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ITINERARIO ESPIRITUAL COMPLETO:
“Hemos encontrado al Mesías”… quiero lio
(Jn 1, 42) [Jn1, 35-42(43)
Momento 1:
“¿Qué buscáis?”
Motivación.
Se bienvenido a esta peregrinación, como pasa el
tiempo, pero ya está aquí… ya ha comenzado la
peregrinación a Guadalupe. Tal vez sea tu primera vez
o tal vez lleves a tus espaldas un gran número de
“Guadalupes”, pero lo importante es que estás aquí,
has venido y ya que estás…. Que sea para algo,
porque venir pa´ na´ es tontería.
Podría darte la bienvenida con muchas y preciosas
palabras, pero prefiero que te la de una persona muy
especial, un regalo que Dios no ha hecho el pasado
curso, este regalo se llama Francisco, mira como él te
da la bienvenida:
“Estos jóvenes provienen de diversos continentes,
hablan idiomas diferentes, pertenecen a distintas
culturas y, sin embargo, encuentran en Cristo las
respuestas a sus más altas y comunes aspiraciones, y
pueden saciar el hambre de una verdad clara y de un
genuino amor que los una por encima de cualquier
diferencia. Cristo les ofrece espacio, sabiendo que no
puede haber energía más poderosa que esa que brota
del corazón de los jóvenes cuando son seducidos por
la experiencia de la amistad con él”. (Discurso de
Bienvenida Rio)
Sí, el Señor te ha traído aquí, junto a tantos
jóvenes de lugares muy distintos, de todas partes de
nuestra diócesis, y os ha traído porque hay algo que
os une, vuestro más fuerte y profundo deseo: ser feliz,
saciarte de la verdad y el amor de Cristo.
Eres joven y por eso tienes una gran energía,
tienes dentro de ti la fuerza para cambiar el mundo, el
papa confía en ti…. Pero para poder poner el mundo
patas arriba, para poder armar un buen lio… necesitas
prepararte, necesitas un tiempo y un espacio
especiales, un tiempo y un espacio que Jesús te
quiere regalar… eso es Guadalupe. Un tiempo, unos
días distintos, lejos de nuestra casa, preocupaciones,
instituto, para acrecentar tu amistad con Cristo una
amistad que te hace auténtico. Pero en Guadalupe,
vas a encontrar un lugar, un espacio donde
descansar, donde cargar las pilas, donde prepararte
de verdad: el Inmaculado Corazón de María, ella te
espera, te ofrece este espacio singular.
¿Quieres de verdad, aprovechar este tiempo y este
espacio que Jesús te ofrece? Sea cual sea tu
respuesta quiero que recuerdes conmigo un pasaje
precioso del evangelio de san Juan, aquel relato que
nos cuenta la historia de dos discípulos de san Juan
bautista: Andrés y Juan. El bautista les señala al
Mesías y ellos se dirigen hacia Jesús, el Cordero de
Dios, ellos se ponen en camino. El papa te ha
señalado también u lugar: el Corazón de María, y por
lo que veo también te has puesto en camino como
ellos. Ellos van buscando algo o mejor dicho a
alguien… cuando uno se pone en camino hacia Jesús,
recibe esta pregunta: ¿Qué buscas?
Hoy también, en esta tarde, a ti, peregrino que te
has puesto en camino, Cristo te hace esta pregunta:
¿Qué buscas? ¿Qué esperas de estos días? ¿Qué te
ilusiona de verdad? ¿Qué llena tu corazón de alegría?
Sólo hay una persona que puede llenar tu corazón de
verdad. Abre tu corazón, dale una oportunidad a María
y deja que ella te ilusione de verdad, déjala que ella dé
verdadero sentido a tu vida. Ponte en camino hacia
ella, te hará libre de verdad.
“Sé que ustedes no quieren vivir en la ilusión de
una libertad chirle que se deja arrastrar por la moda y
las conveniencias del momento. Sé que ustedes
apuntan a lo alto, a decisiones definitivas que den
pleno sentido. ¿Es así, o me equivoco? ¿Es así?
Bueno, si es así hagamos una cosa: todos en silencio,
miremos al corazón y cada uno dígale a Jesús que
quiere recibir la semilla. Dígale a Jesús: Mira Jesús las
piedras que hay, mirá las espinas, mirá los yuyos,
pero mirá este cachito de tierra que te ofrezco, para
que entre la semilla. En silencio dejamos entrar la
semilla de Jesús. Acuérdense de este momento. Cada
uno sabe el nombre de la semilla que entró. Déjenla
crecer y Dios la va a cuidar”. (Vigilia Jóvenes Rio)
Preguntas:
1.- En tu día a día ¿qué buscas? ¿qué esperas del
Instituto? ¿Qué buscas en tus amigos, en tu familia?
En este momento de tu vida ¿Dónde encuentras la
felicidad? ¿Dónde la buscas?
2.- Guadalupe ha comenzado, ¿qué has venido a
buscar? ¿qué esperas de estos días?
3.- Andrés y Juan, descubrieron que Cristo daba
sentido a su vida, les motivaba a vivir, en definitiva les
hacía realmente feliz ¿Crees que Cristo puede hacerte
feliz? ¿lo has intentado alguna vez?¿qué crees que ha
podido fallar?
4.- El Señor, te ha creado para algo ¿qué crees que el
Señor espera de tí? A Andrés y a Juan los hace
discípulos ¿Eres capaz de compartir esta alegría de
Cristo? ¿Qué es lo que más te cuesta?
Momento 2 (Adolescentes):
“Maestro ¿Dónde vives?” “El Pecado”
Hay una pregunta que en esta mañana te tienes
que hacer ¿Sabes dónde vives realmente? ¿Eres feliz
realmente? Pregunta real: ¿Dónde vives? Algunos
pueden llegar a contestar: En casa de mis viejos, sólo
como con ellos, pero ahí estoy, me dan de comer, me
dan algunas perras y voy tirando por la vida.
A algunos les puede parecer un escándalo, pero
ésta es la vida misma, y no me refiero a que llamemos
viejos a nuestros padres o busquemos sólo
aprovecharnos de ellos en nuestra vida. Pero si tú hoy
paras y piensas, puedes llegar a descubrir que tu vida
se parece un poco a esa vida, que es lo que llaman
pecado.
¿Qué es el pecado?
Es vivir sin alcanzar el ideal de tu vida, la meta de
la felicidad, y esa felicidad la buscamos engañando
nuestro corazón con otras cosas: felicidad aparente,
falsa alegría, tristeza final, apariencias.
El pecado en el fondo es no compartir con Dios la
eternidad. El pecado nos hace vivir fuera de los planes
de Dios y por lo tanto nos hace tender a lo fácil, lo
cómodo, lo bajo del mundo.
Esto que no es una aspiración en la vida sino todo lo
contrario, tiene una meta en sí mismo, mi mal
personal, y el mal para los demás.
De este modo tal vez entiendas el ejemplo del que
hablábamos antes, es una vida sin ideal sin meta:
“Voy tirando”, es una vida en la que no existe una
felicidad auténtica. “Ahí estoy”, es una vida de una
felicidad aparente. “Me dan algunas perrillas”; una vida
triste donde las haya: “sólo como con ellos”.
Párate de nuevo: ¿Has leído bien? ¿También tú
utilizas estas mismas palabras o las piensas? “Voy
tirando”, “Ahí estoy”, “Me dan algunas perrillas para ir
tirando” “Mi relación con mis padres se limita a comer
con ellos”. Tal vez para una gran mayoría estas
palabras las utilicemos en muchas ocasiones. Si esto
es así, ten por seguro que tu vida puede estar jugando
con el pecado. Y esto no es un juego porque es tu
vida.
Esto es el pecado. ¡El pecado existe! Es algo real
en tu vida y en el mundo de hoy. Por ello el mundo no
sonríe, le falta alegría, le falta aspiraciones
verdaderas, le falta: ¡un ideal!
¡Pero no te deprimas! Igual que existe el pecado,
existe una solución contra el pecado: es el amor de
Dios. La palabra contraria al Pecado es la
Misericordia: es el celo que tiene Cristo por salvarte y
que le movió a subir a la cruz.
Dios te ama desde toda la eternidad y desde la
cruz te redimió contando con tu pecado. Él no se
asusta de nuestro corazón aunque no se vea con sitio
en él y aunque en muchas ocasiones podamos
asustarnos de nosotros mismos de lo oscuro que está.
No existe nada en nuestra vida que el Señor no
pueda perdonar. Ahora bien, tú le debes dejar que te
perdone y recibir ese perdón que tanto necesitas para
ser feliz.
La auténtica felicidad se construye desde la
misericordia y el perdón de Dios, porque sólo
sabiéndose amado tras el pecado uno descubre su
meta y su fin: ¡Amar y dejarse amar! Éste es un
auténtico ideal.
Felicidades si abres los ojos, porque Dios no te
quiere ver así, en el pecado que te engaña, sino que
te quiere hacer feliz. ¿Te dejas? ¿Te das cuenta
dónde estás metido? ¿Sabes dónde vives ya? ¿Sabes
dónde quieres vivir a partir de ahora?
Momento 2 (Jóvenes)
“Maestro ¿Dónde vives?” “El Pecado”
“Cuando era niño y oí hablar por primera vez de la
mancha del pecado original, mi mente infantil
imaginaba ese pecado como un gran borrón negro en
el alma. Había visto muchas veces manchas en
manteles, ropa y cuadernos; manchas de café, moras
o tinta, así que me resultaba fácil imaginar un feo
manchón negro en una bonita alma blanca. Al crecer,
aprendí (como todos) que la palabra mancha aplicada
al pecado original es una simple metáfora.
Dejando aparte el hecho de que un espíritu no
puede mancharse, comprendí que nuestra herencia
del pecado original no es algo que esté sobre el alma
o dentro de ella. Por el contrario, es la carencia de
algo que debía estar allí, de la vida sobrenatural que
llamamos gracia santificante. En otras palabras, el
pecado original no es una cosa, es falta de algo, como
la oscuridad es falta de luz”.
La fe explicada. L. J. Trese.
¿Qué te falta para vivir de verdad?
Preguntas a un niño: ¿Qué necesitas para
vivir? Papá y Mamá ¿Y qué más? Mis hermanos ¿Y
que más? Mis primos y amigos ¿Y dónde vives? En mi
casa, con mi perro, con el coche rojo de Papá, los
macarrones de Mamá, los juguetes de mi hermano…
esta respuesta de un niño muestra que en el fondo del
hombre está el deseo de ser amado por los demás y
de tener un lugar donde dejarse amar y amar a los
otros.
Dos cosas son importantes para que hoy quieras
vivir de verdad:
+ Necesito a Dios, no necesito su ausencia.
Nos dice el evangelio que los dos discípulos
seguían a Juan el Bautista, buscaban llenar su
corazón con algo o con alguien que les diese plenitud.
Para ello ese seguir a Juan el Bautista, les hizo
encontrarse con Cristo y desde ese encuentro Dios
ocupó un lugar importante en su vida, el primero y
principal.
¿Qué es el pecado? Es poner otras cosas en el
centro de mi vida y por lo tanto lograr la ausencia de
Dios en lo principal y poco a poco en lo menos
importante, hasta que no queda rastro de Él en
nuestra propia existencia.
Cuando alejamos a Dios del centro de nuestras
vidas es cuando dejamos que otras cosas tiren de
nosotros. El corazón es el órgano que lleva sangre a
todo nuestro cuerpo, es el que tira de nuestra vida.
Pero, ¿qué llevo en el corazón? ¿Llevo a Dios? ¿Llevo
otras cosas? ¿Qué es lo que realmente tira de mi
vida? En muchas ocasiones, por desgracia, el pecado.
Ante esta situación el mejor remedio es la
misericordia de Dios que cura la herida del pecado y
no nos hace vivir en tristeza sino en la alegría de la
compañía de Jesús. La misericordia es la presencia
más entrañable de Dios para nuestras almas. Es el
modo que Dios tiene para reconquistar nuestro
corazón y darle plenitud y sentido.
+ Necesito vivir en un lugar, no puedo vivir a la
intemperie.
La pregunta que lanzan a Jesús es: ¿Dónde vives?
A la que Jesús contesta: “Venid y lo veréis”. Cuando
descubres la presencia de Dios en tu corazón y que
esta presencia es otra historia bien diferente a tu vida
en pecado, entiendes que hay que recorrer un camino
y llegar a un lugar concreto para no vivir a la
intemperie, para no morirte de frio. Se trata no de
sobrevivir sino de vivir en felicidad para siempre.
¿Sabes cómo se llama ese lugar tan especial?
MISERICORDIA, y se encuentra en la calle
Sacramento de la Confesión, el número de la calle es
24, pues son las horas del día, porque siempre es
buen momento para encontrarte con Él y el piso en el
que vive es “7º C”, plenitud en Cristo (El número 7
significa plenitud y la C es la primera letra de la
palabra Cristo). Cuando se llega a la puerta del piso
hay que tocar el timbre y así recordar que está a la
puerta, por ello tienes que despertar tu interior, hacer
que se levante y esperar que te abran, esperar que
Dios entre en tu vida con su Misericordia y te llene de
felicidad. Es la mejor experiencia que puedes tener en
estos días. Dejarse perdonar y abrazar por Dios. Sólo
me queda decirte: ¡Felicidades!
¿Qué te sobra para vivir de verdad?
Si cuando vas a estudiar a la universidad
compartes piso con más gente y la casa no es muy
grande, no puedes llevarte todo, te tienes que llevar lo
más necesario, lo que más utilizas. Entonces es
cuando aprendes a vivir sin muchas cosas que son
superficiales y sobran en la vida. Pero te has
preguntado realmente ¿Qué crees que Dios ve que
sobra a mi vida? ¿Qué veo yo que me sobra para ser
libre de verdad?
Momento 3:
“Maestro ¿Dónde vives?” “La Iglesia”
“San Francisco ante el crucifijo oye la voz de
Jesús, que le dice: «Ve, Francisco, y repara mi casa».
Y el joven Francisco responde con prontitud y
generosidad a esta llamada del Señor: repara mi casa.
Pero, ¿qué casa? Poco a poco se da cuenta de que
no se trataba de hacer de albañil para reparar un
edificio de piedra, sino de dar su contribución a la vida
de la Iglesia; se trataba de ponerse al servicio de la
Iglesia, amándola y trabajando para que en ella se
reflejara cada vez más el rostro de Cristo”.
Vigilia JMJ Rio de Janeiro
Estas palabras del Papa Francisco te pueden
ayudar a descubrir lo que es la Iglesia. Cuando Jesús
se encuentra con Juan y Andrés, ellos le preguntan:
¿Dónde vives? “Venid y lo veréis” fue la respuesta de
Jesús, hoy esa respuesta Jesús la quiere concretar
más: ¡Vivo en mi Iglesia! Yo estaré con vosotros todos
los días hasta el fin del mundo, ¡Con vosotros! ¡Con
los Apóstoles! ¡Con el Papa! ¡Con la Iglesia!
Pero Jesús no solo está en la Iglesia, sino que está
en ella porque la Iglesia es su tesoro, donde Él
permanece, donde Él nos espera.
+ Te has preguntado ¿Qué es la Iglesia?
Por lo pronto la Iglesia es el lugar donde has
descubierto el amor de Dios desde su perdón y
misericordia, ese perdón y misericordia se nos da en
la Iglesia y que tu puedes experimentar estos días en
esta peregrinación.
La Iglesia no solo es para nosotros donde
Cristo está, y el lugar donde Cristo nos comunica su
amor, sino que es el autentico tesoro de Jesús.
Cuando una persona tiene un tesoro, ese tesoro lo
considera como parte de su propia vida, de su propia
existencia; la Iglesia es ese fruto que brota del amor
de Dios por el hombre que se entrega en la Cruz.
Cristo desde la cruz entregó el amor de Corazón a los
hombres y por lo hizo brotar de su Corazón a la
Iglesia: Su Corazón para ti por medio de la Iglesia.
La finalidad de un tesoro es enriquecer a la
persona que lo tiene y enriquecer a todos aquellos
que participan de ese tesoro. ¡La finalidad de la Iglesia
es hacerme rico! ¡Si! Rico a los ojos de Dios, porque
puedo participar de su amor por medio de la Iglesia.
Este es el instrumento del que Dios se ha querido
servir para acercarse a mi, tocarme, hablarme al
corazón y llenarme de su gracia.
+ Sí, esta es la Iglesia, ahora me puedo preguntar:
¿Y mi vida que tiene que ver con todo esto?
Pues mucho porque es en la Iglesia y no en otro
sitio donde Cristo te invita a seguirle:
“¿Dónde vives? Venid y veréis” Es en la Iglesia
donde Jesús te indica donde le encontrarás. Pero
¿Qué es realmente lo que tengo que hacer? ¿Caminar
hacia la Iglesia de mi pueblo? ¿Caminar solo hasta
Guadalupe?
No se trata de un lugar físico, se trata de descubrir
donde está Jesús, corresponder a su amor, servir a
los demás, darlo todo por Él.
Recuerda: Tu eres Iglesia y por lo tanto tienes que
descubrir que estás llamado a ser la imagen de Jesús
en el mundo, la imagen de su Iglesia.
¿Ahora entiendes: “Reconstruye mi Iglesia”? Pues
ponte el “mono de trabajo”, revístete del Amor que se
entregó en la cruz y comparte tu fe con los demás,
entonces serás la piedra viva con la que Cristo cuenta
para que muchos sean felices de verdad.
TEMA SÁBADO TARDE:
“Venid y lo veréis”
Y la entrada es que nos entrenemos para «estar en
forma», para afrontar sin miedo todas las situaciones
de la vida, dando testimonio de nuestra fe. A través
del diálogo con él, la oración – “Padre, ahora nos va
hacer rezar a todos, ¿no?” –. Te pregunto, pero
contestan en su corazón, ¡eh! No en voz alta, en
silencio. ¿Yo rezo? Cada uno se contesta. ¿Yo hablo
con Jesús? O le tengo miedo al silencio. ¿Dejo que el
Espíritu Santo hable en mi corazón? ¿Yo le pregunto a
Jesús: Qué querés que haga? ¿Qué querés de mi
vida? Esto es entrenarse. Pregúntenle a Jesús, hablen
con Jesús.
Y también a través de los sacramentos, que hacen
crecer en nosotros su presencia. A través del amor
fraterno, del saber escuchar, comprender, perdonar,
acoger, ayudar a los otros, a todos, sin excluir y sin
marginar. Estos son los entrenamientos para seguir a
Jesús: la oración, los sacramentos y la ayuda a los
demás, el servicio a los demás. ¿Lo repetimos juntos
todos? “Oración, sacramentos y ayuda a los demás”
[todos lo repiten en voz alta]. No se oyó bien. Otra vez
[ahora más fuerte].
Querido peregrino. Ayer emprendíamos la marcha
y seguramente ya hayas podido experimentar, al
menos un poco, las dificultades que va encontrando
todo aquel que se pone en camino: cansancio,
dolores, sed, incomodidades… Sin embargo, no todo
es andar o superar obstáculos; esto no es una prueba
física sin más. No nos hemos puesto a andar para
tener una experiencia más que contar a nuestros
amigos o para que este fin de semana sea un poco
distinto a los otros. Tampoco hemos emprendido la
marcha a ciegas o sin saber cuál es la meta, aunque
es verdad que mucha gente (tal vez tú mismo en este
momento) vive de esta manera, sin saber a dónde
van. Lo cierto es que, lo supieras o no, te has puesto a
andar para encontrarte con alguien que te ha llamado
por tu nombre y te ha dicho: “¡VEN!”
Eso es más o menos lo que les sucedió a aquellos
dos discípulos de Juan el Bautista. Ellos habían
comenzado una aventura juntos aprendiendo de aquel
gran maestro que era Juan. Tal vez pensaban que así
ya habían llegado a la meta, que ya estaban donde
tenían que estar, que ya nada les podía sorprender.
Es probable que su proyecto ya estuviera bien
pensado por su parte: serían discípulos del Bautista y
vivirían así su religiosidad. También puede ser que tú
hayas venido aquí en una situación muy parecida a la
suya: crees que ya lo tienes todo, que vives tu fe lo
suficiente, que ya tienes “controladas” tus puertas de
acceso a Dios y ya conoces los “métodos” para estar
cerca de Él. Pero no se trata de eso; no consiste en
saber lo que hacer, o cómo hacerlo… ni siquiera
consiste en estar “cerca” del Señor. Se trata de
ESTAR CON ÉL.
Aquellos dos discípulos no podían quedarse con
el Bautista… no estaban llamados a eso. Estaban
llamados a mucho más: a estar con Él, con Jesús. Él
es alguien vivo aquí y ahora que cuenta contigo y que
tiene mucho, muchísimo que decirte… muchísimo que
mirarte,… muchísimo que amarte. Y tú, si haces un
poco de silencio ahora en tu vida, podrás escuchar
con la misma nitidez con la que lo hicieron aquellos
dos que Jesús te dice: ¡Ven y verás! Ahora los medios
importan menos. No te quedes en los monitores, ni en
las canciones, ni en el sacerdote, ni en tus
compañeros de camino, ellos sólo son aquellos que
Jesús ha puesto para llamarte. Dicho con otras
palabras: “no te quedes con Juan el Bautista, sino
mira al Cordero de Dios que quita el pecado del
mundo”. Eso es, de eso se trata.
¿Te atreves a responder a esa llamada? Sí, sí, no
mires para otro lado. Es a ti a quien hoy Jesús ha
dicho ¡ven! Es contigo con quien se quiere encontrar
hoy. Es a ti a quien busca con la mirada. Por eso no
puedes apartarle la tuya. Mírale a los ojos, fija los ojos
en Él. No tengas ningún reparo, ni ningún miedo o
reserva. Mírale. Él, que te dice ¡ven!, te dice también
¡mírame! Y a través de la mirada de Jesús, podrás ver
auténticamente. Podrás mirar al mundo desde su
mirada.
¿Lo entiendes ahora? Por eso habló así a
aquellos dos discípulos. No solo ¡ven!, sino ¡ven y
verás! Desde Él se ve auténticamente, sin falsedades,
sin oscuridades… desde Él se ve de verdad. Además,
ese VERÁS, indica que no todo acaba aquí. El “verás”
que Jesús nos dice es en el presente, pero lo
pronuncia en futuro. El “verás” de Jesús no sólo llena
el corazón un ratito y nada más, sino que abre a la
esperanza más cierta. Cada encuentro con el Señor
es único y siempre nuevo. Él siempre es más. Tu
encuentro con Él hoy es único, pero mañana será
único también. Dios siempre sorprende… pero te
tienes que dejar sorprender.
¡VEN Y VERÁS! Es todo un reto, y a la vez un
regalo. Es una oportunidad que no puedes dejar
escapar. Como a los dos discípulos de Juan el
Bautista, Jesús te ha invitado a estar con Él, a entrar
en su casa. Así que prepara ese encuentro,
“entrénate” en ese encuentro para “estar en forma”
como nos decía en Río el Papa Francisco. Y te
recuerdo que “estos son los entrenamientos para
seguir a Jesús: la oración, los sacramentos y la
ayuda a los demás, el servicio a los demás. ¿Lo
repetimos juntos todos? “Oración, sacramentos y
ayuda a los demás”. No se oyó bien. Otra
vez.Reza, reza mucho, reza siempre. Haz silencio en
tu vida para hablar con Él, para tratar con Él en la
ORACIÓN. Acude a los SACRAMENTOS, que hacen
“crecer en nosotros la presencia de Jesús”. Y AYUDA
A LOS DEMÁS, porque en tu prójimo, en cada
persona que está a tu lado, el Señor también quiere
encontrarse contigo.
Ya sabes el camino, y ya ves la meta. Atrévete a
entrar en su casa, a ir detrás de Él y ver las maravillas
que tiene preparadas para tu vida.
PREGUNTAS:
 Jesús dijo “venid” a aquellos dos discípulos
porque Juan el Bautista les llevó hasta Él, ¿has
escuchado ya en esta peregrinación cómo Jesús te
dice también a ti lo mismo? ¿quiénes están siendo tu
“Juan el Bautista” en estos días? ¿quiénes o qué
momentos te están llevando a Jesús?
 ¿Qué crees que significa ese “venid”? ¿Qué
tienes piensas que debes hacer para responder a esa
invitación por parte de Jesús?
 El “verás” es una promesa por parte de Jesús;
encontrarnos con Él nos depara siempre cosas
grandes. ¿Has empezado a “ver” algo ya en estos
días? ¿Qué crees que te tiene preparado el Señor en
el resto de la peregrinación? ¿Qué esperas de ese
encuentro con Él?
 El encuentro no se improvisa, hay que entrenar.
¿Cómo sueles entrenarte en la oración? ¿cómo
rezas? ¿cómo te preparas y cómo recibes los
sacramentos? ¿en qué se concreta tu ayuda a los
demás?
 ¿Qué puedes proponerte para mejorar el
“entrenamiento” de la oración, los sacramentos y la
ayuda a los demás?
VIGILIA:
“Fueron, vieron y se quedaron con él”
 FUERON. “Hágase en mi según tu Palabra”
Levantemos nuestros ojos hacia la Virgen. Ella
nos ayuda a seguir a Jesús, nos da ejemplo con su
«sí» a Dios: «Aquí está la esclava del Señor, que
se cumpla en mí lo que has dicho» (Lc 1,38). Se lo
digamos también nosotros a Dios, junto con María:
Hágase en mí según tu palabra. Que así sea
 VIERON. “Muéstranos a Jesús”
La Iglesia, cuando busca a Cristo, llama siempre a
la casa de la Madre y le pide: «Muéstranos a
Jesús». De ella se aprende el verdadero
discipulado. He aquí por qué la Iglesia va en
misión siguiendo siempre la estela de María.
También yo vengo a llamar a la puerta de la casa
de María —que amó a Jesús y lo educó— para que
nos ayude a todos nosotros, Pastores del Pueblo
de Dios, padres y educadores, a transmitir a
nuestros jóvenes los valores que los hagan
artífices de una nación y de un mundo más justo,
solidario y fraterno. Para ello, quisiera señalar tres
sencillas actitudes, tres sencillas actitudes:
mantener la esperanza, dejarse sorprender por
Dios y vivir con alegría.
 Y SE QUEDARON CON ÉL.
Queridos hermanos y hermanas, estamos
llamados por Dios, con nombre y apellido, cada
uno de nosotros, llamados a anunciar el Evangelio
y a promover con alegría la cultura del encuentro.
La Virgen María es nuestro modelo. (…) Le
pedimos que nos enseñe a encontrarnos cada día
con Jesús. Y, cuando nos hacemos los distraídos,
que tenemos muchas cosas, y el sagrario queda
abandonado, que nos lleve de la mano.
Pidámoselo. Mira, Madre, cuando ande medio así,
por otro lado, llévame de la mano.
Después de varios kilómetros caminando hemos
llegado a la casa de la Madre. Aunque queden
“señales” del camino en tus pies, seguramente ahora
eso no te importe lo más mínimo. Hemos llegado a la
casa María y ese encuentro amoroso entre la Madre y
el hijo (tú) da sentido a las dificultades anteriores. Es
el momento de levantar nuestros ojos hacia la Virgen:
peticiones, promesas, oraciones, acción de gracias…
¿Recuerdas? Tus familiares, tus amigos y
conocidos… hay personas que te han dicho que reces
por ellos delante de María. Es el momento de
contárselo a María.
Son muchas cosas las que traías en el corazón y
probablemente te hayas quedado mirándola a Ella,
hayas levantado tus ojos y te sepas seguro sus
manos. “Ahí tienes a tu Madre”, ese fue el regalo que
Jesús nos hizo desde la Cruz, y al llegar a Guadalupe
probablemente tú puedas experimentar lo mismo que
aquél joven apóstol san Juan. Ahí la tienes, es tu
Madre. La misma Madre de Jesús, la Madre de Dios…
es tu Madre. No te canses de mirarla, no te canses de
levantar los ojos hacia Ella y preséntale tu oración.
Pero María no sólo es la Madre siempre atenta a
nuestras necesidades. Dios nos la ha dado como
modelo de fe, como modelo de la Iglesia. Quien la
mira a Ella, termina mirando a Jesús. Ella es quien
nos lo muestra, quien nos enseña el camino: la meta
es Jesucristo. Si fijas los ojos en María, irás
aprendiendo poco a poco a decir: “hágase en mí
según tu Palabra”. Irás a prendiendo a buscar la
voluntad de Dios, a ponerla por obra y a amar esa
voluntad. Es lo que les sucedió también a los dos
discípulos de Juan: no sólo escucharon la invitación
por parte de Jesús para estar con Él, sino que
FUERON, VIERON Y SE QUEDARON CON ÉL.
María nos enseña a IR. Con su hágase nos enseña
a ponernos en camino, nos da ejemplo con su “sí” a
Dios. María nos enseña a VER, desde ella podemos
mirar a Jesús. Es la Madre que, como decimos en la
Salve, “nos muestra a Jesús” y nos enseña a
responder a su mirada amorosa. Y María nos enseña
a QUEDARNOS CON ÉL, a permanecer, a ser fieles,
a perseverar, a no cansarnos ni mendigar la felicidad
donde no está.
Entra ahora al encuentro con Jesús de la mano de
la Virgen. Deja que Ella te prepare, te disponga, te
enseñe. Aprende de Ella a que “se haga en ti según la
Palabra de Dios”, deja que Ella te “muestre a Jesús” y
pídele que te ayude a “permanecer siempre en su
amor”, a “quedarte con Él”.
Momento 4:
“Hemos encontrado al Mesías….”
La Iglesia / El anuncio /Quiero lio.
Estos muchachos, estas chicas no estaban
solos, en conjunto hicieron un camino y construyeron
la iglesia, en conjunto hicieron lo de San Francisco:
construir, reparar la iglesia. Te pregunto: ¿Quieren
construir la iglesia? [todos: “¡Sí!”] ¿Se animan?
[todos: “¡Sí!”] ¿Y mañana se van a olvidar de este sí
que dijeron? [todos: “¡No!”] ¡Así me gusta! Somos
parte de la iglesia, más aún, nos convertimos en
constructores de la Iglesia y protagonistas de la
historia. Chicos y chicas, por favor: no se metan en la
cola de la historia. Sean protagonistas. Jueguen para
adelante. Pateen adelante, construyan un mundo
mejor. Un mundo de hermanos, un mundo de justicia,
de amor, de paz, de fraternidad, de solidaridad.
Jueguen adelante siempre. San Pedro nos dice que
somos piedras vivas que forman una casa espiritual
(cf. 1 P 2,5). Y miramos este palco, vemos que tiene
forma de una iglesia construida con piedras vivas. En
la Iglesia de Jesús, las piedras vivas somos nosotros,
y Jesús nos pide que edifiquemos su Iglesia; cada uno
de nosotros es una piedra viva, es un pedacito de la
construcción, y si falta ese pedacito cuando viene la
lluvia entra la gotera y se mete el agua dentro de la
casa. Cada pedacito vivo tiene que cuidar la unidad y
la seguridad de la Iglesia. Y no construir una pequeña
capilla donde sólo cabe un grupito de personas. Jesús
nos pide que su Iglesia sea tan grande que pueda
alojar a toda la humanidad, que sea la casa de todos.
Jesús me dice a mí, a vos, a cada uno: «Vayan, hagan
discípulos a todas las naciones». Esta tarde,
respondámosle: Sí, Señor, también yo quiero ser una
piedra viva; juntos queremos construir la Iglesia de
Jesús. Quiero ir y ser constructor de la Iglesia de
Cristo. ¿Se animan a repetirlo? Quiero ir y ser
constructor de la Iglesia de Cristo. A ver ahora...
[todos “¡Sí!”]. Después van a pensar lo que dijeron
juntos... ¿Por dónde empezamos? ¿A quién le
pedimos que empiece esto? ¿Por dónde empezamos?
Una vez, le preguntaron a la Madre Teresa qué era lo
que había que cambiar en la Iglesia, para empezar:
por qué pared de la Iglesia empezamos. ¿Por dónde –
dijeron –, Madre, hay de empezar? Por vos y por mí,
contestó ella.
-
-
La fe crece cuando se da. Recuerdo aquella
película que me llamó especialmente la atención
la fuerte voluntad de un niño con el deseo de
cambiar el mundo. Esto fue provocado por un
profesor que en clase expone una teoría con la
que sería posible cambiar el mundo, pero que no
se la creía ni ese mismo profesor. Esa teoría era
simplemente un ejercicio para hacer pensar a los
chavales en clase, pero el problema es que hubo
uno que se lo creyó: nuestro protagonista. La
teoría en cuestión era hacer una cadena de
favores, de donde toma el título dicha película,
partiendo de un favor que se hacía a una persona,
esa persona a la vez asumía la responsabilidad de
hacer
otro
favor
a
otra
persona
desinteresadamente y con la idea de que cada
uno hiciese un favor a alguien por cada uno que
había recibido. Este niño que, debido a la
situación que pasa en su familia, quiere creer y
cree que con esta cadena de favores no sólo iba a
cambiar a su familia, sino su ambiente e incluso el
mundo. Es su fe en una idea o teoría lo que hace
vivirla y llevarla a la realidad. De esta misma
manera pasa con la fe, que se fortalece y crece
cuando se da a los demás. Pero es necesario
“creer”, “tener fe” para estar convencidos que con
Cristo podemos revolucionar el mundo. A lo largo
de estos días se nos ha ido hablando de Cristo a
quien tenemos que buscar e ir a morar en su
casa, también de cómo el pecado nos aparta de
esa búsqueda de la felicidad en Cristo. Por todo
esto se hace urgente en cada uno de nosotros
tomar una opción de confianza en Cristo para
seguirle, pedirle ayuda y fortaleza para nuestra
debilidad y buscar un referente en María, la
estrella que nos orienta en ese caminar hacia Dios
y la eternidad junto a Él.
Dios te necesita. Por respeto a nuestra
libertad Dios no nos obliga a esta misión. La cruz
donde murió como muestra máxima de amor a mi
persona es un escandalo y a su vez sólo tiene
efecto si yo la hago mía. Dios necesita de mi y de
ti para llevar a todos su mensaje de amor, ese que
puede cambiar el mundo como en “Cadena de
favores”, pero que soy yo en mi libertad el que
tiene que dar el paso de conocerle y darlo a
conocer, amarle ayudar a que lo amen, y seguirle
acompañando a los que lo siguen. Dios necesita
de nuestra disposición para llevar a todos los
frutos de su amor entregado en la cruz. La
historieta que vais a leer refleja a la perfección esa
necesidad que Dios voluntariamente ha querido
tener con nosotros.
Un pequeño en su oración le preguntaba a Dios:
- Señor, sé que tú eres mi creador, que me has
dado todo a cambio de nada, me has enseñado
que debo esperar todo de ti, que contigo nada me
podrá faltar, pero sabes, tengo una profunda duda
y esta noche quisiera preguntarte, ¿Señor, tú me
necesitas? ¿Por qué me creaste? , si tú lo eres
todo y eres infinito me pregunto a mi mismo,
siendo un ser tan pequeño e insignificante ¿podré
servirte de algo? ¿Acaso me necesitas?
+ Hijo mío, en tu pequeñez está tu grandeza, tú
sintetizas toda la maravilla de la creación.
- Pero Señor, soy solamente uno más entre 5,500
millones de seres humanos, soy tan infinitamente
insignificante que no me explico por qué dices que
soy importante.
+ Cada ser que yo he creado es único e irrepetible
y he dado a cada uno una importante misión que
cumplir, la cual la debes realizar libremente y con
amor.
- ¿Una misión?, no entiendo, ¿acaso no puedes
hacer el mundo como tú quieres?, sé que tu poder
es ilimitado.
+ Le he dado al ser humano una alma libre que
posee dos grandes virtudes: la inteligencia y la
voluntad, y su mayor facultad es ejercerlas con
libertad, es el único camino para llegar al amor
verdadero.
- Pero Señor, insisto, ¿tú necesitas al ser
humano? ¿qué necesidad tienes de nosotros si tú
lo eres todo?.
+ Hijo mío, te necesito porque sin tus ojos no
podría contemplar la grandeza de la creación, sin
tus manos no podría continuar mi obra realizando
avances para que el ser humano se pueda
desarrollar plenamente, sin ellas no podría
consolar a los desposeídos, a los abandonados, a
los que necesitan una caricia de consuelo, dar un
trozo de pan a un hambriento, sin tus manos no
podría acariciar a una criatura, dar la ternura que
tantos necesitan, no podría cerrar tantas heridas y
acunar a un niño al momento de nacer.Sin tus
labios no podría pronunciar palabras de consuelo,
sin ellos no se podría predicar la verdad, defender
a los pobres y olvidados, sin tu voz no podría
hacer llegar mis mensajes a toda la humanidad,
¿no te das cuenta que necesito comunicarme con
el hombre a través tuyo?. Sin el cuerpo de los
seres humanos no podría continuar la creación, el
hombre y la mujer son mis orfebres y en el vientre
de una madre se manifiesta mi grandeza.
El pequeño le interrumpió.
- Señor, entonces es cierto, tú me necesitas, hoy
me siento más importante que nunca, te prometo
que descubriré mi misión y seré parte digna de tu
creación.
Finalmente Dios, con voz suave le dijo:
+ Pequeño, tú eres mi esperanza, en tu sonrisa se
rebela el sentido de la alegría del amor y en cada
una de tus lágrimas la sensibilidad profunda de mi
creación, vive con la libertad y nunca lo olvides:
sin ti nada podría realizar, te amo infinitamente y
-
deseo que tú me ames libremente y ambos
vivamos intensamente la realización en el amor.
El pequeño, con una sonrisa en sus labios y con
una profunda esperanza finalmente en paz,
durmió.
Construye la Iglesia, da testimonio. El
Santo Padre nos ha pedido en la pasada JMJ de
Brasil que hagamos lío, y es precisamente en esta
línea en la que nos habla la carta de San
Pedro: “también vosotros, como piedras vivas,
entráis en la construcción de un templo espiritual y
formáis un sacerdocio santo, que ofrece sacrificios
espirituales, aceptables a Dios por medio de
Jesucristo” (1Pe 2, 5). Nosotros podemos ser
piedras vivas y no muertas e inútiles cuando
armamos “lío”, y ese lío no es aumentar el número
de católicos ni hacerse notar para que seamos
nosotros los protagonistas. Es precisamente lo
contrario, se trata de dejar que Cristo sea el
protagonista de nuestras vidas, que sea Él quien
da respuesta a nuestros propios interrogantes, el
que nos hace felices donde menos lo
esperábamos, el que nos hace disfrutar de todos
los días y no sólo de algunos, el que saca lo mejor
de nosotros mismos y nos convence plenamente
que seguirle merece la pena, y por eso quiero
transmitirlo a los demás, ¡para que no se lo
pierdan!. Por tanto no hay que buscar hacer cosas
extrañas para ser testigo de Cristo, sino estar
convencidos como el niño de “Cadena de favores”
y vivir en alegría que contagia inevitablemente.
-
Oración personal en la que pido ayuda a Dios
para que me ayude a formar “lío” allá donde me
encuentre y transmitiendo la alegría de la fe:
Señor, que nos has dado la
gracia de pertenecer a tu Iglesia y de
participar en ella de tu misión de
salvar a los hombres, ayúdanos a
conocerte mejor, a seguirte más de
cerca a darte a conocer a todos los
hombres.
Inspíranos
valor
y
entusiasmo, para hacernos amigos de
todos aquellos con quienes nos
encontremos y podamos acercarlos a
Ti. Nunca permitas que te ofendamos
en palabras o acciones. Mantennos
siempre cerca de ti y haz que seamos
vigorosos miembros de tu Iglesia.
Fortalece y acrecienta tu vida en
nosotros, para que cuanto hagamos
sea hecho contigo y para ti.
-
Preguntas: “Hemos encontrado al Mesías…”,
¿me cuesta construir la Iglesia? ¿Cómo puedo
colaborar de una manera concreta a construir la
Iglesia en la parroquia, familia, ambiente de
estudio…?. ¿Estoy convencid@ que no puedo
vivir acomodad@ para poder hacer “lio”?. ¿Cuál
sería mi propuesta a la Iglesia para hacer ese “lío”
y dar a conocer la alegría de ser cristiano?.