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INVOCAR EL NOMBRE DEL SEÑOR
Invocar el nombre del Señor es la manera más fácil, rápida y práctica de ejercitar y tocar nuestro
espíritu para mantenerlo fuerte. Comenzamos nuestra vida cristiana invocando: “Y sucederá que
todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo” (Hch. 2:21). “Ahora, pues, ¿por qué te
detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando Su nombre” (Hch. 22:16). ¡Que
invoquemos continuamente Su nombre para ser salvos! (Ro. 10:13).
Invocar Su nombre en el Antiguo Testamento
Testamento
[La práctica de invocar al Señor comenzó en la tercera generación del linaje humano, con Enós, el
hijo de Set (Gn. 4:26), y la historia de esta práctica continúa a través de toda la Biblia, con
Abraham (Gn. 12:8), Isaac (Gn. 26:25), Moisés (Dt. 4:7), Job (Job 12:4), Jabes (1 Cr. 4:10), Sansón
(Jue. 16:28), Samuel (1 S. 12:18), David (2 S. 22:4), Jonás (Jon. 1:6), Elías (1 R. 18:24) y Jeremías
(Lm. 3:55). Los santos del Antiguo Testamento no sólo invocaron al Señor, sino que además
profetizaron que otros también invocarían Su nombre (Jl. 2:32; Sof. 3:9; Zac. 13:9). Aunque
muchos están familiarizados con la profecía de Joel respecto al Espíritu Santo, pocos han
prestado atención al hecho de que invocar el nombre del Señor es un requisito para recibir al
Espíritu Santo que ha sido derramado. Por una parte, Joel profetizó que Dios derramaría Su
Espíritu; por otra, profetizó que las personas invocarían el nombre del Señor. Esta profecía se
cumplió en el día de Pentecostés (Hch. 2:17a, 21). Para que Dios se derrame sobre nosotros, es
necesario que cooperemos invocándole.]
Invocar el nombre del Señor fue una práctica de los creyentes del Nuevo Testamento desde el
día de Pentecostés (Hch. 2:21). Mientras Esteban estaba siendo apedreado, él invocaba el
nombre del Señor (Hch. 7:59). Los creyentes del Nuevo Testamento invocaban al Señor
constantemente (Hch. 9:14; 22:16; 1 Co. 1:2; 2 Ti. 2:22). Saulo de Tarso recibió autoridad de los
principales sacerdotes para prender a todos los que invocaban el nombre del Señor (Hch. 9:14).
Esto indica que los primeros santos invocaban incesantemente a Jesús. El hecho de que invocaran
el nombre del Señor era una señal o marca de que eran cristianos. Si llegamos a invocar el
nombre del Señor de esta manera, esta práctica nos marcará como creyentes.
En la epístola a los Romanos, el apóstol Pablo dio mucho énfasis al asunto de invocar al Señor. El
dijo: “Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo Señor es Señor de todos y es
rico para con todos los que le invocan; porque: Todo aquel que invoque el nombre del Señor,
será salvo” (Ro. 10:12-13). Pablo también habló de invocar al Señor en 1 Corintios, cuando
escribió las palabras: “Con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor
Jesucristo, Señor de ellos y nuestro” (1 Co. 1:2). Más aún, en 2 Timoteo le dijo a Timoteo que
siguiera las cosas espirituales con los que de corazón puro invocaban al Señor (2 Ti. 2:22). En
todos estos versículos vemos que en el primer siglo los cristianos practicaban diariamente el
invocar el nombre del Señor. Así que, a lo largo de todo el Antiguo Testamento, como también
en los primeros días de la era de la iglesia, los santos invocaban el nombre del Señor. ¡Cuán
lamentable es que la mayoría de los cristianos lo haya descuidado durante tanto tiempo!
Creemos que hoy el Señor quiere recobrar el invocar Su nombre y hacer que lo practiquemos de
nuevo, para que así disfrutemos las riquezas de Su vida.
El propósito de invocar Su nombre
¿Por qué necesitamos invocar el nombre del Señor? El hombre necesita invocar el nombre del
Señor para ser salvo (Ro. 10:13). Orar en silencio sí ayuda a las personas a ser salvas, pero no de
una manera tan rica. Pero invocar en voz alta, les ayuda a ser salvos de una forma más rica y más
completa. Por eso, debemos animar a las personas a que abran su ser e invoquen el nombre del
Señor Jesús. El salmo 116 dice que podemos participar de la salvación del Señor al invocarle:
“Tomaré la copa de la salvación, e invocaré el nombre de Jehová” (v. 13). En este salmo, se
menciona cuatro veces el invocar al Señor (vs. 2, 4, 13, 17). Como vimos anteriormente, la manera
de sacar agua de los pozos de la salvación es invocar el nombre del Señor (Is. 12:2-4). . “Invocad
Su nombre ... Clama y grita de júbilo...” (Is. 12:4, 6). Pruebe esto, grite ante El. Si usted nunca ha
gritado lo que el Señor es para usted, pruébelo. Cuanto más grite: “¡Oh, Señor Jesús, eres tan rico
para mí!”, más liberado será de su yo y más lleno estará del Señor. Miles de santos han sido
liberados y enriquecidos al invocar el nombre del Señor.
La manera de invocar Su nombre
¿Cómo debemos invocar al Señor? Debemos invocarle de corazón puro (2 Ti. 2:22). Nuestro
corazón, el cual es la fuente de donde proviene nuestro invocar, debe ser puro, sin buscar otra
cosa excepto al Señor mismo. También debemos invocar con labios puros (Sof. 3:9). Debemos
vigilar lo que decimos, pues nada contamina tanto nuestros labios como hablar indebidamente.
Si nuestros labios son impuros, por causa de haber hablado indebidamente, nos será difícil
invocar al Señor. Además de un corazón puro y unos labios puros, requerimos abrir nuestra boca
(Sal. 81:10). Necesitamos abrir ampliamente nuestra boca para invocar al Señor. Más aún,
necesitamos invocar al Señor corporativamente, como Su Cuerpo. En 2 Timoteo 2:22 dice: “Huye
de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón puro
invocan al Señor”. Necesitamos reunirnos con el propósito de invocar el nombre del Señor.
Salmos 88:9 dice: “Te he llamado, oh Jehová, cada día”. Así, debiéramos invocar diariamente Su
nombre. Además, Salmos 116:2 dice: “...por tanto, le invocaré en todos mis días”. Mientras que
vivamos, debemos invocar el nombre del Señor.
La necesidad de mantener esta práctica
práctica
Invocar el nombre del Señor no es simplemente una doctrina; es una práctica de vida.
Necesitamos practicarlo diariamente y a cada momento. Nunca deberíamos detener nuestra
respiración espiritual. Esperamos que muchos más del pueblo del Señor, especialmente los
nuevos creyentes, comiencen a ponerlo en práctica. Hoy en día muchos cristianos han
descubierto que pueden conocer al Señor y ser introducidos en el poder de Su resurrección, que
pueden experimentar Su salvación espontánea y andar en unidad con El, al invocar Su nombre. En
cualquier situación, en cualquier momento, simplemente invoque: “¡Señor Jesús, oh Señor Jesús!”
Si lo practica, descubrirá que ésta es una manera maravillosa de disfrutar de las riquezas del
Señor.]Por medio de esta práctica tan placentera, nuestro espíritu será fortalecido de modo que
experimentamos la vida divina cada día. Y el resultado será que creceremos en vida.