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EDUCAR EVANGELIZANDO Y EVANGELIZAR EDUCANDO EN LA ESCUELA CATÓLICA: UN DESAFÍO SIEMPRE ACTUAL. P. Galvarino Jofré Araya Director Área De Educación – CECh. 1. DESAFÍOS DE LA EDUCACIÓN EN EL ACTUAL CONTEXTO NACIONAL. La globalización define nuestra época. Es lo que ocurre cuando se aceleran los desplazamientos de personas, bienes o ideas entre países y regiones (Suárez – Orozco, 2006: 129). Aunque ésta ha dado lugar a grandes debates en los círculos económicos, políticos y sociales (Ortega, 2002; Castells, 2005; Stiglitz, 2006; CECh, 2012), muchas de sus implicaciones y aplicaciones del fenómeno siguen siendo una gran incógnita. En este contexto, la educación se encuentra en el centro de este terreno desconocido (Hargreaves, 2003; Morin, Ciurana y Motta, 2006; Bauman, 2007). Apenas comenzamos a considerar cómo esta acelerada dinámica mundial está afectando a la educación, particularmente la educación básica y media. Sin embargo, los sistemas educativos continúan imitando y a menudo copiándose mecánicamente unos a otros, sin desarrollar capacidades – creatividad e iniciativa – que son fundamentales para que países como el nuestro posibiliten a su población participar en esta sociedad cada vez más compleja (Pérez, 2007, Eyzaguirre y Fontaine, 2008). En nuestro país, si bien existe una clara conciencia de la importancia que tiene la educación, la que podemos visualizar en el incremento en los años de escolaridad obligatoria (cobertura), aumento en los aportes para los diversos niveles del sistema educativo, inyección de recursos para el mejoramiento de la formación inicial docentes, para captar estudiantes con capacidades a los que se les financia la formación inicial como profesores… Sin embargo, pese a estos esfuerzos, en sintonía con Puga (2011)1 podemos constatar que Chile tiene el triste récord de ser el país con la mayor segregación social entre sus establecimientos educacionales, considerando los 54 países de la OCDE que rindieron la prueba internacional PISA el 2006. Específicamente, nuestro país exhibe una segregación de 52 puntos contra solo 9 de Finlandia, el país con el menor índice. 1 Puga (2011) sostiene: “si existe consenso respecto de la desigualdad de resultados en Chile, el panorama en términos de estratificación y movilidad social es algo más complejo. El gran crecimiento de la escolaridad, particularmente a partir de la década de 1990, y en general la transformación productiva del país han dado como resultado mayores índices de movilidad social intergeneracional. Esta movilidad social de tipo estructural, sin embargo, no modifica necesariamente de modo lineal las oportunidades de los individuos para alcanzar mejores posiciones relativas. Es decir, no resulta claro hasta qué punto esta movilidad social se acompaña de una disminución de la desigualdad de oportunidades en el país”. 1 Esta situación se origina fundamentalmente por dos procesos: - La selección de alumnos por parte de los establecimientos: esta práctica es habitual en Chile, aún en colegios públicos, y es propiciada por la política oficial en los llamados liceos de excelencia. Sin embargo, si observamos a los países de la OCDE, esta política es objetada en muchos de ellos. - El sistema de financiamiento compartido: este proceso está en plena expansión y ya la mitad de las familias chilenas pagan por la educación de sus hijos. Este ‘precio’ sitúa inequívocamente a cada niño, preadolescente o joven que entra a la escuela con sus ‘iguales’, separándolo del resto: de los que tienen más y, por supuesto, de los que tienen menos. En un país que se ha dado este sistema educativo, los colegios ‘católicos’ están llamados no solo a hacerse cargo de formar a las futuras generaciones, sino que a la vez tienen una tarea ineludible, por cuanto es parte de su identidad: educar y evangelizar; evangelizar y educar a los niños, preadolescentes y jóvenes que se encuentran en estos centros educativos. 2. CARACTERÍSTICAS DE UNA EDUCACIÓN EVANGELIZADORA Educar evangelizando y evangelizar educando no es algo dado, sobre todo en una cultura que tiende a considerar la fe como un obstáculo para el crecimiento en humanidad2. Como acciones diferentes por sí mismas, con procesos, metodologías y contenidos específicos de cada una, es fácil que en la práctica pastoral se vivan en paralelo o como procesos sucesivos: la educación como promoción humana y social que prepara a un posible anuncio del Evangelio que viene después, y la evangelización focalizada exclusivamente en el anuncio explícito del Evangelio y la construcción de la comunidad cristiana. Para vivir los procesos de educación y evangelización integradamente en un Proyecto Educativo – Pastoral es fundamental que los educadores y pastores se lo propongan de forma explícita y se pregunten repetidamente sobre el tipo de educación y de cultura que desarrollan en sus instituciones educativas y sobre la clase de evangelización que se ofrece a la comunidad cristiana. Porque no cualquier educación es camino abierto al Evangelio, como tampoco cualquier evangelización colabora en la promoción integral de la persona y de la sociedad, superando la profunda separación entre fe y vida de tantas personas. Conviene, por ejemplo, preguntarse de vez en cuando por qué tantos jóvenes educados en colegios católicos, aun manteniendo a veces una práctica religiosa bastante regular, no orientan sus opciones de vida familiar, laboral, social o política en coherencia con su fe y según los valores evangélicos. Educar – evangelizando y evangelizar educando sólo es posible si el proceso educativo posee unas características específicas, poco comunes en la forma con que nuestra sociedad, fuertemente secularizada, entiende y orienta la práctica educativa. Específicamente: 2 Benedicto XVI – en un diálogo con Seewald (2010) – plantea que “… el desarrollo del pensamiento moderno centrado en el progreso y en la ciencia ha creado una mentalidad por la cual se cree poder hacer prescindible la ‘hipótesis de Dios’…. El hombre piensa hoy poder hacer por sí mismo todo lo que antes sólo esperaba de Dios. 2 Una educación motivada y guiada por una visión antropológica inspirada en Jesucristo, hombre perfecto, y en el misterio de la Encarnación; una educación que ve a la persona humana en todas sus dimensiones3, con una visión positiva y llena de esperanza, que cree en su apertura a la verdad, en su orientación de fondo hacia los valores auténticos, que reconoce su capacidad de abrirse al don de Dios y de superar su inclinación al mal, fruto del pecado. Una educación integral, que además de la transmisión y asimilación de saberes y de técnicas con las que la humanidad ha conocido, dominado y se ha apropiado del mundo, promueve la formación ético – moral con la que despierta en los jóvenes la pasión por la verdad, la apertura incondicional a los otros, aceptados en su originalidad y dignidad, la seriedad de su libertad responsable, la sed de trascendencia. Una educación que cultiva y desarrolla la dimensión religiosa y espiritual de la persona, ayudándola a desvelar, expresar y responder a los interrogantes sobre el sentido de la propia vida y de la realidad que le envuelve, que le capacita para descubrir y comprender los signos de la presencia y acción de Dios en la vida. Una educación, que a través de estos diversos aspectos, acompaña a la persona hacia su propia interioridad en la que unifica la pluralidad de experiencias, vivencias y verdades que recibe cada día, se hace consciente de su dignidad y de su grandeza y al mismo tiempo de su debilidad y pobreza existencial, se abre al más allá de sí mismo y de cualquier realidad creada, con la esperanza de que se le ofrezca una respuesta definitiva a sus anhelos de plenitud. Una educación, que promueve una cultura distinta, alternativa, es decir, una forma de pensar y de vivir la vida y la realidad, centrada en el respeto incondicional a la dignidad de toda persona, en relaciones marcadas por la gratuidad y la solidaridad, en el compromiso por los más pobres, luchando con ellos para superar las causas de las situaciones injustas, promoviendo el bien común por encima de los intereses individuales. Aquí conviene explicitar que es muy importante que los educadores se pregunten continuamente si ésta es la educación que, efectivamente, los estudiantes viven y asimilan en el colegio. Porque no basta explicitar los documentos oficiales, los valores y actitudes en los que se quiere educar y proponerlos en algunos momentos y experiencias particulares, lo que cuenta es la vida de cada día, es decir, la visión de la vida que de hecho reciben los estudiantes a través de los contenidos y actividades propuestas, del ambiente que viven, de las relaciones que en él experimentan, de las personas significativas que descubren y aceptan, de tantos 3 Aparecida (280) plantea que un proceso de formación integral ha de considerar las siguientes dimensiones: Humana y comunitaria: busca desarrollar personalidades que maduren en el contacto con la realidad y abiertas al Misterio; Espiritual: se funda en la experiencia de Dios que pueda realizar el creyente; Intelectual: se expresa a través del estudio que abre la inteligencia, a la luz de la fe, a la verdad; Pastoral y misionera: contribuye a integrar evangelización y pedagogía, comunicando vida y ofreciendo itinerarios pastorales acordes con la madurez cristiana, la edad y otras condiciones propias de las personas o grupos. 3 pequeños elementos que, de forma muchas veces inconsciente, vehiculan con gran eficacia los valores y modelos de vida. 3. CARACTERÍSTICAS DE UNA EVANGELIZACIÓN EDUCATIVA. El relato evangélico de los discípulos de Emaús nos ofrece una excelente referencia para pensar en la evangelización educativa. Es fácil identificar la situación de tantos preadolescentes y jóvenes de hoy con los discípulos que dejan Jerusalén desilusionados y llenos de tristeza; habían puesto su confianza en Jesús, el gran profeta en obras y palabras, pero su muerte en cruz les había roto todas sus esperanzas. En esta situación, Jesús se encuentra con ellos y les abre los ojos para que le reconozcan y, renovados en su esperanza, vuelvan a la comunidad que habían abandonado. Los tres pasos del relato representan las tres características de una evangelización profundamente enraizada en el camino educativo. 4 El primer paso consiste en salir al encuentro de nuestros estudiantes allí donde ellos se encuentran, aunque sea lejos de la comunidad cristiana, ajenos a cualquier interés por la fe y la vida cristiana, como Jesús va al encuentro de los dos discípulos que huyen de Jerusalén; acogerlos incondicionalmente, ponerse a la escucha de su vida, con las preguntas, aspiraciones, desilusiones y contradicciones que llevan consigo, convencidos de que en esta realidad concreta está ya presente el Espíritu de Jesús resucitado y desde ella nos invita a colaborar con Él. El segundo paso consiste en ayudar a nuestros estudiantes a ser testigos de la verdad, además a releer, a la luz de la Palabra de Dios, su historia, su realidad humana, sus esfuerzos, sus ilusiones y esperanzas, sus desilusiones y fracasos, para descubrir en ellos la realización del Proyecto de Dios, un proyecto de salvación, maravillosa prueba de amor. Jesús explicó las escrituras a los discípulos, ante la verdad de su enseñanza se les inflamó el corazón, como un preámbulo para reconocerlo como Señor; es este acto el elemento central de una segunda fase en la evangelización, el acto antropológico más eminente es confiarse por completo a otra persona, a su testimonio, a su enseñanza.4 En síntesis, el primer texto que el evangelizador debe enseñar a leer a los jóvenes es el texto de su propia vida y del momento histórico actual para aprender a descubrir en ella la presencia y acción de Dios que les ama y quiere su felicidad y su vida para siempre. Pero el momento decisivo, cuando se les abren los ojos y reconocen a Jesús resucitado vivo y presente entre ellos, es cuando comparten con Él el gesto sacramental de la Eucaristía. Si los pasos anteriores no conducen a ese encuentro sacramental de nuestros estudiantes con Cristo en la comunidad eucarística no se realiza la evangelización. Por eso, estamos llamados a superar la tentación de esperar que los jóvenes estén preparados para recibir el anuncio de Jesús y celebrar la Eucaristía; tampoco lo estaban los discípulos de Emaús. La evangelización no es fruto Cfr. Notas sobre la Evangelización, Congregación para la doctrina de la fe 4 del esfuerzo humano ni de un proceso educativo5, sino de la gracia de Dios que se deja encontrar de los que ama. A los discípulos, es decir, a preadolescentes y a los jóvenes, sólo se les pide que le abran su casa, que quieran sentarse con Él a la mesa; lo demás es obra del Espíritu, que actúa donde y cuando quiere. Siguiendo las indicaciones de ese modelo de referencia surgen algunas exigencias y condiciones fundamentales de una evangelización integrada en el proceso educativo: La presencia del educador – evangelizador entre los jóvenes, para compartir sus experiencias, sus expectativas, sus vivencias y acompañarlos con confianza y paciencia en el camino de su desarrollo humano y cristiano, consciente de que Dios les precede y de que en la vida de cada estudiante le ofrece la gracia de un encuentro con Él. Esta presencia del educador entre los jóvenes se convierte así en el primer testimonio de esta realidad de fe y en una invitación a los jóvenes para compartir esa misma experiencia. Una evangelización que manifiesta el valor humanizador de la fe en Jesucristo, como la energía más potente para sostener el esfuerzo educativo, superar las resistencias y obstáculos del desarrollo de la libertad, la apertura a la verdad, al amor y la construcción de la propia identidad personal. Por eso procura presentar el Evangelio y la vida cristiana como ‘buena noticia’, resaltando sus contenidos positivos de vida y felicidad, su profunda sintonía con las aspiraciones y esperanzas de la humanidad, haciendo que los jóvenes se sientan atraídos por la propuesta de Jesús y provocados a seguirlo. Una evangelización que se apoya en la presencia y acción de comunidades cristianas que, según la lógica evangélica del ‘ven y verás’6, inician al joven a la fe y a la vida cristiana a través de la presencia viva de testigos, la creación de ambientes significativos en los que pueda hacer experiencia de Iglesia, con un estilo que privilegia la relación directa de tú a tú, un lenguaje vital, evocativo y un acompañamiento cercano, respetuoso, exigente y responsabilizador. Una evangelización que no solo mira a la transformación y conversión de la persona, sino también a la transformación de las mentalidades, de la cultura y de las estructuras sociales y políticas para que estén inspiradas por el Evangelio. No existe una autentica evangelización si ésta no toca el alma de la cultura, ese conjunto de valores a los que hacen referencia los centros de decisión de la persona. Una evangelización que dialoga con las ciencias humanas, con el arte, así como con los medios de comunicación social y sabe aprovechar las oportunidades que nos ofrecen 5 Juan Pablo II (1990) dice a los profesores: “Queridos maestros: como profesionales de la educación y como hijos de la Iglesia católica sois conscientes de que conseguir unos objetivos elevados no depende sólo de los sistemas pedagógicos”. 6 Cfr. Jn. 1, 39. 5 y, al mismo tiempo, enriquecerlos con la visión de la persona humana y de la historia que ofrece el Evangelio. 4. ELEMENTOS PARA CAUTELAR LA SÍNTESIS EDUCACIÓN – EVANGELIZACIÓN EN LA ESCUELA CATÓLICA. Sin lugar a dudas, en un colegio católico existe una pluralidad de iniciativas educativas y evangelizadoras, sin embargo, muchas veces se tiene la sensación de no lograr la síntesis deseada. Las actividades suceden unas a otras, pero con poca relación entre ellas; falta una visión de conjunto que permita realizar con ellas un verdadero ‘sistema’, en el que cada actividad apoya, complementa y orienta las demás, de modo que se genere entre todas un proceso integral y sistemático, definido en el Proyecto Educativo – Pastoral. Quisiera proponer un modelo que permita la sistematización de los elementos (actividades, propuestas, intervenciones…) que normalmente se dan en un colegio católico, para asegurar la síntesis de educar evangelizando y de evangelizar educando. 4.1. Un elemento esencial: la comunidad cristiana y el grupo juvenil. Vivimos en una sociedad individualista7, competitiva, en la que las dimensiones más profundas de la persona son ignoradas y a veces hasta ridiculizadas o negadas (la generosidad, la fidelidad, el sacrificio, el perdón…). Hoy los jóvenes viven una dolorosa experiencia de soledad y de abandono desde la que es imposible construir su identidad y vivir en plenitud. Resulta imperioso ofrecerles ambientes comunitarios en los que se sientan acogidos, escuchados, valorados; en los que puedan compartir sus búsquedas y esfuerzos, en los que experimenten los valores y se viva la fe como algo positivo y humanizador. Por lo tanto, para asegurar la síntesis entre la educación y la evangelización es fundamental promover, en el seno de la Comunidad Educativa… la presencia de una comunidad cristiana que viva con gozo su fe y asuma conscientemente el compromiso de la evangelización. No basta con que una comunidad religiosa asuma la animación y responsabilidad de la labor pastoral, menos aun una sola persona, ‘el encargado de la pastoral’; es imprescindible que esta responsabilidad la asuma una comunidad cristiana adulta que pueda presentarse ante los jóvenes como signo y testimonio del Evangelio, es decir, una comunidad verdaderamente misionera que se preocupe de ir al encuentro de los jóvenes, sobre todo los menos sensibles y alejados de la fe, una comunidad capaz de acoger incondicionalmente, de suscitar preguntas, de proponer experiencias significativas y de acompañar con atención la calidad humana y cristiana del ambiente, la dinámica formativa de los grupos y el camino de fe de cada joven. 7 Chile es el segundo país más individualista después de Estados Unidos, según el estudio británico "Cultura y autoconcepto: aclarando las diferencias" (Culture and Self-construals: Clarifying the Differences), que analizó los valores culturales de 36 países en el mundo. Estudio realizado por la Universidad de Sussex (Inglaterra) en el 2011. 6 Junto a la comunidad cristiana es imprescindible también cautelar la inserción de los niños, preadolescentes y jóvenes desde el principio en una experiencia de grupo, como el ambiente en que puede vivir una experiencia de comunicación personal gratuita y cada vez más profunda, donde pueda experimentar los valores anunciados y ejercitar las actitudes propuestas; un lugar en el que éstos se sientan protagonistas y responsables del crecimiento propio y de los demás, proceso donde aprenderá a descubrir el sentido de su vida como don y como servicio. Un grupo cada vez más abierto y comprometido pasando del grupo de entretenimiento y de actividades, al grupo de comunicación y de formación hasta los grupos de experiencia y de formación cristiana, verdaderas células de Iglesia. 4.2. La propuesta educativa – evangelizadora. Para realizar el trabajo pastoral diario de síntesis ‘educación – evangelización’ es preciso también un Proyecto Educativo – Pastoral que articule armónicamente esas tres etapas: Una presencia y un ambiente educativo de calidad que ofrezca a los jóvenes una propuesta educativa y cultural inspirada y fecundada por el Evangelio. El anuncio explícito del Evangelio que despierte en el preadolescente o joven la voluntad del encuentro con Jesucristo y el compromiso de insertarse en un camino de educación a la fe. Un itinerario sistemático de formación cristiana que conduzca al estudiante a una opción vocacional cristiana y a ser apóstol entre sus compañeros. En el cuadro que sigue, explicitamos para cada etapa algunos de los elementos (actividades, intervenciones, propuestas…), con breves indicaciones prácticas para cada uno de ellos. 7 Presencia evangélica (ambiente) Un ambiente de calidad humana y cristiana. Atención a los elementos creadores de ambiente y a los signos de calidad. La presencia cercana personas significativas. Una propuesta cultural a través de programas y actividades, en las que se procure asegurar una atención especial a: - La centralidad de la persona humana. - La visión integral y trascendente de la realidad humana, natural y social. - La promoción de valores y las actitudes en los que se quiere educar. - Una lectura integral de la realidad. - La educación de la dimensión religiosa, de la pregunta por el sentido y la apertura al misterio de Dios Una pluralidad de propuestas (recreativas, culturales, artísticas, sociales, religiosas…) que promuevan en los estudiantes el deseo de insertarse de forma progresiva en un camino formativo cada vez más profundo: pasar de las más superficiales a las más profundas. de Anuncio del Evangelio Formación cristiana Un testimonio cristiano claro y explícito, tanto personal como comunitario. - No disimular ni ocultar la propia identidad creyente. - Narrar la propia experiencia de fe. - Coherencia de vida. Un itinerario sistemático y gradual de educación en la fe. - Grupos de formación cristiana con un programa concreto. - Lectura orante de la Palabra de Dios. - Catequesis sacramental (Eucaristía, Reconciliación). - Encuentros y convivencias cristianas. Experiencias significativas que ayuden a abrirse a Jesús: - De interioridad (iniciar a la oración). - De servicio gratuito a los más necesitados. - De comunidad. Experiencias reflexionadas y compartidas en grupo para que puedan ser personalizadas. En relación directa y explícita con la persona de Jesús. La propuesta explícita de Jesús que lleve a un encuentro personal con Él. - Conocimiento del Evangelio en un ambiente de oración y de comunicación. - Anuncio del kerigma, aprovechando los momentos fuertes del año litúrgico. Promover en los jóvenes deseo y la decisión personal seguir un camino de Inserción en un grupo formación cristiana. Un acompañamiento personal y de grupo que ayude a: - Personalizar las propuestas. - Caminar hacia un Proyecto Personal de Vida. Una propuesta vocacional cristiana: - Presentación de los diversos caminos vocacionales. - Momentos explícitos de reflexión, oración y discernimiento vocacional. - Grupos y encuentros vocacionales. - Experiencia apostólica vocacional. - Comunidades abiertas a recibir jóvenes que quieran compartir la vida y la misión. el de fe. de El conjunto de estas etapas permitirá realizar la síntesis educación – evangelización en el Proyecto Educativo – Pastoral de la Escuela Católica. En el actual contexto nos parece que la etapa del anuncio explícito es la que se debe promover de modo especial porque con frecuencia se corre el peligro de darla por supuesto y además porque generalmente tenemos poca experiencia de ella. Es importante, además, cautelar la interrelación entre ellas, de modo que, a través de las iniciativas propuestas en cada una de ellas, se despierte en los niños, preadolescentes y jóvenes el deseo y la voluntad de avanzar hacia las etapas sucesivas del camino de fe y, al mismo tiempo, se suscite en los más comprometidos la voluntad de ser fermento entre sus 8 compañeros y de colaborar a su evangelización y a la transformación del ambiente. De este modo se pueden evitar dos peligros bastante comunes en la acción pastoral: Concentrar los esfuerzos en la primera etapa, de forma que las otras quedan poco atendidas; así la acción educativa y evangelizadora se detiene en los umbrales, sin llegar a madurar en una propuesta seria de camino de fe. O al contrario, descuidar la tensión misionera de la comunidad cristiana y de los preadolescentes y jóvenes de los grupos de fe que no sienten ni viven la responsabilidad de ser fermento en el propio ambiente y de salir a buscar a los alejados, convocándoles a un camino de formación cristiana. Esta especie de ‘movimiento’ o interrelación entre las diversas etapas se puede también expresar de la siguiente manera: Niveles y finalidades El gran grupo. Despertar la dimensión religiosa de la vida y la búsqueda de Dios. Los que están en búsqueda. Primer anuncio de Jesucristo, hacia el encuentro personal con Él y el compromiso de seguir un camino de educación a la fe. Los que están en camino. Profundización y personalización de la fe a través de un itinerario sistemático de educación a la fe (catequesis) Los educadores: adultos y jóvenes animadores. Formación cristiana y pastoral; para responsabilizarse, como comunidad, de animar el proyecto de evangelización. Acciones - Ambiente de calidad humana y cristiana. - Testimonios significativos y cercanos. - Pluralidad de propuestas según las disposiciones y necesidades de los niños, preadolescentes y jóvenes. - Experiencias que abran nuevos horizontes y susciten preguntas. - Posibilidad de contactos personales. - Un ambiente en el que se viva la vida como don y como servicio (cultura vocacional). - Experiencias que abran horizontes nuevos y ganas de hacer un camino. - Inicio de grupo que ayude a reflexionar y personalizar; contactos personales… - Presentación de modelos concretos de personas que viven su vida como vocación al servicio de los demás. - Grupo de fe sistemático con un programa concreto. Experiencias fuertes de interioridad, comunidad y servicio. Un primer Proyecto Personal de Vida. Compromiso de servicio en el propio ambiente: ser levadura y responsable de sus compañeros… - Propuestas vocacionales concretas con momentos sistemáticos para profundizarlas y discernir (encuentros vocacionales, grupos vocacionales, comunidades propuestas…) - El propio grupo o comunidad cristiana, según la opción vocacional cristiana de cada uno. - Momentos de reflexión, de comunicación, de oración, de programación en común. Acompañamiento personal - Proyecto Personal de Vida que abarque toda su vida, no solo su trabajo educativo – apostólico. Estos cuatro niveles los podemos considerar como círculos concéntricos entre los que se establece una especie de pasaje: 9 Del más externo (el primero) al más interno (el cuarto): los preadolescentes y jóvenes se van comprometiendo progresivamente en opciones más profundas y radicales; Del más interno al externo: los preadolescentes y jóvenes más comprometidos actúan como levadura y apóstoles entre sus compañeros. La vitalidad de este doble movimiento manifiesta la calidad de la evangelización y su dinamismo educativo y la profundidad de la educación y su capacidad evangelizadora. 5. ALGUNAS EXIGENCIAS BÁSICAS PARA VIVIR LA SÍNTESIS EDUCACIÓN – EVANGELIZACIÓN EN LA ESCUELA CATÓLICA. 5.1. La formación del educador – evangelizador. La educación y la evangelización no son procesos técnicos sino actividades humanas eminentemente personales, fruto de relaciones interpersonales en la que los valores, los estilos de vida, las convicciones y las actitudes se comunican como por contagio o irradiación, a través del testimonio de vida. Por eso, para asegurar la síntesis de educación y evangelización, se requiere ante todo la formación de un educador – evangelizador con las características que siguen: 8 9 Vivir gozosamente el don de la fe, apasionado de anunciar a Jesucristo y su Evangelio a los niños, preadolescentes y jóvenes. Si asumimos bíblicamente el concepto ‘misión’, como la llamada de Dios a colaborar en su Proyecto de Salvación con el anuncio de Jesús y de su Evangelio. Entonces se identifica misión con las actividades educativas de formación escolar, de animación, de promoción humana y social. A partir de lo anterior, podemos afirmar que sólo un educador apasionado de Jesucristo y de la salvación de los jóvenes podrá vivir la síntesis de educación y evangelización en su acción diaria y en su presencia entre los jóvenes. Estar presente entre los jóvenes, que comparte su vida con ellos, con capacidad de acogida, de escucha, de hacerse su amigo; dispuesto siempre al diálogo con paciencia y entusiasmo, y a acompañarlos con propuestas exigentes y significativas. Una presencia caracterizada por el doble movimiento evangélico: ‘Vayan y hagan discípulos…’8, esto es, salir al encuentro del ausente, del lejano, del poco interesado, y ‘vengan y vean…’9, para ofrecerles un ambiente familiar y comunitario en el que puedan encontrarse acogidos y puedan experimentar y vivir la verdad y la bondad del anuncio de Jesús. De esta forma la presencia humana y educativa se hace anuncio gozoso del Evangelio, se evangeliza educando. Creer en la presencia humanizadora del Evangelio de Jesús, capaz de guiar al preadolescente y joven en la búsqueda de su identidad, de sostener su esfuerzo de crecimiento en la libertad, de abrirle nuevos horizontes y posibilidades de calidad de vida. Desde esta convicción, sentirá la necesidad de presentar la persona de Jesús y su Evangelio aunque los jóvenes de entrada no se lo pidan; procurará hacerlo resaltando Mt, 28, 19 –20. Jn. 1, 38 – 39. 10 los aspectos positivos y humanizadores del mensaje cristiano, se entregará generosamente a su misión a pesar de las dificultades y obstáculos, convencido de que el bien que existe en toda persona es más fuerte que el mal, que el Señor Resucitado está presente y activo en los jóvenes. Ser capaz de dar razón de su fe, de iluminar con la Palabra de Dios las grandes cuestiones de la vida y de la muerte, del sufrimiento y del mal, de la esperanza y del amor, que sabe suscitar un diálogo positivo sobre los valores y el sentido de la vida, que presenta la persona de Jesucristo, su misterio pascual y el núcleo del Evangelio como buena noticia para la vida de los jóvenes. Por eso cuida su formación y el diálogo continuo con la cultura como expresión de la autenticidad de su compromiso vocacional. Saber trabajar en equipo y en colaboración en el seno de la comunidad educativa y de la Iglesia, consciente de que la educación y la evangelización no son fruto de un trabajo individual sino de la presencia y acción de una comunidad que vive lo que transmite. Estar en un continuo crecimiento personal, preocupado de vivir la propia fe en diálogo con la cultura, sobre todo con la cultura juvenil, dejándose interpelar y cuestionar sin miedo, dispuesto a cambiar y experimentar nuevos caminos y nuevos lenguajes para el anuncio del Evangelio, pero al mismo tiempo profundamente seguro de su propia experiencia de fe y de su misión. 5.2. Un diálogo profundo con el mundo de los MCS. Hoy los procesos educativos no inciden en las personas y grupos sino a través de múltiples canales (actividades, experiencias, contactos, símbolos, emociones…), muchos de ellos informales y espontáneos, que forman como un ecosistema, es decir, se interrelacionan entre sí y crean una especie de ambiente en el que se hace posible la experiencia y la práctica de valores y estilos de vida. Los medios de comunicación social son los principales constructores de este ecosistema educativo en el que el anuncio del Evangelio y la vida cristiana pueden vivirse como significativos o, al contrario, aparecer como trasnochados e inútiles. Por eso, sólo es posible educar – evangelizando y evangelizar – educando si se asume con convicción y valentía el diálogo en ese nuevo mundo de la comunicación social, con sus leyes, sus lenguajes, los valores y modelos de vida que suscita. Juan Pablo II (1990), refiriéndose a la permanente validez del mandato misionero, señala los nuevos areópagos que como Pablo no podemos descuidar, él señala: “El primer areópago del tiempo moderno es el mundo de la comunicación, que está unificando a la humanidad y transformándola —como suele decirse— en una “aldea global”. Los medios de comunicación social han alcanzado tal importancia que para muchos son el principal instrumento informativo y formativo, de orientación e inspiración para los comportamientos individuales, familiares y sociales. Las nuevas generaciones, sobre todo, crecen en un mundo condicionado por estos medios. Quizás se ha descuidado un poco este areópago: generalmente se privilegian otros instrumentos para el anuncio evangélico y para la formación cristiana, mientras los medios de comunicación social se dejan a la iniciativa de individuos o de pequeños grupos, y entran en la 11 programación pastoral sólo a nivel secundario… Sin embargo… No basta, pues, usarlos para difundir el mensaje cristiano y el magisterio de la Iglesia, sino que se debe integrar el mensaje mismo en esta nueva cultura creada por la comunicación moderna”10. En este diálogo, la comunicación social ofrece a los educadores – evangelizadores: El espacio cultural en el que se debe inculturar la fe; la comunicación social no solo ofrece instrumentos técnicos para la educación y evangelización sino sobre todo, contenidos, significados, valores, con los que la pastoral debe dialogar e interactuar. Una forma más global y holística de concebir la realidad y la misma acción educativa y evangelizadora, frente a la fragmentación de una cultura moderna, marcada por el racionalismo. Un conjunto de lenguajes y símbolos, corporales, artísticos, virtuales… que hacen significativo y cercano a los jóvenes el anuncio evangélico. Nuevas posibilidades de presencia entre los jóvenes y su mundo, una presencia no solo física e inmediata, sino también mediática y virtual. Sólo desde este diálogo con el mundo de la comunicación social es posible fecundar la cultura que viven los jóvenes con los valores y la visión de la persona humana y de la sociedad que brota del Evangelio de Jesús y realizar la síntesis entre evangelización y educación. 5.3. Una atención especial a la familia. La familia es el ámbito primario y fundamental de toda educación y también para la educación de la fe. En la familia se nace y en ella se da la primera escuela de aquellas virtudes que son el alma de la vida y del desarrollo integral de la persona. La experiencia de comunión y de participación en un clima de respeto de las personas y de gratuidad, que debe caracterizar la vida ordinaria de una familia, constituye una invaluable aportación a la construcción de una identidad personal armónica y abierta, y de una sociedad a la medida del hombre. La familia cristiana, como primera célula de la Iglesia, constituye el ambiente natural en el que los hijos aprenden a abrirse a Dios y a conocer a Jesucristo al mismo tiempo que se abren a la vida. Por eso la familia es el ámbito en el que, de una forma espontánea y natural, se vive la integración del proceso educativo con el camino de evangelización. Pero, la familia se enfrenta hoy a un ambiente contrario que cuestiona su identidad y su misión, disminuyendo su credibilidad social y dejándola sola ante los graves problemas y tensiones que experimenta en su compromiso educativo. Es, por lo tanto, urgente apoyarla y sostenerla en su misión educativa y evangelizadora, de modo que constituya el ambiente más apto para que el niño, preadolescente o joven pueda vivir de forma integrada y unitaria su crecimiento humano, cultural, social y su apertura a la fe e inserción a la Iglesia. 10 JUAN PABLO II (1990). Redemptoris missio, nº 37. 12 Es por ello, que en cada Comunidad Educativo - Pastoral habrá que favorecer los grupos, movimientos y asociaciones de matrimonios o de familias en las que puedan compartir sus preocupaciones y ayudarse en su misión educativa; hay que implicar también a la familia en el camino educativo y de evangelización que proponemos y animamos entre los niños, preadolescentes y jóvenes a través de encuentros de padres e hijos, catequesis familiar, celebraciones y encuentros conjuntos, comunidades cristianas familiares que sean puntos de referencia para los niños, preadolescentes o jóvenes en su camino de fe. 5.4. Una renovada imagen de la Iglesia. Tal como lo ha abordado en más de alguna oportunidad el Papa Benedicto XVI, hoy la Iglesia tiene una imagen distorsionada y negativa, sobre todo entre los jóvenes, de la misma manera lo reconocen nuestros Obispos en su Carta Pastoral (2012: 15), cuando afirman: “A nadie se le oculta que, por nuestras faltas, la Iglesia ha perdido credibilidad. No sin razón han dejado de creernos. Resulta doloroso constatar que se nos ha hecho difícil transparentar al mundo de hoy el mensaje que hemos recibido. Nuestras propias debilidades y faltas, nuestro retraso en proponer necesarias correcciones, han generado desconcierto.” Ello pide promover comunidades educativas – pastorales con un ambiente de fuerte calor humano en el que las personas se sientan acogidas gratuitamente, comprendidas en sus dudas y perplejidades, espacio de diálogo que estimula la búsqueda de la verdad. Esta misma situación nos pide además favorecer una presentación positiva de la vida cristiana y de la vida eclesial, superando una hecha de prohibiciones, condenas y críticas. Resaltar y dar a conocer experiencias positivas y estimulantes de cristianos, comunidades, instituciones… muchas veces desconocidas porque no llaman la atención de los medios de comunicación. Presentar la vida cristiana como camino de felicidad, de bienaventuranza, como una posibilidad que nos es ofrecida gratuitamente de abrirnos a nuevos horizontes de una vida más plena. El grupo juvenil, el ambiente familiar de la comunidad educativa, la presencia cercana de los educadores entre los jóvenes son experiencias que, iluminadas desde la Palabra de Dios y abiertas a la universalidad, pueden introducir a los jóvenes a esa experiencia de Iglesia y ayudarles a percibirla como la nueva familia a la que son llamados por Dios a través de Jesucristo. Si queremos realmente hacer que la fe cristiana impregne la mentalidad y costumbre de los jóvenes y llegue a ser fermento de una sociedad y de una cultura en la que se anticipe y se construya el Reino de Dios es importante vivir en la praxis pastoral diaria la síntesis de educación y evangelización. Para realizar esta integración hay que renovar en profundidad nuestro modo de enfocar, plantear y realizar la acción educativa y pastoral, animados por una intensa pasión apostólica y 13 misionera. Sin ella, evangelizar educando se reduce a un eslogan vacío y se corre el riesgo de perderse en una multitud de actividades y propuestas que no llegan a generar un verdadero cambio del corazón y de la realidad. BIBLIOGRAFÍA BAUMAN, Z. (2007). Los retos de la educación en la modernidad líquida. Barcelona: Gedisa. BENEDICTO XVI (2010). Luz del mundo. El Papa, la Iglesia y los signos de los tiempos. Una conversación con Peter Seewald. Barcelona: Herder. CASTELLS, M. (2005). 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