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MARÍA, MADRE Y MODELO DE LA IGLESIA
1º) Dos títulos, dos partes: María, Madre y modelo, son dos títulos y dos conceptos
distintos, si bien están relacionados entre sí. Aun en el orden natural, una de las
perfecciones de la madre es ser modelo y ejemplar para sus hijos. Esta duplicidad de
conceptos nos obliga a dividir nuestro estudio en dos partes:
I. Primera parte: María Madre de la Iglesia. Maternidad espiritual de María.
II- Segunda Parte: María ‘modelo’ de la Iglesia. Su ‘Ejemplaridad ‘ para la iglesia.
La relación de estos dos títulos, o dos conceptos tiene en cierto sentido su fundamento en
la misma naturaleza. La Madre, en cuanto tal, es siempre modelo, y puede ser el
ejemplar más perfecto para sus hijos. Pues, si les ha comunicado su propio ser, es normal
que ejerza sobre una profunda ejemplaridad en todo lo que significa perfección. Si filii
matrizant -como dice el conocido axioma- es natural que la madre sea su ejemplar y su
modelo, en el orden físico, y sobre todo en el oren moral.
Esta reflexión tiene una aplicación perfecta a las realidades espirituales y sobrenaturales.
María, como Madre de la gracia, es modelo y paradigma para todos los hijos de Dios,
para alcanzar la perfección más elevada. Tiene que existir, por tanto, en el orden
sobrenatural un influjo positivo y eficiente de la Madre sobre sus hijos, y una atracción
en los hijos con relación a su Madre. Es la mutua relación que debe existir, en un mundo
correctamente ordenado, entre todos los que participan de una misma vida, de una misma
naturaleza, mucho más en el orden de la gracia y de la vida sobrenatural.
I. PRIMERA PARTE.
MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA.
I. Introducción:
1º) María, Madre de la Iglesia: María es esencialmente Madre. Fue predestinada desde toda
la eternidad, en el mismo decreto de la Encarnación, para ser Madre del Hijo de Dios,
hecho hombre. En esa predestinación se incluía la maternidad física y biológica con
relación a su Hijo, y también la maternidad espiritual sobre todos los hijos de Dios, los
redimidos, los discípulos de su Hijo. Lo veremos más adelante.
El conjunto de los hijos de Dios, redimidos por la sangre, la muerte y la resurrección de
Jesucristo la familia de Dios, la Iglesia. Por eso, María es al mismo tiempo Madre
también de la Iglesia, de todo el pueblo de Dios, de los Pastores y de los fieles.
El título: ‘María, Madre de la Iglesia’, fue promulgado solemnemente por el Papa Papa
Pablo VI, el 21 de noviembre de 1964, en la sesión de clausura de la 3ª etapa del Concilio
Vaticano II.
“Para gloria de la Virgen María y consuelo nuestro, declaramos a María Santísima
Madre de la Iglesia,, es decir: de todo el pueblo cristiano, tanto fieles como pastores, que
la llaman Madre amantísima, y decretamos que con este dulcísimo nombre, ya desde
ahora, todo el pueblo cristiano honre e invoque a la Madre de Dios”[1].
Pablo VI no creó aquí con esta declaración el hecho de la maternidad de María, con
relación a la Iglesia. Ese título resume y sintetiza una doctrina conocida y aceptada en la
iglesia desde la Edad Media, y profesada expresamente por el Magisterio vivo, desde
hace ya siglos[2].
Pablo VI proclamó con solemnidad, y con la fuerza de su supremo magisterio ordinario,
una verdad ya conocida y aceptada universalmente en la Iglesia. Lo hizo dentro ded un
acto conciliar; pero, no formuló una definición dogmática. Sin embargo, su
promulgación tiene todo el valor doctrinal de un acto solemne del Magisterio ordinario de
la Iglesia. En ese acto reconoció implícitamente, y aceptó una enseñanza transmitida por
la tradición en la misma Iglesia, interpretó y completó el texto del Concilio Vaticano II, y
reafirmó con su autoridad un acto conciliar, de valor universal, aunque no fuera una
definición dogmática[3].
2º) Maternidad espiritual: El título: María, Madre de la Iglesia, es un reconocimiento
solemne de la maternidad espiritual de María, en sí misma, y de su universalidad: Madre
de todos los redimidos por la Pasión y la resurrección e su Hijo, por su amor y por su
obediencia en el cumplimiento de la voluntad del Padre. Madre de todo el Pueblo de
Dios, del Cuerpo Místico de Cristo, que abarca a todas las generaciones. La reticencia del
Concilio -en cuanto tal- en el uso de este título no afecta en lo más mínimo a su
contenido doctrinal. Se debe a otros factores de carácter externo.
Y no podía ser de otra manera; porque la doctrina de la maternidad espiritual de María es
muy antigua en la Iglesia, y muy íntima en su vida. “No hay nada -dice José Antonio de
Aldama- más antiguo en la doctrina católica, que llamar a la bienaventurada Virgen
María Madre de los hombres”[4].
Justamente, en el contexto de esta doctrina, en la que se consideró a María como
colaboradora con su Hijo a la redención, desde el tiempo de San Ireneo, y al ritmo del
desarrollo de la eclesiología -y aún antes- se llamó a María ‘Madre de la Iglesia’, sin
que esta práctica crease dificultades de carácter doctrinal antes de 1950. Hasta entonces
las relaciones de María y la Iglesia se encubrían y se desarrollaban bajo la consideración
del ‘paralelismo’, que no excluía la maternidad, ni la ejemplaridad.
Poco a poco se fue descubriendo que la maternidad espiritual no encaja totalmente en la
línea, o no se corresponde del todo con un estricto ‘paralelismo’. Rebasa sus límites, y
parece indicar cierta superioridad, que en algún orden, o bajo algún aspecto es
indiscutible. Y así, cuando se incrementó el movimiento ecuménico, y más aún en la era
conciliar, algunos participantes en el concilio Vaticano II, favorables a la teoría
eclesiotipista, se mostraron contrarios a introducir el título ‘Madre de la Iglesia’, para no
entorpecer ni dificultar las tareas de un Concilio, que de intento quería promover el
espíritu ecuménico. Monseñor Philips, profesor de la Universidad de Lovaina, lo
describía un poco gráficamente, diciendo que el “cometa podría haber dañado con su
cola” a la Iglesia[5].
Dejando al margen la consideración de muchos de muchos aspectos, y cuestiones
relativas a las relaciones de María y la Iglesia, centramos aquí nuestra atención en el
análisis del sentido teológico-mariológico de la maternidad espiritual de María,
expresado en el título Madre de la Iglesia.
La maternidad espiritual no es una entidad independiente,
como la gracia santificante; es más bien una cualidad, una función, un munus, que María,
la Madre de Dios cumplió y cumple por designio divino con relación a los hombres en la
historia de la salvación. En sí, es la función general, que envuelve y comprende otras
acciones de significado más particular y reducido. Todas revisten un matiz, o un carácter
maternal; porque la presencia de María en la Iglesia es una presencia maternal, como la
calificó el Papa Juan Pablo II[6].
3º) Metodología y planteamiento:
Como la maternidad divina es un determinante esencial, que hace que la Virgen María
actúe siempre y en todo como Madre de Dios, así su maternidad espiritual hace que actúe
también siempre y en todas las cosas como Madre de los redimidos, porque es Madre de
la Iglesia. En todo momento su presencia en el misterio de Cristo y de la Iglesia es una
‘presencia materna’ (Juan Pablo II).
Ahora bien: Esta maternidad espiritual en su ejercicio, en su realización concreta adopta
diversas modalidades. Si la consideramos en su colaboración maternal con su Hijo a la
redención del género humano, es una maternidad corredentora. Considerada en el
“influjo salvífico sobre los hombres”, que realiza en la Iglesia, como la considera el Papa
Juan Pablo II, es una maternidad mediadora, o una mediación materna[7]. Finalmente, si
la consideramos con relación a la comunicación de la gracia, el ejercicio de su
maternidad equivale a la intercesión y a la distribución de las gracias.
Los mariólogos y los autores de manuales de Mariología adoptan diversos
procedimientos en el tratamiento de este tema. Algunos autores lo estudian en una
forma relativa; o, si consideran la relación como una unión a/, o conexión con…otros
misterios, plantean la cuestión desde esos temas fundamentales: corredención,
mediación, distribución de gracias, etc. Así procede José Antonio de Aldama, después de
hacer un razonamiento preliminar[8].
Se puede hacer también un planteamiento de la ‘maternidad espiritual’ en sí misma de
forma directa, contemplándola como una cuestión particular, que tiene que tiene en sí un
sentido y un contenido teológico, que abarca y engloba los aspectos en forma de
relación. Es la ‘maternidad espiritual’, como cuestión teológica en sí misma, a la que se
refería el concilio Vaticano II, cuando decía:
“Esta maternidad de María en la economía de la gracia perdura sin cesar, desde
el momento del asentimiento que prestó fielmente en la Anunciación, y que
mantuvo sin vacilar al pie de la cruz, hasta la consumación perpetua de todos
los elegidos”[9].
¿A qué forma de ‘maternidad espiritual’ se refiere aquí el Concilio? ¿No se refiere a la
‘maternidad ‘espiritualidad, como una cualidad específica y singular, que se desarrolló
desde la Anunciación hasta el calvario, y que se continúa en la Iglesia hasta el final de los
tiempos?... Ciertamente es la maternidad como tal, aunque desde el punto de vista
didáctico y conceptual podamos considerarla en relación con diversos momentos en la
historia de la salvación, a los que corresponden diversos conceptos. Son los
correspondientes al ejercicio concreto de la ‘maternidad espiritual’, que el Concilio
Vaticano II lo hace en algún modo equivalente, a mi modo de ver, en esta etapa de la
historia de la salvación a la múltiple intercesión de María, mediante la cual nos obtiene
los dones de la eterna salvación [10].
Domenico Bertetto hace un planteamiento más independiente de este tema. Enmarca el
amplio y complejo misterio de la ‘maternidad espiritual’ de María en el capítulo cuarto de
la 2ª parte de su obra, dentro del tema general: María en el misterio de la Iglesia.
Contempla la maternidad espiritual bajo un signo de relación, y propone estos cuatro
puntos de referencia: 1º) eficiencia; 2º) pertenencia; 3º) ejemplaridad; 4º) finalidad[11].
A cada uno de estos términos corresponde uno de los aspectos fundamentales de la
Maternidad espiritual de María[12].
Ante esta consideración, me parece que desde el punto de vista metodológico se debe
plantear ante todo una cuestión general, sobre la ‘Maternidad espiritual’, considerada en
sí misma, como cuestión teológica. Aparte de cuanto hemos expuesto, podemos
considerar como razón de esta norma metodológica, su analogía con la maternidad
divina, y la función que tiene en el esquema general de la mariología. La maternidad
divina es el punto de partida para considerar a María con relación a Cristo. En forma
similar, la ‘maternidad espiritual’ en sí misma es la base para considerar a María en
relación con Cristo y con la Iglesia.
4º) Mi plateamiento: Desde el punto de vista teológico y metodológico es necesario
considerar la maternidad espiritualidad= m.e., como una cualidad, prerrogativa, o
condición permanente de la persona de la Virgen María, como un don sobrenatural, y una
gracia que el Padre de las misericordias le concedió, constituyéndola como Madre de
todos los redimidos. Al margen, por tanto, de todas las demás cuestiones: origen,
momentos principales, formas y aspectos de esta maternidad, María es Madre espiritual
de todos los discípulos de su Hijo, como una modalidad permanente y determinante para
su existencia, que la constituyó en una dignidad singular, y la confirió esa función
especial a cumplir en la vida de la Iglesia: Madre de la Iglesia.
Esta prerrogativa tiene sus fundamentos en varios acontecimientos de la historia de la
salvación, la ‘historia salutis’. En primer lugar, en su participación en el misterio de la
Encarnación, como Madre del Redentor y de los redimidos, y bajo otro aspecto por su
colaboración eficiente con su Hijo en la redención del género humano, desde su
nacimiento hasta su muerte en cruz. Hay que tener en cuenta aquí lo que enseña y afirma
el concilio Vaticano II:
“La Santísima Virgen… por la disposición de la divina Providencia, fue en la tierra la Madre excelsa del
divino Redentor, compañera singularmente generosa más que todas las demás criaturas, y humilde esclava
del Señor. Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo al Padre en el templo,
padeciendo con su Hijo cuando moría en la cruz, cooperó de forma del todo singular a la obra del Salvador
con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad, con el fin de restaurar la vida sobrenatural de
las almas. Por eso, es nuestra Madre en el orden de la gracia” [13].
Esta prerrogativa, o cualidad permanente de de María, su maternidad espiritual, es como
un punto de referencia de todas las demás cuestiones que pueden plantear. Se trata de
una realidad general -aunque sea de carácter funcional, y como una ‘misión’ a
cumplir-, que debe ser un punto de partida y un presupuesto para todos los demás
aspectos particulares, y las cuestiones derivadas que se puedan plantear. Es la
maternidad que Jesús proclamó desde la Cruz: “Mujer, ahí tienes a tu Hijo” (cf Jn 19, 2527); la maternidad en la que confluyen y desde la que hay que contemplar todos los
demás aspectos y cuestiones particulares: formas y modalidades de la m.e., Madre de la
Iglesia, Madre y Mediadora, Madre que intercedes, maternidad espiritual como
‘presencia materna’, en la Iglesia, en la terminología de Juan Pablo II[14]
En otro apartado de este mismo volumen se estudia y se contempla la maternidad
espiritual de María, bajo ese aspecto general, a que me referido más arriba[15]. Por eso,
prescindo aquí de tratar las cuestiones generales relativas a la m. espiritual[16].
Doy por supuesto, por tanto, y me remito a ese apartado especial, publicado en este
mismo volumen. El objetivo y la finalidad de mi estudio en estas páginas es estudiar y
analizar tres momentos más importantes, y singulares del ejercicio, o desarrollo de la m.
e. de María. Son los siguientes: 1º), en el misterio de la Encarnación; 2º), en el Calvario;
y 3º), en las Bodas de Caná.
Estos tres momentos constituyen el fundamento principal del título: María, Madre de la
Iglesia. En ellos, la Madre actúa no solo como la potior pars de la Iglesia -después de
Cristo, Cabeza del Cuerpo Místico-, sino que es la personalización y la representación
más perfecta y eminente de la Iglesia. Es la nueva Eva, que representa con su Hijo, nuevo
Adán, a la humanidad entera regenerada, que es la Iglesia de Dios.
II. MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA: DESARROLLO TEOLÓGICO-ESPIRITUAL
2.1: Consideración general:
El título: María, Madre de la Iglesia, tan gustosamente aceptado en el Pueblo de Dios, no
figura en las Actas del Concilio Vaticano II, como una afirmación positiva en
reconocimiento de la ‘maternidad espiritual’ de la Madre de Dios, Madre de Jesús el
Redentor.Y esto, a pesar de que el Papa Pablo manifestó grande interés porque el
Concilio lo aceptase y lo aprobase solennemente así, en sus propios términos, para gloria
de la Virgen Madre y para el bien de toda la Iglesia. Es más. El mismo Papa manifestaba
el 4 de diciembre de 1963 su deseo y su esperanza –casi en forma de súplica- de que en
la siguiente sesión conciliar, el Concilio reconociese expresamente el puesto singular que
le corresponde a la Madre del Redentor en la historia de salvación y en la vida de la
Iglesia: “el más elevado después de Cristo, y al mismo tiempo el más cercano a nosotros,
de manera que podamos honrarla con el título de <<Madre de la Iglesia>>. Esto
contribuirá a su honor y a nuestro consuelo”[17].
La esperanza del Papa se vio frustrada por la actitud contraria de gran número de los
Padres Conciliares, que tenían el corazón cerrado a la generosidad del espíritu. Pablo VI
no recibió en este caso el ‘consuelo’ que esperaba; pero no se lo negaría desde el cielo la
Virgen Madre, pues tanto trabajó por dar a conocer su dignidad, su grandeza, su santidad,
su belleza espiritual, y su maternidad divina y espiritual.
La negativa del Concilio en este caso no obedeció a razones propiamente doctrinales.
Antes al contrario. El mismo Concilio enseña de manera expresa en el capítulo VIII de la
Constitución sobre la Iglesia -y en otros documentos- una doctrina sobre la maternidad
espiritual, que corresponde exactamente al contenido y al significado del título: ‘Madre
de Dios’. El Concilio se dejó guiar en este caso, bajo la acción del Espíritu, por el
oportunismo, y por razones externas a la verdad, más por el imperativo de la verdad
misma. En última instancia, debemos decir que trata simplemente de una cuestión de
terminología. Pero, también el lenguaje y las palabras tienen sus razones[18].
A pesar de la reticencia de muchos Padres conciliares, y de que el título: María Madre de
la Iglesia, no fuese recogido oficialmente en el texto conciliar, resonó fuertemente en el
aula conciliar en la solemne proclamación que hizo el Pablo VI de ese título, en la
conclusión de la 3ª sesión del Concilio, el 21 de noviembre de 1964:
“Así pues, para gloria de la Virgen María y consuelo nuestro, proclamamos a Maria Santísima Madre de la
Iglesia, es decir: de todo el pueblo cristiano, tanto fieles como Pastores, que la llaman Madre amantísima,
y decretamos que con este dulcísimo nombre, ya desde ahora, todo el pueblo cristiano honre e invoque a la
Madre de Dios”[19]
Este título es en cierta manera nuevo en su formulación; pero, con relación a su contenido
y a su significación no es nuevo ni inédito. Lo afirma así el mismo Pablo VI. El título
expresa una doctrina antigua en la Iglesia, con fundamento en la revelación divina; en
textos, alusiones y referencias del Nuevo y del Antiguo Testamento, de manera particular
en los momentos en que se habla en el Nuevo Testamento del ejercicio de la ‘maternidad
espiritual’ de la Madre del Redentor, como veremos más adelante, y en el texto del cap.
XII del Apocalípsis.
Los misterios de la vida de la Virgen María, después de la proclamación de su
‘maternidad espiritual’ por Jesús en el calvario, y después también de la muerte y de la
resurrección de su Hijo, manifiestan su presencia y su función maternal en los albores
de la Iglesia, y el cuidado y la protección que la Madre dispensa a sus hijos. Ese es el
espíritu de su presencia en Pentecostés, de su Asunción gloriosa a los cielos, y de la
protección maternal que ejerce sobre la Iglesia[20].
La vida y la Tradición de la Iglesia atesoran un caudal inagotable de documentos y
testimonios, que reconocen y proclaman a la Virgen María como ‘Madre de la Iglesia’.
Esa Tradición ininterrumpida ha sido ratificada por el Magisterio vivo de los últimos
siglos. Los Papas, desde el Beato Pio IX (1854) hasta Juan Pablo II -la Iglesia-, han
encomendado a la Virgen María, como a su Madre, la vida y las actividades de la Iglesia,
y han suplicado y pedido también su protección y su ayuda en los momentos más
difíciles y más adversos de su historia. María, Madre solícita y poderosa, ha protegido
siempre, y en ocasiones de manera extraordinaria, a la Iglesia y a los cristianos[21].
Como un hecho de nuestros días, podemos recordar algunos gestos del Papa Pablo VI,
que proclamó solemnemente en la clausura de la 3ª sesión del Concilio Vaticano II el
título de María, Madre de la Iglesia. Había hecho gestiones ya anteriormente, y habia
encomendado a la Virgen María esta causa, y otros problemas de la Iglesia. Después de
la solemne y emocionada proclamación del título, decía el mismo Papa:
“Esta es la razón por la que nosotros…levantamos nuestros ojos ardientes, con amor de hijos y con
confianza , a Ella. Ella, que nos dio a Jesús, fuente de gracia sobrenatural, no dejará de
ofrecer a la Iglesia su ayuda maternal, sobre todo en este tiempo, en que la Esposa de
Cristo se empeña afanosamente en cumplir su misión salvadora”[22]
2.-2: MOMENTOS MÁS IMPORTANTES DE ‘MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA’
2.-2. 1: Presentación:
*- Algunos autores se preguntan por el cuándo y el cómo la Virgen María fue nuestra
madre en el orden de la gracia; cuándo se inició su maternidad espiritual, y cómo la
ejercitó y la ejercita actualmente sobre sus hijos. La mayor parte de los autores que tratan
el tema general de la ‘maternidad espiritual’ no han tenido una intención determinada de
fijar y precisar estos detalles en si mismos. Pero, explicando los temas más importantes
sobre la ‘maternidad espiritual’ de María, afloran la mayor de las veces afirmaciones, o
insinuaciones, que se refieren a sus orígenes, y a las diversas formas y aspectos que
reviste el ejercicio de comunicar, o de colaborar a la comunicación de la gracia
sobrenatural a las almas. Con esto se puede ilustrar en parte el tema propuesto.
Los Papas más recientes, en algunos documentos importantes sobre la ‘maternidad
espiritual’ de María, en ocasiones hacen referencias más o menos directas a esas
cuestiones. Ahora bien: lo más importante sobre esto, no son las circunstancias de
tiempo, ni las modalidades externas del ejercicio de la maternidad espiritual; sino las
explicaciones doctrinales que hacen de los contenidos teológicos de los momentos y
misterios de la vida de Jesucristo, en los que la Virgen María colaboró como Madre de la
gracia, y colaboradora con su Hijo a la salvación del género humano.
Por lo general, los autores insisten en la afirmación del Concilio Vaticano II, según la
cual toda la vida de la Virgen María, “de la humilde esclava del Señor, -dice el Papa
Pablo VI- desde el momento en que fue saludada por el Ángel hasta su Asunción en alma
y cuerpo a la gloria celestial, fue una vida de amoroso servicio”, fue un ejercicio de su
‘maternidad espiritual’, o de su solicitud maternal[23].
*- El Papa Juan Pablo, en un documento ya citado más de una vez, dice con precisión que
“…la maternidad ‘espiritual’ (quo ad spiritum ) se inició justamente con la maternidad
‘física’ (quo ad corpus ). Y haciendo referencia al misterio de la Anunciación, y al
diálogo entre María y el Angel, concluye: “Al mismo tiempo que la maternidad física
(quo ad copus), ha comenzado <María> su ‘maternidad espiritual’[24].
Según la enseñanza del Magisterio vivo de la Iglesia, la ‘maternidad espiritual’ se inició
en el momento de la Anunciación -como dice Juan Pablo II-, con el
‘consentimiento’=consensus que la Virgen María prestó al mensaje del Angel. En virtud
de este ‘consentimiento’ el Verbo de Dios se hizo hombre en el seno virginal de María,
como Redentor y Salvador universal. Su maternidad biológica fue al mismo tiempo la
‘maternidad
espiritual’ de salvación. La Madre del Redentor fue al mismo tiempo la Madre de todos
los redimidos. Porque este comienzo de su maternidad fue al mismo tiempo -según la
enseñanza del Concilio Vaticano II- “una cooperación a la salvación de los hombres,
con su fe y obediencia libres”[25].
En el progreso y en el desarrollo de la historia de la salvación la ‘maternidad espiritual’
de María tuvo algunos momentos singulares, característicos, en los que resaltan algunos
aspectos y detalles, que definen la naturaleza y la intensidad de la colaboración salvífica
de María.
Examinaré solamente unos momentos más importantes de la vida de María, cuyos
principios y normas de interpretación son aplicables a otros misterios de su vida. Estos
momentos son:
1º- La ‘maternidad espiritual’ de María y el misterio de la Encarnación;
2º- Presencia materna de María en el Calvario[26]
3º- Maternidad eclesial en las ‘Bodas de Caná.
2.-2.2. María,‘MADRE DE LA IGLESIA’ EN EL misterio de la Encarnación.
“La Virgen María es propia y formalmente Madre de la Iglesia por su
colaboración, o ‘consentimiento’=’consensus’, al misterio de la Encarnación”.
1º- Explicación:
Entendemos aquí la ‘maternidad espiritual en su sentido más propio; en cuanto es una
acción espiritual, mediante la cual la Madre, la Virgen María, al ser Madre del Hijo de
Dios, colabora al mismo tiempo de una manera eficiente, a hacer presente en el mundo y
en las almas la gracia y la vida sobrenatural. El término ‘Madre’ en nuestro casi no es
una metáfora, ni un simple ‘simbolismo’. Responde a una realidad en el orden
sobrenatural: la regeneración del mundo del pecado por la llegada del Hijo de Dios, el
Salvador, y la regeneración de las almas por la comunicación de la gracia sobrenatural,
que mana de las fuentes de la salvación, que es Cristo.
Esta ‘regeneración’ se realiza, por disposición divina, en el misterio de la Encarnación
del Hijo de Dios, Redentor y salvador universal, al cual colaboró la Virgen María
espiritual y formalmente en una doble forma: a) por su consentimiento=consensus[27] ,
por su amor, y su fe, hecha obediencia a la voluntad del Padre: He aquí la esclava del
Señor, hágase en mí según tu palabra (Lc 1, 38); y b), porque, por obra del Espíritu
Santo, suministró de su misma naturaleza la materia asumida por el Verbo de Dios, el
Dios hecho Hombre, que fue redentor del género humano por los misterios de su
carne[28].
Ciertamente María, como afirma el Vaticano II, recogiendo la enseñanza de los Padres de
la Iglesia, ‘no fue un instrumento puramente pasivo en las manos de Dios, sino que
cooperó a la salvación de los hombres, con fe y obediencia libres[29].
Los mariólogos y los comentaristas del misterio de la Anunciación resaltan la
importancia y el significado del consensus de María. Ciertamente tiene una importancia
definitiva. El sí de María fue un acto de amor, de fe y obediencia, de acogida de la
voluntad del Padre, fue el acto de su colaboración a la redención del género humano: de
su ‘maternidad espiritual’[30]. Porque, como una Madre, se consagró a la persona y a la
obra de su Hijo, sirviendo con El y bajo El al misterio de la redención.
2º) El testimonio eclesial:
Todo esto, en síntesis, lo enseña de manera explícita el concilio Vaticano II, para
mantener el verdadero sentido y significado de este problema. Lo ha enseñado también
el Magisterio de la Iglesia, Su autoridad aquí es decisiva, pues se trata de una verdad que
pertenece al depósito de nuestra fe.
El Concilio Vaticano II se expresa de esta manera:
“La Virgen Nazarena es saludada por el Ángel de la Anunciación, por mandato de Dios,
como ‘llena de gracia’ (Cf Lc, 1,28), a lo que ella responde al mensajero celestial: He
aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra (Lc 1, 38). Así, María, hija de
Adán, al aceptarel mensaje divino se convirtió en Madre de Jesús,, y al abrazar de todo
corazón…la voluntad salvífica de Dios, se consagró totalmente como esclava del Señor, a
la persona y a la obra de su obra, sirviendo
con diligencia al misterio de la redención[31]…
El Papa Pablo VI, interpretando la doctrina del Concilio, incluye otros aspectos en la
glosa que hace al texto conciliar en la Exhortación Signum Mágnum. Dice así:
“María, apenas fue asegurada por la voz del Ángel que Dios la elegía por Madre intacta
de su Hijo Unigénito, sin ponerlo en duda,, dio su propio asentimiento a una obra que
empeñada todas las energías de su frágil naturaleza, diciendo: ‘He aquí la esclava del
Señor; hágase en mí según tu palabra’ (Lc 1, 38).
Desde aquel momento Ella se consagró toda al servicio, no solo del Padre celestial y del
Verbo encarnado, convertido en Hijo suyo, sino también de todo el género humano,
habiendo comprendido bien que Jesús, además de salvar a su pueblo de la esclavitud del
pecado, sería un Rey de un reino mesiánico universal, e imperecedero” ( cf Mt 1, 21; Lc
1, 33)[32].
No puede ser más claro el pensamiento de Pablo VI sobre la ‘maternidad espiritual’ de
María en relación con la Encarnación del Hijo de Dios. Ella, hecha Madre del Verbo de
Dios se consagró a su servicio, como una Madre al servicio de su Hijo, y también al
servicio de todo el género humano. ¿Por qué? Porque era madre espiritual de todos los
redimidos.
A este mismo propósito es importante la enseñanza del Papa Juan Pablo II. En la
Encíclica sobre La Madre del Redentor hace varias referencias a la relación entre la
maternidad divina y la ‘maternidad espiritual’ de María. Aparte de otros testimonios, es
preciso tener en cuenta el texto de su alocución del día 10 de enero de 1979, en el que
directamente reflexiona sobre este tema. La fuerza de su pensamiento culmina en esta
afirmación, .que aparece como una conclusión de su razonamiento, y que he recordado
anteriormente: “Al mismo tiempo que la maternidad física (‘quo ad corpus’), ha
comenzado su maternidad espiritual (‘quo ad spiritum’)
Hay que advertir que esta enseñanza del Magisterio actual de la Iglesia sobre la
‘maternidad
espiritual’ de María, y su mutua relación en el misterio de la Encarnación ha sido
uniforme en todos los tiempos. Es clásico el texto de San León Magno, que expresa el
sentir de la Iglesia de su tiempo: ‘La generación de Cristo es el origen del pueblo
cristiano; y el nacimiento de Cristo Cabeza es el nacimiento del cuerpo (místico)”[33].
El pensamiento de San León Magno es bien claro en este texto. Si el nacimiento de
Cristo, es nuestro nacimiento, implícitamente se afirma que La Madre de Cristo es
también nuestra en el orden de la salvación. Por eso, María en el misterio de la
Encarnación es Madre de Cristo Salvador y Redentor, Cabeza de la Iglesia, y de los
miembros redimidos. Esta es la idea que ha mantenido siempre el Magisterio vivo de la
Iglesia.
Más cercano a nosotros exponía esta misma doctrinal el Papa San Pío X, en su
importante Encíclica Ad diem illum (2, 02, 1904), en la que dice:
“¿No es María la Madre de Cristo? Ella es, por lo tanto nuestra Madre.
Porque hay que asentar que Jesús, Verbo hecho carne, es a la vez el Salvador del género
humano… Pero, la Virgen no concibió solo al Hijo de Dios, para que recibiendo de Ella
naturaleza humana, se hiciese hombre, sino también para que, mediante esta naturaleza
recibida de Ella, fuese el Salvador de los hombres….Y se puede decir que llevando a
Jesús en su seno, María llevaba en él también a todos aquellos para quienes la vida del
Salvador encerraba la vida. Por lo tanto, todos los que estamos unidos a Cristo, somos,
como dice el Apóstol: miembros de su cuerpo… Por esto somos llamados en un sentido
espiritual y místico, hijos de María, y Ella, por su parte, nuestra Madre común”[34]
Se pueden citar otros textos del Magisterio de la Iglesia, parecidos a los que hemos
trascrito. Pero, me parece que no es necesario. El Magisterio en este punto ha culminado
en el Concilio Vaticano, y en la enseñanza de los últimos Papa, Pablo VI, intérprete
autorizado del Vaticano II, y el Papa Juan Pablo II.
Puente de enlace con los Papas de la época anterior fue el Papa Pío XII, que en la Enc.
Mystici Corporís (29 de junio, 1943), concluye su reflexión mariana con esta afirmación:
“<María> Ella fue la que llevó en su seno virginal a Cristo el Señor, y lo dio a luz
investido de su dignidad de Cabeza de la Iglesia… Ella, por lo mismo, es la Madre
Santísima de todos los miembros de Cristo”[35].
3º) La tradición teológica:
La tradición antigua de los Padres de la Iglesia y de los teólogos, hasta la Edad Media
no ignora la doctrina de la maternidad espiritual de María, aunque no aparezcan
exposiciones directas de su sentido, y explicaciones de su contenido y de sus momentos
en la historia de la salvación. Pero, aparece afirmada por algunos Padres y escritores
eclesiásticos, de forma directa, o como una deducción de otras reflexiones teológicas y
de la comparación antitética Eva-Maria, que se remonta a la época de San Irenéo, o de
las afirmaciones sobre la misión de María en la historia salutis.
Aparte de otras consideraciones la maternidad espiritual de María tiene también un
sentido nupcial en el Nuevo Testamento. En la escena de la Anunciación (Lc 1, 26-38),
como en el misterio del Calvario (Jn 19, 25-27), y en la presencia de María en las bodas
de Caná (Jn 2, 1-11), más allá del sentido propio, histórico y literal, los exégetas
descubren fenómenos y acontecimientos del la historia de la salvación en la Nueva
Alianza, en la que el Hijo de Dios se desposó con la naturaleza humana en el seno
virginal de María.
En cierta reciprocidad de conceptos, y dentro de un amplio simbolismo de los
acontecimientos, María actúa como Madre espiritual y como Esposa. Y así, en el
misterio de la Anunciación Ella pronuncia el fiat (Lc 1, 38) como mística Esposa del
Verbo, dando existencia a la Iglesia, distinta de Cristo, de la que El es Cabeza, después de
asumir en unión personal la naturaleza humana, que iba a redimir[36]. En conveniente
tener en cuenta estos matices, para conocer los diversos aspectos y relaciones bajo los
cuales la tradición de la Iglesia ha propuesto la maternidad espiritual de María.
Podemos esquematizar su pensamiento en algunas formulaciones generales, como capita
maiora, que equivales a un reconocimiento de la maternidad espiritual de María, Madre
de los redimidos o de los discípulos de Jesús. Así lo han hecho algunos tratadistas.
a’) La maternidad espiritual de María aparece afirmada al proponer y explicar el
paralelismo antitético Eva-María, que tiene su fundamento en la Sagrada Escritura. Tanto
es así, que el Concilio Vaticano II resumió este argumento diciendo, que “…no pocos
Padres antiguos comparándola con Eva, llaman a María Madre de los vivientes” [37] ; y
afirman con mayor frecuencia: ‘La muerte vino por Eva, la vida por María”[38]
b’) La doctrina del Cuerpo místico es otra de las razones para afirmar que en la era
patrística se reconocía ya la maternidad espiritual de María. San Agustín desarrolla esta
doctrina, y reconoce que si María es Madre de Cristo, Cabeza de la Iglesia, lo es
también de los miembros, como afirma San Agustín.
Una aplicación similar puede hacerse, tomando como punto de referencia la concepción
y el nacimiento de Cristo como ‘Redentor’, y como Salvador´’ universal. Estos aspectos
los desarrolla San León Magno[39].
c’) Una argumentación parecida puede hacerse tomando como punto de convergencia la
presencia de María en el calvario, y la proclamación que Jesús hizo de su maternidad,
extensiva al discípulo San Juan, el discípulo Amado, cuando dijo a su Madre: ‘Mujer,
ahí tienes a tu hijo. Después dijo al discípulo: Ahí tienes a tu madre (Jn 19, 26-27).
La prueba de este argumento supone que Juan, el discípulo de Jesús era el representante
de la Iglesia, o de la humanidad. Sobre este particular, podemos decir que en la tradición
de la Iglesia, por el contenido y el significado de la escena del Calvario, San Juan
actuaba allí, no como una persona particular, sino por designio divino, como
representante del género humano. Pero, ¿en qué sentido?..
Algunos comentaristas piensan que esto puede afirmarse así de una forma impropia, o en
un sentido acomodaticio del texto bíblico. Pero, dada la naturaleza y la significación del
misterio que se realizaba en el calvario, se puede afirmar sin duda que esta
representación tiene un valor propio en sentido histórico, y también en sentido simbólico.
La tradición de la Iglesia, desde la época más antigua lo ha afirmado, y entendido así.
Aparte de todo, en este sentido parece interpretar el pensamiento de la tradición el
Magisterio mismo de la Iglesia. No se trata de un sentido meramente acomodaticio, sino
verdadero, en un sentido bíblico, que el Papa Benedicto XIV afirma, que la Iglesia lo
recibió adoctrinada por el magisterio del Espíritu Santo[40]. Por su parte, el Papa León
XIII afirma que la Iglesia “ha visto siempre, de manera constante, que Jesucristo designó
en Juan a la persona de todo el género humano[41] ( en H.Marín, o.c., nº 426).
2.-2. 3: María, ‘MADRE DE LA IGLESIA’ en el Calvario.
1º) Preludio:
El momento más importante de la maternidad espiritual de María es el de su presencia en
el Calvario, durante la crucifixión y muerte de su Hijo. Por la importancia de los textos
bíblicos, por el contenido y la significación del misterio redentor, por la atención que ha
prestado la Iglesia a ese acontecimiento sobrenatural, bien podemos decir que estamos
ente el misterio que más ha desperado la sensibilidad y el interés de los estudiosos, por
descifrar y esclarecer todas las incógnitas que presenta.
Por otra parte, pienso que se puede decir que es el fenómeno más estudiado de la vida de
Jesucristo, y que reúne la más copiosa e interesante literatura. Han profundizado en su
contenido y significación la exégesis y la teología, la espiritualidad y la antropología; lo
han representado con profusión y variedad de estilos el arte, la iconografía, la literatura.
Los ‘calvarios’ de la escultura han querido mantener su presencia y su cercanía a la
contemplación de los fieles. El Renacimiento abre una época de oro para el misterio del
Calvario. Libros de teología y devoción, como el español anónimo: Passio duorum (La
Pasión de los dos…) en la conjunción del siglo XV y XVI crean un estilo de contemplar
y de vivir el misterio[42].
El misterio del Calvario es naturalmente incomprensible, no solo por su naturaleza y por
su significado sobrenatural, sino aún desde el punto de vista humano, por su desarrollo y
su final trágico, que humanamente no tiene explicación. No vale acudir a costumbres, o
a hechos ya consumados en el tiempo. No es suficiente acogerse a la ley, para dar una
explicación satisfactoria, o acudir a las intrigas y al odio que acumulaban las altas
Jerarquías de Jerusalén contra Jesús. Hay que buscar otra razón, que rebasa la razón: el
misterio, encerrado en el corazón del Padre: Dios reinará desde un madero (Regnabit a
ligno Deus).El triunfo de la cruz explica la vida de la Iglesia, fundada en la ley del amor.
Por eso, el misterio del Calvario despierta siempre interés y deseos de penetrar en las
sombras de su luz, y descubrir las razones de sufrir para sanar, de morir para vivir.
Jesús desde la cruz, puesta su esperanza en solo Dios y en su poder misericordioso,
momentos antes de morir, profirió las palabras más tiernas y consoladoras para su Madre
y sus discípulos. Hijo, Madre. Allí estaba representado el mundo y la Iglesia, la madre
viuda desde hacía unos años, y un discípulo amado, virgen en el amor: Y dirigiéndose a
su Madre, le dice: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Después dijo al discípulo: Ahí tienes a tu
Madre
2º) Proclamación de la maternidad espiritual de María.
“Estaban de pie junto a la cruz de Jesús su Madre y la hermana de su Madre, María de Cleofás y María
Magdalena. Viendo a su Madre, y al discípulo, a quien amaba, que estaba allí, Jesús dijo a la Madre:
Mujer, ahí tienes a tu hijo. Después dijo al discípulo: Ahí tienes a tu madre (Jn 19, 26-27).
A’) La escena del calvario tiene un doble contenido con relación a la maternidad
espiritual de María. El tiempo de la vida de Jesús fue un tiempo ‘constitucional’ con
relación a la redención de los hombres. Desde el momentos de la Encarnación hasta su
muerte el cruz Jesús fue desarrollando y enriqueciendo su misión como Salvador y
Redentor del género humano; acumulando caudales a los méritos infinitos de las obras
realizadas por los misterios de su carne. La redención, bajo este aspecto, culminó en la
cruz, y se cerro con su muerte gloriosa, vencida por la resurrección.
Lo mismo podemos decir analógicamente de la colaboración corredentora de María con
su Hijo, y de su maternidad espiritual. Desde el misterio de la Encarnación, hasta la
muerte de su Hijo, ella fue acrecentando el ejercicio de su maternidad espiritual, en una
serie sucesiva de actos, que manifiestan esa colaboración a través de los diversos
misterios de su vida. Esta serie sucesiva de acontecimientos en el ejercicio de su
colaboración corredentora, la describe en parte el Concilio Vaticano II, cuando dice:
“…Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo al Padre
en
el templo, padeciendo con su Hijo cuando moría en la cruz, cooperó de
forma
enteramente singular a la obra del Salvador,…para restaurar la vida
sobrenatural de las almas. Por eso es nuestra madre en el orden de la gracia”[43]
Según el pensamiento del Concilio cumplió en el calvario y ejerció su función de
corredentora, ya que por sus actitudes espirituales en aquellos momentos desconcertantes
de dolor, por su com-pasión con su Hijo, unida a El por el más estrecho vinculo de amor
maternal, con su y obediencia a la voluntad del Padre –por designio divino-, por su
esperanza inquebrantable, y por su encendida caridad –que recuerda el mismo Conciliocooperó de una manera del todo singular, objetiva, inmediata, sobrenatural en la
redención del género humano.
Esta tesis es fundamental para valorar espiritual y sobrenaturalmente la vida de la Virgen
Madre, como Madre del Hijo de Dios, y como colaboradora a la obra de la redención.
Toda su vida, como afirma el mismo Concilio, vivió unida espiritual y
sobrenaturalmente “con el Hijo, en la obra de la salvación…desde el momento de la
concepción virginal de Cristo hasta su muerte.”[44]. Toda su vida fue un ejercicio de
maternidad espiritual, una cooperación eficiente a la obra redentora.
Esa colaboración corredentora, que equivale a su maternidad espiritual, culminó en el
Calvario. Alli adquirió su perfección más alta, porque allí su amor a Dios y a su Hijo
llegó al summum de su fuerza espiritual y de su expresión vital; porque no hay amor
más grande que el que da su vida por los demás. María aquí aceptó la muerte de su Hijo,
y ella murió espiritual y afectivamente con El. Los mariólogos del siglo XVI y XVII se
esfuerzan por esclarecer esta unidad de Cristo y María en el calvario, con relación al
dolor, al sufrimiento, a la oblación sacrificial, a todo lo que significa y espesa la compassio.
La colaboración corredentora de María con su Hijo quedó consumada en el Calvario. Su
Maternidad espiritual había conseguido su máxima eficacia y expresión . ¿Qué faltaba?
El momento siguiente representa el culmen de su significado: su proclamación desde la
cruz.
B’) Los conceptos: Los términos y los conceptos del texto citado son suficientemente
conocidos; lo mismo que el significado del substantivo ‘mujer’, y la razón por la que
Jesús lo usó en ese momento, en vez de utilizar el nombre propio: ‘María’, o el término
familiar: ‘madre’.
Relacionada la escena del Calvario con la de la Anunciación se advierten notables
diferencias circunstanciales, pero también ciertas afinidades, provenientes del desarrollo
y de la finalidad de la historia de la salvación. Son dos momentos distintos, pero
solidiarios de una misma causa. Hay un núcleo fundamental en las dos escenas, que
cumple -al parecer- un mismo objetivo. Lo componen el contenido de los términos:
‘consensus’-consentimiento- y ‘compassio’-compasión
Lo que fue el ‘consensus’ para el misterio de la Encarnación, fue en cierto modo en el
calvario la ‘com-passio’ de María: un punto central de referencia, en torno al cual gira el
desarrollo de los dos acontecimientos salvíficos.
El ‘consensus’ fue como la puerta que dio acceso al Verbo de Dios al mundo de la
salvación redentora: Janua coeli: María, por su maternidad divina, fue la puerta por la
que el Verbo del Padre se hizo presente en el mundo, para renovarlo y restaurarlo, por los
misterios de su carne y por el sacrificio de sí mismo, ofrecido en un acto de amor
infinito.
La compassio fue la aportación de la Madre al sacrificio de su Hijo amado, como
colaboración de la humanidad redimida, para recuperar la belleza y la hermosura del
espíritu, deformados por el pecado original y por todos los pecados del mundo. La escena
del calvario es una réplica de la escena del paraíso, en la que la mujer Eva aparece como
colaboradora al pecado de Adán. Jesús, como nuevo Adán, en el último episodio de su
vida terrena, cargado de simbolismo, asocia a su obra a su Madre inmaculada, la nueva
Eva, al acto supremo de su amor y de su obediencia al Padre; a su sacrificio redentor,
purificando a la Iglesia con su sangre, y entregándose a la muerte corporal por ella[45].
La compassio incluye y sintetiza toda la colaboración de María en el calvario, como
Madre espiritual de la nueva humanidad; colaboración pluriforme, pero sobre todo como
asociación y participación espiritual en los dolores y el sufrimiento, en la muerte y en el
acto de aceptación por parte de su Hijo, en la conformidad con su voluntad, adherida a la
voluntad del Padre; hecha espiritualmente una victima sacrificial, agradable a Dios,
clavada en espíritu en la cruz con su Hijo[46]
Compassio-compatiens es la terminología usada comúnmente desde la Edad Media,
para expresar la actitud de María en el calvario, su participación en el sacrificio de su
Hijo, y el ejercicio de su maternidad espiritual. Es tal vez la terminología más expresiva,
válida por lo mismo en nuestros días. La ha usado también el Vaticano II[47]. Esto tiene
grande importancia para interpretar la doctrina de los mariólogos de los siglos XV-XVII
sobre la participación corredentora de la Virgen María en al obra de la redención de su
Hijo[48]
3º) Doctrina del Magisterio de la Iglesia:
Los testimonios del Magisterio de la Iglesia sobre la ‘maternidad espiritual’ de María,
reflejada en su presencia y en sus actuaciones en el calvario son muy abundantes, y de
un amplio y profundo contenido teológico y espiritual. En ellos se nos da a conocer los
aspectos y el valor de la colaboración salvífica de María, dependiente siempre y en todo a
la eficacia de la acción mediadora y redentora del Hijo de Dios.
No es necesario reunir aquí todos los testimonios; ni es necesario tampoco hacer un
comentario particular de cada uno. Los mismos textos manifiestan sus peculiaridades, y
los valores doctrinales y espirituales de sus contenidos.
En el 1748 el Papa Benedicto XIV publico su ‘Bula aurea’ bajo el título Gloriosae
Dominae (16 de marzo), que ya hemos recordado más arriba, y en la que valora la
devoción de la Iglesia a la Virgen del calvario:
“…La Iglesia católica, adoctrinada por el magisterio del Espíritu Santo, procuró
honrarla <a la V. María> con innumerables obsequios, como a Madre de su Señor y
Redentor, y como a Reina de cielos y tierra. Con gran atención y esmero se ha esforzado
por amarla con afecto de piedad filial. Como a madre propia amantísima, recibida como
tal de labios de su divino Esposo moribundo”[49].
El Papa Pío VIII (1829-1830) en su corto Pontificado quiso afianzar la confianza de los
fieles en la protección de la Virgen María, “porque Ella es nuestra Madre, Madre de
piedad y de gracia, Madre de misericordia, a quien Cristo, cuando iba a morir en la
cruz, nos entregó, para que Ella rogase por nosotros ante su Hijo”[50].
El Papa León XIII establece esta clara afirmación en la Encíclica Quamquam pluries
(1889): “La Virgen Santísima, así como es Madre de Jesucristo, lo es también de todos
los cristianos, puesto que los engendró en el monte calvario entre los supremos
tormentos del Redentor”[51]. Esta misma doctrina la recuerda León XIII en otros
muchos testimonios , de los quiero citar este tan expresivo: “Estando Ella presente y ante
sus mismos ojos, debía ofrecerse el divino sacrificio, cuya víctima ella misma había
alimentado; Esto es al final lo que se observa en los más c_onmovedores misterios:
‘Junto a la cruz de Jesús estaba de pie María, su Madre, herida de un amor inmenso hacia
nosotros; la cual para recibir hijos, ella misma ofreció a su Hijo a la justicia divina, conmuriendo (‘commoriens) en su corazón con él, atravesada por la espada del dolor”[52].
Del Papa Pío XI (1922-1939), de entre los muchos testimonios que nos legó, cito
solamente dos más importantes. Al comienzo de su pontificado adoctrinaba así a la
Iglesia, con relación a la Virgen María: “La Virgen dolorosa participó con Jesucristo en
la obra de la redención, y constituida Madre de los hombres, los acogió como hijos, y los
defiende con todo su amor, como encomendados a ella por el testamento de su caridad
divina”[53]
En una Carta a la Institución de los Siervos de María, en el séptimo centenario de su
fundación, el Papa hizo una clara afirmación de la maternidad espiritual de María:
“Dentro de poco tendrá lugar el recuerdo del séptimo centenario de la fundación de la
Orden, dentro del año jubilar, en el que se celebra la redención del género humano y la
constitución de la Virgen María, al pie de la cruz de su Hijo, como Madre de todos los
hombres”[54].
La riqueza de testimonios del Magisterio vivo de la Iglesia, sobre María, nuestra
espiritual en el calvario, hizo que los Papas posteriores publicasen numerosos
documentos, con el reconocimiento y la explicación de ese mismo misterio. D. Bertetto
ha analizado detenidamente la aportación importante del Papa Pío XII, que promulgó
luminosos testimonios, afirmando ante todo el hecho de la maternidad espiritual de
María, relacionándola con las personas particulares, y con las familias[55]; y
relacionando ese título con María Mediadora y distribuidora de gracias[56]
Pío XII explica la doctrina general sobre la maternidad espiritual, y sus relaciones con
otros aspectos del misterio de María. Brota de la maternidad divina, bajo su aspecto
físico[57], y se asocia como un título nuevo a la colaboración de María a la obra de la
redención, proclamada así por Jesús desde la cruz. Estos son elementos esenciales
constitutivos de la maternidad espiritual.
Hay que añadir a esto el ejercicio permanente y actual de la maternidad espiritual, que la
Virgen Madre realiza desde su sede celeste, y que se relaciona en general con la
medición universal de las gracias. En sus grandes Encíclicas Mýstici Corporis, y
Mediator Dei, Pío XII explica las razones de la maternidad espiritual de María, y perfila
otros matices sugestivos, que manifiestan tanto el amor de Jesucristo a los hombres,
como la solicitud y la grandeza de la Madre, que colaboró a la obra de la redención[58].
Pío XII acude repetidas veces a la escena del Calvario, para resaltar la figura de la Virgen
Madre, su amor a su Hijo crucificado y sus hijos de adopción, a los que ama más que
todas las madres terrenas; su fortaleza de ánimo al soportar los atroces tormentos de la
pasión, su ejemplaridad para todos sus devotos, y para la Iglesia… Su magisterio es rico
y abundante, y contribuyó muy eficazmente a incrementar la devoción mariana, y de
manera muy notable el desarrollo y el progreso de la mariología[59].
El magisterio mariano de Pío XII culminó en el Concilio Vaticano II, como se aprecia en
algunos textos especiales, en los que afirma y describe la maternidad espiritual de María,
y hace precisamente referencia a algunos de los testimonios del Pontifice[60]. El
Concilio Vaticano II en esta materia representa un punto de llegada, y también un punto
de partida. Porque el Concilio asumió, refirmó y propuso en su texto mariano las tesis
fundamentales, patrocinadas hasta entonces por la mariología de signo cristológico, con
relación a la colaboración de María inmediata, objetiva y singular a la obra de la
redención, o corredención mariana (aunque no incorporase ese témino a su texto), y con
relación a la mediación, a la maternidad espiritual, a la intercesión, y a la distribución de
las gracias. En el Concilio la corredención mariana, con relación a su contenido y a su
significación teológica (al margen de la terminología) recibió un respaldo y una garantía,
porque pasó a ser enseñanza de la Iglesia, aunque haya muchos que quieran ignorarlo.
Los textos del Concilio los he trascrito anteriormente, al tratar de la naturaleza y del
hecho de la maternidad espiritual de María. Son los textos de la Constitución LG, ns. 56,
57, 58, 60, 61, 62, 63, 64. Y Conc. Vaticano II, AA, 4.
La importancia, el significado y la dimensión eclesial de estos textos del Concilio
Vaticano II los conocemos a través de los comentarios y referencias textos de los Papas
posteriores, Pablo VI y Juan Pablo II. Son varios los testimonios que se pueden aportar
sobre este tema de plena actualidad en la mariología de nuestros días. Pero, presentamos
aquí solamente un testimonio, a modo de ejemplo, en el cual podemos ver la unidad de
pensamiento de los Papas con todo el Magisterio vivo de la Iglesia.
En el magisterio de Pablo VI no abundan precisamente los testimonios relativos a la
maternidad espiritual de María en el Calvario, al pie de la cruz, en contraste con los
muchos testimonios sobre la Inmaculada Madre de Dios, sobre la Virgen Asunta, y sus
relaciones con la Iglesia. Pero, contamos con algunos textos y referencias, que nos dan a
conocer ese aspecto de la vida de María, asociada a su Hijo en el Calvario[61].
Tal vez el más importante sea el que dedica a este tema en la Exhortación Apostólica
Signum Mágnum (1967), que hemos citado más de una vez. Dice así:
“ La primera verdad es esta: María es Madre de la Iglesia no solo porque es
Madre
de Jesucristo, y su más íntima compañera en la nueva economía, cuando el Hijo de
Dios asumió de Ella la naturaleza humana, para liberar con los misterios de su
carne al hombre del pecado, sino también porque refulge como modelo de virtud
ante toda la comunidad de los elegidos…. La bienaventurada Virgen María. después
de haber participado en el sacrificio redentor del Hijo, y de modo tan íntimo
que mereció ser por El proclamada Madre no sólo del discípulo Juan, sino
permítasenos afirmarlo- del género humano por Ella de algún modo
representado”[62].
El magisterio del Papa Juan Palo II sobre la Virgen Dolorosa, y sobre la maternidad
espiritual de María en el calvario es más rico y abundante. Califica el dolor de la Madre,
asociado al de su Hijo, como una colaboración eficiente con El a la obra de la redención,
modelo y ejemplar para la Iglesia.
La labor apostólica de Jesús, y de la predicación del evangelio, culminó.
“con los acontecimientos del Calvario y con la cruz.
“Allí, la maternidad <<espiritual>> llegó, en cierto modo, a su momento clave. <<Jesús,
viendo a su Madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, dijo a la Madre:
“Mujer,he ahí a tu hijo” (Jo 19, 26). Así, de forma nueva, la ha unido a Ella, la propia
Madre, al hombre; el hombre al cual ha transmitido el evangelio”[63].
En la Encíclica sobre La Madre el Redentor (1987) hace muchas consideraciones a
propósito de la escena del calvario, de carácter teológico-espiritual, eclesial y salvífico.
La entiende como una confirmación de la “maternidad de María en la economía de la
gracia, en su momento culminante, es decir, cuando se realiza el sacrificio de la Cruz de
Cristo, su misterio pascual”. María está participando en el amor redentor de su Hijo;
resalta la universalidad del significado de la escena; la representación por Juan de toda
la humanidad; las palabras de Jesús y su dimensión eclesial, como un ‘testamento’ en la
economía de la salvación;
Después de transcribir el texto del evangelista San Juan, propone algunas ideas, partiendo
de la atención que el Hijo ha manifestado por su Madre:
“…sobre el significado de esta atención, el <<testamento de la Cruz>> de Cristo dice
aún más. Jesús ponía en evidencia un nuevo vínculo entre Madre e Hijo, del que confirma
solemnemente toda la verdad y realidad. Se puede decir que, si la maternidad de María
respecto de los hombres ya había sido delineada precedentemente, ahora es precisada y
establecida claramente”[64].
A continuación de estas palabras pone de relieve y explica el modo de la universalidad de
la maternidad de María, como una colaboración corredentora a la obra redentora de su
Hijo:
“Más aún -dice-: es verdaderamente madre de los miembros de Cristo por haber
cooperado con su amor a que naciesen en la Iglesia los fieles[65].
Por consiguiente, esta <<nueva maternidad de María>>,engendrada por la fe, es ‘fruto
del nuevo amor’, que maduró en ella definitivamente junto a la Cruz, por medio de su
participación en el amor redentor del Hijo”[66]
Finalmente, pasando por alto otras consideraciones importantes -todas son importantes,
las que Juan Pablo II hace en estas páginas- quiero poner de relieve la fuerza persuasiva
que tiene el pensamiento del Papa, sobre la maternidad de María sobre la Iglesia: María,
Madre de la Iglesia.
En el calvario, junto a la cruz donde expira su Hijo, María vive y experimenta en su
corazón de Madre un nuevo amor. Es el ‘amor del dolor corredentor’, que compartió
con su Hijo. De esta novedad del amor, nace la ‘nueva maternidad espiritual’, que se
continúa en la Iglesia y a través de la Iglesia. La Iglesia está simbolizada por Juan, el
discípulo amado de Jesús. María, la Madre, con Juan constituyen la Iglesia[67].
En otro importante documento Juan Pablo II reitera algunos ideas comentadas en la
Encíclica sobre la Madre del Redentor, en particular, su participación en el dolor
salvífico de su Hijo. Fue precisamente en el calvario donde Ella compartió con El su
sufrimiento, y alcanzó un vértice ya difícilmente imaginable en su profundidad desde el
punto de vista humano, pero, ciertamente misterioso y sobrenaturalmente fecundo [68].
¿En que consiste esa fecundidad de su dolor? En que Ella fue ‘corredentora’ en el
Calvario, junto a su Hijo Redentor universal. El Papa explica el significado de la escena
del calvario, resaltando “su participación del todo especial”, con su compassio, “en la
muerte redentora del Hijo” (n. 25). Todos estos detalles, con los que hemos citado más
arriba, están recogidos en este texto importante:
“Testigo de la pasión de su Hijo, con su presencia, y partícipe de la misma con su
compasión, María Santísima ofreció una aportación singular al Evangelio del
sufrimiento, realizando por adelantado la expresión paulina citada al comienzo.
Ciertamente Ella tiene títulos especialísimos para poder afirmar lo de completar en su
carne –como también en su corazón, lo que falta a la pasión de Cristo[69].
Haciendo una síntesis de la doctrina del Magisterio de la Iglesia sobre la Maternidad de
María en el Calvario, podemos decir que recoge todos sus elementos esenciales y
fundamentales. Se trata de una maternidad espiritual y sobrenatural, que pertenece a la
economía salvífica de la gracia; queda establecida claramente en el calvario; es una
maternidad universal; y es al mismo tiempo una participación en la muerte redentora de
Cristo, y una colaboración corredentora, eficiente, objetiva e inmediata a la obra del
Cristo Redentor universal. Es también una presencia y mediación materna.
* Calificación teológica:
Muchos autores se abstienen de calificar teológicamente las proposiciones relativas a la
‘maternidad espiritual’ de la Virgen María. En el desarrollo de este problema algunos
teólogos adoptan diversos procedimientos, desde el punto de vista metodológico y
expositivo, en los que no encajan bien Las formulaciones de las proposiciones de la
enseñanza del Magisterio de la Iglesia.
He aportado en estas páginas muchos documentos del Magisterio vivo de la Iglesia, con
relación a la maternidad espiritual, a sus contenidos y aspectos. El Magisterio de la
Iglesia es la norma para establecer una calificación teológica y dogmática, de una
doctrina o de una proposición, que la contiene.
+ La maternidad espiritual de María, con fundamento en el misterio de la Encarnación
y en el calvario, es una verdadera maternidad en el orden de la gracia, es una proposición
de fe divina y católica, por la enseñanza de la Palabra de Dios y del Magisterio unánime
de la Iglesia,
+ La maternidad espiritual de María, reviste especialmente la modalidad de
colaboración eficiente a la redención en general; es proposición de fe divina y católica,
con fundamento en la Escritura, y porque es doctrina del Magisterio de la Iglesia ( (Pío
XII, Conc. Vaticano II, Juan Pablo II, en RM…).
+ La proposición: que en esta colaboración maternal María fue ‘corredentora’ de una
forma objetiva e inmediata, algunos teólogos la califican como más conforme con el
Magisterio eclesiástico (José Antonio de Aldama,S.J.).
–Yo pienso que hoy se puede calificar como de fe católica , por la doctrina clara del
Conc. Vaticano II, que acoge la enseñanza de Pío XII, y por la enseñanza del Papa Juan
Pablo II en ‘Redemptoris Mater’,y porque está dentro de la clarificación y de la
inspiración bíblica.
2.-2. 4: MATERNIDAD ECLESIAL DE MARÍA EN ‘LAS BODAS DE CANÁ’
(Cf. Jn 2, 1-12).
1º) Planteamiento del tema:
En la mariología de hoy y en la exégesis joánica, se afirma que la presencia de María y
su intervención en las bodas de Caná, tal como las describe San Juan, es una
presentación de su acción maternal, en el orden espiritual, y en un sentido simbólico. El
relato es similar al de la presencia de María en el Calvario. Es un mismo evangelista el
autor de los dos relatos. La referencia la llegada, o no llegada de Jesús es un punto de
convergencia del simbolismo. El hecho de Jesús, dirigiéndose a su Madre, la designe con
el sustantivo: mujer es un fuerte punto de referencia.
Desde la Edad Media muchas autores interpretaban esa escena, descrita por Juan, en un
sentido místico-eclesiológico, abierto a muchas perspectivas. Jesús realizó allí su primer
signo. Los Apóstoles creyeron. Se trata de escenificar la fe, fundamento de la primera
Iglesia: Jesús, María la Madre, y los Apóstoles, puesto precisamente por la intervención
de la Madre.
La exégesis vitalista y simbólica, más que la simple filología, han descubierto otros
rasgos y matices del contenido y de la redacción histérica del relato de Juan, que acentúan
y resaltan el valor de la presencia de María, como la Madre espiritual en los albores de la
Iglesia, ligada a la fe de los Apóstoles[70]. Santo Tomás de Aquino mira más al corazón
de la escena y explica si sentido eclesial, porque en ella se manifiesta la unión de Cristo
con su iglesia incipiente[71].
2º) Análisis y explicaciones:
+ Mariólogos y biblistas actuales descubren otros matices en el ‘misterio’ de las Bodas de
Caná, que como ‘misterio’ encierra una profunda teología simbólica, que no ha
conseguido todavía un pleno esclarecimiento.
+ El P. Ignacio de la Potterie, S.J., uno de los autores más sugerentes en este tema,
después de recorrer un largo camino de análisis filológico, de alumbrar ideas y
proposiciones superpuestas o inducidas, atento al ritmo gramatical de las frases y al
significado del término ‘mujer’, que rima con la escena del calvario, siguiendo a J.P.
Charlier, concluye con estas afirmaciones:
“En sus gestos y en su diálogo, la Virgen María y Cristo transcienden ampliamente el
plano humano y material de aquella fiesta <de bodas>; suplantan a los jóvenes esposos
de Caná, para venir a ser El Esposo y la Esposa espirituales del banquete mesiánico”[72].
En esta interpretación se pone como base el sentido simbólico--nupcial del mesianismo, e
incluso se eleva la boda de Caná -dentro del mesianismo- a un contexto soteriológico,
en el que la Virgen María -como en el calvario- ostenta la dignidad de corredentora, y
madre espiritual de los redimidos. En esta línea, acentuada por J.P. Charlier, en el
simbolismo de la Esposa de las bodas, ‘colabora’ con Cristo –el Esposo-, en preparar el
‘nuevo vino’. Y en calidad de Esposa es la primera colaboradora de Cristo, que se
convierte verdaderamente en una ayuda semejante a El (Gen. 2, 19). Y ‘en la hora en que
se realiza el signo, Juan nos presenta a la Virgen-Esposa integrada de la manera más
profunda en el plan redentor’ [73], también como corredentora.
En este primer plano de la consideración nupcial descubrimos a María como
‘colaboradora’ con su Hijo al plan redentor de Dios. Pero, adelantando la reflexión,
llegamos a descubrir un ‘tema nuevo’ –lo llama I. de la Potterie-:
“que se insinúa discretamente en el relato de Caná: el de la ‘maternidad espiritual’ de
María, con relación al nuevo Pueblo de Dios. En la tradición bíblica la ‘Hija de Sión’ se
representa con frecuencia en su función maternal, que el versículo 5 del Salmo 86 (LXX)
expresa muy bien: <<de la madre Sión se dirá: todos han nacido en ella>>[74]
I. de la Potterie extiende su reflexión a otros temas complementarios. Haciendo una
síntesis conclusiva de este tema tan sugerente, podemos concluir enlazando la escena de
las Bodas con la escena del calvario, como lo hace este autor:
“Al adoptar esta actitud e invitar también a los <<servidores>>, a los discípulos, a una
obediencia perfecta, María es la primera que impulsa a los demás a hacerse nuevo pueblo
de Dios. Esta idea, implícitamente presente en Juan 2, 1-12, se /
Desarrollará más adelante…donde se proclamará de manera explícita la maternidad
espiritual de María, para los discípulos de Jesús”[75].
+ Hugo Rahner, desde un punto de vista teológico y más espiritual, adopta en la
interpretación de la escena de las bodas de Caná el simbolismo nupcial, que incluye el
sentido y el significado eclesial, y que tiene aplicación a muchos momentos de la nueva
Alianza, en la sangre de Cristo, porque “su interpretación de las Bodas de Caná
comprende todo el desarrollo de la historia de la salvación, desde la primara venida en
la Encarnación, hasta el retorno glorioso del Señor al fin de los tiempos”[76],
simbolizado en la victoria de la conversión del agua en vino Se mueve en un ambiente
místico-simbólico, según el cual en la Alianza María es “la Madre de todos los que son
santificados por la fe’ en Jesucristo[77].
Piensa este autor que Jesús, al referirse en Caná a la llegada de su hora, aludió a las
escenas del calvario, al punto central de la obra de la redención: a su Pasión y a su
muerte. Su sangre derramada era el ‘vino nuevo’ de la nueva y eterna alianza. En los dos
momentos está presente su Madre, la Virgen María, la gran mujer en la historia del
mundo, que su Hijo proclamará como <<Madre>> de todos los creyentes y el modelo
de la Madre Iglesia[78].
Hugo Rahner llega aquí a la cima de su reflexión teológico-bíblica, relacionando el
significado de las Bodas de Caná con el punto central de la obra de la Redención: su
<<hora>>. Desde esa cumbre contempla la muerte del Señor en la Cruz, y la sangre
preparada por María, derramada para la salvación de todos los hombres. En ese momento
definitivo Jesús proclama a María, su Madre, Madre de todos los pueblos, de todos los
que creerán en El, porque es Madre, figura y modelo de la Iglesia[79].
+ Otros autores proponen interpretaciones muy similares a las que he recogido aquí. El
mismo D. Bertetto, conocedor de diversas teorías e interpretaciones, se manifiesta
favorable a la tesis de la maternidad espiritual-eclesial de María en las ‘Bodas de Caná,
en referencia con la mística del Calvario y la llegada de la hora de Jesús.
Reconoce que Santo Tomás y los autores medievales, siguiendo la interpretación de los
Santos Padres , han aportado una serie de datos, que han ayudado a los modernos
teólogos y biblistas a conocer más profundamente la función maternal de María en el
episodio de las Bodas de Caná.
Aparte de esto, es importante la consideración que hace este autor. Juan, el discípulo
amado de Jesús, autor del relato de las Bodas de Caná, no actúa solamente como un
simple escritor, que consigna un dato sin más de la historia de Jesús. Parece más probable
afirmar que actúa aquí como ‘autor divinamente inspirado’, que pretende ofrecer la
enseñanza de un misterio de salvación, al relatar el primer milagro de Jesús.
Es claro que en esta enseñanza la Virgen María manifiesta un gran poder de intercesión
ante su Hijo. Se ve así en el primer milagro realizado por Jesús, en la conversión del agua
en vino, que afianzó y aumentó la fe de sus discípulos. Por la fe se unieron más
espiritualmente a El, y ‘se insertaron vitalmente, como el sarmiento en la vid, en
Jesucristo Cabeza del Cuerpo Místico, como los primeros miembros de la Iglesia, familia
de los creyentes[80].
María, la Madre de Jesús, invitada personalmente a la Boda, a la que asiste también su
Hijo con sus discípulos, actúa aquí ya como la Madre de esa familia espiritual, que es la
Iglesia naciente.
NOTA 1ª. Maternidad espiritual de María y la Doctrina Patrística:
La doctrina que hemos expuesto sobre la ‘maternidad espiritual’ de María, siguiendo
principalmente el pensamiento del Magisterio de la Iglesia está en conformidad con la
tradición patrística y en su mayor parte inspirada por ella. En muchas ocasiones los Papas
citan en sus documentos y se remiten a las enseñanzas de los Santos Padres. El mismo
Concilio Vaticano II se remite expresamente a la autoridad del Santos Padres, tratando de
la maternidad espiritual de María[81].
Esto mismo hacen de forma más amplia los mariólogos y autores de manuales de
mariología.La documentación es más abundante, cuando se trata de algunos aspectos
particulares de la ‘maternidad espiritual’, por ejemplo: la maternidad espiritual, bajo el
aspecto de mediación, de corredención y de distribución de las gracias. Por otra parte,
están estudiados algunos aspectos particulares de la maternidad espiritual, según el
pensamiento de los Santos Padres. Esta bibliografía, desde hace cuarenta años, está
recogida en forma perfecta por el P. Giuseppe M. Besutti, en su ‘Bibliografía
Mariana’[82].
NOTA 2ª. Maternidad espiritual de María en el ‘Diálogo ecuménico’.
Diversos autores se han referido al tema de la colaboración de María a la redención‘maternidad espiritual’ en particular, aparte de otros estudios más generales. En general
podemos decir que este tema ha progresado poco en el movimiento ecuménico. No hay
avances significativos. Y en ocasiones no se ha prestado atención, y se ha guardado
silencio sobre este tema.
+ Las Iglesias luteranas tienen un sistema sobre redención, gracia e iglesia muy distinto
del católico, y por lo general, no hablan de maternidad espiritual de María. Hans
Asmussen, uno de los teólogos más cercanos a la mariología católica, afirma que María
tiene cierta relación con la salvación, que no podemos pensar en Cristo sin pensar en su
Madre, y que hay un nuevo nacimiento de la Virgen. Pero, no hay un desarrollo
doctrinal[83].
+ Entre autores de formación calvinista destaca Max Thurian, teólogo de la Iglesia
Reformada, que habla de la presencia de María en el calvario en un sentido salvífico,
participante del los sufrimientos de su Hijo, muy unida a la misión de la Iglesia, muy
unida a la obra redentora de Cristo, el único salvador… Estas afirmaciones son muy
generales, y son comunes en la mariología católica. Pero, ¿Qué función cumple la
Virgen María en la redención?...Max Thurian no tiene un sistema, ni una amplia
explicación sobre esto. No obstante él afirma que María es indispensable en la obra de la
salvación. ¿En qué sentido?... Tal vez porque es la Madre de Jesús de Nazaret, el único
Salvador[84].
+ La más cercana a los católicos es la Iglesia Anglicana. En general, el Anglicanismo
incluye en su calendario litúrgico la celebración de cinco fiestas marianas. Y en cuanto a
la doctrina, admite las verdades fundamentales que la Iglesia profesaba antes de su
separación de la Iglesia de Roma (1534). Maternidad divina, virginidad, etc. Algunos
Obispos y teólogos modernos admiten un género de mediación mariana y también de
intercesión, en la Comunión de los Santos.
Pero, en el Anglicanismo no existe uniformidad de pensamiento ni de doctrina mariana.
No existe propiamente una mariología ‘anglicana’. Y el tema de la ‘maternidad
espiritual’ de María, no forma parte de su teología[85]. No obstante, existen en nuestros
días algunos teólogos anglicanos, que reconocen una función maternal de María sobre la
Iglesia en el calvario. Al parecer, el Papa Juan Pablo en II alude a estos teólogos en la
Encíclica sobre La Madre del Redentor, cuando dice en el apartado sobre ‘El camino de
la Iglesia, y la unidad de todos los cristianos’, que es un buen auspicio que algunas
Iglesias y Comunidades eclesiales no católicas de Occidente estén de acuerdo con la
Católica en cuestiones fundamentales de fe y doctrina, y sobre todo en lo que se refiere a
la Virgen María, a quien reconocen como Madre de Dios, y la miran a los pies de la cruz,
que acoge como hijo suyo al discípulo amado, el cual a su vez la recibe como Madre[86].
Este es un verdadero reconocimiento de la ‘maternidad espiritual’ de María. Algunos
autores son partidarios también de una mediación e intercesión de María a favor de los
hombres en la ‘Communio Sanctorum’. Representantes del Anglicanismo, participantes
en los Congresos Internacionales mariológicos y marianos se manifestaron favorables a
estas tesis[87].
* * * *
II. SEGUNDA PARTE.
MARÍA, ‘MODELO’ DE LA IGLESIA
I. Presentación:
1º) Este tema: ‘María, ‘modelo’ de la Iglesia’ en cierto sentido forma una ‘unidad’ con
el tema de la ‘maternidad espiritual’, y más propiamente con el de María, Madre de la
Iglesia. Son dos amplias cuestiones, o dos temas que mutuamente se complementan.
Incluso podríamos afirmar, según mi opinión, que no es posible tener un conocimiento
teológico perfecto, completo y adecuado de la ‘maternidad espiritual’, o de María,
Modelo de la Iglesia, en la historia de la salvación -como la consideramos aquí- si no
incluimos en esa maternidad, o en ‘María, Madre de la Iglesia’ la referencia, o la
prerrogativa de su ejemplaridad, o la consideración de María, como modelo y paradigma
de la Iglesia y de las almas.
‘Madre’ y ‘Modelo’ son dos conceptos distintos, pero, tienen su afinidad, y gozan de
cierta semejanza, desde el punto de vista de las maternidad. Porque, la acción del
modelo, que influye en la creación o modelación de un nuevo ser, o de una imagen más o
menos perfecta, que reproduce al ejemplar, ¿no es algo similar a una acción maternal?.
El ‘ejemplar’ transmite analógicamente el ser y la vida, su configuración, de una
manera del todo singular; pero, semejante al original, como una copia o una reproducción
más profunda, y como un hijo se asemeja a su madre, salvando las diferencias.
No se puede negar que un modelo ejerce un verdadero influjo positivo en la creación, o
configuración de un nuevo ser, que resulta semejante a sí mismo. Dentro del campo de la
analogía, esto tiene cierta similitud con una acción maternal, que se acentúa en el campo
de las realidades espirituales, y sobrenaturales, de las que sabemos muy poco.
Esta reflexión tiene una aplicación ajustada en el orden de las realidades espirituales, y
dentro de la historia de la salvación. Se puede decir que en este orden es mayor la
perfección del ser y más perfecta la semejanza, que en el orden puramente natural, donde
a veces las personas y los individuos carecen de influencia y del sentido de la
ejemplaridad[88].
Esta consideración general tiene una aplicación perfecta en el ámbito de la ‘maternidad
espiritual’ de María, y en el campo de la vida de la Iglesia, y del ejercicio de la vida
espiritual de las almas. Ser ‘modelo’ y ‘ejemplo’ son ciertamente conceptos distintos de
‘madre’ y de ‘maternidad’. Pero, aunque diferentes -lo mismo que la educación-, caen
dentro de la función adecuada y más perfecta del ser Madre.
Es evidente que la acción maternal no consiste solo en la función de engendrar, o traer al
mundo una nueva vida. Su función consiste también -aunque sea como una
consecuencia- en su crianza y en su educación, desarrollando las facultades y las
virtualidades que encierra su ser, y perfeccionando por ese ejercicio todas sus buenas
cualidades.
Estas reflexiones subyacen a unas afirmaciones importantes que hace el Papa Pablo VI
acerca de María, como modelo de la Iglesia, que nos sirven también para hacer un
planteamiento correcto de este problema. Vamos de lo humano y natural, a lo
sobrenatural y espiritual, más perfecto. Dice así el Papa, haciéndose eco de la enseñanza
del concilio Vaticano II:
“En efecto; como toda madre humana no puede limitar su misión a la generación de un nuevo hombre,
sino que debe extenderla a las ‘funciones de nutrición y educación de la prole; así se comporta la
bienaventurada Virgen María. Después de haber participado en el sacrificio redentor del Hijo… Ella
continúa ahora desde el cielo cumpliendo su función maternal de cooperación en el nacimiento y en el
desarrollo de la vida divina en cada una de las almas de los hombres redimidos. Es esta una verdad muy
consoladora que, por libre beneplácito de Dios sapientísimo, forma parte integrante del misterio de la
humana salvación. Debe, por tanto, ser considerada de fe por todos los cristianos”[89].
El Papa Pablo VI, sensible a los planteamientos y a la explicación de estos problemas,
después del enriquecimiento de la mariología con la doctrina y las perspectivas abiertas
por el concilio Vaticano II, con referencia a la ‘maternidad espiritual de Maria y a la de la
Iglesia, tiene un texto muy significativo, que nos sirve como tema de reflexión, y punto
de partida de nuestras consideraciones sobre este tema.
2º) El reconocimiento y la veneración de la ejemplaridad de María, o de su prerrogativa
característica como modelo de la Iglesia y de las almas, es el fundamento, o una forma
del culto, con que la honra y la venera la Iglesia, llamado el culto de imitación. Este
culto ha sido reconocido oficialmente y practicado en la Iglesia de muy diversas formas
desde la época más antigua. Tiene su fundamento en la Biblia, por ejemplo, en el elogio
que Isabel, “llena del Espíritu Santo, hizo a voz en grito de la fe de María:
Bienaventurada Tú, porque has creído…(cf Lc 42-43). Lo exaltó de forma singular San
Ambrosio, y lo recomendó vivamente a sus discípulos, como lo ha recordado, y
reconocido en nuestros días el Papa Pablo VI [90].
La imitación de María y su cualidad -que es una verdadera dignidad- como modelo,
tuenen su fundamento en su perfección y santidad eminente y singular, reconocida
también por la Iglesia. Pero es en efecto y verdaderamente modelo, cuando por su influjo
y su ejemplaridad contribuye a modelar su imagen espiritual en las almas. Este es influjo
se considera como una causalidad, o una acción positivo de una causa, que causa en las
almas los efectos de la santidad. Dicha causalidad, según el pensamiento de algunos
mariólogos modernos, esta contenida en los designios salvíficos de Dios, que desde la
eternidad eligió a María para Madre y colaboradora con su Hijo el Redentor a la obra de
la redención. Esta reflexión parece coherente, ya que el concepto de ‘maternidad
espiritual’ incluye la acción espiritual a favor de las almas. Bajo este punto de vista, la
imitación de María queda dignificada y elevada al más alto grado, ya que -aparte de
otras razones-, María es la personificación inefable de la Iglesia[91].
De aquí podemos deducir el valor y la importancia que tiene este tema para la mariología
en general, y de manera particular para la mariología actual. Por una parte, un estudio en
profundidad de las relaciones de María, como modelo de la Iglesia, nos conduce a un
conocimiento más amplio y más profundo de su misterio en la historia de la salvación,
desde su predestinación.
Es posible clarificar más aún la relación íntima entre la ejemplaridad de María, o su
cualidad como modelo de la Iglesia, con su maternidad espiritualidad. Esto sería una
aportación positiva para la mariología, y una conquista notable para el conocimiento de
la Iglesia. Esta es la verdad muy consoladora, como la califica el Papa Pablo VI, que no
debe estar ausente en los esquemas de la mariología, como sucede en nuestros días. En
muy pocos manuales de Mariología se presta atención a esta cuestión, eminentemente
teológica y espiritual.
Algunos mariólogos exponen muy brevemente este tema, relegado a un capítulo final, de
una forma vaga e imprecisa, entre cuestiones de religiosidad popular, de espiritualidad
mariana, etc; pero no se le da el relieve que tal tema merece. En este contexto, es una
honrosa excepción el tratado de mariología del P. Domenico Bertetto, S.D.B., a quien he
citado varias veces. Con mucho acierto, desde el punto de vista metodológico, dedica un
amplio apartado al estudio de: ‘María Modelo y Ejemplar de la Iglesia’, dentro del
capítulo general: ‘María en el misterio de la Iglesia’[92].
c-) El tema: María, Modelo de la Iglesia, tiene dos vertientes, o puede ser considerado
desde dos puntos de vista distintos. Quiero decir que incluye dos puntos de referencia.
Por una parte, el punto focal de referencia es la misma Virgen María, la Madre de Dios y
colaboradora eficiente con su Hijo en la obra de la redención. Bajo este aspecto,
consideramos y contemplamos la imagen de María adornada y enriquecida con todas las
gracias, las virtudes, los dones del Espíritu Santo, y los carismas particulares, que
constituyen los rasgos de su ejemplaridad. Estos rasgos son la irradiación de la
perfección que los fieles deben imitar.
Por otra parte, María como modelo =[-el conjunto de sus dones sobrenaturales y de sus
perfecciones…-], podemos contemplarla como objeto, o como término de la acción
espiritual y sobrenatural de las almas, que se ejercitan en / y practican su imitación. Esta
imitación tiene por objeto realidades concretas: virtudes o actitudes de la Virgen María.
La imitación es como el eco de la ejemplaridad y de la perfección del modelo, que
proyecta sus rayos de luz, que tocan el corazón de las almas, moviéndolas a la imitación;
es la respuesta del alma a la influencia, o a la fuerza de atracción, que ejerce sobre ella la
irradiación espiritual del modelo.
Estos dos aspectos son diferentes, como aparece a simple vista; pero, son
complementarios el uno el otro. La función del modelo es influir en quienes lo
contemplan, e irradiar la fuerza de sus perfecciones, y suscitar en ellos la acción de
imitación. De lo contrario: ¿para qué sirve un modelo, que no ejerce una influencia en los
que lo conocen?...Serviría solamente para ser una pieza de museo.
En forma parecida podemos decir de la imitación, o de la persona que debe practicarla.
No es fácil realizar espontáneamente una obra de forma perfecta, si no tenemos un
modelo que imitar. Esto tiene especial aplicación y verificación en el orden espiritual y
sobrenatural: en la perfección de las almas. Es verdad que una persona puede realizar
grandes obras, maravillosas y muy perfectas, siguiendo una inspiración interior. Pero,
esto es propio de los genios, y de individuos superdotados. La mayor parte de las
personas, máxime en la vida espiritual, necesita guiarse por la inspiración que le suscita
un modelo: Jesucristo, la Virgen María, San José, los Santos….
Tratamos aquí de María, modelo de la Iglesia. Me parece que esto no incluye el tema de
la imitación, que constituye un capítulo aparte. Por eso, aquí trataré solamente de las
cuestiones relativas a la Virgen María, como modelo y ejemplar excepcional para la
Iglesia, para sus miembros, sobre los que ejerce una influencia maternal benéfica y
permanente.
II. María, Modelo y ejemplar de la Iglesia. El hecho.
¿Es María verdaderamente modelo y ejemplar de la Iglesia? ¿Se trata de una
ejemplaridad propia y objetiva, o es más bien simplemente metafórica?. La Virgen
María es una persona real e individual, que asunta gloriosamente en cuerpo y alma a los
cielos, participa de la eterna bienaventuranza. La Iglesia, por el contrario, es una entidad
sobrenatural, una colectividad de carácter jurídico, con unas características muy
singulares. Todo lo relativo a la maternidad espiritual y a la ejemplaridad puede tener
una denominación común para María y la Iglesia; pero, hay que salvar sus características
diferenciales, y particulares[93].
Esto no impide la realidad de una verdadera ejemplaridad espiritual de María para la
Iglesia, que se ejerce y se realiza sobre sus miembros. Los interrogantes que hemos
formulado incluyen dos problemas. Por una parte, la existencia, o el hecho mismo de la
ejemplaridad de María. Y en segundo lugar -suponiendo que la respuesta a la pregunta
es afirmativa- ¿cual es la naturaleza, cuáles son las formas, la extensión, la universalidad
y las aplicaciones -por concretar unas cuestiones- de esa ejemplaridad?
2. 1.- María es ‘Modelo’, ‘ejemplar’ y ‘Figura’=’icono’ de la Iglesia:
1º)- Presentación: El objetivo de este apartado es aportar las pruebas, argumentos y
razones, de carácter teológico, que garantizan la existencia de esta prerrogativa de la
Virgen Madre de Dios: modelo de la Iglesia. Conocido así este hecho maravilloso,
pasaremos a dar una explicación, teológica también, de su significado principal. Para
una comprensión objetiva y razonada de este problema, debemos situarnos en el orden
sobrenatural, y dentro de la historia de la salvación, la historia salutis.
La ejemplaridad de María para la Iglesia, o ser modelo perfecto de la Iglesia, están en
íntima relación con la maternidad divina y espiritual, y dependen de ellas, por disposición
de la voluntad divina. La voluntad de Dios es la que ha dictado, en sus designios eternos
de salvación, las razones de la ejemplaridad de la Virgen María con relación a la Iglesia.
En este supuesto, para conocer la existencia, o el hecho de la prerrogativa de: María,
Modelo de la Iglesia no debemos acudir a razones meramente humanas. Este hecho está
íntimamente unido -como he dicho- a la ‘maternidad espiritual’, y pertenece al orden de
la salvación, sabia y armoniosamente establecido por Dios. Es importante a propósito de
esto, un texto del Papa Pablo VI, en la primera parte de su Exhortación Apostólica
Signum Magnum, -que ya hemos citado más de una vez-. Refiriéndose a la ‘maternidad
espiritual’ de la Virgen María, que para él incluye también la ejemplaridad, afirma que
es “…una verdad… que por libre beneplácito de Dios sapientísimo forma parte
integrante del misterio de la humana salvación[94]
Ante esta perspectiva, para conocer las razones de la ejemplaridad de María tenemos que
acudir a la revelación divina y a las enseñanzas del Magisterio vivo de la Iglesia, que en
muchas ocasiones recomienda e invita a los fieles a imitar las perfecciones espirituales
de la Virgen María, proponiéndola como modelo y ejemplar universal. En todos estos
casos el Magisterio reconoce la ejemplaridad de María, y su perfección altísima como
modelo singular para la Iglesia.
2º)- María, ‘Modelo’ y ‘ ejemplar’ de la Iglesia, por ser ‘Madre espiritual’ El Papa Pablo VI
expone esta idea, y afirma que fue el mismo Jesucristo el que relacionó, y en cierta
manera incluyó la ‘ejemplaridad’, y la dignidad de ‘modelo’ en la ‘maternidad
espiritual’. Dice así en un texto muy significativo bajo este aspecto:
“Lo que debe estimular a los fieles a seguir los ejemplos de la Virgen Santísima, es el hecho de que Jesús
mismo, dándonosla por Madre, la ha señalado tácitamente como ‘modelo’ a seguir; es, en efecto, natural
que los hijos tengan los mismos sentimientos que su Madre. Por tanto, así como cada uno de nosotros
puede repetir con San Pablo: ‘El Hijo de Dios me ha amado’ (Cf Gal 2, 20; Ef 5, 2); así, con toda
confianza puede creer que el Salvador divino le ha dejado también a él en herencia espiritual a su Madre,
con todos los tesoros de gracia y de virtud…a fin de que los volcase sobre nosotros, mediante el influjo de
su poderosa intercesión, y nuestra voluntariosa imitación”[95].
Podemos añadir a esto el testimonio del Concilio Vaticano II, que afirma y resalta la
ejemplaridad de María para la Iglesia, como un hecho, determinando en algunos casos el
objeto de su ejemplaridad.
3º)- María, ‘Modelo de la Iglesia’, por su perfección: Entre las razones de la ejemplaridad de
María para la Iglesia, esta es una de las más importantes. El modelo debe reunir en sí
todas las perfecciones de que son capaces los que deben imitarlo.
Los Papas principalmente comentan y resaltan la importancia de la perfección moral y
espiritual de la Virgen María, exhortando a los fieles a su imitación. Aparte de todo, la
perfección más elevada es una de las condiciones necesarias, que exige la categoría del
‘Modelo’.
La literatura religiosa sobre esto es muy abundante. Quiero transcribir un texto muy
significativo del Papa Pablo VI, relacionado con la proclamación del título: María,
Madre de la Iglesia, y por lo mismo también ejemplar y modelo. En el Discurso de
clausura de la tercera Sesión del Concilio Vaticano II, después de haber proclamado el
título en honor de la Virgen Santísima, y como justificación de esa proclamación, dice:
“En esta vida mortal [María] realizó la figura perfecta del discípulo de Cristo, fue el espejo de todas las
virtudes, y realizó plenamente todas las bienaventuranzas predicadas por Cristo. Por lo cual, toda la
Iglesia, al desarrollar su variada vida y su actividad, toma el ejemplo absolutísimo de la Virgen Madre de
Dios, para imitar perfectamente a Cristo[96].
Unos párrafos adelante, insiste sobre la perfección de la Virgen María, como Modelo de
la Iglesia. Recomienda a los Padres Conciliares que eleven en el pueblo cristiano el nivel
de la piedad y la devoción hacia la Madre de Dios,
“…proponiéndola como ejemplo a imitar, por su fidelidad, por su obediencia pronta a todo impulso de la
gracia celeste y, finalmente, por su vida totalmente confortada según los preceptos de Cristo y el aliento del
amor, de modo que todos los fieles, unidos entre sí por el nombre común de Madre, se sientan cada vez más
firmes en la confesión de la fe…[97].
4º)- María Modelo de la Iglesia: aspectos concretos: Estos aspectos los ha concretado el Concilio
Vaticano II, enseñando implícitamente la existencia de la ejemplaridad de María, como
modelo de la Iglesia: como Madre y como Virgen, y en el orden de la fe, de la caridad, y
de la unión perfecta con Cristo[98].
El Concilio aquí se acoge a la autoridad y al testimonio de la Tradición patrística, y en
particular a la de San Ambrosio, que es uno de los autores más importantes en este tema:
“La Virgen Santísima, por el don y la prerrogativa de la maternidad divina, que la une con su Hijo
Redentor, y por sus gracias y dones singulares, está también íntimamente unida a la Iglesia. Como ya
enseñó San Ambrosio, la Madre de Dios es tipo de la Iglesia en el orden de la fe… Pues, en el misterio de
la Iglesia, que con razón es llamada también madre y virgen, precedió la Santísima Virgen, presentándose
de forma eminente y singular como modelo, tanto de la Virgen como de la Madre” [99].
Este texto tiene dos partes, correspondientes a dos ideas importantes. La primera
equivale a una afirmación formal del Concilio, que podemos formular así: María es tipomodelo de la Iglesia. Precisa incluso los puntos de referencia en los que se verifica su
ejemplaridad: Madre y Virgen. En esa afirmación aparece también claramente señalada
la ejemplaridad de María para la Iglesia, con relación a la maternidad, que al principio
del texto aparece como maternidad divina, pero, en cuanto incluye también la maternidad
espiritual, o maternidad soteriológica.
La segunda parte del texto clarifica la acción maternal de María sobre la Iglesia,
mediante la fe y la obediencia. El Concilio pone de relieve -como uno de los
fundamentos de su enseñanza- la fraternidad de los fieles con Cristo, El Hijo primogénito
del Padre, y Hermano Mayor de la familia de Dios. La acción maternal sobre la Iglesia
se traduce por la cooperación de la Madre a la generación y educación de los hijos de
adopción, con su amor materno[100].
Se puede hablar ciertamente de un paralelismo entre María y la Iglesia en este punto,
aunque no perfecto. La Iglesia mantiene cierta dependencia de Cristo Cabeza el Cuerpo
Místico, y también de María, verdadera Madre espiritual. Según el pensamiento de San
Ambrosio, ese paralelismo se manifiesta en el orden de la fe, de la caridad y de la unión
perfecta con Cristo. Pienso que hay que reconocer también cierta excelencia de María
con relación a la Iglesia, en cuanto Ella es la Madre espiritual de los fieles que
constituyen la Iglesia. Esto puede entenderse también de la múltiple intercesión con que
en el Cielo la Virgen Asunta cuida con amor materno de los hermanos de su Hijo[101].
5º)- María, Modelo de la Iglesia, en la santidad: El texto mariano del Concilio Vaticano II
presenta una atención especial a la santidad de María y de la Iglesia. La función de la
Madre consiste en irradiar santidad, y en incrementar la santidad de la Iglesia. La Iglesia
a su vez contempla gozosa la santidad de la Madre de gracia, e imita su caridad[102]. La
contempla a la luz del Verbo de Dios, hecho hombre, porque la Madre virginal es su
ejemplar y su modelo[103].
Bajo este punto de vista, y situándonos en el corazón de este tema, podemos decir
todavía algo más. María no es solo un modelo de la santidad de la Iglesia y para la
Iglesia. Contemplando a la Virgen Asunta gloriosamente a los cielos, representada en la
Mujer del Apocalipsis (12, 1-14), vencedora del dragón de las siete cabezas, y coronada
con corona de doce estrella, podemos decir que María es la personificación de la santidad de
la Iglesia; es mucho más que un simple modelo, por muy perfecto que este sea.
El Concilio Vaticano II admite y enseña, a mi modo de ver, esta singularidad de la
Virgen Inmaculada, toda hermosa, la belleza en sí misma, no solo estética, sino esencial y
ontológica, como la definió Pablo VI[104], personificación de la Iglesia en su santidad.
Este es el significado de este texto conciliar, tan importante:
“Mientras la Iglesia ha alcanzado en la Santísima Virgen la perfección, por la cual no tiene mancha ni
arruga (cf Ef 5, 27), los fieles luchan todavía por crecer en santidad…; por eso, levantan sus ojos a María,
que resplandece como modelo de virtudes para toda la comunidad de los elegidos” [105].
María ha llegado ya a la santidad plena. Es la personificación de la santidad más alta y
más perfecta, radiante y luminosa, Inmaculada. Es el Icono de la santidad, y como
persona singular y única, es la expresión más fiel y representativa de la santidad del Dios
infinito en sus perfecciones. La Iglesia,= sus miembros, están en vías de progreso y de
incremento en su santidad.
Este progreso se realiza en su mayor parte, en la práctica de las virtudes, y en la vivencia
de la oración contemplativa de los fieles. Por este camino los fieles se asemejan cada día
más y más al Redentor; y por el ejercicio de la fe, de la esperanza y de la ardiente
caridad, y por la obediencia a la palabra y a la voluntad del Padre de las misericordias, se
unen más íntimamente, y se configuran de la forma más perfecta con la imagen del Cristo
resucitado[106].
6º)- María, Modelo de la Iglesia: Otros aspectos: Las consideraciones que he hecho hasta aquí
no agotan el tema de la ejemplaridad de Manía para la Iglesia. Existen otros muchos
aspectos de esta ejemplaridad, que se derivan de los rasgos más importantes, y de la
aplicación de las enseñanzas de los Papas, y de la verificación de momentos
transcendentales en la vida de la Iglesia y de las almas.
Los rasgos que irradia la figura imitable de María, reflejados en el texto mariano del
Concilio Vaticano II, son como conceptos e ideas que contribuyen a un conocimiento
más objetivo y profundo de la imagen de María. Hoy se hace más necesario este
conocimiento, para poner por obra las enseñanzas del Vaticano II sobre la verdadera
devoción mariana, que consiste en el conocimiento y el amor a nuestra Madre , Madre de
Dios, y en la imitación de sus virtudes [107].
Entre esos otros rasgos de la ejemplaridad de María, podemos proponer como más
importantes:
* María, modelo de la Iglesia, en el culto que consiste en hacer de la propia vida
una oblación a Dios[108].
* María, modelo de la Iglesia en el ejercicio del culto litúrgico[109].
* María, modelo de la Iglesia, en las actitudes fundamentales de la vida
cristiana[110].
* María, modelo de la Iglesia, en el amor apostólico[111].
* María, modelo de la Iglesia, el más perfecto después de Cristo.
* María, modelo de la Iglesia y universal.
2. 2.- María, modelo de la Iglesia, en sentido propio y objetivo.
Los elementos que integran este apartado son realidades, con sentido propio y objetivo.
No se trata de metáforas ni de meros simbolismos. Se trata, sí, de sentidos y
significaciones espirituales y sobrenaturales, que comportan una fuerza y un valor mayor
que el de las realidades naturales.
María, como personificación de la Iglesia, contiene en sí toda su perfección y santidad.
Por eso, en su propia realidad personal, después de Cristo, es el modelo más perfecto del
misterio eclesial, y de todos sus miembros. Y no se puede decir que esto sea un
simbolismo, o que tenga simplemente un significado metafórico. Es real y objetivo, con
la misma objetividad que tienen la Virgen Santísima Madre de Dios, el misterio de la
Iglesia, y la gracia y la santidad.
Tal vez no conocemos bien, ni con mucha precisión el mecanismo del influjo espiritual
que la Virgen María, como Madre espiritual, ejerce sobre sus hijos. Ella está dotada de
todas las perfecciones: reúne en sí y refleja en cierto modo las supremas verdades de la
fe[112], y los más elevados dones de la salvación, para irradiarlos sobre las almas, y para
atraerlas hacia Jesucristo, con la fuerza de su influencia espiritual, como Mediadora
entre Dios y los hombres.
Nada de esto puede interpretarse como una simple metáfora. La Virgen María es modelo
eminente de la Iglesia. Por su influencia materna María modela a la Iglesia a su imagen y
semejanza, y la configura perfectamente con la imagen de Jesucristo, que es el modelo
absoluto de todos los elegidos en la historia de la salvación. Todos deben reflejar su
rostro para formar parte de la Jerusalén del cielo (Cf Ef 1, 3-12).
De esta manera, desde la Iglesia, configurados sus miembros con la imagen de la Virgen
Madre, modelo de santidad, pueden llegar a configurarse -por el camino más corto y más
recto- con la imagen gloriosa y radiante del Hijo de Dios, para ser la alabanza de su
gloria (cf. Ef 1, 6).
[1] Pablo VI, ‘Discurso en la sesión de clausura de la tercera etapa conciliar, 21,IX, 1964.- Acta
Synodalia Sacrosancti Concilii Vaticani II, vol. III, pars VIII, p. 916.
[2] Me refiero a la antigüedad y al origen del título: ‘Madre de la Iglesia’, no a la antigüedad de
la doctrina, tan antigua como la misma Iglesia. Es lo que han hecho: Domenico Bertetto, ‘Maria,
Mater Ecclesiae’, en Salesianum, XXVII (1965), 3-64; ID., “Maria, Madre della Chiesa”, Catania,
Edizioni Paoline, 1965; D. Fernández, “Orígenes históricos de la expresión ‘Mater Ecclesiae’, en
‘Ephem. Mariologicae, 32 (1982), 189-200;
[3] Aquí hay que tener en cuenta y distinguir la formulación del título, como tal: María, Madre de
la Iglesia, y su contenido. Lo cierto es que el Concilio no utiliza en sus textos la formulación del
título, pero enseña la doctrina, como enseñanza universal de la Iglesia. La postura del Concilio
no parece lógica, ni muy coherente; por eso, no parece lícito argüir de aquí cierta reticencia del
Concilio bajo el aspecto doctrinal. No hay que confundir este aspecto con lo que puede ser fruto
de una prudencia externa. Ver D. Bertetto, “Maria, la Serva del Signore, l.c., pp. 552-553.
[4] “Nihil antiquius est in doctrina católica, quam B(eatam) Mariam Virginem appellare Matrem
hominum” (J.A. de Aldama, ‘Mariologia, se de Matre Redemptoris…, l.c., p. 409, nº 132). Hay
que entender esta afirmación en el sentido, según el cual, en el orden sobrenatural la vida
espiritual se comunica a las almas por la gracia, por una acción que se llama maternal.
Fundamentalmente, es la acción de María, asociada a Su Hijo en la obra de la redención, en la
que actuó como Madre corredentora.
[5] Monseñor G. Philips, que vivió el movimiento, el ambientes y las controversias de aquellos
años, y que redactó con el franciscano P. Carlos Balic, Presidente de la Pontificia Academia
Mariana Internacional de Roma, el texto mariano del Vaticano II, se expresa así acerca de
María, Madre de la Iglesia, antes del Vaticano II: “El tema del paralelismo entre María y la Iglesia,
ha surgido en la teología contemporanea <antes de 1964> de una manera tan inadvertida,
como fulgurante. Al. Müller, ha comparado su aparición a la de un cometa en el mundo
mariológico” ( G. Philips, “Marie et l’Eglise’’, en H. de Manoir, “Maria”,…t. VII, Beauchesne, 1964,
p. 365.
[6] Juan Pablo II, Enc. “Redemptoris Mater”, 25 de marzo, 1987.La parte III la titula el Papa
Mediación materna. Pero, en otros escritos importantes la llama presencia materna. Así en la
homilía de la inauguración el Año Mariano, en la Basílica de San Pedro, solemnidad de
Pentecostés, 6-VI,1987: “El Obispo de Roma se une con sus Hermanos en el Episcopado, para
profundizar en toda la Iglesia, en la perspectiva del Año Mariano, la conciencia de la presencia
materna de la Madre de Dios…” (‘Insegnamenti di Giovanni Paolo II, Libreria Editrice Vaticana,
X/2, 1988, pp. 2005-06, nº. 6). Ver mi estudio: Enrique Llamas, “La ‘Mediación materna’ de
María en la Encíclica ‘Redemptoris Mater’, en Est. Marianos, 61 (1995), pp. 149-180.
[7] Juan Pablo II, Encicl. ‘Redemptoris Mater’, (25, III, 1987), parte III, ns. 38 ss.
[8] “Cum hac spirituali maternitate intime connectuntur, uno vel alio modo, corredemptio,
dispensatio gratriarum, et universalis mediatio. Disputatur vero inter theologos, quo ordine haec
munera logice inter se connectentur” (J. A. de Aldama, “Mariología…”, l.c., p.408, nº 131. Expone
las diversas teorías sobre las prioridades de estos privilegios: corredención, mediación, etc).
[9] Conc. Vaticano II, LG 62.
[10] Conc. Vaticano II, LG 62: “ <María> asunta a los cielos no ha dejado esta misión
salvadora, sino que con su múltip’le intercesión continúa obteniéndonos los dones de la
salvación eterna” (nº 62). El Concilio llama ‘misión salvadora’ a lo que al principio del párrafo
llamó ‘esta Maternidad de María’…
[11] D. Bertetto, “Maria la Serva del Signore . Trattato di Mariologia”, Napoli, Ediz. Dehoniane,
1988, pp. 471 ss.
[12] Los autores no están conformes en la ordenación lógica, o en establecer las prioridades
entre esos diversos aspectos. En mi opinión, hay que dar prioridad a la colaboración de María
con su Hijo a la obra de redención, que es la maternidad corredentora, y que me parece el
fundamento de todo lo demás. Me parece incluso que el Concilio Vaticano II favorece esta
opinión, cuando dice, que María en diversos momentos de su vida, “cooperó de forma
enteramente singular a la obra del Salvador, con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente
caridad, con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas. Por eso es nuestra Madre en el
orden de la gracia” (LG 61).
[13]
Conc. Vaticano II, LG 61.
[14]
Ver mi estudio: E. Llamas, “La mediación mariana de María en la Encíclica ‘Redemptoris Mater’, en Est.
Marianos, 61 (1995), pp.149-180.
[15]
Ver este mismo vol., pp.
[16]
La bibliografía sobre este tema, en estos últimos 50 años, es muy abundante. Cito solaente por si interés la obra
de Jean Marie Salgado, “La Maternité Spirituelle de la trés Sainte Vierge Marie”, Editrice Vaticana, 1990. El autor ha
publicado otros muchos estudios de carácter histórico y doctrinal.
[17]
Pablo VI, Discurso en la 2ª Sesión del Concilio Vaticano II, 4, XII, 1963; AAS., 56 (1964), p. 37.
[18]
Algunos autores, en aquellos años, fundados en la terminología de: padre, madre, aplicada a los cristianos, sin
tener en cuenta la significación de esos términos en el orden espiritual y sobrenatural, hicieron absurdas aplicaciones –
en cierta manera irreverentes- llamando a la Virgen ‘abuela’ de los cristianos, si la Iglesia era su Madre, y María la Madre
de la Iglesia. Un disparate, por no entender bien la maternidad según el espíritu, y dar más importancia a la maternidad
biológica, y a otros factores. Cf D. Bertetto, “Maria, la Serva”…, l.c., pp. 553-554.
[19] Acta Synodalia…Concilii Vaticani II ,
[20]
vol. III, parte VIII, p. 916.
Cf. Concilio Vaticano II, LG 62.
[21]
Uno de los casos más señalados fue la situación de la Iglesia en tiempos de Pio IX, que definió el dogma de la
Inmaculada Concepción (1854), pidiendo la ayuda materna de María. Y la consiguió.
[22]
Pablo VI, Discurso en la clausura de 3ª sesión conciliar, 21,XI, 1964; Acta Synodalia…, vol. III, pars VIII, p. 916. El
mismo Concilio Vaticano II, refiriéndose a la ayuda y protección maternal de la Virgen María sobre la Iglesia, dice que “la
experimenta continuamente, y la recomienda a la piedad de los fieles” (Vaticano II, LG 62).
[23]
Es la idea que expone el Concilio Vaticano II, y que hemos comentado ya, glosando los textos de LG 57.
[24]
Juan Pablo II, ‘Alocución’ de 10 de enero, de 1979
[25] Conc. Vaticano II,
LG 56.
[26]
Cf. A.Luis Iglesias, C.SSR., “Dos Momentos culminantes de la maternidad espiritual: la anunciación y el calvario”,
en Est. Marianos, XX (1959), pp. 109-156.
[27]
El Vaticano II pone de relieve la importancia de este consensus-‘consentimiento de la Madre, expresamente
querido y establecido por el Padre de las misericordias, antes de la realización de la Encarnación, para manifestar que
‘así como la mujer contribuyó a la muerte, también la mujer contribuyese a la vida’ (Conc. Vaticano II, LG 56
[28]
Cf. Heb 10. Conc. Vaticano II, 55, traduce: misterios de su carne, por misterios de su humanidad.’
[29]
Conc. Vaticano II, LG 56.
[30]
Ver, Juan Pablo II, Encíclica RM 13-14; Pablo VI, SM 5; J.M. Bover, ‘Deiparae Virginis consensus
corredentionis ac Mediationis fundamentum’, Matriti 1942, 359 pp. José A. de Aldama, S.J. ‘Mariologia, seu de Matre …
l.c., nº 133, p. 410.
[31]
Conc. Vaticano II, LG 56. El Concilio Vaticano II asocia en este texto expresamente la ‘maternidad espiritual’ de
María con su intervención como corredentora con su Hijo: ‘sirviendo al misterio de la redención con El y Bajo El’,… y
‘cooperó a la salvación de los hombres… Este matiz es importante tenerlo en cuante; pues nos ofrece el verdadero
concepto de la m.e., como colaboración corredentora.
[32]
Pablo VI, SM 5.
[33]
San León Magno, Sermón 6 en la Natividad del Señor, ML 54, 213.
[34]
San Pío X, Carta Enc., Ad diem illum ( 2 de febrero, 1904), 6; AAS., 36, 452-53.
[35]
Pío XII, Enc. Mystici Corporis, (29, VI, 1943); AAS., 35 (1943) 247.
[36]
Cf. D. Bertetto, “Maria la Serva” …, o.c., p. 496. En forma parecida, en la escena del Calvario, María, como nueva
Eva, asociada místicamente en unión esponsal con el nuevo Adán, comunica los frutos de la redención a la humanidad.
[37]
Concilio Vaticano II, LG 56.
[38]
Cf Conc. Vaticano II, LG 56. En el texto del Concilio se remite, y se anotan los lugares de varios testimonios de
la tradición de la Iglesia.
[39]
Cf José Antonio de Aldama, ‘Mariología, seu de .. l.c., nº 139, p. 415, que cita las fuentes, o autores más notable
sobre estos aspectos.
[40]
Benedicto XIV, Bula ‘Gloriosae Domine’ (27,septiembre, 1748); Bullarium, 2, 428. Afirma que María, en el Calvario
es “Madre propia de la Iglesia, recibida de los labios de su Esposo moribundo”
[41]
León XIII, Enc. ‘Adiutricem populi’ (5 de septiembre, 1895),: AAS 28, 130: “In Joanne autem, quod perpetuo
sensit Ecclesia, designavit Christus personam humani generis”
[42]
‘Passio duorum.,’ Tractado de devotísimas y muy íntimas contemplaciones de la Pasión del Hijo de Dios, y
compasión de la Virgen su Madre, por e sta razón llamado Passio duorum”, Valladolid, 1526. Tuvo numerosas ediciones.
Sobre esta obra, Ver: J. Meseguer, ‘Passio Duorum’, Autores, ediciones, la obra’, en Arch.Iber-Americano, Barcelona,
29 (2969) 73, ss. J.Antonio de Aldama,S.J., “La piedad mariana en el tratado “Passio duorum”, en Est. Marianos, XLIV
(1979), 53-72; E. Llamas, “El dolor salvífico de María: La ‘compassio Mariae’ en los mariólogos españoles de los siglos
XVI-XVII”, en Est. Marianos,LXXII (2006), pp. 156-57 (con nota bibliográfica).
[43]
Conc. Vaticano II, LG 61.
[44]
Conc. Vaticano II, LG 52.
[45]
Cf. los textos de Hec 20, 28, y Ef 5, 25-32. San Pablo se refiere al gran misterio de la Iglesia, liberada del
pecado por la muerte de Cristo, y purificada por su sangre.
[46]
La relación de la escena del calvario con la del paraíso aparece afirmada y explicada en la mariología moderna y
en documentos autorizados del Magisterio de la Iglesia. El mismo Vaticano II, en dos ocasiones importantes, hace en el
fondo referencia a estos acontecimientos: LG, 56, sobre el consensus de la Virgen María a la Encarnación: LG 56:
“…para que de esta manera, así como la mujer contribuyó a la muerte, también la mujer contribuyese a la vida”. .. “y
comparándola con Eva, llaman <los Santos Padres> a María <<Madre de los vivientes>>, afirmando aún con mayor
frecuencia que <<la muerte vino por Eva, la vida por María>>.
[47]
Vaticano II, LG 61: “…Filioque suo in cruce morienti compatiens.
[48]
Cf. J. Luis Bastero, “La compassio mariana hasta el siglo XIII”, y Enrique Llamas,ocd., “El dolor salvífico de María.
La ‘compassio Mariae’ en los mariólogos españoles de los siglos XVI-XVII”, en Est. Marianos, LXXII (2006), pp. 109132; y 145-173.
[49]
Benedicto XIV, Bula ‘Gloriosae Dominae’, Bullarium, 2, 428.
[50]
Papa Pío VIII, ‘Praesentissimus’ (30, marz0, 1830), Bullarium Romanum, 9, 106.
[51]
Papa León XIII, “Quamquam pluries” (15, VIII, 1889), ASS 22, 67.
[52]
Papa León XIII, “Iucunda semper” (8 septiembre, 1894), ASS 27, 178.
[53]
Papa Pío XI, Carta Apostólica, ‘Explorata res est’ ( 2, 02, 1923), AAS 15 (1923), 104.
[54]
Papa Pio XI, Carta “Septimo abeunte” (16, julio, 1933); AAS 25 (1933) p. 435.
[55]
Pío XII, Discurso de 3 de mayo de 1939, y de 10 de julio de 1945. Ver “Discorsi e Radiomessaggi”, I, 92; y II, 76.
[56]
Pio XII, Radiomensaje de 8 de diciembre, 1953; Ver Tondini, “Le Encicliche mariane, 776.
[57]
Pío XII, Rediomensaje de 19 de junio, 1947, en AAS, XXXIX (1947), pp. 271-72.
[58]
Pio XII, “Mystici Corporis, (29, junio, 1943), AAS XXXV (1943), 247; “Mediator Dei” (20, noviembre, 1947), AAS
XXXIX (1947), 582.
[59]
Otros datos sobre la maternidad espiritual de María en Oío XII, ver D. Bertetto, “María la Serva del signore, o.c.,
pp.535-539
[60]
Conc. Vaticano II, LG 58. El concilio explica en este texto la presencia de María en el calvario, asociada a su
Hijo, que moría en la cruz. Concluye con esta frase: “…y finalmente fue dada <María> por el mismo Cristo Jesús
agonizante en la Cruz, como madre, al discípulo con estas palabras: `Mujer, he ahí a tu hijo (cf Jo 19, 26-27). Y remite
en nota a: Pio XII, Enc. Mystici Corporis, 29, junio, 1943.
[61]
Cf D. Bertetto, “La Madonna nella parola di Paolo VI”, Roma, Las, 1980, passim.
[62]
Pablo VI, Exhort. Apostólica, l.c., 1ª Parte, 1.
[63]
Juan Pablo II, Alocución, 10 de enero, 1979.
[64]
Juan Pablo II, RM 23.
[65]
Estas expresiones están tomadas del Concilio Vaticano II, al que se cita en nota: Vaticano II, LG 54 y 53
respectivamente.
[66]
Juan Pablo II, RM 23.
[67]
Juan Pablo II, RM 24. El Papa, fundado en la armonía y coherencia de los dogmas, recurre al Apocalipsis, 12, 1,
al significado simbólico de las bodas de Caná, que explicó anteriormente, y a la tradición patrística (San León Magno),
relaciona la Encarnación con el nacimiento de la Iglesia, en laque María mantiene continuadamente una presencia
materna.(San Leeriormente, y a l ecurre al ApocaliarmonMrduiene el pensamiento del Papa, sobre la maternidad de Mar
en estas pal"
[68]
Juan Pablo II, “Salvifici Doloris. El dolor humano”, (11, 02, 1984), 25.
[69]
Juan Pablo II, l. c.
[70]
Cf. D. Bertetto, “María, la Serva…, l.c., p. 557.
[71]
Santo Tomás de Aquino, “In Joannem”, II, lectio 1.
[72]
I. de la Potterie,S.J., “María en el misterio de la Alianza”, (traduc. de Bartolomé Perera Gelmes), Madrid, B.A.C.,
1993, p. 248. Cf. J.P. Charlier, “Le signe de Caná. Essai de Théologie Johannique (Bruselas, 1959), c. VI, p. 77.
[73]
J.P. Charlier, o.p. p. 80.
[74]
I. de la Potterie, o.c., p. 249. A. Serra, sigue esta misma linea. Repara en las palaras que María dijo a los
servidores de las bodas: Haced lo que El os diga (Jn 2, 5). Piensa que son como ‘testamento’, como en el calvario, que
significan ser dóciles a las palabras de Jesús: creer, orestar la obediencia de la fe, y cumplir su voluntad. De este modo,
y apoyado en esa autoridad -concluye De la Potterie- se señala implícitamente la maternidad espiritual de María” ( o.c.,
p. 249); Cf A. Serra, Maria a Cana e sotto la Croce, p. 30.
[75]
I. De la Potterie, o.c., pp.249-250.
[76]
Hugo Rahner, “María y la Iglesia”, Madrid, Ediciones Cristiandad, 2002, p. 81.
[77]
Hugo Rahner, o. c., p.
82.
[78]
Hugo Rahner, o.c., pp. 83-84.
[79]
Cf Hugo Rahner, o.c., pp.83-84.
[80]
Cf. D. Bertetto, “Maria la Serva…, l.c., p.500.
[81]
Conc. Vaticano II, LG 56: “Por eso, no pos Padres antiguos afirman…”
[82]
Como obras de información sobre la doctrina de los Padres, cito a modo de ejemplo, algunos autores:
A. Rivera, cmf., “María, Madre de los miembros del Cuerpo Mistico, en la tradición Patrística”, en
Est.Marianos, XVIII, 1959, pp. 42-73. – Francesco Spedalieri, S.J., “La Maternitá spirituale di Maria. La
credenza comume della Chiesa alla fine del s.IV” y “La Maternitá spituale di María” dal Conc. Di Efeso
alla fine dell’etá patrística”, en la obra: “Maria nella Scrittura e nella Tradizione della Chiesa, Roma,
1965, pp. 52-118, 227-288. - J.A. de Aldama, S.J., ‘Mariología, seu de Matre Redemptoris’, Madrid, 1956,
pp.408-454. – Bertetto, Domenico, Maria la Serva del Signore. Mariología, Napoli, Edizioni Dehoniane,
1988, pp. 81-110: ‘Mariologia Patrística’. – Ponce Cuellar, Miguel, ‘María, Madre del Redentor y Madre
de la Iglesia’, Barcelona, Herder, 2001, pp. 201- 284: Segunda Parte: ‘Desarrollo en los Padres’; González, Carlos Ignacio, ‘María, evangelizada y evangelizadora’, Bogotá, CELAM, 1989; pp.181-286: II
Parte: ‘María en la Tradición de la Iglesia’. – Jean Galot, S.J., ‘Maria, la Donna nell’Opera della salveza’,
Roma, Pont.Univer. Gregoriana, 1991, pp. 239-378. G.M. Besutti, “Bibliografía Mariana, 1948-1950”,
Roma, Marianum, 1950…Se han publicado IX volúmenes…
[83]
Cf Hans Asmussen, “Maria die Mutter Gottes”, Stuttgart, Evangelis. Verlagswerk, 1951, pp.110-21.
[84]
Cf. Max Thurian, “Marie, Mère du Seigneur, Figure de l’Eglise”, Taizé, Les Presses de,… 1962, p. 142 ss. (Existe
traduc. italiana y española…)
[85]
Cf. “Doctrine in the Church of England”, The Report of the Comisión on Christian Doctrine,… (1922), London,
1938, pp. 214-215. Cf mi obra: Enrique Llamas Martínez,ocd., “El Anglicanismo, Origen-Historia-Mensaje”, Salamanca,
Universidad Pontificia…Centro de Estudios Orientales y Ecuménicos, 2003, pp. 271-179: ‘La Virgen María’ (con
bibliografía).
[86]
Juan Pablo II, RM 30: “…es un buen auspicio que estas iglesias y Comunidades eclesiales <cristianas de
Occidente> concuerden con la Iglesia católica en puntos fundamentales de la fe cristiana, incluso en lo concerniente a la
Virgen María. En efecto, la reconocen como Madre del Señor, y consideran que eso forma parte de nuestra fe en Cristo.
… miran a María que, a los pies de la cruz, acoge como hijo suyo al discípulo amado, el cual a su vez, la recibe como
Madre”.
[87]
Ver mis estudios: E. Llamas, ‘Declaración ecuménica del Congreso Mariológico de Malta’, en Pastoral Ecuménica
(1984), pp.76-77; ID., ‘Declaraciones mariológicas ecuménicas (1979-1987)’, en Renovación Ecuménica, nº 94 (1988),
pp. 7-10.
[88]
El Papa Pablo VI resalta el sentido del ‘influjo’, que ejerce un modelo para la creación de la nueva imagen,
saliendo al paso de los que pretenden rebajar esa influencia positiva del ‘ejemplo’. Lo hace así al referirse a la Virgen
María, modelo de la Iglesia. Habla del ‘influjo’ de su poderosa intercesión, y de ‘otro influjo’, que ejerce sobre los
hombres: ‘el del ejemplo. Influjo real importantísimo ( Pablo VI, Signum Magnum =SM (13 de mayo, 1967), nº 5 segunda parte-, y nº 3, parte primera. Ver Concilio Vaticano II, LG 65
[89]
Pablo VI, SM, nº 1, primera parte.
[90]
Pablo VI, Marialis Cultus=MC (2, 02, 1974), 21. De San Ambrosio es esta clásica frase, referida a la vida de
María: Vita eius omnium est disciplina (“Expositio in Lucam”, II, 26; CSEL, 32, IV p. 45). Sobre San Ambrosio, bajo este
aspecto, Cf. Martino Bertagna, OFM., “Elementa cultus mariani apud S. Ambrosium Mediolanensem”, en ‘De primordiis
cultus mariani. Acta Congrssus Mariologici-Mariani in Lusitania anno 1967 celebrati’, vol. III, Romae, 1970, pp. 1-16; D.
Bertetto, SDB., “De cultu imitationis B.M. Virginia apud Patres latinos”, en ‘De primordiis cultus…, l.c., pp.99118 (sobre
San Ambrosio, pp. 101-110)
[91]
Sobre esta y otras cuestiones introductorias, Cf. D. Bertetto, “Maria, la Serva…, l.c., pp. 268-270.
[92]
D. Bertetto, “Maria, la Serva del Signore, Mariología”, Napoli, Ediz. Dehoniane, 1988. Teniendo en cuenta la
enseñanza del Concilio Vaticano II, estudia en este apartado algunas cuestiones importantes: ‘María Santísima ejemplar
y modelo de la Iglesia, como Madre y como Virgen (pp.571-579); “María Santísima modelo y ejemplar de la Iglesia en la
santidad y en las virtudes”(pp. 579-584); “María Santísima modelo y ejemplar de la Iglesia en la asociación esponsal con
Cristo”(pp. 484-586; “María, modelo de los jóvenes” (pp. 588-593); ‘Conclusiones’ (pp.594-595). Hace también una
referencia a María y el sacerdocio de la Iglesia (pp.586-588).
[93] Ver mi estudio: Enrique del Sdo. Corazón (Llamas),ocd., “Comparación entre la maternidad espiritual de la Virgen
María y la maternidad de la Iglesia”, en Est. Marianos, XX (1959), pp.207-262. Ver también: M.M. Philipon, O.P.,
“Maternité spirituelle de Marie et de l’Eglise”, en Et. Mariales (1952) pp. 64 ss; Sixto González, O.P., “Maternidad de
María y Maternidad de la Iglesia”, en Est. Marianos, XVIII (1957), pp. 301-349.
[94]
Pablo VI, SM nº 1, parte primera.
[95]
Pablo VI, SM nº 5, parte segunda.
[96]
Pablo VI, Discurso de clausura de la 3ª Sesión conciliar, l.c., pp. 916-17.
[97]
Pablo VI, Discurso de clausura…, l. c.
[98]
Concilio Vaticano II, LG 63.
[99]
Conc. Vaticano II, LG 63
[100]
Concilio Vaticano II, LG 63: “ Creyendo y obedeciendo, engendró en la tierra al mismo Hijo del Padre, y sin
conocer varón…como una nueva Eva, que presta su fe exenta de toda duda… al mensajero de Dios. Dio a luz a quien
Dios constituyó primogénito entre muchos hermanos (cf Rom 8, 29), esto es, los fieles, a cuya generación y educación
coopera con amor materno”. Este tema, así y en estos mismos términos, lo desarrolla el Papa Pablo VI en Signum
Magnum
[101] Cf D. Bertetto, “Maria , la Serva…, l.c.,
pp. 571-572.
En el número siguiente, el Concilio expone la maternidad espiritual-virginal de la Iglesia,
contemplando su santidad eximia, para imitar su caridad. La Iglesia es Virgen, porque por virtud del
Espíritu Santo, e imitando a la Madre del Señor, guarda pura e íntegra, y conserva virginalmente la fe, la
esperanza, y la caridad sincera (Vaticano II, LG 64).
[102]
Conc. Vaticano II, LG 64.
[103]
Cf Conc. Vaticano II, LG 65.
[104]
Cf Pablo VI, Alocución de 9 de septiembre de 1973 (Oss.Rom., 10, IX, 1973). Cf. mi estudio: E. Llamas, ocd.,
“Pablo VI, Promotor y Animador de la devoción mariana”, en Rev. de Espiritualidad, nº 143 (1977), p. 328.
[105]
Concilio Vaticano II, LG 65.
[106]
Cf Conc. Vaticano II, LG 65.
[107]
Cf Conc. Vaticano II, LG 67.
[108]
Cf Papa Pablo VI, MC, nº 21-22.
[109]
Cf Papa Pablo VI, ibid, 34-36.
[110]
Cf Pablo VI, MC 34-36.
[111]
Cf Conc. Vaticano II, LG 65.
[112]
Conc. Vaticano II, LG 65-