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Yo, Wilhelm Frinta, nacido el 22 de Diciembre de 1950 en
Salzburgo, Austria, juro por Dios que todo lo que voy a
manifestar en este libro es la verdad y nada más que la
verdad, salvo que en algún momento mi conciencia
estuviese siendo alterada, explicándose el mismo
fenómeno que me ha estado acompañando a lo largo de
todos estos largos años y que sigue alumbrando mi
camino con místicas fantasías día y noche. He aquí
entonces mi relato que, aunque a ratos parezca ser un
tanto inverosímil, no sólo contiene anécdotas y
testimonios que me han sucedido, sino que los intentaré
relatar de la forma más veraz posible, tratando de no
omitir los sucesos que resultan cruciales para la
comprensión del don con el que he sido dotado. Ahora
bien, lector curioso, atiende a mi relato de la mejor forma
posible porque yo intentaré contarlo de la forma más
placentera.
Recordando con dificultad, mi relato comienza de tal
forma (o por lo menos la parte que considero relevante
para mi relato): era una noche fría de diciembre de 1963.
Los sutiles mensajes que me han estado revelando mi
extraña condición sobre la tierra comenzaron a hacerse
presente en mi pequeño pueblo Traunkirchen, al lado de
un lago fantasioso en donde los príncipes y princesas de
Austria solían caminar hace más de un siglo y en donde
el sueño fantástico, precisamente en época de Navidad,
se hace realidad cuando todo el lago cristalino se
encuentra cubierto por una precaria y sutil fas de hielo y
las montañas están acobijadas bajo nieve blanca. Este
ambiente climático y atmosférico que estoy tratando de
relatar de la forma más veraz posible, transmite una
inmensa calma y serenidad. Claro está, otro detalle
único acerca de dicho lugar es que la nieve cruje bajo las
botas, aumentando su ambiente tétrico y apaciblemente
silencioso. En estos precisos momentos, regresaba del
claustro benedictino para pasar una de las más
inolvidables vacaciones navideñas con mi familia.
Era una de esas frías noches cuando el hielo se pega
como escarcha en la parte de afuera de las ventanas y
entonces, fue necesario dejar prendido un pequeño horno
de aceite en la alcoba para tratar de apaciguar el
inmenso frío que parece filtrarse por entre la ropa y que
llega como un dolor punzante hasta el interior de los
huesos. El pequeño horno tenía un orificio en la parte de
arriba, a través del cual se pudo observar las lenguas de
las llamas reflejándose como un fantasma indómito en
el techo de la alcoba. Por un largo tiempo, me costó
trabajo conciliar el sueño mientras miraba este
espectáculo fantasmagórico de las llamas. Finalmente
dormí y no sé en qué momento se comenzó a iluminar el
cuarto de forma instantánea. A la vez, el cuarto estaba
acompañado de un brillo intenso nunca antes visto y que
semejaba rayos matutinos del sol. Sentí terror, miedo,
muchísimo calor en mi cuerpo, a pesar de estar haciendo
un frío insoportable, y me parecía que miles y miles de
agujas me estuvieran atravesando: me estremecía con
temor. La luz, el calor y las agujas eran algo increíble,
difícil de entender e inclusive de comentar, y es lo cual
hace que mi relato sea tan difícil de describir. Como
estaba comentando, realmente no pude entender lo que
sucedió aquella noche. Inclusive, creo todavía no poder
explicarlo (cada día intento entenderlo), pero lo que sí
sé es que fue una experiencia mística que estaba
funcionando como señal y que quería no sólo contarme
algo, sino también darme a conocer mi condición única.
No quería que nadie lo supiera y durante mucho tiempo
se conservó como un verdadero secreto, sólo mío.
Quizás eran los primeros días de Febrero de 1993 cuando
la fuerza inexplicable de la cual he estado hablando se
me manifestó en un sueño. Además, no fue un sueño
común. El sueño estaba dotado de una verosimilitud tan
enorme que, además de parecer real, a veces, gracias a
dicho sueño, la barrera entre el sueño y la vigilia se
hacía cada vez más difusa. Pienso que fue un sueño. Sin
embargo, la duda se mantiene, junto con la enorme
ambigüedad del suceso. Como muestra el cuento “Las
Ruinas Circulares” de Borges, aún no tenemos la certeza
de que vivimos en vigilia, pues bien podríamos estar
soñando o, inclusive, siendo soñados por alguien.
Era alrededor de las 4 ó 5 de la mañana cuando sentí y
vi que se acercaba algo del cielo con suma velocidad,
acompañado de un ruido inmenso, casi ultrasónico. Yo
me encontraba en aquel instante en un prado verde, casi
fructífero, el cielo estaba azul, a pesar de que la
oscuridad ya lo estuviera comenzando a envolver, y la
sombra de unas montañas cercanas oscureció ese prado,
encobijándolo con una sombra enorme, como si fuera una
manta difusa que se despliega. De repente, una luz muy
intensa alumbró la postrimera oscuridad del verde pasto
en forma de círculo. Difícil de explicar, pero se desplegó
una especie de gran rayo sobre mi diminuto cuerpo,
haciendo un enorme contraste de luminosidad con la
inmensa sombra. La luz se iba haciendo cada vez más
intensa y más grande. Yo, inmóvil y perplejo, a la vez
veía acercarse con alta velocidad un objeto extraño del
cielo cristalino con muchos bombillos en sus
coordinadas, aplastándome contra el suelo. Ese objeto
estaba bastante cerca a mí, pero se mantenía inmóvil en
el cielo. La gran luminosidad tanto del objeto como de
la luz, acompañado del ultrasonido, me hizo caer al
suelo, paralizándome inmediatamente y dejándome en
un estado cataléptico. Cuando sentí que se venía contra
mí con toda velocidad, se volvía a distanciar de manera
intermitente. Entonces, volví en mí mismo y me pude
mover de nuevo. Luego, vi a muchos niños jugando en una
peña; todos tenían buena salud. Una visión profética que,
a la manera que lo veo, estaba adelantándome mi
futuro: cirugía sin anestesia... mi parálisis en el piso... los
niños sanos en la peña… mi trabajo después con niños
enfermos…
En otro sueño, me encontré caminando silenciosamente
por unos montes infértiles, acompañado de un viejo con
barba larga y blanca que iba con un bastón y que
semejaba a un sabio pastor caminando en un valle.
Nuestra conversación era nula y, por lo tanto,
caminábamos sin decirnos nada. Las montañas estaban
peladas y no se veía ni un solo árbol, haciendo de las
montañas un lugar estéril e imposible de ser habitado.
Parecía un valle desértico pero, paradójicamente, había
abundante ganado, a modo de rebaño, el cual estaba
bien alimentado. El viejo se mantenía en silencio;
simplemente caminábamos. De repente, el viejo me dijo:
“mira a tu izquierda”. Levanté los ojos y vi una luna
llena, magnánima y luminosa. Tan pronto estaba
perplejo ante la inmensidad de la luna, de repente
explotó, dejando atrás nada más que el cielo oscuro. En
seguida, el viejo me dijo: “mira a tu derecha”. En tanto
que subí la mirada, me encontré con un enorme sol,
apacible e inmóvil. Sin embargo, al igual que la luna,
explotó en un pequeño estallido silencioso, dejando
nada más que unos relámpagos enardecidos que
aparecían y se iban de un momento a otro, de manera
intermitente.
Me gustaba mucho la pesca y solía irme a la laguna de
Tota, una hermosa reserva natural en Boyacá. Me inscribí
a la asociación de pesca allá (Boya-pesca) en 1986. El
presidente también era médico (con especialidad en
otorrinolaringología), un hombre separado con muchos
conflictos personales y, en ocasiones, un déspota para la
gente. Una noche de Octubre de 1990, él estaba tomando
con una amiga en el bar del refugio. Eran más o menos
las diez de la noche, cuando de repente quiso hablar
conmigo. Parecía estar un poco tomado y pretendía otros
propósitos. Por la forma como me comenzó a hablar y a
tratar, me dio la impresión que era homo o bisexual, pues
su insinuante forma de tratarme me reveló su inclinación
sexual. Como no le sucedieron las cosas como esperaba,
empezó a insultarme bastante fuerte y a amenazarme con
botar mi motor de la lancha a la laguna y mandar a
traer la policía del pueblo. Entonces, estando un poco
molesto gracias tanto a sus intenciones conmigo como a
la altercación que tuvimos, resolví tomar mis cosas e
irme del refugio: llegué a Bogotá a la una de la
madrugada.
Siete meses después de este suceso, fui otra vez a Tota,
pero esta vez en plan de turista y quedándome fuera del
refugio. Saludé al administrador y él me preguntó por
qué no había vuelto a Tota. Yo le conté todas las cosas
que me sucedieron con aquél médico, las cuales habían
sido demasiado desagradables e incómodas. Le conté al
administrador que yo había venido a Tota para descansar
y sin malas intenciones pero que, desafortunadamente,
había tenido una no placentera disputa con el presidente
de la asociación de pesca. Seguimos charlando. Me
contó que había ocurrido un terremoto hace unos meses,
lo cual me sorprendió, y le pregunté: “¿cómo sabía que
había sido un terremoto?” Él me llevó hacia el bar
(exactamente donde yo tuve la disputa con ese señor
meses atrás). Realmente fue sorprendente que en la
entrada del bar, donde estuvimos discutiendo hacía unos
meses atrás, se había hecho una grieta de abajo hacia
arriba. La grieta especialmente me dejó perplejo porque
esa pared de rocas tenía un grosor de más de medio
metro y había sido una construcción antigua de más de
100 años. Además, otro detalle que resultaba ser muy
curioso era que en ningún otro lugar del refugio hubiera
señales de grietas o demoliciones extrañas.
Posteriormente, como me estaba contando el
administrador, les tocaría demoler la casa en su
totalidad, endeudarse para construir una nueva y vender
predios antes adquiridos para empezar con la
construcción, todo gracias a la infame grieta que, a mi
modo de ver y según los indicios, había sido extraño e
inexplicable producto de mi disputa con aquél médico.
Finalmente, hasta hoy nunca más ha sido utilizado como
refugio de pesca. La asociación de pesca también encontró
su fin, disolviéndose y causando que sus asociados se
fueran yendo uno por uno. Después, el orden público no
les permitió usar esa casa como club de pesca.
Hace poco, me encontré con un viejo amigo austríaco
quien vende artículos y accesorios de pesca y me contó
que este señor había fallecido hace dos años tras una
cirugía en el pecho, que lo llevó a pasar, antes de su
muerte, cuatro meses con el pecho abierto en cuidados
intensivos del hospital San Pedro Claver. Además, según
este señor austríaco, últimamente él había estado
teniendo problemas de amenazas, obligándolo a vender
la mayoría de su almacén y encontrándose al borde de
la pobreza después de haber gozado de buenas entradas
económicas que le habían estado alcanzando para los
estudios de sus dos hijos de su último matrimonio. Hace
16 años, él fue quien me recomendó esta asociación de
pesca con sumo entusiasmo. Sin embargo, su ánimo por
convencer a los pescadores a unirse a dicha asociación de
pesca no era gratuito. Simultáneamente, solía tener un
negocio aparte con este presidente fallecido, ganándose
un buen porcentaje por cada afiliación y poniéndole un
cierto grado de malicia aberrante para convencer a los
pescadores de unirse a esta asociación.
Tenía, por primera vez, la sensación que este extraño e
inexplicable poder castigaba a su manera. Hay una
especie de lenguaje muy sutil, abstracto, pero firme y con
unas magnitudes exorbitantes. Realmente, me parecía
sumamente extraño el vuelco de fortuna que le había
sucedido a ese señor exactamente después de la riña que
yo había tenido con él. Además, la marca de la grieta
revelaba la sorprendente exactitud en la que habíamos
tenido esa pelea. Aunque a veces llegaba a pensar que
tal vez podría haber sido una mera coincidencia, creo que
yo, de alguna manera, y mi extraña influencia en otras
personas habían tenido que afectar lo que le había
sucedido a ese señor. Sin embargo, lo que me llenaba de
pavor era el simple pensamiento de que esa fuerza tal
vez tenía unas magnitudes negativas y que actuaba de
manera independiente a mi conciencia, pues yo nunca le
deseé tal desgracia a ese señor.
Ahora, comentemos el caso de una niña que se llamó
Julieth. Ella tenía 15 años cuando vino a mi consultorio,
pues sufría de una enfermedad terrible: letal lupus
eritematoso en un estado lamentablemente terminal. La
estaba tratando un médico bioenergético muy conocido en
Colombia. Él había recomendado quimioterapia, gracias
a todo lo que le sucedía a esta niña: insuficiencia renal
(protinuria, tensión alta, síndrome convulsivo y bajo
antihipertensivos, anticonvulsivos y alta dosis de
cortisona a diario: 50mg).
La niña, cuando llegó a la primera sesión, contaba con
una anemia de 6,1 de hemoglobina, lo cual la hacía
incapaz de mantener la cabeza recta. Era junio o agosto
de 1999 y la niña ya llevaba, gracias a su enfermedad,
más de unas semanas sin ir al colegio. Después de 2
sesiones, la niña volvió al colegio. Día a día iban
mejorando sus condiciones físicas. La hemoglobina subió
en menos de 4 semanas sobre 8 sin aplicación de
glóbulos rojos. Después de cuatro meses, la
prednisolona, sólo a partir de terapias, bajó y quedó en 5
mg diarios. La niña seguía mejorando su semblante, junto
con otros aspectos. También era notoria la mejoría en el
colegio, según comentaban sus profesores. Todo andaba
muy bien, mientras bajaba lentamente la dosis de todas
las drogas hasta finalmente quedar solamente con 5mg
de prednisolona diaria, lo cual es una mejoría bastante
notoria. Todos los exámenes siguieron mejorando, a
diferencia de la protinuria y, además, la hematuria
mejoró bastante. Pasó 1 año antes de que finalmente
empezaran a bajar los títulos de la protinuria.
Inicialmente, el aspecto de la orina era demasiado
espumoso y sangriento. Todo esto cambió después de las
sesiones: la orina volvió a tener un aspecto normal.
Los padres siempre la traían los sábados. Recuerdo que
la mamá hablaba mucho y era bastante extrovertida.
Ella dejó a su niña, buscó rápidamente salir y no
quedarse. Una vez, salí del consultorio y vi al padre de
la niña medio dormido en su carro y tenía en su minaré
una Biblia. Pensé que ellos pertenecían a alguna religión
de tipo cristiana. Pasaron los meses y, cuando llegamos
al final del 2000, por fin triunfamos, dejando a un lado
todas las drogas, incluyendo la prednisolona. Le
comenté a la mamá de Julieth que era importante
seguirla trayendo el próximo año cada quince días a
terapia, siempre y cuando siguiera sin droga alguna.
Estaba tan bien que, según sus profesoras, la chica bailó
toda la noche mientras finalizaba el año 2000. Volvió el
5 de febrero del siguiente año a terapia y esa fue la
última vez. Vino acompañada de una amiga y no había
rastros ni de la mamá ni del papá. Sospeché algo, pero
no quería creerlo. La niña se murió 5 meses después, con
insuficiencia renal dializándola y con trombos cerebrales.
Eran tal vez los últimos días de abril. De repente, mi
presentimiento me dijo que había algo mal acerca de la
situación de la niña que vi por última vez en febrero. Traté
de comunicarme con una de sus profesoras, pero fue en
vano. Me tocó esperar otras tres semanas hasta que
conseguí comunicarme con una de sus profesoras. Ella
me dijo que los padres habían decidido no traerla más a
las terapias y que habían resuelto cambiarla de médico.
Además, le estaban aplicando una droga muy costosa
una vez a la semana. Lo peor de todo es que, según sus
profesores, la niña estaba mal y ya no estaba rindiendo
en el colegio y que estaban dializándola.
Les propuse, sin ningún otro interés que el del bienestar
de la niña, no cobrarles nada pero que la trajeran para
atenderla inmediatamente. No hubo respuesta alguna.
A mediados de junio, recibí una llamada a mi celular.
Era la abuela de la niña comentándome lacónicamente
el deceso de la niña e invitándome al sepelio. Yo, lleno
de rabia y de desconcierto, no quería saber nada del
asunto. Estupor y tristeza profunda abrió y desgarró mi
corazón por completo. Era increíble: luchando casi 2 años
por una joven y, cuando estaba a punto de curarse de su
mal, llega un médico irresponsable y, sólo por ganarse
unos centavos, le entierra el puñal terminante en los
riñones. Después de un gran persistente esfuerzo de
recuperación durante dos años de terapias, le había
causando la muerte a una joven que apenas abrió los
ojos para vivir y que le quedaba todo el sendero de la
vida
por
delante.
Decepcionante,
absurda
e
incomprensible la actitud de los padres al hacerle esto a
su propia hija. ¿Cuáles fueron los motivos? Nunca los
sabré. Este suceso me causó una marca imborrable en el
corazón para siempre.
LA CRÍTICA HACIA LAS VACUNAS:
El 18/19 de septiembre de 2001: Stuttgart, Alemania.
Congreso sobre las vacunas.
1. Peligros a través del cambio del código genético
artificialmente:
Dr. Stefan Lanka criticó fuertemente la gentecnología,
manifestando la importancia entre la información
genética activa e inactiva en el organismo humano
como en cualquier organismo en el que se transportara
información genética hacia las células y órganos
vecinos y lejanos en la forma inactiva. La naturaleza
maneja así unos tales distanciadores, los cuales se
interponen entre los diferentes sectores genéticos para
inhibir su activación temprana antes que lleguen a su
destino. Las moléculas genéticas artificialmente
manipuladas ya no tienen esos distanciadores como
mecanismo de protección y nadie podría decir dónde se
colocará esa información genética (sin timón y rumbo)
y cuáles podrían ser los estragos que pueden causar.
2. ¿Está realmente comprobada
eficacia de las vacunas?
científicamente
la
Dr. Buchwald observó durante muchos años todos los
pacientes que se enfermaron de viruela desde 1945.
30% fueron vacunados completamente
30% fueron vacunados parcialmente
30% no fueron vacunados
Entonces, sin importar si los pacientes fueron
vacunados o no, igualmente contrajeron la enfermedad
de la viruela, poniendo en duda la eficacia de las
vacunas contra la viruela.
3. Sustancias tóxicas en las vacunas:
Formaldehid
Mercurio
Aluminio
Fenole
4. ¿Por qué había reducción de enfermedades
infecciosas (en la niñez) en los últimos 100 años?
Higiene
Agua limpia y manipulada
Alimento y nutrición adecuada
Leche materna en mujeres bien alimentadas
Es decir, la reducción de enfermedades infecciosas en la
niñez no se dio gracias a ningún tipo de medicamento
farmacéutico y químico. En cambio, la razón por la cual
se llevó a cabo una reducción de enfermedades
infecciosas fue por motivos naturales y comunes que,
reduciendo los riesgos en las personas, no alteraban de
ningún modo el organismo humano, más que todo el
metabolismo central (“cerebro”).
5.
Lesiones probables a través de las vacunas:
Compromisos a un nivel físico y mental. Regularmente,
llegan súbitamente, sin preaviso y sin tener causas. Por
encima de todo, problemas inmunológicos (“defensas”)
con permanentes afecciones de vías respiratorias como
bronquiolitis,
bronconeumonías,
amigdalitis,
etc.
Autismo, hiperactividad, falta de concentración, muerte
súbita, posiblemente tumores cerebrales malignos,
esclerosis múltiple.
La sugerencia de algunos importantes inmunólogos es
que los niños deberían enfermarse de la mayoría de las
enfermedades en la niñez y así obtener un sistema
inmune, fuerte y resistente para toda la vida, inclusive
contra otras enfermedades severas.
6. Finalmente, ¿qué hacen algunos médicos pediatras,
los que están a favor de las vacunas, sin conocer a fondo
los posibles riesgos de éstas?:
Asustar a la gente como lo estoy haciendo yo en este
instante.
Por último, lo que demuestra esta pequeña síntesis del
congreso sobre las vacunas llevado a cabo en Stuttgart,
Alemania es que éstas pueden desplegar una serie de
efectos secundarios. Es decir, pueden presentar un riesgo
de gran magnitud en las personas en cualquier momento.
La pregunta filosófica: “¿quién tiene la culpa?, ¿el
médico ignorante?, ¿el visitador médico?, ¿o el
laboratorio?”
Es posible que el médico, de forma muy ligera, se deje
convencer de un producto nuevo de cualquier laboratorio
para ganarse un viaje gratis con la familia a costa de
recetar algunos tóxicos a unos de sus pacientes sin medir
las consecuencias. Además, la efectividad de las vacunas
contra ciertas enfermedades no está científicamente
comprobada, como pudimos ver en las cifras
anteriormente señaladas. En contraposición, otros
procesos naturales y habituales sí presentan una gran
efectividad en cuanto a su reducción de enfermedades.
Finalmente, no podemos cuestionar las razones de
nuestra madre naturaleza tan simplemente sin hacer
estudios realmente rigurosos a nivel de los laboratorios
y que nos dan una mayor credibilidad frente a los
médicos y los pacientes. Siempre estamos buscando
mejorar como médicos y también respecto a los productos
que recomendamos.
Ahora bien, un aspecto en el cual es necesario reflexionar
es sobre el manejo médico de algunos colegas de la
línea tradicional. Viendo que la medicina convencional
no tiene éxito en muchos casos y, más aún cuando se
trata de niños en severos aprietos de salud, es importante
y a veces necesario, cuestionar los procedimientos y
formas de proceder de la medicina convencional. Por
ejemplo, un aspecto que nunca ha sido de mi agrado es
que en varias ocasiones les niegan a los pacientes la
posibilidad de comentar y de opinar a los familiares
acerca de las otras posibilidades que pueden ser muy
útiles y que tal vez logren salvarles la vida. Inclusive,
los médicos de la línea de la medicina tradicional ni
siquiera les informan a los pacientes de otros
procedimientos que existen y que, en distintas ocasiones,
pueden llegar a ser útiles para mejorar su salud.
Entonces, cuando la medicina tradicional fracasa en el
intento de mejorar la calidad de vida de una persona,
los pacientes quedan, gracias a la falta de información
que se les provee acerca de otros procedimientos,
inevitablemente sin ninguna otra alternativa a la cual
recurrir.
Son estos miedos o principios los que no dejan opinar
más libremente y dejan así al paciente en un vacío sin
salida. A muchos médicos de la medicina tradicional no
les interesa tener una mínima tolerancia ni un
pensamiento o conciencia más amplia, lo cual es
supremamente injusto cuando la vida de un paciente está
en juego. Se dejan llevar muchas veces por un orgullo
nefasto que conduce solamente a que los pacientes y
familiares les cojan fastidio y rechazo. Apoyados por la
legitimidad, las leyes del estado y los paradigmas de
una escuela de medicina tradicional y cerrada, cerrada a
otras técnicas y medicinas, de las cuales tal vez tengan
miedo que se puedan mostrar otros caminos y mejores
visiones, comparado con una pequeña amplitud de
consciencia del ser humano que no permite ampliarla en
ningún campo. Cuando uno no conoce de algún tema
específico o general y lo niega de antemano, no se puede
hablar de profesionales, de los que se debería exigir un
pensamiento flexible, crítico y analítico. Esto llega a
tales extremos, que los propios médicos siguen teniendo
una guerra psicológica y aberrante con los familiares, a
quienes muchas veces con una sola palabra les quitan
todas las posibilidades de un eventual logro terapéutico
con un paciente o un familiar. Esto es muy similar a la
famosa espada de Damocles que cae con esta palabra y
deja sin salida al pobre. Desafortunadamente, la
medicina convencional ha llegado a un reconocimiento
tan erróneo de todas las otras líneas de trabajo, que
algunos médicos intimidan a sus pacientes y los
envuelven si no están de acuerdo con el procedimiento
propuesto, les echan la culpa a los confundidos y
aterrorizados pacientes, quienes, como la gran mayoría,
no comprenden mucho sobre la materia, lo cual los
vuelve una presa fácil. Todo, claro está, a partir de
palabras rimbombantes y seductoras que sorprenden y
dejan completamente anonadados a los pacientes.
Ahora bien, una palabra respecto a la medina
convencional y a la no convencional. Ambas deben tener
en cuenta que siempre debe haber una razón lógica
suficiente que avale y una indicación para cada cual.
Muchas veces se pierde el tiempo aferrándose a algo que
no lo amerita y que la simple lógica lo rechaza. Yo veo
cambios importantes en cada una, pero hay muchos casos
que la medicina tradicional no puede resolver o
simplemente no entiende qué está ocurriendo con el
paciente. No se le pude decir al paciente que no hay nada
que hacer y que le toca resignarse, cuando ni siquiera
sabemos ni hemos averiguado qué otras opciones hay que
tal vez le den una nueva oportunidad a la vida del
paciente. Cuando se trata de la vida de un paciente, el
médico, bien pertenezca a la medicina tradicional o no,
debe buscar nada más que el bienestar de éste y, por lo
tanto, cuando la medicina convencional fracasa en el
intento, en vez de dejarlo con una vana y efímera
esperanza, se le debería, sin ningún interés económico,
informar acerca de otros procedimientos que pueden ser
útiles para la vida del paciente.
Tengo la certeza que esta medicina, la cual practico, no
va a defraudarme. Lector querido, te ruego que averigües y
elijas bien lo que vas a hacer antes de que te hagas daño
y despilfarres tu valioso tiempo. Nunca te dejes intimidar
de nadie, ni del profesor que tiene 50 postgrados, ni de
quien piensa que tiene razón en ese momento: ¡quizás
ambos lados intimiden! No lo olvides. Y no olvides que
nadie tiene la última palabra.
La medicina de hoy se ha vuelto un negocio muy lucrativo
para los “profesionales” y, por supuesto, para las
multinacionales y laboratorios. Por esto se explica el
rechazo rotundo hacia cualquier medicina diferente que
pueda tener la misma cantidad de logros o, inclusive,
mejores. La medicina tradicional rechaza de manera
inminente los otros procesos alternativos porque, claro
está, hay un interés económico gigantesco detrás y que, de
manera equivocada, está siendo utilizado como brújula
para la forma de proceder de la medicina. Además, las
medicinas están siendo actualmente dirigidas por los
grandes jefes de la mafia de las multinacionales de la
medicina, de las famosas vacas sagradas que las
defienden a toda costa como a un monopolio y/o
monarquía.
No sobra decir que hay médicos tradicionales y no
tradicionales con unos principios éticos muy valiosos y
que ejercen su medicina con gran entusiasmo y con mucho
talento. A éstos vamos a aplaudir y quitar el sombrero.
(Aumentar)
BOGOTÁ, MARZO 22 DE 2006
PARA: DOCTOR WILHELM FRINTA
CARRERA 73B 80-75 B. MINUTO DE DIOS
DE: FERNANDO ENCISO HERNÁNDEZ.
(PACIENTE HISTORIA 3094.)
EDAD: 58 AÑOS
PROFESIÓN: ADMINISTRADOR
TITULADO
DE
EMPRESAS
A QUIEN PUEDA INTERESAR
TESTIMONIO: LESIÓN DE PIEL EN PIERNAS Y
BRAZOS.
¿CUÁL FUE MI EXPERIENCIA?
A finales de septiembre del año 2004, quizás debido a mi
trabajo en la finca sobre explotación de cerdos de
levante, hubo necesidad de guardar unas máquinas
industriales procesadoras de alimentos para animales
en una bodega en el municipio de Madrid
(Cundinamarca). Unos años atrás, en esta bodega se
había establecido una fábrica de concentrados para
animales y, tras la muerte del dueño, los herederos
derrumbaron gran parte de la fábrica. Como era una
casona antigua y quizás cuando fui a supervisar que las
máquinas se guardaran bien, algún bicho raro me picó.
Pero la cuestión fue que me comenzó una piquiña en la
pierna derecha y, cuando me rascaba, me lesionaba y de
ahí nacía un grano que iba creciendo y causaba escozor.
Como es lógico, este escozor causaba rasquiña y el grano
se caía por días después de dejar unas manchas oscuras
y feas en la pierna. Con el pasar de los días, me fueron
saliendo más y más granos por toda la pierna y luego
se me pasaron a la otra pierna. Después, se me pasaron a
los brazos.
La preocupación fue grande y recurrí de inmediato a mi
EPS, en donde fui examinado por una médica profesional
en su campo, quien a su vez me ordenó una serie de
exámenes y me formuló unos medicamentos para frenar
la infección. Después de revisar los exámenes con rigor,
me ordenó ir donde una especialista en dermatología
para que revisara físicamente las lesiones, evaluara los
exámenes y tomara cartas en el asunto.
La dermatóloga me remitió a otra doctora colega suya
quien, al revisar mis lesiones, de inmediato me ordenó
una biopsia para determinar de dónde procedían las
lesiones. El dictamen del profesional que evaluó los
resultados de la biopsia no fue contundente, por lo cual
asistí al mejor centro de dermatología de Colombia:
Instituto Federico Lleras Acosta, en donde fui examinado
y en donde el médico ordenó de nuevo otra biopsia de la
piel.
Todas las idas y venidas en citas médicas y exámenes
costaron
bastante
dinero,
tiempo
y
muchas
preocupaciones hasta que, gracias al Arcángel que
habita en mi hija, un día vio en mi espíritu una gran
preocupación y me dijo: “¡Papá!, conozco a un doctor que
lo puede sanar y no utiliza instrumentos sofisticados.
Voy a conseguir una cita para que lo atienda y usted le
cuenta lo que le pasa. Yo le tengo mucha fe, porque ha
sacado adelante a mi esposo”. Textualmente fue lo que
me dijo mi hija, pero mi respuesta fue categórica: “¡No!”.
En seguida, le hice las siguientes preguntas: “¿me
hipnotiza?, ¿son serios sus procedimientos?”
La respuesta de mi hija también fue contundente: “papá,
véalo con sus propios ojos”. A regañadientes, fui a la
primera cita con desconfianza y con la preocupación de:
“¿será que da con el chiste?” Bueno, después de 4 sesiones
le mostré cómo iba el tratamiento y, ¡sorpresa!: los
granos se habían secado y no se siguieron propagando,
lo cual me ha llenado de optimismo. Ahora tengo la
certeza de la efectividad de estas terapias. Hice un pare
con la otra biopsia que me ordenó el dermatólogo del
Inst. Federico Lleras Acosta.
Existe algo que debo resaltar en el tratamiento: yo
siento la energía del magnetismo que el Doctor Frinta
aplica para sanar, siento mucho calor y la corriente
magnética que transmite y sana.
Pero hay algo más: ¿usted conoce las propiedades del
magnetismo? Mi recomendación es, para quien esté
leyendo mi testimonio, que antes se empape de conocer
qué es el magnetismo, cómo opera y luego vívalo y
experiméntelo por sí mismo, antes de realizar, como me
pasó a mí, cualquier juicio sobre el tema. Le garantizo
que es una magnífica experiencia.
Doctor Frinta, lo autorizo para que imprima mi
testimonio y autentique esta certificación con mi firma en
la notaría 33: carrera 7 No. 56-99 de Bogotá.
Mi firma está registrada en la tarjeta 6603.
Me
suscribo
de
usted,
Fernando Enciso Hernández.
C.C. 17.187.941 de Bogotá.
con
gratitud
y
aprecio.