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EL MUNDO DE LA VIDA Y LAS TRANSFORMACIONES SOCIOCULTURALES
DE LOS JÓVENES
Mario Sandoval
Doctor en Sociología UCL
Coordinador
Centro de Estudios en Juventud
UCSH
Diversos autores latinoamericanos y europeos están señalando que actualmente estamos
viviendo un profundo proceso de cambios culturales y que estos cambios afectan
particularmente al mundo de los jóvenes. Otros más radicales sostienen definitivamente, la
idea de un cambio de época, fruto del agotamiento de determinados modelos de
racionalidad, por nuevos paradigmas que nos predisponen a repensar nuestras prácticas
sociales y nuestros supuestos de comprensión de los seres humanos y del mundo.
Lo propio del humanismo de nuestro tiempo, no se dirige en primer término a definir
simplemente estructuras de funcionamiento de lo humano, sino más bien a reinterpretar las
claves fundamentales de su propio acontecimiento y devenir en el mundo. La necesidad de
“leer” lo valórico no es tan sólo para fijar jerarquías o rastrear nuevas normas, sino para
interpretar cuales son las nuevas “narrativas”, desde donde emergen las dimensiones
valóricas dentro de un contexto sociocultural “complejo” y globalizado.
Las conductas juveniles en campos tan diversos como la educación, el trabajo, el uso del
tiempo libre, la religión, la sexualidad y la política presentan rasgos contradictorios y
paradojales para el mundo institucional y el mundo adulto. Dicho de otra manera, los
jóvenes realizan actividades de una determinada forma; lo que hacen y cómo lo hacen no
guarda relación con las expectativas que los adultos y las instituciones tienen de ellos.
Cada una de estas conductas tiene un sustrato valórico que fundamenta y guía las
conductas: es en ese ámbito donde se están produciendo los cambios mas significativos en
la actualidad, es decir, existe un conjunto de valores emergentes que guían y fundamentan
las actuales conductas juveniles los que a través de sus conductas verifican un cambio de
modelo cultural.
En relación a la construcción del sujeto juvenil y su relación con el sustrato valórico
de sus conductas
La perspectiva de análisis propuesta adhiere a la postura de Alain Touraine quien le otorga
una importancia central a la construcción sujeto, considerándolo uno de los pilares sobre
los cuales se construye la modernidad (Touraine, 1992).
1
En el seno de la sociedad industrial la racionalización triunfó sobre la creencia del
progreso universal, sin embargo, con su agotamiento, la modernidad vive una crisis de la
cual no podrá salir sino introduciendo al sujeto para articular a la razón, pero esta
introducción no puede ser solo como una preocupación individual, sino que debe constituir
un principio cultural de sentido, como base de sustentación de un movimiento social.
Desde esta perspectiva, el sujeto joven se define por su capacidad de distanciarse y ejercer
su reflexibilidad en relación a sus roles sociales y a su mundo vivido, entendido este como
“el contexto previo que representan la práctica cotidiana y la experiencia del mundo, como
olvidado y reprimido fundamento de sentido” (Habermas), es decir, el sujeto desarrolla la
capacidad de gestionarse a sí mismo, comprometiendo su acción contra todo lo que se
oponga a su autonomía.
Lo anterior avala la hipótesis de G. Bajoit et. al., del cambio de modelo cultural; en efecto;
con el fin de la supremacía de los principios de la razón y del progreso, no queda sino
plantear la emergencia de nuevas orientaciones culturales donde el sujeto autónomo juega
un rol central y en ese sentido interesa capturar los valores subyacentes en la conductas
juveniles que constituyen su trabajo de gestión de sí en función de ser sujetos autónomos,
lo cual podría eventualmente generar problemas y conflictos generacionales.
Existe acuerdo en la mayoría de los autores en señalar la descomposición del modelo
cultural de la sociedad industrial. "A lo largo de la sociedad industrial, la modernidad se
identificó totalmente con el proceso de racionalización del mundo" (Palut, op. cit, p. 4).
Sin embargo, hoy día asistimos al cuestionamiento profundo de esa racionalización, ya
que por una parte, el progreso nos ha llevado (entre otras cosas) a la destrucción del medio
ambiente, y por otra, la razón se ha encarnado cada vez más en empresas totalitarias que
pesan sobre las conciencias de los individuos.
Guy Bajoit define al sujeto por la voluntad del ser humano de llegar a ser y mantenerse
maestro de su destino personal, pasando a ser la autonomía una tarea y desafío
permanentes, y al mismo tiempo, constituyendo el principio de sentido que articula la
emergencia de un nuevo modelo cultural.
a) Lógicas de Acción:
Considerando el desarrollo teórico de F. Dubet y de A. J. Greimas, surge el concepto de
"lógicas de acción", definidas como el eje central sobre el cual los individuos articulan su
conducta, en un proceso de búsqueda, donde el sujeto moviliza sus energías en función de
la obtención de un determinado objeto. En ese proceso, el sujeto cuenta con ciertos
ayudantes que le facilitan la tarea y -al mismo tiempo- hay oponentes que le impiden o
dificultan el logro de sus expectativas, en su mundo de la vida.
La implementación de las "lógicas de acción" se verifica en un determinado contexto en el
cual el sujeto desarrolla una identidad, diferenciándose de los otros; es decir, cada ser
humano se encuentra envuelto en una compleja red de relaciones de intercambio y
solidaridad, en campos de acción que se interpenetran simultáneamente (lo social, lo
2
económico y lo cultural). En este juego dinámico existen ciertas tendencias que configuran
ejes sobre los cuales los individuos articulan sus conductas sociales y que le dan sentido a
su quehacer social, hacen inteligible su conducta para los otros y -a su vez- comprenden lo
que hacen los otros y modifican natural dinámicamente su mundo de la vida.
F. Dubet señala que la acción social no tiene un sólo centro, no es unívoca; más bien está
separada en múltiples “lógicas de acción”. En segundo lugar, no hay acción social que no
se dirija a otro, es decir, no existe una acción social que no sea una relación social y -en
tercer lugar- inscribiéndose en una perspectiva weberiana, la acción social tiene un sentido
para el actor.
La pluralidad de “lógicas de acción”, relaciones sociales, sentido y valores, se van
construyendo en el fino tejido del entramado cotidiano de los jóvenes –su mundo de la
vida.-, gestionando sus tensiones, participando de un ethos mayor, creando y construyendo
su presente, gestionándose a sí mismos. En la pluralidad de “lógicas de acción”, se
encuentran los “modos de gestión de sí”.
b) Modos de Gestión de Sí:
Los "modos de gestión de sí" (Bajoit y Franssen), están definidos como la manera que
utilizan los sujetos para resolver la tensión generada entre sus expectativas y los límites
que perciben para sus logros en un contexto de mutación cultural. Estos modos pueden ser
realizados sobre sí mismo o sobre el medio ambiente.
Estos conceptos pertenecen a G. Bajoit y A. Franssen y están expuestos en sus obras "Pour
une Sociologie Relationnelle" (Bajoit, 1992), "Les Jeunes dans la Compétition Culturelle."
(Bajoit, 1995) y "Qu'est que ce le Sujet? " (Bajoit, 1997).
La gestión relacional de sí es "la actividad psíquica por la cual el individuo trabaja sobre
su condicionamiento social (es decir, sobre sus expectativas, sus límites y la tensión entre
los dos), con el fin de forjar una identidad personal y de actuar sobre los otros" (Bajoit,
idem, p. 144). El resultado de este trabajo es doble; por una parte, el ser humano se
constituye como individuo, como sujeto, es decir, ejerce "la voluntad del ser humano de
llegar a ser y mantenerse maestro de su destino personal", en otras palabras, ser sujeto de
su propia historia y, por otra, se convierte en actor social al establecer relaciones con los
otros; en consecuencia estamos ante una compleja red de relaciones de donde se
entrecruzan motivaciones, expectativas, valores, sentimientos, emociones, racionalidades,
afectos, intereses y limitaciones que dan como resultado conductas observables.
Al estar las conductas referidas a los otros, surgen dos dimensiones fundamentales para el
análisis: la identidad y la alteridad. Yo soy "yo mismo" y me reconozco igual o diferente a
los otros. Cada uno vive en un mundo de intercambios en su espacio cotidiano. En este
devenir incesante de juegos comunicacionales, todos -a su manera- tratan de ser
auténticos, "sí mismos". En este trabajo relacional, el ser humano coloca en acción tres
capacidades fundamentales: La capacidad de administrar sus tensiones, la capacidad de
reconstruir su uni(ci)dad y la capacidad de estructurar sus lazos sociales.
3
Las Lógicas del Sujeto:
El telón de fondo desde el cual emergen los nuevos valores en los jóvenes actuales, es la
hipótesis que hoy día estamos viviendo un período de mutación cultural y que esta
mutación dificulta que los jóvenes encuentren sentido a las cosas que hacen, y como
consecuencia les resulta difícil vivir. En un mundo que se cofisica, que les exige cada vez
más, se va produciendo un desfase entre las expectativas de éxito y los límites o los
obstáculos que ellos perciben en el logro de esos objetivos, ese desfase son las tensiones
existenciales. En su estudio, Bajoit et. al.,identifican seis lógicas de acción del sujeto, a
saber:
- El Arribismo:
En este grupo se encuentran los que tratan de ser reconocidos por un grupo de referencia
socialmente más prestigioso. Los obstáculos que se perciben en el logro de este objetivo
son atribuidas a factores externos, a fuerzas sociales y accesibles. El sistema social se
percibe cerrado, difícil de penetrar, por lo cual se requiere una gran fuerza de voluntad
para lograr su cometido. La tensión existencial se produce por ese deseo de
reconocimiento y los obstáculos que lo impiden.
- La Nostalgia:
Para los jóvenes nostálgicos el éxito es la reproducción en el futuro de un ideal situado en
el pasado, pero difícil de lograr y practicar. Al igual que el conformista, los obstáculos
para lograrlo son atribuidos a fuerzas externas, pero en este caso son consideradas fuerzas
metasociales e inaccesibles, tales como la naturaleza, la suerte o la fatalidad. La tensión
existencial que se deriva de esta forma está en una concepción de éxito en tanto
restauración del individuo en un set de roles y status socialmente útiles y reconocidos y los
obstáculos vistos como metasociales y poco accesibles.
- El Autotelismo:
En este caso el proyecto de vida es percibido como una esencia que cada uno lleva consigo
mismo. El éxito está dado por ir hacia ese fin, evolucionar, llegar a ser; tener la facultad de
elegir todo el tiempo, no sufrir jamás.
Para los jóvenes autotélicos los obstáculos para lograr su cometido están en ellos mismos,
son causas internas que se lo impiden. El sistema es visto como un obstáculo para la
autorrealización personal en tanto le ofrece a la persona una vía demasiado fácil, lo seduce
a la tentación de la facilidad, en consecuencia lo incita a renunciar a si mismo. Aquí la
tensión existencial está concebida como la autorrealización de un proyecto personal,
basado en la esencia de sí mismo o en la propia experiencia y los obstáculos internos que
impiden lograrlo son la debilidad del individuo que sucumbe ante los otros por satisfacer
su necesidad de reconocimiento y seguridad.
4
- El Hedonismo:
Para los jóvenes hedonistas, el objetivo de la vida es estar bien consigo mismo y con los
demás, estar bien parado "en sus dos pies" y con "la cabeza bien puesta", en un universo
social de convivencia y de comunicación. En este sentido, las relaciones con los otros
deben ser verdaderas, sinceras, francas, intensas, tolerantes y solidarias.
De acuerdo a los autores, un gran peligro de los jóvenes hedonistas es sentirse culpables de
serlo, ellos deben aprovecharse del sistema sin culpabilidad, es decir, soportar el estigma y
la vergüenza y como muy bien lo plantean, esto no es nada fácil. Al igual que en el
autotelismo, en el hedonismo los obstáculos son internos para lograr el objetivo propuesto
y la tensión existencial que se deriva de esta concepción está en la contradicción producida
por una forma del éxito concebida como un estado de bienestar psicológico (satisfacción
hedonista) y una visión de los obstáculos en términos de precariedad, de culpabilidad y de
estigmatización.
- El Pragmatismo:
En el pragmático se encuentran dos concepciones de éxito las que son opuestas y se
valorizan por igual. Por una parte, se trata de tener un proyecto de movilidad arribista y
por otro, tener un proyecto de autorrealización autotélica. Los pragmáticos tratan de
combinar las dos formas y terminan viviendo una, pero sin convicción. Estas son
personalidades desgarradas, desencantadas, escépticas y cínicas, incluso, están amenazadas
por la anomia sino logran sus objetivos, si fracasan en su intento.
Los obstáculos los proporciona la duda, la indecisión, la imposibilidad de creer o de
escoger entre sus expectativas contradictorias y la obligación de tener que elegir. La
tensión existencial se manifiesta entre dos concepciones de éxito opuestas pero valoradas
de manera similar (arribismo, autotelismo) y el malestar que les produce tener que elegir
entre ambas formas.
- La Anomia:
En el caso de los jóvenes anómicos, la duda y la pérdida de referencias desencadena en
ellos una sensación de angustia, de parálisis relativa, una sensación de anomia. En la
medida que esto se acentúa, los anómicos se repliegan sobre sí mismos y adoptan una
actitud de apatía y narcisismo y además, señalan Bajoit y Franssen, haciendo referencia a
los trabajos de Dubet, surge una tentación a la rabia y a la revuelta ("La Galère"). La
tensión existencial se produce por la ausencia de una imagen de éxito, un vacío1 y la
convicción de que es malo no saber qué se quiere.
1
Al respecto ver: Gilles Lipovetsky. L'Ere du Vide. Essais sur L'Individualisme Contemporaine. Gallimard. París. Francia.
1983
5
Como resultado de su investigación es posible identificar seis imágenes típicas de éxito,
estas son:
1) El reconocimiento social, sea como proyecto de movilidad, o como proyecto de
integración
2) La autorrealización personal, sea como proyecto autotélico, o como proyecto
hedonista,
3) Y entre los dos, las reacciones de duda, sea por el pragmatismo, o por la anomia"2.
El diagnóstico de la juventud de hoy que nos entregan Bajoit et. al., señala que "está presa
en un campo de contradicciones entre el arribismo y el hedonismo, entre la nostalgia y el
autotelismo, entre el pragmatismo y la anomia"3.
Las vías del sujeto en la mutación en curso:
El problema del sujeto es un problema antiguo en la humanidad y en cada época y lugar el
hombre busca ser sujeto apelando al modelo cultural reinante, traducido en valores
superiores o supremos, (Dios, La Patria, La Naturaleza, etc.). De esta manera "el individuo
es siempre sujeto, cualquiera sea el modelo cultural en el que viva, pero, de un modelo al
otro los principios de sentido a los cuales se apela para justificar su derecho a ser, son
diferentes"4.
En un contexto cultural inestable, en mutación, el primer fenómeno que se produce es que
las expectativas de los otros dejan de ser homogéneas y pasan a ser más o menos
incoherentes, la socialización deviene paradojal. Los valores del antiguo modelo pierden
su legitimidad progresivamente, por lo tanto, la vía conformista ya no tiene sentido,
aumentando cada día la cantidad de personas que buscan ser sujetos por la vía contestaria
o marginal.
Por otra parte, los individuos escapan a las formas instituidas de contestación y
marginalidad, intentando fundar sus proyectos personales en principios culturales nuevos.
El ser sujeto por la vía realista (del conformismo y de la movilidad) ahora toma la forma
de una reafirmación de valores del pasado. Por último, entre la concepción realista de la
libertad, que se identifica con el modelo cultural antiguo y la concepción idealista que se
apoya sobre el nuevo, se desarrolla, un "vacío cultural".
Es así como cada vez más individuos forman parte de una situación de aculturación: ellos
no pueden adherir al antiguo modelo cultural porque lo encuentran indeseable e
impracticable, pero a la vez no pueden adherir al nuevo, dado que su legitimidad aún no
está asegurada, por lo tanto, se ven obligados a tratar de conciliar los dos modelos en sus
prácticas cotidianas.
2
Bajoit Guy et Franssen Abraham. Les Jeunes dans la Compétition Culturelle. Sociologie d'aujourd'hui. PUF. 1995. Pág.
139
3 Bajoit et al. op. cit. Pág. 140
4 Bajoit et al. op. cit. Pág. 180
6
De todo lo anterior, Bajoit et. al., plantean la hipótesis "que estaríamos pasando de un
modelo cultural basado en la razón social (es legítimo aquello que es útil a la colectividad,
es decir, contribuye a su progreso y obedece a su razón) a otro, fundado en la
autorrealización autónoma (es legítimo aquello que el individuo juzga bueno para su
desarrollo personal); en la medida que eso no impide a nadie hacer lo mismo"5.
Como muy bien señalan nuestros autores, las tipologías son conceptos, instrumentos de
análisis y no representaciones de la realidad, por lo tanto, no podemos pensar que los
individuos se encasillan en un cuadro y de ahí no se mueven. Basándonos en los trabajos
de Sandoval (2000) estamos ante la presencia la presencia de diversas lógicas de acción en
el mundo juvenil, por lo tanto, una misma persona puede desarrollar más de una de estas
vías simultáneamente.
Dependiendo del contexto, de las interacciones paralelas, de las expectativas frustradas o
logradas, una persona puede desarrollar lógicas mezcladas.; lo que interesa conocer es
cuáles son los valores que fundamentan esas conductas y lógicas de acción entre los
jóvenes y determinar en qué medida estamos ante la emergencia de un nuevo tipo de
sociedad, de un cambio epocal irreversible que se articula de manera totalmente diferente a
las generaciones pasadas.
En este sentido, el presente esquema describe mejor esta dinámica de interrelación:
La vida se parece más a este círculo, donde todo fluye, donde la esencia es el movimiento,
donde se cruzan anhelos, frustraciones, logros, límites, expectativas y posibilidades. En
este contexto, la importancia de conocer las distintas formas de "gestión de sí" está dada
por la posibilidad de conocer la manera como los jóvenes están haciendo la mutación
5
Bajoit et al. op. cit. Pág. 181
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cultural y la teoría de la gestión relacional de sí permite penetrar en ese complejo mundo y
develar sus valores subyacentes.
En relación a la construcción de los valores
Este un tema de suyo complejo, por lo tanto, intentaré decodificarlo de lo simple a lo
complejo. La primera pregunta que cabe hacerse al respecto es si las cosas tienen valor
porque las deseamos o las deseamos porque tienen valor?. Desde la primera perspectiva se
defiende la idea que los valores son esencialmente subjetivos, es decir, que su existencia
depende del sujeto que valora. La segunda perspectiva señala que los valores son
objetivos, es decir, que existen independientemente de la conciencia del sujeto que valora.
Desde la perspectiva subjetivista las cosas son valiosas no por ellas mismas sino por la
relación que mantienen con nosotros; por el contrario, la perspectiva objetivista, señala
que los objetos tiene un valor en sí mismo, independientemente que nosotros lo
apreciemos o no.
El subjetivismo ha sido argumentado partiendo de observaciones empíricas diferentes. Se
ha dicho que una cosa tiene valor cuando nos gusta y en la medida en qué nos gusta,
también señala que sólo son valiosas las cosas que deseamos o anhelamos, que es nuestro
interés lo que hace que una cosa sea valiosa para nosotros.
Otros consideran que los enunciados valorativos no son sino expresiones de un estado de
ánimo personal y tienen la función de despertar sentimientos parecidos en los otros, que no
hay ninguna posibilidad de encontrar argumentos satisfactorios para probar que una
determinada cosa tenga un valor por ella misma.
Por su parte, el objetivismo argumenta que los valores son descubiertos, no atribuidos por
nosotros a las cosas. Desde esta perspectiva los diamantes siempre serán más valiosos que
el grafito por sus propiedades objetivas de dureza, brillo y transparencia. El ser humano
puede descubrir la esencia de los valores del mismo modo que puede aislar un color del
espectro; es indiferente a su esencia que una persona los realice en ella o los descubra ya
que los valores no resultan afectados por las vicisitudes humanas: son absolutos y
objetivos.
El máximo representante de esta postura fue el alemán Max Scheler (1874/1928); a él debe
la axiología contemporánea buena parte de su reflexión. Este autor defiende, entre otros
cosas, que sólo por vía intuitiva (siguiendo las razones del corazón), no por vía racional, se
pueden captar los valores; los valores se nos revelan en las vivencias emotivas del amor y
del odio. También son muy reconocidos los intentos de Scheler para establecer criterios
que nos permitan descubrir la jerarquía de valores existente.
La axiología contemporánea tiende a superar la oposición entre subjetivismo y objetivismo
de los valores: los valores tienen aspectos subjetivos y aspectos objetivos. El subjetivismo
nos ha mostrado la conveniencia de no olvidar la valoración, es decir, la actividad del
sujeto que valora, una actividad marcada por condicionamientos psicológicos, sociológicos
y culturales. Los valores son valores de una sociedad y los individuos, en su proceso de
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socialización, los aprenden (o los rechazan). El objetivismo nos ha mostrado la
conveniencia de analizar las características de la cosa que consideremos un valor, que los
valores no son arbitrarios ni gratuitos, que los valores siempre son valores compartidos.
A los valores les pasa algo parecido al cine, que sólo se comprende su funcionamiento si
consideremos la co-participación de factores subjetivos y factores objetivos. En el cine se
proyectan fotogramas estáticos a una determinada frecuencia (factor objetivo) que el
espectador, con su sistema perceptivo (factor subjetivo), interpreta como movimiento.
Cuando valoramos, actúa nuestra personalidad completa con sus experiencias positivas y
negativas, con los conocimientos que ha incorporado, con su particular concepción del
mundo; pero éste componente subjetivo co-participa de otro componente, las cualidades
objetivas de, por ejemplo, una pintura (colores, estilo, temática) o una acción (fines
perseguidos, resultados obtenidos).
Solemos aceptar que hay objetos y acciones que valen más que no otros, que hay una
mínima jerarquía de valores. Todo aquello que forma parte de nuestras aspiraciones,
sueños o ideales ocupa un puesto más elevado en nuestra jerarquía o escala de valores. En
este contexto, son muchos los axiólogos que consideran que cuanto más bajo se encuentra
un valor en una jerarquía más pesan los componentes subjetivos y que, por contra, cuanto
más elevado es un valor más dominan los componentes objetivos.
Las expresiones populares subjetivistas "sobre gustos no hay nada escrito" o "tantas
cabezas tantos sombreros" sólo son aplicables a los valores más bajos de la escala
jerárquica; nadie puede negar que unos valoran más el vino, otros la cerveza y que para
unos terceros no hay nada como el agua. Pero si pasemos al ámbito de los valores
estéticos, veremos que "hay mucho escrito"; si uno se adormece escuchando el Himno a la
alegría de la Novena Sinfonía de Beethoven porque no le gusta, se le puede decir que no
ha aprendido a valorar suficientemente bien, aplicándole el dicho "¡hay gustos que
merecen palos!" Y si pasamos a los valores de orden ético, aún hay más escrito y
proclamado; aquí, la objetividad y la universalidad se imponen
Al preguntarse por el concepto de valores en el conciente y/o inconsciente colectivo
existen muchas afirmaciones las cuales, son en muchas ocasiones polos completamente
opuestos, producto de las distintas ideologías o formas de ver la vida que existen, y por
ende conviven al interior de una sociedad compleja, como la que existe en nuestra región
latinoamericana.
En la instalación del pensamiento occidental surgen distintos grados de interacciones
sociales en el ordenamiento común de los individuos. En este contexto aparecen distintas
opciones de vida y formas de constitución de estas, a partir de modos de llevarlas a cabo.
Estas condiciones de vida, que se van dando históricamente en las distintas sociedades
latinoamericanas, guardan en su interior distintas opciones de llevar a cabo el
funcionamiento de estas mismas.
9
Estas están resguardadas de condiciones abstractas (valores ), que marcan la concepción de
vida humana en cada individuo y que se instalan para imponer la importancia o alcance de
los “puntos de vista” que se interiorizan en la sociedad. Estos “puntos de vista” de la
sociedad guardan una relación íntima, si bien, con el propio concepto de los Valores, esto
es como una marco de cohesión al interior de la sociedad en cuestión de su
funcionamiento, esto quiere decir, una interpretación esencialmente subjetiva de cada Ser
en el Mundo.
Los valores desde la Sociología
En primer lugar cabe señalar que el tema de los valores es esencial para la disciplina
sociológica, así como para la sociedad en general. La existencia y funcionamiento de los
valores mantienen la cohesión social, logran la inteligibilidad de las conductas y generan
un ethos compartido que proporciona la certidumbre del funcionamiento de la vida
cotidiana. Ya en su tiempo Max Weber lo señaló en su análisis del sistema capitalista
sirviéndose de la clave del puritanismo calvinista; posteriormente Emilio Durkheim al
analizar un periodo histórico concreto analizó el funcionamiento de la sociedad primitiva y
tradicional por la absorción del individuo en la unidad colectiva (con valores compartidos)
y la sociedad moderna por el resultado de esfuerzos individuales coordinados y
controlados por valores.
Considerando el sustrato filosófico que radica en el concepto de “valor”, en la sociología
abundan las definiciones de este concepto, sin embargo, dadas las restricciones de
espacio, abordaré solo algunas de ellas: Por una parte se encuentra la definición común y
compartida de valor, por otra, el valor como preferencia colectiva, en tercer lugar el valor
como criterio de selección de alternativas y finalmente el valor como mecanismo de
regulación de las acciones sociales (entendiendo la “acción social” desde la perspectiva
weberiana, es decir, que la acción es social en tanto tal tiene un sentido par el actor).
En la primera perspectiva se considera a los valores como maneras de ser o de obrar que
una persona o una colectividad juzgan ideales y que hacen deseables o estimables a los
sujetos o a los comportamientos a los que se atribuye ese valor. En este caso se trata de
consensos intersubjetivos implícitos que facilitan la acción social individual y colectiva.
De esta manera los valores se convierten en criterios conforme a los cuales los grupos
sociales juzgan la importancia de las personas, de las formas y de los objetivos socioculturales. Los valores son “algo” que se comparte y que contribuye al bienestar y
cohesión social.
En la misma línea anterior, pero con mayor énfasis se definen los valores como
preferencias colectivas, las que aparecen en un contexto institucional y al mismo tiempo lo
regulan. Desde esta perspectiva analítica, todo actor social posee una escala de
preferencias más o menos explícita y coherente, derivada de discusiones, conflictos y
compromisos en la vida social, en la cual se entremezclan opiniones y puntos de vista. En
este sentido las preferencias colectivas obligan y comprometen a quienes adhieren a ellas;
sin embargo, no se trata de principios unívocos, evidentes y operativos, pues su misma
génesis indica que se trata de sistemas abiertos, con una lógica y coherencia tenues,
aunque muy operantes.
10
Producto de los compromisos y conflictos, en la historia los valores aparecen con un rostro
paradójico; es así como el puritanismo estudiado por Weber coloca el énfasis en la
docilidad y sumisión a la ley divina y un enorme potencial para la innovación y la
originalidad en la relaciones sociales. Por su parte E. Durkheim al estudiar el
individualismo que caracteriza a la sociedad moderna, combina paradójicamente el espíritu
de disciplina con el de autonomía y finalmente A Tocqueville mezcla sutilmente “pasiones
generales y dominantes”, como los valores de la libertad e igualdad y “creencias
dogmáticas”, interiorizadas por la sociedad, tales como la soberanía o el sufragio universal.
Desde la perspectiva sociológica, todos los valores (en general) presentan un núcleo duro
respecto del cual el consenso social es sólido y plenamente compartido y en torno a él
reflejos variables que se van adoptando y adaptando de acuerdo a un desarrollo societal
complejo. De esta manera surgen los rasgos de los valores que completan estas dos
definiciones genéricas. Es así como los valores se sitúan en el orden ideal y no en el orden
concreto de los objetos, comportamientos o sucesos; a pesar de lo anterior los valores son
tan reales como los hechos mismos.
Su presencia en los escenarios sociales es indiscutible: Los valores aparecen en el
horizonte histórico como ideales que exigen adhesión, sacrificios, o al menos respeto, su
dinamismo se deja entrever en su capacidad de penetración y configuración de los
comportamientos y de los objetos-símbolos. Asimismo los valores revelan su poder y
presencia a través de los modelos de comportamiento, los que son más específicos, preciso
y limitados que sus fuentes de inspiración.
Desde la sociología los valores han tenido cuatro aproximaciones teóricas relevantes:
1) La formulación cuasi-ética de Max Weber que concibe a los valores como
mecanismos de regulación de la acción social y como criterios simbólicos de
orientación de la acción y de valoración de los medios y los fines. Desde esta
perspectiva el valor queda cargado éticamente.
2) En segundo lugar se encuentra la perspectiva propuesta por el interaccionismo
simbólico, el que pone de relieve el papel destacado de las creencias y
convicciones, definiendo a los valores como todo objeto investido de una carga
afectiva al que se adhiere un significado, El valor social es todo dato con un
contenido empírico accesible a los miembros de un grupo social y con un
significado orientador de una actividad. El significado de estos datos se hace
explícito cuando lo consideramos en relación con las acciones humanas.
3) Por su parte Kluckhohn desarrolló una teoría sistemática de los valores en el marco
del estructuralismo funcional. Desde esta perspectiva el valor se define como una
concepción, explícita o implícita, propia de un individuo o de un grupo, de algo que
merece ser deseado y que influye en la elección entre los posibles fines, medios y
modos de la acción. Los valores son comprobados y verificados por los
acontecimientos y los fenómenos y siempre reflejan la esfera existencial
11
4) Finalmente la perspectiva funcionalista de Parsons concede a los valores una
posición estratégica en el esquema de la acción social. Los elementos de orden
motivacional de ésta están canalizados, controlados y determinados por los
elementos de orden cultural u orientaciones de valor para la acción en sus
modalidades estructurales
Finalmente y para cerrar habría que señalar que el concepto filosófico de Mundo de la Vida
desarrollado por Husserl hasta Habermas, pasando por Schutz y Berger y Luckman, entre
otros, es muy útil para desentrañar los mecanismos de gestión de sí en la vida cotidiana de
los jóvenes actuales. Lo que nos anima en el CEJU es comprender, descifrar, describir y
explicar esos mecanismos en un profundo proceso de cambio cultural, en un mundo de la
vida en cambio permanente.
12