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Ética y democracia: tendencias y desafíos de los Estados latinoamericanos. Autor JUAN RETANA JIMENEZ1 Eje temático: Experiencias de las izquierdas, programas sociales y alternativas en construcción. Resumen. En este trabajo levantamos algunos puntos para el debate sobre el rumbo que toma hoy las experiencias de gobiernos de izquierda y las demandas puestas a los Estados latinoamericanos por parte de los movimientos sociales y los partidos socialistas que, por la vía institucional, asumieron y continua a asumir el poder Gubernamental, el poder central del Estado, en la dinámica de las contradicciones capitalistas contemporáneas. Se establece una relación entre los valores éticos y políticos pregonados por los movimientos sociales y su enlace con la construcción de procesos democráticos, considerados como de democratización creciente de las estructuras político-institucionales, que se contrapone a los procesos autoritarios e neoconservadores sustentados por la lógica neoliberal, en el marco de la crisis estructural del capital. Lo que actualmente se vivencia es la fragmentación entre intereses de orden colectivos e individuales que, imponen desafíos a los Estados latinoamericanos gobernados por progresistas e socialistas en la articulación nacional y regional, como parte de los aciertos e desaciertos de la resistencia ante la llamada globalización de la economía y financierización del capital. Consideramos que se presenta en la dimensión de la economía y de la política, en el ámbito de la sociedad civil, la lucha entre tendencias éticas de la liberación, de la inclusión social con carácter progresista y emancipador, en la defensa de los derechos humanos frente a la llamada ética conservadora neoliberal. Doutor em Serviço Social, docente da Escola de Serviço Social/Niterói. Universidade Federal Fluminense. Exercendo atualmente a Coordenação de Curso de Graduação. 1 1- La conformación del capitalismo en América Latina: esbozo de elementos centrales. Dadas las particularidades históricas de esta parte del continente americano, de colonización Ibérica (hispano-lusitana principalmente, aunque no exclusivamente) podemos destacar que el proceso de consolidación del sistema capitalista en esta región pasa por una serie de determinaciones socio-históricas producto de su inserción subalternizada en las relaciones de producción capitalistas, tejidas en Europa, cuna de la burguesía moderna. De esta forma, partimos de la evidencia que el capitalismo en América Latina se va constituyendo de forma “dependiente y periférica”, en una amalgama de condiciones heterogéneas que tienen origen en el período de la conquista y colonización; que entre otras, abastecieron la extracción de materias primas y metales preciosos para consolidar en los países de Europa central, el llamado proceso de acumulación primitiva de capital, que permitió el avance y desarrollo de la dominación burguesa y con ella, su disposición de crear y mejorar los instrumentos de producción y uso de tecnologías de comunicación que permitieron generalizar su predominio y su “proyecto de civilización” mundial, generando como decía Marx e Engels en 1848, un “mundo a su imagen y semejanza” (in: Marx e Engels, 1998:12). Estamos señalando de hecho, la necesaria presencia de América Latina en ese contexto y como actor de ese proceso, que permitirá la consolidación en Europa central y también, poco después, en los Estados Unidos de Norteamérica, del modo de producción capitalista y de su expansión a través de las relaciones de producción, circulación, acumulación de capitales y de extracción de plusvalía, es decir, la génesis y formación del mercado mundial. La forma en que se inserta cada país, en lo que hoy es conocido como América Latina, en ese conturbado sistema económico mundial, a través de la división internacional del trabajo – organización diferenciada de producción e intercambio de mercancías –, refleja la naturaleza contradictoria y desigual de las estructuras de dominación consolidadas en los países centrales del capitalismo y el sometimiento de los países periféricos en esa división. De acuerdo con Cueva (1983) la esencia del subdesarrollo es el resultado de un proceso en que las burguesías de los estados mas poderosos abusan de las naciones económicamente débiles, aprovechando exactamente esa condición, una vez que eses abusos perpetúan y hasta profundizan tal debilidad, reproduciendo en escala ampliada, aunque en modalidades mecanismos básicos de explotación y dominación (Cueva:23). variadas, los Es importante destacar que la plena incorporación de América Latina al capitalismo mundial se da sobre la base de los elementos supra citados, estos permitieron por su parte que esa inserción subalternizada se consolidase en los moldes del capitalismo monopolista –en este sentido compartimos la perspectiva de Cueva, y consideramos que la debilidad de nuestras economías es producto de la estructura capitalista dominante como parte de la reproducción ampliada del capital, que encuentra su génesis en la herencia colonial y en la conformación protoimperialista de las potencias capitalistas (Cueva: Idem). Producto de esta relación es la conformación del fenómeno estudiado bajo el prisma del subdesarrollo y la dependencia que demostró la ascensión del imperio norteamericano y su poder incontestable, que impone sus intereses para mantener y restablecer las bases de una división internacional del trabajo que permita la plena circulación de mercancías y capitales. La hegemonía norteamericana, que surge en el periodo monopolista, se irá adensando y consolidando, sustentando diversas estrategias de organización de la producción y de división internacional del trabajo hasta la actualidad. En palabras de Marini, la dirección estratégica, que hoy se presenta como hegemónica, está basada en: La presión que ejerce Estados Unidos sobre los países de América Latina direccionada en el sentido de fomentar el modelo exportador, lo que implica, en mayor o menor grado, una reconversión productiva, que no sólo respete el principio de la especialización, según las ventajas comparativas, sino también que abra mayor espacio al libre juego del capital, reduciendo la capacidad intervencionista del Estado. En la perspectiva de ese proyecto neoliberal, se diseña el futuro que el capitalismo internacional reserva a la región: una América Latina estrechamente integrada a la economía mundial, por medio de su transformación en un nuevo tipo de economía exportadora, o sea, una economía que al lado de la explotación cada vez más intensiva de sus recursos naturales, redimensione su industria para volverla competitiva en el mercado externo y suplementaria a la producción industrial de los grandes centros (Marini, 2008,13). Desde una visión política, la cuestión que nos interesa argumentar es que la llamada revolución democrático burguesa en la mayoría de los países de América Latina sufre un revés con la implantación de la fase del capitalismo monopolista como un todo, no existió tal revolución sobre los moldes clásicos de Europa y mucho menos en la forma como se gestó en los Estados Unidos. Los procesos de industrialización dependiente en los países de América Latina fueron la necesaria condición de expansión y consolidación del capitalismo monopolista en el nivel global, como parte del proceso de acumulación de capitales, tal y como se dio en los países más desarrollados, incluidas las experiencias de bienestar social del periodo de postguerra. Era necesaria esa forma de extracción de riqueza para la consolidación del régimen monopólico mundial, por tanto sin éste no se daría aquella situación, consideradas tanto sus contradicciones como sus condiciones históricas particulares. Así, partimos de la perspectiva de que la dialéctica desarrollado/subdesarrollado es una característica presente en la dinámica histórica de los países capitalistas centrales y periféricos. El problema de pensar que aquellos países subdesarrollados algún día alcanzarán el desarrollo y pasarán por los estadios de los países centrales se mostró históricamente falsa, la mayor parte está destinada a su condición degradada de dependencia externa al neocolonialismo, en la lógica de la exportación de la riqueza natural (los tratados de libre comercio con USA así lo demuestran) y de ampliación de la miseria interna de cada país latinoamericano, que también nos ayuda a comprehender el predominio de formas autoritarias de gobierno en la mayor parte de nuestros países durante el pasado siglo XX, esa es nuestra herencia político-económica, lo que también se puede catalogar como un desarrollo desigual y combinado en función de las necesidades del capital. Se puede concluir, esquemáticamente desde esta perspectiva, que la relación dialéctica de los países subdesarrollados y los desarrollados en la fase del capitalismo monopolista, permite a estos últimos consolidar las condiciones de reproducción de excedente2 que marca abundantemente la distancia entre ambos grupos de países, y el relativo éxito de experiencias de bienestar social europeos; lo que muestra, de hecho que ambos están insertados en la estructura de dominación propia del capitalismo en la era monopolista. La funcionalidad de la conformación socio-económica de los países de América Latina con relación a la estructura dominante de los monopolios está atravesada por su dinámica particular como régimen de acumulación de capital. En ese contexto, llevado a la actualidad, podemos señalar el papel de la izquierda y de los movimientos sociales progresistas, que bogan por un camino alternativo, que intenta romper con esa lógica. Baran e Sweezy señalan que ”El excedente económico, en la definición más breve posible, es la diferencia entre lo que la sociedad produce y los costos de esa producción”. (1996:19). Este proceso de utilización del excedente se sitúa en el centro de los estudios sobre el capitalismo que Marx realizó a partir del proceso de trabajo, de esta manera se “Resalta el papel crucial de la transformación tecnológica en el desarrollo del capitalismo monopolista” (idem:18). 2 2- La falacia de una ética del mercado como defensa de la democracia. La institución “mercado” en la lógica neoliberal ha sido transformada en categoría ética “universal”. Se puede afirmar que dentro de las leyes del mercado todo es permitido, sin embargo fuera del mismo, nada. Este tipo de dogmatismo que acompaña a la ética neoliberal ha sido “encubierta” por motivaciones de orden moral neoconservadora, en el sentido de establecer una relación funcional con los valores que sustentan al orden burgués, de una forma naturalizada y a-histórica: la defensa de la propiedad privada, de la jerarquía, de la autoridad, del progreso, de la libertad, de la igualdad ante la ley. No se trata de una inversión de valores, como algunos analistas señalan, ni de una negación de los derechos humanos, por el contrario, los defensores del neoliberalismo destacan que su incompleta realización (de esos valores y de los derechos humanos) esta destinado a ser un hecho natural, en los embates por el desarrollo de la sociedad, mientras no se tenga total claridad de la importancia y predominio del mercado como institución que se encarga de la distribución y regulación de la vida en sociedad. Así, contrariamente, a aquellos que consideran que el neoliberalismo es una expresión negadora de derechos, los defensores de esos principios de la dogmática neoliberal exaltan, que siendo el Estado burocrático, totalitario y gigante, vacía la sociedad civil de sus formas organizativas autónomas y libres, abriendo el espacio, precisamente a la negación de los derechos humanos. La defensa de la libertad entendida en los marcos de la sociedad capitalista es el principio orientador, que debe amparar todos los ámbitos de esta sociedad, así seria preciso un aparato estatal mínimo, que garantice esa libertad, la sociedad civil liberada de las cadenas del Estado estaría en las condiciones de organizarse, para de esta forma, satisfacer sus reivindicaciones por la libertad individual; este ámbito estaría regulado por el mercado libre, que liberado de las trampas del intervencionismo estatal, condiciona la participación de los individuos/ciudadanos a partir de sus capacidades de consumo. Lo que implica, por otro lado, que los trabajadores que venden su fuerza de trabajo sean altamente calificados y que reúnan habilidades básicas para conseguir empleos. Sin embargo, detrás de esta retórica neoliberal con sus repercusiones en el plano moral y socio-político ¿Qué es lo que se esconde? Principalmente se esconde el problema de la crisis capitalista y las formas asumidas por el propio capital, que sustentado en el modelo neoliberal, imprime sus condiciones para la superación de la crisis, con la visión de retomar el proceso de acumulación y aumento de la tasa de lucro, esto es, el llamado proceso de reconversión productiva, iniciado, desde mediados de la década de 1970, y que se extiende en las décadas siguientes3. Este proceso, de acuerdo con Mota implica “también la reordenación geo-económica de las fases del ciclo global de la mercancía” (Mota, 1995:65). Este proceso se ha gestado a partir del “reordenamiento del cuadro jerárquico de las naciones, en función de su riqueza y poder” (Mota, ídem), que remite a nuevas determinaciones en la dinámica de la relación entre países del centro hegemónico y de la periferia, en sus múltiples variaciones. También se concretan cambios en el mundo del trabajo, requeridos por la división social internacional, como parte de la crisis del modelo de organización taylorista-fordista y las nuevas exigencias que se juntan a la reestructuración productiva, que golpean a la organización y reproducción de la clase trabajadora. Este proceso nos lleva necesariamente al movimiento, que siguiendo el análisis de Mota, se da con “respecto a los mecanismos socio-políticos e institucionales, necesarios a la manutención del proceso de reproducción social, que incide prioritariamente en al ámbito de la lucha de clases y en la relación entre orden económico y proyecto político”. (Ibídem, 66) Este proceso que muestra sus características a nivel superestructural, remite a particularidades de la praxis política de las clases en disputa, los caminos y descaminos en el enfrentamiento de aquellas demandas del capital. En este enfrentamiento se encuentran determinaciones de orden ética e ideopolítica que subyacen a la correlación de fuerzas entre las clases y los proyectos políticos en pugna. Tenemos claro que el mercado y la competencia tienen su existencia históricamente situada, y su predominio en la sociedad capitalista, necesariamente no golpea las formas históricas que surgieron en la época de los monopolios para garantizar la expansión del propio capital, formas que negaron la supremacía del mercado por sobre el Estado y la Sociedad Civil. El mercado se vio diezmado en su “libertad” debido al intervencionismo del Estado, al Estado de Bienestar social, y a los controles reguladores impuestos por éste. No obstante, es notable que hoy en día, venga a ton nuevamente el reflujo del Mercado, y el Estado que asume un papel central, interviene para salvar el capitalismo de su crisis actual. Y por su parte, se construye una mampara para proteger al mercado “libre”, y mostrarlo como siendo íntegro e inocente ante la crisis, ante la miseria y pobreza que genera en las clases subalternizadas y crecientemente desempleadas. Aparece la estrategia de exonerar el mercado de esta barbarie. 3 Este proceso coincide con la crisis del llamado pacto keynesiano, la crisis mundial de capitales en el año de 1973, y las salidas que el propio capital opera, la ofensiva neoliberal a partir de la década de 80, con Reagan en USA e Thatcher en Inglaterra. A esta ofensiva tenemos que señalar, la caída del llamado socialismo real, lo que volvió, aún mas complejas, las relaciones capitalistas internacionales. Desde nuestra perspectiva de análisis, en la práctica burguesa, el centro de las atenciones está en la dimensión política y económica, la dimensión ética queda relegada, subordinada a los embates del movimiento político-económico, siendo entendida la ética como una cuestión “moralizadora” en el ámbito de las instituciones públicas y privadas, remitida siempre para prácticas individuales. En el ámbito político se refracta en los límites impuestos al poder del Estado con la intención de buscar su carácter mínimo; en lo económico la ampliación de los espacios de libre iniciativa como corolario de la defensa del derecho a propiedad privada. En todo caso, se coloca la ética como una “vacuna” contra la corrupción, contra la represión y contra la exploración del capital. El discurso hegemónico es debemos actuar de forma ética e socialmente responsables ante los efectos perniciosos de la crisis para salvar la democracia, dentro de la sociedad de clases por supuesto. 3- Una ética de resistencia contra o neoliberalismo: entre versiones románticoconservadoras y progresistas- revolucionarias. Una ética romántico-conservadora pautada en el rescate de los valores de la familia, de la comunidad y de vivencias cotidianas que unen religión, espiritualidad mística y militancia con espacios de reconstrucción moral y de moralización de la actividad pública y privada (Estado e Mercado). El carácter jerárquico de los valores morales se expresa en esas visiones, que denominamos romántico-conservadoras, tradicionales de la ética, en la idea de un espíritu superior que mediado por las grandes religiones y pensamientos filosóficos humanistas plasmó “verdades eternas” que continúan a brindar reglas de comportamiento humano, valores universales, que ‘naturalmente’ expresan el principio y el fin de la vida humana. Su expresión en la dimensión política redime la presencia del Estado como regulador de los conflictos entre las clases, buscando la armonía social, el bien común y la justicia social, su objetivo inmediato es la felicidad abstracta y su objetivo mayor la emancipación eterna, aparece con un sentido de utopía colectivista, lo que permite a los detractores defensores del neoliberalismo la crítica como visión totalitaria y autoritaria. Es un proceso contradictorio que despolitiza la base de las “masas” trabajadoras. porque deja entrever que desde encima será reconfigurado el orden social, cabe al Estado ese papel y a sus líderes. El problema de la dicotomía, de la visión dual de esta ética, que se expresa en prácticas políticas es predominante en el pensamiento burgués, lo que históricamente ha dado muestras de su funcionalidad y capacidad de reactualización en el orden del capital; de aquí su carácter reificado que asume en sus expresiones fenoménicas en la sociedad de clases. Tanto los pensadores clásicos del liberalismo como los defensores del republicanismo no superaron esta visión dual, condición insuperable en el pensamiento hegemónico burgués, que hoy consolida una apología que se define en la defensa de la democracia dentro del capitalismo, que se interpone como necesaria a la propia reproducción del modo de ser burgués que invade el sentido del “aburguesamiento” de la clase trabajadora (Fernández, 1979). Por su parte podemos destacar una concepción ética progresista, que parte del ser social como ser complejo capaz de reflexionar conscientemente sobre sus exigencias humano-específicas, sea como sujeto individual (singular) y/o colectivo (particular) que le permita elevarse al género humano (universal). Esta ética, entendida como capacidad de reflexión del ser social en su actividad humana, se encuentra necesariamente vinculada a valores que recrían la ética como “capacidad humana esencial objetivada de la conciencia y de la libertad humana” (Barroco, 2000:11), por su parte, esa capacidad de objetivación impone un sentido de actuar y de dirección, que permite recrear la política como expresión histórico-concreta en busca de la libertad humana, a través de la lucha por el poder y por la consolidación de los principios y valores que asume en todas las esferas de la vida, que se expresa en un proyecto determinado de posibilidades histórico concretas. Esta confluencia de determinaciones señala el carácter central de la ética y de la política en la consolidación de una sociabilidad que procura superar las desigualdades y alcanzar la emancipación humana, que está situada en la raíz de las necesidades, prácticas e intereses de los movimientos sociales y partidos políticos de izquierda. Por lo que la ética y la moral constituyen una unidad dialéctica de lo diverso, dado que el ser social es capaz de reflexionar conscientemente sobre sus exigencias humano-específicas y posiciones teleológicas. A este respecto compartimos la consideración de Barroco que señala: Las actividades propiciadoras de la conexión de los individuos con la especie humana explicitan capacidades como: creatividad, elección consciente, deliberación ante conflictos entre motivaciones singulares y humano-específicas, vinculación consciente con proyectos que remiten a lo humano-genérico, superación de prejuicios, participación cívica y política. Todas ellas están vinculadas con valores; la mayor parte son ejemplos de la capacidad ética del ser social (Barroco, 2001:42). Desde nuestra concepción, aquí radica, el momento de pasar de lo estrictamente normativo formal para el momento de la praxis histórica, en el campo de la acción política, en el trabajo como actividad fundante del ser social, en la busca de la liberación/ emancipación humana. En este punto resaltamos los vínculos de las dimensiones de la ética y de la política en el sentido universal de la libertad como principio orientador de la especie humana. Lo que tañe a concepciones ideo-políticas, de acuerdo con la matriz destacada, estas se evidencian en el plano de la universalidad, dado que las entendemos como referencia a los postulados filosóficos e ideológicos del pensamiento social y de la teoría política moderna en las diversas corrientes o tendencias, desde las reformistas/progresistas hasta las revolucionarias, que se vuelven efectivas o pasibles de efectuación, en la particularidad de la arena socio-política, a través del tratamiento programático y estratégico-operativo que de estas derivan, como parte del proceso de configuración de una hegemonía de una vertiente sobre las otras, que sobrepasa por relaciones de poder e intrincados antagonismos y contradicciones, en el movimiento entre las clases que conforman la totalidad social, donde es claro el Estado tiene un papel central. 4- El Estado tomado por la izquierda y los movimientos sociales: por una nueva ética y democracia social. Un aspecto central que destacamos se trata de la llegada al poder de coligaciones y figuras representantes de movimientos sociales que asumen el Gobierno en algunos países de América Latina, a partir de la segunda mitad de la década de 1990, retomando nuevas y viejas leyendas de la izquierda: Venezuela, con el movimiento patriótico bolivariano, luego el Partido de los Trabajadores en Brasil, el Frente Amplio en Uruguay, el movimiento indígena en Bolivia, después en Ecuador, Paraguay, Nicaragua y El Salvador, en fin se pone en escena una nueva izquierda, que llega al poder, con un discurso político de inclusión social, económica y política de las clases subalternas y de enfrentamiento a las elites, pero no se coloca el enfrentamiento al capital como un todo, ni se habla de construcción de una sociedad comunista explícitamente. Aparece más el discurso político de transición para nuevas formas de socialismo. Se parte de perspectivas que se orientan por la ideología de la “sociedad post-industrial”, destituida de clases e ideologías, y las que enyesan el marxismo, fijándolo en la sociedad industrial del siglo XIX, combinado con la idea de caída catastrófica y automática del capital con su crisis estructural. A partir de esta visión el Estado no es más considerado como un adversario de las clases dominadas, sino como un instrumento de participación social, de ampliación de la democracia, de factor de cohesión, consenso y de control de las impugnaciones de los grupos de presión, sean de derecha o de la propia izquierda. Se configura como un instrumento de promoción del “aburguesamiento” de la propia clase trabajadora. Nos parece que esta función del Estado focaliza la instrumentalización del poder político, de configuración de nuevas hegemonías a partir de segmentos de la clase media burguesa y de los trabajadores del campo y la ciudad, que son de forma general, los defensores de la nueva izquierda latinoamericana. En este sentido, afirmamos que por causa de la “propiedad privada de los medios de producción y de la base dinámica estructural del crecimiento del capital (apropiación de plusvalía relativa), el Estado democrático siempre fue, al mismo tiempo, un instrumento de poder y de dominación de clase”, lo que en la actual coyuntura, se evidencia en la lucha que se establece a partir de la llegada al poder de grupos y segmentos de la clase trabajadora, con todas las contradicciones que ese proceso ha generado desde entonces. Aquí cabe levantar algunos cuestionamientos que desafían a los gobiernos democráticos populares ¿Cómo desarrollar procesos democráticos de redistribución económica e social, en medio de relaciones dominantes burguesas segregacionistas, clasistas?, ¿Cómo evitar caer en la trampa del (neo)populismo y del autoritarismo de Estado? ¿Cómo crear las bases de un Estado democrático ampliado, con participación social y política de los movimientos sociales, rompiendo con la tradición jerárquica de imposición por parte de las clases dominantes? ¿Cómo establecer las estrategias para la transición política y económica al socialismo? ¿Será que se impone la condición de un Estado con planeamiento centralizado, con la dictadura de las mayorías? Estos desafíos que se colocan para la izquierda latinoamericana en la construcción de la democracia como proyecto alternativo al simulacro de la democracia burguesa (Marini, 2008). Pues de hecho los países de América Latina, no consiguieron “conciliar desarrollo capitalista autónomo con el orden social competitivo, relativamente equilibrado, de un Estado democrático” (Fernández, Ibíd.:39). Lo que interpretamos a partir de la imposibilidad de la construcción del Estado de Bienestar Social en esta región. Por lo mencionado, para los gobiernos de izquierda y movimientos sociales, se imponen dilemas éticos y políticos, propios de un proceso tenso, con desafíos que se imponen países con tasas de desarrollo altamente desiguales, con histórico de acumulación de riqueza por parte de pequeñas élites, cada vez más ancladas con la fuerza del capitalismo internacional. Bibliografia Baran, P.A., Sweezy, P.M. Capitalismo Monopolista. Rio de Janeiro: Zahar Editores, 1996 Barroco, Ma. Lúcia. “Ética e Serviço Social: Fundamentos ontológicos”. Cortez Editora, 2001. Cueva, Agustin. El Desarrollo del Capitalismo em América Latina. Mexico, siglo XXI, 1998. Fernandes, Florestan. Apontamentos sobre a ´Teoria do Autoritarismo´. São Paulo. Editora Hucitec, 1979 Marini, Ruy Mauro. A luta pela democracia. Cadernos de Pensamento Crítico Latinoamericano. Coordenador editorial Emir Sader. 1 a ed., Vol. 1. São Paulo: Expressão Popular, CLACSO, 2008. Marx, Karl e Engels, Friedrich. Manifesto do Partido Comunista. Prólogo J.P. Netto, São Paulo, Cortez, 1998. Mota, Ana Elizabete, Cultura de Crise e Seguridade Social: um estudo sobre as tendências da previdência e da assistência social brasileira nos anos 80 e 90. São Paulo. Cortez Editora. 1995.