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MENSAJE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE NICARAGUA
A las familias nicaragüenses, a todo el pueblo de Dios y a los hombres y
mujeres de buena voluntad:
AL SERVICIO DEL EVANGELIO DE LA FAMILIA
1. Los Obispos de Nicaragua, con la alegría de dar culto a Dios predicando el Evangelio de su
Hijo (cf. Rom 1,9), deseamos ofrecerles algunas reflexiones sobre el sentido cristiano de la
familia y su situación en la actual sociedad nicaragüense. Al escribir este mensaje nos alienta
la multitud de nuestros niños, los ideales de nuestros jóvenes y el heroísmo de muchas de
nuestras familias que, a pesar de las crecientes dificultades que afrontan, siguen siendo fieles
al amor, valoran la fidelidad conyugal y se esfuerzan en educar a sus hijos según la fe y la
moral de la Iglesia.
LA FAMILIA A LA LUZ DE LA FE
2. Ante todo volvemos la mirada a Jesús, Señor Nuestro, que quiso nacer y ser educado en una
familia, “elevándola a la dignidad de iglesia doméstica” (Aparecida, 115). Engendrado por
María Virgen por obra del Espíritu Santo, recibió el nombre de parte de José, hombre justo
descendiente del rey David, quien lo adoptó así como hijo, de modo que quien era Hijo de
Dios llegó a ser también hijo de David (cf. Mt 1,18-25). En esta familia, santificada por la
presencia del Salvador, el elemento determinante y fundamental es la aceptación de la
voluntad de Dios. Les invitamos a contemplar con admiración y acoger como modelo e
inspiración a la sagrada familia de Nazaret, en la cual la obediencia a la palabra de Dios ocupa
una importancia absoluta, y el amor fruto de la fe, sacrificado y desinteresado, es vivido con
generosidad y alegría.
3. Nuestra fe en el único Dios verdadero, el Padre de Nuestro Señor Jesucristo, nos ayuda a
comprender aún más el misterio, la belleza y la misión de la familia, pues “creemos que la
familia es imagen de Dios, que en su misterio más íntimo no es una soledad, sino una familia”
(Aparecida, 434). La comunión eterna y perfecta en el amor del Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo, en donde cada una de las personas divinas existe entregándose a las otras y en donde
cada una alcanza su plena identidad en la donación de amor hacia las otras, nuestras familias
pueden ver “su origen, su modelo perfecto, su motivación más bella y su último destino”
(Aparecida, 434).
4. La primera página de la Biblia nos abre al conocimiento del misterio de la pareja humana y
de su vocación al amor y a la fecundidad: “Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a
imagen de Dios lo creó, hombre y mujer lo creó” (Gen 1,27). Desde el inicio el ser humano
existe para la comunión y para el amor. La Biblia nos revela que el principio originario de toda
comunión humana es la creación del ser humano como varón y mujer, creados iguales en
dignidad pero al mismo tiempo distintos y complementarios en su modo de existir en la
creación. Se afirma claramente como parte del proyecto divino la existencia de la naturaleza
humana en dos sexos, dispuestos por Dios a fin de que fueran “una sola carne” (Gen 2,24), a
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través del amor conyugal como comunión en la diversidad y de la procreación que perpetúa el
género humano en la historia.
5. Para los cristianos la unión conyugal del hombre y la mujer no es solamente un hecho
biológico o social, sino que posee una significación teológica y moral especial, a tal punto que
Jesús afirma que el matrimonio pertenece al designio original de Dios con carácter de
indisolubilidad absoluta (cf. Mt 19,4-6). Para San Pablo el matrimonio entre un hombre y una
mujer es reflejo sacramental del amor de Cristo por su esposa la Iglesia (cf. Ef 6,29-33), en el
cual marido y mujer tienen los mismos derechos y deberes y están llamados a vivir a tal punto
su fidelidad mutua y la indisolubilidad matrimonial que llegan a ser ya no dos sino un solo ser
(cf. 1Cor 7,3.10).
6. La familia cristiana está fundada en el sacramento del matrimonio entre un varón y una
mujer, unidos por la fe y bendecidos por la gracia divina para permanecer fieles
recíprocamente en el amor por toda la vida. “Desde esta alianza de amor, se despliegan la
paternidad y la maternidad, la filiación y la fraternidad, y el compromiso de los dos por una
sociedad mejor” (Aparecida, 433; cf. Familiaris Consortio, 18). En efecto, “la familia es la
célula original de la vida social” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2207), en la cual no sólo
marido y mujer están llamados a vivir al don de sí en el amor, sino en donde como primera
escuela de vida se transmiten y viven las verdades de la fe y los grandes valores humanos y
cívicos que constituyen el fundamento de la convivencia social.
7. Es también importante recordar la relación recíproca que existe entre la familia cristiana y la
Iglesia. Por una parte, es en el seno de la familia en donde la persona recibe desde sus
primeros años de vida el tesoro de la educación en la fe, descubriendo los motivos y el camino
para pertenecer a la familia de Dios (cf. Aparecida, 118); al mismo tiempo, la Iglesia, que
siempre ha vivido una solicitud pastoral especial por la familia, es consciente de que “muchos
vacíos de hogar pueden ser atenuados por servicios que presta la comunidad eclesial, familia
de familias” (Aparecida, 119).
UNA MIRADA A LA REALIDAD NICARAGÜENSE
Luces
8. Constatamos con gozo que la familia es valorada en Nicaragua, y en lo que respecta al
sacramento del matrimonio hemos podido comprobar una renovada experiencia del mismo
como gracia y exigencia de amor. Igualmente vemos con alegría cómo en tantos hogares
católicos se educa a los hijos en la fe y se les inicia en la experiencia de Jesucristo a través de
los sacramentos de la Iglesia. Por parte nuestra, reafirmamos la solicitud pastoral por la
familia, que ha sido siempre prioritaria para la Iglesia en Nicaragua, como ha quedado patente
no sólo en los sínodos diocesanos y en el Segundo Concilio Provincial, sino a través del
trabajo pastoral cotidiano a favor de la familia de parte de la comunidad eclesial a través de
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tantos sacerdotes, religiosos (as) y laicos (as). En los últimos años, en efecto, han florecido
grupos, comunidades y movimientos comprometidos con el valor evangélico del matrimonio y
de la familia.
9. En nuestro país la familia ha estado integrada tradicionalmente por varias generaciones:
abuelos, padres e hijos. Vemos como algo positivo que al interno de esta estructura familiar se
valore todavía el rol de los ancianos como educadores en la fe de las nuevas generaciones (cf.
Familiaris Consortio, 27) y se acoja a los familiares ancianos, enfermos o con capacidades
diferentes con gran ternura y amor (cf. Mensaje de la Santa Sede en el año internacional del
discapacitado, 4.3.81, n. 3).
10. La Iglesia aprecia la generosidad de tantos matrimonios que se han abierto a la acogida y
adopción de niños que carecen de una familia (Familiaris Consortio, 41), facilitando así su
desarrollo integral al crecer bajo la tutela de un padre y de una madre en el seno de un hogar.
Sombras
11. Vemos con preocupación que el creciente secularismo que se extiende en nuestra sociedad
y el influjo de la globalización esté afectando a la familia, como lugar de diálogo y de
solidaridad intergeneracional y como institución social y religiosa, llegándose incluso a
proponer un falso concepto de matrimonio y de familia, contrario a la ley natural, la razón, la
ética y la moral cristiana. Lamentablemente la educación recibida por los jóvenes no ayuda a
contrarrestar tales influencias negativas y muchas veces los padres de familia se sienten
incapaces y desorientados en cuanto a la educación de sus hijos en lo que se refiere a una
adecuada vivencia de la sexualidad y una correcta comprensión del matrimonio y de la familia
a la luz de la fe.
12. Constatamos con dolor las grandes dificultades económicas que enfrentan muchas
familias, a causa de la cada vez más alarmante brecha entre ricos y pobres y la dramática falta
de empleo que vive una gran parte de nuestra población. Muchas familias buscan una salida a
esta situación a través de la migración de uno de los cónyuges, exponiéndose muchas veces a
situaciones difíciles y peligrosas en el extranjero y, en el peor de los casos, afectando
gravemente la unidad familiar y la estabilidad afectiva de los hijos.
13. Vemos con dolor que persista aún la violencia intrafamiliar, muchas veces producto del
machismo imperante en nuestra sociedad en donde la dignidad de la mujer no es reconocida ni
respetada. Preocupa grandemente que en las últimas décadas la vinculación al flagelo social
del narcotráfico se haya vuelto, en algunos casos, un modo de sobrevivencia familiar.
Igualmente el alcoholismo sigue siendo un fenómeno doloroso muy extendido, que causa
muchas veces violencia intrafamiliar, traumas graves en los hijos y hasta la desunión de la
familia. Es también un hecho reprobable y un verdadero pecado social la trata de personas y el
incremento de la prostitución de adolescentes y jóvenes a través del llamado turismo sexual.
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Los medios de comunicación han invadido todos los espacios, introduciéndose también en la
intimidad del hogar. Lamentablemente el efecto de este fenómeno no es siempre positivo,
sobre todo cuando a través de los medios de comunicación se transmiten antivalores como la
violencia y la infidelidad matrimonial.
14. Muchos padres de familia y educadores muestran su preocupación al constatar que desde
ciertos centros educativos y algunos medios de comunicación y redes sociales, se busca atraer
a los jóvenes, con licor y diversión, para adoctrinarlos y encausarlos hacia una determinada
ideología política. De esta manera se violenta uno de los más sagrados derechos humanos, el
de la libertad de conciencia. Esta manipulación que se hace de la niñez y de la juventud
constituye un verdadero problema y escándalo social (cf. Mc 9,42).
15. Desde hace algunos años la familia está siendo amenazada por la llamada “ideología de
género”, según la cual cada uno puede escoger su orientación sexual, sin tomar en cuenta las
diferencias dadas por la naturaleza humana. Esto ha provocado graves y confusas
tergiversaciones terminológicas en cuanto al matrimonio, el sexo y la familia; se ha promovido
como éticamente aceptable la homosexualidad y se intenta con gran perjuicio de la
convivencia social introducir leyes que hieren gravemente la dignidad del matrimonio, el
respeto al derecho a la vida desde el primer instante de la concepción y la identidad de la
familia.
16. Constatamos con dolor que las enfermedades por transmisión sexual y el síndrome de
inmunodeficiencia adquirida produzcan tanto sufrimiento físico y moral en muchas personas, a
quienes nos sentimos muy unidos en la caridad y la oración. Las mismas familias se ven
afectadas por estas enfermedades por causa de la infidelidad matrimonial, llegando en muchos
casos a provocar la destrucción de los matrimonios. Igualmente nos preocupa el aumento de
las familias monoparentales a causa de la infidelidad matrimonial, el divorcio, la migración
forzada de uno de los cónyuges e incluso por desacuerdos y enfrentamientos por razones
ideológicas.
EXHORTACIÓN PASTORAL
17. Exhortamos a nuestras familias a redescubrir cada día con gozo “la buena nueva de la
familia” (Aparecida, 114-119), asumiendo como una gracia el vivir la comunión y el amor
entre marido y mujer, entre padres e hijos, entre hermanos y parientes. Les recordamos la
exhortación del Apóstol que nos enseña a vivir y a afrontar con espíritu de fe las situaciones
más difíciles, apoyándonos en Dios y acudiendo a él a través de la oración: “No se inquieten
por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión presenten a Dios sus peticiones, mediante la
oración y la súplica, acompañadas de la acción de gracias” (Fil 4,6). No olviden las familias la
importancia de construir cada día la convivencia fortalecidos con la gracia divina, sobre todo
participando de la celebración eucarística dominical en familia, orando juntos padres e hijos
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leyendo y meditando la Palabra de Dios en la Sagrada Escritura y practicando el rezo
cotidiano del santo rosario en familia.
18. Deseamos vivamente que los padres de familia asuman con seriedad y responsabilidad
además de su fidelidad recíproca en el amor, también su misión de acompañar, corregir y
educar a sus hijos, alertándolos y preparándolos con espíritu de discernimiento para saber
enfrentar las diversas ideologías inmorales en el campo de la sexualidad y de la familia, tales
como el amor libre, la homosexualidad, el aborto, el divorcio, etc. No pueden tampoco ser
indiferentes ante posibles decisiones legislativas que pongan en peligro los valores revelados
en la palabra de Dios y en la moral de la Iglesia. Los padres no deben olvidar que “por la
gracia del sacramento del matrimonio han recibido la responsabilidad y el privilegio de
evangelizar a sus hijos” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2225), transmitiéndoles el gozo de
vivir los grandes valores cívicos, el respeto a la vida y la práctica de la justicia, y sobre todo la
experiencia de la fe en Jesucristo, fuente de verdad y de vida plena.
19. A los jóvenes les exhortamos a apreciar la familia y a vivir según los grandes valores del
evangelio, sin dejarse esclavizar por los engañosos lazos de una sexualidad despersonalizada y
vivida en modo inmoral. No ignoramos las crisis y dificultades que puedan encontrar en su
camino de maduración humana, por lo que también les invitamos a abrirse a pedir y recibir
ayuda, sobre todo de sus padres, pero también de otras personas que puedan orientarles
debidamente a la luz de la fe y de la moral. De este modo ustedes también, queridos jóvenes,
deben irse comprometiendo desde temprana edad en el aprecio y la vivencia del matrimonio y
de la familia. Ustedes son el presente y el futuro de la sociedad y de la Iglesia. Los hijos deben
vivir su relación con los padres con gratitud y respeto, tanto de jóvenes como de adultos: “La
obediencia a los padres cesa con la emancipación de los hijos, pero no el respeto que les es
debido, el cual permanece para siempre. Este, en efecto, tiene su raíz en el temor de Dios, uno
de los dones del Espíritu Santo” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2217).
20. Como ministros de la misericordia divina, acogemos a aquellas parejas que no están unidas
por el sacramento del matrimonio y a las que viven en situaciones irregulares en relación con
la Iglesia, asegurándoles que ocupan un lugar especial en nuestro corazón de pastores. Les
invitamos a acoger la llamada de Jesús a la conversión y a experimentar la alegría de ser hijos
e hijas de Dios por el bautismo.
21. La comunidad política, finalmente, no debe olvidar que tiene el deber de proteger a la
familia, “asegurándole la libertad de fundar un hogar, de tener hijos y de educarlos de acuerdo
con sus propias convicciones morales y religiosas y la protección de la estabilidad del vínculo
conyugal y de la institución familiar” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2211). Esperamos
que los colegios católicos y de inspiración católica respondan a la confianza depositada en
ellos por los padres de familia, realizando su labor educativa iluminada por el Evangelio y la
moral católica, de forma integral y dando mucha importancia a la formación de la conciencia
en lo que respecta a la sexualidad, el matrimonio y la vida familiar. Exhortamos a las distintas
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comisiones pastorales de nuestras diócesis a asumir la pastoral familiar como acción pastoral
transversal en la que todos nos comprometamos. Deseamos también que la pastoral juvenil
preste cada vez más atención a las temáticas relacionadas con el sacramento del matrimonio y
la vida familiar;
CONCLUSIÓN
21. Al concluir este mensaje deseamos poner a todas nuestras familias bajo la protección e
intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret. Que nuestras familias sean auténticas “iglesias
domésticas”, en las que se acoja y defienda, se eduque y se promueva la vida. Que nuestras
familias sean también auténticos focos misioneros que difundan en la sociedad la verdad de la
fe y el gozo de creer. Que nuestras familias, sean escuelas de comunión y promotoras de los
grandes valores humanos y religiosos, asegurando un futuro de justicia y de paz para nuestro
país. ¡Que María, Madre de Jesús y Madre de la Iglesia, viva en el corazón de nuestras
familias, confiriendo alma y ternura a la convivencia familiar!
30 de diciembre de 2012
Fiesta de la Sagrada Familia
7
+ Sócrates René Sándigo Jirón
Obispo de la Diócesis de Juigalpa
Presidente de la CEN
+ César Bosco Vivas Robelo
Obispo de la Diócesis de León
Vicepresidente de la CEN
+ Silvio José Báez Ortega, o.c.d.
Obispo Auxiliar de Managua
Secretario General de la CEN
+ Leopoldo José Brenes Solórzano
Arzobispo Metropolitano de Managua
+ Rolando José Álvarez Lagos
Obispo de la Diócesis de Matagalpa
Ecónomo general de la CEN
+ Jorge Solórzano Pérez
Obispo de la Diócesis de Granada
+ Pablo Schmitz Simon, O.F.M. Cap.
Obispo del Vicariato
Apostólico de Bluefields
+ Juan Abelardo Mata Guevara
Obispo de la Diócesis de Estelí
+ David Zywiec Sidor, O.F.M. Cap.
Obispo Auxiliar del Vicariato
Apostólico de Bluefields
+ Carlos Enrique Herrera Gutiérrez
Obispo de la Diócesis de Jinotega