respuesta desde el narcisismo.
Ante lo irreductible de lo real, el desconocimiento como función desde el modo de lo imaginario sería una posible
respuesta. Este concepto remite al concepto de desmentida de Freud como mecanismo defensivo que condensa la
oposición ante la exigencia de reconocer un juicio, traumático, que se refiere a la pérdida del objeto, juicio que es
reconocido o aceptado, coexistiendo la renuencia a aceptar lo enunciado en el juicio de realidad. Se da un interjuego
entre reconocimiento y desautorización que deriva en la construcción de fantasías, juicios diversos o argumentación
discursiva en refuerzo de la lógica del yo placer; o bien ubica un fetiche ante la falta inquietante.
Lo imaginario es el primer efecto de la estructuración del sujeto por el otro. Se refiere a la fascinación o captación
especular en el niño de la propia imagen como unificada.
El orden simbólico opera como determinante, como legalidad, en cuanto a la posición del sujeto en relación al Otro que
está regulada o mediada por un código o sistema de reglas y convenciones del orden simbólico que permite estructurar
el intercambio a partir del lenguaje.
Otro. Lugar de la convención significante que determina simbólicamente al sujeto. Además, es la otra localidad psíquica,
el inconciente, que confronta al sujeto con algo que está más allá de su control por su pensamiento o en su decir. Lo
inconciente, como otro orden, condiciona y determina al sujeto.  El sujeto no es centro sino que está sujetado,
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Adolescencia – Cát. Barrionuevo – Facultad de Psicología – Universidad de Buenos Aires
determinado o condicionado por el inconciente como otro orden, y lejos de ser síntesis o unidad está marcado por la
escisión conciente-inconciente.
El sujeto está triplemente determinado por lo real, lo simbólico y lo imaginario , y ninguno de los tres registros
prevalece por sobre los otros, uno no es sin los otros. Además del registro real propiamente dicho, lo real está presente
en cada uno de los registros como núcleo. En el centro del nudo borromeo, el lugar donde se superponen los 3 registros,
se ubica el objeto a, que es sobre lo que el fantasma escribe desde lo real, desde lo simbólico y desde lo imaginario, y
desde allí sirve de respuesta al interrogante acerca del deseo del Otro.
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Psicología Evolutiva Adolescencia - Cát. I- José A. Barrionuevo - Facultad de Psicología - Universidad de Buenos Aires
La finalización de la latencia está marcada por el despertar del erotismo genital que enfrenta al sujeto a una definición
respecto de una posición sexuada, elaboración que frente a la pulsión, ante lo real de la sexualidad, es un aspecto
fundamental en la tarea de reposicionamiento subjetivo.
La pubertad es tiempo de irrupción de goce
Lo real de las transformaciones en el cuerpo para las cuales no hay palabras que alcancen para significarlas promueve una
exigencia de trabajo psíquico con el que el púber se encuentra, y es desde la consistencia del tejido simbólico-imaginario
con el que el sujeto cuenta que se puede responder a los embates de lo real de la sexuación. Lacan destaca la importancia
del lenguaje para dar razón del sexo.
Cómo vérselas con lo desmedido en diversos órdenes es la tarea del adolescente intentando descubrir y colocar nuevas
medidas ante el desorden. Se procura descubrir nuevo orden significante ante lo desmedido de lo real del propio cuerpo y
en cuanto a nuevas e importantes dimensiones en el mundo que enfrenta y que le exigen nueva posición como sujeto.
La transformación en el cuerpo, ya no como aquel cuerpo de la infancia, un cuerpo real “sexuado”, diferente y en un
comienzo ajeno, se presenta al sujeto como exigencia de trabajo psíquico en el despertar de su adolescencia.
Tener que vérselas con un nuevo cuerpo y con nuevas formas de goce,
inicialmente en cuanto a su propio cuerpo
y luego en el contacto con otro cuerpo
es el centro del trabajo que enfrenta el sujeto en la adolescencia
ante el resurgimiento del erotismo genital.
Con la metamorfosis de la pubertad, se producirá un reordenamiento de lo preexistente en diversos órdenes: hay una
orientación hacia una subordinación de las pulsiones parciales al placer final como nueva meta sexual ; y se
plantean cambios en el vínculo con el otro, con ese otro ubicado en el lugar de objeto, a partir de las transformaciones en el
propio cuerpo sexuado. En lo esperable, el autoerotismo se integraría a un placer mayor, más satisfactorio, que lo
subsume y que incluye o permite la presencia de un partenaire sexual.
También a otros en la familia y no sólo al adolescente conmueven las transformaciones del niño que antes fuera. Y se
conjugan la admiración y el rechazo, y se detiene la mirada ante el antes pequeño ser que se vuelve “grande” y se afina el
olfato ante los olores que son expresión de una sexualidad desmadrada. El clima familiar se enrarece con la instalación del
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“nuevo” hijo adolescente, con miradas sorprendidas, inquietas, censuradoras u hostiles que se cruzan, y con diálogos en los
cuales se expresa la ambivalencia. Con adolescente nos referimos a un sujeto y no a un “proyecto de”, para cuestionar la
clásica oposición adolescencia-adultez que supone una disimetría sustancia.
La adolescencia no es sólo un fenómeno individual,
sino que es un fenómeno complejo.
Además de ser individual, en tanto se produce en cada sujeto como algo propio e ineludible,
lleva el sello del medio cultural, social e histórico desde el cual se manifiesta.
Según Aberasturi, es el momento más difícil de la vida del hombre, necesitándose libertad adecuada con la seguridad de
normas que ayuden a adaptarse al sujeto con su ambiente y con la sociedad sin que se provoquen grandes conflictos. La
adolescencia supone desequilibrios e inestabilidad extrema, y ello configuraría el Síndrome de la adolescencia normal,
perturbador para el mundo adulto pero absolutamente necesario para el adolescente, quien en este proceso consolidará
su identidad (manifestaciones: búsqueda de sí mismo y de su identidad; tendencia grupal; necesidad de intelectualizar y
fantasear; desubicación temporal; evolución sexual manifiesta; actitud social reivindicatoria; contradicciones en
manifestaciones conductuales, predominio de la acción; separación progresiva de los padres; intelectualización del conflicto
como tentativa de manejar los procesos pulsionales en un nivel psíquico diferente). Surge como producto de los
movimientos propios de la adolescencia a nivel individual, en el contexto de la interacción del sujeto con su medio.
Duelos en la adolescencia
 POR EL CUERPO INFANTIL. Los cambios corporales provocan sensaciones de extrañamiento en cuanto a lo
que ocurre en y con su propio organismo.
 POR EL ROL Y LA IDENTIDAD INFANTILES. Obliga al adolescente a renunciar a la dependencia y a la
aceptación de responsabilidades que muchas veces desconoce.
 POR LOS PADRES DE LA INFANCIA, que fueron refugio y protección. Este trabajo de duelo se conjuga con el
duelo de los propios padres que deben enfrentar la caída de la posición de saber y de omnipotencia frente
a sus hijos.
La adolescencia es un periodo de contradicciones, confuso, ambivalente, doloroso, caracterizado por la existencia de
fuertes fricciones con el medio familiar y social . El adolescente con su aparición provoca una verdadera revolución en
su medio familiar y social, creándose conflictos generacionales no siempre bien resueltos.
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WINNICOTT. Los jóvenes salen, en forma torpe y excéntrica, de la infancia, y se alejan de la dependencia para encaminarse
a tientas hacia su condición de adultos. El crecimiento no es una simple tendencia heredada, sino, además, un
entrelazamiento de suma complejidad con el ambiente facilitador. Si en la fantasía del primer crecimiento hay un
contenido de muerte, en la adolescencia será de asesinato, dado que crecer significa ocupar el lugar del padre. En la
fantasía Icc, el crecimiento es intrínsecamente un acto agresivo.
RODULFO. No existe en absoluto la adolescencia fuera de lo occidental, conforma un síntoma subjetiva de dicho cisma, una
de sus manifestaciones más recientes. Adolescencia como síntoma del cisma del contexto histórico-social-cultural.
PICCINI VEGA. Momento que exige una transformación para lograr poner palabras a aquellos acontecimientos nuevos que
se presentan desde lo real y que el joven no puede representar psíquicamente. La adolescencia es expresión de las
vicisitudes que se desencadenan ante lo real que encuentran a un sujeto con carencia o fragilidad de representaciones y
dificultades para pone en palabras la conmoción que provoca.
- Reposicionamiento del sujeto en relación a la estructura opositiva falo-castración en cuanto a la ubicación con respecto
del objeto a en procura de descubrir su propio deseo.
- Encrucijada en la vida del sujeto.
- Contundente conmoción en la identidad o sentimiento de sí, que plantea la exigencia de elaboración de procesos de
identificación y de desidentificaciones en procura de lograr para sí un lugar propio, diferente al del niño que antes fuera
(pegado o abrochado al deseo de los padres).
- Nuevo tránsito por Edipo y castración a partir de la confrontación del sujeto con el despertar del erotismo genital o con
formas de goce ante lo cual encuentra discreta aceptación y fuertes prohibiciones.
- Escenario del segundo acto de la operatoria del movimiento en dos tiempos de la sexuación humana que encuentra
desenlace esperable en la concreción de la salida exogámica.
Según Freud, la neurosis definitiva se instalaría en la adolescencia. Es un momento de definiciones, de abandono de viejos
emblemas que sostienen la imagen narcisistica y de procura de otros nuevos propios, en un trabajo nada sencillo pues
implica procesar dolor y agresión, con el interrogante sin respuesta clara acerca del deseo del Otro.
Adolescencia: TIEMPO DE REVITALIZACIÓN DE LA CONFLICTIVA EDIPICA, QUE SUPONE CONTUNDENTE CONMOCIÓN EN LA
ESTRUCTURA, EN ESE SEGUNDO MOMENTO DE LA SEXUALIDAD EN 2 TIEMPOS DE LA VIDA HUMANA. El trabajo que debe
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enfrentar el adolescente se ubica en el ámbito de la problemática de las identificaciones, en lo relativo al deseo y en cuanto
a la ambivalencia, que adquiere nuevas dimensiones con la revitalización de la conflictiva edípica.
La conflictiva edípica incluye los 3 personajes (hijo, madre, padre) y un cuarto elemento en juego, el falo. Castración  falta
 deseo  falo (¿?)
Aquello que estructura el deseo es ser el falo.
Freud considera que el falo es la premisa universal del pene por lo cual se asigna su posesión a todos los seres vivos. La
función del falo, como envidia en la mujer y como amenaza de castración en el hombre, es fundamental en la dinámica de
la estructuración psíquica.
El deseo está integrado a la dialéctica fálica. En el varón, es de importancia el deseo materno, en tanto el niño desea ser el
objeto del deseo de la madre. Y el cuerpo del niño se va constituyendo como imagen unificada en tanto la madre lo faliciza,
lo narcisiza, integrándose de esta forma el deseo en la dialéctica fálica.
En la niña, la salida del complejo de Edipo se produce vía ecuación simbólica niño-pene, que lleva a la transformación del
deseo en deseo de un hijo.
La función del significante fálico es siempre en relación a la castración. Falo como significante impar o único: su recepción y
don para el neurótico son imposibles, porque su deseo está en otra parte: es el de serlo, y es preciso que el humano acepte
tenerlo y no tenerlo, a partir del descubrimiento de que no lo es.
El sujeto pena demasiado por ser el falo, paga demasiado por esa apuesta que no tiene oportunidad de ser ganada (se
puede tener o no, pero no se puede ser el falo).
Ambivalencia afectiva. Propensión por actitudes antagónicas que se dirigen originariamente hacia los padres y que luego se
orienta hacia sustitutos, repitiéndose imágenes o escenas de la infancia, extinguidas ya de la memoria o de la conciencia,
que retornan desde lo inconciente. Se transfiere a docentes o educadores, figuras significativas para el adolescente con
valor de autoridad, el respeto y la veneración sentidos ante el omnisapiente padre de los años infantiles, pero al mismo
tiempo lucha contra ellos como lo había hecho con aquel. Un sujeto experimenta o manifiesta simultáneamente
sentimientos o actitudes opuestos hacia un mismo objeto o hacia cierta situación. El amor y el odio, tendencias cariñosas y
hostiles, se reactivan durante la adolescencia hacia aquellos otros significativos de la estructura familiar, en relación a los
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cuales se construyeran procesos identificatorios o se realizaran elecciones de objeto en el marco de la conflictiva edípica y
se derivan luego hacia subrogados paternos o en la dimensión del complejo fraterno.
Identificación. Operación fundamental, básica en cuanto a estructural, en la constitución del sujeto. Proceso por el cual se
constituye el sujeto asemejándose a otro, ubicado en lugar de ideal, parcial o totalmente. Es la más temprana
exteriorización de una ligazón afectiva con otra persona. Querer ser como alguien ≠ querer tenerlo (elección de objeto).
Identificación y elección de objeto son en vasta medida independientes entre sí, pero uno puede identificarse con la misma
persona a quien se tomó como objeto sexual, alterar su yo de acuerdo a ella.
Superyó. Caso logrado de identificación con la instancia parental. Heredero del destilo del yo en la conflictiva edípica.
Lacan resalta la importancia de la imagen en la identificación, pues cuando el sujeto asume una imagen, al reconocerse en
ella, se produce una profunda transformación subjetiva. Esta identificación imaginaria se ubica en la dimensión de la fase
del espejo, que integra agresividad y alienación. Esta fase constituye la identificación primaria y da origen al yo y al yo ideal.
En la órbita de la conflictiva edípica en su etapa final se ubica la identificación simbólica, con el padre, que da origen al ideal
del yo. Es una identificación secundaria que sigue el modelo de la identificación primaria y que representa el pasaje del
sujeto al orden simbólico.
Adolescencia como fenómeno individual, familiar y social
En la raíz del término adolecer hay referencias a:
 CRECER, IR EN AUMENTO: Implica crecimiento que el adolescente soporta en el orden del cuerpo que se
impone bizarro y en exceso como expresión de lo real.
 ARDER: Alude al alto voltaje del erotismo genital en la pubertad.
 Hay un cuerpo real que se presenta en primer plano cuestionando un saber vigente, lo real es algo ante lo cual las
palabras se detienen, que no se puede simbolizar, aquello que no tiene nombre y que marca el límite del pensamiento.
El término adolescencia suele estar relacionado comúnmente con dolor, en cuanto a la existencia de duelos que la
caracterizarían y que se deben elaborar. Los adolescentes deberán enfrentarse a la exigencia de tener que procesar
psíquicamente las perdidas en el reposicionamiento subjetivo y este trabajo de elaboración implica dolor (aunque el
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duelo no es propiedad exclusiva de la adolescencia). Pero no es sólo dolor lo que define a la adolescencia, ni tampoco la
adolescencia es sinónimo de falta dejando implícita la idea de que con la adultez se lograría el saber por mera experiencia,
por haber vivido, quebrando la “inmadurez” como exclusividad de niños y adolescentes. También otra dimensión: de fuerza
y el interés puestos en juego en la tarea de encontrar nueva posición, el atrevimiento creador o el goce que se encuentra en
lo lúdico, la posibilidad de arriesgar y permitirse sorprenderse ante las experiencias nuevas o la riqueza de la imaginación
adolescente. Período de las alegrías más intensas.
Otro sentido de la palabra duelo: enfrentamiento entre dos partes, algo necesario en el trabajo de ir construyendo un
espacio propio para sí por parte del adolescente, lo cual implica ruptura y desprendimiento. En la rivalidad o en la
competencia con padres y pares, los adolescentes se comprometen con entusiasmo, agresiva y hasta divertida y
alegremente.
En la adolescencia el sujeto se enfrenta nuevamente a enigmas para los cuales no existe la respuesta,
no hay saber acerca de ello: muerte y sexualidad.
Exige a sus padres reenfrentarse a aquellos enigmas para los que se pretendió tener respuesta, se los reenvía hacia ese
vacío de saber, hacia la falta, que se procuró rellenar con argumentaciones discursivas tranquilizadoras.
Adolescencia se enlazaría doblemente, con falta, en el supuesto adolecer como equivalente de la castración, y con
presencia opresora de algo que está allí en demasía, que crece escapando de viejos controles. Como desprotección, ante los
duelos que se debe enfrentar, y como exceso, con la aparición de un cuerpo que aumenta y que arde, incontrolable
irrupción del erotismo genital en la pubertad.
Enfrentado con la pérdida, con la desaparición de un mundo y un cuerpo infantil, y con ese “ir en aumento” que “quema”,
el joven se interroga acerca de su propio lugar y del de los otros en el mundo, en un momento en que vacila el fantasma. La
realidad supuesta se resquebraja surgiendo algo distinto a lo creído hasta ese momento, algo increíble que desde lo real se
impone haciendo tambalear viejos saberes. El intento es saber acerca del deseo del Otro, encontrar en la mirada del otro
algo que pueda garantizar un nuevo lazo entra la imagen y el cuerpo sentido desde lo interior, sufrido el desvanecimiento
de su ser niño que lo reenfrenta a la angustia del cuerpo fragmentado que lleva a la búsqueda de nueva imagen.
La experiencia de identificación constituye al sujeto al mismo tiempo que lo aliena,
y no sólo conduce a la adueñarse de su propia imagen sino que le permite descubrir al otro
y al mundo en ese intercambio de miradas que lleva implícita la agresividad.
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La agresividad también se observa desde los padres hacia sus hijos al sentirse cuestionados en una autoridad hasta el
momento intocable, incluso expresándose como violencia; desde lo familiar y desde lo social se dirigen al adolescente
comentarios denigrantes como respuesta al haberse visto obligados a reenfrentarse a la propia castración al ser
interpelados por la presencia del hijo en metamorfosis.
La consolidación o el afianzamiento de la posición subjetiva que se replantea durante la adolescencia se produce como
resultado de la conjunción del trabajo de duelo, en dirección al reconocimiento de la castración, y del accionar de la
agresividad, que marca una posición de desafío o confrontación con la autoridad de los padres coexistente con el respeto
y/o amor hacia los mismos. Es en estos movimientos entre duelo y agresividad en donde se evidencia la presencia de la
ambivalencia afectiva.
El DUELO es la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces. Trabajo del
duelo:
- El examen de realidad muestra que el objeto amado ya no existe más  exhortación a quitar la libido de sus enlaces con
ese objeto.
- Se opone una renuencia.
- Normalmente prevalece el acatamiento a la realidad, pero la orden no se cumple enseguida, sino que se ejecuta pieza
por pieza con un gasto de tiempo y de energía de investidura y entretanto la existencia del objeto perdido continúa en lo
psíquico.
- Cada uno de los recuerdos y cada una de las expectativas en que la libido se anuda al objeto son clausurados,
sobreinvestidos y en ellos se consuma el desasimiento de la libido.
Habría inicial renuencia u oposición a reconocer el juicio de realidad que decreta la pérdida del objeto, y tras la
sobreinvestidura de los recuerdos, con nostalgia y anhelo por los objetos perdidos, se produce el trabajo propiamente dicho
de elaboración de la perdida, con desasimiento de la libido, con el desprendimiento pieza por pieza, en tanto el vinculo
sujeto-objeto se construyera por múltiples inscripciones o puntos de enlace entre uno y otro.
En primera instancia, ante el juicio relativo a la perdida del objeto amado el sujeto se resiste a reconocerla (oposición desde
la lógica del yo placer). En todo proceso de duelo la inicial reacción correspondería al accionar de la desmentida. El sujeto se
rehúsa a aceptar esta perdida por el dolor y el desamparo psíquico que la misma genera.
MELANCOLÍA. También ella puede ser reacción frente a la pérdida de un objeto amado, pero no atinamos a discernir con
precisión lo que se perdió y tampoco el enfermo puede apresar en su conciencia lo que ha perdido. El sujeto sabe a quién
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perdió o qué perdió pero no lo que perdió con dicha pérdida. Se trataría de una pérdida de objeto substraída de la
conciencia. En el duelo el mundo se ha hecho pobre y vacío, en la melancolía eso le ocurre al yo mismo. Delirio de
insignificancia. Debilitamiento de la pulsión de vida. La investidura de objeto resultó poco resistente, fue cancelada, pero la
libido libre no se desplazó a otro objeto sino que se retiró sobre el yo y ahí sirvió para establecer una identificación del yo
con el objeto resignado. La sombra del objeto cae sobre el yo, que pasa a ser juzgado como un objeto abandonado. La
melancolía tendría los caracteres del duelo pero agregándose a ello una regresión desde la elección de objeto narcisista
hasta el narcisismo, siendo la pérdida de objeto de amor ocasión privilegiada para que se despliegue la ambivalencia. Si el
amor por el objeto se refugia en la identificación narcisista, el odio se ensaña con ese objeto sustitutivo, insultándolo,
denigrándolo, haciéndolo sufrir y ganando en este sufrimiento una satisfacción sádica. Este sadismo revela la inclinación al
suicidio. El yo puede llegar a tratarse como un objeto en virtud del retroceso de la investidura de objeto y puede darse
muerte dirigiendo contra sí la hostilidad que recaía sobre un objeto, resultando así sojuzgado el yo por el objeto. Esa
angustia de empobrecimiento derivaría del erotismo anal arrancado de sus conexiones y por el accionar de la regresión.
Lacan. El concepto de agresividad lo lleva a reflotar el concepto freudiano de ambivalencia. La agresividad está tan presente
en la competencia y en la rivalidad como en el intercambio amoroso. Es de existencia normal y esperable en la
adolescencia. Lacan ubica la agresividad entre el yo y el semejante. Se presenta frente a la imagen en el espejo del mismo
como totalidad que provoca una tensión agresiva, que lo reenvía a las sensaciones de cuerpo fragmentado. Dicha tensión
agresiva deriva en una identificación con la imagen especular ambivalente y subyace en todas las formas futuras de
identificación y constituye la característica esencial del narcisismo.
La adolescencia va a tener características peculiares de acuerdo al contexto, y las diferencias se manifestaran en la forma en
que desplieguen los procesos de duelo inherentes al devenir adolescente en su relación con la dimensión de la agresividad
que se expresa en el trabajo de desprendimiento de las figuras de identificación propuestas por la estructura familiar.
El medio familiar en la actualidad ha sufrido importantes transformaciones respecto de aquel característico de décadas
pasadas. Las actuales condiciones de vida han estimulado las grandes concentraciones urbanas, el reemplazo de las casas
por departamentos que albergan a dos generaciones como máximo, etc.  derivación parcial o total de las funciones
respectivas de los padres en sustitutos, debido a las actuales exigencias económicas que hacen que tanto padre como
madre deban trabajar buena parte del día dejando mucho tiempo solos a sus hijos.
Se agrega la ADOLESCENTIZACIÓN de los adultos: una masiva identificación con los adolescentes con el consiguiente
corrimiento en el desempeño de las funciones a su cargo. El progreso a nivel científico alimentó una ilusión de eterna
juventud que permitiría que los adultos puedan aparentar menor edad que la que poseen,, sosteniéndose además esta
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apariencia en la apropiación de modas en el decir, en las vestimentas y en los ideales emblemáticos de los jóvenes, en un
achicamiento imaginario de la brecha general existente en otros tiempos.
A un sujeto que esta en procura de emblemas identificatorios que harían a su identidad, desde lo socio-cultural se le
proponen lugares poco claros. Se jerarquiza el tener estimulándose el consumo, mientras que respecto del ideal del yo y de
los proyectos en cuanto a su propio futuro como adulto, la ausencia o debilidad de perspectivas lo relanzan a espacios de
funcionamiento de satisfacción inmediata y narcisista en los cuales el ideal se encarna en ídolos que pueden acceder a los
medios de comunicación masiva, que se toman como modelos de identificación para ser algo, ante el borramiento o
desacreditacion de ideales en los cuales el esfuerzo y el trabajo, orientados hacia el intento de transformación de un mundo
en procura de otro mejor, pertenecerían al sujeto de una escena que no corresponde a la de la actual modernidad.
Se ha ido produciendo una progresiva devaluación del Nombre del Padre, en lo relativo a la autoridad de los padres. El
debilitamiento de la función paterna hace que el necesario juego de fuerzas padres-hijos no se realice sino como tímidos
intentos o tibios y temerosos escarceos por un lago, sin plantearse como confrontación o competencia, o bien con
desbordes de agresión o violencia que pueden llegar a la destrucción o al daño físico por el otro lado.
Devaluadas las figuras de identificación, debilitado el significante del nombre del padre con la caída de los ideales y el
descrédito de la verdad y la justicia, al no otorgar los significantes amor y los ideales lugar seguro al sujeto, la época del
tiempo del capitalismo tardío seria la de los hombres del padre. Al no estar claro el limite, al no reconocerse lo imposible
como un freno a la omnipotencia narcisística y unificándose el goce al ofrecer la ciencia objetos iguales para todos, el
consumo que promueve el capitalismo frustra el deseo, exige goce sin limite, y en la misma medida se va produciendo
empobrecimiento del deseo, quedando el sujeto sometido a un goce desenfrenado y mortífero, con accionar libre de la
pulsión de muerte, siendo empujado el sujeto al lugar de objeto.
El goce autoerótico del niño se inicia indiferenciado del goce del Otro, y es con el accionar de la metáfora paterna que el
deseo emerge y se produce una brecha entre diversas formas de goce, si bien queda la marca del pasado en el intento de
reencuentro con un goce imposible.
El pasaje de la madre al padre puede ser entendido como TRASMUTACION DE GOCE. Pasaje de un goce primero, arcaico, a
formas de goce fálico, prendido al significante, que se definen como procesos intelectuales superiores, reflexiones y juicios,
y que permitirán la constitución del superyo.
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De no mediar el nombre del padre no hay posibilidades de poner coto al goce del otro, no se podría producir el pasaje de
un goce a otro (de uno incestuoso a uno posible) y el sujeto puede tener dificultades en descubrir su propio deseo y
consolidar el fantasma, con las dificultades consecuentes en la constitución de la posición subjetiva, quedando a
expensas del accionar de la pulsión de muerte.
Supuestamente, eludida la castración, el tiempo del capitalismo tardío ofrece la ilusión de una seguridad y confortabilidad
cotidianas que vende la esperanza de poder librarse de los limite, unificándose el goce al vender la promesa de lograr todos
por igual los objetos que la sociedad de consumo ofrece, con goce masivo e ilimitado, e instalando la convicción de que
todo es posible, desde cuestionar el paso del tiempo sobre el propio cuerpo con cirugías hasta no necesitar el encuentro
con el otro para lograr placer sexual.
La sociedad de consumo produce objetos y plantea la exigencia de consumir, siendo el goce la herramienta del discurso
capitalista para suponer que se puede eludir la castración, con recuperación de goce no fálico y fuera del registro simbólico.
Aumenta la desigualdad y el individualismo en tanto es falso que todos pueden llegar a obtenerlos, debilitándose el lazo
social, favoreciéndose el conflicto con la ley penal o la mendicidad, por la exclusión o la marginación social.
Como fenómeno derivado de la desigualdad socioeconómica y de la fractura de la trama social y de los códigos de
convivencia se produce un incremento de la delincuencia, y con el incremento de la inseguridad social y de la violencia, se
refuerzan los reclamos de la población de mayor protección o cuidado a un estado cada vez mas debilitado o ausente,
reduplicándose la espiral violenta.
El tiempo del capitalismo tardío es tiempo del Otro devaluado, de la declinación y del debilitamiento de la metáfora
paterna, quedando inhabilitado el deseo cuando la desmentida de la castración cuestiona los limites y arroja al sujeto al
goce. El exceso de goce plantea cambios en la subjetividad y en el Otro, primando por momentos el desconcierto y por
otros el terror ante la inconsistencia de aquel.
El sujeto intenta en el GOCE ir más allá del principio del placer, pero en ese transgredir no se logra más placer
sino dolor. Placer doloroso = goce = satisfacción paradójica que el sujeto obtiene de su síntoma.
El sujeto se protege del goce del Otro con la Ley, sostenida por la función paterna, construyendo sobre esa grieta que se
abre en la célula narcisista madre-hijo por acción de la metáfora paterna una red de protección tejida con palabras que
impida la caída a un vacío de muerte y silencio.
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FANTASMA. Respuesta que el sujeto construye como argumentación discursiva en cuanto a lo que supone que
el Otro desea (específicamente en lo referido a QUE QUIERE DE MI?) que toma forma de escena en la que se
encuentra incluido el propio sujeto. Es respuesta al interrogante respecto del deseo del Otro, que se deduce o
se construye en el campo del Otro, no es otorgado, y es posible su conformación siempre y cuando el goce del
Otro no aplaste al sujeto, en cuyo caso no queda lugar para el deseo. El goce se opondría y debilitaría al deseo.
No hay objeto del que el deseo se satisfaga. No hay ocasión de que el deseo sea satisfecho, solo se puede satisfacer la
demanda  el deseo es el deseo del Otro, su falla se produce en el lugar del Otro, en tanto que es al lugar del otro que se
dirige la demanda. Si es de la demanda de la que surge el deseo, el deseo en el inconciente estaría estructurada como un
lenguaje, igual que el fantasma que es una frase con una estructura gramatical.
En la adolescencia se debe producir un rearmado del fantasma. Se tendría que producir la consolidación de la respuesta
implícita en el fantasma, en un trabajoso fortalecimiento de la posición del sujeto que solo es posible si este puede
construir un lenguaje simbólico propio, diferente al del niño que fuera, diferencial respecto del Otro familiar, todo lo cual
hace que se pueda sentir validado, con derecho, para tener una respuesta ala pregunta por el deseo del otro. La
consolidación del fantasma tendrá que ver con la forma en que las vicisitudes de la relación sujeto-otro refuercen o
debiliten los puntos de articulación que la historia familiar otorga al trabajo de reposicionamiento subjetivo sobre la pase
que provee la estructura.
En la adolescencia el fantasma puede vacilar, ser insuficiente o desdibujarse, al punto tal de que el sujeto pueda llegar a
no contar con el en una instancia critica. Su endeblez momentánea durante la adolescencia puede provocar movimientos
en la vía del acto o ponerse en primer plano al cuerpo para responder ante la angustia.
A partir de operaciones de expulsión de lo real es posible iniciar la construcción del marco discursivo o escritural del
fantasma que sostiene al sujeto en situaciones de conmoción o de golpes en la vida.
Cuando irrumpe la angustia el sujeto apela al fantasma, y si este no se halla consolidado o se muestra débil, se puede
responder por dos vías: con un decir sin palabras en la actuación – haciéndose cargo el cuerpo de la falta de argumento
fantasmático.
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El fantasma se construye, no es provisto u otorgado como un regalo, sino que es producto de la pregunta acerca del
deseo del Otro, siempre y cuando el goce de ese Otro no oprima al sujeto. Cuando el goce del otro materno es muy
fuerte debilita la función paterna y se hace campo propicio para la presencia opresora de la angustia.
Si el estadio del espejo nos coloca frente al papel constitutivo de la imagen en la función del yo, esta enajenación primera
esta indisolublemente unificada con la agresividad que despierta que el otro que es yo mismo, en la dialéctica excluyente
del yo y el otro. Agresividad como la tendencia correlativa de un modo de identificación narcisista.
En distintos momentos de la vida, porque la fase del espejo no es evolutiva, la representación de nosotros mismos
requiere de la acción enajenante de la imagen especular y así sucede en la adolescencia.
Así como el otro familiar fue fundamental en los primeros años de vida, luego el grupo de pares, la dimensión del complejo
fraterno, equipara o reemplaza la importancia de aquel en los procesos identificatorios adolescentes.
En la adolescencia se produciría un replanteo de los términos involucrados en la dialéctica de identificación inaugurada
por la fase del espejo, en tanto esta instala una forma de relación con otro en dimensión imaginaria sostenida por el
orden simbólico al mismo tiempo que circunscribe lo real.
Es en cuanto a las dificultades de reconocerse unido a partir de sensaciones propioceptivas, en relación a fantasías de
fragmentación corporal que se disparan con la transformación en el orden del cuerpo, que adquiere nueva dimensión la
lógica de la fase del espejo en la adolescencia.
Experiencia fundante de la constitución subjetiva que se replantea en términos de la adolescencia con los cambios
corporales, teniendo el sujeto que asumir nueva imagen: la de conformación como adolescente y no como niño, desde una
imagen fragmentada del cuerpo, hasta una forma ortopédica de su totalidad.
Hay un acto psíquico que instala el narcisismo, la identificación, que deja atrás el autoerotismo con la unificación de las
pulsiones parciales y la constitución de un yo como anhelo de unidad. Es esta IDENTIFICACION que Lacan ubica en la fase
del espejo como identificación imaginaria, esbozándose el yo sobre la base de una identificación con la imagen del
semejante, siendo el yo desde sus orígenes otro.
Yo ideal: esa imagen amable que se le ofrece al yo para que se identifique con ella. IDENTIFICACION IMAGNARIA que es
regulada y sostenida por el ideal del yo y a partir de la imagen del semejante, del otro, se constituye el yo.
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El IDEL DEL YO es el sostén simbólico a la operación que regula las relaciones imaginarias en la construcción de la
realidad. Sostiene en cuanto a la estructuración imaginaria.
En la experiencia ante el espejo, el niño vuelve su mirada hacia el adulto que lo sostiene para solicitar en cierto modo su
asentimiento en cuanto a su reconocerse en el espejo.
Desde un lugar tercero se ratifica al niño que esa imagen del espejo le corresponde, se le asegura que ese del espejo es el, y
dicha garantía proviene desde el lugar del ideal del yo, desde el lugar del otro.
Ante la angustia que invade al adolescente en el trabajo de reposicionamiento subjetivo, es importante que cuente con el
otro como forma de fortalecerse ante ciertos ataques sentidos como expresión acrecentada de las emociones. Es
importante con quienes cuenta cada adolescente ante el desorden que la conmoción estructural impone, en la trama de la
estructura familiar.
La identificación formadora del yo es identificación narcisista, uno es imagen, y si luego otro ocupa el lugar de esa imagen,
un semejante, ello implicara una tensión erotoagresiva en tanto el narcisismo implica la existencia de un solo lugar, único, el
lugar del falo imaginario. Se experimenta tensión entre la imagen que se presenta en el espejo y su insuficiencia, o
sensación de cuerpo fragmentado. En tanto uno no tiene la certeza de poder coincidir totalmente con su propia imagen, y
es porque eso que el yo necesita siempre reconocimiento que le asegure la permanencia de su imagen.
Momento narcisista en el sujeto. Antes: debe asumir una frustración libidinal. Después: se trasciende en una sublimación
normativa.
LA LOGICA DE LA FASE DEL ESPEJO MARCA UN ANTES Y UN DESPUES EN LA CONSTITUCION DE UN SABER QUE SE TIENE
UN CUERPO, UNA IMAGEN UNIFICADA, NO YA DEL NIÑO QUE FUERA SINO DEL ADOLESCENTE.
METAFORA PATERNA: El significante del nombre del padre es la función simbólica paterna, que desplaza el deseo de la
madre y produce una operación que define un significado que es el falo.
Respecto del fantasma
El deseo del S se construye en relación con el deseo del Otro.
Fantasma  respuesta q el S construye en cuanto a lo q supone q el Otro desea de sí. Es pues respuesta al interrogante respecto del
deseo del Otro: “¿qué quiere de mí?”.
En la ad se debe producir un “rearmado” de los términos del fantasma. Se tendría q producir la consolidación de la respuesta implícita
en el fantasma, en un trabajoso fortalecimiento de la posición del S q solo es posible si puede construir un lugar simbólico propio.
En este momento crucial, el fantasma puede vacilar, ser insuficiente o desdibujarse, al punto tal de q el S pueda llegar a no contar con él
en una instancia crítica. Cuando irrumpe la angustia el S apela al fantasma, y si éste no se halla consolidado, o bien se muestra débil, se
puede responder con un decir sin palabras en la actuación o haciéndose cargo el cuerpo de la falta de argumento fantasmático.
El S reformula o fortalece los términos del fantasma en la ad, dejando la posición infantil en la cual el deseo estaba pegado al deseo del
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Otro fliar, hacia la posibilidad de asumir su propio deseo, lo cual permite la construcción de proyectos aceptando la existencia de limites
q la realidad impone.
El contexto socio-histórico-cultural determina las condiciones de construcción de la subjetividad. Contexto q facilita el goce y jerarquiza
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FICHA: FALO Y CASTRACIÓN SU ARTICULACIÓN EN LA ADOLESCENCIA
Autores: Roxana Capano; David Mandet; Maria Rosa Nappi
El propósito del siguiente trabajo es articular los conceptos de castración, falo, Edipo, para comprender los procesos de
estructuración subjetiva. Así se pretende, además, entender de qué forma las fallas en dicho proceso pueden actuar como
desencadenantes de algunas patologías en la adolescencia.
A su vez, teniendo en cuenta que el período adolescente es un período de reestructuración, de resignificación y de
reedición, se considera importante la manera en que se llevan a cabo diferentes procesos que ya tuvieron lugar en la
formación de la estructura psíquica del sujeto.
En un período de fragilidad subjetiva como el de la adolescencia será el modo de resolver el encuentro con la
castración el que posicionará al sujeto en determinada estructura. De ahí que comprendemos la injerencia de este complejo
que tiene directa incidencia con el surgimiento o desencadenamiento de diversas patologías. En esta línea, también será la
resolución o modo de enfrentarse a la castración el que determinará que modalidades defensivas se manifestarán con
prevalencia en cada sujeto.
Articulación entre en Falo, el Complejo de Castración y el registro simbólico: Lacan, en sus primeros seminarios, se dedica
a trabajar las conceptualizaciones freudianas “Retorno a Freud: mostrar cómo el postfreudismo, según él entendía, mal
interpretaba los conceptos freudianos. Por lo que leemos en Freud sabemos que la dialéctica gira en torno a tener-no tener
el falo. Para Freud el tránsito por el Complejo de Edipo se da en estos términos, siendo el complejo de castración agente de
la entrada al complejo de Edipo en la mujer, mientras que en el varón opera permitiéndole la salida del mismo. Es decir que
la mujer entra por decepción mientras que el varón sale por temor. Freud dice así: “la niñita acepta la castración como un
hecho consumado, mientras que el varoncito tiene miedo a la posibilidad de su consumación.”1 El complejo de castración es
nodal para comprender, no solo, la manera en que se articula el falo en la estructura subjetiva, sino además como el falo
establece una legalidad significante. Para Lacan el falo es un significante, es decir que el falo es algo que no se tiene
materialmente, no es algo aprehensible, no se lo puede agarrar, sino que se lo comprende en términos simbólicos. Esto
quiere decir que opera desde otro lugar, es decir desde su ausencia. Lacan en su seminario 5 nos dice claramente: “De lo
que aquí se trata es del nivel de la privación. Ahí el padre priva a alguien de lo que a fin de cuentas no tiene, es decir, de algo
que sólo tiene existencia en cuanto símbolo.”2 Lógicamente, Lacan dirá posteriormente que no se puede castrar a la madre
de algo que no tiene, sin embargo, para privarla de algo, es necesario que ese algo esté simbolizado.
1
Freud, Sigmund, Tomo XIX, pág. 186.
2
Idem, pág. 190.
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En las referencias freudianas encontramos una relación triangular, entre el padre, la madre y el niño. Lacan,
establecerá que la relación ternaria necesitará de un cuarto elemento que actuará como articulador de aquello que ocurre
en la relación triádica. Ese elemento es el falo.
En la ecuación pene=niño o falo=niño; de aquí entendemos que el lugar al que viene el niño es al lugar de la falta
de la madre. Es decir que por medio de su propia falta brinda alojamiento al niño. La madre podrá brindar los cuidados
necesarios, el alimento, la protección, pero en el fondo es necesario que le brinde su propia falta a ese nuevo ser, debe poder
alojarlo, y su falta tiene origen en su propio complejo de castración. Así podemos comprender que de lo que se trata en la
estructuración subjetiva tiene que ver directamente con la ausencia. Es decir que es en función de que algo falta que se
estructura el aparato.
La resignificación de la castración en la adolescencia: La castración en la adolescencia pone en cuestionamiento la
estructura del aparato psíquico. Freud nos dice que el encuentro con el otro sexo es un encuentro traumático, un
encuentro con la castración, debido a que el sujeto se encuentra en una situación que no puede resolver fácilmente.En
términos metapsicológicos la dialéctica del tener-no tener el falo también surge en la adolescencia. En este período de la
vida, este segundo encuentro traumático cuestiona la solidez de la estructuración psíquica ocurrida previa al período de
latencia. Es la resolución de este encuentro lo que va a permitir al sujeto continuar con una vida anímica “normal”, ya que
se ha observado clínicamente, en casos contrarios, puede producirse una desorganización psíquica que conduce al sujeto a
cuadros psicóticos, por ejemplo la esquizofrenia. Podría entenderse a la adolescencia como un segundo momento resolutivo
que reafirma aquellos procesos psíquicos ocurridos en la infancia. De lo que se trata en la adolescencia, es de la capacidad
de resolución que tiene el sujeto, de un conflicto con aquellos instrumentos que no tiene, es decir, con aquello que le falta.
El falo opera como un instrumento de atracción, que es preciado y buscado por el sujeto. Lacan en el Seminario 5 nos
comenta en la clase de “Los sueños de aguamansa” que tanto el hombre como la mujer juegan a tener o no tener el falo, al
mejor modo histérico. En este caso, este juego se precipita ante la carencia y justamente por no tenerlo es que se permite
jugar a tener o no tener el falo. Dice Lacan: “He mencionado el velo con que mucha regularidad cubre el falo en el hombre.
Es exactamente lo mismo que recubre normalmente a la casi totalidad del ser en la mujer, en la medida en que lo que ha de
estar precisamente detrás, lo que está velado, es el significante del falo. El descubrimiento solo mostrará nada, es decir, la
ausencia de lo que es destapado y con esto precisamente está vinculado lo que Freud llamó, a propósito del sexo femenino,
el Abscheu, el horror que corresponde a la propia ausencia.”3 En este sentido el adolescente, en muchas ocasiones, se
comporta supliendo carencias al modo de formaciones reactivas que ocultan las falencias. Estamos ante la presencia del
falo simbólico y esta carencia es la que posibilita la posibilidad de una suplencia. El problema, dice Lacan en sus estudios
sobre las psicosis, es en tanto el sujeto se hace equivalente al falo, en tanto no hay corte y no se produce la castración
simbólica.
3
Lacan, Seminario 5, pág. 392.
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FICHA DESEO Y FANTASMA:
Autores: José BARRIONUEVO, Roxana CAPANO y Magalí Luz SÁNCHEZ
Acerca del deseo: El deseo es desde el psicoanálisis concepto nuclear de toda consideración posible de sujeto. Los sueños,
las fantasías, la psicopatología de la vida cotidiana, para poner algunos ejemplos de producciones psíquicas, son
motorizados por el deseo que se realiza en la reproducción alucinatoria de las percepciones (huellas mnémicas), que se han
convertido en signos de esta satisfacción. Como afirmación inicial podemos decir que el deseo freudiano está ligado a
signos infantiles indestructibles.
Diferenciar necesidad, demanda y deseo.
A través de un comportamiento típico de cada especie, o instinto, el ser vivo se las ingenia para encontrar el objeto de la
necesidad adecuado a la supervivencia del individuo y de la especie, buscando un objeto determinado con el cual
satisfacerlo. En el caso del humano no hay objeto adecuado para aquello que Freud define como pulsión, a diferencia del
instinto animal, y considera al objeto como objeto perdido desde el inicio.
Cuando el niño llora su madre interpreta dicho llanto como una demanda y responde a ella. Esto es lo que sucede en el
mejor de los casos, en lo esperable. El llanto supone una demanda significante del niño, por lo cual la demanda tiene
significación en el lenguaje. Con la interpretación que construye, la madre introduce al niño en el campo de la palabra y de
la demanda. Comienza lo específicamente humano, porque no es sólo eso, la teta y la leche, lo que el niño pretende, o para
decirlo más claramente: no es una necesidad. Recibe el pecho, toma entre sus labios el pezón de su madre, toma unos
traguitos y se pone a chupetear, a juguetear con él. “¡Ya se envició el niño, sólo quería jugar con la teta!” dirían las abuelas,
“¡Está jodiendo, no tiene hambre!” dirá el padre, celoso ante tanto franeleo. Allí accede el niño al deseo propiamente dicho:
el “tener” el pezón, “tomar” el pecho. Se aísla como deseo en tanto es frustrado de él, en tanto la madre hace lugar a la
falta en la satisfacción de la demanda. El deseo adviene entonces más allá de la demanda, como falta de un objeto, falta
inscripta en la palabra y efecto de la marca del significante en el ser hablante. Se diferencia de la necesidad en cuanto ésta
surge de un estado de tensión interna que encuentra satisfacción por acción específica que procura el objeto adecuado.
El apetito se satisface con el alimento, es decir que se dirige a un objeto determinado con el cual se satisface. Cuando la
necesidad es satisfecha, hasta que surja otra necesidad, deja de inquietar o motivar al sujeto. El deseo inconsciente, es
propio de cada sujeto y no de la especie, y, a diferencia de la necesidad, no tiene que ver con la supervivencia y la
adaptación, no se puede olvidar porque es esencialmente insatisfecho y en su surgimiento mismo está motorizado por la
pérdida. La experiencia de satisfacción deja en el ser hablante una huella mnémica imperecedera, de tal modo que cuando
el estado de necesidad vuelva a surgir, el sujeto no espera a que el Otro le aporte el objeto de la necesidad, sino que en ese
momento surge también un impulso que catectiza la huella que dejó la primera experiencia de satisfacción provocando su
reaparición bajo forma alucinatoria. La evocación de la huella mémica, la percepción enlazada con aquella primera
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satisfacción, es lo que Freud definía como deseo y la reaparición de la percepción bajo forma alucinatoria es la realización
del deseo.
Lacan aclara la diferencia sosteniendo que la necesidad se plantea en el terreno de la biología y alcanza su satisfacción.
Por lo contrario el deseo no se satisface sino que “se realiza” como deseo y está en relación con una falta. Y en tanto no
se desea lo que uno ya tiene es siempre, metonímicamente, deseo de otra cosa.
En el Seminario 11 Lacan sostiene que el deseo del hombre “es el deseo del Otro”, lo cual se entiende como que el sujeto
quiere ser objeto del deseo del Otro y objeto de reconocimiento también. Que el deseo surge en el campo del Otro, en el
inconciente, lleva a considerar la condición de producto social del deseo, puesto que se constituye en relación dialéctica con
los deseos que se supone tienen otros. Es el deseo del Otro, y si bien se constituye a partir del Otro, es una falta articulada
en la palabra y en el lenguaje. Así el niño queda pegado al deseo del Otro materno, y es con la articulación del deseo con
la ley, definiéndose la castración materna a través de la metáfora paterna, que el niño queda liberado del goce del Otro.
Esta doble operación lógica lleva el nombre de alienación -separación, y Lacan sostiene que el sujeto se constituye,
justamente a partir de esta última.
La alienación tiene como finalidad la inscripción del sujeto en el registro de lo simbólico. Este sólo puede surgir en el
campo del Otro, quien lo nombra, lo funda como tal y ocupa un lugar que intenta velar una falta que es inherente a la
estructura del Otro. Esta operación remitiría a aquel momento en el cual no hay sujeto dividido, momento en el que el
infans se ubica en el lugar de lo que supone al Otro materno le falta, obturando dicha falta. Es necesario que en este
momento el niño sea lo que el Otro materno desee, que se ubique en el lugar de falo materno. Sin embargo, para que la
operación se complete y así poder hablar de un sujeto, $ (sujeto tachado), sujeto del psicoanálisis, es necesario la
intervención de un tercer elemento: el significante del Nombre del Padre (NP), que cumplirá la función de corte, de
separación. Justamente de separación entre el infans y la madre, acotando el goce materno, que de no inscribirse este
significante, fagocita a ese pequeño. Sólo cuando la función paterna opera y separa, se puede hablar de sujeto. En
consecuencia, para que el sujeto advenga simbólicamente, ese pequeño a (otro) debe caer o sea separarse, quedar como
resto que opera como causa que estructura el deseo. Entonces, es la instancia de la separación la que presenta en si misma
una contradicción: revela la falta del Otro dado que, por estructura, el objeto está perdido, y ofrece un lugar en tanto que
hay algo que al Otro le falta.
Sobre el fantasma: El concepto de fantasma lacaniano se plantea en la intersección entre deseo y la construcción de la
realidad por parte del sujeto. Lacan define fantasma integrando la noción de perspectiva que incorpora la presencia del
sujeto en la escena, pues es desde su mirada que la misma se produce. Cuestiona el modelo cartesiano de objetividad, sin
contaminación del hombre. Critica el planteo de Descartes de sujeto unificado, amo de su pensamiento. De allí deriva la
exigencia de “objetividad” de las ciencias, y significa la exclusión del observador del campo a observar. El observador
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cartesiano tiene como objetivo registrar los elementos de la organización del espacio estudiado sin incluirse él mismo en la
escena del mundo observado. En el Renacimiento se produce un cambio en el espacio y en el sujeto, modificándose la
concepción del mundo como algo finito, cerrado y jerárquicamente ordenado. Y con la definición de un mundo indefinido e
infinito se construye la noción de perspectiva, aplicándose en las ciencias y en las artes. La perspectiva permite representar
figuras de tres dimensiones sobre una superficie plana, lo cual es resultado, para la mirada del observador, de la articulación
de tres cuestiones principales:
1.- posición del observador
2.- línea del horizonte
3.- punto de fuga, o lugar del horizonte donde se juntan las líneas de fuga convergiendo en un punto.
En tanto el punto de fuga es elegido arbitrariamente por el pintor, el arquitecto, o quien sea que dibuje una figura en
perspectiva, dicha condición, unida a las tres cuestiones principales para la representación de una figura, lleva a Lacan a
considerar la inclusión del sujeto en cuadro, maqueta, o dibujo realizado en perspectiva. De esta forma Lacan cuestiona la
noción cartesiana de “sujeto unificado”, en tanto que el sujeto está en dos lugares, en el punto de vista u ojo del
observador, y en el punto de fuga.
Como primera afirmación sostiene Lacan que el fantasma es respuesta al interrogante acerca del deseo del Otro, al Q´ voi
(¿Qué me quiere?).
¿Por qué y cómo surge el interrogante en el sujeto acerca del deseo del Otro?
Surge a partir de los significantes que vienen de éste, primordialmente el Otro materno en cuyas palabras siempre hay algo
incomprensible, en los intersticios de su discurso siempre surge el enigma de su deseo: “me dice tal cosa…pero… ¿quiere
realmente lo que dice?, ¿o me está queriendo decir otra cosa?”
Lacan en el seminario 10 plantea que el “sujeto tachado se constituye en el lugar del Otro como marca significante.
Inversamente, toda la existencia del Otro queda suspendida de una garantía que falta, de ahí el Otro tachado. Pero de esa
operación hay un resto, es el a”4.
Entonces, es desde “la escena del Otro, donde el hombre como sujeto tiene que constituirse, ocupar su lugar como portador
de la palabra, pero no puede ser su portador sino en una estructura que, por más verídica que se presente, es un estructura
de ficción”5. Nos encontramos con el fantasma, concepto propuesto por Lacan, que cumple la función de “asegurar un
lugar en el Otro”6, en el deseo del Otro, que “implica que el sujeto para tener consistencia se hace objeto”7. Es decir, esto
hace referencia a que es necesario que al Otro algo le falte, que se ponga en juego la demanda impartida por el Otro,
demanda que llevará a la pregunta, al Q Voi? El niño armará una respuesta “me quiere para…, o porque…” Y se ubicará
Lacan, J. (1962): Seminario 10. “La angustia”, clase IX “pasaje al acto y acting out” Pág. 127-128.
Op. Cit. Pág. 129.
6 Lombardi, G: “Vestigios clínicos de lo real”. Cap. 7 “Un buceo por el fantasma” de Gabriela Grinbaum, Pág. 65. Editorial
JVE. Año 2002.
7 Op. Cit. Pág. 65.
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como ese objeto que supone al Otro le falta, completándolo. Pero es necesario que en algún momento ese niño no colme
al Otro, que a pesar suyo al Otro le falte y en tanto le falta va habilitar a que se despliegue la pregunta en torno a qué es lo
que realmente quiere de mí, porque dice que quiere esto pero en realidad no…:
“… era como que nunca le alcanzaba lo que yo hacía, por más que yo me haya quedado toda la noche haciéndole compañía
… se terminaba enojando conmigo … lo que yo hago no alcanza… siempre se termina enojando … lo peor de eso era que sí
volvía a estar mal yo volvía a hacer lo mismo…”
Sin embargo las cosas no son tan sencillas, porque el deseo se desliza, se escabulle, es un enigma, no tiene respuesta directa,
la respuesta es la que construye el sujeto a través del fantasma, justamente tratando de responderse qué quiere el Otro de
él, o de ella. Dicha búsqueda no cesa ya que el objeto de deseo nunca va a coincidir con el objeto causa de deseo, objeto a,
objeto perdido para siempre, el cual va a ser recubierto por el fantasma pero al que es imposible acceder, nombrar, por la
estructura misma.
Podemos decir que el fantasma es el resultante de las relaciones entre deseo y criterio de realidad del sujeto.
¿Por qué nos detuvimos a considerar la noción de perspectiva? Porque el interés de Lacan es estudiar cómo el sujeto
construye la realidad y se ubica en ella en relación a los otros significativos y en función del deseo que al Otro adjudica para
construir su propio deseo. La realidad es vista por el sujeto desde el fantasma, así como supongo que soy mirado
así me veo, dicha mirada indicará el lugar que se ha ocupado en el fantasma materno. La misma habilitará la
posibilidad de la construcción del moi (yo imaginario-narcisismo) cuerpo unificado. Hasta ese momento, la vivencia era la
del cuerpo fragmentado, y es esa mirada la que otorgará la posibilidad de dicha unificación.
¿Qué sucede con ese cuerpo infantil frente a la irrupción pulsional en la pubertad?
Si la adolescencia se caracteriza como momento de irrupción y de cambios, el cuerpo como también la posición del sujeto
se verán implicados. Esto llevaría a producir un nuevo trabajo psíquico que conlleve a investir libidinalmente este nuevo
cuerpo ante lo real que irrumpe con la pubertad. Y por otro lado, el trabajo psíquico que implica asumir una posición
sexuada (hombre o mujer). Según cómo el niño atravesó psíquicamente la infancia, contará con las herramientas
simbólicas e imaginarias con las cuales intentará representar aquello que muestra este real. Como consecuencia la
adolescencia es un período que se caracteriza por producir movimientos de vacilación en el sujeto, en el cual asumir una
posición sexuada permitirá acceder a la exogamia, haber “atravesado” la castración del Otro que conjuntamente habilita
hacerse cargo, responsable, del propio deseo.
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El complejo de Edipo y el complejo fraterno en la adolescencia.
Complejo conjunto organizado de recuerdos y representaciones dotados de intenso valor afectivo, parcial o
completamente inconscientes.
Celos impulsos tempranos de la afectividad infantil procedentes del complejo de Edipo o del Fraterno
Complejo de Edipo conjunto de investiduras amorosas y hostiles del niño sobre sus padres que posteriormente
se reemplazan por identificaciones.
Lacan propone como esencial en la problemática la Metáfora paterna.
Metáfora Paterna  Función simbólica paterna que desplaza el deseo de la madre y produce una operación que
define un significado= falo, castración simbólica.
Complejo Fraterno conjunto de afectos tiernos y hostiles dirigidos hacia los hermanos y luego pares (rivales)
ubicados ambos en el lugar del otro significativo.
El vínculo con el OTRO significativo es de esencial importancia para la consolidación de la posición subjetiva en la
adolescencia, sostiene nuevos procesos identificatorios y ayuda (con el Edipo) en la consolidación de la legalidad o
superyó. Lacan compara este complejo con el del “Intruso” y sostiene que el hermano puede llegar a representar aquel otro
rival que podría llegar a satisfacer el deseo de la madre. Lacan privilegia el complejo fraterno desplazando el Edípico ya
que este último no incluye al padre en el conflicto central. Llega a la conceptualización del registro imaginario y propone la
fase del espejo como trama de la constitución subjetiva en su función trascendental. El imago del otro está ligada a la
estructura del propio cuerpo. El amor y la identificación caracterizan los vínculos fraternos. Aquellos al que el sujeto ubica
en el lugar del OTRO significativo se constituyen como figuras de identificación y son medidas de pretensiones y anhelos
en cuanto a lo que el adolescente “es” y lo que puede llegar a “ser”, sosteniendo su autovaloración y en consecuencia su
identidad. Doble linealidad identificatoria que interjuega en la adolescencia, en la construcción del sentimiento
de sí. C.E. (línea vertical, identificación con los padres) y C.F. (línea horizontal, identificación con los pares).
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Cuatro funciones del complejo fraterno
SUS-DEF-ELA-ESTRUCT
1. F. sustitutiva: reemplazar y compensar funciones parentales fallidas (niña que busca al hermano mayor
para que ocupe el lugar del padre/ o al hermano menor como hijo)
2. F. defensiva: encubre situaciones conflictivas edipicas y/o narcisistas no resultas. Desplazamiento de
sentimientos hostiles originarios contra los padres hacia los hermanos
3. F. elaborativa: ayuda a la elaboración del C.E. y al Narcisismo. Interviene en el desasimiento de las figuras
paternas (poder vertical), en el reconocimiento de los límites de la ilusión de la propia omnipotencia
narcisista
4. F. estructurante: influye sobre la génesis y mantenimiento de los procesos identificatorios en el yo y en los
grupos. Constitución del superyó e ideal del yo, elección del objeto de amor.
En la juventud es fundamental el trabajo psíquico de consolidación exogámica: trabajo, elección de carreras, etc.
Pregunta: Caracterice la Aodolescencia desde el contexto socio-cultural actual y explique el concepto en el abordaje de la
misma. LIBRO capitulo 2 a partir de pag 79
Libro Barrionuevo
Definiciones
Duelo pág 74
Desmentida pág 75
Melancolía pág 76
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DUELO Y MELANCOLÍA
Pareciera que el duelo y la melancolía tienen iguales características, exceptuando que en el segundo se produce una
alteración del sentimiento de sí que se expresa en los autoreproches.
El duelo es la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces, como la
patria, la libertad, un ideal, etc. A raíz de idénticas influencias, en muchas personas se observa, en lugar de duelo,
melancolía (y por eso sospechamos en ellas una disposición enfermiza).
Tanto en el duelo como en la melancolía encontramos componentes de cancelación por el interés de la realidad,
improductividad, una desazón profundamente dolida y la incapacidad de amar.
La melancolía resultaría patológica, mientras que el duelo es un proceso normal ante la pérdida de un objeto amado.
Duelo: opera  el examen de la realidad ha mostrado que el objeto ya no existe más, y que el sujeto debe desinvertirlo
pieza por pieza. Ahora bien, el sujeto no resigna al objeto sin mayor oposición. Va a quedar escindido por el dolor, en un yo
que acata la realidad, y en uno que la desmiente, en función del principio de placer, sobreinvistiendo cada recuerdo del
objeto amado y perdido, produciendo las características típicas del duelo. Finalmente, si todo sale bien, y no se compensa la
pérdida por vía alucinatorias, con grandes montos de energía, sobreinvestidura y clausura se produce el desasimiento pieza
por pieza del objeto amado. El proceso culmina cuando el yo puede volver a disponer finalmente de esa libido, y
reubicarla en el mundo sublimatoriamente o en otro objeto.
En la melancolía la pérdida del objeto es sustraída de la conciencia (en el duelo no hay nada inconsciente), acompañada de
una rebaja del sentimiento de sí: se describe como indigno, moralmente despreciable, se humilla, se denigra, etc. El
melancólico se ha identificado con el Objeto perdido, vía retracción libidinal, ha regresado a momentos canibálicos de la
fase oral, devorando al objeto perdido, quedando indiferenciado del mismo. Se produjo un retiro de la libido de objeto, a
una vuelta narcisista, transformando los reproches a la persona perdida en autoreproches.
Freud nos dice que la melancolía muchas veces se alterna con manía, siendo la última la que intenta desinvertir al objeto,
mientras que la primera retenerlo en lo más profundo del yo.
En la melancolía hay otro componente que no aparece en el duelo y es la ambivalencia. Esta puede ser o bien
constitucional, es decir inherente a todo vínculo, o bien aparecer ante la posible pérdida de objeto. De cualquier modo está
instalada en melancolía, expresada por el amor y el odio al objeto amado. La pulsión de Eros va a intentar desinvertir al
objeto, mientras que la pulsión de Tánatos va a intentar evitarlo. Así podemos ver, como la pérdida de objeto, la
ambivalencia y la regresión de la libido al yo, son los 3 componentes de la melancolía.
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