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2 de noviembre, dia de los Fieles difuntos
Un poco de historia
La tradición de rezar por los muertos se remonta a los primeros
tiempos del cristianismo, en donde
ya se honraba su recuerdo y se
ofrecían oraciones y sacrificios por
ellos.
Cuando una persona muere ya no
es capaz de hacer nada para ganar el cielo; sin embargo, los vivos
sí podemos ofrecer nuestras obras
para que el difunto alcance la salvación.
Con las buenas obras y la oración
se puede ayudar a los seres queridos a conseguir el perdón y la purificación de sus pecados para poder participar de la gloria de Dios.
A estas oraciones se les llama sufragios. El mejor sufragio
es ofrecer la Santa Misa por los
difuntos.
Debido a las numerosas actividades de la vida diaria, las personas
muchas veces no tienen tiempo ni
de atender a los que viven con
ellos, y es muy fácil que se olviden
de lo provechoso que puede ser la
oración por los fieles difuntos. Debido a esto, la Iglesia ha querido
instituir un día, el 2 de noviembre,
que se dedique especialmente a la
oración por aquellas almas que
han dejado la tierra y aún no llegan al cielo.
La Iglesia recomienda la oración
en favor de los difuntos y también
las limosnas, las indulgencias y las
obras de penitencia para ayudarlos a hacer más corto el periodo
de purificación y puedan llegar a
ver a Dios. "No dudemos, pues, en
socorrer a los que han partido y en
ofrecer nuestras plegarias por
ellos".
Nuestra oración por los muertos
puede no solamente ayudarles,
sino también hacer eficaz su intercesión a nuestro favor. Los que ya
están en el cielo interceden por los
que están en la tierra para que
tengan la gracia de ser fieles a
Dios y alcanzar la vida eterna.
Para aumentar las ventajas de esta fiesta litúrgica, la Iglesia ha establecido que si nos confesamos,
comulgamos y rezamos el Credo
por las intenciones del Papa entre
el 1 y el 8 de noviembre, “podemos ayudarles obteniendo para
ellos indulgencias, de manera que
se vean libres de las penas temporales debidas por sus pecados”.
(CEC 1479)
Horarios de Misa: Martes a sábados: 20 hs Domingos: 12hs
1º viernes de mes: 19:30 Adoración Eucarística y Rosario
20 hs. Santa Misa. 19 de cada mes: 19: 30 hs Coronilla y
de San Expedito. 20 hs. Santa Misa. 3° viernes 20 hs.
Av. Gregores y Laprida - Tel. (02966) 43 4199 - Río Gallegos
LOS PRINCIPIOS INNEGOCIABLES
Criterios para el voto de un católico
Palabras de Mons. Rábago, Obispo mexicano, con ocasión de las elecciones del mes de Julio en su país
“Ningún partido representa a la Iglesia y los católicos pueden militar
o dar su voto al partido o candidato que mejor responda a sus convicciones personales, con tal que sean compatibles con la ley moral
natural y que sirvan sinceramente al bien común de la sociedad.
Nuestra misión, en cambio, ha de ser la de orientar con
los principios éticos de la Doctrina Social Cristiana sobre los derechos y deberes políticos de los fieles laicos, ayudando a formar una
conciencia social"
“Quienes tienen responsabilidades políticas no deben olvidar o subestimar la dimensión moral de la representación, que consiste en el compromiso de compartir el destino del pueblo y en buscar solución a los problemas sociales” (Compendio Doctrina Social de la Iglesia, 410). Estamos
conscientes que es posible superar la falsa idea difundida en algunos sectores sociales, convencidos de que no se debe meter la dimensión ética
en la política porque esto no es redituable. Sin embargo, "una democracia
sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia" (Juan Pablo II, Enc. Veritatis splendor, 0608-93, n. 101 y Enc. Centesimus annus, 01-05-91, n. 46. ). La moral es
indispensable en el actuar político, sin confundirla con el moralismo. Sólo
quien cree en valores que definen la dignidad de la persona puede responder con verdad a preguntas fundamentales: ¿Qué clase de hombre se
pretende construir con el proyecto político que se propone? ¿Se está proponiendo acaso un modelo de vida digno de ser vivido y rico en humanismo integral?”
Muchas de las ofertas que hacen los diferentes partidos contienen ele-
mentos contingentes; sin embargo, en la conformación de los proyectos
partidistas, los actores políticos deben estar concientes que hay
"PRINCIPIOS QUE NO SON NEGOCIABLES" (S. S. Benedicto XVI) es
decir, que se fundan en exigencias morales de validez absoluta. El Papa
señala concretamente cuatro principios:
•
Protección de la vida en todas sus fases, desde el primer momento
de su concepción, hasta su muerte natural.
•
Reconocimiento y promoción de la estructura natural de la familia, como una unión entre un hombre y una mujer, basada en el
matrimonio y su defensa ante los intentos de hacer que sea jurídicamente equivalente a formas radicalmente diferentes de unión que en
realidad la dañan y contribuyen a su desestabilización, oscureciendo
su carácter particular y su papel social insustituible.
•
La protección del derecho de los padres a educar a sus
hijos. Sería indebido apelar a la laicidad del Estado y al pluralismo
religioso para cuestionar la legitimidad de estos principios que, como
el mismo Papa señala: "no son verdades de fe, sino que están inscritos en la naturaleza humana y por tanto son comunes a toda la
humanidad. No son de carácter confesional; su olvido o descuido
implica una ofensa a la verdad de la persona humana y una grave
herida a la justicia misma" (S.S. Benedicto XVI, 29 Marzo 2006, Discurso a los Participantes en el Congreso promovido por el Partido
Popular Europeo).
•
La búsqueda del bien común, que cuando es sincero sabe posponer los intereses propios y aún los partidarios frente a las necesidades reales de la sociedad, al tiempo que es capaz de sacrificar la
popularidad antes que actuar demagógicamente a sabiendas de que
algo no es bueno, aunque lo pida la mayoría, pues la ley moral natural no puede estar supeditada al consenso de una sociedad, por
grande que éste sea.
“Confiamos que los esfuerzos que hemos realizado y los que habremos
de realizar, sean apreciados como contribuciones que sólo pretenden fortalecer la madurez democrática de nuestra nación. Nuestra acción no es
partidista y hemos manifestado que estamos abiertos al diálogo con los
candidatos y líderes políticos, buscando conocer sus proyectos, expresando también nuestras expectativas e inquietudes. Queremos establecer
intercambios en un ambiente de claridad y cortesía, porque estamos convencidos que la Iglesia está llamada a participar, pero no a ser usada”.
El Papa Benedicto XVI
convoca Año de la Fe
Para conmemorar los 50 años del
inicio del Concilio Vaticano II el Papa ha tenido la feliz idea de convocar un “año de la fe”. Es interesante leer su reciente carta de convocatoria, titulada “La puerta de la fe”.
Este aniversario, dice el Papa, puede ser una ocasión propicia para
leer, conocer y asimilar los textos
dejados en herencia por este Concilio, que “no pierden su valor ni su esplendor” y que deben ser considerados “como textos cualificados y normativos del Magisterio”.
Por lo demás, el documento es un canto a la fuerza y belleza de la fe, que
“introduce en la vida de comunión con Dios”, es “un camino que dura toda
la vida” y conduce al “encuentro con Cristo”. Los creyentes estamos llamados a “dar un testimonio coherente de la fe en condiciones históricas distintas a las del pasado”, conscientes de que hoy “la fe está sometida a
una serie de interrogantes que provienen de un cambio de mentalidad”. Y
todo eso con alegría y entusiasmo. Porque quién de verdad se ha encontrado con Cristo no puede dejar de manifestarlo. El Papa indica que este
testimonio tiene que ser creíble. El Vaticano II insistía en que esta credibilidad depende de la exposición adecuada de la doctrina y de la coherencia
entre nuestra vida y lo que profesamos.
Hay dos aspectos en la carta papal que no deberían pasar desapercibidos. Uno se refiere a la necesidad de profundizar no sólo los contenidos
de la fe, sino también el mismo acto con el que se cree. Esto es importante, porque a veces pensamos que la fe es un puro sentimiento o un asunto del corazón. Y la fe tiene sus motivos, sus razones, es en realidad un
acto de la razón. También importa notar que el acto de fe no se dirige a
dogmas o doctrinas, sino a Dios mismo: creemos sólo en Dios y todo lo
demás lo creemos en orden a Dios. El Papa se refiere también a la necesidad de detectar “los preámbulos de la fe” presentes en muchas personas que, en nuestro contexto cultural y social, no conocen a Dios, pero
buscan con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y del mundo. Si sabemos encontrar esta búsqueda de sentido en
los que no conocen a Dios, hemos encontrado el “enlace” que puede conducirles a Dios, gracias al testimonio de los creyentes.