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Motivación
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MOTIVACIÓN
Introducción
En las sesiones anteriores se mencionaba, directa o indirectamente, el tema de la motivación
como elemento necesario para poner en marcha distintas funciones. Por ejemplo, cuando se hace
la demostración de que un perro ha sido puesto en condiciones de salivar al oír el sonido de una
campana, el experimentador debe asegurarse de antemano de que el perro esté hambriento. Si
esta condición no está presente, todos los demás estímulos condicionados, que hasta el momento
habían generado eficazmente la respuesta, dejarán de funcionar ahora. El estudio de la
motivación está interesado, en primer lugar, en descubrir los principios mediante los cuales
ciertas condiciones determinan y controlan la aparición de una conducta.
En todos los ámbitos de la existencia humana interviene la motivación como mecanismo para
lograr determinadas metas. Pedagogos y psicólogos están de acuerdo en que el rendimiento
escolar depende, en gran medida, del grado de motivación del alumno. Las campañas
publicitarias buscan cuáles pueden ser las motivaciones de los consumidores para adquirir sus
productos. En psicología industrial se analizan las motivaciones de los trabajadores para
incrementar la producción.
La motivación, uno de los temas más complejos de la psicología, se define como aquel factor o
grupo de factores que mueven a la persona hacia la acción.
Existen una serie de términos, que debemos definir previamente, pues en ocasiones se los utiliza
de forma confusa.
El término necesidad hace referencia a una deficiencia corporal o que se siente en el ámbito
socio-psicológico; al organismo le falta algo. El término motivación supone un estado de
estimulación interna que resulta de una necesidad y que generalmente activa la conducta
orientada a satisfacerla. El impulso hace referencia a ciertas motivaciones, como la sed, que
surgen de necesidades fisiológicas fundamentales. La expresión instinto, por último, es la más
difícil de definir, pues implica un impulso innato que suscita conductas complejas.
Nuestro cuerpo guarda siempre una relación de necesidad con el ambiente. El caso más extremo
es el del aire, ya que lo necesitamos continuamente, y sin él no podríamos sobrevivir más de un
minuto. El organismo, tanto de los animales como de los seres humanos, dispone de unos
sistemas reguladores que conservan automáticamente el equilibrio adecuado. La temperatura, el
ph de la sangre, la concentración en la sangre de sustancias como el azúcar, la sal, el calcio, que
se conservan a niveles relativamente constantes. En fisiología, estas regulaciones efectuadas por
el organismo en su totalidad son denominadas homeostasis (estado uniforme). Cuando se rompe
el equilibrio porque ha disminuido la presencia de alguna sustancia, aparece en el organismo un
estado de tensión, una necesidad, que se mantiene hasta que se obtienen los elementos químicos
necesarios. Esta necesidad activa una motivación, la que a su vez incita al animal a obrar de tal
manera que se restablezca el equilibrio y. por lo tanto, se satisfaga su necesidad. Un ejemplo lo
tenemos en la disminución del nivel de azúcar en la sangre, por debajo de unos ciertos mínimos.
En este caso se activa la motivación del hambre y el organismo reaccionará buscando alimento.
Al terminar de ingerirlo, la concentración sanguínea de azúcar será la correcta y el organismo
volverá a su equilibrio de energía.
Como vemos, existen tres fases en este proceso. En la primera aparece una necesidad (que puede
estar genéticamente programada, ser aprendida, o una combinación de ambos factores), por
ejemplo, la falta de agua en los tejidos. En la segunda, surge la motivación -la sed - para buscar la
solución a esta necesidad, en este caso buscar agua. La tercera fase consiste en la reducción o
satisfacción de la necesidad. Esto sólo se consigue cuando se alcanza un objetivo. Al beber agua
se aplaca la sed y así se cierra el ciclo.
Los impulsos nunca se observan directamente. Lo que podemos observar en la conducta son las
acciones resultantes de ellos. Esto no los hace menos reales. Lo inferimos directa y
confiadamente de la conducta observada, tal como inferimos la existencia de la fuerza de la
gravedad al ver caer los cuerpos o al observar las mareas.
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Clasificación
La clasificación de las motivaciones es, en parte, arbitraria, ya que los criterios que pueden
seguirse son diversos. La complejidad de lo motivacional se aprecia en toda conducta
condicionada: difiere de una cultura a otra y de unas personas a otras dentro de una misma
cultura. Motivos similares pueden manifestarse en conductas diferentes, y motivos diferentes en
conductas similares.
Aquí se trazará una gran división entre los motivos primarios, que son independientes del
aprendizaje y surgen en el curso de la maduración orgánica, y los motivos secundarios, que se
hallan sometidos al proceso de aprendizaje. De hecho, lo que se aprende es siempre una conducta
instrumental para alcanzar determinados
fines. Es en este terreno donde se plantean La motivación de crecimiento personal o necesidad de
es, para algunos autores, la médula
mayores dificultades de clasificación y autorrealización
del desarrollo humano. Así, se explicaría por qué
definición.
algunos se esfuerzan en triunfar.
Se incluirán aquellos impulsos que actualmente están estudiados y de los que se disponen
pruebas experimentales. Todos los intentos de enumeración son provisionales, pues, con los
avances que se producen en otras ciencias, se están descubriendo nuevos impulsos, además de
disponer de nuevas técnicas para estudiarlos.
ESTADOS PRIMARIOS DE MOTIVACIÓN
Son fundamentales para la comprensión del comportamiento humano. A partir de ellos se han ido
instaurando los demás estados motivacionales denominados secundarios. En psicología, es
común que el planteamiento inicial de los problemas parezca excesivamente simple, hasta el
punto de decepcionar a veces a aquellas personas que se acercan a la misma fantaseando con
complejidades y laberínticos mecanismos de elaboración. En este sentido, a continuación se
expondrán una serie de elementos tan simples como básicos, útiles para estudiar los estados de
necesidad que constituyen los estados primarios de motivación humana.
CONDICIONES Y CAMBIOS ORGÁNICOS
La supervivencia de un organismo vivo depende de la disponibilidad de ciertas cosas dentro del
medio ambiente, tales como alimentos, agua, seguridad, descanso, etc. Cuando no existen las
condiciones que producen todo esto, aparecen en el individuo unos procesos orgánicos
específicos, designados con términos tales como «hambre», «sed», «frío», «cansancio», etc. Estos
cambios orgánicos son definibles y mesurables de manera específicamente fisiológica.
A medida que estos procesos empiezan a manifestarse, la conducta del organismo experimenta
ciertos cambios. La naturaleza de estos cambios depende del proceso orgánico en cuestión y del
lapso de tiempo en que éste se desarrolla. Así, ciertas conductas sirven para modificar el medio
ambiente, a fin de que el objeto necesario (comida, etc.) esté disponible.
Uno de los rasgos más importantes de este proceso es que los cambios orgánicos no se adquieren
y, además, son muy difícilmente modificables por la enseñanza. Son inherentes a la estructura del
organismo vivo y, en algunos casos, su insatisfacción conduce a la destrucción del organismo.
EL ROL DE LA ENSEÑANZA
Si bien una condición previa para el desempeño de diversas conductas es el estado interno
orgánico del sujeto, la serie real de respuestas que éste desarrolla es fácilmente modificable a
través de la enseñanza. Si se toma como ejemplo el modo de proceder del viajero que siente la
necesidad de comer en una ciudad desconocida, se puede establecer que lo primero que hace es
situarse en una conducta de búsqueda hasta que ve un restaurante, y luego avanza hacia él. A
medida que lo hace, quizás aumente su velocidad de acercamiento. En este caso, la intensidad de
su conducta se ha visto modificada debido a la proximidad del estímulo externo, y no por
cualquier aumento súbito en el proceso orgánico del hambre.
EL IMPULSO DEL HAMBRE
Comer es una actividad importante en todas las sociedades. Todos los animales requieren
alimentos para satisfacer sus necesidades diarias de energía, crecimiento y recuperación de
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tejidos celulares. La mayoría consumen la cantidad necesaria para satisfacer estas necesidades, a
pesar de que pocos regulan conscientemente su ingestión de alimentos.
LAS CONTRACCIONES ESTOMACALES
En uno de los estudios ya clásicos sobre el tema, Cannon y sus colaboradores explicaron la
sensación de hambre como resultado de las contracciones del estómago. Obtuvieron sus datos
por medio de un aparato consistente en una pelota de goma que el sujeto tragaba en estado de
privación de alimento. Esta pelota iba conectada a un tubo estrecho de goma que salía por el
esófago y la boca. Se inflaba la pelota hasta que adquiría el contorno del estómago. El tubo
estaba conectado con un manómetro hidráulico, y cualquier presión sobre la pelota se podía
observar y registrar mediante un marcador.
Hambre y contracciones estomacales
En un experimento, pocas horas después de comer, cuando el estómago ya está vacío, empezaban
en el sujeto unas poderosas contracciones estomacales, con períodos de actividad y quietud. Al
mismo tiempo, se pedía al sujeto que presionase una tecla cada vez que sintiera «punzadas de
hambre». Se observó que sus señales se producían cuando se registraban las contracciones y,
sobre todo, en los momentos en que éstas se daban con mayor fuerza.
En estudios posteriores con ratas, en los que se cortaron los nervios sensoriales que conectan el
estómago con el cerebro, se observó que las contracciones gástricas pueden ocurrir
persistentemente, aunque no haya sensación de hambre. Esto quiere decir que las señales de
hambre no se originan en primera instancia en el estómago.
Actualmente se considera que las contracciones del estómago son aprendidas por
condicionamiento respondiente. Para realizar la digestión, el estómago debe amasar la comida,
una vez ingerida. Cuando los alimentos se toman diariamente a horas regulares el cerebro parece
prever, aproximadamente una hora antes, que el estómago debe prepararse para procesar el
alimento. Los músculos del estómago reciben unas señales nerviosas que le alertan de este
estado. La contracción de estos músculos es lo que origina las sensaciones dolorosas que otras
zonas del cerebro interpretan como señales de hambre.
La elevada concentración de glucosa en la sangre es la encargada de informar al cerebro de la
sensación de plenitud cuando la persona se siente satisfecha, tras la comida o bien, cuando es
muy baja, informa de la necesidad de realizar la ingesta. La zona del cerebro que recibe esta
información es el hipotálamo. Esta parece ser la estructura encargada de conservar el peso en
determinado nivel.
Existen otros factores, tanto aprendidos como no aprendidos, que también influyen en la
sensación de hambre: la enfermedad, el nivel de actividad del organismo, el gusto, el olfato, la
vista, las alteraciones de la presión osmótica, los déficit de ciertas sustancias químicas, etc. El
sistema nervioso central se encarga de integrar todos estos factores e informar de las necesidades
del organismo.
El organismo no sólo regula cuánto y cuándo debe comer, sino que también selecciona su dieta.
En principio, tanto el hombre como los animales, cuando se les da a escoger, eligen,
precisamente, lo que necesita su organismo. Por este motivo uno puede estar harto de un
alimento pero sentirse todavía hambriento respecto a otro. Este hecho recibe el nombre de
hambre específica o carencias parciales. En la práctica no suele aplicarse correctamente esta
capacidad de elegir una dieta equilibrada debido al aprendizaje y a los factores sociales de la
alimentación. Estos eclipsan los mecanismos automáticos internos de autorregulación y son
responsables, entre otros motivos, de la obesidad, por ejemplo.
Los padres enseñan a los niños cómo y cuándo comer, cuál es la sensación de estar lleno, cuáles
son las cantidades adecuadas. Pero existen diferencias culturales que hacen que cada familia
pueda tener unos criterios diferentes. Las preferencias alimenticias están determinadas, en gran
parte, por el aprendizaje
Las pautas culturales hacen que en unos países se coma lo que en otros es detestable, o que una
religión prohíba determinado alimento.
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Se da el caso de «enseñar» a comer cuando se tiene un determinado estado de ánimo, una crisis
emocional, sensación de tristeza o aburrimiento. También se enseña a asociar el comer con
determinadas actividades: ver la televisión o las «palomitas» de maíz en el cine o en el fútbol.
Estos lugares acaban por suscitar la apetencia por estos alimentos, aunque no se tenga sensación
de hambre en ese momento.
Los convencionalismos sociales también influyen en los hábitos alimenticios. El invitado ha de
tomar los postres, aunque esté harto, para no ofender a sus anfitriones; hay que tomar unas
«galletas dulces», cuando se va a tomar el café, para no ser descortés, etc.
Como vemos, el hambre es controlada a menudo por indicaciones externas como éstas. Estas
indicaciones son externas porque no están directamente relacionadas con las señales fisiológicas
de hambre como puede ser los retortijones, la sensación de mareo o de fatiga. Otras señales
externas pueden ser el olor y el sabor del plato preferido, la presentación apetitosa de un manjar
(el llamado «comer por los ojos»), ver a otras personas comer con innegables expresiones de
satisfacción. Todos estos acontecimientos pueden desencadenar la urgencia de comer, aunque la
persona esté saciada.
El hombre, en las sociedades desarrolladas, se ha vuelto muy exigente en materia de
alimentación; desea ser servido de una manera especial, comer en determinados lugares y,
además, con ciertas personas, a pesar de que éstas no tengan ninguna relación directa con la
satisfacción de la motivación hambre.
LA SED
Aunque lo tratemos por separado, de hecho deben el hambre y la sed ser considerados
simultáneamente, puesto que es imposible encontrar un ser que esté únicamente hambriento o
sediento. En todos los casos la necesidad de alimento va acompañado de la necesidad de agua,
porque el alimento sólido debe ser diluido. Además, todos los alimentos naturales contienen
grandes cantidades de agua, de modo que la sed se alivia mientras comemos.
Cuando alguien dice que tiene la boca y la garganta secas, dice que tiene sed. Pero éstos sólo son
indicadores. No basta con humedecer la boca; un sediento sigue bebiendo aunque su boca y su
garganta estén saturadas de agua. La conclusión a la que llegan muchos investigadores es que la
base fisiológica de la sed parece ser la deshidratación celular, hecho que estimula la secreción de
una hormona hipofisiaria que regula el consumo de agua. El impulso de la sed está regulado, por
lo menos parcialmente, por la región hipotalámica.
Como en el caso del hambre, la sed también está regulada por factores sociales. Se prefieren
ciertos líquidos y se rechazan otros para satisfacer el impulso de la sed. Por otra parte, en muchas
ocasiones se bebe por motivos de relación social; no por padecer sed. El factor cultural determina
que en ciertos países se consuman mayores cantidades de vino, de cerveza o de leche.
El hambre y la sed difieren de otros impulsos en que no pueden quedar insatisfechos por largo
tiempo sin poner en peligro la vida. Sin embargo, en las sociedades más desarrolladas, nos damos
cuenta que apenas sentimos hambre y sed. Tan pronto como nos apercibimos de ellos (con
mucha frecuencia incluso antes), comemos y bebemos abundantemente, suprimiendo ambas
necesidades. En conjunto, nuestra civilización ha previsto adecuadamente la satisfacción del
hambre y la sed, dejando espacio para que otros motivos jueguen un papel más prominente en
nuestra vida diaria.
HOMEOSTASIS Y EQUILIBRIO ORGÁNICO
La homeostasis es la tendencia del cuerpo a mantener un equilibrio entre las condiciones
fisiológicas internas. Es un factor imprescindible para el mantenimiento de la vida. Un ejemplo
de ello es el caso de la temperatura corporal. La temperatura normal, como se sabe, es de 37 'C.
Si tiende a subir por encima de ese límite, el individuo comienza a sudar, con lo que produce el
enfriamiento del cuerpo; pero, si tiende a disminuir, se produce el reflejo del escalofrío,
elevándose el metabolismo con la consiguiente generación de calor.
La conducta reguladora del organismo es instrumental en el sentido de que satisface necesidades
fisiológicas. Por ejemplo, cuando se necesita agua, no existen mecanismos internos que
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satisfagan esta necesidad. En consecuencia, es una conducta instrumental la que se impone.
Gracias a ella, el organismo toma agua del exterior.
Los MECANISMOS DEL FRÍO Y DEL CALOR
El frío y el calor se hallan regulados dentro de límites estrechos por los mecanismos
homeostáticos. En este caso, el individuo también adopta una conducta instrumental: cuando
hace frío, se abriga, y cuando hace calor, se desviste; si no, regula otras condiciones externas.
Al igual que en casi todas las motivaciones fisiológicas, es el hipotálamo quien regula la
temperatura corporal. La necesidad de regular la temperatura corporal para mantenerla constante
pone en acción varias reacciones fisiológicas. Además de utilizar un complejo sistema de vasos
sanguíneos superficiales de la piel, más o menos autorregulables, el cuerpo participa en un
amplio número de respuestas. El tiritar, la transpiración y el jadeo ayudan al continuo reajuste a
los cambios de la temperatura del ambiente.
NECESIDAD DE REPOSO Y SUEÑO
Como en el caso de otros motivos fisiológicos, en él parecen intervenir tanto factores orgánicos
como aprendidos. El sueño implica un descanso del cuerpo más que un impulso activo. La
necesidad del sueño es real. Sin embargo, no sabemos casi nada de sus características
fisiológicas.
En el hipotálamo están localizados un centro para la vigilia y un centro para el sueño. Es
probable que algunos factores musculares y sanguíneos ejerzan un efecto considerable sobre
estos centros, pero sin llegar a ser los elementos básicos en este proceso.
Nuestros músculos se fatigan a medida que los usamos. Cuando realizamos actividades
extenuantes, sentimos rápidamente los efectos de la fatiga. La necesidad de descanso se
complica, pues los individuos neuróticos se sienten fatigados todo el día, aunque no trabajen y
reposen adecuadamente.
El ácido láctico parece intervenir en el cansancio. Durante el reposo, este ácido es eliminado de
la sangre y los músculos recobran su fuerza.
Los factores aprendidos son importantes en el impulso del sueño. Los bebés no hacen distinción
entre día y noche, y alternan cortos períodos de vigilia con períodos más largos de sueño. Los
adultos establecen un ritmo alternante de sueño y vigilia. También la cultura en la que uno vive
determina estos períodos.
La mayoría de los países siguen el ritmo del día y la noche para dormir, pero, por ejemplo, en
España, además se duerme la siesta después de la comida. Algunas tribus primitivas duermen
breves períodos, independientemente del día y la noche. Los países en los que las noches y los
días se alargan o acortan extremadamente, hasta alcanzar a veces seis meses de duración,
mantienen normas de sueño y vigilia durante todo el año casi similares a las que imperan en otras
partes del mundo.
El impulso hacia el sueño está íntimamente relacionado con el impulso al descanso, pero sin ser
idénticos; podemos descansar sin dormir, pero raramente dormimos sin descansar.
EL IMPULSO DE LA ACTIVIDAD
Existen una serie de impulsos que son considerados primarios, porque, según se cree, son
independientes del aprendizaje, pero que, a la vez, son independientes de las necesidades
fisiológicas. Por ejemplo, son las cinco de la tarde, se abre la puerta del colegio, y los niños salen
disparados, corren, saltan, no pueden estarse quietos. Estos niños han estado privados de la
oportunidad de moverse durante horas. Basta la oportunidad para que en ellos aparezca el
impulso de la actividad.
La necesidad de actividad es profunda. Sentimos constantemente que necesitamos realizar
movimientos generales del cuerpo para impedir la: congestión circulatoria y no trastornar el
metabolismo: no podemos quedarnos mucho tiempo en una sola posición sin sentir incomodidad.
Aun durante el sueño nocturno cambiamos de postura frecuentemente.
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En ocasiones, hay seres humanos o animales que se mueven sin ningún fin aparente, salvo el de
moverse. Ello se debe a un estado de privación previo. La actividad general también está influida
por otros motivos diferentes al impulso de actividad (todos los impulsos producen cambios
concurrentes con la fuerza de muchos reflejos). Por lo tanto, la actividad general puede servir de
indicador de la presencia de estos otros impulsos. Sólo cuando éstos no están presentes se puede
hablar de un verdadero impulso de actividad.
LA EVITACIÓN DEL DOLOR
El impulso para evitar el dolor es otro impulso que todos compartimos. Cualquier cosa que
tienda a dañar o destruir los tejidos del cuerpo puede ser un estímulo para el dolor.
Por ejemplo, cuando un miembro experimenta un dolor súbito, se produce como reflejo una
flexión que intenta apartar la parte dañada del estímulo. Por ejemplo, quitar el pie de un zapato
que tiene un clavo o retirar la mano del fuego apenas quema.
Pero, cuando la causa del dolor es interna, esto resulta más difícil; se utilizan otros
procedimientos, como retorcerse, echarse por el suelo o tomar analgésicos. En todos los casos,
nace una conducta cuya finalidad es evitar a toda costa el dolor.
La experiencia con las fuentes del dolor nos enseña a evitarlas.
SUBJETIVIDAD DEL DOLOR
Las experiencias dolorosas son aparentemente, y en alto grado, subjetivas, ya que los estímulos
que algunos sujetos encuentran intolerables ni siquiera son desagradables para otros. Del mismo
modo, se ha comprobado que intervienen factores de personalidad en la percepción del dolor,
como puede ser la propensión a la ansiedad.
EL IMPULSO SEXUAL
El impulso sexual está considerado un impulso fisiológico fundamental, porque está enraizado
tanto en el cerebro, como en el sistema endocrino de todos los animales de organización superior,
y porque se dirige a metas fisiológicas: el orgasmo y la reproducción. Pero su satisfacción no es
imprescindible para la supervivencia del individuo, aunque sí para la raza humana. El
aprendizaje y la experiencia desempeñan un papel muy importante en la configuración de la
conducta sexual de los humanos; por este motivo, algunos autores lo incluyen entre las
motivaciones secundarias o sociales.
En el hombre, tratar el sexo simplemente como una tendencia fisiológica, capaz de producir
placer o de relajar la tensión, sería ignorar su influencia penetrante, tanto por la importante
función que cubre en la relación interpersonal, comunicacional y afectiva del individuo, como
por la incidencia que han tenido los distintos modelos culturales.
EDUCACIÓN Y COMPORTAMIENTO SEXUAL
El comportamiento sexual depende de las actitudes respecto al sexo, y estas actitudes son
producto de la educación recibida. Como resultado de dichas actitudes, existen muchas
restricciones en la conducta sexual humana que no se observan en la conducta de los animales.
Del mismo modo existen numerosas diferencias entre diversas culturas: lo que en una está
prohibido, en otra es alentado.
Aunque el impulso sexual humano es innato, no lo son las pautas de conducta que lo satisfacen.
La conducta sexual humana está determinada activamente por experiencias particulares en el
seno de una cultura particular. En nuestra cultura, la conducta sexual, está regulada por un
conjunto intrincado de normas, leyes, convicciones y convencionalismos. La sociedad enseña
cuáles son los hábitos sexuales y cuándo, dónde, cómo, en qué circunstancias y con qué personas
puede gozar el individuo de su sexualidad.
Como en el caso anterior de las motivaciones de hambre y sed, es evidente que los seres
humanos desean acoplarse no solamente para satisfacer sus necesidades biológicas, sino para
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satisfacer otras necesidades, como el afecto, la compañía, la seguridad, etc. Todo ello se
comprueba en el complejo proceso que implica la elección de pareja.
EL IMPULSO DE LA CURIOSIDAD
En cuanto al impulso de la curiosidad, no hay acuerdo entre los psicólogos sobre las
características de su naturaleza básica. Unos consideran que es una motivación aprendida y otros
lo relacionan con motivos fisiológicos. En cualquier caso, existen pocas dudas respecto a la
realidad de este impulso. Está demostrada su existencia no sólo en otras especies animales, sino
igualmente en niños y adultos, así como también su importancia para la evolución.
Los animales tienden a explorar los laberintos desconocidos, manipular objetos extraños, apretar
palancas y hacer muchas otras cosas sólo impulsados por el afán de explorar. Se ha
experimentado con los monos enfrentándolos a la resolución de problemas. Se observa que
resuelven una y otra vez el mismo problema durante horas sin ningún otro tipo de gratificación o
de refuerzo que el haberlo resuelto. Su única «satisfacción» es haber conseguido resolver el
problema. Basta observar cómo hay gente que pasa horas resolviendo «pasatiempos», o a un niño
intentando desmontar o montar un reloj o cualquier artefacto. Estas circunstancias resultan
gratificantes de por sí.
LO QUE LE PASA AL NIÑO CON SUS JUGUETES...
El impulso de la curiosidad, como otros impulsos, puede quedar satisfecho de diversas maneras.
El interés por un objeto o una situación nueva tiende a disminuir cuando se le ha dedicado cierto
tiempo. Esto es lo que les sucede a los niños cuando les regalan juguetes: comienzan
interesándose, pero acaban cansándose. Como ocurre en toda satisfacción de impulsos, el de la
curiosidad aumenta con el déficit, con la
carencia, y disminuye con la satisfacción.
El impulso de la curiosidad aumenta con el
déficit, con la carencia, y disminuye con la
La conducta exploratoria se presenta como satisfacción.
parte de una reacción de orientación completa,
que está determinada por propiedades estimulantes, como, por ejemplo, la novedad, la sorpresa,
la complejidad, la incongruencia y la ambigüedad.
EL MONO Y EL INVESTIGADOR INVESTIGADO...
Una anécdota divertida le sucedió a un investigador que pretendía observar el comportamiento de
un mono, el animal más observador y curioso para un experimento de este tipo. Como el
científico no podía observar directamente al animal, decidió hacer un pequeño orificio en uno de
los tabiques. Pero el mono lo descubrió rápidamente y se dedicó a espiar al experimentador. Ante
esta situación, el científico decidió colocar un espejo en una posición tal que le permitiese
observar al mono. Pero éste nuevamente lo descubrió y dejaba de trabajar para poder observar a
través del espejo. La motivación exploratoria del mono era, por lo menos, tan importante como la
del experimentador.
AFECTIVIDAD Y CONTACTO FÍSICO
Por último, corresponde detenerse en el impulso afectivo, sobre el cual tampoco hay acuerdo
entre los científicos, si bien las distintas teorías cada vez presentan más puntos de convergencia
que de divergencia. Vale la pena ver este fenómeno a través de un estudio que pretendió
demostrar la relación que hay entre la existencia de un impulso afectivo y la comodidad
producida por el contacto, en base a una experiencia efectuada en un laboratorio de análisis del
comportamiento.
Se colocó a unos monos recién nacidos en un ambiente cómodo y apto para satisfacer sus
necesidades corporales. Se les proporcionaba una «madre» hecha a base de una estructura
metálica y otra «madre» fabricada con esponja y tela, ambas muy parecidas a una madre real. Las
dos «madres» tenían un sistema interno que proporcionaba calor y un biberón incorporado. Se
midió el tiempo que pasaban con cada una de las falsas madres. El experimento demostró que el
mono necesitaba estar con su madre real mucho más tiempo del necesario para satisfacer su
hambre o sed.
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Por otra parte, se comprobó que la elección de la madre no estaba relacionada con la
alimentación. Si el impulso afectivo se satisficiera sólo con la alimentación, podrían haber
elegido cualquiera de las dos falsas madres, pero, al parecer, existe en los animales una tendencia
a buscar también bienestar de contacto.
IMPULSO AFECTIVO Y REPRESIÓN EN LA ENSEÑANZA
Se estableció así la existencia de una necesidad primaria de contacto físico, gratificante en sí
misma. El impulso afectivo podría tener su inicio en este impulso primario. La afectividad y el
deseo de contacto parecen estar íntimamente unidos, y ambos pueden ser considerados motivos
primarios.
Sin embargo, la experiencia negativa de ciertas estructuras educativas represivas puede
condicionar características personales más esquivas al contacto físico, existiendo personas para
las que el contacto físico con otros les puede resultar incómodo y hasta repugnante. Las
experiencias frustrantes, la represión y un mal desarrollo de la capacidad afectiva producen esta
inversión motivacional.
Estados secundarios de motivo
En el ser humano, por lo menos en la cultura occidental, gran parte de la conducta, si no toda,
parece ser motivada por estados que no son primarios. Muchos trabajan para conseguir dinero,
por prestigio o por el éxito personal. El hecho de que con el dinero que se gana se compre
comida es, en gran parte, ajeno al problema de la conducta.
LA IMPORTANCIA DEL MEDIO AMBIENTE
Los hombres trabajan, ya sientan hambre o no, y, a menudo, continúan trabajando mucho
después de que hayan visto satisfechas sus necesidades primarias respecto a la comida. Se puede
decir que gran parte de la conducta se presenta
sin ningún cambio correlativo en el estado La publicidad se dedica casi exclusivamente a las
orgánico que pudiéramos identificar con una motivaciones secundarias, aunque algunas teorías
afirman que éstas no actúan si no están cubiertas las
motivación.
motivaciones primarias.
Todo lo que se puede manifestar respecto a
esta cuestión es que los estímulos necesarios para iniciar esta conducta tienen que buscarse en el
medio ambiente, antes que en la fisiología del sujeto: la conducta competidora parece estar
estimulada por la presencia de alguien con quien competir; la conducta adquisitiva podría
deberse a la presencia de objetos que se pueden comprar, y así sucesivamente.
Las motivaciones secundarias son las que atañen al hombre en cuanto a ser emocional y social.
Su importancia radica en que de ellas depende el ejercicio de la vida civilizada, al tiempo que
modulan en cierto modo la consecución de las primarias. Algunas teorías afirman que las
motivaciones secundarias no actúan mientras no estén cubiertas las primarias. Una persona
hambrienta buscará antes alimento que un libro donde satisfacer su ansia de saber.
Es muy importante destacar que, una vez establecido un motivo, influye sobre la conducta
independientemente de su origen. Cabe tratar con mayor profundidad la génesis de los motivos
sociales, puesto que existen varias opiniones respecto al modo en que los estímulos pueden
generar secuencias de una misma conducta.
ESTÍMULO Y REFUERZO PRIMARIO
Una hipótesis plantea que los estímulos cobran fuerza a causa de su asociación previa con algún
refuerzo primario (es el proceso de condicionamiento que será tratado en el capítulo dedicado al
aprendizaje).
Este argumento supone que los estímulos, asociados con un refuerzo anterior debido a un estado
primario o de motivación, adquirirán carácter decisivo. Por consiguiente, el sujeto aprenderá
respuestas en las cuales la recompensa principal es, simplemente, la aparición de estos estímulos
condicionados.
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Un ejemplo de esto sería la función que desempeña la madre de un niño como estímulo
condicionado general en el terreno de los refuerzos primarios. Por ejemplo, el hecho de que la
madre siempre está físicamente presente en el momento en que hay que dar de comer al niño, o
que es preciso cambiarle la ropa porque está mojado, o cuando ha llegado la hora de acostarse, es
probable que se convierta en un estímulo condicionado que opere a modo de refuerzo primario
para diferentes clases de conductas. Siguiendo el hilo de este ejemplo, la presencia de la madre
puede llegar a ser un refuerzo tan decisivo, que el niño aprenderá muchas otras respuestas, aún
más complejas, siempre que dicha presencia se mantenga,
LA TENDENCIA A «BUSCAR APROBACIÓN»
Desde esta perspectiva, se supone que ciertas normas de conducta, como la de «buscar
aprobación», por ejemplo, están basadas fundamentalmente en motivos tan primarios como el
hambre y la sed. Concedida esta suposición, es posible ver cuántos motivos diferentes -por
ejemplo, la motivación para terminar una carrera universitaria- pueden, a su vez, desarrollarse
como parte del motivo de buscar aprobación. Cuando se reconoce el amplio orden de estímulos
que pueden convertirse en estímulos condicionados para refuerzos primarios, se debe aceptar la
posibilidad de que campos tan extensos de la conducta social puedan desarrollarse de esta
manera.
CAMBIOS DE OPINIÓN
Algunos estados motivacionales, que fueron considerados tradicionalmente como secundarios,
son reconocidos hoy como fundamentales y como el estado motivacional primario más evidente.
Por ejemplo, la motivación de la curiosidad, o la de la constante búsqueda de nuevos estímulos,
parecen reunir las características de un motivo primario. La necesidad de signos físicos de afecto,
como las caricias, los abrazos, los agasajos, etc., parecen otro tanto.
En un sentido práctico, el problema de cómo incorpora el ser humano las motivaciones que
parecen guiar su conducta no tiene gran importancia. La distinción entre motivos primarios y
motivos secundarios sólo tiene interés en tanto que sirve para explicar diferentes aspectos de la
conducta. En este sentido, parece ser que los motivos secundarios dependen de la presencia de
ciertos estímulos externos para despertar.
MULTIPLICIDAD DE IMPULSOS Y OBJETIVOS
Ya se advirtió, al inicio, las dificultades que presenta la clasificación de los motivos secundarios.
Hay una infinidad de posibles motivaciones que se han intentado reducir a unas cuantas
motivaciones básicas. Pero cada autor tiene su propia lista. El problema fundamental es que los
impulsos y objetivos se hallan entrelazados de muy diversas maneras y presentan múltiples
combinaciones.
De hecho, en los distintos estados motivacionales juegan varios factores que parten de los
motivos primarios y que son procesados por el individuo a lo largo de su existencia mediante las
distintas experiencias vividas, siendo decisivas la educación y las variables existentes en cada
uno de los individuos. Las variables individuales se plasman a partir de las experiencias de cada
sujeto. Si bien se parte siempre de unas motivaciones primarias idénticas, toda persona está
sometida a situaciones variables y enfrenta factores ambientales diversos. Sin embargo, vale la
pena comentar algunas de las motivaciones que varios autores coinciden en valorar como muy
importantes.
Tan importante como cualquiera de los anteriores impulsos es la tendencia de todos los seres
humanos a responder a otros seres humanos.
ESPÍRITU GREGARIO Y FILIACIÓN
El hombre es un animal gregario, ya que se dedica muchas horas a vivir en compañía de los
demás. Así como el niño es absoluta y completamente dependiente de otras personas durante un
largo período. el hombre precisa, a diferencia de los demás animales. de la atención física de los
adultos durante años. La satisfacción de sus motivos, tanto fisiológicos como sociales, llega a
relacionarse con la presencia de otros seres humanos. En la edad adulta, formar parte de
organizaciones, sociedades, instituciones, etc. significa, en el fondo, satisfacer motivaciones
complejas. La compañía de los demás puede colmar impulsos diferentes.
Motivación
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La necesidad de filiación varía en función de las experiencias previas del individuo y de los
sucesos que tienen lugar en el medio ambiente. En situación de amenaza, el ser humano tiende a
buscar la compañía de sus semejantes, debido a la ansiedad o el temor que representa la amenaza
recibida. Este hecho se puede dar incluso en personas que, en situaciones ordinarias, se
encuentran bien a solas. También hay casos en que la soledad se ha constituido de por sí en una
situación de amenaza, y vivirla de este modo lleva a buscar compañía como medio para
conjurarla.
DEPENDENCIA Y APROBACIÓN
En relación con lo anterior, existe la necesidad de dependencia. Ella impulsa a los seres humanos
a pedir ayuda, a ser aceptados y amados, a encontrar alguien que los tenga en cuenta, etc. Este
impulso varía en intensidad de una persona a otra, y surge en la infancia, cuando las personas
están desprovistas de medios de defensas propios y necesitados de la ayuda de los adultos para
conocer el mundo y aprender a manejarlo.
Por otra parte, también existe la necesidad de la aprobación de los semejantes a los actos
realizados. Esto lleva al individuo a adaptarse a las normas imperantes en el grupo. A lo largo de
la vida, los padres, los maestros, los jefes, los compañeros, aprueban o desaprueban. El ser
humano aprende pronto a conseguir sus objetivos ganándose la estimación de sus semejantes.
Parece evidente que si se debe triunfar en la vida de grupo, debe ganarse cierto grado de
aprobación aunque sea mínimo, por parte del mismo. La mayoría de personas sienten la
necesidad del reconocimiento. No basta con ser una parte del grupo, se está motivado a hacer
cosas que faciliten el reconocimiento de los otros miembros. Los seres humanos sabemos que
somos aceptados y aprobados, en parte, a través de este reconocimiento que disipa nuestras dudas
y nos da un sentimiento de seguridad. Algunos individuos son capaces de hacer cosas
absolutamente ridículas o totalmente inadecuadas para conseguir llamar la atención, aunque la
atención sólo sea momentánea y no un reconocimiento duradero; incluso puede provocar
desaprobación y rechazo social.
Un sentimiento bastante generalizado es el de la necesidad de ser necesitados. En general, hay
una necesidad de sentir que alguien nos necesita entre las personas que nos rodean, o el grupo al
que pertenecemos, de forma que nuestra marcha constituiría un hecho importante para cada
miembro.
La necesidad de logro consiste en la motivación de buscar la excelencia, conseguir metas
elevadas o tener éxito en tareas difíciles. Se considera una motivación del crecimiento personal
cuando la meta específica consiste en la satisfacción de las potencialidades del individuo. Por el
contrario, se considera una motivación social cuando se acentúa la competencia entre personas.
En este tipo de motivaciones se puede reducir el estado de necesidad pero raramente se consigue
la satisfacción por completo. Las motivaciones de logro parecen producto de factores de
aprendizaje, culturales e individuales. La actitud de los padres en cuanto al tipo de valoración que
hagan de los comportamientos de sus hijos frente al logro, influyen en gran medida en el
desarrollo de esta motivación.
LA NECESIDAD DEL ÉXITO
En la actual cultura, la necesidad de tener éxito es particularmente fuerte. Existen notables
diferencias entre los diversos casos, pero parece ser que los que sienten esta necesidad con más
fuerza y que, por lo tanto, luchan más, son los que ocupan las posiciones más elevadas y de
mayor responsabilidad en la sociedad.
El éxito comporta un determinado status y, con ello, la posibilidad de ser respetados y apreciados
como individuos, como artistas, como profesionales, etc. Pero el status no sólo depende de lo que
la persona es, sino del grupo que la rodea, el grupo al que se pertenece. Una de las formas más
habituales de impulso para conseguir el status es el rango jerárquico. Este hecho, la lucha por
ocupar el poder, se ha comprobado incluso entre los animales que viven en colectividad.
EL DESEO DE ACUMULAR Y POSEER
Motivación
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Las motivaciones adquisitivas comprenden el deseo de acumular y poseer bienes materiales por
su propia significación más que por la finalidad directa de satisfacer necesidades fisiológicas,
Existe un buen número de motivaciones secundarias, que no solamente obedecen a aprendizajes
elaborados y a mecanismos educacionales, sino que dependen de factores coyunturales e incluso
de modas. En este sentido, estas motivaciones se evidencian en diversas circunstancias, desde la
práctica de un determinado deporte que pueda haberse puesto de moda, hasta la importancia o no
del trabajo y la utilización del tiempo libre, las gratificaciones de tipo grupal, estético, ético e
incluso religioso-cultural.
En determinados momentos, un individuo puede estar fuertemente motivado por una actividad
socio-política, pero esta motivación puede desvanecerse tanto por las frustraciones recibidas en el
desarrollo de su práctica, como por el hecho de que hayan variado los factores ambientales que la
provocaron.
Junto a estas motivaciones ocasionales o esporádicas existen factores individuales importantes.
Existen los casos de los religiosos que prácticamente consagran su vida a una idea y a un fin;
aunque otras motivaciones de segundo orden están presentes en sus actos cotidianos, existe una
motivación-eje que pretende englobar a las demás.
En otros casos, el ansia de dinero o de poder llega a constituir el eje de toda una vida o de un
período de esa vida. En estas circunstancias puede suceder que nada tenga interés si no se
relaciona directa o indirectamente con este motivo-eje. Aquí existe un motivo-eje o una
tendencia básica del individuo. El mecanismo de integrar las demás motivaciones en aquella
motivación básica lo subordina todo en función del objetivo principal.
Por último, mencionaremos la que algunos autores consideran que es la médula del desarrollo
humano: la motivación de crecimiento personal o necesidad de autorrealización. Éstas
explicarían porque algunos se esfuerzan en componer sinfonías, descubrir teorías científicas o
conseguir la perfección. Se supone que el ser humano tiene la necesidad de desarrollar y adquirir
competencia en lo que hace y de hacer realidad sus potencialidades.