Download Domingo XII del Tiempo Ordinario

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Todo profeta es elegido por Dios para hablar en su nombre y dar testimonio de su salvación;
esta fue la vocación de Isaías (Is 49,1). Esta es la llamada que llevó a la Iglesia primitiva a
predicar un bautismo de conversión semejante al de Juan (Hch 13,24) y esta es la llamada a
la que respondió el Bautista, desde el vientre de su madre y con el testimonio de su vida (Lc
1,57).
¡HAZME, SEÑOR, TU MENSAJERO!
Hazme, Señor, de los que se comprometen a fondo,
de los que se olvidan de sí mismos,
de los que entregan su vida de verdad,
de los que aman hasta dar la vida,
como Juan.
Hazme, Señor, apasionado por tu causa,
capaz de dar el salto hacia la inseguridad de lo sorprendente
para fiarme más de ti que de mí mismo,
como Juan.
¡HAZME, SEÑOR, ALTAVOZ DE TU PRESENCIA!
Hazme, Señor, como a Juan,
enamorado de la vida sencilla, amante de la paz,
limpio de conciencia, capaz de aceptar cualquier tarea,
servidor de mis hermanos,
descubridor de ese mundo nuevo
al que llamas a toda la humanidad.
¡HAZME, SEÑOR, TU PREGONERO!
Haz, Señor,
que en medio de tantos desiertos,
en los que andamos perdidos y sin muchas ganas de encontrarte,
sea pregonero de tus gracias y de tu presencia,
altavoz de tu verdad tan comprometedora como nueva,
como Juan.
Haz, Señor,
que entre tanta palabrería escuche palabras de amor y de consuelo
y siga siendo heraldo de tu evangelio,
profeta que anuncia tu llegada,
comunicador de la esperanza que nos salva,
como Juan.
¡HAZME, SEÑOR, TU TESTIGO!
Señor, que al estilo de Juan,
desde la sinceridad de mi corazón, te pueda llamar Padre,
y, desde la obediencia de mi vida,
pueda escuchar de tus labios: “Tú eres mi hijo”. Amén.