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Canto
Espíritu Santo, ven, ven (3)
En el nombre de Jesús.
Acompáñame, condúceme,
toma mi vida.
Santifícame, transfórmame.
Espíritu Santo, ven
Monición de Entrada
Hoy celebramos la fiesta de Pentecostés, la fiesta del
Espíritu Santo, la Vida de Dios en nosotros. Sin esta presencia
divina en nuestras vidas y comunidades, nada podríamos
hacer. Por eso en esta fiesta del Espíritu la Iglesia celebra el día
de la Acción Católica y del Apostolado Seglar con el lema
«¡Qué hermosos son los pies de los que anuncian la buena
noticia!». El Concilio Vaticano II reconoció la carta de
naturaleza de los laicos en el ser y la misión de la Iglesia.
Si la Iglesia quiere ser ella misma, ha de promover la
participación de los laicos en la vida de la Iglesia y en su misión
evangelizadora. La vitalidad interna y evangelizadora de la
Iglesia se juegan en la existencia de un laicado consciente,
formado y misionero.
Que esta fiesta de Pentecostés despierte esta conciencia de
responsabilidad eclesial y misionera en todos los laicos. En esta
celebración de Vísperas, nosotros hoy, como aquella primera
comunidad de apóstoles, discípulos y discípulas, reunidos en
oración junto con María, estamos también en oración abiertos
a la acción del Espíritu Santo.
Resucítame, conviérteme
todos los días.
Glorifícame, renuévame.
Espíritu Santo, ven.
Espíritu Santo, ven, ven (3)
En el nombre de Jesús.
Espíritu Santo, ven, ven...
ESPÍRITU DE DIOS, BRISA UNIVERSAL
C 1. Dios te ha sembrado en la tierra de todos los
continentes,
en el horizonte de todas las montañas,
en el paisaje de todos los corazones
C 2. Si me sumerjo en el mar,
allí te encuentro entre sus olas.
Si descubro caminos por el bosque,
tu sombra y tu frescura me acompañan siempre.
Si me asomo a la ventana de los hombres,
allí estás tú llenando su estancia de esperanza.
C 1. Espíritu de Dios, palabra y sentimiento.
Tú, dador de todos tus bienes,
no tienes casa propia ni árbol alguno
en el valle de nuestras riquezas.
C 2. Tú inspiras nuestra música,
las líneas y el calor de nuestros versos,
nuestra amistad y nuestra risa.
C 1. Tú sabes comprender la pequeñez
de nuestras sombras y pecados.
Tú nos levantas la mirada cuando nos caemos
y nos ponemos en camino de nuevo.
C 2. Tú curas nuestras heridas
en los días de lluvia y niebla.
¿Quién no conoce tus ascuas?
En tu boca está el aliento
de todos los besos y cariños.
C 1. Todos los pueblos se congregan en tu plaza,
diccionario de todas las lenguas,
de todos los dioses, de todas las danzas.
C 2. ¿Dónde vives? ¿Dónde duermes?
¿Con quién compartes tu amor?
Sé que eres nido y huerto
de cuantos huyen del ruido.
Que te embelesas con las flores.
Que bajas a pasear
aprovechando el frescor de la tarde.
C 1. Eres suspiro e inspiración de nuestras plegarias.
Tú nos ayudas a subir al monte
para que podamos allí respirar mejor.
Acompañas nuestra marcha
llenando nuestro oído de cascadas y nieve.
Tú nos obsequias con la humildad del tomillo
y el olor de la lavanda,
con las flores amarillas de la retama.
C 2. Tú eres el banco que acoge sin prisas
nuestras tardes, nuestro sufrimiento.
Eres, en fin, esa puerta
que permite entrar en el prado verde del retiro
donde nos espera, callado, tu rocío por la mañana.
C 1. Espíritu de Dios:
a Ti, único ser que anima mis entrañas,
dirijo yo mis dudas, mis amores.
Llena con tus dones nuestra soledad,
herida abierta de todos los días.
C 2. Tú que pactas todas nuestras paces,
enciende las rosas de nuestro jardín
para que sepamos dar calor
a quienes mueren de frío en nuestras alcantarillas
sin haber probado un pétalo de tu amor.
C 1. Almohada de mis vigilias, de mi ingenuidad,
de mis debilidades e insomnios,
despierta Tú mi espíritu en esta noche.
Alumbra Tú mi amanecer con el arrebol de tu presencia
para que siempre abunde en claridad
y tu fulgor apague todas mis sombras.
Espacio de silencio para releer
(Hagamos resonancia de aquella estrofa
o versos que más nos haya gustado)
Monición lectura
Jesús resucitado es quien ha ofrecido a la humanidad y,
concretamente a los Apóstoles y a la Iglesia, la presencia
renovadora del Espíritu para que nos sintamos unidos a Dios de
una manera definitiva y transformadora.
Conforme a los Hechos de Los Apóstoles, fue en ocasión de
una fiesta de Pentecostés que el Espíritu Santo, expresión
maternal de la ternura de Dios, descendió sobre los discípulos
y discípulas de Jesús. El Espíritu que el Resucitado dio a los
suyos es el Espíritu de la unidad, que hizo que las personas se
comunicaran en las más diversas lenguas y culturas, que fuera
posible el entendimiento y la fraternidad.
LECTURA DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES ( Hch 2)
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en
el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido,
semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en
toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron
aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron
por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron
llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en
distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse.
Había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las
naciones del mundo. Al oírse este ruido, se congregó la
multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los oía
hablar en su propia lengua. Con gran admiración y
estupor decían: "¿Acaso estos hombres que hablan no son
todos galileos? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los
oye en su propia lengua las maravillas de Dios?
Canto
Ven Espíritu de Dios sobre mí
me abro a tu presencia,
cambiarás mi corazón
SECUENCIA DE PENTECOSTÉS
Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno. Amén.
Oración compartida
Como los discípulos y María, reunidos en el nombre de Jesús
resucitado, nos abrimos a la presencia renovadora del Espíritu
Santo.
Le decimos al Padre: Padre, envíanos al Espíritu Santo.
Santo
1. Por toda la Iglesia, para que no se centre tanto en ella
misma, sino que se ponga a la escucha del Espíritu. Oremos.
2. Por la humanidad, sometida a un sistema cultural y
económico que idolatra el tener, el poder y el consumir, y
genera deshumanización y pobreza. Oremos.
3. Por los pastores de la Iglesia, para que vivan su ministerio
como servidores del Pueblo de Dios, reconociendo y animando
la labor de los laicos en la Iglesia y en la sociedad. Oremos.
4. Por los laicos, para que asuman responsablemente su
vocación y misión cristianas y, para ello, realicen el proceso de
formación necesario. Oremos.
5. Pidamos de forma particular por nuestras Comunidades
Laicales, que quieren llevar al mundo de la familia, del trabajo,
de la vida social el Evangelio de Jesús, para que el Espíritu
ilumine sus pasos. Oremos.
6. Pidamos por todos los jóvenes y adultos que se confirman y
por todos los niños y niñas que celebran su primera comunión
en estas fechas, para que hagan suyo el envío que Jesús, por
su espíritu, les hace a ser en medio del mundo sal y luz.
Oremos.
Oración: Padre, Tú guías los destinos del mundo y abres, en la
marcha de la historia, caminos de fidelidad y de misión a tu
Iglesia, como lo hicieron el P. Cosme y el P. Luis, haz que hoy
nos dejemos iluminar y guiar por el Espíritu que nos envía
Jesucristo resucitado, tu Hijo y Señor nuestro, que vive y reina
por los siglos de los siglos.
Gesto de unidad
Hoy, en este Pentecostés 2009, Jesús nos sigue enviando al
mundo a anunciar su Buena Noticia. Nos ha llenado de paz.
Nos ha comunicado su misma vida, se nos ha dado Él mismo
en la Comunión. Y nos llena de su Espíritu, dador de luz y de
fuego de amor.
Que seamos verdaderos testigos de Jesucristo y de su Espíritu,
sal y luz, entre nuestros hermanos y hermanas.
Nos damos la PAZ.
Concluimos nuestra oración con la oración que nos enseñó el
Señor: Padre nuestro...