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Arquidicesis de Monterrey
1ª SEMANA DE CATEQUESIS
Mayo 2011
Objetivo:
Apoyar a l@s catequistas de las parroquias y los centros de formación en la
iniciación cristiana de niños y adolescentes, en la motivación y concientización
de los papás y padrinos de su tarea isustituible en la preparación a los
sacramentos de iniciación cristiana.
Introducción:
El Secretariado de Catequesis, en búsqueda de que la formación
presacramental llegue a la mayor cantidad de personas y que a través de un
encuentro personal descubran verdaderamente a Cristo resucitado, ofrece el
siguiente material de reflexión para padres y padrinos de los niños que están
por recibir algún sacramento de iniciación cristiana, además busca para que a
la par de sus hijos reflexionen y se formen para ser mejores cristianos y
puedan desarrollar un entorno adecuado y un ambiente óptimo para vivir en
verdadera comunidad dichos sacramentos.
El material contiene temas en los que se busca reflexionar sobre los dones que
Dios nos otorga a través de la Iglesia y sus sacramentos así como temas que
se refieren a la responsabilidad de los padres de ser mejores cristianos y
educadores en la fe de quienes han sido encargados por Dios a su cuidado en
este mundo. (Aclaramos que este material es una selección de temas, que el
secretariado ya ofreció hace varios años). Pero creemos de suma importancia
retomarlo.
Creemos que se puede utilizar, como Semana de la Catequesis, pláticas para
papás y padrinos, en catequesis para matrimonios; incluso en la Pastoral
Familiar.
Alegrémonos del último acontecimiento de la Iglesia Universal: ¡La
Beatificación del venerable Juan Pablo II! El Cardenal Robles Ortega nos
recuerda:
“Difícilmente se podrá encontrar sobre la faz de la tierra a un hombre, de
cualquier raza, pueblo o religión, que no reconozca el importante papel
protagónico que desempeñó a nivel mundial el Papa Juan Pablo II de feliz
memoria. Su Pontificado de un poco más de un cuarto de siglo, que
apenas concluyó con su fallecimiento hace seis años, conserva fresca su
memoria en la humanidad; por otro lado, su ausencia durante este
tiempo ha permitido una revaloración de su labor tan meritoria a favor
de la Iglesia y de la humanidad entera.
Todos aquellos que coincidimos
temporalmente con su fructuosa existencia guardamos, en nuestra
memoria y en nuestro corazón, el recuerdo de nuestra relación con el
Sumo Pontífice de origen polaco”. (Prot. No. 204/2011)
Este tiempo de refelxión, podría ayudar para recordar agradecidamente al
nuevo Beato, que con mucho empeño promovió la iniciación cristiana y
exhortó a los padres de familia a estar atentos en este trabajo.
TEMARIO DE LA SEMANA DE LA CATEQUESIS
1.
2.
3.
4.
5.
¡La comunidad cristiana como hogar de catequesis!
¡Jesús quiere quedarse con nosotros! Los sacramentos.
¡Jesús se queda con nosotros a través de la eucaristía!
¡Ser cristiano en el mundo actual!
¡Aprendemos a ser mejores padres!
Metodología de los temas:
El método elegido para desarrollar los temas está basado en una metodología
deductiva más apropiada adultos pues parte de un texto bíblico o de los
documentos de la Iglesia para darnos de manera global todo el contenido,
posteriormente se reflexiona hasta llegar a una realidad concreta que es la
confrontación de las ideas aprendidas con las ideas propias y concluye con la
experiencia de la vida diaria al celebrar o expresar lo aprendido.
Para desarrollar cada tema se eligieron los siguientes momentos que
constituyen la metodología expresada en el párrafo anterior:
Objetivo
Textos
Contemplamos
Confrontamos
Expresamos nuestra fe
El objetivo indica lo que se pretende lograr en la sesión, mediante la
exposición y reflexión del tema. Se anuncia de manera sencilla y clara. En lo
posible, se coloca a la vista de todos, en una cartulina, una imagen o signo
bien elaborado.
Los textos
Cada tema se fundamenta en la Palabra de Dios y en el
Magisterio de la Iglesia, como iluminación de lo que contemplaremos en la
catequesis. En lo posible, los textos se leen directamente de la Sagrada
Escritura, con todo el respeto y la disponibilidad posibles para ser escuchados
y acogidos. También pueden ser parte de la oración inicial.
Contemplamos Nos centramos en el designio que Dios nos ha manifestado en
Jesucristo. Se expone la doctrina, fundamentada en la Sagrada Escritura y en
el Magisterio de la Iglesia. Son las luces que nos ayudan a discernir nuestra
situación personal y comunitaria. Es el momento primordial donde
contemplamos el "querer de Dios", nos dejamos interpelar por Él; en el fondo
nos preguntamos ¿Quiénes somos? ¿Qué estamos llamados a ser?
Tener siempre presente el espíritu kerigmático: Anuncio de Buenas Nuevas.
Que la doctrina de la contemplación se haga palabra viva, voz evocativa,
salvación ofrecida, vida plena. Que no nos quedemos en el enunciado frío y
distante de verdades reveladas que no atañan e impliquen la vida personal,
comunitaria y social. La contemplación es el fundamento de nuestra fe, no es
algo opinable, secundario o subjetivo.
Confrontamos: Teniendo presente el designio de Dios, nos acercamos a
nuestra realidad: las carencias, las limitaciones, las dificultades más reales,
sentidas y significativas de los adultos y del mundo que los rodea. Se trata de
conocer las preguntas, las interrogantes, los sentidos de vida, los signos de los
tiempos de los adultos de hoy, para que la Buena Nueva que se anuncia y se
celebra responda en el aquí y en el ahora.
Es bueno que los catequistas, que son los que mejor conocen la situación real
de los adultos, escojan y adapten el contenido y la forma de este momento de
confrontación, para que pueda ser entendido y asimilado conforme a la
situación concreta de los mismos adultos.
Expresamos nuestra fe: Para que el designio de Dios se realice en nuestra
vida, necesita ser interiorizado y asumido. Nuestra fe se expresa en acciones
concretas que manifiestan sinceramente el deseo de dejarnos conducir por Él,
por su designio de salvación. Es el momento de abrirnos a la esperanza, de
mejorar nuestra vida, de convertirnos al Señor, de preguntarnos ¿Qué me
pide Dios que haga? ¿Qué puedo y qué voy a hacer?
De aquí se deriva el compromiso personal y comunitario. Dar respuesta al Dios
que nos habla es una exigencia para nuestra vida, es el momento de ser
concretos, de aterrizar, de buscar los "cómos" y de llevar a la vida diaria la
reflexión y la oración.
Nuestra fe puede ser expresada mediante una celebración que ayude a la
profundización y vivencia de la espiritualidad. Debe ser un momento muy
cuidado, respetado y creativo, que lleve a los adultos a entablar un diálogo con
Dios, mediante la interiorización. Es importante dedicar un tiempo suficiente,
adecuar el lugar donde se realiza la celebración, acompañarla con gestos y
signos que evoquen lo reflexionado.
"El anuncio del Evangelio se hará siempre en íntima conexión con la naturaleza
humana y sus aspiraciones, mostrando cómo satisface plenamente el corazón
humano" (Cf DGC 117; AG 8a.)
Justificación:
La necesidad de que los niños que reciben los sacramentos vivan junto a sus
padres un proceso de formación sacramental en el seno de una comunidad
cristiana madura y comprometida con los valores del reino.
Nos damos cuenta de la necesidad de los padres de complementar la
catequesis que reciben sus hijos con un verdadero encuentro personal con
Jesucristo, camino, verdad y vida.
Para que los padres y padrinos descubran el valor de la Palabra de Dios de ha
recurrido a una catequesis bíblica, ya que parte de textos concretos del
evangelio.
Al confrontarlos con los temas buscamos que se reflexione sobre la vida misma
de las personas y se encarne el mensaje bíblico en cada uno de los entornos o
situaciones particulares donde se aplica.
Actualmente estamos muy preocupados por que en las diversas comunidades
se viva y celebre el mensaje y se consoliden verdaderas comunidades
cristianas comprometidas con el Evangelio.
Este curso permite partir de una base común para todos los padres y padrinos
de los niños que están por recibir los sacramentos de la confirmación,
penitencia y comunión.
TEMA I
¡LA COMUNIDAD CRISTIANA COMO HOGAR DE CATEQUESIS!
OBJETIVO:
Descubrir la comunidad cristiana como ejemplo de la Iglesia de Jesucristo y
como espacio generador de vida cristiana donde la comunión permite ser el
origen, lugar y meta de la catequesis.
TEXTOS:
Jesús habla de una comunión todavía más íntima entre él y los que le
sigan: "Permaneced en Mí, como yo en vosotros... Yo soy la vid y
vosotros los sarmientos" (Jn 15, 4-5). Anuncia una comunión misteriosa
y real entre su propio cuerpo y el nuestro: "Quien come mi carne y bebe
mi sangre permanece en Mí y Yo en él" (Jn 6, 56). (CEC, 787)
Se entra en el Pueblo de Dios por la fe y el Bautismo. "Todos los
hombres están invitados al Pueblo de Dios" (LG 13), a fin de que, en
Cristo, "los hombres constituyan una sola familia y un único Pueblo de
Dios" (AG 1)(CEC, 804)
CONTEMPLAMOS:
La comunidad cristiana como hogar de catequesis
(Del Directorio General para la catequesis 253-257)
La comunidad cristiana es la realización histórica del don de la «comunión»
(koinonia), que es un fruto del Espíritu Santo.
La «comunión» expresa el núcleo profundo de la Iglesia universal y de las
Iglesias particulares, que constituyen la comunidad cristiana referencial. Esta
se hace cercana y se visibiliza en la rica variedad de las comunidades cristianas
inmediatas, en las que los cristianos nacen a la fe, se educan en ella y la
viven: la familia, la parroquia, la escuela católica, las asociaciones y
movimientos cristianos, las comunidades eclesiales de base... Ellas son los
«lugares» de la catequesis, es decir, los espacios comunitarios donde la
catequesis de inspiración catecumenal y la catequesis permanente se realizan.
«“La comunidad cristiana es el origen, lugar y meta de la catequesis.”» De la
comunidad cristiana nace siempre el anuncio del Evangelio, invitando a los
hombres y mujeres a convertirse y a seguir a Jesucristo. Y es esa misma
comunidad la que acoge a los que desean conocer al Señor y adentrarse en
una vida nueva. Ella acompaña a los catecúmenos y catequizandos en su
itinerario catequético y, con solicitud maternal, les hace partícipes de su propia
experiencia de fe y les incorpora a su seno.
La catequesis siempre es la misma. Pero estos «lugares» de catequización la
colorean, cada uno con caracteres originales. Es importante saber cuál es la
función de cada uno de ellos en orden a la catequesis.
La familia como ámbito o medio de crecimiento en la fe
Los padres de familia son los primeros educadores en la fe. Junto a los padres,
sobre todo en determinadas culturas, todos los componentes de la familia
tienen una intervención activa en orden a la educación de los miembros más
jóvenes. Conviene determinar, de modo más concreto, en qué sentido la
comunidad cristiana familiar es «lugar» de catequesis.
La familia ha sido definida como una «Iglesia doméstica», lo que significa que
en cada familia cristiana deben reflejarse los diversos aspectos o funciones de
la vida de la Iglesia entera: misión, catequesis, testimonio, oración... La
familia, en efecto, al igual que la Iglesia, es un espacio donde el Evangelio es
transmitido y desde donde éste se irradia.
La familia como «lugar» de catequesis tiene un carácter único: transmite el
Evangelio enraizándolo en el contexto de profundos valores humanos. Sobre
esta base humana es más honda la iniciación en la vida cristiana: el despertar
al sentido de Dios, los primeros pasos en la oración, la educación de la
conciencia moral y la formación en el sentido cristiano del amor humano,
concebido como reflejo del amor de Dios Creador y Padre. Se trata, en suma,
de una educación cristiana más testimonial que de la instrucción, más
ocasional que sistemática, más permanente y cotidiana que estructurada en
períodos. En esta catequesis familiar resulta siempre muy importante la
aportación de los abuelos. Su sabiduría y su sentido religioso son, muchas
veces, decisivos para favorecer un clima verdaderamente cristiano.
La parroquia como ámbito de catequesis
La parroquia es, sin duda, el lugar más significativo en que se forma y
manifiesta la comunidad cristiana. Ella está llamada a ser una casa de familia,
fraternal y acogedora, donde los cristianos se hacen conscientes de ser Pueblo
de Dios. La parroquia, en efecto, congrega en la unidad todas las diversidades
humanas que en ella se encuentran y las inserta en la universalidad de la
Iglesia. Ella es, por otra parte, el ámbito ordinario donde se nace y se crece en
la fe. Constituye, por ello, un espacio comunitario muy adecuado para que el
ministerio de la Palabra ejercido en ella sea, al mismo tiempo, enseñanza,
educación y experiencia vital.
La parroquia está experimentando hoy, en muchos países, hondas
transformaciones. Profundos cambios sociales la están afectando. En las
grandes ciudades, «ha sido sacudida por el fenómeno de la urbanización». No
obstante, «la parroquia sigue siendo una referencia importante para el pueblo
cristiano, incluso para los no practicantes». Ella debe continuar siendo todavía
la animadora de la catequesis y «su lugar privilegiado», sin dejar por eso de
reconocer que, en ciertas ocasiones, la parroquia no puede ser el centro de
gravitación de toda la función eclesial de catequizar, y que tiene necesidad de
complementarse con otras instituciones.
CONFRONTAMOS:
Para darnos cuenta que «“la comunidad cristiana es el origen, lugar y meta de
la catequesis.”» Es necesario que nos preguntemos y reflexionemos en lo
siguiente:





¿Reconozco en mi familia una verdadera comunidad? ¿Somos una
comunidad cristiana?
¿Qué hace diferente a una comunidad cristiana de cualquier otra
comunidad?
¿Es nuestra parroquia un “lugar privilegiado” para la formación religiosa
de nuestros hijos? ¿Por qué?
¿Qué necesitamos hacer para que nuestras familias y parroquias sean
verdaderas comunidades cristianas?
¿En qué nos favorece como padres y padrinos que nuestros hijos se
preparen para la recepción de los sacramentos en una comunidad
cristiana? ¿A qué nos compromete? ¿Qué ambiente debemos generar o
promover en nuestras familias para que su formación esté apoyada en
una verdadera comunidad cristiana?
Como referente sólido para la catequesis parroquial se requiere la existencia
de un núcleo comunitario compuesto por cristianos maduros, ya iniciados en la
fe, a los que se les dispense un tratamiento pastoral adecuado y diferenciado.
Este objetivo se podrá alcanzar más fácilmente si se promueve en las
parroquias la formación de pequeñas comunidades eclesiales. (DGC, 158c)
EXPRESAMOS NUESTRA FE
Actividad:
1. Lee el siguiente texto:
Los creyentes que responden a la Palabra de Dios y se hacen miembros del
Cuerpo de Cristo, quedan estrechamente unidos a Cristo: "La vida de Cristo se
comunica a los creyentes, que se unen a Cristo, muerto y glorificado, por
medio de los sacramentos de una manera misteriosa pero real" (LG 7). Esto es
particularmente verdad en el caso del Bautismo por el cual nos unimos a la
muerte y a la Resurrección de Cristo (cf. Rm 6, 4-5; 1 Co 12, 13), y en el caso
de la Eucaristía, por la cual, "compartimos realmente el Cuerpo del Señor, que
nos eleva hasta la comunión con él y entre nosotros" (LG 7).
(CEC, 790)
2. Contesta las siguientes preguntas:
a) ¿Por qué los sacramentos se viven en comunidad?
b) ¿Cómo desde mi familia puedo compartir realmente el Cuerpo del Señor?
c) ¿Por qué dice el texto que la Vida de Cristo se comunica a los creyentes
por medio de los sacramentos?
Oración:
Presidente: Ofrezcamos la siguiente oración por la unidad de los cristianos en
una sola Iglesia que sea verdadero Pueblo de Dios que unifique y enseñe.
Pidamos al Señor su luz para construir en nuestros hogares verdaderas
comunidades cristianas.
1.-
Señor, tú que quieres “que todos los hombres se salven y lleguen al
conocimiento pleno de la verdad" (1 Tm 2, 4)...
Todos: Permítenos formar verdaderas comunidades cristianas.
2.-
Señor, tú que envías a la Iglesia, a las gentes para ser “sacramento
universal de salvación”(AG 1)...
Todos: Enséñanos a anunciar el Evangelio a todos los hombres.
3.-
Señor, tú que nos dices “sabed que yo estoy con vosotros todos los días
hasta el fin del mundo” (Mt 28, 19-20)...
Todos: Envíanos tu Espíritu para tomar fuerzas en nuestra misión.
4.-
Señor, queremos ser mejores padres de familia cristianos, por eso te
pedimos:
Todos: Danos paciencia y entendimiento para hacer lo que nos pides.
5.-
Señor tu que nos dices: “Yo soy la vid; y ustedes los sarmientos. El que
permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto”
Todos: Enséñanos a permanecer unidos a ti dando fruto permanentemente.
Presidente: Acepta Señor nuestra oración y permítenos seguir unidos a ti para
que demos testimonio a nuestros hijos y a todos los hombres de tu presencia
salvadora y de que la Iglesia la formamos todos para dar a conocer tu mensaje
y celebrar tu vida en la Gracia eterna.
Todos: Amén.
TEMA II
¡JESÚS QUIERE QUEDARSE CON NOSOTROS!
LOS SACRAMENTOS.
OBJETIVO:
Descubrir la presencia de Jesucristo entre nosotros especialmente a través de
los sacramentos como signos sensibles de su presencia santificadora y
salvadora.
TEXTOS:
“Pues lo que se puede conocer de Dios, lo tienen claro ante sus ojos, ya
que así les fue manifestado por Dios. Y es que lo invisible de Dios, su
eterno poder y su divinidad, se ha hecho visible desde la creación del
mundo, por medio de las cosas creadas.” (Rom, 1, 19-20)
"Sentado a la derecha del Padre" y derramando el Espíritu Santo sobre
su Cuerpo que es la Iglesia, Cristo actúa ahora por medio de los
sacramentos, instituidos por él para comunicar su gracia. Los
sacramentos son signos sensibles (palabras y acciones), accesibles a
nuestra humanidad actual. Realizan eficazmente la gracia que significan
en virtud de la acción de Cristo y por el poder del Espíritu Santo. (CEC,
1084)
CONTEMPLAMOS:
Los sacramentos como signos de la presencia de Dios
Los sacramentos se han utilizado, desde la antigüedad, la palabra y el
concepto de sacramentum o mysterion para referirse a aquellas realidades
visibles que contienen la presencia de Dios. Inicialmente se usó la palabra
griega mysterion, que después fue traducida al latín con el término
sacramentum. Con ello se hacía referencia a realidades humanas cargadas de
una significación misteriosa, sagrada.
En este sentido, Jesucristo es el gran sacramento del encuentro con Dios.
Porque la salvación de Dios se ha hecho presente en la vida y en la persona de
Jesús de Nazaret. Su humanidad es la gran mediación que permite el
encuentro entre Dios y el hombre: “El es imagen de Dios invisible” (Col 1,13).
Acercarse a Jesús y participar de su palabra, gestos y acciones es acercarse a
Dios y participar de su plan de amor a todas las personas.
A su vez, la Iglesia, que hace visible en la historia la humanidad de Jesucristo,
es toda ella un sacramento de la salvación de Dios. “Cristo constituyó su
Cuerpo, que es la Iglesia, como sacramento universal de salvación” (AG 5). Es
a través de la Iglesia como los hombres llegan al conocimiento de Jesucristo y
entran en contacto con la obra de salvación que Dios ha realizado en él.
La Iglesia posee un rico conjunto de signos a través de los cuales realiza su
misión de salvación, refiriéndose con ellos a las acciones terrenas y concretas
que realizó Jesucristo: la oración, la proclamación de la Palabra de Dios, la
acción caritativa, el testimonio, etc. Algunos de ellos son llamados por
antonomasia sacramentos, que constituyen la máxima expresión de la
visibilidad de la salvación. Ellos condensan, de modo particular, la presencia de
Jesucristo y su obra salvadora.
Hay algunos sacramentos de los que consta históricamente que fueron
instituidos por Jesucristo: el Bautismo y la Eucaristía. Hay otros de los que sólo
consta que recibieron de Cristo el sentido profundo: el Orden Sagrado y la
Reconciliación; Cristo estableció que hubiera la transmisión de la misión
apostólica y también el perdón de los pecados, pero la manera concreta de
realizar todo ella ha sido determinada por la Iglesia misma. Y hay otros
sacramentos: la Confirmación, la Unción de los enfermos y el Matrimonio, de
cuya existencia la Iglesia se ha ido haciendo consciente poco a poco.
Esos sacramentos hunden sus raíces en los gestos que realizó Jesús, signo
personal del amor de Dios entre nosotros. Sin embargo, la formación concreta
de celebrar esos signos ha evolucionado a lo largo de la historia. Lo importante
no se centrarse en el modo como se realiza un sacramento; aunque eso es
importante, lo esencial es centrarse en el acontecimiento que celebramos
desde la fe a través de unos signos determinados: un encuentro con Dios, en
el que él nos ofrece su salvación.
Los siete sacramentos acompañan los momentos más significativos de la vida
del creyente en su dimensión personal-eclesial.
La participación en los sacramentos
Hay sacramentos porque la vida comporta experiencias tan hondas y decisivas
que no pueden expresarse y comunicarse nada más que por medio de
símbolos. La vida de fe, de esperanza y de amor, que caracteriza a la
comunidad creyente no puede expresarse y comunicarse en toda su plenitud
nada más que por medio de los símbolos cristianos; y estos símbolos son
nuestros sacramentos.
Hemos de entender los sacramentos como encuentros personales con Dios. Los
sacramentos no son cosas, sino encuentros que vive el creyente con Jesucristo
resucitado, por medio de signos y gestos visibles. Eso exige una forma y una
actitud dialogal: Dios que viene al encuentro del hombre y el hombre que lo
recibe y acoge desde la fe.
Sólo en el contexto eclesial-comunitario tiene sentido hablar de sacramentos,
pues su institución está destinada al servicio de la Iglesia, puesta por
Jesucristo como instrumento de realización del Reino de Dios. Los sacramentos
son la manifestación concreta y práctica del gran sacramento que es la Iglesia,
que en su conjunto se convierte en signo permanente de la presencia de Dios.
Los sacramentos tienen fuerza en la medida en que son signos, y como tales
significan, son elocuentes, hacen percibir otra realidad situada más allá del rito
visible. Pero ello, se hace necesario aprender a leer esos signos y descubrir el
acontecimiento de salvación que nos llega a través de ellos.
CONFRONTAMOS:
A pesar de las dificultades que encuentra el hombre moderno para vivir una
realidad sacramental, la vida cotidiana se halla cargada de gestos y
experiencias simbólicas que nos pueden acercar a una dimensión sacramental
de la vida.
Todas las realidades existentes pueden convertirse en símbolos que contienen
otros significado más allá de lo que aparece. Los objetos, los gestos, los ritos,
forman parte de un tipo de realidades que nos conducen hacia otros
significados. Para ellos basta mirar la vida con visión de profundidad.
Multitud de objetos han dejado de ser realidades sin voz para nosotros y han
pasado a convertirse en puertas que nos abren el paso hacia otras realidades
más interiores y profundas.
Recibir la carta personal de un amigo o amiga es, con frecuencia, algo más que
tener entre las manos un papel escrito con letras. Esa carta nos abre hacia una
realidad más profunda, la amistad. Tras los trazos materiales alguien se nos
está mostrando. En ese caso, la carta –realidad material y concreta- se
convierte en sacramento, porque a través de ella nos ponemos en contacto con
una realidad más profunda.
La carta, siendo lo que es –un papel con trazos escritos- es importante, pues
sin ella nos hubiera sido imposible esa comunicación y ese sumergirnos en la
amistad. De algún modo la carta forma parte de la amistad que transmite.
Existe una unión entre ella y la amistad. La amistad –formada por sentimientos
invisibles- se hace presente y se manifiesta a través de un objeto muy
concreto y material, la carta. Ese objeto material no suele ser una cosa
cualquiera, sino un objeto con capacidad de expresar la amistad.
Algo similar ocurre con los sacramentos cristianos. En el fondo de ellos se halla
una experiencia profunda e interior, invisible, el amor de Dios. Ese amor de
Dios se transparenta y se hace perceptible y diáfano a través de realidades
materiales: el agua, el pan, el vino, la comunidad que se reúne, la imposición
de manos, etc.
Y así como la carta de amistad que recibo no es mi amigo o amiga con su
presencia física, tampoco se puede decir que el signo sacramental sea Dios en
persona. La realidad o signo del sacramento son el camino por el que accedo a
un encuentro personal y comunitario con Dios, pero nunca hay que confundir
el signo con la realidad que representa.
Dios, aunque se ofrece en el encuentro que se realiza a través de los
sacramentos, siempre está más allá, sin confundirse con las realidades
concretas y terrenas que configuran los sacramentos.
Jesús de Nazaret utilizó signos y símbolos para expresar el amor de Dios que
anunciaba. A través de elementos tomados de la vida cotidiana, anunció y
expresó la profundidad de una vida nueva, según el plan de Dios. Completa el
cuadro. Hallarás alguno de estos signos. Busca en el Evangelio otras realidades
que utilizó Jesús.
MÁS ALLÁ DE LAS COSAS
CITAS
REALIDAD
EXPRESADA POR
JESÚS
REALIDAD
PROFUNDA A LA
QUE SE HACE
REFERENCIA
Mt 5,13-16
Lc 11,34-36
Mc 4,2-9
Mt 13,33
EXPRESAMOS NUESTRA FE
Para los primeros cristianos no resultaba extraño recibir la salvación de Dios a
través de los gestos concretos. Había sido la forma habitual que Jesús de
Nazaret había utilizado para comunicar la vida nueva.
1. Busca las citas que aparecen en el siguiente cuadro, fijándote en los
gestos que realizaba Jesús para hacer presente la salvación de Dios.
2. No te quedes en las citas del cuadro. Busca en el Evangelio gestos y
actitudes concretas que realizaba Jesús.
3. Comenta en plenario a manera de oración qué canales utilizó Jesús para
comunicar la salvación. ¿Cómo repercute el estilo de hacer de Jesús en
los sacramentos actuales?
LA SALVACIÓN A TRAVÉS DE GESTOS
CITA
PERSONA QUE
SE RELACIONA
CON JESÚS
GESTO QUE
REALIZA
JESÚS
EFECTO QUE
PRODUCE
Mc 10,13-16
Mc 2,1-12
Mt 14,13-23
Lc 13,10-17
La mejor forma de expresar el tema de los sacramentos es celebrar alguno de
ellos, dedicando un tiempo a la preparación, cuidando todos los detalles y
signos, favoreciendo la dimensión de grupo de cristianos, que se reúne para
celebrar la fiesta de salvación de Dios.
TEMA III
¡JESÚS SE QUEDA CON NOSOTROS A TRAVÉS DE LA EUCARISTÍA!
OBJETIVO:
Reconocer la Eucaristía como el sacramento de la presencia real, constante y
permanente de Cristo que quiere quedarse con nosotros como signo de su
Alianza Eterna.
TEXTOS:
“Pues lo que se puede conocer de Dios, lo tienen claro ante sus ojos, ya
que así les fue manifestado por Dios. Y es que lo invisible de Dios, su
eterno poder y su divinidad, se ha hecho visible desde la creación del
mundo, por medio de las cosas creadas.” (Rom, 1, 19-20)
"Sentado a la derecha del Padre" y derramando el Espíritu Santo sobre
su Cuerpo que es la Iglesia, Cristo actúa ahora por medio de los
sacramentos, instituidos por él para comunicar su gracia. Los
sacramentos son signos sensibles (palabras y acciones), accesibles a
nuestra humanidad actual. Realizan eficazmente la gracia que significan
en virtud de la acción de Cristo y por el poder del Espíritu Santo. (CEC,
1084)
CONTEMPLAMOS:
Preeminencia de la Santísima Eucaristía
Al igual que los demás sacramentos, la Santísima Eucaristía es símbolo de una
cosa sagrada y forma visible de la gracia invisible; más se haya en ella algo de
excelente y singular, y esto es que los demás sacramentos tienen por principal
virtud la de santificar, cuando se hace uso de ellos; pero en la Eucaristía, antes
de su uso está el autor mismo de la santidad. (cfr. Dz. 876 y 886)
El sacramento más augusto, en el que se contiene, se ofrece y se recibe al
mismo Cristo nuestro Señor, es la Santísima Eucaristía. Por la que la Iglesia
vive y crece continuamente. El Sacrificio Eucarístico, memorial de la muerte y
resurrección del Señor, en el cual se perpetúa a lo largo de los siglos el
sacrificio de la cruz, es el culmen y la fuente de todo el culto y de toda la vida
cristiana, por el que se significa y realiza la unidad del pueblo de Dios y se leva
a término la edificación del cuerpo de Cristo. Así, pues, los demás sacramentos
y todas las obras eclesiásticas de apostolado se unen estrechamente a la
Santísima Eucaristía y a ella se ordenan. (Cn. 897)
La Iglesia pregona: “La Eucaristía es la fuente y culmen de la vida cristiana”.
(L.G., 11) Pero también ha conservado y enseñado la Iglesia en el depósito de
la fe que la Santísima Eucaristía es el mayor y el más digno de los
sacramentos por que:



Contiene al mismo Cristo en persona.
Los demás sacramentos se orientan a la eucaristía como a su fin.
Como aparece en el ritual de los sacramentos, casi todos los
sacramentos terminan en la Eucaristía. (Summa Theologica III, aq. LXV,
a.3)
La grandeza de este sacramento lleva al fiel cristiano a manifestar su piedad
por la Santa Eucaristía a través de una celebración participada, en especial con
referencia a la comunión y con el culto de la Eucaristía como sacramento
permanente.
El nombre de este sacramento
La riqueza inagotable de este sacramento se expresa mediante los distintos
nombres que se le da. Cada uno de estos nombres evoca alguno de sus
aspectos. Se le llama:
– Eucaristía porque es acción
"eucharistein" (Lc 22,19; 1 Co 11,24)
recuerdan las bendiciones judías que
comida- las obras de Dios: la creación, la
de gracias a Dios. Las palabras
y "eulogein" (Mt 26,26; Mc 14,22)
proclaman -sobre todo durante la
redención y la santificación.
– Banquete del Señor (cf 1 Co 11,20) porque se trata de la Cena que
el Señor celebró con sus discípulos la víspera de su pasión y de la anticipación
del banquete de bodas del Cordero (cf Ap 19,9) en la Jerusalén celestial.
– Fracción del pan porque este rito, propio del banquete judío, fue
utilizado por Jesús cuando bendecía y distribuía el pan como cabeza de familia
(cf Mt 14,19; 15,36; Mc 8,6.19), sobre todo en la última Cena (cf Mt 26,26; 1
Co 11,24). En este gesto los discípulos lo reconocerán después de su
resurrección (Lc 24,13-35), y con esta expresión los primeros cristianos
designaron sus asambleas eucarísticas (cf Hch 2,42.46; 20,7.11). Con él se
quiere significar que todos los que comen de este único pan, partido, que es
Cristo, entran en comunión con él y forman un solo cuerpo en él (cf 1 Co
10,16-17).
– Asamblea eucarística (synaxis), porque la Eucaristía es celebrada en
la asamblea de los fieles, expresión visible de la Iglesia (cf 1 Co 11,17-34).
– Memorial de la pasión y de la resurrección del Señor.
– Santo Sacrificio, porque actualiza el único sacrificio de Cristo
Salvador e incluye la ofrenda de la Iglesia; o también santo sacrificio de la
misa, "sacrificio de alabanza" (Hch 13,15; cf Sal 116, 13.17), sacrificio
espiritual (cf 1 P 2,5), sacrificio puro (cf Ml 1,11) y santo, puesto que
completa y supera todos los sacrificios de la Antigua Alianza.
– Santa y divina Liturgia, porque toda la liturgia de la Iglesia
encuentra su centro y su expresión más densa en la celebración de este
sacramento; en el mismo sentido se la llama también celebración de los
santos misterios. Se habla también del Santísimo Sacramento porque es el
Sacramento de los Sacramentos. Con este nombre se designan las especies
eucarísticas guardadas en el sagrario.
– Comunión, porque por este sacramento nos unimos a Cristo que nos
hace partícipes de su Cuerpo y de su Sangre para formar un solo cuerpo (cf 1
Co 10,16-17); se la llama también las cosas santas [ta hagia; sancta] (Const.
Apost. 8, 13, 12; Didaché 9,5; 10,6) -es el sentido primero de la comunión de
los santos de que habla el Símbolo de los Apóstoles-, pan de los ángeles, pan
del cielo, medicina de inmortalidad (S. Ignacio de Ant. Eph 20,2), viático...
– Santa Misa porque la liturgia en la que se realiza el misterio de
salvación se termina con el envío de los fieles (missio) a fin de que cumplan la
voluntad de Dios en su vida cotidiana.
La Transustanciación
En este apartado es conveniente dirigir nuestra mirada a los testimonios del
Magisterio de la Iglesia. El concepto “Transustanciación” adquiere aquí una
importancia de primer orden. Se trata del término de origen filosófico
empleado por la teología para expresar el cambio que se produce cuando, por
la consagración eucarística, las especies de pan y vino pasan a ser el Cuerpo y
la Sangre de Cristo.
La tradición de la Iglesia expone la doctrina de la transustanciación desde
épocas tempranas. Así lo expone San Juan Crisóstomo: “No es el hombre
quien hace que las cosas ofrecidas se conviertan en Cuerpo y Sangre de Cristo,
sino Cristo mismo que fue crucificado por nosotros.” El sacerdote, figura de
Cristo, pronuncia estas palabras, pero su eficacia y su gracia provienen de
Dios. “Esto es mi cuerpo”, dice. Esta palabra transforma las cosas ofrecidas.
“Profeso igualmente que en la Misa se ofrece a Dios un sacrificio verdadero,
propio y propiciatorio por los vivos y por los difuntos, y que en el Santísimo
Sacramento de la Eucaristía está verdadera, real y sustancialmente el Cuerpo y
la Sangre, juntamente con el alma y la divinidad, de nuestro Señor Jesucristo,
y que se realiza la conversión de toda la sustancia del pan en su Cuerpo, y de
toda la sustancia del vino en su Sangre; conversión que la Iglesia Católica
llama «Transustanciación». Confieso también que bajo una sola de las especies
se recibe a Cristo, todo e íntegro, y un verdadero sacramento”. (DZ. 997)
CONFRONTAMOS:
1. Lee el siguiente texto:
En la celebración de la Eucaristía y nuestra adoración en este sacramento todo
nos recuerda el acto de una comida en familia: el pan que comemos, el vino
que nos alegra, la mesa que nos reúne y la familia que alegre comparte este
rato.
No hay nada más necesario y ordinario que este tomar el pan con el que
acompañamos a todas las comidas. Pero el pan que tomamos junto al amigo
es y significa algo más que el simple comer. Queremos decir tanto como:
- compartir con él nuestro tiempo,
- establecer el diálogo sincero,
- saber vivir con los demás la jornada de nuestro trabajo.
- La oración que elevamos a Dios junto al otro.
El pan dice tanto como amor que vamos dejando a lo largo de nuestra vida. No
podemos (o debemos) comulgar en la mesa en la Mesa del Amor de Cristo y
rehusar ser los instrumentos de este amor. Lo mismo que amor de Cristo se
sirve del pan y del vino, que son las condiciones de subsistencia y de vida, de
la misma manera nuestro amor debe incorporarse a la vida para juntarla la de
nuestros hermanos y hermanas.
El encuentro que tiene Cristo con los hombres y mujeres a través de su
realidad corporal: se preocupa de sus sufrimiento; les da su mensaje, etc. Por
eso cuando dice: “Tomad y comed, esto es mi cuerpo”, nos llama a comulgar
con la realidad corporal de todos los seres humanos: hambre, frío, sed.
Comulgar con el cuerpo de Cristo, adorarlo en nuestras Iglesias, significa
comprometerse en la mejora de todos los hombres y mujeres, miembros
también de este cuerpo.
2. Comparte las siguientes preguntas en pequeños grupos:
¿Realmente así entiendes tu encuentro dominical con los hermanos, con los
que compartes ese mismo día, la mesa de la Palabra y de la Eucaristía?
¿Cómo favoreces en tus hijos que están por recibir la primera comunión la
vivencia de este sacramento?
EXPRESAMOS NUESTRA FE
Actividad:
1. Lee el siguiente texto:
El milagro, más que la transformación del pan y del vino, se puede ver en la
transformación personal de cada uno de nosotros. Y este es el sentido de la
consagración. Pues, ¿de qué me sirve creer que Jesús está en la Eucaristía si
no creo que esté cerca de mí, o de mis hermanos, cuando sufrimos? Si vivo
con una actitud cerrada y no cambio, ¿de que me sirve creer en el misterio de
la Consagración del pan y el vino?
Los Padres de la Iglesia no decían “presencia real” sino “presencia actual”, que
quiere decir que Jesús actúa; tiene un sentido dinámico. La función de Jesús es
estar aquí para nosotros, para encontrarse con nosotros. No podemos
considerar a Jesús en el altar o en el sagrario como un mero permanecer allí,
como una cosa. Está allí, por nosotros, es cuerpo entregado y sangre
derramada que nos pide “haced esto en conmemoración mía”.
2. Oración
Guía: Ofrezcamos la siguiente oración al Señor para que actúe de manera
dinámica a través de la Eucaristía todos los días en nuestra vida.
Todos: Padre nuestro...
Guía: Señor, tú que quisiste quedarte con nosotros en el pan eucarístico haz
que como verdaderos hermanos podamos confiar en tu presencia a través de
la consagración.
Todos: Amén
TEMA IV
¡SER CRISTIANO EN EL MUNDO ACTUAL!
OBJETIVO:
Reconocer algunas condiciones que implica el seguimiento de Cristo en el
mundo actual, sus consecuencias y beneficios así como sus riesgos.
TEXTOS:
“«Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, tome su
cruz y que me siga. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero
quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará.” (Mc 8,34-35)
"Cristiano, reconoce tu dignidad. Puesto que ahora participas de la
naturaleza divina, no degeneres volviendo a la bajeza de tu vida pasada.
Recuerda a qué Cabeza perteneces y de qué Cuerpo eres miembro.
Acuérdate de que has sido arrancado del poder de las tinieblas para ser
trasladado a la luz del Reino de Dios" (S. León Magno, serm. 21, 2-3).
(CEC, 1691)
CONTEMPLAMOS:
Ser verdadero cristiano en un mundo secularizado y pluralista
El mundo pluralista y secularizado, cansado de tantas palabras y más sensible
al testimonio personal, parece estar especialmente atento al lenguaje de la
caridad, de la acogida y de la solidaridad, sobre todo para con los pobres y las
categorías sociales más marginadas. La catequesis no puede dejar de tenerlo
en cuenta. La catequesis no puede ignorar que a través del servicio a los
pobres y la atención a toda clase de marginación, se anuncia en concreto el
amor de Dios y los creyentes se introducen en el mismo corazón del mensaje
evangélico; pues, éste es palabra de misericordia y de renovación para todo
ser humano, es fermento eficaz de reconciliación y de solidaridad para toda la
humanidad.
Ser cristiano es ser creyente
Creí, por eso hablé, también nosotros creemos y por eso hablamos" (2 Co 4,
13). Es decir, han de ser plenamente conscientes de que anuncian la Palabra,
porque creen que tienen algo verdadero y válido que comunicar, y tratan de
transmitirla en términos convincentes, movidos por un espíritu de respeto y de
amor evangélico, aunque parezca que el otro no escucha o se queda
indiferente. La misma propuesta de fe lleva en sí misma la capacidad de
estimular preguntas y de llamar la atención en el interior de los interlocutores.
Los cristianos como "hijos de Dios" (Jn 1,12; 1 Jn 3,1), son "partícipes de la
naturaleza divina" (2 P 1,4). Reconociendo en la fe su nueva dignidad, los
cristianos son llamados a llevar en adelante una "vida digna del Evangelio de
Cristo" (Flp 1,27). Por los sacramentos y la oración reciben la gracia de Cristo
y los dones de su Espíritu que les capacitan para ello.
Ser cristiano es seguir el ejemplo de Jesús
Cristo Jesús hizo siempre lo que agradaba al Padre (cf Jn 8,29). Vivió siempre
en perfecta comunión con él. De igual modo sus discípulos son invitados a vivir
bajo la mirada del Padre "que ve en lo secreto" (cf Mt 6,6) para ser "perfectos
como el Padre celestial es perfecto" (Mt 5,48).
Siguiendo a Cristo y en unión con él (cf Jn 15,5), los cristianos pueden ser
"imitadores de Dios, como hijos queridos y vivir en el amor" (Ef 5,1),
conformando sus pensamientos, sus palabras y sus acciones con "los
sentimientos que tuvo Cristo" (Flp 2,5) y siguiendo sus ejemplos (cf Jn 13,1216).
El camino de Cristo "lleva a la vida", un camino contrario "lleva a la perdición"
(Mt 7,13; cf Dt 30,15-20). La parábola evangélica de los dos caminos está
siempre presente en la catequesis de la Iglesia. Significa la importancia de las
decisiones morales para nuestra salvación. "Hay dos caminos, el uno de la
vida, el otro de la muerte; pero entre los dos, una gran diferencia" (Didajé,
1,1).
Dios nos ha puesto en el mundo para conocerle, servirle y amarle, y así ir al
cielo. El dinero es el ídolo de nuestro tiempo. A él rinde homenaje "instintivo"
la multitud, la masa de los hombres. Estos miden la dicha según la fortuna, y,
según la fortuna también, miden la honorabilidad...Todo esto se debe a la
convicción de que con la riqueza se puede todo. La riqueza por tanto es uno de
los ídolos de nuestros días, y la notoriedad es otro...La notoriedad, el hecho de
ser reconocido y de hacer ruido en el mundo (lo que podría llamarse una fama
de prensa) ha llegado a ser considerada como un bien en sí misma, un bien
soberano, un objeto de verdadera veneración (Newman, mix. 5, sobre la
santidad).
En la medida en que el hombre hace más el bien, se va haciendo también más
libre. No hay libertad verdadera más que en el servicio del bien y de la justicia.
La elección de la desobediencia y del mal es un abuso de la libertad y conduce
a "la esclavitud del pecado" (cf Rom 6,17). La libertad hace al hombre
responsable de sus actos en la medida en que estos son voluntarios.
Ser cristiano es vivir la comunidad
La vocación de la humanidad es manifestar la imagen de Dios y ser
transformada a imagen del Hijo Único del Padre. Esta vocación reviste una
forma personal, puesto que cada uno es llamado a entrar en la
bienaventuranza divina; concierne también al conjunto de la comunidad
humana. (CEC, 1877.)
Conforme a la naturaleza social del hombre, el bien de cada uno está
necesariamente relacionado con el bien común. Este sólo puede ser definido
con referencia a la persona humana:
No viváis aislados, cerrados en vosotros mismos, como si estuvieseis ya
justificados sino reuníos para buscar juntos lo que constituye el interés común
(Bernabé, ep. 4,10).
Es necesario que todos participen, cada uno según el lugar que ocupa y el
papel que desempeña, en promover el bien común. Este deber es inherente a
la dignidad de la persona humana. La participación se realiza primero en la
dedicación a campos cuya responsabilidad personal se asume: por la atención
prestada a la educación de su familia, por la conciencia en su trabajo, el
hombre participa en el bien de los otros y de la sociedad (cf CA 43).
La participación de todos en la promoción del bien común implica, como todo
deber ético, una conversión, renovada sin cesar, de los miembros de la
sociedad. El fraude y otros subterfugios mediante los cuales algunos escapan a
la obligación de la ley y a las prescripciones del deber social deben ser
firmemente condenados por incompatibles con las exigencias de la justicia. Es
preciso ocuparse del desarrollo de instituciones que mejoran las condiciones de
la vida humana (cf GS 30,1).
CONFRONTAMOS:
El discípulo de Cristo no debe sólo guardar la fe y vivir de ella, sino también
profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla: "Todos vivan preparados
para confesar a Cristo delante de los hombres y a seguirle por el camino de la
cruz en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia" (LG 42; cf
DH 14). El servicio y el testimonio de la fe son requeridos para la salvación:
"Por todo aquél que se declare por mí ante los hombres, yo también me
declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue
ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos"
(Mt 10,32-33).
Reflexiona las siguientes preguntas:
1. ¿Qué necesito hacer para vivir como verdadero cristiano?
2. ¿En qué actitudes y acciones demuestro mi ser cristiano?
EXPRESAMOS NUESTRA FE: Lectura:
Y tocaron las trompetas y Dios dijo: “Se acabó”. Y toda la gente que aun vivía
se dio cuenta de que era el fin. ...y se pusieron todos a la fila, en la puerta de
la otra vida, arreglándose el vestido, peinándose un poco y frotando los
zapatos con disimulo porque era la hora del juicio y había que estar
presentables.
Así que apareció San Pedro por la puerta leyendo a gritos su recado: “Por
orden... que manda... que pasen los pobres... los presos... los que tienen
hambre...” Y seguía su cantinela hasta que terminó con un sonoro: “y todos los
oprimidos”.
Una macabra caravana se fue formando, y, sin más trámite entró en el cielo.
La fila quedó entonces mucho más vistosa. Todo lo sucio, lo feo, lo desastrado
había desaparecido, y los que quedaban se miraron sonrientes. Ahora vamos
nosotros –pensaban todos-.
San Pedro, que había entrado a acompañar a los primeros, volvió a salir y, con
cara de funcionario de ministerio, dijo: “Completo, ya no caben más” se
organizó un revuelo tremendo. ¡Cómo que no cabemos! ¡Ahí hay sitio para
todos! ¡Estás loco déjanos pasar!.
Asustado con la revuelta, San pedro le gritó al ayudante: “Corre, dile al jefe
que salga” y, al momento, vino Dios a la puerta y todos se callaron porque le
tenían muchísimo respeto.
-
¿Qué pasa aquí? ¿A qué viene este griterío?
Nada, jefe, que les he dicho que está completo y se han puesto furiosos. “¡Por
mis barbas! Pedro que eres… ¿Quién ha dicho que está completo? Te he dicho
que ya están todos, que no es lo mismo.
Pedro puso cara de no entender: “a Éste no hay quien lo entienda”, pero se
calló, y Dios siguió diciendo:
…Ya están todos los que entraron por derecho propio- eso os lo dije ya hace
muchos siglos- ahora los que quedan, iréis pasando de uno en uno por esa
mesa. En ella se sentará un representante de cada una de las pobrezas que
hubo en la tierra, y juntos formaran un jurado. A ellos tendréis que
demostrarles que, en la vida, fuisteis sus hermanos, y si ellos los reconocen
como tales, iréis pasando. El cielo es para toda la familia. ¡Suerte! yo os
espero dentro, que ya ha empezado la fiesta.
Rev. Comunidades Cristianas (1976)
Oración:
“Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber;
era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y
me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme.” (Mt. 25, 35-36)
TEMA V
¡APRENDEMOS A SER MEJORES PADRES!
OBJETIVO:
Reconocer las responsabilidades que tenemos al educar cristianamente a
nuestros hijos para que a ejemplo del Padre Bueno seamos mejores padres.
TEXTOS:
“Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o
higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el
árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos
malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da
buen fruto, es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los
reconoceréis.” (Mt 7,16-20)
“La paternidad divina es la fuente de la paternidad humana (cf. Ef 3,14);
es el fundamento del honor de los padres. El respeto de los hijos,
menores o mayores de edad, hacia su padre y hacia su madre (cf Pr 1,8;
Tb 4,3-4), se nutre del afecto natural nacido del vínculo que los une. Es
exigido por el precepto divino (cf Ex 20,12)”. (CEC, 2214)
CONTEMPLAMOS:
Los padres de familia, primeros educadores de la fe de sus hijos (DGC,
226)
El testimonio de vida cristiana, ofrecido por los padres en el seno de la familia,
llega a los niños envuelto en el cariño y el respeto materno y paterno. Los
hijos perciben y viven gozosamente la cercanía de Dios y de Jesús que los
padres manifiestan, hasta tal punto, que esta primera experiencia cristiana
deja frecuentemente en ellos una huella decisiva que dura toda la vida. Este
despertar religioso infantil en el ambiente familiar tiene, por ello, un carácter «
insustituible ».
Esta primera iniciación se consolida cuando, con ocasión de ciertos
acontecimientos familiares o en fiestas señaladas, « se procura explicitar en
familia el contenido cristiano o religioso de esos acontecimientos ». Esta
iniciación se ahonda aún más si los padres comentan y ayudan a interiorizar la
catequesis más sistemática que sus hijos, ya más crecidos, reciben en la
comunidad cristiana. En efecto, « la catequesis familiar precede, acompaña y
enriquece toda otra forma de catequesis ».
Los padres reciben en el sacramento del matrimonio la gracia y la
responsabilidad de la educación cristiana de sus hijos, a los que testifican y
transmiten a la vez los valores humanos y religiosos. Esta acción educativa, a
un tiempo humana y religiosa, es un « verdadero ministerio » por medio del
cual se transmite e irradia el Evangelio hasta el punto de que la misma vida de
familia se hace itinerario de fe y escuela de vida cristiana. Incluso, a medida
que los hijos van creciendo, el intercambio es mutuo y, « en un diálogo
catequético de este tipo, cada uno recibe y da ».
Por ello es preciso que la comunidad cristiana preste una atención
espacialísima a los padres. Mediante contactos personales, encuentros, cursos
e, incluso, mediante una catequesis de adultos dirigida a los padres, ha de
ayudarles a asumir la tarea, hoy especialmente delicada, de educar en la fe a
sus hijos. Esto es aún más urgente en los lugares en los que la legislación civil
no permite o hace difícil una libre educación en la fe. En estos casos, la «
iglesia doméstica » es, prácticamente, el único ámbito donde los niños y los
jóvenes pueden recibir una auténtica catequesis.
CONFRONTAMOS:
Evaluación de mi desempeño como padre.
En cada renglón coloca una calificación del 1 al 3 para definir cómo te
consideras en ese aspecto, siendo un 3 si te consideras totalmente
identificado, un dos si regularmente identificado y un 1 si no te encuentras
identificado.
Les recomendamos que tomen esta evaluación no para sentirse mal si algún
aspecto te ha fallado como padre, más bien utilízalo como un diagnóstico para
ver cómo te encuentras y trabajar las actitudes que te falten:
a) Conozco los intereses de mis hijos.
b) Juego con ellos muy seguido
c) Conozco el nombre de sus catequistas.
d) Estudio con él sus temas del catecismo.
e) Promuevo en la casa actividades que ayuden a vivir
mejor los temas del catecismo que él toma.
f) Comparto con mi pareja la satisfacción por ver a mi
hijo(a) formado(a) en aspectos religiosos.
g) Conozco y comparto los sueños de mi hijo(a)
h) Hacemos oración en casa como familia.
i) Me esfuerzo por demostrar valores como honradez y
respeto en mi casa
j) Quiero que la formación catequética de mi hijo(a) sea
más que sólo prepararlo(a) para los sacramentos.
_______
_______
_______
_______
_______
_______
_______
_______
_______
_______
Recuerda que al sumar lo más importante no es cuánto hayas sacado, si no
que los aspectos que no consideres altos los trabajes en casa para acompañar
mejor a tus hijos en la formación sacramental.
EXPRESAMOS NUESTRA FE:
Celebración
Oración: Te damos gracias Señor por permitirnos terminar esta etapa de
formación contigo, te pedimos que nos permitas ser mejores Padres. Y que en
nuestros hogares siempre te hagas presente.
Lectura del Evangelio según san Mateo (7, 9-11)
¿O hay acaso alguno entre vosotros que al hijo que le pide pan le dé una
piedra; o si le pide un pez, le dé una culebra? Si, pues, vosotros, siendo malos,
sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está
en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan!
Palabra de Dios...
Cierre:
Se recomienda en este momento hacer la entrega de algún signo como
conclusión del curso y se puede poner música adecuada mientras se realiza
esta actividad.
Padre Nuestro
ANEXO
BIBLIOGRAFIA DEL BEATO JUAN PABLO II
Karol Józef Wojtyła, conocido como Juan Pablo II desde su elección al
papado en octubre de 1978, nació en Wadowice, una pequeña ciudad a 50
kms. de Cracovia, el 18 de mayo de 1920. Era el más pequeño de los tres hijos
de Karol Wojtyła y Emilia Kaczorowska. Su madre falleció en 1929. Su
hermano mayor Edmund (médico) murió en 1932 y su padre (suboficial del
ejército) en 1941. Su hermana Olga murió antes de que naciera él.
Fue bautizado por el sacerdote Franciszek Zak el 20 de junio de 1920 en la
Iglesia parroquial de Wadowice; a los 9 años hizo la Primera Comunión, y a los
18 recibió la Confirmación. Terminados los estudios de enseñanza media en la
escuela Marcin Wadowita de Wadowice, se matriculó en 1938 en la Universidad
Jagellónica de Cracovia y en una escuela de teatro.
Cuando las fuerzas de ocupación nazi cerraron la Universidad, en 1939, el
joven Karol tuvo que trabajar en una cantera y luego en una fábrica química
(Solvay), para ganarse la vida y evitar la deportación a Alemania.
A partir de 1942, al sentir la vocación al sacerdocio, siguió las clases de
formación del seminario clandestino de Cracovia, dirigido por el Arzobispo de
Cracovia, Cardenal Adam Stefan Sapieha. Al mismo tiempo, fue uno de los
promotores del "Teatro Rapsódico", también clandestino.
Tras la segunda guerra mundial, continuó sus estudios en el seminario mayor
de Cracovia, nuevamente abierto, y en la Facultad de Teología de la
Universidad Jagellónica, hasta su ordenación sacerdotal en Cracovia el 1 de
noviembre de 1946 de manos del Arzobispo Sapieha.
Seguidamente fue enviado a Roma, donde, bajo la dirección del dominico
francés Garrigou-Lagrange, se doctoró en 1948 en teología, con una tesis
sobre el tema de la fe en las obras de San Juan de la Cruz (Doctrina de fide
apud Sanctum Ioannem a Cruce). En aquel período aprovechó sus vacaciones
para ejercer el ministerio pastoral entre los emigrantes polacos de Francia,
Bélgica y Holanda.
En 1948 volvió a Polonia, y fue vicario en diversas parroquias de Cracovia y
capellán de los universitarios hasta 1951, cuando reanudó sus estudios
filosóficos y teológicos. En 1953 presentó en la Universidad Católica de Lublin
una tesis titulada "Valoración de la posibilidad de fundar una ética católica
sobre la base del sistema ético de Max Scheler". Después pasó a ser profesor
de Teología Moral y Etica Social en el seminario mayor de Cracovia y en la
facultad de Teología de Lublin.
El 4 de julio de 1958 fue nombrado por Pío XII Obispo titular de Olmi y Auxiliar
de Cracovia. Recibió la ordenación episcopal el 28 de septiembre de 1958 en la
catedral del Wawel (Cracovia), de manos del Arzobispo Eugeniusz Baziak.
El 13 de enero de 1964 fue nombrado Arzobispo de Cracovia por Pablo VI,
quien le hizo cardenal el 26 de junio de 1967, con el título de San Cesareo en
Palatio, Diaconía elevada pro illa vice a título presbiteral.
Además de participar en el Concilio Vaticano II (1962-1965), con una
contribución importante en la elaboración de la constitución Gaudium et spes,
el Cardenal Wojtyła tomó parte en las cinco asambleas del Sínodo de los
Obispos anteriores a su pontificado.
Los cardenales reunidos en Cónclave le eligieron Papa el 16 de octubre de
1978. Tomó el nombre de Juan Pablo II y el 22 de octubre comenzó
solemnemente su ministerio petrino como 263 sucesor del Apóstol Pedro. Su
pontificado ha sido uno de los más largos de la historia de la Iglesia y ha
durado casi 27 años.
Juan Pablo II ejerció su ministerio petrino con incansable espíritu misionero,
dedicando todas sus energías, movido por la "sollicitudo omnium Ecclesiarum"
y por la caridad abierta a toda la humanidad. Realizó 104 viajes apostólicos
fuera de Italia, y 146 por el interior de este país. Además, como Obispo de
Roma, visitó 317 de las 333 parroquias romanas.
Más que todos sus predecesores se encontró con el pueblo de Dios y con los
responsables de las naciones: más de 17.600.000 peregrinos participaron en
las 1166 Audiencias Generales que se celebran los miércoles. Ese numero no
incluye las otras audiencias especiales y las ceremonias religiosas [más de 8
millones de peregrinos durante el Gran Jubileo del año 2000] y los millones de
fieles que el Papa encontró durante las visitas pastorales efectuadas en Italia y
en el resto del mundo. Hay que recordar también las numerosas
personalidades de gobierno con las que se entrevistó durante las 38 visitas
oficiales y las 738 audiencias o encuentros con jefes de Estado y 246
audiencias y encuentros con Primeros Ministros.
Su amor a los jóvenes le impulsó a iniciar en 1985 las Jornadas Mundiales de
la Juventud. En las 19 ediciones de la JMJ celebradas a lo largo de su
pontificado se reunieron millones de jóvenes de todo el mundo. Además, su
atención hacia la familia se puso de manifiesto con los encuentros mundiales
de las familias, inaugurados por él en 1994.
Juan Pablo II promovió el diálogo con los judíos y con los representantes de las
demás religiones, convocándolos en varias ocasiones a encuentros de oración
por la paz, especialmente en Asís.
Bajo su guía, la Iglesia se acercó al tercer milenio y celebró el Gran Jubileo del
año 2000, según las líneas indicadas por él en la carta apostólica Tertio
millennio adveniente; y se asomó después a la nueva época, recibiendo sus
indicaciones en la carta apostólica Novo millennio ineunte, en la que mostraba
a los fieles el camino del tiempo futuro.
Con el Año de la Redención, el Año Mariano y el Año de la Eucaristía, promovió
la renovación espiritual de la Iglesia.
Realizó numerosas canonizaciones y beatificaciones para mostrar innumerables
ejemplos de santidad de hoy, que sirvieran de estímulo a los hombres de
nuestro tiempo: celebró 147 ceremonias de beatificación -en las que proclamó
1338 beatos- y 51 canonizaciones, con un total de 482 santos. Proclamó a
santa Teresa del Niño Jesús Doctora de la Iglesia.
Amplió notablemente el Colegio cardenalicio, creando 231 cardenales (más uno
"in pectore", cuyo nombre no se hizo público antes de su muerte) en 9
consistorios. Además, convocó 6 reuniones plenarias del colegio cardenalicio.
Presidió 15 Asambleas del Sínodo de los obispos: 6 generales ordinarias (1980,
1983, 1987, 1990, 1994 y 2001), 1 general extraordinaria (1985) y 8
especiales (1980, 1991, 1994, 1995, 1997, 1998 (2) y 1999).
Entre sus documentos principales se incluyen: 14 Encíclicas, 15 Exhortaciones
apostólicas, 11 Constituciones apostólicas y 45 Cartas apostólicas.
Promulgó el Catecismo de la Iglesia Católica, a la luz de la Revelación,
autorizadamente interpretada por el Concilio Vaticano II. Reformó el Código de
Derecho Canónico y el Código de Cánones de las Iglesias Orientales; y
reorganizó la Curia Romana.
Publicó también cinco libros como doctor privado: "Cruzando el umbral de la
esperanza" (octubre de 1994);"Don y misterio: en el quincuagésimo
aniversario de mi ordenación sacerdotal" (noviembre de 1996); "Tríptico
romano - Meditaciones", libro de poesías (marzo de 2003); “¡Levantaos!
¡Vamos!” (mayo de 2004) y “Memoria e identidad” (febrero de 2005).
Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005, a las 21.37, mientras concluía el
sábado, y ya habíamos entrado en la octava de Pascua y domingo de la
Misericordia Divina.
Desde aquella noche hasta el 8 de abril, día en que se celebraron las exequias
del difunto pontífice, más de tres millones de peregrinos rindieron homenaje a
Juan Pablo II, haciendo incluso 24 horas de cola para poder acceder a la
basílica de San Pedro.
El 28 de abril, el Santo Padre Benedicto XVI dispensó del tiempo de cinco años
de espera tras la muerte para iniciar la causa de beatificación y canonización
de Juan Pablo II. La causa la abrió oficialmente el cardenal Camillo Ruini,
vicario general para la diócesis de Roma, el 28 de junio de 2005.
http://www.vatican.va/news_services/press/documentazione/documents/santo
padre_biografie/giovanni_paolo_ii_biografia_breve_sp.html
Karol Józef Wojtyła, conocido como Juan Pablo II desde su elección al
papado en octubre de 1978, nació en Wadowice, una pequeña ciudad a 50
kms. de Cracovia, el 18 de mayo de 1920. Era el más pequeño de los tres hijos
de Karol Wojtyła y Emilia Kaczorowska. Su madre falleció en 1929. Su
hermano mayor Edmund (médico) murió en 1932 y su padre (suboficial del
ejército) en 1941. Su hermana Olga murió antes de que naciera él.
Fue bautizado por el sacerdote Franciszek Zak el 20 de junio de 1920 en la
Iglesia parroquial de Wadowice; a los 9 años hizo la Primera Comunión, y a los
18 recibió la Confirmación. Terminados los estudios de enseñanza media en la
escuela Marcin Wadowita de Wadowice, se matriculó en 1938 en la Universidad
Jagellónica de Cracovia y en una escuela de teatro.
Cuando las fuerzas de ocupación nazi cerraron la Universidad, en 1939, el
joven Karol tuvo que trabajar en una cantera y luego en una fábrica química
(Solvay), para ganarse la vida y evitar la deportación a Alemania.
A partir de 1942, al sentir la vocación al sacerdocio, siguió las clases de
formación del seminario clandestino de Cracovia, dirigido por el Arzobispo de
Cracovia, Cardenal Adam Stefan Sapieha. Al mismo tiempo, fue uno de los
promotores del "Teatro Rapsódico", también clandestino.
Tras la segunda guerra mundial, continuó sus estudios en el seminario mayor
de Cracovia, nuevamente abierto, y en la Facultad de Teología de la
Universidad Jagellónica, hasta su ordenación sacerdotal en Cracovia el 1 de
noviembre de 1946 de manos del Arzobispo Sapieha.
Seguidamente fue enviado a Roma, donde, bajo la dirección del dominico
francés Garrigou-Lagrange, se doctoró en 1948 en teología, con una tesis
sobre el tema de la fe en las obras de San Juan de la Cruz (Doctrina de fide
apud Sanctum Ioannem a Cruce). En aquel período aprovechó sus vacaciones
para ejercer el ministerio pastoral entre los emigrantes polacos de Francia,
Bélgica y Holanda.
En 1948 volvió a Polonia, y fue vicario en diversas parroquias de Cracovia y
capellán de los universitarios hasta 1951, cuando reanudó sus estudios
filosóficos y teológicos. En 1953 presentó en la Universidad Católica de Lublin
una tesis titulada "Valoración de la posibilidad de fundar una ética católica
sobre la base del sistema ético de Max Scheler". Después pasó a ser profesor
de Teología Moral y Etica Social en el seminario mayor de Cracovia y en la
facultad de Teología de Lublin.
El 4 de julio de 1958 fue nombrado por Pío XII Obispo titular de Olmi y Auxiliar
de Cracovia. Recibió la ordenación episcopal el 28 de septiembre de 1958 en la
catedral del Wawel (Cracovia), de manos del Arzobispo Eugeniusz Baziak.
El 13 de enero de 1964 fue nombrado Arzobispo de Cracovia por Pablo VI,
quien le hizo cardenal el 26 de junio de 1967, con el título de San Cesareo en
Palatio, Diaconía elevada pro illa vice a título presbiteral.
Además de participar en el Concilio Vaticano II (1962-1965), con una
contribución importante en la elaboración de la constitución Gaudium et spes,
el Cardenal Wojtyła tomó parte en las cinco asambleas del Sínodo de los
Obispos anteriores a su pontificado.
Los cardenales reunidos en Cónclave le eligieron Papa el 16 de octubre de
1978. Tomó el nombre de Juan Pablo II y el 22 de octubre comenzó
solemnemente su ministerio petrino como 263 sucesor del Apóstol Pedro. Su
pontificado ha sido uno de los más largos de la historia de la Iglesia y ha
durado casi 27 años.
Juan Pablo II ejerció su ministerio petrino con incansable espíritu misionero,
dedicando todas sus energías, movido por la "sollicitudo omnium Ecclesiarum"
y por la caridad abierta a toda la humanidad. Realizó 104 viajes apostólicos
fuera de Italia, y 146 por el interior de este país. Además, como Obispo de
Roma, visitó 317 de las 333 parroquias romanas.
Más que todos sus predecesores se encontró con el pueblo de Dios y con los
responsables de las naciones: más de 17.600.000 peregrinos participaron en
las 1166 Audiencias Generales que se celebran los miércoles. Ese numero no
incluye las otras audiencias especiales y las ceremonias religiosas [más de 8
millones de peregrinos durante el Gran Jubileo del año 2000] y los millones de
fieles que el Papa encontró durante las visitas pastorales efectuadas en Italia y
en el resto del mundo. Hay que recordar también las numerosas
personalidades de gobierno con las que se entrevistó durante las 38 visitas
oficiales y las 738 audiencias o encuentros con jefes de Estado y 246
audiencias y encuentros con Primeros Ministros.
Su amor a los jóvenes le impulsó a iniciar en 1985 las Jornadas Mundiales de
la Juventud. En las 19 ediciones de la JMJ celebradas a lo largo de su
pontificado se reunieron millones de jóvenes de todo el mundo. Además, su
atención hacia la familia se puso de manifiesto con los encuentros mundiales
de las familias, inaugurados por él en 1994.
Juan Pablo II promovió el diálogo con los judíos y con los representantes de las
demás religiones, convocándolos en varias ocasiones a encuentros de oración
por la paz, especialmente en Asís.
Bajo su guía, la Iglesia se acercó al tercer milenio y celebró el Gran Jubileo del
año 2000, según las líneas indicadas por él en la carta apostólica Tertio
millennio adveniente; y se asomó después a la nueva época, recibiendo sus
indicaciones en la carta apostólica Novo millennio ineunte, en la que mostraba
a los fieles el camino del tiempo futuro.
Con el Año de la Redención, el Año Mariano y el Año de la Eucaristía, promovió
la renovación espiritual de la Iglesia.
Realizó numerosas canonizaciones y beatificaciones para mostrar innumerables
ejemplos de santidad de hoy, que sirvieran de estímulo a los hombres de
nuestro tiempo: celebró 147 ceremonias de beatificación -en las que proclamó
1338 beatos- y 51 canonizaciones, con un total de 482 santos. Proclamó a
santa Teresa del Niño Jesús Doctora de la Iglesia.
Amplió notablemente el Colegio cardenalicio, creando 231 cardenales (más uno
"in pectore", cuyo nombre no se hizo público antes de su muerte) en 9
consistorios. Además, convocó 6 reuniones plenarias del colegio cardenalicio.
Presidió 15 Asambleas del Sínodo de los obispos: 6 generales ordinarias (1980,
1983, 1987, 1990, 1994 y 2001), 1 general extraordinaria (1985) y 8
especiales (1980, 1991, 1994, 1995, 1997, 1998 (2) y 1999).
Entre sus documentos principales se incluyen: 14 Encíclicas, 15 Exhortaciones
apostólicas, 11 Constituciones apostólicas y 45 Cartas apostólicas.
Promulgó el Catecismo de la Iglesia Católica, a la luz de la Revelación,
autorizadamente interpretada por el Concilio Vaticano II. Reformó el Código de
Derecho Canónico y el Código de Cánones de las Iglesias Orientales; y
reorganizó la Curia Romana.
Publicó también cinco libros como doctor privado: "Cruzando el umbral de la
esperanza" (octubre de 1994);"Don y misterio: en el quincuagésimo
aniversario de mi ordenación sacerdotal" (noviembre de 1996); "Tríptico
romano - Meditaciones", libro de poesías (marzo de 2003); “¡Levantaos!
¡Vamos!” (mayo de 2004) y “Memoria e identidad” (febrero de 2005).
Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005, a las 21.37, mientras concluía el
sábado, y ya habíamos entrado en la octava de Pascua y domingo de la
Misericordia Divina.
Desde aquella noche hasta el 8 de abril, día en que se celebraron las exequias
del difunto pontífice, más de tres millones de peregrinos rindieron homenaje a
Juan Pablo II, haciendo incluso 24 horas de cola para poder acceder a la
basílica de San Pedro.
El 28 de abril, el Santo Padre Benedicto XVI dispensó del tiempo de cinco años
de espera tras la muerte para iniciar la causa de beatificación y canonización
de Juan Pablo II. La causa la abrió oficialmente el cardenal Camillo Ruini,
vicario general para la diócesis de Roma, el 28 de junio de 2005.
http://www.vatican.va/news_services/press/documentazione/documents/santo
padre_biografie/giovanni_paolo_ii_biografia_breve_sp.html
ORACION
Oh Trinidad Santa, te damos gracias por haber concedido a la Iglesia al Papa
Juan Pablo II y porque en él has reflejado la ternura de Tu paternidad, la gloria de
la Cruz de Cristo y el esplendor del Espíritu de amor. El, confiando totalmente en tu
infinita misericordia y en la maternal intercesión de María, nos ha mostrado una
imagen viva de Jesús Buen Pastor, indicándonos la santidad, alto grado de la vida
cristiana ordinaria, como camino para alcanzar la comunión eterna
Contigo. Concédenos, por su intercesión, y si es Tu voluntad, el favor que
imploramos, con la esperanza de que sea pronto incluido en el número de tus
santos.
Padrenuestro.
Avemaría.
Gloria.