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V DOMINGO DE CUARESMA, CICLO C
Ejemplo práctico de misericordia
En este quinto domingo de Cuaresma se nos
ofrece la misma enseñanza que en el pasado,
pero no con parábolas, sino con hechos, una
mujer pecadora, unos acusadores interesados
y a un Dios que no condena, sino que salva. Es
la manifestación algo nuevo, la ley justiciera
cede el paso a la ley de la misericordia. Pero
esta ley no es letra, es una persona con
espíritu, es Jesucristo.
El relato del evangelio es edificante e
impresionante, y será siempre un punto de
referencia a la hora de juzgar a los demás.
Como en la parábola del hijo pródigo, es un
canto a la paciencia y la misericordia de Dios,
reflejadas en Jesucristo. Triunfa el perdón
sobre la condena, triunfa el amor sobre la Ley,
triunfan las palabras sobre las piedras.
Las piedras no salvan ni solucionan los
problemas. Jesús supera la ley y trae una
nueva ley que comienza por no mirar al
pasado. Solo puede tirar piedras el que esté limpio de pecado; el que tenga las manos
limpias, para no manchar las piedras que quieren sean purificadoras; el que tenga los
ojos limpios, la mente y el corazón limpios, porque podría ser que al tirar las piedras
éstas se volvieran contra los acusadores; el que esté dispuesto a ser apedreado
cuando él caiga en pecado; el que odie el pecado tanto como Dios; el que ame al
pecador tanto como Dios; el que por cada piedra que tira, reciba un dolor semejante al
que produce en la víctima.
Jesús, lo primero, defendió a la mujer. En una actitud liberadora. Los acusadores más
que condenar a la mujer, la estaban utilizando para condenar a Jesús; iban a por Él.
Defiende a la mujer y la respeta. Es una hija de Dios, y tiene la misma dignidad que el
hombre. Ah, si el respeto fuera siempre la savia de nuestras relaciones.
Después Jesús pronuncia una palabra nueva: Yo no te condeno. Es una palabra que
conmociona la historia. Es una ley nueva, la de la misericordia.
Esta palabra dio nueva vida a la mujer, resonó para siempre en su corazón y,
traspasando los siglos, resuena cada día en nuestros corazones. Yo no te condeno.
Perdonar es un imperativo religioso y una necesidad psicológica. Para poder crecer
humanamente tenemos que saber perdonar y ser perdonados.
Jesús no puso penitencia a la mujer. El precio de su pecado lo pagaría Él. Cristo cargó
con aquel pecado, y con el pecado de los acusadores y con los pecados de la historia,
y con los pecados del mundo, y con los pecados de cada uno de nosotros. Cargo con
todos y subió a la cruz, donde ofreció su sangre “para la remisión de los pecados”
Te rogamos, Señor Dios nuestro que tu gracia nos ayude, para que vivamos siempre
de aquel mismo amor que movió a tu Hijo a entregarse a la muerte por la salvación del
mundo. Amén.