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LA ORACIÓN Y EL MOVER DE DIOS Mensaje uno La oración y el mover de Dios en los libros de la ley e historia Lectura bíblica: Gn. 18:17-33, Éx. 17:8-16; 30:1-10; 1 S. 1:10-2:11; 12:23; Neh. 1:4-11 I. Génesis 18 presenta una clara revelación acerca de los principios básicos de la intercesión: A. Dios le reveló a Abraham Su intención de destruir a Sodoma, porque buscaba un intercesor—Gn. 18:17-22; cfr. He. 7:25; Is. 59:16; Ez. 22:30. B. La intercesión apropiada no es iniciada por el hombre, sino por la revelación que Dios imparte; por tanto, la intercesión apropiada expresa el deseo de Dios y lleva a cabo la voluntad de Dios—vs. 17, 20-21; 19:27-29; Sal. 27:4-8; He. 4:16; 7:25; Jac. 5:17. C. Aparentemente, Abraham intercedía por Sodoma; en realidad, él intercedía por Lot de manera implícita, lo cual nos muestra que debemos interceder por el pueblo de Dios que se ha ido hacia el mundo—Gn. 14:12; 18:23; 19:1, 27-29. D. La intercesión es una conversación íntima que tenemos con Dios, según la intención interna que está en Su corazón; por esta razón, debemos aprender a permanecer por largo rato en la presencia de Dios—18:22-33; Mt. 6:6. E. La intercesión es conforme al justo proceder de Dios; en la intercesión efectuada por Abraham en favor de Lot, él no le rogó a Dios conforme a Su amor y gracia; más bien, él desafió a Dios en conformidad con Su manera justa de proceder —Gn. 18:23-25; Ro. 1:17. F. La intercesión de Abraham no concluyó con las palabras de Abraham sino con las palabras de Dios, lo cual muestra que en la genuina intercesión es Dios quien habla en nuestro hablar—Gn. 18:33; Jn. 15:7; Ro. 8:26-27. II. Éxodo 17 nos muestra cómo combatir contra Amalec por medio de orar con el Cristo que intercede—17:8-16: A. Como aquel que oraba en la cima del monte, Moisés tipifica a Cristo, pero como aquel cuyas manos se cansaban, él nos representa a nosotros. B. Esto significa que mientras Cristo ora en los cielos, nosotros también debemos orar en la tierra—1 Ti. 2:8. C. Debido a que la carne jamás cambia ni mejora, a fin de prevalecer contra ella tenemos que orar sin cesar (1 Ts. 5:17; Col. 4:2), uniéndonos a Cristo en Su intercesión. D. Sin embargo, con frecuencia nuestras manos intercesoras se cansan; por tanto, necesitamos una piedra que nos sustente, y necesitamos la ayuda de Aarón y Hur: 1. La piedra, una base sólida para nuestra vida de oración, se refiere a que comprendemos que en nosotros mismos somos débiles y que para sostener nuestra oración necesitamos que Cristo sea nuestro sustento —Jn. 15:5b. 2. Aarón, el sumo sacerdote (Éx. 28:1; He. 5:1, 4), representa el sacerdocio; el sacerdocio guarda relación con el Lugar Santísimo, el cual en nuestra experiencia siempre está relacionado con nuestro espíritu (He. 10:19 y la nota); por tanto, para sostener nuestras oraciones y, así, derrotar la carne, es necesario que el sacerdocio fortalezca nuestro espíritu. 3. Hur, de la tribu de Judá (Éx. 31:2), representa el reinado (Gn. 49:10); también es necesario que obedezcamos al Señor sujetándonos a Su autoridad, el reinado; más aún, Hur guarda relación con la edificación del tabernáculo (Éx. 31:2-5), y Éxodo está orientado hacia esta meta; esto indica que la edificación de la iglesia debe ser la meta de nuestras oraciones. III. Éxodo 30 revela el altar de incienso recubierto de oro; el altar de incienso representa a Cristo como el Intercesor—vs. 1-10; He. 7:25; Ro. 8:34: A. Debemos participar en la vida intercesora de Cristo—vs. 26-27; 1 Ti. 2:1; Ef. 6:18-19; Col. 4:3; 1 Ts. 5:25; 2 Ts. 3:1; He. 13:18. B. La vida intercesora de Cristo, Su vida de oración, es el centro de la administración divina—7:25; Ro. 8:34; Ap. 8:3. C. La manera en que estaba dispuesto el tabernáculo con sus enseres es un cuadro exacto y detallado de la administración de Dios, la economía de Dios en el universo: 1. Según este cuadro el Arca es el foco, pero en términos prácticos, el altar del incienso ocupa el lugar. 2. Según Ap. 8:3-6, el intercesor no es meramente Cristo el individuo, sino el Cristo corporativo, la Cabeza con el Cuerpo; Cristo —la Cabeza— intercede en los cielos, y la iglesia —el Cuerpo— intercede en la tierra—1 Ti. 2:1. D. En Éxodo, el altar del incienso es revelado después del tabernáculo con su mobiliario y después del equipamiento del sacerdocio; esto indica que el servicio sacerdotal comienza en el altar del incienso, donde las oraciones de intercesión son ofrecidas a Dios—Lc. 1:10. E. El altar de incienso es el lugar desde el cual son motivadas todas las otras actividades que ocurren en los otros lugares del tabernáculo; no es meramente un mueble en el pasadizo del tabernáculo; más bien, puede ser comparado al motor que impulsa la operación de todas las otras piezas: 1. Dicho altar hace que todos los aspectos del tabernáculo y del atrio se vuelvan eficaces en términos de nuestra experiencia. 2. La oración de intercesión también motiva a otros a acudir a Cristo en el altar del holocausto, en el lavacro, en la mesa, en el candelero y en el Arca que está en el Lugar Santísimo. 3. La oración ofrecida en el altar del incienso, oración que es ofrecida en Cristo y con Él como incienso, gobierna la impartición de gracia hecha por Dios y motiva la ejecución de la administración divina; por tanto, esta oración gobierna el universo. IV. La oración de Ana fue un eco, una repetición audible, del deseo que estaba en el corazón de Dios; fue la cooperación humana con el mover divino para que se llevara a cabo la economía eterna de Dios—1 S. 1:10-20: A. Dios pudo motivar a Ana debido a que ella era una persona que era uno con Él según la línea de la vida; la línea de la vida es el linaje que trae a Cristo para el disfrute del pueblo de Dios, a fin de que sobre la tierra Dios pueda obtener Su reino, el cual es la iglesia como el Cuerpo, el propio organismo del Dios Triuno—Jn. 10:10; Mt. 16:18-19; Ro. 14:17-18; Ef. 1:22-23. B. Mientras Dios logre ganar una persona que sea uno con Él conforme a la línea de la vida, Él podrá realizar algo en la tierra; la oración de Ana nos muestra que el mover de Dios al responder a la oración de Ana tenía como fin producir un nazareo que estaría absolutamente entregado al cumplimiento del deseo de Dios—1 S. 1:19—2:11. V. El profeta Samuel sabía que la obra de Dios en la tierra requería la coordinación de la oración del hombre; por tanto, Samuel les dijo a los hijos de Israel: “Y en cuanto a mí, lejos este de mí que peque yo contra Jehová cesando de orar por vosotros”—1 S. 12:23: A. Samuel fue un nazareo que vivió siempre en la presencia de Dios y entendió el corazón de Dios; por consiguiente, él fue el colaborador de Dios en la tierra. B. Si Samuel no hubiese orado por los hijos de Israel, Dios no hubiese tenido la manera de obrar en ellos; si Samuel no hubiese orado, él habría obstruido la obra de Dios, lo cual habría sido un pecado, una ofensa en contra de Dios. VI. La oración de Nehemías por medio de ayunar produjo que Dios estuviera atado por Su propia palabra—1:4-11: A. En su oración a Dios, Nehemías se basó en la palabra de Dios y oró conforme a ella (vs. 8-9); así que, Dios estaba atado por Su propia palabra. B. Puesto que era una persona que amaba a Dios, Nehemías oraba a Dios para tener contacto con Él en comunión (1:4; 2:4b; 4:4-5, 9); más aún, Nehemías confiaba en Dios e, incluso, llego a ser uno con Dios; como resultado de ello, él llegó a ser un representante de Dios. SEMANA 1 - DÍA 1 He. 7:25 Por lo cual puede también salvar por completo a los que por Él se acercan a Dios, puesto que vive para siempre para interceder por ellos. Gn. 18:17 Y Jehová dijo: ¿Ocultaré Yo a Abraham lo que voy hacer...? 22b Abraham permaneció en pie delante de Jehová. En este mensaje llegamos a otra semilla de la revelación divina sembrada en el libro de Génesis: la semilla de la intercesión. Los primeros diecisiete capítulos de Génesis no relatan ninguna intercesión. Podemos suponer que Melquisedec intercedió por Abraham entre bastidores, pero de ello no existe ninguna constancia escrita. La primera mención explícita de intercesión en la Biblia se encuentra en Génesis 18, donde Abraham fue el primer intercesor. Este relato de intercesión no presenta una semilla simple, pues está bastante desarrollada. En Génesis 18 no tenemos una simple historia de intercesión sino una revelación clara de los principios fundamentales de la intercesión. La intercesión representa algo muy importante en la Biblia. Sin ella, la economía de Dios no puede llevarse a cabo. Ahora el ministerio excelente de Cristo como nuestro Sumo Sacerdote real y divino es un ministerio de intercesión. En Romanos 8:34 y Hebreos 7:25 se nos explica que Cristo intercede por nosotros. La intercesión es tan importante que debemos dedicarle un mensaje completo, en el que abarcaremos primordialmente sus principios fundamentales. El primer principio de la intercesión es que debe concordar con la revelación de Dios (18:17, 2021). La única intercesión útil a los ojos de Dios es la que concuerda con Su revelación. Esto significa que la intercesión apropiada no es iniciada por nosotros sino por Dios en Su revelación. Génesis 18 lo describe claramente... La intercesión gloriosa que Abraham presentó delante de Dios en Génesis 18 no fue la oración que un hombre en la tierra dirige al Dios de los cielos, sino una conversación humana entre dos amigos. Dios bajó de los cielos, se despojó a Sí mismo, y se vistió de la forma de un hombre mortal, y así conversó con Abraham. Finalmente, le indicó a Abraham que Él era el Dios todopoderoso; aun así, siguieron conversando como dos amigos. En esta condición, Abraham estaba preparado y calificado para recibir una revelación del deseo que había en el corazón de Dios. La intercesión es una conversación íntima con Dios basada en la revelación del deseo que hay en Su corazón. Este es el primer principio de la intercesión. Debemos pasar por un largo proceso a fin de cumplir el primer principio fundamental de la intercesión: ser conformados a una revelación íntima del deseo que Dios tiene en Su corazón. Debemos ser disciplinados, circuncidados y aniquilados. Entonces estaremos listos para tener una íntima comunión con Dios. Dios se nos presentará en un nivel humano, y no en un nivel divino, así como lo hizo con Abraham. Suponga que Dios viene a usted de esta manera hoy en día y que usted le sirve una comida y conversa con El cara a cara. ¡Qué maravilloso es conversar con Dios de esta manera! Cuando tenemos comunión con Dios así, no sentimos que estemos hablando con el Dios todopoderoso y majestuoso, sino con otro ser humano. Este es el significado de la intercesión que concuerda con la revelación de Dios. Esta intercesión siempre es íntima, misteriosa y con sobrentendidos. En principio, la intercesión de Abraham por Lot es similar a la intercesión que se lleva a cabo en la iglesia neotestamentaria. En los días de Abraham, el pueblo de Dios se componía de dos familias: la familia de Abraham y la de Lot. Una parte del pueblo de Dios, la familia de Lot, se había trasladado a la ciudad impía de Sodoma. Del mismo modo, algunas personas de la iglesia se han trasladado al mundo. Así como Abraham intercedía por esa parte del pueblo de Dios que se había trasladado a Sodoma, nosotros también debemos interceder por los hermanos y hermanas que se han ido al mundo. La intercesión de Abraham fue la primera que tiene algún parecido con la intercesión que prevalece en la vida de iglesia. Toda intercesión adecuada concuerda con la revelación que sale del corazón de Dios; por eso, debe estar en conformidad con el corazón de Dios. La intercesión no corresponde a la palabra de Dios. Como lo dijimos antes, Dios no mencionó el nombre de Lot, pero Abraham entendió lo que había en el corazón de Dios. Abraham no intercedió según la palabra explícita de Dios, sino conforme a la intención interior del corazón de Dios. La intercesión apropiada siempre debe tocar el corazón de Dios. Mientras Abraham intercedía, Dios estaba contento y podía decir dentro de Sí: “¡Qué bueno es encontrar en la tierra un hombre que conoce Mi corazón!”. (Estudio-vida de Génesis, mensaje 51) SEMANA 1 – DÍA 2 Gn. 18:23 Se acercó Abraham y le dijo: ¿En verdad destruirás al justo con el malvado? 24 Supongamos que haya cincuenta justos dentro de la ciudad: ¿en verdad destruirás y no perdonarás el lugar por amor a los cincuenta justos dentro de él? 25b ¡Lejos este de Ti! El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo? El desafío de Abraham a Dios concordaba con el proceder justo de Dios (18:23-25). Abraham dijo al Señor: “Tú eres el Juez de toda la tierra. ¿Harás eso? No es así como Tú actúas con justicia”. La intercesión apropiada no se basa en el amor de Dios ni en Su gracia, sino en Su justicia. El desafío más grande para Dios no consiste en decirle: “Dios, ¿eres Tú un Dios de amor?”. Si decimos eso, Dios podría contestar: “Sí, soy un Dios de amor, pero amar es asunto Mío. Cuando me siento feliz, amo. Pero si no me siento feliz, no amo. ¿Qué hay de malo en eso?”. No tenemos nada que objetar. Deberíamos decirle a Dios: “Dios, ¿no eres el Justo?”. Si desafiamos a Dios conforme a Su justicia, Dios contestará: “Ciertamente soy justo”. El nunca diría: “Si me siento feliz, seré justo, pero en caso contrario, no lo seré”. ¿Qué clase de Dios sería? Debemos desafiar a Dios sobre la base de Su justicia, porque ésta lo compromete mucho más que Su amor y Su gracia. Dios no tiene ninguna obligación de amar ni de mostrar gracia, pero sí tiene la responsabilidad de ser justo. Nada compromete más firmemente a Dios que Su justicia. Todo buen intercesor sabe que la manera de comprometer a Dios con eficacia consiste en desafiarlo en cuanto a Su justicia. Deberíamos decir: “¿Hará el Juez de toda la tierra semejante cosa?”. Y Dios contestará: “No, puesto que soy justo, nunca haría eso. No obstante, debes presentarme la cantidad suficiente de justos por los cuales perdonar la ciudad. Si me muestras el número de personas que justifica, estaré justificado y seré justo. No destruiré la ciudad”. La debida intercesión nunca ruega a Dios por Su amor, sino que lo desafía conforme a Su justo proceder. Creo que muchos en el recobro del Señor serán introducidos en esa clase de intercesión. Cuando Dios descendió y visitó a Abraham en un nivel humano, buscaba un intercesor. Ahora Dios ha bajado al nivel humano una vez más, no para buscar a un individuo sino a un pueblo corporativo. Creo que dentro de poco habrá un pueblo sobre la tierra exactamente como Abraham, que conocerá el corazón de Dios e intercederá con un desafío en la presencia de Dios. Podemos decirle a Dios: “Señor, ¿no nos has prometido claramente en el Nuevo Testamento que terminarás la buena obra que empezaste?”. Abraham no clamó ni suplicó a Dios que perdonara a Sodoma por amor a Lot, sino que lo desafió. Del mismo modo, no deberíamos llorar ni rogar a Dios sino desafiarlo. Él no quiere escuchar nuestro grito; lo que desea es oír nuestra desafiante intercesión. La intercesión de Abraham reflejó al deseo que Dios tenía en Su corazón con respecto a Lot. Mientras él intercedía conforme al corazón de Dios, su intercesión expresaba espontáneamente el deseo de Dios. La intercesión apropiada siempre expresa el deseo de Dios. Este es otro principio de la intercesión. Si nuestra intercesión es iniciada por haber visto la revelación de Dios en nuestra comunión íntima con El, todo lo que le digamos en nuestra intercesión expresará Su deseo, y será el reflejo de Su intención. La verdadera intercesión no consiste en expresar nuestro deseo sino el deseo de Dios. No se trata de buscar algo conforme a nuestra intención sino de buscar el cumplimiento de la intención de Dios. La intercesión siempre debe llevar a cabo la voluntad de Dios. Dios deseaba rescatar a Lot, pero sin la intercesión de Abraham, no podía llevar a cabo Su voluntad. La debida intercesión siempre prepara el camino para que se cumpla la voluntad de Dios y proporciona los rieles a la locomotora celestial. Dios deseaba rescatar a Lot de Sodoma, pero tenía que encontrar la manera de hacerlo. Así que visitó a Abraham a fin de que éste intercediera por Lot. Abraham ocupaba un lugar muy especial en el corazón de Dios, y Dios podía abrirle Su corazón. Inmediatamente Abraham reflejó el deseo del corazón de Dios en una intercesión desafiante. Esta intercesión fue la expresión del deseo de Dios y el cumplimiento de dicho deseo. Este capítulo no concluye con las palabras de Abraham, sino con las palabras de Dios. Dice el versículo 33: “Y Jehová se fue, luego que acabó de hablar a Abraham; y Abraham volvió a su lugar”. Este es el relato de la intercesión de Abraham. Sin embargo no dice que Abraham hubiera acabado de hablar; dice que el Señor acabó de hablar. La debida intercesión siempre está constituida del hablar de Dios. Aparentemente nosotros estamos hablando; en realidad es Dios quien habla en nuestro hablar. (Estudio-vida de Génesis, mensaje 51) SEMANA 1 - DÍA 3 Éx. 17:11 Cuando alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía; y cuando él bajaba su mano, prevalecía Amalec. 12 Pero las manos de Moisés se cansaban; por tanto, tomaron una piedra y la pusieron debajo de él, y Moisés se sentó sobre ella; y Aarón y Hur sostenían sus manos, el uno de un lado y el otro del otro. Así hubo en sus manos firmeza hasta que se puso el sol. 13Y Josué derrotó a Amalec y a su pueblo a filo de espada. Aunque el Cristo que intercede no necesita que nadie le sostenga las manos, necesitamos que nuestras manos de oración sean apoyadas. Les resulta fácil cansarse. Sabemos que para aniquilar la carne, debemos orar. Pero a menudo nuestras manos se cansan. Por tanto, necesitamos la ayuda de Aarón y de Hur. Aarón, el sumo sacerdote, representa el sacerdocio, y Hur, quien pertenecía a tribu de Judá representa el reinado, El nieto de Hur, Bezaleel, recibió la capacidad de trabajar en los diseños del tabernáculo (31:1-5). Como lo veremos cuando consideremos los últimos capítulos de Éxodo, el tabernáculo, el edificio de Dios, fue construido por el sacerdocio y el reinado. Nuestra oración debe ser sostenida por el sacerdocio y el reinado. A veces nuestras manos de oración se cansan no por la falta de deseo de orar, sino por la falta de incentivo y de aliento. Esto significa que quizá necesitemos un Aarón y un Hur, el sacerdocio y el reinado. El sacerdocio está relacionado con el Lugar santísimo. En nuestra experiencia, el Lugar Santísimo siempre está relacionado con nuestro espíritu. Por tanto, cansarse en oración indica un problema o carencia en nuestro espíritu. Por alguna razón, nuestro espíritu no es agudo, activo, ni positivo con el Señor. Esto obstaculiza nuestra oración. Nuestra experiencia lo confirma. Cuando estamos cansados tratar de orar más. Por lo contrario, debemos ver lo que pasa con nuestro espíritu. En nuestro espíritu, hay una carencia de sacerdocio. Necesitamos a Aarón, al sumo sacerdote, para fortalecer nuestro espíritu. Otra razón de cansancio en la oración es la rebeldía contra el reinado. Si usted dice que no es rebelde, entonces le haré una pregunta acerca de la desobediencia. ¿Puede decir que jamás ha desobedecido al Señor? Por ejemplo, una hermana quizá se sienta restringida por el Señor y mantenida alejada de la tienda, pero ella puede desobedecer e ir allí de todos modos. En el transcurso de un solo día, podemos desobedecer al Señor en muchas ocasiones. Vamos en contra de la autoridad, del reinado, dentro de nosotros. Por lo tanto, debido a la carencia del reinado, nos cansamos fácilmente cuando oramos. Nuestra oración se entorpece también cuando no nos preocupamos por la construcción del tabernáculo. Hur está relacionado con la construcción. De hecho, la meta del libro de Éxodo se relaciona con la construcción del tabernáculo. Hemos señalado que Bezaleel, el nieto de Hur, recibió el don de Dios para obrar en muchos aspectos del tabernáculo. Esto indica que nuestra oración debe hacerse con miras a la edificación de la iglesia. Hoy en día esta es la meta de Dios. Si el propósito de nuestra vida de oración no es la edificación de la iglesia, nuestra oración no durará mucho. Pero si tenemos el sacerdocio y el reinado y nos preocupamos por la construcción del tabernáculo, la iglesia, nuestra vida de oración se cansará. Más bien será apoyada por el sacerdocio y el reinado, y tendrá la edificación de la iglesia como propósito. Luego podremos pelear contra la carne, Amalec, por medio de nuestra oración. En Éxodo 17:12, vemos que Aarón y Hur tomaron una piedra y la pusieron debajo de Moisés, y él se sentó sobre ella. Esto indica que nuestra vida de oración debe tener una base firme. Cuando yo era joven, aprendí a orar, pero mi oración no tenía ninguna base sólida. Pasa lo mismo con muchos cristianos contemporáneos; ellos han aprendido a orar, pero carecen de base firme en su vida de oración. Según el contexto de Éxodo 17, no creo que la base firme para nuestra vida de oración sea Cristo directamente. Más bien creo que la piedra usada como base firme se refiere a nuestra conciencia de que dentro de nosotros mismos somos capaces de sostener una vida de oración. Ese es el reconocimiento del hecho de que necesitamos apoyo. En nuestra vida natural, nosotros como Moisés, no podemos perseverar en oración. Simplemente no podemos orar todo el día. Por tanto, debemos tomar conciencia de nuestra debilidad. Esta conciencia nos da la base firme que necesitamos para nuestra vida de oración. Cuando usted está a punto de orar, debe darse cuenta de que usted no es capaz de orar. Cada persona que ora puede testificar que no se puede llevar una vida de oración sin una base firme. Necesitamos algo sólido que levante nuestra vida de oración. Cuando usted ore, dígale al Señor: “Señor no puedo seguir orando, necesito una base firme para mi oración, y Te tomo a Ti como base”. (Estudio-vida de Éxodo, mensaje 47) SEMANA 1 - DÍA 4 Éx 30:1 Harás asimismo un altar para quemar el incienso; de madera de acacia lo harás. 7 Y Aarón quemará incienso aromático sobre él; cada mañana, cuando arregle las lámparas, lo quemará. 8 Cuando Aarón coloque las lámparas al crepúsculo, lo quemará, un incienso perpetuo delante de Jehová por todas vuestras generaciones. El altar del incienso representa a Cristo como el Intercesor que mantiene la relación entre Dios y Su pueblo (Ro. 8:34; He. 7:25; Ap. 8:3). La manera en que estaba dispuesto el tabernáculo con sus enseres es un cuadro exacto y detallado de la administración de Dios, la economía de Dios, en el universo. Según este cuadro el Arca es el foco, pero en términos prácticos, el altar del incienso ocupa el lugar central. El Cristo intercesor ocupa el lugar central en la ejecución del gobierno de Dios sobre la tierra. Según Ap. 8:3-6, el intercesor no es meramente Cristo el individuo, sino el Cristo corporativo, la Cabeza con el Cuerpo. Cristo —la Cabeza— intercede en los cielos, y la iglesia —el Cuerpo— intercede en la tierra (1 Ti. 2:1). En Éxodo, el altar del incienso es revelado después del tabernáculo con su mobiliario y después del equipamiento del sacerdocio. Esto indica que el servicio sacerdotal comienza en el altar del incienso, donde las oraciones de intercesión son ofrecidas a Dios (Lc. 1:10). El altar de incienso es el lugar desde el cual son motivadas todas las otras actividades que ocurren en los otros lugares del tabernáculo. No es meramente un mueble en el pasadizo del tabernáculo; más bien, puede ser comparado al motor que impulse la operación de todas las otras piezas. Por tanto, en nuestra experiencia del tabernáculo (véase la nota 43 de He. 9), el altar del incienso destaca como punto que marca un giro; dicho altar hace que todos los aspectos del tabernáculo y del atrio se vuelvan eficaces en términos de nuestra experiencia. La oración de intercesión también motiva a otros a acudir a Cristo en el altar del holocausto, en el lavacro, en la mesa, en el candelero y en el Arca que está en el Lugar Santísimo. Según Ap. 8:3, el altar del incienso está directamente frente al trono de autoridad de Dios, que también es el trono de la gracia (véase la nota 22 de Ap. 4). La oración ofrecida en el altar del incienso, oración que es ofrecida en Cristo y con Él como incienso (véase la nota 71 [de Éxodo 30]), gobierna la impartición de gracia hecha por Dios y motiva la ejecución de la administración divina. Por tanto, esta oración gobierna el universo. (Éxodo 30:1, nota 1) Si no fuera por el altar del incienso, nadie se acercaría al altar del holocausto. Nadie se arrepentirá ni confesaría sus pecados. La oración que se eleva en el altar del incienso es la que motiva a los pecadores a ir al altar del holocausto. Debido a que alguien hizo esta oración, un día nos arrepentimos. ¿Por qué se arrepiente uno? Porque el altar del incienso, la cede del gobierno celestial, le envió un mensaje que lo hizo arrepentirse. Por lo tanto, sin el altar del incienso, el altar del holocausto no tendría función, y nadie se arrepentiría. Tal vez algunos tengan la experiencia del arrepentimiento, pero quizás no hayan sido regenerados aún. Por lo tanto, se necesita más oración en el altar del incienso. Ya sea Cristo como la Cabeza o la iglesia como el Cuerpo deben orar así, “Oh Padre, mira a estas personas. Ellas se han arrepentido, pero no han sido regeneradas. Padre, perdona sus pecados y regenéralos”. Como resultado de todas estas oraciones, otros serán motivados a ir al lavacro. Querrán ser sumergidos en el lavacro y dentro del Espíritu.... En la sede de gobierno celestial se ofrece oración continuamente, no sólo para que los creyentes sean nutridos mediante la Palabra, sino para que también sean alumbrados. Se tiene contacto con la luz después de la mesa de los panes de la proposición. En el Lugar Santo primero vamos a la mesa para ser nutridos y después vamos al candelero para ser alumbrados. La secuencia es la misma en el Evangelio de Juan. En Juan 6 tenemos el pan, y en Juan 8 tenemos la luz. Cuando somos alimentados, recibimos la luz. Sin embargo, si los santos quieren ser alimentados y alumbrados, deben ofrecer oración en el altar del incienso con este propósito. Después de ser alimentados e iluminados en el Lugar Santo, debemos entrar en el Lugar Santísimo a fin de tener contacto a Dios. El recobro del Señor no se concentra en llevar a cabo una labor; sino en ser el testimonio de Dios. Ciertamente no estamos laborando en el campo; sino en el Lugar Santísimo como testimonio. No obstante algunas de las iglesias no han entrado al Lugar Santísimo para tener contacto con el testimonio de Dios. Más bien, todavía se encuentran en el Lugar Santo junto a la mesa de los panes de la proposición, por eso necesitan más oración. Me preocupan quienes se detienen en la mesa y que no han pasado al Lugar Santísimo para tocar el centro del tabernáculo, el testimonio de Dios. Se necesita más oración al respecto. Tengo la certeza de que este tipo de oración se está ofreciendo en el altar del incienso. (Estudio-vida de Éxodo, mensaje 147) SEMANA 1 - DÍA 5 1 S. 1:10 Ella, con amargura del alma, oró a Jehová y lloró mucho. 11 E hizo voto, diciendo: Oh Jehová de los ejércitos, si miras la aflicción de Tu sierva, te acuerdas de mí y no te olvidas de Tu sierva, sino que das a Tu sierva un hijo varón, yo lo daré a Jehová por todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza. En [1 Samuel] 1:1-20 se habla del origen de Samuel. No debemos pensar que Samuel nació simplemente de su padre Elcana; en realidad, él provino de la economía de Dios. Dios tenía Su economía eterna, pero la realización de ésta se había estancado. Él había ordenado que los descendientes de Aarón fuesen los sacerdotes que llevaran a cabo Su economía, pero el sacerdocio se había deteriorado y había perdido su eficacia. Así que, en el corazón de Dios había el deseo de obtener a alguien que reemplazara ese sacerdocio. Con este propósito, Dios unió en matrimonio a Elcana y a Ana. Elcana tenía dos mujeres, y por la soberanía divina su segunda mujer, Penina, tuvo hijos, pero Ana no. Además, “su rival la irritaba, enojándola y entristeciéndola, porque Jehová no le había concedido tener hijos” (v. 6). Esto obligó a Ana a orar desesperadamente, pero no por su propio beneficio, sino por el de Dios. Ella prometió a Dios que si le daba un hijo varón, se lo regresaría mediante el voto del nazareato. A Dios le agradó la oración de Ana y su promesa, y le concedió su petición. Ana concibió, y dio a luz un hijo, y le llamó Samuel. Con esto vemos que el verdadero origen de Samuel no es el hombre, sino Dios, quien soberana y secretamente actuaba en Su pueblo. Esta pareja cooperaba con el mover de Dios para el cumplimiento de Su economía. Elcana y Ana no actuaban por sí solos; ellos eran movidos por el que los inducía, por la persona divina que operaba en ellos de forma secreta. Bajo el arreglo soberano de Dios, Ana se encontraba oprimida en su alma por la carga que sentía en su espíritu, la cual anhelaba presentar a Jehová. Este era el mover de Dios. Debido a que Él se movía en Ana, ella no tuvo paz hasta que oró a Dios pidiéndole un hijo. El Dios soberano, continuó obrando en ella y motivándola para que orara. A pesar de que Elí, quien estaba a cargo del servicio de la casa de Dios, no la entendió, Ana, en su oración, cooperaba con el mover de Dios. Dios pudo motivar a Ana porque ella era uno con Él al permanecer en la línea de la vida. Mientras que Dios pueda obtener una persona así, Él puede efectuar Su propósito en la tierra. Espero que aunque sea algunos de nosotros seamos las Anas de hoy y digamos: “Señor, si tienes algo en Tu corazón que deseas realizar, heme aquí. Quiero permanecer en la línea de la vida para cumplir Tu economía”. Si hacen esto, tengo la plena certeza de que Dios actuará por medio de ustedes. Él vendrá a ustedes y los motivará. Dios necesita muchas “Anas” que puedan producir los “Samueles” que cambien la era. El origen de Samuel fue su madre, quien era una persona que buscaba a Dios y oraba (vs. 9-18). La oración de ella era un eco de lo que estaba en el corazón de Dios. Su oración proporcionaba la cooperación humana al mover divino para que se efectuara la economía eterna de Dios. No debemos seguir ofreciendo oraciones viejas y formales. Más bien, debemos orar algo que haga un eco a lo que está en el corazón de Dios; o sea, lo que digamos en nuestra oración debe ser exactamente lo que Dios desea expresar. Orar de esta manera es expresar lo que hay en el corazón de Dios. La oración de Ana fue así. Dios deseaba obtener a Samuel, pero necesitaba que Ana cooperara con Él y se lo pidiera, diciéndole: “Señor, necesito un hijo”. Esta oración era muy humana, pero cooperaba con el mover divino que cumplía la economía de Dios. Hablando en términos específicos, el origen de Samuel fue el resultado del Dios que induce y Su respuesta a la oración de la madre de Samuel (vs. 19-20). Después de una oración como la que ofreció Ana, fue muy fácil que Dios actuara, pues la cooperación del hombre facilitó Su propósito. El Dios que actúa contestó la oración de la madre de Samuel en conformidad con Su deseo e intención relacionados con Su mover entre Sus escogidos. Lo que Dios hizo en respuesta a la oración de Ana mantiene el principio de que Dios necesita que el hombre coopere con Él para llevar a cabo Su economía. Este es el principio de encarnación. (Estudio-vida de Samuel, mensaje 2) SEMANA 1 - DÍA 6 1 S. 12:23 Y en cuanto a mí, lejos esté de mí que peque yo contra Jehová cesando de orar por vosotros. Neh. 1:4 Cuando oí estas palabras, me senté y lloré, e hice duelo por algunos días; y ayuné y oré delante del Dios de los cielos, 5 y dije: Te ruego, Oh Jehová, Dios de los cielos... 6a esté atento Tu oído y abiertos Tus ojos para oír la oración de Tu siervo, que hago ahora delante de Ti día y noche... Samuel fue fiel a Dios, y actuó en conformidad con lo que había en el corazón y la mente de Dios. Todo su ser, sus acciones, su vida y su obra, concordaban con Dios. El ser de Samuel y el corazón de Dios eran uno solo. Por esta razón no exageramos cuando decimos que Samuel, un hombre conforme a Dios, era Dios mismo actuando en la tierra. Lo único que ocupaba sus pensamientos era lo que estaba en la mente de Dios. Él no tenía ningún otro pensamiento, ninguna otra consideración. El objetivo de su vida y su obra era realizar todo lo que había en el corazón de Dios. Esto lo capacitó para cambiar la era. […]Samuel ministró como hombre de oración. Samuel oró para que los hijos de Israel fueran preservados en el camino de Dios, que fueran uno con Él, que no cayeran en el lazo de los ídolos paganos, sino que disfrutaran a Dios como Eben-ezer, que significa: “piedra de ayuda”. “Tomó luego Samuel una piedra y la puso entre Mizpa y Sen, y le puso por nombre Eben-ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová” (7:12). Samuel oró por los elegidos de Dios, pidiendo que se cumpliera el deseo de la voluntad de Dios para con ellos. Hasta ahora Dios nos ha ayudado, pero ¿por qué nos ha ayudado? Nos ha ayudado para que se cumpla Su deseo. Debemos darnos cuenta de que toda la ayuda que Dios nos brinda tiene como fin que Él cumpla Su economía, la cual consiste en edificar el Cuerpo de Cristo. Hoy nosotros estamos disfrutando la bendición de participar en este cumplimiento. Para Samuel, cesar de orar por los elegidos de Dios era pecar contra Jehová (12:23). Nosotros también debemos orar por el pueblo de Dios. En particular, los ancianos y colaboradores deben orar por las iglesias todos los días. Dios reconoció ante Jeremías que Samuel, al igual que Moisés, era un hombre que estaba delante de Él por causa de Su pueblo (Jer. 15:1). Moisés fue un sacerdote, un profeta (Dt. 18:15, 18) y un juez que siempre oró por el pueblo de Dios. Con Samuel sucedió lo mismo. En el Antiguo Testamento, sólo Moisés y Samuel fueron aptos para participar plenamente en el oficio de sacerdote, de profeta y de juez. (Estudio-vida de 1 y 2 Samuel, mensaje 5) En su ayuno y oración (vs. 4-11), Nehemías primero alabó a Dios por lo que Él es, lo alabó por guardar Su pacto y por Su benignidad para con los que le aman y guardan Sus mandamientos (v. 5). Luego, confesó los pecados de los hijos de Israel (vs. 6-7) y pidió a Dios que recordara Su promesa dada a Moisés, de que volvería del cautiverio a Su pueblo, aun desde los confines del cielo, al lugar de Su morada (v. 8-9). Nehemías se basó en la palabra de Dios y oró conforme a ella. Así que, Dios estaba comprometido por Sus propias palabras. Nehemías pidió a Dios que oyera su oración y la de los que se deleitaban en temer Su nombre, y que lo prosperara y le concediera hallar gracia delante de Artajerjes rey de Persia (vs. 10-11a). Nehemías amaba a Dios y se preocupaba por los intereses de Dios con respecto a Su economía. Estos intereses incluían la buena tierra, el templo y la ciudad de Jerusalén, las cuales eran muy queridas para Nehemías. A pesar de ser una persona ordinaria, sin el rango de rey o de capitán en el ejército, él cuidó de los intereses de Dios sobre la tierra. Nehemías siempre oraba a Dios para tener comunión con Él. Cuando oyó que el pueblo sufría en Jerusalén y que el muro de Jerusalén estaba derribado y sus puertas quemadas, él lloró, se lamentó, ayunó y oró (1:2-4). En el versículo 11, Nehemías ora, declarando: “Te ruego, oh Jehová, esté ahora atento tu oído a la oración de tu siervo, y a la oración de tus siervos, quienes desean reverenciar tu nombre; concede ahora buen éxito a tu siervo, y dale gracia delante de aquel varón”. Nehemías oraba para hallar gracia delante del rey. Cuando el rey le preguntó cuál era su petición, Nehemías “oró al Dios del cielo” (2:4). Además, Nehemías era una persona que confiaba en Dios y era uno con Él. Dios puso encomiendas sobre sus hombros, y él confió en Dios para realizarlas. Nehemías sabía que la mano buena de Dios estaba sobre él (vs. 8, 18), así que le pidió que se acordara de él (5:19; 13:14, 31), lo cual indica que confiaba en Dios y era uno con Él. (Estudio-vida de Nehemías, mensajes 1 y 5) (Los bosquejos y porciones del ministerio en este avivamiento matutino se tomaron de varios mensajes dados en conferencias y entrenamientos, junto con otros libros por Witness Lee. Todo lo que se menciona aquí es publicado por Living Stream Ministry, Anaheim, CA. Todos los derechos reservados).