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TEATRO DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
POR ANDREA PELEGRÍ
Esta sección del cuadernillo ofrece a nuestro público de docentes y alumnos una
serie de claves para acompañarlos y guiarlos en la experiencia cognitiva, emocional
y estética que significa enfrentarse a la puesta en escena de Las brujas de Salem.
LAS BRUJAS DE SALEM
TEATRO DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
LAS BRUJAS DE SALEM
Claves de Recepción
Los artículos sobre el contexto histórico de esta sección del cuadernillo tienen
como objetivo situar a los alumnos en el espíritu de la época –tanto de la ficción
como de los años de publicación de la obra-, para comprender así las motivaciones
del dramaturgo al momento de escribirla. La idea es que alumnos y docentes
puedan encontrar similitudes y diferencias entre la casa de brujas de Salem y
las persecuciones políticas impulsadas por McCarthy, fomentando una reflexión
informada sobre los temas que presentan el texto de Miller y la puesta en escena de
Felipe Castro. Asimismo, el artículo de Damián Noguera sobre el realismo psicológico
ayuda a comprender la estética dramatúrgica de Miller, el realismo psicológico,
y la importancia de este movimiento en el teatro norteamericano y occidental
contemporáneo. De igual modo, sugerimos complementar estas lecturas con la
entrevista al director de la obra, Felipe Castro, así como los artículos relacionados al
montaje y al proyecto de la compañía FIEBRE.
Para complementar este panorama histórico, se ofrece también un artículo sobre la
puesta en escena original de 1953 y sobre otras puestas importantes a lo largo de la
historia. Además, en él se analiza brevemente la influencia del realismo psicológico
en la puesta en escena y el trabajo actoral, en particular a través de la conocida
academia del Actor’s Studio. Por último, se presenta también un conciso análisis
dramatúrgico del texto, el cual permitirá desglosar los hitos importantes de la obra y
comprender las funciones de los personajes dentro de la acción dramática.
Las brujas de Salem ofrece un sinfín de temáticas interesantes y pertinentes para ser
discutidas, que desarrollarán en los alumnos habilidades comunicativas y reflexivas
acordes con los OFT, relacionados con las dimensiones éticas, morales y sociales del
proceso formativo de cada alumno.
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“Sería sólo una pequeña exageración decir que, especialmente
en América Latina, Las brujas de Salem se monta cada vez que
un Golpe Militar se vuelve inminente, o cuando un régimen
dictatorial acaba de ser derrocado. De Argentina a Chile y
Grecia, Checoslovaquia, China y una docena de otros lugares,
la obra presenta la misma primitiva estructura del sacrifico
humano a las furias del fanatismo y la paranoia que se repite
una y otra vez como si estuviera incrustada en el cerebro del
ser social” Arthur Miller, sobre The Crucible en 1996.
Luego de su estreno en 1953 y tras tibias respuestas por
parte de la crítica, Las brujas de Salem se convirtió,
contra todas las expectativas, en una de las obras
más montadas de Arthur Miller en todo el mundo.
En diferentes épocas, el texto encuentra resonancias
particulares según el contexto en que se sitúe.
Comprendiendo el montaje original en su
contexto: realismo psicológico y el teatro
norteamericano de los cincuenta
En el año de estreno de Las brujas de Salem, el teatro
estadounidense vive uno de sus periodos más importantes.
El realismo psicológico irrumpe no sólo en buena parte de
la dramaturgia, sino sobre todo en la puesta en escena y la
actuación. Según Samuel L. Leiter, “la forma dominante de
actuación durante el periodo de posguerra, conocido como “el
Método”, estaba basado en una adaptación estadounidense
del sistema de Stanislavski”. Efectivamente, su sistema
llegó a Estados Unidos a través de los futuros fundadores
del Group Theatre, Harold Clurman, Cheryl Crawford y Lee
Strasberg, quien en 1949 se iría al Actor’s Studio, uno de
los estudios de actuación más importantes de ese país.
Si bien los discípulos estadounidenses de Stanislavski
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compartían las principales directrices de su sistema, lo
cierto es que cada uno de ellos tenía una visión diferente
de él. La de Strasberg se centraba en la memoria emotiva
y la naturalidad de las emociones. Buscaba en los actores
una espontaneidad absoluta en escena, y en sus ejercicios
de actuación se preocupaba poco del texto y los personajes
y más del trabajo sobre el actor. A pesar de que su método
suscita críticas hasta el día de hoy, varios importantes
actores de teatro y sobre todo de cine pasaron por su
estudio: Marlon Brando, Al Pacino, Robert de Niro, Marilyn
Monroe y Dustin Hoffman, por nombrar sólo algunos.
Otro destacado fundador del Actor’s Studio fue Elia Kazan,
importante director de teatro y de cine. En Broadway
dirigió varios éxitos de crítica y de taquilla como Un tranvía
llamado deseo (protagonizada por Marlon Brando), o incluso
La muerte de un vendedor viajero, de Miller, en 1949.
Kazan comprendía bien los temas que Miller planteaba en
su dramaturgia y sabía combinar el realismo psicológico
de las actuaciones y el simbolismo del lenguaje de Arthur
Miller. Con esa obra comenzó una colaboración artística
y una amistad que se verían interrumpidas luego de que
Kazan diera el nombre de Miller en una de las audiencias
de la “Comisión del Congreso para las actividades
antinorteamericanas” (HUAC). Sin director para su nueva
obra, Miller debió buscarse otros colaboradores.
Las brujas de Salem en 1953: fría
recepción de un peculiar montaje
Luego de la traición de Kazan y sin uno de sus más
cercanos colaboradores artísticos, Miller debió contentarse
con Jed Harris, un director relativamente célebre en
Broadway durante los años ‘20 y ‘30, para que se hiciera
cargo del proyecto. Harris, sin embargo, impuso un estilo
TEATRO DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
El triunfo en el extranjero y la consagración
hierático y clasicista a la puesta, quitándole espontaneidad
y transformando una obra “acalorada” y de corte realista
-según el mismo Miller- en un montaje estático y poco
interesante. A esto se suma el excéntrico carácter de Harris,
quien en los ensayos se dedicaba a veces a humillar a los
actores y darles indicaciones casi ridículas, indicándoles
cómo decir sus textos o cómo pararse en escena sin mirarse,
para infundirle a la obra un aire clásico y elegante, en contra
de las tendencias del realismo psicológico.
La reacción de la crítica no fue nada favorable, aunque
Miller en sus memorias decía esperarse algo peor. Sí fue
más chocante, sin embargo, la reacción de algunos de sus
colegas, quienes, al reconocer sobre qué trataba realmente
la obra, ignoraron a Arthur Miller en lo sucesivo. A pesar del
relativo fracaso, en una de las representaciones, el público,
en el momento en que Proctor es ejecutado, se puso de pie
e inclinó las cabezas en señal de respeto; en ese mismo
momento estaban siendo ejecutados los esposos Rosenberg
por espionaje.
Dos años después, la obra fue revisitada en una de las
primeras producciones de Off-Broadway, la que estuvo en
cartelera por dos años. Estados Unidos había cambiado, el
macartismo ya había sido públicamente condenado pero los
estragos que causó aún estaban en la memoria colectiva.
LAS BRUJAS DE SALEM
TEATRO DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
LAS BRUJAS DE SALEM
Brujas y Butacas
Las brujas de Salem en retrospectiva
Con el tiempo, Las brujas de Salem demostró ser mucho más
que una alegoría de la persecución política impulsada por
McCarthy. Adaptable en cualquier contexto y en cualquier
época, la obra trascendió los hechos que la originaron para
transformarse en un brillante retrato de los excesos del
dogmatismo, de la relatividad de los conceptos de Bien
y Mal y de la lucha entre el individuo y el colectivo, la
homogeneidad y la heterogeneidad.
Sin haber pasado siquiera meses luego del estreno
mundial de la obra, ésta fue montada en el extranjero, más
precisamente en Bélgica. Miller fue invitado al estreno
pero el gobierno estadounidense le negó el pasaporte. Dos
años después, la obra se representó en Francia, dirigida
por Raymond Rouleau, con un reparto de importantes
actores de cine y teatro tales como Yves Montand y Simone
Signoret. En 1957, la película fue llevada al cine en una
adaptación de Jean-Paul Sartre, dirigida también por Rouleau
y protagonizada por Montand y Signoret. Exactamente treinta
años después, esta vez en Estados Unidos, sería el mismo
Miller quien haría una adaptación al cine de su propia obra,
la conocida cinta The Crucible protagonizada por Daniel DayLewis y Winona Ryder. En los años 80, la Royal Shakespeare
Company y el director Huang Zuolin, en Shanghai, montaron
también sus respectivas versiones del texto, demostrando
que sus temáticas trascienden culturas y regiones.
Ver artículo de Damián Noguera páginas 23 a 25 del presente Cuadernillo.
Samuel L. Leiter, “DIrectors and directions” en The Cambridge History of American Theatre, Vol. 3,
de Don B. Wilmeth y Christopher Bigsby, Nueva York, Cambridge University Press, p. 468.
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Mientras que en Europa se vive un auge en las artes
y las letras, las ciencias y la filosofía, en las colonias
de Nueva Inglaterra, particularmente en Massachusetts,
sus habitantes vivían en total autarquía, sumidos en una
rígida teocracia y alejados de importantes movimientos
artísticos como el Barroco y el clasicismo francés, así
como de los avances en la física impulsados por Galileo
Galilei e Isaac Newton.
Salem y los puritanos del siglo XVII
Salem, ubicado en la bahía de Massachusetts, al este de
Estados Unidos, fue fundado en 1626 por Roger Conant
e incorporada en 1629 al territorio colonial inglés. Este
pequeño pueblo formaba parte de lo que años después se
conocería como la Colonia de la Bahía de Massachusetts
(Massachusetts Bay Colony). En su mayoría, los habitantes
de esta colonia (instalados en estas tierras luego de una
inmigración masiva entre 1630-1640) eran puritanos.
Los puritanos, al igual que los peregrinos que arribaron a
Plymouth en el Mayflower, eran calvinistas. Suele creerse
que los puritanos eran perseguidos por sus creencias
religiosas y que por ello habían huido de Inglaterra, pero en
realidad habían decidido irse de allí pues querían gozar de
total libertad religiosa, sin interferencias externas. Llegar al
Nuevo Mundo era entonces una oportunidad de construir
literalmente una Nueva Inglaterra, una sociedad alejada de
la corrupción y la blasfemia imperante en su país. Si bien
decían ser miembros de la Iglesia Anglicana, lo cierto es
que siempre aborrecieron sus costumbres, considerándola
una Iglesia peligrosamente cercana a los ritos católicos.
Nueva Inglaterra sería entonces un lugar verdaderamente
santo, temeroso de las leyes divinas.
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TEATRO DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
LAS BRUJAS DE SALEM
“Negar la posibilidad, o incluso la existencia misma de la brujería
y la hechicería, es descartar de plano la Palabra de Dios, revelada
en varios pasajes del Antiguo y Nuevo testamentos […]”
Sir William Blackstone.
Puritana Joven de E. Percy Moran.
TEATRO DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
LAS BRUJAS DE SALEM
La caza de brujas de Salem
El deseo de desligarse de la madre patria era tal que los
colonos de la bahía de Massachusetts se autogobernaban,
eligiendo a sus propios representantes. Aun cuando esta
colonia pertenecía a Inglaterra y por lo tanto estaba bajo las
órdenes del Rey, ignoraron prácticamente todas las leyes
y designios venidos del otro lado del Atlántico, llegando
incluso a acuñar su propia moneda en 1652. No fue sino
hasta 1684 que Massachusetts, junto a otras colonias de
Nueva Inglaterra, recibieron órdenes estrictas de la Corona
de someterse a su poder. En 1691, un año antes de los
juicios de Salem, María II y Guillermo III, reyes de Inglaterra,
unieron Plymouth y Massachusetts en una sola gran colonia
real, en donde los gobernantes serían personalmente
designados por los reyes. Estos cambios no agradaron en
absoluto a los puritanos, quienes pretendían mantenerse lo
más alejados posible de la relajada moral inglesa.
La doctrina puritana era extremadamente rígida: para
ellos, el hombre era esencialmente pecador y por lo tanto
condenado inexorablemente al Infierno. No obstante, Dios,
en su infinita misericordia, había elegido a algunos hombres
-denominados “Santos”- para salvarlos. Éstos debían “firmar
un contrato” (puritan’s covenant) con Dios, en el cual se
comprometían a reforzar sus leyes en la comunidad. Por lo
tanto, todo atisbo de excentricidad o de individualismo era
denunciado por los miembros de la comunidad, quienes se
encargaban de vigilar y reprender a aquellos que se salían
de las normas.
Existían además una serie de reglas y leyes que cada
miembro de la comunidad debía respetar religiosamente: en
el Sabbath, día de recogimiento dedicado exclusivamente a
Dios, estaba prohibido trabajar y era obligatorio ir a la Iglesia
y orar (en la obra Juan Proctor, por ejemplo, era acusado de
incumplir estas reglas). Algunas de las actividades ilícitas
en el Sabbath parecen casi irrisorias hoy en día; silbar,
pasear por un jardín o bailar estaba estrictamente prohibido.
Quienes no siguieran estas reglas eran severamente
castigados y humillados en público, dependiendo de la
gravedad de la ofensa. Mecanismos como la silla para ahogar
por inmersión (ducking-stool) o el cepo servían para torturar
y castigar a los miembros díscolos de la comunidad. Eso
sí, la pena capital estaba reservada para ciertos crímenes
mayores: blasfemia, traición, asesinato, violación, incesto,
homosexualidad y por supuesto, brujería.
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Lo cierto es que entre junio de 1692 y enero de 1693,
aproximadamente 130 personas, casi todas mujeres, fueron
acusadas de brujería. De ellas, 114 fueron encontradas
culpables y 19 colgadas. Un hombre, Gilles Corey (quien
aparece en la obra de Miller) fue aplastado con piedras
hasta morir sofocado. Varios acusados murieron en la
cárcel, esperando su condena. La historia real de la caza
de brujas se desarrolló más o menos de manera similar
a cómo la contó Miller en su obra: Betty Parris, hija del
ministro Parris, sufre una extraña enfermedad que hasta los
médicos atribuyen a causas misteriosas. Pronto, otras niñas
del pueblo presentaron los mismos síntomas. Betty Parris y
su prima Abigail Williams, quien tenía once años, lanzaron
sus dardos contra la esclava de la familia Parris, Títuba, así
como contra otras mujeres del pueblo. Desde ese momento
la persecución comenzó y continuó por varios meses. En ese
mismo año, Sir William Phips, gobernador designado por la
Corona inglesa, llegó a Boston y estableció la corte donde
se desarrollaron los juicios en Salem.
TEATRO DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
Mucho se ha especulado respecto a las causas de la histeria
colectiva en Salem que condujo a la muerte de 19 personas
acusadas de brujería; los constantes conflictos armados con
los indígenas oriundos de esas tierras, la fuerte creencia
de que Satanás se manifestaba en la Tierra, las difíciles
y alienantes condiciones de vida, sin contar los conflictos
internos entre los clanes más importantes de Salem (los
Putnam y los Porter) y las envidias personales (Putnam
había traído a Samuel Parris para que desempeñara labores
de ministro en la Iglesia en 1688, algo que no agradaba a
todos los clanes).
LAS BRUJAS DE SALEM
TEATRO DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
LAS BRUJAS DE SALEM
Causas, orígenes y consecuencias de la
caza de brujas de Salem
Meses después de haber comenzado los juicios, los
magistrados se dieron cuenta paulatinamente de la
arbitrariedad de las acusaciones, hasta que a inicios de
1693, la Corte dejó en libertad a aquellos que aún seguían
en prisión. Recién en 1702 la Corte de Salem reconoció
la ilegalidad de los juicios, y 250 años después, el estado
de Massachusetts pidió perdón oficialmente por uno de
los episodios más negros de la historia de Estados Unidos,
episodio que, siglos más tarde, volvería a repetirse de manera
casi exacta, aunque esta vez, sin brujas de por medio.
Sitios web sugeridos (en inglés)
http://law2.umkc.edu/faculty/projects/ftrials/salem/salem.htm
http://etext.virginia.edu/salem/witchcraft/
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“El macartismo es un americanismo arremangado” Joseph McCarthy
La caza de brujas
del Macartismo
La Guerra Fría y la lucha contra el
comunismo: comprendiendo el macartismo
Al término de la Segunda Guerra Mundial, luego del triunfo de
los Aliados sobre el nazismo y el fascismo, una nueva amenaza
preocupaba a los países del mundo occidental: el avance del
comunismo impulsado por la URSS. Tras la repartición de
Alemania luego de la caída de Hitler a manos de los aliados,
el mundo se dividió en dos polos ideológicos que marcaron las
distancias entre oriente (bajo influencia comunista) y occidente
(bajo la influencia capitalista y liberal, liderada por Estados
Unidos). Durante casi cincuenta años, ambos bloques lograron
coexistir, evitando el inminente estallido de un conflicto bélico de
proporciones. No obstante, las tensiones ideológicas, políticas,
sociales, económicas y culturales mantuvieron en alerta constante
a las dos superpotencias, la URSS y EE.UU. Este período fue
conocido como la Guerra Fría.
En el lado occidental, la nueva potencia norteamericana haría lo
imposible por mantener a raya la influencia soviética, promoviendo
la reconstrucción de Europa a través del “Plan Marshall” (y por
ende agrandando su esfera de influencia) y poniendo en marcha
intrincados organismos de seguridad para erradicar cualquier
invasión comunista en territorio estadounidense. Organismos
como el Comité de Actividades Antiamericanas (HUAC; House
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of Un-american Activities Committee) o el
FBI (Federal Bureau of Investigation), que ya
existían antes de los cincuenta, se dedicaron
a labores de inteligencia para contrarrestar
amenazas foráneas que pusieran en peligro
a los Estados Unidos y al bloque occidental.
En este contexto, donde las opiniones
moderadas son interpretadas como señal
de traición o debilidad, el ciudadano
estadounidense común ve en el comunismo
una amenaza contra su sistema de creencias.
Durante la década de los cincuenta, el “sueño
americano” parecía materializarse: el país
se estaba enriqueciendo luego de la guerra
y la distribución de la riqueza empezaba a
ser más igualitaria. La clase media gozaba
de un poder adquisitivo nunca antes visto,
facilitado por el capitalismo y la economía de
libre mercado impulsada por la superpotencia
occidental. El temor a perder la estabilidad
económica y social facilitó la aversión al marxismo soviético,
potenciada por la propaganda anti-comunista del gobierno
estadounidense. No es extraño entonces que la “caza de brujas”
liderada por Joseph McCarthy fuera apoyada, al menos durante
un par de años, por una buena parte de la ciudadanía.
McCarthy, la HUAC y las listas negras de
Hollywood
Si bien la Guerra Fría permitió una convivencia relativamente
pacífica (al menos en apariencia) entre el Kremlin y la Casa
Blanca, varios conflictos amenazaron con destruir esta tregua
implícita, en particular la Guerra de Korea (1950-1953)
entre el Norte comunista y el Sur democrático, en la que
murieron alrededor de 35.000 soldados estadounidenses
y casi un millón de coreanos. En esa misma época, Julius
y Ethel Rosenberg fueron ejecutados por espionaje, siendo
acusados de haber filtrado información que habría ayudado
a la URSS a desarrollar armamento atómico. La amenaza
comunista, venida desde la URSS, Indochina e incluso del
interior se volvía cada vez más seria.
Con la guerra de Korea y los casos de espionaje como
telón de fondo, McCarthy lanza su ofensiva contra el
comunismo, infiltrado incluso -según élen el gobierno estadounidense. Luego de
la primera lista entregada por el senador,
el Congreso le otorgó casi total libertad
para citar e interrogar a cualquier persona
sospechosa. Evidentemente, los primeros
blancos fueron políticos e intelectuales,
incluyendo escritores, actores y directores
de cine y teatro, quienes, si se negaban
a declarar o a delatar a otros supuestos
comunistas, eran inscritos en listas negras
que les impedían encontrar trabajo en la
industria hollywoodense: Arthur Miller
fue uno de ellos. Durante esos años se le
negó el pasaporte para ver la producción
belga de Las brujas de Salem y debió
renunciar a un proyecto cinematográfico,
debido a las presiones ejercidas sobre
los productores del film por agentes de
la HUAC.
TEATRO DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
“[…] gradualmente, con el paso de las semanas, se hizo en mi mente
una viva conexión entre Salem y yo, y entre Salem y Washington: por
alguna razón, entendí que las audiencias en Washington [del Comité de
Actividades Antiamericanas] eran profunda y abiertamente ritualistas.
Después de todo, en casi todos los casos el comité sabía de antemano
qué quería obtener de los testigos: los nombres de sus camaradas de
partido.” Arthur Miller, Timebends.
LAS BRUJAS DE SALEM
TEATRO DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
LAS BRUJAS DE SALEM
“El punto principal de las audiencias [de la Comisión de Actividades
Antiamericanas], al igual que en el Salem del siglo XVII, era que el
acusado hiciera una confesión pública, condenara a sus cómplices
además de a su diabólico amo y que garantizara su nueva e
invaluable lealtad rompiendo asquerosas antiguas promesas -luego
de lo cual era liberado para reintegrarse a la sociedad de la gente
extremadamente decente”. Arthur Miller, Timebends.
Los métodos empleados por McCarthy se asemejaban
enormemente a aquellos utilizados por los puritanos en
Salem: el senador, apoyado por la HUAC y el FBI organizaba
audiencias públicas o privadas en donde interrogaba a los
acusados, utilizando a veces tácticas muy intimidantes,
amenazándolos con penas de presidio y humillándolos
públicamente -sin pruebas concretas muchas veces. Muchos
de los artistas e intelectuales que fueron acusados vieron sus
carreras mermadas o incluso arruinadas por el macartismo,
cosa que afortunadamente no sucedió a Miller.
En 1954, McCarthy fue el artífice de su propia caída; en
esos años, las audiencias eran televisadas y en varias de
ellas atacó de manera virulenta a militares estadounidenses,
entre los que se contaban héroes de guerra. El apoyo recibido
disminuyó considerablemente, e incluso el gobierno del
presidente Eisenhower, secundado por el Senado, condenó
públicamente las acciones del senador, quien recibió una
moción de censura ese mismo año. Murió tres años después,
sin poder recuperar el prestigio que alguna vez tuvo. De
manera breve pero intensa, el macartismo marcó la historia
reciente de los Estados Unidos y del mundo occidental.
La caza de brujas de Salem volvía a repetirse siglos después,
de manera simbólica, esta vez reemplazando a la religión
por la ideología política.
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Desde un comienzo, Arthur Miller concibió su obra
como un testimonio trágico de los sucesos ocurridos en
Salem, tomando a ciertos personajes y situaciones de los
hechos reales que le servirían para contar esa historia.
Juan Proctor se vuelve el centro de este drama realista
con tintes trágicos, adquiriendo la fuerza de un héroe
de tragedia.
Aunque Las brujas de Salem se inserta en la estética
del realismo psicológico norteamericano, la obra de
Miller adquiere dimensiones bastante más grandiosas,
cercanas a la tragedia, por lo menos desde un punto de
vista dramatúrgico. Muchas de las categorías de análisis
de ese género sirven para comprender el texto, aunque
es importante aclarar que no deben aplicarse de manera
absoluta. Siguiendo la distinción que hace el teórico francés
Patrice Pavis, es necesario diferenciar la tragedia en cuanto
género literario, originada en un momento particular de la
historia y descrita en la Poética de Aristóteles, y “lo trágico”,
concepto filosófico que trasciende un momento histórico
particular. En este caso, sería más apropiado hablar de
un sentimiento trágico, aun cuando ciertos conceptos
inspirados de la tragedia clásica sirvan para el análisis de
Las brujas de Salem.
Tiempo, espacio y conflicto
Siguiendo la historia verídica que lo inspiró, Miller sitúa la
acción dramática en Salem, en 1692, cuando Betty Parris
y Abigail Williams iniciaron las primeras acusaciones. En
cuanto al tiempo dramático, el autor condensa los intensos
cinco meses que duró la caza de brujas en cuatro actos,
a través de los cuales se presenta, de manera bastante
clásica, el conflicto principal, su desarrollo y el desenlace.
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A partir del momento en el que estalla el conflicto, vemos
desde el tercer acto cómo se desarrollan los juicios, aunque
siempre desde la lejanía, pues sólo oímos las voces de la
audiencia entre Marta Corey, Hathorne y Danforth. En efecto,
lo único que vemos es el infame e improvisado interrogatorio
al que se someten los implicados, Juan, Isabel y Abigail,
cuando ésta es acusada de haber fingido los supuestos
ataques diabólicos. Sin poder romper el hermetismo de
los juicios, y sin comprender por ende la lógica que los
rige, el tercer acto finaliza con la inminente condena (y
muerte) de Juan Proctor y de aquellos personajes que, por
no querer faltar a su verdad, asumen las consecuencias de
sus acciones.
En el acto final, durante el otoño del mismo año, se ilustra,
a través de la escena entre Títuba, Sara Good y el guardia,
la decadencia que aqueja a los condenados por brujería que
aún esperan su destino final. Asimismo, se presentan las
disputas de Putnam por la repartija de tierras, la huída de
Betty Parris y Abigail Williams y el cambio profundo en el
reverendo Hale, quien ya asume abiertamente la falsedad
de los procesos de Salem. Es en este momento en el que el
TEATRO DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
espectador aprecia los estragos causados por la irresponsable
y macabra caza de brujas. Tal como afirma Javier Vallina,
Las brujas de Salem “es el drama de una comunidad que
está abocada a su extinción. Pero la tragedia es aún mayor,
puesto que esta destrucción se genera en el centro mismo
de dicha comunidad. El Mal no llega desde fuera […], sino
que brota en su seno […]”. Es en este acto también en
el que vemos a Juan Proctor debatirse entre su verdad, su
honor y la salvación terrenal. La muerte se vuelve inminente
para el espectador, a pesar de que el autor pone por unos
momentos a su personaje en una encrucijada. Su destino,
no obstante, parece estar claro desde un principio.
LAS BRUJAS DE SALEM
TEATRO DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
LAS BRUJAS DE SALEM
Una obra trágica:
claves dramatúrgicas
En el primer acto se plantea el problema de las brujas a
partir de la falsa confesión de Abigail y de la llegada del
ministro Hale, y en paralelo, el conflicto de la infidelidad
marital entre Juan y Abigail. Ambas líneas de acción se
unirán más adelante cuando la muchacha aproveche la
psicosis generada por los supuestos casos de brujería para
acusar a Isabel y como objetivo último, reemplazarla como
mujer de Proctor. De cierta forma, este pecado original de
Juan (homologable a la falta trágica o hamartia en la tragedia
griega) provoca la desgracia que cae sobre su familia y
finalmente sobre él. Una vez planteadas estas dos líneas
de conflicto, que aún no se unen, Miller nos invita en el
segundo acto a la intimidad de la familia Proctor, ilustrando
los estragos silenciosos de la reciente crisis marital, el
carácter frío de Isabel y la culpabilidad de Juan. Es en este
mismo acto en que la mujer será acusada de brujería (luego
de la treta del muñeco vudú que María Warren le regala).
Juan Proctor, héroe trágico
Según Pavis, el héroe trágico es quien acepta libremente su
fatalidad, preparado para morir y mostrar ante los dioses su
libertad. De igual modo, Juan Proctor, en las escenas finales
de la obra, acepta su destino ante sus verdugos (equivalentes
a los dioses en este caso, pues son quienes disponen de
los destinos de sus acusados). Entre una vida deshonrosa y
una muerte con honor, Juan elige la segunda al no querer
mancillar su nombre, porque “es lo único que tiene en su
vida”. En este último acto de redención, Proctor, “con su
sacrificio, [...] se muestra digno de la grandeza trágica” .
Protagonista de la acción, y en constante oposición a la
hipocresía representada por Abigail y las niñas, Parris,
Putnam, Danforth y Hathorne, Proctor acepta su pecado
privado y original (el adulterio) pero no acepta achacarse
una falta que no le corresponde, y menos aún a nombrar o
delatar a otras supuestas brujas, tal como lo hizo Miller en
sus audiencias.
La muerte de Proctor y de Rebeca Nurse, otro personaje
que cumple una función similar a la de Juan, es vista por
Isabel y Hale, quienes la cuentan al espectador a través
de sus reacciones, tal como en la tragedia griega, donde
la muerte del héroe no se manifiesta sobre el escenario.
Proctor adquiere así matices trágicos e incluso míticos.
(1)Javier Vallina, “El valor de la identidad y el fracaso de la justicia en The Crucible de
Arthur Miller”.
(2)Patrice Pavis, Diccionario del teatro. Dramaturgia, estética, semiología, Buenos Aires,
Paidós, 2003, p. 489.
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