Download Ha llegado a su primera estrella micHelin nadando
Document related concepts
Transcript
Texto: Alessia Cisternino FOODING078 Ha llegado a su primera estrella Michelin nadando bajo el agua, en busca de una línea de trabajo única que lleva la esencia del mar a la mesa. La utilización del alga diatomea para clarificar los caldos, la dignificación de los pescados de descarte y sobre todo el descubrimiento del plancton como ingrediente han convertido a Ángel León en uno de los cocineros españoles con más proyección internacional. Y todo por querer contar la inmensidad del mar desde el sur de la península. ÁNGEL LEÓN Afirma que es cocinero porque le gusta el mar, una pasión que salpica no sólo su carrera sino toda su vida. Su investigación revolucionaria en torno al plancton ha hecho que en su restaurante sea posible, literalmente, comerse un paseo en la playa con una cuchara y hablar con él significa cruzarse constantemente con expresiones como “a contracorriente”, “embarcarse”, “subirse a una ola” o “sumergirse”. Por algo se le conoce como “el chef del mar”. Ángel León – gaditano, 34 años – regenta desde el 2007 el restaurante Aponiente, un localacuario de apenas 30 cubiertos escondido como una joya en una pequeña calle de El Puerto de Santa María, Cádiz. La primera estrella Michelin, que llegó en noviembre de 2010, ubicó a Aponiente en el mapa gastronómico internacional: The New York Times le ha etiquetado como uno de los restaurantes que merecen un viaje en avión y más recientemente The Wall Street Journal le ha señalado como uno de los diez mejores restaurantes de pescado en Europa. Una visibilidad que no deja de sorprenderle. A contracorriente. “La gente venía a Aponiente pensando que iba a tomar pescado frito, que se podía comer unos langostinos. Al fin y al cabo se vendía como un restaurante marinero, tenían motivos para exigirlo” afirma Ángel León en una entrevista para Neo2 el pasado diciembre. Faltan diez días para Navidad y El Puerto de Santa María brilla bajo el sol como si fuera pleno verano. “Hubo un momento en el que nos planteamos si realmente había un lugar para mi cocina, mi pensamiento y mi forma de vivir aquí, pero por otro lado me daba cuenta de que no quería hacerlo desde otro punto del mundo. Siempre había pensado que mi sitio estaba aquí y que lo que me apetecía contar era la historia que hay aquí. Nadando a contracorriente durante mucho tiempo la gente empezó a entendernos. Sin embargo tú vas por El Puerto y preguntas dónde está Aponiente y no lo saben. Y te vas a Madrid o a Barcelona y le preguntas a alguien dónde está Aponiente y te contesta que en El Puerto de Santa María”. De Cádiz a las estrellas. El cuento de Ángel León empieza y sigue aquí. Se declara muy contento de la última temporada, que cerró el pasado 7 de enero, mientras la que está a punto de empezar este mes lo hace bajo los mejores auspicios. La Academia Internacional de Gastronomía de París ha otorgado recientemente a León el prestigioso Prix du Chef de L’Avenir 2011 y a finales de este año su cuento también se convertirá en un libro publicado por la editorial Montagud. “Desde pequeño iba a pescar con mi padre. Era muy mal estudiante, malísimo, cuando me preguntaban qué quería ser de mayor les contestaba que quería tener una pescadería: este era mi máximo reto en una época de ‘carreritis’ en la que o estudiabas Derecho o Empresariales o parecía que tu vida se iba al traste” afirma Ángel León. “A mi padre no le gustaba cocinar o tocar esos pescados y empecé a cocinarlos yo, a sacarles las tripas, quitar las escamas. Empecé a ver en la cocina algo que por fin me gustaba por encima de todo, empecé a pensar que por qué no podía ser cocinero pero también que me gustaba cocinar sólo el pescado, la carne no me llamaba la atención. Lo mío fue así: realmente cocinando el pescado me hice cocinero”. Bajo el agua. Cuatro años en Francia, luego de vuelta a El Puerto de Santa María para trabajar en El Faro del Puerto, unos de sus restaurantes más emblemáticos. Toledo y El Puerto de Santa María otra vez: primero en El Tambuche, una taberna marinera-gastrobar con la que intentó averiguar si allí había sitio para él y su cocina y finalmente Aponiente. “La gente entiende un restaurante como un sitio donde se cocinan cosas que normalmente no se pueden hacer en FOODING080 Puntillones rellenos de guiso terrenal y tuétano de fondos atlánticos. Recreación de esponja marina casa, mientras aquí cocinamos lo que ellos cocinan en su casa: acedía, pijota, caballa, sardina, cosas muy humildes que forman parte de cualquier despensa, de cualquier casa de un gaditano. ¡A mí ya no me pone cocinar un carabinero o un gambón! Siempre he creído que en esto del mar había muchísimo por hacer: partiendo de una simple reflexión que es que las tres cuartas partes del globo son agua y que solamente una cuarta parte es tierra. En esta cuarta parte vivimos todos los seres humanos y en las tres cuartas partes parece que no hay más que contar. Empecé a estudiar biología marina, a preguntarme cosas que quizás otro cocinero no se preguntaba como por ejemplo por qué dos pescados de la misma especie tienen sabores y texturas diferentes. Me fijé en lo que pasaba antes de que el pescado llegara al restaurante y me metí en un trabajo de investigación sobre cómo afectaba la muerte del pescado en función de su pesca: es decir un pescado de caña, un pescado de arrastre, un pescado de palangre, con la misma especie variaban el sabor y la textura en la plancha, en la freidora o en la sartén. Necesitaba saber qué era lo que pasaba con cada pescado. Entonces me embarqué durante un tiempo en Mauritania Pichón de mar, sus carnes reposadas como si de una faisandé de caza se tratase. Falda de pescado de escamas curada y oreada como una papada de cerdo ibérica, migas de algas, escabeche. donde estuve pescando la misma especie de pescado pero con diferentes artes de pesca. Allí empezó mi proyecto de investigación”. Corazonadas y ciencia. Como muchas otras estrellas de la alta cocina, también Ángel León ha abierto las puertas de su restaurante a la ciencia con la intención de conseguir magia. Gracias a la colaboración con la Universidad de Cádiz ha conseguido utilizar las escamas del pescado como espesante, su primer experimento con los desechos del pescado. “Las escamas lo que hago es liofilizarlas, hacer un polvo y con este polvo espeso los caldos: es una forma de aprovechar partes del pescado que nunca se habían utilizado. Luego utilizamos el humor vítreo como emulsionante, porque nos dimos cuenta de que tiene la misma cantidad de proteínas de la lecitina de soja y empezamos a utilizarlo para hacer espumas. Esto siempre a través de la universidad: yo puedo tener corazonadas pero las corazonadas te las tienen que verificar los científicos, a esto le tengo mucho respeto. Al principio la universidad era un poco reticente, un poco incrédula respecto a todas las cosas que planteaba pero luego demuestras que no está todo hecho, sino que está por hacer. Después descubrí el alga diatomea para clarificar los caldos: desarrollar el proyecto me llevó un año y pico, pero conseguimos clarificar por medio de algas y además extraer toda la grasa de un caldo para que quedara totalmente transparente y sin que el alga le diera sabor”. De los descartes del pescado a los pescados de descarte. “Empezamos a trabajar con el pescado de descarte, es decir todo aquel pescado que se tiraba en alta mar y que no tenía ningún valor biológico o social. Siempre compramos lo mismo: cuando ponemos un pescado que no tiene nombre o cuyo nombre no nos suena o que es feo, ya no nos lo comemos, pero sí nos comemos el rodaballo, la merluza…¡es un auténtico rollo! La mar no es selectiva, es esto lo que no entiende la gente: parece que no somos capaces de asimilar que en el mar hay muchísimas especies más que comer y muchísimas cosas que quizás no sean glamourosas, pero que a nivel alimenticio, nutricional, de textura y de sabor no tienen nada que envidiar a los pescados que tienen nombre”. El tomaso marinado en un licuado de remolacha, jengibre y oloroso y el albur laqueado en su propia grasa y rodeado de ajos recolectados en el fondo del mar y ñoquis de queso payoyo, un queso típico de la zona, son ejemplos del esfuerzo de Ángel León por dignificar los pescados de descarte. Probablemente ninguno de estos dos pescados había llegado nunca a una mesa, imagínense a la mesa de un restaurante de alta cocina. “El proyecto de los pescados de descarte es para nosotros una ventana importantísima porque empezamos a trabajar especies que la gente desconoce, a darles un valor. Me embarqué durante mucho tiempo en casi diez o doce barcos para demostrar que de dos toneladas de pescado que se pescaba, se tiraba alrededor de una tonelada. Esto nos abrió un mundo de posibilidades, de muchísimas especies nuevas por trabajar. Nos volvimos locos en la cocina viendo que teníamos casi 20 o 30 especies nuevas que trabajar, especies quizás un poco complejas en su sabor, a las que les hace falta mucho cariño porque son pescados con muchas espinas, pescados que a lo mejor vienen muy golpeados, pero que para nosotros se convirtieron en una plataforma para reivindicar una manera de entender el mar”. En la misma línea se encuentran los embutidos de mar, otro proyecto de Ángel León: chorizo, butifarra, caña de lomo y salchichón hechos con la tripa y la carne del albur. Tanto en el aspecto como en la elaboración estos embutidos no difieren de los tradicionales pero su sabor es más parecido al de la bottarga. Puro mar. “Que en un restaurante donde sólo se come pescado se te reciba con una tabla de embutidos de mar nos parece superbonito: en vez de una tabla de ibéricos, empezar con unos ibéricos marinos. Siempre digo que es como si nos hubieran apartado de la tierra y solamente pudiéramos cocinar cosas del mar”. Fitoplancton y revolución. El menú degustación de Aponiente cambia según la temporada pero siempre recorriendo, eslabón por eslabón, la cadena trófica marina. Desde el plancton, que se ha convertido en el corazón de su cocina, hasta los albures. “Empecé a sumergirme en el mundo del plancton simplemente a nivel biológico, nunca pensando en que algún día me lo pudiera meter en la boca. Empecé a leer, a darme cuenta de que gracias al plancton respiramos, a pedir información a la universidad. Un día se me ocurrió pedirles si podía probarlo: me dijeron que lo máximo que se podía hacer era coger una pequeña red de muestreo que se utilizaba para analizar el plancton. Después de cinco horas navegando conseguimos solamente un gramo de plancton. Encima ese gramo estaba totalmente contaminado, pero ya me quedé atrapado porque lo probé. Me lo metí en la boca: no había probado nada tan expresivo en la vida. Me pareció que mi obligación era conseguir que lo pusiéramos encima de una mesa”. Gracias a un huerto marino en El Puerto de Santa María, Ángel Una siembra de plancton Infusión de arencones ahumados, sarda embotada del verano, yema de huevo asada, guisantes, huevas perfumadas en limón marroquí. FOODING083 Caballa curada en sal y marinada en un caldo fermentado con levaduras y aliño de aceitunas magrebíes. Caracoles de mar cocinados como caracoles de tierra: cañaillas en infusión de especias marroquíes. Carré de Albur laqueado en su propia grasa, ajos recolectados en el fondo de la mar, ñoquis de queso payoyo. El último invento de Ángel León: un bafle cubierto de porcelana que permite recrear el movimiento del mar en un plato. León ha conseguido obviar tanto el problema de la contaminación como el de la rentabilidad. El fitoplancton sólo necesita agua, luz y calor. Después de cuatro meses llega a su máxima concentración, se pasa por un plasma, se recoge el engrudo, se liofiliza y se hace un polvo. Cinco minutos antes de llegar a la mesa, se hidrata. “Cuando empezamos solamente utilizábamos un tipo de plancton, al día de hoy utilizamos nueve especies de plancton: cada especie es un sabor, un color, una textura y una expresividad diferente. Entramos en un micromundo inmenso donde tengo la suerte de tener una despensa de sabores que quizás nadie tiene. Para nosotros es una auténtica revolución: siempre digo que al día de hoy lo más importante que he hecho en mi vida ha sido descubrir el plancton como ingrediente para el ser humano. Al fin y al cabo se ha convertido en la base de nuestra cocina. El plancton es la leche del mar y su ingrediente más importante: al tener la cosa más importante, podemos hacer muchísimas cosas. Para nosotros es una forma de contar el mar absolutamente revolucionaria porque es algo que está allí desde el inicio de la vida y que hasta el día de hoy nunca se había puesto encima de una mesa”. El movimiento del mar en un plato. El último invento de Ángel León es un plato que consigue recrear el movimiento del mar. El proyecto ha sido desarrollado con la Universidad de Córdoba. Se trata de un bafle cubierto de porcelana: se quitan los agudos y se dejan los bajos en una secuencia continua de manera que el plato puede moverse a diferentes velocidades. “Quería que el cliente viese el mar: esto ha sido una locura, he estado casi dos años con este proyecto pero al final he conseguido el movimiento del mar en un plato. El hecho de que el cliente esté tomando un plato y vea representada la ola va a ser algo mágico en el restaurante. El tema del movimiento se sale un poco de nuestra línea, no tiene nada que ver con mi trabajo, lo he conseguido gracias a una parte de la ciencia – la física cuántica – que jamás como cocinero hubiera pensado tocar. Hemos quitado importancia a la física cuántica para contar una obsesión”. Mirar el mar desde el mar. Aponiente es una isla a la que sólo se puede llegar mojándose los pies. Imposible echar de menos el mar sentados en una de sus mesas. A menos que no se trate de Ángel León, claro, que prefiere alejarse de la tierra firme hasta en su tiempo libre. “En las temporadas fuertes de trabajo no puedes faltar, tienes que estar en el restaurante. Hay veces que estoy aquí metido en mil líos y pienso ¡joder! ¿por qué no me voy a verlo? Para mí la temporada de salir a pescar empieza en mayo. Tengo un barco, salgo a las 6 de la mañana y a las 13.30 estoy de vuelta. Me encanta ir solo, me quedo sin cobertura, me quedo allí mirando la tierra de lejos. Son los momentos en los que soy más reflexivo y desde donde veo mi vida de lejos. Hay veces que me gusta y veces que no, como todos, pero sí es verdad que es un momento de parón, de reflexión y de alegría, porque para mí solamente pensar que mañana volveré al mar me hace feliz”. <www.aponiente.com><www.chefdelmar.com>