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LA ORACIÓN Y EL MOVER DE DIOS
Mensaje uno
La oración y el mover de Dios en
los libros de la ley e historia
Lectura bíblica: Gn. 18:17-33, Éx. 17:8-16; 30:1-10; 1 S. 1:10-2:11; 12:23; Neh. 1:4-11
I. Génesis 18 presenta una clara revelación acerca de los principios básicos de la
intercesión:
A. Dios le reveló a Abraham Su intención de destruir a Sodoma, porque buscaba un
intercesor—Gn. 18:17-22; cfr. He. 7:25; Is. 59:16; Ez. 22:30.
B. La intercesión apropiada no es iniciada por el hombre, sino por la revelación que Dios
imparte; por tanto, la intercesión apropiada expresa el deseo de Dios y lleva a cabo la
voluntad de Dios—vs. 17, 20-21; 19:27-29; Sal. 27:4-8; He. 4:16; 7:25; Jac. 5:17.
C. Aparentemente, Abraham intercedía por Sodoma; en realidad, él intercedía por Lot de
manera implícita, lo cual nos muestra que debemos interceder por el pueblo de Dios que
se ha ido hacia el mundo—Gn. 14:12; 18:23; 19:1, 27-29.
D. La intercesión es una conversación íntima que tenemos con Dios, según la intención
interna que está en Su corazón; por esta razón, debemos aprender a permanecer por
largo rato en la presencia de Dios—18:22-33; Mt. 6:6.
E. La intercesión es conforme al justo proceder de Dios; en la intercesión efectuada por
Abraham en favor de Lot, él no le rogó a Dios conforme a Su amor y gracia; más bien, él
desafió a Dios en conformidad con Su manera justa de proceder —Gn. 18:23-25; Ro. 1:17.
F. La intercesión de Abraham no concluyó con las palabras de Abraham sino con las
palabras de Dios, lo cual muestra que en la genuina intercesión es Dios quien habla en
nuestro hablar—Gn. 18:33; Jn. 15:7; Ro. 8:26-27.
II. Éxodo 17 nos muestra cómo combatir contra Amalec por medio de orar con el
Cristo que intercede—17:8-16:
A. Como aquel que oraba en la cima del monte, Moisés tipifica a Cristo, pero como aquel
cuyas manos se cansaban, él nos representa a nosotros.
B. Esto significa que mientras Cristo ora en los cielos, nosotros también debemos orar en la
tierra—1 Ti. 2:8.
C. Debido a que la carne jamás cambia ni mejora, a fin de prevalecer contra ella tenemos
que orar sin cesar (1 Ts. 5:17; Col. 4:2), uniéndonos a Cristo en Su intercesión.
D. Sin embargo, con frecuencia nuestras manos intercesoras se cansan; por tanto,
necesitamos una piedra que nos sustente, y necesitamos la ayuda de Aarón y Hur:
1. La piedra, una base sólida para nuestra vida de oración, se refiere a que comprendemos
que en nosotros mismos somos débiles y que para sostener nuestra oración necesitamos
que Cristo sea nuestro sustento —Jn. 15:5b.
2. Aarón, el sumo sacerdote (Éx. 28:1; He. 5:1, 4), representa el sacerdocio; el sacerdocio
guarda relación con el Lugar Santísimo, el cual en nuestra experiencia siempre está
relacionado con nuestro espíritu (He. 10:19 y la nota); por tanto, para sostener
nuestras oraciones y, así, derrotar la carne, es necesario que el sacerdocio fortalezca
nuestro espíritu.
3. Hur, de la tribu de Judá (Éx. 31:2), representa el reinado (Gn. 49:10); también es
necesario que obedezcamos al Señor sujetándonos a Su autoridad, el reinado; más
aún, Hur guarda relación con la edificación del tabernáculo (Éx. 31:2-5), y Éxodo está
orientado hacia esta meta; esto indica que la edificación de la iglesia debe ser la meta
de nuestras oraciones.
III. Éxodo 30 revela el altar de incienso recubierto de oro; el altar de incienso
representa a Cristo como el Intercesor—vs. 1-10; He. 7:25; Ro. 8:34:
A. Debemos participar en la vida intercesora de Cristo—vs. 26-27; 1 Ti. 2:1; Ef. 6:18-19; Col.
4:3; 1 Ts. 5:25; 2 Ts. 3:1; He. 13:18.
B. La vida intercesora de Cristo, Su vida de oración, es el centro de la administración
divina—7:25; Ro. 8:34; Ap. 8:3.
C. La manera en que estaba dispuesto el tabernáculo con sus enseres es un cuadro exacto y
detallado de la administración de Dios, la economía de Dios en el universo:
1. Según este cuadro el Arca es el foco, pero en términos prácticos, el altar del incienso
ocupa el lugar.
2. Según Ap. 8:3-6, el intercesor no es meramente Cristo el individuo, sino el Cristo
corporativo, la Cabeza con el Cuerpo; Cristo —la Cabeza— intercede en los cielos, y
la iglesia —el Cuerpo— intercede en la tierra—1 Ti. 2:1.
D. En Éxodo, el altar del incienso es revelado después del tabernáculo con su mobiliario y
después del equipamiento del sacerdocio; esto indica que el servicio sacerdotal comienza
en el altar del incienso, donde las oraciones de intercesión son ofrecidas a Dios—Lc. 1:10.
E. El altar de incienso es el lugar desde el cual son motivadas todas las otras actividades
que ocurren en los otros lugares del tabernáculo; no es meramente un mueble en el
pasadizo del tabernáculo; más bien, puede ser comparado al motor que impulsa la
operación de todas las otras piezas:
1. Dicho altar hace que todos los aspectos del tabernáculo y del atrio se vuelvan eficaces
en términos de nuestra experiencia.
2. La oración de intercesión también motiva a otros a acudir a Cristo en el altar del
holocausto, en el lavacro, en la mesa, en el candelero y en el Arca que está en el
Lugar Santísimo.
3. La oración ofrecida en el altar del incienso, oración que es ofrecida en Cristo y con Él
como incienso, gobierna la impartición de gracia hecha por Dios y motiva la ejecución
de la administración divina; por tanto, esta oración gobierna el universo.
IV. La oración de Ana fue un eco, una repetición audible, del deseo que estaba en el
corazón de Dios; fue la cooperación humana con el mover divino para que se
llevara a cabo la economía eterna de Dios—1 S. 1:10-20:
A. Dios pudo motivar a Ana debido a que ella era una persona que era uno con Él según la
línea de la vida; la línea de la vida es el linaje que trae a Cristo para el disfrute del
pueblo de Dios, a fin de que sobre la tierra Dios pueda obtener Su reino, el cual es la
iglesia como el Cuerpo, el propio organismo del Dios Triuno—Jn. 10:10; Mt. 16:18-19; Ro.
14:17-18; Ef. 1:22-23.
B. Mientras Dios logre ganar una persona que sea uno con Él conforme a la línea de la vida,
Él podrá realizar algo en la tierra; la oración de Ana nos muestra que el mover de Dios al
responder a la oración de Ana tenía como fin producir un nazareo que estaría
absolutamente entregado al cumplimiento del deseo de Dios—1 S. 1:19—2:11.
V. El profeta Samuel sabía que la obra de Dios en la tierra requería la coordinación
de la oración del hombre; por tanto, Samuel les dijo a los hijos de Israel: “Y en
cuanto a mí, lejos este de mí que peque yo contra Jehová cesando de orar por
vosotros”—1 S. 12:23:
A. Samuel fue un nazareo que vivió siempre en la presencia de Dios y entendió el corazón
de Dios; por consiguiente, él fue el colaborador de Dios en la tierra.
B. Si Samuel no hubiese orado por los hijos de Israel, Dios no hubiese tenido la manera de
obrar en ellos; si Samuel no hubiese orado, él habría obstruido la obra de Dios, lo cual
habría sido un pecado, una ofensa en contra de Dios.
VI. La oración de Nehemías por medio de ayunar produjo que Dios estuviera atado
por Su propia palabra—1:4-11:
A. En su oración a Dios, Nehemías se basó en la palabra de Dios y oró conforme a ella (vs.
8-9); así que, Dios estaba atado por Su propia palabra.
B. Puesto que era una persona que amaba a Dios, Nehemías oraba a Dios para tener
contacto con Él en comunión (1:4; 2:4b; 4:4-5, 9); más aún, Nehemías confiaba en Dios e,
incluso, llego a ser uno con Dios; como resultado de ello, él llegó a ser un representante
de Dios.
SEMANA 1 - DÍA 1
He. 7:25 Por lo cual puede también salvar por completo a los que por Él se acercan a Dios,
puesto que vive para siempre para interceder por ellos.
Gn. 18:17 Y Jehová dijo: ¿Ocultaré Yo a Abraham lo que voy hacer...?
22b Abraham permaneció en pie delante de Jehová.
En este mensaje llegamos a otra semilla de la revelación divina sembrada en el libro de Génesis:
la semilla de la intercesión. Los primeros diecisiete capítulos de Génesis no relatan ninguna
intercesión. Podemos suponer que Melquisedec intercedió por Abraham entre bastidores, pero de ello
no existe ninguna constancia escrita. La primera mención explícita de intercesión en la Biblia se
encuentra en Génesis 18, donde Abraham fue el primer intercesor. Este relato de intercesión no
presenta una semilla simple, pues está bastante desarrollada. En Génesis 18 no tenemos una simple
historia de intercesión sino una revelación clara de los principios fundamentales de la intercesión. La
intercesión representa algo muy importante en la Biblia. Sin ella, la economía de Dios no puede
llevarse a cabo. Ahora el ministerio excelente de Cristo como nuestro Sumo Sacerdote real y divino es
un ministerio de intercesión. En Romanos 8:34 y Hebreos 7:25 se nos explica que Cristo intercede por
nosotros. La intercesión es tan importante que debemos dedicarle un mensaje completo, en el que
abarcaremos primordialmente sus principios fundamentales.
El primer principio de la intercesión es que debe concordar con la revelación de Dios (18:17, 2021). La única intercesión útil a los ojos de Dios es la que concuerda con Su revelación. Esto significa
que la intercesión apropiada no es iniciada por nosotros sino por Dios en Su revelación. Génesis 18 lo
describe claramente... La intercesión gloriosa que Abraham presentó delante de Dios en Génesis 18
no fue la oración que un hombre en la tierra dirige al Dios de los cielos, sino una conversación
humana entre dos amigos. Dios bajó de los cielos, se despojó a Sí mismo, y se vistió de la forma de un
hombre mortal, y así conversó con Abraham. Finalmente, le indicó a Abraham que Él era el Dios
todopoderoso; aun así, siguieron conversando como dos amigos. En esta condición, Abraham estaba
preparado y calificado para recibir una revelación del deseo que había en el corazón de Dios. La
intercesión es una conversación íntima con Dios basada en la revelación del deseo que hay en Su
corazón. Este es el primer principio de la intercesión.
Debemos pasar por un largo proceso a fin de cumplir el primer principio fundamental de la
intercesión: ser conformados a una revelación íntima del deseo que Dios tiene en Su corazón.
Debemos ser disciplinados, circuncidados y aniquilados. Entonces estaremos listos para tener una
íntima comunión con Dios. Dios se nos presentará en un nivel humano, y no en un nivel divino, así
como lo hizo con Abraham. Suponga que Dios viene a usted de esta manera hoy en día y que usted le
sirve una comida y conversa con El cara a cara. ¡Qué maravilloso es conversar con Dios de esta
manera! Cuando tenemos comunión con Dios así, no sentimos que estemos hablando con el Dios
todopoderoso y majestuoso, sino con otro ser humano. Este es el significado de la intercesión que
concuerda con la revelación de Dios. Esta intercesión siempre es íntima, misteriosa y con
sobrentendidos.
En principio, la intercesión de Abraham por Lot es similar a la intercesión que se lleva a cabo en
la iglesia neotestamentaria. En los días de Abraham, el pueblo de Dios se componía de dos familias:
la familia de Abraham y la de Lot. Una parte del pueblo de Dios, la familia de Lot, se había
trasladado a la ciudad impía de Sodoma. Del mismo modo, algunas personas de la iglesia se han
trasladado al mundo. Así como Abraham intercedía por esa parte del pueblo de Dios que se había
trasladado a Sodoma, nosotros también debemos interceder por los hermanos y hermanas que se han
ido al mundo. La intercesión de Abraham fue la primera que tiene algún parecido con la intercesión
que prevalece en la vida de iglesia.
Toda intercesión adecuada concuerda con la revelación que sale del corazón de Dios; por eso, debe
estar en conformidad con el corazón de Dios. La intercesión no corresponde a la palabra de Dios.
Como lo dijimos antes, Dios no mencionó el nombre de Lot, pero Abraham entendió lo que había en el
corazón de Dios. Abraham no intercedió según la palabra explícita de Dios, sino conforme a la
intención interior del corazón de Dios. La intercesión apropiada siempre debe tocar el corazón de
Dios. Mientras Abraham intercedía, Dios estaba contento y podía decir dentro de Sí: “¡Qué bueno es
encontrar en la tierra un hombre que conoce Mi corazón!”. (Estudio-vida de Génesis, mensaje 51)
SEMANA 1 – DÍA 2
Gn. 18:23 Se acercó Abraham y le dijo: ¿En verdad destruirás al justo con el malvado?
24 Supongamos que haya cincuenta justos dentro de la ciudad: ¿en verdad destruirás y no
perdonarás el lugar por amor a los cincuenta justos dentro de él? 25b ¡Lejos este de Ti! El
Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?
El desafío de Abraham a Dios concordaba con el proceder justo de Dios (18:23-25). Abraham dijo
al Señor: “Tú eres el Juez de toda la tierra. ¿Harás eso? No es así como Tú actúas con justicia”. La
intercesión apropiada no se basa en el amor de Dios ni en Su gracia, sino en Su justicia. El desafío
más grande para Dios no consiste en decirle: “Dios, ¿eres Tú un Dios de amor?”. Si decimos eso, Dios
podría contestar: “Sí, soy un Dios de amor, pero amar es asunto Mío. Cuando me siento feliz, amo.
Pero si no me siento feliz, no amo. ¿Qué hay de malo en eso?”. No tenemos nada que objetar.
Deberíamos decirle a Dios: “Dios, ¿no eres el Justo?”. Si desafiamos a Dios conforme a Su justicia,
Dios contestará: “Ciertamente soy justo”. El nunca diría: “Si me siento feliz, seré justo, pero en caso
contrario, no lo seré”. ¿Qué clase de Dios sería? Debemos desafiar a Dios sobre la base de Su justicia,
porque ésta lo compromete mucho más que Su amor y Su gracia. Dios no tiene ninguna obligación de
amar ni de mostrar gracia, pero sí tiene la responsabilidad de ser justo. Nada compromete más
firmemente a Dios que Su justicia. Todo buen intercesor sabe que la manera de comprometer a Dios
con eficacia consiste en desafiarlo en cuanto a Su justicia. Deberíamos decir: “¿Hará el Juez de toda
la tierra semejante cosa?”. Y Dios contestará: “No, puesto que soy justo, nunca haría eso. No
obstante, debes presentarme la cantidad suficiente de justos por los cuales perdonar la ciudad. Si me
muestras el número de personas que justifica, estaré justificado y seré justo. No destruiré la ciudad”.
La debida intercesión nunca ruega a Dios por Su amor, sino que lo desafía conforme a Su justo
proceder.
Creo que muchos en el recobro del Señor serán introducidos en esa clase de intercesión. Cuando
Dios descendió y visitó a Abraham en un nivel humano, buscaba un intercesor. Ahora Dios ha bajado
al nivel humano una vez más, no para buscar a un individuo sino a un pueblo corporativo. Creo que
dentro de poco habrá un pueblo sobre la tierra exactamente como Abraham, que conocerá el corazón
de Dios e intercederá con un desafío en la presencia de Dios. Podemos decirle a Dios: “Señor, ¿no nos
has prometido claramente en el Nuevo Testamento que terminarás la buena obra que empezaste?”.
Abraham no clamó ni suplicó a Dios que perdonara a Sodoma por amor a Lot, sino que lo desafió. Del
mismo modo, no deberíamos llorar ni rogar a Dios sino desafiarlo. Él no quiere escuchar nuestro
grito; lo que desea es oír nuestra desafiante intercesión.
La intercesión de Abraham reflejó al deseo que Dios tenía en Su corazón con respecto a Lot.
Mientras él intercedía conforme al corazón de Dios, su intercesión expresaba espontáneamente el
deseo de Dios. La intercesión apropiada siempre expresa el deseo de Dios. Este es otro principio de la
intercesión. Si nuestra intercesión es iniciada por haber visto la revelación de Dios en nuestra
comunión íntima con El, todo lo que le digamos en nuestra intercesión expresará Su deseo, y será el
reflejo de Su intención. La verdadera intercesión no consiste en expresar nuestro deseo sino el deseo
de Dios. No se trata de buscar algo conforme a nuestra intención sino de buscar el cumplimiento de
la intención de Dios.
La intercesión siempre debe llevar a cabo la voluntad de Dios. Dios deseaba rescatar a Lot, pero
sin la intercesión de Abraham, no podía llevar a cabo Su voluntad. La debida intercesión siempre
prepara el camino para que se cumpla la voluntad de Dios y proporciona los rieles a la locomotora
celestial. Dios deseaba rescatar a Lot de Sodoma, pero tenía que encontrar la manera de hacerlo. Así
que visitó a Abraham a fin de que éste intercediera por Lot. Abraham ocupaba un lugar muy especial
en el corazón de Dios, y Dios podía abrirle Su corazón. Inmediatamente Abraham reflejó el deseo del
corazón de Dios en una intercesión desafiante. Esta intercesión fue la expresión del deseo de Dios y
el cumplimiento de dicho deseo.
Este capítulo no concluye con las palabras de Abraham, sino con las palabras de Dios. Dice el
versículo 33: “Y Jehová se fue, luego que acabó de hablar a Abraham; y Abraham volvió a su lugar”.
Este es el relato de la intercesión de Abraham. Sin embargo no dice que Abraham hubiera acabado
de hablar; dice que el Señor acabó de hablar. La debida intercesión siempre está constituida del
hablar de Dios. Aparentemente nosotros estamos hablando; en realidad es Dios quien habla en
nuestro hablar. (Estudio-vida de Génesis, mensaje 51)
SEMANA 1 - DÍA 3
Éx. 17:11 Cuando alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía; y cuando él bajaba su mano,
prevalecía Amalec. 12 Pero las manos de Moisés se cansaban; por tanto, tomaron una
piedra y la pusieron debajo de él, y Moisés se sentó sobre ella; y Aarón y Hur sostenían
sus manos, el uno de un lado y el otro del otro. Así hubo en sus manos firmeza hasta que
se puso el sol. 13Y Josué derrotó a Amalec y a su pueblo a filo de espada.
Aunque el Cristo que intercede no necesita que nadie le sostenga las manos, necesitamos que
nuestras manos de oración sean apoyadas. Les resulta fácil cansarse. Sabemos que para aniquilar la
carne, debemos orar. Pero a menudo nuestras manos se cansan. Por tanto, necesitamos la ayuda de
Aarón y de Hur.
Aarón, el sumo sacerdote, representa el sacerdocio, y Hur, quien pertenecía a tribu de Judá
representa el reinado, El nieto de Hur, Bezaleel, recibió la capacidad de trabajar en los diseños del
tabernáculo (31:1-5). Como lo veremos cuando consideremos los últimos capítulos de Éxodo, el
tabernáculo, el edificio de Dios, fue construido por el sacerdocio y el reinado. Nuestra oración debe
ser sostenida por el sacerdocio y el reinado. A veces nuestras manos de oración se cansan no por la
falta de deseo de orar, sino por la falta de incentivo y de aliento. Esto significa que quizá necesitemos
un Aarón y un Hur, el sacerdocio y el reinado.
El sacerdocio está relacionado con el Lugar santísimo. En nuestra experiencia, el Lugar
Santísimo siempre está relacionado con nuestro espíritu. Por tanto, cansarse en oración indica un
problema o carencia en nuestro espíritu. Por alguna razón, nuestro espíritu no es agudo, activo, ni
positivo con el Señor. Esto obstaculiza nuestra oración. Nuestra experiencia lo confirma. Cuando
estamos cansados tratar de orar más. Por lo contrario, debemos ver lo que pasa con nuestro espíritu.
En nuestro espíritu, hay una carencia de sacerdocio. Necesitamos a Aarón, al sumo sacerdote, para
fortalecer nuestro espíritu.
Otra razón de cansancio en la oración es la rebeldía contra el reinado. Si usted dice que no es
rebelde, entonces le haré una pregunta acerca de la desobediencia. ¿Puede decir que jamás ha
desobedecido al Señor? Por ejemplo, una hermana quizá se sienta restringida por el Señor y
mantenida alejada de la tienda, pero ella puede desobedecer e ir allí de todos modos. En el
transcurso de un solo día, podemos desobedecer al Señor en muchas ocasiones. Vamos en contra de la
autoridad, del reinado, dentro de nosotros. Por lo tanto, debido a la carencia del reinado, nos
cansamos fácilmente cuando oramos.
Nuestra oración se entorpece también cuando no nos preocupamos por la construcción del
tabernáculo. Hur está relacionado con la construcción. De hecho, la meta del libro de Éxodo se
relaciona con la construcción del tabernáculo. Hemos señalado que Bezaleel, el nieto de Hur, recibió
el don de Dios para obrar en muchos aspectos del tabernáculo. Esto indica que nuestra oración debe
hacerse con miras a la edificación de la iglesia. Hoy en día esta es la meta de Dios. Si el propósito de
nuestra vida de oración no es la edificación de la iglesia, nuestra oración no durará mucho. Pero si
tenemos el sacerdocio y el reinado y nos preocupamos por la construcción del tabernáculo, la iglesia,
nuestra vida de oración se cansará. Más bien será apoyada por el sacerdocio y el reinado, y tendrá la
edificación de la iglesia como propósito. Luego podremos pelear contra la carne, Amalec, por medio de
nuestra oración.
En Éxodo 17:12, vemos que Aarón y Hur tomaron una piedra y la pusieron debajo de Moisés, y él
se sentó sobre ella. Esto indica que nuestra vida de oración debe tener una base firme. Cuando yo era
joven, aprendí a orar, pero mi oración no tenía ninguna base sólida. Pasa lo mismo con muchos
cristianos contemporáneos; ellos han aprendido a orar, pero carecen de base firme en su vida de
oración. Según el contexto de Éxodo 17, no creo que la base firme para nuestra vida de oración sea
Cristo directamente. Más bien creo que la piedra usada como base firme se refiere a nuestra
conciencia de que dentro de nosotros mismos somos capaces de sostener una vida de oración. Ese es
el reconocimiento del hecho de que necesitamos apoyo. En nuestra vida natural, nosotros como
Moisés, no podemos perseverar en oración. Simplemente no podemos orar todo el día. Por tanto,
debemos tomar conciencia de nuestra debilidad. Esta conciencia nos da la base firme que
necesitamos para nuestra vida de oración.
Cuando usted está a punto de orar, debe darse cuenta de que usted no es capaz de orar. Cada
persona que ora puede testificar que no se puede llevar una vida de oración sin una base firme.
Necesitamos algo sólido que levante nuestra vida de oración. Cuando usted ore, dígale al Señor:
“Señor no puedo seguir orando, necesito una base firme para mi oración, y Te tomo a Ti como base”.
(Estudio-vida de Éxodo, mensaje 47)
SEMANA 1 - DÍA 4
Éx 30:1 Harás asimismo un altar para quemar el incienso; de madera de acacia lo harás.
7 Y Aarón quemará incienso aromático sobre él; cada mañana, cuando arregle las
lámparas, lo quemará. 8 Cuando Aarón coloque las lámparas al crepúsculo, lo quemará,
un incienso perpetuo delante de Jehová por todas vuestras generaciones.
El altar del incienso representa a Cristo como el Intercesor que mantiene la relación entre Dios y
Su pueblo (Ro. 8:34; He. 7:25; Ap. 8:3). La manera en que estaba dispuesto el tabernáculo con sus
enseres es un cuadro exacto y detallado de la administración de Dios, la economía de Dios, en el
universo. Según este cuadro el Arca es el foco, pero en términos prácticos, el altar del incienso ocupa
el lugar central. El Cristo intercesor ocupa el lugar central en la ejecución del gobierno de Dios sobre
la tierra. Según Ap. 8:3-6, el intercesor no es meramente Cristo el individuo, sino el Cristo
corporativo, la Cabeza con el Cuerpo. Cristo —la Cabeza— intercede en los cielos, y la iglesia —el
Cuerpo— intercede en la tierra (1 Ti. 2:1).
En Éxodo, el altar del incienso es revelado después del tabernáculo con su mobiliario y después
del equipamiento del sacerdocio. Esto indica que el servicio sacerdotal comienza en el altar del
incienso, donde las oraciones de intercesión son ofrecidas a Dios (Lc. 1:10). El altar de incienso es el
lugar desde el cual son motivadas todas las otras actividades que ocurren en los otros lugares del
tabernáculo. No es meramente un mueble en el pasadizo del tabernáculo; más bien, puede ser
comparado al motor que impulse la operación de todas las otras piezas. Por tanto, en nuestra
experiencia del tabernáculo (véase la nota 43 de He. 9), el altar del incienso destaca como punto que
marca un giro; dicho altar hace que todos los aspectos del tabernáculo y del atrio se vuelvan eficaces
en términos de nuestra experiencia. La oración de intercesión también motiva a otros a acudir a
Cristo en el altar del holocausto, en el lavacro, en la mesa, en el candelero y en el Arca que está en el
Lugar Santísimo. Según Ap. 8:3, el altar del incienso está directamente frente al trono de autoridad
de Dios, que también es el trono de la gracia (véase la nota 22 de Ap. 4). La oración ofrecida en el
altar del incienso, oración que es ofrecida en Cristo y con Él como incienso (véase la nota 71 [de Éxodo
30]), gobierna la impartición de gracia hecha por Dios y motiva la ejecución de la administración
divina. Por tanto, esta oración gobierna el universo. (Éxodo 30:1, nota 1)
Si no fuera por el altar del incienso, nadie se acercaría al altar del holocausto. Nadie se
arrepentirá ni confesaría sus pecados. La oración que se eleva en el altar del incienso es la que
motiva a los pecadores a ir al altar del holocausto. Debido a que alguien hizo esta oración, un día nos
arrepentimos. ¿Por qué se arrepiente uno? Porque el altar del incienso, la cede del gobierno celestial,
le envió un mensaje que lo hizo arrepentirse. Por lo tanto, sin el altar del incienso, el altar del
holocausto no tendría función, y nadie se arrepentiría.
Tal vez algunos tengan la experiencia del arrepentimiento, pero quizás no hayan sido
regenerados aún. Por lo tanto, se necesita más oración en el altar del incienso. Ya sea Cristo como la
Cabeza o la iglesia como el Cuerpo deben orar así, “Oh Padre, mira a estas personas. Ellas se han
arrepentido, pero no han sido regeneradas. Padre, perdona sus pecados y regenéralos”. Como
resultado de todas estas oraciones, otros serán motivados a ir al lavacro. Querrán ser sumergidos en
el lavacro y dentro del Espíritu....
En la sede de gobierno celestial se ofrece oración continuamente, no sólo para que los creyentes
sean nutridos mediante la Palabra, sino para que también sean alumbrados. Se tiene contacto con la
luz después de la mesa de los panes de la proposición. En el Lugar Santo primero vamos a la mesa
para ser nutridos y después vamos al candelero para ser alumbrados. La secuencia es la misma en el
Evangelio de Juan. En Juan 6 tenemos el pan, y en Juan 8 tenemos la luz. Cuando somos
alimentados, recibimos la luz. Sin embargo, si los santos quieren ser alimentados y alumbrados,
deben ofrecer oración en el altar del incienso con este propósito.
Después de ser alimentados e iluminados en el Lugar Santo, debemos entrar en el Lugar
Santísimo a fin de tener contacto a Dios. El recobro del Señor no se concentra en llevar a cabo una
labor; sino en ser el testimonio de Dios. Ciertamente no estamos laborando en el campo; sino en el
Lugar Santísimo como testimonio. No obstante algunas de las iglesias no han entrado al Lugar
Santísimo para tener contacto con el testimonio de Dios. Más bien, todavía se encuentran en el Lugar
Santo junto a la mesa de los panes de la proposición, por eso necesitan más oración. Me preocupan
quienes se detienen en la mesa y que no han pasado al Lugar Santísimo para tocar el centro del
tabernáculo, el testimonio de Dios. Se necesita más oración al respecto. Tengo la certeza de que este
tipo de oración se está ofreciendo en el altar del incienso. (Estudio-vida de Éxodo, mensaje 147)
SEMANA 1 - DÍA 5
1 S. 1:10 Ella, con amargura del alma, oró a Jehová y lloró mucho. 11 E hizo voto, diciendo:
Oh Jehová de los ejércitos, si miras la aflicción de Tu sierva, te acuerdas de mí y no te
olvidas de Tu sierva, sino que das a Tu sierva un hijo varón, yo lo daré a Jehová por todos
los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza.
En [1 Samuel] 1:1-20 se habla del origen de Samuel. No debemos pensar que Samuel nació
simplemente de su padre Elcana; en realidad, él provino de la economía de Dios. Dios tenía Su
economía eterna, pero la realización de ésta se había estancado. Él había ordenado que los
descendientes de Aarón fuesen los sacerdotes que llevaran a cabo Su economía, pero el sacerdocio se
había deteriorado y había perdido su eficacia. Así que, en el corazón de Dios había el deseo de
obtener a alguien que reemplazara ese sacerdocio.
Con este propósito, Dios unió en matrimonio a Elcana y a Ana. Elcana tenía dos mujeres, y por la
soberanía divina su segunda mujer, Penina, tuvo hijos, pero Ana no. Además, “su rival la irritaba,
enojándola y entristeciéndola, porque Jehová no le había concedido tener hijos” (v. 6). Esto obligó a
Ana a orar desesperadamente, pero no por su propio beneficio, sino por el de Dios. Ella prometió a
Dios que si le daba un hijo varón, se lo regresaría mediante el voto del nazareato. A Dios le agradó la
oración de Ana y su promesa, y le concedió su petición. Ana concibió, y dio a luz un hijo, y le llamó
Samuel. Con esto vemos que el verdadero origen de Samuel no es el hombre, sino Dios, quien
soberana y secretamente actuaba en Su pueblo.
Esta pareja cooperaba con el mover de Dios para el cumplimiento de Su economía. Elcana y Ana
no actuaban por sí solos; ellos eran movidos por el que los inducía, por la persona divina que operaba
en ellos de forma secreta. Bajo el arreglo soberano de Dios, Ana se encontraba oprimida en su alma
por la carga que sentía en su espíritu, la cual anhelaba presentar a Jehová. Este era el mover de
Dios. Debido a que Él se movía en Ana, ella no tuvo paz hasta que oró a Dios pidiéndole un hijo. El
Dios soberano, continuó obrando en ella y motivándola para que orara. A pesar de que Elí, quien
estaba a cargo del servicio de la casa de Dios, no la entendió, Ana, en su oración, cooperaba con el
mover de Dios.
Dios pudo motivar a Ana porque ella era uno con Él al permanecer en la línea de la vida.
Mientras que Dios pueda obtener una persona así, Él puede efectuar Su propósito en la tierra.
Espero que aunque sea algunos de nosotros seamos las Anas de hoy y digamos: “Señor, si tienes algo
en Tu corazón que deseas realizar, heme aquí. Quiero permanecer en la línea de la vida para cumplir
Tu economía”. Si hacen esto, tengo la plena certeza de que Dios actuará por medio de ustedes. Él
vendrá a ustedes y los motivará. Dios necesita muchas “Anas” que puedan producir los “Samueles”
que cambien la era.
El origen de Samuel fue su madre, quien era una persona que buscaba a Dios y oraba (vs. 9-18).
La oración de ella era un eco de lo que estaba en el corazón de Dios. Su oración proporcionaba la
cooperación humana al mover divino para que se efectuara la economía eterna de Dios.
No debemos seguir ofreciendo oraciones viejas y formales. Más bien, debemos orar algo que haga
un eco a lo que está en el corazón de Dios; o sea, lo que digamos en nuestra oración debe ser
exactamente lo que Dios desea expresar. Orar de esta manera es expresar lo que hay en el corazón de
Dios. La oración de Ana fue así. Dios deseaba obtener a Samuel, pero necesitaba que Ana cooperara
con Él y se lo pidiera, diciéndole: “Señor, necesito un hijo”. Esta oración era muy humana, pero
cooperaba con el mover divino que cumplía la economía de Dios.
Hablando en términos específicos, el origen de Samuel fue el resultado del Dios que induce y Su
respuesta a la oración de la madre de Samuel (vs. 19-20). Después de una oración como la que ofreció
Ana, fue muy fácil que Dios actuara, pues la cooperación del hombre facilitó Su propósito. El Dios
que actúa contestó la oración de la madre de Samuel en conformidad con Su deseo e intención
relacionados con Su mover entre Sus escogidos.
Lo que Dios hizo en respuesta a la oración de Ana mantiene el principio de que Dios necesita que
el hombre coopere con Él para llevar a cabo Su economía. Este es el principio de encarnación.
(Estudio-vida de Samuel, mensaje 2)
SEMANA 1 - DÍA 6
1 S. 12:23 Y en cuanto a mí, lejos esté de mí que peque yo contra Jehová cesando de orar por
vosotros.
Neh. 1:4 Cuando oí estas palabras, me senté y lloré, e hice duelo por algunos días; y ayuné
y oré delante del Dios de los cielos, 5 y dije: Te ruego, Oh Jehová, Dios de los cielos...
6a esté atento Tu oído y abiertos Tus ojos para oír la oración de Tu siervo, que hago ahora
delante de Ti día y noche...
Samuel fue fiel a Dios, y actuó en conformidad con lo que había en el corazón y la mente de Dios.
Todo su ser, sus acciones, su vida y su obra, concordaban con Dios. El ser de Samuel y el corazón de
Dios eran uno solo. Por esta razón no exageramos cuando decimos que Samuel, un hombre conforme
a Dios, era Dios mismo actuando en la tierra. Lo único que ocupaba sus pensamientos era lo que
estaba en la mente de Dios. Él no tenía ningún otro pensamiento, ninguna otra consideración. El
objetivo de su vida y su obra era realizar todo lo que había en el corazón de Dios. Esto lo capacitó
para cambiar la era.
[…]Samuel ministró como hombre de oración. Samuel oró para que los hijos de Israel fueran
preservados en el camino de Dios, que fueran uno con Él, que no cayeran en el lazo de los ídolos
paganos, sino que disfrutaran a Dios como Eben-ezer, que significa: “piedra de ayuda”. “Tomó luego
Samuel una piedra y la puso entre Mizpa y Sen, y le puso por nombre Eben-ezer, diciendo: Hasta
aquí nos ayudó Jehová” (7:12).
Samuel oró por los elegidos de Dios, pidiendo que se cumpliera el deseo de la voluntad de Dios
para con ellos. Hasta ahora Dios nos ha ayudado, pero ¿por qué nos ha ayudado? Nos ha ayudado
para que se cumpla Su deseo. Debemos darnos cuenta de que toda la ayuda que Dios nos brinda tiene
como fin que Él cumpla Su economía, la cual consiste en edificar el Cuerpo de Cristo. Hoy nosotros
estamos disfrutando la bendición de participar en este cumplimiento.
Para Samuel, cesar de orar por los elegidos de Dios era pecar contra Jehová (12:23). Nosotros
también debemos orar por el pueblo de Dios. En particular, los ancianos y colaboradores deben orar
por las iglesias todos los días.
Dios reconoció ante Jeremías que Samuel, al igual que Moisés, era un hombre que estaba delante
de Él por causa de Su pueblo (Jer. 15:1). Moisés fue un sacerdote, un profeta (Dt. 18:15, 18) y un juez
que siempre oró por el pueblo de Dios. Con Samuel sucedió lo mismo. En el Antiguo Testamento, sólo
Moisés y Samuel fueron aptos para participar plenamente en el oficio de sacerdote, de profeta y de
juez. (Estudio-vida de 1 y 2 Samuel, mensaje 5)
En su ayuno y oración (vs. 4-11), Nehemías primero alabó a Dios por lo que Él es, lo alabó por
guardar Su pacto y por Su benignidad para con los que le aman y guardan Sus mandamientos (v. 5).
Luego, confesó los pecados de los hijos de Israel (vs. 6-7) y pidió a Dios que recordara Su promesa
dada a Moisés, de que volvería del cautiverio a Su pueblo, aun desde los confines del cielo, al lugar de
Su morada (v. 8-9). Nehemías se basó en la palabra de Dios y oró conforme a ella. Así que, Dios
estaba comprometido por Sus propias palabras. Nehemías pidió a Dios que oyera su oración y la de
los que se deleitaban en temer Su nombre, y que lo prosperara y le concediera hallar gracia delante
de Artajerjes rey de Persia (vs. 10-11a).
Nehemías amaba a Dios y se preocupaba por los intereses de Dios con respecto a Su economía.
Estos intereses incluían la buena tierra, el templo y la ciudad de Jerusalén, las cuales eran muy
queridas para Nehemías. A pesar de ser una persona ordinaria, sin el rango de rey o de capitán en el
ejército, él cuidó de los intereses de Dios sobre la tierra.
Nehemías siempre oraba a Dios para tener comunión con Él. Cuando oyó que el pueblo sufría en
Jerusalén y que el muro de Jerusalén estaba derribado y sus puertas quemadas, él lloró, se lamentó,
ayunó y oró (1:2-4). En el versículo 11, Nehemías ora, declarando: “Te ruego, oh Jehová, esté ahora
atento tu oído a la oración de tu siervo, y a la oración de tus siervos, quienes desean reverenciar tu
nombre; concede ahora buen éxito a tu siervo, y dale gracia delante de aquel varón”. Nehemías oraba
para hallar gracia delante del rey. Cuando el rey le preguntó cuál era su petición, Nehemías “oró al
Dios del cielo” (2:4).
Además, Nehemías era una persona que confiaba en Dios y era uno con Él. Dios puso
encomiendas sobre sus hombros, y él confió en Dios para realizarlas. Nehemías sabía que la mano
buena de Dios estaba sobre él (vs. 8, 18), así que le pidió que se acordara de él (5:19; 13:14, 31), lo
cual indica que confiaba en Dios y era uno con Él. (Estudio-vida de Nehemías, mensajes 1 y 5)
(Los bosquejos y porciones del ministerio en este avivamiento matutino se tomaron de varios mensajes
dados en conferencias y entrenamientos, junto con otros libros por Witness Lee. Todo lo que se menciona aquí es
publicado por Living Stream Ministry, Anaheim, CA. Todos los derechos reservados).