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Este libro fue positivamente dictaminado conforme a los lineamientos editoriales de la Secretaría de Investigación y Estudios Avanzados. 1a. edición 2009 D.R. © Universidad Autónoma del Estado de México Instituto Literario núm. 100 ote. C.P. 50000, Toluca, México http://www.uaemex.mx ISBN: 978-607-422-052-0 Impreso y hecho en México Printed and made in Mexico Edición: Dirección de Difusión y Promoción de la Investigación y los Estudios Avanzados El contenido de esta publicación es responsabilidad de los autores. Queda prohibida la reproducción parcial o total del contenido de la presente obra, sin contar previamente con la autorización por escrito del editor en términos de la Ley Federal del Derecho de Autor y en su caso de los tratados internacionales aplicables. ÍNDICE Presentación Perspectivas para la democracia en América Latina John A. Booth y Leticia Heras Gómez 9 11 Actitudes y comportamiento Legitimidad, sociedad civil y el apoyo a la democracia Rosa Aloisi 49 El desarrollo desigual de la democracia en Guatemala y El Salvador Dinorah Azpuru 85 Descifrando el capital social en las democracias de América Latina John A. Booth y Patricia Bayer Richard 117 ¿Representativa o participativa? Puntos de vista sobre la democracia en Venezuela 159 Damarys Canache Cultura política mexicana: avances y continuidad Leticia Heras G. El resurgimiento del populismo y la izquierda: ¿retos a la consolidación democrática? Mitchell A. Seligson 185 203 Instituciones y Procesos Desigualdad, élites y democratización latinoamericana Mehmet Gurses Los partidos políticos y la institucionalización del sistema partidista en América Latina Mark P. Jones 231 257 El movimiento indígena y la democracia en Bolivia Raúl L. Madrid 277 Seguridad militar y misiones de desarrollo en América Latina David Pion Berlin 305 El pacto social de Lula: un análisis de los programas sociales en Brasil Cristina Shatzman 327 Cómo las instituciones empoderan a los pobres. Evaluación de la gente pobre a sus congresos. Promedio de la encuesta Latinobarómetro 2006-1 Michelle M. Taylor Robinson 353 Partidos políticos en México. La competencia ideológica-programática en el sistema de partidos Igor Vivero Ávila 385 PRESENTACIÓN ¿Hasta dónde ha llegado América Latina en su proceso de democratización? ¿En qué ámbitos ha sido más difícil y en qué espacios todavía no ha comenzado? ¿Cuál es la visión que muchos estudiosos tienen sobre el avance de la democracia en el área? Estas son algunas preguntas que este volumen pretende abordar, para ofrecer posibles respuestas. No se trata de un libro acabado, es más bien una contribución al estudio y debate especializado en los diferentes temas que abarca la democratización latinoamericana. La visión general del volumen arroja un saldo positivo. Los autores han trabajado en profundidad temas como militares, indigenismo, legitimidad y partidos políticos, representación y cultura política, élites y capital social; o bien son especialistas en distintas naciones: Brasil, Guatemala, México, Bolivia, El Salvador y Venezuela. Todos participan con resultados de investigación que permiten respaldar cuantitativa y cualitativamente el progreso en la implantación de la democracia en América Latina. Sin embargo, aún existen focos rojos y notorios retrocesos, tal y como lo estudiamos aquí, y sobre los cuales invitamos a reflexionar al lector. Un común denominador del presente volumen es la perspectiva desde la cual se observa el fenómeno en el área; hablamos de la metodología más actual en Ciencia Política para investigar la democratización regional. Se trata de estudios que utilizan técnicas de la comparación y los estudios de opinión para soportar las afirmaciones y las proposiciones teóricas. Las aportaciones, en general, son continuación de trabajos previos que han ido acumulando conocimiento y que paulatinamente se integran al debate académico contemporáneo. Muchos son, asimismo, producto de observaciones directas que los estudiosos han realizado en los países de su interés. Un conocimiento empírico invaluable para enriquecer los resultados de la investigación. Los contenidos particulares habrán de ser refutados por otros especialistas y, eventualmente, sufrirán críticas tanto negativas como benevolentes. Gracias a esto —como decía Karl Popper— la ciencia aumenta su poder explicativo. Esto es lo que esperamos. El esfuerzo editorial y de publicación del libro se debe a dos instituciones: La Universidad del Norte de Texas (UNT) y la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM). Ambas han desarrollado una labor interinstitucional que abarca distintas esferas tales como las cátedras compartidas, el intercambio estudiantil y del profesorado, y ahora la publicación conjunta del presente texto. El trabajo de coordinación y compilación de los artículos correspondió al Dr. John Booth, de la UNT, y a la Dra. Leticia Heras, de la UAEM, quienes con una cuidadosa labor a distancia lograron convencer a los autores y a las instituciones de convertir una mesa de debate en un producto editorial. Además de esta versión, el libro tendrá, más adelante, una versión en inglés gracias al apoyo de la Secretaría de Investigación de la UAEM y a su equipo de editores y traductores. La dictaminación correspondió al Comité Editorial de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, cuya aprobación fue prácticamente unánime. Deseamos destacar la opinión del profesor Maxwell Cameron, de la University of British Columbia, quien amablemente colaboró en el dictamen final. Un esfuerzo conjunto que a todos ha dejado una gran satisfacción. Toluca, México, marzo 2009 PERSPECTIVAS PARA LA DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA John A. Booth Leticia Heras Gómez ¿Hasta dónde y en qué aspectos ha avanzado la implantación de la democracia en América Latina? Y con base en estas dos interrogantes, ¿cuáles son las perspectivas que tienen los países latinoamericanos con respecto a la democracia? El objetivo del presente libro es explorar, desde diferentes ángulos, el avance, el estancamiento o el retroceso que tiene la puesta en marcha del sistema democrático en América Latina. Asuntos de valores, de élites, de partidos políticos, de sociedad civil y otros, son analizados a lo largo de este texto con el fin de adelantar algunas respuestas a las preguntas planteadas. Si bien la democracia parece ser ya el único “juego en el campo” (only game in town) (Linz y Stepan, 1996), no necesariamente ha adquirido status de permanencia ni ha alcanzado la solidez requerida para evitar retrocesos o desviaciones. En el juego democrático entran en pugna varios factores, un conjunto de economías que no acaban de dar respuestas satisfactorias a las necesidades de amplios grupos sociales; sistemas de partidos que libran una lucha constante por establecerse definitivamente en la región; sociedades civiles que lentamente van aceptando los valores de la democracia, como la tolerancia o que aún cuestionan su participación en protestas públicas, son algunas de las problemáticas que la instalación de la democracia ha tenido en la última década. En esta primera parte intentamos un estudio de estos aspectos, apoyándonos en los datos más recientes de LAPOP (2008) y los del proyecto Polity IV (2006). La democracia en el nivel del sistema político Comenzamos con un vistazo a la democracia en América Latina en el nivel del sistema político. Reconocemos que cada uno de los esquemas para evaluar la 12 John A. Booth Leticia Heras G. democracia (Freedom House, Polity, Latinobarómetro) tiene sus limitaciones y peculiaridades. Sin embargo, tienen mucho en común y están fuertemente correlacionados. Al evaluar la democracia en cada país, estos esquemas enfatizan características sobre las reglas institucionales del juego y sobre la operación práctica del sistema, dando prioridad a las libertades personales y políticas del ciudadano y a las restricciones sobre el poder del ejecutivo, así como a la calidad y libertad electoral. Sin detenernos en una explicación detallada sobre méritos y debilidades de las distintas evaluaciones de la democracia, podemos utilizar el esquema de Polity IV y resaltar ciertos puntos claves en la región, acerca de los cuales parecen estar de acuerdo todos los estudiosos. El esquema Polity IV consiste en medir aspectos que distinguen a un gobierno democrático de uno autocrático; intenta evaluar cualidades claves del poder ejecutivo, límites de la autoridad ejecutiva y competencia política. Asimismo, registra cambios en las cualidades institucionalizadas de la autoridad que gobierna. Los datos de Polity IV incluyen información solamente de las instituciones del gobierno central y de los grupos políticos activos o reactivos dentro del margen de dicha autoridad. El esquema permite ubicar, en el nivel de los poderes políticos centrales, el avance de la democracia en términos de institucionalización del poder central, en especial de países que una vez estuvieron sujetos a regímenes autocráticos. La perspectiva teórica en que se fundamenta el esquema indica que …la autocracia puede distinguirse de la democracia en que la primera descansa en sanciones e incentivos negativos (autoridad instrumental) y es lo que mantiene la cohesión entre las élites gobernantes, todo ello sin la participación de las sociedades gobernadas. En tanto que la democracia descansa principalmente en el PERSPECTIVAS PARA LA DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA uso de incentivos y sanciones positivos (autoridad legítima) para conducir la agenda política y asegurar el orden social (Marshall, 2007). El proyecto Polity IV cubrió 162 estados independientes en 2006 y es actualizado anualmente. Los datos son un continnum en el tránsito de un gobierno centralista autocrático y uno más abierto democrático y cuyas series de tiempo resultan importantes para conocer el avance hacia la democracia, objetivo medular de esta parte del texto. El gráfico 1 presenta los puntajes denominados Polity IV1 para dos periodos, en los principales países de América Latina. El primer periodo evaluado es de 1975 a 1979, etapa de un escaso desarrollo democrático en la región. El segundo es de 2003 a 2007, que además de reciente, es donde hay datos completos más confiables. La escala Polity IV mide la presencia de la autocracia y democracia institucional en un país en el nivel del sistema. Como la utilizamos aquí se ha modificado al agregar 10 puntos a la escala original para facilitar la interpretación y presentación gráfica. La escala presentada, con rango de 21 puntos, varía desde cero (el máximo de autocracia) a 20 puntos (el máximo de democracia). En el gráfico 1, las barras más oscuras representan el promedio Polity IV en el periodo 1975-1979, y las barras grises, durante 2003-2007. Lo que muestra el gráfico 1 es el cambio enorme que desde los años setenta han tenido los niveles de la democracia en la región. El promedio regional de Polity IV en el periodo 1975-1979 fue de 7.2, incluyendo Cuba, (dentro de la parte antidemocrática de la escala). Pero en el periodo 2003-2007 se incrementó 1 Polity IV es un proyecto dirigido por Monty G. Marshall de la George Mason University y la Universidad del Estado de Colorado, que continúa la tradición de investigación fundada por Ted Gurr, y se propone codificar las características autoritarias de los estados en el mundo con el propósito de hacer un análisis comparativo cualitativo. El proyecto Polity ha demostrado por muchos años su validez en la investigación, convirtiéndose en la fuente de datos más utilizada para estudiar el cambio de régimen y los efectos del régimen autoritario (Marshall, 2007). 13 14 John A. Booth Leticia Heras G. a 17.2 de 20 puntos posibles. Cuando se excluyó a Cuba, los demás países mejoraron su marca en Polity IV a 18.0 de 20 puntos posibles. Gráfico 1 Niveles de la democracia en América Latina, 1975-1979 y 2003-2007 (Polity IV modificado-escala 0 a 20) 20 18 16 14 12 10 8 6 4 2 0 1975-1979 2003-2007 Fuente: Integrated Network for Societal Conflict Research Serie Polity IV, 1800-2007 (INSCR, 2008). El gráfico 1 revela que solamente dos países perdieron terreno en cuanto a su puntaje autocracia/democracia: Venezuela (-5) y Colombia (-1). Dos países no cambiaron: Costa Rica (se queda casi al tope en 20) y Cuba (siempre en el 3). Los que incrementaron más su paso a la democracia durante el lapso indicado fueron Uruguay (+17.6 puntos), Chile (16.4), Nicaragua (16.2), Paraguay y Perú (16.0). El primer caso de retroceso, el venezolano, es prácticamente autoexplicativo. El discurso y los cambios intentados en el sistema político de Actitudes y comportamiento LEGITIMIDAD, SOCIEDAD CIVIL Y EL APOYO A LA DEMOCRACIA 1 Rosa Aloisi Si las décadas de 1970 y 1980 estuvieron dominadas por la emergencia de nuevas fuerzas políticas que reemplazaron los regímenes autoritarios anteriores en muchas naciones latinoamericanas, para el final del siglo XX estos mismos países ya habían experimentado gobiernos democráticos electos y la creación de regímenes civiles. Más aún, en algunos el proceso de elecciones repetidas y de la transferencia pacífica de poderes se efectuaba de buena forma al principio del siglo XXI.2 Por lo tanto, los sistemas políticos latinoamericanos se están desarrollando y moviendo hacia formas más completas de medios democráticos de gobierno. Sin embargo, estudios recientes han apuntado que después de un periodo inicial de participación democrática entusiasta, los latinoamericanos se han alejado del compromiso democrático. Algunos informes acerca de los cambios de los votantes en Guatemala, Nicaragua, Costa Rica y Honduras han indicado una 1 Preparado para su presentación en el Symposium on the Prospects for Democracy in Latin America, abril 5 y 6, Universidad del Norte de Texas, Denton, Tx. 2 En este punto, Costa Rica representa el régimen democrático más antiguo de Latinoamérica; para el final de la guerra civil costarricense, en 1948, y la victoria de José Figueres, Costa Rica encabezaba el proceso de democratización sin precedentes. De acuerdo con Booth et al. (2006); Vanden y Prevost (2006), para las regiones de Latinoamérica, el proceso de democratización no fue tan tranquilo como en el caso de Costa Rica. A pesar de que Vanden y Prevost argumentan que ya en 1950 Venezuela, Colombia, Uruguay y Chile habían mostrado algún tipo de compromiso hacia la democracia y los medios democráticos del gobierno, la transición democrática actual para las otras naciones de la región se “llevó a cabo, literalmente, a punta de pistola”. En Politics of Latin America. The Power Game, Vanden y Prevost argumentan que la cultura política de Latinoamérica, definida como “aquellas actitudes que afectan la forma en que pensamos, nos comprometemos y evaluamos la política y los sucesos políticos” ha sido siempre caracterizada por un compromiso nominal hacia la práctica de la democracia, a pesar de haber sido mitigada por una profunda reverencia por la fuerza de regímenes autoritarios y su habilidad de gobernar con efectividad (2006: 175-177). Para ver un estudio sobre las transiciones hacia la democracia en América Central, véase Understanding Central America-Global Forces, Rebellion and Change (Booth et al., 2006). Para un análisis más amplio sobre el proceso de democratización en América Latina, véase Democracy in Latin America. Political Change in Comparative Perspective (Smith, 2005). 50 Rosa Aloisi tendencia negativa sobre la participación de los votantes. Investigadores (Booth et al., 2006) compararon encuestas en seis países latinoamericanos y reportaron un decremento en el cambio de los votantes. Más aún, estos autores han argumentado que los ciudadanos se comprometen en el activismo civil, en parte como un substituto de la participación ciudadana con el fin de perseguir sus intereses dentro de los canales de las instituciones políticas formales. Con base en estos resultados, muchos sostienen que los ciudadanos se alejan de la arena política, un patrón que podría, al final, minar los nuevos sistemas democráticos establecidos en Latinoamérica. La caída en los índices de participación es sintomática de un decremento en las normas de legitimidad que podrían crear problemas para la estabilidad de las democracias electas. Sin embargo, en un estudio realizado en Costa Rica, los investigadores Booth y Seligson (2005) han encontrado que las relaciones entre la legitimidad y la democracia no es tan directa; uno no puede realmente ligar los niveles de legitimidad en descenso con el colapso de los gobiernos democráticos. Basándose en los resultados mencionados, trataré de contestar algunas preguntas: ¿cuál es el efecto de los valores de legitimidad sobre el compromiso de los ciudadanos con la sociedad civil y el comportamiento político? En particular, ¿es la presencia de una sociedad civil un indicador del distanciamiento de los ciudadanos de compromiso político institucional, o puede la sociedad civil en última instancia ayudar al sistema a sostener los modos democráticos de gobierno? La alarmante conclusión a la que se llegó en parte de la literatura es principalmente al hecho de que la atención de los estudiosos ha estado enfocada a la consolidación de los gobiernos democráticos. Poca, o ninguna, atención se ha prestado a la forma en que los ciudadanos se relacionan con la política. Confiando en los índices del cambio de votantes y en la relación de los LEGITIMIDAD, SOCIEDAD CIVIL Y EL APOYO A LA DEMOCRACIA ciudadanos con las instituciones fuera de la arena política convencional, muchos han llegado a la conclusión de que las democracias latinoamericanas están en riesgo debido a la falta de apoyo de los ciudadanos. El argumento que propongo es que la conclusión a la que se llegó tiene dos defectos: por un lado, pareciera que la literatura ha reducido la democracia a “consultas” o “encuestas”, pasando por alto el hecho de que la democracia es algo más que elecciones libres y justas. De hecho, la esencia de la democracia descansa en la participación de los ciudadanos en la política, y la participación incluye varias formas de compromiso ciudadano. Por otro lado, los estudios no toman en cuenta que la participación no es un fenómeno unidimensional. Los ciudadanos pueden y participan de varias formas contribuyendo a la creación de algunas características de los sistemas democráticos, su cualidad y su profundidad. Así que, mientras que la literatura previa (Diamond et al., 1999) define la legitimidad política como “una condición central para la consolidación” y ha propuesto que la poca legitimidad puede representar un gran riesgo para la estabilidad de las democracias, considero, apoyándome en los resultados de un estudio realizado en Costa Rica (Booth y Seligson, 2005), que la legitimidad no está necesariamente ligada a la caída de los regímenes democráticos, pero ayuda a dar forma a aspectos particulares de la participación política. Un argumento adicional en contra de la alarmista forma de ver la democracia como si estuviese en riesgo es el gran desarrollo de la sociedad civil de Latinoamérica. Los investigadores que se enfocan en la consolidación democrática han observado el fenómeno del desarrollo de la sociedad civil en Latinoamérica como un colaborador para alcanzarla (Diamond et al., 1992; Putnam, 1993; Blaney y Pasha, 1993; Avritzer, 1997; Lynch, 1997; Olvera, 1997; Peruzzotti, 1997; Putnam, 1995). Desde este punto de vista, la sociedad civil indica la presencia de una ciudadanía capaz de organizarse independiente al 51 EL DESARROLLO DESIGUAL DE LA DEMOCRACIA EN GUATEMALA Y EL SALVADOR Dinorah Azpuru Introducción El brutal asesinato de tres parlamentarios centroamericanos a manos de policías guatemaltecos, en febrero de 2007, y la muerte de éstos una semana después, en una prisión de alta seguridad en Guatemala, fueron noticia alrededor del mundo (Roig-Franzia, 2007; Tobar y Kraul, 2007). Entre las tensiones creadas por estos hechos, surgieron acusaciones mutuas del grado de penetración del narcotráfico y el crimen organizado en Guatemala y El Salvador. En palabras del Procurador de Derechos Humanos de este último, “El mensaje es claro, no sólo para el gobierno de Guatemala, sino también para el de El Salvador: ‘Mataremos a quien queramos, somos más poderosos que el mismo estado’” (Tobar y Kraul, 2007). Dichos crímenes son muestra clara de las dificultades que enfrentan estos países. Al evaluar el estado de la democracia en ambos, no puede dejarse de lado el contexto de violencia existente. La delincuencia común, la relacionada con maras juveniles y la vinculada al crimen organizado parecen haberse apoderado de estas dos sociedades. En encuestas nacionales realizadas en 2008, el 46% de los guatemaltecos y el 35% de los salvadoreños consideraban que la violencia (y los temas relacionados) era el problema más serio que enfrentaba su país, a pesar de que desempleo o problemas sociales, como la pobreza, son enormes.1 Pese a ello, cuando se recuerda la situación prevaleciente en estos países, apenas hace 15 años, es evidente que ha habido cambios en el ambiente político. Ambos países tienen ahora gobiernos civiles libremente electos y una estructura constitucional que ha sobrevivido por más de dos décadas; el poder 1 Datos del Barómetro de las Américas, 2008. Las encuestas son parte de un proyecto más amplio que incluye 23 países de América. Más información puede encontrarse en www.lapopsurveys.org. 86 Dinorah Azpuru de los militares ha disminuido gradualmente a lo largo de los años; los temas considerados tabú y que no podían ser discutidos públicamente sin arriesgarse a perder la vida ahora son discutidos abiertamente en los medios de comunicación y en eventos públicos; ya no ocurren las masacres y los asesinatos políticos diarios; los movimientos armados en ambos países se han convertido en partidos políticos y compiten, sin restricciones, en las elecciones; los grupos de la sociedad civil se han multiplicado. En el caso guatemalteco, la participación de Rigoberta Menchú, una mujer indígena, como una de las principales candidatas en las elecciones de 2007, es otra muestra de cuánto han cambiado las cosas. En ambos países, la democracia se ha desarrollado desigual desde la apertura democrática a mediados de los años 80 y desde la firma de los acuerdos de paz en los 90. En términos de los estándares aceptados comúnmente para calificarlas como una democracia política, ambas naciones han tenido avances significativos en relación con su propio pasado, pero los desafíos y las dificultades a superar, como la penetración del crimen organizado en las estructuras estatales parecen, a veces, insuperables. En este capítulo se presenta una perspectiva acerca del estado actual de la democracia en El Salvador y Guatemala utilizando indicadores cuantitativos. Uno de los objetivos de este ejercicio es tratar de ubicar las áreas en que ha existido progreso y aquellas donde aún hay dificultades o han surgido nuevos desafíos. Evaluando la democracia en América Central: la perspectiva externa Una forma de evaluar los avances de Guatemala y El Salvador en sus procesos de democratización es conocer su posición en términos de los indicadores cuantitativos globales y regionales utilizados para medir la democracia. En relación con los indicadores globales, los más utilizados son los índices Freedom House (FHI), el Polity IV y el de Vanhanen Index (VID). Los dos últimos se enfocan EL DESARROLLO DESIGUAL DE LA DEMOCRACIA EN GUATEMALA Y EL SALVADOR a los aspectos institucionales de la democracia, mientras que Freedom House toma en cuenta una combinación de derechos políticos y libertades civiles. En años recientes han surgido dos nuevas medidas globales, el Índice de Democracia de la revista The Economist (EDI) y el Índice de Estados Fallidos (FSI). El EDI incluye aspectos institucionales y de libertades civiles, pero también toma en cuenta indicadores relacionados con la participación política, el funcionamiento del gobierno y la cultura política. El FSI es distinto: es una medida adecuada para analizar escenarios posconflicto; combina indicadores económicos, sociales y políticos. En Guatemala y El Salvador, los resultados de los indicadores señalados se muestran en la tabla 1. Se incluye a Costa Rica como un parámetro de medición para la región centroamericana. En el anexo se especifican las escalas de medición utilizadas en todos estos indicadores. Tabla 1 Indicadores agregados de democracia para Guatemala y El Salvador Indicadores globales Indicadores regionales FHI Polity IV VID (3) EDI (4)** FSI (5)** UNDP IDD(1) (2) IDE (6) LAT(7)** Año 2008 2004 2002 2008 2008 2004 2008 Guatemala 3.5 8 6.1 6.07 (79) 80.6 (66) 1.0 3.44 (15) El Salvador 2.5 7 10.7 6.40 (67) 75.5 (91) 1.0 4.18 (11) Costa Rica 1.0 10 15.4 8.04 (27) 50.9 (140) 1.0 10.0 (1) ** Estos índices también producen un ranking de los países, de conformidad con su puntaje. El ranking obtenido por cada país está en paréntesis, debajo del puntaje para cada índice. Fuentes: (1) Índice de Freedom House: Freedom in the World 2008 (www.freedomhouse.org). (2) Índice Polity IV: base de datos Polity IV. (3) Índice de democracia de Vanhanen: base de datos del proyecto Impact of USAID on Democracy (www.lapopsurveys.org) y website del Índice de Vanhanen. (4) Índice de democracia de The Economist: resultados disponibles en The Economist Intelligence Unit’s Index of Democracy 2008. (5) Índice de Estados Fallidos: Failed States Index 2008 (www.fundforpeace.org). (6) Índice de democracia electoral: Resultados disponibles en el informe “La democracia en América Latina”, publicado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), 2004. (7) Índice de Desarrollo Democrático de América Latina: KAS-Poliat Website. La tabla 1 señala que Costa Rica obtiene mejores resultados, ya que este país aparece consistentemente en todos los indicadores como uno de los tres 87 88 Dinorah Azpuru más democráticos del continente. En casi todos los indicadores globales El Salvador obtiene mejores resultados que Guatemala, con excepción de Polity IV. Vale la pena ahondar en el indicador utilizado más frecuentemente, Freedom House. Aunque ambos países son considerados como democracias electorales según este índice, El Salvador aparece como un país libre con un índice combinado de 2.5, mientras Guatemala, con un índice de 3.5, en 2008, es señalado como país parcialmente libre. De hecho, El Salvador pasó a esa categoría desde 1997, mientras Guatemala nunca ha salido de esa posición. Los resultados longitudinales se pueden observar en el gráfico 1. Gráfico 1 Índice de Freedom House Guatemala y El Salvador: 1990-2008 Fuente: elaborado por autora con base en información de Freedom House. Este índice tiene una escala invertida de 1-7, en la cual 1 es el mejor puntaje posible. Dado que ambos países enfrentan problemas de gobernabilidad como sociedades posconflicto, puede ser revelador analizar con más detalle los DESCIFRANDO EL CAPITAL SOCIAL EN LAS DEMOCRACIAS DE AMÉRICA LATINA John A. Booth Patricia Bayer Richard La sociedad civil y el capital social han tomado el escenario principal en la investigación sobre ciencias sociales durante la década de los 90. En particular, Robert Putnam (1993, 1995, 2000) estimuló el interés de estas ideas, tanto en los investigadores1 como en los medios de comunicación. Putnam argumenta que la sociedad civil o la participación en organizaciones, crean un capital social que ayuda a desarrollar y a mantener la democracia. Como Rotberg (2001: 1) argumenta: “Las sociedades trabajan mejor, y siempre lo han hecho, cuando los ciudadanos confían en sus vecinos, cuando trabajan en conjunto con fines comunes y, por lo tanto, comparten una cultura civil. Más aún, Gibson (2001: 51) encuentra el consenso de que “la sociedad civil parece ser una condición esencial para lograr una democratización exitosa”. Tales afirmaciones nos llevan a preguntarnos cómo afectan el capital social y la sociedad civil el desarrollo de América Latina y las relativamente nuevas democracias. ¿El compromiso social contribuye a la consolidación de la democracia en la región?, ¿podría el capital social y su componente, la sociedad civil, contribuir a que los ciudadanos se acostumbren a las instituciones, prácticas y actitudes democráticas; en otras palabras, el afianzamiento de la democracia en la cultura y comportamiento político nacional? (Rustow, 1970; 1 Vease, por ejemplo Booth y Richard (1998a, 1998b), Cox et al. (1998), Eastis (1998), Edwards y Foley (1996, 1997, 1998), Field (2003), Fine y Rai (1997), Fiorina (1999), Foley (1996), Foley y Edwards (1997, 1998), Gibson (2001), Grew (2001), Inglehart (1997), Kaase (1999), Knack (2002), Lin (2001), Muller y Seligson (1994), Paxton (1999), Portes (1998), Richard y Booth (2000), Rosenband (2001), Mishler y Rose (1999) Rotberg (2001a, 2001b), Skocpol y Fiorina (1999a, 1999b), Stolle y Rochon (1998), Tarrow (1996), Varshney (2001), Warr (1999) y Wuthnow (1999). 118 John A. Booth Patricia Bayer Richard Diamond, 1999). Si el capital social contribuye al desarrollo y supervivencia de la democracia, debería ser de gran importancia para las democracias recién formadas. Se ha realizado una importante cantidad de investigación empírica sobre el capital social (Brehm y Rahn, 1997; Inglehart, 1997: 203-205; Putnam, 1993, 2000; Knack, 2002) en democracias establecidas (Estados Unidos de Norteamérica y en países de Europa occidental), a pesar de que algunas nuevas, o que vuelven a emerger (Europa oriental, Rusia y algunos países que acaban de independizarse, que alguna vez fueron parte de la Unión Soviética, e.g. Gibson, 2001; Mishler y Rose, 1997; Rose et al., 1998) han sido objeto de algunos estudios. Los investigadores han prestado más atención al capital social en Latinoamérica, y los estudios realizados han examinado con asiduidad el nivel macropolítico de los movimientos sociales y la resistencia a los gobiernos represivos, en lugar de examinar el nivel individual o micropolítico (e.g., Alvarez et al., 1998; Foley, 1996; Foley y Edwards, 1996). Comenzamos explorando cómo el capital social de micro-nivel (la participación en la sociedad civil y las redes comunitarias) puede tener alguna importancia para los prospectos de democracia en América Latina. Discusión Los argumentos recientes acerca de la sociedad civil y el capital social, a pesar de haber sido influencia, también han hecho que se planteen algunas preguntas importantes. Por ejemplo, Field (2003), Lin (2001), Skocpol y Fiorina (1999b) y McLean et al. (2002) han encontrado que la literatura sobre capital social está teoréticamente hecha un lío, y poco clara en cuanto a qué lo constituye. Otros encuentran un punto de vista excesivamente optimista acerca de la participación DESCIFRANDO EL CAPITAL SOCIAL EN LAS DEMOCRACIAS DE AMÉRICA LATINA de los ciudadanos en las organizaciones.2 Los críticos afirman que la teoría del capital social no deja claro si la confianza social es una de sus formas o es un producto resultante de ella. Finalmente, algunos argumentan que la teoría no considera si el capital social puede ser un producto de factores institucionales o contextuales de macro-nivel, en lugar de ser un factor principal que determina la forma de las instituciones. Tomando en cuenta todas estas afirmaciones, se sugiere que la literatura relacionada con el capital social presenta más un conjunto de conceptos que un modelo claramente especificado. Hemos revisado este problema y sugerimos que una conceptualización del modelo del capital social construido alrededor de la idea del capital social, el cual creemos que proporciona una relación importante entre el capital social como usualmente se conceptualiza en el sistema político. Pusimos a prueba nuestro modelo utilizando una serie de datos de opinión pública de ocho países latinoamericanos. El capital social. Pierre Bourdieu, el fundador de la teoría del capital social, definió el fenómeno como un capital de relaciones sociales: “el conjunto de recursos actuales o potenciales que están relacionados a la posesión de una red perdurable de relaciones más o menos institucionalizadas de reconocimiento mutuo” (Bourdieu, 1985: 248). Argumenta que a través de la participación organizacional y otras redes de contacto humano, el capital social (diferenciado del humano, del cultural o del financiero) podría beneficiar a los individuos y a los sistemas sociales al facilitar la cooperación. Basándose en Bourdieu, James S. Coleman lo define como “el conjunto de recursos inherente a las relaciones familiares y a las organizaciones sociales comunitarias” (1994: 300), y como “las normas, las redes sociales, y las relaciones” (1990: 334) que “facilitan ciertas 2 Para ver críticas del optimismo generalizado acerca de la sociedad civil en esta propuesta, basado especialmente en las raíces de la teoría de la sociedad civil en de Tocqueville y otros, véase Cohen y Arato (1992), Foley y Edwards (1997), y Fine (1997). 119 ¿REPRESENTATIVA O PARTICIPATIVA? PUNTOS DE VISTA SOBRE LA DEMOCRACIA EN VENEZUELA Damarys Canache Cuando Hugo Chávez ganó las elecciones presidenciales en 1998, pocos imaginaron el grado de transformación que él y su movimiento político llevarían a Venezuela. Una vez en el poder, Chávez lanzó un ambicioso proyecto político: la Revolución Bolivariana, que incluía la re-fundación de la República. Uno de los cambios fundamentales del programa tiene relación con la forma en que la “democracia” es conceptualizada y, por lo tanto, impugnada. Un debate público acerca de los principios, sustancia e instituciones de la democracia venezolana comenzó poco después que Chávez subió al poder, pero este debate ha tomado el escenario principal y creado conflictos entre los actores sociales y políticos, viejos y nuevos. Durante su campaña presidencial, en 1998, Hugo Chávez ganó el apoyo de amplios sectores de la sociedad venezolana al atacar abiertamente algunos principios e instituciones representativos de la democracia. Habló acerca de olvidarse del pasado y vencer la noción de la democracia representativa —un sistema que él asocia con los intereses de los sectores más pudientes—. Como modelo alternativo, Chávez propuso una nueva noción: democracia protagonista y participativa. Como resultado de esta victoria electoral, Chávez convocó a una Asamblea Constitucional para crear una nueva constitución. El preámbulo de ésta, aprobado por la mayoría de los venezolanos, en 1999, define a la República Bolivariana de Venezuela como una “sociedad democrática, participativa y protagonista”. Esta noción de democracia poco toca la idea de que el gobierno 160 Damarys Canache de una sociedad y las instituciones políticas deberían construirse con base en la participación popular directa en asuntos públicos. Por lo tanto, en contraste con el principio de representación predominante en las democracias liberales contemporáneas, la idea de la democracia participativa concibe la intervención ciudadana directa y el compromiso en la política pública como un elemento esencial de la cualidad democrática de una política. La trayectoria radical del presidente Chávez ha llevado a muchos investigadores y observadores de las políticas venezolanas a cuestionar la naturaleza democrática de este régimen. Para algunos, Hugo Chávez y su Revolución Bolivariana han afectado seriamente la democracia en su país. Desde esta perspectiva, Chávez ha mostrado una indiferencia considerable por el estado de derecho, ha debilitado las instituciones políticas y ha agudizado la polarización política y social. Ha sido capaz de lograr un control partidario total de las instituciones gubernamentales clave (i.e. la Asamblea Nacional, las Cortes, la Comisión Nacional Electoral, la oficina del Ministro de Justicia, la Contraloría General de la República, la oficina del Defensor), minando su autonomía e independencia. Más aún, Ha dirigido el control de ingresos, egresos e inversión del crudo a través de la acción partidaria de la compañía estatal de crudo PDVSA (Petróleos de Venezuela, S.A.), un hecho que le permite diseñar e implementar políticas populistas y programas que funcionan como mecanismos centrales de distribución de los recursos naturales entre los pobres —sujeto y objeto de su Revolución Bolivariana—. Es decir, el sistema político actual podría caracterizarse mejor como populismo y el estilo de gobernar crecientemente personalista y autoritario de Hugo Chávez. Para otros, Chávez y su Revolución Bolivariana están ahí, antes que nada, para dar poder a los pobres. En una nación como Venezuela, plagada de pobreza ¿REPRESENTATIVA O PARTICIPATIVA? PUNTOS DE VISTA SOBRE LA DEMOCRACIA EN VENEZUELA y desigualdad social, la perspectiva radical de Chávez, enfocada a la redistribución de la pobreza y otros aspectos de la política pública es crucial y justificable, tomando en cuenta la arraigada disparidad de la sociedad venezolana. Por lo tanto, Chávez y su proyecto político afectan un proceso de transformación mayor en Venezuela, que incluye una mayor inclusión social en la democracia. Este capítulo considera cómo la idea de la democracia, representada por Chávez y su proyecto político, enmarca la interpretación de la democracia en Venezuela, y se pregunta si después de una década de que Chávez esté en el poder, los venezolanos están a favor de una democracia participativa en lugar de representativa. Primero, este capítulo revisa las características políticoinstitucionales y los desarrollos políticos subyacentes a la creación y desaparición de la democracia representativa, y después, la transición hacia la República Bolivariana. Segundo, muestra los marcos ideológicos y políticos de la noción de la democracia participativa y protagonista incluida en la Constitución Venezolana, y discute los esfuerzos del ‘chavismo’ para cristalizar esta idea. Finalmente, el capítulo ve más allá de la descripción de la batalla socio-política alrededor de la idea de la democracia en Venezuela y examina información de la opinión pública acerca de cómo concibe la población general la democracia. El ascenso y caída de la democracia representativa en Venezuela El final del mandato de Marcos Pérez Jiménez, en 1958, marcó el principio de una era de gobierno democrático duradero y relativamente estable en Venezuela. Hasta ese momento, el país había tenido una experiencia turbulenta con las políticas democráticas;1 esta falta de experiencia hizo que la transición 1 El “trieno” (1945-1948) representa la primera, aunque corta, experiencia democrática de Venezuela. 161 CULTURA POLÍTICA MEXICA CULTURA POLÍTICA MEXICANA: AVANCES Y CONTINUIDAD Leticia Heras G. Introducción La cultura política ha sido una preocupación para los investigadores, para los gobiernos y para el público en general. El intenso debate sobre el significado de la cultura política, o de lo que ésta significa para la gente, continúa después de casi cinco décadas. El propósito de este ensayo es describir los diferentes intentos teóricos que han tratado de explicar la cultura política mexicana, así como examinar los valores y actitudes que los mexicanos tienen hoy hacia la democracia, incluyendo los cambios recientes y los principios duraderos. Buscamos los prospectos para la consolidación de la democracia, tomando en cuenta que los valores democráticos tales como la tolerancia y el apoyo a las instituciones todavía no echan raíces en el imaginario mexicano ni en sus prácticas, como lo muestran estudios realizados sobre la opinión pública en la última década. Este ensayo está dividido en dos partes: la primera es una breve reseña de los estudios que se han realizado sobre la cultura política mexicana, desde la propuesta de Almond, realizada 1963, hasta el estudio realizado por Moreno, Buendía y Seligson, en 2004. La segunda parte es un acercamiento a los valores mexicanos en la última década. De “La Cultura Cívica” a “La Cultura Política de la democracia en México” Existen varios estudios que han tratado de explicar la cultura política de los mexicanos. Para este trabajo, sin embargo, he seleccionado los trabajos más destacados y aquellos que han tenido más influencia. El primero es el capítulo que Almond y Verba (1963) escribieron acerca de México. Este estudio ha sido analizado a profundidad, por lo tanto no creo necesario hacer hincapié en el 186 Leticia Heras G. tema. Sin embargo, es importante no olvidar que éste fue el primero que logró captar la imagen de las actitudes y valores de los mexicanos hacia el sistema político. No ha habido ningún otro cuyo objetivo haya sido ese, y pasaron varios años para que los estudiosos desarrollaran el campo. Algunas de estas personas fueron John Booth y Michael Seligson con el artículo titulado “The Political Culture of Authoritarianism in Mexico: a reexamination” (1984), donde tratan de explorar la naturaleza de la cultura política mexicana en un sistema político plenamente autoritario, y cómo este sistema afecta actitudes y valores de acción de los ciudadanos. Otro trabajo sobresaliente en los años 80 fue “la cultura política del sistema autoritario”, escrito por Victor Durand Ponte. En éste se examinaron las particularidades de la cultura política mexicana y se propuso una pregunta diferente: “¿son los mexicanos políticamente autoritarios?” (Booth y Seligson, 1984: 108). En los 90 salió a la luz otra oleada de estudios sobre el tema. Podríamos llamarles los intentos sociológicos para examinar la cultura política de los mexicanos. Aquí podremos encontrar algunos trabajos de la Revista Mexicana de Sociología, donde el debate no se centraba en las actitudes y valores de los mexicanos, sino en cómo el partido dominante determinaba el comportamiento político mexicano. Esto era considerado como la cultura política oficial por la élite y los ciudadanos comunes y corrientes (Castaños, 1997; Bizberg, 1997). Esta tendencia tuvo pocas consecuencias para la investigación debido a que había una tensión permanente entre los puntos de vista políticos y sociológicos acerca del comportamiento político. Mientras que los sociólogos insistían en la cultura política dominante, los científicos políticos trataban de desarrollar una nueva tendencia de la investigación, tomando en cuenta la utilización de información agregada para explicar las actitudes y valores. CULTURA POLÍTICA MEXICANA: AVANCES Y CONTINUIDAD También en la década de los 90 inició una serie de estudios basados en la Encuesta Mundial de Valores, realizada por Ronald Inglehart, de la Universidad de Michigan. La encuesta dio un gran impulso a los investigadores para estudiar la cultura política en México, como Moreno afirmó: “Estos trabajos reabrieron la agenda de investigación sobre los valores mexicanos” (Moreno et al., 2004: 5). Desde ese entonces se han realizado investigaciones muy importantes que incluyen una nueva perspectiva de la cultura política, dejando atrás las debilidades de la teoría de la modernización y que desarrollan un intento por estudiar los valores y actitudes en sí, y lo que es aún más importante, la conexión entre los valores y la democracia. En la tabla 1 se muestran algunos de los estudios más relevantes, la información incluye el tipo de muestra y otras características de cada estudio. Puede decirse que el enfoque cuantitativo de la cultura política es un tema de investigación recurrente en México.1 Es importante reconocer que todos éstos han desarrollado una consistencia notable, en cuanto a medición. México es un ejemplo del fallo de la teoría de la modernización para explicar la conexión entre la participación política de las masas (una de las características principales de la democracia), y el desarrollo económico. El ingreso de los mexicanos no ha cambiado en los últimos 25 años, pero sí su comportamiento electoral y acciones cívicas. En el nuevo siglo son más tradicionales y menos laicos. Apreciaron la libertad (de todo tipo), pero son 1 En 1997 se publicó “Citizens of the Pyramid, essays on Mexican Political Culture”, escrito por un grupo de investigadores cuyo objetivo era buscar más respuestas a la pregunta sobre cómo entender el comportamiento político en el contexto mexicano. Es un libro muy útil debido a que incluye diferentes temas, como los movimientos populares (Foweraker, J.), estudios regionales, como la cultura de la frontera norte de México (Azis y Guillen), incluso perspectivas históricas como la contribución de Alan Knight. Sin embargo, no es parte de la cosecha más productiva en cuanto a estudios cuantitativos se refiere (Pansters, 1997). 187 188 Leticia Heras G. nacionalistas y más católicos (Inglehart et al., 2004). Ninguna de estas direcciones fue prevista por la teoría de la modernización. El enfoque de valores culturales de Moreno e Inglehart puede ser utilizado como marco para observar los cambios y las continuidades dentro de una política cultural mexicana particular. Pero existe aún otro estudio titulado “The Political Culture of Democracy” por Alejandro Moreno, Jorge Buendía y Mitchell A. Seligson, que combina la noción de la cultura política con los valores democráticos. Aparte de la interpretación y explicación acerca de las principales características de la cultura política en México actual y cómo ésta se relaciona con los valores democráticos, su importancia radica en el conjunto de datos utilizados para poder analizar la cultura política mexicana. Moreno et al. (2005) utilizaron el Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP), realizado por la Universidad de Vanderbilt, enfocado a medir los puntos de cultura política, así que es el conjunto de datos más relevante para realizar investigaciones sobre este tema. Asimismo, la muestra, el porcentaje de error y la metodología en general, pueden ser descritos como los más precisos en el campo para Latinoamérica, esto comparado con el Latinbarómetro o Freedom House, o incluso con el Proyecto PNUD. Por lo menos para México, se puede confirmar la precisión de las preguntas y la validez de los componentes del instrumento. CULTURA POLÍTICA MEXICANA: AVANCES Y CONTINUIDAD Autor / características de la encuesta Título E. Alducin Tabla 1 Medición de la cultura política mexicana (1991-2005) R. Inglehart 189 Political Culture A. Moreno, J. Buendía, A. Moreno National Survey M. Seligson (ENCUP) “Los valores de los World Values Political Culture “The Political Culture “Nuestros valores” National Survey of Democracy in mexicanos, entre la Survey Mexico, 2004” tradición y la (Capítulo México) Modernidad” Tomos I, II Año(s) de 1986, 1991 1981, 1990, 1997, 2001, 2003 2004 2005 publicación 2000 Tipo de muestra Encuesta nacional Muestreo multi- Encuesta nacional en Encuesta nacional Encuesta nacional etapas 32 estados y 600 basada en los puntos basada en los puntos 18 ciudades en 4 poblaciones de las encuestas de las encuestas regiones: norte, electorales en 8 electorales en 32 suroeste, oeste y el Muestra multi-etapas regiones del país. estados, 126 centro del país. de probabilidad municipalidades y 10 Encuesta del Proyecto delegaciones del D.F. Muestra de cuotas Conglomerados de opinión Pública de estratificadas probabilísticos Latín América (LAPOP) Muestra multi-etapas estratificados de probabilidad Muestra multi-etapas de probabilidad Número de 3750 1981-1837, 1990- 2001-4183, 2003-4580 1556 2380 participantes 1531, 1997-1511, 2000-1535 % error 5 +/- 1.7 +/- 2.5 +/- 2 % confianza 95 90 95 Varios Fuentes: Los valores de los mexicanos, entre la tradición y la modernidad (Alducin, 1986), Los valores de los mexicanos, México en tiempos de cambio (Alducin, 1991), Ciudadanos y cultura de la democracia en México (Flores y Mayenberg, 2000), Culture Shift in Advanced Industrial Society (Inglehart, 1990), Modernization and Postmodernization: Cultural, Economic and Political Change in 43 Societies (Inglehart, 1997), Human Beliefs and values: A Cross-Cultural Sourcebook Based on the 1999-2000 Values Surveys (Basañez et al., 2004), The Political Culture of democracy in Mexico, Vanderbilt University (Moreno et al., 2004), Encuesta nacional de cultura política (SEGOB, 2001; 2003). EL RESURGIMIENTO DEL POPULISMO Y LA IZQUIERDA: ¿RETOS A LA CONSOLIDACIÓN DEMOCRÁTICA?∗ Mitchell A. Seligson Hay un giro a la izquierda en América Latina, y se denotan claramente las reacciones a las tendencias que predominaron durante los últimos quince años: reformas de libre-mercado, acuerdos con los Estados Unidos en una cantidad de temas, y la consolidación de la democracia representativa. Jorge Castañeda, “Latin America’s Left Turn” ¿Cómo debemos interpretar el crecimiento de la izquierda y la resurrección del populismo? ¿Será que estas tendencias no reflejan más que un cambio de “humor”, o serán un mar de modificaciones que pueden ultimadamente representar una amenaza a la estabilidad democrática? Este trabajo busca responder a las siguientes preguntas. Primero: ¿serán predominantes las simpatías políticas izquierdistas en la región, y existirá evidencia de un giro a la izquierda entre la población? Segundo: ¿será que los latinoamericanos apoyan al populismo como un estilo de gobierno que se desharía de las instituciones representativas y judiciales y la concentración de poder directamente en las manos del jefe ejecutivo? Tercero: ¿será que los que apoyan una posición izquierdista y/o populista están menos a favor de la democracia y más a favor de un sistema alternativo? (McDonell, 2007). En América Latina es incuestionable el acrecentamiento de la izquierda, al ver a Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, Guyana, Perú, Uruguay y Venezuela bajo el mando de presidentes con diversos grados y formas de esta ideología, mientras que más al norte, en México, un candidato izquierdista ha ∗ Seligson, Mitchell A. The Democracy Barometers: The Rise of Populism and the Left in Latin America. Journal of Democracy 18.3 (2007), 81-95. (c) 2007 National Endowment for Democracy and the Johns Hopkins University Press. All rights reserved. Reprinted with permission of The JohnsHopkins University Press. 204 Mitchell A. Seligson sido derrotado con el margen más estrecho en las elecciones de 2006. Y claro está que no se debe perder de vista a Cuba, la única dictadura que perdura en la región, todavía firmemente en manos del socialismo, a pesar de la enfermedad extendida y grave de Fidel Castro. El retorno del populismo está menos difundido, y este tipo de candidato no siempre sale victorioso; el teniente coronel Ollanta Humala, quien otrora planeó golpes de estado, ganó una mayoría de votos en primera vuelta durante las elecciones peruanas de 2006, sin embargo fue derrotado en la recta final. El venezolano Hugo Chávez, también ex-instigador de golpes de estado, actualmente ha resultado electo presidente dos veces por grandes mayorías y se ha vuelto el izquierdista-populista por excelencia de la región. Las más recientes llegadas de la izquierda populista son Evo Morales de Bolivia, quien asumió la presidencia en 2006, y el ecuatoriano Rafael Correa quien inició su presidencia a principios del 2007. En Paraguay, la hegemonía de décadas del Partido Colorado está siendo retada por el ex-arzobispo católico monseñor Fernando Lugo, quien se adhiere a una mezcla de retórica izquierdista y populista. Éstos son cambios verdaderamente notables en la región. Aunque los izquierdistas ciertamente tuvieron poder en el pasado, nunca antes hubo en América Latina tantos países gobernados por presidentes de esta corriente, aunque la diferenciación de ideología izquierdista es grande, desde los presidentes Lula de Brasil y Bachellet en Chile, quienes apoyan el libre comercio y vínculos estrechos con los Estados Unidos, hasta Chávez, en Venezuela, que se adhiere abiertamente a doctrinas socialistas, anti-capitalistas y anti-Estados Unidos. Los gobiernos populistas también están en alza. Inicialmente los populistas surgieron en Brasil en los años de 1930 con el gobierno de Getúlio Vargas y en Argentina, en 1940, con el gobierno de Juan Domingo Perón. Otras figuras claves del populismo son Lázaro Cárdenas (México), Jorge Gaitán EL RESURGIMIENTO DEL POPULISMO Y LA IZQUIERDA: ¿RETOS A LA CONSOLIDACIÓN DEMOCRÁTICA (Colombia) y José María Velasco Ibarra (Ecuador). Aunque el tipo de populismo al que se adherían Vargas y Perón estaba enraizado en la derecha, tomando inspiración de Mussolini y el fascismo europeo, también hubo líderes populistas de izquierda tal como la dictadura militar de Juan Velasco Alvarado en Perú, de 1968 a 1975. A veces el término “populismo” se interpreta erróneamente como meramente líderes carismáticos de gran personalidad quienes apelan a una base que traspasa las clases (Taggart, 2000). La característica unificadora de los gobiernos populistas no es su orientación izquierdista ni derechista. Más bien es una creencia fundamental de que las instituciones de la democracia liberal clásica, especialmente la legislatura y las cortes, son anacrónicas, ineficientes e inconsistentes con la propia interpretación de la “voluntad del pueblo”.1 Por su lado, los líderes populistas proponen que es mejor “escuchar al pueblo” y realizar su voluntad personalmente, a la vez que aíslan a los “reaccionarios” y generalmente atropellan las garantías fundamentales democráticas como las libertades civiles, especialmente, la libre expresión y el derecho al juicio imparcial.2 Anticipando los resultados de la investigación que se presentan en este trabajo, se ha encontrado clara evidencia de que los izquierdistas no predominan en la región, a la vez que se ha dado, en el corto plazo, un notable giro a la izquierda, que los partidos en países claves se identifican claramente por su ideología, y que los que están en la izquierda son más propensos a cuestionar la legitimidad del sistema político y es menos probable que vean la democracia como la mejor manera de gobierno. Las medidas populistas que marcadamente alterarían el balance de poderes a favor del ejecutivo, gozan del 1 En este respecto, Weyland (2001: 14) definía de la mejor manera el populismo: “una estrategia política en la que un líder de fuerte personalidad busca o ejerce el poder gubernamental con base en el apoyo directo, inmediato y desinstitucionalizado de grandes números de seguidores mayormente desorganizados. Esta relación directa, semi-personal sobrepasa las organizaciones intermediarias o las desinstitucionaliza y las subordina a la voluntad personal del líder”. 2 Entre las obras clásicas que exploran los elementos de la tradición populista están Conniff (1999) y Malloy (1977). En cuanto a una cosecha moderna, léase a Roberts (publicación en edición). 205 206 Mitchell A. Seligson apoyo de la mayoría de personas que respondieron en la región; tales simpatías se encuentran más comúnmente entre quienes tienen menos educación, los pobres y los jóvenes. Las implicaciones de estos hallazgos se discuten a continuación. Para responder a estas preguntas, se extraen insumos de las creencias y actitudes de los ciudadanos latinoamericanos de toda la región, y la manera en que han cambiado a través del tiempo; se examinan las relaciones de ideología, populismo y otras características, como el partidismo y la clase social, para descubrir la evidencia que pudiera haber para confirmar la inquietud en cuanto a que si los países de América Latina estarían retrocediendo en su creencias democráticas. Nuestra capacidad para entrar en contacto con las opiniones de ciudadanos a nivel mundial se ha incrementado bastante con la reciente expansión de las encuestas transnacionales. La “Encuesta de Valores a Nivel Mundial” (World Values Survey) es preeminente entre éstas (Inglehart et al., 2004). Desafortunadamente, fuera de las naciones industriales avanzadas, la cobertura regional es más inconsistente y en América Latina es muy limitada. Sin embargo, esta brecha puede cubrirse con las encuestas regionales, que han crecido en el mundo en desarrollo, muchas de las cuales toman su nombre del Eurobarómetro, el abuelo de este género, aunque no se puede asumir automáticamente que los datos se presentan uniformemente con alta calidad, dado que, en materia del diseño de las muestras y la ejecución, han sido problemáticas (Seligson, 2005b; 2005a).3 Los mejores son los que involucraron un consorcio de instituciones académicas y de investigación unidas por un diseño único estándar de muestreo y cuestionario. El Asian Barometer y el Afro Barometer, por ejemplo, se han convertido en el “estándar de oro” para estas 3 Algunas encuestas regionales presentan mezclas de muestras nacionales y urbanas, mientras que otras se limitan al lenguaje oficialista nacional, excluyendo a minorías lingüísticas significativas; ya que la variación intra-nacional de variables de opinión y comportamiento son, a menudo, más amplias que las variaciones internacionales, las comparaciones directas de muestras provenientes de una cobertura marcadamente variada puede llevar a conclusiones gravemente erróneas. Instituciones y Procesos DESIGUALDAD, ÉLITES Y DEMOCRATIZACIÓN LATINOAMERICANA Mehmet Gurses Introducción La formación de regímenes, en general, y la democratización, en particular, ha recibido enorme atención de la academia y de los encargados de diseñar políticas. ¿Por qué algunos países se constituyen en democracias mientras que otros no lo hacen? y ¿qué es lo que justifica las variaciones de la democracia en los países después de que optaron por regímenes democráticos? son dos preguntas sujetas a numerosos estudios. A partir del trabajo Lipset (1959), un gran número de académicos ha analizado la relación entre desarrollo económico y democratización. A pesar de los argumentos en conflicto sobre la validez de la hipótesis desarrollo económico-democracia (Przeworski y Limongi, 1997; Przeworski et al., 2000) ésta “se ha probado exhaustivamente” (Vanhanen, 1997: 21). La suposición básica es que los países con niveles más altos de riqueza, alfabetización, urbanización e industrialización son más propensos a establecer regímenes democráticos estables, efectivos y legítimos. La teoría de la modernización, aunque no establece explícitamente el rol de los recursos distribuidos ampliamente sobre la democratización, está implícita en la hipótesis de que el desarrollo económico funciona como una fuerza que balancea por medio del cambio en la forma de la estructura social a partir de “una pirámide extendida, con una extendida clase baja como base, hacia un diamante con una clase media creciente” (Lipset, 1959: 83). El desarrollo económico, argumenta Vanhanen (1997: 24), sienta las bases para que los regímenes democráticos existan al grado que conduzcan hacia los recursos del poder ampliamente distribuidos: “… la democratización se lleva a 232 Mehmet Gurses cabo en condiciones en las cuales los recursos del poder se encuentren tan ampliamente distribuidos que ningún grupo esté ya habilitado para suprimir a sus competidores o mantener su hegemonía”. Apuntando a los aspectos distributivos de la democracia, Acemoglu y Robinson (2001: 938) concluyen que ésta se convierte en el resultado preferido para los pobres, pues “… en las democracias [ellos] imponen impuestos más altos que en sociedades no democráticas. Esto, simultáneamente [les da] a los ricos un incentivo para oponerse a la democracia”. En una línea similar Boix (2003: 3, con énfasis acentuado) argumenta “… la democracia prevalece cuando la calidad económica o movilidad del capital son altos en un país dado. Como la distribución de activos e ingreso se vuelve balanceada entre individuos, el impacto redistributivo de la democracia disminuye y la probabilidad de una transición pacífica desde un régimen autoritario hacia el sufragio universal se incrementa”. Las teorías que unen igualdad y democracia, en general, y aquellas que ponen énfasis en los aspectos redistributivos de un sistema democrático de gobierno, en particular, adolecen de dos problemas mayúsculos. El primero, la desigualdad económica existe en todas las formas de regímenes y la distribución de bienes no es un rasgo definitorio de las democracias. Al contrario, las políticas redistributivas más drásticas han sido implementadas durante regímenes autoritarios. La reforma en la tenencia de la tierra, por ejemplo, el remedio más influyente a la forma más obvia de desigualdad en países en desarrollo y en los menos desarrollados, ha sido instrumentada para sostener regímenes autoritarios. Los beneficiarios de la reforma de la tierra de Marcos, en Filipinas, al principio de los 70 se convirtieron en “una importante fuente de apoyo rural” para el régimen autoritario hasta su colapso en 1986 (Mackie y Villegas, 1993: DESIGUALDAD, ÉLITES Y DEMOCRATIZACIÓN LATINOAMERICANA 104). De esta forma, “una gran confianza hacia el igualitarismo como condición necesaria para la emergencia de democracia política requiere mucho escrutinio” (Crenshaw, 1997: 106). El segundo, la suposición: “el votante medio, que es un individuo pobre, fijará impuestos para maximizar su ingreso” (Boix, 2003: 23; Acemoglu y Robinson, 2001) en un régimen democrático, tal vez no tenga soporte. La transición hacia la democracia no necesariamente cambia el balance del poder entre segmentos de una sociedad previamente privados de derechos y grupos poderosos. Nel prueba si “mayores niveles de desigualdad conducen, al menos en democracias, a iniciativas del gobierno para redistribuir la riqueza a través de sistemas progresivos de impuestos” (2005: 23) y concluye que “es ingenuo creer que la introducción de elecciones competitivas y la extensión de libertades civiles negaría per se el impacto de la hegemonía y promovería la redistribución” (2005: 36). Los hallazgos de Nel sugieren que la transición a la democracia electoral no ayuda a los pobres sino, más bien, fortalece a los ricos y concentra el ingreso (Bollen y Jackman 1985: 448). En conjunto la discusión arroja dudas sobre el nexo propuesto entre democracia y el poder de los votantes medios (los pobres) para tasar los impuestos de los ricos. De manera similar, la suposición de que las desigualdades genera descontentos y frustración entre los miembros de una sociedad, menoscabando la legitimidad del régimen, requiere mayor escrutinio. Como Bollen y Jackman (1985: 440; Bollen y Jackman, 1995) han indicado acertadamente “… para tener tal efecto la desigualdad tiene que ser percibida como injusta, y no hay razón para creer que la desigualdad automáticamente genera percepciones de inequidad”. Y continúan: “incluso en la presencia de acentuada desigualdad, los regímenes pueden mantener cierto grado de legitimidad invocando otros 233 234 Mehmet Gurses símbolos políticos —por ejemplo, aquellos que apelan a los sentimiento nacionales” (Bollen y Jackman, 1985: 452). En resumen, el argumento socava el rol de las élites en una estructura socioeconómica y exagera el poder de las clases bajas, presumiblemente facultadas por la introducción de mecanismos democráticos para imponer su voluntad sobre los ricos. Las clases altas con frecuencia tienen capacidad y voluntad para manipular el sistema de manera que esta redistribución se bloquee. En este estudio propongo una teoría de democratización que enfatiza las diferencias de poder entre las clases baja y alta; además demuestra que la transformación de los intereses de las élites y/o clase baja, como función de transformación económica, es la clave detrás de regímenes más inclusivos. Con base en estudios previos (Lipset, 1959; Burton et al., 1992; Boix, 2003; Higley y Burton, 2006), propongo una teoría de democratización que enfatiza el rol de la fuente de ingreso, la transformación económica y las élites en el proceso. Usando los conceptos de “amenaza” y “movilidad social” demuestro cómo la desigualdad entre las élites dominantes y las clases bajas prepara el camino para una mayor participación mediante la provisión de incentivos para que las clases altas se acomoden a las demandas de las clases bajas. La democracia se vuelve una opción plausible al grado de que el desarrollo económico proporcione sedes alternativas para el poder sin amenazar directamente los intereses personales de las élites establecidas. Para ello, primero, propongo una teoría de cambio de régimen y demuestro cómo la naturaleza del ingreso y la transformación de una estructura socioeconómica facilitan o retrasan las perspectivas para una mayor participación. A continuación, doy cuerpo al nexo entre desarrollo económico, naturaleza de la riqueza y el rol de las élites, proporcionando detalles de la democratización en América Latina. Los casos de una región con altos niveles de LOS PARTIDOS POLÍTICOS Y LA INSTITUCIONALIZACIÓN DEL SISTEMA PARTIDISTA EN AMÉRICA LATINA Mark P. Jones La estructura y la organización de los partidos en un país ejercen un importante grado de influencia en el quehacer político. Este documento se enfoca en una característica crucial de los partidos y el sistema partidista que afecta el proceso del quehacer político y la calidad del gobierno democrático en América Latina: el nivel de institucionalización de aquéllos y el sistema partidista. En este análisis están incluidas todas las democracias latinoamericanas con tres millones de habitantes o más: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela. Una característica fundamental de cualquier partido político es el nivel de institucionalización. Si bien es cierto que puede haber demasiada institucionalización, lo que puede tener un efecto deletéreo sobre el funcionamiento de una democracia, con el sistema partidista de Venezuela previo a 1993 como ejemplo clásico (Crisp, 2000). En general la institucionalización de los partidos es vista como un rasgo positivo para el funcionamiento de una democracia (Mainwaring, 1999; 1998; Mainwaring y Scully, 1995). Mientras más institucionalizado esté un sistema partidista, mayor es la posibilidad de tener partidos políticos programáticos.1 En un sistema dominado por este tipo de partidos, éstos compiten entre sí basados, en primera instancia, en propuestas políticas. Además, las orientaciones políticas de los mismos 1 Es, sin embargo, posible tener altos niveles de institucionalización partidista junto con partidos políticos de base clientelista, no programática (Kitschelt, 2000; 1995; Kitschelt et al., 1999). 258 Mark P. Jones tienden a ser relativamente estables, y permiten niveles más altos de rendición de cuentas e identificabilidad (p.e. votantes) (Mainwaring, 1999; Shugart y Mainwaring, 1997). Los sistemas partidistas institucionalizados, al mismo tiempo, permiten mayores niveles de consistencia política debido al sólido papel que juegan los partidos en el reclutamiento político y los esfuerzos concertados hechos por las élites para promover (como única marca política) y proteger el valor de la marca del partido (lo que implica mantener posiciones relativamente estables a lo largo del tiempo, con cambios dramáticos en sus posiciones políticas de manera infrecuente). Es difícil, si no es que imposible, la existencia de un partido programático dentro de un sistema partidista débilmente institucionalizado. En estos sistemas, los partidos políticos compiten, en su mayoría, basados en llamados personales o propuestas populistas de corto plazo, diseñadas para convencer a los votantes y después ser olvidados una vez que se realice la elección (Mainwaring, 1999; 1998). Los partidos también tienen un papel menos prominente en los procesos de selección política. Como los sistemas partidistas están débilmente institucionalizados, los partidos son, a menudo, efímeros y sus posiciones políticas en asuntos específicos son altamente maleables. Para los votantes, dentro de sistemas partidistas débilmente institucionalizados, es más difícil creer en partidos políticos responsables que dentro de sistemas partidistas institucionalizados. Es también más difícil identificar cómo el voto de alguien se traducirá en una opción de gobierno y qué hará ese gobierno una vez en el poder (Shugart y Mainwaring, 1997). Más aún, debido a que los partidos políticos tienen un papel débil en los procesos de selección, son frecuentemente de vida corta y dan menos importancia al nombre de la marca política y al valor de su marca; hay menos consistencia política en sistemas partidistas débilmente institucionalizados. Por último, dada la falta de LOS PARTIDOS POLÍTICOS Y LA INSTITUCIONALIZACIÓN DEL SISTEMA PARTIDISTA EN AMÉRICA LATINA compromiso de las élites políticas con sus partidos, en particular, y con el sistema partidista, en general, este tipo de sistemas son caldo de cultivo más conducentes a anti-sistemas políticos que a sistemas partidistas institucionalizados. Scott Mainwaring es ampliamente considerado como la mayor autoridad en institucionalización de sistemas partidistas en América Latina (Mainwaring, 1999; 1998; Mainwaring y Scully 2003, 1995). Mainwaring identifica cuatro componentes clave que juntos influyen en el nivel de institucionalización de los sistemas partidistas en un país: estabilidad en los patrones de competencia inter-partidista, el arraigo de los partidos en la sociedad, la legitimidad de los partidos y elecciones y la organización partidista. En las páginas siguientes examino cada uno de estos componentes por separado, discutiendo primero su base conceptual y luego operando este concepto como un conjunto de indicadores empíricos, finalmente proveyendo valores para estos indicadores para las democracias de Latinoamérica. Esta sección concluye con la presentación de un índice de institucionalización partidista en las 18 democracias latinoamericanas examinadas aquí. Estabilidad en los patrones de competencia inter-partidista En sistemas partidistas bien institucionalizados, los partidos políticos relevantes tienden a ser los mismos, año tras año, y también a preservar las mismas cuotas de votos y asientos legislativos a través del tiempo. En sistemas partidistas débilmente institucionalizados, los partidos que son relevantes en un año son irrelevantes o inexistentes unos años después. El porcentaje del voto y los escaños legislativos ganados por estos partidos tienden a variar considerablemente de una elección a la siguiente. En este trabajo, el nivel de estabilidad de competencia inter-partidista se mide a través del promedio de dos indicadores: el nivel de volatilidad del voto 259 260 Mark P. Jones (porcentaje del voto válido) en las dos últimas elecciones (a partir de 2005) de la cámara baja o simple y el nivel de volatilidad de escaños (porcentaje de asientos) en las mismas dos elecciones más recientes. La volatilidad se mide usando la medida desarrollada por Pedersen (1983), con planos que indican altos niveles de volatilidad y viceversa.2 La tabla 1 proporciona información acerca del nivel de volatilidad del voto, volatilidad de escaños y volatilidad promedio en las 18 democracias latinoamericanas.3 En la mayoría de los países, los niveles de volatilidad del voto y volatilidad de escaños son bastante similares. Las democracias latinoamericanas presentan un amplio rango de volatilidad de escaños, con países como Chile (6), Honduras (7), El Salvador (10) y México (13) con niveles comparables a los reportados para Europa Occidental (Bartolini y Mair, 1990; Roberts y Wibbels, 1999). En estas democracias los mismos partidos tienden a ganar cuotas de votos y escaños equiparables a través del tiempo (al menos durante los dos periodos electorales pasados; a pesar que la inclusión de periodos más largos para los primeros tres países, proporciona niveles de volatilidad comparables). 2 La volatilidad se calcula restando el porcentaje de votos/escaños ganados por cada partido en una elección de aquellos ganados en la elección pasada, tomando el valor absoluto de este resultado, sumando los resultados para todos los partidos y luego dividiendo este total entre dos. 3 La volatilidad del voto en Ecuador se calculó usando datos de las elecciones de 1998 y 1996 debido a la falta de datos adecuados del voto para la elección de 2002. La volatilidad para Colombia se calculó usando datos de los escaños de la delegación legislativa (Cárdenas et al., 2005) debido a dificultades inherentes a la determinación de la filiación partidista de los candidatos en el sistema electoral del país, esencialmente de auto-nominación (Cárdenas et al., 2005; Moreno, 2005). PERSPECTIVAS PARA LA DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA, coordinado por Leticia Heras Gómez y John A. Booth, se terminó de imprimir en abril de 2009, en los talleres de Editorial CEDIMSA, ubicados en Sor Juana Inés de la Cruz núm. 301 sur, Toluca, México. La edición estuvo al cuidado de la Dirección de Difusión y Promoción de la Investigación y los Estudios Avanzados, UAEM. Coordinación editorial: Lucina Ayala López. Corrección de estilo: Rogelio Ramírez, Liliana Rivera. Formación: Leticia Magdaleno Pérez. Diseño de Portada: Juan Manuel García Guerrero. El tiraje fue de 300 ejemplares.