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QUINTA CATEQUESIS
ENVIDIA - MENTIRA - DESOBEDIENCIA - MUERTE
GENESIS 3, 1 – 13
En la catequesis anterior hemos dejado al hombre y a la mujer llenos de felicidad, pletóricos de
amor y armonía cuidando, como señores, de todas las riquezas de la creación y deshaciéndose en
alabanzas a Dios por haberles hecho a su imagen y semejanza y haberles colocado con una misión
que es la más sublime que puede tener una criatura: Proclamar la Bondad de su creador.
Pero esa situación no iba a durar mucho tiempo; tanta belleza y hermosura estaba expuesta a la
envidia de otra criatura, que, aunque había sido creada mucho más hermosa y sublime que el
hombre, había caído en la tentación de querer sustituir a Dios: El Ángel del Mal, el que, al
comprender lo grandioso y bello que era, creyó que podía compararse con su creador. Por su
pecado no fue expulsado de un Paraíso, sino del mismo cielo por sus compañeros angélicos.
A este ángel del mal y la desobediencia, de la envidia y la mentira, Dios le ha asignado una misión:
Tentar al hombre para que éste pueda crecer en el amor a su Dios y Señor sin dejarse engañar por
el Satán o tentador.
Entonces, estando Adán y Eva en el Paraíso felices, Dios permite al tentador que pruebe a su
creatura predilecta a la que había constituido a su imagen y semejanza. Y el Demonio se le
presenta a la mujer enroscado, bajo la apariencia de una serpiente, al tronco del árbol del jardín
del que justamente no debían comer de sus frutos. La serpiente escurridiza le llega a la mujer y le
susurra al oído: “¿Es cierto que Dios le ha prohibido comer de ningún árbol?” Y la mujer le aclara:
“sólo del árbol que está aquí en el centro del jardín; porque, si comemos, moriremos”. La
serpiente, con toda picardía, le dice a la mujer: “¡No! Dios sabe que si comen serán como dioses,
conocedores del bien y el mal”.
En ese breve diálogo se presentan algunos aspectos que son muy importantes para la vida de los
hombres que deseen ser felices y vivir dentro de los planes de Dios. En primer lugar podemos
darnos cuenta de la mentira tan descarada de la serpiente: “…No comer de ninguno…” era una
mentira demasiado evidente como para que la mujer cayera en ella; pero eso era lo que el
tentador quería provocar: que la víctima se confiara y se dejara seguir metiendo en nuevas
mentiras más sofisticadas. Y así fue: A continuación el tentador o serpiente maligna les asegura
que Dios les tiene envidia y miedo y que Él sabe que si ellos comen del fruto serán como Dios.
Para nada les hace mención de la muerte como consecuencia de la mordida, sino que eso a la
serpiente tentadora le trae sin cuidado; es más, le agrada que mueran.
Una vez picados en la curiosidad, la fruta que no les había llamado nunca la atención, ahora se
convierte en una fruta exquisita por su color y aroma; es una fruta buena hasta para alcanzar
sabiduría; ¡es lo máximo! Y comieron: Primero la mujer y esta se la pasa al hombre que también
come.
Así es siempre la tentación y el pecado: Todos deseamos imponer nuestra opinión, nuestra
voluntad; todos creemos que lo importante es ser como dioses, es decir, poderosos y hasta
caprichosos; sin tener que dar cuentas a nadie; lo importante es el poder, el dinero y el
conocimiento; lo importante es ser superiores a los demás.
A continuación hagan la Lectura del Génesis 3,1 – 13, el comentario en familia y concluyen con
el
Salmo 50
TODOS: Misericordia, Dios mío, por tu bondad
Papá o Mamá:
Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo
mi delito, limpia mi pecado. Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces.
TODOS: Misericordia…
Papá o Mamá:
En la sentencia tendrás razón, en el juicio resultarás inocente. Mira, en la culpa nací, pecador me
concibió mi madre. Te gusta un corazón sincero y en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame
con el hisopo: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve.
TODOS: Misericordia…
Papá o Mamá:
Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado tu
vista, borra en mí toda culpa. Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con
espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.
TODOS: Misericordia…
Papá o Mamá:
Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso: enseñaré a los
malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti. Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios, Salvador
mío, y cantará mi lengua tu justicia. Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu
alabanza.
TODOS: Misericordia…
Papá o Mamá:
Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es un
espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias. Señor, por tu
bondad, favorece a Sion, reconstruye las murallas de Jerusalén: entonces aceptarás los
sacrificios rituales, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar se inmolarán novillos
TODOS: Misericordia, Señor, por tu bondad.
Finalizan la reunión de oración con el Padre Nuestro y el abrazo de Paz.