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Lecturas: Deuteronomio 4,1-2.6-8; Santiago 1,17-18.21b-22.27 y Mateo 7,1-8.14-15.21-23
Conviene aclararse de una vez por todas
Moisés se esfuerza por dejar a su pueblo un conjunto de leyes que le permitan vivir “feliz” y
poder llegar a la tierra que Dios le ha preparado. Por el hecho de legislar con exactitud, este
pueblo llegó a tener codificadas más de 600 leyes que resultaba imposible cumplir…
Algo de esto vemos reflejado en la lectura del Evangelio. Con una acusación muy concreta por
parte de Jesús: Preocupados por las leyes, se han olvida de Dios.
Pero no lo tiene más fácil un cristiano de nuestros días: mandamientos de la ley de Dios, de la
Iglesia, más de 1000 cánones algunos de ellos no exentos de implicaciones morales… Uno puede
perder fácilmente el camino.
La conclusión es siempre la misma. La verdadera fidelidad a Dios no está tan solo en el
cumplimiento de las leyes sino en el corazón. Puedo cumplir todo lo mandado, pero puedo
hacerlo sin corazón, sin amor…
Lo más importante
¿Cuál es el mandamiento más importante, que le preguntaron a Jesús?
Otra cuestión de vital importancia: Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida?
Y la respuesta sigue siendo única y de validez universal y atemporal: “Este es mi mandamiento:
que améis a Dios y os améis como yo os he amado”… Este el único y principal mandamiento.
Con qué facilidad seguimos engañándonos, cayendo en la trampa… Nos examinamos de
infinidad de cuestiones y olvidamos lo más importante. Así nos va.
Nuestro desconcierto y nuestro compromiso
La carta de Santiago responde con fidelidad a la cuestión: “La religión pura e intachable a los
ojos de Dios Padre es: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos
con este mundo”.
Ama al prójimo como a ti mismo, da tu vida y tu dinero a los pobres, amaos como yo os he
amado, lo que hicisteis a uno de estos a mí me lo hicisteis… Llama la atención que son mucho
más llamativas las referencias al prójimo que a Dios mismo… Casi todo lo contrario de lo que
nosotros solemos hacer.
La teología de la encarnación nos dice que Dios está tan metido entre nosotros que ya no
podemos acudir a él sin ir acompañados de nuestros hermanos que sufren…
Recordemos que la verdadera y única religión es atender a los pobres, a los necesitados…, y no
mancharnos las manos con este mundo…
Es hora de poner cada cosa en su lugar. Las normas solo tiene sentido cuando hay un
corazón que las hace vivas, humanas, fraternas y, por lo mismo, divinas. También nosotros
corremos el riesgo de dejar a un lado el mandamiento de Dios para aferrarnos a la tradición de
los hombres. Cuántas veces de libertad del Evangelio se ha ahogado en normas y leyes estériles
y faltas de vida.
Escucha nuestra oración, Padre de la vida
Propuesta.Presentemos a Dios nuestras peticiones. Llenos de confianza te pedimos, Padre, que escuches
nuestras súplicas. Decimos: “Escucha nuestra oración, Padre de la vida”.
1. Por la Iglesia y por todos los que formamos parte de ella, para que vivamos inquietos y
preocupados por nuestros hermanos, especialmente los que viven en necesidad. Oremos.
2. Por todos los cristianos para que, con la vida y con las obras, vivamos la verdadera religión
de la que nos habla Santiago en su carta y no manchemos nuestras manos con este mundo.
Oremos.
3. Para que fieles a la teología de la encarnación seamos capaces de descubrir el rostro humano
de Dios y nos empeñemos en mejorar este mundo que es el lugar de la acción de Dios.
Oremos.
4. Por los padres y madres de familia, para que sean fieles a su compromiso de educadores que
se desviven para que sus hijos sean de verdad “hijos de Dios”. Oremos.
5. Por todos nosotros, por nuestra comunidad parroquial, para que no nos conformemos con ser
cumplidores de las leyes de Dios sino que sobresalgamos por el amor a nuestros hermanos y
honremos a Dios con el corazón. Oremos.
Oración.Escucha, Padre, nuestras súplicas, tú que eres la fuente de todo bien. Te lo pedimos unidos a tu
Hijo, Jesucristo, nuestro hermano y Señor, por los siglos de los siglos. Amén.