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Arnoldo Kraus: Un hombre de varios mundos.
Debería resultar extraño afirmar que un médico es capaz de
reunir el conocimiento científico y la perspectiva humana; la
formación académica y los valores éticos; ciencias duras y
filosofía. Extraño por obvio y por evidente. Sin embargo es
hoy tan infrecuente que los médicos seamos capaces de
articular estas “caras de una misma moneda” que alguien que
lo logra y lo ejerce como misión y como destino es un hombre
excepcional. Algo del subsuelo más remoto y más constitutivo
de la Medicina se niega a morir cuando Arnoldo Kraus hace oír su voz.
Disueltas las raíces, fragmentados los saberes, desdibujados los valores; el escenario no
resulta propicio para la reflexión y la inteligencia al servicio de una ciencia integrada a
la cultura. El Dr. Kraus es un hombre culto en el sentido más tradicional de la palabra.
Un humanista cuya erudición no le impide estar al tanto de los desarrollos más
novedosos de la ciencia. Es por ello alguien cargado de preguntas, esa rara especie tan
escasa y tan incómoda. Parece un despropósito no conocerlo, sin que ello implique
acordar o disentir con sus opiniones sobre aspectos específicos, ignorarlo es una pérdida
y nos empobrece.
IntraMed mantuvo un extenso y profundo diálogo con Arnoldo Kraus como
aproximación inicial al conocimiento de su historia de vida y de su extensa obra.
Esperamos que a nuestros lectores les permita abrir - junto a nosotros - la hospitalaria
puerta de un hombre de varios mundos.
***
Entrevista
La familia, los escenarios, los afectos:
•
¿Dr. Kraus podría hacernos una breve síntesis de su recorrido biográfico hasta llegar
al momento actual?
Nací en México en 1951, soy hijo de emigrados judíos polacos que llegaron
después del holocausto. Esto, en muchos sentidos, ha sido una situación importante en
mi vida por haber crecido sin familia, con la historia propia de los desterrados y, porque
en muchos sentidos, esa situación hace que uno crezca mucho más solo, con un círculo
familiar más pequeño, con cierta dosis de nostalgia, de tristeza. Tendría que agregar que
en México nunca tuve nada de familia; en Estados Unidos tenía una tía y un tío sin hijos
y en Israel dos tíos con dos primos hermanos.
Es decir, el círculo inmediato en México era sumamente pequeño lo cual hacía
que uno viese las cosas un poquito más por sí mismo. También, quizás, uno se daba
cuenta más de lo que es el mundo externo “normal”, aquel donde hay primos, primas,
tíos, el mundo donde hay un poco más del cariño propio de las familias. Todo eso,
sintetizándolo, diría que le produce a la persona - por supuesto no siempre - una mirada
interna un poco diferente y, quizás, un poco más profunda. Una forma de ver la vida a
través de un espejo en donde se reflejan los otros desde otra perspectiva, pensando que
la alegría tiene otros matices que, por supuesto, tienen que ver con la presencia de otros
seres humanos. En ese sentido debo agregar que mi padre tenía un rancho fuera de la
ciudad de México en donde cohabité con muchos peones de origen indígena, muchos
campesinos. Por supuesto que empecé a tener “migas” con ellos y la sensación de tener
más compromiso con otras gentes, gentes de menores recursos.
•
¿Y la Medicina cómo se va instalando en su vida?
Explicado lo previo, consideré que la Medicina sería una muy buena opción
para poder llevar a cabo algunos de mis preceptos, por supuesto, con las tremendas
ventajas que ofrece la Medicina y que permiten siempre ayudar y tender la mano.
Desde ese punto de vista la Medicina es un pasaporte inmenso para cumplir con ese tipo
de preceptos; extenderle la mano a quienes más los necesitan es una suerte inmensa. Y
esa suerte no es exclusiva hacia los enfermos, pues, con el tiempo me he encontrado que
mucha gente recurre al doctor simplemente para ser escuchado. Puede resultar extraño,
pero, buena parte de las personas que acuden a mi consulta lo hacen para escuchar y
para escucharse. La medicina es un pasaporte magnífico, como decía, para cumplir con
ese propósito de intentar ayudar a otras personas.
Hasta hace dos años trabajé en un hospital de gobierno. En México la
medicina se divide en dos grandes corporaciones: instituciones gubernamentales que
ofrecen ayuda a pacientes pobres y a personas aseguradas por el Estado y la medicina
privada, a la que recurren quienes pueden pagar los honorarios de la consulta. Durante
más de 25 años, trabajé en una institución gubernamental mexicana prestigiosa. Salí de
ahí hace dos años, en el 2004, por diferendos importantes con la dirección, diferencias
que tienen mucho que ver con mi forma de pensar y con lo que escribo, particularmente
en cuanto a la libertad del pensamiento y en cuanto a considerar que medicina y el
mundo contemporáneo deben abordarse con tolerancia -¿cómo hablar de temas como
eutanasia, aborto, etcétera si no desde un punto de vista secular?- y con el respeto
debido a la persona de enfrente. Religión y medicina no siempre son buena
combinación.
•
¿Cuál ha sido el ambiente intelectual de su familia, de su infancia y
adolescencia?
Respecto del ambiente intelectual de mi familia yo diría que era un ambiente
normal. Mi padre, que murió hace 10 años, era hijo de campesinos en Polonia. Él
perdió a toda su familia durante el holocausto. Tuvo que trabajar después de la primaria
por pobreza en la familia, así que no puso cultivarse. Hablaba 3 o 4 idiomas, como
suele suceder con las personas que emigran de Europa, y era una persona que se
interesaba mucho por la vida política pero que no tuvo una gran participación en la
vida intelectual desde el punto de vista de la literatura, de la pintura,
de la música, etc. Mi madre en cambio, provenía de una familia,
también polaca de clase media alta.
Ella estudiaba, antes del holocausto, la preparatoria así
como idiomas y música; quería estudiar biología, pero sus
posibilidades se vieron truncadas por lo que cuento en un libro que
acaba de publicarse en el 2005, cuyo título, ¿Quién hablará por ti?
Un recuento del holocausto en Polonia, de la editorial Taurus. El libro narra las
peripecias de mi madre y de su familia, sobre todo las vivencias a las que se enfrentaron
durante dos años encerrados en un sótano. Mi madre siempre tuvo el agrado y el interés
por la lectura y por la cultura en general. Es políglota: habla cinco idiomas con fluidez y
se da entender en dos. En mi casa la cultura tenía su lugar aunque nunca fue piedra
angular. En esa época, y para los supervivientes del Holocausto, ante todo, mis padres
tenían la necesidad y la obligación de sacar adelante a la familia y de forjar un
ambiente sano, sin odio, sin traumatismos por las pérdidas; querían, a toda costa,
ofrecernos una nueva vida. . Como ya mencioné, ellos sufrían las tragedias de todos los
desterrados y lo primero que había que solventar era la manutención diaria y conciliar
el concepto de familia. Desde ese punto de vista, no abundaban en mi casa las
inquietudes intelectuales o filosóficas.
Los libros, las ideas, la Medicina
•
¿Cuál es el origen de sus inquietudes "extra-médicas" particularmente sobre
filosofía, literatura, historia?
En este apartado debo confesar que cuando tenía 18 años no sabía si
dedicarme a la medicina o a la escritura. Al pasar un año en un kibutz en Israel, y
debido a que hablaba hebreo en forma fluida, no acudía a las clases del idioma, por lo
que “me sobraban” cada día, 4 horas. En esas 4 horas. lo que hacía era sentarme sobre
unas piedras que miraban a un lago y empezar a escribir.
Durante un año estuve en el kibutz, una granja colectiva, en Israel,
donde se pensaba que la vida igualitaria, la vida que ofrecía ese
tipo de modus vivendi era la vida más sana. A partir de entonces
siempre me quedó la impresión de que había que pensar tanto en el
“uno” como en el “otro”. Posteriormente leí muchos conceptos de
lo que significa la alteridad, “el otro”, o la “otredad” ya sea de
Emmanuel Lévinas o de Paul Ricoeur - ambos filósofos
importantes del siglo pasado - y, por supuesto, también presentes
en este siglo. En esos textos se pensaba que el otro debería ser uno mismo, un “sí
mismo”, y eran conceptos que a mí me gustaban mucho. Me gustaba, y me gusta, seguir
citando una frase que aprendí desde joven de André Breton: “Afirmo, sólo por el
hecho de comprometerme”, Idea muy vigente, sobre todo, en estos tiempos donde hay
tanta, tanta, desigualdad.
Me había ido enamorado de México. En Israel descubrí la pasión por la
escritura. Tengo 5 o 6 cuadernos que llené de poesía, de cartas a mi novia, de una
pequeña obra de teatro y realmente sentí que la escritura podría ser un pasaporte de mi
vida, una forma de vivir.. Tanto me gustaba la escritura, que todas las cartas que le
escribí a mi novia - y ésta es una historia bonita – y debido a que no había fotocopias en
esa época, o al menos en kibutz donde trabajaba, lo que hacía era copiar todas esas
cartas para quedármelas y después leerlas. En aquella época yo estaba convencido que
sería escritor, que me gustaba realmente mucho la escritura.
Cuando regresé a México, mi padre, como buen desterrado y como
persona que había vivido las iniquidades y desigualdades de la vida me dijo: “vivir de
la escritura y ser escritor, suena bonito, pero es una profesión muy compleja y
mantenerse de ella no es fácil”.
Así que me sugirió - una sugerencia con forma de obligación - hacer otra
profesión. En ese momento no pude contradecir a mi padre y comprendí que podía
tomar el camino de la medicina, lo cual, pensaba, podría ser una forma de vivir bien y
quizás, posteriormente escribir. Durante los primeros años de la carrera escribía en un
periódico pequeño de la ciudad de México, escribía un poco de cuentos, poesía y
ensayos.
Estudié la carrera de Medicina, después Medicina Interna y posteriormente
Inmunología y Reumatología, todo esto en la ciudad de México. Lo hice en la
Universidad Nacional Autónoma de México y posteriormente en el Instituto Nacional
de la Nutrición Salvador Zubirán, que es un nosocomio de Tercer Nivel. Durante mis
estudios médicos dejé la escritura personal y me dediqué a hacer investigación y a
escribir sobre temas médicos. Hasta hace dos años seguí realizando “un poco” de
investigación –tengo varios artículos médicos en revistas indexadas. Sin embargo,
durante toda la carrera yo seguía siendo un lector furibundo, tanto de literatura como de
filosofía.
•
¿Luego llega el momento de la escritura y la publicación?
Pasado el tiempo, a los 40 o 42 años, cuando yo ya había logrado tener una
práctica clínica adecuada, empecé a tener la oportunidad de
escribir. En esas épocas recuerdo haber leído una oración de
Anton Chéjov que, como se sabe, era médico y posteriormente
un gran cuentista, quizás el mejor cuentista ruso que ha habido, y
que tuvo que empezar a escribir por que la Medicina no le daba
los suficientes ingresos para vivir. Él repetía una frase muy bonita,
que palabras más, palabras menos –cito de memoria, decía-:
"Tengo dos profesiones en al vida, la escritura y la medicina.
Ambas son como mis amantes- Tengo la gran suerte que cuando
me aburro de una me voy con la otra y nadie se ofende". Esa idea me encantaba, me
fascinaba, y a partir de esa invitación empecé a darme el permiso de escribir, empecé a
darme cuenta que había muchos médicos que habían sido buenos escritores y que los
pacientes narraban historias fantásticas a partir del dolor, de su enfermedad, de la
sanación y de la muerte. Así que fui abriendo cuadernos donde anotaba todo lo que ellos
me decían con la finalidad de darles algún sentido importante a ese tipo de conceptos.
A partir del año 1991-1992, empecé a escribir regularmente en un periódico
mexicano que se llama La Jornada en el cual tengo aproximadamente 1000 artículos
de opinión y que abarcan muchos temas. Yo diría, modestamente, que toco todos los
temas que me inquietan. Una buena parte de ellos habla sobre bioética que es una
obsesión que actualmente me persigue en la vida, otra parte hablan de política, algunos
son modestos ensayos sobre “el quehacer en la vida”. Siempre soy crítico contra el
gobierno mexicano y siempre tengo la inmensa suerte de mantener una posición
independiente, la cual casi siempre es crítica. Muchas veces escribo pequeños ensayos
relacionados con el dolor, con la muerte, con la eutanasia, con el suicidio, sobre el
duelo, acerca del luto, etcétera.
En los últimos años, he comenzado a escribir en varias
revistas de prestigio de la ciudad de México todo tipo de
ensayos, algunos de prosa poética, algunos poemas en una
revista que se llama Alforja y, últimamente, también he tenido
la suerte de escribir para algunos pintores mexicanos acerca de
su obra. Es decir que a partir de que logré tener una práctica
médica suficientemente buena y fuerte como para no tener que
preocuparme “demasiado” de la manutención de mi familia, he
empezado a escribir cada vez más.
La Medicina, los estudiantes, los pacientes
•
Médicos y enfermos, el dolor y la comprensión siempre estuvieron presentes
como temas, últimamente también los jóvenes estudiantes.
Este año publiqué otro libro. Creo que es un libro bonito editado por Alfaguara.
Se llama "Una receta para no morir". Cartas a un joven médico. Allí escribo unas
cartas - que me las escribo a mí mismo - donde hago un repaso de lo que considero
debe ser la medicina en éstas épocas tan complicadas en donde hay tantos intereses que
amenazan profundamente el sano ejercicio de la práctica médica y el ejercicio noble y
leal del médico hacia el paciente. Debo agregar que para ejercer medicina - quiero
recordar que lo que yo hago más es Medicina Interna - es imperativo tener una relación
sana, cordial, amistosa y cariñosa con los enfermos.
Desde ese punto de vista considero importante señalar que todo lo que pasa
entre el médico y el enfermo es responsabilidad de ambos y que debe tratar de evitarse
que las influencias externas negativas –intereses económicos, compañías aseguradoras,
abogados, etcétera- atenten contra esa relación. Creo que es responsabilidad de ambos,
médicos y pacientes, el cuidar y fomentar esa relación. Agrego que tanto el enfermo
cuenta,. Perogrullo dixit con el derecho de buscar a su médico y cambiarlo si no hay una
relación empática, pero, el médico tiene también, aunque esto puede ser cuestionable,
el derecho de no atender a un enfermo cuando no exista una relación empática entre
ambos, subrayando que, tanto el médico como el enfermo, son seres autónomos. La
autonomía del enfermo es un bien indispensable y cuando eso se comprende el
beneficio es redondo.
•
Ud. ha escrito a los jóvenes estudiantes de Medicina: ¿Por qué alguien elegiría
esta profesión en los albores del siglo XXI?
Elegir esta profesión en los albores del siglo XXI es ante todo
una elección personal de quien se siente atraído tanto por el concepto
de persona como por el de ser humano en situaciones de salud o en
situaciones de enfermedad así como por la ciencia y el conocimiento
científico. La Medicina, a diferencia de otras muchas carreras, así lo
escribí en el libro que Ud. menciona, no es una mejor carrera que otras
profesiones pero si es una carrera que le brinda al médico la oportunidad de
desarrollarse tanto en el campo humano, atendiendo pacientes, como en el campo
científico, investigando acerca de las enfermedades. Por supuesto, habría que agregar
que es un magnífico pasaporte para la docencia y para ayudar, sobre todo a los
desvalidos, en este mundo tan dispar.
Creo que aquél que elige la Medicina, y sobre todo aquél que lo hace sin pensar
que es una carrera en ocasiones bien remunerada, lo debe hacer pensando que va a
obtener muchas satisfacciones a través de los diálogos con sus enfermos y a partir de lo
que logre caminar con ellos a través de la vida. Formarse como ser humano es una
razón fundamental para estudiar Medicina. Los pacientes son excelentes maestros.
•
¿Tiene Ud. alguna propuesta sobre la formación médica "ideal"?
Esta pregunta es muy compleja. La formación médica ideal es aquella que tenga
bien proporcionada la idea de la docencia en el futuro del desarrollo médico, la idea del
humanismo como una parte fundamental del ejercicio médico, la idea del conocimiento,
como parte fundamental del desempeño médico y también la idea de la investigación ,
que creo siempre va bien con la medicina. Yo creo que sería fundamental, como una
buena praxis médica, que todos los médicos, o la mayoría de ellos, sean primero
generalistas y que sean médicos que conocen mucho del enfermo en general Debería
haber un balance dentro de la propuesta de la formación ideal. También creo que los
médicos tendrían que ejercer desde un principio la combinación de la medicina
institucional - esa que se refiere a tratar a pacientes de escasos recursos - combinada
con la medicina privada.
Los “médicos descalzos” de la China antigua eran un gran ejemplo de lo que
podría ser la Medicina. Recuerdo que alguna vez leí que en la Medicina china de la
época de Mao al médico se le pagaba mientras el enfermo estaba sano y se le dejaba de
pagar cuando enfermaba. Esto, desde el punto de vista de la filosofía contemporánea, en
la que se han pervertido la mayoría de los modelos de relación médico-paciente, sería
una gran cosa. Que el médico se preocupase siempre por tener sano a su enfermo y
brindarle la mayor posibilidad de herramientas para que él sea copartícipe de éste
ambiente de salud.
No hay modelo médico ideal. Si se hace un estudio estadístico se encontrará que
hay un desencanto profundo de los usuarios de los servicios médicos contra los
doctores. Es muy frecuente ver los periódicos llenos de cartas de enfermos donde
acusan a la profesión médica, por negligencia, por descuido, por falta de conocimiento,
por incompetencia, por dualidades deshonrosas, etc. La denuncia del público al modelo
médico actual es importante y hace entrever que no existe esa formación médica ideal.
•
¿Se ha sentido Ud. "extraño" o "ajeno" al modelo promedio del médico actual?
Sí, debo decir que me siento muy extraño y muy ajeno al modelo promedio del
médico actual. Lo digo con cierto orgullo, no con displicencia ni con un sentido en el
cual yo me considere una persona mejor preparada o mejor médico, simplemente me
refiero a que lo “extraño” o lo ajeno al modelo médico actual es porque no tengo ningún
pacto con ningún laboratorio, con ningún equipo de seguros médicos, con ningún
gabinete de radiología, o con ningún equipo de galenos en donde lo que menos importa
es el paciente y lo que más importa son las ganancias económicas. También tengo que
decir que, lamentablemente, el promedio del médico actual, ya sea por presiones
externas, económicas o hasta por la “necesidad” de la fama, se ha alejado mucho del
paciente.
Ese tipo de presiones han hecho que la sana relación entre médico y paciente
desaparezca. Los médicos podemos ser también víctimas de una serie de ofertas de todo
tipo y podemos ser parte de contratos no del todo decorosos con todas las industrias que
giran a nuestro alrededor. Aquí quizás valdría la pena recordar que existen las amenazas
de los seguros médicos, de lo que se llama en los EEUU las Organizaciones
Mantenedoras de Salud cuya forma de trabajar es pagándole al médico un sueldo
mensual o anual que no valora su desempeño, ni la cordialidad que tenga hacia sus
pacientes. En esas compañías lo que menos importa son las personas, tanto los médicos
como los enfermos. Simplemente compran la práctica médica y esto hace que el médico
ya no se esfuerce más en tener una relación empática con sus enfermos.
Lo mismo sucede con los abogados Hay que recordar lo que el editor del New
England Journal of Medicine advirtió hace 15 o 20 años. Aseguraba que lo peor que
le podría pasar a la Medicina era que los abogados se interpongan entre médicos y
pacientes. Esa premonición, lamentablemente, ha llegado, y, ahora los abogados se han
ocupado de ganarse a los pacientes para hacer demandas de todo tipo contra los doctores
y destruir las relaciones entre médicos y pacientes.
•
¿Cuáles cree Ud. que son los elementos formativos que modulan el modelo
biomédico y qué perspectivas clausuran o entorpecen?
El modelo biomédico en esencia debe estar bien fundamentado desde un
principio en la escuela de Medicina. Mi idea es que el médico debe crecer tanto en el
aspecto humanista de la Medicina como en el aspecto tecnológico. Lamentablemente en
estos tiempos, por la presión económica, por el imperio de las compañías tecnológicas
y por el glamour que representan los nuevos y sofisticados estudios, los médicos suelen
recargarse más en estudios muy costosos de laboratorio y gabinete que en el contacto
humano con los pacientes. Desde hace por lo menos décadas se da mucho más peso al
poder tecnológico y al poder del dinero en la Medicina que al contacto humano que
debería existir entre médico y enfermo.
Romper esta perspectiva implicaría que desde el inicio de la carrera se le den al
médico los elementos fundamentales y necesarios, absolutamente balanceados, entre lo
que es el área humanista de la Medicina y lo que es el poder de la tecnología.
Lamentablemente, siento que la tecnología gana la batalla a pasos agigantados. Si
uno lee lo que sucede en los grandes institutos de salud en EEUU como el NIH, se
comprende la situación que vive la medicina en la actualidad: es casi nulo el dinero
destinado a mejorar o investigar la relación médico-paciente.
•
¿Qué transformaciones percibe Ud. en la Medicina del siglo XXI? ¿Qué se ha
perdido, que se ha ganado?
En el siglo XXI, por supuesto, se ha ganado y se ha avanzado inmensamente y
geométricamente en el conocimiento de la tecnología, de la biotecnología. Cuando
hablamos de clonación, de ingeniería biomédica, de ingeniería genética, etc, estamos
ante unas perspectivas que antes parecerían cuentos de ciencia ficción. Se ha ganado
mucho al respecto pero también se ha perdido mucho. Ya decía que se ha perdido el
contacto humano, pero no sólo eso. Todos leemos en la prensa como hay grandes
fraudes en la Medicina como lo que sucedió el año pasado con del investigador coreano,
que publicaba incluso en las revistas más prestigiosas como Science o Nature. Lo
sorprendente –y esa historia ha sucedido muchas veces- es que falsificaba datos, los
cuáles eran validados por los revisores, quienes, por supuesto, son científicos de primera
línea. Ese tipo de fraudes daña mucho la ética de la medicina. Hace algunos años
recuerdo haber leído una editorial intitulada, "publish o perish", es decir, "publicar o
perecer", donde se hacía alusión a la tremenda y en ocasiones inmisericorde presión
sufrida por quienes se decidan a la investigación.
Se ha ganado mucho en el conocimiento profundo del daño celular y molecular,
y se ha perdido mucho en ver al paciente como un ser humano completo que tiene
enfermedades pero que, ante todo, es una persona. Se ha fragmentado mucho la
Medicina. Cada vez es menos popular la Medicina Interna, la Medicina Familiar y son
más socorridas, por muchas razones, las subespecializacines.
El poder, el conocimiento, la realidad
•
Ud. ha trabajado intensamente en aspectos vinculados a la Medicina, el poder, la
discriminicación: ¿Registra situaciones concretas en que el control social se
mimetiza de conocimiento científico para ejercer su poder haciendo de los
médicos sus agentes involuntarios?
Esto lo he denunciado en muchas ocasiones. El médico debe ser, dentro de todas
las profesiones, una persona absolutamente independiente, que no se vende y que no se
vincule con interese obscuros y que no tenga relaciones insanas con el poder.
He escrito varios ensayos sobre lo que es el poder del
médico, el poder benéfico y el poder negativo. La bata que viste al
médico frente al paciente, que es un ser vulnerable, - esto lo han
explotado mucho filósofos tan importantes como Gadamer - le da al
doctor un poder inmenso, un poder que le permite ejercer todo tipo
de influencias, sanas o negativas. Quiero subrayar que los enfermos
cuando llegan al consultorio o al hospital, en general van
“entregados”, van con la idea de que quien está frente a ellos va a ser
la persona que dicte su presente y quizás su futuro. Los enfermos son personas
desarmadas que fácilmente pueden ser víctimas de un poder mal utilizado. Ejemplos
sobran. Los médicos estadounidenses que se prestan a hacer lo que hacen en
Guantánamo o en Abu Ghraib; los médicos que colaboraron con Pinochet o los médicos
torturadores que trabajaban en la Argentina durante la época de la represión. No puede
soslayarse la participación de los médicos que supuestamente hacían investigación en la
época del nazismo en Alemania. .
La ética debería ser una materia que se infunda y que se enseñe mucho más de
lo que se enseña en la carrera. Una materia que crezca más, que se repita más, que se
debería llevar en cada año de la Facultad de Medicina. Yo pienso que la bioética - debo
señalar, que tengo escrito un pequeño libro sobre bioética, otro pequeño libro sobre
eutanasia y varias decenas de ensayos pequeños y medianos sobre temas que tienen que
ver con la bioética - debería ser una materia que se enseñase con mayor fruición en la
carrera de Medicina e incluso en las residencias. Estoy convencido que la bioética será
la filosofía del siglo XXI. Basta hojear los periódicos para darse cuenta que día a día se
habla de clonación, de ingeniería genética, de SIDA, de eutanasia, de medicina para
pobres y para ricos, del derecho a los transplantes, etcétera. Desde ese punto de vista el
poder y la discriminación de la Medicina podrían ser menos graves si los médicos
tuvieran lo que llamo una “conciencia ética fuerte” o un “edificio ético” bien construido
desde el principio.
•
Llegamos a este siglo desde uno que profundizó el abismo entre "las dos
culturas" de las que hablaba Charles Snow: ¿Cree Ud. que las ciencias forman
parte del universo cultural? ¿Considera que este abismo entre culturas existe?
¿Cree necesario suturar esa brecha?
El libro de Snow es un libro bastante conocido para mí, lo
he discutido públicamente con varios médicos, seguramente lo he
tocado en algunos de los escritos donde he tenido oportunidad
de reflexionar sobre este tema. Sí, es lamentable la idea de las
dos culturas, los científicos ignoran mucho lo que es el
humanismo, la literatura y el arte y las personas dedicadas al arte
ignoran mucho lo que sucede en la ciencia.
El entrecruzamiento entre ambas formas de abordar la
vida sería indispensable y sería una forma excelente para que se
mejorasen las situaciones por las que atraviesa el ser humano.
Lamentablemente si hay un divorcio entre ambas culturas habrá también una falta de
entendimiento como planteaba Charles Snow cuando criticaba a los científicos por su
ignorancia hacia la literatura o cualquier otra forma de cultura y viceversa, es decir, la
falta de conocimiento de los artistas sobre la ciencia.
No tener un lenguaje común es también, propio de éstas épocas y de éstos
tiempos donde la superespecialización y donde la fama y el poder hacen que cada
persona sea más arrogante en su campo sabiendo mucho más de pocos temas y muy
poco de muchos temas. La denuncia de Snow sigue siendo vigente, cada vez más
vigente. Además de esto, lo cual no toca Snow en su libro, es lo que sucede con los
políticos. La política para mí es una gran enfermedad. La inmensa mayoría de los
políticos sufren la “enfermedad de la política”, mal incurable, progresivo, detestable y
refractario a todo tratamiento. Aparte de las dos culturas a las que se refería Snow,
podrían hablarse de las tres culturas. La tercera es la “incultura” incurable de los
políticos.
¿Por qué lo menciono?, por que en el ámbito de nuestra triste Latinoamérica,
hablando de políticos, de pobreza y de inequidades, de miserias e injusticias; los
políticos suelen desconocer ambas culturas y son responsables de que no se avance en
ninguno en los dos sentidos.
•
El médico se educa focalizado sobre determinados conocimientos y alejado de
otros: ¿Cuál es su reflexión sobre la frase atribuida a Mercier: "El médico que
sólo Medicina sabe, ni Medicina sabe” ?
Me gusta que plantee que la frase se atribuya a Mercier. He escuchado también
que es de Gregorio Marañón. La frase me encanta, yo la repito mucho con mis
alumnos. Creo que el médico que sólo se aboca a escuchar el problema del enfermo y
no comprende todo el entorno del paciente es un pésimo médico.
Debo decir, que actualmente y, como lo he constatado en muchas
ocasiones sobre todo en EEUU, al paciente no se le explora, ni se le revisa, o, como
decía un paciente mío entrado años, médico de profesión: “En Estados Unidos los
médicos no saben tu nombre, ni te miran, ni te tocan. Casi ni te hablan. Lo único que les
importa son los resultados de laboratorio”. Y así es y así parece que cada vez será más
la norma: los médicos se alejan del ser humano como tal por que eso implica más
trabajo. Por eso la eutanasia es un tema tan poco socorrido: requiere un gran esfuerzo
del médico para entender las razones de sus pacientes. Muchas veces las decisiones
sobre los enfermos se toman sólo al ver y estudiar los resultados de laboratorio y ni
siquiera interrogando a los enfermos.
En muchos hospitales en México, a los enfermos no se les revisa, sea por
exceso de trabajo para los médicos, lo cual es cierto ya que tienen que ver 30 o 40
enfermos al día o porque los pacientes no reclaman lo suficiente o porque el modelo
biomédico actual permite que se hagan ese tipo de maniobras. Es decir, tratar a los
enfermos sin ni siquiera conocer su nombre, sin verlos y muchas veces sin explorarlos.
La frase de Mercier es absolutamente cierta, como también sería cierto que el médico
que tiene muchos elementos humanos para tratar a su enfermo al explicarle el porqué de
su enfermedad, ya sea a través de la misma patología, a través de la literatura, a través
de su propia concepción del dolor pues, suele ser mejor médico.
•
La producción de trabajos filosóficos y reflexivos en Medicina tiene una larga
tradición: ¿Cree Ud. que esta modalidad ensayística está hoy en retroceso?
Sí, creo que está en retroceso. Hay que recordar que en la época de Hipócrates,
después de los filósofos, en la escala jerárquica, venían los médicos porque ambos
hacían internados, una especie de internado de estudio. Ese internado combinaba el
estudio de la filosofía con el estudio de la Medicina. Lamentablemente hoy en día
cuando se revisa la mayoría de los currículos de las universidades materias como ética,
filosofía o bioética, tienen muy poco espacio y muy poca atención y un gran descuido,
lo cual habla, por supuesto, del poco peso e interés hacia esa área del conocimiento.
Es poco frecuente ver médicos que, junto con el ejercicio de su
profesión, tengan el interés por el ejercicio filosófico. Y es poco
frecuente incluso que las revistas médicas dediquen espacios a éstas
reflexiones. Afortunadamente, algunas revistas como The Lancet, o el
British Medical Journal en Inglaterra y el The Annals of Internal
Medicine en EEUU han dedicado un espacio importante para la poesía y
la reflexión filosófica en sus artículos. De hecho hay unas escuelas en Europa donde les
hacen a los alumnos escribir poemas acerca de la enfermedad o que los hacen actuar
como si estuviesen enfermos.
Es decir, los aproximan al aspecto filosófico de la enfermedad y del dolor a
través de ellos mismos y a través de otras lecturas. Pero esa gran tradición de médicos
escritores y de médicos filósofos ha disminuido en la actualidad. No es sólo un
problema de la Medicina, sino que es un brete de los valores humanos en la actualidad
en general. Yo sí siento que hay un retroceso desde el punto de vista humano en
relación con la ética, a la filosofía y valores afines. Hay un retroceso a nivel mundial,
basta ver el mapa mundi actual para entender que los valores ancestralmente deseables
han perdido espacio, y en eso la Medicina ha perdido sus vínculos con la filosofía y con
la literatura al igual que otras disciplinas.
•
Ha sido Ud. un autor muy considerado por el mundo editorial, pero: ¿Considera
que existe espacio suficiente para la reflexión sobre el conocimiento y el
pensamiento crítico? ¿Son los escasos ejemplos al respecto producto de lo
infrecuente de ese pensamiento o de los sesgos de la selección editorial?
Debo decir que he tenido suerte, que he podido llegar a varios mundos editoriales.
He tenido la suerte de hacerlo cada vez más, se me han abierto los campos, quizás por
cierta tenacidad. De hecho, modestamente, debo comentar que mi ultimo libro - que
nos es médico, aunque siempre hay una mirada médica en lo que escribo - "¿Quién
hablará por ti?”, pronto se convertirá en una obra de teatro y, con suerte, en una
película. Lo digo con modestia con emoción.
El médico no ha tenido la fuerza suficiente para tener un pensamiento crítico.
Actualmente es una profesión mediocre en cuanto al desarrollo de conocimientos no
estrictamente médicos o en cuanto a compromiso social. Creo que hay una pequeñez
notoria cuando se explora al mundo médico acerca de otros temas llámense: filosofía,
literatura, cine, historia. Me imagino que eso sucede en muchos otros ámbitos y en
otros países. Al respecto no habría que decir que es sólo el mundo editorial el que ha
coartado o el que ha disminuido las posibilidades para que los médicos se desarrollen.
Yo creo que los médicos no acceden a ello porque no quieren, porque no pueden,
porque no les interesa.
Muchos médicos se conforman con el ejercicio médico, pero siempre he pensado
que el médico debe ir mucho más allá. Le doy un ejemplo interesante. En 1933-34,
cuando empezaba a tener peso el nacionalsocialismo en Alemania, Hitler, por supuesto
con una gran inteligencia, decidió dirigir sus primeros discursos a los médicos ya que
pensaba que tenían una relación muy estrecha con los pacientes y que éstos creían en
ellos ya que los médicos contaban, al menos en aquella época, en la Alemania pre-nazi,
con elementos suficientes de cultura y de comunicación amén de los elementos
médicos para comunicarle a sus pacientes las bonanzas del nacionalsocialismo. Y los
médicos alemanes fueron los profesionistas que más se aliaron al nazismo. Ellos
diseminaron las ideas de Hitler con gran éxito.
La ciencia, el futuro, los sueños
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¿Cuál es su caracterización del momento científico definido por el alcance de los
propios límites de la condición humana: clonación, ingeniería genética,
encarnizamiento terapéutico? ¿Cree posible articular una tecnociencia que "todo
lo puede" con una regulación ética de lo técnicamente posible?
Esta pregunta es muy importante. Yo creo que aquí hay que repetir hasta el
cansancio lo siguiente. E s cierto, así lo digo públicamente en muchas ocasiones: la
ciencia y el conocimiento saben que pueden progresar sin límites, saben que pueden
reproducir sus datos en ocasiones sin nada que los detenga y pocas veces se preguntan
si hay razón para parar o si hay alguna razón para detener la investigación. En cambio la
ética también sabe que el conocimiento y la ciencia no tienen límites, pero siempre se
pregunta si tiene sentido investigar todo lo que sea susceptible de ser investigado. Se
pregunta si hay que poner un límite al avance de la ciencia y al avance del conocimiento
porque éste no sea útil.
Desde ese punto de vista yo creo que hay que contrapuntear siempre ciencia
contra ética, en una balanza la ciencia y en otra balanza la ética. La ciencia no siempre
es un factor de avance. Para muchos pobres el inmenso crecimiento de la ciencia, el
crecimiento exponencial de la tecnología biomédica sirve de muy poco y, quizás, no
sólo no sirve sino que los perjudica porque lo deja al margen de los avances, los deja
sin ninguna posibilidad de acceder a ese tipo de bonanzas, a ese tipo de conocimientos.
Yo creo que sí debe plantearse si el conocimiento debiera tener o no límites, sobre todo
pensando en el concepto de justicia distributiva. Entiendo que suena ridículo y absurdo
lo que estoy diciendo, pero mientras no se hable un poquito de justicia distributiva, de
justicia social y de cierta igualdad el conocimiento puede carecer de sentido si no sirve
para mejorar las condiciones de las mayorías. En síntesis, debe balancearse el
conocimiento con la justicia, con la ética, con la distribución adecuada de los recursos.
Antes decía que la bioética, será la filosofía de éste siglo. Creo que si los
avances tecnológicos no se acoplan a urgencias como igualdad y justicia, se irán
incrementando las brechas económicas y las brechas entre un ser humano y otro. La
apuesta de las personas que les preocupa la ética y la bioética es tratar de contraponer
sus fuerzas contra los que se dedican a la tecnociencia. El problema es que la
tecnociencia cuenta con muchísimo dinero y la ética y la bioética cuentan con muy
poco.
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¿Cuáles son sus sueños pendientes? ¿Qué quisiera hacer en el futuro mediato?
Sueños pendientes: escribir más acerca de los vínculos entre filosofía y medicina,
entre ciencia y medicina y del enfermo del siglo XXI como un ser que cada vez queda
más desarmado y desprotegido y que le compete al médico tratar de ofrecerle todos los
medios para que sea tratado desde un punto de vista más completo, más como un ser
humano que merece tener todo tipo de atenciones. Este sueño pendiente tiene que ver
con la realización de pláticas, de escritos y denuncias. Yo creo que las personas que
tenemos voz, que no somos muchas en este mundo - los médicos tenemos en muchas
aspectos la capacidad de tener mucha voz - tenemos la obligación de denunciar, de
aliarnos con el más débil, de darle voz y presencia a quienes reclaman, desde muchos
puntos de vista, las inequidades y las injusticias. Ahí creo que el ser médico si
comprende una obligación tremenda hacia los más desprotegidos. No quiero decir que
los médicos debamos ser quijotescos, que los médicos no debamos ganar dinero, que
debamos ser comunistas a la usanza bella y antigua, sino simplemente ser leales a
principios médicos, humanos y éticos.
Un sueño pendiente sería ese, diseminar el conocimiento de la ética médica y de la
bioética. A eso es a lo que ahora me dedico mucho, a hablar de bioética y de ética
médica. Quiero que se hable más de eutanasia, de la corrupción en la investigación, del
peso de las compañías farmacéuticas, etcétera.
Lo que quisiera hacer en el futuro mediato es seguir haciendo lo que hago. Tener
un ejercicio clínico satisfactorio, como lo es el mío, aprendiendo mucho de mis
enfermos, seguir llenando mis cuadernos con muchas notas a partir de lo que me dicen
mis enfermos y seguir escribiendo cada vez más y mejor. En este momento realmente
estoy haciendo una novela, que es ficción en cierta forma, de un paciente que ve el
mundo a través de su dolor y que se convierte en una persona que a través de sus
dolencias juzga y valora el mundo y a sus seres semejantes. Quiero darle más peso a la
literatura de la enfermedad, o a la enfermedad y a la literatura como un vínculo
indispensable en mi vida.