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UN CLARO MENSAJE DEL VATICANO Y ORDEN MUNDIAL CAPITALISTA
PARA TODA LA REGIÓN
Francisco I, el Papa que colaboró con la dictadura argentina
Por Cristóbal García Vera
BERGOGLIO COMULGA AL DICTADOR VIDELA
14 de Marzo de 2013
Este miércoles se conocía el nombre del nuevo Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, el
cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio. Inmediatamante, la maquinaria de los mass media se
ha puesto en funcionamiento para reconstruir la biografía del sucesor de Benedicto XVI.
Este miércoles 13 de marzo se conocía el nombre del nuevo Sumo Pontífice de la Iglesia
Católica. El cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio será el Papa número 266 de la historia
con el nombre de Francisco I. El arzobispo de Buenos Aires, un jesuita de 76 años, ha sido
inmediatamente calificado como un religioso "moderado" y "preocupado por la marginación
social". Una vez más, la maquinaria de los mass media se ha puesto en funcionamiento para
reconstruir la biografía del sucesor de Benedicto XVI. La realidad es, no obstante, que
Bergoglio comparte con Joseph Ratzinger un oscuro pasado, denunciado hace años, que no lo
sitúa precisamente al lado de los marginados de la sociedad.
Nacido el 17 de diciembre de 1936, Jorge Mario Bergoglio llegó al sacerdocio a los 32 años.
Pese a lo tardío de su vocación, su ascenso en la curia fue vertiginoso. En menos de cuatro
años llegó a liderar la congregación jesuita local, cargo que ejerció de 1973 a 1979. Este
ascenso coincidió con la instauración de la sangrienta dictadura militar que gobernó la
Argentina desde el Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, contra la presidenta María Estela
Martínez de Perón, hasta el año 1983. Un régimen que se caracterizó por la práctica sistemática
de la tortura, el asesinato y la desaparición de miles de personas y el robo sistemático de recién
nacidos, sustraídos a los padres "subversivos".
BERGOGLIO DENUNCIADO POR SU COLABORACIÓN CON LA DICTADURA
Sobre el papel desempeñado por Bergoglio en estos terribles años existe el testimonio de
numerosos testigos, que relataron como el sacerdote perjudicó a sacerdotes y laicos que
fueron secuestrados, torturados y desaparecidos. En abril de 2010, un sacerdote, un ex
religioso, una teóloga, un seglar de una fraternidad laica que en 1976 denunció en el Vaticano lo
que ocurría en la Argentina, y un laico que fue secuestrado junto con dos curas que no
reaparecieron, denunciaron públicamente su apoyo a las prácticas criminales de la dictadura.
(1).
Uno de los casos denunciados se refiere al secuestro de Orlando Yorio y Francisco Jalics. Dos
jesuitas que realizaban su labor pastoral y tareas sociales en un barrio de chabolas del sur de
Buenos Aires. Los dos sacerdotes fueron recluidos en la Escuela de Mecánica de la Armada utilizada como centro de tortura - cuando Bergoglio se desempeñaba como principal de la
Compañía de Jesús. Según la acusación, Bergoglio los delató y les retiró la protección de su
orden religiosa dejándolos a merced de sus victimarios. Ambos párrocos aparecieron drogados
y semidesnudos cinco meses más tarde en un campo de las afueras de la capital argentina.
Esta denuncia consta en el libro "El silencio" del periodista Horacio Verbitsky y se apoya en las
declaraciones del propio Orlando Yorio, realizadas antes de fallecer por causas naturales en
2000.
"La historia lo condena: lo muestra como alguien opuesto a todas las experiencias innovadoras
de la Iglesia y sobre todo, en la época de la dictadura, lo muestra muy cercano al poder militar",
señaló tiempo atrás el sociólogo Fortunato Mallimacci, ex decano de la Facultad de Ciencias
Sociales de la Universidad de Buenos Aires, refiriéndose al nuevo Papa.
En 2010, el periodista Sergio Rubín escribió un libro titulado "El jesuita, conversaciones con el
cardenal Jorge Bergoglio", en el que se refiere como los dos sacerdotes consideraban que el
jerarca "los tachaba de subversivos y ejercía una actitud persecutoria hacia ellos por su
condición de progresistas". El 8 de noviembre de 2010, Jorge Mario Bergoglio tuvo que declarar
sobre el secuestro de los dos jesuitas. Uno de los abogados querellantes en el juicio, Luis
Zamora, manifestó: "Cuando alguien es reticente está mintiendo, está ocultando parte de la
verdad. El cardenal no pudo justificar por qué esos dos sacerdotes quedaron en una situación
de desamparo y expuestos... con su testimonio ha quedado demostrado en forma muy
contundente el rol tan siniestro de la Iglesia católica durante la última dictadura militar"
Según declaró posteriormente el periodista Horacio Verbitsky: "Bergoglio tuvo el privilegio de
eludir la declaración pública en el tribunal que juzga los crímenes de la dictadura. En cambio
los jueces aceptaron visitarlo en su arquidiócesis. Reconoció que en 1999 habló conmigo sobre
el secuestro de sus entonces subordinados en la Compañía de Jesús, Orlando Yorio y
Francisco Jalics. Pero dijo que nunca oyó hablar de la isla El Silencio, en el Tigre, propiedad del
Arzobispado porteño, a la que fueron trasladados los prisioneros de la ESMA en 1979 para que
no los encontrara la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Eso no es cierto, ya que
en aquella entrevista Bergoglio me dio los datos precisos sobre el expediente sucesorio del
solterón empleado de la Curia que figuraba como dueño de la propiedad".
UNA ACTUACIÓN CONGRUENTE CON EL PAPEL DE LA IGLESIA ARGENTINA
Huelga decir que el propio Bergoglio no solo ha negado todas estas acusaciones, sino que
afirma haber protegido a numerosos perseguidos por la dictadura. Las acusaciones que pesan
sobre el Papa Francisco I, sin embargo, no solo están apoyadas en los testimonios de las
víctimas del régimen militar. Son, además, perfectamente congruentes con el apoyo que
mayoritariamente dio la cúpula de la iglesia argentina a la dictadura de este país sudamericano.
Y este, a su vez, con la colaboración entre el Vaticano y los EE.UU. en el combate de los
movimientos izquierdistas de América Latina.
Durante la década de los setenta y ochenta el Vaticano hizo suya la "Doctrina de la Seguridad
Nacional" difundida por Washington para esta región, según la cual el enemigo de la patria
estaba dentro del propio país. Éste era el "subversivo", al que se debía combatir por todos los
medios hasta lograr exterminarlo. Los patriarcas de la Iglesia argentina actuaron en
consecuencia. Tras el golpe militar, y mientras la represión se cebaba con miles de ciudadanos,
el entonces nuncio papal en esa nación, Pio Laghi, llegó a manifestar: "...los valores cristianos
están amenazados por la agresión de una ideología que es rechazada por el pueblo. Por eso
cada uno tiene su cuota de responsabilidad, la Iglesia y las FFAA; la primera está insertada en
el Proceso y acompaña a la segunda, no solamente con sus oraciones, sino con acciones en
defensa y promoción de los derechos humanos y la patria...". (2).
Durante el golpe militar efectuado por los militares argentinos, Laghi y el embajador
estadounidense, Robert Hill, eran informados de cada uno de los pasos que daban los golpistas
(3). Obviamente, la "Santa Sede" conocía de primera mano cuanto sucedía en la Argentina. El
Nuncio -íntimo amigo de Eduardo Emilio Massera, uno de los tres hombres situados al frente de
la Junta Militar- utilizaba además la autoridad moral del Papa para legitimar la dictadura,
llegando a declarar "...hay una coincidencia muy singular y alentadora entre lo que dice el
General Videla de ganar la paz y el deseo del Santo Padre para que la Argentina viva y gane la
paz..." (4).
Sin duda, la complicidad de Jorge Mario Bergoglio con los encargados de imponer esta "paz de
los cementarios" será ahora ocultada por la mayoría de los grandes medios de comunicación y
el conjunto de las instituciones del establishment. (*) Sin embargo, la verdad sobre Francisco I,
que llegó a calificar el proyecto de Ley de Matrimonio entre Personas del Mismo Sexo como
"una movida del Diablo" y a convocar contra el mismo una "guerra de Dios", no podrán
olvidarla fácilmente en Argentina. Pues, tal y como denunciaban en 2007 las Madres de Plaza de
Mayo, “la que colaboró, la que nos mintió, la que nos dio la espalda es la Iglesia de Bergoglio y
la derecha”.
Fuente: Kaos en la Red
EL SANTO DE LAS AAA
El arzobispo de Buenos Aires fue ungido papa con el nombre de Francisco I
Se acabó el suspenso. Las dudas que recorrieron el mundo han sido saciadas. El debate fue,
como se suponía, poco fructífero. Lo cierto es que no había mucho margen a la especulación.
La elección del papa, que mantuvo en vilo a los cada vez más escasos fieles de la iglesia
católica, se debatió entre candidatos conservadores o ultraconservadores.
Y el conclave optó. Y optó ante todo por una salida política. Aquellos que afirmaban que la
Iglesia se encuentra lejana de los problemas terrenales, han debido haber visto en claro su
error.
Jorge Mario Bergoglio, encuentra una Iglesia debilitada por multitudinarios casos de pedofilia
(solo 35.000 fueron denunciados en Irlanda), de corrupción casi crónica en el IOR (el banco del
Vaticano), inmersa en la lucha por el poder que denunció el Vatileaks. Una Iglesia que retrocede
en toda Europa, pero que siente que con él hay para hacer una apuesta. Reaccionaria, pero una
apuesta en fin.
Se ha insistido sobre lo rápido de la elección, como si esta pudiese ser apresurada tomando en
cuenta los intereses en juego. La Iglesia ha caracterizado que necesitaba un papa
latinoamericano, en un contexto de un corrimiento gradual pero constante, de los pueblos de la
región a la izquierda. Esta America latina que es unos de los mayores polos de concentración
de católicos en el mundo. Esta América Latina que se debate, tras décadas de sufrimiento y de
derrota, en intentos graduales de emancipación y de lucha contra la miseria. Así también como
esta iglesia, que como con Juan Pablo II en la ciudad mexicana de Puebla en 1979, no va a
tolerar que los latinoamericanos se le descarríen.
Un papa de pasado oscuro
Jorge Mario Bergoglio, nacido en Buenos Aires en 1936 y ordenado sacerdote en 1969, tiene
varios agujeros negros en su pasado. Sus vinculaciones y participación en la Guardia de Hierro
de la derecha peronista en la década del ´70, el nombramiento del almirante Emilio Massera
como doctor honoris causa de la USAL (Universidad del Salvador) en 1977. Este jesuita que no
agotó sus vínculos con el Almirante Cero (Massera) ahí, sino que fue acusado de entregar los
nombres de dos sacerdotes tercermundistas, Orlando Yorio y Francisco Jalics que
desarrollaban su actividad pastoral en el bajo Flores. El sacerdote Yorio, que estuvo cautivo en
la ESMA, durante el juicio a las juntas en 1985, declaró: “Bergoglio nunca nos avisó del peligro
que corríamos. Estoy seguro de que él mismo les suministró el listado con nuestros nombres a
los marinos”.
Jorge Mario Bergoglio, que el miércoles 13 de marzo del 2013 fue ungido papa con el nombre de
Francisco I, se opuso tenaz a la reciente ley sobre el matrimonio igualitario ante la cual llamó a
una “guerra de Dios” contra la iniciativa, por no hablar de la furibunda negativa contra cualquier
forma de aborto.
Fuente: Semanario Negro y Blanco
Francisco I viene a disputar consenso social
Por Julio C. Gambina
(especial para Argenpress.info)
La Iglesia es parte del poder mundial, y no sólo del poder económico. La Iglesia disputa
históricamente el consenso de la sociedad. Es una realidad a considerar en tiempos de crisis
capitalista, considerada también una crisis de civilización, ya que esta civilización
contemporánea está ordenada por el régimen del capital, o sea, por la explotación del hombre
por el hombre, por la depredación de la Naturaleza.
Cuando el sistema mundial estaba desafiado por el avance de los pueblos y el socialismo
(como forma que intentaba ser alternativa del orden mundial) se abrió camino la teología de la
liberación, en abierta confrontación con el poder institucional de una Iglesia retrógrada. Así, la
Iglesia de los pobres se mostraba desde el sur del mundo, más precisamente desde
Nuestramérica. La Iglesia oficial no podía negar este rumbo que se abría paso entre los curas
de base y habilitó un gran debate mundial en el seno de la Iglesia.
Los rumbos de la ofensiva popular tocaban la puerta de la Institución. La respuesta
contemporánea de la Institución Iglesia fue acompañando la ofensiva capitalista para recuperar
el poder del régimen del capital. Esa ofensiva se materializó en los 80´ contra el socialismo y los
pueblos, abriendo el camino al poder reaccionario de los Ratzinger y los Bergoglio.
Hace 40 años que el neoliberlismo se ensayó en nuestros territorios con las dictaduras y el
terrorismo de Estado, para luego extenderse por todo el orbe. La Iglesia en la Argentina, salvo
honrosas y escasas excepciones acompañaron a la genocida dictadura en ese parto neoliberal,
aunque ahora hablen contra la pobreza y la ética.
Un PAPA polaco llegó a la Iglesia para acompañar el principio del fin de la experiencia
socialista, aunque se discuta el mismo carácter de aquella experiencia. El capitalismo mundial
necesitaba del Este de Europa. Alemania así lo entendió. EEUU también. Sin el este de Europa,
aún ya abandonado el proyecto socialista originario, el mundo dejó de ser bipolar y se
constituyó el rumbo unipolar del capitalismo, transnacional y neoliberal.
El rumbo unipolar está siendo desafiado por el cambio político en Nuestramérica y el resurgir
del socialismo, sea de la mano de la revolución cubana o por los procesos específicos que
emergen en algunos países (Venezuela o Bolivia), incluso en variados movimientos políticos,
sociales, intelectuales, culturales, en nuestra región.
Con la muerte de Chávez y millones movilizados para constituirse en sujetos por el
cumplimiento del legado revolucionario y socialista de Hugo Chávez, la Iglesia lanza al ruedo el
símbolo de un Jefe de la Iglesia nacido en el sur y compenetrado con el proyecto del norte.
El PAPA argentino, Francisco I, viene a cumplir el proyecto del poder mundial para disputar el
consenso de la sociedad, especialmente de los pueblos. No solo se trata de sustentar
posiciones contrarias al matrimonio igualitario, o contra el aborto, ampliamente difundidas por
el obispo Bergoglio, sino de gestar una conciencia de disciplinamiento hacia el orden
contemporáneo, reaccionario, de dominación transnacional.
Nuestramérica es hoy laboratorio del cambio político. La Iglesia institución quiere intervenir en
este proceso, y no para empujar esos cambios, sino para frenarlos. La disputa es por las
conciencias. Es una batalla de ideas, por el cambio, o por el retroceso. Les preocupa el efecto
Chávez en la región. Les preocupa la sucesión política en Venezuela y la capacidad de extender
el rumbo socialista. Necesitan disputar el consenso.
Pero, por más intentos institucionales por acompañar la ofensiva del capital contra el trabajo,
los trabajadores y los sectores populares, incluida la iglesia de los pobres, el movimiento
religioso popular, persiste en la búsqueda por organizar la sociedad del vivir bien (Bolivia), el
buen vivir (Ecuador), el socialismo cubano, o la lucha por la emancipación social de gran parte
de la sociedad de abajo en Nuestramérica.
El PAPA Francisco I viene por lo suyo. Los pueblos debemos continuar nuestra búsqueda y
experimentación por una nueva sociedad, por otro mundo posible, ese que se construye en la
continua lucha contra la explotación, por la emancipación social, contra el capitalismo y el
imperialismo, por el socialismo.
Julio C. Gambina es Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP.
Publicado por Argenpress
EN ARGENTINA, BERGOGLIO FUE CRITICADO
POR SU ACTITUD FRENTE A LA DICTADURA
l 3/13/13 • en Contrainjerencia
Jorge Mario Bergoglio es el nuevo Papa, de ahora en adelante conocido como Francisco I, ante
la algarabía de los católicos, sin embargo en Argentina tiene varios críticos, sobre todo por su
actitud frente a la dictadura militar.
Nacido en Buenos Aires en 1936, Bergoglio, era hijo de emigrantes italianos. Ingresó en 1958 a
la congregación Compañía de Jesús y de 1973 a 1979 fue provincial de los jesuitas en Argentina
y un año después se convirtió en rector del seminario donde estudió.
Sin embargo la gran crítica que se le hace es que en la dictadura militar que azotó argentina, y
en la que varios jesuitas alzaron su voz de protesta contra este régimen, por lo que fueron
perseguidos, Bergoglio guardó silencio y se mantuvo alejado de cualquier tema político.
La frase que enunciaba cada vez que se le preguntaba su opinión sobre este tema es que el
lugar de los sacerdotes eran las iglesias.
Bergoglio fue acusado en un libro de haber denunciado ante la dictadura argentina a dos
sacerdotes, Orlando Yorio y Francisco Jalics, considerados subversivos.
El libro titulado La Isla del Silencio, escrito por el periodista argentino Horacio Verbitsky señala
que descubrió documentos oficiales de los archivos del Estado Argentino en los que se
demostrarían las graves acusaciones contra Bergoglio.
CINCO NUEVOS TESTIMONIOS SOBRE BERGOGLIO EN 1976
Recordando con ira
El rol del ahora cardenal Bergoglio en la desaparición de sacerdotes y el apoyo a la represión
dictatorial es confirmado por cinco nuevos testimonios. Hablan un sacerdote y un ex sacerdote,
una teóloga, un seglar de una fraternidad laica que denunció en el Vaticano lo que ocurría en la
Argentina en 1976 y un laico que fue secuestrado junto con dos sacerdotes que no
reaparecieron. La iracunda reacción de Bergoglio, quien atribuye al gobierno el escrutinio de
sus actos.
Marina Rubino (con su esposo, Pepe Godino). La teóloga escuchó de labios del obispo
Raspanti que Bergoglio le impidió recibir en su diócesis de Morón a Yorio y Jalics. Días
después los secuestraron.
Por Horacio Verbitsky
Cinco nuevos testimonios, ofrecidos en forma espontánea a raíz de la nota “Su pasado lo
condena”, confirman el rol del ahora cardenal Jorge Bergoglio en la represión del gobierno
militar sobre las filas de la Iglesia Católica que hoy preside, incluyendo la desaparición de
sacerdotes. Quienes hablan son una teóloga que durante décadas enseñó catequesis en
colegios del obispado de Morón, el ex superior de una Fraternidad sacerdotal que fue diezmada
por las desapariciones forzadas, un seglar de la misma Fraternidad que denunció los casos al
Vaticano, un sacerdote y un laico que fueron secuestrados y torturados.
Teóloga con minifalda
Dos meses después del golpe militar de 1976 el obispo de Morón, Miguel Raspanti, intentó
proteger a los sacerdotes Orlando Yorio y Francisco Jalics porque temía que fueran
secuestrados, pero Bergoglio se opuso. Así lo indica la ex profesora de catequesis en colegios
de la diócesis de Morón, Marina Rubino, quien en esa época estudiaba teología en el Colegio
Máximo de San Miguel, donde vivía Bergoglio. Por esa circunstancia conocía a ambos. Además
había sido alumna de Yorio y Jalics y sabía del riesgo que corrían. Marina decidió dar su
testimonio luego de leer la nota sobre el libro de descargo de Bergoglio.
Marina Rubino vive en Morón desde siempre. En el Colegio del Sagrado Corazón de Castelar
daba catequesis a los chicos y formaba a los padres, que le parecía lo más importante. “Una
vez por mes nos reuníamos con ellos. Era un trabajo hermoso. Esta experiencia duró quince
años”. También dio cursos de iniciación bíblica “en todos los lugares no turísticos de la
Argentina. Teníamos una publicación, con comentarios a los textos de los domingos, queríamos
que las comunidades tuvieran elementos para pensar”. Desde que se jubiló da clases de telar,
en centros culturales, sociedades de fomento o casas.
No quiso ingresar al seminario de Villa Devoto porque no le interesaba la formación tomista,
sino la Biblia. En 1972 comenzó a estudiar Teología en la Universidad del Salvador. La carrera
se cursaba en el Colegio Máximo de San Miguel. En primer año tuvo como profesor a Francisco
Jalics y en segundo a Orlando Yorio. Mientras estudiaba, coordinaba la catequesis en el colegio
Sagrado Corazón de Castelar, donde también estaba la religiosa francesa Léonie Duquet. “Eran
tiempos difíciles. Por hacer en el colegio una opción por los pobres tomándonos en serio el
Concilio Vaticano II y la reunión del CELAM en Medellín perdimos la mitad del alumnado. Pero
mantuvimos esa opción y seguimos formando personas más abiertas a la realidad y al
compromiso con los más necesitados sosteniendo que la fe tiene que fortalecer estas actitudes
y no las contrarias.” El obispo era Miguel Raspanti, quien entonces tenía 68 años y había sido
ordenado en 1957, en los últimos años del reinado de Pío XII. Era un hombre bien intencionado
que hizo todos los esfuerzos por adaptarse a los cambios del Concilio, en el que participó.
Después del cordobazo de 1969 repudió las estructuras injustas del capitalismo e instó al
compromiso con “la liberación de nuestros hermanos necesitados”. Pero el problema más
grave que pudo identificar en Morón fue el aumento de los impuestos al pequeño comerciante y
el propietario de la clase media. “Muchas veces hubo que discutir y sostener estas opciones en
el obispado y monseñor Raspanti solía terminar las entrevistas diciéndonos que si creíamos
que había que hacer tal o cual cosa, si estábamos convencidos, él nos apoyaba”, recuerda
Marina. Sus palabras son seguidas con atención por su esposo, Pepe Godino, un ex cura de
Santa María, Córdoba, que integró el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo.
Marina cursaba teología en San Miguel de 8.30 a 12.30. No le habían dado la beca porque era
mujer, pero como era la coordinadora de catequesis en un colegio del obispado, Raspanti
intercedió y obtuvo que una entidad alemana se hiciera cargo del costo de sus estudios.
Tampoco le quisieron dar el título cuando se recibió, en 1977. El director del teologado, José
Luis Lazzarini, le dijo que había un problema, que no se habían dado cuenta de que era mujer.
Marina partió en busca de quien la había recibido al ingresar, el jesuita Víctor Marangoni:
–Cuando me viste por primera vez, ¿te diste cuenta o no de que era mujer?
–Sí, claro, ¿por qué? –respondió azorado el vicerrector ante esa tromba en minifalda.
–Porque Lazzarini no me quiere dar el título.
Marangoni se encargó de reparar ese absurdo. Marina tiene su título pero nunca se realizó la
entrega oficial.
La desprotección
Un mediodía, al salir de sus cursos, “lo encuentro a monseñor Raspanti parado en el hall de
entrada, solo. No sé por qué lo tenían allí esperando. Estaba muy silencioso, le pregunté si
esperaba a alguien y me dijo que sí, que al padre provincial Bergoglio. Tenía el rostro
demudado, pálido, creí que estaba descompuesto. Lo saludé, le pregunté si se sentía bien, y lo
invité a pasar a un saloncito de los que había junto al hall”.
–No, no me siento mal, pero estoy muy preocupado –le respondió Raspanti.
Marina dice que tiene una memoria fotográfica de aquel día. Habla con voz calma pero se
advierte el apasionamiento en sus ojos grandes y expresivos. Pepe la mira con ternura.
“Me impresionó verlo solo a Raspanti, que siempre iba con su secretario”, dice. Marina sabía
que sus profesores Jalics y Yorio y un tercer jesuita que trabajaba con ella en el colegio de
Castelar, Luis Dourron, habían pedido pasar a la diócesis de Morón. Yorio, Jalics, Dourron y
Enrique Rastellini, que también era jesuita, vivían en comunidad desde 1970, primero en
Ituzaingó y luego en el Barrio Rivadavia, junto a la Gran Villa del Bajo Flores, con conocimiento
y aprobación de los sucesivos provinciales de la Compañía de Jesús, Ricardo Dick O’Farrell y
Bergoglio. “Le dije que Orlando y Francisco habían sido profesores míos y que Luis trabajaba
con nosotros en la diócesis, que eran intachables, que no dudara en recibirlos. Todos
estábamos pendientes de que pudieran venir a Morón. Ninguno de los que conocíamos la
situación nos oponíamos. Raspanti me dijo que de eso venía a hablar con Bergoglio. A Luis ya
lo había recibido, pero necesitaba una carta en la que Bergoglio autorizara el pase de Yorio y
Jalics.”
Marina entendió que era una simple formalidad, pero Raspanti le aclaró que la situación era
más complicada. “Con las malas referencias que Bergoglio le había mandado él no podía
recibirlos en la diócesis. Estaba muy angustiado porque en ese momento Orlando y Francisco
no dependían de ninguna autoridad eclesiástica y, me dijo:
–No puedo dejar a dos sacerdotes en esa situación ni puedo recibirlos con el informe que me
mandó. Vengo a pedirle que simplemente los autorice y que retire ese informe que decía cosas
muy graves.
Cualquiera que ayudara a pensar era guerrillero, comenta Marina. Acompañó a su obispo hasta
que Bergoglio lo recibió y luego se fue. Al salir vio que tampoco estaba en el estacionamiento el
auto de Raspanti. “Debe haber venido en colectivo, para que nadie lo siguiera. Quería que la
cosa quedara entre ellos dos. Estaba haciendo lo imposible por darles resguardo.”
La teóloga agrega que le impresionó la angustia de Raspanti, “que si bien no podía ser
calificado de obispo progresista, siempre nos defendió, defendió a los curas cuestionados de la
diócesis, se llevaba a dormir a la casa episcopal a los que corrían más riesgo y nunca nos
prohibió hacer o decir algo que consideráramos fruto de nuestro compromiso cristiano. Como
buen salesiano se portaba como una gallina clueca con sus curas y sus laicos, cobijaba,
cuidaba aunque no estuviera de acuerdo. Eran puntos de vista distintos, pero él sabía escuchar
y aceptaba muchas cosas”. Uno de esos curas es Luis Piguillem, quien había sido amenazado.
Regresaba en bicicleta cuando se topó con un cordón policial que impedía el paso. Insistió en
que quería pasar, porque su casa estaba en el barrio y un policía le dijo:
–Vas a tener que esperar porque estamos haciendo un operativo en la casa del cura.
Piguillem dio vuelta con su bicicleta y se alejó sin mirar hacia atrás. De allí fue al obispado de
Morón, donde Raspanti le dio refugio. Los militares dijeron que se había escondido bajo las
polleras del obispo. Pero no se atrevieron a buscarlo allí.
–¿Raspanti era consciente del riesgo que corrían Yorio y Jalics?
–Sí. Dijo que tenía miedo de que desaparecieran. No pueden quedar dos sacerdotes en el aire,
sin un responsable jerárquico. Pocos días después supimos que se los habían llevado.
De Córdoba a Cleveland
Otro testimonio recogido a raíz de la publicación del domingo es el del sacerdote Alejandro
Dausa, quien el martes 3 de agosto de 1976 fue secuestrado en Córdoba, cuando era
seminarista de la Orden de los Misioneros de Nuestra Señora de La Salette. Luego de seis
meses en los que fue torturado por la policía cordobesa en el Departamento de Inteligencia D2
pudo viajar a Estados Unidos, adonde ya había llegado el responsable del seminario, el
sacerdote estadounidense James Weeks, por quien se interesó el gobierno de su país. Este año
se realizará en Córdoba el juicio por aquel episodio, cuyo principal responsable es el general
Luciano Menéndez. Ahora Dausa vive en Bolivia y cuenta que tanto Yorio como Jalics le dijeron
que Bergoglio los había entregado.
Al llegar a Estados Unidos supo por organismos de derechos humanos que Jalics se
encontraba en Cleveland, en casa de una hermana. Dausa y los otros seminaristas, que estaban
iniciando el noviciado, lo invitaron a dirigir dos retiros espirituales. Ambos se realizaron en
1977, uno en Altamont (estado de Nueva York) y otro en Ipswich (Massachusetts). Recuerda
Dausa: “Como es natural, conversamos sobre los secuestros respectivos, detalles,
características, antecedentes, señales previas, personas involucradas, etc. En esas
conversaciones nos indicó que los había entregado o denunciado Bergoglio”.
En la década siguiente, Dausa trabajaba como cura en Bolivia y participaba de los retiros
anuales de La Salette en Argentina. En uno de ellos los organizadores invitaron a Orlando Yorio,
que para esa época trabajaba en Quilmes. “El retiro fue en Carlos Paz, Córdoba, y también en
ese caso conversamos sobre la experiencia del secuestro. Orlando indicó lo mismo que Jalics
sobre la responsabilidad de Bergoglio.”
Los asuncionistas
Yorio y Jalics fueron secuestrados el 23 de mayo de 1976 y conducidos a la ESMA, donde los
interrogó un especialista en asuntos eclesiásticos que conocía la obra teológica de Yorio. En
uno de los interrogatorios le preguntó por los seminaristas asuncionistas Carlos Antonio Di
Pietro y Raúl Eduardo Rodríguez. Ambos eran compañeros de Marina Rubino en el Teologado
de San Miguel y desarrollaban trabajo social en el barrio popular La Manuelita, de San Miguel,
donde vivían y atendían la capilla Jesús Obrero. De allí fueron secuestrados diez días después
que los dos jesuitas, el 4 de junio de 1976, y llevados a la misma casa operativa que Yorio y
Jalics. A media mañana Di Pietro llamó por teléfono al superior asuncionista Roberto Favre y le
preguntó por el sacerdote Jorge Adur, que vivía con ellos en La Manuelita.
–Recibimos un telegrama para él y se lo tenemos que entregar –dijo.
De ese modo, consiguió que la Orden se pusiera en movimiento. El superior Roberto Favre
presentó un recurso de hábeas corpus, que no obtuvo respuesta. Adur logró salir del país, con
ayuda del nuncio Pio Laghi, y se exilió en Francia. Volvió en forma clandestina en 1980,
convertido en capellán del autodenominado “Ejército Montonero” y fue detenido-desaparecido
en el trayecto a Brasil, donde procuraba entrevistarse con el papa Juan Pablo II. El mismo
camino del exilio siguió uno de los detenidos en la razzia del barrio La Manuelita, el entonces
estudiante de medicina y hoy médico Lorenzo Riquelme. Cuando recuperó su libertad la
Fraternidad de los Hermanitos del Evangelio le dio hospitalidad en su casa porteña de la calle
Malabia. En comunicaciones desde Francia con quien era entonces el superior de los
Hermanitos del Evangelio, Patrick Rice, Riquelme dijo que quien lo denunció fue un jesuita del
Colegio de San Miguel, quien era a la vez capellán del Ejército. Está convencido de que ese
sacerdote presenció las torturas que le aplicaron, cree que en Campo de Mayo.
El ablande
También como consecuencia de la nota del domingo aceptó narrar su conocimiento del caso un
fundador de la Fraternidad seglar de los Hermanitos del Evangelio Charles de Foucauld,
Roberto Scordato. Entre fines de octubre y principios de noviembre de 1976, Scordato se reunió
en Roma con el cardenal Eduardo Pironio, quien era prefecto de la Congregación vaticana para
los religiosos, y le comunicó el nombre y apellido de un sacerdote de la comunidad jesuita de
San Miguel que participaba en las sesiones de tortura en Campo de Mayo con el rol de
“ablandar espiritualmente” a los detenidos. Scordato le pidió que lo transmitiera al superior
general Pedro Arrupe pero ignora el resultado de su gestión, si tuvo alguno. Consultado para
esta nota Rice, quien también fue secuestrado y torturado ese año, dijo que eso no hubiera sido
posible sin la aprobación del padre provincial. Rice y Scordato creen que ese jesuita se a
onzález pero a 34 años de distancia no lo recuerdan con certeza.
Iracundia
Como cada vez que su pasado lo alcanza, Bergoglio atribuye la divulgación de sus actos al
gobierno nacional. Esta semana reaccionó con furia, durante la homilía que pronunció en una
misa para estudiantes. En lo que su vocero describió como “un mensaje al poder político”, dijo
que “no tenemos derecho a cambiarle la identidad y la orientación a la Patria”, sino “proyectarla
hacia el futuro en una utopía que sea continuidad con lo que nos fue dado”, que los chicos no
tienen otro horizonte que comprar un papelito de merca en la esquina de la escuela y que los
dirigentes procuran trepar, abultar la caja y promover a los amigos. Con este ánimo iracundo
inaugurará mañana en San Miguel la primera asamblea plenaria del Episcopado de 2010.
Ni la fecha
Por Horacio Verbitsky
Varios lectores muy atentos descubrieron en los facsímiles publicados el domingo y el lunes
pasado una discrepancia de fechas. El documento original del Episcopado dice que el
encuentro entre los miembros de su Comisión Ejecutiva y los de la Junta Militar se realizó el 15
de setiembre de 1976 y la versión mutilada que Bergoglio publicó en 2006 lo ubica el 15 de
noviembre. El texto de ese ayuda memoria redactado por los cardenales Raúl Primatesta y Juan
Aramburu y el arzobispo Vicente Zazpe no deja lugar a dudas de que se trata de la misma
reunión: es idéntico al original que se conserva en el archivo de la Conferencia Episcopal, salvo
las ablaciones que le practicó Bergoglio. Además, los diarios de la época informan del
encuentro entre ambas trinidades, en el Comando en Jefe de la Armada, el 15 de setiembre y no
hay registro alguno de otra reunión dos meses después. La crónica de La Nación del 16 de
septiembre dice que en el temario estuvo el secuestro de publicaciones en colegios religiosos,
la detención de sacerdotes y la “secuela de muertes más allá de la lucha frontal con los
delincuentes subversivos”. El diario sostiene que “las relaciones entre la Iglesia y el gobierno
se mantienen en grado óptimo, por lo menos en lo que respecta a las jerarquías sacerdotales,
las que siempre han puesto de manifiesto el deseo de colaborar en el proceso de
reorganización nacional”. Precisamente, la introducción del documento, censurada por
Bergoglio, decía que el Episcopado adhería al gobierno militar porque “un fracaso llevaría, con
mucha probabilidad, al marxismo”.
Bergoglio, flamante Francisco I, acusado de colaborar con la dictadura
A la derecha del padre
13.03.2013 21:52
Jorge Bergoglio, el flamante Francisco I, fue denunciado por sus vínculos con la última
dictadura argentina. Organizaciones de Derechos Humanos acusan a Bergoglio de haber
colaborado con los militares, y de no interceder ante la detención de dos jesuitas que fueron
torturados en la ESMA.
El flamante papa Francisco I, Jorge Bergoglio, ha sido cuestionado varias veces por
organismos de Derechos Humanos de la vecina orilla. El periodista argentino Horacio
Verbistsky realizó varias investigaciones y publicó decenas de artículos en los que revela una
connivencia entre buena parte de las jerarquías eclesiásticas y los militares durante la dictadura
que se prolongó entre 1976 y 1983.
En su libro "El silencio", Verbitsky, hoy periodista de Página/12, señala a Bergoglio como
cercano a los militares, y revela que fue determinante en la detención de Orlando Yorio y
Francisco Jalics, dos sacerdotes jesuitas, que permanecieron en calidad de desaparecidos
durante 5 meses en la ESMA, donde fueron torturados. Ambos curas, de trabajo social en la
zona de Bajo Flores, aparecieron pasado ese período desnudos y drogados en un descampado.
Verbistky recordó, en una nota publicada en Página/12 en 2010, que en el libro "Iglesia y
dictadura", firmado por Emilio Mignone, director del Centro de Estudios Legales y Sociales
(CELS), se habla de la "siniestra complicidad" de la Iglesia con los militares, que se encargaron
de cumplir la tarea sucia de limpiar el patio interior de la Iglesia, con la aquiescencia de los
prelados".
El autor sostiene que, en 1976, el presidente de la Conferencia Episcopal, Adolfo Servando
Tortolo, resolvió en una conferencia con los miembros de la Junta Militar que, antes de detener
a un sacerdote, las Fuerzas Armadas darían aviso al obispo responsable, y que "en algunas
ocasiones" esos obispos dieron "luz verde" a las detenciones. "El 23 de mayo de 1976 la
Infantería de Marina detuvo en el barrio del Bajo Flores al presbítero Orlando Yorio y lo mantuvo
durante cinco meses en calidad de desaparecido. Una semana antes de la detención, el
arzobispo [Juan Carlos] Aramburu le había retirado las licencias ministeriales, sin motivo ni
explicación. Por distintas expresiones escuchadas por Yorio en su cautividad, resulta claro que
la Armada interpretó tal decisión y, posiblemente, algunas manifestaciones críticas de su
provincial jesuita, Jorge Bergoglio, como una autorización para proceder contra él. Sin duda,
los militares habían advertido a ambos acerca de su supuesta peligrosidad".
Por esa causa, Bergoglio compareció ante la Justicia argentina en 2010. También fue nombrado
en una causa que investiga el robo de bebés.
Fuente :Montevideo Portal
LA HISTORIA SECRETA DEL CANDIDATO BERGOGLIO
PAPABILIDADES
NOTA ESCRITA POR HORACIO VERBITSKY EN 2005 CUANDO TAMBIEN SE HABLABA DE
BERGOGLIO COMO ASPIRANTE A PAPA
El eventual papa argentino que mencionan especialistas y agencias noticiosas volcaría todo el
peso del Vaticano en contra de la revisión de los crímenes de la dictadura. Bergoglio es la
personalidad más avasalladora y conflictiva de la Iglesia argentina en décadas, amado y
execrado por igual, como testimonia la dividida Compañía de Jesús. El secuestro de cuatro
sacerdotes, la distinción académica a Massera y los manejos económicos de la USAL. ¿Es
posible un Pontífice de Guardia de Hierro?
Por Horacio Verbitsky
El arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio, a quien vaticanistas y agencias
noticiosas mencionan como uno de los candidatos a la sucesión papal, es la personalidad más
avasalladora y conflictiva de la Iglesia argentina en décadas, amado por unos y execrado por
otros. Según la fuente que se consulte es el hombre más generoso e inteligente que alguna vez
haya dicho misa en el país o un maquiavélico felón que traicionó a sus hermanos y los entregó
a la desaparición y la tortura por la Junta Militar en aras de una insaciable ambición de poder. A
continuación, la historia secreta de quien, en caso de convertirse en Papa, volcaría todo el peso
de la Iglesia en contra de la revisión judicial de los crímenes cometidos durante la dictadura
militar, de lo cual ofreció un anticipo esta semana al fustigar a los “progresistas adolescentes”
y motivó la respuesta de Néstor Kirchner de que prefería ser adolescente toda la vida a perder
sus convicciones. La presencia de Menem y Duhalde en la Ciudad donde se elegirá al Pontífice
no vale un voto, pero traduce un deseo. El primero pasó sobres mensuales a los obispos
adictos a través de Esteban Caselli y así hasta consiguió que el vocero vaticano Joaquín
Navarro Valls rectificara una admonición de Juan Pablo II a su gobierno. El segundo llegó al
poder que las urnas le negaron montado en una coalición de obispos, sindicalistas, políticos
bonaerenses y hombres de negocios que propiciaban la devaluación de la moneda, propósitos
políticos y económicos encubiertos bajo el pomposo nombre de Diálogo Argentino, en la más
audaz incursión pública de la Iglesia desde la conclusión de la dictadura. Con Duhalde (cuyo
estratega era el ex Guardián Juan Carlos Mazzon) Bergoglio intentó cerrar el capítulo de la
revisión por los crímenes de la guerra sucia y acuñó el slogan de la “Memoria completa”.
Conservador popular
Bergoglio reúne en sí dos rasgos que no siempre van juntos: es un conservador extremo en
materias dogmáticas y posee una marcada sensibilidad social. Es lo que en la política argentina
se conoce como un conservador popular. En privado se autodefine como peronista y su grupo
de referencia es Guardia de Hierro, bautizado así en homenaje a la organización paramilitar
antisemita rumana del mismo nombre, fundada por Corneliu Codreanu. Desde su emergencia
como el nuevo hombre fuerte de la Iglesia argentina la Conferencia Episcopal emitió
declaraciones fustigando la corrupción y exaltando “las conquistas sociales y la dignidad de
los trabajadores”. Esa línea fue diseñada como vía de escape de los cuestionamientos por la
actuación episcopal bajo la dictadura, que se reavivaron en 1995 con la revelación de que la
jerarquía eclesiástica había aprobado los métodos bárbaros de ejecución de prisioneros y que
los capellanes se encargaban de acallar con parábolas bíblicas los escrúpulos de los oficiales
que dudaban de la legitimidad de las órdenes de arrojar a prisioneros indefensos al mar.
Bergoglio trabó contacto con Guardia de Hierro a principios de la década de 1970 y no lo perdió
desde entonces. Esto implicó relaciones especiales con el gobierno de la fugaz presidenta
María Estela Martínez de Perón y con el representante de la Armada en la Junta Militar que la
derrocó, Emilio Massera.Su espectacular irrupción en la década pasada como sucesor del
cardenal Antonio Quarracino colocó en la escena pública un debate sobre su personalidad y su
conducta que se expresa en una paradoja: fue el primer jesuita en alcanzar el cardenalato y el
arzobispado de Buenos Aires y sin embargo carece de toda relación con la Compañía de Jesús,
donde su nombre es denostado. Que Quarracino lo haya elegido como sucesor sólo sorprendió
a quienes se fijaban en aspectos exteriores: uno era chabacano y hedonista, el otro es culto,
sofisticado y austero. Pero desde distintas jerarquías y con años de distancia ambos fueron
partícipes del movimiento de renovación del Concilio Vaticano II y tuvieron afinidades con la
teología de la liberación, pero abjuraron de ella (y de los compromisos asumidos en
consecuencia) cuando la represión castrense desconoció cualquier límite y se volvió incluso
hacia el interior de la Iglesia. La conversión de Quarracino se produjo en 1971 durante la
dictadura del general Alejandro Lanusse luego de haber afirmado, en mayo de 1968, que “una
cierta violencia” era necesaria para “una auténtica y profunda renovación de estructuras, una
verdadera revolución social”. La de Bergoglio se produjo al aproximarse el golpe de 1976,
cuando disciplinó a la Compañía de Jesús y dejó librados a su suerte a los integrantes que no
quisieron abandonar a los sectores populares. Esta historia es un secreto que la gran prensa
argentina guarda con tanto empeño como el que puso hace tres décadas en ignorar el método
de la desaparición de personas aplicado por la Junta Militar. En cambio los corresponsales de
la prensa extranjera tratan de reconstruir la historia para entender al candidato, sobre el que ya
se han publicado artículos críticos en medios de Brasil, México y Francia.
Iglesia y dictadura
En su libro Iglesia y dictadura, editado en 1986, cuando Bergoglio no era conocido fuera del
mundo eclesiástico, Emilio Mignone lo mencionó como ejemplo de “la siniestra complicidad”
eclesiástica con los militares, que “se encargaron de cumplir la tarea sucia de limpiar el patio
interior de la Iglesia, con la aquiescencia de los prelados”. Según el fundador del Centro de
Estudios Legales y Sociales “en algunas ocasiones la luz verde fue dada por los mismos
obispos. El 23 de mayo de 1976 la Infantería de Marina detuvo en el barrio del Bajo Flores al
presbítero Orlando Yorio y lo mantuvo durante cinco meses en calidad de desaparecido. Una
semana antes de la detención, el arzobispo Juan Carlos Aramburu le había retirado las licencias
ministeriales, sin motivo ni explicación. Por distintas expresiones escuchadas por Yorio en su
cautividad en la ESMA, resulta claro que la Armada interpretó tal decisión y, posiblemente,
algunas manifestaciones críticas de su provincial jesuita, Jorge Bergoglio, como una
autorización para proceder contra él”. Mignone lo cuenta entre los “pastores que entregaron
sus ovejas”. Junto con Yorio también fueron secuestrados otros tres jesuitas que trabajaban en
la misma comunidad eclesial de base: Luis Dourrón, Enrique Rastellini y Francisco Jalics.
“Bergoglio les pidió que se fueran de la villa de Flores y cuando se negaron hizo saber a los
militares que no los protegía más, y con ese guiño los secuestraron. Cuando salieron los dejó
librados a su suerte, y otros como Miguel Hesayne y Jorge Novak tuvieron que protegerlos”,
sostiene un sacerdote jesuita que teme represalias si se conociera su nombre. El propio Yorio,
un par de años antes de morir, me dijo que Bergoglio “tenía comunicación con Massera, le
habrían informado que yo era el jefe de los guerrilleros y por eso se lavó las manos y tuvo esa
actitud doble. No esperaba que saliera vivo”. La polémica posterior es conocida. El cardenal
aduce en su descargo que no entregó a los sacerdotes sino que les reclamó que dejaran la
comunidad del Bajo Flores para protegerlos porque sabía que la represión sería despiadada.
Como no aceptaron, les indicó que debían alejarse de la Compañía de Jesús. Es decir que aun
en su versión autoindulgente de los hechos, la suerte de los sacerdotes fue subordinada a la de
la institución. Las pruebas que zanjan la discusión se reproducen en estas páginas.
El Papa Negro
Organizada en el siglo XVI por el futuro San Ignacio (el caballero vasco Iñigo López de Loyola),
la Compañía de Jesús fue una milicia intransigente al servicio del papado que partió en batalla
contra la reforma protestante iniciada por Lutero. Los Ejercicios espirituales en los que
sistematizó su devoción fueron un instrumento de acción católica laica en el mundo, que
superó el enclaustramiento de la Iglesia medieval. Privilegiando los sacramentos de la
comunión y la confesión los jesuitas simbolizaron la obediencia al papado tanto como los
protestantes la rebelión. Por una ironía de la historia cuatro siglos más tarde esa fuerza
ultraconservadora se convirtió en la vanguardia de la renovación de la Iglesia y del
cuestionamiento al integrismo que pretendía someter al mundo moderno a la obediencia del
Pontífice. A las tareas clásicas de la Compañía, como la educación, los jesuitas que a mediados
del siglo pasado estudiaron teología y filosofía en Roma, París y Lovaina agregaron al
apostolado social y la rebeldía contra las injusticias del mundo. Su padre superior, el español
Pedro Arrupe llegó a ser llamado El Papa Negro, mientras en toda América florecían los centros
jesuitas de estudios económico-sociales. En ese contexto, Bergoglio fue designado Superior
Provincial de la Compañía en la Argentina en 1973, el año del regreso de Juan D. Perón al
gobierno. Al concluir su período de tres años fue reelecto por otro tanto. “La formación jesuítica
lleva 14 años y culmina a los 32 de edad. Bergoglio tenía apenas 36 y era el candidato de la
gente más progresista, sin ser revolucionario. Era una época de cambios y Arrupe promovía a
los jóvenes”, narra otro sacerdote jesuita, que hace tres décadas fue amigo de Bergoglio y hoy
lo considera “un enfermo de poder”.
La Limpieza
En esos años posteriores al Concilio Vaticano II cerca de un tercio de los estudiantes y
sacerdotes de la Compañía dejaron la Iglesia, por razones personales, ideológicas o
institucionales. “A los nuevos que entraban, Bergoglio les dio un marco de contención más
rígido y estructurado. Esto se agudizó después de 1976, cuando su opción se inclinó por lo más
tradicional. Esto produjo un tipo de estructura jesuítica diferente a la del resto de América
Latina y generó mucho aislamiento de la Provincia argentina” de esa organización, dice el
sacerdote. Los jesuitas formados por Bergoglio siguen una línea dogmática tradicional, pero
“hacen la pastoral de fin de semana con los pobres. Les infundió una visión sacramentalista,
acrítica y muy asistencialista”, añade un sacerdote que lo conoce bien. “Cultiva el bajo perfil.
Está honestamente preocupado por los pobres, vive su espiritualidad. Es encantador,
conquistador, muy austero, lleva siempre el mismo traje viejo, anda con zapatos gastados, viaja
en colectivo y en subterráneo.” Según el sacerdote, Bergoglio “trató de desarmar el centro de
estudios de la Compañía, el CIAS, donde estaban los sacerdotes Fernando Storni y Vicente
Pellegrini. En la revista que editaban se publicó el artículo de Pellegrini sobre la represión que
reprodujo Jacobo Timerman y provocó la clausura de La Opinión”, dice. “Eran unos snobs
intelectuales”, desdeñan quienes avalan a Bergoglio. Otro documento que se conserva en el
archivo de la Cancillería, producido a principios de la década de 1980 por un servicio de
informaciones bajo el título “Nuevo copamiento de los jesuitas argentinos”, afirma que “a pesar
de la buena voluntad del padre Bergoglio, la Compañía en Argentina no se ha limpiado. Los
jesuitas zurdos se han cuidado por un tiempo. Ahora, con gran apoyo del exterior y de ciertos
obispos tercermundistas han comenzado una nueva etapa”.
Al concluir su ciclo como Provincial, Bergoglio fue sucedido por el flamenco belga Andrés
Swinnen. Bergoglio asumió como Rector de la Facultad de Filosofía y Teología de San Miguel,
por otros seis años, y desde allí siguió influyendo en la Compañía, donde el nuevo Provincial
nunca tuvo suficiente consenso como para eclipsarlo. En esos doce años formó una
generación de jesuitas, como maestro de novicios y con los libros de espiritualidad que
escribió. Luego de un breve paso por Alemania, Bergoglio volvió a la Argentina. Con el fin de la
dictadura, su poder se eclipsó y quedó en una atípica relación: sigue siendo jesuita, aunque sin
obediencia a la Compañía. En 1985 fue trasladado a una Casa de la Compañía en Córdoba.
Personas próximas a él cuentan que allí estuvo virtualmente secuestrado. “Decían que estaba
loco y lo tenían encerrado, no le pasaban las llamadas, presuntamente para protegerlo.” Una de
las más altas autoridades de la Compañía no niega los hechos, aunque les da una explicación
diferente. “Puede ser, no digo que no haya ocurrido así. Los conflictos internos fueron muy
serios, tanto por la línea seguida como por el modo de gobierno y por cierto maquiavelismo.
Para él, vale todo. Si se estaba tratando de cambiar la orientación de la Compañía, es probable
que no le pasaran llamadas de los estudiantes, porque hubiera perturbado ese trabajo de
cambio”, admite. El retrato con el que coinciden varios laicos que lo trataron es el de un
psicópata seductor e inescrupuloso. En 1985, en lugar de Swinnen fue designado Provincial el
presidente de la Conferencia Argentina de Religiosos (CAR), Víctor Zorzín, sucedido seis años
después por Ignacio García Mata.
La fractura fue tan marcada que congregaciones que tienen la misma espiritualidad que los
jesuitas, como las Esclavas, el Sagrado Corazón, las Hijas de Jesús, o la Compañía de María,
que normalmente recurrían a jesuitas argentinos para sus ejercicios espirituales anuales o para
sus cursos de teología, comenzaron a invitar a sacerdotes jesuitas de otras nacionalidades. La
gravedad del conflicto llegó a tal punto que en 1997, cuando Bergoglio asumió como arzobispo
porteño la Compañía decidió no designar como provincial a un jesuita argentino, para evitar
roces, sino al sacerdote colombiano Alvaro Restrepo. Pero la Compañía argentina continúa
profundamente dividida y Bergoglio aún conserva influencia.
Al describir su personalidad, su ex amigo jesuita dice que Bergoglio es un hombre de gran
carisma para relacionarse. “Es capaz de acompañar toda la noche a un cura enfermo. Cuando
era coadjutor iba a vivir a las parroquias. Les daba una semana de vacaciones a los curas y él
se quedaba en su lugar. Así se ganó al clero joven. No es distante ni hace frías visitas de
inspección.” Un obispo que no autorizó que se revelara su identidad, se refería a él en términos
muy similares: “Es un hombre muy peligroso. Si tiene un cura enfermo lo va a ver y se queda
toda la noche. Un horror. Yo voy de visita pero me quedo diez minutos”. “Bergoglio es el
responsable de que la Compañía de Jesús argentina sea retrógrada, espiritualista,
conservadora, con una postura cercana al integrismo, lo cual es un caso único en el mundo,
donde los jesuitas se destacan por lo contrario”, afirma un estudioso de la Compañía. “Una
generación entera de jesuitas fue formada por Bergoglio en el culto a la personalidad, el
clientelismo y la obsecuencia. Visita a los curitas y les soluciona problemas, les ofrece una
computadora o un viajecito de vacaciones. En todo el mundo los jesuitas son vanguardia, acá
trogloditas”, agrega. En pocos días más se sabrá si el Colegio de Cardenales dispone que ese
mismo destino le aguarde a la Iglesia Universal y sobre la Argentina caigan las sombras del
oscurantismo.
Fuente PAGINA 12
Bergoglio ocultó la complicidad del Episcopado argentino con la Junta Militar del
dictador Videla
El hoy papa Francisco omitió, en su transcripción de la reunión que mantuvieron dos
cardenales y un obispo con los generales golpistas, que la Conferencia Episcopal expresó su
apoyo al régimen militar porque "su fracaso llevaría, con mucha probabilidad, al marxismo".
El hoy papa Francisco omitió, en su transcripción de la reunión que mantuvieron dos
cardenales y un obispo con los generales golpistas, que la Conferencia Episcopal expresó su
apoyo al régimen militar porque "su fracaso llevaría, con mucha probabilidad, al marxismo"
Bergoglio ocultó la complicidad del Episcopado argentino con la Junta Militar del dictador
Videla.
PÚBLICO Madrid 13/03/2013 21:00 Actualizado: 13/03/2013 23:42
Documento original de la reunión entre el Episcopado argentino y la Junta Militar.
Jorge Mario Bergoglio, nuevo Papa con el nombre de Francisco, ocultó la complicidad del
Episcopado argentino con la Junta Militar del dictador Jorge Rafael Videla, en un libro en el que
omitió de la transcripción de los documentos originales las frases comprometedoras, según la
investigación realizada por el periodista Horacio Verbitsky.
En el original, un memorándum sobre la reunión celebrada el 15 de noviembre de 1976 entre la
Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina (integrada por los cardenales Raúl
Primatesta y Juan Carlos Aramburu, y monseñor Vicente Zazpe) con la Junta Militar, se expone
que "el objeto de la reunión" es "ante todo, aclarar la posición de la Iglesia" sobre el golpe de
Estado de ocho meses antes y el régimen dictatorial consiguiente. Como se reproduce en su
versión original (http://iglesiaydictadura.wordpress.com/tag/verbitsky/), tal como está archivado
ese memorándum en la sede episcopal de la calle Suipacha (“Reunión de la Junta Militar con la
Comisión Ejecutiva de la CEA, 15.IX.1976”. Comisión Ejecutiva de la CEA. Caja 24, Carpeta II.
Documento 10.937).
Los cardenales muestran "adhesión y aceptación" del "proceso emprendido y encabezado por
las
Fuerzas
Armadas"En
el
blog
de
Verbitsky
Iglesia
y
Dictadura
(http://iglesiaydictadura.wordpress.com/author/iglesiaydictadura/), también se puede leer la
transcripción de Bergoglio treinta años después en un libro que prologó con la frase “no
debemos tener miedo a la verdad de los documentos”. En esa transcripción, el hoy Pontífice
suprimió el concepto central expresado en la introducción, de “aclarar la posición de la Iglesia”
y que dejaba bien claro: “De ninguna manera pretendemos plantear una posición de crítica a la
acción de gobierno” dado que “un fracaso llevaría, con mucha probabilidad, al marxismo”, por
lo cual “acompañamos al actual proceso de re-organización del país”. El documento original
expresa de forma explícita la “comprensión, adhesión y aceptación” episcopal de ese
"proceso", "emprendido y encabezado por las Fuerzas Armadas".
En su análisis, Verbitsky escribe:
El cotejo permite advertir el cambio en la numeración de la minuta, en cuya edición oficial se
omitió que incluso a solas los tres miembros de la Comisión Ejecutiva Episcopal atribuyeron la
represión sin ley a niveles intermedios, mientras destacaban “los notables esfuerzos del
gobierno en pro del país” y la “imagen buena de las supremas autoridades”. Para no verse
obligados a “un silencio comprometedor de nuestras conciencias que, sin embargo, tampoco le
serviría al proceso” o “un enfrentamiento que sinceramente no deseamos” la Iglesia propuso
abrir “un canal de comunicación” con la Junta Militar. Esa prueba de promiscuidad con la
dictadura, que en el original está encabezada por el título “Lo que tememos”, fue suprimida en
la recopilación de Bergoglio.
Al año siguiente, el obispo Oscar Justo Laguna, reconoció la “total ineficacia” de esa Comisión
de Enlace que integraba, en una nota manuscrita a Zazpe. Sin embargo, las amables reuniones
mensuales continuaron durante todo el régimen militar. Al comentar esa carta, en 2002, otro
miembro de la Comisión, Carlos Galán, le escribió a Laguna: “¡Quién nos diera poder vivir de
nuevo con la experiencia adquirida”. Fantasía vana. Sólo se vive una vez.
Francisco I: elegido como Papa Jorge Bergoglio, un colaborador de la dictadura
Argentina
La República es
Posted by Guest on Miércoles, marzo 13, 2013 ·
Los 1000 millones de católicos ya tiene nuevo jefe espiritual, elegido por 115 cardenales en su
mayoría retrogrados, homófobos y machistas, lo que explica la elección del nuevo Papa, Jorge
Bergoglio, un declarado colaborador de la dictadura en Argentina
Bergoglio ha hecho afirmaciones como que "la ley sobre el matrimonio gay es una "movida" de
Satanás" (http://infocatolica.com/?t=noticia&cod=6783).
En las pasadas semanas, desde el Arzobispado de Buenos Aires se habían pronunciado a favor
de su elección diciendo que “ojalá que, esta vez sí, el Vaticano sepa valorar no solo los
silencios cómplices sino la entrega a los grupos de tareas de algunos sacerdotes”, refiriendose
a la colaboración del obispo con la dictadura Argentina.
Bergoglio conocía además el robo sistemático de bebés durante la dictadura.
Jorge Mario Bergoglio llegó al sacerdocio a los 32 años, casi una década después de perder un
pulmón por una enfermedad respiratoria y de dejar sus estudios de química. Pero pese a su
ingreso tardío, en menos de cuatro años llegó a liderar la congregación jesuita local, un cargo
que ejerció de 1973 a 1979. Su ascenso coincidió con uno de los períodos más oscuros de
Argentina, lo que le deparó fuertes críticas: la dictadura militar que gobernó el país entre 1976 y
1982. El cuestionamiento remite al secuestro de dos jesuitas detenidos clandestinamente por el
gobierno de facto por hacer tareas sociales en barriadas de extrema pobreza. Según la
acusación, Bergoglio les retiró la protección de su orden religiosa. Ambos párrocos
sobrevivieron a un encierro de cinco meses.
LOS GRÁFICOS DE GABRIEL CARBAJALES
Memoria
Recordando con ira: Jorge Bergoglio en la dictadura argentina
El rol del ahora cardenal Bergoglio en la desaparición de sacerdotes y el apoyo a la represión
dictatorial es confirmado por cinco nuevos testimonios. Hablan un sacerdote y un ex sacerdote,
una teóloga, un seglar de una fraternidad laica que denunció en el Vaticano lo que ocurría en la
Argentina en 1976 y un laico que fue secuestrado junto con dos sacerdotes que no
reaparecieron. La iracunda reacción de Bergoglio, quien atribuye al gobierno el escrutinio de
sus actos.
Escrito por: Horacio Verbitsky
Periodista Página/12
Miércoles 13 de marzo de 2013 | 18:36
Jorge Bergoglio
Cinco nuevos testimonios, ofrecidos en forma espontánea a raíz de la nota “Su pasado lo
condena”, confirman el rol del ahora cardenal Jorge Bergoglio en la represión del gobierno
militar sobre las filas de la Iglesia Católica que hoy preside, incluyendo la desaparición de
sacerdotes. Quienes hablan son una teóloga que durante décadas enseñó catequesis en
colegios del obispado de Morón, el ex superior de una Fraternidad sacerdotal que fue diezmada
por las desapariciones forzadas, un seglar de la misma Fraternidad que denunció los casos al
Vaticano, un sacerdote y un laico que fueron secuestrados y torturados.
Teóloga con minifalda
Dos meses después del golpe militar de 1976 el obispo de Morón, Miguel Raspanti, intentó
proteger a los sacerdotes Orlando Yorio y Francisco Jalics porque temía que fueran
secuestrados, pero Bergoglio se opuso. Así lo indica la ex profesora de catequesis en colegios
de la diócesis de Morón, Marina Rubino, quien en esa época estudiaba teología en el Colegio
Máximo de San Miguel, donde vivía Bergoglio. Por esa circunstancia conocía a ambos. Además
había sido alumna de Yorio y Jalics y sabía del riesgo que corrían. Marina decidió dar su
testimonio luego de leer la nota sobre el libro de descargo de Bergoglio.
Marina Rubino vive en Morón desde siempre. En el Colegio del Sagrado Corazón de Castelar
daba catequesis a los chicos y formaba a los padres, que le parecía lo más importante. “Una
vez por mes nos reuníamos con ellos. Era un trabajo hermoso. Esta experiencia duró quince
años”. También dio cursos de iniciación bíblica “en todos los lugares no turísticos de la
Argentina. Teníamos una publicación, con comentarios a los textos de los domingos, queríamos
que las comunidades tuvieran elementos para pensar”. Desde que se jubiló da clases de telar,
en centros culturales, sociedades de fomento o casas.
No quiso ingresar al seminario de Villa Devoto porque no le interesaba la formación tomista,
sino la Biblia. En 1972 comenzó a estudiar Teología en la Universidad del Salvador. La carrera
se cursaba en el Colegio Máximo de San Miguel. En primer año tuvo como profesor a Francisco
Jalics y en segundo a Orlando Yorio. Mientras estudiaba, coordinaba la catequesis en el colegio
Sagrado Corazón de Castelar, donde también estaba la religiosa francesa Léonie Duquet. “Eran
tiempos difíciles. Por hacer en el colegio una opción por los pobres tomándonos en serio el
Concilio Vaticano II y la reunión del CELAM en Medellín perdimos la mitad del alumnado. Pero
mantuvimos esa opción y seguimos formando personas más abiertas a la realidad y al
compromiso con los más necesitados sosteniendo que la fe tiene que fortalecer estas actitudes
y no las contrarias.” El obispo era Miguel Raspanti, quien entonces tenía 68 años y había sido
ordenado en 1957, en los últimos años del reinado de Pío XII. Era un hombre bien intencionado
que hizo todos los esfuerzos por adaptarse a los cambios del Concilio, en el que participó.
Después del cordobazo de 1969 repudió las estructuras injustas del capitalismo e instó al
compromiso con “la liberación de nuestros hermanos necesitados”. Pero el problema más
grave que pudo identificar en Morón fue el aumento de los impuestos al pequeño comerciante y
el propietario de la clase media. “Muchas veces hubo que discutir y sostener estas opciones en
el obispado y monseñor Raspanti solía terminar las entrevistas diciéndonos que si creíamos
que había que hacer tal o cual cosa, si estábamos convencidos, él nos apoyaba”, recuerda
Marina. Sus palabras son seguidas con atención por su esposo, Pepe Godino, un ex cura de
Santa María, Córdoba, que integró el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo.
Marina cursaba teología en San Miguel de 8.30 a 12.30. No le habían dado la beca porque era
mujer, pero como era la coordinadora de catequesis en un colegio del obispado, Raspanti
intercedió y obtuvo que una entidad alemana se hiciera cargo del costo de sus estudios.
Tampoco le quisieron dar el título cuando se recibió, en 1977. El director del teologado, José
Luis Lazzarini, le dijo que había un problema, que no se habían dado cuenta de que era mujer.
Marina partió en busca de quien la había recibido al ingresar, el jesuita Víctor Marangoni:
–Cuando me viste por primera vez, ¿te diste cuenta o no de que era mujer?
–Sí, claro, ¿por qué? –respondió azorado el vicerrector ante esa tromba en minifalda.
–Porque Lazzarini no me quiere dar el título.
Marangoni se encargó de reparar ese absurdo. Marina tiene su título pero nunca se realizó la
entrega oficial.
Bergoglio comulga a Videla
La desprotección
Un mediodía, al salir de sus cursos, “lo encuentro a monseñor Raspanti parado en el hall de
entrada, solo. No sé por qué lo tenían allí esperando. Estaba muy silencioso, le pregunté si
esperaba a alguien y me dijo que sí, que al padre provincial Bergoglio. Tenía el rostro
demudado, pálido, creí que estaba descompuesto. Lo saludé, le pregunté si se sentía bien, y lo
invité a pasar a un saloncito de los que había junto al hall”.
–No, no me siento mal, pero estoy muy preocupado –le respondió Raspanti.
Marina dice que tiene una memoria fotográfica de aquel día. Habla con voz calma pero se
advierte el apasionamiento en sus ojos grandes y expresivos. Pepe la mira con ternura.
“Me impresionó verlo solo a Raspanti, que siempre iba con su secretario”, dice. Marina sabía
que sus profesores Jalics y Yorio y un tercer jesuita que trabajaba con ella en el colegio de
Castelar, Luis Dourron, habían pedido pasar a la diócesis de Morón. Yorio, Jalics, Dourron y
Enrique Rastellini, que también era jesuita, vivían en comunidad desde 1970, primero en
Ituzaingó y luego en el Barrio Rivadavia, junto a la Gran Villa del Bajo Flores, con conocimiento
y aprobación de los sucesivos provinciales de la Compañía de Jesús, Ricardo Dick O’Farrell y
Bergoglio. “Le dije que Orlando y Francisco habían sido profesores míos y que Luis trabajaba
con nosotros en la diócesis, que eran intachables, que no dudara en recibirlos. Todos
estábamos pendientes de que pudieran venir a Morón. Ninguno de los que conocíamos la
situación nos oponíamos. Raspanti me dijo que de eso venía a hablar con Bergoglio. A Lu había
recibidoa quese de Yorio y Jalics.”
Marina entendió que era una simple formalidad, pero Raspanti le aclaró que la situación era más
complicada. “Con las malas referencias que Bergoglio le había mandado él no podía recibirlos
en la diócesis. Estaba muy angustiado porque en ese momento Orlando y Francisco no
dependían de ninguna autoridad eclesiástica y, me dijo:
–No puedo dejar a dos sacerdotes en esa situación ni puedo recibirlos con el informe que me
mandó. Vengo a pedirle que simplemente los autorice y que retire ese informe que decía cosas
muy graves.
Cualquiera que ayudara a pensar era guerrillero, comenta Marina. Acompañó a su obispo hasta
que Bergoglio lo recibió y luego se fue. Al salir vio que tampoco estaba en el estacionamiento el
auto de Raspanti. “Debe haber venido en colectivo, para que nadie lo siguiera. Quería que la
cosa quedara entre ellos dos. Estaba haciendo lo imposible por darles resguardo.”
La teóloga agrega que le impresionó la angustia de Raspanti, “que si bien no podía ser
calificado de obispo progresista, siempre nos defendió, defendió a los curas cuestionados de la
diócesis, se llevaba a dormir a la casa episcopal a los que corrían más riesgo y nunca nos
prohibió hacer o decir algo que consideráramos fruto de nuestro compromiso cristiano. Como
buen salesiano se portaba como una gallina clueca con sus curas y sus laicos, cobijaba,
cuidaba aunque no estuviera de acuerdo. Eran puntos de vista distintos, pero él sabía escuchar
y aceptaba muchas cosas”. Uno de esos curas es Luis Piguillem, quien había sido amenazado.
Regresaba en bicicleta cuando se topó con un cordón policial que impedía el paso. Insistió en
que quería pasar, porque su casa estaba en el barrio y un policía le dijo:
–Vas a tener que esperar porque estamos haciendo un operativo en la casa del cura.
Piguillem dio vuelta con su bicicleta y se alejó sin mirar hacia atrás. De allí fue al obispado de
Morón, donde Raspanti le dio refugio. Los militares dijeron que se había escondido bajo las
polleras del obispo. Pero no se atrevieron a buscarlo allí.
–¿Raspanti era consciente del riesgo que corrían Yorio y Jalics?
–Sí. Dijo que tenía miedo de que desaparecieran. No pueden quedar dos sacerdotes en el aire,
sin un responsable jerárquico. Pocos días después supimos que se los habían llevado.
De Córdoba a Cleveland
Otro testimonio recogido a raíz de la publicación del domingo es el del sacerdote Alejandro
Dausa, quien el martes 3 de agosto de 1976 fue secuestrado en Córdoba, cuando era
seminarista de la Orden de los Misioneros de Nuestra Señora de La Salette. Luego de seis
meses en los que fue torturado por la policía cordobesa en el Departamento de Inteligencia D2
pudo viajar a Estados Unidos, adonde ya había llegado el responsable del seminario, el
sacerdote estadounidense James Weeks, por quien se interesó el gobierno de su país. Este año
se realizará en Córdoba el juicio por aquel episodio, cuyo principal responsable es el general
Luciano Menéndez. Ahora Dausa vive en Bolivia y cuenta que tanto Yorio como Jalics le dijeron
que Bergoglio los había entregado.
Al llegar a Estados Unidos supo por organismos de derechos humanos que Jalics se
encontraba en Cleveland, en casa de una hermana. Dausa y los otros seminaristas, que estaban
iniciando el noviciado, lo invitaron a dirigir dos retiros espirituales. Ambos se realizaron en
1977, uno en Altamont (estado de Nueva York) y otro en Ipswich (Massachusetts). Recuerda
Dausa: “Como es natural, conversamos sobre los secuestros respectivos, detalles,
características, antecedentes, señales previas, personas involucradas, etc. En esas
conversaciones nos indicó que los había entregado o denunciado Bergoglio”.En la década
siguiente, Dausa trabajaba como cura en Bolivia y participaba de los retiros anuales de La
Salette en Argentina. En uno de ellos los organizadores invitaron a Orlando Yorio, que para esa
época trabajaba en Quilmes. “El retiro fue en Carlos Paz, Córdoba, y también en ese caso
conversamos sobre la experiencia del secuestro. Orlando indicó lo mismo que Jalics sobre la
responsabilidad de Bergoglio.”
Los asuncionistas
Yorio y Jalics fueron secuestrados el 23 de mayo de 1976 y conducidos a la ESMA, donde los
interrogó un especialista en asuntos eclesiásticos que conocía la obra teológica de Yorio. En
uno de los interrogatorios le preguntó por los seminaristas asuncionistas Carlos Antonio Di
Pietro y Raúl Eduardo Rodríguez. Ambos eran compañeros de Marina Rubino en el Teologado
de San Miguel y desarrollaban trabajo social en el barrio popular La Manuelita, de San Miguel,
donde vivían y atendían la capilla Jesús Obrero. De allí fueron secuestrados diez días después
que los dos jesuitas, el 4 de junio de 1976, y llevados a la misma casa operativa que Yorio y
Jalics. A media mañana Di Pietro llamó por teléfono al superior asuncionista Roberto Favre y le
preguntó por el sacerdote Jorge Adur, que vivía con ellos en La Manuelita.
–Recibimos un telegrama para él y se lo tenemos que entregar –dijo.
De ese modo, consiguió que la Orden se pusiera en movimiento. El superior Roberto Favre
presentó un recurso de hábeas corpus, que no obtuvo respuesta. Adur logró salir del país, con
ayuda del nuncio Pio Laghi, y se exilió en Francia. Volvió en forma clandestina en 1980,
convertido en capellán del autodenominado “Ejército Montonero” y fue detenido-desaparecido
en el trayecto a Brasil, donde procuraba entrevistarse con el papa Juan Pablo II. El mismo
camino del exilio siguió uno de los detenidos en la razzia del barrio La Manuelita, el entonces
estudiante de medicina y hoy médico Lorenzo Riquelme. Cuando recuperó su libertad la
Fraternidad de los Hermanitos del Evangelio le dio hospitalidad en su casa porteña de la calle
Malabia. En comunicaciones desde Francia con quien era entonces el superior de los
Hermanitos del Evangelio, Patrick Rice, Riquelme dijo que quien lo denunció fue un jesuita del
Colegio de San Miguel, quien era a la vez capellán del Ejército. Está convencido de que ese
sacerdote presenció las torturas que le aplicaron, cree que en Campo de Mayo.
El ablande
También como consecuencia de la nota del domingo aceptó narrar su conocimiento del caso un
fundador de la Fraternidad seglar de los Hermanitos del Evangelio Charles de Foucauld,
Roberto Scordato. Entre fines de octubre y principios de noviembre de 1976, Scordato se reunió
en Roma con el cardenal Eduardo Pironio, quien era prefecto de la Congregación vaticana para
los religiosos, y le comunicó el nombre y apellido de un sacerdote de la comunidad jesuita de
San Miguel que participaba en las sesiones de tortura en Campo de Mayo con el rol de
“ablandar espiritualmente” a los detenidos. Scordato le pidió que lo transmitiera al superior
general Pedro Arrupe pero ignora el resultado de su gestión, si tuvo alguno. Consultado para
esta nota Rice, quien también fue secuestrado y torturado ese año, dijo que eso no hubiera sido
posible sin la aprobación del padre provincial. Rice y Scordato creen que ese jesuita se
apellidaba González pero a 34 años de distancia no lo recuerdan con certeza.
Iracundia
Como cada vez que su pasado lo alcanza, Bergoglio atribuye la divulgación de sus actos al
gobierno nacional. Esta semana reaccionó con furia, durante la homilía que pronunció en una
misa para estudiantes. En lo que su vocero describió como “un mensaje al poder político”, dijo
que “no tenemos derecho a cambiarle la identidad y la orientación a la Patria”, sino “proyectarla
hacia el futuro en una utopía que sea continuidad con lo que nos fue dado”, que los chicos no
tienen otro horizonte que comprar un papelito de merca en la esquina de la escuela y que los
dirigentes procuran trepar, abultar la caja y promover a los amigos.