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Transcript
La Argentina lleva una visión pesimista
"La Nación"
Lucas Colonna
LA NACION
La Argentina dará hoy el presente de manera institucional en la cumbre sobre cambio climático en
Copenhague, pero la administración de Cristina Kirchner no lleva un mensaje precisamente
auspicioso.
La Casa Rosada considera que es muy poco probable que surja en Copenhague un acuerdo global
para reducir las emisiones de gases contaminantes que combata eficazmente el calentamiento del
planeta.
"Creo que es posible que no haya un resultado positivo en la cumbre", dijo ayer el canciller Jorge
Taiana, en diálogo con la prensa en el Palacio San Martín.
Taiana es el enviado de la presidenta Kirchner a la cumbre de Naciones Unidas (ONU). El jefe de la
diplomacia argentina partió ayer por la tarde rumbo a la capital de Dinamarca, con la misión de
representar a la Argentina, ya que, pese a que estaba invitada, la jefa del Estado decidió no ir.
El mensaje que llevará Taiana es de alineamiento con las posiciones expresadas en la cumbre por el
grueso de los países en vías de desarrollo, que reclaman un mayor compromiso de las economías
industrializadas para reducir emisiones y financiar políticas destinadas a mitigar el impacto del
calentamiento global.
"El resultado positivo no es cualquier resultado: es que los países desarrollados asuman sus
responsabilidades en este proceso y, por lo tanto, cumplan sus objetivos claros de reducción de
emisión, faciliten los fondos para la mitigación y adaptación, y faciliten la transferencia tecnológica",
dijo Taiana.
"Si eso no se hace, sin duda, enfrentaremos dos cosas: un futuro más complicado y un nuevo intento
de los países desarrollados por transferir las crisis a los países en desarrollo", agregó.
El canciller Taiana dijo que la Argentina es una defensora del Protocolo de Kyoto y que defenderá sus
postulados en la cumbre.
"El cambio climático es una consecuencia básicamente del accionar que, casi durante 200 años, han
tenido los países desarrollados. Ellos tienen una responsabilidad primordial en reducir sus emisiones
de dióxido de carbono y gases que producen efecto invernadero; tienen la obligación de proveer
fondos públicos y genuinos para facilitar la mitigación", dijo el jefe de la diplomacia argentina.
Presión de África a los países más ricos
"Crítica de la Argentina"
Las delegaciones de Argelia, Nigeria y Kenia entienden que las naciones industrializadas no quieren
reducir la emisión de gases de efecto invernadero. Exigen garantías para seguir participando de las
negociaciones. Nuevas protestas y más detenidos.
Manifestaciones. Unos 3.000 activistas marcharon ayer por el centro de la capital danesa.
El tablero de TEG del cambio climático en el que se convirtió la cumbre de Copenhague volvió a
sacudirse con un incremento de las tensiones entre países ricos y pobres, que derivó en una protesta
de los representantes del continente africano que casi termina en escándalo. Negociadores de
Argelia, Nigeria y Kenia amenazaron con retirarse de la reunión con el pretexto de que las naciones
industrializadas pretenden matar el Protocolo de Kioto para no firmar ningún acuerdo nuevo. Durante
cinco horas estuvieron literalmente fuera de las negociaciones, pero aceptaron continuar luego de un
encendido debate diplomático y subrepticio. Cuando comienza la cuenta regresiva para el final del
encuentro, a la ciudad danesa la sobrevuela el fantasma del fracaso.
El portavoz del grupo, el argelino Kamel Djemouni, explicó que la protesta en esta ocasión se debió a
que los países industrializados tratan de borrar el Protocolo de Kioto del acuerdo global que se
discute en la conferencia. Básicamente, los africanos entienden que los países industrializados no
quieren reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero y que los países pobres pagarán ese
costo. En esa dirección, el delegado argelino acusó a la presidenta de la cumbre, la ministra danesa
de Medio Ambiente, Connie Hedegaard, del manejo de los trabajos a favor de las naciones más
desarrolladas.
La polémica se revertió a tiempo. Pero durante varias horas corrieron gotas de sudor por la frente de
los funcionarios. “Encontramos una solución razonable”, dijo, finalmente, Andreas Carlgren, ministro
de Medio Ambiente de Suecia, cuyo país ocupa la presidencia rotativa de la Unión Europea.
Pa Ousman Jarju, de la delegación de Gambia, agregó: “La presidencia (danesa) aceptó trabajar más
para considerar el Protocolo de Kioto”. Y así se saldó la polémica, pero en el medio se habían perdido
cinco horas para avanzar en la redacción del borrador del acuerdo que se debe firmar antes del 18 de
diciembre.
La Cumbre de Cambio Climático de Copenhague, que reúne a unas quince mil personas de 192
países, comenzó el 7 de diciembre y desde entonces quedó clara la confrontación entre las potencias
desarrolladas –los grandes emisores de gases contaminantes– y los países subdesarrollados –
verdaderas víctimas del calentamiento global–. El 18 de diciembre, a la hora de la verdad, se sabrá si
el encuentro sirvió para algo o fue un rotundo bluff. Concretamente, lo que se busca en Dinamarca es
un acuerdo climático que les ponga límites a las emisiones de gases de efecto invernadero que
realizan los países industrializados y que imponga castigos para aquellos que no cumplan. Pero
también la creación de un fondo de recursos monetarios para que las naciones pobres pueden invertir
en infraestructura y combate contra el calentamiento global.
Mientras eso ocurre, la ciudad danesa es el escenario de otro debate, paralelo, pero a cielo abierto,
que convoca militantes de toda el planeta y representantes de organizaciones civiles y ambientales
provenientes de diferentes rincones. Sus marchas y manifestaciones fueron noticia en la última
semana. Ayer, unos 3.000 activistas de la organización Climate Justice Action marcharon por el
centro de la capital danesa para manifestarse en favor de “fronteras abiertas y contra la industria
armamentística”. Diecisiete de ellos fueron detenidos, con lo que la policía de Dinamarca lleva
arrestadas en sólo dos días a 1.243 personas.
Macri anduvo en bici por Copenhague
El jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, arribó ayer a Copenhague para participar de la Cumbre
de Alcaldes por el Clima, un foro paralelo a la conferencia oficial, y destacó que “el cambio climático
es una amenaza para el ecosistema y para la supervivencia”. Además se hizo unos minutos para
pasear en bicicleta, el medio de transporte del futuro, por la capital danesa. Hoy expondrá el Plan
Ambiental de la Ciudad de Buenos Aires, que prevé la reducción del 30 por ciento de las emisiones
de gases de efecto invernadero para el año 2030.
Romina Picolotti: “Nos quieren robar la atmósfera”
La ex secretaria de Medio Ambiente, Romina Picolotti, habló en exclusiva con Crítica de la Argentina
desde Copenhague, donde participa del debate por el cambio climático.
–Desde la Argentina, se percibe que las negociaciones por un nuevo acuerdo climático están
empantanadas, ¿es real?
–Los países desarrollados finalmente se quitaron la piel de cordero y entonces todas las propuestas
que han puesto sobre la mesa implican robarnos lo poco que queda de atmósfera.
–¿Qué quiere decir con eso?
–Qué en Copenhague se está discutiendo cómo usamos la poca atmósfera sana que queda. Los
últimos informes económicos de los mismos países desarrollados dicen que lo que queda de
atmósfera equivale a un trillón y medio de dólares. Bueno, estamos discutiendo cómo se distribuye
ese trillón y medio de dólares. Estamos negociando la distribución de recursos naturales y financieros
más importante de la historia moderna. Pero cada propuesta que los países desarrollados han puesto
sobre la mesa implica que no sólo se quedan con la mayor parte de ese trillón, sino que desconocen
el daño que han provocado y le dejan a los países chicos la parte chica de la torta.
–¿Qué proponen?
–Proponen reducir las emisiones de CO2 a partir de 2020. Ellos tienen el 20 por ciento de la
población mundial y se quieren quedar con el 70 por ciento de la atmósfera. Es una estafa.
–¿Y cuál es la estrategia de las naciones pobres frente a esto?
–Nosotros estamos intentando que el G-77 más China se mantengan unidos porque es la única
posibilidad que tenemos los países en desarrollo de negociar.
–¿Y qué tácticas utilizan los países desarrollados para trabar el acuerdo?
–Dividir y reinar. Han amenazado a algunas delegaciones con que les van a sacar créditos, con que
no van a tener acceso a sus mercados. Y Dinamarca está jugando a full para los países
desarrollados.
La cumbre de Copenhague / Tensas negociaciones
El acuerdo climático, en riesgo tras una rebelión de los países
pobres "La Nación"
Los delegados africanos y del G-77 exigen que se tenga en cuenta el Protocolo de Kyoto
COPENHAGUE.- El caos se adueñó ayer de la cumbre climática de la ONU que se celebra en
Copenhague, lo que alimentó los temores de que el encuentro termine el viernes con un estrepitoso
fracaso.
Mientras los países africanos abandonaban durante unas horas los grupos de trabajo ante la negativa
de los países ricos a incluir en el debate las reducciones de emisiones obligatorias, centenares de
asistentes acreditados en el evento tuvieron que aguardar varias horas en el exterior a que se
desalojara un desbordado Bella Center, el centro de conferencias donde se celebra la cumbre.
Las divergencias entre países industrializados y en vías de desarrollo se hicieron patentes en el tramo
final de la cumbre, que será clausurada el viernes por 120 líderes mundiales.
Los 192 países presentes en la cita climática buscan un acuerdo que entre en vigor en 2013. Las
discrepancias entre los países pobres y ricos se centran en que los primeros quieren mantener el
Protocolo de Kyoto, mientras que las naciones desarrolladas pretenden aprobar un nuevo tratado que
fije una reducción de emisiones y la financiación necesaria para que los países pobres puedan
cumplir los nuevos compromisos. Según un borrador de la ONU, las emisiones de gases de efecto
invernadero deberían reducirse al menos a la mitad para 2050.
Los representantes de los 53 países africanos, respaldados por los países en vías de desarrollo del
G-77, arremetieron contra las naciones desarrolladas por querer encauzar el debate al margen del
Protocolo de Kyoto.
Un tibio desmentido del secretario ejecutivo de la cumbre, Yvo de Boer, sobre el abandono de los
africanos no sirvió para despejar los nubarrones que se cernían sobre las conversaciones, con el mar
de fondo de un duro enfrentamiento entre los dos bloques. De Boer señaló que la presidenta de la
cumbre, la ex ministra danesa de Ambiente Connie Hedegaard, había establecido contacto con los
diversos grupos de trabajo, en un claro intento de salvar del naufragio la reunión. Los representantes
africanos regresaron finalmente a las negociaciones, tras lograr el compromiso de que la sesión
plenaria de la cumbre abordara el debate de los objetivos del Protocolo de Kyoto.
Obligaciones de Kyoto
Unico instrumento internacional actualmente existente para luchar contra el calentamiento terrestre,
Kyoto impone obligaciones a las naciones industrializadas (como la reducción de emisión de gases),
al tiempo que protege a los países en vías de desarrollo. La primera fase de los objetivos del
Protocolo de Kyoto expira a finales de 2012 y la Cumbre de Copenhague tiene como misión definir la
acción internacional para después de esa fecha.
Estados Unidos, que no ratificó Kyoto, considera que el Protocolo es injusto porque no impone
obligaciones a las grandes potencias en desarrollo, como China, la India y Brasil, responsables de
una gran parte de las emisiones mundiales de CO2.
En este sentido, el viceministro de Relaciones Exteriores chino, He Yafei, se desligó de toda
responsabilidad, en caso de que la cumbre fracase. "Sé que algunos dirán que es culpa de China si
no hay acuerdo; es una trampa de los países desarrollados", dijo Yafei a la prensa.
Mientras el caos se apoderaba de la reunión en Copenhague, el secretario general de la ONU, Ban
Ki-moon, recordaba desde Nueva York que el tiempo se agota para llegar a un acuerdo final en la
lucha contra el cambio climático. "Si dejamos todo a los líderes para resolverlo en el último minuto,
corremos el riesgo de alcanzar un acuerdo débil o de quedarnos sin acuerdo, lo que sería un fracaso
de consecuencias catastróficas", afirmó Ban en una conferencia de prensa celebrada pocas horas
antes de iniciar su viaje a Copenhague.
En el mismo sentido se pronunció ayer la Casa Blanca. Según el vocero Robert Gibbs, el presidente
norteamericano, Barack Obama, "está comprometido a buscar un acuerdo que requiere pasos
significativos por parte de los países".
Mientras continuaban las tensas negociaciones, seguían las protestas en las calles de la capital
danesa. Más de un millar de personas se manifestaron ante una fuerte vigilancia policial para
reclamar la apertura de las fronteras a los "refugiados climáticos". La policía detuvo a una docena de
activistas, después de haber arrestado a cerca de 1000 el sábado y a unos 250 anteayer durante las
marchas celebradas el fin de semana.
Pero la preocupación principal de los organizadores no fue ayer la protesta en las calles, sino la
aglomeración de asistentes en las puertas del Bella Center. La organización reconoció que las
expectativas de asistencia se vieron superadas y tuvo que restringir el acceso de cientos de personas
al recinto. El Bella Center tiene una capacidad para 15.000 personas y hay más de 45.000
acreditados, entre delegados, observadores y periodistas.
Agencias AP, AFP, EFE y Reuters
Los ejes
* ¿Un tratado o dos? No hay acuerdo todavía sobre si se deberá extender el tratado de Kyoto y
agregar compromisos extras o acordar un nuevo tratado que entre en vigor en 2013.
* Metas a largo plazo. Un borrador de la ONU sugiere reducir al menos a la mitad las emisiones de
gases de efecto invernadero para 2050.
* Financiamiento. Las naciones ricas proponen crear un fondo de 10.000 millones de dólares
anuales para que los países pobres puedan cumplir los nuevos compromisos, un fondo que China y
Africa rechazan.
Copenhague o el amor al fracaso
"El Cronista"
Sergio Federovisky Biólogo y periodista ambiental
Así como el cambio climático no es algo que se produce de un día para el otro sino un proceso con
consecuencias que se agravan a medida que avanzamos en el retroceso, nadie puede imaginar que
una cumbre mundial en la que participan los mismos que dilatan acuerdos desde hace veinte años
pueda ser otra cosa que un fracaso.
El periodismo desinformado espera ‘el acuerdo’ que nos saque del marasmo climático. Al no haberlo,
titularán –obvio–que ‘no hubo acuerdo’ y olvidarán el asunto hasta dentro de un año. Un exagerado
escribió que “es la reunión más importante del planeta, en términos de nuestro futuro común, desde la
Segunda Guerra Mundial”. Al amigo cabría recordarle que cumbres como la que estos días se hace
en Copenhague ha habido ya catorce anteriores desde la Eco 92 en Río de Janeiro, que sí marcó un
hito por la convocatoria multitudinaria para discutir un asunto hasta entonces sólo en la agenda
científica y ecologista.
La Cumbre será un fracaso porque tropezará con dos escollos que provienen de la economía y la
política, pero no del medio ambiente: la imposibilidad de Estados Unidos de adoptar límites de
emisiones de gases de efecto invernadero que comprometan su economía doméstica sin consenso
social, y la inviabilidad de imponer a los países del Bric (Brasil, India y China) que “deben crecer más
despacio o hacerlo con métodos menos contaminantes, idea distribuida, no en soledad por cierto, por
el poco amable anfitrión gobierno danés”. Al tiempo, gracias a un hacker que desnudó alguna
manipulación de un científico inglés deseoso de confirmar que el cambio climático es producto de la
acción humana, reaparecieron los negacionistas, que sostienen –casualmente al igual que los más
arcaicos lobbies petroleros– que el calentamiento global es un avatar de la época y no un resultado
del modo de producción contemporáneo.
El modo de producción es la clave.
El Panel científico que ganó el Premio Nobel 2007 evaluó la evolución de la liberación de gases de
efecto invernadero a la atmósfera entre 1970 y 2004. La mayor emisión de dióxido de carbono,
creciente de manera constante, es la proveniente de las plantas productoras de electricidad (la
Argentina, como si quisiera predicar con el ejemplo contrario, construye una a carbón en la Patagonia
y dos a fueloil en la provincia de Buenos Aires). La segunda mayor contribución a la generación de
gases proviene de la deforestación, con un salto notable a partir de la década del noventa que
coincide con la introducción de la soja transgénica en Estados Unidos, Brasil y Argentina.
La sensación es que, más allá de ideologías particulares o añoranzas a socialismos reales que
colapsaron, toda solución –urgente– deberá hallarse dentro del capitalismo. Y con el Estado –como
concepto y como artífice el bien común– en un rol insoslayable. Cuando comprobó que la alabanza a
los biocombustibles se diluía en la caída del precio del petróleo o en la competencia desleal frente a
la producción agrícola alimentaria, Al Gore ‘descubrió’ que el combustible fósil –responsable de las
más de diez gigatoneladas anuales de CO2 que liberan plantas eléctricas– está subsidiado: no paga
por el daño ecológico que provoca o, si se quiere, es el único producto que no tiene internalizado en
su precio el costo de remediación ambiental que impone su uso.
Los negociadores en Copenhague actúan como todo fuera cuestión de convencimiento o de acuerdos
firmados para no cumplirse. No atinan, en cambio, a incorporar mecanismos de mercado sanos para
darle al petróleo el precio real –alto– que debiera tener según su carga contaminante y brindarle a las
energías alternativas aquellos subsidios que las hagan competitivas.
Y eso sí, más que cualquier promesa de amor a la ecología, es voluntad política. O, dicho de otro
modo, es economía que prevé como evitar consecuencias ambientales negativas.
De la Guerra Fría a la guerra caliente
"El Cronista"
Aleandra Scafati Especialista en Medio Ambiente
Históricamente, las grandes guerras se dan entre naciones o grupo de naciones o territorios que
detentan algún poder equiparable entre ellos. La última guerra más resonante fue sin duda, la Guerra
Fría. Esta Guerra que culmina con la caída del Muro de Berlín, dio lugar a un nuevo enfrentamiento,
la Guerra por el Cambio Climático. Hace tiempo que vengo anunciando que el Cambio Climático, no
es más que la nueva guerra entre las naciones poderosas y pobres sin distinción, sin por ello, negar
la existencia de un Calentamiento Global en nuestro Planeta.
Lo dramático de esta guerra, a diferencia de otras guerras, donde el poder estaba más o menos
equilibrado, es en primer lugar que la guerra no es entre pares. Aquí los países del ‘primer mundo o
centrales’ están de alguna manera enfrentando a los países ‘en desarrollo o periféricos‘ exigiendo
pautas de difícil acatamiento por estos últimos. En segundo lugar, el impacto mayor del Cambio
Climático se da además, sobre los países más pobres, con poblaciones más vulnerables.
Las luchas de poder que se están dando ahora mismo en la COP 15 en Copenhague dan cuenta de
ello. Todos los días estamos recibiendo noticias de informes que se ‘filtran’, donde claramente, se
pretende exigir a países como China, India o Brasil, ajustes en sus economías para poder ‘mitigar los
efectos de sus crecimientos’ en el planeta Tierra. Ni que hablar de las consecuencias de estos
pedidos para las economías que tienen un crecimiento muy inferior, como el caso del continente
Africano.
La pregunta es: ¿las responsabilidades son iguales? No hablemos de justicia. Hablemos de equidad.
¿Es equitativo que hoy los países en crecimiento, que en general son países con una población
todavía pobre y por ende muy vulnerable ante el Cambio Climático, paguen la contaminación en
igualdad de condiciones que los países que ya crecieron y que contaminaron en proporción mucho
más, dado que las tecnologías que se utilizan hoy, son mucho menos contaminantes en comparación
con las utilizadas hace 40 o 60 años?
¿Cómo se observa esta Guerra Caliente?
Se observa en las exigencias que reclaman los países centrales a los países periféricos, donde
exigen una reconversión tecnológica por tecnologías más limpias, sin detenerse a pensar cómo se va
a pagar o quiénes tienen que pagar la reconversión. También se observa en la tendencia a los
nuevos etiquetados que se están conversando en la Sala Verde de la Ronda de Doha, donde se
medirá la huella de carbono de los productos, esto es un nuevo concepto el de ‘alimentos-kilómetros’,
por el que se calcula la cantidad de carbono equivalente emitida en el transporte internacional de
alimentos desde su lugar de origen a la mesa del consumidor, sobre todo en los agroindustriales,
donde los países periféricos no pueden competir.
Los países centrales hablan o justifican el proceso, con un sistema de compensaciones, donde el que
contamina paga, esto sin duda se alinea con los marcos normativos europeos. El sistema se llama
‘cap and trade’. Este sistema ya está funcionando en Europa pero si prestamos realmente atención
vemos que este sistema sigue una misma lógica. ¿Quiénes pueden pagar: los ricos o los pobres?. La
respuesta es simple, por ende, los que se benefician con un sistema de este tipo son siempre los
mismos. Los ricos contaminan, pagan, y siguen creciendo. Los pobres no pueden crecer, porque no
pueden pagar. No nos engañemos con las ‘frases lindas y pegadizas’ que dan vuelta el mundo en
este momento. Seamos responsables en pos de cuidar el ambiente, en esto no hay discusión posible,
pero hagamoslo equitativa y responsablemente. Que cada país y cada región lo haga en función de
sus posibilidades genuinas para un Desarrollo Sustentable, donde se equipare el crecimiento
económico con el social y con el cuidado ambiental.