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La Reforma Energética, ¿una necesidad apremiante?
México se encuentra en un momento coyuntural y es necesario crecer a tasas suficientemente altas
para mejorar el nivel de vida de la población. Para lograr lo anterior es importante consolidar una
serie de reformas estructurales, entre las que destacan los retos que enfrentamos en materia de
desarrollo de energéticos.
Prácticamente, todos estamos de acuerdo con la necesidad de una reforma energética en México, el
dilema consiste en cómo realizarla.
Hasta ahora las dos terceras partes de la generación de energía provienen de recursos naturales no
renovables; las reservas de petróleo probadas se han reducido significativamente y, de seguir con la
tendencia actual de extracción versus consumo tanto nacional como extranjero, las reservas se
agotarán en menos de 20 años. Además, enfrentamos el reto del combate al cambio climático.
Se podrían aumentar sustancialmente las reservas petroleras del país (entre cincuenta mil y sesenta
mil millones de barriles de petróleo), el problema es que éstas se hallan aproximadamente a unos dos
mil metros por debajo del fondo del mar y Pemex carece de los recursos financieros y técnicos para
emprender la exploración y la perforación de este tipo de pozos.
Un problema adicional radica en que los ingresos del gobierno federal provienen entre el 35 y 40 por
ciento de Pemex, por lo que si esta empresa paraestatal utilizara sus recursos para explorar en aguas
profundas, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público tendría que sustituir su pérdida de ingresos
con otros impuestos.
Si Pemex no puede contar con los fondos necesarios ni con la tecnología requerida para aumentar las
reservas petroleras, requerirá asociarse con empresas internacionales que tengan tecnología y capital
suficientes.
Si no se hacía algo en 20 años, tendríamos aún más limitaciones para el crecimiento y dependeríamos
del extranjero con las importaciones de hidrocarburos.
Por otro lado, los precios de los energéticos pueden restar competitividad a cualquier país, tanto las
empresas, familias y el campo, dependen del acceso a precios adecuados, por lo que es indispensable
asegurar la disponibilidad de energía de calidad y a precios internacionales.
Existen otras opciones, como utilizar fuentes alternas de energía como son la eólica, solar,
biocombustibles, nuclear, hidráulica, entre otras, las cuales llaman mucho la atención por ser
amigables con el medio ambiente, además de ser renovables; sin embargo, también requieren de
montos de inversión significativos y, por lo tanto, de un marco regulatorio que le dé certeza al
inversionista.
El pasado 21 de diciembre de 2013 fue publicada la iniciativa en que se modifica el Artículo 27 de la
Constitución que, de acuerdo con el decreto, tiene como objetivo desarrollar la industria petrolera
bajo la rectoría del Estado y promueve el desarrollo de un sistema eléctrico nacional basado en
principios técnicos y económicos, bajo la conducción y regulación del Estado. La iniciativa considera
que el país requiere de un cambio profundo en el modelo de gestión y organización del sector
energético en su conjunto, pues el actual llegó a su límite y se encuentra en franco agotamiento,
puesto que el anterior no respondía a las necesidades de la sociedad mexicana y era incapaz de
adecuarse a los constantes cambios endógenos y exógenos que ponen en riesgo la seguridad
energética, las finanzas públicas, los programas sociales y la calidad de vida de la sociedad
mexicana.
Preguntas detonadoras:
¿La reforma energética mejorará la competitividad de las empresas?
¿Cómo la reforma energética mejorará el nivel de bienestar del país?
¿Con las reformas podremos tener una industria energética eficiente como en Noruega?