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Eduardo Teillet Roldán. Dpto. De Filosofía. IES Victorio Macho.
COMENTARIO AL PÁRRAFO 29 DEL COMPENDIO DEL
TRATADO DE LA NATURALEZA HUMANA, DE DAVID HUME (De
acuerdo al texto recogido en la Selección de textos para las pruebas de acceso a las Universidades de la
Comunidad de Castilla y León)
Explicar: ALMA, PERCEPCIONES, SUSTANCIA.
I)
Se trata de un texto que incluye elementos ontológicos (trata de la existencia
de la mente en cuanto sustancia y de las sustancias en general) y
epistemológicos (carece de justificación pretender alcanzar algún conocimiento
de sustancia alguna, ya sea mental o no)
En estas líneas, Hume niega el intento racionalista de sostener que la mente es
una sustancia, cuya realidad ontológica va más allá de sus contenidos, a la vez
que cuestiona la propia idea de sustancia en general.
II)
El texto se estructura en dos partes bastante claras. La primera comprende las
doce primeras líneas. La segunda, desde ahí hasta el final.
De las dos partes, y ya desde el punto de vista de la argumentación que Hume
presenta, debemos dejar claro que la primera es lógicamente posterior a la
segunda, puesto que la justificación, o sea, el conjunto de razones que el autor
da en apoyo de sus tesis acerca del carácter no sustancial de la conciencia, se
ofrecen en a segunda parte.
III)
En efecto, en la PRIMERA PARTE, Hume presenta su conocida tesis de que
la mente no es una sustancia simple, idéntica a sí misma y poseyendo una
realidad más allá de sus contenidos que son las percepciones. La tesis
cartesiana, a la que se enfrenta Hume directamente, en esta primera parte,
mantenía que la mente, el sujeto pensante, es una sustancia cuyo atributo
esencial es el pensamiento, pero no un pensamiento particular, sino el
pensamiento en general, lo cual, a Hume, le parece ininteligible, pues todo lo
que existe es particular, también los contenidos de la mente. Las percepciones
(‘ideas’ según la terminología cartesiana) eran consideradas por el racionalista,
como modos o modificaciones de la sustancia pensante. Tal cosa, en opinión
de Hume, es insostenible. La mente, según él, no es nada más allá del
conjunto de percepciones que constituyen nuestra vida mental. No hay un
núcleo unificador de todos los contenidos de la mente que posea una realidad
ontológica por encima y/o más allá del conjunto transitorio de impresiones e
ideas.
La mente es, por tanto, un compuesto inestable de percepciones. Es como un
teatro en el que se suceden escenas, pero sin un escenario o marco estable en
el que tengan lugar las representaciones.
En la SEGUNDA PARTE se ofrece la explicación de tan peculiar idea de la
mente humana basada en la crítica a la idea de sustancia. Y es que la noción
de sustancia carece por completo de justificación epistemológica. Toda idea
con valor cognoscitivo ha de poder derivarse de una impresión. Esto significa
que debemos poder aducir alguna experiencia de la que se derive esa idea y,
Eduardo Teillet Roldán. Dpto. De Filosofía. IES Victorio Macho.
según Hume, no disponemos de experiencia alguna de sustancia más allá de
un conjunto de ideas simples que suelen presentarse juntas en nuestra
experiencia. No sólo no tenemos idea de sustancia física, sino que tampoco la
tenemos de sustancia mental. Por ello la idea cartesiana de mente carece de
justificación epistemológica.
En esta segunda parte el autor articula una impugnación de la idea general
de sustancia. Si la idea de sustancia es inaceptable, la idea de sustancia
mental también lo es. En la experiencia de objetos externos lo único que se nos
da es un conjunto de impresiones, como en el caso de nuestra experiencia de
un melocotón (color, tamaño, olor, textura, sabor…) pero no hay nada más en
nuestra experiencia, no hay nada que sea una sustancia, además de ese
conjunto de impresiones. Es nuestra mente la que, por efecto de la
imaginación, produce la idea de algo más allá de la experiencia, que conferiría
estabilidad a la experiencia de un melocotón, al hecho que la experiencia de
melocotón sea siempre igual. Si eso es así, debe de existir algo estable y
permanente: eso sería la sustancia. Pero tal cosa no está permitida por la
epistemología empirista de Hume.
Lo mismo que en el caso del melocotón, ocurre en el caso de nuestra mente.
No hay una realidad por encima de nuestras percepciones que sea la sustancia
mental.
IV)
ALMA.
El alma, desde Platón y a lo largo de la Escolástica, hasta el racionalismo,
había sido entendida como una realidad sustancial, sede de la identidad
personal, capaz de conservar su identidad más allá de la descomposición del
cuerpo. Uno de los argumentos que da Platón en el Fedón a favor de la
inmortalidad del alma, se basa en la supuesta simplicidad de esta sustancia
frente al carácter compuesto del cuerpo, que lo lleva a disgregarse y a perder
su funcionalidad.
La crítica de Hume a esta concepción del alma o mente, depende de los límites
que establece su epistemología empirista, según la cual, todos nuestros
conocimientos pertenecen a las relaciones de ideas o las cuestiones de hecho.
La existencia del alma correspondería a este último tipo. Pero la posibilidad de
afirmar con sentido cualquier cuestión de hecho depende de la experiencia, o
sea, de la posibilidad de tener impresiones. Pero ¿tenemos impresión del yo?
Según Descartes, esto es innegable, no hay nada más claro e indudable. Pero
según Hume, una cosa es la impresión de un yo, distinto de las percepciones, y
otra cosa es que el concepto de yo acompañe siempre a una percepción. Esto
es lo que confunde Descartes. El yo siempre aparece como parte de una
percepción (yo pienso, yo tengo hambre, yo tengo un dolor…) pero ello no
quiere decir que además de la percepción concreta, exista algo que posea esa
percepción. Si las percepciones cambian, la mente cambia también y no hay
lugar para la identidad de la persona.
¿Qué es lo que nos conduce a formar la idea de sustancia mental y de
identidad personal? Según Hume es la memoria, cuyos contenidos hacen
referencia a otras percepciones del pasado. Esto crea la ilusión de que algo
permanece, que es el yo. Simplemente, atribuimos identidad a lo que no es
más que una sucesión de objetos relacionados, en este caso, las percepciones.
Eduardo Teillet Roldán. Dpto. De Filosofía. IES Victorio Macho.
PERCEPCIONES.
Es el nombre genérico que Hume da a los contenidos de la mente, que son las
impresiones y las ideas.
La diferencia entre ellas es, en principio, simplemente una diferencia
psicológica. Se distinguen por su grado de fuerza o vivacidad con la que se
presentan en nuestra mente. No es lo mismo darse un martillazo en un dedo
(impresión) que recordar que uno se lo ha dado (idea). Sin embargo, lo
importante de tal distinción está en la relevancia epistemológica de ella. Y eso
consiste en que las ideas valiosas para el conocimiento deben tener su origen
en impresiones, o sea, en experiencias (Hume es un empirista) Por eso, si
tenemos dudas sobre el valor de alguna idea, debemos preguntarnos de qué
impresión se deriva (qué experiencia la apoya) y si no es posible asignarle una,
entonces debemos rechazarla. Si alguien dice que los extraterrestres han
aterrizado en el desierto peruano de Nazca, pero no puede aportar pruebas
empíricas de ello, entonces, estaremos autorizados a pensar que su afirmación
es falsa.
Esta distinción le lleva a afirmar la falta de sentido de grandes conceptos de la
filosofía como el de causa, sustancia, yo, mundo externo o Dios.
SUSTANCIA.
El concepto de sustancia ha sido entendido como el de una realidad más allá
de las apariencias, como el de algo que permanece tras los cambios. La
sustancia es el sujeto de los cambios y el soporte de los atributos y
propiedades. Hume, aplicando con radicalidad su epistemología empirista se
pregunta: ¿de qué impresión se deriva esa idea? Si proviene de impresiones
de la sensación deberá ser un sabor, un color o algo relacionado con la
sensibilidad externa. Pero no parece que la idea de sustancia coincida con
nada de esto, tal como ha sido empleada por los filósofos. Si no proviene de
impresiones de la sensación deberá, entonces originarse en impresiones de la
reflexión. Pero tampoco parece que esta alternativa tenga posibilidades, pues
la idea de sustancia no tiene nada que ver con pasiones o emociones. La idea
de sustancia, por tanto, es declarada por Hume como sin valor cognoscitivo: no
aporta conocimiento alguno. No es nada más que un nombre que designa una
colección de ideas simples (como en el caso del melocotón, de sabor,
apariencia, textura, etc) que sirven para recordarnos, a nosotros o a otros esa
colección, de manera que cuando decimos ‘melocotón’ no nos estamos
refiriendo a ninguna realidad existente más alá de nuestra experiencia,, sino
sólo a ese conjunto de ideas simples que tienen lugar en impresiones, pero
nada más. Lo mismo ocurre con todas las demás sustancias: alma. Mundo
físico o Dios.
V)
El empirismo de Hume es radical hasta sus últimas consecuencias y ello se
explica por la distinción que hace entre impresiones e ideas.
Esta distinción es muy robusta desde el punto de vista epistemológico, pues de
ella depende toda la crítica demoledora de Hume sobre la tradición filosófica.
Una crítica que, de seguirse con absoluta fidelidad, conduciría, como él mismo
indica, al escepticismo más extravagante.
Eduardo Teillet Roldán. Dpto. De Filosofía. IES Victorio Macho.
Descartes había dicho que de no ser porque Dios existe no podríamos estar
seguros de distinguir el sueño de la vigilia o de que existe un mundo
independiente de nosotros. Pues si bien tenemos certeza moral de muchas
cosas, carecemos por completo de seguridad metafísica acerca de ello. Hume
toma el toro por los cuernos y acepta que, no existiendo Dios, la razón humana
está abocada al escepticismo, no moral, pero sí metafísico. El conocimiento
carece de un soporte firme, inmune a la duda, pues está sometido en todo
momento a la experiencia y Hume se encargó de dejar bien claras sus
limitaciones, mostrando los problemas del conocimiento acumulado mediante
procedimientos inductivos. Por ello, aunque en nuestra vida cotidiana nos
comportemos sin dudar de muchas cosas (seguridad moral) lo contrario de
cualquier cuestión de hecho es siempre posible (no tenemos seguridad
metafísica)
Dentro de esas realidades cuya existencia no puede ser probada
empíricamente se encuentra la de la mente o el yo, justo aquello que para
Descartes resultaba indudable.