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NO HAY QUE TEMER AL SOL
Cuando se trata de ponerse moreno o simplemente del sol, los poderes públicos, junto con la prensa, buscan ante todo provocar miedo.
¿El objetivo es amargarle las vacaciones? ¿Que tenga mala conciencia? ¿Persuadirle para que se
unte con una crema dañina y tóxica? ¿Que se quede en casa las mejores horas del día? ¿O simplemente pretenden que se gaste el dinero en autobronceadores, crema solar, gafas de sol, lociones
para después del sol…?
Oficialmente, se trata de combatir la epidemia de cáncer de piel. Pero nosotros hemos descubierto
la verdad de todo este asunto.
Si importante es evitar las quemaduras solares, también hay que pensar que, a excepción de este
riesgo, el sol sólo posee virtudes para la salud. Por lo tanto, lo mejor que puede hacer es aprovechar el buen tiempo para salir y seguir las medidas de seguridad que le indico a continuación. Si
puede, vaya a la playa o a la montaña, a la orilla del río o al campo.
En la medida de lo posible, podrá beneficiarse de las ventajas del sol para la piel, para el estado de
ánimo y para la salud en general.
Adaptación progresiva
En realidad, el único consejo que hay que seguir respecto al sol procede sencillamente del sentido
común: adáptese al sol progresivamente, exactamente de la misma forma que al senderismo o a
cualquier otra actividad. Si en cuarenta años no se ha levantado del sofá, ¡no se meta mañana en
una maratón!
Nuestro modo de vida natural es vivir en el exterior y, por lo tanto, estar expuesto al sol según las
variaciones de las estaciones. Nuestra piel es capaz de adaptarse para dejar pasar los UVB (rayos
ultravioletas B), siempre que nos haga falta sol. Cuando los rayos UVB alcanzan la piel, ésta transforma un derivado del colesterol en la preciada vitamina D3.
Contar con unas reservas óptimas de vitamina D proporciona multitud de beneficios. En particular,
provoca un descenso importante del riesgo de contraer cáncer, incluido el cáncer de piel.
Recíprocamente, si la exposición al sol es fuerte, nuestra piel se pone morena para limitar la entrada de los UVB. Por eso, si hemos estado semanas sin salir, o en una zona poco soleada, tendremos
que ir adaptándonos progresivamente a tomar el sol.
La exposición brusca y excesiva al sol no aporta ningún beneficio para la salud. Como ya sabe, únicamente produce quemaduras solares, que son una reacción inflamatoria de la piel al exceso de
rayos ultravioletas.
Adaptarse a buen ritmo
Si no está acostumbrado al sol, empiece a exponerse con sesiones de 10 a 20 minutos, dependiendo del lugar y del grado de sol (si está nublado o no). Procure que le dé el sol en al menos el 40%
de la piel.
Si es de piel más bien blanca, su objetivo es que ésta adquiera un ligero color rosado. Debe interrumpir los baños de sol antes de que:
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la piel se caliente o queme al tacto.
se sienta molesto al tocarse la piel o con el roce de la ropa.
La dificultad reside en que estos síntomas no son visibles de inmediato. Aparecen tras unas horas
de exposición al sol, y el dolor alcanza la plenitud en 24 horas.
Por eso, al principio, lo mejor es controlar el tiempo de exposición. Si toma el sol un día totalmente
despejado, no se ponga más de diez minutos boca arriba y otros diez minutos boca abajo. Ya que la
finalidad es evitar quemarse, pelarse o que le salgan ampollas.
Al igual que ocurre con las quemaduras convencionales, las quemaduras solares se clasifican en
tres grados: quemaduras de primer, segundo y tercer grado. Las quemaduras de primer grado se
pueden curar en casa, como verá a continuación. En el extremo opuesto, las de tercer grado provocan ampollas y llagas que se pueden infectar, además de causar fiebre y escalofríos, en cuyo caso
hay que acudir al médico inmediatamente.
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Un bronceado bonito es signo de un buen nivel de vitamina D
Al empezar a tomar el sol, se alcanza el punto de equilibrio cuando la piel adquiere un tono rosado.
En ese momento, su cuerpo ya no podrá seguir produciendo vitamina D. De esta forma, fabrica
hasta 20.000 UI (unidades internacionales) de vitamina D al día, y usted tiene la seguridad de contar con un sistema biológico de retroalimentación que le impide sufrir una sobredosis.
Al tomar así el sol a diario, podrá ir aumentando poco a poco el tiempo de exposición. Un bronceado
natural y moderado es un signo visible de que el índice de vitamina D es óptimo.
Las personas que tienen la piel muy morena pueden pasarse horas al sol sin temor a quemarse.
Sin embargo, para la mayoría de europeos, el tiempo máximo de exposición, cuando ya se está
acostumbrado, es de una hora, y después de ese tiempo hay que protegerse a la sombra. Además,
la piel del rostro es muy fina y frágil, por lo que es de vital importancia llevar sombrero para evitar
dañarla. El sombrero también evitará el riesgo de sufrir una insolación.
UVA contra UVB
Los rayos ultravioletas del sol nos llegan principalmente de dos formas:
Ultravioletas A (UVA): son los rayos que se consideran nocivos para la salud, porque penetran en
profundidad en la piel y provocan mutaciones del ADN y la formación de radicales libres agresivos.
Las cremas solares bloquean los rayos beneficiosos UVB y dejan pasar los UVA, factor de riesgo de
cáncer, a menos que contengan un ingrediente específico anti-UVA. Por lo tanto, la crema solar
puede impedir que nos quememos, pero no implica necesariamente que nos proteja del cáncer.
Ultravioletas B (UVB): son los rayos beneficiosos que ayudan a la piel a fabricar vitamina D. Sin
embargo, también pueden broncear y provocar quemaduras mucho más rápido que los UVA. La luz
del sol es rica principalmente en UVB a mediodía, es decir, justo en el momento que los expertos
recomiendan no exponerse al sol.
En cualquier caso, los beneficios de una exposición razonable a los rayos UVB superan los efectos
nocivos potenciales de los UVA. Dicho de otro modo, los efectos anticancerígenos de la vitamina D
producida bajo el efecto del sol superan los efectos cancerígenos de los UVA.
Plantas y sol
Dicho esto, tenga en cuenta que a la piel le vienen bien multitud de plantas, por lo que se sentirá
mejor y tendrá una piel más bonita gracias a los productos naturales.
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Antes de la exposición al sol: coma verduras frescas y frutas coloridas. Cuantos más antioxidantes consuma, más rápido se adaptará la piel al sol. Reducirá el riesgo de quemarse
al comer verduras y frutas ricas en carotenoides, esos pigmentos de color rojo anaranjado
que encontrará en albaricoques, zanahorias y verduras de color verde. La vitamina C frenará
la producción de los radicales libres y la inflamación que causan los rayos solares; la astaxantina es sin duda el pigmento más potente que funciona a modo de «crema solar interior», y le ayudará a adquirir un bronceado uniforme.
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Antes, durante y después de la exposición: beba agua con frecuencia, sin azúcar, sin
colorantes, etc. La piel necesita estar bien hidratada, ya que cuando está expuesta al sol se
seca, aunque uno no lo note, y se vuelve mucho más frágil.
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En caso de quemaduras: aplíquese un gel de aloe vera natural en la piel para minimizar
los daños y acelerar la recuperación. El aloe vera es el tratamiento natural por excelencia
para proteger la piel. En multitud de lugares encontrará aloe vera en estado silvestre. Puede
cortar con un cuchillo la punta de una hoja (si es que se pueden llamar hojas a esa especie
de tentáculos largos, planos y duros...), abrirla por la mitad a lo largo y frotar directamente
el líquido que hay en su interior en la piel. Las mejores hojas son las más gruesas. Si el clima del lugar donde usted vive lo permite, puede plantarlo en el jardín y tendrá un perfecto
botiquín de primeros auxilios natural.
Juan-M. Dupuis
Fuentes:
http://articles.mercola.com/sites/articles/archive/2014/07/21/sunburn-treatment-prevention.aspx.
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