Download Número 17 - Enero/marzo 2005 - Diócesis de Asidonia

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Transcript
“Quédate con nosotros, amigo fiel y apoyo seguro de la
humanidad en camino por las sendas del tiempo”
(Mensaje final de Juan Pablo II en la Pascua de Resurrección de 2005)
BOLETÍN OFICIAL
DEL OBISPADO
DE ASIDONIA-JEREZ
ÉPOCA II
AÑO V
ENERO-MARZO 2005
NÚMERO 17
Edita: Obispado de Asidonia-Jerez
Dirección Postal: Casa de la Iglesia. C/. Eguiluz, 8 - 11402 Jerez
Director: Narciso Climent Buzón
Administración: Administración Diocesana
Relaciones Públicas, Extensión: Manuel Pareja Aparicio
Distribución: José Manuel Guzmán Rodríguez
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Imprime: Sta. Teresa. Ind. Gráficas, S.A. Sanlúcar de Bda.
Depósito Legal: CA 323/01
Asidonia-Jerez
B.O.O. núm. 17
Página 5
SUMARIO
Pág.
I.- FALLECIMIENTO DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II ..............
9
Biografía de Su Santidad Juan Pablo II..........................................
9
Mensaje Póstumo de Juan Pablo II para el Regina Coeli del
domingo de la Divina Providencia....................................................
12
Testamento del Santo Padre Juan Pablo II.....................................
14
Homilía del Cardenal Ratzinger en la misa de exequias de
Juan Pablo II .………………………………........................................
22
Texto del “Rogito”, acta en pergamino sobre la vida del Papa,
introducido en el ataúd, leído por el arzobispo Piero Marini
maestro de las Ceremonias Pontificias .............................................
27
II. - IGLESIA DIOCESANA .......................................................................
37
II.1.- DOCUMENTACIÓN EPISCOPAL ………………………….....
39
II. 1.1.- CARTA PASTORAL sobre la catástrofe de
Asia (3 de enero de 2005) .......................................
41
II.1.2.- CARTA PASTORAL sobre el “Día del seminario” (13 de marzo de 2005) .................................
44
II.1.3.- ARTÍCULO publicado el Jueves Santo: “Hagamos un poco de historia” .....................................
47
II.1.4.- ARTÍCULO publicado el Viernes Santo: “Los
pobres de tierra santa” (22 de marzo de 2005) .......
50
II.1.5.- COMUNICACIÓN PASTORAL con motivo
del fallecimiento del Santo Padre Juan Pablo II
(2 de abril de 2005) .................................................
52
II.1.6.- TELEGRAMA DE CONDOLENCIA al Nuncio
de S.S. S.E.R don Manuel Monteiro de Castro.........
54
Página 6
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II.1.7.- HOMILÍA en la solemne Eucaristía celebrada
en la S.I. Catedral (8 de abril de 2005) .................
55
II.1.8.- APUNTES PARA VIDA. Comentario semanal
en COPE-JEREZ .....................................................
60
II.2.- AGENDA PASTORAL DEL SEÑOR OBISPO ......................
79
II.3.- CANCILLERÍA – SECRETARÍA GENERAL ........................
89
II.3.1.- Necrologías ...............................................................
91
II.4.- NOTICIAS DIOCESANAS .....................................................
93
II.5.- DELEGACIONES DIOCESANAS .........................................
103
III.- CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA ...................................
109
III.1.- NOTA DE PRENSA FINAL de la CXCVII reunión de
la Comisión Permanente de la CEE (4 de febrero de
2005) .....................................................................................
111
III.2.- DISCURSO INAUGURAL del cardenal Rouco Varela
en la LXXXIV Asamblea Plenaria de la CEE (7 de
marzo de 2005) .....................................................................
115
III.3.- NOTA DE PRENSA final de la LXXXIV Asamblea Plenaria de la CEE (11 de marzo de 2005) ..............................
128
III.4.- MENSAJE de los obispos de la Subcomisión Episcopal para la Familia y Defensa de la Vida con ocasión
del décimo aniversario de la Evangelium Vitae (4 de
abril de 2005) .......................................................................
132
IV.- SANTA SEDE ........................................................................................
143
IV.1.-
IV.2.-
MENSAJE del Papa Juan Pablo II para la cuaresma
2005 (8 de septiembre de 2004) ..........................................
145
DECRETO de la Penitenciaría Apostólica sobre las
indulgencias concedidas en el Año de la Eucaristía
(25 de diciembre de 2004) ...................................................
149
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IV.3.-
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Página 7
MENSAJE del Santo Padre Juan Pablo II para la “Jornada Mundial de oración por las vocaciones 2005”
(9 de enero de 2005) ............................................................
152
DISCURSO del Papa al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede (10 de enero de 2005) .................
156
IV. 5.- DISCURSO de Juan Pablo II a la Comisión Pontificia de la América Latina, en el que subraya la importancia de la misa dominical en la vida cristiana
(21 de enero de 2005) ..........................................................
165
IV.4.-
IV.6.-
MENSAJE de Juan Pablo II para la “Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2005” (24 de enero de 2005) ............................................................................
168
CARTA APOSTÓLICA “El rápido desarrollo” de Juan
Pablo II a los responsables de las Comunicaciones Sociales (24 de enero de 2005) ................................................
171
DISCURSO del Santo Padre a la Rota Romana: consignas a los tribunales eclesiásticos sobre causas de
nulidad matrimonial (29 de enero de 2005) .......................
184
CARTA de Su Santidad Juan Pablo II a los sacerdotes en la celebración del Jueves Santo (13 de marzo
de 2005) ................................................................................
188
IV.10.- NOTA de la Congregación de la Doctrina de la Fe
acerca del ministro del sacramento de la Unción de
Enfermos (11 de febrero de 2005) .......................................
195
IV.11.- MENSAJE de Su Santidad Juan Pablo II en el cuadragésimo aniversario de la Gaudium et spes (15 de
marzo de 2005) ....................................................................
201
ÚLTIMO MENSAJE DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II .................
204
IV.7.-
IV.8.-
IV.9.-
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FALLECIMIENTO DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II
†
BIOGRAFÍA DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II
Karol Józef Wojtyla, conocido como Juan Pablo II desde
su elección al papado en octubre de 1978, nació en Wadowice, una
pequeña ciudad a 50 kms. de Cracovia, el 18 de mayo de 1920. Era
el segundo de los dos hijos de Karol Wojtyla y Emilia Kaczorowska. Su madre falleció en 1929. Su hermano mayor Edmund (médico) murió en 1932 y su padre (suboficial del ejército) en 1941.
A los 9 años hizo la Primera Comunión, y a los 18 recibió la
Confirmación. Terminados los estudios de enseñanza media en la
escuela Marcin Wadowita de Wadowice, se matriculó en 1938 en la
Universidad Jagellónica de Cracovia y en una escuela de teatro.
Cuando las fuerzas de ocupación nazi cerraron la Universidad, en 1939, el joven Karol tuvo que trabajar en una cantera y
luego en una fábrica química (Solvay), para ganarse la vida y evitar la deportación a Alemania.
A partir de 1942, al sentir la vocación
al sacerdocio, siguió las clases de formación
del seminario clandestino de Cracovia, dirigido por el Arzobispo de Cracovia, Cardenal
Adam Stefan Sapieha. Al mismo tiempo, fue
uno de los promotores del “Teatro Rapsódico”, también clandestino.
Tras la segunda guerra mundial, continuó sus estudios en el
seminario mayor de Cracovia, nuevamente abierto, y en la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica, hasta su ordenación
sacerdotal en Cracovia el 1 de noviembre de 1946.
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Seguidamente, fue enviado por el Cardenal Sapieha a
Roma, donde, bajo la dirección del dominico francés GarrigouLagrange, se doctoró en1948 en teología, con una tesis sobre el
tema de la fe en las obras de San Juan de la Cruz. En aquel período aprovechó sus vacaciones para ejercer el ministerio pastoral
entre los emigrantes polacos de Francia, Bélgica y Holanda.
En 1948 volvió a Polonia, y fue vicario en diversas parroquias de Cracovia y capellán de los universitarios hasta 1951,
cuando reanudó sus estudios filosóficos y teológicos. En 1953 presentó en la Universidad Católica de Lublin una tesis titulada
“Valoración de la posibilidad de fundar una ética católica sobre la
base del sistema ético de Max Scheler”. Después pasó a ser profesor de Teología Moral y Etica Social en el seminario mayor de Cracovia y en la facultad de Teología de Lublin.
El 4 de julio de 1958 fue nombrado por Pío XII Obispo Auxiliar de Cracovia. Recibió la ordenación episcopal el 28 de septiembre de 1958 en la catedral del Wawel (Cracovia), de manos del
Arzobispo Eugeniusz Baziak.
El 13 de enero de 1964 fue nombrado Arzobispo de Cracovia
por Pablo VI, quien le hizo cardenal el 26 de junio de 1967.
Además de participar en el Concilio Vaticano II (1962-65),
con una contribución importante en la elaboración de la constitución Gaudium et spes, el Cardenal Wojtyla tomó parte en todas las
asambleas del Sínodo de los Obispos.
Desde el comienzo de su pontificado, el 16 de octubre de
1978, el Papa Juan Pablo II realizó 104 viajes pastorales fuera
de Italia, y 146 por el interior de este país. Además, como
Obispo de Roma visitó 317 de las 333 parroquias romanas.
Entre sus documentos principales se incluyen: 14 Encíclicas, 15 Exhortaciones apostólicas, 11 Constituciones apostólicas y 45 Cartas apostólicas. El Papa también publicó cinco
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libros: “Cruzando el umbral de la esperanza” (octubre de 1994);
“Don y misterio: en el quincuagésimo aniversario de mi ordenación
sacerdotal” (noviembre de 1996); “Tríptico romano - Meditaciones”,
libro de poesías (Marzo de 2003); “¡Levantaos! ¡Vamos!” (mayo de
2004) y “Memoria e identidad”.
Juan Pablo II presidió 147 ceremonias de beatificación en las que proclamó 1338 beatos- y 51 canonizaciones, con un
total de 482 santos. Celebró 9 consistorios, durante los cuales
creó 231 (+ 1 in pectore) Cardenales. También presidió 6 asambleas plenarias del Colegio Cardenalicio.
Desde 1978 hasta el momento de su muerte, el Santo Padre
presidió 15 Asambleas del Sínodo de los Obispos: 6 ordinarias
(1980, 1983, 1987, 1990, 1994, 2001), 1 general extraordinaria
(1985), y 8 especiales (1980, 1991, 1994, 1995, 1997, 1998 [2] y
1999).
Ningún otro Papa se ha encontrado con tantas personas
como Juan Pablo II: en cifras, más de 17.600.100 peregrinos han
participado en las más de 1160 Audiencias Generales que se
celebran los miércoles. Ese numero no incluye las otras audiencias especiales y las ceremonias religiosas [más de 8 millones de
peregrinos durante el Gran Jubileo del año 2000] y los millones de
fieles que el Papa encontró durante las visitas pastorales efectuadas en Italia y en el resto del mundo. Hay que recordar también
las numerosas personalidades de gobierno con las que se entrevistó durante las 38 visitas oficiales y las 738 audiencias o
encuentros con jefes de Estado y 246 audiencias y encuentros con Primeros Ministros.
MENSAJE PÓSTUMO DE JUAN PABLO II
PARA EL REGINA COELI DEL DOMINGO DE LA DIVINA
MISERICORDIA
Mensaje que Juan Pablo II había preparado para que fuera
leído con motivo de la oración mariana del «Regina Coeli» en este
Domingo de la Misericordia, Leído tras la misa en sufragio del
Santo Padre en la plaza de San Pedro del Vaticano.
Fue leído «con tanto honor y tanta nostalgia», «por explícita
indicación» del Santo Padre, como él mismo dijo, por el arzobispo
Leonardo Sandri, sustituto de la Secretaría de Estado, tras la celebración eucarística en sufragio por Juan Pablo II presidida por el
cardenal Angelo Sodano.
¡Queridos hermanos y hermanas!
1. Resuena también hoy el gozoso Aleluya de Pascua.
La página del Evangelio de hoy de Juan subraya que
el Resucitado, la noche de ese día, se apareció a los
apóstoles y «les mostró las manos y el costado» (Juan
20, 20), es decir, los signos de la dolorosa pasión
impresos de manera indeleble en su cuerpo también
después de la resurrección. Aquellas llagas gloriosas,
que ocho días después hizo tocar al incrédulo Tomás,
revelan la misericordia de Dios que «tanto amó Dios
al mundo que dio a su Hijo único» (Juan 3, 16).
Este misterio de amor está en el corazón de la liturgia
de hoy, domingo «in Albis», dedicado al culto de la
Divina Misericordia.
2. A la humanidad, que en ocasiones parece como perdida y dominada por el poder del mal, del egoísmo y
del miedo, el Señor resucitado le ofrece como don su
amor que perdona, reconcilia y vuelve a abrir el espíritu a la esperanza. El amor convierte los corazones y
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da la paz. ¡Cuánta necesidad tiene el mundo de comprender y acoger la Divina Misericordia!
Señor, que con la muerte y la resurrección revelas el
amor del Padre, nosotros creemos en ti y con confianza te repetimos hoy: Jesús, confío en ti, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
3. La solemnidad litúrgica de la Anunciación, que
celebraremos mañana, nos lleva a contemplar con los
ojos de María el inmenso misterio de este amor misericordioso que surge del Corazón de Cristo. Con su
ayuda, podemos comprender el auténtico sentido de la
alegría pascual, que se funda en esta certeza: Aquel a
quien la Virgen llevó en su seno, que sufrió y murió por
nosotros, ha resucitado verdaderamente. ¡Aleluya!
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TESTAMENTO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
6.3.1979
Totus tuus ego sum
En el nombre de la Santísima Trinidad. Amén.
“Velad, porque no sabéis el día en que vendrá nuestro Señor”
(cf. Mt 24, 42)- estas palabras me recuerdan la última llamada, que
tendrá lugar en el momento cuando el Señor lo quiera. Deseo seguirle y deseo que todo aquello que forma parte de mi vida terrena me
prepare para este momento. No sé cuando sucederá, pero como en
todo, también en este momento me pongo en las manos de la Madre
de mi Maestro: Totus Tuus. En las mismas manos maternas dejo
todo y Todos aquellos con los que me ha relacionado mi vida y mi
vocación. En estas Manos dejo sobre todo a la Iglesia, y también a
mi Nación y a toda la humanidad. Agradezco a todos. A todos pido
perdón. Pido también la oración, para que la Misericordia de Dios se
muestre más grande que mi debilidad e indignidad.
Durante los ejercicios espirituales he releído el testamento
del Santo Padre Pablo VI. Esta lectura me ha impulsado a escribir
el presente testamento.
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No dejo detrás de mí ninguna propiedad de la que sea necesario disponer. En cuanto a las cosas de uso cotidiano de las que
me sirvo, pido que sean distribuidas como parezca oportuno. Que
se quemen los apuntes personales. Pido que don Estanislao, a
quien agradezco su colaboración y la ayuda tan prolongada a lo
largo de los años y tan comprensivo, vigile esto. Todos los demás
agradecimientos, en cambio, los dejo en el corazón delante de Dios
mismo, porque es difícil expresarlos.
Por lo que se refiere al funeral, repito las mismas disposiciones, que dio el Santo Padre Pablo VI (nota marginal: el sepulcro en la tierra, no en un sarcófago, 13.3.92).
“apud Dominum misericordia
et copiosa apud Eum redemptio”
Juan Pablo PP. II
Roma, 6.III.1979
Después de la muerte pido Santas Misas y oraciones
***
Hoja sin fecha:
Expreso la más profunda confianza en que, a pesar de mi
debilidad, el Señor me concederá toda gracia necesaria para afrontar según Su voluntad cualquier tarea, prueba y sufrimiento que
quiera requerir de Su siervo, en el curso de la vida. Tengo también
confianza que no permitirá jamás que, mediante alguna actitud
mía: palabras, obras u omisiones, pueda traicionar mis obligaciones en esta santa Sede Petrina.
***
24.II- 1.III.1980
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También durante estos ejercicios espirituales he reflexionado sobre la verdad del Sacerdocio de Cristo en la perspectiva del
Tránsito que para cada uno de nosotros es el momento de nuestra
muerte. La Resurrección de Cristo es para nosotros signo elocuente (añadido encima: decisivo) de la despedida de este mundo- para
nacer a otro, al mundo futuro.
He leído, pues, las anotaciones de mi testamento del último
año, escrito también durante los ejercicios espirituales- las he
comparado con el testamento de mi gran Predecesor y Padre Pablo
VI, con aquel sublime testimonio sobre la muerte de un cristiano y
de un papa- y he renovado en mí la conciencia de las cuestiones a
las cuales se refiere la anotación del 6.III.1979 preparada por mi
(de una manera muy provisional).
Hoy deseo agregar a esta sólo esto, que cada uno debe tener
presente la perspectiva de la muerte. Y debe estar listo para presentarse delante del Señor y del Juez- y al mismo tiempo Redentor y Padre. Yo también tomo en consideración esto continuamente, confiando aquel momento decisivo a la Madre de Cristo y de la
Iglesia- a la Madre de mi esperanza.
Los tiempos en los que vivimos son indeciblemente difíciles
e inquietos. Difícil y duro se ha tornado también el camino de la
Iglesia, prueba característica de estos tiempos- tanto para los Fieles, como para los Pastores. En algunos Países (como por ejemplo
en aquel sobre el que he leído durante los ejercicios espirituales),
la Iglesia se encuentra en un periodo de persecución tal, que no es
inferior a la de los primeros siglos, es más, los supera por el grado
de crueldad y de odio. Sanguis martyrum- semen christianorum. Y
además de esto- tantas personas desaparecen inocentemente, también en este País en el que vivimos...
Una vez más, deseo confiarme totalmente a la gracia del
Señor. Él mismo decidirá cuándo y cómo debo terminar mi vida
terrena y el ministerio pastoral. En la vida y en la muerte Totus
tuus mediante la Inmaculada. Aceptando desde ahora esta muerte,
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espero que Cristo me dé la gracia para el último tránsito, es decir la
(mi) Pascua. Espero también que la haga útil para la causa más
importante que busco servir: la salvación de los hombres, la salvaguardia de la familia humana, y en ella de todas las naciones y los
pueblos (entre ellos me refiero también en particular a mi Patria
terrena), útil para las personas que de modo particular me ha confiado, por la cuestión de la Iglesia, para la gloria del mismo Dios.
No deseo añadir nada a lo escrito hace un año- sólo expresar esta presteza y confianza, para la que de nuevo me han dispuesto los presentes ejercicios espirituales.
Juan Pablo II
***
Totus Tuus ego sum
5.III.1982
En el curso de los ejercicios espirituales de este año he leído
(más veces) el texto del testamento del 6.III.1979. Aunque aún lo
considero provisional (no definitivo), lo dejo en la forma en que
está. No cambio (por ahora) nada, y tampoco agrego, en lo que se
refiere a las disposiciones contenidas en él.
El atentado contra mi vida el 13.V.1981 de alguna manera
ha confirmado la exactitud de las palabras escritas en el periodo
de los ejercicios espirituales de 1980 (24.II- 1.III).
Aún más profundamente siento que me encuentro totalmente en las Manos de Dios- y me encuentro continuamente a disposición de mi Señor, confiándome a Él en Su Inmaculada Madre
(Totus Tuus).
Juan Pablo II
***
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Asidonia-Jerez
5.III.82
En relación con la última frase de mi testamento del
6.III.1979 (“sobre el lugar, el lugar del funeral, decida el colegio
Cardenalicio y los Connacionales)- aclaro lo que tengo en mente: el
metropolita de Cracovia o el Consejo General del Episcopado de
Polonia- al Colegio Cardenalicio pido que satisfaga en cuanto sea
posible las eventuales peticiones de los nombrados arriba.
***
1.III.1985
(en el curso de los ejercicios espirituales)
Además- en lo que se refiere a la expresión “Colegio Cardenalicio y los Connacionales”: el “Colegio Cardenalicio” no tiene ninguna obligación de consultar sobre este argumento a “los Connacionales”; sin embargo puede hacerlo, si por algún motivo lo considera justo.
JP II
Los ejercicios espirituales del año jubilar 2000
(12-18.III)
(para el testamento)
1. Cuando el día 16 de octubre de 1978 el cónclave de los cardenales escogió a Juan Pablo II, el Primado de Polonia Card. Stefan Wyszynski me dijo: “La tarea del nuevo papa será la de introducir a la Iglesia en el Tercer Milenio”. No sé si repito exactamente la frase, pero por lo menos ese era el sentido de lo que entonces
escuché. Lo dijo el Hombre que ha pasado a la historia como Primado del Milenio. Un gran Primado. He sido testigo de su misión,
de Su total confianza. De Sus luchas: de Su victoria. “La victoria,
cuando llegue, será una victoria mediante María”- Estas palabras
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de su Predecesor, el Cardenal August Hlond, solía repetirlas el Primado del Milenio.
De esta manera he sido, de alguna forma, preparado para la
tarea que el día 16 de octubre de 1978 se me presentó. En el momento en que escribo estas palabras, el Año Jubilar del 2000, es ya una
realidad de hecho. La noche del 24 de diciembre de 1999 fue abierta
la simbólica Puerta del Gran Jubileo en la Basílica de San Pedro,
luego la de San Juan de Letrán, después de Santa María la Mayoren año nuevo, y el día 19 de enero la Puerta de la Basílica de San
Pablo Extramuros. Este último acto, dado su carácter ecuménico, ha
quedado impreso en la memoria en modo muy particular.
2. En la medida en que el Año Jubilar 2000 va adelante, de
día en día se cierra tras de nosotros el siglo veinte y se abre el siglo
veintiuno. Según los designios de la Providencia me ha sido concedido vivir en el difícil siglo que está a punto de terminar, y ahora
en el año en el que mi vida alcanza los ochenta años (“octogesima
adveniens”), es necesario preguntarse si no es tiempo de repetir
con el bíblico Simeón “Nunc dimittis”.
El día 13 de mayo de 1981, el día del atentado contra el
Papa durante la audiencia general en la Plaza de San Pedro, la
Divina Providencia me salvó de la muerte de un modo milagroso.
El que es el único Señor de la vida y de la muerte, Él mismo me ha
prolongado la vida, en cierto modo me la ha dado de nuevo. Desde
este momento mi vida pertenece aún más a Él. Espero que Él me
ayudará a reconocer hasta cuándo debo continuar este servicio, al
que me llamó el día 16 de octubre de 1978. Le pido que me llame
cuando Él quiera. “En la vida y en la muerte pertenecemos al
Señor... somos del Señor” (cf. Rm 14, 8). Espero también que hasta
que me sea dado cumplir el servicio Petrino en la Iglesia, la Misericordia de Dios quiera prestarme las fuerzas necesarias para este
servicio.
3. Como cada año durante los ejercicios espirituales he
leído mi testamento del 6.III.1979. Continúo manteniendo las
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disposiciones contenidas en él. Aquello que entonces, y también
durante los sucesivos ejercicios espirituales he añadido constituye un reflejo de la difícil y dura situación general, que ha marcado los años ochenta. Desde el otoño del año 1989 esta situación
ha cambiado. El último decenio del siglo pasado ha estado libre
de las precedentes tensiones; esto no significa que no haya traido consigo nuevos problemas y dificultades. Particularmente, sea
alabada la Providencia Divina por esto, porque el periodo de la
llamada “guerra fría” ha terminado sin el violento conflicto
nuclear, cuyo peligro amenazaba sobre el mundo en el periodo
precedente.
4. Estando en el umbral del tercer milenio “in medio Ecclesiae”, deseo todavía una vez más expresar la gratitud al Espíritu
Santo por el gran don del Concilio Vaticano II, del cual junto con
toda Iglesia- y sobretodo con todo el episcopado- me siento deudor.
Estoy convencido que aún por largo tiempo será dado a las nuevas
generaciones descubrir las riquezas que este Concilio del siglo XX
nos ha dejado. Como obispo que ha participado en el acontecimiento conciliar del primero al último día, deseo confiar este gran
patrimonio a todos aquellos que son y serán los futuros llamados a
aplicarlo. Por mi parte agradezco al eterno Pastor que me ha permitido servir a esta grandísima causa en el curso de todos los años
de mi pontificado.
“In medio Ecclesiae”... desde los primeros años del servicio
episcopal- resalto que gracias al Concilio- me fue dado experimentar la fraterna comunión del Episcopado. Como sacerdote de la
Archidiócesis de Cracovia había experimentado lo que era la fraterna comunión del presbiterio- el Concilio ha abierto una nueva
dimensión de esta experiencia.
5. ¡A cuántas personas debería nombrar! Probablemente el
Señor Dios ha llamado a Sí a la mayoría de ellas- en cuanto a los
que aún se encuentran en este mundo, las palabras de este testamento los recuerdan, a todos y en todas partes, donde quiera que
se encuentren.
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En el curso de más de veinte años en los que realizo el servicio Petrino “in medio Ecclesiae” he experimentado la benévola y
fecundísima colaboración de tantos Cardenales, Arzobispos y Obispos, tantos sacerdotes, también personas consagradas- Hermanos
y Hermanas- en fin tantísimas personas laicas, en el ambiente
curial, en el Vicariato de la Diócesis de Roma, así como fuera de
estos ambientes.
¡Cómo no abrazar con grata memoria a todos los Episcopados del mundo, con los cuales me he encontrado en las sucesivas
visitas “ad limina Apostolorum”! ¡Cómo no recordar también a tantos Hermanos cristianos- no católicos! ¡Y al rabino de Roma y también a los numerosos representantes de las religiones no cristianas! ¡Y a tantos representantes del mundo de la cultura, de la
ciencia, de la política, de los medios de comunicación social!
6. A medida que se acerca el límite de mi vida terrena regreso con la memoria al inicio, a mis Padres, a mi Hermano y a la Hermana (que no he conocido, porque murió antes de mi nacimiento),
a la parroquia de Wadowice, donde fuí bautizado, a aquella ciudad
de mi amor, a los de mi tiempo, compañeras y compañeros de la
escuela elemental, del gimnasio, de la universidad, hasta los tiempos de la ocupación, cuando trabajé como obrero, y en seguida a la
parroquia de Niegowie, a la de San Floriano de Cracovia, a la pastoral de los estudiantes, al ambiente... a todos los ambientes... a
Cracovia y a Roma... a las personas que de modo especial me han
sido confiadas por el Señor.
A todos quiero decir una sola cosa: “Dios os recompense” “In
manus Tuas, Domine, commendo spiritum meum”
A.D.
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Homilía del cardenal Ratzinger en la misa de exequias de
Juan Pablo II
«Sígueme», dice el Señor resucitado a Pedro, como última
palabra a este discípulo elegido para apacentar a sus ovejas.
«Sígueme», esta palabra lapidaria de Cristo puede considerarse
como la clave para comprender el mensaje que deja la vida de
nuestro difunto y amado Papa Juan Pablo II, cuyos restos depositamos hoy en la tierra como semilla de inmortalidad, con el corazón lleno de tristeza pero también de gozosa esperanza y de profunda gratitud.
Con estos sentimientos y este espíritu, hermanos y hermanas en Cristo, nos encontramos en la plaza de San Pedro, en las
calles adyacentes y en otros diferentes lugares de la ciudad de
Roma, poblada en estos días por una inmensa multitud silenciosa
y orante. Saludo a todos cordialmente. En nombre del Colegio de
los cardenales saludo con deferencia a los jefes de Estado, de
gobierno y a las delegaciones de los diferentes países. Saludo a las
autoridades y a los representantes de las Iglesias y comunidades
Asidonia-Jerez
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cristianas, al igual que a los de las diferentes religiones. Saludo a
los arzobispos, a los obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles, llegados de todos los continentes; de forma especial a los jóvenes a los que Juan Pablo II definía como el futuro y la esperanza
de la Iglesia. Mi saludo alcanza también a todos los que en cualquier lugar del mundo están unidos a nosotros a través de la radio
y la televisión, en esta participación conjunta en el solemne rito de
despedida del querido pontífice.
«Sígueme». Cuando era joven estudiante, Karol Wojtyla era
un apasionado de la literatura, del teatro, de la poesía. Mientras
trabajaba en una fábrica química, rodeado y amenazado por el
terror nazi, escuchó la voz del Señor: ¡Sígueme! En este contexto
tan particular comenzó a leer libros de filosofía y de teología, entró
después en el seminario clandestino creado por el cardenal Sapieha y después de la guerra pudo completar sus estudios en la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica de Cracovia. Muchas
veces en sus cartas a los sacerdotes y en sus libros autobiográficos
nos habló de su sacerdocio, en el que fue ordenado el 1 de noviembre de 1946. En esos textos interpreta su sacerdocio a partir de
tres frases del Señor. Ante todo ésta: «No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado
para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca»
(Juan 15, 16). La segunda palabra es: «El buen pastor da su vida
por las ovejas» (Juan 10, 11). Y por último: «Como el Padre me
amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor»
(Juan 15, 9).
En estas tres frases podemos ver el alma entera de nuestro
Santo Padre. Realmente ha ido a todos los lugares sin descanso
para llevar fruto, un fruto que permanece. «Levantaos, vamos», es
el título de su penúltimo libro. «Levantaos, vamos». Con esas palabras nos ha despertado de una fe cansada, del sueño de los discípulos de ayer y hoy. «Levantaos, vamos», nos dice hoy también a
nosotros. El Santo Padre fue además sacerdote hasta el final porque ofreció su vida a Dios por sus ovejas y por toda la familia
humana, en una entrega cotidiana al servicio de la Iglesia y sobre
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todo en las duras pruebas de los últimos meses. Así se ha convertido en una sola cosa con Cristo, el buen pastor que ama sus ovejas. Y finalmente «permaneced en mi amor»: el Papa, que buscó el
encuentro con todos, que tuvo una capacidad de perdón y de apertura de corazón para todos, nos dice hoy también con estas palabras del Señor: «Permaneciendo en el amor de Cristo, aprendemos,
en la escuela de Cristo, el arte del verdadero amor».
«Sígueme». En julio de 1958 comienza para el joven sacerdote Karol Wojtyla una nueva etapa en el camino con el Señor y
tras el Señor. Karol fue, como era habitual, con un grupo de jóvenes apasionados de canoa a los lagos Masuri para pasar unos días
de vacaciones juntos. Pero llevaba consigo una carta que le invitaba a presentarse ante el primado de Polonia, el cardenal
Wyszynski, y podía adivinar el motivo del encuentro: su nombramiento como obispo auxiliar de Cracovia. Dejar la docencia universitaria, dejar esta comunión estimulante con los jóvenes, dejar
la gran liza intelectual para conocer e interpretar el misterio de la
criatura humana, para hacer presente en el mundo de hoy la interpretación cristiana de nuestro ser, todo aquello debía parecerle
como un perderse a sí mismo, perder aquello que constituía la
identidad humana de ese joven sacerdote. Sígueme, Karol Wojtyla
aceptó, escuchando en la llamada de la Iglesia la voz de Cristo. De
este modo, se dio cuenta de que es verdadera la palabra del Señor:
«Quien intente guardar su vida, la perderá; y quien la pierda, la
conservará» (Lucas 17, 33). Nuestro Papa, todos lo sabemos, nunca
quiso salvar su propia vida, guardársela; se entregó sin reservas,
hasta el último momento, por Cristo y por nosotros. De esa forma
experimentó que todo lo que había puesto en manos del Señor se
lo devolvía de una nueva manera: el amor a la palabra, a la poesía, a las letras fue una parte esencial de su misión pastoral y dio
nueva frescura, actualidad nueva, atracción nueva al anuncio del
Evangelio, precisamente cuando éste es signo de contradicción.
«Sígueme». En octubre de 1978 el cardenal Wojtyla escucha
de nuevo la voz del Señor. Se renueva el diálogo con Pedro narrado
en el Evangelio de esta ceremonia: «Simón de Juan, ¿me quieres?...
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Apacienta mis ovejas». A la pregunta del Señor: Karol ¿me
quieres?, el arzobispo de Cracovia respondió desde lo profundo de
su corazón: « Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero». El
amor de Cristo fue la fuerza dominante en nuestro querido Santo
Padre; quien lo ha visto rezar, quien lo ha oído predicar, lo sabe. Y
así, gracias a su profundo arraigamiento en Cristo pudo llevar un
peso, que supera las fuerzas puramente humanas: ser pastor del
rebaño de Cristo, de su Iglesia universal. Éste no es el momento de
hablar de los diferentes aspectos de un pontificado tan rico. Quisiera leer solamente dos pasajes de la liturgia de hoy, en los que
aparecen elementos centrales de su anuncio. En la primera lectura dice San Pedro —y el Papa nos dice con San Pedro—: «Verdaderamente comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino
que en cualquier nación el que le teme y practica la justicia le es
grato. Él ha enviado su Palabra a los hijos de Israel, anunciándoles la Buena Nueva de la paz por medio de Jesucristo que es el
Señor de todos» (Hechos 10, 34-36). Y en la segunda lectura, San
Pablo —con San Pablo nuestro Papa difunto— nos exhorta intensamente: «Por tanto, hermanos míos queridos y añorados, mi gozo
y mi corona, manteneos así firmes en el Señor» (Filipenses 4, 1).
¡Sígueme! Junto al mandato de apacentar su rebaño, Cristo
anunció a Pedro su martirio. Con esta palabra conclusiva, que
resume el diálogo sobre el amor y sobre el mandato de pastor universal, el Señor recuerda otro diálogo, que tuvo lugar en la Última
Cena. Esa vez, Jesús dijo: «Adonde yo voy, vosotros no podéis
venir». Pedro dijo: «Señor, ¿a dónde vas?». Le respondió Jesús:
«Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más
tarde.» (Juan 13, 33.36). Jesús va de la Cena a la Cruz y a la Resurrección y entra en el misterio pascual; Pedro, sin embargo, todavía no le puede seguir. Ahora, tras la Resurrección, llegó este
momento, este «más tarde». Apacentando el rebaño de Cristo,
Pedro entra en el misterio pascual, se dirige hacia la Cruz y la
Resurrección. El Señor lo dice con estas palabras, «cuando eras
joven…, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras»
(Juan 21, 18). En el primer período de su pontificado el Santo
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Padre, todavía joven y repleto de fuerzas, bajo la guía de Cristo fue
hasta los confines del mundo. Pero después compartió cada vez
más los sufrimientos de Cristo, comprendió cada vez mejor la verdad de las palabras: «Otro te ceñirá...». Y precisamente en esta
comunión con el Señor que sufre anunció el Evangelio infatigablemente y con renovada intensidad el misterio del amor hasta el fin.
Él nos ha interpretado el misterio pascual como misterio de la
divina misericordia. Escribe en su último libro: El límite impuesto al
mal «es en definitiva la divina misericordia» («Memoria e identidad»,
página 70). Y reflexionando sobre el atentado dice: «Cristo, sufriendo
por todos nosotros, ha conferido un nuevo sentido al sufrimiento; lo
ha introducido en una nueva dimensión, en un nuevo orden: el del
amor... Es el sufrimiento que quema y consume el mal con la llama
del amor y obtiene también del pecado un multiforme florecimiento
de bien» (página 199). Alentado por esta visión, el Papa ha sufrido y
amado en comunión con Cristo, y por eso, el mensaje de su sufrimiento y de su silencio ha sido tan elocuente y fecundo.
Divina Misericordia: El Santo Padre encontró el reflejo más
puro de la misericordia de Dios en la Madre de Dios. El, que había
perdido a su madre cuando era muy joven, amó todavía más a la
Madre de Dios. Escuchó las palabras del Señor crucificado como si
estuvieran dirigidas a él personalmente: «¡Aquí tienes a tu
madre!». E hizo como el discípulo predilecto: la acogió en lo íntimo
de su ser («eis ta idia»: Juan 19,27) — Totus tuus. Y de la madre
aprendió a conformarse con Cristo.
Ninguno de nosotros podrá olvidar que en el último domingo de Pascua de su vida, el Santo Padre, marcado por el sufrimiento, se asomó una vez más a la ventana del Palacio Apostólico
Vaticano e impartió la bendición «Urbi et Orbi» por última vez.
Podemos estar seguros de que nuestro amado Papa está ahora en
la ventana de la casa del Padre, nos ve y nos bendice. Sí, bendíganos, Santo Padre. Confiamos tu querida alma a la Madre de Dios,
tu Madre, que te ha guiado cada día y te guiará ahora a la gloria
eterna de su Hijo, Jesucristo Señor nuestro. Amén.
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Texto del «Rogito», acta en pergamino sobre la vida del
Papa introducido en su ataúd, leído por el arzobispo
Piero Marini, maestro de las Celebraciones Pontificias
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En la luz de Cristo resucitado de los muertos, el 2 de abril
del año del Señor 2005, a las 21,37 horas, mientras concluía el
sábado, y ya habíamos entrado en el día del Señor, Octava de Pascua y Domingo de la Divina Misericordia, el querido pastor de la
Iglesia, Juan Pablo II, pasó de este mundo al Padre. Toda la Iglesia acompañó en oración su tránsito, especialmente los jóvenes.
Juan Pablo II fue el papa número 264. Su memoria se queda
en el corazón de la Iglesia y de toda la humanidad.
Karol Wojtyla, elegido Papa el 16 de octubre de 1978, nació
en Wadowice, ciudad a 50 kilómetros de Cracovia, el 18 de mayo de
1920 y fue bautizado dos días más tarde en la Iglesia parroquial
por el sacerdote Francesco Zak.
A los 9 años recibió la primera Comunión y a los 18 el sacramento de la Confirmación. Al interrumpir los estudios a causa del
cierre de la Universidad por parte de las fuerzas de ocupación
nazis, trabajó en una cantera y, después, en la fábrica química Solvay.
A partir de 1942, sintiéndose llamado al sacerdocio, estudió
en el seminario clandestino de Cracovia. El 1 de noviembre de
1946 recibió la ordenación sacerdotal de manos del cardenal Adam
Sapieha. Después fue enviado a Roma, donde se licenció y doctoró
en teología, con una tesis que llevaba por título «Doctrina de fide
apud Sanctum Ioannem a Cruce».
Regresó después a Polonia, donde recibió algunas tareas
pastorales y enseñó las sagradas disciplinas. El 4 de julio de 1958,
el Papa Pío XII le nombró obispo auxiliar de Cracovia. Y Pablo VI,
en 1964, le destinó a esa misma sede como arzobispo. Como tal
intervino en el Concilio Vaticano II. Pablo VI le creó cardenal el 26
de junio de 1967.
En el cónclave fue elegido Papa por los cardenales, el 16 de
octubre de 1978, y tomó el nombre de Juan Pablo II. El 22 de
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octubre, día del Señor, comenzaba solemnemente su ministerio
petrino.
El pontificado de Juan Pablo II ha sido uno de los más largos de la Iglesia. En este período, bajo diferentes aspectos, se ha
asistido a muchos cambios. Entre los cuales, la caída de algunos
regímenes, a la que él mismo contribuyó. Con el objetivo de anunciar el Evangelio realizó muchos viajes a diferentes países.
Juan Pablo II ejerció el ministerio petrino con incansable
espíritu misionero, dedicando todas sus energías movido por la
«sollicitudo omnium ecclesiarum» y por la caridad abierta a toda la
humanidad. Más que todos sus predecesores se ha encontrado con
el Pueblo de Dios y con los responsables de las naciones, en las celebraciones, en las audiencias generales y en las visitas pastorales.
Su amor por los jóvenes le llevó a comenzar las Jornadas
Mundiales de la Juventud, convocando a millones de jóvenes de
varias partes del mundo.
Ha promovido con éxito el diálogo con los judíos y con los
representantes de las demás religiones, convocándoles en ocasiones en encuentros de oración por la paz, especialmente en Asís.
Ha ampliado notablemente el Colegio de los cardenales, creando 231 (además de uno «in pectore»). Ha convocado quince
asambleas del Sínodo de los Obispos, siete generales ordinarias y
ocho especiales. Ha erigido numerosas diócesis y circunscripciones, en particular en el Este de Europa.
Ha reformado los Códigos de Derecho Canónico Occidental
y Oriental, ha creado nuevas instituciones y reordenado la Curia
Romana.
Como «sacerdos magnus» ha ejercido el ministerio litúrgico
en la diócesis de Roma y en todo el orbe, en plena fidelidad al Concilio Vaticano II. Ha promovido de manera ejemplar la vida y la
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espiritualidad litúrgica y la oración contemplativa, especialmente
la adoración eucarística y la oración del santo Rosario (Cf. carta
apostólica «Rosarium Virginis Mariae»).
Bajo su guía, la Iglesia se ha acercado al tercer milenio y ha
celebrado el Gran Jubileo del año 2000, según las líneas indicadas
con la carta apostólica «Tertio millennio adveniente». Ésta se ha
asomado después a la nueva época, recibiendo sus indicaciones en
la carta apostólica «Novo millennio ineunte», en la que se mostraba a los fieles el camino del tiempo futuro.
Con el Año de la Redención, el Año Marino y el Año de la
Eucaristía, ha promovido la renovación espiritual de la Iglesia. Ha
dado un impulso extraordinario a las canonizaciones y beatificaciones para mostrar innumerables ejemplos de santidad de hoy,
que sirvieran de aliento a los hombres de nuestro tiempo. Ha proclamado doctora de la Iglesia a santa Teresa del Niño Jesús.
El magisterio doctrinal de Juan Pablo II es muy rico. Custodio del depósito de la fe, se entregó con sabiduría y valentía para
promover la doctrina católica, la teología moral y espiritual, y a
enfrentarse durante todo su pontificado a las tendencias contrarias a la genuina tradición de la Iglesia.
Entre los documentos principales, se encuentran 14 encíclicas, 15 exhortaciones apostólicas, 11 constituciones apostólicas, 45
cartas apostólicas, además de las catequesis propuestas en las
audiencias generales y de las alocuciones pronunciadas en todas
las partes del mundo. Con su enseñanza, Juan Pablo II ha confirmado e iluminado al Pueblo de Dios sobre la doctrina teológica
(sobre todo en las primeras tres grandes encíclicas («Redemptor
hominis», «Dives in misericordia», «Dominum et vivificantem),
antropológica y social (encíclicas «Laborem exercens», «Sollicitudo
rei socialis», «Centesimus annus»), moral (encíclicas «Veritatis
splendor», «Evangelium vitae»), ecuménica (encíclica «Ut unum
sint»), misiológica (encíclica «Redemptoris missio»), mariológica
(encíclica «Redemptoris Mater»).
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Ha promulgado el Catecismo de la Iglesia Católica a la luz
de la Tradición, autorizadamente interpretada por el Concilio Vaticano II. Ha publicado también algunos volúmenes como doctor privado.
Su magisterio ha culminado en la encíclica «Ecclesia de
Eucharistia» y en la carta apostólica «Mane nobiscum Domine»,
durante el Año de la Eucaristía.
Juan Pablo II ha dejado a todos un testimonio admirable de
piedad, de vida santa y de paternidad espiritual.
…………...
(Firmas de los testigos de las celebraciones de inhumación…)
……………
CORPUS IOANNIS PAULI II P.M.
VIXIT ANNOS LXXXIV, MENSES X DIES XV
ECCLESIAE UNIVERSAE PRAEFUIT
ANNOS XXVI MENSES V DIES XVII
Semper in Christo vivas, Pater Sancte!
OBITUS, DEPOSITIO ET TUMULATIO
IOANNIS PAULI II SANCTAE MEMORIAE
In lumine Christi a mortuis Resurgentis, die II mensis Aprilis anno Domini MMV, hora vicesima prima, triginta septem
momentis elapsis, vesperi, cum dies sabbati ad finem vergeret
atque ingressi essemus diem Domini, Octavam scilicet Paschalem
necnon Dominicam Divinae Misericordiae, Ecclesiae dilectus Pastor, Ioannes Paulus II de hoc mundo ad Patrem demigravit. Eius
transitum tota orans Ecclesia est comitata, Iuvenes potissimum.
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Ioannes Paulus II ducentesimus sexagesimus quartus fuit Pontifex. Eius memoria in totius Ecclesiae omniumque hominum cordibus manet.
Carolus Wojtyla, qui die XVI Octobris anno MCMLXXVIII
Summus Pontifex electus est, Wadowice, in urbe scilicet quae
quinquaginta kiliometra abest a Cracovia, die XVIII mensis Maii
anno MCMXX natus est atque duobus post diebus in paroeciali
Templo a presbytero Francisco Zak baptizatus est. Novem annos
natus Primam Communionem recepit atque duodevicesimum
agens annum confirmatus est.
Quibus incumbebat, studiis intermissis, quia nationalis
socialismi obsidentes potestates studiorum universitatem clauserant, in lapidicinis ab anno MCMXL ad annum MCMXLIV, et postea in fabrica chemica Solvay opus fecit.
Ab anno MCMXLII, cum se ad sacerdotium vocari sentiret,
seminarium clandestinum adiit Cracoviense. Die I mensis Novembris anno MCMXLVI per Cardinalis Adami Sapieha manuum
impositionem sacerdotalem ordinationem Cracoviae recepit.
Romam posthac missus est, ubi primum licentiam, exinde doctoratum in sacra theologia est consecutus, thesim scribens, cuius
titulus Doctrina de fide apud Sanctum Ioannem a Cruce.
Poloniam postea repetiit, ubi quaedam sustinuit officia pastoralia
et quasdam disciplinas sacras docuit. Die IV mensis Iulii anno
MCMLVIII a Pio XII Episcopus Auxiliaris Cracoviensis constitutus est atque eidem Sedi a Paulo VI Archiepiscopus anno
MCMLXIV est destinatus. Ut Archiepiscopus Cracoviensis Concilio Oecumenico Vaticano II interfuit. Paulus VI die XXVI mensis
Iunii anno MCMLXVII in Patrum Cardinalium Collegium eum
rettulit.
In Conclavi die XVI mensis Octobris anno MCMLXXVIII
Summus Pontifex a Patribus Cardinalibus electus est atque ipse
sibi nomen imposuit Ioannem Paulum II. Subsequenti die XXII,
Dominico die, sollemniter suum Petrinum ministerium incohavit.
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Pontificatus Ioannis Pauli II unus ex longissimis in Ecclesiae historia exstitit. Hoc temporis spatio multa sunt commutata variis in
provinciis. In his communistarum quarundam nationum regiminum dissolutiones annumerantur, ad quam rem multum contulit
ipse Summus Pontifex. Evangelii nuntiandi causa innumera quoque itinera varias in nationes suscepit.
Ministerium Petrinum strenuo suo missionali animo gessit,
omnes impendens suas vires, cum sollicitudo omnium Ecclesiarum
itemque in cunctos homines caritas eum tenerent. Magis quam
antea unquam Dei Populum ac Nationum Potestates, in Celebrationibus, in generalibus peculiaribusque Audientiis atque pastoralibus Visitationibus ipse convenit.
In iuvenes dilectio eum compulit ut Dies Mundiales Iuventutis ediceret, innumeris undique gentium convocatis iuvenibus.
Dialogum cum Hebraeis multisque ceterarum religionum sectatoribus promovit atque earum asseclas nonnumquam convocavit
causa pro pace precandi, Asisii potissimum.
Cardinalium Collegium valde auxit, cum eligerentur ab eo
ducenti triginta et unus cardinales (et unus in pectore). Quindecim
Congressiones Synodorum Episcoporum, scilicet septem generales
ordinarias et octo speciales convocavit. Complures Dioeceses ecclesiasticasque Circumscriptiones, praesertim in Europa orientali, constituit. Codicem Iuris Canonici et Codicem Canonum Ecclesiarum
Orientalium reformavit Romanamque Curiam denuo composuit.
Sicut “sacerdos magnus” in Romana Dioecesi totoque terrarum orbe sacrae liturgiae ministerium exercuit, erga Concilium
Vaticanum II plena servata fidelitate. Peculiarem in modum vitam
spiritalitatemque liturgicam necnon comtemplativam orationem,
eucharisticam potissimum adorationem sanctique Rosarii precationem promovit (cfr Ep. ap. Rosarium Virginis Mariae).
Summi Pontificis ductu Ecclesia tertio millennio se appropinquavit ac Magnum Iubilaeum anni bismillesimi celebravit,
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secundum normas ab ipso latas Litterarum apostolicarum Tertio
millennio adveniente. Exinde novum aevum eadem est ingressa
consilia propositaque recipiens in Litteris apostolicis Novo millennio ineunte significata, quibus futuri temporis iter fidelibus ille
demonstrabat.
Per Redemptionis Annum, Marialem Annum et Eucharistiae Annum effecit ut Ecclesia spiritaliter renovaretur. Multum
dedit operae beatificationibus et canonizationibus, ut innumera
sanctitatis exempla hodiernae aetatis ostenderet, quae incitamento essent qui nunc sunt hominibus. Teresiam a Iesu Infante Ecclesiae Doctorem declaravit.
Doctrinae magisterium luculenter Ioannes Paulus II exercuit. Fidei depositi custos, prudenter animoseque ad catholicam
doctrinam, theologicam, moralem spiritalemque provehendam
operam navavit et ad arcenda quae verae Ecclesiae traditioni sunt
adversa toto Pontificatus tempore sollicite incubuit.
Inter praecipua documenta quattuordecim Litterae encyclicae, quindecim Adhortationes apostolicae, undecim Constitutiones
apostolicae, quadraginta quinque Litterae apostolicae, praeter
catecheses in generalibus Audientiis ac adlocutiones ubique terrarum habitas, annumerantur. Suam per docendi operam Ioannes
Paulus II Dei Populum confirmavit eique theologicam doctrinam
(tribus potissimum praecipuis Litteris encyclicis, scilicet Redemptor hominis, Dives in misericordia, Dominum et vivificantem),
anthropologicam socialemque (Litteris encyclicis Laborem exercens, Sollicitudo rei socialis, Centesimus annus), moralem (Litteris encyclicis Veritatis splendor, Evangelium vitae), oecumenicam
( Litteris encyclicis Ut unum sint), missiologicam (Litteris encyclicis Redemptoris missio), mariologicam (Litteris encyclicis
Redemptoris Mater) tradidit.
Catechismus Ecclesiae Catholicae, sub Revelationis lumine,
quam Concilium Vaticanum II insigniter collustravit, ab eo est
promulgatus. Quaedam etiam volumina uti privatus Doctor edidit.
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Eius magisterium in Litteris encyclicis Ecclesia de Eucharistia et
Litteris apostolicis Mane nobiscum Domine, Eucharistiae Anno,
attigit fastigium.
Mirabiles pietatis, sanctitatis vitae universalisque paternitatis cunctis hominibus testificationes reliquit Ioannes Paulus II.
…….
Celebrationum tumulationisque testes
CORPUS IOANNIS PAULI II P.M.
VIXIT ANNOS LXXXIV MENSES X DIES XV
ECCLESIAE UNIVERSAE PRAEFUIT
ANNOS XXVI MENSES V DIES XVII
Semper in Christo vivas, Pater Sancte!
II
IGLESIA
DIOCESANA
II.1
DOCUMENTACIÓN
EPISCOPAL
Asidonia-Jerez
II.
1.
1.
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CARTA PASTORAL sobre la
catástrofe en Asia
(3 de enero de 2005)
AGUAS DE MUERTE
En la Fenomenología de los pueblos antiguos, el agua es un
poder que da la vida, pero su escasez ocasiona la desgracia y ruina
de las tierras y los seres vivos. Existen también las “aguas de
muerte”, representadas por los maremotos y los desbordamientos
de los ríos, que arrasan toda señal de vida y que simbolizan el
poder devastador de los imperios, que anegan y destruyen las
poblaciones más débiles.
Una vez más, la catástrofe de la naturaleza se ha cebado con
estos pueblos pobres del sureste asiático. “Nunca tendremos la cifra
definitiva, porque hay muchos pescadores y campesinos sin nombre,
que simplemente se han ido y no podemos saber cuántos eran, aunque ya suman más de 130.000 los muertos que ha ocasionado el “tsunami”, dice el responsable de Asuntos Humanitarios de la ONU.
Un misionero de la zona hace la siguiente valoración: “Una
catástrofe sin precedentes y que, como siempre, afecta a los más
empobrecidos”.
A las cifras de fallecidos hay que añadir los más de 5 millones de personas que se encuentran en urgente necesidad de primeros auxilios: agua potable, vivienda, asistencia sanitaria, etc., y
la amenaza consiguiente de epidemias y enfermedades. En este
sentido, Cáritas Española nos recuerda que, tras la primera fase
de emergencia, es necesario hacer frente a la reconstrucción de las
zonas afectadas con el fin de que el número de víctimas mortales
de los primeros momentos no se vea incrementado por las que
generen el hambre y las enfermedades.
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Asidonia-Jerez
La ONU solicita 1.600 millones de dólares para la reconstrucción. Cáritas Española ya envió 300.000 € y tiene abierta una
campaña en coordinación con las Cáritas Diocesanas. Lo recaudado se entrega a las Cáritas de los países afectados, a través de
Cáritas Internacionalis.
Desde el primer momento, nuestras instituciones Cáritas y
Manos Unidas están trabajando:
*El gobierno indio ha pedido la colaboración de Cáritas India,
que ya se ha comprometido a atender la situación de 30.000 familias
en las regiones de Tamil Nadu, Andra Pradesh y las islas Nicobar.
*El director de Cáritas India, John L. Noronha, dice que
están atendiendo a 150.000 personas, a través de las parroquias y
colegios, que abrieron sus puertas a los damnificados, sin importar
credo ni condición.
*La diócesis de Kotar hace un elenco de las 4.800 viviendas
destruidas, y las 7.000 embarcaciones con sus redes y aparejos de
pesca, único medio de vida para la población.
Manos Unidas trabaja en el sureste asiático desde hace
más de cuarenta años. En Mutton, una de las zonas afectadas,
mantiene cuarenta proyectos de desarrollo. Las diócesis de
Madrás y Kottar, en el estado indio de Tamil Nadu, le ha dirigido
un mensaje urgente solicitando ayuda para atender a la población
afectada por los maremotos.
La solidaridad humana y la caridad cristiana pueden aliviar
la amargura de esta “agua de muerte”. Por eso, quiero hacer un
llamamiento a que no nos quedemos en simples lectores de estos
datos o espectadores de las imágenes televisivas de la tragedia.
Pido a los católicos y a todos los hombres de buena voluntad que
manifestemos nuestra comunión afectiva y efectiva con los que
sufren, colaborando con nuestros donativos en las cuentas que
tanto Cáritas como Manos Unidas tienen abiertas para este fin.
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B.O.O. núm. 17
Sería un gesto significativo ir educando a los niños en la
solidaridad y generosidad con los más desfavorecidos. Tal vez el
mejor regalo para ellos sería decirles que ese juguete que, con
tanta ilusión esperaban, los Reyes Magos se lo llevaron este año a
los niños que perdieron a sus padres en aquellos lejanos países de
Asia.
En la festividad de la Epifanía se rece de manera especial
en nuestras parroquias e iglesias de la diócesis por los muertos y
desaparecidos, por los heridos, por cuantos sufren la pérdida de
seres queridos y todos los afectados, y, en la medida de lo posible,
se recauden fondos especiales encaminados a ayudar a estos hermanos nuestros que han sufrido tan enorme tragedia.
Permitidme, finalmente, hacer mío el llamamiento de
Damián Fernando, director de Cáritas de Sri Lanka: “Que cuando
las imágenes más dramáticas desaparezcan de las televisiones, el
mundo no se olvide de que continúa el sufrimiento de quienes conservan la vida, pero han perdido vivienda, medio de vida, familia.
Rogamos a todos aquellos que puedan hacerlo que nos ayuden, son
muchos los países afectados, son muchas las víctimas, pero estamos
comprobando que también es mucha la generosidad de las personas”.
De oriente vinieron los Magos, que occidente inunde de solidaridad a ese castigado oriente. ¡Sed generosos, que a Dios nadie
le gana en generosidad!
Jerez de la Frontera a 3 de enero de 2005
+Juan del Río Martín
Obispo de Asidonia-Jerez
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II.
1.
2.
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Asidonia-Jerez
CARTA PASTORAL sobre el “Día del
Seminario”
(13 de marzo de 2005)
Pero ¿tenemos Seminario?
Aunque ésta pueda parecer una pregunta retórica, no son
pocas las veces en las que he tenido que enfrentarme a ella y responderla, no sólo en boca de personas más o menos alejadas de la
Iglesia, sino incluso formulada por cristianos de los que llamamos
“comprometidos” en la vida eclesial.
En parte, esto tiene una explicación: es cierto que somos una
Iglesia muy joven y aún más lo es nuestro Seminario Diocesano
“San Juan de Ávila”, cito en la calle Taxdirt, 32 de nuestra ciudad
de Jerez, fundado hace ahora apenas veinte años y que como todas
las cosas de la vida necesitan su tiempo para consolidarse y ser
asumido como algo propio por todos.
Pero quizá este año en el que estamos conmemorando y
agradeciendo a Dios los primeros veinticinco años de nuestra Iglesia local de Asidonia-Jerez, sea momento propicio para responder
o recordar que sí, que tenemos un Seminario. Un Seminario nuevo
aún, pero del que han surgido varias decenas de jóvenes sacerdotes que, ordenados en los últimos años, se han incorporado ya a
nuestro presbiterio diocesano. Ellos aportan su ilusión y la entrega generosa de sus vidas en el anuncio alegre de la salvación que
trae Jesucristo a los hombres, mujeres, jóvenes, ancianos y niños
de nuestra Iglesia.
Hoy por hoy es bendecida nuestra Diócesis con quince seminaristas mayores y con una intensa Pastoral Vocacional que atiende diversas realidades de maduración en la fe y en el seguimiento
a Cristo Sacerdote. Los actuales seminaristas son un signo lumi-
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noso de que Dios sigue llamando y en su alegría e ilusión hallamos
la prueba de que solamente Él puede llenar de verdad la vida de
cada ser humano, también la del joven. No obstante y junto a ello,
no podemos olvidar que, dada la escasez y la altísima edad media
de nuestro clero, siguen siendo pocos obreros para una mies tan
abundante, para tanto como le queda por hacer a esta Iglesia en
nuestro pueblo.
Por eso, mi llamamiento en el día de hoy quiere exhortar en
primer lugar a las familias cristianas, para que sean capaces de
descubrir que la vocación consagrada de alguno de sus hijos es el
mayor regalo con el que Dios puede bendecirlas. Junto a ellas, me
dirijo también a las parroquias y a los colegios y muy particularmente a las comunidades y movimientos que, como una verdadera
primavera del Espíritu, no dejan de florecer en nuestra Iglesia
local.¡Sin sacerdote no hay comunidad, no hay sacramentos, no
hay promoción del laicado! No se debería olvidar que toda realidad
eclesial se congrega en torno al pastor.
Dios no está en silencio, son los hombres los que nos resistimos a escuchar la voz del Maestro que nos dice como a los primeros discípulos:“ven y sígueme, os haré pescadores de hombres”.Por
eso mismo, esta convocatoria es a todos, especialmente a los jóvenes, muchos de los cuales no están lejos de nuestras parroquias, de
nuestros grupos y, muy en especial, de nuestras hermandades. El
otro día veía como ensayaba una de ellas con la parihuela, una
estampa tan familiar y repetida ahora en nuestras calles. Descubriendo la gran cantidad de jóvenes que participaban o que simplemente miraban, me hacía esta pregunta: si sólo uno de cada
diez o incluso de cada veinte, supiera escuchar la voz del Señor y
entregara su vida con la alegría y la generosidad de la juventud de
todos los tiempos, ya no habría ningún problema para atender
espiritualmente nuestras numerosas cofradías, ni nuestros pueblos, ni nuestras parroquias, comunidades religiosas, etc.
Por ello os invito de corazón a todos, a jóvenes y mayores, a
parroquias y asociaciones, a que poniendo los ojos del alma en
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aquella que es la primera discípula de Jesús, seamos tan generosos y entregados como lo fue la Virgen María. Que en este Año
Jubilar Diocesano el Señor suscite abundantes vocaciones al sacerdocio. Que el Seminario, corazón de la diócesis, sea conocido,
amado y sustentado por todos. Cuento con vuestra ayuda espiritual y material para que esta institución tan vital para el futuro
de nuestra diócesis forme buenos y santos sacerdotes que con fuerza e ilusión anuncien a Jesucristo como la suprema respuesta a
todos los interrogantes del ser humano en esta cultura que nos ha
tocado vivir. ¡Ser sacerdote es una apasionante aventura por cambiar el mundo desde Evangelio! ¡Vale la pena tener un Seminario,
ello no sólo es un bien eclesial, sino un semillero de humanidad
para la sociedad!
+ Juan del Río Martín
Obispo de Asidonia-Jerez
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II.
1.
3.
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ARTÍCULO publicado el Jueves Santo
HAGAMOS UN POCO DE HISTORIA
El historiador inglés Dawson afirma que, entre todas las
religiones, sólo los cristianos pueden entender el verdadero sentido de la historia, ya que términos o conceptos como “tiempo”, “historia”, “pasado”, “futuro” pertenecen a la historia de la Iglesia y
son consustanciales a la vivencia del pueblo cristiano.
El tiempo bíblico nada tiene que ver con el “eterno retorno”
del mundo clásico, reformulado por Nietzsche, y convertido en
mentalidad popular con el conocido “fin de la historia” del pensamiento actual postmoderno. Como tampoco con la concepción helicoidal del tiempo, proveniente del hinduismo y del budismo, y por
supuesto nada con la forma simbólica del tiempo de las religiones
primitivas. El cristianismo percibe el tiempo de manera vectorial:
parte de un punto (creación) y camina en una dirección (escatología). Pero la actitud cristiana ante el tiempo es también diferente
a la judía, ya que para ésta el acontecimiento fundamental de la
historia pertenece al futuro y para el cristiano pertenece al pasado, porque Dios ha cumplido su palabra y el Mesías ha venido ya.
Esta venida tiene una estructura temporal compuesta de tres
momentos: venida redentora, venida mística en la Iglesia y venida
escatológica.
Lo original del cristianismo.
La aceptación de la oferta cristiana pasa por la admisión de
dos principios básicos: primero, el asentimiento de que “Dios existe” y que configura la vida del creyente. En segundo lugar, hay que
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afirmar que además “ese Dios ha entrado en la historia” , lo que
por tanto equivale a admitir que “aquél que hizo el tiempo mismo,
se sometió al rigor del tiempo”, haciendo de la eternidad el fundamento del tiempo y cuya realidad es que el Dios eterno coexiste con
cada instante del tiempo humano. Es por ello, que el pensador
Julián Marías en su obra La perspectiva cristiana, dirá que “la
Encarnación significa la humanización real de Dios; no es que Dios
adquiera “apariencia” humana, se haga visible con ella, sino que
adopta esa deificación del hombre, la elevación de la humanidad a
su vinculación real con la Divinidad... es este hecho decisivo de la
historia, que la divide en un antes y un después, que va a representar la plenitud de la revelación”
Por lo tanto, el cristianismo se presenta como la religión de
la encarnación redentora por el sacrificio de Cristo en la cruz,
que comprende la victoria de la vida sobre el mal, sobre el pecado y sobre la misma muerte. Así, hubo hace dos mil años una
Semana que cambió el rumbo de la historia. Aquellos hechos fueron la expresión última y definitiva del amor de Dios a la humanidad: “Tanto amó Dios al mundo que nos entregó a su propio
Hijo” (1Jn 4,9).
Semana Santa: conflicto cultural y conflicto religioso.
Sucedió en la confluencia de un triple conflicto -cultural,
político y religioso- en una persona concreta: Jesús de Nazaret,
que “pasó haciendo el bien” y fue condenado al mayor suplicio de
aquel entonces: la muerte de cruz. El conflicto religioso se da porque las autoridades religiosas lo consideran un blasfemo ya que se
hace “igual a Dios” y “dice destruir el templo y edificarlo en tres
días” (Mc 14,58-65). Además es un conflicto político, porque se
autoafirma rey -”precisamente para eso nací y para eso vine al
mundo”(Jn 18,37); “si no lo condenas, no eres amigo del César”
(Jn 19,12), le dicen los judíos a Pilatos-. Pero también es un conflicto cultural porque da un sentido nuevo a la Ley “se dijo desde
antiguo...” (Mt 5,21ss.), cambia la ley del talión por el amor a los
enemigos (Mt 5,43).
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Pero la muchedumbre que había escuchado sus enseñanzas
y había visto tantos signos y milagros actuará contradictoriamente, como siempre: en el pórtico de esa Semana decisiva lo aclamará en Jerusalén con referencias al Mesías-Rey: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!” (Mc 11,9). Luego días más
tarde, a instancia de los poderosos, pedirá vociferando: “¡Crucifícalo, crucifícalo!” (Jn 19,6). En cuanto al círculo de los íntimos, no
fue menos que la muchedumbre; así sus discípulos y seguidores “lo
abandonarán” y el principal de ellos “lo negará” (Jn 18,25-27). Sólo
algunas mujeres y su Madre, el joven discípulo Juan, algunos
seguidores clandestinos como José de Arimatea y Nicodemo, estarán a los pies de la cruz o darán la cara por él ante las autoridades para retirar el cadáver (Jn 19,25-27.38-42). ¡Pero no todo
quedó aquí!
Resulta que, de pronto, cuando todo parecía que había terminado: el crucificado es confesado y reconocido como el Kyrios.
¿Qué ha sucedido? Sencillamente que no podemos buscar “entre
los muertos al que vive” (Lc 24,5). Pero, otros - los judíos- dirán que
sus discípulos “han robado el cuerpo” (Mt 28,11-15). Al final, lo que
es palpable es que allí lo único que hay es “una tumba vacía” (Mc
16,1-8). Con ello, la historia de Jesucristo no terminó, sino que perdura en la vida de su Iglesia. La multitud de aquella primera
Semana Santa se multiplica hoy y pasa de los mil millones de
hombres y mujeres que confiesan que aquella “Persona, Acontecimiento e Historia” cambió el curso de la humanidad porque llenó
de sentido la vida peregrina del hombre y lo liberó con su resurrección de las ataduras del tiempo. Por eso dice Juan Pablo II:
“Todo lo que ha de suceder hasta el fin del mundo no será sino una
expansión y explicitación de lo que sucedió el día en que el cuerpo
martirizado del Crucificado resucitó por la fuerza del Espíritu y se
convirtió a la vez en la fuente del mismo Espíritu para la humanidad”.
+ Juan del Río Martín
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ARTÍCULO publicado el Viernes Santo
LOS POBRES DE TIERRA SANTA
Cada Viernes Santo, al poner nuestro beso a los pies del crucificado, necesariamente el corazón de cada cristiano tiene que
volar hacia los lugares donde se dieron los acontecimientos de la
pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret, que “pasó
haciendo el bien y curando a los oprimidos” (Hech 10,38). Hoy,
después de tantos siglos “en el país de los judíos y en Jerusalén”,
continúa habiendo pobres y necesitados como son las comunidades
cristianas, herederas de los testigos privilegiados de aquellos
hechos que han marcado la historia de la humanidad.
Los pocos cristianos palestinos que quedan en el país de
Jesús son una minoría olvidada que se encuentra bajo la presión
israelí y en medio de una mayoría musulmana. Sus carencias son
en todos los sentidos y la única salida que muchas veces les queda
es la emigración a los países occidentales. Si no les ayudamos a
estos hermanos nuestros, sucederá algo trágico y paradójico: que
en las tierras que oyeron y vieron predicar y hacer milagros al Salvador del mundo y que fueron el escenario de la primera evangelización de los apóstoles, precisamente allí no habrá fieles cristianos.
Es encomiable la labor que desde hace siglos realizan los
franciscanos y otras instituciones de la Iglesia Católica y que evidencia el compromiso de los cristianos en la conservación de esta
importante memoria histórica. La Santa Sede ha demostrado
siempre una solicitud digna del mayor encomio en lo que se refiere al sostenimiento moral y económico de los cristianos de Palestina. Pero, ¿Cómo hacer evidente hoy nuestra preocupación por los
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Santos Lugares? En primer lugar, orando por la difícil situación
que atraviesan aquellas comunidades cristianas. Pidiendo a Dios
por la paz en Medio Oriente, de la que parece que empezamos a ver
despuntar algunos pequeños signos. Otra ayuda importante es que
los cristianos de otras naciones recuperemos el sentido espiritual
de volver a peregrinar a Tierra Santa y palpemos aquella realidad
tan cargada de significación para nosotros. Las peregrinaciones
son beneficiosas para todos y son una forma de ayudar a nuestros
hermanos que, a duras penas, están sosteniendo la presencia cristiana en aquella tierra tan castigada por los enfrentamientos históricos. Es mi deseo que nuestra Iglesia de Asidonia-Jerez, en la
celebración del XXV aniversario de su creación, tenga una peregrinación diocesana a la tierra del Señor Jesús. Por último, no olvidemos que estamos en el Año de la Eucaristía y, si verdaderamente estamos agradecidos a Cristo por la institución del “pan de la
vida eterna”, ayudemos con nuestra limosna para que nunca les
falte el “pan de cada día” a los cristianos de allí, y para ello contribuyamos con generosidad en la Colecta que el Viernes Santo se
realizará en todas las parroquias y templos de nuestra diócesis ¡El
futuro de los pobres de Tierra Santa depende también de ti!
+ Juan del Río Martín
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COMUNICACIÓN PASTORAL con
motivo del fallecimiento del Santo
Padre Juan Pablo II
(2 de abril de 2005)
Queridos Sacerdotes, Diáconos, Religiosos, Religiosas, y
Fieles de la Diócesis de Asidonia-Jerez: Según se nos ha comunicado oficialmente a las 21,37 del día 2 de abril de 2005, sábado
anterior al domingo de la Divina Misericordia, ha fallecido en la
ciudad del Vaticano S.S. el Papa Juan Pablo II. Me siento, como
Obispo de esta Iglesia particular, en la necesidad y en el deber de
rendir homenaje al Santo Padre. Fue él quien erigió a esta Diócesis de Asidonia-Jerez el 3 de Marzo de 1980 mediante la Bula
Archiepiscopus Hispaliensis, por lo tanto nuestra Diócesis, cuando
está celebrando el año jubilar de su 25º aniversario, despide amorosamente al Pontífice “bueno y solicito” que la constituyó. El dolor
que nos embarga en estos momentos nos impide trazar una amplia
exposición sobre su personalidad y la obra apostólica realizada por
el Papa fallecido en estos tiempos difíciles para la Iglesia y para el
mundo entero. Sin embargo, no debemos silenciar la inmensa
entrega pastoral de S.S. y su plus de testimonio personal, que no
ha pasado inadvertido ni siquiera entre los no creyentes. Juan
Pablo II se hace acreedor de muchos títulos, por su extenso e iluminativo magisterio en relación con todas las esferas de la vida
humana, desde el ámbito estrictamente pastoral hasta el de la
moral, pasando por lo social y lo político. Este Papa ha hecho caer
muchos muros de intolerancias políticas y culturales; ha favorecido la paz entre las naciones y la defensa de los derechos humanos,
especialmente los de los más desfavorecidos; ha abatido con energía las barreras de la discriminación de la mujer y ha sido un paladín de la verdad del hombre y de la libertad religiosa.
El Papa Wojtyla ha alentado con su presencia en numerosos
países la fe de millares de cristianos, especialmente la de los más
jóvenes, a quienes con fuerza les ha anunciado el evangelio de la
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esperanza. Juan Pablo II ha sido un Papa totalmente entregado a
los planes de Dios como lo estuvo María –“Totus tuus”– a favor de
la salvación de todos los hombres. En estos momentos, en nuestra
Iglesia Diocesana para cumplir aquel deber cristiano de orar por los
fieles difuntos, venimos a dictar las siguientes disposiciones para
todas las Iglesias Públicas de nuestra Diócesis de Asidonia-Jerez:
1. En la S. I. Catedral de Jerez se celebrará Solemne Liturgia Eucarística en sufragio por el Papa difunto el viernes 8 de Abril
a las 20:00hs. Pedimos a todos los Sacerdotes que ese día acomoden el horario de sus misas para que puedan participar el máximo
número de Sacerdotes y Fieles en esta celebración. Invitamos con
estas letras a las dignísimas autoridades, a las instituciones civiles y culturales, al Clero diocesano y regular, y a todos los Fieles.
2. En todas las Parroquias y en las Iglesias de Religiosos y
Religiosas, así como en todas las Iglesias abiertas al culto, se celebrará una Eucaristía en sufragio por el Santo Padre en el día y
hora más conveniente para cada Comunidad, invitando a todos los
feligreses a su participación.
3. Tanto en la S. I. Catedral, como en todas las Iglesias de la
Diócesis, doblarán las campanas, según la costumbre de cada lugar.
4. Rogamos a nuestros queridos hermanos Sacerdotes que
ofrezcan al Señor el Santo Sacrificio de la Misa en sufragio por el
alma de S.S. el Papa Juan Pablo II en estos días de tristeza y esperanza cristiana. Que en estos momentos crezca en nosotros la
comunión de fe y obediencia a la Sede Apostólica y elevemos fervientes oraciones a Dios para que el Espíritu Santo cuide a su Iglesia y la libre de todo peligro.
Jerez de la Frontera, 2 de abril de 2005.
Con mi afecto y bendición
+ Juan del Río Martín
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TELEGRAMA DE CONDOLENCIA al
Nuncio de S.S S.E.R Mons. D. Manuel
Monteiro de Castro
En estos momentos de dolor para toda la Iglesia Universal,
como Obispo de esta Diócesis de Asidonia-Jerez deseo que transmita a la Sede Apostólica la estrecha comunión que Sacerdotes,
Diáconos, Religiosos, Religiosas y Fieles en general hemos vivido
durante todo el Pontificado del Papa que hace 25 años erigió a esta
porción del Pueblo de Dios como Diócesis.
Ahora que la voluntad divina lo ha querido llamar a participar del banquete celestial, nosotros ofrecemos el Santo Sacrificio
de la Misa por el eterno descanso de su Alma, y elevamos oraciones y súplicas para que el Espíritu Santo cuide a su Iglesia y la
libre de todo peligro.
+ Juan del Río Martín
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HOMILÍA en la Solemne Eucaristía
celebrada en la S.I. Catedral de la
diócesis (8 de abril de 2005)
Sr. Vicario General, Cabildo Catedral, sacerdotes, diáconos,
religiosos/as, seminaristas, Excmo. Ayuntamiento de la ciudad de
Jerez, Sra. Alcaldesa, Excmo. Almirante de la Base Naval de Rota,
dignísimas autoridades, representaciones de instituciones culturales y sociales, representaciones de la Curia Diocesana, Hermandades, Asociaciones, Comunidades y Movimientos católicos, jóvenes
scouts, fieles, hombres y mujeres de buena voluntad, hermanos y
hermanas en Cristo Resucitado.
1. “Te verán los reyes y se pondrán de pie; los príncipes y poderosos
de la tierra se postrarán ante ti; porque el Señor es fiel, porque te
ha elegido el Santo de Israel” (Is. 49, 7). Estas palabras del segundo poema del siervo de Yahvé las hemos visto cumplidas con creces
estos días en los funerales de nuestro amado Papa Juan Pablo II.
¡Sí!, desde el seno materno Dios lo eligió y lo preparó para ponerlo
al frente de su pueblo. La historia personal de salvación de Karol
Wojtyla comienza a tejerse en una realidad histórica de su patria
natal, Polonia, que siendo cruce de culturas conocerá los horrores
de las ideologías de muerte del nazismo y del comunismo. Allí tuvo
la suerte de nacer y ser educado en una familia cristiana que muy
pronto experimentó la realidad del sufrimiento, a los nueve años
pierde a su madre, a los doce pierde a su único hermano y a los
veintiuno pierde a su padre. Tendrá que ser seminarista clandestino, trabajador en la planta química de Solvay y, en medio de
tanta persecución a la fe cristiana y a la libertad de su pueblo, irá
descubriendo cómo sólo el amor es digno de fe, y como lo único por
lo que merece dar la vida, es Jesucristo, Salvador y Redentor del
hombre. Vendrán después los estudios en Roma, el conocimiento
de los místicos españoles, sobre todo San Juan de la Cruz, más
tarde sus clases en la universidad y sus nombramientos episcopa-
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les. Los acontecimientos, las personas y sobre todo la gracia divina hicieron de él un “apasionado por Cristo y por la verdad y la
libertad del hombre” a la luz de una existencia toda entregada en
las manos de Dios como lo hizo la Virgen. Su amor y devoción a
María, Madre de Dios, marcó su corazón de creyente. Por eso
mismo, consagró su ministerio petrino bajo el lema “Totus Tuus”
(Todo Tuyo) que lo ha hecho realidad hasta el momento de su
enfermedad y muerte. Su fuerte experiencia de Dios, su acendrada espiritualidad mariana y su celo apostólico será el trípode
donde se sustentará su vida.
2. Quiso la Divina Providencia regalar a su Iglesia un Sucesor de
Pedro venido de lejos. Después de cuatro siglos y medio en la logia
del Vaticano se anunciaba el gozo de la elección del Cardenal Wojtyla como Juan Pablo II. Desde el comienzo todos percibimos que algo
nuevo había entrado en la Iglesia Católica. Aquella primera exclamación “No tengáis miedo, ¡abrid las puertas a Cristo!” marcará el
tercer pontificado más largo de la historia de la cristiandad. Sí, la
Encarnación Redentora de Jesucristo Hijo de Dios vivo será el eje
de su pensamiento y de su actividad pastoral. Las diecisiete Cartas
Apostólicas, las catorce Encíclicas, las once Exhortaciones, sus
libros, y una multitud de discursos y homilías, sólo tienen un rostro: ¡Cristo salvador del hombre! Sin esta clave no se entenderá la
fuerza de su liderazgo, no sólo en el mundo católico sino también
fuera de él, siendo la persona más conocida y de más peso moral
que ha existido al final del siglo XX y principios del XXI.
3. Se nos ha ido un hombre de pensamiento y de acción, un místico y un apóstol, un santo y un testigo de la fe. De ahí que haya sido
un personaje que ha roto moldes, muy difícil de encasillar en los
tópicos y etiquetas de moda. Por eso, será un “signo de contradicción” para aquellos que en nombre de una determinada concepción
de la modernidad y el progreso quisieron una Iglesia más acorde
con la secularidad olvidando lo que dice Jesús a sus discípulos: vosotros estáis en el mundo, pero no sois del mundo (cf. Jn 17, 1ss).
Ha sido un Papa que no se ha encerrado en el Vaticano: entendió
su misión como un anuncio de Jesucristo en medio de las naciones.
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Esto le llevó a realizar 104 viajes que cubrieron 130 países, además de las visitas hechas a diversas ciudades italianas y a las distintas parroquias romanas.
4. Con él iba siempre un mensaje de liberación para el hombre, por
eso condenará el capitalismo salvaje, será paladín de los oprimidos, de los derechos humanos y de la libertad religiosa. Habló
siempre con verdad y libertad evangélica a los poderosos de la tierra, fuesen del color político que fuesen. Como hombre pacífico y
constructor de la paz verá que ésta es un don del cielo y no sólo
obra de los acuerdos, para ello convocará en Asís a los grandes líderes religiosos del mundo, quedando patente que no se puede utilizar la religión para enfrentarse entre los hermanos. En su defensa por la justicia social reclamará un papel más digno de la mujer
en las diversas esferas sociales y laborales, denunciará una globalización puramente económica que olvida la solidaridad entre los
pueblos.
5. Amonestó con dulzura a aquellos que se desviaban del camino
de la fe de la Iglesia. No regaló los oídos a los jóvenes, sino que, con
amor de padre, les predicaba las exigencias del Reino de Dios, por
ello le seguían hasta congregar miles y millones en los diversos
viajes, en las Jornadas Mundiales de la Juventud, y hasta en el
momento de sus funerales en Roma. Sus últimas palabras fueron
para ellos: “Salí a buscaros y ahora me dicen que sois vosotros los
que habéis venido, gracias”. De esta manera, los jóvenes estos días
en Roma han dado testimonio de que la Iglesia no languidece como
quieren hacernos ver los “profetas de calamidades”, sino que la
Iglesia Católica está viva, “su rostro es joven”, aunque “sus cabellos estén blanquecidos” por los sufrimientos, persecuciones y
luchas con los poderes de este mundo (cf. Pastor de Hermas, visión
3, nnº 11-13).
6. Hizo del perdón su bandera. Todos vimos cómo perdonaba al
agresor del atentado del 13 de mayo de 1981 en la plaza de San
Pedro. En el Gran Jubileo del año 2000 su humildad fue tal, que
no tuvo reparo en pedir perdón por los pecados históricos de los
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hijos de la Iglesia. También su pasión por la Unidad de los Cristianos y el Ecumenismo le llevará a predicar en una Iglesia protestante, hablar en una sinagoga y a pisar una mezquita.
7. Así pues, Juan Pablo II es magno por su fidelidad a Jesucristo,
magno por su entrega pastoral y su capacidad de soportar el sufrimiento, magno por su doctrina y por su alma profundamente lírica y religiosa, magno por la honda huella que ha dejado en todos
los países que ha visitado, magno por su pensamiento filosófico y
social, magno por su fidelidad y respeto al hombre y al derecho de
los pueblos, magno por su defensa valiente y profética de los obreros, de la mujer y de los más pobres entre los pobres, magno, en
fin, por su ardiente deseo de la paz y la justicia. El mundo le debe
mucho y con certeza el futuro nos revelará aún más de lo que nuestra limitada mirada hoy nos permite apreciar. Estamos seguros de
que Juan Pablo II pasará a la historia como “El Grande”, pero
sobre todo “Grande” por su santidad de vida que ya millones de
personas reclamamos su pronto reconocimiento por parte de la
Sede Apostólica. ¡Estamos seguros que su vida y obra darán
muchos frutos de santidad en la Iglesia del Tercer Milenio! He
aquí, el “gigante de Dios y de la humanidad”, he aquí el Padre, el
Pastor y el Maestro, el Servidor “bueno y solícito” del Evangelio
que ha entrado en la lista, no sólo de los grandes personajes de la
historia, sino sobre todo a formar parte de aquella muchedumbre
de elegidos que “lavaron sus túnicas en la sangre del Cordero” y
que son reflejo de la Bondad y de la Belleza Divina de Aquel que
es tres veces Santo: Jesucristo, Hijo de Dios vivo.
8. Esta es la vida y la santidad del Pontífice que creó nuestra diócesis de Asidonia- Jerez hace veinticinco años, que canonizó a
nuestro Patrón San Juan Grande, que siguió atentamente y amorosamente el pastoreo de su primer Obispo, el recordado D. Rafael
Bellido Caro, y que me llamó a mí al ministerio episcopal y a presidiros en caridad desde aquel 29 de Junio del año 2000. Hoy, aunque llenos de tristeza por su partida a la casa del Padre, damos
gracias a Dios por el regalo de Juan Pablo II que tan unido estará
a la historia de esta Iglesia particular.
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Muy bien puede decir con el Apóstol San Pablo: “He combatido el buen combate, he concluido mi carrera, he guardado la fe.
Sólo me queda recibir la corona de salvación, que aquel día me
dará el Señor juez justo, y no sólo a mí, sino también a todos los
que esperan con amor su venida gloriosa” (2Tim 4,7-8). Descanse
en paz, Juan Pablo II, el santo y el grande.
+ Juan del Río Martín
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APUNTES PARA LA VIDA.
Comentario semanal en COPE Jerez
2 de enero de 2005
Él es la Paz verdadera
Al iniciar el año civil, la Iglesia celebra a Santa María
Madre de Dios, y en ese día el Papa Pablo VI estableció la Jornada Mundial de la paz para que toda la comunidad eclesial elevara
a Dios oraciones por el don maravilloso de la paz. De esta manera,
la Virgen se nos presenta como la portadora del Príncipe de la paz:
“Porque Cristo es nuestra paz...paz a vosotros los que estáis lejos y
paz a los que están cerca”(Ef 2,14.17). Su presencia silenciosa y a
la vez clamorosa en nuestros corazones nos hace instrumentos de
su paz en el mundo.
Pero resulta que nos podemos preguntar: Si vino la paz hace
dos mil años, ¿por qué parece que la violencia es el motor de la historia? La paz que viene de Cristo no es algo que se imponga o que
anule la libertad de los hombres o de los pueblos. La paz o la guerra nos las jugamos en el uso que hagamos de la libertad personal
y colectiva. Es la fe en Jesucristo la que ilumina nuestros pasos por
el sendero de la paz. Es por ello por lo que para el cristiano la paz
no es fruto del mero consenso o de acuerdos, sino, ante todo, un
don que procede de Dios y que, como único artífice de la verdadera paz, tiene poder para cambiar los corazones endurecidos por las
ideologías de muerte que engendran violencia. De ahí que Juan
Pablo II, en el mensaje de este año, nos recuerde que: “ningún
hombre, ninguna mujer de buena voluntad puede eximirse del
esfuerzo en la lucha para vencer al mal con el bien. Es una lucha
que se combate eficazmente sólo con las armas del amor [...] y
donde reina el amor reina la paz [...]. Esto también es verdad en el
ámbito social y político [...]. Los cristianos han de ser testigos con-
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vencidos de esta verdad; han de saber mostrar con su vida que el
amor es la única fuerza capaz de llevar a la perfección personal y
social, el único dinamismo posible para hacer avanzar la historia
hacia el bien y paz” (Jornada Mundial de la paz, 1.1.2005).
Este vuelco del corazón humano, que consiste en no dejarse
vencer por el mal, sino, antes bien, vencer el mal con el bien, pasa
necesariamente por el perdón y la reconciliación que se manifiestan
en la vida diaria a través de pequeñas y grandes acciones que hacen
posibles una familia y una sociedad más humanas. Esto se hace cultivando actitudes positivas ante la vida. Así pues, procura obrar
siempre con rectitud de intención, lo cual se expresa en la coherencia en el ser, pensar y actuar; potencia la cultura del diálogo como la
mejor base para el entendimiento personal y social; no olvides que
nuestro tiempo ha de estar lleno de buenas y sencillas acciones y que
no vale la excusa de falta de tiempo o de que ya te ocupas de grandes trabajos, porque el que “es fiel en lo pequeño será fiel en lo
mucho”; no tengas una mentalidad de campanario sino un corazón
universal; descubre siempre la verdad, la bondad y belleza que hay
en la dignidad de cada ser humano y en cada acontecimiento.
9 de enero de 2005
Suplantar la Religión
En las recientes fiestas navideñas hemos asistido a diversos
intentos de desbancar los signos y elementos cristianos de la Navidad. Así, la Navidad es llamada por algunos “fiesta de invierno”, el
nacimiento se cambia por “paisajes nevados”, las figuras del portal
se reemplazan con motivos de “decoración invernal” o “signos musicales”, en las felicitaciones institucionales se evita términos cristianos y se acude a verdades éticas fundamentales como la justicia, la
solidaridad, la paz, la benevolencia y otras por el estilo. No faltó
tampoco algún anunciante atrevido para el que todo vale y que puso
caras de “famosillos” representando a los personajes del misterio.
Todos estos hechos y otros semejantes son una muestra de
cómo la ideología del laicismo intenta suplantar y bloquear la reli-
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gión, pero sobre todo se trata de echar fuera del marco social y cultural a lo católico. En este sentido, no nos deberíamos llamar a engaño, la aconfesionalidad del Estado, como la secularización de la vida
pública, no puede justificar este arrinconamiento de lo religioso sin
poner en peligro la libertad religiosa. Hay que tener claro que el laicismo ya no es aquel elemento de neutralidad que abre espacios de
libertad a todos, porque se ha convertido en una ideología que se
impone a través de la política y de algunos potentes Medios de Comunicación Social, no concediendo espacio público a la visión católica y
cristiana, que corre el riesgo de convertirse en algo puramente privado y, en el fondo, mutilado. Según el laicismo ideológico, la religión
es una particularidad tan personal y una propiedad tan privada que,
por necesidad, debemos ignorarla en nuestras relaciones con las
demás personas, de manera que es tan impertinente meterse en la
religión de una persona como meterse en cuestiones de dinero o familiares. Sin embargo, la laicidad justa es aquella que respeta la libertad religiosa en todas sus dimensiones. El Estado no impone una religión, sino que deja espacio libre a las religiones con una responsabilidad hacia la sociedad civil y, por lo tanto, permite a estas religiones
que sean factores en la construcción de la vida social.
Podemos decir que, en esta sociedad, el gran marginado es
Dios, de tal manera que hablar de Él parece como algo indecente o
un ataque a la libertad de quien no cree. El mundo político, económico, o cultural está muy al margen de toda trascendencia. Dios no
tiene nada que ver con los quehaceres de los hombres, pero la historia nos enseña que, cuando una sociedad se edifica en la negación sistemática de Dios, se autodestruye; lo hemos visto en los
grandes regímenes totalitarios del siglo pasado. A lo mejor está
sucediendo que estamos asistiendo a la autodestrucción de la
misma Europa.
16 de enero de 2005
Peregrinar a Roma
El nuevo año se presenta con el acontecimiento importante
de la visita de los obispos españoles “ad limina apostolorum”. Con
Asidonia-Jerez
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tal ocasión os invito a peregrinar a Roma del 26 de febrero al 5 de
marzo. ¿Qué es y en qué consiste esta visita? Se trata de la visita
que periódicamente, cada cinco años, hace el obispo al Romano
Pontífice en la cual le presenta una relación sobre la situación de
la diócesis, a la vez que ha de venerar los sepulcros de los Santos
Apóstoles Pedro y Pablo (cf. CIC, cc 399-400). El objetivo es hacer
visible la unión de los sucesores de los Apóstoles, es decir de los
obispos, con el Papa, el sucesor de Pedro, y de las Iglesias locales,
las diócesis, con la Iglesia Primada de Roma. Es por tanto una ocasión privilegiada para hacer patente la colegialidad episcopal y la
calidad fraterna entre los obispos y el Papa. Además de estos
encuentros centrales, los obispos visitan también los diversos
dicasterios romanos, donde tratan de los distintos problemas que
afectan a sus diócesis.
Aunque no consta históricamente la fecha precisa en que
comenzó a ser obligatoria la visita “ad limina”, sin embargo ya
desde el siglo IV era muy común entre los cristianos el peregrinar
alguna vez a venerar los sepulcros de San Pedro y San Pablo en
Roma. Será en siglo XVI, con Sixto V (1585-1590) y su Constitución apostólica “Romanus Pontifex”, cuando se institucionaliza y
se le da el sentido de que los obispos “recreados con el abrazo de su
Santa Madre la Iglesia Romana y confortados con las palabras del
Sumo Pontífice, vuelvan más alegres e instruidos a sus Iglesias”.
En esta ocasión los actos principales de los obispos con los
diocesanos que les acompañan serán la Eucaristía en la Basílica de
San Juan de Letrán, el día 28 de febrero, con la renovación de las
promesas bautismales de los peregrinos; el día 1 de marzo, la celebración de la Eucaristía en el altar de la Cátedra de San Pedro; y
la audiencia general con el Santo Padre, el día 2 a las 10,30 de la
mañana.
Como obispo de esta diócesis de Asidonia-Jerez que presido
en la caridad, en el servicio a todos y en la animación de la vida
cristiana, llevaré a Roma un informe sobre las realidades pastorales de nuestra Iglesia y expondré al Santo Padre los problemas y
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Asidonia-Jerez
proyectos pastorales de la diócesis y le agradeceré su excepcional
magisterio que tanto nos ilumina y nos ayuda a vivir la fe en Jesucristo Salvador y Redentor del mundo, pero de una manera especial renovaré nuestra adhesión y agradecimiento por haber creado
hace veinticinco años esta diócesis que camina llena de vitalidad y
entusiasmo por extender el Reino de Dios. Por tanto pido a los
sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas, y a los fieles en general, eleven oraciones por el Papa, por mí, y por nuestra Iglesia diocesana para que en este Año Jubilar crezcamos en comunión y
misión con toda la Iglesia universal.
23 de enero de 2005
La Nueva Era (o New Age)
¿Por qué la Nueva Era es un desafío para el cristianismo?
Estamos ante un fenómeno global típico de la cultura postmoderna que invade nuestra realidad social. El pensamiento de la “New
Age” se difunde sutil y casi imperceptiblemente de muchas formas
y por muchas vías. Esta propuesta puede llevar a engaño en cuanto presenta algunas metas sobre las cuales es fácil estar de acuerdo: armonía entre el hombre y la naturaleza (“unión holística”),
toma de conciencia y compromiso para mejorar el mundo, movilización de todas las fuerzas del bien por un nuevo proyecto unitario de vida (“la gran conspiración”). Sin embargo, “desde el punto
de vida de la fe cristiana, no es posible aislar algunos elementos de
la religiosidad de la Nueva Era como aceptables por parte de los
cristianos y rechazar otros” . (cf. PP.CC. para la Cultura y para el
Diálogo Interreligioso, Jesucristo, portador del agua de la vida,
Roma 2003, nº 4), ya que los elementos que parecen afines al cristianismo son abordados vaciándolos de su verdad, singularidad y
plenitud revelada. Estamos, pues, ante una reactualización de las
antiguas gnosis, donde la salvación sucedía a través de la conciencia, esotérica, para pocos. De tal manera esto es así, que la primera en resentirse es la conciencia de la verdad: es en vano todo
intento de usar los paradigmas de la razón, estamos en pleno subjetivismo y relativismo ético. Así, Dios tiene mil facetas (energía
cósmica, extra-cósmica, una mente, el todo, somos nosotros mis-
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mos, etc.) Jesucristo ya no es considerado como Hijo de Dios y
único Salvador del mundo, sino que se busca otras salvaciones que
se convierten en “auto-redenciones”, a través de métodos, meditaciones, gimnasia, incluso prácticas mágicas. Se vacía el sentido de
la espera escatológica en cuanto que la salvación llegará en cualquier caso tras una serie, tal vez larguísima, de reencarnaciones.
Estamos ante una religión propia del consumismo, hecha a nuestra medida, una religión que viene cargada de sentimentalismo y
psicologismo cultivado a través de música, libros, luces y “ambientes acogedores” como medio para alcanzar la armonía consigo
mismo y con el mundo; pero también –no seamos ingenuos- una
floreciente industria que da mucho dinero.
Este desafío –quizá más presente en el ámbito anglosajón,
pero que también nos afecta a nosotros por la vía de la globalización- nos obliga a todos a esforzarnos para presentar la novedad
perenne del mensaje evangélico y su capacidad para transformar
y renovar a quienes lo acogen en su corazón. Pastores, padres y
educadores debemos estar muy atentos a la sed de espiritualidad
que hoy demandan las nuevas generaciones y dar mucho más a
conocer la rica tradición de la espiritualidad cristiana de oriente y
occidente como respuesta a este nuevo fenómeno.
30 de enero de 2005
Donación de órganos: un acto de amor
El título que aparece en cabecera – que no es mío, sino del
Papa (cf. discurso en el XVIII congreso internacional de transplantes, agosto 2000)- ya dice mucho de lo que la Iglesia piensa
sobre la donación de órganos. Juan Pablo II en su encíclica “El
Evangelio de la Vida” lo expresaba de una manera muy hermosa: “El evangelio de la vida se celebra en la vida diaria y debe
ser llenado de autodonación por los demás (...) Un ejemplo particular de estos gestos es la donación de órganos hecha de una
manera aceptable, con la intención de ofrecer salud y tal vez
vida para los enfermos que algunas veces no tienen otra esperanza” (nº. 86).
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¿Quién no se conmueve ante un niño que ha nacido con
cirrosis y cuya única posibilidad de sortear el escollo de la segura
muerte es un transplante de hígado? ¿Cómo podemos quedarnos
impasibles ante un joven con grave daño pulmonar, a quien, si no
se le transplanta un nuevo pulmón, morirá sin remedio en la flor
de su vida?
La Iglesia ha hecho un largo camino, dependiente en cierto
modo del progreso de la ciencia médica y quirúrgica, hasta llegar
a plasmar en su Catecismo unos pocos criterios morales sobre este
tema: “Los transplantes de órganos están en conformidad con la
ley moral si los riesgos físicos y psicológicos del donante son proporcionados con el bien que se busca en el receptor. La donación de
órganos luego de la muerte es un acto noble y meritorio y se considera una expresión de generosa solidaridad. No es moralmente
aceptable si el donante o su representante legal no han dado consentimiento explícito como tampoco la mutilación o muerte de una
persona con el fin de retardarle la muerte a otras personas” (nº.
2296). Dentro también de este último supuesto se encuentra el
rechazo de la Iglesia a clonar seres humanos para usar sus órganos, aunque sea con fines terapéuticos. El fin bueno no justifica el
uso de medios inmorales.
Por otra parte, conviene no ser simplistas. El tema de la
donación de órganos nos plantea cuestiones difíciles: ¿Cuándo está
muerto el ser humano? ¿Qué criterios emplear a la hora de seleccionar entre los candidatos que están en lista de espera sin resultar discriminatorio? Los xenotransplantes (órganos de animales),
¿afectan a la identidad psicológica o genética del receptor? A pesar
de estos y otros desafíos científicos y éticos, enhorabuena a todos
aquellos que ya sois donantes y coraje para los que todavía no se
han decidido por respeto, miedo o prejuicios. Si algunas personas
donan órganos por simple filantropía, ¡cuánto más un cristiano
debe planteárselo en serio por amor a Dios y al prójimo! Dice el
Card. Ratzinger: “poner a disposición, espontáneamente, partes
del propio cuerpo para ayudar a quien tiene necesidad es un gran
gesto de amor”.
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6 de febrero de 2005
El divorcio, drama humano y plaga social
La proliferación del divorcio en nuestra sociedad revela la
pérdida del sentido sagrado del matrimonio, así como de las aportaciones positivas a la sociedad de sus fines esenciales: por ejemplo, el bien de los esposos y la generación de la prole. También se
olvidan sus propiedades, como la unidad e indisolubilidad, que
garantizan la permanencia de marido y mujer en comunidad de fe
y amor (cf. cc. 1055-1056). En la mentalidad actual el matrimonio
queda reducido a un mero contrato entre dos particulares, donde
no hay cabida a un compromiso por toda la vida, que parece imposible. Con estos presupuestos, el matrimonio puede llegar a ser
insoportable. Desde esta óptica, el divorcio es concebido como un
derecho, incluso como una condición para contraer matrimonio,
produciéndose una inestabilidad estructural que incapacita para
afrontar las crisis y las dificultades con las que, inevitablemente,
hay que contar en toda convivencia matrimonial. Además ocurre
que la sociedad presenta el divorcio ocultando el drama humano,
psíquico y social que supone todo fracaso matrimonial. Así se
intentan solucionar y facilitar los trámites jurídicos y económicos,
creyendo que ahí está todo, dejando de lado los verdaderos problemas antropológicos y éticos. Esto explica la facilidad con que la
nueva legislación española intenta regular un “divorcio expres”, de
rápida resolución. El nuevo marco legal favorece las tendencias
que causan la ruptura del matrimonio, y no las que fomentan su
unión y amor mutuo. La facilidad de la disolución hace que lo que
queda del matrimonio ya no sirva para reconstruir la fidelidad, el
amor o la buena crianza de los hijos. Dice el catedrático Rafael
Navarro Valls que “este divorcio puede llegar a asemejarse al
repudio unilateral islámico, significa que el derecho no sostiene al
matrimonio, haciéndolo disponible al simple capricho de una de las
partes”.
La Iglesia es madre y comprende las dificultades matrimoniales y familiares. No por ello rebaja el ideal cristiano del matrimonio, ni renuncia a pedir a los gobernantes que lo respeten como
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comunión de un hombre y una mujer. Esto constituye la institución
natural de la sociedad, con sus implicaciones. El matrimonio no es
simplemente un asunto privado, fundado en la cohabitación y el
consentimiento continuado. Los cristianos tenemos que recuperar
la originalidad del matrimonio como sacramento, donde la gracia
de Cristo es capaz de hacer superar los momentos más difíciles.
Para ello, los novios que se acercan a las parroquias han de avanzar en maduración humana y en formación cristiana. Éstos son dos
puntos esenciales de interés donde todos –pastores y parejas- tenemos que trabajar para que el matrimonio cristiano sea un signo
atrayente y profético en medio de esta mentalidad divorcista.
13 de febrero de 2005
Las tentaciones: la atracción del mal.
Ha comenzado la cuaresma que, juntamente con la Pascua,
forma esos noventa días de “tiempo fuerte” en que acompañamos a
Cristo en su camino a la Cruz, hacia la Vida Nueva y al envío de
su Espíritu. Es un tiempo de renovación interior y social mediante tres grandes sacramentos: Bautismo, Penitencia y Eucaristía.
Se abre todo este itinerario con el Evangelio que narra las
tentaciones de Jesús en el desierto (cf Mt 4,1-11). Esto nos da pie
para tocar un tema de máxima actualidad: la atracción del mal.
Para ello, consultando la Palabra de Dios en la Biblia, vemos cómo
ya desde el Génesis (2,7-9; 3,1-7) se nos plantea todo el proceso psicológico de la tentación. Primero está el reconocimiento de la existencia del maligno, luego cómo siempre se presenta por la mentira,
tercero cómo actúa de una forma insinuante—nunca de frente—y
finalmente cómo su objetivo es hacernos creer que podemos ser “dioses”. La mayor victoria del diablo es pasar desapercibido, que nos
parezca que no existe, que las tentaciones son una bobada, que lo
verdaderamente libre y nos produce dicha es hacer lo que nos pida
él mismo, el mundo y la propia carne. La consecuencia de entrar por
ese camino es el alejamiento de Dios y, por tanto, la separación de
los demás y la auto-destrucción, perdiendo el gusto y el conocimiento del bien. No admitir que somos tentados es desconocer la propia
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debilidad y que la vida es un combate con el maligno, que pone toda
clase de obstáculos para que el hombre no alcance la vida y felicidad
eternas. Podemos triunfar o sucumbir a la tentación; éste es el ejercicio de la libertad que Dios nos ha dado. Ni somos “marionetas” del
Creador, ni estamos “fosilizados” en el bien. Por eso dijo San Agustín: “Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti”.
¿Por qué fue tentado Cristo? A esto responde el Obispo
Agustín que: “hubiera podido impedir la acción tentadora del diablo; pero entonces tú, que estás sujeto a la tentación, no hubieras
aprendido de Él a vencerla” (Coment. Salmo 60). En las tentaciones de Cristo se exponen las tres fundamentales del ser humano:
la subsistencia (4,3-4), la manipulación de lo sagrado (4,5-7) y el
afán de riquezas (4,8-11). Además, se nos dan las soluciones para
vencerlas: evitar las ocasiones y resistir mediante la oración y los
buenos pensamientos, “porque hay que orar no para dejar de ser
tentado-cosa imposible-sino para no ser enredados por la tentación, como sucede a los que son atrapados y vencidos por ella” (Orígenes, Tratado sobre la oración). Ahora, en este tiempo cuaresmal,
la Iglesia nos llama a intensificar nuestra lucha contra el maligno.
Revistámonos de las armaduras de la fe y la gracia, que hacen
siempre posible la victoria sobre el enemigo de nuestra felicidad y
de nuestra salvación.
20 de febrero de 2005
Renuncia y fecundidad
Estamos en una sociedad de “derechos”, donde nadie quiere
renunciar a nada; por ello vemos que es tan poco fecunda en todos
los órdenes. Hoy priman más la comodidad y el bienestar que la
renuncia y el sacrificio. ¡Hasta estas mismas palabras no son políticamente correctas! Sin embargo, se nos dice que, si queremos ser
discípulos de Cristo, hemos de tomar su cruz, negarnos a nosotros
mismos y seguirle (cf. Mt 16,24).
En el segundo domingo de cuaresma se nos muestra la pedagogía de la itinerancia cristiana: “de Abrahán a Cristo” (ciclo A). El
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patriarca, por su fe, se nos presenta como un buen modelo de nuestro recorrido cuaresmal: él es figura y profecía de Cristo. La vocación de Abrahán lleva consigo renunciar a su tierra y a su familia
de Ur de Caldea, rompiendo con su seguridad y su pasado, para
abrirse a una promesa de futuro con la única seguridad de fiarse
de la Palabra de Dios. En la renuncia total se encuentra la fecundidad ilimitada de la promesa que se ha cumplido en Cristo. Hoy
necesitamos creyentes de este tipo, cuya confianza absoluta en
Dios derribe el muro del materialismo dominante: “¿Quién es el
que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?”
(1Jn 5,5). Por esa fe fecunda merece dar la vida como exhorta San
Pablo a su discípulo Timoteo: “toma parte en los duros trabajos del
Evangelio”(2Tim 1,8b).
Los cristianos no seguimos a Cristo sólo cuando las cosas
nos van bien y estamos en nuestro Tabor particular sino, sobre
todo, cuando nos toca luchar y participar en su cruz. La tentación
de determinados planteamientos pastorales es predicar un cristianismo sin cruz y sin renuncia al pecado y a uno mismo; de ahí que
ese tipo de vida, pretendidamente cristiana, se convierta en un
puro humanismo, en una moral o en una ideología que, desde
luego, no salva a nadie. Ni predicamos un pesimismo existencial ni
una asunción neurótica de la culpa, sino que toda renuncia y ascética cristiana tienen como objetivo liberarnos de las cargas que nos
impiden contemplar la gloria de la Pascua del Resucitado. Para
eso, el relato de la transfiguración (cf. Mt 17,1-9) nos recuerda que
en Cristo se han cumplido las antiguas promesas. La voz de Dios
le proclama el Hijo predilecto ante la admiración de Pedro, Juan y
Santiago que, sin entender nada, tienen la tentación de querer
quedarse en el Tabor, sin subir a Jerusalén donde está la cruz.
Aceptan la gloria, pero no el camino de la gloria, que es la cruz.
Sólo después del acontecimiento del Calvario los discípulos comprenderán que la luz del Viviente lo invade todo y que la teofanía
de la montaña santa fue un preludio del poder de Dios, que resplandece sobre la oscuridad de la muerte y el pecado. He aquí, que
la cruz, la renuncia, es el sendero para la auténtica fecundidad
espiritual, pastoral y apostólica.
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27 de febrero de 2005
¡Sed de felicidad!
Después de las tentaciones de Jesús en el desierto (domingo
1º) y de su transfiguración (2º), los domingos del 3º al 5º del ciclo A
nos ofrecen tres catequesis bautismales. No debemos olvidar que
el fin de la cuaresma es motivarnos a descubrir la riqueza de nuestro propio bautismo, como inserción en la vida de Cristo, que colma
nuestras ansias de felicidad.
En la sociedad del bienestar, es alarmante el aumento de los
estados de ansiedad y el consumo de medicamentos para combatirla. Resulta que el hombre, satisfecho de todo, sigue teniendo en
su corazón una inmensa sed de felicidad, que no es saciada por los
diversos paraísos que le ofrece la sociedad de consumo.
La Palabra de Dios de este tercer domingo de cuaresma nos
sitúa de lleno en este tema. Cualquiera de nosotros puede verse
reflejado en el diálogo de Jesús con la Samaritana (Jn 4,5-42). Esta
mujer es una imagen patética, representativa de la situación de la
humanidad. Tiene sed, y no sólo de agua, sino de felicidad: la está
buscando y no está satisfecha. Ya ha tenido cinco maridos. Pero
Jesús se hace el encontradizo y, desde la petición de beber, el Maestro le va descubriendo su realidad sedienta de dicha: “venid a ver un
hombre que me ha dicho todo lo que he hecho” (v.29). Ella fue a buscar un pozo de agua material y se encontró con una fuente que se
convierte dentro de ella “en un surtidor de agua que salta hasta la
vida eterna” (v.14). Decía Bossuet: “la meta principal de la humanidad es ser feliz. Hallar la felicidad donde hay que encontrarla es la
fuente de todo bien. En cambio, la fuente de todo mal está en encontrarla donde no se debe”. Así, en el relato de la Samaritana, se nos
dice cómo la felicidad es un don, una disposición y una opción. Es un
don porque ella no se resistió a la invitación de Jesús e intuyó que
algo bueno había en su persona. Es una disposición, en cuanto se
desarrolla como una actitud que forja las relaciones de una persona
con la realidad: la Samaritana aceptó la verdad de su existencia. Es
una opción, en cuanto se configura como actitud consciente, porque
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no hay peor infelicidad que la del que no busca, la del que no tiene
sed de verdad, de amor, de vida y, en definitiva, de plenitud. Por eso,
la felicidad, antes que nada, es un “trabajo interior”, derivado de un
estilo de vida antes que de un objeto en sí y por sí. Son muchos los
indicadores de una vida llena de sentido: 1º.La aceptación de uno
mismo, 2º. La gratuidad, 3º. El don de ver el bien en todas las cosas,
4º. El crecer en la confianza a pesar de los obstáculos encontrados,
5º. El vivir de acuerdo con las responsabilidades y con las opciones
realizadas. Pues bien, la cuaresma es el camino hacia la fuente de
“agua viva” de la felicidad que es Cristo, nuestra Pascua.
6 de Marzo de 2005
“Las apariencias engañan”
En este 4º domingo de cuaresma la liturgia nos trae a la
memoria, mediante el relato de la curación del ciego, uno de los
primitivos nombres del bautismo: la “iluminación”. Todo bautizado
se consideraba un “iluminado”. Esta palabra, entre nosotros, ha
pasado a significar algo muy distinto, no siempre exento de un sentido peyorativo: un “iluminado” sería algo así como un fanático
visionario, un predicador exaltado.
La iluminación que nos interesa es otra muy distinta: la que
han experimentado los que han conocido a Jesucristo, Camino,
Verdad y Vida. A la luz de su mensaje y de su vida, se hacen evidentes para nosotros las sombras de la propia historia, las negruras de nuestra alma, la falsedad de muchas de nuestras palabras
y acciones; pero también la exagerada importancia que damos a
algunas cosas en detrimento de otras, la vanidad de la que hacemos uso y la arbitrariedad, lo caprichoso de algunos criterios con
que evaluamos la realidad y medimos a las personas.
Estamos en un mundo donde impera lo glamouroso, lo escénico, lo aparente. Sobre los platós de televisión nos ofrecen en bandeja una realidad construida de manera artificial, que contiene,
además, una enorme trampa: aunque no se diga explícitamente,
esta aparente “realidad” tiene detrás una escala de valores muy
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concreta, que se nos va metiendo sigilosamente a todos en la
mente: lo que vale es la belleza física, el desparpajo, la sensualidad, el consumir, etc.. Inmediatamente me surge una pregunta: y,
¿qué hace el que no sea guapo, el que no tenga un cierto nivel económico o el que es tímido?
El colmo de este engaño mediático son los “reality shows”
que se hacen con actores a los que se le paga por simular que son
gente ordinaria, de la calle, que van a contar sus experiencias.
Pero incluso cuando los que nos cuentan sus intimidades son de
verdad gente de a pie, no podemos identificar automáticamente su
sinceridad con la verdad. La verdad de cada ser humano sólo aparece al confrontar la propia existencia con la Luz de Cristo.
¡Qué razón tenía el profeta al decir que los criterios de los
hombres no son los de Dios! Ha sido una constante a lo largo de la
historia de la salvación que Dios elige a los más pequeños, como
fue el caso del rey David, aunque luego los hace los más grandes,
pues en ellos se manifiesta, más que su valía humana, la extraordinaria fuerza de Dios. El mismo san Pablo, que se reconoce hombre de poca elocuencia, es un magnífico ejemplo. Y el caso de Juan
Pablo II, ¿no ilustra también esto que estamos diciendo: un hombre lastrado en su cuerpo por la enfermedad y el sufrimiento, pero
tremendamente lúcido en su mente?
A todos mis queridos hermanos que, por alguna razón,
sufren la marginación en esta cultura de las apariencias, les invito a considerarse dichosos porque para Dios, el único cuya opinión
de verdad nos interesa, son muy valiosos.
13 de Marzo de 2005
“La muerte del amigo”
Todavía está reciente la polémica acerca de la eutanasia,
involuntariamente suscitada por la película “Mar Adentro”. Los
seres humanos somos muy sensibles al dolor de nuestros seres
queridos, desde la madre que sufre impotente ante un bebé que
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llora y no puede decir dónde le duele, hasta el caso extremo del
adulto que ve cómo se acerca la noche y le falta la respiración. Las
reacciones en los familiares son también muy variadas: desde el
cristiano “ya se lo debía de llevar el Señor”, mezcla de compasión
hacia el enfermo y de respeto al Dueño de la vida, hasta la más
osada decisión de acelerar la muerte de la persona, por no verla
sufrir o –no se puede excluir tampoco- por no sufrir más bien nosotros, que le vemos en tan penosa situación.
En el relato evangélico de este quinto domingo de Cuaresma, que narra la resurrección de Lázaro (cf. Jn 11,1-45), podemos
encontrar claves para vivir más cristianamente la enfermedad y la
muerte de un familiar o de un amigo.
En boca de algunos judíos que acompañan a las dolientes,
Marta y María, escuchamos: “Y uno que le ha abierto los ojos a un
ciego (conexión con el domingo anterior), ¿no podía haber impedido que muriera éste?” Esta expresión que, con ligeras variantes,
oímos muchas veces en labios de los familiares del que sufre es
humanamente comprensible, pero injusta con Dios.
En primer lugar, vamos a celebrar esta Semana Santa el
misterio pascual del Hijo de Dios, que se solidariza con el hombre
en el sufrimiento. ¿También es duro Dios porque, pudiendo, no
salva de la muerte a su Hijo? Dios redime no quitando el sufrimiento y la muerte, que forman parte de este mundo tocado por el
pecado, sino dándonos fuerza para vivirlo de otro modo, sin rebeldía, unidos a Cristo, como un ofrecimiento por este mundo roto.
En segundo lugar, no creo que Lázaro le estuviera tan agradecido a Jesús por devolverle a una vida mortal, con lo que ya
sabemos que eso significa, cuanto por asegurarle el regalo de la
vida eterna. A fin de cuentas Lázaro volverá a morir, pero esta vez
con una esperanza mucho mayor.
En tercer lugar, alguien se preguntará: entonces, ¿qué sentido tiene rezar por la curación de una persona? Pues sí que lo
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tiene: porque Dios realiza a veces algunas curaciones, pero sólo si
encuentra verdadera fe y, sobre todo, si con dicha curación se va a
beneficiar realmente el enfermo y los que le rodean. Por otra parte,
si la voluntad de Dios es otra, ¿quiénes somos nosotros para decirle al Señor qué es lo mejor, siendo Él el que mejor sabe lo que nos
conviene?
Por último, añadir que el gran milagro que Dios hace cada
día con nosotros es sacarnos del sepulcro de nuestro pecado –esa
muerte sí que nos debería dar miedo- y darnos vida por medio del
Espíritu de Jesús, el mismo Espíritu que un día resucitará nuestros cuerpos mortales (cf. Rom 8, 10-11) y el que, ya desde ahora,
al tomar el alimento de vida eterna en la Eucaristía, nos va preparando para esa nueva vida, cualitativamente mejor y más definitiva.
20 de Marzo de 2005
“Y tú, ¿quién quieres ser?”
Los modernos estudios de psicología reconocen de qué manera influyen en las personas, a través del mecanismo de la identificación, los modelos presentados en los medios de comunicación.
Hay quien quiere ser como el futbolista Beckam o tener historias
de amor como las que aparecen en Los Serrano. ¡Qué lástima que
los cristianos no se fijen más a menudo en la extraordinaria galería de personajes históricos que aparecen en la Biblia, muchos de
ellos con unas virtudes humanas sobresalientes! Con el domingo
de Ramos, la Iglesia nos abre de par en par las puertas de la
Semana Grande y nos emplaza a contemplar cara a cara los acontecimientos que culminaron con el Triunfo glorioso de Cristo, primero como Rey Crucificado y luego como Señor Resucitado. Los
evangelistas, en su narración llena de fe, han puesto orden en
aquel maremágnum de cosas que sucedieron en medio de la más
enloquecida agitación y nos han transmitido las secuencias más
importantes. Quien escucha estos días el relato de la pasión no
puede por menos que estremecerse ante las palabras y gestos del
protagonista de este drama, Nuestro Señor Jesucristo, y de los
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Asidonia-Jerez
demás que en él intervienen. Pero yo invitaría a los radioyentes a
ir más allá de la simple emoción, por supuesto legítima, para
intentar responder a una doble pregunta: mis actitudes cotidianas,
¿a las de quién se parecen más, de todos estos personajes?; y por
otra parte, si no estoy contento con cómo soy, ¿cómo quién de ellos
quisiera ser?
No olvidemos, que la historia de la pasión sigue hasta el fin
del mundo, porque seguimos haciendo a Cristo en sus hermanos y
discípulos víctima de la injusticia, de la soledad, de la traición, de
la indiferencia, como el papa Juan Pablo II ha tenido ocasión de
recordar recientemente, al cumplirse el 60º aniversario de la liberación de los prisioneros del campo de exterminio de AuschwitzBirkenau. Pero como dice un autor de nuestros días podemos no
seguir el guión de la pasión al pie de la letra y en alguna ocasión
suceder:
“Que Pilato, en una determinada circunstancia, no se lave las
manos, sino que encuentre el coraje de comprometerse.
Que a Pedro se le escape: “Sí, yo lo conozco...”
Que el discípulo “celoso” no quiera tener nada que ver con la espada.
Que Barrabás se ofrezca a morir en lugar del inocente.
Que los apóstoles logren superar el sueño.
Que el Cirineo se adelante espontáneamente, sin que nadie le obligue.
Que el sumo sacerdote, en vez de sentarse a juzgar en el tribunal,
confiese públicamente sus propias culpas.
Que algún “hombrón” le pregunte a las mujeres qué hay que hacer
para no tener miedo.
Y que Judas deje en la mejilla del amigo un beso que sea sólo beso”.
(Pronzato)
27 de Marzo de 2005
“La noticia que nunca envejece”
El pueblo cristiano celebra su fiesta grande: el domingo de
Resurrección. Hoy todo invita a la novedad: en el ornato eclesial,
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en la vestimenta exterior de los cristianos, y, sobre todo, en el
ánimo y en el talante moral. Desde ahora no están permitidos los
viejos hábitos egoístas, los rencores pasados, las tendencias que
nos esclavizan. Todo eso es levadura vieja que hay que tirar (cf.
1Cor 5, 6-8). Hoy sentirán de una manera especial el aroma de
Pascua los que hayan aprovechado la Cuaresma para romper con
alguna fuerte atadura de pecado y salen de ella renovados, con
nuevos aires y propósitos. Personas que han operado algo más que
un cambio de chaqueta. Gente resucitada a la vida, a la fe, a la paz,
al perdón, al amor, al gozo, a la esperanza.
Lo más sorprendente es que ya hace 2005 años que Cristo
resucitó y la Iglesia sigue anunciando el hecho como si hubiera
acontecido hoy mismo. Y es que, a luz de lo que acabo de decir, se
comprenderá que Cristo sigue resucitando en cada uno de los
miembros de su Cuerpo que, año tras año, se dejan renovar por el
Espíritu del Resucitado, el cual no es sólo, como algunos quieren,
un concepto metafórico de la renovación interior del ser humano,
sino una Presencia real y viva en medio de su pueblo.
Pues bien, salta a la vista la gran diferencia entre esta
Buena Noticia y las noticias que se nos anuncian en los medios de
comunicación diariamente. Estas últimas tienen una vida muy
breve, se suceden las unas a las otras y pasan a la historia sin
pena ni gloria. El impacto que dejan en el oyente es muy superficial, sobre todo si pensamos que, junto a una trágica (que son la
mayoría), nos ponen otra un poco tontorrona y anecdótica, que alivia la tensión producida por la primera. Por otra parte, aun cuando se haya tratado de una noticia de peso, seguida por los medios
durante días, al cabo de los mismos vuelve al anonimato y nada
más podremos saber de los protagonistas y del desarrollo de sus
vidas.
¡Qué diferente es, sin embargo, la alegre noticia de la Resurrección del Señor! Una noticia que nunca envejece. Una noticia
que, en cada generación de hombres y mujeres, suena nueva, y que
todos tienen derecho a oír, porque a todos los seres humanos los
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quiere Dios salvar de la esclavitud del pecado y a todos los quiere
llenar de esperanza ante el inevitable destino de la muerte. Una
noticia que, aun los que ya la han oído, necesitan que se les recuerde constantemente, para no degenerar en la desesperanza y en la
servidumbre del vicio. Una noticia, finalmente, que sigue viva porque vivo sigue su Protagonista y porque ha engendrado una nuevo
pueblo, que es la Iglesia, que por el testimonio de santidad de sus
hijos, grita al mundo: “Resucitó de veras mi amor y mi esperanza”.
II.2
AGENDA PASTORAL
DEL SEÑOR OBISPO
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Jueves, 6 de enero de 2005. EPIFANÍA DEL SEÑOR
Monseñor Juan del Río, obispo diocesano, presidió la solemne eucaristía de la Epifanía del Señor en la Basílica del Carmen Coronada con participación de la Coral de este templo
mariano.
Esta celebración eucarística tuvo lugar a las ocho de la
tarde.
Estuvo organizada por la Delegación Diocesana de Misiones y la Delegación Episcopal del XXV Aniversario de la
Diócesis y acogió la Jornada de los Catequistas Misioneros.
Es una cita enmarcada dentro del programa oficial de la conmemoración.
Jueves, 13 de enero de 2005
A las 20,30 horas en la Parroquia del Sagrario de la Catedral
Hispalense (Avda. de la Constitución) se celebró la Eucaristía con motivo del fallecimiento en Sevilla el pasado 30 de
diciembre de 2004 de la madre del Sr. Obispo D. Juan del
Río Martín.
Viernes, 14 de enero de 2005
A las 20,00 horas en la Santa Iglesia Catedral se celebró la
Eucaristía con motivo del fallecimiento en Sevilla el pasado
30 de diciembre de 2004 de la madre del Sr. Obispo D. Juan
del Río Martín.
Lunes, 17 de enero de 2005
Dio comienzo la primera tanda de Ejercicios Espirituales
para los sacerdotes de las diócesis de Cádiz-Ceuta y Asidonia-Jerez. Tuvo lugar, como el resto de las tandas, en la Casa
de Ejercicios de la Inmaculada (RR. Esclavas de Cristo Rey)
de El Puerto de Santa María y se prolongó hasta el día 21 de
enero.
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De un total de 48 participantes, 21 son de nuestra diócesis.
Entre ellos, el Sr. Obispo.
El ponente fue el jesuita valenciano Toni Catalá Carpintero.
Sábado, 22 de enero de 2005
D. Juan del Río presidió, en la Casa de la Inmaculada, a las
18:00 hrs., el rito de admisión de los candidatos al Diaconado Permanente.
Domingo, 23 de enero de 2005
A las 12:00 hrs., en la iglesia de San Francisco de Jerez, D.
Juan del Río presidió la Solemne Función de Instituto de la
Hermandad de las Cinco Llagas.
Martes, 25 de enero de 2005
En el día de hoy D. Juan del Río celebró varias audiencias
privadas.
Jueves, 27 de enero de 2005
El Obispo participó durante este día y el siguiente en la
Asamblea de los Obispos del Sur (Sevilla).
Sábado, 29 de enero de 2005
Mons. del Río tuvo un encuentro a las 10:00 hrs. con sus
seminaristas en el Seminario, con los que dialogó sobre un
tema de formación sacerdotal.
A las 13:30 hrs., en la iglesia de San Miguel de Jerez, el Prelado celebró una Eucaristía con ocasión del encuentro de los
Propagandistas (CEU – San Pablo). Participaron unos 40
miembros de la institución.
Domingo, 30 de enero de 2005
A las 13:00 hrs., D. Juan del Río presidió, en la iglesia de
María Auxiliadora de Jerez, una Eucaristía con miembros de
los Cursillos de Cristiandad.
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Lunes, 31 de enero
+ A las 10:00 hrs., el Sr. Obispo celebró, en esta conmemoración de San Juan Bosco, fundador de los salesianos, una
Solemne Eucaristía en el Santuario de María Auxiliadora de
Jerez con miembros de la comunidad educativa salesiana.
+ A las 12:00 hrs., D. Juan del Río mantuvo un diálogo con
doña Pilar Sánchez, alcaldesa de Jerez.
+ A las 13:30 hrs., Mons. del Río recibió en el Obispado a la
comisión encargada de gestionar el proyecto de construcción
de la nueva parroquia de San Pedro de la Jara (Sanlúcar de
Barrameda).
Martes, 1 de febrero
+ A las once de la mañana el señor Obispo presidió en la
catedral el funeral de don Fernando Rueda Cantarero, canónigo penitenciario de la Santa Iglesia Catedral y Notario
Eclesiástico de la Curia Diocesana, y acompañó su cadáver
al cementerio de Ntra. Sra. De la Merced de Jerez de la
Frontera.
+ A las 13:00 hrs., el Obispo se reunió en el Obispado con la
Comisión Mixta de los Obispos del Sur para Asuntos Sociales en Andalucía.
+ A las 20:30 hrs., Mons. Del Río asistió a los actos organizados por la Real Academia de San Dionisio de Jerez con
ocasión de la necrológica de D. Rafael Bellido Caro, primer
obispo de esta diócesis.
Miércoles, 2 de febrero
+ Se celebró el día de la Vida Consagrada. Con tal motivo, el
Obispo ofició una Solemne Eucaristía con religiosos y religiosas en el Santuario de San Juan Grande de Jerez.
+ A las 20:00 hrs., el mismo Prelado celebró otra Eucaristía
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Solemne en la parroquia de Santa Ana de Jerez, en la festividad de la Candelaria.
Jueves, 3 de febrero
+ Celebró en este día el movimiento de Vida Ascendente a
sus patronos, Simeón y Ana la profetisa. Con tal motivo, se
organizó en el Seminario de Jerez, un encuentro que en
torno a la celebración de la Eucaristía por parte del Obispo
a las 12:00 hrs., seguida de una comida fraterna.
Viernes, 4 de febrero
+ A las 18:00 hrs., fue inaugurado en Rota el Museo “RuizMateos”. El Obispo de Jerez bendijo dicho museo y tuvo una
breve intervención en el acto organizado por la Fundación
Alcalde Zoilo Ruiz-Mateos.
+ A las 20:00 hrs., en la parroquia de San Francisco de Arcos
de la Frontera D. Juan del Río tuvo una ponencia para jóvenes titulada: “Retos sociales, culturales y morales de la
juventud de hoy”.
Lunes, 14 de febrero de 2005
D. Juan del Río tuvo varias audiencias durante la tarde de
hoy.
Martes, 15 de febrero de 2005
Desde este día y hasta el viernes 18 de febrero, Mons.
Juan del Río Martín, impartió en la Santa Iglesia Catedral, a partir de las 18:30 hrs., sus Conferencias Cuaresmales, que en este año del XXV aniversario de la diócesis
versaron todas ellas sobre el tema de la Iglesia, en concreto sobre las llamadas “notas de la Iglesia” (una, santa,
católica y apostólica). Fueron estos los títulos de cada una
de ellas:
Martes 15: “La Unidad de la Iglesia, desafío a un mundo
fragmentado y dividido”.
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Miércoles 16: “La Santidad de la Iglesia, interpelación a una
cultura laicista”.
Jueves 17: “La Catolicidad de la Iglesia, ¿alternativa a la
globalización?”
Viernes 18: “La Apostolicidad de la Iglesia, garantía de verdad ante el escepticismo y la crisis de valores”.
Sábado, 19 de febrero de 2005
El Obispo mantuvo una charla formativa con los seminaristas a las 10:00 hrs.
Domingo, 20 de febrero de 2005
A las 12:00 hrs., Mons. Del Río Martín presidió la Solemne
Eucaristía de la Hermandad del Santo Crucifijo, en la iglesia de San Miguel de Jerez.
Lunes, 21 de febrero de 2005
En el día de hoy se comenzó la distribución de la nueva carta
pastoral del Sr. Obispo con motivo del Año de la Eucaristía
y del XXV Aniversario de la creación de la diócesis titulada
“Celebremos el misterio pascual”. Con ella Mons. del Río ha
tenido como objetivo pastoral estimular en el clero y en los
fieles una vivencia más honda de la liturgia, especialmente
del Sacro Triduo Pascual (Jueves Santo, Viernes Santo y
Vigilia Pascual), así como exhortar nuevamente a una fiel
celebración de los ritos, tal y como la Tradición de la Iglesia
los ha venido celebrando hasta ahora.
A las 19:30 hrs., en la parroquia de San Juan Bautista de los
Descalzos de Jerez, tuvo lugar la Eucaristía, presidida por el
Obispo, para despedir a los 54 peregrinos que, desde el 23 de
marzo realizaron la peregrinación prevista de la visita “ad
limina” (visita a los sepulcros de los Apóstoles Pedro y Pablo
y relación al Santo Padre, por parte del Obispo, del estado
actual de la diócesis).
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Jueves, 24 de febrero de 2005
En el Salón de la Hermandad del Rocío de Sanlúcar, a las
20:30 hrs., impartió D. Juan del Río una conferencia dirigida principalmente al público cofrade y titulada “Del Año del
Rosario al Año de la Eucaristía”, organizada por el Consejo
Arciprestal de Hermandades y Cofradías de Sanlúcar-Chipiona.
Sábado, 26 de febrero de 2005
El Sr. Obispo se unió en el día de hoy en Roma a los peregrinos que ya partieron el pasado 23 de febrero.
Domingo, 6 de marzo de 2005
El Sr. Obispo presidió la Función Principal de la Hermandad
del Nazareno, en la iglesia de San Juan de Letrán, a las 12
de la mañana.
A las 13:30 hrs. de ese mismo día bendijo la nueva Casa Hermandad de la Cofradía del Cristo de la Expiración.
Martes, 15 de marzo de 2005
Por la mañana, el Sr. Obispo celebró varias audiencias privadas.
Miércoles, 16 de marzo de 2005
A las 20:00 hrs., en la S.I. Catedral, el Sr. Obispo presidió
una Eucaristía al cumplirse el primer aniversario de fallecimiento del Primer Obispo de Jerez, D. Rafael Bellido Caro.
Lunes, 21 de marzo de 2005
El Sr. Obispo presidió una Misa de Hermandad en el Altar
del Cristo de la Viga (Catedral), a las 11:30 hrs. de la mañana.
Martes, 22 de marzo de 2005
A las 11 de la mañana, en la S. I. Catedral, todo el clero diocesano, presbíteros y diáconos, concelebraron en torno al Sr.
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Obispo la Misa Crismal, en la que fueron consagrados por el
Prelado los distintos óleos empleados en la administración
de los Sacramentos.
Miércoles, 23 de marzo de 2005
A las 17:00 hrs., en la Catedral de Jerez, D. Juan del Río
administró, durante la Eucaristía, el Sacramento de la
Unción de los Enfermos a quienes lo habían solicitado.
Jueves, 24 de marzo de 2005. LA CENA DEL SEÑOR
A las 17:00 hrs., en la S. I. Catedral, el Sr. Obispo presidió la
celebración de la Cena del Señor.
Viernes, 25 de marzo de 2005. LA PASIÓN DEL SEÑOR
A las 13:30 hrs., en la S. I. Catedral, el Sr. Obispo presidió la
celebración de la Pasión del Señor.
Sábado, 26 de marzo de 2005
A las 22:00 hrs., en la Catedral, el Sr. Obispo presidió la celebración de la Solemne Vigilia Pascual.
Domingo, 27 de marzo de 2005.
PASCUA DE RESURRECCIÓN
Con la solemnidad requerida se celebró en la S.I. Catedral
con al rezo de Tercia a las 9:30 hrs. A continuación, salió a la
calle la procesión con la Sagrada Imagen de Cristo Resucitado, presidida por el Sr. Obispo. Finalmente, a las 12 de la
mañana, se celebró la Solemne Eucaristía de la Resurrección del Señor.
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II.3
CANCILLERÍA
SECRETARÍA GENERAL
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II.
3.
1.
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NECROLOGÍAS
“El Señor es mi lote, me digo, y espero en él. El Señor es bueno para
los que en él esperan y lo buscan; es bueno esperar en silencio la salvación del Señor”
Libro de las Lamentaciones, 3, 25-27.
Don Fernando Rueda Cantarero
En la mañana del 31 de enero de 2005 falleció en la residencia del Hospital San Juan Grande. Había nacido el 24 de noviembre
de 1930 en la ciudad de Écija (Sevilla). Realizó sus estudios eclesiásticos en el seminario menor de Sanlúcar de Barrameda y en el
Metropolitano de Sevilla, siendo ordenado sacerdote el 19 de diciembre de 1953. Entre otros cargos eclesiásticos había sido párroco de
Ntra. Sra. de las Viñas, de San Pedro, de San Juan de Ávila, Director del Boletín del Obispado de Asidonia Jerez, siendo a su fallecimiento Canónigo Penitenciario de la Santa Iglesia Catedral de Asidonia Jerez y Notario Eclesiástico de la Curia Diocesana.
Don Miguel Ángel Morales Jerez
Nació en Melilla el 12 de abril de 1946. Tras sus estudios
eclesiásticos, fue ordenado sacerdote en la iglesia parroquial de
San Nicolás de Sanlúcar de Barrameda el 16 de febrero de 1974,
siendo el primer diácono ordenado de sacerdote por Monseñor
Bellido Caro. Desempeñó su tarea pastoral en Sanlúcar de Barrameda, como Capellán de la Capilla de Nuestra Señora del Carmen
de Bajo de Guía y Delegado Diocesano de Apostolado del Mar, en
El Puerto de Santa María y en Prado del Rey. Falleció en la ciudad
de Jerez de la Frontera el día primero de marzo de 2005.
II.4
NOTICIAS
DIOCESANAS
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Viernes, 14 de enero de 2005
A las 17,00 horas en el Obispado se celebró una reunión de
los coordinadores arciprestales de profesores de religión en
centros públicos convocada por la Delegación Diocesana de
Enseñanza.
Miércoles, 19 de enero de 2005
La Real Hermandad del Santísimo Sacramento, Sagrada
Cena de Nuestro Señor Jesucristo y Sta. María de la Paz y
Concordia en sus Misterios Gloriosos y Dolorosos, canónicamente erigida en la Parroquia de los Cuatro Evangelistas de
Jerez, dedicó un Solemne Quinario al Santísimo y a sus
Sagrados Titulares, que comenzó en este día, con homilía a
cargo de D. Antonio López Fernández, párroco moderador de
la Cura Pastoral.
El lunes 24 de enero, festividad de Santa María de la Paz,
tuvo lugar, a las 9 de la noche, la Solemne Función Principal
de Instituto, presidida por Mons. D. Carlos Manuel González García-Mier, párroco de los Cuatro Evangelistas y Director Espiritual de la Hermandad.
Jueves, 20 de enero de 2005
La Ilustre y Fervorosa Hdad y Cofradía de nazarenos de
Ntro. Padre Jesús de la Paz en su Entrada en Jerusalén,
Stmo. Cristo del Perdón, Ntra. Sra. De la Victoria y San
Miguel arcángel, establecida canónicamente en la Iglesia
de San Miguel de Sanlúcar de Barrameda, dedicó un
Solemne Triduo en honor de sus Sagrados titulares, durante los días 20,21, y 22 de enero de 2005, comenzando a las
ocho y cuarto de la tarde con el rezo del Sto. Rosario, ejercicio del Triduo y Santa Misa con homilía, estando la celebración presidida por el Rvdo. P. D. Santiago Gasoil Ordóñez, Sacerdote Salesiano. El domingo 23 a la una de la
tarde tuvo lugar la Solemne Función Principal de Instituto donde los hermanos realizaron en el ofertorio pública
protestación de fe.
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Asidonia-Jerez
Sábado, 22 de enero de 2005
D. Juan Ortega Álvaro, Delegado Diocesano de Enseñanza,
participó en Antequera en la reunión ordinaria de los Delegados Diocesanos de Enseñanza de Andalucía, presidida por
D. Antonio Dorado, Obispo de Málaga.
En el Seminario Diocesano tuvo lugar a las 21 h la Oración
Vocacional “Maestro Ávila”.
Lunes, 24 de enero de 2005
La Asociación Católica de Propagandistas y la Delegación
Diocesana de Pastoral Universitaria organizaron la conferencia que con el título LA IGLESIA Y LA OPINIÓN
PÚBLICA fue impartida por Dª MARÍA JOSÉ POU AMERIGO, Doctora en Ciencias de la Información y Profesora de
CEU-Valencia. Tuvo lugar en el Palacio de Villapanés-CEU
San Pablo de JEREZ.
Domingo, 30 de enero de 2005
A las 13:00 hrs., D. Juan del Río presidió, en la iglesia de
María Auxiliadora de Jerez, una Eucaristía con miembros de
los Cursillos de Cristiandad.
Martes, 1 de febrero
La Hermandad del Silencio de Sanlúcar celebró Solemne
Quinario en honor a Nuestro Padre Jesús del Silencio y
María Santísima del Amor los días 1 al 5 de Febrero.
Comenzaron con la recitación del Santo Rosario a las 20.30
hrs. El día 6 de febrero, a las 13:00 hrs. tuvo lugar la
Solemne Función Principal, durante la cual todos los hermanos realizaron protestación pública de Fe. El predicador de este año fue D. José Manuel Guzmán Rodríguez,
párroco de Jédula y secretario de medios de comunicación
del Obispado de Asidonia-Jerez.
Viernes, 4 de febrero
A las 20:30 hrs., Dña. Ana Álvarez de Lara, presidenta
Asidonia-Jerez
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Nacional de Manos Unidas, impartió la conferencia “La
pobreza, otra cara de la globalización” en el Salón de Actos
de la ONCE.
Sábado, 5 de febrero
A partir de las 10:30 hrs., se desarrolló en el Seminario Diocesano de Huelva el V Encuentro de Pastoral del Sordo de
Andalucía, en el que participó, por medio de varios representantes, nuestra diócesis de Jerez. El encuentro tuvo por
lema éste: “Venid a la nueva tierra del silencio y la luz”.
Programa de actos:
10:30 a 11:00: Oración del Obispo, palabras de bienvenida
del Prelado y saludo del director de la Pastoral del Sordo. El
grupo musical “Brotes de Olivo” cerró esta bienvenida con
una canción.
11:00: Conferencia: “La misión del cristiano en el día de hoy”.
11:45: Descanso y café.
12:15: Grupos de trabajo.
13:00: Puesta en común (propuesta de actividades de este
curso y de verano).
14:00: Comida.
15:15: Preparación de la Misa.
16:00: Visita al muelle de las Carabelas en la Rábida.
18:30: Eucaristía en el Monasterio de la Rábida.
Lunes, 14 de febrero de 2005
A las 20:00 hrs., de la capilla de Santa Marta, salió el Solemne Vía crucis de las Hermandades, organizado por la Unión
de Hermandades de Jerez, en dirección a la Santa Iglesia
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B.O.O. núm. 17
Asidonia-Jerez
Catedral. Procesionó el Cristo de la Caridad de la mencionada Hermandad de Santa Marta.
Jueves, 17 de febrero de 2005
En la localidad de Puerto Serrano, a partir de las 11 de la
mañana, tuvo lugar la reunión de arciprestazgo los presbíteros de la zona pastoral Sierra – Arcos.
Desde el día hoy y hasta el siguiente sábado 19 de febrero,
participó en las XLV Jornadas Nacionales de Vicarios y
Delegados Diocesanos de Enseñanza D. Juan Ortega Álvaro,
delegado de enseñanza de nuestra diócesis. Estas jornadas
tuvieron lugar en Madrid, en la sede de la Conferencia Episcopal Española.
El encargado de saludar a los participantes fue el arzobispo
de Toledo, Mons. Antonio Cañizares Llovera. Junto a otro
tipo de actividades, como la elaboración de propuestas, informaciones varias, reunión de grupos y realización de la
memoria del curso, así como proyección del futuro inmediato, el encuentro contó con cuatro ponencias;
Jueves 17: “Claves de interpretación cultural, política y
religiosa del laicismo en España”, por Elio Gallego, profesor
de Filosofía del Derecho y vicerrector de Investigación en la
Universidad S. Pablo – CEU.
Viernes 18: “La enseñanza religiosa y los retos del laicismo.
Acentos y consecuencias inmediatas en su desarrollo en el
aula”, por D. Javier Segura Zariquiegui, delegado diocesano
de enseñanza de Pamplona.
“El sentido evangelizador de la enseñanza religiosa”, por
Mons. D. José Ángel Sáiz Meneses, obispo de Terrassa.
Sábado 19: “Análisis del Proyecto de la nueva ley de educación”, por D. Santiago Arellano, ex consejero de la Comunidad Autónoma de Navarra.
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Lunes, 21 de febrero de 2005
A las 20:00 hrs., en el palacio de Villapanés (sede del
CEU – San Pablo de Jerez, en Plaza de la Cruz Vieja), el
Dr. D. Manuel Bustos Rodríguez, catedrático de Historia
Contemporánea y patrono de la Universidad S. PabloCEU, desarrolló una conferencia–coloquio sobre el tema
“La Iglesia y los nacionalismos”. Organizan este acto la
Asociación Católica de Propagandistas de Jerez y la
Delegación Diocesana de Pastoral Universitaria y de
Cultura.
Miércoles, 23 de febrero de 2005
Comenzó en el día de hoy la peregrinación a Roma para la
programada visita “ad limina apostolorum”, con el siguiente programa de visitas:
23 feb.: Jerez - Venecia - Padua
Traslado en autobús al aeropuerto de Sevilla para embarcar
en vuelo con destino a Venecia (Vía Barcelona). Llegada y
traslado a Padua para celebrar la eucaristía en la Basílica
de S. Antonio. Visita a Padua. Cena y alojamiento en el
hotel.
24 feb.: Padua - Venecia - Padua
Desayuno y salida a Venecia. Llegada y traslado en vaporetto a la Plaza de San Marcos. Almuerzo. Visita a la ciudad.
Eucaristía. Vuelta a Padua. Cena y alojamiento.
25 feb.: Padua - Florencia
Desayuno. Salida a Florencia. Llegada, celebración de la
eucaristía en la Iglesia de la Santa Croce. Almuerzo. Visita
a la ciudad. Cena y alojamiento.
26 feb.: Florencia – Siena - Asís
Desayuno. Salida hacia Siena y visita. Almuerzo y continuación a Asís. Eucaristía en la Basílica de Santa María de los
Ángeles. Cena y alojamiento.
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27 feb.: Asís - Roma
Desayuno. Visita a Asís. Salida hacia Roma. Llegada y
almuerzo. Eucaristía en la Iglesia de San Antonio. Cena y
alojamiento.
28 feb.: Roma
Visita a Roma. Por la tarde, traslado a la Basílica de S. Juan
de Letrán. Celebración de la Palabra y renovación de las promesas del Bautismo. Regreso al hotel. Cena y alojamiento.
1 mar.: Roma
Desayuno. Salida hacia la Basílica de S. Pedro para participar en la misa oficiada por los Obispos. Visita a los Museos
Vaticanos. Almuerzo. Celebración de las Vísperas de la Virgen en la Basílica de Santa María la Mayor. Continuación a
San Pablo Extramuros. Cena y alojamiento.
2 mar.: Roma
Lunes, 28 de febrero de 2005
A las 13:00 hrs., en el Seminario Diocesano, tuvo lugar el
habitual Encuentro de Sacerdotes Mayores.
Concluyeron los Ejercicios Espirituales que se celebraron en
la Casa de la Inmaculada (El Puerto de Santa María) para
diáconos permanentes ordenados y aspirantes con sus respectivas esposas. Los dirigió el mercedario fray Felipe Ortuño.
Dieron comienzo los cultos que ofrece la Hermandad de la
Viga de Jerez a sus Sagrados Titulares. La Eucaristía, que
comenzó hacia las 21:00 hrs., estuvo presidida y predicada por
D. José Manuel Guzmán, párroco de Jédula y secretario de la
Delegación Diocesana de Medios de Comunicación Social.
Miércoles, 2 de marzo de 2005
A las 17:00 hrs., en el Seminario Diocesano, se reunió la
Comisión del Diaconado Permanente.
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Viernes, 4 de marzo de 2005
A las 17:00 hrs., en el Seminario Diocesano, se encontraron
los profesores de Religión de Educación Infantil y Primaria.
Organizó la Delegación Diocesana de Enseñanza.
En este primer viernes de marzo, estuvo expuesta durante todo el día en devoto Besapié, como es tradicional, la
imagen de N.P. Jesús Cautivo de Sanlúcar en la sede
canónica de su Hermandad, la Iglesia de los Desamparados, que se prolongó durante la mañana del sábado. A las
20,30 tuvo lugar la Solemne Función de Instituto, presidida por el franciscano fray Alberto Ramos Romero. El sábado 5 de marzo a las 20,45 horas tuvo lugar el Piadoso Vía
Crucis Cuaresmal de la Hermandad en el interior de la
Iglesia.
Sábado, 5 de marzo de 2005
Durante este fin de semana, 30 matrimonios de nuestra Diócesis, pertenecientes todos ellos al movimiento Equipos de
Nuestra Señora, realizaron en el Seminario sus Ejercicios
Espirituales anuales, enfocados expresamente para la vida
matrimonial.
Martes, 15 de marzo de 2005
Hoy dio comienzo, en la parroquia de Ntra. Sra. de las Viñas,
el Solemne Triduo que ofrece en honor de sus Sagrados Titulares la Hermandad de Ntro. Señor del Amparo, María Santísima del Consuelo y Santa Ángela de la Cruz. A partir de
las 21:00 hrs., se rezó la Corona Dolorosa, se hizo el ejercicio
del Triduo y, finalmente, se concluyeron los cultos con la
Eucaristía, presidida y predicada por el P. Jerónimo Valpuesta, jesuita y párroco de Madre de Dios.
Jueves, 17 de marzo de 2005
A las 20:00 hrs., en la S.I. Catedral, tuvo lugar una Celebración Penitencial para cuantos desearon recibir este
Sacramento antes de la Pascua.
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Viernes, 18 de marzo de 2005
A las 21:00 hrs., en la parroquia de Ntra. Sra. de las Viñas,
tuvo lugar la Solemne Función de Instituto de la Hermandad del Consuelo, en la que los hermanos emitieron su Protestación de Fe.
Sábado, 19 de marzo de 2005
SAN JOSÉ, ESPOSO DE LA VIRGEN MARÍA
A partir de las 11:30 hrs., la Hermandad del Consuelo celebró una Solemne Misa ante el paso de salida de María Santísima del Consuelo, tras la cual, ofreció, como todos los
años, una “Torrija” para todo aquel que tenga a bien visitar
su sede.
Domingo, 20 de marzo de 2005
DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR
La celebración del Domingo de Ramos en la Pasión del Señor
en la Catedral de Jerez tuvo lugar a partir de las 11:00 hrs.
II.5
DELEGACIONES
DIOCESANAS
Asidonia-Jerez
II.
5.
B.O.O. núm. 17
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DELEGACIÓN DE MEDIOS DE
COMUNICACIÓN SOCIAL
COMUNICADO del Obispado de Asidonia Jerez con motivo del agravamiento del estado de salud de S.S el Papa
Juan Pablo II
En el día de hoy, y a tenor de las noticias recibidas acerca
del agravamiento del estado de salud de S.S. el Papa Juan Pablo
II, esta Diócesis muestra su estrecha comunión de fe y de oración
con el sucesor de Pedro.
Este Obispado comunica:
1. Uniéndonos a la celebración que tendrá lugar esta tarde en
la Basílica Romana de San Juan de Letrán, el Obispo de la
Diócesis, Mons. del Río Martín, celebrará a las 19’30 en la
S. I. Catedral una Misa con esta intención, a la cual invita
a todos los fieles.
2. Exhorta a los Sacerdotes, Diáconos, Religiosos, Religiosas y a todos los Fieles de la Diócesis, que tanto en las
Preces de la Eucaristía como de la Liturgia de las Horas
se añada una intención por el Papa en estas circunstancias dolorosas.
3. Así mismo, se recuerda a los sacerdotes que en la homilía
destaquen la figura del sucesor de Pedro, y de los momentos
de profunda unidad que vive toda la Iglesia Católica.
4. La vigilia oración de 24 horas “Por la paz y la vida” que se
celebra en la parroquia de San Marcos de Jerez, se aplicará
de manera especial por Juan Pablo II, como gran defensor
de la Paz y la Vida.
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Por último, queremos agradecer a todos los diocesanos y a
los hombres de buena voluntad las muestras de afecto hacia el
Papa que han ido llegando en el día de hoy a este Obispado.
Jerez de la Frontera, 1 de Abril de 2005
COMUNICADO SOBRE LA SITUACIÓN DEL TEMPLO
PARROQUIAL DE SANTIAGO APOSTOL EN
JEREZ DE LA FRONTERA
En el edificio de la parroquia de Santiago de esta ciudad se
han realizado por encargo de la Consejería de Cultura de la Junta
de Andalucía las oportunas prospecciones que aconsejaban las
grietas aparecidas en diferentes partes del templo.
Como resultado de estos trabajos:
1. La empresa VORSEVI, que ha realizado los estudios, y que
continúa con los mismos, presenta en sus primeros informes
una perspectiva negativa acerca de la seguridad del edificio.
2. Este informe remitido al Obispado por la Delegación Provincial de la Consejería de Cultura ha sido objeto de conversación por parte de la representación del Obispado, los
técnicos de VORSEVI, y así mismo, con representantes de la
Gerencia Municipal de Urbanismo.
3. Vistos los primeros informes de VORSEVI y el parecer tanto
de los técnicos de la Delegación Provincial de Cultura como
el de la Gerencia Municipal de Urbanismo, se llega a la conclusión de que es prudente el cierre inmediato al público del
templo de Santiago Apóstol.
4. Esta decisión ha sido comunicada al Párroco y al Consejo
Parroquial de Santiago, quienes tomarán las medidas oportunas para realizar dicha operación.
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5. Asimismo, se han comenzado las primeras gestiones para
constituir por parte de la Parroquia y del Obispado, una
comisión de seguimiento de los estudios y obras que en su
día se deban realizar.
6. La Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, tras los
resultados de los primeros informes, ha procedido de forma
inmediata al encargo de estudios complementarios, que
incluyen levantamientos planimétricos y análisis geofísicos,
orientados a conocer exhaustivamente el estado del inmueble y sentar las bases para la redacción de un proyecto de
intervención sobre el templo.
7. Por último, está decisión es muy triste para todos, pero también somos conscientes de que la mejor forma de conservar
el patrimonio es realizar las actuaciones precisas y oportunas con la colaboración de todas las instituciones, garantizando en todo caso la seguridad de la ciudadanía.
Jerez, 12 de abril de 2005
D. Juan del Río Martín
Rvdmo. Obispo de Asidonia-Jerez
Dña. Bibiana Aido Almagro
Ilma. Delegada Provincial de Cultura
III
CONFERENCIA
EPISCOPAL
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III.
1.
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NOTA DE PRENSA final de la CXCVII
reunión de la Comisión Permanente
de la C.E.E (4 de febrero de 2005)
Durante los días 3 y 4 de Febrero de 2005 ha tenido lugar
en la Casa de la Iglesia de Madrid, sede de la Conferencia Episcopal Española (CEE), la CXCVII reunión de la Comisión Permanente. Han asistido todos los miembros de pleno derecho.
Informaciones varias
Como ya es habitual, la Comisión Permanente de la CEE
comenzaba la sesión con el rezo de la Hora Intermedia, a las 11 de
la mañana del jueves 3 de Febrero. En esta ocasión, los Sres. Obispos han tenido muy presente en la oración a S. S. El Papa Juan
Pablo II, y se han unido así a los numerosos hermanos en el episcopado, sacerdotes, religiosos y fieles laicos de todo el mundo que
en estos días rezan por la salud del Santo Padre.
En primer lugar, el Cardenal Presidente y el Secretario
General de la CEE han informado sobre distintos temas de actualidad que afectan a la vida de la Conferencia Episcopal y de la Iglesia Católica en España, así como del cumplimiento de los acuerdos
tomados en la última reunión de la Comisión Permanente, celebrada los días 21 y 22 de Septiembre de 2004. Los Obispos Presidentes de las Comisiones Episcopales han informado también
sobre las distintas actividades de las Comisiones y, en particular,
sobre lo relativo al cumplimiento del Plan Pastoral.
Nota ante el referéndum para ratificar el Tratado por el
que se establece una Constitución para Europa
La Comisión Permanente ha decidido encargar a la Secretaría General de la Conferencia Episcopal Española la elaboración
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de una Nota ante el referéndum para ratificar el Tratado por el
que se establece una Constitución para Europa, convocado para el
próximo 20 de Febrero. En la Nota, a la que la Comisión Permanente ha dado su visto bueno, se recoge que, puesto que el sistema
de referéndum obliga a pronunciarse sobre muchas cuestiones distintas con una sola respuesta y, reconociendo que el Tratado en sí
tiene aspectos positivos y negativos, no hay razones, desde un
punto de vista moral, para aconsejar o desaconsejar ninguna
opción de voto (sí, no, voto en blanco) o la abstención.
Biblia Interconfesional
La Comisión Permanente ha aprobado la traducción, introducciones y notas de la Biblia Interconfesional. Se trata de un proyecto, cuyos orígenes se remontan al año 1973, y que tuvo como
primera realización la publicación del Nuevo Testamento en versión interconfesional, en el año 1978. El Comité de Edición, responsable de la versión que ahora se aprueba, ha estado compuesto por miembros de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales, la Casa de la Biblia, la Biblioteca de Autores Cristianos
(BAC), las Sociedades Bíblicas y la Editorial Verbo Divino.
Normas de funcionamiento de la BAC
La Comisión Permanente ha aprobado unas normas de funcionamiento de la Biblioteca de Autores Cristianos, en las que se
especifican su naturaleza jurídica, su estructura interna y su articulación con la Conferencia Episcopal. La propuesta había sido
estudiada ya por el Comité Ejecutivo, en su reunión de 14 de Octubre de 2004.
Esquema para la reflexión sobre la globalización económica
La LXXV Asamblea Plenaria, de 23-27 de Abril de 2001,
comenzó el dialogo sobre las nuevas legislaciones neoliberales que
se estaban introduciendo en España y que afectaban a diversos
aspectos de la vida familiar, social y laboral de los ciudadanos.
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Desde entonces, la CEE ha seguido el tema con detalle, a través de
sus órganos de gobierno y del trabajo específico de la Comisión
Episcopal de Pastoral Social.
En este contexto, el Sr. Obispo Presidente de la Comisión
Episcopal de Pastoral Social, Mons. Juan José Omella, ha presentado, para su estudio por los miembros de la Comisión Permanente, un nuevo documento que recoge un esquema para la reflexión
sobre la globalización económica.
Temario próxima Asamblea Plenaria
La Comisión Permanente ha aprobado el orden del día de la
LXXXIV Asamblea Plenaria (7-12 de Marzo de 2005), en la que se
procederá a la renovación de cargos de la Conferencia Episcopal
Española.
Nombramientos
Rvdo. D. Fernando Urdiola Guallar, sacerdote de la
Archidiócesis de Zaragoza, reelegido como Consiliario General del “Movimiento de Jóvenes de Acción Católica” y como
Consiliario General del “Movimiento de Acción Católica
General de Adultos”.
D. Juan José Rodríguez Vicente, laico de la Diócesis de
Getafe, reelegido como Presidente General del “Foro de Laicos”.
D. Luis Carbonel Pintanel, laico de la Archidiócesis de
Zaragoza, como Presidente Nacional de la Confederación
Católica Nacional de Padres de Familia y Padres de Alumnos (CONCAPA).
Dª María del Prado Almagro Roldán, consagrada de la
Diócesis de Córdoba, como Directora General de la Asociación “Hogar de Nazaret”.
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M.I. Sr. D. Gaspar Bustos Álvarez, sacerdote de la Diócesis de Córdoba, reelegido como Asesor Espiritual de la
Asociación “Hogar de Nazaret”.
Rvdo. D. Gabriel Ramis Miquel, sacerdote de la Diócesis
de Mallorca, reelegido como Presidente de la “Asociación
Española de Profesores de Liturgia”.
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III.
2.
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DISCURSO INAUGURAL del presidente
de la Conferencia Episcopal Española
en la LXXXIV Asamblea
(7 de marzo de 2005)
Eminentísimos señores Cardenales,
Excelentísimo señor Nuncio Apostólico,
Excelentísimos señores Arzobispos y Obispos,
Señoras y señores:
Expreso mi cordial saludo y bienvenida a los hermanos
miembros de la Conferencia Episcopal Española al dar comienzo a
nuestra 84ª Asamblea Plenaria.
Agradezco vivamente la presencia del señor Nuncio Apostólico.
Saludo también con afecto a quienes trabajan en esta Casa
y a todos los que nos acompañan en esta sesión inaugural pública,
en particular, a los enviados por los medios de comunicación.
I. La Conferencia Episcopal: historia y renovación
Nuestra Conferencia Episcopal es, como se sabe, fruto del
Concilio Vaticano II. El día 8 de diciembre de este año, Fiesta de la
Inmaculada, se cumplirán los cuarenta años de la solemne clausura del Concilio en 1965. Dentro de poco celebraremos igualmente
los cuarenta años de la Conferencia Episcopal, una institución, por
tanto, joven al servicio de los Obispos españoles y de nuestras Iglesias diocesanas. Será una buena ocasión para refrescar la memoria y mirar confiadamente hacia el futuro.
Hace cuatro décadas, casi por estas mismas fechas, exactamente el día 30 de abril de 1965, en el tiempo de uno de los inter-
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valos entre las sesiones conciliares, los obispos españoles se reunían
en Madrid, bajo la presidencia del cardenal arzobispo de Toledo,
Enrique Pla y Deniel, para aprobar un primer texto de Estatutos
de la futura Conferencia Episcopal. Fueron meses de intenso trabajo en los que se fue dando forma a lo que habría de ser la Conferencia como peculiar órgano de expresión efectiva de aquella
colegialidad episcopal de la que tanto se estaba hablando en el
Concilio. Antes de la constitución oficial de la Conferencia Episcopal los obispos se encontraron todavía otras dos veces: primero, el
23 y 24 de julio, en Santiago de Compostela, que a la sazón celebraba un Año Santo; y luego, el 29 de noviembre, de vuelta en
Roma para las últimas sesiones del Concilio. En esta última ocasión los Estatutos quedaron prácticamente perfilados para ser
sometidos a la Asamblea Constituyente.
Las cosas se hicieron sin pausa. A las pocas semanas de volver de Roma, del 26 de febrero al 4 de marzo de 1966, se reunía ya
en Madrid la Asamblea Constituyente y Primera Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española. Aquella Asamblea, con
la presencia de setenta obispos, aprobó los primeros Estatutos de
la Conferencia Episcopal, que recibieron enseguida la ratificación
de la Santa Sede -el 14 de mayo- y que permitieron que para el 3
de octubre de aquel mismo año de 1966 la Conferencia Episcopal
gozara ya de personalidad canónica propia.
Desde entonces, la regularidad institucional ha sido, gracias
a Dios, la tónica constante en la vida de nuestra Conferencia.
Siguiendo un ritmo trienal inalterado se ha venido procediendo a
la elección de los Presidentes y Vicepresidentes de la Conferencia,
así como de los Presidentes de las Comisiones. Ahora concluye el
trienio decimotercero. Por tanto, de acuerdo con nuestros Estatutos, en esta Asamblea Plenaria procederemos a las elecciones para
un nuevo periodo de tres años.
La Conferencia Episcopal Española, aun con las deficiencias
propias de las realidades humanas, puede ser vista con gratitud
como un instrumento providencial para la causa del Evangelio entre
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nosotros. Deseamos, en efecto, dar gracias a Dios porque la Conferencia nos ha ayudado a los obispos a crecer en el afecto colegial y
ha estimulado entre nosotros la búsqueda del “mayor bien que la
Iglesia proporciona a los hombres, sobre todo mediante formas y
modos de apostolado convenientemente acomodados a las peculiares
circunstancias de tiempo y de lugar”1. Nuestras Iglesias diocesanas
y toda la Iglesia son beneficiarias del compromiso colegial de los
obispos en la Conferencia. La sociedad española en su conjunto se ha
visto también favorecida por el modo en el que la Conferencia acompañó sus pasos en momentos especialmente decisivos.
La misión de la Conferencia Episcopal se ha ido clarificando a lo largo de estas décadas, al tiempo que se iba profundizando
y consolidando la comunión afectiva y efectiva de los obispos entre
sí y con el Romano Pontífice. Un hito importante en este camino
fue la Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos
convocada por Juan Pablo II en 1985 para evaluar la recepción del
Concilio en el vigésimo aniversario de su clausura. De aquella
Asamblea episcopal surgieron valiosos impulsos para el desarrollo
institucional de las Conferencias. Los obispos pidieron entonces
que se estudiase el estatuto teológico de las Conferencia Episcopales y, sobre todo, que se explicase “más clara y profundamente su
autoridad doctrinal”2. Consecuencia de esta petición fue la Carta
Apostólica Apostolos suos, de 21 de mayo de 1998, sobre la naturaleza teológica y jurídica de las Conferencia de los Obispos, que
supuso un notable paso adelante tanto en el discernimiento del
sentido teológico de las Conferencias como, sobre todo, en el desarrollo de la seguridad jurídica en lo concerniente a sus intervenciones
magisteriales. De este modo las Conferencias alcanzaban por lo
que toca al ministerio de enseñar auténticamente el grado de clarificación y consolidación del que ya gozaban en el campo de la
potestad legislativa.
–––––––––––––––––––––––––
1. Código de Derecho Canónico, Cn. 447. Cf. Estatutos de la Conferencia Episcopal Española (1999), Art. 1, 1.
2. Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos (1985), Relación Final, II,
C, 8b.
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Nuestra Conferencia adaptó convenientemente sus Estatutos a estas nuevas realidades, como se puede constatar en su última modificación por la Asamblea Plenaria de noviembre de 19993.
Las elecciones a las que procederemos en estos días constituirán, sin duda, con la ayuda de Dios, un paso más en la consolidación del espíritu de activa, serena y gozosa colegialidad que ha
alentado toda la historia de la Conferencia Episcopal Española.
Prestaremos así nuestro humilde servicio a la Conferencia misma,
a todo el Pueblo de Dios que peregrina en España y, de este modo,
también, a toda la sociedad española.
II. Año de la Eucaristía y de la Inmaculada, y también, de la
Jornada mundial de la Juventud en Colonia
1. Celebramos esta Asamblea Plenaria ya en pleno Año de la
Eucaristía y de la Inmaculada. Nuestras diócesis han acogido con
fervor la invitación del Santo Padre a renovar la celebración del
gran Misterio de la fe y, en torno a él, la vida de la Iglesia. La Eucaristía es, en efecto, como enseña el Concilio con fuerza sintética “la
fuente y el culmen de toda la vida cristiana”4.
Juan Pablo II ha llamado de nuevo la atención de la Iglesia Católica hacia la Eucaristía como el mejor modo de alcanzar
“una especie de cumbre de todo el camino recorrido”5 con la celebración del Gran Jubileo del Año 2000. Como sabemos, la celebración misma del Jubileo estuvo marcada por un profundo sentido eucarístico. Nuestras Iglesias celebraron en Santiago de
Compostela un Congreso Eucarístico Nacional y esta Asamblea
Plenaria publicó, con aquella ocasión, una Instrucción Pastoral
–––––––––––––––––––––––––
3. Son los Estatutos actualmente vigentes. Los primeros Estatutos, de 1966, tras su primer quinquenio de vigencia, fueron levemente retocados en 1971. Cinco años más tarde,
en 1976, se introdujo una modificación significativa sobre el Comité Ejecutivo. Luego, en
1991, se harán de nuevo algunas modificaciones de los Estatutos para adaptarlos al
Código de Derecho Canónico de 1983.
4 Concilio Vaticano II, Const. Lumen gentium, 11.
5 Juan Pablo II, Carta Apostólica Mane nobiscum Domine, 10.
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sobre La Eucaristía, alimento del pueblo peregrino6. Pues bien,
el Santo Padre nos invita a mantener vivo el fruto del Jubileo y
a seguir profundizando en la vivencia del Misterio de Cristo precisamente a través de la renovación del culto y de la espiritualidad eucarísticas. Para ello contamos ahora con su última Carta
encíclica, Ecclesia de Eucharistia7 y con la Carta apostólica Mane
nobiscum Domine8. Contienen las enseñanzas y orientaciones
básicas para dicha renovación en el Año de la Eucaristía. Además, la Instrucción Redemptionis sacramentum9 y las Sugerencias y propuestas para el Año de la Eucaristía10 ofrecen concreciones muy precisas y útiles para el cuidado de la liturgia y de la
piedad eucarísticas.
Al final del Año de la Eucaristía tendrá lugar la celebración
de una nueva Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos
durante el próximo mes de octubre. Sus deliberaciones versarán
justamente sobre “La Eucaristía, fuente y cumbre de la vida y de
la misión de la Iglesia”.
El Año de la Eucaristía está llamado a suscitar un renacer
de la espiritualidad eucarística en el pueblo cristiano y, en particular, entre los jóvenes. Será un modo excelente de llevar adelante el objetivo prioritario del vigente plan pastoral de la Conferencia Episcopal, orientado también a recoger los frutos del Gran
Jubileo y, en concreto, a facilitar la vivencia plena del Misterio de
Cristo en todos los ámbitos donde se origina y se desenvuelve la
vida del hombre.
–––––––––––––––––––––––––
6. LXXI Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, La Eucaristía, alimento del Pueblo peregrino. Instrucción Pastoral ante el Congreso Eucarístico Nacional
de Santiago de Compostela y el Gran Jubileo del 2000 (4 de marzo de 1999), BOCEE 60
(1999) 13-28.
7. Juan Pablo II, Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia, 17 de abril de 2003.
8. Juan Pablo II, Carta Apostólica Mane nobiscum Domine,7 de octubre de 2004.
9. Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Instrucción
Redemptionis donum. Sobre algunas cosas que se deben observar o evitar acerca de la
Santísima Eucaristía, 25 de marzo de 2004.
10. Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Año de la
Eucaristía: Sugerencias y propuestas, 15 de octubre de 2004.
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Providencialmente, no tardará mucho en ver la luz la traducción española de la Institución General del Misal Romano,
aprobada recientemente por esta Asamblea y confirmada por la
Santa Sede. Su estudio, a la luz de las enseñanzas pontificias que
acabo de citar, será de vital provecho para los responsables de la
liturgia eucarística.
2. En España, éste es también el Año de la Inmaculada. En
nuestra última Asamblea Plenaria los obispos dirigimos un Mensaje a todos los hijos de la Iglesia en España invitándoles a rememorar de modo especial a María en el misterio de su Concepción
Inmaculada con motivo del CL Aniversario de la definición dogmática de este misterio11. El Pueblo de Dios ha acogido con gratitud y con renovado amor a María esta oportunidad que se nos
ofrece para vigorizar y manifestar nuestra fe cristiana. Las celebraciones de la Fiesta de la Inmaculada del pasado mes de
diciembre, con la que se inauguraba el año dedicado a ella, fueron
especialmente vivas y concurridas. Las diócesis preparan ya la
peregrinación al Pilar de Zaragoza, donde el 21 y 22 de mayo próximos tendremos ocasión de renovar la consagración al Corazón
Inmaculado de María en un ambiente de celebración y adoración
eucarística.
Acaba de llegar a esta Casa y preside hoy este Aula el lienzo de la imagen de la Inmaculada que Sor Isabel Guerra ha pintado como icono, reclamo y memoria de las celebraciones de este año.
La “Mujer vestida de Sol” -el que “nace de lo alto”, que es Cristose muestra aquí refulgente de luz; también como “estrella de la
mañana” y “estrella del mar” que abre paso al día de la Nueva creación, redimida y gloriosa, victoriosa sobre la oscuridad del mar y
de la noche del pecado. La exposición Inmaculada estará, Dios
mediante, abierta para el 1º de mayo en la Catedral de la Almudena, como muestra escogida de la belleza que esta Mujer, la Llena
–––––––––––––––––––––––––
11. Cf. LXXXIII Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, Mensaje en el
CL Aniversario de la Definición del Dogma de la Concepción Inmaculada de la Virgen
María, 25 de noviembre de 2004, BOCEE 73 (31-XII-2004) 86-89.
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de gracia, encierra en sí misma y ha hecho y hace reverberar en la
cultura de nuestro pueblo.
En la escuela de María aprenderemos mejor a Cristo. De su
mano nuestras Iglesias diocesanas y cada uno de nosotros sabremos
cantar con gozo las grandezas de la elección que el Creador ha hecho
en Cristo de cada ser humano, llamándonos a todos a la unión con él
por el amor, es decir, a la santidad; de su mano aprenderemos a acoger la gracia que nos redime y santifica; aprenderemos el espíritu de
discernimiento para conocer lo bueno y lo justo, que procede de Dios,
para adherirnos a Él, y a desenmascarar el mal y lo injusto, que procede del mundo, para apartarlo de nosotros. Todo con la gracia que
nos llega de Cristo, por la Llena de gracia, “la mujer eucarística”12.
3. Con esta misma invocación a María como “mujer eucarística” concluye el Mensaje que el Papa dirige a los jóvenes con motivo de la XX Jornada Mundial de la Juventud que tendrá lugar en
la ciudad alemana de Colonia el próximo mes de agosto13. Son ya
varios centenares de miles los jóvenes de todo el mundo que han
dado sus nombres para acudir a este encuentro. Será una ocasión
de fiesta y de celebración. Será, sin duda, ante todo, como ha sucedido en Jornadas anteriores, un momento decisivo para el crecimiento en la fe de nuestros jóvenes. Esta vez el lema escogido es
bien significativo: “Venimos a adorarle” (Mt 2, 2). Los jóvenes se
dan cita para una fiesta de la fe, que este año tendrá un especial
colorido eucarístico. El Papa desea que la Jornada se convierta en
una verdadera incitación al abandono de los ídolos y a la adoración
del Dios vivo, de Aquél a quien los Magos (cuyas reliquias, según
una pía tradición, se veneran en Colonia) “encontraron en Betlehem, que significa “casa del pan”. En la humilde cueva de Belén
yace sobre un poco de paja el “grano de trigo”, que muriendo dará
mucho fruto (cf. Jn 12, 24)”14. El Papa invita, pues, a los jóvenes a
–––––––––––––––––––––––––
12. Juan Pablo II, Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia, 53.
13. Cf. Juan Pablo II, “Hemos venido a adorarle” (Mt 2, 2). Mensaje para la XX Jornada
Mundial de la Juventud en Colonia, Ecclesia 3.224 (25.IX.2004) 28-29.
14 Juan Pablo II, “Venimos a adorarle” (Mt 2, 2), 3.
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encontrarse en la fiesta de la fe con el Dios crucificado, resucitado
y vivo en la Eucaristía.
Los obispos españoles agradecemos muy de corazón a Juan
Pablo II esta nueva oportunidad que se brinda a los jóvenes y que
se nos brinda a nosotros. En el corazón de Europa, un Continente
que se va haciendo viejo, los jóvenes católicos tendrán una ocasión
excepcional para encontrarse con Jesucristo, vivo en la Iglesia, que
se hace desde la Eucaristía. Nosotros, y todos los agentes de la pastoral juvenil, empeñaremos nuestras mejores ilusiones y energías
en la preparación de este acontecimiento.
III. La Visita ad limina y la evangelización de nuestra
sociedad
Ante los horizontes pastorales mencionados -de la Eucaristía, la Inmaculada y la Jornada Mundial de la Juventud- los obispos españoles hemos acudido las semanas pasadas a Roma para la
visita ad limina Apostolorum. Arrodillados ante los sepulcros de
los apóstoles Pedro y Pablo, hemos sentido de nuevo la llamada del
Señor para vivir en plenitud nuestra vocación, consagración y
misión de Sucesores de los apóstoles, en comunión con el Sucesor
de Pedro. Es el servicio que debemos a las gentes y a los pueblos
de España y que sabemos bien que no podría ser verdadero si no
se alimentara de nuestro sí personal a Jesucristo, renovado con la
misma frescura con la que lo pronunciamos el día de nuestra consagración episcopal. Al Pueblo de Dios a nosotros confiado le debemos nuestra entrega apostólica, fiel y ferviente.
Quienes hemos tenido la posibilidad de ser recibidos por el
Papa hemos encontrado en él al Pastor de la Iglesia Universal a
quien el Señor ha encomendado el cuidado de todos los pastores y
de todos los fieles. Hemos podido comprobar personalmente una
vez más cómo Juan Pablo II gasta y desgasta su vida en aras del
ministerio que se le ha confiado con una entrega completa y conmovedora. Las circunstancias de su salud, de todos conocidas, no
han permitido que algunos de los hermanos obispos que visitaban
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Roma en el segundo grupo hayan podido encontrarse con el Santo
Padre. Han podido, en cambio, unirse en la misma ciudad de Roma
a la oración que desde todo el orbe católico, y también desde España, se ha elevado a Dios por la persona entrañable del Vicario de
Cristo. Deseo renovar en este momento la invitación a la plegaria
por el Santo Padre: que el Espíritu Santo le conforte y le asista de
modo especial en esta etapa de su vida. Juan Pablo II ha servido a
la Iglesia de un modo verdaderamente excepcional mientras gozó
de salud y de fuerzas físicas. Dios nuestro Señor tiene sin duda sus
caminos para que el servicio de Pedro siga siendo prestado a la
Iglesia por este gran Papa según las modalidades y los tiempos
queridos por su Providencia divina. He ahí el objeto de nuestra
oración confiada.
No quiero dejar de agradecer públicamente al Santo Padre
la cálida acogida que nos ha dispensado y las palabras luminosas
que nos ha dirigido. Nos ha ayudado a descubrir mejor las necesidades más perentorias de nuestras Iglesias y de los fieles que nos
han sido confiados; nos ha estimulado a responder a ellas con
entrega clarividente y generosa.
El Papa nos ha confirmado en nuestros planes apostólicos
de servicio a la vida sacramental de todos los fieles, de atención
paternal y fraternal a los sacerdotes, y, en especial, a los jóvenes y
a los laicos presentes en los diferentes ámbitos de la vida pública.
Y a nosotros, los obispos, nos ha recordado que “es primordial conservar y acrecentar el don de la unidad que Jesús pidió para sus
discípulos al Padre”15. No hay otro camino para obtener el fruto
deseado de las iniciativas pastorales más apropiadas a las nuevas
realidades.
El Santo Padre hizo referencia a la difusión en España de
“una mentalidad inspirada en el laicismo”. No se trata, naturalmente, de algo presente sólo en nuestra sociedad, sino de un fenó–––––––––––––––––––––––––
15. Juan Pablo II, Discurso a los obispos españoles con ocasión de su visita “ad limina”,
Ecclesia 3.242 (29-I-2005) 24-26, nº 5.
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meno preocupante que afecta de uno u otro modo a las sociedades
llamadas occidentales. Tal mentalidad comporta una dificultad
especial no sólo para la acción evangelizadora de la Iglesia, sino
también para el desenvolvimiento pleno y fluido de la vida social.
Los obispos acogemos con atención y gratitud las palabras
del Papa. Nos estimulan a prestar nuestro servicio a la sociedad y
a la comunidad política por los caminos de la verdad, de la comprensión y la caridad evangélicas, del diálogo y del espíritu de cooperación sincera al bien común.
El encuentro que el Vicepresidente y el Secretario General
de la Conferencia Episcopal mantuvieron la semana pasada con
la Vicepresidenta del Gobierno y con el Ministro de Justicia pone
de manifiesto la mencionada voluntad de cooperación de la Iglesia con la autoridad legítima. En otras ocasiones hemos hecho
referencia a diversas cuestiones de la agenda política del Gobierno que suscitan serias reservas y aun clara oposición para quienes contemplamos la convivencia social desde una perspectiva
cristiana que asume la ética natural o racional en los planteamientos de nuestra cultura moral y legal. Pero también hemos
declarado siempre nuestra voluntad de mantener unas relaciones positivas de colaboración con las legítimas autoridades del
Estado, en el marco del ordenamiento constitucional y de los
Acuerdos vigentes entre España y la Santa Sede, guiándonos
siempre por el criterio superior de la convivencia solidaria y del
bien común.
De acuerdo con las orientaciones precisas del Concilio Vaticano II, la Iglesia sabe bien que, en cuanto Iglesia, su misión y su
tarea no es la política, en la que los ciudadanos y, por tanto, también los católicos pueden actuar de modo responsable en virtud de
diferentes concepciones, legítimas, de la cosa pública y siguiendo
diversos caminos para resolver los problemas a los que han de responder los gobernantes. El bien que la Iglesia aporta a la vida de
los hombres es ante todo religioso y sólo indirectamente temporal.
El propio Concilio precisa el bien que ella aporta a la comunidad
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política al afirmar de sí misma que es “signo y salvaguardia de la
trascendencia de la persona humana”, cuya dignidad y derechos
fundamentales defiende y promueve “aplicando todos y sólo aquellos medios que sean conformes al Evangelio y al bien de todos
según la diversidad de tiempos y condiciones” 16.
En efecto, el hilo conductor de todos nuestros Planes pastorales es la evangelización de las personas y de la sociedad. Se
trata simplemente de anunciar el Evangelio de Jesucristo fiel e
íntegramente: la buena noticia del amor creador y redentor de
Dios; y de hacerlo siguiendo el mismo estilo con el que Jesús
anunció el Reino de Dios con obras y palabras; con palabras que
proclaman la presencia de un Dios que se acerca a los pecadores
y que les abre -nos abre- el camino de la conversión; con obras
que, desde Belén hasta el Calvario y la Resurrección, realizan lo
que las palabras han anunciado. Ésta es la misión de la Iglesia.
Nadie debe temerla17.
En la misión evangelizadora de la Iglesia todos los bautizados tenemos nuestra responsabilidad: los ministros ordenados, los
consagrados y los fieles laicos. Nadie puede hurtar su trabajo a la
obra del Evangelio; todos estamos llamados al apostolado de la
palabra y de la caridad; cada uno según su misión y sus posibilidades específicas18.
El Santo Padre, en el mencionado discurso a los obispos que
acudimos a la visita ad limina el mes pasado, nos recordaba cómo
la Iglesia en España “tiene una gloriosa trayectoria de generosidad
y sacrificio, de fuerte espiritualidad y altruismo y ha ofrecido a la
Iglesia universal numerosos hijos e hijas que han sobresalido a
menudo por la práctica de las virtudes en grado heroico o por su
testimonio martirial”. Y continuaba señalando que “muchos de los
retos y problemas aún presentes en vuestra nación ya existieron
–––––––––––––––––––––––––
16. Cf. Concilio Vaticano II, Const. Gaudium et spes, 42-43.76.
17. Cf. Concilio Vaticano II, Const. Gaudium et spes, 45.
18. Cf. Juan Pablo II, Exhort. Apost. Postsinodal Ecclesia in Europa, 33-43.
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Asidonia-Jerez
en otros momentos, siendo los santos quienes dieron brillante respuesta con su amor a Dios y al prójimo”19.
El acercamiento a los alejados; la atención a las necesidades de
los ancianos, los emigrantes y los jóvenes sin empleo; el cuidado de la
vida humana naciente; la atención a las necesidades apremiantes de
las familias y de la educación; todas éstas y otras muchas tareas,
entre las cuales el anuncio explícito de Jesucristo no es ciertamente la
última, son el taller donde se fraguan los santos. Nuestra Iglesia realizará en todo ello su misión de modo creíble y verdaderamente eficaz
sólo si es capaz de suscitar en su seno hijos e hijas que aspiren con
toda el alma a la santidad en el seguimiento humilde del Maestro.
En esta Asamblea estudiaremos y, eventualmente, aprobaremos la traducción española del Martirologio Romano actualizado. Es el catálogo de los innumerables hermanos que a lo largo de
los siglos -hasta el pasado siglo XX- han dado al mundo un testimonio heroico de Cristo, bien con su sangre, bien con una vida
santa. Son aquellos a quienes la Iglesia venera en su liturgia como
modelos e intercesores.
España y Europa necesitan más que nunca el testimonio de
los santos. Porque no hay dignidad humana firme sin esperanza
escatológica y no hay posibilidad de respetar al ser humano cuando la conciencia de las personas, renunciando a esperar en la Verdad y la Belleza, trata de satisfacerse a sí misma con las migajas
del mero bienestar económico y, en todo caso, con las vacuas filo20
sofías de un cierto cinismo hedonista .
Conclusión
Celebramos esta Asamblea Plenaria bajo el signo de la continuidad y la renovación institucionales de nuestra joven Confe–––––––––––––––––––––––––
19. Juan Pablo II, Discurso a los obispos españoles con ocasión de su visita “ad limina”,
Ecclesia 3.242 (29-I-2005) 24-26, nº 2.
20. Cf. Juan Pablo II, Exhort. Apost. Postsinodal Ecclesia in Europa, 9.
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rencia Episcopal. Los horizontes pastorales son amplios y los retos
que se presentan a la acción evangelizadora de la Iglesia no son de
menor cuantía. La sociedad española y la europea esperan de la
Iglesia lo que precisamente ella puede darles: verdaderas razones
para la esperanza y cauces humanos para alimentarla y vivirla.
Coincidiendo con el final de nuestros trabajos, el día 11, tiene
lugar el aniversario de los masivos atentados terroristas de Madrid
que llenaron de luto a España y al mundo. La Provincia Eclesiástica
de Madrid celebrará un solemne funeral en la Catedral de la Almudena por el eterno descanso de los fallecidos. Algunos de vosotros,
queridos hermanos en el episcopado, me habéis anunciado vuestra
intención de uniros a nuestra celebración. El flagelo inhumano del
terrorismo -cualquier terrorismo- debe desaparecer. Todos hemos de
colaborar con energía en su erradicación. No es moralmente posible
ningún tipo de compromiso con quienes instrumentalizan a las personas y las asesinan indiscriminadamente, sin recatarse de reivindicar tales crímenes como si de acciones nobles se tratara. La Iglesia
sigue elevando su oración constante por el final del terrorismo.
Termino con un fragmento de la oración que Juan Pablo II
pronunció el pasado 8 de diciembre junto a la estatua de la Inmaculada en la plaza de España de Roma:
¡Virgen Inmaculada!
Tu intacta belleza espiritual
es para nosotros manantial vivo de esperanza.
Tenerte como Madre, Virgen santísima,
nos alienta en el camino de la vida
como prenda de salvación eterna.
Por eso, a ti, oh María,
recurrimos confiados.
Ayúdanos a construir un mundo
donde la vida del hombre se ame
y se defienda siempre,
donde se destierre toda forma de violencia
y todos busquen tenazmente la paz.
Página 128
III.
3.
B.O.O. núm. 17
Asidonia-Jerez
NOTA DE PRENSA final de la LXXXIV
Asamblea Plenaria de la C.E.E
(11 de marzo de 2005)
Los Obispos españoles han renovado los cargos
de la CEE para el trienio 2005-2008
Los Obispos españoles han celebrado, del lunes 7 al viernes 11 de marzo de 2005, su 84º Asamblea Plenaria. El desarrollo de la Asamblea ha estado marcado por la renovación de cargos de la Conferencia Episcopal Española (CEE). En la última
jornada de la Asamblea ha estado presente el recuerdo de los trágicos atentados terroristas que sufrió Madrid hace hoy un año.
Los Obispos han elevado una oración por las víctimas y sus familias.
Han participado en esta Asamblea Plenaria los 76 Obispos
–66 diocesanos, el castrense y 9 auxiliares- que actualmente hay
en activo en la Iglesia en España y algunos Obispos Eméritos.
También ha asistido, con pleno derecho, el Administrador diocesano de Jaén, Rafael Higueras Álamo. Se han incorporado a la
Asamblea Plenaria por primera vez el Obispo auxiliar de Toledo,
Mons. Ángel Rubio Castro, tras su ordenación episcopal el 12 de
diciembre de 2004, y el Obispo de Tarazona, Mons. Demetrio
Fernández González, quien fue consagrado Obispo el pasado 9 de
enero.
Con motivo de la celebración del 150 Aniversario del
Dogma de la Inmaculada Concepción, el Aula de la Asamblea Plenaria ha estado presidido por el lienzo de la imagen de la Inmaculada pintado por la religiosa Sor Isabel Guerra. El cuadro formará parte de la exposición que, con el título Inmaculada se
inaugurará el próximo mes de mayo en la Catedral de La Almudena, en Madrid.
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Sesión inaugural
La Asamblea Plenaria de la CEE comenzaba el lunes, día 7
de marzo, con el discurso del Arzobispo de Madrid y Presidente de
la Conferencia Episcopal Española, Cardenal Antonio Mª Rouco
Varela, quien comenzó su alocución repasando la breve historia de
la Conferencia Episcopal Española, que cumplirá el próximo año su
40 aniversario. También destacó los principales acontecimientos
eclesiales del 2005, como son el Año de la Eucaristía y de la Inmaculada y la Jornada Mundial de la Juventud que se celebrará en
Colonia, Alemania, del 15 al 21 de agosto. El Cardenal Rouco Varela, al recordar la reciente Visita ad limina de los Obispos españoles,
destacó la gran labor de Juan Pablo II al frente de la Iglesia y agradeció su acogida y las palabras “luminosas que nos ha dirigido”.
También destacó en su discurso la voluntad de cooperación de la
Iglesia con la autoridad legítima en el marco del ordenamiento constitucional y de los Acuerdos vigentes entre España y la Santa Sede.
El Cardenal Arzobispo de Madrid terminó su discurso recordando que la clausura de esta Asamblea Plenaria coincide con el
primer aniversario de “los masivos atentados terroristas de
Madrid que llenaron de luto a España y al mundo”. “El flagelo
inhumano del terrorismo –cualquier terrorismo- debe desaparecer.
Todos hemos de colaborar con energía en su erradicación. No es
moralmente posible ningún tipo de compromiso con quienes instrumentalizan a las personas y las asesinan indiscriminadamente,
sin recatarse de reivindicar tales crímenes como si de acciones
nobles se tratara. La Iglesia sigue elevando su oración constante
por el final del terrorismo”, afirmó el Cardenal Rouco Varela.
Como es habitual, tras el discurso del Presidente, el Nuncio
Apostólico en España, Mons. Manuel Monteiro de Castro, dirigió a
los presentes unas palabras de saludo en las que también recordó
las palabras del Papa Juan Pablo II al primer grupo de Obispos
españoles en la Visita ad limina, una Visita que no pudo concluir
un segundo grupo, por las condiciones de salud del Santo Padre.
Una circunstancia, según el Nuncio Apostólico, que “nos obliga
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Asidonia-Jerez
más, si cabe, a elevar nuestra oración por el Papa Juan Pablo II,
para que sea confortado en su enfermedad y para que siga prestando su servicio a la Iglesia conforme a la voluntad de Dios”.
La próxima semana, como informamos ayer en nota de
prensa, visitarán la Santa Sede el Presidente, Vicepresidente y el
Secretario General de la CEE y le harán llegar al Santo Padre los
mensajes de adhesión y afecto que han manifestado los Obispos
españoles durante esta 84º Asamblea Plenaria.
Renovación de cargos
La Asamblea Plenaria ha dedicado gran parte de sus sesiones de trabajo a la renovación de todos los cargos de la CEE, excepto el del Secretario General, único cargo que se elige para un periodo de cinco años. El actual Secretario General, P Juan Antonio
Martínez Camino, tiene mandato hasta junio de 2008.
En la mañana del martes, día 8 de marzo, se conocía el nombre del nuevo Presidente de la Conferencia Episcopal Española,
Mons. Ricardo Blázquez Pérez. Su elección tenía lugar en tercera
votación y con 40 votos. Esa misma mañana era elegido Vicepresidente de la CEE, en primera votación y con 41 votos, Mons. Antonio Cañizares Llovera.
El Arzobispo de Madrid, Cardenal Antonio Mª Rouco Varela,
obtuvo 51 de los 52 votos que, en este caso, constituyen los dos tercios que los Estatutos de la CEE exigen para la reelección de un
Presidente para un tercer trienio.
En total, entre la mañana del lunes y la tarde del miércoles,
se han efectuado 26 elecciones: Presidente, Vicepresidente, 3
miembros del Comité Ejecutivo, 14 Presidentes de Comisiones
Episcopales, Presidente de la Junta Episcopal de Asuntos Jurídicos, 3 Presidentes de Subcomisiones Episcopales y 3 miembros del
Consejo de Economía. De los cargos renovados, repiten mandato
los Presidentes de tres Comisiones Episcopales, de dos Subcomi-
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siones y de la Junta Episcopal de Asuntos Jurídicos; además de los
tres miembros del Consejo de Economía.
Además, durante la mañana del jueves, se votó la composición de la Junta Episcopal de Asuntos Jurídicos y de las Comisiones Episcopales (se adjunta nota de prensa nº 7 con todos los organismos y sus respectivos miembros).
Otros temas de la Asamblea Plenaria
Además de la renovación de los cargos, los Obispos españoles han aprobado en esta Asamblea Plenaria dos documentos presentados por la Comisión Episcopal de Liturgia, la traducción al
castellano del Martirologio Romano y los nuevos textos para la
Liturgia de las Horas de los Santos que se han introducido recientemente en el Calendario Litúrgico. Ambos textos se remitirán a la
Santa Sede para su preceptiva recognitio. Asimismo, han dado su
conformidad para que se tramite ante la Santa Sede una propuesta de modificación de la versión castellana de la fórmula sacramental de la Confirmación.
La Comisión Episcopal para el Patrimonio Cultural ha presentado el documento “Los Bienes Culturales de la Iglesia y la
Evangelización”. Los Obispos han estudiado el texto y han ofrecido algunas aportaciones al mismo que serán recogidas por la citada Comisión. El documento se presentará en la próxima reunión
de la Comisión Permanente. También se ha reflexionado sobre el
texto que la Comisión Episcopal de Pastoral Social ha expuesto
sobre la Globalización Económica.
Como es habitual, otro capítulo de la Asamblea Plenaria lo
ha constituido la información sobre los asuntos de seguimiento,
sobre temas económicos y sobre el cumplimiento del Plan Pastoral
por parte de las distintas Comisiones Episcopales. Además, los
Obispos han recibido información, por parte de Mons. Joan Enric
Vives, sobre su participación en una reunión de Conferencias Episcopales para ayudar a los cristianos de Tierra Santa.
Página 132
III.
4.
B.O.O. núm. 17
Asidonia-Jerez
MENSAJE de los obispos de la
Subcomisión Episcopal para la Familia
y Defensa de la Vida con ocasión del
décimo aniversario de la Evangelium
Vitae (4 de abril de 2005)
LA VIDA HUMANA, DON PRECIOSO DE DIOS
«El evangelio de la vida está en el centro del mensaje
de Jesús. Acogido con amor cada día por la Iglesia, es
anunciado con intrépida fidelidad como buena noticia
a los hombres de todas las épocas y culturas» (Evangelium vitae 1).
1. La proclamación del Evangelio de la Vida
Hace diez años, el 25 de marzo de 1995, el Papa Juan
Pablo II publicaba su encíclica Evangelium Vitae. La Iglesia,
que desde los tiempos apostólicos proclama constantemente el
valor de la vida humana, se esfuerza cada día con más intensidad para defenderla y atender a los más necesitados1. En este
servicio a la vida, la encíclica Evangelium Vitae ha supuesto un
hito importante.
En continuidad con las enseñanzas del Papa Juan Pablo
II, nosotros, Pastores del “Pueblo de la Vida”, damos gracias a
Dios Padre por el don de la vida. En la plenitud de los tiempos
nos envió a su Hijo nacido de la Virgen María, para que los hombres tengamos vida en abundancia; una «vida nueva y eterna,
que consiste en la comunión con el Padre, a la que todo hombre
–––––––––––––––––––––––––
1. A lo largo de la historia han surgido innumerables instituciones para la atención de los
huérfanos, ancianos abandonados, enfermos, disminuidos… como Cáritas y obras como
las de la beata Teresa de Calcuta o las recientemente canonizadas Genoveva Torres y
Ángela de la Cruz.
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está llamado gratuitamente en el Hijo por obra del Espíritu Santificador» (EV 1).
Con ocasión de este aniversario, y siguiendo la recomendación de la LXXXI Asamblea Plenaria2, invitamos a que la Solemnidad de la Encarnación –que este año 2005 se celebra el 4 de abril–
se celebre oportunamente con diversas iniciativas que sirvan para
que el aprecio y respeto de la vida, centro del mensaje de la Evangelium Vitae, sea conocido y anunciado en nuestras Iglesias.
2. Valor de la vida humana
Universalmente, todas las culturas han reconocido el valor
y la dignidad de la vida humana. El precepto de “no matarás”, que
custodia el don de la vida humana, es una norma que toda cultura
sana ha reconocido como principio fundamental. El derecho a la
vida y el respeto a la dignidad de la persona son valores que la
Declaración Universal de los Derechos Humanos propone como
fundamento para la convivencia.
Este reconocimiento universal encuentra su plena confirmación en la revelación del Evangelio de la vida con el misterio de
Cristo. La vida humana, don precioso de Dios, es sagrada e inviolable. «La vida humana es sagrada porque desde su inicio comporta la acción creadora de Dios y permanece siempre en una especial
relación con el creador, su único fin. Sólo Dios es Señor de la vida
desde su comienzo hasta su término. Nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un
ser humano inocente» (EV 53). Por ello todo atentado contra la
vida del hombre es también un atentado contra la razón, contra la
justicia y constituye una grave ofensa a Dios.
–––––––––––––––––––––––––
2. «La Conferencia Episcopal Española insta a los fieles católicos a promover, en el día 25
de marzo de cada año, acciones en defensa de la dignidad, sacralidad y respeto de la vida
humana, uniéndose a todas las personas de buena voluntad en la promoción de la “ cultura de la vida ”. Se encarga a la Subcomisión Episcopal para la familia y defensa de la
vida de la CEE la animación, coordinación y seguimiento de esta iniciativa» (LXXXI
Asamblea Plenaria de la CEE (17-21 noviembre 2003): BOCEE 71, 140).
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Continuidad fundamental
El proceso embrionario es un proceso continuo en el que ya
desde el principio estamos ante una vida humana. El embrión no
es un mero agregado de células vivas, sino el primer estadio de la
existencia de un ser humano. Todos hemos sido también embriones.
Desde el momento de la fecundación hay vida humana, y por
tanto dignidad personal. Es una vida humana que se va desarrollando, va experimentando cambios morfológicos importantes, pero
es siempre el mismo proceso continuo que va desde el principio de
la vida con la fecundación hasta la muerte. «El cuerpo, naturalmente, se desarrolla, pero dentro de una continuidad fundamental
que no permite calificar de pre-humana ni de post-humana ninguna de las fases de su desarrollo. Donde hay cuerpo humano
vivo, hay persona humana y, por tanto, dignidad humana
inviolable»3.
En consecuencia, «el ser humano debe ser respetado y
tratado como persona desde el instante de su concepción y, por
eso, a partir de ese mismo momento se le deben reconocer los
derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable de
todo ser humano inocente a la vida» (EV 60). Esta verdad del
Evangelio de la vida es ampliamente compartida por muchas
personas e instituciones. Lo que el Consejo de Europa afirmó,
hace muchos años, ha sido ahora recogido por la ONU al recomendar la prohibición de la investigación con embriones así
como cualquier tipo de clonación humana: reproductiva o terapéutica4.
–––––––––––––––––––––––––
3. LXXVI Asamblea Plenaria, Instrucción pastoral La Familia, santuario de la vida y
esperanza de la sociedad , 109.
4. Cf. Declaración de la Asamblea General de la ONU (8-Marzo-2005); Consejo de Europa, Resolución 4.376 (4 octubre 1982): «La ciencia y el sentido común prueban que la vida
humana comienza en el acto de la concepción y que en este mismo momento están presentes en potencia todas las propiedades biológicas y genéticas del ser humano».
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4. Al servicio de la vida
En el reconocimiento y respeto de la vida humana y en su
promoción, la ciencia alcanza su más alto fin: el servicio a la vida
y a la dignidad de la persona. Estos diez años desde la publicación
de la encíclica Evangelium Vitae han sido de grandes avances de
la ciencia, los cuales han abierto nuevas y esperanzadoras posibilidades de prevención y curación.
Gracias a estos avances hoy son posibles terapias e incluso
operaciones intrauterinas en beneficio del no nacido. Cada vez se
rebaja más el tiempo de gestación necesario para que un niño prematuro sea viable fuera del seno materno. Por otra parte, la aplicación terapéutica de las células madre procedentes de tejido de
adulto consiguen resultados esperanzadores. Estas son las auténticas terapias: las que curan sin dañar ni eliminar la vida de nadie.
No podemos olvidar que estos avances son potentes herramientas que deben ser usadas al servicio del hombre, teniendo en
cuenta los principios éticos. La ciencia y la técnica requieren la
ética para no degradar, sino promover la dignidad humana. Por
ello pedimos a todos los investigadores y centros de formación que
procuren inculcar a todos el respeto a la vida humana tanto como
procuran avanzar en sus conocimientos para ponerlos al servicio
de las personas.
A todos exhortamos a que promuevan siempre la vida frente a tantas amenazas por parte de una “cultura de la muerte” que
se manifiesta de muchas maneras: la anticoncepción, la extensión
de las esterilizaciones, la disminución preocupante de la natalidad, el aborto, la píldora “del día después” –que además de anticonceptiva puede ser abortiva–, la manipulación del lenguaje al
hablar de “preembriones” como si no fueran ya plenamente personas humanas, la selección y reducción embrionarias, la manipulación y destrucción de embriones para obtener células madre para
la investigación, y la cada vez más amenazante práctica de la clonación. Estas manifestaciones de la cultura antivida son una insi-
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diosa ideología del mal que Juan Pablo II ha denunciado recientemente: «Se puede, es más, se debe, plantear la cuestión sobre la
presencia en este caso de otra ideología del mal tal vez más insidiosa y celada, que intenta instrumentalizar incluso los derechos
del hombre contra el hombre y contra la familia»5.
5. La familia, santuario de la vida
«Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza; a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer los creó, y los bendijo diciendo: creced y multiplicaos» (Gen 1,27-28). El evangelio de la vida
comienza con la creación de Adán y Eva, llamados al amor conyugal, y a través de su amor, a ser padres cooperando así de manera
singular con la obra creadora de Dios.
El amor conyugal entre el hombre y la mujer, fundamento
de la familia, es el lugar santo donde la persona es concebida dignamente. El hijo nace del amor de los padres y es invitado a participar en su comunión de amor. La familia es también el santuario donde la vida es acogida con alegría y celebrada en la vida cotidiana, enriquecida por las ricas relaciones entre los padres, los
hijos, los abuelos, etc.
Estas familias son una magnífica proclamación del Evangelio de la vida y un motivo para dar gracias a Dios: familias que a
pesar de las crisis y momentos difíciles saben permanecer unidas
en el amor, familias que a pesar de las dificultades viven generosamente abiertas a la vida, familias que sostienen a sus miembros
más débiles o necesitados con su tiempo y sus mejores energías,
etc. Todas estas familias –tantas de ellas cristianas– son un magnífico testimonio del valor de la vida y realizan un precioso servicio a la sociedad.
Este testimonio generoso de tantas familias es la mejor
escuela para que los niños aprendan el valor sagrado de la vida
–––––––––––––––––––––––––
5. Juan Pablo II, Memoria e identidad, Madrid 2005, 25.
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humana y aprendan a respetar y promover la vida de todos, especialmente la de los más débiles. El gozo de la familia al acoger una
nueva vida es la mejor proclamación ante los niños del valor sagrado de la vida concebida y aún por nacer de un nuevo hijo. Por ello
la celebración del día de la vida puede ser una preciosa ocasión
para que la familia tome más profunda conciencia de su misión de
servicio a la vida.
6. Educación afectivo–sexual
La familia es también el ámbito donde los hijos aprenden el
significado de la sexualidad al servicio del amor y la vida. Muchas
veces los Obispos hemos recordado la necesidad y urgencia de una
educación afectivo–sexual adecuada. Esta tiene un lugar privilegiado en la Pastoral Familiar, porque «la vocación al amor, que es
el hilo conductor de toda pastoral matrimonial, requiere un cuidado esmerado de la educación al amor»6.
En el Directorio de la Pastoral Familiar los Obispos españoles hemos recordado que «los padres son los primeros responsables para llevar a cabo esta educación de la sexualidad, ya en los
años de la niñez como luego en la adolescencia. Han de saber ofrecer a sus hijos, en un marco de confianza, las explicaciones adecuadas a su edad para que adquieran el conocimiento y respeto de
la propia sexualidad en un camino de personalización. Siempre se
logra más persuadiendo que prohibiendo, especialmente cuando de
educar se trata» (DPF 81).
En el momento adecuado, la catequesis también deberá
afrontar el tema de la sexualidad y el discernimiento vocacional. «En el proceso catequético, durante los distintos momentos
que afectan a esta etapa, estará presente una catequesis completa y profunda sobre la sexualidad en sus distintas dimensiones: antropológica, moral, espiritual, social, psicológica,
etc.»(DPF 92).
–––––––––––––––––––––––––
6. Directorio de la Pastoral Familiar de la Iglesia en España 89.
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También los colegios tienen un importante cometido en esta
labor: «Como complemento y ayuda a la tarea de los padres, es
absolutamente necesario que todos los colegios católicos preparen
un programa de educación afectivo-sexual, a partir de métodos
suficientemente comprobados y con la supervisión del Obispo. La
Delegación Diocesana de Pastoral Familiar debe preparar personas expertas en este campo» (DPF 93).
Todos somos conscientes de la urgente necesidad de esta educación afectivo–sexual y de su relación con el Evangelio de la vida.
Por ello exhortamos a todos a poner en práctica estas indicaciones
del Directorio de Pastoral Familiar, cuidando especialmente la formación integral de personas expertas para realizar esta tarea.
7. Por una cultura de la familia y de la vida
Educando a los jóvenes para el amor y la vida estaremos
poniendo los cimientos más sólidos para una cultura de la familia
y de la vida. Pero esta tarea requiere el compromiso de todos.
A los científicos se les ha confiado de modo especial conservar el valor de la vida en la “conciencia” de los investigadores y
de la sociedad. Como personas expertas son escuchadas por la
sociedad, los medios de comunicación y los políticos. Por ello les
pedimos que proclamen con valentía el valor sagrado de la vida
humana desde el momento de la concepción y que nunca se dejen
seducir por posibilidades contrarias a la ética.
Los profesionales de la salud tienen también un importante
cometido. A los profesionales de la salud corresponde apoyar
siempre la vida, y rechazar e incluso denunciar toda práctica que
atente contra la integridad o la vida de las personas, singularmente la de aquellas más débiles como los embriones, los no nacidos, los disminuidos, los ancianos y los enfermos terminales. A este
respecto recordamos nuevamente la conveniencia de promover los
procesos de adopción y recomendar esta posibilidad a las personas
que consideran la posibilidad de abortar.
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Hacemos también un llamamiento apremiante a los profesionales católicos, especialmente de la información, a hacerse
presentes en los medios para que en ellos resuene también el hermoso mensaje del Evangelio de la vida.
Todos los profesionales cristianos, personalmente o asociados, han de influir responsablemente en la sociedad y en las
leyes. Es un signo de esperanza comprobar cómo las asociaciones
familiares se hacen presentes en el debate social promoviendo los
valores de la familia y de la vida. Estas asociaciones contribuyen
eficazmente a la elaboración de una política familiar adecuada, de
tan urgente necesidad, que facilite el acceso a la vivienda, unas
condiciones laborales y económicas compatibles con la paternidad
y maternidad, así como disponibilidad del tiempo necesario para
atender a la familia y a la educación de los hijos.
Desde estas líneas queremos expresar nuestro apoyo y bendición a todos los que desde estas plataformas y asociaciones,
se empeñan en tan importante y a veces difícil tarea. Al mismo
tiempo invitamos a todas las familias cristianas a implicarse activamente en estas acciones que promueven una visión cristiana de
la familia y de la vida como don de Dios.
En este sentido nos exhortaba Juan Pablo II en la Evangelium Vitae: «Para ser verdaderamente un pueblo al servicio de la
vida debemos, con constancia y valentía, proponer estos contenidos desde el primer anuncio del Evangelio y, posteriormente, en la
catequesis y en las diversas formas de predicación, en el diálogo
personal y en cada actividad educativa. A los educadores, profesores, catequistas y teólogos corresponde la tarea de poner de
relieve las razones antropológicas que fundamentan y sostienen el
respeto de cada vida humana. De este modo, haciendo resplandecer la novedad original del Evangelio de la vida, podremos ayudar
a todos a descubrir, también a la luz de la razón y de la experiencia, cómo el mensaje cristiano ilumina plenamente el hombre y el
significado de su ser y de su existencia; hallaremos preciosos puntos de encuentro y de diálogo incluso con los no creyentes, com-
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prometidos todos juntos en hacer surgir una nueva cultura de la
vida» (EV 82).
8. Oración a María Inmaculada por la vida
Queremos terminar este mensaje con ocasión de los diez
años de la encíclica Evangelium vitae invocando a María, Madre
del amor hermoso, en este año que la Iglesia de España dedica
al misterio de su Inmaculada Concepción. A ella encomendamos
la causa de la vida. Bajo su protección ponemos a las familias, a
los enfermos, a los más débiles y amenazados, a la vez que invitamos a todos los cristianos, y singularmente a las familias, a
elevar con frecuencia a María Inmaculada, madre de la vida, la
invocación con que Juan Pablo II cierra su encíclica Evangelium
Vitae:
Oh María,
aurora del mundo nuevo,
Madre de los vivientes,
a Ti confiamos la causa de la vida :
mira, Madre, el número inmenso
de niños a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres víctimas
de violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertos
a causa de la indiferencia
o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu Hijo
sepan anunciar con firmeza y amor
a los hombres de nuestro tiempo
el Evangelio de la vida .
Alcánzales la gracia de acogerlo
como don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud
durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo
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con solícita constancia, para construir,
junto con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria de Dios Creador
y amante de la vida (EV 105).
Julián Barrio Barrio
arzobispo de Santiago de Compostela,
Presidente de la CEAS
Juan Antonio Reig Pla
obispo de Segorbe-Castellón,
Presidente de la Subcomisión para la Familia
y Defensa de la Vida
Javier Martínez Fernández
arzobispo de Granada
Francisco Gil Hellín
arzobispo de Burgos.
Madrid, 4 de abril de 2005.
Solemnidad de la Encarnación
IV
SANTA SEDE
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IV.
1.
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MENSAJE de Juan Pablo II para la
cuaresma 2005
(8 de septiembre de 2004)
¡Queridos Hermanos y Hermanas!
1. Cada año, la Cuaresma nos propone un tiempo propicio
para intensificar la oración y la penitencia y para abrir el corazón
a la acogida dócil de la voluntad divina. Ella nos invita a recorrer
un itinerario espiritual que nos prepara a revivir el gran misterio
de la muerte y resurrección de Jesucristo, ante todo mediante la
escucha asidua de la Palabra de Dios y la práctica más intensa de
la mortificación, gracias a la cual podemos ayudar con mayor generosidad al prójimo necesitado.
Es mi deseo proponer este año a vuestra atención, amados
Hermanos y Hermanas, un tema de gran actualidad, ilustrado
apropiadamente por estos versículos del libro del Deuteronomio:
«En Él está tu vida, así como la prolongación de tus días» (30,20).
Son palabras que Moisés dirige al pueblo invitándolo a estrechar
la alianza con el Señor en el país de Moab, «Escoge la vida, para
que vivas, tú y tu descendencia, amando al Señor tu Dios, escuchando su voz, viviendo unido a Él» (Dt 30, 19-20). La fidelidad a
esta alianza divina, constituye para Israel una garantía de futuro,
«mientras habites en la tierra que el Señor juró dar a tus padres
Abrahán, Isaac y Jacob» (Dt 30,20). Llegar a la edad madura es, en
la visual bíblica, signo de la bendición y de la benevolencia del Altísimo. La longevidad se presenta de este modo, como un especial
don divino.
Desearía que durante la Cuaresma pudiéramos reflexionar
sobre este tema. Ello nos ayudará a alcanzar una mayor comprensión de la función que las personas ancianas están llamadas a ejercer en la sociedad y en la Iglesia, y, de este modo, disponer también
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nuestro espíritu a la afectuosa acogida que a éstos se debe. En la
sociedad moderna, gracias a la contribución de la ciencia y de la
medicina, estamos asistiendo a una prolongación de la vida humana y a un consiguiente incremento del número de las personas
ancianas. Todo ello solicita una atención más específica al mundo
de la llamada «tercera edad», con el fin de ayudar a estas personas
a vivir sus grandes potencialidades con mayor plenitud, poniéndolas al servicio de toda la comunidad. El cuidado de las personas
ancianas, sobre todo cuando atraviesan momentos difíciles, debe
estar en el centro de interés de todos los fieles, especialmente de
las comunidades eclesiales de las sociedades occidentales, donde
dicha realidad se encuentra presente en modo particular.
2. La vida del hombre es un don precioso que hay que amar
y defender en cada fase. El mandamiento «No matarás», exige
siempre el respeto y la promoción de la vida, desde su principio
hasta su ocaso natural. Es un mandamiento que no pierde su
vigencia ante la presencia de las enfermedades, y cuando el debilitamiento de las fuerzas reduce la autonomía del ser humano. Si
el envejecimiento, con sus inevitables condicionamientos, es acogido serenamente a la luz de la fe, puede convertirse en una ocasión
maravillosa para comprender y vivir el misterio de la Cruz, que da
un sentido completo a la existencia humana.
Es en esta perspectiva que el anciano necesita ser comprendido y ayudado. Deseo expresar mi estima a cuantos trabajan con
denuedo por afrontar estas exigencias y os exhorto a todos, amadísimos hermanos y hermanas, a aprovechar esta Cuaresma para
ofrecer también vuestra generosa contribución personal. Vuestra
ayuda permitirá a muchos ancianos que no se sientan un peso
para la comunidad o, incluso, para sus propias familias, y evitará
que vivan en una situación de soledad, que los expone fácilmente
a la tentación de encerrarse en sí mismos y al desánimo.
Hay que hacer crecer en la opinión pública la conciencia de
que los ancianos constituyen, en todo caso, un gran valor que debe
ser debidamente apreciado y acogido. Deben ser incrementadas,
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por tanto, las ayudas económicas y las iniciativas legislativas que
eviten su exclusión de la vida social. Es justo señalar que, en las
últimas décadas, la sociedad está prestando mayor atención a sus
exigencias, y que la medicina ha desarrollado terapias paliativas
que, con una visión integral del ser humano, resultan particularmente beneficiosas para los enfermos.
3. El mayor tiempo a disposición en esta fase de la existencia, brinda a las personas ancianas la oportunidad de afrontar
interrogantes existenciales, que quizás habían sido descuidados
anteriormente por la prioridad que se otorgaba a cuestiones consideradas más apremiantes. La conciencia de la cercanía de la meta
final, induce al anciano a concentrarse en lo esencial, en aquello
que el paso de los años no destruye.
Es precisamente por esta condición, que el anciano puede
desarrollar una gran función en la sociedad. Si es cierto que el
hombre vive de la herencia de quien le ha precedido, y su futuro
depende de manera determinante de cómo le han sido transmitidos los valores de la cultura del pueblo al que pertenece, la sabiduría y la experiencia de los ancianos pueden iluminar el camino
del hombre en la vía del progreso hacia una forma de civilización
cada vez más plena.
¡Qué importante es descubrir este recíproco enriquecimiento entre las distintas generaciones! La Cuaresma, con su fuerte
llamada a la conversión y a la solidaridad, nos ayuda este año a
reflexionar sobre estos importantes temas que atañen a todos.
¿Qué sucedería si el Pueblo de Dios cediera a una cierta mentalidad actual que considera casi inútiles a estos hermanos nuestros,
cuando merman sus capacidades por los achaques de la edad o de
la enfermedad? ¡Qué diferentes serán nuestras comunidades si, a
partir de la familia, tratáramos de mantenernos siempre con actitud abierta y acogedora hacia ellos!
4. Queridos hermanos y hermanas, durante la Cuaresma,
ayudados por la Palabra de Dios, meditemos cuán importante es
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que cada comunidad acompañe con comprensión y con cariño a
aquellos hermanos y hermanas que envejecen. Además, todos
debemos acostumbrarnos a pensar con confianza en el misterio de
la muerte, para que el encuentro definitivo con Dios acontezca en
un clima de paz interior, en la certeza que nos acogerá Aquel «que
me ha tejido en el vientre de mi madre» (Salmo 139,13b), y nos ha
creado «a su imagen y semejanza» (Génesis l, 26).
María, nuestra guía en el itinerario cuaresmal, conduzca a
todos los creyentes, especialmente a las personas ancianas, a un
conocimiento cada vez más profundo de Cristo muerto y resucitado, razón última de nuestra existencia. Ella, la fiel sierva de su
divino Hijo, junto a Santa Ana y a San Joaquín, intercedan por
cada uno de nosotros «ahora y en la hora de nuestra muerte».
Con afecto os imparto mi Bendición.
Vaticano, 8 de septiembre de 2004
IOANNES PAULUS PP II
Asidonia-Jerez
IV.
2.
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DECRETO de la Penitenciaría
Apostólica sobre las indulgencias
concedidas en el Año de la Eucaristía
(25 de diciembre de 2004)
El más grande de los milagros (cf. solemnidad del Santísimo
Cuerpo y Sangre de Cristo, Oficio de lectura, segunda lectura) y
memorial supremo de la Redención realizada por nuestro Señor
Jesucristo mediante su sangre, la Eucaristía, en cuanto sacrificio
y en cuanto sacramento, produce de modo indefectible la unidad de
la Iglesia, la sostiene con la fuerza de la gracia sobrenatural, la
inunda de alegría inefable, y es una ayuda sobrenatural para alimentar la piedad de los fieles e impulsarlos hacia el aumento de su
vida cristiana, más aún, hacia la perfección.
En consideración de esto, el Sumo Pontífice Juan Pablo II,
movido por su solicitud por la Iglesia, para promover el culto público y privado al Santísimo Sacramento, con la carta apostólica
Mane nobiscum Domine , del 7 de octubre de 2004, estableció que
se celebre en toda la Iglesia un año específico, llamado «Año de la
Eucaristía».
Además, durante este año, para impulsar a los fieles a un
conocimiento más profundo y a un amor más intenso al inefable
«Misterio de la fe», a fin de que obtengan frutos espirituales cada
vez más abundantes, el mismo Santo Padre, en la audiencia concedida a los responsables de la Penitenciaría apostólica, abajo firmantes, el pasado 17 de diciembre, quiso enriquecer con indulgencias algunos actos peculiares de culto y devoción al Santísimo
Sacramento, según se indica a continuación:
1. Se concede la indulgencia plenaria a todos y cada uno de
los fieles, con las condiciones habituales (a saber, confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del
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Sumo Pontífice, con el corazón totalmente desapegado del afecto a
cualquier pecado), cada vez que participen con atención y piedad
en una función sagrada o en un ejercicio piadoso realizados en
honor del Santísimo Sacramento, solemnemente expuesto o reservado en el sagrario.
2. Asimismo, se concede, con las condiciones antes recordadas, la indulgencia plenaria a los sacerdotes, a los miembros de los
institutos de vida consagrada y de las sociedades de vida apostólica, y a los demás fieles que por ley tienen que rezar la liturgia de
las Horas, así como a quienes suelen rezar el Oficio divino sólo por
devoción, cada vez que, al final de la jornada, recen con fervor en
común o de forma privada Vísperas y Completas ante el Santísimo
Sacramento expuesto a la veneración de los fieles o reservado en el
sagrario.
Los fieles que, por enfermedad u otras justas causas, no
puedan visitar el Santísimo Sacramento de la Eucaristía en una
iglesia u oratorio, podrán lucrar la indulgencia plenaria en su casa
o dondequiera que se encuentren a causa del impedimento si, con
total rechazo de cualquier pecado, como se ha dicho antes, y con la
intención de cumplir, en cuanto sea posible, las tres condiciones
habituales, realizan una visita espiritual, con el deseo del corazón,
con espíritu de fe en la presencia real de Jesucristo en el Sacramento del altar, y rezan el padrenuestro y el Credo, añadiendo una
jaculatoria a Jesús sacramentado (por ejemplo, «Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del altar»).
Si ni siquiera esto pudieran hacer, lucrarán la indulgencia
plenaria si se unen con deseo interior a quienes practican de modo
ordinario la obra prescrita para la indulgencia y ofrecen a Dios
misericordioso las enfermedades y las dificultades de su vida,
teniendo también ellos el propósito de cumplir, en cuanto les sea
posible, las tres condiciones habituales.
Los sacerdotes que ejercen el ministerio pastoral, sobre todo
los párrocos, teniendo presentes las «Sugerencias y propuestas»
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publicadas el 15 de octubre de 2004 por la Congregación para el
culto divino y la disciplina de los sacramentos, informen del modo
más conveniente a sus fieles sobre estas saludables disposiciones
de la Iglesia, estén disponibles con espíritu solícito y generoso para
escuchar sus confesiones, y, en los días establecidos para la utilidad de los fieles, dirijan de modo solemne el rezo público de oraciones a Jesús sacramentado.
Por último, al impartir la catequesis, exhorten a los fieles a
dar con frecuencia testimonio abierto de fe y de amor al Santísimo
Sacramento, como se propone en la concesión general IV del
«Enchiridion indulgentiarum», teniendo presentes también las
demás concesiones del mismo «Enchiridion»: n. 7, adoración y procesión eucarística; n. 8, comunión eucarística y espiritual; n. 27,
primera misa de los neosacerdotes y celebraciones jubilares de
ordenación sacerdotal y episcopal.
Este decreto tiene vigencia durante el Año eucarístico, a
partir del día mismo de su publicación en «L’Osservatore Romano»,
no obstante cualquier disposición contraria.
Roma, sede de la Penitenciaría apostólica, 25 de diciembre
de 2004, solemnidad de la Navidad de Nuestro Señor Jesucristo.
Card. James Francis STAFFORD
Penitenciario mayor
Gianfranco GIROTTI, o.f.m. conv.
Regente
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IV.
3.
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MENSAJE del Papa para la Jornada
Mundial de oración por las vocaciones
2005 (publicado el 9 de enero de 2005)
Venerados Hermanos en el Episcopado,
queridos Hermanos y Hermanas:
1. «Duc in altum!» Al comienzo de la carta apostólica «Novo
millennio ineunte» cité las palabras con las que Jesús anima a los
primeros discípulos a echar las redes para una pesca que sería
milagrosa. Dice a Pedro: «Duc in altum – Remar mar adentro»
(Lucas 5, 4). «Pedro y los primeros compañeros se fiaron de las
palabras de Cristo, y echaron las redes» («Novo millennio ineunte», 1).
Esta conocida escena evangélica sirve de telón de fondo
para la próxima Jornada de Oración para las Vocaciones, que
lleva por lema: «Llamados a remar mar adentro». Privilegiada
oportunidad para reflexionar sobre la llamada a seguir a Jesús y,
en particular, a seguirle en el camino del sacerdocio y de la vida
consagrada.
2. «Duc in altum!» La llamada de Cristo resulta especialmente actual en nuestro tiempo, en el que una difusa manera de
pensar propicia la falta de esfuerzo personal ante las dificultades.
La primera condición para «remar mar adentro» requiere cultivar
un profundo espíritu de oración, alimentado por la escucha diaria
de la Palabra de Dios. La auténtica vida cristiana se mide por la
hondura en la oración, arte que se aprende humildemente «de los
mismos labios del divino Maestro», implorando casi, «como los primeros discípulos: “¡Señor, enséñanos a orar!” (Lucas 11, 1). En la
plegaria se desarrolla ese diálogo con Cristo que nos convierte en
sus íntimos: “Permaneced en mí, como yo en vosotros” (Juan 15,
4)» («Novo millennio ineunte», 32).
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La orante unión con Cristo nos ayuda a descubrir su presencia incluso en momentos de aparente desilusión, cuando la fatiga parece inútil, como les sucedía a los mismos apóstoles que después de haber faenado toda la noche exclamaron: «Maestro, no
hemos pescado nada» (Lucas 5, 5). Frecuentemente en momentos
así es cuando hay que abrir el corazón a la onda de la gracia y dejar
que la palabra del Redentor actúe con toda su fuerza: «Duc in
altum!» (Cf. «Novo millennio ineunte», 38).
3. Quien abra el corazón a Cristo no sólo comprende el misterio de la propia existencia, sino también el de la propia vocación,
y recoge espléndidos frutos de gracia. Primero, creciendo en santidad por un camino espiritual que, comenzando con el don del Bautismo, prosigue hasta alcanzar la perfecta caridad (Cf. ibid, 30).
Viviendo el Evangelio «sine glossa», el cristiano se hace cada vez
más capaz de amar como Cristo, a tenor de la exhortación: «Sed
perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mateo 5, 48).
Se esfuerza en perseverar en la unidad con los hermanos dentro de
la comunión de la Iglesia, y se pone al servicio de la nueva evangelización para proclamar y ser testigo de la impresionante realidad del amor salvífico de Dios.
4. Particularmente a vosotros, queridos adolescentes y jóvenes,
os repito la invitación de Cristo a «remar mar adentro». Os encontráis
en un momento en que tenéis que tomar una decisión importante
para vuestro futuro. Guardo en mi corazón el recuerdo de numerosos
encuentros en años pasados con jóvenes, convertidos hoy en adultos,
tal vez en padres de algunos de vosotros, en sacerdotes, religiosos,
religiosas, vuestros educadores en la fe. Los vi alegres, como deben ser
los jóvenes, pero también reflexivos, por el empeño en dar un «sentido» pleno a su existencia. Cada vez estoy más convencido de que, en
el ánimo de las nuevas generaciones es mayor la atracción hacia los
valores del espíritu, mayor el ansia de santidad. Los jóvenes necesitan de Cristo, pero saben también que Cristo quiere contar con ellos.
Queridos muchachos y muchachas, confiad en Él, escuchad
sus enseñanzas, mirad su rostro, perseverad en la escucha de su
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Palabra. Dejad que sea Él quien oriente vuestras búsquedas y
aspiraciones, vuestros ideales y los anhelos de vuestro corazón.
5. Me dirijo ahora a los queridos padres y educadores cristianos, a los amados sacerdotes, consagrados y catequistas. Dios os
ha confiado el quehacer peculiar de guiar a la juventud por el
camino de la santidad. Sed para ellos ejemplo de generosa fidelidad a Cristo. Animadles a no dudar en «remar mar adentro», respondiendo sin tardanza a la invitación del Señor. Él llama a unos
a la vida familiar, a otros a la vida consagrada o al ministerio
sacerdotal. Ayudadles para que sepan discernir cuál es su camino,
y lleguen a ser verdaderos amigos de Cristo y sus auténticos discípulos. Cuando los adultos creyentes hacen visible el rostro de Cristo con la palabra y con el ejemplo, los jóvenes están dispuestos más
fácilmente a acoger su exigente mensaje marcado por el misterio
de la Cruz.
¡No olvidéis, además, que hoy también se necesitan sacerdotes santos, personas totalmente consagradas al servicio de Dios!
Por eso querría repetir una vez más: «Es necesario y urgente enfocar una vasta y capilar pastoral de las vocaciones que llegue a las
parroquias, los centros educativos, a las familias, suscitando una
reflexión más atenta a los valores esenciales de la vida, los cuales
se resumen claramente en la respuesta que cada uno está invitado a dar a la llamada de Dios, especialmente cuando pide la entrega total de sí y de las propias fuerzas para la causa del Reino»
(«Novo millennio ineunte», 46).
A los jóvenes les vuelvo a decir las palabras de Jesús: «Duc
in altum!» Al repetir de nuevo esta exhortación, pienso también en
las palabras dirigidas por María, su Madre, a los servidores en
Caná de Galilea: «Haced lo que Él os diga» (Juan 2, 5). Cristo, queridos jóvenes, os pide «remar mar adentro» y la Virgen os anima a
no dudar en seguirle.
6. Suba desde cada rincón de la tierra, reforzada con la
materna intercesión de la Virgen, la ardiente plegaria al Padre
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celestial para conseguir «obreros para su mies» (Mateo 9, 38).
Quiera Él conceder fervorosos y santos sacerdotes a cada porción
de su grey. Confiadamente nos dirigimos a Cristo, Sumo Sacerdote, y Le decimos con renovada esperanza:
Jesús, Hijo de Dios,
en quien habita la plenitud de la divinidad,
que llamas a todos los bautizados a “remar mar adentro”,
recorriendo el camino de la santidad,
suscita en el corazón de los jóvenes
el anhelo de ser en el mundo de hoy
testigos del poder de tu amor.
Llénalos con tu Espíritu de fortaleza y de prudencia
para que lleguen a descubrir su auténtico ser
y su verdadera vocación.
Salvador de los hombres,
enviado por el Padre para revelar el amor misericordioso,
concede a tu Iglesia el regalo
de jóvenes dispuestos a remar mar a dentro,
siendo entre sus hermanos
manifestación de tu presencia que renueva y salva.
Virgen Santísima, Madre del Redentor,
guía segura en el camino hacia Dios y el prójimo,
que guardaste sus palabras en lo profundo de tu corazón,
protege con tu maternal intercesión
a las familias y a las comunidades cristianas,
para que ayuden a los adolescentes y a los jóvenes
a responder generosamente a la llamada del Señor.
Amén.
Castel Gandolfo, 11 de agosto del 2004
IOANNES PAULUS II
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IV.
4.
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DISCURSO del Papa al Cuerpo
Diplomático acreditado ante la Santa
Sede (10 de enero de 2005)
Excelencias, Señoras y Señores:
1. La alegría impregnada de suave conmoción, propia de
este tiempo en el que la Iglesia revive el misterio del nacimiento
del Emmanuel y el de su humilde familia de Nazaret, se percibe
hoy también en este encuentro con Ustedes, Señoras y Señores
Embajadores e ilustres miembros del Cuerpo Diplomático ante la
Santa Sede, que reunidos aquí hacen visible, en cierto modo, la
gran familia de las Naciones.
Este encuentro, alegre y esperado, ha iniciado con las amables expresiones de felicitación, de participación y estima por mi
solicitud universal, dirigidas por su digno Decano, el Profesor Giovanni Galassi, Embajador de San Marino. Le estoy muy agradecido y correspondo a las mismas deseando serenidad y alegría para
todos Ustedes y sus queridas familias, augurando paz y bienestar
para sus Países.
Al darles mi particular y cordial bienvenida, deseo un buen
trabajo a los 34 Embajadores y a sus distinguidas consortes que,
desde enero del año pasado hasta hoy, han iniciado su misión ante
la Sede de Pedro.
2. En verdad, estos sentimientos de alegría han sido ofuscados por la enorme catástrofe natural que el 26 de diciembre pasado ha afectado a diversos Países del sureste asiático, alcanzando
incluso algunas costas de África oriental. Esta catástrofe ha marcado con un gran dolor el año que ha terminado: un año probado
también por otras calamidades naturales, como son otros huracanes devastadores en el Océano Índico y en el mar de las Antillas,
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así como la plaga de langostas que ha desolado vastas regiones de
África del Norte. Otras tragedias han llenado también de luto el
2004, como son las bárbaras acciones de terrorismo que han
ensangrentado Irak y otros Estados del mundo, el cruel atentado
de Madrid, la masacre terrorista de Beslan, las violencias inhumanas sobre la población de Darfur, las atrocidades perpetradas
en la región de los Grandes Lagos en África.
Nuestro corazón se siente turbado y angustiado por todo
ello, y ciertamente no conseguiríamos liberarnos de las tristes
dudas sobre el destino del hombre si, precisamente de la cuna de
Belén, no nos llegara un mensaje, a la vez humano y divino, de
vida y de esperanza más fuerte. En Cristo, que nace como hermano de todo hombre y se pone a nuestro lado, es Dios mismo quien
nos invita a no dejarnos desanimar nunca, sino a superar las dificultades, por muy grandes que sean, reforzando y haciendo prevalecer los vínculos comunes de humanidad por encima de cualquier
otra consideración.
3. De hecho, su presencia, Señoras y Señores Embajadores, que aquí representan a casi todos los pueblos de la tierra,
abre ante nuestros ojos, como con una sola mirada, el gran panorama de la humanidad con los graves problemas comunes que la
atormentan, pero también con las grandes y siempre vivas esperanzas que la animan. La Iglesia católica, universal por naturaleza, está siempre implicada directamente y participa en las
grandes causas por la cuales el hombre actual sufre y espera.
Ella no se siente extranjera entre ningún pueblo, porque donde
se encuentre un cristiano, miembro suyo, está presente todo el
cuerpo de la Iglesia. Más aún, dondequiera que se encuentre un
hombre, allí se establece para nosotros un vínculo de fraternidad.
Con su presencia activa en el destino del hombre en cada lugar
de la tierra, la Santa Sede sabe que tiene en Ustedes, Señoras y
Señores Embajadores, unos interlocutores altamente cualificados, porque es propio de la misión de los diplomáticos superar los
confines y hacer converger a los pueblos y a sus gobiernos en una
voluntad de activa concordia, con el cuidadoso respeto de las pro-
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pias competencias, pero también en la búsqueda de un más alto
bien común.
4. En el Mensaje que este año he dirigido para la Jornada
Mundial de la Paz he propuesto a la atención de los fieles católicos
y de todos los hombres de buena voluntad la invitación de apóstol
Pablo: «No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con
el bien»: vince in bono malum (Romanos 12, 21). En la base de esta
invitación hay una verdad profunda: en el campo moral y social, el
mal asume el rostro del egoísmo y del odio que tienen un carácter
negativo; sólo el amor, que tiene la fuerza positiva de un don generoso y desinteresado hasta el propio sacrificio, puede vencer al
mal. Esto es lo que se expresa precisamente en el misterio del nacimiento de Cristo: para salvar a la criatura humana del egoísmo del
pecado y de la muerte, que es su fruto, Dios mismo, por medio de
Cristo, plenitud de vida, entra con amor en la historia del hombre
y lo eleva a la dimensión de una vida más grande.
Este mismo mensaje —vence al mal con el bien— quisiera
dirigirlo ahora a Ustedes, Señoras y Señores Embajadores, y por
su medio a los queridos pueblos que Ustedes representan, así como
a sus Gobiernos: este mensaje es especialmente válido también
para las relaciones internacionales, y puede orientar a todos para
responder a los grandes desafíos de la humanidad actual. Quisiera indicar aquí algunos de entre los más importantes.
5. El primer desafío es el desafío de la vida. La vida es el primer don que Dios nos ha hecho y la primera riqueza de la que
puede gozar el hombre. La Iglesia anuncia «el Evangelio de la
Vida». Y el Estado tiene precisamente como tarea primordial la
tutela y la promoción de la vida humana.
En estos últimos años el desafío de la vida se está haciendo
cada vez más amplio y crucial. Se ha ido centrando particularmente en el inicio de la vida humana, cuando el hombre es más
débil y debe ser protegido mejor. Concepciones opuestas se enfrentan sobre temas como el aborto, la procreación asistida, el uso de
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células madres embrionarias humanas con finalidades científicas,
la clonación. Apoyada en la razón y la ciencia, es clara la posición
de la Iglesia: el embrión humano es un sujeto idéntico al niño que
va a nacer y al que ha nacido a partir de ese embrión. Por tanto,
nada que viole su integridad y dignidad es éticamente admisible.
Además, una investigación científica que reduzca el embrión a
objeto de laboratorio no es digna del hombre. Se ha de alentar y
promover la investigación científica en el campo genético, pero,
como cualquier otra actividad humana, nunca puede considerarse
exenta de los imperativos morales; por otra parte, puede desarrollarse en el campo de las células madres adultas con prometedoras
perspectivas de éxito.
Al mismo tiempo, el desafío de la vida tiene lugar en lo que
es propiamente el santuario de la vida: la familia. Actualmente,
ésta se ve a menudo amenazada por factores sociales y culturales
que, ejerciendo presión sobre ella, hacen más difícil su estabilidad;
pero en algunos Países la familia está amenazada también por una
legislación que atenta —a veces incluso directamente— a su
estructura natural, la cual es y sólo puede ser la de la unión entre
un hombre y una mujer, fundada en el matrimonio. La familia es
la fuente fecunda de la vida, el presupuesto primordial e irreemplazable de la felicidad individual de los esposos, de la formación
de los hijos y del bienestar social, así como de la misma prosperidad material de la nación; no puede, pues, admitirse que la familia se vea amenazada por leyes dictadas por una visión restrictiva
y antinatural. Que prevalezca una concepción justa, alta y pura
del amor humano, que encuentra en la familia su expresión verdaderamente fundamental y ejemplar. Vince in bono malum.
6. El segundo desafío es el del pan. La tierra, hecha maravillosamente fecunda por su Creador, tiene recursos abundantes y
variados para alimentar a todos sus habitantes, presentes y futuros. A pesar de esto, los datos publicados sobre el hambre en el
mundo son dramáticos: centenares de millones de seres humanos
sufren gravemente desnutrición y, cada año, millones de niños
mueren de hambre o por sus consecuencias.
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En realidad, ya desde hace tiempo se ha dado la señal de
alarma, y las grandes organizaciones internacionales se han prefijado objetivos apremiantes, al menos para frenar la emergencia.
Se han propuesto acciones concretas, como las presentadas en la
Reunión de Nueva York sobre el hambre y la pobreza, del 20 de
septiembre de 2004, en la que he querido estar representado por el
cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado, precisamente para
demostrar el gran interés de la Iglesia ante tan dramática situación. Muchas asociaciones no gubernamentales se han comprometido también a prestar ayuda. Pero todo esto no es suficiente. Para
responder a esta necesidad, que aumenta en magnitud y urgencia,
se requiere una vasta movilización moral de la opinión pública y,
más aún, de los hombres responsables de la política, sobre todo en
aquellos Países que han alcanzado un nivel de vida satisfactorio y
próspero.
A este respecto, quisiera recordar un gran principio de la
enseñanza social de la Iglesia, que yo he subrayado de nuevo en el
Mensaje para la Jornada mundial de la Paz de este año, y que está
desarrollado también en el «Compendio de la Doctrina social de la
Iglesia»: el principio del destino universal de los bienes de la tierra. Es un principio que no justifica ciertas formas colectivistas de
política económica, sino que debe motivar un compromiso radical
para la justicia y un esfuerzo de solidaridad más atento y determinado. Éste es el bien que podrá vencer el mal del hambre y de
la pobreza injusta. Vince in bono malum.
7. Está además el desafío de la paz. La paz, bien supremo,
que condiciona la consecución de otros muchos bienes esenciales,
es el sueño de todas las generaciones. Pero, ¡cuántas guerras y conflictos armados —entre Estados, entre etnias, entre pueblos y grupos que viven en un mismo territorio estatal— que de un extremo
al otro del globo causan innumerables víctimas inocentes y son origen de otros muchos males! Nuestro pensamiento se dirige espontáneamente hacia diversos Países de Oriente Medio, de África, de
Asia y de América Latina, en los cuales el recurso a las armas y a
la violencia, produce no sólo daños materiales incalculables, sino
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que fomenta el odio y acrecienta las causas de discordia, haciendo
cada vez más difícil la búsqueda y el logro de soluciones capaces de
conciliar los intereses legítimos de todas las partes implicadas. A
estos trágicos males se añade el fenómeno cruel e inhumano del
terrorismo, flagelo que ha alcanzado una dimensión planetaria
desconocida por las generaciones anteriores.
Contra estos males, ¿cómo afrontar el gran desafío de la paz?
Ustedes, Señoras y Señores Embajadores, como diplomáticos, son
por su profesión —y seguramente también por su vocación personal— los hombres y las mujeres de la paz. Ustedes saben de cuáles
y de cuántos medios dispone la sociedad internacional para garantizar la paz o para instaurarla. Como mis venerados Predecesores, yo
mismo he intervenido públicamente en numerosas ocasiones —en
particular mediante el Mensaje anual para la Jornada mundial de
la Paz—, pero también a través de la diplomacia de la Santa Sede.
Yo seguiré interviniendo para indicar las vías de la paz y para invitar a recorrerlas con valentía y paciencia. A la prepotencia se debe
oponer la razón, al enfrentamiento de la fuerza el enfrentamiento
del diálogo, a las armas apuntadas la mano tendida: al mal el bien.
Numerosos son los hombres que trabajan con valentía y perseverancia en este sentido, y no faltan signos alentadores que
demuestran cómo puede afrontarse el gran desafío de la paz. Así
en África, donde, a pesar de las graves reincidencias de discordias
que parecían superadas, crece la común voluntad de trabajar para
la solución y la prevención de conflictos mediante una cooperación
más intensa entre las grandes organizaciones internacionales y las
instancias continentales, como la Unión Africana. Recordemos, por
ejemplo, en noviembre del año pasado, la reunión del Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas, en Nairobi, sobre la emergencia humanitaria en Darfur y sobre la situación en Somalia, así
como la Conferencia internacional sobre la región de los Grandes
Lagos. Así en Oriente Medio, en esa tierra tan querida y sagrada
para los creyentes en el Dios de Abraham, donde parece atenuarse el cruel enfrentamiento de las armas y abrirse una salida política hacia el diálogo y la negociación. Y como ejemplo, ciertamente
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privilegiado, de una paz posible, bien puede mostrarse Europa:
naciones que un tiempo eran cruelmente enemigas y enfrentadas
en guerras mortales se encuentran hoy juntas en la Unión Europea, la cual durante el año pasado se ha propuesto consolidarse
ulteriormente con el Tratado constitucional de Roma, mientras
permanece abierta a acoger otros Estados, dispuestos a aceptar las
exigencias que conllevan su adhesión.
Pero para construir una paz verdadera y duradera en nuestro planeta ensangrentado, es necesaria una fuerza de paz que no
retroceda ante ninguna dificultad. Es una fuerza que el hombre
por sí solo no consigue alcanzar ni conservar: es un don de Dios.
Cristo vino precisamente para ofrecerla al hombre, como los ángeles cantaron ante la cuna de Belén: «Paz a los hombres que ama el
Señor» (Lucas 2,14). Dios ama al hombre y quiere para él la paz.
Nosotros estamos invitados a ser instrumentos activos de la
misma, venciendo al mal con el bien. Vince in bono malum.
8. Quisiera referirme aún a otro desafío: el desafío de la
libertad. Ustedes saben, Señoras y Señores Embajadores, cuánto
estimo este tema, precisamente por la historia del pueblo del que
provengo; pero dicho tema es ciertamente estimado también por
todos Ustedes, que por su servicio diplomático son justamente
celosos de la libertad del pueblo que representan y solícitos en
defenderla. Pero la libertad es ante todo un derecho del individuo.
«Todos los seres humanos nacen —como dice justamente la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, concretamente en el
artículo 1º— libres e iguales en dignidad y derecho». Y el artículo
3º declara: «Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y
a la seguridad de su persona». Ciertamente, la libertad de los Estados es también sagrada porque deben ser libres y, precisamente,
para poder llevar a cabo de manera adecuada su deber primordial
de proteger, además de la vida, la libertad de sus ciudadanos en
todas sus justas manifestaciones.
La libertad es un gran bien, porque, sin ella, el hombre no
puede realizarse de manera consecuente con su naturaleza. La
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libertad es luz: permite elegir responsablemente sus propias metas
y la vía para alcanzarlas. En el núcleo más íntimo de la libertad
humana está el derecho a la libertad religiosa, porque se refiere a
la relación más esencial del hombre: su relación con Dios. Incluso
la libertad religiosa está garantizada expresamente en la mencionada declaración (cf. art. 18). Ella fue objeto —como todos Ustedes
bien saben— de una solemne declaración del Concilio ecuménico
Vaticano II, la cual inicia con las significativas palabras «Dignitatis humanae».
La libertad de religión sigue siendo en numerosos Estados
un derecho no reconocido de manera suficiente o de modo adecuado. Pero el anhelo de la libertad de religión no se puede erradicar:
será siempre vivo y apremiante mientras el hombre esté vivo. Por
esto dirijo hoy también este llamamiento expresado ya tantas
veces por la Iglesia: «Que en todas partes se proteja la libertad religiosa con una eficaz tutela jurídica y se respeten los deberes y
derechos supremos del hombre a desarrollar libremente en la
sociedad la vida religiosa» (DH 15).
No hay que temer que la justa libertad religiosa sea un límite para las otras libertades o perjudique la convivencia civil. Al
contrario, con la libertad religiosa se desarrolla y florece también
cualquier otra libertad, porque la libertad es un bien indivisible y
prerrogativa de la misma persona humana y de su dignidad. No
hay que temer que la libertad religiosa, una vez reconocida para la
Iglesia católica, interfiera en el campo de la libertad política y de
las competencias propias del Estado. La Iglesia sabe distinguir
bien, como es su deber, lo que es del César y lo que es de Dios; ella
coopera en el bien común de la sociedad, porque rechaza la mentira y educa para la verdad; condena el odio y el desprecio e invita a
la fraternidad; promueve siempre por doquier —como es fácil reconocer por la Historia— las obras de caridad, las ciencias y las
artes. La Iglesia quiere solamente libertad para poder ofrecer un
servicio válido de colaboración con cada instancia pública y privada, preocupada por el bien del hombre. La verdadera libertad es
siempre para vencer el mal con el bien. Vince in bono malum.
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Asidonia-Jerez
9. Señoras y Señores Embajadores, en el año que acaba de
empezar estoy seguro de que Ustedes, en el cumplimiento de su
alto mandato, seguirán estando al lado de la Santa Sede en su
esfuerzo diario por responder, según sus responsabilidades específicas, a los mencionados desafíos que abarcan a toda la humanidad. Jesucristo, cuyo nacimiento hemos celebrado hace unos días,
fue anunciado por el Profeta como «Maravilla de Consejero... Príncipe de la Paz» (Isaías 9,5). Que la luz de su Palabra, su espíritu
de justicia y de fraternidad, y el don tan necesario y tan deseado
de su paz, que él ofrece a todos, puedan resplandecer en la vida de
cada uno de Ustedes, de sus familias y de todos sus seres queridos,
de sus nobles Países y de toda la humanidad.
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IV.
5.
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DISCURSO de Juan Pablo II a la
Comisión Pontificia de la América
Latina en el que subraya la importancia
de la misa dominical en la
vida cristiana
(21 de enero de 2005)
Señores Cardenales,
Queridos hermanos en el episcopado:
1. Con inmenso gozo os saludo a todos, Consejeros y Miembros de la Pontificia Comisión para América Latina, participantes
en esta Reunión Plenaria, que tiene como tema: «La Misa dominical, centro de la vida cristiana en América Latina». Vuestro Continente ocupa un lugar muy especial en mi corazón, tanto por el
gran número de católicos como por la vitalidad religiosa que caracteriza a los países que lo integran. Personalmente conservo un
grato recuerdo de mis visitas pastorales a vuestras tierras.
Agradezco mucho al Cardenal Giovanni Battista Re las
amables y expresivas palabras que me ha dirigido presentándome
los trabajos de estos días.
2. Me complace que en ese año dedicado a la Eucaristía,
hayáis querido reflexionar acerca de las diversas iniciativas para
«redescubrir y vivir plenamente el domingo como día del Señor y
día de la Iglesia» (Carta apostólica «Mane Nobiscum Domine», 23).
No ha sido la Iglesia quien ha elegido este día, sino el mismo Cristo Resucitado, y por ello, los fieles deben acogerlo con gratitud,
haciendo del domingo el signo de su fidelidad al Señor y un elemento irrenunciable de la vida cristiana.
3. Ya en mi carta apostólica «Dies Domini» escribí: «es de
importancia capital que cada fiel esté convencido de que no puede
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Asidonia-Jerez
vivir su fe, con la participación plena en la vida de la comunidad
cristiana, sin tomar parte regularmente en la asamblea de la eucaristía dominical» (n. 81).
Participar en la Misa dominical no es sólo una obligación
importante, como señala claramente el Catecismo de la Iglesia
Católica (cf. 1389), sino, ante todo, una exigencia profunda de cada
fiel. No se puede vivir la fe sin participar habitualmente en la Misa
dominical, sacrificio de redención, banquete común de la Palabra
de Dios y del Pan eucarístico, corazón de la vida cristiana.
4. La importancia del tema exige de nosotros, Pastores de la
Iglesia, un renovado esfuerzo por hacer descubrir la centralidad
del domingo en la vida eclesial y social de los hombres y mujeres
de hoy. Para todos los Obispos y sacerdotes es un reto convocar a
los fieles a una constante participación en la Eucaristía dominical,
encuentro con Cristo vivo.
Por ello es necesario concentrar los esfuerzos en una mejor
y más cuidada instrucción y catequesis de los fieles sobre la Eucaristía, así como velar para que la celebración sea digna y decorosa,
de modo que inspire respeto verdadero y piedad auténtica ante la
grandeza del Misterio Eucarístico.
La Misa dominical debe ser convenientemente preparada
por el celebrante, con su disposición espiritual, traslucida después
en los gestos y palabras y preparando convenientemente la homilía. Especial atención también hay que dedicar a la selección y preparación de los cantos, signos y otros recursos que enriquecen la
liturgia, siempre dentro del respeto debido a la normas establecidas, valorando toda la riqueza espiritual y pastoral del Misal
Romano y las disposiciones propuestas por la Congregación para el
Culto divino y la disciplina de los Sacramentos.
5. Os invito, pues, a que, en unión con los sacerdotes, religiosos y fieles, pongáis el mayor empeño en reflexionar y profundizar en esta dimensión esencial de la vida sacramental de la Igle-
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sia y trabajéis para despertar un amor cada vez más grande por el
Misterio eucarístico en las diócesis. No es una tarea fácil, y por ello
se requiere la colaboración de todos: presbíteros y diáconos, consagrados y fieles que están presentes en las parroquias o pertenecen
a asociaciones o movimientos eclesiales. ¡Aceptad la colaboración
de todos, unid los esfuerzos y trabajad en comunión!
6. Pongo todos estos deseos y los propósitos surgidos en esta
Reunión Plenaria a los pies de la Santísima Virgen María, venerada en toda América con la advocación de Guadalupe. A Ella debemos imitar en su relación con este Santísimo Sacramento (cf. carta
apostólica «Mane Nobiscum Domine», 31). Que Ella interceda por
los frutos de las reflexiones de estos días, de modo que las conclusiones alcanzadas, se plasmen en una acción más decidida y firme
por hacer que cada vez más los fieles amen a Jesús, presente en la
Eucaristía, y aprovechen los frutos de incalculable valor que pueden obtener por su participación en este Misterio.
Con estos sentimientos, os imparto de corazón la Bendición
Apostólica.
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IV.
6.
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MENSAJE de Juan Pablo II para la
Jornada Mundial de las
Comunicaciones Sociales
(25 de enero de 2005)
Queridos hermanos y hermanas:
1. Leemos en la Carta de Santiago: “De una misma boca proceden la bendición y la maldición. Esto, hermanos míos, no debe
ser así” (St 3, 10). Las Sagradas Escrituras nos recuerdan que las
palabras tienen un extraordinario poder para unir a las personas
o dividirlas, para crear vínculos de amistad o provocar hostilidad.
Ello no es verdad sólo respecto a palabras intercambiadas
entre individuos. Se aplica asimismo a toda comunicación, donde
sea que tenga lugar y a cualquier nivel. Las modernas tecnologías
nos ofrecen posibilidades nunca antes vistas para hacer el bien,
para difundir la verdad de nuestra salvación en Jesucristo y para
promover la armonía y la reconciliación. Por ello mismo su mal uso
puede provocar daños enormes, suscitando incomprensión, prejuicios y hasta conflictos. El tema elegido para la Jornada Mundial de
las Comunicaciones Sociales del año 2005, “Los medios de comunicación al servicio del entendimiento entre los pueblos”, señala
una necesidad urgente: promover la unidad de la familia humana
a través de la utilización de estos maravillosos recursos.
2. Un modo importante para lograr esta meta es la educación. Los medios pueden enseñar a millones de personas cómo son
otras partes del mundo y otras culturas. Por ello se han llamado
acertadamente “el primer areópago del tiempo moderno;... para
muchos son el principal instrumento informativo y formativo, de
orientación e inspiración para los comportamientos individuales,
familiares y sociales” (Redemptoris missio, 37). Un conocimiento
adecuado promueve la comprensión, disipa los prejuicios y des-
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pierta el deseo de aprender más. Las imágenes, en particular, tienen la capacidad de transmitir impresiones duraderas y moldear
actitudes. Enseñan a la gente a mirar a los miembros de otros grupos y naciones, ejerciendo una influencia sutil sobre si deben ser
considerados como amigos o enemigos, aliados o potenciales adversarios.
Cuando los demás son presentados en términos hostiles, se
siembran semillas de conflicto que pueden fácilmente convertirse
en violencia, guerra e incluso genocidio. En vez de construir la unidad y el entendimiento, los medios pueden ser usados para denigrar a los otros grupos sociales, étnicos y religiosos, fomentando el
temor y el odio. Los responsables del estilo y del contenido de lo
que se comunica tienen el grave deber de asegurar que esto no
suceda. Realmente los medios tienen un potencial enorme para
promover la paz y construir puentes entre los pueblos, rompiendo
el círculo fatal de la violencia, la venganza y las agresiones sin fin,
tan extendidas en nuestro tiempo. En palabras de San Pablo, que
fueron la base del Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de
este año: “No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal
con el bien” (Rm 12, 21).
3. Si esta contribución a la construcción de la paz es uno de
los modos significativos como los medios pueden unir a las personas, otra es su gran influencia positiva para impulsar las movilizaciones de ayuda en respuesta a desastres naturales u otros. Ha
sido conmovedor el ver la rapidez con que la comunidad internacional respondió al reciente tsunami, que provocó innumerables
víctimas. La velocidad con que las noticias viajan hoy aumenta la
posibilidad de tomar medidas prácticas en tiempo útil para ofrecer
la mejor asistencia. De esta manera los medios pueden lograr un
bien muy grande.
4. El Concilio Vaticano II recuerda: “Para el recto uso de
estos medios es absolutamente necesario que todos los que los utilizan conozcan las normas del orden moral en este campo y las lleven fielmente a la práctica” (Inter mirifica, 4).
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El fundamento ético es éste: “La persona humana y la comunidad humana son el fin y la medida del uso de los medios de comunicación social; la comunicación debería realizarse de personas a
personas, con vistas al desarrollo integral de las mismas” (Ética en
las comunicaciones sociales, 21). Así pues, son en primer lugar los
comunicadores quienes deben poner en práctica en sus vidas los
valores y actitudes que están llamados a inculcar en los demás.
Antes que nada, esto debe incluir un auténtico compromiso con el
bien común, un bien que no se reduzca a los estrechos intereses de
un grupo particular o nación, sino que acoja las necesidades e intereses de todos, el bien de la familia humana entera (cf. Pacem in
terris, 132). Los comunicadores tienen la oportunidad de promover
una auténtica cultura de la vida, distanciándose de la conjura
actual contra la vida (cf. Evangelium vitae, 17) y transmitiendo la
verdad sobre el valor y la dignidad de toda persona humana.
5. El modelo y pauta de toda comunicación se encuentra en
el Verbo mismo de Dios. “De muchos modos habló Dios a nuestros
padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha
hablado por medio del Hijo” (Heb 1,1). El Verbo encarnado ha establecido una nueva alianza entre Dios y su pueblo, una alianza que
también nos une entre nosotros, convirtiéndonos en comunidad.
“Porque él es nuestra paz, el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad” (Ef 2, 14).
Mi oración en la Jornada Mundial de las Comunicaciones
Sociales de este año es que los hombres y mujeres de los medios
asuman su papel para derribar los muros de la división y la enemistad en nuestro mundo, muros que separan a los pueblos y las
naciones entre sí y alimentan la incomprensión y la desconfianza.
Ojalá usen los recursos que tienen a su disposición para fortalecer
los vínculos de amistad y amor que son signo claro del naciente
Reino de Dios aquí en la tierra.
Desde el Vaticano, 24 de enero de 2005, fiesta de San Francisco de Sales.
IOANNES PAULUS II
Asidonia-Jerez
IV.
7.
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CARTA APOSTÓLICA “El rápido
desarrollo” de Juan Pablo II a los
responsables de las Comunicaciones
Sociales (24 de enero de 2005)
1. Un signo del progreso que experimenta la sociedad actual
consiste, sin duda, en el rápido desarrollo de las tecnologías en el
campo de los medios de comunicación. Al contemplar estas novedades en continua evolución resulta aún más actual cuanto se lee en el
Decreto del Concilio Ecuménico Vaticano II «Inter mirifica» promulgado por mi predecesor, el siervo de Dios Pablo VI, el 4 de diciembre
de 1963: «Entre los maravillosos inventos de la técnica que, sobre
todo en nuestros tiempos, ha extraído el ingenio humano, con la
ayuda de Dios, de las cosas creadas, la Madre Iglesia acoge y fomenta con peculiar solicitud aquellos que miran principalmente al espíritu humano y han abierto nuevos caminos para comunicar, con
extraordinaria facilidad, todo tipo de noticias, ideas y doctrinas»1.
I. Un camino fecundo trazado por el Decreto «Inter mirifica»
2. Transcurridos más de cuarenta años desde la publicación
de aquel documento, se hace oportuna una nueva reflexión sobre
los «desafíos» que las comunicaciones sociales plantean a la Iglesia, la cual, como indicó Pablo VI, «se sentiría culpable ante Dios
si no empleara esos poderosos medios»2. De hecho, la Iglesia no ha
de contemplar tan sólo el uso de estos medios de comunicación
para difundir el Evangelio sino, hoy más que nunca, para integrar
el mensaje salvífico en la ‘nueva cultura’ que precisamente los mismos medios crean y amplifican. La Iglesia advierte que el uso de
las técnicas y de las tecnologías de la comunicación contemporánea
es parte integrante de su propia misión en el tercer milenio.
–––––––––––––––––––––––––
1. N. 1.
2. Exhortación Apostólica «Evangelii nuntiandi» (8 de diciembre de 1975): AAS 68 (1976), 35.
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Movida por esta conciencia, la comunidad cristiana ha dado
pasos significativos en el uso de los medios de comunicación para
la información religiosa, para la evangelización y la catequesis,
para la formación de los agentes de pastoral en este sector y para
la educación de una madura responsabilidad de los usuarios y destinatarios de los mismos instrumentos de la comunicación.
3. Los desafíos para la nueva evangelización, en un mundo
rico en potencialidad comunicativa como el nuestro, son múltiples.
Al tomar en cuenta esta realidad he querido subrayar, en la Carta
encíclica «Redemptoris missio», que el mundo de la comunicación
es el primer areópago del tiempo moderno, capaz de unificar a la
humanidad transformándola, como suele decirse, en «una aldea
global». Los medios de comunicación social han alcanzado importancia hasta el punto de que son para muchos el principal instrumento de guía e inspiración para su comportamiento individual,
familiar y social. Se trata de un problema complejo, ya que tal cultura, antes que de «los contenidos», nace del hecho mismo de la
existencia de nuevos modos de comunicar, dotados de técnicas y
lenguajes inéditos.
Vivimos en una época de comunicación global, en que
muchos momentos de la existencia humana se articulan a través
de procesos mediáticos o por lo menos deben confrontarse con ellos.
Me limito a recordar la formación de la personalidad y de la conciencia, la interpretación y la estructuración de lazos afectivos, la
articulación de las fases educativas y formativas, la elaboración y
la difusión de fenómenos culturales, el desarrollo de la vida social,
política y económica.
En una visión orgánica y correcta del desarrollo del ser
humano, los medios de comunicación pueden y deben promover la
justicia y la solidaridad, refiriendo los acontecimientos de modo
cuidadoso y verdadero, analizando completamente las situaciones
y los problemas, y dando voz a las diversas opiniones. Los criterios
supremos de la verdad y la justicia en el ejercicio maduro de la
libertad y de la responsabilidad, constituyen el horizonte dentro
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del cual se sitúa una auténtica deontología en el aprovechamiento
de los modernos y potentes medios de comunicación social.
II. Discernimiento evangélico y compromiso misionero
4. También el mundo de los medios de comunicación necesita la redención de Cristo. Para analizar, con los ojos de la fe, los
procesos y el valor de las comunicaciones sociales resulta de indudable utilidad la profundización de la Sagrada Escritura, la cual
se presenta como un «gran código» de comunicación de un mensaje no efímero y ocasional, sino fundamental en razón de su valor
salvífico.
La historia de la salvación narra y documenta la comunicación de Dios con el hombre, comunicación que utiliza todas las formas y modalidades del comunicar. El ser humano ha sido creado a
imagen y semejanza de Dios para acoger la revelación divina y
para entablar un diálogo de amor con Él. A causa del pecado, esta
capacidad de diálogo ha sido alterada, sea a escala personal o
social, y los hombres han hecho y continúan haciendo la amarga
experiencia de la incomprensión y de la lejanía. Sin embargo Dios
no los ha abandonado y les ha enviado a su mismo Hijo (cf. Mc 12,
1 11). En el Verbo hecho carne el evento comunicativo asume su
máxima dimensión salvífica: de este modo se entrega al hombre,
en el Espíritu Santo, la capacidad de recibir la salvación y de
anunciarla y testimoniarla a sus hermanos.
5. La comunicación entre Dios y la humanidad ha alcanzado por tanto su perfección en el Verbo hecho carne. El acto de
amor a través del cual Dios se revela, unido a la respuesta de fe
de la humanidad, genera un diálogo fecundo. Precisamente por
esto al hacer nuestra, en cierto modo, la petición de los discípulos
«enséñanos a orar» (Lc 11, 1), podemos pedirle al Señor que nos
guíe para entender cómo comunicarnos con Dios y con los hombres a través de los maravillosos instrumentos de la comunicación
social. Reconducidos al horizonte de tal comunicación última y
decisiva, los medios de comunicación social se revelan como una
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oportunidad providencial para llegar a los hombres en cualquier
latitud, superando las barreras de tiempo, de espacio y de lengua,
formulando en las más diversas modalidades los contenidos de la
fe y ofreciendo a quien busca lugares seguros que permitan entrar
en diálogo con el misterio de Dios revelado plenamente en Cristo
Jesús.
El Verbo encarnado nos ha dejado el ejemplo de cómo comunicarnos con el Padre y con los hombres, sea viviendo momentos de
silencio y de recogimiento, sea predicando en todo lugar y con
todos los lenguajes posibles. Él explica las Escrituras, se expresa
en parábolas, dialoga en la intimidad de las casas, habla en las
plazas, en las calles, en las orillas del lago, sobre las cimas de los
montes. El encuentro personal con Él no deja indiferente, al contrario, estimula a imitarlo: «Lo que yo os digo en la oscuridad,
decidlo vosotros a plena la luz; y lo que os digo al oído, proclamadlo desde los terrados» (Mt 10, 27).
Hay después un momento culminante en el cual la comunicación se hace comunión plena: es el encuentro eucarístico.
Reconociendo a Jesús en la «fracción del pan» (cf. Lc 24, 30 31),
los creyentes se sienten impulsados a anunciar su muerte y resurrección y a volverse valientes y gozosos testigos de su Reino (cf.
Lc 24, 35).
6. Gracias a la Redención, la capacidad comunicativa de los
creyentes se ha sanado y renovado. El encuentro con Cristo los
transforma en criaturas nuevas, les permite entrar a formar parte
de aquel pueblo que Él ha conquistado con su sangre muriendo
sobre la Cruz, y los introduce en la vida íntima de la Trinidad, que
es comunicación continua y circular de amor perfecto e infinito
entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
La comunicación penetra las dimensiones esenciales de la
Iglesia, llamada a anunciar a todos el gozoso mensaje de la salvación. Por esto, ella asume las oportunidades ofrecidas por los instrumentos de la comunicación social como caminos ofrecidos pro-
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videncialmente por Dios en nuestros días para acrecentar la comunión y hacer más incisivo el anuncio3. Los medios de comunicación
permiten manifestar el carácter universal del Pueblo de Dios,
favoreciendo un intercambio más intenso e inmediato entre las
Iglesias locales y alimentando el recíproco conocimiento y colaboración.
III. Cambio de mentalidad y renovación pastoral
7. En los medios de comunicación la Iglesia encuentra un
apoyo excelente para difundir el Evangelio y los valores religiosos,
para promover el diálogo y la cooperación ecuménica e interreligiosa, así como para defender aquellos sólidos principios indispensables para la construcción de una sociedad respetuosa de la dignidad de la persona humana y atenta al bien común. Asimismo la
Iglesia los emplea con gusto para la propia información y para
dilatar los confines de la evangelización, de la catequesis y de la
formación, en la conciencia de que su utilización da respuesta al
mandato del Señor: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena
Nueva a toda la creación» (Mc 16, 15).
Misión ciertamente no fácil en nuestra época, en la cual se
ha difundido en muchos la convicción de que el tiempo de las certezas ha pasado irremediablemente: el hombre debería aprender a
vivir en un horizonte de total ausencia de sentido, en busca de lo
provisorio y de lo fugaz4. En este contexto, los instrumentos de
comunicación pueden ser usados «para proclamar el Evangelio o
para reducirlo al silencio en los corazones de los hombres»5. Esto
representa un serio reto para los creyentes, sobre todo para los
–––––––––––––––––––––––––
3. Cf. Juan Pablo II, Exhortación apostólica post sinodal «Christifideles laici» (30 de
diciembre de 1998), 18 24: AAS (1989), 421 435; cf. Pontificio Consejo de las Comunicaciones Sociales, Instrucción pastoral «Ætatis novæ» (22 de febrero de 1992), 10: AAS 84
(1992), 454 455.
4. Cf. Juan Pablo II, Carta encíclica «Fides et ratio» (14 de septiembre de 1998), 91: AAS
91 (1999), 76 77.
5. Pontificio Consejo de las Comunicaciones Sociales, Instrucción pastoral «Ætatis novæ»
(22 de febrero de 1992), 4: AAS 84 (1992), 450.
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padres, familias y para cuantos son responsables de la formación
de la infancia y de la juventud. Es oportuno que, con prudencia y
sabiduría pastoral, se fomente en las comunidades eclesiales la
dedicación al trabajo en el campo de la comunicación, y así contar
con profesionales capaces de un diálogo eficaz con el vasto mundo
mediático.
8. Valorizar los medios de comunicación no es sólo tarea
de «entendidos» del sector, sino también de toda la comunidad
eclesial. Si, como se ha dicho antes, las comunicaciones sociales
comprenden todos los ámbitos de la expresión de la fe, es la vida
cristiana en conjunto la que debe tener en cuenta la cultura
mediática en la que vivimos: desde la liturgia, suprema y fundamental expresión de la comunicación con Dios y con los hermanos, a la catequesis que no puede prescindir del hecho de dirigirse a sujetos influenciados por el lenguaje y la cultura contemporáneos.
El fenómeno actual de las comunicaciones sociales impulsa
a la Iglesia a una suerte de «conversión» pastoral y cultural para
estar en grado de afrontar de manera adecuada el cambio de época
que estamos viviendo. De esta exigencia se deben hacer intérpretes, sobre todo, los Pastores: es importante trabajar para que el
anuncio del Evangelio se haga de modo incisivo, que estimule la
escucha y favorezca la acogida6. En sintonía con los Pastores deben
obrar todos los organismos de consejo y de coordinación de modo
que, en su campo específico, se identifiquen las líneas pastorales
más adecuadas para una eficaz acción misionera. Las personas
consagradas, según su propio carisma, tienen una especial responsabilidad en este campo de las comunicaciones sociales. Una vez
formadas espiritual y profesionalmente, «presten de buen grado
sus servicios, según las oportunidades pastorales […] para que se
eviten, de una parte, los daños provocados por un uso adulterado
de los medios y, de otra, se promueva una mejor calidad de las
–––––––––––––––––––––––––
6. Cfr Juan Pablo II, Exhort. Ap. Post-sinodal, «Pastores gregis», 30: L’Osservatore
Romano, 17 octubre 2003, p.6.
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transmisiones, con mensajes respetuosos de la ley moral y ricos en
valores humanos y cristianos.»7.
9. Al tener precisamente en cuenta la importancia de los
medios de comunicación, hace ya quince años que juzgué insuficiente dejarlos a la iniciativa individual o de grupos pequeños y
sugerí que se insertaran con claridad en la programación pastoral8. Las nuevas tecnologías, en especial, crean nuevas oportunidades para una comunicación entendida como servicio al gobierno
pastoral y a la organización de las diversas tareas de la comunidad
cristiana. Piénsese, por ejemplo, en Internet: no sólo proporciona
recursos para una mayor información, sino que también habitúa a
las personas a una comunicación interactiva9. Muchos cristianos
ya están usando este nuevo instrumento de modo creativo, explorando las potencialidades para la evangelización, para la educación, para la comunicación interna, para la administración y el
gobierno. Junto a Internet se van utilizando nuevos medios y verificando nuevas formas de utilizar los instrumentos tradicionales.
Los periódicos, las revistas, las publicaciones varias, la televisión
y la radio católicos siguen siendo, todavía hoy, indispensables en el
panorama completo de las comunicaciones eclesiales.
Los contenidos –que, naturalmente, se deben adaptar a las
necesidades de los diversos grupos-, tendrán siempre por objeto
hacer a las personas conscientes de la dimensión ética y moral de
la información10. Del mismo modo, es importante garantizar la formación y la atención pastoral de los profesionales de la comunicación. Con frecuencia estas personas se encuentran ante presiones
–––––––––––––––––––––––––
7. Juan Pablo II, Exhort. Ap. Post-sinodal, «Vita consecrata» (25 marzo 1996), 99: AAS 88
(1996), 476.
8. Juan Pablo II, Carta enc. «Redemptoris missio» (7 diciembre 1990), 37: AAS 83 (1991),
282-286.
9. Cf. Pont. Consejo para las Comunicaciones Sociales, «La Iglesia e Internet» (22 febrero 2002), 6: Ciudad del Vaticano, 2002, pp.13-15.
10. Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Inter mirifica, 15-16; Pont. Comisión para los Comunicaciones Sociales, Inst. pastoral «Communio et progressio» (23 mayo 1971), 107: AAS 63
(1971) 631-632; Pont. Consejo para las Comunicaciones Sociales, inst. pastoral «Ætatis
novæ» (22 febrero 1992), 18: AAS 84 (1192), 460.
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particulares y dilemas éticos que emergen del trabajo cotidiano;
muchos de ellos «están sinceramente deseosos de saber y de practicar lo que es justo en el campo ético y moral» y esperan de la Iglesia orientación y apoyo11.
IV. Los medios de comunicación, encrucijada de las grandes cuestiones sociales
10. La Iglesia, que en razón del mensaje de salvación confiado por su Señor es maestra de humanidad, siente el deber de
ofrecer su propia contribución para una mejor comprensión de las
perspectivas y de las responsabilidades ligadas al actual desarrollo de las comunicaciones sociales. Precisamente porque influyen
sobre la conciencia de los individuos, conforman la mentalidad y
determinan la visión de las cosas, es necesario insistir de manera
clara y fuerte que los instrumentos de la comunicación social constituyen un patrimonio que se debe tutelar y promover. Es necesario que las comunicaciones sociales entren en un cuadro de derechos y deberes orgánicamente estructurados, sea desde el punto de
vista de la formación y responsabilidad ética, cuanto de la referencia a las leyes y a las competencias institucionales.
El positivo desarrollo de los medios de comunicación al servicio del bien común es una responsabilidad de todos y de cada
uno12. Debido a los fuertes vínculos que los medios de comunicación
tienen con la economía, la política y la cultura, es necesario un sistema de gestión que esté en grado de salvaguardar la centralidad
y la dignidad de la persona, el primado de la familia, célula fundamental de la sociedad, y la correcta relación entre las diversas
instancias.
11. Se imponen algunas decisiones que se pueden sintetizar en tres opciones fundamentales: formación, participación,
diálogo.
–––––––––––––––––––––––––
11. Cf. Ibid., 19: l.c.
12. Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2494.
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En primer lugar es necesaria una vasta obra formativa para
que los medios de comunicación sean conocidos y usados de manera consciente y apropiada. Los nuevos lenguajes introducidos por
ellos modifican los procesos de aprendizaje y la cualidad de las
relaciones interpersonales, por lo cual, sin una adecuada formación se corre el riesgo de que en vez de estar al servicio de las personas, las instrumentalicen y las condicionen gravemente. Esto
vale, de manera especial, para los jóvenes que manifiestan una
natural propensión a las innovaciones tecnológicas y que, por eso
mismo, tienen una mayor necesidad de ser educados en el uso responsable y crítico de los medios de comunicación.
En segundo lugar, quisiera dirigir la atención sobre el acceso a los medios de comunicación y sobre la participación responsable en la gestión de los mismos. Si las comunicaciones sociales son
un bien destinado a toda la humanidad, se deben encontrar formas
siempre actualizadas para garantizar el pluralismo y para hacer
posible una verdadera participación de todos en su gestión, incluso a través de oportunas medidas legislativas. Es necesario hacer
crecer la cultura de la corresponsabilidad.
Por último, no se debe olvidar las grandes potencialidades
que los medios de comunicación tienen para favorecer el diálogo
convirtiéndose en vehículos de conocimiento recíproco, de solidaridad y de paz. Dichos medios constituyen un poderoso recurso positivo si se ponen al servicio de la comprensión entre los pueblos y,
en cambio, un «arma» destructiva, si se usan para alimentar injusticias y conflictos. De manera profética, mi predecesor el beato
Juan XXIII, en la encíclica «Pacem in terris», había ya puesto en
guardia a la humanidad sobre tales potenciales riesgos13.
12. Suscita un gran interés la reflexión sobre la participación «de la opinión pública en la Iglesia» y «de la Iglesia en la opinión pública». Mi predecesor Pío XII, de feliz memoria, al encon–––––––––––––––––––––––––
13. Cf. Juan Pablo II, Mensaje para la 37 jornada mundial de las comunicaciones sociales (24 enero 2003): «L’Osservatore Romano», 25 enero 2003, p. 6.
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trarse con los editores de los periódicos católicos les decía que algo
faltaría en vida de la Iglesia si no existiese la opinión pública. Este
mismo concepto ha sido confirmado en otras circunstancias14, en el
código de derecho canónico, bajo determinadas condiciones, se
reconoce el derecho a expresar la propia opinión15. Si es cierto que
las verdades de fe no están abiertas a interpretaciones arbitrarias
y el respeto por los derechos de los otros crea límites intrínsecos a
las expresiones de las propias valoraciones, no es menos cierto que
existe en otros campos, entre los católicos, un amplio espacio para
el intercambio de opiniones, en un diálogo respetuoso de la justicia y de la prudencia.
Tanto la comunicación en el seno de la comunidad eclesial,
como la de Iglesia con el mundo, exigen transparencia y un modo
nuevo de afrontar las cuestiones referentes al universo de los
medios de comunicación. Tal comunicación debe tender a un diálogo constructivo para promover en la comunidad cristiana una opinión pública rectamente informada y capaz de discernir. La Iglesia, al igual que otras instituciones o grupos, tiene la necesidad y
el derecho de dar a conocer las propias actividades pero al mismo
tiempo, cuando sea necesario, debe poder garantizar una adecuada reserva, sin que ello perjudique una comunicación puntual y
suficiente de los hechos eclesiales. Es éste uno de los campos donde
se requiere una mayor colaboración entre fieles laicos y pastores
ya que, como subraya oportunamente el Concilio, «de este trato
familiar entre los laicos y pastores son de esperar muchos bienes
para la Iglesia, porque así se robustece en los seglares el sentido
de su propia responsabilidad, se fomenta el entusiasmo y se asocian con mayor facilidad las fuerzas de los fieles a la obra de los
–––––––––––––––––––––––––
14. Cf. Conc. Ecum. Vat. II, «Lumen Gentium», 37; Pont. Comisión para las Comunicaciones Sociales, Inst. pastoral «Communio et progressio» (23 mayo 1971), 114-117: AAS
(1971), 634-635.
15. Can. 212, § 3: «Tienen el derecho, y a veces incluso el deber, en razón de su propio
conocimiento, competencia y prestigio, de manifestar a los Pastores sagrados su opinión
sobre aquello que pertenece al bien de la Iglesia y de manifestar a los demás fieles, salvando siempre la integridad de la fe y de las costumbres, la reverencia hacia los Pastores y habida cuenta de la utilidad común y de la dignidad de las personas».
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pastores. Pues estos últimos, ayudados por la experiencia de los
laicos, pueden juzgar con mayor precisión y aptitud tanto los asuntos espirituales como los temporales, de suerte que la Iglesia entera, fortalecida por todos sus miembros, pueda cumplir con mayor
eficacia su misión en favor de la vida del mundo»16.
V. Comunicar con la fuerza del Espíritu Santo
13. El gran reto para los creyentes y para las personas de
buena voluntad en nuestro tiempo es el de mantener una comunicación verdadera y libre, que contribuya a consolidar el progreso
integral del mundo. A todos se les pide saber cultivar un atento
discernimiento y una constante vigilancia, madurando una sana
capacidad crítica ante la fuerza persuasiva de los medios de comunicación.
También en este campo los creyentes en Cristo saben que
pueden contar con la ayuda del Espíritu Santo. Ayuda aún más
necesaria si se considera cuán grandes pueden ser las dificultades
intrínsecas a la comunicación, tanto a causa de las ideologías, del
deseo de ganancias y de poder, de las rivalidades y de los conflictos entre individuos y grupos, como a causa de la fragilidad humana y de los males sociales. Las modernas tecnologías hacen que
crezca de manera impresionante la velocidad, la cantidad y el
alcance de la comunicación, pero no favorecen del mismo modo el
frágil intercambio entre mente y mente, entre corazón y corazón,
que debe caracterizar toda comunicación al servicio de la solidaridad y del amor.
En la historia de la salvación Cristo se nos ha presentado
como «comunicador» del Padre: «Dios ... en estos últimos tiempos
nos ha hablado por medio del Hijo» (Heb 1,2). Él, Palabra eterna
hecha carne, al comunicarse, manifiesta siempre respeto hacia
aquellos que le escuchan, les enseña la comprensión de su situación y de sus necesidades, impulsa a la compasión por sus sufri–––––––––––––––––––––––––
16. Conc. Ecum. Vat. II, «Lumen gentium», 37
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mientos y a la firme resolución de decirles lo que tienen necesidad
de escuchar, sin imposiciones ni compromisos, engaño o manipulación. Jesús enseña que la comunicación es un acto moral «El hombre bueno, del buen tesoro saca cosas buenas; el hombre malo, del
tesoro malo saca cosas malas. Os digo que de toda palabra ociosa
que hablen los hombres darán cuenta en el día del Juicio. Porque
por tus palabras serás declarado justo y por tus palabras serás
condenado» (Mt 12,35-37).
14. El apóstol Pablo ofrece un claro mensaje también para
cuantos están comprometidos en las comunicaciones sociales -políticos, comunicadores profesionales, espectadores-: « Por lo tanto
desechando la mentira, hablad con verdad cada cual con su prójimo, pues somos miembros los unos de los otros. […]No salga de
vuestra boca palabra dañosa, sino la que sea conveniente para edificar según la necesidad y hacer el bien a los que os escuchan» (Ef
4,25.29).
A los operadores de la comunicación y especialmente a los
creyentes que trabajan en este importante ámbito de la sociedad,
aplico la invitación que desde el inicio de mi ministerio de Pastor
de la Iglesia he querido lanzar al mundo entero: «¡No tengáis
miedo!».
¡No tengáis miedo de las nuevas tecnologías!, ya que están
«entre las cosas maravillosas» –«Inter mirifica»– que Dios ha puesto a nuestra disposición para descubrir, usar, dar a conocer la verdad; también la verdad sobre nuestra dignidad y sobre nuestro
destino de hijos suyos, herederos del Reino eterno.
¡No tengáis miedo de la oposición del mundo! Jesús nos ha
asegurado «Yo he vencido al mundo» (Jn 16,33).
¡No tengáis miedo de vuestra debilidad y de vuestra incapacidad! El divino Maestro ha dicho: «Yo estoy con vosotros todos los
días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20). Comunicad el mensaje de
esperanza, de gracia y de amor de Cristo, manteniendo siempre
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viva, en este mundo que pasa, la perspectiva eterna del cielo, perspectiva que ningún medio de comunicación podrá alcanzar directamente: «Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman. » (1Cor 2,9).
A María, que nos ha dado el Verbo de vida y ha conservado
en su corazón las palabras que no perecen, encomiendo el camino
de la Iglesia en el mundo de hoy. Que la Virgen Santa nos ayude a
comunicar, con todos lo medios, la belleza y la alegría de la vida en
Cristo nuestro Salvador.
Desde el Vaticano, 24 de enero de 2005, memoria de san
Francisco de Sales, patrono de los periodistas.
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IV.
8.
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DISCURSO del Papa a la Rota Romana:
consignas a los tribunales eclesiásticos
sobre causas de nulidad matrimonial
(29 de enero de 2005)
1. Esta cita anual con vosotros, queridos prelados auditores
del Tribunal apostólico de la Rota romana, pone de relieve el vínculo esencial de vuestro valioso trabajo con el aspecto judicial del
ministerio petrino. Las palabras del decano de vuestro Colegio han
expresado el compromiso común de plena fidelidad en vuestro servicio eclesial.
En este horizonte quisiera situar hoy algunas consideraciones acerca de la dimensión moral de la actividad de los agentes
jurídicos en los tribunales eclesiásticos, sobre todo por lo que atañe
al deber de adecuarse a la verdad sobre el matrimonio, tal como la
enseña la Iglesia.
2. Desde siempre la cuestión ética se ha planteado con especial intensidad en cualquier clase de proceso judicial. En efecto, los
intereses individuales y colectivos pueden impulsar a las partes a
recurrir a varios tipos de falsedades e incluso de corrupción con el
fin de lograr una sentencia favorable.
De este peligro no están inmunes ni siquiera los procesos
canónicos, en los que se busca conocer la verdad sobre la existencia o inexistencia de un matrimonio. La indudable importancia
que esto tiene para la conciencia moral de las partes hace menos
probable la aquiescencia a intereses ajenos a la búsqueda de la
verdad. A pesar de ello, pueden darse casos en los que se manifieste esa aquiescencia, que pone en peligro la regularidad del proceso. Es conocida la firme reacción de la norma canónica ante esos
comportamientos (cf. Código de derecho canónico, cc. 1389, 1391,
1457, 1488 y 1489).
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3. Con todo, en las circunstancias actuales existe también
otro peligro. En nombre de supuestas exigencias pastorales, hay
quien ha propuesto que se declaren nulas las uniones que han fracasado completamente. Para lograr ese resultado se sugiere que se
recurra al expediente de mantener las apariencias de procedimiento y sustanciales, disimulando la inexistencia de un verdadero juicio procesal. Así se tiene la tentación de proveer a un planteamiento de los motivos de nulidad, y a su prueba, en contraposición con los principios elementales de las normas y del magisterio
de la Iglesia.
Es evidente la gravedad objetiva jurídica y moral de esos
comportamientos, que ciertamente no constituyen la solución pastoralmente válida a los problemas planteados por las crisis matrimoniales. Gracias a Dios, no faltan fieles cuya conciencia no se
deja engañar, y entre ellos se encuentran también no pocos que,
aun estando implicados personalmente en una crisis conyugal,
están dispuestos a resolverla sólo siguiendo la senda de la verdad.
4. En los discursos anuales a la Rota romana, he recordado
muchas veces la relación esencial que el proceso guarda con la búsqueda de la verdad objetiva. Eso deben tenerlo presente ante todo
los obispos, que por derecho divino son los jueces de sus comunidades. En su nombre administran la justicia los tribunales. Por
tanto, los obispos están llamados a comprometerse personalmente
para garantizar la idoneidad de los miembros de los tribunales,
tanto diocesanos como interdiocesanos, de los cuales son moderadores, y para verificar la conformidad de las sentencias con la doctrina recta.
Los pastores sagrados no pueden pensar que el proceder de
sus tribunales es una cuestión meramente “técnica”, de la que pueden desinteresarse, encomendándola enteramente a sus jueces
vicarios (cf. ib., cc. 391, 1419, 1423, 1).
5. La deontología del juez tiene su criterio inspirador en el
amor a la verdad. Así pues, ante todo debe estar convencido de que
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la verdad existe. Por eso, es preciso buscarla con auténtico deseo
de conocerla, a pesar de todos los inconvenientes que puedan derivar de ese conocimiento. Hay que resistir al miedo a la verdad, que
a veces puede brotar del temor a herir a las personas. La verdad,
que es Cristo mismo (cf. Jn 8, 32 y 36), nos libera de cualquier
forma de componenda con las mentiras interesadas.
El juez que actúa verdaderamente como juez, es decir, con
justicia, no se deja condicionar ni por sentimientos de falsa compasión hacia las personas, ni por falsos modelos de pensamiento, aunque estén difundidos en el ambiente. Sabe que las sentencias injustas jamás constituyen una verdadera solución pastoral, y que el juicio de Dios sobre su proceder es lo que cuenta para la eternidad.
6. Además, el juez debe atenerse a las leyes canónicas, rectamente interpretadas. Por eso, nunca debe perder de vista la
conexión intrínseca de las normas jurídicas con la doctrina de la
Iglesia. En efecto, a veces se pretende separar las leyes de la Iglesia de las enseñanzas del Magisterio, como si pertenecieran a dos
esferas distintas, de las cuales sólo la primera tendría fuerza jurídicamente vinculante, mientras que la segunda tendría meramente un valor de orientación y exhortación.
Ese planteamiento revela, en el fondo, una mentalidad positivista, que está en contraposición con la mejor tradición jurídica
clásica y cristiana sobre el derecho. En realidad, la interpretación
auténtica de la palabra de Dios que realiza el Magisterio de la Iglesia (cf. Dei Verbum, 10) tiene valor jurídico en la medida en que
atañe al ámbito del derecho, sin que necesite de un ulterior paso
formal para convertirse en vinculante jurídica y moralmente.
Asimismo, para una sana hermenéutica jurídica es indispensable tener en cuenta el conjunto de las enseñanzas de la Iglesia, situando orgánicamente cada afirmación en el cauce de la tradición. De este modo se podrán evitar tanto las interpretaciones
selectivas y distorsionadas como las críticas estériles a algunos
pasajes.
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Por último, un momento importante de la búsqueda de la
verdad es el de la instrucción de la causa. Está amenazada en su
misma razón de ser, y degenera en puro formalismo, cuando el
resultado del proceso se da por descontado. Es verdad que también
el deber de una justicia tempestiva forma parte del servicio concreto de la verdad, y constituye un derecho de las personas. Con
todo, una falsa celeridad, que vaya en detrimento de la verdad, es
aún más gravemente injusta.
7. Quisiera concluir este encuentro dándoos las gracias de
corazón a vosotros, prelados auditores, a los oficiales, a los abogados y a todos los que trabajan en este Tribunal apostólico, así como
a los miembros del Estudio rotal.
Ya sabéis que podéis contar con la oración del Papa y de
muchísimas personas de buena voluntad que reconocen el valor de
vuestra actividad al servicio de la verdad. El Señor os recompensará por vuestros esfuerzos diarios, no sólo en la vida futura, sino
también ya en esta con la paz y la alegría de la conciencia, y con la
estima y el apoyo de los que aman la justicia.
A la vez que expreso el deseo de que la verdad de la justicia
resplandezca cada vez más en la Iglesia y en vuestra vida, de corazón imparto a todos mi bendición.
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IV.
9.
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Asidonia-Jerez
CARTA de Juan Pablo II a los
sacerdotes en la celebración del
Jueves Santo
(13 de marzo de 2005)
Queridos sacerdotes:
1. En el Año de la Eucaristía, me es particularmente grato
el anual encuentro espiritual con vosotros con ocasión del Jueves
Santo, día del amor de Cristo llevado «hasta el extremo» (Jn 13, 1),
día de la Eucaristía, día de nuestro sacerdocio.
Os envío mi mensaje desde el hospital, donde estoy algún
tiempo con tratamiento médico y ejercicios de rehabilitación,
enfermo entre los enfermos, uniendo en la Eucaristía mi sufrimiento al de Cristo. Con este espíritu deseo reflexionar con vosotros sobre algunos aspectos de nuestra espiritualidad sacerdotal.
Lo haré dejándome guiar por las palabras de la institución
de la Eucaristía, las que pronunciamos cada día in persona Christi, para hacer presente sobre nuestros altares el sacrificio realizado de una vez por todas en el Calvario. De ellas surgen indicaciones iluminadoras para la espiritualidad sacerdotal: puesto que
toda la Iglesia vive de la Eucaristía, la existencia sacerdotal ha de
tener, por un título especial, «forma eucarística». Por tanto, las
palabras de la institución de la Eucaristía no deben ser para nosotros únicamente una fórmula consagratoria, sino también una
«fórmula de vida».
Una existencia profundamente «agradecida»
2. «Tibi gratias agens benedixit...». En cada Santa Misa
recordamos y revivimos el primer sentimiento expresado por Jesús
en el momento de partir el pan, el de dar gracias. El agradeci-
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miento es la actitud que está en la base del nombre mismo de
«Eucaristía». En esta expresión de gratitud confluye toda la espiritualidad bíblica de la alabanza por los mirabilia Dei. Dios nos
ama, se anticipa con su Providencia, nos acompaña con intervenciones continuas de salvación.
En la Eucaristía Jesús da gracias al Padre con nosotros y
por nosotros. Esta acción de gracias de Jesús ¿cómo no ha de plasmar la vida del sacerdote? Él sabe que debe fomentar constantemente un espíritu de gratitud por tantos dones recibidos a lo largo
de su existencia y, en particular, por el don de la fe, que ahora tiene
el ministerio de anunciar, y por el del sacerdocio, que lo consagra
completamente al servicio del Reino de Dios. Tenemos ciertamente nuestras cruces —y ¡no somos los únicos que las tienen!—, pero
los dones recibidos son tan grandes que no podemos dejar de cantar desde lo más profundo del corazón nuestro Magnificat.
Una existencia «entregada»
3. «Accipite et manducate... Accipite et bibite...». La autodonación de Cristo, que tiene sus orígenes en la vida trinitaria del
Dios-Amor, alcanza su expresión más alta en el sacrificio de la
Cruz, anticipado sacramentalmente en la Última Cena. No se pueden repetir las palabras de la consagración sin sentirse implicados
en este movimiento espiritual. En cierto sentido, el sacerdote debe
aprender a decir también de sí mismo, con verdad y generosidad,
«tomad y comed». En efecto, su vida tiene sentido si sabe hacerse
don, poniéndose a disposición de la comunidad y al servicio de
todos los necesitados.
Precisamente esto es lo que Jesús esperaba de sus apóstoles, como lo subraya el evangelista Juan al narrar el lavatorio de
los pies. Es también lo que el Pueblo de Dios espera del sacerdote.
Pensándolo bien, la obediencia a la que se ha comprometido el día
de la ordenación y la promesa que se le invita a renovar en la Misa
crismal, se ilumina por esta relación con la Eucaristía. Al obedecer
por amor, renunciando tal vez a un legítimo margen de libertad,
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Asidonia-Jerez
cuando se trata de su adhesión a las disposiciones de los Obispos,
el sacerdote pone en práctica en su propia carne aquel «tomad y
comed», con el que Cristo, en la última Cena, se entregó a sí mismo
a la Iglesia.
Una existencia «salvada» para salvar
4. «Hoc est enim corpus meum quod pro vobis tradetur». El
cuerpo y la sangre de Cristo se han entregado para la salvación del
hombre, de todo el hombre y de todos los hombres. Es una salvación integral y al mismo tiempo universal, porque nadie, a menos
que lo rechace libremente, es excluido del poder salvador de la sangre de Cristo: «qui pro vobis et pro multis effundetur». Se trata de
un sacrificio ofrecido por «muchos», como dice el texto bíblico (Mc
14, 24; Mt 26, 28; cf. Is 53, 11-12), con una expresión típicamente
semítica, que indica la multitud a la que llega la salvación lograda
por el único Cristo y, al mismo tiempo, la totalidad de los seres
humanos a los que ha sido ofrecida: es sangre «derramada por vosotros y por todos», como explicitan acertadamente algunas traducciones. En efecto, la carne de Cristo se da «para la vida del mundo»
(Jn 6, 51; cf. 1 Jn 2, 2).
Cuando repetimos en el recogimiento silencioso de la asamblea litúrgica las palabras venerables de Cristo, nosotros, sacerdotes, nos convertimos en anunciadores privilegiados de este misterio de salvación. Pero ¿cómo serlo eficazmente sin sentirnos salvados nosotros mismos? Somos los primeros a quienes llega en lo más
íntimo la gracia que, superando nuestras fragilidades, nos hace
clamar «Abba, Padre» con la confianza propia de los hijos (cf. Ga 4,
6; Rm 8, 15). Y esto nos compromete a progresar en el camino de
perfección. En efecto, la santidad es la expresión plena de la salvación. Sólo viviendo como salvados podemos ser anunciadores
creíbles de la salvación. Por otro lado, tomar conciencia cada vez
de la voluntad de Cristo de ofrecer a todos la salvación obliga a
reavivar en nuestro ánimo el ardor misionero, estimulando a cada
uno de nosotros a hacerse «todo a todos, para ganar, sea como sea,
a algunos» (1 Co 9, 22).
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Una existencia que «recuerda»
5. «Hoc facite in meam commemorationem». Estas palabras
de Jesús nos han llegado, tanto a través de Lucas (22, 19) como de
Pablo (1 Co 11, 24). El contexto en el que fueron pronunciadas —
hay que tenerlo bien presente— es el de la cena pascual, que para
los judíos era un «memorial» (zikkarôn, en hebreo). En dicha ocasión los hebreos revivían ante todo el Éxodo, pero también los
demás acontecimientos importantes de su historia: la vocación de
Abraham, el sacrificio de Isaac, la alianza del Sinaí y tantas otras
intervenciones de Dios en favor de su pueblo. También para los
cristianos la Eucaristía es el «memorial», pero lo es de un modo
único: no sólo es un recuerdo, sino que actualiza sacramentalmente la muerte y resurrección del Señor.
Quisiera subrayar también que Jesús ha dicho: «Haced esto
en memoria mía». La Eucaristía no recuerda un simple hecho;
¡recuerda a Él! Para el sacerdote, repetir cada día, in persona
Christi, las palabras del «memorial» es una invitación a desarrollar una «espiritualidad de la memoria». En un tiempo en que los
rápidos cambios culturales y sociales oscurecen el sentido de la
tradición y exponen, especialmente a las nuevas generaciones, al
riesgo de perder la relación con las propias raíces, el sacerdote está
llamado a ser, en la comunidad que se le ha confiado, el hombre del
recuerdo fiel de Cristo y todo su misterio: su prefiguración en el
Antiguo Testamento, su realización en el Nuevo y su progresiva
profundización bajo la guía del Espíritu Santo, en virtud de aquella promesa explícita: «Él será quien os lo enseñe todo y os vaya
recordando todo lo que os he dicho» (Jn 14, 26).
Una existencia «consagrada»
6. «Mysterium fidei!». Con esta exclamación el sacerdote
manifiesta, después de la consagración del pan y el vino, el estupor
siempre nuevo por el prodigio extraordinario que ha tenido lugar
entre sus manos. Un prodigio que sólo los ojos de la fe pueden percibir. Los elementos naturales no pierden sus características exter-
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nas, ya que las especies siguen siendo las del pan y del vino; pero su
sustancia, por el poder de la palabra de Cristo y la acción del Espíritu Santo, se convierte en la sustancia del cuerpo y la sangre de
Cristo. Por eso, sobre el altar está presente «verdadera, real, sustancialmente» Cristo muerto y resucitado en toda su humanidad y
divinidad. Así pues, es una realidad eminentemente sagrada. Por
este motivo la Iglesia trata este Misterio con suma reverencia, y
vigila atentamente para que se observen las normas litúrgicas,
establecidas para tutelar la santidad de un Sacramento tan grande.
Nosotros, sacerdotes, somos los celebrantes, pero también
los custodios de este sacrosanto Misterio. De nuestra relación con
la Eucaristía se desprende también, en su sentido más exigente, la
condición «sagrada» de nuestra vida. Una condición que se ha de
reflejar en todo nuestro modo de ser, pero ante todo en el modo
mismo de celebrar. ¡Acudamos para ello a la escuela de los Santos!
El Año de la Eucaristía nos invita a fijarnos en los Santos que con
mayor vigor han manifestado la devoción a la Eucaristía (cf. Mane
nobiscum Domine, 31). En esto, muchos sacerdotes beatificados y
canonizados han dado un testimonio ejemplar, suscitando fervor
en los fieles que participaban en sus Misas. Muchos se han distinguido por la prolongada adoración eucarística. Estar ante Jesús
Eucaristía, aprovechar, en cierto sentido, nuestras «soledades»
para llenarlas de esta Presencia, significa dar a nuestra consagración todo el calor de la intimidad con Cristo, el cual llena de gozo
y sentido nuestra vida.
Una existencia orientada a Cristo
7. «Mortem tuam annuntiamus, Domine, et tuam resurrectionem confitemur, donec venias». Cada vez que celebramos la
Eucaristía, la memoria de Cristo en su misterio pascual se convierte en deseo del encuentro pleno y definitivo con Él. Nosotros
vivimos en espera de su venida. En la espiritualidad sacerdotal,
esta tensión se ha de vivir en la forma propia de la caridad pastoral que nos compromete a vivir en medio del Pueblo de Dios para
orientar su camino y alimentar su esperanza. Ésta es una tarea
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que exige del sacerdote una actitud interior similar a la que el
apóstol Pablo vivió en sí mismo: «Olvidándome de lo que queda
atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la
meta» (Flp 3, 13-14). El sacerdote es alguien que, no obstante el
paso de los años, continúa irradiando juventud y como «contagiándola » a las personas que encuentra en su camino. Su secreto reside en la « pasión » que tiene por Cristo. Como decía san Pablo:
«Para mí la vida es Cristo» (Flp 1, 21).
Sobre todo en el contexto de la nueva evangelización, la
gente tiene derecho a dirigirse a los sacerdotes con la esperanza de
«ver» en ellos a Cristo (cf. Jn 12, 21). Tienen necesidad de ello particularmente los jóvenes, a los cuales Cristo sigue llamando para
que sean sus amigos y para proponer a algunos la entrega total a
la causa del Reino. No faltarán ciertamente vocaciones si se eleva
el tono de nuestra vida sacerdotal, si fuéramos más santos, más
alegres, más apasionados en el ejercicio de nuestro ministerio. Un
sacerdote «conquistado» por Cristo (cf. Flp 3, 12) «conquista» más
fácilmente a otros para que se decidan a compartir la misma aventura.
Una existencia «eucarística» aprendida de María
8. Como he recordado en la Encíclica Ecclesia de Eucharistia (cf. nn. 53-58), la Santísima Virgen tiene una relación muy
estrecha con la Eucaristía. Lo subrayan, aun en la sobriedad del
lenguaje litúrgico, todas las Plegarias eucarísticas. Así, en el
Canon romano se dice: «Reunidos en comunión con toda la Iglesia,
veneramos la memoria, ante todo, de la gloriosa siempre Virgen
María, Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor». En las otras
Plegarias eucarísticas, la veneración se transforma en imploración, como, por ejemplo, en la Anáfora II: «Con María, la Virgen
Madre de Dios [...], merezcamos [...] compartir la vida eterna».
Al insistir en estos años, especialmente en la Novo millennio ineunte (cf. nn. 23 ss.) y en la Rosarium Virginis Mariae (cf. nn.
9 ss.), sobre la contemplación del rostro de Cristo, he indicado a
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María como la gran maestra. En la encíclica sobre la Eucaristía la
he presentado también como «Mujer eucarística» (cf. n. 53). ¿Quién
puede hacernos gustar la grandeza del misterio eucarístico mejor
que María? Nadie como ella puede enseñarnos con qué fervor se
han de celebrar los santos Misterios y cómo hemos estar en compañía de su Hijo escondido bajo las especies eucarísticas. Así pues,
la imploro por todos vosotros, confiándole especialmente a los más
ancianos, a los enfermos y a cuantos se encuentran en dificultad.
En esta Pascua del Año de la Eucaristía me complace hacerme eco
para todos vosotros de aquellas palabras dulces y confortantes de
Jesús: «Ahí tienes a tu madre» (Jn 19, 27).
Con estos sentimientos, os bendigo a todos de corazón, deseándoos una intensa alegría pascual.
Policlínico Gemelli, Roma, 13 de marzo, V domingo de Cuaresma, de 2005, vigésimo séptimo de Pontificado.
JUAN PABLO II
Asidonia-Jerez
IV.
10.
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NOTA de la Congregación de la
Doctrina de la Fe acerca del ministro
del sacramento de la Unción de
Enfermos (11 de febrero de 2005)
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Asidonia-Jerez
ANEXO I
NOTA
de la Congregación para la Doctrina de la Fe acerca del
ministro del sacramento de la Unción de los Enfermos
El c. 1003 § 1 del Código de Derecho Canónico (cfr. c. 739 §
1 del Código de los Cánones de las Iglesias Orientales) retoma
exactamente la doctrina expresada por el Concilio Tridentino (Sessio XIV, c. 4: DS 1719; cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n.
1516), según la cual solamente los sacerdortes (Obispos y presbíteros) son ministros del sacramento de la Unción de los Enfermos.
Esta doctrina es definitive tenenda. Por lo tanto, ni los diáconos ni los fieles laicos pueden ejercer dicho ministerio, y cualquier acción en tal sentido constituye una simulación del sacramento.
Dado en Roma, en la Sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 11 de febrero de 2005, Memoria de la Santísima
Virgen María de Lourdes.
+ Joseph Card. Ratzinger
Prefecto
+ Ángelo Amato, S.D.B.
Arzobispo titular de Sila
Secretario
Asidonia-Jerez
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ANEXO 2
Comentario a la Nota acerca del ministro del sacramento
de la Unción de los Enfermos
En estas últimas décadas han surgido algunas tendencias
teológicas que ponen en duda la doctrina de la Iglesia según la cual
el ministro del sacramento de la Unción de los Enfermos, “est omnis
et solus sacerdos”. La cuestión ha sido afrontada, sobre todo, desde
el punto de vista pastoral, teniendo en cuenta, especialmente, aquellas regiones en las que, debido a la escasez de sacerdotes, se hace
difícil la tempestiva administración del sacramento, dificultad que
podría ser resuelta si los diáconos permanentes y algunos laicos cualificados, pudieran ser delegados como ministros del sacramento.
La Nota de la Congregación para la Doctrina de la Fe quiere llamar la atención sobre estas tendencias, para prevenir el peligro de que se trate de ponerlas en práctica, en detrimento de la fe
y con grave daño espiritual de los enfermos a quienes se quiere
ayudar.
La teología católica ha visto en la Carta de Santiago (v. 5,1415) el fundamento bíblico del sacramento de la Unción de los Enfermos. El Autor de la Carta, después de haber dado diferentes consejos sobre la vida cristiana, ofrece también una norma para los
enfermos: “¿Está enfermo algunos entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor
hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados”. En este texto, la Iglesia, bajo la acción del Espíritu Santo,
ha reconocido, en el curso de los siglos, los elementos esenciales del
sacramento de la Unción de los Enfermos, que el Concilio de Trento (Sess. XIV, caps. 1-3, cc. 1-4: DS 1695-1700, 1716-1719) propone
en forma sistemática: a) sujeto: el fiel gravemente enfermo; b)
ministro: “omnis et solus sacerdos”; c) materia: la unción con el óleo
consagrado; d) forma: la oración del ministro; e) efectos: la gracia
salvífica, el perdón de los pecados y el alivio del enfermo.
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Prescindiendo ahora de los demás aspectos, nos interesa
aquí subrayar el dato doctrinal relativo al ministro del sacramento, al que exclusivamente se refiere la Nota de la Congregación.
Las palabras griegas de la Carta de Santiago,
(5,14), que la Vulgata traduce como “presbyteros Ecclesiae”, en consonancia con la tradición, no pueden referirse a los
ancianos en edad de la comunidad, sino a aquella categoría particular de fieles que, por la imposición de las manos, el Espíritu
Santo había puesto para pastorear a la Iglesia de Dios.
El primer documento del Magisterio que habla explícitamente de la Unción de los Enfermos es una carta del Papa Inocencio I a Decencio, Obispo de Gubio, del 19 de marzo del 416. El
Papa, comentando las palabras de la Carta de Santiago, en reacción a la interpretación de las mismas según la cual solamente los
presbíteros serían ministros del sacramento, excluyendo a los
Obispos, rechaza esta limitación, afirmando que los ministros del
sacramento son los presbíteros y también el Obispo (cfr. DS 216).
La carta del Papa Inocencio I, como también otros testimonios del
primer milenio (Cesáreo de Arlés, Beda el Venerable), no ofrecen,
en todo caso, prueba alguna de la posibilidad de introducir a
ministros no sacerdotes para el sacramento de la Unción de los
Enfermos.
En el Magisterio y la legislación posterior hasta el Concilio
de Trento se encuentran los siguientes datos: Graciano en su
Decretum (1140 ca.) recoge casi literalmente las disposiciones de la
ya mencionada carta de Inociencio I (parte I, dist. 95, c. 3). Luego,
en las Decretales de Gregorio IX, se inserta una de las Decretales
de Alejandro III (1159-1164), en la cual contesta afirmativamente
a la pregunta de si el sacerdote puede administrar el sacramento
de la Unción de los Enfermos estando completamente solo, en
ausencia de otro clérigo o de un laico (X. 5, 40, 14). En fin, el Concilio de Florencia, en la Bulla Exsultate Deo (22 de noviembre de
1439), afirma, como verdad pacíficamente aceptada, que “el ministro de este sacramento es el sacerdote” (DS 1325).
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La enseñanza del Concilio de Trento toma posición ante la
contestación de los Reformadores, según los cuales la Unción de
los Enfermos no es un sacramento sino una invención humana y
los “presbíteros”, de que se habla en la Carta de Santiago, no son
los sacerdotes ordenados sino los ancianos de la comunidad. El
Concilio expone ampliamente la doctrina católica al respecto (Sess.
XIV, cap. 3: DS 1697-1700) y condena a los que niegan que la
Unción de los Enfermos sea uno de los siete sacramentos (ibid., c.
1: DS 1716) y que el ministro de este sacramento sea sólo el sacerdote (ibid., c. 4: DS 1719).
Desde el Concilio de Trento hasta la codificación de 1917
hay solamente dos intervenciones del Magisterio que de algún
modo conciernen al presente argumento. Se trata de la Constitución Apostólica Etsi pastorales (26 de mayo de 1742, cfr. § 5, n. 3:
DS 2524) y de la Encíclica Ex quo primum de Benedicto XIV (1 de
marzo de 1756). En el primer documento se dan normas en materia litúrgica sobre las relaciones entre los latinos y los católicos
orientales llegados al sur de Italia, huyendo de las persecuciones;
mientras que en el segundo se aprueba y comenta el Eucologio
(Ritual) de los orientales que han regresado a la plena comunión
con la Sede Apostólica1. En cuanto al sacramento de la Unción de
los Enfermos se supone como verdad de hecho que el ministro del
sacramento sea “omnis et solus sacerdos”.
La doctrina tradicional, expresada por el Concilio de Trento
sobre el ministro del sacramento de la Unción de los Enfermos, fue
codificada en el Código de Derecho Canónico promulgado en el año
1917 (c. 938 § 1), y repetida, casi con las mismas palabras, en el Código de Derecho Canónico promulgado en 1983 (c. 1003 § 1) y en el
Código de los Cánones de las Iglesias Orientales de 1990 (c. 739 § 1).
Por otro lado, todos los Rituales del sacramento de la
Unción de los Enfermos siempre han presupuesto que el ministro
–––––––––––––––––––––––––
1. Se hace notar que también los Ortodoxos consideran que el ministro de la Unción es
solamente el Obispo o el presbítero.
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del sacramento sea un Obispo o un sacerdote (cfr. Ordo Unctionis
Infirmorum eorumque pastoralis curae, Editio typica, Typis Polyglottis Vaticanis 1972, Prænotanda, n. 5. 16-19). Por ello no han
contemplado siquiera la posibilidad de que el ministro sea un diácono o un laico.
La doctrina según la cual el ministro del sacramento de la
Unción de los Enfermos “est omnis et solus sacerdos” goza de tal
grado de certeza teológica que tiene que ser calificada como doctrina “definitive tenenda”. El sacramento es inválido si un diácono
o un laico atenta administrarlo. Tal acción constituiría un delito de
simulación en la administración del sacramento, punible a norma
del c. 1379 del CIC (cfr. c. 1443 de CCEO).
En conclusión, será oportuno recordar que el sacerdote, por
el sacramento que ha recibido, hace presente, en modo del todo
particular, al Señor Jesucristo, Cabeza de la Iglesia. En la administración de los sacramentos él actúa in persona Christi Capitis e
in persona Ecclesiæ. El que obra en este sacramento es Jesucristo,
el sacerdote es el instrumento vivo y visible. Él representa y hace
presente a Cristo de modo especial, por lo cual este sacramento
tiene una particular dignidad y eficacia respecto a un sacramental:
de manera que, como dice acerca de la Unción de los Enfermos la
Palabra inspirada, “el Señor hará que se levante” (St. 5,15). El
sacerdote, además, actúa in persona Ecclesiaæ. Los “presbíteros de
la Iglesia” recogen en su oración (St 5.14) la plegaria de toda la
Iglesia; como observa, a este propósito, Santo Tomás de Aquino:
“oratio illa non fit a sacerdote in persona sua […], sed fit in persona totius Ecclesiaæ” (Summa Theologiae, Supplementum, q. 31, a.
1, ad 1). Una oración así es ciertamente escuchada.
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IV.
11.
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MENSAJE del Papa en el cuadragésimo
aniversario de la Gaudium et spes
(15 de marzo de 2005)
Al venerado hermano
señor cardenal Renato Raffaele Martino,
presidente del Consejo Pontificio de la Justicia
y de la Paz
1. Con una oportuna iniciativa el Consejo Pontificio de la
Justicia y de la Paz ha promovido junto a algunas instituciones
académicas internacionales una conferencia especial para conmemorar el cuadragésimo aniversario de la constitución pastoral del
Concilio Vaticano II sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo.
El tema del simposio es estimulante: «El llamamiento a la justicia.
La herencia de la “Gaudium et spes” cuarenta años después».
Al hacerle llegar mis mejores deseos a usted, venerado hermano, y a cuantos participan en el encuentro, no puedo dejar de
subrayar la particular importancia que tiene este aniversario para
el Consejo Pontificio de la Justicia y de la Paz, que fue instituido
para dar cumplimiento a la voluntad expresada por los padres
conciliares en ese documento (Cf. «Gaudium et spes», 90). En estos
años el Consejo Pontificio ha desempeñado una importante acción
para profundizar y desarrollar las enseñanzas del Concilio en
materia de justicia y de paz, mereciéndose el reconocimiento de
toda la comunidad eclesial.
2. El tema presentado en el simposio, «El llamamiento a la
justicia», llama la atención sobre el desafío ante el que se encuentra constantemente la Iglesia, comprometida en recordar a todo
creyente la necesidad de interpretar las realidades sociales a la luz
del Evangelio (Cf. «Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia»,
62). En ocasiones, los enormes progresos de la ciencia y de la tec-
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nología pueden llevar a olvidar cuestiones fundamentales de justicia, a pesar de la aspiración común a una mayor solidaridad entre
pueblos y a una estructuración más humana de las relaciones
sociales (Cf. «Gaudium et spes», 63; «Compendio de la Doctrina
Social de la Iglesia», 213-214).
La triste permanencia de conflictos y las repetidas manifestaciones de violencia en muchísimas partes del mundo constituyen
la prueba por contraposición de la inseparable relación que existe
entre justicia y paz, según la fundamental enseñanza propuesta
con valiente claridad en la «Gaudium et spes» (Cf. n. 78). En este
sentido, deseo reafirmar una vez más que la paz es obra de la justicia: nace de hecho de ese orden sobre el que el divino Fundador
quiso que fuera edificada la sociedad humana. Por tanto, ¿cómo es
posible no alentar a aquellos hombres y mujeres de buena voluntad que ponen todo su empeño por crear condiciones de una mayor
justicia en el mundo? (Cf. «Compendio de la Doctrina Social de la
Iglesia», 495, 498). La paz auténtica sobre la tierra comporta, de
hecho, la firme determinación de respetar a los demás, individuos
y pueblos, en su dignidad, y la constante voluntad de incrementar
la fraternidad entre los miembros de la familia humana (Cf. «Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia», 194).
3. Pero la «Gaudium et spes» no reduce a esto su enseñanza:
en ella, el Concilio afirma que la paz «es también fruto del amor, el
cual sobrepasa todo lo que la justicia puede realizar… Por lo cual,
se llama insistentemente la atención de todos los cristianos para
que, viviendo con sinceridad en la caridad (Efesios 4, 15), se unan
con los hombres realmente pacíficos para implorar y establecer la
paz» («Gaudium et spes», 78).
Dicho con otras palabras: el tema de la justicia no agota la
Doctrina Social de la Iglesia. Es necesario no olvidar nunca la virtud del amor que lleva al perdón, a la reconciliación y que anima
el compromiso cristiano a favor de la justicia. De todos modos, es
indudable que el tema de la justicia es fundamento de todo recto
orden social.
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4. He pedido al señor cardenal Angelo Sodano, mi secretario
de Estado, que se haga portavoz de estos pensamientos y que
transmita a usted, venerado hermano, y a todos los participantes
en esta conferencia mi aprecio por los nobles propósitos que constituyen la base del encuentro sobre ese importante documento conciliar.
Con estos sentimientos, invoco sobre quienes participan en
el Simposio la guía y la iluminación del Espíritu Santo. Estoy convencido de que las sesiones de estos días contribuirán a dar a
entender que «a medida que pasan los años, aquellos textos no
pierden su valor ni su esplendor» («Novo millennio ineunte», 57).
Mientras confío a la materna protección de la Virgen María
a los organizadores, relatores y participantes en la conferencia, les
envío a todos con afecto la bendición apostólica, prenda de alegría
y de paz en el Señor.
Vaticano, 15 de marzo de 2005
IOANNES PAULUS II
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ÚLTIMO MENSAJE DE JUAN PABLO
II, leído en su nombre por el cardenal
Angelo Sodano, secretario de Estado,
al final de la misa del domingo de
Resurrección, celebrada en la plaza
de San Pedro del Vaticano.
1. Mane nobiscum, Domine!
¡Quédate con nosotros, Señor! (cf. Lc 24,29).
Con estas palabras, los discípulos de Emaús
invitaron al misterioso Viandante
a quedarse con ellos al caer de la tarde
aquel primer día después del sábado
en el que había ocurrido lo increíble.
Según la promesa, Cristo había resucitado;
pero ellos aún no lo sabían.
Sin embargo las palabras del Viandante durante el camino
habían hecho poco a poco enardecer su corazón.
Por eso lo invitaron: «Quédate con nosotros».
Después, sentados en torno a la mesa para la cena,
lo reconocieron “al partir el pan”.
Y, de repente, él desapareció.
Ante ellos quedó el pan partido,
y en su corazón la dulzura de sus palabras.
2. Queridos hermanos y hermanas,
la Palabra y el Pan de la Eucaristía,
misterio y don de la Pascua,
permanecen en los siglos como memoria perenne
de la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
También nosotros hoy, Pascua de Resurrección,
con todos los cristianos del mundo repetimos:
Jesús, crucificado y resucitado, ¡quédate con nosotros!
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Quédate con nosotros, amigo fiel y apoyo seguro
de la humanidad en camino por las sendas del tiempo.
Tú, Palabra viviente del Padre,
infundes confianza y esperanza a cuantos buscan
el sentido verdadero de su existencia.
Tú, Pan de vida eterna, alimentas al hombre
hambriento de verdad, de libertad, de justicia y de paz.
3. Quédate con nosotros, Palabra viviente del Padre,
y enséñanos palabras y gestos de paz:
paz para la tierra consagrada por tu sangre
y empapada con la sangre de tantas víctimas inocentes;
paz para los Países de Oriente Medio y África,
donde también se sigue derramando mucha sangre;
paz para toda la humanidad, sobre la cual se cierne siempre
el peligro de guerras fratricidas.
Quédate con nosotros, Pan de vida eterna,
partido y distribuido a los comensales:
danos también a nosotros la fuerza de una solidaridad generosa
con las multitudes que, aun hoy,
sufren y mueren de miseria y de hambre,
diezmadas por epidemias mortíferas
o arruinadas por enormes catástrofes naturales.
Por la fuerza de tu Resurrección,
que ellas participen igualmente de una vida nueva.
4. También nosotros, hombres y mujeres del tercer milenio,
tenemos necesidad de Ti, Señor resucitado.
Quédate con nosotros ahora y hasta al fin de los tiempos.
Haz que el progreso material de los pueblos
nunca oscurezca los valores espirituales
que son el alma de su civilización.
Ayúdanos, te rogamos, en nuestro camino.
Nosotros creemos en Ti, en Ti esperamos,
porque sólo Tú tienes palabras de vida eterna (cf. Jn 6,68).
Mane nobiscum, Domine! ¡Alleluia!
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– Objetos litúrgicos
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– Posters
– Estampas y postales
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11406 JEREZ