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LeonardoOyola
POISON HEART
Un corazón para Amelia
Amelia Gutierrez, una adolescente entrerriana, necesita urgente un
trasplante de corazón. Cuando aparece el donante, el órgano está en Fray
Bentos, Uruguay. Debido al reclamo que están haciendo los pobladores por la
instalación de plantas de celulosa sobre la margen del río al que están
contaminando, se encuentran cortados en forma simultánea los tres pasos al
país vecino. La protagonista, orgullosa hija de Gualeguaychú, ante la
imposibilidad de conseguir un helicóptero por parte del gobierno provinciano
prefiere morir antes que se levante el corte sobre el puente fronterizo General
San Martín. Conmovidos, los manifestantes respetan la decisión de Amelia;
encendiendo, para honrar la férrea voluntad de la joven, centenares de velas
durante la noche y madrugada de la que seguramente será su agonía. Todo
Gualeguaychú y todo Entre Ríos rezan para que ocurra un milagro.
Mientras tanto, en algún albergue transitorio de la hermana República
Oriental del Uruguay…
Hay fiesta.
O mejor dicho: hubo.
En una de las habitaciones de un ignoto telo sin página web, Marcos
DiPalma -corredor estrella del circuito Turismo Carretera- se encuentra
apoyado en el respaldo de la cama de dos plazas. Estaría más cómodo en una
king size ya que sobre su pecho descansan las gemelas Annelise y Yamila Di
Santo; más conocidas en el ambiente de comparsas como Las Hermanas
Carnaval. Ellas duermen y él sueña despierto. Conocedor ya de la gloria de los
podios, DiPalma sueña con ser el actor que protagoniza la película que
enganchó en el cable durante esa madrugada. Un film que supo añorar cuando
lo vio por primera vez siendo aún un niño, un lunes a la noche por Canal 13 en
El mundo del espectáculo. DiPalma sueña con ser Burt Reynolds. El Burt
Reynolds de Hopper-el increíble.
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Apenas iluminado por la luz de la tele, los ojos de Marcos DiPalma le
brillan de la emoción que le trasmite esa peli. Agarra el control remoto con la
intención de apagar el aparato, pero se tienta y hace un zapping. Se detiene en
VH1 donde justo acaba de empezar un video de Travelin’ Wilburys. Cuando
llega el estribillo, más que tararear, canta por fonética moviendo por debajo de
las sábanas las patitas al ritmo de Handle with care. Annelise DiSanto se
retuerce sobre él y le habla dormida, le dice algo que no se entiende. DiPalma
la besa en la cabeza y se apresura a cambiar de canal antes de que se
despierte una de las Hermanas Carnaval. O antes de que se despierten las
dos. Es ahí donde nuestro héroe descubre el drama que nos aqueja en este
relato, y que por ende decide intervenir.
Érica Fontana y German Paoloski informan en una repetición del Diario
de Medianoche trasmitida por un canal local sobre el drama de la chica de
Gualeguaychú. DiPalma piensa en lo injusto de la situación. Qué algo debe
hacerse. Y justo cuando se le prende la lamparita, tambien se despiertan las
insaciables Hermanas Carnaval buscando otra batalla.
-Lo único que nos faltaba hacer juntas era esto –ronronea Annelise;
mientras que Yamila no puede evitar ponerse colorada ante una mentira tan
evidente.
DiPalma quiere salir a ayudar a Amelia Gutierrez, pero como tampoco es
de piedra, aprovecha para saciar una de sus fantasías más recurrentes y de
paso poder escapar de estas atorrantas. Cuando les hace la propuesta a las
gemelas DiSanto ellas intercambian miradas. Se les nota, y mucho, el desgano
y que volvieron a mentir cuando declaran al unísono:
-No, Marquitos. Eso nunca lo hicimos.
No sabemos de donde las saca, pero DiPalma pela kilómetros de
cuerdas y dos pañuelos con los que ata y amordaza a Yamila y Annelise,
dejándolas abandonadas en el cuarto de hotel.
Esa madrugada, un par de horas después…
Marcos DiPalma tras el volante de su imponente Chevy cupé modelo 73
va a toda velocidad en busca de ese corazón nuevo para Amelia Gutierrez.
Llega a lo del donante, vacía su Helatodo de cervezas, coloca el órgano entre
los rolitos y encara hacia el puente para realizar al amanecer un increíble salto
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por encima del piquete. Por su celular llama a un amigo uruguayo que trabaja
de camionero, de esos que llevan coches y 4X4, para pedirle ayuda y le cuenta
cual es su plan: usar de rampa al camión vacío de su carga. Su amigo le dice
que está loco pero que no puede decirle que no. Así es como accede a las
necesidades de DiPalma y a las de la historia.
Mientras amanece, en el paso Fray Bentos-Gualeguaychú…
La Chevy está parada en la orilla uruguaya. Marcos DiPalma se
encuentra con que al otro lado del puente fronterizo General San Martín lo
alientan para que logre la hazaña asambleístas, manifestantes, piqueteros,
integrantes de la comparsa Papelitos y hasta la mismísima Evangelina
Carrozzo en tanga alzando sobre su cabeza un cartel que proclama en
imprenta mayúscula: NO A LAS PAPELERAS ¡SI A UN CORAZÓN PARA
AMELIA!
Con Evangelina Carrozzo -ecoterrorista, bailarina y modelo de revistas
para hombres corte MAXIM o PLAYBOY- Marcos tuvo una historia que terminó
cuando el verano anterior la dejó abandonada en un telo de Entre Ríos,
también atada y amordazada como a las Hermanas Carnaval. El hecho de que
ella esté ahí dejando el pasado atrás le da más confianza en la proeza a
realizar.
Pero DiPalma todavía tiene sus dudas.
¿Y si calcula mal cuando pegue el acelerador a fondo?
Se da el palo de su vida y se arruina para el resto del viaje.
No es moco de pavo.
Perdido en sus pensamientos no ve llegar al hombre de bigote y
sombrero-vaquero al que reconoce, asombrado.
-¡¿Burt Reynolds?!
Sí. Es Burt Reynolds.
El original.
Que vaya uno a saber que andaba haciendo por Fray Bentos.
Pero eso no viene al caso.
-Ies. Ai am Bort Reynols.-Confirma el actor- Ju ar iu?
-¿Qué?
-Que quién sos.
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Que quién sos.
En ese momento a DiPalma le cae la ficha.
Esto no lo está haciendo por él.
Esto es por esa chica, Amelia.
Que necesita un corazón, sí.
Pero también a alguien anónimo.
A alguien que le haga un favor.
¡Y ese alguien es Marquitos DiPalma, carajo!
Ahora lo sabe.
Y todos los demás también aunque lo empiece cantando la voz de Tina
Turner y después Gualeguaychú entero. Se nos pone la piel de pollo cuando se
suman detrás del pitido de un silbato, redobles de bombos y tambores con los
integrantes de la Comparsa Papelitos sincronizados sacudiendo los hombros al
cruzar pierna derecha sobre rodilla izquierda, abriendo pierna izquierda a la
altura de los hombros para saltar dando una patada en hacha hacia delante…
todos, absolutamente todos, proclamando eso de que ol de children sei:
GÜÍ DON NIT ANADER JI-ROU!
GÜÍ DON NIT ANADER GUAIL JORSSS
ONLI GUON IS MOR VIYON
¡TONDER DOM!
DiPalma acaricia la cinta roja con la estampita del Gauchito Gil que
cuelga en el espejo retrovisor de su vehículo. Su amigo camionero, a los gritos,
le pide: ¡Dale, puto! ¡Es para hoy! Y Burt Reynolds le dice:
-Ai guona jer iu.
-¿Qué?
-Que quiero escucharte.
Los dos hombres sonrién y despues mirán al frente.
Burt Reynolds le da dos golpes al techo de la Chevy.
Y Marcos DiPalma se manda un sapucay.
-¡¡¡IIIYEEEEEEEEEEEE…YUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU!!!
Después, larga el embrague y pisa el acelerador a fondo. La Chevy
quema gomas sobre el asfalto antes de salir arando a toda velocidad
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-Gou, gou, gou! Gou, Marcos! Gou! Gou! –alienta Burt Reynolds
apretando dientes y puños con la misma intensidad.
Del lado de Gualeguaychú, en efecto dominó, los asambleístas,
manifestantes, piqueteros e integrantes de la comparsa Papelitos que estaban
sentados como indiecitos se ponen de pie. Muchos se hacen la señal de la
cruz.
La Chevy sube por la rampa, la abandona y despega; todo en menos de
un segundo. Lo único que se escucha es el motor exigido al máximo.
El coche vuela.
Marcos DiPalma vuela.
El corazón para Amelia vuela (adentro del Helatodo, ¡y entre los rolitos
bastante derretidos! DANGER!).
Vuelan.
Vuelan sobre el puente General San Martín y el corte… mientras todos
contienen la respiración.
La Chevy cae, más bien aterriza, un poco de costado; sobre las ruedas
del lado derecho. Rebota una vez, se alcanza a estabilizar y el motor se para
de golpe. Por inercia solo avanza menos de diez metros hasta derrapar en la
banquina. El ruido del impacto en la ruta sigue retumbando en los oídos y
corazones de todo aquel que haya sido testigo de la hazaña.
La multitud de asambleístas por fin reacciona y corre en malón a rodear
el vehículo. Evangelina Carrozzo tira a la mierda su pancarta de NO A LAS
PAPELERAS ¡SI A UN CORAZÓN PARA AMELIA! y se abre paso a codazo
limpio entre los manifestantes para llegar hasta la ventanilla del conductor.
-Marquitos… Marquitos… ¿Estás bien? Contestame… Marquitos…
¡Marquitos, Dios mío! ¡¿Estás bien?!
DiPalma se encuentra con la cabeza tirada hacia atrás. La nuez de Adán
parece más bien una punta de lanza a punto de salirle por el cuello; una punta
aún más filosa cuando traga saliva cómo única señal de vida. Tiene los ojos
cerrados. Los dedos de las manos enganchados en la parte inferior del volante
hacen que sus brazos le cuelguen.
La Carrozzo insiste, a lo Marta Sanchez, de-ses-pe-ra-da:
-Marquitos… ¡CONTESTAME! ¡MIERDA!
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El corredor deja caer abruptamente la cabeza contra su hombro
izquierdo. Evangelina se asusta mientras se agarra el pecho con ambas
manos. Los párpados de DiPalma hacen un esfuerzo titánico por despegarse y
lo terminan logrando. Lo primero que ve es a ella. Piensa, y no lo dice en voz
alta, que aunque la mujer esté llorando sigue siendo muy linda.
La multitud estalla en gritos y aplausos. Se escucha el pitido de un
silbato, redobles de bombos y tambores y los integrantes de la Comparsa
Papelitos sincronizados sacudiendo los hombros cruzan pierna derecha sobre
rodilla izquierda, abren pierna izquierda a la altura de los hombros y saltando
dan una patada en hacha hacia adelante. Del otro lado del puente, Burt
Reynolds –de la alegría que tiene- arroja su sombrero-vaquero en ofrenda a las
aguas del Río Uruguay; y dando media vuelta se aleja caminando por la ruta
hasta desaparecer perdiéndose más allá del horizonte.
DiPalma mirá la conservadora aún encastrada en el piso del vehículo
entre la butaca de al lado y el torpedo. Ve que el Helatodo está intacto y
suspira de alivio. Recién entonces se permite volver a intercambiar miradas con
Evangelina Carrozzo. Le guiña un ojo cuando le pregunta:
-¿Me acompañás a hacer una diligencia?
Ella se muerde el labio inferior y esboza una sonrisa tímida. Niega con la
cabeza antes de darle un beso en la frente. Después retrocede para tomar
carrera y, dando pasitos cortos pero veloces por los tacos que lleva puesto, se
desliza sobre el capot de la Chevy para rápidamente ocupar el lugar del
acompañante; con tal calidad que ni siquiera se le corre la tanga. DiPalma
enciende el motor. La Chevy, fiel, responde. Y una vez más, a toda velocidad,
van a la unidad coronaria en donde Amelia Gutierrez con sus últimas fuerzas
se encuentra luchando por su vida.
Más tarde, al mediodía, en el Corsódromo de Gualeguaychú…
El trasplante de corazón ha sido un éxito. Amelia se repone en una
habitación de terapia intermedia. Duerme. Sus padres están a su lado, felices,
mientras su abuela anda del brazo con Marcos DiPalma, acompañándolo de
regreso al automóvil. La nona finalmente se convierte en un mar de lágrimas.
-No le dimos las gracias.
-Abuela: no tienen por qué dármelas.
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DiPalma, todo un caballero, le besa las manos a la anciana para decir
adiós. Antes de partir, abre el baúl de la Chevy. Adentro está una Evangelina
Carrozzo atada y amordazada, sonriente y exitadísima por continuar donde
habían quedado un año atrás.
Marcos DiPalma mira a cámara; cómplice. Y sonrié de oreja a oreja
mostrando su dentadura en todo su esplendor. Entonces, a lo Benny Hill, el
tercer diente premolar superior destella un brillo al unísono de un ¡TINNN! que
se escucha en pantalla. Marquitos levanta un pulgar en señal de victoria. La
imagen se congela y escuchamos a capella proclamar a Chesney Hawkes AIII
AMMM DE GUAN AN ONLIIIII! Después, se funde a negro para que aparezcan
los créditos finales mientras suena a todo volumen la canción.
Se abre un recuadro, un picture in picture, donde se ve -desde un picado
para poder pasar el chivo de la cerveza Brahma cuyo logo se encuentra
pintado varias veces sobre la calle- como la Chevy de nuestro héroe abandona
el corsódromo de Gualeguaychú. Detrás varios niños, adolescentes y adultos lo
despiden levantando las manos. Por último, los integrantes de la Comparsa
Papelitos sincronizados sacudiendo los hombros avanzan cruzando pierna
derecha sobre rodilla izquierda, abriendo pierna izquierda a la altura de los
hombros y saltando hacia delante para dar una patada en hacha; lo intuímos
después de que se escucharan redobles de bombos y tambores y el pitido
insoportable de un silbato.
www.tigreharapiento.blogspot.com
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