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Transcript
Marzo 2010
OSTINATO NÚMERO 3
Zelenka es una
rara avis en la
historia musical.
Como sólo los
más grandes,
tiene múltiples
rostros, pero sigue
siendo él mismo.
En su obra sólo
podemos esperar
lo inesperado.
ZELENKA,
visionario del eterno
presente
por Antonio Mustarós
La historia ortodoxa de la
música occidental, con su afán
reduccionista y simplificador, sólo
ha contribuido a crear unos
cuantos dioses musicales sobre
los que ha girado la creación
musical a través del tiempo,
destinando al olvido a quienes
ha calificado sin conocer como
compositores menores, a los
que considera como electrones
girando alrededor de los
“grandes genios” de cada época.
históricas a sólo algunos
nombres. Por ejemplo, en el
periodo clásico únicamente se
consideran dignos de mención
a Haydn y a Mozart, cuando en
realidad hubo un gran número
de compositores de altos vuelos.
En el Barroco, la mayoría
únicamente menciona a Bach,
Vivaldi y Händel, mientras que
otros un poco más ilustrados
llegan a citar también a Corelli,
Telemann, Couperin y Purcell,
aunque en este último caso, el
Es lamentable ver que incluso equívoco adquiere dimensiones
algunos músicos y musicólogos monumentales, ya que no existe
reducen las principales etapas otra época con mayor riqueza
1
de compositores de genio. Hay
más de 20 nombres que
merecen figurar en primer
plano y otros tantos que están
a la zaga pero en un alto nivel.
En ese sentido, resulta un
verdadero hallazgo escuchar
por vez primera a Jan Dismas
Zelenka (1679-1745), uno de
los compositores más
destacados y por desgracia
menos conocidos del Barroco.
Su estatura como creador
musical es comparable a la de
Johann Sebastian Bach
(1685-1750). Su extrema
OSTINATO 3
sabiduría en el arte del contrapunto, la polifonía,
la armonía y las formas fugadas, lo hacen uno
de los titanes de esta época. Nos encontramos
ante un gigante dormido que apenas comienza
a despertar.
Técnicamente demandante al grado de
intimidar a los músicos que intentan abordarlo,
su predilección por las combinaciones bizarras
de instrumentos, libertad absoluta en las
formas, imaginación desbordante, su gusto por
lo novedoso y lo inesperado, hacen de Zelenka
una de las figuras musicales más originales y
enigmáticas de la historia.
Asceta, contrabajista, amante de los
instrumentos de viento, en especial del oboe y
el fagot; Zelenka, el místico bohemio del
virtuosismo endemoniado es un visionario cuya
obra entraña una fuerza espiritual profética
que aún está por descubrirse.
La música de Zelenka reserva grandes
sorpresas para el melómano contemporáneo,
ninguna idea preconcebida sobre cómo debe
sonar la música barroca de la primera mitad del
siglo XVIII aplica en ella. Su obra es intemporal
e ilimitada, mientras que su estilo es
extremadamente individualista para los
cánones de la época.
A pesar de que una parte de su catálogo se
perdió, nadie puede jactarse de haber
escuchado todas las obras que se conservan
de Zelenka, muchas de ellas todavía en
manuscritos autógrafos y que no han sido
objeto de estudios musicológicos para ser
publicadas, interpretadas y grabadas.
Manuscrito autógrafo de ZELENKA
2
Zelenka, un ferviente católico, compuso sobre
todo música sacra, verdaderas obras maestras
en las que se incluyen 21 misas, tres oratorios,
cuatro requiems, diez letanías y 53 salmos.
Dentro de la escasa obra instrumental que se
conoce de él destacan las magistrales “Seis Trio
Sonatas para dos oboes, fagot y bajo continuo”; la
impactante “Hipocondrie a 7 concertanti”; y cinco
magníficos “Capriccios” para extrañas
formaciones instrumentales que incluyen cornos
de caza en rol concertante.
Se sabe que era un solitario, una especie de
ermitaño que llevó una vida casi monástica
dedicado a la música, “la voz de Dios en este
mundo”, nunca se casó ni tuvo hijos y sus
relaciones sociales se limitaban a las presentaciones
musicales y a las responsabilidades propias de
su cargo.
Al igual que J.S. Bach, Zelenka fue uno de los
músicos más admirados de su tiempo por los
conocedores, aunque tampoco muy popular con
el gran público. Está plenamente documentado
que era uno de los músicos más valorados por el
Cantor de Leipzig, con quien mantuvo una
estrecha amistad. Se sabe por testimonios de
Carl Philipp Emanuel Bach (1714-1788) que
Zelenka, poseedor de una de las bibliotecas
musicales más dotadas del mundo germánico de
aquella época, obsequió buena cantidad de
partituras a su padre. Por si fuera poco, asegura,
en una carta dirigida a su colega Forkel, que su
padre, “influido poderosamente por las grandiosas
misas de Zelenka, decidió dedicar sus últimos
años de vida a componer una misa católica
completa”, la célebre “Misa en si menor” BWV
232.
OSTINATO 3
Del olvido a la resurrección
Zelenka nació en Luonovice,
una pequeña ciudad cercana a
Praga, en el territorio de lo que
en ese entonces se llamaba
Bohemia, la actual República
Checa, y recibió su educación
musical en el Clementinum, el
famoso colegio jesuita de Praga,
cuya actividad musical era más
que sobresaliente.
Su niñez y adolescencia
constituyen una zona de sombra,
aunque se sabe que fue
bautizado como Jan Lukás y
cambió su nombre por el de Jan
Dismas durante su confirmación.
Jan Dismas trabajó como
músico al servicio del barón von
Hartig, el gobernador imperial
residente en Praga, antes de
convertirse en contrabajista de
la Orquesta Real de Dresden en
1710, donde permanece varios
años hasta que se traslada a
Viena con el fin de estudiar
armonía, polifonía y contrapunto
con el gran teórico y compositor
Johann Joseph Fux (1660-1741),
máxima autoridad en la materia
cuya obra pedagógica capital
“Gradus ad Parnassum” constituye
un exhaustivo estudio del arte
combinatorio de los sonidos
desde una perspectiva estética
y matemática, profundizando
en las relaciones sintácticas
de su ordenamiento horizontal
y vertical. La enseñanza e
influencia de Fux, él mismo un
ferviente adorador de la
polifonía del Renacimiento,
incitará su adoración por
Palestrina (1525-1594).
Es probable que en esos años
de estudio también viajara a
Venecia para adentrarse en el
estilo sacro de la Serenissima
bajo la guía de Antonio Lotti
(1667-1740), dejando una huella
3
indeleble en buena parte de
su singular obra.
En 1719 Zelenka regresa a
Dresden a su antiguo puesto
de contrabajista en la Corte
de Augusto “El Fuerte”, rey
elector de Sajonia y Polonia.
A partir de ahí, comienza a
componer música religiosa
muy diversa, la cual llama la
atención del Kapellmeister de
la Corte Real, Johann David
Heinichen (1683-1729), otro
genio musical que merece ser
resucitado, quien lo convierte
en su asistente y conforme al
progresivo deterioro de su
salud va delegándole sus
responsabilidades.
Con la muerte de Heinichen
en 1729, Zelenka, el
candidato lógico a sustituirlo,
solicita el cargo al igual que
su amigo J.S. Bach, pero en
su lugar es nombrado el joven
compositor Johann Adolf
Hasse (1699-1783).
Como premio de consolación
tardío, en 1735, el bohemio
asume el puesto de compositor
de música eclesiástica, y a
partir de ahí, en sus últimos
diez años de vida, compone
algunas de sus mejores obras,
entre ellas, sus últimas diez
misas.
La importancia de su obra sólo
fue reconocida hasta la
segunda mitad del siglo XIX
por el compositor checo
Bedrich Smetana (1824-1884),
pero su esfuerzo no tuvo
grandes repercusiones en una
Europa secuestrada por los
radicales germanófilos que
dominaban la escena musical
de entonces.
Después de otro largo periodo
de silencio, alrededor de 1960
comienza a gestarse un tímido
movimiento de rescate de la
obra de Zelenka que ha ido
adquiriendo fuerza con el
paso del tiempo, pero que
todavía necesita un mayor y
decidido impulso para hacer
justicia y colocar a este genio
musical en el sitio de privilegio
que merece.
OSTINATO 3
Sonidos proféticos
De su vasta obra sacra, repleta de obras
maestras, destacan sus cuatro requiems, en
especial el ZWV 48 en do menor, una verdadera
proeza del más intrincado contrapunto, audaces
fugas, giros armónicos insospechados y un
manejo magistral del cromatismo. Un trabajo de
proporciones monumentales que sólo un
iluminado musical es capaz de crear.
Otro tesoro es el iconoclasta “Miserere en do
menor” ZWV 57, cuyo apabullante movimiento
inicial de gran contundencia rítmica instrumental
y una compleja fuga coral nos introduce con
inusitada fuerza a un mundo de luz y pureza
que por momentos queda eclipsada por la más
densa oscuridad sostenida por grandes
disonancias. Aquí no hay reglas ni formas que
respetar, el espíritu se expresa libremente.
Cabe mencionar también el “De Profundis en re
menor“ ZWV 50 compuesto en honor de su
padre muerto. Una composición atípica que nos
deja sin aliento desde los primeros compases
cuando tres trombones y una voz de bajo en su
registro más grave hacen un llamado al alma
desde las profundidades del abismo para
explotar con un choque armónico en un sublime
coro en estado de gracia que introduce nuevas
ideas musicales en cada movimiento, pero
siempre con un sentido de unidad.
4
PAUL DOMBRECHT
Il Fondamento
Pasacaille 2000
9528
OSTINATO 3
Entre sus 21 misas, la “Misa Dei Patris”
constituye uno de los ejemplos más
fidedignos de la insuperable maestría de
Zelenka en la polifonía, el contrapunto y las
fugas. De una longitud considerable, 20
movimientos y más de 70 minutos, esta obra
nos muestra la concepción del principio
divino del compositor y una expresión
sublimada de su rica vida interior. Una obra
gloriosa cuya arquitectura monumental,
calidad estética y espiritualidad está a la
altura de la mejor música litúrgica de
cualquier época.
Su catálogo de música instrumental es
reducido, pero de soberbia manufactura,
como las “Seis Trio Sonatas para dos oboes,
fagot y bajo continuo” ZWV 181, una
combinación de extrema bizarrería donde
cada instrumento obligado juega un papel
concertante dentro de una intrincada
estructura contrapuntística en la que se
desarrollan temas vanguardistas que se
transforman continuamente de las más
insospechadas maneras. No hay movimiento
que no sorprenda por su originalidad y nos
invite a entrar de lleno a la música, la voz
que nos susurra al oído que éste es el
camino más corto para regresar a casa.
Zelenka es una rara avis en la historia
musical. Como sólo los más grandes, tiene
múltiples rostros, pero sigue siendo él
mismo. En su obra sólo podemos esperar
lo inesperado.
5
FRIEDER BERNIUS
Barockorchester Stuttgart
Kammerchor Stuttgart
Carus 2000
83.209
HEINZ HOLLIGER
MAURICE BOURGUE
KLAUS THUNEMANN
ECM 1999
1671/72
OSTINATO 3
LA MÚSICA de los canales
por Jeanine Hasselkus
“Entre más profundizamos en el misterio del sonido nos volvemos más aptos
para rastrear el vínculo que conecta a todos los sonidos: la armonía.
Lugar en el que radican ocultos los secretos de la alegría y de la paz.
Hazrat Inayat KHAN
La música, quizá por ser
inmaterial, es la única de las
artes que se acerca a la
eternidad. Transcurre en el
espacio, carece de cuerpo, se
compone de vibraciones. Su
hábitat es el aire. Cuando le
abres la puerta del corazón
es capaz de inundar sus
habitaciones, instalarse en
sus rincones para despojarnos
de toda la pesadez que nos
mantiene atados a la materia
y liberar a nuestra alma de
sus cadenas mentales,
devolviéndole la armonía que
tanto anhela y extraña.
6
Nuestra atracción hacia la
música demuestra que ésta
se encuentra en lo más
profundo de nuestro ser. Si
observamos la naturaleza,
nos damos cuenta de que
cada criatura emite vibraciones
que se propagan a través de
ondas musicales, y que toda
existencia está afectada por
latidos y pulsaciones. Hay
música en el susurro de las
hojas, en el canto de las
aves, en el rítmico vaivén del
océano, en el movimiento de
los planetas. Por eso, la
música no es sólo uno de las
partes más importantes de la
vida, sino que es la vida
misma.
Todas las artes aspiran a la
música, es decir, a la divinidad.
La música es una lengua
abstracta, traza sensaciones,
no imita realidades, quizá por
ello mucha gente escucha sólo
un tipo de música, aquella que
se ha vuelto concreta y asible
para su mente, porque abrirse
a otros sonidos significa
adentrarse en lo desconocido,
que es el más primigenio de los
miedos.
OSTINATO 3
Sin embargo, para conocer el
mensaje que una obra tiene para
cada uno de nosotros, es necesario
dejar de escuchar a la mente,
ponerle camisa de fuerza a la “loca
de la casa”, dejar de “estar” para
simplemente “Ser”.
Fluir con la vida
Sumergirse en una obra musical
como el “Concierto en re menor
para oboe, cuerdas y bajo continuo”
de Alessandro Marcello (1669-1747)
es descubrir, entre otras cosas, la
relación estrecha que guarda la poesía
y la pintura con la música. Este
concierto semeja a un cuadro
veneciano de Canaletto (1697-1768),
es un homenaje a Venecia, la ciudad
de impresiones y sensaciones
sumida en un estado de perenne
agonía. Una ciudad que parece
suspendida en el tiempo y que ha
sabido asimilar su propia decadencia
para transformarla en fiesta. De ahí
la mezcla de exuberancia y melancolía,
euforia y miseria.
Este concierto cuya fascinante
poesía no pasó desapercibida por el
más grande compositor de todos los
tiempos, Johann Sebastian Bach
(1685-1750), quien la transcribiría
Venecia se ha
construido una
existencia
imaginaria, la
cual ha sido
percibida por la
cantidad de
músicos que ahí
vivieron o por
ahí pasaron.
Todos atrapados
por el mágico
hechizo de una
alquimia
imposible: la
decadencia
convertida en
esplendor.
7
para clavecín BWV 974, nos confirma
la volatilidad de la vida y lo efímero de
todo lo que nos rodea. La fluidez con la
que debemos actuar para ser parte de
la sinfonía universal.
Con dos elementos fundamentales de
la vida, agua y aire, representados
por la orquesta y el oboe, Marcello
edifica una obra que descansa, al
igual que Venecia, sobre el elemento
líquido y que a través de sus canales,
plazas y estrechas callejuelas, evoca
el poderío difuso de lo flotante, de
todo lo que se resiste a anclarse en
tierra firme.
“Venecia, fantasma sobre las
arenas del mar, tan débil, tan
silenciosa… que alguna vez
admiramos su lánguido reflejo en
la laguna, y dudamos cuál es la
ciudad y cuál la sombra”.
Jonh RUSKIN
Consta de tres movimientos, Andante
spiccato, Adagio y Presto. Pero es el
Adagio el que más recuerda el
oyente, quizás por su carácter
nostálgico, que no es otra cosa que la
añoranza del paraíso perdido al que,
consciente o inconscientemente,
todos queremos regresar.
OSTINATO 3
A pesar de la libertad y ligereza del
oboe en este movimiento, la
presencia continua de ese ostinato
orquestal que parece un latido, una
pulsación, es lo que nos da la
certeza de que la vida jamás se
detiene y que sólo fluyendo con ella
retornaremos cual río al océano
vasto al que todos pertenecemos.
Los instrumentos de vientomadera del último periodo
Barroco fueron desarrollados en
la década de 1650 por las familias
francesas de músicos,
compositores y fabricantes, como
los Philidor y los Hottétèrre.
Alrededor de 1700 el oboe cobró
una importancia indiscutible entre
estos instrumentos y su
introducción en la orquesta de la
capilla de San Marcos en 1698
marcó la admisión oficial del
instrumento en la vida musical
veneciana.
Existen al menos dos diferentes
versiones del Adagio, las cuales
difieren en lo que respecta a la línea
melódica a mitad del movimiento y
unos pequeños cambios armónicos
en la partitura general de la orquesta.
Sin embargo, lo que sorprende de
esta pieza en su conjunto es la
diversidad de motivos, de ideas. Los
tres movimientos se complementan
uno al otro para conformar una marea
Adriática. Cada uno dice algo de
manera particular, pero sin olvidar que
forman parte de un todo.
He aquí una invitación a profundizar
en esta obra de Alessandro Marcello
8
que cual Orfeo, seduce y calma al
monstruo de una cabeza y millones
de pensamientos para adentrarnos
sin máscaras venecianas en la
realidad última.
Para escuchar
La mejor versión disponible en el
mercado es la de Andrea Marcon y la
Venice Baroque Orchestra del sello
alemán Arts (47505-2), cuya virtud
radica en reflejar de manera casi
pictográfica el ambiente veneciano.
Además, la partitura interpretada está
enriquecida con ciertos detalles de la
transcripción que hiciera J.S. Bach,
especialmente en el Adagio.
Existe otra grabación de gran nivel a
cargo de Rinaldo Alessandrini y su
Concerto Italiano de la marca
francesa Naïve (OP30301), que
presenta la versión original del Adagio
caracterizada por la falta de adornos y
la simpleza de la línea melódica.
Recordemos que en el Barroco era
responsabilidad del intérprete
improvisar la parte ornamental de las
piezas.
De la estupenda transcripción de J.S.
Bach sobresale la versión de piano
de Glenn Gould (Sony SK87753),
mientras que una interesante
transcripción para guitarra y orquesta
es la del excelente guitarrista
australiano John Williams (CBS
MK39560). Ambas interpretaciones
remiten a una atmósfera diferente a
la original, pero que bien vale la pena
conocer y comparar.
OSTINATO 3
Un músico diletante
El “Concierto en re menor para oboe”,
escrito por Alessandro Marcello a
comienzos del siglo XVIII, es uno de los
más interpretados dentro del repertorio
del instrumento. Su fama internacional
se debe en gran parte a la película de
Enrico María Salerno, ‘Anónimo
veneciano’ (1970), que utilizó el Adagio
como una de las piezas centrales de la
cinta. En el pasado fue atribuida a dos
de sus coetáneos, Benedetto Marcello
(1686-1739), hermano del compositor, y
a Antonio Vivaldi (1678-1741), pero
gracias a las investigaciones
realizadas en los últimos decenios,
pudo confirmarse quién fue el verdadero
autor.
Retrato de
Alessandro MARCELLO
Aunque la figura de Alessandro
Marcello ha quedado relegada a un
segundo plano con respecto a la de su
hermano Benedetto, su obra no
resulta en absoluto inferior. Nacido en
Venecia, Italia, Alessandro perteneció
a una noble familia veneciana. Su
padre, Agostino Marcello, era
senador y le procuró una esmerada
educación humanista, de modo que a
pesar de estar inmerso en el mundo
Barroco, Alessandro era un hombre
del Renacimiento, ya que su
diletantismo, propio de la época y de
la República Veneciana, le llevó a
probar fortuna en diversas disciplinas,
destacando como matemático, filósofo,
pintor, grabador, poeta e inventor.
Marcello era un gran amante de la
música, pues además de coleccionar
instrumentos, organizaba conciertos
semanales en su casa. Su familia era
dueña del teatro San Angelo, cuya
importancia histórica radica en su
conexión con Vivaldi, con quien los
hermanos Marcello tuvieron una
relación no siempre armoniosa.
“Plaza de San
Marcos”,
Giovanni Antonio
Canal ‘CANALETTO’
“Muelle con la dársena de San Marcos”
Giovanni Antonio Canal ‘CANALETTO’
9
OSTINATO 3
La música, quizá por ser inmaterial,
es la única de las artes que se
acerca a la eternidad. Transcurre
en el espacio, carece de cuerpo,
sólo se compone de vibraciones.
Su hábitat es el aire.
Al igual que su hermano Benedetto,
era miembro de la Academia
Arcadiana (Pontificia Accademia degli
Arcadi) en Roma, donde utilizaba el
seudónimo de Eterio Stinfalico, bajo
el cual publicó algunas de sus obras
como ”Cantate per soprano e bajo
continuo” (1708), “Suonate a violino
solo e bajo continuo” (1740) y “La
Cetra” (1740), una antología de seis
conciertos para dos flautas u oboes,
fagot, cuerdas y continuo; que reúnen
lo mejor de su arte.
De 1716 son sus “Concerti a cinque”,
una selección que recoge partituras de
diversos autores y que incluye el
“Concierto en re menor para oboe”,
con el que Alessandro Marcello ha
ganado el privilegio de la posteridad.
La música en palabras
“La música es pura
presencia, y reclama una
ampliación de la percepción
hasta los límites del
universo.”
Gilles DELEUZE
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10
“La principal función de la
música es promover una
humanidad sonoramente
organizada agudizando la
conciencia humana.”
John BLACKING
“Sólo partiendo del espíritu
de la música
comprenderemos la alegría
por la aniquilación
del individuo.”
Friedrich NIETZSCHE
“La música es lo contrario
de la vida porque es
armonía; quizá sea lo que de
la vida quede y permanezca;
la expresión última y
el final de todo.”
María ZAMBRANO