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La oración de San Egidio
18/12/2005 - 01/01/2006
http://www.santegidio.org/cast/preghiera
18/12/2005
Liturgia del domingo
Primera Lectura
2Samuel 7,1-5.8-12.14-16
Cuando el rey se estableció en su casa y Yahveh le concedió paz de todos sus
enemigos de alrededor, dijo el rey al profeta Natán: "Mira; yo habito en una casa de
cedro mientras que el arca de Dios habita bajo pieles." Respondió Natán al rey: "Anda,
haz todo lo que te dicta el corazón, porque Yahveh está contigo." Pero aquella misma
noche vino la palabra de Dios a Natán diciendo: Ve y di a mi siervo David: Esto dice
Yahveh. ¿Me vas a edificar tú una casa para que yo habite? Ahora pues di esto a mi
siervo David: Así habla Yahveh Sebaot: Yo te he tomado del pastizal, de detrás del
rebaño, para que seas caudillo de mi pueblo Israel. He estado contigo dondequiera has
ido, he eliminado de delante de ti a todos tus enemigos y voy a hacerte un nombre
grande como el nombre de los grandes de la tierra: fijaré un lugar a mi pueblo Israel y
lo plantaré allí para que more en él; no será ya perturbado y los malhechores no
seguirán oprimiéndole como antes, en el tiempo en que instituí jueces en mi pueblo
Israel; le daré paz con todos sus enemigos. Yahveh te anuncia que Yahveh te edificará
una casa. Y cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré
después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré el trono de su
realeza. Yo seré para él padre y él será para mí hijo. Si hace mal, le castigaré con vara
de hombres y con golpes de hombres, pero no apartaré de él mi amor, como lo aparté
de Saúl a quien quité de delante de mí. Tu casa y tu reino permanecerán para siempre
ante mí; tu trono estará firme, eternamente."
Salmo responsorial
Psaume 88 (89)
El amor de Yahveh por siempre cantaré,{BR}de edad en edad anunciará mí boca tu
lealtad.
Pues tú dijiste: "Cimentado está el amor por siempre,{BR}asentada en los cielos
mi lealtad.
Una alianza pacté con mi elegido,{BR}un juramento hice a mi siervo David:
Para siempre jamás he fundado tu estirpe,{BR}de edad en edad he erigido tu
trono." Pausa.
Los cielos celebran, Yahveh, tus maravillas,{BR}y tu lealtad en la asamblea de los
santos.
Porque ¿quién en las nubes es comparable a Yahveh,{BR}quién a Yahveh se
iguala entre los hijos de los{BR} dioses?
Dios temible en el consejo de los santos,{BR}grande y terrible para toda su corte.
Yahveh, Dios Sebaot, ¿quién como tú?,{BR}poderoso eres, Yahveh, tu lealtad te
circunda.
Tú domeñas el orgullo del mar,{BR}cuando sus olas se encrespan las reprimes; "
tú machacaste a Ráhab lo mismo que a un cadáver,{BR}a tus enemigos
dispersaste con tu potente brazo.
Tuyo es el cielo, tuya también la tierra,{BR}el orbe y cuanto encierra tú fundaste; "
tú creaste el norte y el mediodía,{BR}el Tabor y el Hermón exultan en tu nombre.
1
Tuyo es el brazo y su bravura,{BR}poderosa tu mano, sublime tu derecha; "
Justicia y Derecho, la base de tu trono,{BR}Amor y Verdad ante tu rostro marchan.
Dichoso el pueblo que la aclamación conoce,{BR}a la luz de tu rostro caminan, oh
Yahveh; "
en tu nombre se alegran todo el día,{BR}en tu justicia se entusiasman.
Pues tú eres el esplendor de su potencia,{BR}por tu favor exaltas nuestra frente; "
sí, de Yahveh nuestro escudo;{BR}del Santo de Israel es nuestro rey."
Antaño hablaste tú en visión{BR}a tus amigos, y dijiste:{BR}""He prestado mi asistencia
a un bravo,{BR}he exaltado a un elegido de mi pueblo."
He encontrado a David mi servidor,{BR}con mi óleo santo le he ungido; "
mi mano será firme para él,{BR}y mi brazo le hará fuerte.
No le ha de sorprender el enemigo,{BR}el hijo de iniquidad no le oprimirá; "
yo aplastaré a sus adversarios ante él,{BR}heriré a los que le odian.
Mi lealtad y mi amor irán con él,{BR}por mi nombre se exaltará su frente; "
pondré su mano sobre el mar,{BR}sobre los ríos su derecha.
El me invocará: ¡Tú, mi Padre,{BR}mi Dios y roca de mi salvación! "
Y yo haré de él el primogénito,{BR}el Altísimo entre los reyes de la tierra.
Le guardaré mi amor por siempre,{BR}y mi alianza será leal con él; "
estableceré su estirpe para siempre,{BR}y su trono como los días de los cielos.
Si sus hijos abandonan mi ley,{BR}y no siguen mis juicios, "
si profanan mis preceptos,{BR}y mis mandamientos no observan,
castigaré su rebelión con vara,{BR}y su culpa con azote, "
mas no retiraré de él mi amor,{BR}en mi lealtad no fallaré.
No violaré mi alianza,{BR}no cambiaré lo que sale de mis labios; "
una vez he jurado por mi santidad:{BR}¡a David no he de mentir!
Su estirpe durará por siempre,{BR}y su trono como el sol ante mí, "
por siempre se mantendrá como la luna,{BR}testigo fiel en el cielo."" Pausa. "
Pero tú has rechazado y despreciado,{BR}contra tu ungido te has enfurecido; "
has desechado la alianza con tu siervo,{BR}has profanado por tierra su diadema.
Has hecho brecha en todos sus vallados,{BR}sus plazas fuertes en ruina has
convertido; "
le han saqueado todos los transeúntes,{BR}se ha hecho el baldón de sus vecinos.
A sus adversarios la diestra has exaltado,{BR}a todos sus enemigos has llenado
de gozo; "
has embotado el filo de su espada,{BR}y no le has sostenido en el combate.
Le has quitado su cetro de esplendor,{BR}y su trono por tierra has derribado; "
has abreviado los días de su juventud,{BR}le has cubierto de ignominia. Pausa.
2
¿Hasta cuándo te esconderás, Yahveh?{BR}¿arderá tu furor por siempre como
fuego?
Recuerda, Señor, qué es la existencia,{BR}para qué poco creaste a los hijos de Adán.
¿Qué hombre podrá vivir sin ver la muerte,{BR}quién librará su alma de la garra
del seol? Pausa.
¿Dónde están tus primeros amores, Señor,{BR}que juraste a David por tu lealtad?
Acuérdate, Señor, del ultraje de tus siervos:{BR}cómo recibo en mi seno todos los
dardos de los{BR} pueblos; "
así ultrajan tus enemigos, Yahveh,{BR}así ultrajan las huellas de tu ungido.
¡Bendito sea Yahveh por siempre!{BR}¡Amén! ¡Amén!
Segunda Lectura
Romanos 16,25-27
Os saluda Erasto, cuestor de la ciudad, y Cuarto, nuestro hermano. A Aquel que puede
consolidaros<br>conforme al Evangelio mío y la predicación de<br>
Jesucristo:<br>revelación de un Misterio<br>mantenido en secreto durante siglos
eternos, pero manifestado al presente,<br>por la Escrituras que lo predicen,<br>por
disposición del Dios eterno,<br>dado a conocer a todos los gentiles para obediencia
de<br> la fe, a Dios, el único sabio,<br>por Jesucristo,<br>¡a él la gloria por los siglos
de los siglos! Amén.
Lectura de la Palabra de Dios
Lucas 1,26-38
Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada
Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el
nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor
está contigo.» Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel
saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios;
vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús.
El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de
David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.»
María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» El ángel
le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su
sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira,
también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes
de aquella que llamaban estéril, <i> porque ninguna cosa es imposible para Dios.» </i>
Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel
dejándola se fue.
Homilía
Ante la inminencia de la Navidad, la liturgia nos propone de nuevo el pasaje evangélico
de la anunciación. Dentro de pocos días volveremos a escuchar al evangelista Lucas
que advierte con amargura: “no tenían sitio en el albergue”, y Jesús debió nacer en un
pesebre. Surge espontáneamente la pregunta: ¿Es que Dios no tiene casa en la tierra?
Pues bien, Dios escoge a una joven de una aldea de Galilea como casa para su Hijo.
En realidad, las Escrituras muestran que desde siempre Dios ha preferido como
morada el corazón de los hombres más que un templo de piedra. El saludo del ángel a
María (“El Señor está contigo”) se inserta en una realidad vivida por el pueblo de Israel
3
a lo largo de toda su historia; es más, que es el hilo conductor que la atraviesa y la
sostiene. El ángel del Señor puede decir a Israel: El Señor está contigo, está con
Abrahán, con Isaac y con Jacob; acompaña a José en todas sus vicisitudes; se
aparece a Moisés en la zarza ardiente y se presenta como “el que es”, el que está con
su pueblo. Ha escuchado el grito de dolor de su pueblo esclavo en Egipto y ha bajado
para liberarlo: lo conduce a salvo a través del mar Rojo, lo acompaña durante los años
del desierto y lo introduce en la tierra prometida sosteniéndolo todos los días. El Señor
está con su pueblo, y para siempre.
El segundo libro de Samuel expresa casi de forma plástica este modo de actuar del
Señor. David, después de haber construido su “casa de cedro” y Jerusalén como
capital del Estado, desea dotarla de un gran templo, como para tener a Dios como
ciudadano suyo. El profeta Natán, que ha cedido al deseo del rey, durante la noche
escucha de Dios mismo la desaprobación de la propuesta de erigir un santuario. Debe,
por tanto, volver al palacio real para decir a David que será Dios quien edificará una
casa para él y para su pueblo. Le recuerda que el Señor ha estado junto a él desde la
juventud, cuando apacentaba rebaños, y que le ha acompañado hasta aquel día, y que
continuará estando a su lado en el futuro para defenderle de los enemigos y para
hacerle grande y poderoso; y que encontrará un lugar para que habite su pueblo. En
definitiva, el Señor es el techo de protección para David. No es el rey quien construye
una casa a Dios, sino que es Dios quien edifica una casa para David y para su pueblo.
En realidad, esta casa es María. Dios sustituye el templo de piedra que construyó
David por un templo de carne.
En cierto modo, aquel día de la anunciación se realizaba la construcción de la
verdadera casa: “Y la palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros” (Jn 1,
14). Para subrayar el lazo con el antiguo testamento, el evangelista sitúa a Jesús
directamente en la descendencia de David: “Él será grande, se le llamará Hijo del
Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de
Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin”. En su frágil cuerpo, María acoge toda la
esperanza del pueblo de Israel y al mismo tiempo se convierte en la primera de todos
los que desde aquel día esperan la salvación. Aquel “sí” pronunciado delante del ángel
ha cambiado el curso de la historia. María es la primera en escuchar la Palabra y la
primera en ofrecerse a sí misma, su vida, su cuerpo, al Señor.
Ella es el primer espacio de Dios, la primera casa de Dios, el primer lugar escogido
por el Señor. ¡Qué diferente es de Belén, la ciudad que no sabe acoger! A María el
ángel le puede decir: “El Señor está contigo”, mientras que no puede afirmar lo mismo
de Belén. Dios ha escogido a María, y desde siempre, pero necesitaba su consenso, el
“sí” no se daba por descontado. En Nazaret no se ha recitado un guión ya escrito; el
evangelista lo sugiere: ha habido turbación. Al final, María ha dado su consentimiento.
Era una decisión que le desbarataba por completo la vida. La grandeza de María no
radica en la “realización de sí misma”, como generalmente deseamos para nosotros
mismos, sino más bien en poner toda su confianza en las palabras del ángel. Con
razón Isabel, apenas la ve atravesar el umbral de su casa, exclama: “¡Feliz la que ha
creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!”. Es la
primera bienaventuranza escrita en el Evangelio. Toda nuestra felicidad se esconde en
la obediencia a las palabras del Evangelio.
*****
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19/12/2005
Memoria de los pobres
Canto de los Salmos
Salmo 31 (32)
¡Dichoso el que es perdonado de su culpa,{BR}y le queda cubierto su pecado!
Dichoso el hombre a quien Yahveh{BR}no le cuenta el delito,{BR}y en cuyo
espíritu no hay fraude.
Cuando yo me callaba, se sumían mis huesos{BR}en mi rugir de cada día,
mientras pesaba, día y noche,{BR}tu mano sobre mí;{BR}mi corazón se alteraba
como un campo{BR}en los ardores del estío. Pausa.
"Mi pecado te reconocí,{BR}y no oculté mi culpa;{BR}dije: ""Me confesaré{BR}a Yahveh
de mis rebeldías.""{BR}Y tú absolviste mi culpa,{BR}perdonaste mi pecado. Pausa. "
Por eso te suplica todo el que te ama{BR}en la hora de la angustia.{BR}Y aunque
las muchas aguas se desborden,{BR}no le alcanzarán.
Tú eres un cobijo para mí,{BR}de la angustia me guardas,{BR}estás en torno a mí para
salvarme. Pausa.
Voy a instruirte, a mostrarte el camino a seguir;{BR}fijos en ti los ojos, seré tu
consejero.
No seas cual caballo o mulo sin sentido,{BR}rienda y freno hace falta para domar su
brío,{BR}si no, no se te acercan.
Copiosas son las penas del impío,{BR}al que confía en Yahveh el amor le
envuelve.
¡Alegraos en Yahveh,{BR}oh justos, exultad,{BR}gritad de gozo, todos los de recto
corazón!
Lectura de la Palabra de Dios
Lucas 1,1-4
Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han
verificado entre nosotros, tal como nos las han transmitido los que desde el principio
fueron testigos oculares y servidores de la Palabra, he decidido yo también, después
de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo por su orden,
ilustre Teófilo, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
<br>
El comienzo del Evangelio de Lucas nos acerca al misterio de Jesús que está a punto
de nacer entre los hombres. El evangelista señala inmediatamente que no quiere hacer
discursos abstractos, sino narrar “las cosas que se han verificado entre nosotros”. En
efecto, se trata de las palabras y de los gestos realizados por Jesús de Nazaret en su
vida en la tierra. Esas “cosas” se han convertido en Evangelio, es decir, en una “buena
noticia” para los hombres y las mujeres de este mundo, de cualquier época y de todas
las tierras. Por tanto, el Evangelio sigue hablando todavía hoy: es una palabra viva, una
buena noticia que, a través del tiempo, ha llegado hasta nuestros días. Y nosotros,
como cualquier generación, estamos invitados a volverla a escuchar y a darle forma en
nuestra vida. El Evangelio es fuerza, luz, apoyo y compañía para cada uno de nosotros.
Lucas dirige su escrito a Teófilo, detrás de cuyo nombre se esconde el nombre de cada
5
uno de nosotros, de cada hombre. Lucas no escribe en abstracto. Él entrega su escrito
a todo aquel que busca al Señor con corazón sincero. En efecto, quien acoge estas
palabras con un corazón abierto, descubre la salvación. Escuchando la narración
evangélica experimentamos esa misma fuerza que emanaba del encuentro directo con
Jesús. Escuchado con el corazón, el Evangelio no sólo nos hace contemporáneos de
Jesús, sino también partícipes de su compasión y de su fuerza.
*****
20/12/2005
Memoria de la Madre del Señor
Canto de los Salmos
Salmo 32 (33)
¡Gritad de júbilo, justos, por Yahveh!,{BR}de los rectos es propia la alabanza;
¡dad gracias a Yahveh con la cítara,{BR}salmodiad para él al arpa de diez
cuerdas;
cantadle un cantar nuevo,{BR}tocad la mejor música en la aclamación!
Pues recta es la palabra de Yahveh,{BR}toda su obra fundada en la verdad;
él ama la justicia y el derecho,{BR}del amor de Yahveh está llena la tierra.
Por la palabra de Yahveh fueron hechos los cielos{BR}por el soplo de su boca
toda su mesnada.
El recoge, como un dique, las aguas del mar,{BR}en depósitos pone los abismos.
¡Tema a Yahveh la tierra entera,{BR}ante él tiemblen todos los que habitan el
orbe!
Pues él habló y fue así,{BR}mandó él y se hizo.
Yahveh frustra el plan de las naciones,{BR}hace vanos los proyectos de los
pueblos;
mas el plan de Yahveh subsiste para siempre,{BR}los proyectos de su corazón por
todas las edades.
¡Feliz la nación cuyo Dios es Yahveh,{BR}el pueblo que se escogió por heredad!
Yahveh mira de lo alto de los cielos,{BR}ve a todos los hijos de Adán;
desde el lugar de su morada observa{BR}a todos los habitantes de la tierra,
él, que forma el corazón de cada uno,{BR}y repara en todas sus acciones.
No queda a salvo el rey por su gran ejército,{BR}ni el bravo inmune por su enorme
fuerza.
Vana cosa el caballo para la victoria,{BR}ni con todo su vigor puede salvar.
Los ojos de Yahveh están sobre quienes le temen,{BR}sobre los que esperan en
su amor,
para librar su alma de la muerte,{BR}y sostener su vida en la penuria.
Nuestra alma en Yahveh espera,{BR}él es nuestro socorro y nuestro escudo;
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en él se alegra nuestro corazón,{BR}y en su santo nombre confiamos.
Sea tu amor, Yahveh, sobre nosotros,{BR}como está en ti nuestra esperanza.
Lectura de la Palabra de Dios
Lucas 1,5-25
Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote, llamado Zacarías, del grupo
de Abías, casado con una mujer descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel; los dos
eran justos ante Dios, y caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos
del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos de avanzada edad.
Sucedió que, mientras oficiaba delante de Dios, en el turno de su grupo, le tocó en
suerte, según el uso del servicio sacerdotal, entrar en el Santuario del Señor para
quemar el incienso. Toda la multitud del pueblo estaba fuera en oración, a la hora del
incienso. Se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso.
Al verle Zacarías, se turbó, y el temor se apoderó de él. El ángel le dijo: «No temas,
Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a
quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en
su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno
de Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y a muchos de los hijos de Israel, les
convertirá al Señor su Dios, e irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías,
<i>para hacer volver los corazones de los padres a los hijos,</i> y a los rebeldes a la
prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.» Zacarías
dijo al ángel: <i>«¿En qué lo conoceré?</i> Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada
en edad.» El ángel le respondió: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido
enviado para hablarte y anunciarte esta buena nueva. Mira, te vas a quedar mudo y no
podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis
palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo.» El pueblo estaba esperando a Zacarías
y se extrañaban de su demora en el Santuario. Cuando salió, no podía hablarles, y
comprendieron que había tenido una visión en el Santuario; les hablaba por señas, y
permaneció mudo. Y sucedió que cuando se cumplieron los días de su servicio, se fue
a su casa. Días después, concibió su mujer Isabel; y se mantuvo oculta durante cinco
meses diciendo: «Esto es lo que ha hecho por mí el Señor en los días en que se dignó
quitar mi oprobio entre los hombres.»
<br>
Lucas abre el Evangelio con el ángel que anuncia a Zacarías el nacimiento de un hijo,
Juan Bautista. Es un anuncio extraordinario, dada la avanzada edad tanto de Zacarías
como de Isabel. Ellos ya no esperaban más que la conclusión de su vida, pensaban
que su futuro ya se había escrito. En estos dos ancianos podemos descubrir a muchos
otros ancianos y ancianas también resignados a pasar los últimos días de su vida de
una forma más o menos triste. Pero Dios interviene con su Palabra y un ángel anunció
a Zacarías que Isabel tendría un hijo. Desde un punto de vista humano era imposible.
De hecho, Zacarías –y cualquiera de nosotros quizá habría hecho lo mismo- no creyó
en las palabras del ángel. Se quedó mudo. Todavía hoy, la fuerza y el amor del Señor
chocan a menudo con nuestra incredulidad y nuestra resignación. Y de tal cerrazón al
Evangelio nace nuestra mudez: quien no escucha la Palabra de Dios no consigue
hablar si quiera, no sabe decir nada bueno ni a sí mismo ni a los demás. Sin embargo,
el amor de Dios viene a nuestro encuentro y vence nuestra incredulidad y nuestra
esterilidad. En su vejez, Isabel concibió un hijo y Zacarías volvió a hablar. Nadie es tan
viejo como para no poder ver y hacer cosas nuevas y hermosas, o como para no saber
hablar al corazón de los demás.
7
*****
21/12/2005
Memoria de los santos y de los profetas
Lectura de la Palabra de Dios
Lucas 1,39-45
En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una
ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto
oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena
de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y
bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?
Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno.
¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del
Señor!»
<br>
Después de haber sabido por medio del ángel que Isabel estaba embarazada, María
corre de inmediato hacia ella. “Con prontitud”, escribe Lucas. En efecto, el Evangelio
siempre nos pide prontitud, nos empuja con fuerza a salir de nuestras costumbres y de
nuestros pensamientos. ¡Cuántos pensamientos pasarían por la cabeza de María en
aquellos momentos, después de que la Palabra de Dios le había transformado
totalmente la vida! El Evangelio nos libera de nuestras preocupaciones personales y
nos pone junto a quien sufre o está necesitado, como la anciana Isabel que estaba
afrontando una difícil maternidad. Ella, en cuanto vio a la joven María, se alegró
profundamente, hasta las entrañas. Es la alegría de los débiles y de los pobres cuando
son visitados por las “siervas” y los “siervos” del Evangelio, es decir, por aquellos que
“han creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor”. La
Palabra de Dios crea una alianza nueva, desconocida en el mundo, la alianza entre los
discípulos del Evangelio y los pobres. Es una fraternidad especial que abate los muros
de separación que dividen a los hombres y que, sobre todo, alejan a los pobres de la
vida.
*****
22/12/2005
Memoria de la Iglesia
Canto de los Salmos
Salmo 32 (33)
¡Gritad de júbilo, justos, por Yahveh!,{BR}de los rectos es propia la alabanza;
¡dad gracias a Yahveh con la cítara,{BR}salmodiad para él al arpa de diez
cuerdas;
cantadle un cantar nuevo,{BR}tocad la mejor música en la aclamación!
Pues recta es la palabra de Yahveh,{BR}toda su obra fundada en la verdad;
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él ama la justicia y el derecho,{BR}del amor de Yahveh está llena la tierra.
Por la palabra de Yahveh fueron hechos los cielos{BR}por el soplo de su boca
toda su mesnada.
El recoge, como un dique, las aguas del mar,{BR}en depósitos pone los abismos.
¡Tema a Yahveh la tierra entera,{BR}ante él tiemblen todos los que habitan el
orbe!
Pues él habló y fue así,{BR}mandó él y se hizo.
Yahveh frustra el plan de las naciones,{BR}hace vanos los proyectos de los
pueblos;
mas el plan de Yahveh subsiste para siempre,{BR}los proyectos de su corazón por
todas las edades.
¡Feliz la nación cuyo Dios es Yahveh,{BR}el pueblo que se escogió por heredad!
Yahveh mira de lo alto de los cielos,{BR}ve a todos los hijos de Adán;
desde el lugar de su morada observa{BR}a todos los habitantes de la tierra,
él, que forma el corazón de cada uno,{BR}y repara en todas sus acciones.
No queda a salvo el rey por su gran ejército,{BR}ni el bravo inmune por su enorme
fuerza.
Vana cosa el caballo para la victoria,{BR}ni con todo su vigor puede salvar.
Los ojos de Yahveh están sobre quienes le temen,{BR}sobre los que esperan en
su amor,
para librar su alma de la muerte,{BR}y sostener su vida en la penuria.
Nuestra alma en Yahveh espera,{BR}él es nuestro socorro y nuestro escudo;
en él se alegra nuestro corazón,{BR}y en su santo nombre confiamos.
Sea tu amor, Yahveh, sobre nosotros,{BR}como está en ti nuestra esperanza.
Lectura de la Palabra de Dios
Lucas 1,46-56
Y dijo María: «Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu <i>se alegra en Dios mi
salvador</i> porque <i>ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, </i><br>por
eso desde ahora todas las generaciones me llamarán<br> bienaventurada, porque ha
hecho en mi favor maravillas el Poderoso, <i>Santo es su nombre</i> <i> y su
misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen.</i> Desplegó la
fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. <i> Derribó
a los potentados</i> de sus tronos <i>y exaltó a los humildes.</i> <i> A los
hambrientos colmó de bienes</i> y despidió a los ricos sin nada. <i> Acogió a Israel,
su siervo,<br>acordándose de la misericordia</i> - como había anunciado a nuestros
padres - en favor de Abraham y de su linaje por los siglos.» María permaneció con ella
unos tres meses, y se volvió a su casa.
<br>
Desde el principio, María aparece marcada por la bienaventuranza de quien escucha la
Palabra de Dios. Esta es la primera bienaventuranza del Evangelio, como escribe
Lucas: “Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte
del Señor”. La felicidad de María, primera discípula del Evangelio, se expresa en el
9
canto del Magnificat. Es una oración que manifiesta la alegría de esta humilde mujer al
ver que el Señor del cielo y de la tierra se ha inclinado sobre ella para hacerla partícipe
de su diseño de salvación. María no se considera digna de consideración, como, en
cambio, cada uno de nosotros suele reclamar para sí. Ella sabe que todo le viene de
Dios y que sólo a Dios pertenece su grandeza y su fuerza. Ese mismo Dios que ha
liberado a Israel, que ha protegido a los pobres, que ha humillado a los soberbios y que
ha colmado de bienes a los hambrientos, se ha inclinado sobre ella y la ha amado con
un amor absolutamente inimaginable. Y ella, con temor y con tremor, le ha acogido en
su corazón y se ha dejado conducir en todo por Dios. Desde aquel día, a través de ella,
el Señor ha puesto su morada en medio de los hombres.
*****
23/12/2005
Memoria de Jesús crucificado
Lectura de la Palabra de Dios
Lucas 1,57-80
Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y
parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. Y
sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de
su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra, dijo: «No; se ha de llamar
Juan.» Le decían: «No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre.» Y
preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. El pidió una tablilla y
escribió: «Juan es su nombre.» Y todos quedaron admirados. Y al punto se abrió su
boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos,
y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las
oían las grababan en su corazón, diciendo: «Pues ¿qué será este niño?» Porque, en
efecto, la mano del Señor estaba con él. Zacarías, su padre, quedó lleno de Espíritu
Santo, y profetizó diciendo: <i> «Bendito el Señor Dios de Israel </i><br>porque ha
visitado y <i>redimido a su pueblo.</i> y nos ha suscitado una fuerza salvadora<br>en
la casa de David, su siervo, como había prometido desde tiempos antiguos,<br>por
boca de sus santos profetas, que nos salvaría de nuestros <i>enemigos<br>y de las
manos de</i> todos <i>los que nos odiaban</i> haciendo <i>misericordia</i> a
<i>nuestros padres<br>y recordando su</i> santa <i>alianza</i> y el juramento que
juró<br>a Abraham nuestro padre,<br>de concedernos que, libres de manos
enemigas,<br>podamos servirle sin temor en santidad y justicia<br>delante de él
todos nuestros días. Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo,<br>pues irás
delante <i>del Señor </i><br>para <i>preparar sus caminos</i> y dar a su pueblo
conocimiento de salvación<br>por el perdón de sus pecados, por las entrañas de
misericordia de nuestro Dios,<br>que harán que nos visite una Luz de la altura, a fin
de iluminar <i>a los que habitan<br>en tinieblas y sombras de muerte </i><br>y guiar
nuestros pasos por el <i>camino de la paz.» </i> El niño crecía y su espíritu se
fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.
<br>
Ante el milagro del nacimiento de Juan, Zacarías no puede reprimir su alegría. Después
del momento de incredulidad, reconoce que la Palabra de Dios es fuerte y eficaz. Ese
hijo es fruto del poder de Dios, como el ángel le había anunciado. Ahora se ha
10
convertido en creyente, y por eso deja de ser mudo y su lengua puede hablar. Su
corazón está lleno de alegría. El nacimiento de Juan provoca estupor y maravilla no
sólo en su casa, sino también en la de los vecinos, como siempre ocurre cada vez que
el Evangelio se escucha y se pone en práctica. Al renovar las cosas, el Evangelio
suscita siempre un clima nuevo entre la gente. Zacarías, al igual que María, no puede
reprimir su alegría y prorrumpe con un canto de alegría –el canto del “Benedictus”- por
el pequeño Juan, que “irá delante del Señor para preparar sus caminos”. La alegría de
este anciano sacerdote puede ser también la nuestra. También nosotros, que con
frecuencia tenemos el corazón envejecido por la resignación, podemos rejuvenecer y
renacer si escuchamos la Palabra de Dios. Sí, el Evangelio rejuvenece el corazón, lo
abre al amor, nos hace salir de la sombra de muerte y dirige nuestros pasos por el
camino de la paz.
*****
24/12/2005
Misa de la Noche
Vigilia de Navidad
Primera Lectura
Isaías 9,1-3.5-6
El pueblo que andaba a oscuras vio una luz grande.<br>Los que vivían en tierra de
sombras,<br>una luz brilló sobre ellos.<br>Acrecentaste el regocijo,<br>hiciste grande
la alegría.<br>Alegría por tu presencia,<br>cual la alegría en la siega,<br>como se
regocijan<br>repartiendo botín. Porque el yugo que les pesaba<br>y la pinga de su
hombro<br>- la vara de su tirano -<br>has roto, como el día de Madián. Porque una
criatura nos ha nacido,<br>un hijo se nos ha dado.<br>Estará el señorío sobre su
hombro,<br>y se llamará su nombre<br>"Maravilla de Consejero",<br>"Dios
Fuerte",<br>"Siempre Padre",<br>"Príncipe de Paz". Grande es su señorío y la paz no
tendrá fin<br>sobre el trono de David y sobre su reino,<br>para restaurarlo y
consolidarlo<br>por la equidad y la justicia,<br>Desde ahora y hasta siempre,<br>el
celo de Yahveh Sebaot hará eso.
Salmo responsorial
Salmo 95 (96)
¡Cantad a Yahveh un canto nuevo,{BR}cantad a Yahveh, toda la tierra,
cantad a Yahveh, su nombre bendecid!{BR}Anunciad su salvación día tras día,
contad su gloria a las naciones,{BR}a todos los pueblos sus maravillas.
Que grande es Yahveh, y muy digno de alabanza,{BR}más temible que todos los
dioses.
Pues nada son todos los dioses de los pueblos.{BR}Mas Yahveh los cielos hizo;
gloria y majestad están ante él,{BR}poder y fulgor en su santuario.
Rendid a Yahveh, familias de los pueblos,{BR}rendid a Yahveh gloria y poder,
rendid a Yahveh la gloria de su nombre.{BR}Traed ofrendas y en sus atrios entrad,
postraos ante Yahveh en esplendor sagrado,{BR}¡tiemble ante su faz la tierra entera!
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"Decid entre las gentes: ""¡Yahveh es rey!""{BR}El orbe está seguro, no
vacila;{BR}él gobierna a los pueblos rectamente."
¡Alégrense los cielos, regocíjese la tierra,{BR}retumbe el mar y cuanto encierra;
exulte el campo y cuanto en él existe,{BR}griten de júbilo todos los árboles del
bosque,
ante la faz de Yahveh, pues viene él,{BR}viene, sí, a juzgar la tierra!{BR}El juzgará al
orbe con justicia,{BR}a los pueblos con su lealtad.
Segunda Lectura
Tito 2,11-14
Porque se ha manifestado la gracia salvadora de Dios a todos los hombres, que nos
enseña a que, renunciando a la impiedad y a las pasiones mundanas, vivamos con
sensatez, justicia y piedad en el siglo presente, aguardando la feliz esperanza y la
Manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo; el cual se
entregó por nosotros a fin de <i>rescatarnos de toda iniquidad y purificar para sí un
pueblo que fuese suyo,</i> fervoroso en buenas obras.
Lectura de la Palabra de Dios
Lucas 2,1-14
Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se
empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo
gobernador de Siria Cirino. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. Subió
también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David,
que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con
María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le
cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en
pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento. Había en la
misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la
noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió
en su luz; y se llenaron de temor. El ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una
gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David,
un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño
envuelto en pañales y acostado en un pesebre.» Y de pronto se juntó con el ángel una
multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en las
alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace.»
Homilía
A los pastores atemorizados por la visión, un ángel les dijo: “No temáis, pues os
anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la
ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor”. Y añadió: “encontraréis un niño
envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Aquí está todo el Evangelio de
Navidad: aquel niño débil, que llora como lloran todos los niños, es el creador del cielo
y de la tierra, es el que libera al mundo del mal, el que da a los hombres la felicidad y la
paz. Es un acontecimiento que sigue asombrando y conmoviendo. Un Dios niño. En
toda esa debilidad se esconde una fuerza eterna. El apóstol Pablo escribe: “la debilidad
divina es más fuerte que los hombres”, y además: “Ha escogido Dios a los débiles del
mundo, para confundir a los fuertes” (1 Cor 1, 25 y 27). La debilidad del niño Jesús se
nos propone de año en año como una fuerza de salvación. Los pastores son los
primeros en ser llamados, como para subrayar lo que Jesús dirá más adelante: “Los
últimos serán primeros”. Aquella noche les ha sido concedido el sueño de un mundo
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nuevo. Verdaderamente aquel niño es “una gran alegría, que lo será para todo el
pueblo”.
Sin embargo, puede suceder que no nos demos cuenta. Belén es el triste ejemplo.
Aquella noche nadie acogió a María y José, y Jesús nació en un establo. ¡Cuánta
tristeza hay en aquella frase de Lucas: “no tenían sitio en el albergue”! Y cuántas veces
se sigue diciendo todavía hoy, para millones de Marías y de José para los que “no hay
sitio”. A pesar de ello, Jesús, con tal de estar a nuestro lado, acepta incluso un
pesebre. Parece no poder prescindir de nosotros, aunque, en verdad, somos nosotros
los que no podemos prescindir de él. ¿Cómo no conmovernos ante un amor tan
grande? Podemos aprender mucho de Francisco de Asís, quien, en 1223, quiso vivir la
Navidad al pie de la letra. Dijo a su amigo Giovanni Velita: “Deseo celebrar la memoria
del niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que
sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y como fue colocado
sobre heno entre el buey y el asno”. Francisco no quería hacer una representación
sacra, sino más bien “ver” el amor de Dios, que, con tal de estar a nuestro lado, aceptó
nacer en el frío de este mundo. Era el frío del egoísmo y del hambre, de la injusticia y
de la guerra. En el frío del mundo y de los corazones de los hombres, Jesús ha venido
para devolver a todos el calor del amor.
Este misterio se realiza cada vez que se celebra la Eucaristía. Francisco los decía
con frecuencia a sus hermanos: “Ved que diariamente se humilla como cuando del
trono real descendió al seno de la Virgen, cada día viene a nosotros en humilde
apariencia; cada día desciende del seno del Padre al altar en manos del sacerdote. Y
como a los santos Apóstoles se apareció en verdadera carne, así se muestra ahora a
nosotros en el pan consagrado”. Aquella noche el belén fue la celebración de la Misa
sobre un pesebre, en el frío y en la pobreza de un establo. Francisco cantó el Evangelio
y tuvo la visión del Niño y lo acogió en la Eucaristía. Cada Liturgia es Navidad. Y
nosotros, como los pastores y los magos, estamos llamados a formar parte. La Liturgia
es el lugar del estupor, del estupor por la cercanía de Dios. Nosotros no tenemos las
categorías, la cultura, la sensibilidad ni la educación como para comprender lo grande
que es el rebajamiento de Dios. Somos verdaderamente ignorantes ante tal misterio, a
pesar de que la Iglesia trate de guiarnos y educarnos. Tanta cercanía debe suscitar en
nosotros estupor, ese estupor que con frecuencia se advierte en los Evangelios: el
estupor de los discípulos y de las multitudes ante los milagros que Jesús realizaba.
¿Qué milagro más grande que ver a Dios en un niño?
*****
25/12/2005
Navidad del Señor
Navidad del Señor
Primera Lectura
Isaías 62,11-12
Mirad que Yahveh hace oír<br>hasta los confines de la tierra:<br>"Decid a la hija de
Sión:<br>Mira que viene tu salvación;<br>mira, su salario le acompaña,<br>y su paga
le precede. Se les llamará "Pueblo Santo",<br>"Rescatados de Yahveh";<br>y a ti se
te llamará "Buscada",<br>"Ciudad no Abandonada"."
13
Salmo responsorial
Salmo 96 (97)
¡Reina Yahveh! ¡La tierra exulte,{BR}alégrense las islas numerosas!
Nube y Bruma densa en torno a él,{BR}Justicia y Derecho, la base de su trono.
Delante de él avanza fuego{BR}y a sus adversarios en derredor abrasa;
iluminan el orbe sus relámpagos,{BR}lo ve la tierra y se estremece.
Los montes como cera se derriten{BR}ante el Dueño de la tierra toda;
los cielos anuncian su justicia,{BR}y todos los pueblos ven su gloria.
¡Se avergüenzan los que sirven a los ídolos,{BR}los que se glorían de
vanidades;{BR}se postran ante él todos los dioses!
Sión lo oye y se alboroza,{BR}exultan las hijas de Judá{BR}a causa de tus juicios,
Yahveh.
Porque tú eres Yahveh,{BR}el Altísimo sobre toda la tierra,{BR}muy por encima de los
dioses todos.
Yahveh ama a los que el mal detestan,{BR}él guarda las almas de sus fieles{BR}y
de la mano de los impíos los libra.
La luz se alza para el justo,{BR}y para los de recto corazón la alegría.
Justos, alegraos en Yahveh,{BR}celebrad su memoria sagrada.
Segunda Lectura
Tito 3,4-7
Mas cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los
hombres, él nos salvó, no por obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino
según su misericordia, por medio del baño de regeneración y de renovación del Espíritu
Santo, que derramó sobre nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro
Salvador, para que, justificados por su gracia, fuésemos constituidos herederos, en
esperanza, de vida eterna.
Lectura de la Palabra de Dios
Lucas 2,15-20
Y sucedió que cuando los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo, los pastores se
decían unos a otros: «Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el
Señor nos ha manifestado.» Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al
niño acostado en el pesebre. Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca
de aquel niño; y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les
decían. María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón.
Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y
visto, conforme a lo que se les había dicho.
Homilía
“Vamos a Belén a ver lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado”, se decían los
pastores unos a otros después de escuchar el anuncio del ángel. Y fueron “a toda
prisa”, sin interponer lentitudes o retrasos, como en general solemos hacer cuando
escuchamos el Evangelio. Ellos obedecieron sin más. En este caminar en la noche
podemos ver el mismo camino de nuestra conversión. La Navidad es la hora de la
conversión del corazón, es la hora de renacer. Un místico cristiano decía: “Aunque
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Cristo naciera mil veces en Belén, si no lo hace en tu corazón, estás perdido
eternamente”. Pero, ¿cómo es posible renacer? Es la misma pregunta de Nicodemo a
Jesús. También él, de noche, se preguntó: “¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo?”.
La respuesta es simple: volviendo a abrir el Evangelio. Sí, el Evangelio es como ese
niño envuelto en pañales que yace en el pesebre. Se podría decir, ¿cómo es posible
que de ese niño venga la salvación? ¿Cómo es posible que de ese pequeño libro
vengan palabras que cambian el mundo? El misterio de la Navidad se esconde en esta
debilidad. El Evangelio es la luz que puede cambiar los días, los años, los siglos que
vendrán. En Navidad se escucha la primera página, la del nacimiento. A partir de ella
podemos empezar a escribir de nuevo nuestra vida. Si página a página deshojamos el
pequeño libro del Evangelio, cada uno de nosotros crecerá día tras día como crecía el
niño Jesús “en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres” (Lc 2,
52).
Si nosotros renacemos, con nosotros renace también el mundo. El cambio del
mundo comienza siempre a partir de nuestro corazón. Por esto, espiritualidad y
solidaridad están profundamente relacionadas: conversión y cambio del mundo
confluyen. El cristiano sabe que para salvar debe antes dejarse salvar; que para ayudar
debe antes dejarse ayudar. Por tanto, no nos contentemos con ser los mismos de
siempre, dejándonos llevar por el conformismo y las costumbres. Imitemos a los
pastores que dejaron su rebaño y fueron hacia la gruta, vieron a Jesús y en él
reconocieron a Dios, que había escogido estar sobre todo con los más pobres. Ese
niño que yace en un pesebre libera al mundo de toda esclavitud. Ha bajado del cielo y
se ha hecho como nosotros para estar a nuestro lado y comunicarnos su amor. Y si nos
dejamos tocar el corazón, aunque sólo sea un poco, sentiremos el mismo estupor y la
misma alegría que aquellos pastores que fueron los primeros en vivir este increíble
misterio de amor. La Navidad es experimentar esa alegría: sentir a Dios junto a
nosotros. A veces tenemos miedo de esta alegría, porque nos despoja de nuestro
egocentrismo, porque nos hace levantar los ojos de nosotros mismos, porque nos pone
en comunión con los demás y nos da serenidad. Nosotros, sin embargo, creemos
controlar nuestra vida con la tristeza. Ese niño es nuestra alegría.
El evangelista continúa diciendo que los pastores hablaban a todos de ese niño, y
los que les oían se maravillaban de las cosas que decían. Si nos dejamos envolver por
el mismo estupor, también nosotros lo comunicaremos. La vida cristiana no es otra
cosa que un estupor que se comunica y se irradia. Se lee en un Evangelio apócrifo:
“Quien se maraville reinará”. Sí, con el estupor verdadero e ingenuo de la Navidad,
podremos convencer al corazón de muchos hombres y muchas mujeres que está a
merced de una vida triste y resignada. La comunicación del Evangelio es el corazón
mismo de la vida del creyente y la raíz del estupor en quien escucha. En esta escena
evangélica de Navidad podemos ver la primera imagen de la Iglesia: una pequeña
comunidad (María, José y los pastores) reunida alrededor del niño, que
inmediatamente se vuelve evangelizadora. María, la primera que habla de Jesús a los
pastores y “guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón”; José, que tomó
consigo al niño y a su madre; y los pastores, que comunican la alegría de haber
encontrado al salvador. Es el icono que se nos confía para que no olvidemos el gran
don de la Navidad.
*****
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26/12/2005
Oración del tiempo de Navidad
Recuerdo de san Esteban, diácono, promártir.
Lectura de la Palabra de Dios
Hechos de los Apóstoles 7,55-8,4
Pero él, lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús
que estaba en pie a la diestra de Dios; y dijo: «Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo
del hombre que está en pie a la diestra de Dios.» Entonces, gritando fuertemente, se
taparon sus oídos y se precipitaron todos a una sobre él; le echaron fuera de la ciudad
y empezaron a apedrearle. Los testigos pusieron sus vestidos a los pies de un joven
llamado Saulo. Mientras le apedreaban, Esteban hacía esta invocación: «Señor Jesús,
recibe mi espíritu.» Después dobló las rodillas y dijo con fuerte voz: «Señor, no les
tengas en cuenta este pecado.» Y diciendo esto, se durmió. Saulo aprobaba su
muerte.<br>Aquel día se desató una gran persecución contra la Iglesia<br> de
Jerusalén. Todos, a excepción de los apóstoles,<br> se dispersaron por las regiones
de Judea y<br> Samaria. Unos hombres piadosos sepultaron a Esteban e hicieron
gran duelo por él. Entretanto Saulo hacía estragos en la Iglesia; entraba por las casas,
se llevaba por la fuerza hombres y mujeres, y los metía en la cárcel. Los que se habían
dispersado iban por todas partes anunciando la Buena Nueva de la Palabra.
<br>
Esteban, condiscípulo de Pablo en la escuela de Gamaliel, se unió a la predicación de
los apóstoles y fue después elegido como uno de los siete diáconos para el servicio de
la caridad. “Lleno de gracia y de poder, realizaba grandes prodigios y signos entre el
pueblo”, narran los Hechos (6, 8). No podía dejar de anunciar el Evangelio que había
recibido. Y no se detuvo cuando las oposiciones y la violencia empezaron a abatirse
sobre él a causa de su nueva vida. No se dejó intimidar por las oposiciones y continuó
testimoniando el Evangelio hasta derramar su sangre. Siguiendo el ejemplo de su
maestro, mientras era lapidado pidió a Dios que acogiera su espíritu y perdonase a sus
perseguidores. Esteban, primer mártir de la historia cristiana, conduce el cortejo de
todos los que, en cualquier lugar y en cualquier época, han dado testimonio y continúan
testimoniando el Evangelio hasta el sacrificio extremo de la vida. Todos ellos, que han
visto “los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la diestra de Dios”, están hoy en
el cielo y ven a Dios, “cara a cara”. A nosotros nos dejan un precioso ejemplo de cómo
escuchar el Evangelio para seguir a Jesús.
*****
27/12/2005
Memoria de los apóstoles
Recuerdo de san Juan, apóstol y evangelista: “el discípulo a quien Jesús quería” y que
bajo la cruz tomó consigo a María como su madre.
Canto de los Salmos
Salmo 33 (34)
Bendeciré a Yahveh en todo tiempo,{BR}sin cesar en mi boca su alabanza;
en Yahveh mi alma se gloría,{BR}¡óiganlo los humildes y se alegren!
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Engrandeced conmigo a Yahveh,{BR}ensalcemos su nombre todos juntos.
He buscado a Yahveh, y me ha respondido:{BR}me ha librado de todos mis
temores.
Los que miran hacia él, refulgirán:{BR}no habrá sonrojo en su semblante.
Cuando el pobre grita, Yahveh oye,{BR}y le salva de todas sus angustias.
Acampa el ángel de Yahveh{BR}en torno a los que le temen y los libra.
Gustad y ved qué bueno es Yahveh,{BR}dichoso el hombre que se cobija en él.
Temed a Yahveh vosotros, santos suyos,{BR}que a quienes le temen no les falta nada.
Los ricos quedan pobres y hambrientos,{BR}mas los que buscan a Yahveh de
ningún bien carecen.
Venid, hijos, oídme,{BR}el temor de Yahveh voy a enseñaros.
¿Quién es el hombre que apetece la vida,{BR}deseoso de días para gozar de
bienes?
Guarda del mal tu lengua,{BR}tus labios de decir mentira;
apártate del mal y obra el bien,{BR}busca la paz y anda tras ella.
Los ojos de Yahveh sobre los justos,{BR}y sus oídos hacia su clamor,
el rostro de Yahveh contra los malhechores,{BR}para raer de la tierra su memoria.
Cuando gritan aquéllos, Yahveh oye,{BR}y los libra de todas sus angustias;
Yahveh está cerca de los que tienen roto el corazón.{BR}él salva a los espíritus
hundidos.
Muchas son las desgracias del justo,{BR}pero de todas le libera Yahveh;
todos sus huesos guarda,{BR}no será quebrantado ni uno solo.
La malicia matará al impío,{BR}los que odian al justo lo tendrán que pagar.
Yahveh rescata el alma de sus siervos,{BR}nada habrán de pagar los que en él se
cobijan.
Lectura de la Palabra de Dios
Juan 20,2-8
Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería
y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.»
Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos,
pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al
sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón
Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que
cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces
entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó,
<br>
Juan es uno de los primeros cuatro discípulos llamados por Jesús a orillas del lago de
Tiberíades. La tradición evangélica le recuerda como “el discípulo a quien Jesús
quería”. De hecho, durante la última cena recostó su cabeza sobre el pecho de Jesús, y
junto a Pedro y Santiago, lo acompañó en el huerto de los Olivos durante la agonía.
Pero como los demás discípulos, también huyó dejando a Jesús solo, aunque más
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tarde volvió sobre sus pasos y llegó al pie de la cruz donde acogió la invitación de
tomar consigo a María. El Evangelio nos lo presenta al amanecer del día de Pascua,
mientras corre con Pedro hacia el sepulcro. Al ser más joven que Pedro llega antes, vio
las vendas por el suelo, pero no entró. Esperó a Pedro. Los Padres comentan que el
amor corre más deprisa y llega antes. Sin embargo, Juan sabe esperar a que llegue el
otro hermano para entrar juntos. Y apenas entró, “vio y creyó”. Su testimonio, reunido
en el cuarto Evangelio y en las cartas, se centra por completo en la predicación del
amor de Dios y de los hermanos como el corazón del mensaje de su Maestro.
*****
28/12/2005
Oración del tiempo de Navidad
Recuerdo de los santos inocentes. Oración por todos los que mueren víctimas de la
violencia, desde el seno de la madre hasta la ancianidad.
Lectura de la Palabra de Dios
Lucas 2,39-40
Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su
ciudad de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de
Dios estaba sobre él.
<br>
El Evangelio nos lleva a Nazaret. Son apenas tres líneas, pero valen treinta años, los
de la vida “oculta”. A nosotros, enfermos de protagonismo, nos viene la pregunta de por
qué Jesús no ha comenzado de inmediato su actividad pública, con signos y prodigios.
Verdaderamente, se ha hecho “semejante a los hombres” para que apareciese claro
que la salvación no es ajena a la vida ordinaria de cada uno. Durante los treinta años
de vida en Nazaret no hay milagros, no hay visiones, ni se ven a las multitudes
agolparse. Quizá por esto la Iglesia ha considerado “apócrifos” todos los relatos
creados por la tierna curiosidad de los primeros cristianos que querían hacer
extraordinaria y milagrosa la infancia, la adolescencia y la juventud de Jesús. Estos dos
versículos son como la síntesis de treinta años normales de vida, de una vida entera, la
de Jesús y la nuestra. Todo esto significa que también a nosotros, en la normalidad de
nuestros días, se nos pide “crecer y fortalecernos, llenos de sabiduría” a los ojos de
Dios. Y creceremos, como Jesús, en la medida que escuchemos cada día la Palabra
de Dios y tratemos de ponerla en práctica. En cierto modo, la vida de Nazaret, es decir,
la escucha del Evangelio, debe continuar siempre en la vida del discípulo.
*****
18
29/12/2005
Oración del tiempo de Navidad
Recuerdo del santo profeta David. Se le atribuyen algunos salmos. Desde hace siglos los
salmos alimentan la oración de los judíos y de los cristianos. Recuerdo de san Tomás
Becket, defensor de la justicia y de la dignidad de la Iglesia.
Lectura de la Palabra de Dios
Lucas 2,41-50
Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce
años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el
niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo su padres. Pero creyendo que estaría en
la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos;
pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca. Y sucedió que, al cabo de
tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros,
escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su
inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le
dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te
andábamos buscando.» El les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo
debía estar en la casa de mi Padre?» Pero ellos no comprendieron la respuesta que les
dio.
<br>
El Evangelio de Lucas nos hace encontrar a Jesús en el templo de Jerusalén mientras
realiza su primera peregrinación. Es el único episodio que se refiere a Jesús
adolescente, y desde entonces se revela con claridad su conciencia de pertenecer al
Padre. Ni siquiera María y José, los que estaban más cerca de él, le habían entendido.
Sucederá lo mismo en Getsemaní, cuando incluso los discípulos más íntimos no le
comprenderán y le dejarán solo. “¿Por qué me buscabais?” dice Jesús a sus padres
que por fin le encuentran en el templo mientras discute con los doctores de la ley. Sin
embargo, la angustia de María y de José está llena de significado. ¿Cómo no iban a
estar angustiados sin Jesús? Nosotros, a menudo, aunque estemos lejos del Señor nos
sentimos tranquilos, o al menos eso parece. María y José nos enseñan a tener una
justa preocupación: la de no perder al Señor. De hecho, cuando no lo vieron cerca, se
pusieron inmediatamente a buscarle, y no cesaron hasta que no le hubieron
encontrado. Pero no le encontraron donde pensaban, sino en el templo, en el lugar de
la oración. Quien quiera encontrar a Jesús lo encontrará sobre todo en el Evangelio, en
la oración, en los hermanos y en los pobres. Estos lugares son la “casa de mi Padre”.
Jesús debe ocuparse de ella, y con él, también los discípulos.
*****
19
30/12/2005
Oración del tiempo de Navidad
Recuerdo de Laurindo y Madora, jóvenes mozambiqueños que perdieron la vida a causa
de la guerra. Con ellos recordamos a todos los jóvenes que han muerto por los conflictos
y la violencia de los hombres.
Lectura de la Palabra de Dios
Lucas 2,51-52
Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba
cuidadosamente todas las cosas en su corazón. Jesús progresaba en sabiduría, en
estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.
<br>
Se podría decir que Jesús necesitó una familia, como cada uno de nosotros. Era una
familia normal, como podría ser cualquiera de nuestras familias. Nos conmoveríamos si
conociéramos las oraciones que los tres recitaban por la mañana y por la noche. Nos
sentiríamos edificados si aprendiéramos cómo Jesús adolescente afrontaba sus
primeras celebraciones religiosas o civiles, o cómo de joven trabajaba con José. ¡Con
qué intensidad debió escuchar las Escrituras y la oración de los salmos! Y ¡cuánto
podrían aprender las madres de las preocupaciones de María hacia aquel hijo!
También los padres podrían aprender mucho del ejemplo de José, hombre justo, que
dedicó su vida a sostener y a defender al niño y a la madre y no a sí mismo. Pero hay
una profundidad en aquella familia que quedó oculta a los ojos de sus
contemporáneos, pero que el Evangelio nos desvela: la “centralidad” de Jesús. Este es
el “tesoro” de la “vida oculta” de Nazaret: María y José acogieron a aquel Hijo, lo
custodiaban y lo veían crecer en medio de ellos, es más, dentro de su corazón,
aumentando de ese modo su cariño y su comprensión. La familia de Nazaret es un
ejemplo, o mejor aún, un icono, que nuestras familias deben contemplar e imitar para
ser –como decían los Padres- una pequeña Iglesia doméstica.
*****
31/12/2005
Te Deum
Acción de gracias al Señor por el año transcurrido
Lectura de la Palabra de Dios
Lucas 3,1-6
En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de
Judea, y Herodes tetrarca de Galilea; Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de
Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene; en el pontificado de Anás y Caifás, fue
dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y se fue por toda la
región del Jordán proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados,
como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: <i>Voz del que clama en
el desierto:<br>Preparad el camino del Señor,<br>enderezad sus sendas;</i> <i> todo
barranco será rellenado,<br>todo monte y colina será rebajado,<br>lo tortuoso se hará
recto<br>y las asperezas serán caminos llanos.</i> <i> Y todos verán la salvación de
Dios. </i>
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La Palabra de Dios –señala el evangelista- “fue dirigida” a Juan “en el año quince del
imperio de Tiberio César”. Como para querer decir que la “Palabra”, es decir, el
Evangelio, no es algo etéreo, un ente abstracto y vago que no tiene nada que decir a la
vida. Tampoco es una voz escondida y privada que no tiene que ver con la historia de
los hombres. Es una palabra dirigida a todos, incluso al mismo imperio romano.
Desciende al corazón de los hombres para cambiar la vida del mundo. En esta página
evangélica se subraya que la Palabra de Dios entra en la historia a través del corazón
de los hombres. En medio del gran escenario del imperio romano, es Juan el lugar que
la Palabra escoge para entrar en la vida de los hombres, y cada vez que un corazón se
deja tocar por la palabra de Dios, también el mundo empieza a cambiar. Desde el
momento en que acoge la Palabra, Juan cambia de vida: se aleja de la ciudad, es
decir, de una vida entendida como consumo de bienes, de cosas, de apegos, con la
ilusión de una felicidad que nunca llega. Sale de la ciudad y empieza a recorrer toda la
región, que se ha convertido como en un desierto de esperanza y de vida. Juan, lleno
de la Palabra, retoma la antigua predicación profética para que con la conversión se
enderecen los senderos egocéntricos de los hombres, con el amor se colmen los
barrancos de odio y se allanen las montañas de orgullo. Así se prepara el camino por el
que viene el Señor para salvar al mundo.
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01/01/2006
Fiesta de la Madre de Dios
Fiesta de María, Madre de Dios. <br>Oración por la paz en el mundo y por el fin de todas
las guerras.
Primera Lectura
Números 6,22-27
Habló Yahveh a Moisés y le dijo: Habla a Aarón y a sus hijos y diles: "Así habéis de
bendecir a los israelitas. Les diréis: Yahveh te bendiga y te guarde; ilumine Yahveh su
rostro sobre ti y te sea propicio; Yahveh te muestre su rostro y te conceda la paz." Que
invoquen así mi nombre sobre los israelitas y yo los bendeciré."
Salmo responsorial
Salmo 66 (67)
¡Dios nos tenga piedad y nos bendiga,{BR}su rostro haga brillar sobre nosotros! Pausa.
Para que se conozcan en la tierra tus caminos,{BR}tu salvación entre todas las
naciones.
¡Te den, oh Dios, gracias los pueblos,{BR}todos los pueblos te den gracias!
Alégrense y exulten las gentes,{BR}pues tú juzgas al mundo con justicia,{BR}con
equidad juzgas a los pueblos,{BR}y a las gentes en la tierra gobiernas. Pausa.
¡Te den, oh Dios, gracias los pueblos,{BR}todos los pueblos te den gracias!
La tierra ha dado su cosecha:{BR}Dios, nuestro Dios, nos bendice.
¡Dios nos bendiga, y teman ante él{BR}todos los confines de la tierra!
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Segunda Lectura
Gálatas 4,4-7
Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido
bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la
filiación adoptiva. La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros
corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre! De modo que ya no eres
esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero por voluntad de Dios.
Lectura de la Palabra de Dios
Lucas 2,16-21
Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.
Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño; y todos los que
lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían. María, por su parte,
guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron
glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se
les había dicho. Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, se le dio el
nombre de Jesús, el que le dio el ángel antes de ser concebido en el seno.
Homilía
El Evangelio nos presenta una vez más a los pastores de Belén. Son un ejemplo de
cómo iniciar el nuevo año. Eran considerados tan impuros y pecadores que estaban
incluso excluidos de la vida religiosa oficial. A pesar de ello, la mirada de Dios se posó
sobre ellos: la noche se llenó de luz y su vida encontró un sentido. Aquellos humildes
pastores se convirtieron en los “primeros cristianos”, escucharon las palabras del ángel,
dejaron sus rebaños y se dirigieron hacia el lugar que les había sido indicado desde lo
alto. Llegados a la gruta, al mirar vieron un Niño, un humilde niño envuelto en pañales
acostado en un pesebre. Es muy hermoso lo que cuenta el evangelista: “Al verlo,
contaron lo que les habían dicho acerca de aquel niño”. Se podría decir que esta simple
escena de los pastores contiene toda la vida del cristiano. Es una imagen que se sitúa
al inicio de este nuevo año para que ilumine nuestros pasos durante los días que
vendrán.
Los Evangelios nos dicen que los ángeles hablaron del niño a aquellos pastores,
pero no es difícil pensar que también María lo hubiera hecho cuando llegaron a la
gruta. Desde luego, María se lo presentó y probablemente sin ella no habrían podido
comprender aquel misterio que estaba ante sus ojos. María sabía quién era ese hijo, de
hecho, con mucho cuidado “guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón”.
Con increíble ternura, la Liturgia de hoy nos invita a mirar a María para festejarla y
venerarla como madre de Dios. Han pasado siete días desde Navidad, desde que
nuestros ojos se han posado sobre ese pequeño niño y sobre todos los pequeños y
débiles de este mundo. Hoy la Iglesia siente también la necesidad de mirar a la Madre
y hacerle fiesta. Pero, hay que subrayarlo, al contemplarla no la encontramos sola:
María tiene a Jesús en sus brazos, la Madre tiene en sus brazos al Hijo. Dice el
Evangelio que los pastores, apenas llegaron a Belén, “encontraron a María y a José, y
al niño”. Es ella la que sigue mostrándolo a los humildes discípulos de todos los
tiempos, y también a nosotros. María que tiene a Jesús en su regazo es una de las
imágenes más familiares y tiernas del misterio de la encarnación. En la tradición de la
Iglesia de Oriente es tan fuerte la relación entre aquella Madre y aquel Hijo que no se
puede encontrar una imagen de María sin Jesús. De hecho, ella pertenece por
completo a Jesús, y sin Jesús no hay María. Ella existe para aquel Hijo, y su misión es
generarlo y mostrarlo al mundo. Este es el icono de María, la Madre de Jesús; pero es
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también el icono de la Iglesia y de todo creyente: abrazar con cariño al Señor y
mostrarlo al mundo.
Pues bien, al igual que aquellos pastores al salir de la gruta volvieron glorificando y
alabando a Dios, así también los creyentes, con la misma energía y el mismo empuje,
echándose a las espaldas un año más de vida, deben entrar en el nuevo teniendo a
Jesús entre los brazos para amarlo y para mostrarlo al mundo. ¡Qué gran consolación
sería si alguien pudiera seguir escribiendo de los cristianos lo que el evangelista señala
de los pastores: “Todos los que lo oyeron se maravillaron de lo que los pastores les
decían”!
Ya es tradición consolidada que el primer día del año la Iglesia se reúna en oración
para invocar la paz. Es para afirmar que queremos que los primeros pasos del año
sean pasos de paz. Eran los pasos de los primeros pastores, que sean también los
pasos de cada discípulo de Jesús y de cada hombre de buena voluntad. El inicio de
este nuevo milenio ha visto ya atroces tragedias, y el horizonte parece marcado por
una espiral de terrorismo y de guerra. Urge que los hombres abandonen las armas y
emprendan un camino de paz a través del diálogo y del encuentro. No se trata sólo de
hacer algún gesto de buena voluntad, sino de un proceso que hay que emprender para
que se extienda a todos los aspectos de la vida humana y se encamine por los caminos
de la justicia y el perdón. No obstante, sabemos que la paz, aunque requiere un
compromiso tenaz por parte de los hombres, es un don que viene de lo alto, un fruto
del espíritu de amor que actúa en el corazón de los hombres. Por esto, la oración del
comienzo de este nuevo tiempo es la antigua afirmación de los ángeles: “Paz a los
hombres en quienes Dios se complace”.
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