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Paradigma Sociocultural
Afirmar que el desarrollo humano es producto de la interacción del
organismo humano en desarrollo con su ambiente, es casi un lugar común en
las ciencias de la conducta. Recordemos, el principio que afirma que la
conducta surge en función del intercambio de la persona con el ambiente,
expresado por Lewin (1935) de la siguiente forma: C = f (PA).
El ambiente ecológico se concibe como un conjunto de estructuras
seriadas, estando en el nivel más interno el entorno inmediato en el que se
encuentra la persona. El siguiente paso nos lleva a mirar más allá de cada
entorno por separado, a las relaciones que existen entre ellos. Un tercer nivel
del ambiente ecológico nos lleva a evocar la hipótesis de que el desarrollo de la
persona se ve afectado profundamente por hechos que ocurren en entornos en
los que la persona ni siquiera está presente.
En tal sentido, a finales de los setenta se desarrolló con gran fuerza una
perspectiva conceptual que caracteriza la vida del aula en términos de
intercambios socioculturales y plantea su investigación desde enfoques
metodológicos, etnográficos, situacionales y cualitativos.
La ecología en el campo educativo es una orientación que destaca la
influencia que el escenario ejerce sobre la conducta del sujeto.
En la institución escolar, y en la vida del aula, el profesor y el alumno son,
efectivamente,
procesadores
de
información
y
elaboradores
de
comportamientos, pero no como individuos aislados, sino como miembros de
una institución cuya intencionalidad y organización crea un clima de
intercambio y genera roles o patrones de comportamiento individual, grupal y
colectivo.
Las actividades cognitivas y afectivas que desarrollan profesores y
alumnos en el intercambio académico no pueden ser correctamente entendidas
a menos que se interpreten inmersos en los conflictos del grupo de clase como
sistema social.
Lortie (1973, 485), define el paradigma ecológico como aquel que
describe, partiendo de los estudios etnográficos, las demandas del entorno y
las respuestas de los agentes a ellas, así como los modos múltiples de
adaptación.
3.3.1.-
Antecedentes
Los orígenes del interés científico de la psicología por la influencia del
ambiente sobre la conducta se remontan años atrás, desde Kofka (1940),
Murray, (1938), pasando por las concepciones fenomenológicas del ambiente
derivadas de las ideas de Lewin (1931, 1935, 1951), en especial de su
constructo del “Espacio Vital” o “Campo Psicológio”. En cambio Lewin se centra
en el modo en el que el ambiente es percibido por los sujetos que interactúan
dentro de él y con él.
Antecedentes más cercanos los encontramos en la Psicología Ecológica
(Bronfenbrenner, 1979) y en la Psicología Ambiental (Craik, 1973; Proshansky,
1976; Stokols, 1976).
Algunos autores opinan que la psicología ecológica es un parte de la
psicología ambiental, en cambio otros consideran que tiene entidad propia.
Como vemos, la unidad básica en el enfoque ecológico es el Escenario de
Conducta (Behavioral setting), que es un sistema social en miniatura que
puede desarrollarse en cualquier situación.
Los escenarios poseen una serie de características como son:
.-
Son reales, tangibles y con límites espacio-temporales definidos.
.-
Son sistemas activos, autorregulados, que imponen su programa de
actividades sobre las personas y objetos que contienen.
A partir de aquí podemos mencionar que el enfoque ecológico de la
percepción del ambiente se puede resumir en los siguientes puntos:
.-
Las
propiedades
del
ambiente
se
perciben
en
entidades
significativas y no como aspectos separados.
.-
La percepción aporta información directa, bajo la forma de ofertas
ambientales.
.-
Las ofertas son propiedades invariantes de los objetos que informan
sobre sus usos o funciones.
.-
La modificación de ambientes cambia las ofertas de forma distinta
para cada sujeto que se encuentre en el ambiente.
3.3.2.-
Paradigma Sociocultural, Educación e Instrucción
Aquí intentaremos analizar las aplicaciones que puede tener para el
estudio de la realidad escolar este enfoque ecológico. Partimos de una
pluralidad teórica, entendiendo que hay perspectivas que sirven mejor al
análisis de aspectos concretos que otras.
El análisis funcional, por ejemplo, será útil para conocer las implicaciones
ambientales de las necesidades del niño y del educador, desde los requisitos
planteados por la psicología del desarrollo; la metodología naturalista de Barker
(1976) y seguidores lo será para conocer la realidad de algunos aspectos de la
interacción ambiental que se produce en escenarios concretos; los estudios
experimentales nos aportan datos de interés para conocer los efectos del
tamaño y la densidad; el cognitivismo ambiental nos permitirá estudiar la
imagen y otros aspectos de la función simbólica de la escuela en relación al
niño y al contexto social donde está ubicada; el análisis sistemático de
Bronfenbrenner y Crouter (1983), la consideración del impacto del medio
escolar en el niño como parte de la función conjunta de los microsistemas
Una de las proyecciones más influyentes de la orientación ecológica en el
terreno educativo es el enfoque ecológico del desarrollo humano, aportación de
Bronfenbrenner (1979), que concibe el desarrollo humano como el estudio de la
acomodación recíproca progresiva entre un ser humano activo y las
propiedades cambiantes de los escenarios inmediatos en los que está viviendo.
Para Bronfenbrenner (1987), el ambiente está compuesto de estructuras
concéntricas: Microsistema (patrón de actividades, papeles y relaciones
interpersonales
experimentadas
dentro
del
escenario),
Mesosistema
(interrelaciones entre dos o más escenarios en los cuales participa la persona
activamente; hogar, escuela, grupo...), Exosistema (uno o más escenarios que
no implican a la persona como un participante activo, pero en los que ocurren
sucesos que afectan al escenario donde vive la persona) y Macrosistema
(referido a la consistencia en forma y contenido de los sistemas anteriores
dentro de una determinada subcultura).
También están las aportaciones que interpretan el escenario como un
sistema homeostático dotado de controles y fuerzas que mantienen el
escenario y le permiten operar de manera funcionalmente estable bajo
condiciones variables. En ese sentido, las fuerzas que operan sobre el
ambiente son diversas, algunas proceden del mismo escenario (programas
educativos, organización del espacio físico). Recordemos que para Barker, el
escenario y los episodios de conducta están en relación de cosa y medio
respectivamente; las cosas son entidades internamente condicionadas,
mientras que el medio es externamente condicionado.
Otros autores han seguido otra dirección, en el sentido de, observar o
experimentar el ambiente (clima social) de distintos escenarios: clínico,
educativo y/o laboral a través de observaciones naturales, o de escalas de
medida de la percepción subjetiva de ese clima por parte de los mismos
participantes (Moos, 1979; Anderson y Walberg, 1979).
Entre estas y otras aportaciones, podemos deducir que el tema es de gran
relevancia para la Psicología de la Educación, ya que no es posible
comprender la conducta del alumno sin hacer referencia al escenario educativo
en el que se encuentra.
En tal sentido, en la institución escolar y en la vida del aula, el profesor y
el alumno son procesadores activos de información y elaboradores de
comportamientos, no como individuos aislados, sino como miembros de una
institución cuya intencionalidad y organización crea un clima de intercambio y
genera roles o patrones de comportamiento individual, grupal y colectivo.