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Aneurisma, una enfermedad sin previo aviso Generalmente los aneurismas se asocian a eventos cerebrales de compleja solución y temido diagnóstico posterior, pero lo que no se sabe es que estas obstrucciones pueden desarrollarse en cualquier parte de nuestro cuerpo donde exista una arteria. Las arterias son los ductos encargados de transportar el oxígeno y los nutrientes a los distintos tejidos de nuestro cuerpo. Cuando una de las 3 capas que poseen se debilita, se empieza a generar una inflamación que con el tiempo impide el paso de la sangre. Cuando esta arteria debilitada revienta y genera hemorragia es cuando hablamos de aneurisma. El doctor Roberto Maturana, Neurólogo y especialista en Neurorehabilitación del Centro Médico MEDS, señala que "el abdomen y el cerebro son los órganos más vulnerables; generalmente se produce en los sitios donde una arteria se divide (bifurcaciones), y los estudios anatómicos han demostrado que un 2% de los individuos que sufrieron de una aneurisma nunca presentaron síntomas". ¿Y cómo los distingo? Cada vez que visitamos a nuestro médico es porque sentimos alguna señal de alerta. Sin embrago, los aneurismas son asintomáticos, es decir, no percibimos síntomas previos a su aparición. "Generalmente los aneurismas no dan síntomas antes de su ruptura. El síntoma más destacado y llamativo de un aneurisma es un intenso y severo dolor de cabeza (cefalea) que se instala bruscamente, las náuseas y vómitos, rigidez del cuello (la flexión del cuello produce intenso dolor), fotofobia (molestia ante la luz) y compromiso de conciencia pasajero al comienzo de la hemorragia. El compromiso de conciencia que no se recupera rápidamente es un signo de mal pronóstico", señala el médico. Y agrega: "Cuando se presentan los síntomas descritos anteriormente, se debe recurrir de inmediato al centro asistencial para que así pueda recibir la atención oportuna y evitar consecuencias fatales. Una vez aquí, se deben indicar los síntomas y el tiempo que lleva padeciéndolos. Además es importante mencionar al médico tratante si existen antecedentes familiares de esta enfermedad". Al ser diagnosticado y ubicado el origen del aneurisma, el tratamiento dependerá del tamaño de éste: los aneurismas menores de 7mm de diámetro no se intervienen. En este caso se recomienda observación con un control anual con angio TAC o angio resonancia para determinar su crecimiento. Mientras que los aneurismas mayores de 7 mm de diámetro, pueden ser tratados quirúrgicamente. "En este caso hablamos de cirugía mayor, donde debe practicarse una apertura del cráneo, alcanzar el aneurisma y luego instalar un clip para excluirlo de la circulación y consecuentemente impedir su ruptura", indica el especialista Roberto Maturana. En estos casos los pacientes son internados inmediatamente en la unidad de cuidado intensivo del centro asistencial, para así mantener un monitoreo constante de la presión arterial, craneal, el ritmo cardíaco y la circulación sanguínea del cráneo con equipos de ultrasonido. Como señala el doctor Maturana, "el gran riesgo de una aneurisma que se ha roto es que vuelva a sangrar, lo que ocurre en los primeros días después de la hemorragia y alcanza alta mortalidad". Probabilidades de sobrevida Se ha constatado que cuando ocurre el sangramiento de un aneurisma las probabilidades de fallecer son muy altas, pero cuando se produce un segundo sangramiento, el 20% de los pacientes se puede recuperar. El especialista señala que "la hemorragia que ocurre como consecuencia de la ruptura de un aneurisma se cuenta entre aquellas que producen mayor mortalidad. Un primer sangramiento puede provocar la muerte porque puede ser masivo u ocurrir por complicaciones del aneurisma, como aumento de la presión al interior del cráneo, o graves arritmias cardíacas secundarias al sangramiento", precisa. Por otra parte, el riesgo de muerte en una persona que sufre la ruptura de un aneurisma, también dependerá de la edad del paciente y las enfermedades pre-existentes, como la hipertensión arterial y la diabetes mellitus. "El tamaño del aneurisma, la magnitud del sangramiento, la aparición de crisis convulsivas, o de espasmos de las arterias cerebrales que pueden ocasionar infarto cerebral, por ejemplo. Todas contribuyen a agravar el pronóstico y aumentar la mortalidad", concluye el neurólogo Roberto Maturana. Fuente: Doctor Roberto Maturana, Neurólogo Clínica MEDS Medio: Revista Salud y Corazón (Sociedad Chilena de Cardiología)