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Transcript
El castigo del Secreto ocultado
Extractos de una alocución hecha
en una reunión del Rosario en Cleveland, Ohio
por el Padre Nicholas Gruner, S.T.L., S.T.D. (Cand.)
Estoy seguro que todos ya han oído hablar del Tercer Secreto de Fátima y,
ciertamente, también ya oyeron decir que el Vaticano lo reveló por completo en el año
2000.
Ni toda la gente está convencida de esto, incluyendo este Apostolado.
Una cosa que sabemos es que la desinformación, la ocultación del Mensaje urgente
que Nuestra Señora dio en Fátima viene de la más alta jerarquía de la Iglesia.
¿Pero cómo es que esto puede acontecer?
Reserva mental
El Cardenal Bertone, así como otros dignitarios del Vaticano, está usando aquello
que se llama una reserva mental. Los moralistas católicos nos dicen que la reserva mental
es aceptable algunas veces, y otras veces inaceptable. Si, por ejemplo, un marinero fue
convocado a presentarse en un buque de guerra y sus órdenes y la hora de desembarque del
buque están sujetas a restricciones de seguranza. Si un vecino le preguntase a qué horas el
buque elevará el ancla, él podría usar una reserva mental y decir, “no sé”, porque nadie
sabe el futuro. Después de todo, el capitán puede tardar un segundo. Podemos evitar decir
toda la verdad a una persona que no tiene el derecho de saberla, pero tampoco es permisible
decir una mentira directa.
Hay ocasiones en que no podemos usar una reserva mental. Cuando una persona
que nos hace una pregunta tiene el derecho de saber, no podemos usar algún tipo de frase
vaga, en la esperanza de ser mal interpretados, para que esa persona no sepa la verdad de
que tiene derecho a saber. Es en estos casos que usar una reserva mental es un error.
Hay quien piense que las reservas mentales están siempre permitidas y pueden
usarse en cualquier situación. Eso es falso. Pero parece ser muy claro que el Cardenal
Bertone y otras autoridades del Vaticano están usando reservas mentales. Es lo que están
haciendo hoy con Fátima y con el Tercer Secreto.
Ellos saben que hay un segundo texto del Tercer Secreto. Saben que Sor Lucía
escribió alguna cosa más. Saben que está escrito en una hoja de papel y tiene 25 líneas. Y
saben que el Arzobispo Capovilla no está inventando cuando dice que hay otro texto.
Pero ellos no quieren decirnos esto. El texto verdadero, el texto completo, la parte
que nos ocultan es la parte que la Santísima Virgen quiere que más conozcamos. Es la
parte que pondrá fin a la confusión en la Iglesia desde el Concilio Vaticano II hasta el
presente. Es la parte que desmantelará la destrucción modernista que ha ocurrido en la
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http://www.fatima.org/span/crusader/cr89/cr89pg40.pdf
Iglesia en los últimos 47 años. Y para no nos revelar el texto que falta, se persuadieron a sí
propios de que este texto “no es auténtico”.
La apostasía en la Iglesia
Colocan sus opiniones y herejías en un nivel más alto que las palabras de la Madre
de Dios. El Cardenal Bertone, en un programa de televisión, sugirió: “¿Cómo es que la
Santísima Virgen, Madre de la Iglesia, Auxiliadora de los Cristianos, podría sugerir que
había Apostasía en la Iglesia”? Hace esta pregunta, pero el hecho ya está mencionado en las
Sagradas Escrituras.
La palabra apostasía necesita ser explicada. Apostasía es una palabra griega que
significa revuelta o rebelión. Los paganos no pueden apostatar. ¿Y por qué? Simplemente
porque nunca fueran cristianos. Por eso, no pueden rebelarse contra Cristo si nunca lo
aceptaron en primer lugar. Por lo tanto, la apostasía sólo puede acontecer con los cristianos,
y, en su expresión más correcta, sólo puede acontecer con los católicos, visto que los otros
cristianos no son realmente cristianos por el hecho de que sus enseñanzas son heréticas.
Resumiendo, la apostasía debe tener lugar dentro de la Iglesia. San Pablo dijo que
el Anticristo no puede venir antes de la Gran Apostasía. Sólo hay una Gran Apostasía, y es
aquella que estamos viviendo hoy.
Podemos creer literalmente al Cardenal Ciappi, cuando él dijo: “En el Tercer
Secreto se predice, entre otras cosas, que la gran apostasía en la Iglesia comenzará de su
vértice.” 1 Por eso, los culpados que están en el vértice no quieren que conozcamos que son
parte de la apostasía, o por su silencio, o por su consentimiento, o por su promoción
deliberada de la herejía y del cisma.
El Cardenal Bertone y sus amigos se convencieron que el texto todavía ocultado, en
que Lucía escribió las palabras de Nuestra Señora que se refieren a la apostasía en la Iglesia
viniendo del vértice, no es auténtico. Dicen que son las ideas de Lucía y que no vienen de la
Santísima Virgen. Y, sin decirnos que tienen en la cabeza esa definición, dicen que no hay
otro texto, queriendo con esto decir que no hay otro texto que ellos consideran auténtico. Es
así que, usando una reserva mental, piensan que están justificados diciendo que fue
revelado todo el Secreto. Este es el texto y no hay más.
Sin embargo esta manera de pensar es falsa. Como ya expliqué, tenemos el derecho
de saber por qué la Santísima Virgen dio este Mensaje a nosotros, los fieles. A causa de
nuestro bautismo, tenemos el derecho al Secreto y el derecho de pedirlo. Y esto es definido
por el Segundo Concilio de Lyons y por Concilio Vaticano I 2 En asuntos relativos a la
jurisdicción eclesiástica, todos los miembros de los fieles tienen el derecho de que el Papa
decide. Esto incluye todos los católicos bautizados. Tenemos el derecho a saber, y debemos
pedir nuestros derechos. Efectivamente, el Concilio Vaticano II, en el parágrafo 37 de
Lumen Gentium – que es un documento llamado Constitución de la Iglesia – nos dice que
tenemos el derecho de pedir y de hacer saber nuestros deseos, especialmente en las cosas
que afectan el bien de la Iglesia. (Ver también el Derecho Canónico, Cánones 212 y 213.)
2
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Si hay alguna cosa que se cualifica en todo esto, es el Tercer Secreto. Tenemos el derecho
de conocerlo.
Por lo tanto si el Papa Benedicto XVI tiene esa misma opinión que no es auténtico,
tenemos el derecho de pedirle que se pronuncie, que diga que hay otro texto, pero que él
entiende, con base en su autoridad papal, que no es auténtico. Por lo menos tenemos ese
derecho. No podemos darle una orden, pero podemos decirle que, si no nos da lo que nos
compete para nuestra salvación, está poniendo en peligro su propia salvación.
¿Cómo puede esto ser así? Porque cuando un párroco acepta su cargo parroquial,
todos los católicos que viven en esa parroquia tienen el derecho de recibir de él los
Sacramentos. Si cayésemos en un pozo profundo y hubiese la posibilidad de que el pozo se
desplomaría y nos mataría, el párroco tiene la obligación de bajar por dentro de ese pozo,
aun con risco de su vida, para darnos los Últimos Sacramentos. San Alfonso dice que, aun
en peligro de su vida, un pastor de almas tiene que hacer eso.
Esta obligación también se aplica al Obispo. El Obispo es también el pastor de
nuestra alma. Y tal como él, el Papa es pastor de nuestra alma. Cada uno de ellos tiene la
obligación, en justicia estricta, de cuidar de nuestras almas.
Por lo tanto, si el Papa Benedicto XVI tiene información que necesitamos para
salvar el alma, y en especial un Mensaje de la Santísima Virgen en que se habla de los
peligros que enfrentamos hoy, tenemos el derecho a esa información. Hasta si costase la
vida del Papa de dárnosla, tendría la obligación de hacerlo. No sólo tenemos el derecho de
pedirla, sino la obligación de pedirla.
La importancia de revelar el Secreto
Puede ser que a nosotros no nos guste lo que contiene. Estoy cierto que el Tercer
Secreto nos dirá cosas que a todos nosotros no nos gustará oír. Pero todas estas cosas son
útiles para nuestra salvación. Debemos oírlas y prestarles atención. El Padre Malachi
Martin, cuando se apareció en el programa radiofónico de Art Bell el año antes de su
muerte, dijo que, cuando el Secreto fuese por fin revelado, las iglesias se llenarían y las
personas se pondrían de rodillas golpeándose el pecho, y que habría grandes líneas para la
confesión.
El Tercer Secreto no es sobre quien tiene o no tiene razón, sino, en realidad, es
sobre todos nosotros en el mundo de hoy, porque estamos todos en gran peligro. Creo que
ya conozco bastante bien el contenido del Secreto, después de haber leído sobre él y
publicado material sobre él desde hace tantos años. Es cierto que hemos tenido bastantes
testigos que nos dijeron una buena parte de él. Pero las palabras de Nuestra Señora, que
Ella nos quiso transmitir, son todavía más importantes. Tienen más peso que cualquier de
nosotros les pueda dar, y son más fáciles de creer, y más eficaces. Por eso, debemos pedir
para que el Secreto nos sea revelado.
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La mano de Dios
Debemos estar gratos a Nuestra Señora por hacer avanzar las cosas, de tal manera
que el Cardenal Bertone, a pesar de sus esfuerzos de enterrar el Secreto, cada vez más
muestra que hay otro texto.
El Cardenal Bertone tiene el cuidado de evitar ciertas preguntas, aun cuando son
hechas por su entrevistador amigable en su propio libro. Bertone evitó decir en su libro que
se refiere al testimonio del Arzobispo Capovilla que había un segundo texto del Secreto y
todavía no había sido revelado, aunque Capovilla lo tuviese dicho claramente. Con respecto
a las declaraciones del Cardenal sobre el testimonio de Sor Lucía, voy a explicar, a la luz de
su inclinación a hacer reservas mentales, lo que se pasó.
Sor Lucía fue siempre muy obediente y respetuosa, especialmente con el Papa. Y
así, cuando el Cardenal Bertone visitó a Sor Lucía, dijo algo como: “El Papa dice que el
otro texto no es auténtico”, y su contestación sería más o menos ésta: “Bueno, si el Papa
dice que no es auténtico, entonces no es auténtico. Por lo tanto este es el único texto”. El
único problema con esto es que el Papa nunca dijo tal cosa, en su capacidad como Papa.
Puede haber dicho eso en particular al Cardenal Bertone, pero eso es una cosa muy
diferente que el Papa hacer una declaración pública, sabiendo lo que está haciendo y
haciendo un fallo a la Iglesia. Y es eso que jamás Papa ninguno ha dado a nosotros.
Por lo tanto, cualquier cosa que el Papa Juan Pablo II dijo en particular al Cardenal
Bertone, o lo que el Papa Benedicto XVI dijo en particular, eso no afecta la autenticidad del
documento de Tercer Secreto.
El Cardenal Bertone, según se afirma, habló con Sor Lucía durante unas diez horas.
Nos dijo que habló con ella – sin grabadora, taquigrafía o cámara de vídeo – y nos dio el
equivalente a cerca de cuatro minutos de conversa. ¿Qué es lo que aconteció con las
restantes nueve horas y cincuenta y seis minutos?
El Sr. Socci hizo esta misma pregunta, y sugiere que tal vez no gravasen la
conversación porque estaban haciendo presión sobre ella para hacerle concordar con estas
teses. También sugirió que esa cuestión le viene a la cabeza cuando leyó que Sor Lucía, en
cierto momento, dijo al Cardenal Bertone “No voy a confesarme, ¿sabe”? ¿Qué le provocó
decir eso? Bueno, el Cardenal Bertone parece que no se recuerda de lo que le provocó decir
esto. Sin embargo es cierto que se recordó de la contestación. ¿Él le preguntó algo como:
“Comprenda que, si Usted no hace lo que le pedimos, podemos rechazarle la absolución?”
Claro que la contestación a esto podría haber sido: “No voy a confesarme, ¿sabe”? Hay
aquí mucha cosa entre las líneas, pero en efecto, el Secreto es la llave para la realización de
la Consagración.
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¿Por qué es que el Mensaje sería más claro en 1960?
Frère Michel, en el primer simposio que hicimos en Roma en 1985, dijo
esencialmente el siguiente:
“En 1960 el Vaticano debía revelar el Secreto y no lo hizo. El
resultado fue que desdeñaron públicamente a Nuestra Señora. Por lo
tanto, debe hacerse reparación por este desprecio, antes de que Ella
conceda la gracia de la Consagración de Rusia. Y la única reparación
pública que será aceptable es la divulgación del Secreto de Fátima”.
No puedo argüir con su raciocinio. Podría estar equivocado, pero, andando el
tiempo, parece cada vez más claro que tenía razón.
Lo que vemos desarrollando en Roma, en Italia y en el Vaticano es que,
efectivamente, fue usada una reserva mental para poder declararse que el Vaticano había
revelado todo el Tercer Secreto. Esta afirmación induce a error. Parece ser hasta una
mentira consciente. La única manera para el Cardenal Bertone justificar tal afirmación es
convencerse de que las palabras de la Santísima Virgen María contenidas en el Tercer
Secreto no son “auténticas”. Las palabras de Nuestra Señora que predicen una crisis de Fe
en la Iglesia, proveniente del vértice, son consideradas por Bertone y por sus adeptos como
“no auténticas”. Y hacen esto porque las palabras de Nuestra Señora denuncian la
desorientación diabólica que ellos representan.
Piensan que saben más que la Madre de Dios, y piensan que su actitud está cierta, a
pesar del estado de crisis en que la Iglesia se encuentra. Antes de 1960, 70% de los
católicos de este país fueron a Misa todos los domingos. Hoy sólo 25% asisten a la Misa
dominical. Aquí, en esta diócesis, el nuevo obispo está preparándose para vender veinte a
treinta iglesias, a pesar de que haya más católicos “en nombre” de que había hace 40 años.
Y, desafortunadamente, esto no es un caso único. La apostasía está aquí, tanto como en
todas partes.
Las palabras de Nuestra Señora en el Secreto darán a las personas al menos una
oportunidad más para comprender que no tienen que seguir el fulano a la derecha o a la
izquierda, o sus Obispos o sus Padres, porque muchos de ellos están yendo rápidamente al
infierno. Por lo menos sabremos lo que hacer para ir al Cielo. Y sabremos también lo que
hacer para ayudar a los que nos rodean a ir también al Cielo. Cuando sea finalmente
revelado el texto completo de las palabras de Nuestra Señora, todos nosotros tendremos esa
elección.
Fue por eso que el Padre Malachi Martin dijo que, cuando será revelado el Secreto
completo – añadiré la palabra “completo” porque lo que fue revelado fue la parte menos
importante – las iglesias estarán llenas, porque si el clero no lo entienden, por lo menos
suficientes legos van a entender que la Santísima Virgen está hablando de nosotros, y que
es esencial cambiarnos de vida, ir a confesarnos, hacer reparación, y vivir una vida buena
ante Dios, antes que sea demasiado tarde para nosotros. Es por eso que Sor Lucía dijo:
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“No es mi misión indicarle al mundo los castigos materiales que
ciertamente vendrán sobre la tierra si el mundo antes no hace oración y
penitencia. ¡No! Mi misión es indicarles a todos el inminente peligro en
que estamos de perder para siempre nuestra alma si seguimos aferrados
al pecado”.
Y es sobre esto que el Secreto trata. Y sí, el Secreto también nos avisará para que
estemos atentos contra algunos miembros del clero, que no están defendiendo lo que la
Iglesia siempre enseñó. Fue esto lo que el Papa Juan Pablo II se refirió, al decir que la
tercera parte del clero católico está trabajando para el demonio. Eso es chocante, pero se
encuentra en las Sagradas Escrituras. Por lo tanto, el Cardenal Bertone y sus amigos no
deberían andar diciendo que es imposible que vaya a acontecer.
La Iglesia católica no caerá
La definición que Nuestra Señora dio, de que las puertas del infierno no
prevalecerán contra la Iglesia, no significa que la iglesia en Cleveland esté siempre aquí.
Después de todo, la Iglesia en el norte de África estaba floreciente en el tiempo de San
Agustín, y sin embargo, cincuenta años después de su muerte, la Iglesia fue devastada en el
norte de África. Ya pasaron unos mil y seiscientos años después de su muerte y todavía no
se ha recuperado. Por lo tanto, cuando Cristo prometió que estaría siempre con Su Iglesia,
esto no quería decir que usted estará siempre en la Iglesia, o que la Iglesia se mantendría
todavía en esta área. En el Antiguo Testamento, Jeremías avisó: “Si ustedes no se
enmiendan, el enemigo entrará por ese agujero en aquel muro y los llevará a la esclavitud”.
Y los sacerdotes dijeron: “No presten atención a Jeremías, que está causando disensión y
desunión”.
Jeremías era un profeta verdadero. Vino de Dios. Pero no lo escucharon y aconteció
como él había dicho: el enemigo penetró por aquel muro y los llevó a la esclavitud en la
cual quedaron durante cuarenta años.
Los sacerdotes habían dicho: “Esta es la Ciudad Santa. Dios no puede permitir que
esto suceda”.
Muchos católicos dicen: “Dios prometió que estaría con la Iglesia hasta el fin de los
tiempos, y por lo tanto no es necesario preocuparnos con la Iglesia católica”. No. No
podemos presumir que nos mantendremos fieles. Si dejamos la Iglesia, dejamos de ser
miembros de la Iglesia, y un católico que se convierta en hereje o cismático – o peor
todavía, apóstata – sale de la Iglesia y deja de ser católico.
Por lo tanto, aquella promesa no es para nosotros, individualmente. Es dada a la
Iglesia. Tenemos que mantenernos fieles a nuestros votos bautismales, por lo menos al voto
de conservar la Fe, para permanecer en la Iglesia.
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http://www.fatima.org/span/crusader/cr89/cr89pg40.pdf
Ser católico significa tres cosas. La primera es creer en la Fe y conservarla; la
segunda es ser bautizado; la tercera es reconocer la autoridad legítima, o sea, la autoridad
del Obispo y del Papa. Quien no reconoce su autoridad entra en lo que se llama un cisma.
Sin embargo, si acontece que el Papa ultrapasa su autoridad legítima, no tenemos que
reconocer esa autoridad ilegítima. Y hoy en día es fácil caer tanto en el cisma como en la
herejía. El cisma también puede ser introducido por el Papa y por el Obispo, como
veremos.
¿Qué significa el cisma?
El cisma no significa desobedecer al Papa y al Obispo. Cisma significa una ruptura
de la unidad. El pecado del cisma se refiere generalmente a personas que no aceptan la
autoridad legítima del Papa o del Obispo. Pero puede ocurrir en sentido inverso. El Papa o
el Obispo pueden también ser cismáticos.
Esto casi parece una contradicción. Pero vamos a un ejemplo. Si un padre de seis
hijos dice a la mitad de sus hijos que pinten la sala de estar de color verde, y a los otros que
la pinten de color rojo, ¿qué pasará? Habrá una lucha entre los hijos, y todo porque el padre
les dio órdenes contradictorias. Aun si el padre tuviese dado apenas una sugerencia, el
efecto sería lo mismo. Lo hijos todavía lucharían sobre si la sala debe ser de color rojo o
verde.
Esto es más que una parábola. Efectivamente, esto es lo que está ocurriendo hoy en
la Iglesia, y viene de nuestro Santo Padre, el Papa.
¿Cómo es esto? Ya me dijeron: “Yo pensaba que la Misa en latín estaba prohibida.
Pensaba que los sacerdotes que todavía celebran la Misa en latín estaban siendo rebeldes”.
Pues bien, vamos a hablar un poco sobre la Misa en latín, y el envolvimiento del
Papa en ella. Cuando el Papa Pablo VI dio el nuevo Misal en 1969, no prohibió la Misa
Antigua. Tal vez tuviesen quedado con la impresión de que había “prohibida” la Misa
Antigua, y tal vez pensasen que eso era verdad, pero si estudiamos con atención el asunto,
vamos a ver que él no la prohibió. Y el Papa Pablo VI sabía que no la había prohibido, y
hasta admitió esto en particular. ¿Por qué es que esto es importante? Así como en el
ejemplo del padre y su sala de estar, hay católicos que piensan que deben obedecer, yendo a
la Misa Nueva y no a la Misa Antigua. Y hay católicos que piensan que deben obedecer,
yendo a la Misa Antigua y no a la Misa Nueva. Y cuando estas personas se encuentran,
dicen unos: “Ustedes son desobedientes”. “No”, contestan los otros: “Ustedes son los
desobedientes”.
Y aquí tenemos un cisma entre los fieles. Tenemos una desunión entre los fieles. Y
esto acontece a causa de una impresión que fue dada, o de una orden que en realidad no era
una orden.
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Voy a darles un ejemplo más personal. En enero de 1967, el Canciller de la
Arquidiócesis de Montreal envió una circular diciendo que no se debía promover una cierta
aparición que todavía no había sido aprobada a nivel diocesano.
Yo estaba en el seminario, del otro lado de la calle, y cuando leí la circular, pensé
así: Bueno, ya no puedo continuar a promoverla. Pero aconteció que volví a leer la carta
otra vez y noté que, en realidad, no decía lo que yo pensaba haber leído. No me ordenaba
que hiciese o dejase de hacer alguna cosa, sino daba esa impresión. Me dirigí al Vicecanciller, que era un amigo mío, el Padre Willard, que más tarde fue el Obispo Willard, y le
dije: “Esta circular recientemente enviada por la cancillería parece dar una orden, pero
efectivamente no da ninguna orden. ¿Me está escapando algo? ¿Entendí mal?” Su
contestación fue muy elucidario:
“La leyó correctamente. Fue exactamente así que quisieron escribir”.
Por lo tanto, su intención era darme la impresión de una orden, pero no asumían la
responsabilidad de dar la orden. Entonces yo, sabiendo lo que la circular decía en realidad,
no estaba sujeto a obedecer a esa supuesta “orden”. Sin embargo mi madre, sin que yo
supiera, la leyó en la misma manera en que yo la leí la primera vez, y pensó que yo, así
como toda la gente, había recibido una orden para proceder de cierta manera. Y cuando yo
continué, ella juzgó que yo estaba siendo desobediente. Fue sólo unos cinco años más tarde
que me di cuenta de esto, y durante ese tiempo la Cancillería había causado, de cierta
manera, un cisma, una ruptura de parte de mi madre, de que yo había sido víctima. Mi
madre no tuvo culpa, y tampoco yo. La culpa era del superior.
El suicidio de alterar la Fe en la liturgia
Esto es precisamente lo que está aconteciendo hoy en la Iglesia, aunque en una
escala mucho más grande, en relación al Santo Sacrificio de la Misa, sobre la orden de no
celebrar la Misa Tridentina. La verdad es que no hay una orden para no celebrar la Misa
Tridentina. Nunca hubo. Y no sólo nunca hubo, pero es hasta imposible que tal orden sea
dada.
¿Cómo es posible que yo pudiese estar cierto de esto, incluso antes del Motu
Proprio del Papa Benedicto XVI? Estaba cierto, porque es dogma católica definido que el
Papa no puede prohibir la Misa Tridentina. Si quisieran saber más sobre este asunto, lean el
libro del Padre Kramer, El suicidio de alterar la fe en la liturgia. Pero fácilmente puedo
darles la esencia del argumento básico. El XIIIº Canon de la Séptima Sesión del Concilio
de Trento dice:
“Si alguno dijere que los ritos recibidos y aprobados de la Iglesia
católica que suelen usarse en la solemne administración de los
sacramentos, pueden despreciarse o ser omitidos, por el ministro a su
arbitrio sin pecado o pueden ser cambiados por otros nuevos ritos por obra
de cualquier pastor de las iglesias, quien quiera que sea, sea anatema.”3
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En otros términos, “cualquier pastor de las iglesias, quien quiera que sea” incluye el
Papa. El Papa es el Pastor de todos los pastores, pero sigue siendo un pastor. Ni el Papa, ni
los Cardenales, ni los Obispos, ni los sacerdotes pueden alterar los Ritos en que son
ministrados solemnemente los Sacramentos. Esto se aplica no sólo con respecto a la Santa
Misa, pero tampoco pueden alterar ni uno de los siete Sacramentos. Y ésta es una
definición del Concilio de Trento.
En otros términos, es un dogma inmutable de la Fe católica que un Papa, un
Concilio, un Obispo o un sacerdote está prohibido de alterar el Rito de la Misa para
introducir un Rito “nuevo” de la Misa.
Esto fue codificado por Papa San Pio V, en su documento pontificio Quo Primum
de 1570, en que dice: “Esta Misa” es decir la Misa Tridentina, “es el Rito recibido y
aprobado de la Misa, y nadie, ni un Cardenal o un Obispo o un sacerdote, puede alterarla, o
prohibir un sacerdote de celebrar esta Misa”. Y lo proclamó como obligatorio, tanto en
derecho como en dogma, para siempre, lo que quiere decir que ni sus sucesores podían
cambiarlo. No estaba apenas él haciendo una ley, estaba testimoniando que era esto la que
el Concilio de Trento se refería, al decir que no se podía alterar los ritos. Y es por eso que el
Papa Pablo VI no prohibió la Misa Antigua – ni lo podría hacer, aunque quisiese. Sin
embargo, dio la impresión de que la había prohibido. Y es esto que ha causado el problema
en la Iglesia desde entonces.
Como se ve, por lo tanto, no es inconcebible creer en lo que el Cardenal Ciappi dijo,
que la apostasía en la Iglesia comenzará de su vértice.
El dogma de nuestra Fe
El mismo argumento se aplica a los documentos de la Iglesia. Los documentos de la
Iglesia, especialmente los documentos oficiales que proclaman las enseñanzas de un
Concilio de la Iglesia, deben ser escritos de tal manera que todo la gente los comprenda con
el mismo sentido. Los documentos del Concilio Vaticano II son ambiguos y equívocos en
algunos lugares, lo que significa que pueden ser entendidos con muchos sentidos diferentes.
Fue ésta precisamente la intención de los autores que formularon las palabras. Pero,
intencionalmente o no, el hecho es que varias enseñanzas de algunos de estos documentos
son ciertamente disputadas. Esto significa que eses documentos faltan cualquier cosa que
deben tener. La propia naturaleza del mal es “la falta de cualquier cosa que Dios determina
que debe estar presente”. Si los documentos carecen de la clareza necesaria, es razonable
concluir que eses documentos, debido a esta falta de clareza, son ipso facto malos.
El Papa Pio VI, en 1794, condenó el Sínodo de Pistoia por varias razones, pero uno
de ellas era que los documentos que de él resultaron no eran claros y pusieron en cuestión
cosas que ya eran dogma definido.
Esta es la razón para condenar los documentos ambiguos en la Iglesia. Y es la razón
para decir que los frutos de Vaticano II son malos. Pues bien, si los frutos del árbol son
malos, podemos deducir que el Concilio mismo es malo, según dicen las palabras de
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http://www.fatima.org/span/crusader/cr89/cr89pg40.pdf
Nuestro Señor: “Todo árbol bueno produce buenos frutos, y todo árbol malo da frutos
malos”. Es esto lo que el Tercer Secreto dice del Vaticano II. ¿Será herejía decir tal cosa?
¡No! De los 21 Concilios que tuvimos, hubo otro Concilio que dio mal fruto. En 553 A.D.
tuvo lugar el Segundo Concilio de Constantinopla. El Papa Gregorio el Grande, unos 40
años más tarde, dijo a los Obispos que tenían problemas de conciencia en consentir a uno
de estos documentos ambiguos que lo ignorasen, que actuasen como si ese concilio nunca
había existido, y que seguisen manteniendo la Fe.
Es esto que necesitamos hacer con grande parte del Concilio Vaticano II.
Es por eso que Nuestra Señora habló del Concilio en el Tercer Secreto, y dijo que
vendría un mal Concilio que causaría mucho daño. Y por eso es que dicen que Sus palabras
son “no auténticas”. No conocen suficientemente bien las Sagradas Escrituras católicas, el
dogma católico o hasta la historia de la Iglesia. Debían saber que la Sagradas Escrituras
profetizan una “Gran Apostasía” en la Iglesia.
Pero no confíen ustedes sólo en mí, confíen antes en la Virgen Santísima. Pidan el
texto que falta, con Sus palabras, porque es importante para la salvación de vuestras almas.
Como ven, no se trata de mis preferencias personales sobre el latín o cualquier otra cosa. La
Misa en sí guarda y protege la Fe. Y la institución de la Misa nos dice de lo que trata
nuestra Fe. La ley de Fe es la ley de oración. Rezamos en la manera en que creímos. Y
creímos en la manera en que rezamos.
¿Adónde Lo han llevado?
Si nos formamos en un servicio protestante, después de un tiempo, empezamos a
pensar como un protestante. Si recibimos la Comunión en la mano, quedamos con la idea
de que no es tan importante. Efectivamente tanto los arianos como los protestantes
introdujeron la Comunión en la mano precisamente para ese fin. Los arianos, que no creían
que Jesús es Hijo de Dios, igual al Padre, querían expresar su falta de creencia de manera
que el pueblo la entiendese diariamente, y fue así que introdujeron la Comunión en la mano
en el IVº siglo.
Y cuando los protestantes quisieron negar el dogma de la transustanciación,
reintrodujeron la Comunión en la mano. El motivo era influenciar la manera de pensar de
las personas, el modo como rezaban, para que ellas creyesen en aquello en que su liderazgo
querían que creyesen. Es un ejemplo muy profundo, pero muy simple, que espero que
comprendan.
Vamos a otro ejemplo. Si el techo por encima del sagrario del altar-mor está siendo
arreglado, y el párroco tiene miedo de que un carpintero podría dejar caer un martillo sobre
el sagrario, cambia temporariamente el Santísimo Sacramento al lado hasta que las obras
estén terminadas. Sin embargo si en la iglesia no hay obras no hay motivo para cambiar
permanentemente la posición central del Santísimo Sacramento. Pues bien, si el párroco lo
mueve sin un motivo de este tipo y no ha dicho ni una palabra, pasó a las personas vulgares
10
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un mensaje de que el Santísimo Sacramento no es importante. Las personas entran, hacen
una genuflexión a una silla, y ni prestan ninguna atención al Santísima Sacramento.
Es esto lo que ha pasado en nuestras iglesias durante los últimos cuarenta años. Y
viene del vértice. Esto está en el Secreto. Pio XII, hablando en 1931, antes de tornarse
Papa, cuando era Secretario de Estado, dijo esto:
“Me preocupan los mensajes de la Santísima Virgen a Lucía de
Fátima. Esa persistencia de María sobre los peligros que amenazan a la
Iglesia es un aviso del Cielo contra el suicidio que significa alterar la Fe
en Su liturgia, en Su teología y en Su espíritu. Llegará un día en que el
mundo civilizado negará a su Dios, en que la Iglesia dudará, como dudó
Pedro. Ella será tentada a creer que el hombre se tornó Dios. En
nuestras iglesias, los cristianos buscarán en vano la lamparilla roja en
donde Dios los espera. Como María Magdalena llorando ante el túmulo
vacío, se preguntarán: ‘¿Adónde Lo han llevado’4”?
¿Qué pueden hacer los católicos?
Es esto que hemos visto en los últimos cuarenta años. Aquí él esta vaticinándolo en
1931 y dice que está en el Mensaje de Fátima. Debe estar contenido en el Secreto que no
nos dieron, porque no encontramos mención de esto en cualquier otro lugar. El hecho es
que, para las pocas personas que tengan fe suficiente para comprender, para preguntar
“¿Adonde Lo han llevado?”, hay decenas de miles de católicos que ni siquiera comprenden
que están a ser protestantizados día a día, semana a semana, cuando van a estas ceremonias
y celebraciones que fueron protestantizadas de pies a cabeza. Fue así que los católicos
ingleses – entre Henrique XIII, que murió alrededor de 1540 e Isabel I, que murió alrededor
de 1600 – fueron eliminados de la Iglesia: por haber cambiado gradualmente la liturgia y
protestantizado su manera de ver, pensar y actuar en la iglesia. Y una vez pasada una
generación o dos, ya no eran católicos. El liderazgo protestante nunca tuvo que decir ni una
palabra. Sólo necesitaban implementar la nueva doctrina en la práctica litúrgica.
Por lo tanto no es una cuestión de las preferencias de cada uno. Estamos hablando
de su Fe, de sus almas. Está en el Tercer Secreto. Tenemos el derecho de que sea revelado
todo el Tercer Secreto. ¿Pero qué es lo que podemos hacer nosotros? No debemos llenarnos
con orgullo y decir: “Bueno, si yo tuviese un buen Papa, un buen Obispo, un buen
Secretario de Estado, o un buen sacerdote, y así por adelante, entonces yo estaría bien. Pero
como ellos son malos, estoy bien tal como estoy, porque la culpa no es mía.” Pero
efectivamente, el castigo que estamos sufriendo es a causa de nuestros propios pecados. No
nos queda bien decir con desprecio, “Si yo fuera Papa, yo lo haría mejor”.
Depende de USTED
El hecho es que estamos donde estamos, porque Dios aquí nos colocó. Nos cumple
hacer la penitencia y la misión que Dios nos atribuyó. Es esto que depende de nosotros, y
todos nosotros podemos rezar el Rosario todos los días. Nuestra Señora insistió en que
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rezásemos el Rosario todos los días. Lucía nos dijo que “no hay problema… sea temporal o
sobre todo espiritual, que se refiera a la vida personal de cada uno de nosotros o la vida de
los pueblos y naciones… que no podamos resolver ahora con el rezo del Santo
Rosario.”Así debemos rezar el Rosario y pedir a Dios que dé las gracias a nuestros Obispos
y a nuestros sacerdotes; a nuestro Papa, y a los Cardenales, para que sean buenos si no son;
y si son buenos pero les falta el coraje, como los Apóstoles antes del Pentecostés, para que
obtengan el coraje para defender la Verdad en público. Es por eso que necesitamos rezar el
Rosario.
Recemos el Rosario para nuestra propia comprensión. Puede ocurrir que recibimos
y aceptamos mentiras porque queríamos creer en ellas. Recemos para ver la Verdad y para
vivir en conformidad con la Verdad siempre y en todas partes.
Debemos rezar el Rosario frecuentemente y con fervor, y hacer que los demás hagan
el mismo, en primer lugar por nuestra propia salvación, pero también por la salvación de
nuestros vecinos y amigos. Por último recemos por la salvación no sólo de los católicos,
sino por toda la gente en el mundo. En primer lugar, debemos ser fieles a Dios.
El Papa León XIII señaló que todas las gracias vienen a nosotros de Dios Padre a
través de la sagrada humanidad de Jesucristo, por las manos de la Santísima Virgen María.
El orden es este: Dios Nuestro Señor, la Santísima Virgen y después la Iglesia. Es
este el orden que debe también ser el orden de nuestras prioridades. Debemos rezar por
nuestros sacerdotes, por nuestros obispos, por nuestros Cardenales, y por el Papa. Todos
ellos necesitan nuestras oraciones. Ayudemos, entonces, los que están por encima de
nosotros con nuestras oraciones y sacrificios. Esto viene en las Sagradas Escrituras (cf. I
Tim. 2:1-3) Les pido también que se mantengan informados y que lean con atención todo lo
que trata de este asunto, porque les están siendo contados verdades a medias, y la parte que
les falta es la parte que lo más necesitan. Es por eso que les recomiendo que lean el material
que publicamos, pero también por lo menos, ciertamente cualquier literatura buena sobre
este asunto.
Ya es tarde
Nuestra Señora de Fátima nos dijo que naciones enteras serán aniquiladas. Por eso,
es importante que comprendamos que ya es tarde y no podemos hacer todo, pero cada uno
de nosotros puede hacer algo.
Y Dios espera que hagamos lo que podemos.
Las 50 personas que comparecieron en Fátima el 13 de junio de 1917, hablaron a
sus amigos y vecinos. Era eso que Dios esperaba que hiciesen. Y aquellas 50 personas
fueron 5.000 en julio y 15.000 en agosto y 30.000 en septiembre y 70.000 en octubre, sólo
porque hablaron unos con otros.
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Cada uno de nosotros puede hacer lo mismo. Cada uno de nosotros puede hablar
con otras personas. Cada uno de nosotros puede ser informado. Cada uno de nosotros puede
rezar el Rosario. Cada uno de nosotros puede hacer los Cinco Primeros Sábados. Hay otras
cosas que podemos hacer. Recordemos a rezar el Rosario todos los días. Nuestra Señora
insistió en eso; es nuestra línea directa al Cielo. Sor Lucía dijo: “Con el Santo Rosario nos
salvaremos, nos santificaremos, consolaremos a Nuestro Señor y obtendremos la salvación
de muchas almas.”
Qué Dios los bendiga.
Notas:
1
Christopher A. Ferrara, El Secreto todavia ocultado (Pound Ridge, NY: Good Counsel
Publications, edición española 2011, pág. 46
2
Cf. Dz. 466, D.S. 861; y también Dz. 1830, D.S. 3063
3
Cf. Dz. 856, D.S. 1613.
4
Roche, Pie XII devant l’Histoire, págs. 52-53. Cit. en Padre Paul Kramer, La última batalla del
diablo (Terryville, CT, The Missionary Association, 2002), capítulo 4
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