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La muerte de la última testigo
La Hermana Lucía dos Santos, vidente de Fátima, muere el primer sábado de Cuaresma.
Su vida en la tierra terminó, pero la desorientación diabólica de la que ella se lamentó,
continúa.
por John Vennari
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Las noticias vienen sin aviso. Prácticamente nadie en Norteamérica sabía de la muerte
inminente de la Hermana Lucía. Pero el sábado 13 de febrero, apareció el primer breve anuncio de
la Agencia France Presse: “La Hermana Lucía, la última de los tres niños pastores a quienes la
Virgen María, se dijo, les hizo una serie de apariciones en 1917, ha muerto... Ella tenía 97 años.”
La prensa secular informó detalles seculares: el Obispo de Coimbra dice que ella había
estado enferma desde hacía algunas semanas y no había dejado su celda; el médico de la
Hermana Lucía dice que ella murió ”serenamente, como una candela que se extingue, sin gran
sufrimiento”; la gente en largas filas espera para presentar sus respetos el domingo, cuando el
velatorio de la Hermana Lucía en el Convento; el Primer Ministro de Portugal declaró el jueves,
día de su funeral, un día de duelo nacional; las banderas se izaron a media hasta a lo largo de la
tierra de la Hermana Lucía; los partidos políticos de Portugal, a regañadientes, suspendieron sus
campañas por dos días para honrar su muerte; la Misa exequial tuvo lugar en la Catedral de
Coimbra, a la cual asistió casi toda la jerarquía de Portugal; cientos llenaron la Catedral durante
la Misa y miles se congregaron afuera; los dolientes, incluyendo estudiantes universitarios con
sus tradicionales capas negras, arrojaron una lluvia de flores sobre el ataúd y agitaron pañuelos
cuando dejaba la Catedral; entierro final en su convento carmelita en Coimbra; el anuncio que
los restos de la Hermana Lucía serán trasladados a la basílica de Fátima en un año, para
descansar en una cripta junto con sus primos Jacinta y Francisco.
Después de esto, la prensa secular terminó con la Hermana Lucía. Nosotros, por otra
parte, sabemos que la historia no terminó allí. Nosotros sabemos que Nuestra Señora prometió
llevar a Lucía al Cielo, y nosotros nos alegramos que su sufrimiento terrenal haya terminado.
Aunque ella pueda pasar primero por los fuegos del Purgatorio, se reunirá con sus dos primos
por quienes derramó abundantes lágrimas de adiós más de 80 años atrás.
Nosotros también sabemos que la desorientación diabólica en la Iglesia, advertida por la
Hermana Lucía, empeora cada día. Nosotros vemos el Mensaje de Fátima menospreciado y
distorsionado por los hombres de las más altas jerarquías en la Iglesia. Nosotros vemos caos y
desolación, la herejía pandémica, la anarquía litúrgica, la depravación de la moral en el clero,
todo resultante de que los católicos y sus líderes ignoren los pedidos de Nuestra Señora.
La advertencia de la Hermana Lucía
A raíz de la muerte de la Hermana Lucía, he sido consultado por mucha gente sobre una
supuesta profecía, y es que si la Hermana Lucía viviría para ver el triunfo del Inmaculado
Corazón. Eso, en realidad, no se encontró en ninguna parte del Mensaje de Fátima. La única
profecía referida a la muerte de la Hermana Lucía está relacionada con el Tercer Secreto. El
Secreto completo, como ella nos dijo, se presupuso que sería revelado al tiempo de su muerte o
en 1960, lo que ocurriera primero.
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Sin embargo, en 1960 el Secreto no fue revelado, y la Hermana Lucía fue silenciada. A
ella no se le permitió hablar sobre nada del Mensaje de Fátima, ni siquiera de lo ya publicado, sin
autorización previa del Vaticano.
No obstante, en 1957, y a fines de los años 60 y a principios de los 70 – los años cercanos
a 1960 en que debió haber sido revelado el Secreto – la Hermana Lucía pareció indicar lo que
contenía el Secreto. En esas relaciones la Hermana Lucía habla del demonio adquiriendo poder
sobre los sacerdotes y las almas consagradas. Ella habla de la desorientación diabólica infectando
la alta jerarquía.
En su conversación de 1957 con el Padre Fuentes, su última entrevista que no fue preaprobada por el Vaticano, la Hermana Lucía dijo: “Padre, el demonio está librando una batalla
decisiva con la Virgen; y como sabe qué es lo que más ofende a Dios, y lo que en menos tiempo
le hará ganar mayor número de almas, está tratando de ganar a las almas consagradas a Dios, ya
que de esa manera también deja el campo de las almas desamparado, y más fácilmente se
apodera de ellas”.
Más de una década después, la Hermana Lucía denunció a las fuerzas progresistas en la
Iglesia, procurando restar importancia y suprimir el Rosario. “Esa campaña es diabólica”,
escribió ella en 1969 a uno de sus sobrinos sacerdote, “no dejes ser engañado”. Eso es de un libro
de 1973, Un pequeño tratado sobre la naturaleza y la recitación del Rosario, conteniendo
extractos de cartas de la Hermana Lucía, escritas entre 1969 y 1971.
En esas cartas, ella también tuvo palabras fuertes sobre el liderazgo en la Iglesia,
consecutivo al Vaticano II. Ella escribió en 1970 a la Madre Martins, una antigua compañera de
la orden de las Hermanas Doroteas: “Es doloroso ver desorientación tan grande en tantos que
ocupan lugares de responsabilidad... el diablo ha conseguido infiltrar mal bajo cubierta de bien, y
los ciegos están siendo guiados por otros ciegos, como el Señor nos dice en el Evangelio, y las
almas se están dejando engañar”.
Es digno de notar que en 1957 la Hermana Lucía dijo que el diablo estaba por librar una
batalla decisiva. Para 1971, ella dice que el diablo ha comenzado a triunfar.
“Gustosamente,” continuó la Hermana Lucía, “me sacrifico y ofrezco mi vida a Dios por
la paz en Su Iglesia, por los sacerdotes y por todas las almas consagradas; especialmente por las
que están tan engañadas y descarriadas... él (el diablo) ha logrado conducirlas al error y engañar
a las que tienen grave responsabilidad por el lugar que ocupan ... Ellos son ciegos guiando a
otros ciegos.
Es necesario resistirlos
No es un misterio por qué la Hermana Lucía fue silenciada. Una voz tan poderosa como
la suya haciendo tales afirmaciones, una voz amada y respetada como la recipiente elegida por
Nuestra Señora, podría haber amenazado todo el aggiornamento post-Conciliar. Eso debía ser
evitado a toda costa. El Vaticano II y sus destructivas reformas fueron el nuevo centro del
universo. Los labios de la Hermana Lucía fueron debidamente cerrados con candado.
La carmelita contemplativa aceptó su imposición de silencio. Ella comprendió eso como
el camino del Cielo elegido para ella. “Debo permanecer en silencio, en oración y en penitencia,
dijo en una carta de 1970 a su amiga Doña María Teresa da Cunha. “De esa forma, puedo y debo
ayudarlos más... tal es la parte que el Señor ha elegido para mí: rezar y sacrificarme por aquellos
que se esfuerzan por trabajar en la viña del Señor y por la extensión de Su Reino”.
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A quienes estamos fuera del Carmelo, sin embargo, ella nos exhortó a la batalla; “¡Esta es
una desorientación diabólica invadiendo al mundo y corrompiendo las almas! Es necesario
resistirlos...
Depués de la publicación del pequeño libro de 1973, nosotros ya no escuchamos a la
Hermana Lucía hablar de desorientación diabólica.
Mientras tanto, la Iglesia había sido modernizada más allá de lo reconocible, lejos peor
de lo que fue en los tempranos días de la revolución de 1973. Tanto que si el Papa Benedicto XV
– el Pontífice reinante en 1917 – hubiera entrado en una iglesia parroquial media durante la Misa
del Domingo, hubiera imaginado que una extraña secta, liberal, se hubiera expropiado del
edificio una vez católico: una secta que ofrece una grosera liturgia protestante y predica una
doctrina perversa; una secta que canta canciones insípidas y que permite vestimentas deseaseadas
e inmodestas durante el culto; una secta que gasta grandes sumas de dinero renovando y descatolizando el interior de la iglesia; una secta donde los laicos ayudan a dar la Comunión,
indicando que la secta no cree en la Presencia Real. El también hubiera notado por su número
decreciente que la secta se está muriendo.
Los santos primos de Lucía, Jacinta y Francisco, se hubieran igualmente horrorizado,
especialmente si hubieran asistido al circo rock’n’roll conocido como Dia Mundial de la
Juventud. Allí, ellos hubieran visto con repulsión la vulgaridad de la atmósfera, la lascivia, el
desaseo de la gente joven, la conducta desenfrenada, el espíritu de juerga en las Misas Papales,
los ritmos de rock’n’roll impregnando la liturgia, la absurda danza litúrgica, la descarada
irreverencia hacia el Santísimo Sacramento. Además, ellos estarían escandalizados al ver todo
esto ensalzado por los guías ciegos de la Iglesia post-Conciliar, quienes llaman a esto un “signo
de esperanza” para el nuevo milenio.
Tutelados por un Angel
Jacinta, Francisco y Lucía habían recibido instrucción de un Angel en 1916. El Angel les
enseñó que el Santísimo Sacramento era verdaderamente el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad
de Jesucristo. Los niños siguieron el ejemplo del Angel quien se postró ante el Santísimo
Sacramento en profunda reverencia y adoración.
Esa reverencia que los católicos deben al Santísimo Sacramento ha desaparecido
totalmente en la Iglesia post-Conciliar, donde la profanación está a la orden del día. El sacrilegio
generalizado de la Comunión en la mano y de los ‘ministros eucarísticos laicos’ en las parroquias
medias (y con predominio en las Misas Papales del Día Mundial de la Juventud), hubieran puesto
a Jacinta y a Francisco en semanas de penitencia y reparación.
Lo que nunca pudimos saber
Uno se pregunta cuanto de la verdadera situación de la Iglesia pudo la Hermana Lucía
conocer. Nunca escuchamos de sus propios labios lo que ella pensó del presente estado de la
Iglesia, o incluso si ella supo hasta que punto se había hundido.
En su vida mortal, nunca pudimos saber lo que pensó la Hermana Lucía del herético
congreso interreligioso reunido en Fátima en octubre de 2003, en donde el Padre Jacques Dupuis
llamó “texto horrible” a la definición infalible del Concilio de Florencia, ante el gran aplauso de
todos los presentes.
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Nosotros nunca podremos saber lo que ella pensó del aplauso del Rector Guerra del
Santuario de Fátima ante tal afirmación, y de su ataque contra los que criticaron su congreso
interreligioso.
Nosotros nunca podremos saber lo que ella pensó del Arzobispo Vaticano Michael
Fitzgerald, quien en el mismo Congreso en Fátima hizo incalificable alabanza a las heréticas y
blasfemas observaciones del Padre Dupuis.
Nosotros nunca podremos saber lo que ella pensó del ritual hinduísta en la Pequeña
Capilla de las Apariciones en Fátima del 5 de mayo de 2004, permitido por el Rector Guerra,
donde un “sacerdote” hinduísta entonó en el altar católico una oración pagana en presencia de
una congregación de hinduístas que cantó las respuestas.
Nosotros nunca podremos saber lo que ella pensó de las subsiguientes mentiras del
Rector Guerra sobre la ceremonia hinduísta, cuando emitió un comunicado público pretendiendo
que “nada había ocurrido sobre o fuera del altar”, a pesar de la emisión de televisión, de los
videos y de las fotografías publicadas del “sacerdote” hinduísta cantando ante el altar, con su
“congregación” hinduísta uniéndosele en la ceremonia.
No, a la Hermana Lucía nunca se le permitió hablar sin previa autorización del Vaticano.
A ella, quien advirtió sobre la desorientación diabólica, le estaba prohibido opinar sobre la
desorientación cuando esta se aceleró. Ni se nos permitió preguntar a nadie cercano a ella lo que
ella pensaba de todo esto, o siquiera preguntarle cuanto de esto ella sabía que iba a ocurrir.
Nosotros tampoco podremos saber nunca lo que la Hermana Lucía pensó de la nueva
doctrina ecuménica post-Conciliar que afirma que los no-católicos no necesitan convertirse a la
Iglesia Católica para su salvación. Por eso, a la “conversión de Rusia” se le da un sentido
absolutamente diferente del verdadero enseñado por todos los Papas, Santos y Doctores de la
Iglesia antes del Vaticano II.
Más desinformación por parte de Zenit
La herética nueva definición fue manifestada en un artículo de Zenit publicado tres días
después de la muerte de la Hermana Lucía titulado “Fátima tiene amplia convocatoria en Rusia,
dice Aide”. Victor Khroul, descripto por Zenit como una “autoridad de los medios católicos”, es
Director del Centro de Información de los Obispos Católicos de Rusia. Khroul habla de su
admiración por la Hermana Lucía, y de su gratitud por su “testimonio y aliento al pueblo ruso...
pues gracias a ella, mucha gente ha rezado durante décadas por la conversión de Rusia”.
Kroul, quien también es editor del semanario católico Svet Evangelia, luego declamó la
nueva definición de “conversión”. El dice que cuando uno habla de “la conversión de Rusia”,
debe comprender que eso significa “el paso del no-creyente a la fe cristiana” y no debe
confundirse con ser o no ser católico.
Esa es una táctica modernista impostora y peligrosa: conferir a una palabra católica un
sentido a-católico.
Además, si esta definición de conversión fuera verdadera, entonces Rusia “fue
convertida” cuando Nuestra Señora se apareció en Fátima en 1917, cuando Ella predijo la
eventual conversión de Rusia. La inmensa mayoría de los rusos eran entonces, y permanecieron
aun bajo la persecución comunista, rusos ortodoxos. La nueva definición vacía las palabras de
Nuestra Señora de todo sentido. Esto también desafía el dogma infalible de la Iglesia Católica.
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Siempre ha sido enseñanza católica que aquellos que pertenecen a las iglesias Ortodoxa
Griega y Rusa, no son miemros de la única verdadera Iglesia de Cristo, desde que ellos se
separaron de Ella por el cisma. El Concilio de Florencia definió infaliblemente que “los paganos,
judíos, herejes y cismáticos” están “fuera de la Iglesia Católica” y como tales “nunca pueden ser
partícipes de la vida eterna”, a menos “que antes de su muerte” ellos estén unidos a la única
verdadera Iglesia de Jesucristo, la Iglesia Católica.
En otras palabras, ellos deben convertirse.
Esta verdad ha sido enseñada por la Iglesia desde el principio. San Fulgencio, en el siglo V,
expresó la misma doctrina en palabras obviamente tomadas como base para la definición del
Concilio de Florencia. El escribió, “Sostened muy fírmemente y sin ninguna forma de duda, que
no solo los paganos, sino también todos los judíos y todos los herejes y cismáticos, que terminen
esta vida presente fuera de la Iglesia Católica, van a ir al fuego eterno que ha sido preparado para
el diablo y sus ángeles”.
El Catecismo del Concilio de Trento enseña igualmente, “los infieles, herejes, cismáticos
y las personas excomulgadas” están “excluídas del gremio de la Iglesia”.
El Catecismo del Papa San Pío X, siglos después, presenta la misma verdad sin cambio.
Enseña “Están fuera de la verdadera Iglesia: los infieles, judíos, herejes, apóstatas, cismáticos y
personas excomulgadas”. Y más adelante afirma, “Nadie puede ser salvo fuera de la Iglesia
Católica, Apostólica y Romana, tal como ninguno pudo salvarse del Diluvio fuera del Arca de
Noé, que fue una figura de la Iglesia”.
San Pío X dice que los Ortodoxos deben convertirse
El Papa San Pío X habló específicamente de la necesidad de los cismáticos Ortodoxos de
volver a la Iglesia Católica. En su encíclica Ex Quo, de 1910, él escribió que toda obra para la reunión con los cismáticos Ortodoxos “será en vano a menos que primero ellos (los Ortodoxos
orientales) sostengan toda e íntegra la Fe Católica, como ha sido transmitida y consagrada en la
Sagrada Escritura, la tradición de los Padres, la costumbre de la Iglesia, los concilios generales y
los decretos de los Supremos Pontífices”. San Pío X rogó que Dios “apresurara el día en que las
naciones del Este volvieran a la unidad católica y, unidas a la Sede Apostólica, después de
abandonar sus errores, entraran al puerto de la salvación eterna”.
Nosotros vemos que San Pío X reitera que la Ortodoxia oriental:
1) abraza enseñanzas heréticas que debe abandonar;
2) no está unida a la verdadera Iglesia de Cristo debido a su cisma;
3) no arribará al puerto de salvación, a menos que abandone sus erores y se una a la
verdadera Iglesia de Cristo, sometiéndose a la legítima Autoridad Apostólica del Papado.
Al contrario de la enseñanza ecuménica hoy prevaleciente entre los líderes de la Iglesia,
señalada por Victor Khroul, la conversión solo puede tener un sentido: el regreso de los
cismáticos, herejes y disidentes a la verdadera Iglesia establecida por Jesucristo, la Iglesia
Católica.
Las consecuencias de tergiversar la terminología es obvia. La Consagración no ha sido
hecha, Rusia no ha sido convertida a la Fe Católica, por eso, los modernistas católicos invocan la
nueva definición de conversión. Al hacerlo así, ellos pretenden que la Consagración está
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cumplida, que Rusia ahora está convertida, y que las profecías de Fátima están totalmente
cumplidas.
La Hermana Lucía murió en el punto culminante de la desorientación diabólica. Nosotros
nunca sabremos lo que ella pensó de esta perversión del Mensaje de Fátima y de esta corrupción
de la enseñanza básica católica.
Lo que nosotros si sabemos es que la Hermana Lucía cumplió su misión de hacer
conocido el Mensaje de Nuestra Señora de Fátima: “Dios quiere establecer en el mundo la
devoción a Mi Inmaculado Corazón”. Ella comunicó los pedidos de Nuestra Señora: que
rezáramos el Rosario todos los días, que hiciéramos sacrificios por los pecadores, que
ofreciéramos nuestro diario deber a Dios como un acto de sacrificio, y que practicáramos los
Cinco Primeros Sábados de Reparación al Inmaculado Corazón de Nuestra Señora. Ella
transmitió el Tercer Secreto, que obviamente aún no ha sido totalmente revelado (ver: “Sister
Lucy Dies; but Full Third Secret Yet to de Released”, “Sister Lucy’s Cell Ordered Sealed by
Cardinal Ratzinger”, y “El silenciamiento de la Hermana Lucía”) y transmitió al Papa el pedido
de Nuestra Señora de consagrar Rusia a Su Inmaculado Corazón. La Hermana Lucía también
hizo conocer la advertencia de Nuestra Señora, que si Sus pedidos no son atendidos, “varias
naciones serán aniquiladas”.
La severidad de Mi justicia
La Hermana Lucía también comunicó la tan desatendida advertencia dada por Nuestro
Señor. Ella escribe en sus Memorias: “En marzo de 1939, Nuestro Señor me dijo una vez más,
‘Pide, pide otra vez insistentemente la promulgación de la Comunión de Reparación en honor al
Inmaculado Corazón de María en los Primeros Sábados. El tiempo está próximo en que el rigor
de Mi justicia castigará los crímenes de diversas naciones. Algunas de ellas serán aniquiladas.
Por fin, la severidad de Mi justicia caerá sobre aquellos que quieren destruir Mi reinado en las
almas”.
Nosotros debemos continuar la obra de la Hermana Lucía
A nosotros nos corresponde continuar difundiendo el Mensaje de Fátima, insistir que
Fátima no está terminada: su Mensaje debe ser obedecido y promovido ahora más que nunca.
Sigamos adelante con celo y confianza. Nosotros tenemos una buena razón para creer que
tenemos una nueva abogada sobrenatural a quien podemos rogar que nos ayude a promover el
Mensaje de Fátima: Lucía de Jesús dos Santos.
Dale, Señor, el descanso eterno, y brille para ella la luz perpétua. Que descanse en paz,
Amen.
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