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FILOSOFÍA Y CIUDADANÍA TEMA 2. EL ANIMAL HUMANO. ORIGEN Y EVOLUCIÓN ESQUEMA Concepto Evolución lamarquismo Teorías evolucionistas darwinismo t. sintética Taxonomía humana La evolución humana El orden de los primates La familia de los homínidos El género de los homos CONCEPTO DE EVOLUCIÓN El concepto de evolución proviene del término latino evolutio y hace referencia al verbo evolucionar y a sus efectos. Este desarrollo está vinculado con un cambio de estado o a un despliegue o desenvolvimiento y su resultado es un nuevo aspecto o forma del elemento en cuestión. La idea de la evolución no conlleva un significado ético de mejora o progreso sino solamente de cambio. La idea de que unos seres proceden de otros, por sentido común dado su parecido podría haberse aceptado desde el principio de la historia del pensamiento, sin embargo su aceptación es históricamente bastante reciente. Este retraso es debido a teorías normalmente ligadas con la religión cristiana que obstaculizaron la admisión de las teorías evolucionistas. Con relación a la filiación entre los seres podemos encontrar distintas posiciones: Fijismo: los distintos seres permanecen inalterables desde su aparición. Esta teoría está ligada al creacionismo de origen religioso que afirma la existencia de un acto de creación en el que todos los seres fueron hechos tal como son hoy. Transformismo radical: todo puede proceder de todo incluso lo orgánico de lo inorgánico. En esta posición se incluirían las distintas metamorfosis y la generación espontánea (por ejemplo, gusanos del fango, moscas de la carne podrida, organismos de los lugares húmedos, etc.) Catastrofismo: los cambios geológicos y biológicos producidos en nuestro planeta se deben no a cambios graduales, sino a cambios repentinos y violentos. Tesis defendida por el biólogo y geólogo francés George Cuvier al inicio del SXIX Evolucionismo: teoría que sostiene que unos seres se transforman gradualmente en otros en dilatados periodos de tiempo. TEORÍAS ACERCA DE LA EVOLUCIÓN Si bien es cierto que ya los griegos plantearon posiciones que podrían considerarse evolucionistas como la de Empédocles o Heráclito hay que esperar al inicio del siglo XIX para que de manos de científicos como el francés Jean Baptiste Lamarck o el naturalista galés Alfred Russel Wallace aparezca la primera teoría evolutiva que puede considerarse científica. Lamarquismo: En 1809, J. B. Lamarck publicó su obra fundamental, Filosofía Zoológica, y en ella afirma que los seres vivientes poseen una tendencia a desarrollarse y a multiplicar sus órganos y sus formas, dando lugar a que éstos sean cada vez más perfectos. Según esta teoría, todas las especies vegetales y animales proceden de otras especies anteriores menos desarrolladas y más imperfectas. Lamarck pensó siempre en los organismos en relación con su comportamiento en la naturaleza y con los desafíos planteados por los ambientes cambiantes. Contra el fijismo aducía que, si las especies hubieran sido fijadas en la Creación y se mantuviesen estáticas desde siempre, no podrían sobrevivir a los cambios medioambientales. Por tanto, deberían adaptarse constantemente, aunque cambiaran poco en apariencia. Grandes cambios en las circunstancias producen en los animales grandes cambios en sus necesidades, y tales cambios en ellas las producen necesariamente en las acciones. Luego, si las nuevas necesidades llegan a ser constantes o muy durables, los animales adquieren entonces nuevos hábitos, que son tan durables como las necesidades que los han hecho nacer (Lamarck, Filosofía Zoológica, pp. 167168) Al decir que las circunstancias influyen sobre la forma y organización de los animales, Lamarck no afirma que el medio actúe directamente sobre el organismo, sino que hace al organismo modificarse por sí mismo para adaptarse al medio. Por otra parte están los hábitos. Los hábitos son lo que explica la reacción por medio de la cual el viviente cambia de forma para adaptarse a las nuevas situaciones en las que se encuentra sumido, de acuerdo con la ley de uso y desuso. La necesidad que tienen los seres de adaptarse a su medio les hace adoptar nuevos hábitos de comportamiento. Esos hábitos comportamentales determinan, a su vez, modificaciones morfológicas, porque un órgano se desarrolla, se atrofia, se desplaza o desaparece en proporción al uso que se haga de él. Es lo que Lamarck denomina “ley de uso y desuso” que implica que todo órgano que no se utiliza, se atrofia, mientras que el que se utiliza, se fortalece: En todo animal que no ha traspasado el término de sus desarrollos, el uso frecuente y sostenido de un órgano cualquiera lo fortifica poco a poco, dándole una potencia proporcionada a la duración de este uso, mientras que el desuso constante de tal órgano le debilita y hasta le hace desaparecer (o. c., p. 175) Es la función la que produce el órgano, lo transforma, lo fortalece o lo atrofia, según el pensamiento lamarckista. Y es el organismo el que evoluciona en su esfuerzo por adaptarse al medio en el que vive. La teoría de Lamarck se puede resumir en la siguiente frase: Un cambio de las circunstancias induce un cambio de los hábitos; éste, a su vez, determina un cambio de los actos, lo que conduce finalmente a un cambio de los órganos. Junto a esta frase tenemos las siguientes dos “leyes” o “hipótesis”: 1. la necesidad crea el órgano necesario; el uso lo robustece y aumenta. La falta de uso determina la atrofia y la desaparición del órgano inútil. 2. el carácter adquirido por la acción del ambiente se transmite por la generación. El carácter adquirido es así pues hereditario Para ilustrar su teoría el propio Lamarck propuso algunos ejemplos de variaciones animales, a saber: los topos, que pasan casi toda su vida bajo tierra y sin luz, apenas utilizan el sentido de la vista y, en consecuencia, casi la han perdido debido a que sus ojos son diminutos y están profundamente hundidos. La jirafa se alimenta del follaje de los árboles, todo su cuerpo “tiende hacia arriba”, por lo que se le han alargado el cuello y las patas delanteras. Los patos, las ocas y los animales palmípedos, que tienen a vivir en lugares con abundancia de agua, han desarrollado en las patas una membrana interdigital que les facilita la natación. El concepto de herencia constituye la clave de la teoría lamarckiana. No basta con que surjan variaciones en los individuos para que se produzcan modificaciones en las especies, es necesario, además, que estas variaciones individuales sean heredadas por sus descendientes. En este sentido, la evolución para este científico posee un carácter finalista (sentido teleológico), es decir, según él, en el proceso evolutivo van surgiendo cada vez especies mejor dotadas, más desarrolladas, más perfectas (ley de la ortogénesis). Darwinismo: En 1831 el Almirantazgo Británico organizó una expedición científica cartográfica a las costas de América del Sur y a algunas islas del Pacífico; es la famosa expedición del Beagle en donde Darwin participó como naturalista. En este viaje Darwin realizó gran cantidad de observaciones y recolectó multitud de datos; entre las numerosas observaciones que fue realizando, varias series de hechos le llamaron especialmente la atención: el modo en que especies distintas, aunque parecidas, se reemplazan ocupando el mismo hábitat de una región a otra; el hallazgo, en las formaciones geológicas de la pampa argentina, de mamíferos fósiles comparables, pero no iguales a ciertos animales que la habitan actualmente; la semejanza de la fauna y flora de las islas con el continente más cercano a ellas; la existencia de especies diferentes, pero afines, en las distintas islas de un mismo archipiélago. A la vuelta de su viaje, mientras intentaba poner orden en todos estos datos, leyó la obra del economista británico Robert Malthus Primer ensayo sobre la población (1798), en la cual se advierte que la población humana tiende a aumentar más deprisa –en progresión geométrica– que los recursos necesarios para la subsistencia que, en el mejor de los casos, lo hacen en progresión aritmética. Como consecuencia de ello, supone Malthus, se produce una “lucha por la existencia”. Los recursos son limitados y, en consecuencia, ha de producirse una lucha por la consecución de estos recursos; esta lucha es a muerte. Ahora bien, ¿quiénes y dotados con qué cualidades sobreviven al enfrentamiento de la población? El pensador inglés Herbert Spencer respondió que quienes sobrevivían eran “lo selecto de su generación”, los más aptos. De este modo, la especie humana progresa, y Charles Darwin aplicó este razonamiento a las especies animales para explicar su origen y diferenciación. De este modo nacía el Origen de las especies (1859) y, con él, la teoría evolucionista. Lo que Darwin extrajo de la lectura de Malthus fue que el proceso de selección natural ejerce una presión que fuerza a algunos a “abandonar la partida” y a otros a “adaptarse” y a “sobreponerse”. Es decir: la lucha por la existencia en el mundo orgánico, dentro de un ambiente cambiante, engendra alteraciones orgánicas, en el curso de las cuales, sobreviven los más aptos, los cuales transmiten a sus descendientes esas características más favorables. En esto consiste básicamente la selección natural. Aunque es mucho lo que permanece oscuro, y permanecerá durante largo tiempo, no puedo abrigar la menor duda, después del estudio más detenido y desapasionado juicio de que soy capaz, de que la opinión que la mayor parte de los naturalistas mantuvieron hasta hace poco, y que yo mantuve anteriormente, o sea, que cada especie ha sido creada independientemente, es errónea. Estoy completamente convencido, no sólo de que las especies no son inmutables, sino de que las que pertenecen a lo que se llama el mismo género son descendientes directos de alguna otra especie, generalmente extinguida, de la misma manera que las variedades reconocidas de una especie cualquiera son los descendientes de ésta. Además, estoy convencido de que la selección natural ha sido el más importante, sino el único medio de modificación (El origen de las especies, p. 57) En la obra de Darwin ocupa un lugar importante la crítica de la noción de especie y, aunque tuvo muchas dudas sobre este concepto, en el momento de escribir El origen... tiene una certidumbre: un camino conduce del individuo a series de variedades más y más estables y distintas, que a su vez conducen a subespecies y, finalmente a especies, que no aparecen sino al término de numerosas variaciones acumuladas sin que las transiciones sean siempre perceptibles: Es por ello que Darwin concede tanta importancia a las diferencias individuales, pues esas diferencias iniciales, generalmente ínfimas, son los verdaderos puntos de partida del cambio que conduce a las futuras especies. La única justificación de Darwin se reduce a afirmar que un camino conduce del individuo a series de variedades más y más estables y distintas, las cuales, a su vez, conducen a subespecies y, finalmente, a especies. Éstas no aparecen sino al término de numerosas variaciones acumuladas, sin que las transiciones sean siempre perceptibles. En suma, el problema del origen absoluto de las especies no será planteado por Darwin, que apenas hace una alusión de pasada a él. Darwin estableció el principio de la selección natural por deducción, basándose en determinados hechos observables en la naturaleza: la variación en animales y plantas, la tendencia de todos los organismos a incrementar su número en progresión geométrica y la necesaria eliminación de gran número de individuos. De la combinación lógica de estos hechos se deduce la selección natural a través de la lucha por la existencia. En principio, el número posible de descendientes de cualquier especie animal o vegetal sobrepasa siempre al de sus progenitores, existe una tendencia universal hacia el aumento numérico de individuos. Sin embargo, la cantidad de individuos de cada especie permanece constante en general, a pesar de dicha tendencia al aumento progresivo. Lo cual se debe a que los individuos “que sobran” son eliminados en la lucha por la existencia, tanto por competencia directa de unos organismos con otros, como por la acción restrictiva de los factores físicos ambientales. Por otra parte, los individuos de cualquier especie no son todos absolutamente iguales: presentan variaciones, algunas de las cuales serán ventajosas en la lucha por la existencia, mientras que otras resultarán desfavorables. De aquí se desprende que en competencia mutua y con el medio, los individuos con variaciones favorables sobrevivirán en proporción más elevada que los afectados por variaciones desfavorables. Y, como a su juicio, casi todas las variaciones que se producen en los organismos son hereditarias, tales efectos se irían acumulando por selección natural en el transcurso de las generaciones. El motor de la evolución sería la selección natural que actúa constantemente para mantener la adaptación de los seres vivos a su ambiente: La selección aparece como resultado lógico de tres hechos básicos de la vida: superpoblación, variabilidad y herencia. El primero, la superpoblación: los animales y las plantas tienden a producir más descendientes que los que pueden sobrevivir. La superpoblación entraña mortalidad. El segundo, variabilidad: en toda especie existe diversidad de estructura y función corporal. Hay diferencias en caracteres más o menos triviales, como el color de los ojos o del pelo, pero existen también diferencias importantes, hasta el punto de que podrían condicionar la supervivencia, como la agudeza visual en algunas especies. El tercero, la herencia: muchos caracteres del individuo pasan a su descendencia por transmisión genética. Estos tres factores interrelacionados dan como resultado la selección natural y por ende, la evolución de la especie. Teoría sintética: Según la teoría de Darwin, todas las especies existentes tienen un origen común; a partir de este origen común, y mediante un proceso gradual regido por la selección natural, las especies han ido evolucionando (apareciendo unas y desapareciendo otras) hasta la situación actual. En todo este proceso hay dos factores clave: la selección natural y la herencia. La teoría de Darwin necesita explicar cómo es posible que los caracteres adquiridos se transfieran de unos individuos a otros y cómo se realiza esta transmisión. Una vez explicado esto, es la selección natural la encargada de seleccionar aquellos caracteres que son favorables y de rechazar aquellos que no lo son. Desde la teoría sintética o neodarwinista, la evolución es un proceso en dos etapas, (1) surgimiento al azar de la variación, y (2) selección natural de las variantes producidas en la primera etapa. El juego entre el azar de la mutaciones y la necesidad de la selección son el motor de la evolución. Uno de los problemas del darwinismo es que era incapaz de explicar cómo se transmitían los caracteres adquiridos de una generación a otra. Fue G. H. Mendel quien, finalmente, logró dar una explicación de la transmisión de la herencia. Mendel, tras una larga serie de experimentos con guisantes, formuló las leyes de la herencia (hoy conocidas como leyes de Mendel). Ahora bien, las leyes de la herencia sólo nos dicen cómo se transmiten los caracteres desde los padres hasta los descendientes; pero no nos dicen cómo cambian. Para explicar el cambio de estos caracteres y, por tanto, la posibilidad de que aparezcan caracteres nuevos es necesario un concepto nuevo. Este es el concepto de mutación. Por mutación se entiende cualquier cambio en el material genético, heredable y detectable, no atribuible a segregación o recombinación, que se transmite a las células o individuos mutantes. La mutación puede afectar a células somáticas (Auguste Weisman distinguió entre células somáticas y germinales), con lo que todas las células descendientes de éstas la llevarán, pero la mutación muere con el individuo; y puede ocurrir en una o más células germinales, que tienen capacidad de reproducir un organismo completo, con lo que es probable que algún descendiente lleve el gen mutado, perpetuándose la mutación. Es evidente que es este último tipo de mutación el que tiene que ver con la evolución. Gracias a los esfuerzos en la década de los años 30 de T .Dobzhanski (Genética y el origen de las especies, 1937) Ernst Mayr y G.G. Simpson, entre otros, nació una concepción general e integradora, la teoría sintética de la evolución; la nueva teoría perfeccionaba la de Darwin a la luz, principalmente, de la teoría cromosómica de la herencia, la paleontología, la zoología y la genética de poblaciones. La teoría sintética de la evolución o neodarwinismo se caracteriza entonces por: Un rechazo de la herencia de los caracteres adquiridos, la ratificación de los gradualismo en la evolución y el reconocimiento del mecanismo de la selección natural con sus dos fases actualizadas. Primera, la producción de mutaciones cromosómicas o variabilidad genética. Segunda, la selección de los portadores de dotación genética más favorable para hacer frente a las presiones ecológicas; éstos, estadísticamente hablando, tienen una probabilidad de supervivencia y de procreación más alta que el resto de la población (eficacia biológica). Además intervienen la recombinación genética y la deriva genética. Por la primera, es decir por la combinación de genes presentes en una población a través de la reproducción sexual, se confiere plasticidad a las especies, imprimen rapidez al cambio evolutivo y se ajustan los efectos de las mutaciones a las necesidades del organismo. Por la segunda, en cada generación se produce una fluctuación al azar de las frecuencias alélicas (formas alternativas de aparición de un gen) en las poblaciones. Si en algún momento durante esta conducta fluctuante un tipo de los alelos no llega a transmitirse a la siguiente generación, entonces este alelo se habrá perdido para siempre. El resultado de la deriva suele ser la pérdida de variabilidad genética, siendo un proceso que contrarresta la entrada de variabilidad genética por mutaciones. Las mutaciones ejercen un papel secundario, pero coadyuvante. Aparecen de manera aleatoria, independientemente de que sean ventajosas o no a sus poseedores, aunque su carácter azaroso está contrarrestado por la selección natural, que preserva y multiplica las mutaciones útiles y elimina las dañinas. Ambos elementos, selección y mutación, se concitan y coimplican en el fenómeno evolutivo, son ingredientes necesarios de la evolución, según la teoría sintética: sin mutaciones, la evolución no podría acaecer, puesto que no habría variantes que la selección pudiera escoger; pero, sin la selección, el proceso aleatorio de la mutación llevaría a la desorganización y a la extinción, puesto que, por ser aleatorias, la mayoría de las mutaciones son desfavorables. La selección natural se constituye, por tanto, como un proceso determinístico, capaz de engendrar el orden que se aprecia en la naturaleza, conservando y transmitiendo las mutaciones favorables. Como éstas son pocas y muy pequeñas, hace falta que transcurran enormes períodos de tiempo para que lleguen a producirse cambios notables en las especies. LA EVOLUCIÓN HUMANA La evolución de los seres vivos se puede representar de varias maneras. Una de ellas es la que queda reflejada en la clasificación taxonómica. Un taxón es una categoría que engloba todos los seres que tienen un antepasado evolutivo común. De esta manera, puede descubrirse por qué la evolución del hombre no ha sido lineal sino ramificada, con una gran cantidad de ramificaciones que han terminado por extinguirse. TAXONOMÍA HUMANA Categoría Taxón Descripción Reino Animalia (Animales) Todos los seres vivos con células eucariotas y que no hacen la fotosíntesis Filo Chordata (Cordados) Subfilo Vertebrata (Vertebrados) Superclase Tetrapoda (Tetrapodos) Todos los animales que tienen notocordio (estructura de fibras nerviosas que recorren longitudinalmente el cuerpo). Todos los Animales Cordados que tienen el notocordio protegido (recubierto) por una placa ósea. Todos los Animales Cordados Vertebrados con cuatro extremidades. Clase Mamamalia (Mamíferos) Subclase Theria (Terios) Infraclase Euteheria (Euterios) Orden Primata (Primates) Todos los Animales Cordados Vertebrados Tetrápodos Mamíferos Terios que alimentan al feto en el útero materno (todos menos los marsupiales) La característica de los Primates es tener un dedo oponible (incluye a los Lémures) Suborden Anthropoidea (Antropoides) Todos los monos (con rabo), los simios (sin rabo) y todas las especies de hombres. Superfamilia Hominoidea (Hominoides) Todos los simios y los hombres. Familia Hominidae (Homínidos) Género Homo Especie Homo Sapiens Subespecie Homo Sapiens Sapiens Nosotros y todos nuestros antepasados somos los únicos animales de esta categoría. Géneros: Australopithecus, Ramapithecus, Parantropus, etc... Todos los miembros actuales y extintos de nuestra especie. Homo Erectus, Homo Habilis, Homo Ergaster, etc ... Todos los hombres modernos y algunas formas antiguas. Homo Sapiens Arcaicos, Homo Sapiens Cromagnon, Homo Sapiens Sapiens, etc Todos los hombres modernos desde hace unos 30.000 años o poco más. Todos los Animales Cordados Vertebrados Tetrápodos que tienen pelo en la piel y glándulas mamarias para alimentar a sus crías. Todos los Animales Cordados Vertebrados Tetrápodos. Mamíferos que conciben crías fetales (actualmente, todos menos el Ornitorrinco y el Equidna) EL ORDEN DE LOS PRIMATES El ser humano pertenece al orden de los primates y como tal posee unas características morfofisiológicas que los alejan del resto de mamíferos: · Estructura cerebral más voluminosa y compleja. · Carácter prensor y manipulador de las extremidades anteriores (oponibilidad del dedo pulgar). · Visión estereoscópica debido a la situación de los ojos en la parte frontal de la cara. · Reducido número de crías por parto. · Presencia de la actividad sexual durante todo el año y prolongación del desarrollo posnatal de las crías. · Relaciones sociales más complejas debido a la prolongada dependencia infantil, el incipiente compartimiento de la comida y las tareas de protección de los machos. El orden de los primates se separa en dos subórdenes: antropoides y prosimios. De los primeros se ramificarán distintas superfamilias entre las que destaca la hominoidea (simios y humanos) que será el origen de la familia de los homínidos. LA FAMILIA DE LOS HOMÍNIDOS Los simios modernos o póngidos y los humanos muestran un gran número de similitudes, pero también cruciales diferencias. A medida que retrocedemos en el tiempo, se reducen las diferencias. Todos mantenemos testimonios de nuestro origen, pero a lo largo de los 10 millones de años de proceso de diferenciación se han producido importantes cambios o conquistas biológicas que han alejado los humanos de los póngidos, unos cambios que han definido la tendencia evolutiva humana. Llegamos así al concepto de "hominización", concepto utilizado para definir los cambios o transformaciones que ha sufrido el ser humano a lo largo del tiempo, es decir, la evolución humana desde una fisonomía parecida a los simios hasta el estado actual. En el proceso de hominización hay una serie de logros fundamentales que han permitido llegar hasta el ser humano actual. Estos logros son: a. El bipedismo. El caminar sobre los dos pies o la marcha bípeda sin utilizar las manos como soporte ha dotado al género homo de innumerables ventajas: permitió la observación y control de espacios más amplios; liberó la mano, que quedó disponible para la manipulación de objetos; la columna vertebral, pasando de estructura horizontal a vertical en forma de doble S, una pelvis en forma de cuenco y el desplazamiento del agujero occipital en el cráneo, posibilitarán mantener en equilibrio la cabeza disminuyendo el plano de la nuca y facilitando un cráneo más abombado. b. Liberación de las manos. La mano deja de ser pata y se transforma en órgano de tacto y de prensión, apto para fabricar y utilizar herramientas. Las manos, sustituyendo la boca como órgano de defensa, de presa o de trabajo, permitirán que ésta llegue a ser parte de un rostro capaz de una mímica expresiva. c. La cara y los dientes. El tercer logro del proceso de hominización es la disminución gradual del tamaño de la cara y de los dientes. Todos los grandes simios están dotados de enormes caninos (colmillos) que destacan del resto de los dientes. A medida que avanzamos en el proceso de hominización, observamos que los caninos van reduciéndose de tamaño. Además, los dientes que sirven para masticar -premolares y molares- han ido disminuyendo su tamaño progresivamente. A medida en que la arcada dental varió su forma haciéndose más redondeada se va perdiendo el prognatismo de la cara pasando a ser ortognata (frente y mandibula en el mismo plano) reduciéndose los arcos supraciliares. d. Desarrollo del cerebro. La evolución de los primeros primates hacia el hombre refleja un constante incremento del volumen cerebral: 50 cm3 los lemúridos de 65 millones de años; 175 cm3 el dryopithecus de 20 millones de años atrás; 550 cm3 los austrolopitecos de 4 millones de años; 675 cm3, el Homo habilis; 1000 cm3, el Homo erectus; 1500 cm3, el Homo sapiens actual. El incremento de la capacidad técnica de los homínidos así como la capacidad simbólica que hace posible el lenguaje articulado no habrían sido posibles sin este desarrollo del cerebro. e. Lenguaje articulado. Con la capacidad de transmitir experiencias y no tener que volver a comenzar cada individuo de nuevo, los humanos pueden acumular gran número de conocimientos: se inicia la cultura y el progreso humano. El lenguaje, fundamentalmente simbólico, estimulará el desarrollo del pensamiento. f. Autoconciencia. Las anteriores tendencias evolutivas llevarán a la emergencia del hombre como Homo sapiens: un animal que piensa, especialmente, un animal autoconsciente. En dicho proceso, es un paso crucial adquirir conciencia de la muerte y de su inevitabilidad: será la cuna de les creencias religiosas. EL GÉNERO HOMO El simio más parecido al hombre es el chimpancé; la separación entre ambos se produjo hace unos 7 o 5 millones de años. De un antepasado común se habría originado la doble descendencia. El enlace hacia nosotros pasa por una de las muchas formas de austrolopitecos, posiblemente por el Austrolophitecus afarensis, hace unos 4 millones de años. Pero un salto, si cabe, definitivo, para la evolución humana, habría de ser la aparición de la especie llamada Homo Habilis pues con ella aparece el "Género Homo". Fue identificada por primera vez por Louis Leakey en la famosa garganta de Olduvai (Tanzania) en 1965, y le dio el nombre de Homo Habilis (el hombre artesano), al llegar a la conclusión, no comparada por todos los paleontólogos, de que fue la primera especie en poseer la capacidad humana de fabricar instrumentos. Su datación se ha fijado entre unos 2,5 y algo menos de 2 millones de años, por lo que coexistió con el Australopithecus y el siguiente eslabón, el Horno Erectus. Su característica física más notable es el aumento del cerebro, que pasa de 450 a 600-800 cm³, siendo, además, su complejidad anatómica y funcional muy superiores. Su industria lítica es muy tosca, todos sus elementos pertenecen a la categoría de los "chopers" (hachas de mano) y de la "lascas". Muchos de estos instrumentos han sido encontrados junto a huesos de animales, lo que nos hace pensar que fueron utilizados para descamarlos, partirlos y extraer la médula, lo cual nos revela otras dos características esenciales, la primera es que eran habituales comedores de carne, y segundo que se comía en común, lo que significa un comportamiento cooperativo muy avanzado. La obtención de la carne, ya sea por el carroñeo, seguramente su principal fuente, ya sea por la caza, nos hace pensar que debían poseer una cierta estrategia, capacidad de organización y flexibilidad en la acción para tener éxito frente a los competidores y mantenerse a salvo de los depredadores, lo que a su vez exige, por una parte, una más potente y refinada inteligencia, y por otra un cierto lenguaje, un nivel comunicativo mucho más complejo que el de los simios actuales. ¿Podemos hablar de cultura en este primitivo ancestro? La respuesta depende de cuan exigentes seamos en la definición de "Cultura". Lo más sensato tal vez sea considerar que nos encontramos ante una fase en la que se supera la protocultura de los simios actuales y los Afarensis, adquiriendo ya alguna de las características de lo que denominamos modernamente cultura: conductas aprendidas socialmente y que son esenciales para la supervivencia y el mantenimiento de grupo. Lo más trascendental del Homo Habilis es, posiblemente, que con él se cruza la frontera de la selección natural exclusivamente en las capacidades físicas a la selección basada en las capacidades cerebrales-cognitivas. Se está produciendo el paso de la hominización a la humanización. A partir de Homo Habilis surge el Homo Ergaster y, en el seno de éste, a su vez, el Homo Erectus, que representa un avance significativo, así como el “Homo antecesor” del que se piensa que proviene nuestra especie, como veremos más adelante. El Homo Erectus apareció hace 1.800.000 años aproximadamente, y se le calcula una existencia de 1.300.000 años. Su larga existencia, lo que significa un gran éxito evolutivo (pensemos que a los primeros ancestros de nuestra especie se les estima una antigüedad de sólo 175.000 años) le permitió ser el protagonista de la primera gran emigración de los homínidos que, partiendo de África, les llevó a Asia y a Europa. En el terreno físico dos características llaman la atención poderosamente. En primer lugar, su considerable altura, alcanzan los 1.80 cm y posiblemente más. En segundo lugar, el volumen de su cerebro, que por término medio es un 33% superior al Habilis (existen, incluso, algunos cráneos que alcanzan el considerable volumen de 1200 cm³) Las herramientas del Erectus, cuya cultura denominamos Achelense, son mejores y más útiles y de una técnica mucho más depurada que la de los Habilis, e igual podemos decir de sus técnicas de caza, que debieron exigir una mayor capacidad de organización y cooperación. Ahora bien, su mejora tecnológica no es equiparable con el aumento de masa encefálica y la proporcional inteligencia que podría representar, pues sus herramientas permanecen invariables durante 1,3 millones de años, lo que indica un gran estancamiento cultural. Esto introduce un importante e interesante problema, porque siempre se ha considerado en paralelo el volumen cerebral con el desarrollo de la inteligencia, y esto se explicaba en un proceso de recíproca influencia cerebro-mano, que quedaba plasmado en útiles cada vez más variados, complejos y perfectos. La inteligencia era medida por la calidad de la producción técnica. El Homo Erectus representa un punto débil de esta hipótesis. Dos peculiaridades culturales importantes del Horno Erectus son, primero que establecieron asentamientos permanentes (campamentos), lo que significa una compleja vida social y, segundo, que en los últimos períodos y coincidiendo con una glaciación consiguieron controlar el fuego. No obstante, es necesario hacer la advertencia de que dos cosas muy diferentes son el uso y control del fuego , que debió ser muy antiguo, y el saber producirlo y usarlo a voluntad, esto es, el descubrimiento del fuego, que es algo de significado técnico y cultural muy superior. En Atapuerca (Burgos) los paleoantropólogos españoles (Juan Luis Arsuaga y su equipo) excavan año tras año fósiles humanos precursores del hombre de Neandertal, el último antepasado común que compartiríamos con esta especie de homínido, y los primeros pobladores conocidos de Europa. Este Homo Antecesor fabricaba instrumentos, muchos menos perfeccionados que los de los neandertales y viene a apoyar la salida masiva de una especie africana, y confirma que los neandertales fueron una especie completamente distinta a la nuestra. Pero lo más curioso es que tenía una peculiaridad notable: el rostro. Además, para los investigadores españoles, tenían una estructura fonética similar a la de los actuales humanos. Lo que más llama la atención de los Neandertal es su enorme capacidad craneana, que en algunos individuos supera los 1.600 cm³, mientras que el humano actual posee una media de 1.400 cm³. ¿Podemos pensar, en consecuencia, que su inteligencia también lo era? Para contestar a esta pregunta es necesario hacer primero algunas consideraciones sobre la inteligencia y, en segundo lugar, acudir a los restos de su cultura. Un cerebro más grande no significa necesariamente una mayor inteligencia. Podemos estar seguros de que eran más inteligentes que sus antecesores, pero también que distaban mucho de nosotros, tanto en cantidad como en calidad. Su cerebro era por término medio más voluminoso que el nuestro, pero esto no significa que su organización interna y la especialización de sus áreas fuera equivalente, y que por tanto sus capacidades cognitivas, de abstracción, perceptivas, de habla, etc. fueran las mismas. En cuanto a su cultura, que denominarnos "Musteriense", nos muestra una rica variedad de útiles muy perfeccionados respecto de los del Erectus y de uso más versátil, pero que curiosamente también permanecieron inmutables casi a lo largo de toda su existencia; sólo en los últimos tiempos de su existencia se observa un cierto progreso técnico, el cual pudo estar motivado por las mayores dificultades que encontraban para sobrevivir, o por la influencia de los Sapiens con los que ya habían tenido sus primeros contactos. Sobre el hombre de Neanderthal quedan muchas incógnitas sin despejar todavía. Algunos hallazgos resultan sorprendentes, por ejemplo, el hecho de que se haya encontrado objetos que podemos calificar de inútiles, objetos simplemente decorativos, lo que parece indicar el nacimiento del sentido estético, o el hecho de que enterraran a los muertos. Convivieron más de 10.000 años con el hombre de Cro-magnon (en la línea evolutiva del homo Sapìens) desarrollando su cuerpo y su encéfalo. Frente a ellos el Hombre de Cromagnon perdía fortaleza, adaptando su volumen físico a la estrechez de su pelvis. Pero, al mismo tiempo, eso les daba ventaja en cuanto a ahorro energético, y el desarrollo de su inteligencia seguía creciendo. ¿Qué ocurrió entonces para que nuestros antepasados aniquilaran a los neandertales? El equipo de investigación de Atapuerca mantiene la teoría de que una mayor cooperación social compensó la pérdida de fuerza individual. La táctica del hombre moderno, su organización, derrotó en el Pleistoceno medio al hombre de Neandertal. Aunque compitieron durante miles de años, estas dos especies no se relacionaron lo suficiente para crear una especie nueva con genes comunes. La industria lítica del Sapiens es de una perfección admirable, hojas finas, largas y afiladas como cuchillo, realizadas con gran maestría y precisión. Utilizan propulsores, arpones de diferentes tipos, gran diversidad de puntas, etc. Inventan el vestido y la aguja de coser. Utilizan el hueso y el marfil, sobre el que realizan tallas en muchos casos decorativas, con gran sentido estético. Todo esto indica que la capacidad creativa, de acumulación de conocimientos, de aprendizaje, en definitiva, su cultura, no tenía parangón en ninguna época anterior. Hace 40 mil años nuestra especie ya está plenamente formada. Poseían todas las cualidades físicas y mentales que nos definen. Posesión del lenguaje, memoria, tradición, desarrollado aprendizaje, avanzada organización social, conciencia de la propia identidad y seguramente, digámoslo así, los atisbos de su propia posición en el mundo, como podemos deducir de su producción estética. Con la aparición del Horno Sapiens ha aparecido definitivamente el humano y la cultura.