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septiembre-diciembre, 2013 Un auxilio silenciado Elier Ramírez Cañedo Un intencionado silencio u omisión puede encontrarse en los textos históricos de las escuelas norteamericanas sobre la ayuda que dio España, en primer lugar, y Cuba, en particular, a la lucha independentista de las Trece Colonias contra la metrópoli inglesa. [1] Aunque también hay que reconocer que, por desconocimiento, mucha de la bibliografía histórica de Cuba ha carecido en recoger esta hermosa página de la solidaridad del pueblo cubano. [2] Un auxilio que estuvo más allá del conflicto y los intereses de las potencias de la época: España y Francia de un lado, Inglaterra del otro. El destacado historiador cubano Eduardo Torres Cuevas ha señalado que «la asistencia cubana a la independencia norteamericana no se limitó a la participación de las tropas habaneras en un hecho militar, por importante que este resulte, sino que esa ayuda constituye un componente participativo en todas las esferas del proceso independentista norteamericano ». [3] En los momentos que se inicia el proceso independentista en las Trece Colonias (1775), ya existía toda una tradición de relaciones comerciales entre estos territorios y la isla de Cuba. Según Torres Cuevas, «en la década de 1760-1770, las mieles cubanas encontraban en Rhode Island, 30 destilerías que anualmente producían, sólo para exportar al África, 1 400 bocoyes de ron. A su vez, los traficantes entre las dos regiones traían a Cuba importantes cargamentos de esclavos adquiridos, no pocas veces, con el ron fabricado en Norteamérica con la melaza de los ingenios cubanos; e implementos a bajos precios». [4] De esta manera, entre la oligarquía habanera y los comerciantes de las Trece Colonias se establecieron estrechos nexos de intercambio comercial. Nexos que, ante cada intento de la Corona británica de limitarlos, defendieron con pujanza, convirtiendo dicho conflicto en una de las causas del movimiento independentista. Esto tuvo una expresión política en el hecho de que las principales figuras implicadas en ese intercambio, serían claves en el financiamiento, aprovisionamiento, espionaje y otras formas de apoyo al movimiento independentista de Norteamérica. Fueron sus más célebres exponentes, del lado norteamericano, Robert Morris, traficante negrero; el cerebro financiero de la guerra de independencia de los Estados Unidos, como se le llamaba, y por Cuba, el comerciante habanero Juan Miralles, primer representante de España ante los rebeldes. Miralles sería uno de los hombres más admirados por George Washington,a tal punto que por voluntad del propio líder norteamericano fue atendido por su esposa y médico personal hasta su fallecimiento, debido a una mortal enfermedad, en su casa en Morristown, Nueva Jersey, el 28 de abril de 1780. En sus exequias, donde se le rindieran honores militares, Washington expresó: «En este país se le quería universalmente y del mismo modo será lamentada su muerte». [5] Además del futuro primer presidente de los Estados Unidos, participaron La Fayette, Hamilton, Morris y otros importantes líderes norteamericanos y oficiales franceses. Durante la lucha independentista de las colonias inglesas en Norteamérica, Miralles fue un activo agente al servicio del espionaje español. [6] Su ayuda se concretó en la creación, 28 junto a Robert Morris, de una amplia red de abastecimientos de ropa, alimentos, armas y medicinas para las fuerzas independentistas norteamericanas, que tenía en La Habana su epicentro fundamental. Luego de declarada la guerra entre España y Gran Bretaña, el 23 de junio de 1779, La Habana sería también un núcleo importante de las operaciones militares y un puente ineludible respecto a la ayuda comercial, financiera y militar a los rebeldes, el cual se canalizaba a través de la Luisiana y por la ruta naviera creada, desde 1778, por Miralles y Morris entre La Habana y Filadelfia. El 27 de agosto de 1779, dos meses después de la declaración de guerra, el general español Bernardo Gálvez avanza sobre la Florida. Va al frente de un ejército integrado por criollos cubanos, con el que suma victoria tras victoria.Refuerzan también sus tropas, batallones de pardos y morenos de La Habana. Un año más tarde, Gálvez pone sitio a Penzacola, el punto más fuerte de los ingleses en la costa antillana de Norteamérica. La victoria se alcanza gracias al refuerzo recibido de tropas de La Habana, conducidas por el general Juan Manuel de Cajigal y Monserrate, que es el primero en entrar a la ciudad. Con el dominio de este enclave se garantizó el control del cauce del río Mississippi, hecho que permitió consolidar la ruta de abastecimientos a los rebeldes, que empleaban los barcos peninsulares, franceses, habaneros y norteamericanos. Por su destacada participación en la acción, Cajigal sería el primer cubano en ser nombrado, por la Corona española, gobernador de la Isla, el 29 de mayo de 1781. En la toma de Pensacola y, luego, durante parte del tiempo en que fungió como gobernador de la Isla, Cajigal tuvo como ayudante personal al venezolano Francisco de Miranda, quien posteriormente trascendería a la historia como el «Precursor de la Independencia de América Latina». Pero, sin lugar a dudas, la forma más elocuente en que se expresó la ayuda de la población cubana a la causa independentista de los Estados Unidos se materializó, cuando hombres y mujeres acaudalados de La Habana auxiliaron financieramente al general francés Jean Baptiste de Vimeur, conde de Rochambeau, y al mismo Washington, quienes se habían quedado sin recursos para sufragar los gastos de la contienda que asestaría el golpe definitivo a los ingleses en Yorktown. Washington necesitaba alrededor de 1 200 000 libras esterlinas, para poder abastecer y pagar a sus tropas. Utilizando la red que había creado Miralles —después de fracasar en varias gestiones para obtener el dinero— los dirigentes independentistas norteamericanos se dirigieron al gobernador de Cuba, para comunicarle la urgencia y necesidad de un financiamiento. De inmediato se realizó en la Isla una recaudación pública,en la que colaboraron las autoridades eclesiásticas y gubernamentales, junto a determinados sectores populares. Varias fuentes aseguran que las damas habaneras entregaron parte de sus joyas. También se reseñala decisiva participación de Francisco de Miranda en la recogida de los fondos. En total, se reunió la cifra de 1 800 000 pesos de ocho reales, que fueron entregados al joven oficial francés Claudio Enrique de Saint-Simon, quien sería reconocido, años más tarde, comoun famoso escritor y socialista utópico. Con esta importante suma de dinero se pudo pagar a las tropas independentistas, cubrir los gastos de abastecimiento e iniciar el avance contra las fuerzas del general británico Charles Cornwallis, en la región virginiana de Yorktown. Después de varios días de combate, las tropas británicas se rindieron y el 31 de octubre de 1781, firmaron la capitulación. [7] Cuando se habla de esta importante victoria que garantizó la independencia de las Trece 29 Colonias hay que decir que los cubanos no solo la apoyaron desde el punto de vista financiero, sino también militar. Entre los refuerzos que recibió el Ejército Continental de Washington y las tropas francesas de Rochambeau, estuvieron los batallones de pardos y morenos de La Habana, los cuales mostraron singular arrojo en los combates en que participaron. Uno de ellos, José Antonio Aponte, encabezaría, en 1812, una de las más célebres conspiraciones contra el poder colonial español en la isla. [8] Finalmente en 1783, mediante el Tratado de París, los ingleses reconocieron la independencia de las Trece Colonias. Cada vez que se haga referencia al conflicto Estados Unidos-Cuba y se pretenda hacer comprender su origen y su esencia, es necesario hacer alusión a estos pasajes demostrativos de que, mientras Cuba apoyó la independencia de las Trece Colonias, los Estados Unidos olvidaron esta colaboración e inmediatamente se convirtieron en los principales enemigos de la independencia cubana. Mientras Cuba comenzaba su larga historia de solidaridad hacia las causas de la libertad de otros pueblos, Estados Unidos nacía con ínfulas imperiales que atentaban contra la soberanía de otras naciones, especialmente las de América Latina y el Caribe. Cuba sufriría de inmediato los efectos de la política exterior de los Estados Unidos hacia la región. Basados en los hechos históricos podemos entonces afirmar, no solamente, que Cuba nada debe de su independencia a los Estados Unidos, como demostró en magistral ensayo el historiador Emilio Roig de Leuchesering, [9]sino todo lo contrario, la independencia de los Estados Unidos es la que debe a los cubanos. Notas [1] También se obvia el apoyo de tropas haitianas. [2] La mayoría de los textos históricos utilizados en los distintos niveles de enseñanza de las escuelas cubanas no comprenden esta historia. El doctor Eduardo Torres Cuevas ha sido uno de sus mayores divulgadores y logró incluir una síntesis de estos pasajes en su libro – en coautoría con el doctor Oscar Loyola Vega:Historia de Cuba 1492-1898. Formación y liberación Nacional, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 2001, t.1, pp.120-124. [3] Eduardo Torres Cuevas:«Lo que le debe la independencia de Estados Unidos a Cuba. Una ayuda olvidada», en En Busca de la cubanidad, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2006, t.1, p.133. [4] Ibídem, p.155. [5] Ibídem, p.169. [6] La figura de Miralles aún no ha sido suficientemente investigada, como bien afirma Torres Cuevas. Si Herminio Portell Vilá le rinde especiales honores en su obra, Historia de Cuba. En sus relaciones con los Estados Unidos y España, t.1, el propio Torres Cuevas lo cataloga como «uno de los más inescrupulosos comerciantes y contrabandistas de La 30 Habana», en: Ob.cit, p.157. [7] Eduardo Torres Cuevas: Ob.cit, pp.168-169 [8] Ibídem. [9] Emilio Roig de Leuchsenring:Cuba no debe su independencia a los Estados Unidos, Ed. La Tertulia, La Habana, 1950. 31