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DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
Introducción
Cuando una persona pronuncia o escucha la palabra “Iglesia”, inmediatamente la relaciona
con Dios, sacerdote, monja, rezar y una infinidad de cosas, personas o acciones que
tienen competencia con esta institución.
Pues bien, por otro lado se habla de la justicia como la función que deberán cumplir los
ciudadanos y hacer cumplir por las fuerzas armadas designadas por la ley, es decir, la
justicia en el punto de vista general es asunto netamente del Estado.
Parece ser que la Iglesia y la Justicia no tienen nada que ver, pero estos dos términos van
muy de la mano.
La Iglesia divulga una enseñanza que vela precisamente por el bien común y el
cumplimiento de la justicia. Esta enseñanza se denomina “La Doctrina Social de la Iglesia.”
En el presente trabajo se expondrán los objetivos principales de la doctrina, sus raíces,
tanto históricas como bíblicas y veremos la relación entre ésta y el Socialismo, sus
similitudes y diferencias ideológicas y prácticas.
En fin, es un tema nuevo para muchos y útil para todos, porque de esta manera nos damos
cuenta de un servicio más que nos presta la Iglesia.
Justificación
Inicialmente el propósito de este trabajo era simplemente para una nota en el área de
religión, sin embargo, a través de su realización, las razones fueron cambiando.
Uno, como parte indispensable de una sociedad, debe saber cuáles y cuántas son las
instituciones que trabajan por su bien. Afortunadamente he aprendido que la Iglesia es una
de ellas. Así que retomando el inicio de esta justificación, el propósito de este trabajo es
aprender cómo, desde el inicio de todos los tiempos y hasta el sol de hoy, la Iglesia,
imitando las acciones y enseñanzas de Cristo, se ocupa de la sociedad tomando al pobre,
la viuda, el extranjero, etc. como los primeros y más necesitados, gestión que no vemos
casi hoy en día.

DOCTRINA: Enseñanza que se da para instruir a alguien. Serie de conocimientos,
teorías, opiniones, etc., defendidos por una persona o grupo.

SOCIAL: Perteneciente o relativo a la sociedad humana o a las relaciones entre las
clases de la sociedad. Se dice de los animales que habitan en colonias.

IGLESIA: Institución religiosa fundamentada por JESUCRISTO. Conjunto de
pueblo y clero creyente en Jesucristo. Cada una de las comunidades cristianas.
¿Qué es la Doctrina Social de la Iglesia?
La Doctrina Social dela Iglesia es una ciencia que entra en diálogo con las diversas
disciplinas que se ocupan de la realidad del hombre, éstas son:

Lo religioso

Lo social

Lo económico

Lo político.
Consiste primordialmente en todas las enseñanzas de la Iglesia Católica relacionadas con
el tema de la justicia social, llevar a cabo cambios que sirvan al verdadero bien del
hombre, instaurar a las personas un nuevo modo de conocer y leer la realidad, les ayuda a
abrirse a horizontes más amplios, al servicio de cada persona conocida; el pobre, el
anciano, el extranjero, la viuda... Impone la facultad moral de ejercer el derecho para llegar
a la justicia, la cual es el fundamento principal de esta doctrina.
Sin embargo, cuando se va a comenzar la elaboración de un nuevo conocimiento, lo más
razonable es empezar desde la raíz, para obtener un mejor entendimiento acerca de lo que
se está próximo a aprender, es decir, de lo simple, llegar a lo complicado.
Esta disciplina no es nueva y para entenderla mejor, tenemos que saber de donde
proviene. Debemos conocer sus empieces tanto históricos como bíblicos...
"Hoy la doctrina social de la Iglesia se centra especialmente en los hombres y las mujeres
puesto que ellos están comprometidos en una red compleja de relaciones dentro de las
sociedades modernas. Las ciencias humanas y la filosofía son útiles para interpretar el
lugar central de la persona humana dentro de la sociedad y para proveer un mejor
entendimiento de lo que significa ser un ser social. Sin embargo, la verdadera identidad de
una persona es revelada completamente a través de la fe, y precisamente es de la fe de
donde comienza la doctrina social de la Iglesia. Si bien se sirve de todas las contribuciones
hechas por las ciencias y la filosofía, la doctrina social de la Iglesia está apuntada a ayudar
a la humanidad en el camino de la salvación" (Centesimus Annus, # 53-54).
Los principios en el corazón de la enseñanza de la Iglesia son:



La vida, la dignidad y los derechos de la persona humana. La medida de cada
política está en cómo protege la vida humana, promueve la dignidad y respeta los
derechos humanos. Este principio es el fundamento de la enseñanza de la Iglesia
sobre la guerra, la paz y la vida social.
La opción preferencial por los pobres. En la doctrina social católica los pobres y
vulnerables tienen el primer lugar en nuestras conciencias y políticas. Si bien el
lenguaje es nuevo - es un lenguaje que proviene de América Latina - ha sido
abrazado por toda la Iglesia como la expresión contemporánea de Mateo 25:
seremos juzgados por todo lo que hayamos hecho por los más humildes, "por los
más pequeñitos".
La solidaridad. Este es un principio esencial para edificar un mundo nuevo. Es una
expresión moral de interdependencia, un recuerdo de que somos una sola familia
sin importar nuestras diferencias de raza, nacionalidad o posición económica. Las
personas de tierras lejanas no son enemigas ni intrusas, los pobres no son una
carga, son hermanas y hermanos, dotados de vida y dignidad, a quienes estamos
llamados a proteger.
Raíces de la Doctrina Social de la Iglesia
“En los inicios de Israel no existían todavía diferencias sociales excesivas. El problema no
surgió hasta el sedentarismo de Israel, y en especial hasta después del crecimiento
económico de la época de los Reyes. Una vez fueron consolidadas las diferencias
sociales, los profetas sobre todo se pusieron de parte de los pobres y lanzaron
apasionadas acusaciones contra los ricos y poderosos, contra sus desmanes y codicia.”
Concluimos pues, que , apenas aparecen las clases sociales, se ve la necesidad inmediata
de defender al pobre y de promover la justicia social , y es ahí cuando comienza la doctrina
que trabaja precisamente para lograr estos objetivos.
Raíces Bíblicas de la Doctrina Social de la Iglesia

Proclama que toda santidad es justicia.

Evoca los derechos del pobre, de la viuda, del -extranjero migrante, del
desempleado.

Afirma el derecho de propiedad (Ex 20,15) y frena el acaparamiento.

Reclama justicia en el contrato de trabajo y de comercio (Dt 2,14-1 5.19).

Pide la integridad de los jueces (Am 5,7; 6,12) Justicia en el Rey (Pr 16,13).

Precisa la dimensión moral y religiosa de la injusticia (ls 5,23; 29,21).

La tierra es de Yavé, los hombres están de paso por ella, son huéspedes del Señor
(Lv 25,23ss).
La Sagrada Escritura
Acercarse a los documentos bíblicos para hallar las raíces de la Doctrina Social de la
Iglesia es encontrar siempre la misma verdad: están atravesados de principio a fin por
grandes enseñanzas en materia de lo social, unas de orden particular, que responden a las
circunstancias y vicisitudes de cada momento histórico, y otras de naturaleza más bien
universal, que son la expresión de los principios que al efecto se derivan de una muy
precisa concepción del hombre, del mundo y de la vida, a saber, la del judeocristianismo.
El Antiguo Testamento
En los escritos veterotestamentarios, sobresale la enseñanza de los profetas. Tanto su
mensaje social como religioso gira en torno al tema de la justicia. El santo es aquel que es
justo, es decir, “la conducta religiosa más significativa de la alianza divina es una conducta
social: la justicia”. En el Antiguo Testamento “ser justo quiere decir obrar conforme al
derecho”; más aún, actuar “no según normas abstractas o ideales, sino según normas
concretas, resultantes de la situación social de cada uno” Por esto afirma Johannes Bauer
que la justicia aparece en la relación entre Dios y el pueblo o el hombre, y de los hombres
entre sí. Así, la justicia se vincula siempre al concepto de derecho, el cual, como lo define
Pietro Parente, ...subjetivamente es la inviolable facultad moral de tener o hacer alguna
cosa en utilidad propia, (y) objetivamente es lo que se debe a otro. Así, resulta manifiesto
que el concepto bíblico de justicia viene determinado por la ley. Lo que destacan los
profetas temiendo Dios y amando al prójimo es el derecho. Pero, ante todo, el derecho del
humilde, del pobre, del huérfano, del extranjero, del asalariado; o como bien lo dice Pierre
Bigo, el derecho de los que los poseedores tienden a excluir de la comunidad de bienes y
que deben ser reintegrados en ella. La justicia para los profetas, por tanto, no es primero el
derecho de los que tienen como dice el mismo Bigo, sino el derecho primordial de los que
no tienen, el derecho del miembro de comunidad cuando se encuentra en necesidad.
Estos, desde el principio, aparecen como los protegidos de Dios: Yahvé se presenta desde
el comienzo como el amigo y defensor de los pobres y de los oprimidos.
Son abundantes los testimonios escriturísticos que patentizan esta verdad bíblica
fundamental. La bondad de Dios para con los hombres esclavos, pobres y oprimidos se
muestra en la primera de todas las Pascuas, en la liberación del pueblo de Israel:
“Y ahora, al oír el gemido de los israelitas, reducidos a esclavitud por los egipcios, he
recordado mi alianza.” (Ex. 6,5)
Y a partir de aquí, las enseñanzas bíblicas recordarán a los hijos de Israel el deber de la
justicia, pues Yahvé fue el primero en ejercerla con ellos:
“No torcerás el derecho del forastero, ni del huérfano, ni tomarás en prenda el vestido de la
viuda. Recuerda que fuiste esclavo en el país de Egipto y que Yahvé tu Dios te rescató de
allí. Por esto te mando hacer esto.” (Dt. 24, 17, 18)
Pero no sólo es la bondad de Dios la que fundamenta la justicia: también la santidad
misma del Señor. En efecto, las exigencias de la justicia están presentes en la Alianza que
Dios pactó con su pueblo, pues éste ha de practicar la justicia y la bondad a imitación de la
santidad de Dios: “Sed santos como Yo soy santo”, repetirá infinidad de veces el Señor en
el Antiguo Testamento.(Lv. 11, 44-45)
No son extrañas, entonces, las múltiples medidas de protección en favor del pobre y del
oprimido en la ley de Yahvé. En el Exodo se puede leer: “No maltratarás al forastero, ni le
oprimirás, pues forasteros fuistéis vosotros en el país de Egipto. No vejarás a viuda ni
huérfano. Si le vejas y clama a mí, no dejaré de oír su clamor... Si prestas dinero a uno de
mi pueblo, al pobre que habita contigo, no serás con él usurero; no le exigiréis interés. Si
tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás al ponerse el sol, porque con él
se abriga; es el vestido de su cuerpo. ¿Sobre qué va a dormir, si no? Clamará a mí, y yo le
oiré, porque soy compasivo (Ex. 22, 20-26)
Isaías también patentiza este deseo de Yahvé: “A mí qué, tanto sacrificio vuestro?” dice
Yahvé. “Harto estoy de holocaustos de carneros y de cebo de cebones... desistid de hacer
el mal, aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido, haced
justicia al huérfano, abogad por la viuda..”(Is. 1, 11-17) Y más adelante, este mismo profeta
es más enfático aún, al señalar que el ayuno que desea Yahvé consiste en desatar los
lazos de maldad, deshacer las coyundas del yugo, dar la libertad a los quebrantados, y
arrancar todo yugo. Que el ayuno consiste en partir con el hambriento el pan, y a los
pobres sin hogar recibirlos en casa; cubrir al desnudo y no apartarse de los semejantes.(
Is. 58, 6-7) Con la aplicación constante de la justicia, señala este mismo profeta, los
hombres cosecharán, como su fruto natural, la paz:
La paz será obra de la justicia, y el fruto de la justicia, el reposo y la seguridad para
siempre. Mi pueblo habitará en morada de paz, en habitación de seguridad, en asilo
de reposo.( Is. 32, 17-18)
Toda la enseñanza del Antiguo Testamento es una permanente invitación a la justicia.
Pero a una justicia que va más allá del simple intercambio: es la justicia del don. Esta
justicia no humilla porque reconoce el derecho del que recibe, un derecho que no nace de
la propiedad y del contrato, sino de la mera necesidad. Es decir, el los escritos
veterotestamentarios anuncian de una manera muy singular el gran precepto del Nuevo
Testamento: el del amor cristiano.
El Nuevo Testamento.
Como bien ha expresado Juan Pablo II, un examen objetivo del Evangelio nos muestra a
Jesucristo ante todo como maestro de la Verdad y servidor del Amor, y son estas
características suyas las que explican el sentido de toda su actividad y de toda su misión.
Y esto hace que la doctrina de Jesús no sea una doctrina solamente espiritual,
descarnada. Antes bien, al enseñar un código de los principios éticos religiosos, plasmó el
alma de una nueva sociedad.
En efecto, hay una acción del cristianismo en el orden social que, como dice Higinio
Giordani, es directa, concreta, derivada de la obligación que tiene de asistir al que lo
necesita, de cualquier categoría, casta y nación, obligación en la que se identifica el mayor
mandamiento de la ley nueva. Prohibirle, pues, curar a los enfermos, promover la justicia
del trabajo, educar a los niños, hubiera sido vedar a Jesús curar paralíticos y leprosos,
llamar a los niños, y hacer todo lo que hizo para el prójimo; hubiera sido expulsar el
cristianismo de la vida, para confinarlo en la historia. Por esto, el mensaje de Jesús, que se
dirigió al hombre de carne y hueso, con su cuerpo, con su destino social con sus múltiples
necesidades, con sus relaciones sociales, ha sido calificado, y con razón, de
intrínsecamente social.
Jesús trabajó en lo profundo del corazón, en el centro orgánico de la vida; Jesucristo
trabajó por formar una sociedad nueva, dándole un espíritu nuevo. Este “nuevo espíritu” no
es sino la herencia del Amor: He aquí dice Juan Pablo II lo que nos ha dejado Jesús en
depósito, en herencia: el amor a todos los seres humanos. Un patrimonio: pobre en
apariencia, pero el más poderoso en realidad. Porque, ¿qué otra cosa pide el hombre sino
ser amado? ¿Qué otra cosa proporciona el sentido fundamental a nuestra existencia, si no
es esto? De este modo, la transformación social evangélica comienza con cada persona y
se proyecta a la sociedad. Cambiando el corazón del hombre se construye una sociedad
donde reinen la justicia, el amor y la paz. Y este es el enfoque del Evangelio: Porque de
dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos,
asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia,
insensatez. Todas las perversidades salen de dentro y contaminan al hombre.(Mc 7, 2123) El Nuevo Testamento retoma y trasciende la justicia de la antigua ley. No basta con dar
lo que exige en justicia el intercambio: es la justicia del don, es decir, del amor. Y este es el
que transformando a cada persona, consigue la transformación de la sociedad entera. Es
aquí donde cobra su sentido la obra de Jesucristo, quien con sus enseñanzas y su
testimonio asentó los fundamentos de un nuevo orden social. En efecto, Jesucristo funda
un nuevo orden social en cuanto que constituye el amor en la fuerza de transformación
social: todos los hombres, como hijos del mismo Padre, (Mt. 6,9) (Mt. 23, 9) son
hermanos,(Mt. 23,8) y como tales deben amarse los unos a los otros sin medida y sin
reserva.(Mt. 13, 34) . En la gran familia humana sólo hay una ley: el amor. No hay otra ley
sobre ésta.(Mc. 12, 29-31).. Este es el punto fundamental: “Amor que circula en la familia,
y no sale de ella, en la gran familia humana.”
Reseña Histórica y Encíclicas
La publicación en 1891 de la encíclica Rerum novarum marca el inicio del desarrollo de un
cuerpo significativo de doctrina social en la Iglesia Católica. Presentó las tres coordenadas
de la promoción moderna de justicia y paz (personas, sistemas y estructuras) establecida
desde entonces como parte integral de la misión de la Iglesia. Han habido numerosas
encíclicas y mensajes sobre temas sociales en los años posteriores; se desarrollaron
diversas formas de acción católica en distintas partes del mundo; la ética social comenzó a
ser materia de estudio en escuelas y seminarios. Sin embargo, tuvimos que esperar hasta
el Vaticano II y la Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo Moderno para la
declaración que representa un cambio en la actitud de la Iglesia referente a su presencia
en el mundo, junto a una llamada a establecer el Consejo Pontificio para la Justicia y la
Paz, para ayudar a la Iglesia a responder a los desafíos en el mundo. Al mismo tiempo, la
Constitución Dogmática sobre la Iglesia indicaba que el laicado goza de un papel
importantísimo en el cumplimiento universal de la tarea de ayudar al mundo a obtener su
destino en justicia, en amor y en paz.
Referente a los documentos que la Iglesia ha promulgado periódicamente desde finales del
s. XIX y a lo largo del s. XX, estos contienen reflexiones acerca de los efectos del
desarrollo, la sociedad industrial y el capitalismo, los cuales constituyen un aporte
invaluable en el actual debate acerca de la globalización. La lista que se incluye a
continuación contiene los documentos más sobresalientes de dicho cannon:

Rerum Novarum, 1891: Esta encíclica fue escrita como respuesta a los efectos de
la Revolución Industrial y es considerada como la base de la Doctrina Social de la
Iglesia en la era moderna.

Quadragesimo Anno, 1931: Esta encíclica es una reflexión sobre las reacciones
causadas por la Rerum Novaru dentro y fuera de la Iglesia.

Mater et Magistra, 1961: Esta encíclica trata sobre el progreso social y propone
una metodología para la aplicación de las enseñanzas de la Iglesia en situaciones
especificas.

Pacem in Terris, 1963: Haciendo uso de los ideales de la Ilustración y de las ideas
a cerca de la Ley Natural, esta encíclica es una reflexión sobre los derechos de las
personas.

Inter. Mirifica, 1963: Decreto sobre los Medios de Comunicación (Vaticano II).

Sacrosanctum Concilium, 1963: Constitución sobre la Sagrada Liturgia (Vaticano
II).

Lumen Gentium, 1964: Constitución Dogmática de la Iglesia (Vaticano II)

Gaudium et Spes, 1965:Constitución Pastoral de la Iglesia (Vaticano II).

Gravissimum Educationis, 1965:Declaración sobre la educación Cristiana
(Vaticano II).

Ad Gentes, 1965: Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia.

Dignitatis Hutnanae, 1965: Declaración sobre la libertad religiosa.

Perfectae Caritatis: Decreto sobre la renovación de la vida religiosa.

Apostolicam Actuositatem, Decreto sobre el apostolado de los laicos (Vaticano
II).

Populorum Progressio, 1967: Esta encíclica trata sobre el desarrollo económico y
social.

Octogesima Adveniens, 1971: Ochenta años después. de la publicación de
Rerum Novarum, esta encíclica reflexiona sobre el papel de la iglesia en la ciudad.

Justitia in Mundo, 1971: Publicada por el Sínodo de obispos.

Evangelíi Nuntiandí, 1975.

Laboren Exercens, 1981: Reflexión teológica sobre el trabajo.

Sollicítudo Reí Socíalís, 1987:Reflexión sobre la solidaridad y el rol de la doctrina
social de la iglesia en medio de las constantes transformaciones de la sociedad. -
Los temas que trata La Doctrina Social de la Iglesia son:

antropología cristiana

derechos humanos

el bien común

solidaridad y subsidiaridad

destino universal de bienes

propiedad privada

propiedad publica

trabajo y salarios

huelgas

sindicatos

la política y los políticos

el poder político

compromiso sociopolitico de los cristianos

la comunidad internacional

violencia social

la fe cristiana y la cultura

medios de comunicación social

ecología
Conclusiones

El obejetivo PRINCIPAL de la Doctrina Social de la Iglesia es velar por el
cumplimiento de la justicia.

Las enseñanzas bíblicas le aportan a la Doctrina Social de la Iglesia sus dos bases
fundamentales: la justicia y la caridad.

La Doctrina Social de la Iglesia tuvo sus inicios históricos a fines del siglo XIX,
pero tiene su fuente en la Sagrada Escritura, comenzando por el libro del Génesis
y, en particular, en el Evangelio y los escritos apostólicos.

En el Antiguo Testamento, el tema fundamental gira en torno a la justicia, mientras
que en el Nuevo Testamento el gran precepto es el del amor cristiano.

La Doctrina Social de la Iglesia abarca todas las dimensiones del hombre y trata
todos los temas que tengan que ver con su desarrollo físico, emocional e
intelectual.

Va en contra del Socialismo por el simple hecho de ser hostil a la propiedad y a la
familia, acción que va en contra de todas las normas y prácticas de la Doctrina
Social de la Iglesia.

Diversos papas han condenado al Socialismo tachándola como “Secta Pestífera”,
“Secta Abominable”, “Mortal Pestilencia”, etc.
RESUMEN
El objetivo de la doctrina social de la Iglesia no es sólo intelectual o cognitivo, sino también
eminentemente práctico y personal. Debería cambiar nuestras vidas y ayudarnos a asumir
nuestras propias responsabilidades con respecto al bien común, especialmente por lo que
tiene
ver
con
esa
mayoría
que
está
en
necesidad.
Me propongo desarrollar esta breve presentación de la doctrina social de la Iglesia en
cuatro partes: su definición, su naturaleza, sus fundamentos y algunas sugerencias
prácticas.
1. ¿Qué es?
Aunque podemos tener una idea general de qué es la doctrina social católica, a menudo
resulta más simple eliminar las nociones falsas comenzando con lo que no es.
La Iglesia deja claro que su doctrina social no es una «tercera vía», un camino intermedio
entre el capitalismo y el socialismo. No tiene nada que ver con una agenda económica o
política, y no es un «sistema». Aunque, por ejemplo, ofrezca una crítica del socialismo y el
capitalismo, no propone un sistema alternativo. No es una propuesta técnica para
solucionar los problemas prácticos, sino más bien una doctrina moral, que surge del
concepto cristiano de hombre y de su vocación al amor y a la vida eterna. Es una categoría
propia.
La doctrina social católica no es una utopía, en el sentido de un proyecto social imposible
de alcanzar. No se propone describir un paraíso en la tierra en el que la humanidad pueda
alcanzar la perfección.
A pesar de todo esto, la doctrina social católica se enfrenta seriamente con las realidades y
estructuras existentes, y los desafíos de la humanidad para buscar soluciones a las
situaciones sociales, políticas y económicas, dignas de la dignidad humana, de manera
que se cree un sano grado de tensión entre las realidades temporales que encontramos y
el ideal del Evangelio.
Las enseñanzas sociales católicas no son una doctrina estática y fijada, sino una
aplicación dinámica de la enseñanza de Cristo para cambiar las realidades y
circunstancias de las sociedades y culturas humanas. Por supuesto, los principios
fundamentales no cambian, porque están profundamente enraizados en la naturaleza
humana. Pero sus aplicaciones y juicios contingentes se adaptan a las nuevas
circunstancias
históricas
según
los
tiempos
y
lugares.
La doctrina social católica pertenece al marco de la teología y especialmente de la teología
moral.
Según las palabras del magisterio, es la formulación exacta de los resultados de la
cuidadosa meditación de las complejas realidades de la existencia humana, en sociedad, y
en un contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición viva de la Iglesia.
Es un conjunto de principios, criterios y directrices de acción, con el objeto de interpretar
las realidades sociales, culturales, económicas y políticas, determinando su conformidad o
inconformidad con las enseñanzas del Evangelio sobre la persona humana y su vocación
terrenal
y
trascendente.
2. El contenido de la enseñanza social católica.
El
contenido
de
la
doctrina
social
se
expresa
en
tres
niveles:
-- Principios y valores fundamentales. La doctrina social adquiere sus principios básicos de
la teología y la filosofía, con ayuda de las ciencias humanas y sociales que la
complementan. Estos principios incluyen la dignidad de la persona humana, el bien común,
la solidaridad, la participación, la propiedad privada, y el destino universal de los bienes.
Los valores fundamentales incluyen la verdad, la libertad, la justicia, la caridad y la paz.
-- Criterios de juicio: para los sistemas económicos, instituciones, organizaciones, también
utilizando datos empíricos. Ejemplos: valoración de la Iglesia del comunismo, el
liberalismo, la teología de la liberación, el racismo, la globalización, los salarios justos,
etc...
-- Directrices de acción: opiniones contingentes sobre acontecimientos históricos. Esto no
es una deducción lógica y necesaria que surja de los principios, sino también el resultado
de la experiencia pastoral de la Iglesia y de la percepción cristiana de la realidad; la opción
preferencial por el pobre, el diálogo, y el respeto por la autonomía legítima de las
realidades políticas, económicas y sociales. Ejemplo: sugerencias de condonación de la
deuda internacional, reformas agrícolas, creación de cooperativas, etc. (ver «Gaudium et
Spes», Nos. 67-70).
3. Fundamentos.
El primer fundamento de la enseñanza social católica es el mandamiento de Jesús de
amar: Ama a Dios sobre todas las cosas y ama a tu prójimo como te amas a ti mismo. Éste
es el fundamento de toda la moral cristiana y, por lo mismo, de la doctrina social de la
Iglesia que es parte de esta moral. Jesús decía que el doble mandamiento del amor no es
sólo el primero y más importante de todos los mandamientos, sino también el resumen o
compendio de todas las leyes de Dios y del mensaje de los profetas.
La doctrina social de la Iglesia proporciona por tanto una respuesta a la pregunta: ¿Cómo
debo amar a Dios y a mi prójimo dentro de mi contexto político, económico y social?
Nuestro amor a Dios y al prójimo no consiste simplemente en una obligación semanal de
asistir a Misa y dejar algunas monedas en la cesta en el momento del ofertorio. Debe
impregnar nuestra vida entera y conformar nuestras acciones y nuestro ambiente según el
Evangelio.
Éste es un principio muy importante para superar la tendencia a ver la economía y la
política como algo totalmente separado de la moral, cuando de hecho es precisamente allí
donde un cristiano hace que su fe influya en los asuntos temporales.
El mandamiento del amor por tanto debería representar el fundamento general de la
doctrina social de la Iglesia. También hay, sin embargo, fundamentos específicos que
pueden resumirse en cuatro principios básicos de la entera doctrina social de la Iglesia,
cuatro columnas sobre las que se apoya el entero edificio. Estos principios son: la dignidad
de la persona humana, el bien común, la subsidiariedad y la solidaridad.
-- La dignidad de la persona humana. El primer principio clásico es el de la dignidad de la
persona humana, que proporciona el fundamento para los derechos humanos. Para pensar
correctamente sobre la sociedad, la política, la economía y la cultura uno debe primero
entender qué es el ser humano y cuál es su verdadero bien. Cada persona, creada a
imagen y semejanza de Dios, tiene una dignidad inalienable y, por tanto, debe ser tratada
siempre
como
un
fin
y
no
sólo
como
un
medio.
Cuando Jesús, usando la imagen del buen pastor, hablaba de la oveja perdida, nos
enseñaba lo que Dios piensa del valor de la persona humana individual. El pastor deja a
las 99 en el aprisco para buscar a la perdida. Dios no piensa en los seres humanos en
masa, o en porcentajes, sino como individuos. Cada uno es precioso para él,
irreemplazable.
En su carta encíclica Centessimus Annus, el Papa Juan Pablo II subrayaba la centralidad
de este principio: «hay que tener presente desde ahora que lo que constituye la trama... de
toda la doctrina social de la Iglesia, es la correcta concepción de la persona humana y de
su valor único, porque «el hombre... en la tierra es la sola criatura que Dios ha querido por
sí misma»38. En él ha impreso su imagen y semejanza (Cf. Gn 1, 26), confiriéndole una
dignidad
incomparable»
(ver
«Centessimus
Annus»,
No.
11).
De ahí que la Iglesia no piense primero en términos de naciones, partidos políticos, tribus o
grupos étnicos, sino más bien en la persona individual. La Iglesia, como Cristo, defiende la
dignidad de cada individuo. Comprende la importancia del estado y de la sociedad en
términos de servicio a las personas y a las familias, en vez de en sentido contrario. El
estado, en particular, tiene el deber de proteger los derechos de las personas, derechos
que
no
son
concedidos
por
el
estado
sino
por
el
Creador.
-- El bien común. El segundo principio clásico de la doctrina social de la Iglesia es el
principio del bien común. El Concilio Vaticano II lo define como «el conjunto de condiciones
de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el
logro más pleno y más fácil de la propia perfección» («Gaudium et Spes» 26, ver GS, 74; y
El Catecismo de la Iglesia Católica, 1906).
El hombre, creado a imagen de Dios que es comunión trinitaria de personas, alcanza su
perfección no en el aislamiento de los demás, sino dentro de comunidades y a través del
don de sí mismo que hace posible la comunión. El egoísmo que nos impulsa a buscar
nuestro propio bien en detrimento de los demás se supera por un compromiso con el bien
común.
El «bien común» no es exclusivamente mío o tuyo, y no es la suma de los bienes de los
individuos, sino que crea más bien un nuevo sujeto nosotros en el que cada uno descubre
su propio bien en comunión con los demás. Por ello, el bien común no pertenece a una
entidad abstracta como el estado, sino a las personas como individuos llamados a la
comunión.
El hombre es fundamentalmente (y no sólo circunstancialmente) social, relacional e
interpersonal. Nuestro bien común es también necesario para mi propia plenitud, para mi
propio bien personal. Cada persona crece y alcanza la plenitud dentro de la sociedad y a
través de la sociedad. Por ello, el bien común se distingue pero no está en oposición al
bien particular de cada individuo. Con mucha frecuencia tu bien y mi bien se encuentra en
nuestro bien común.
El bien común se opone al utilitarismo, la idea de la felicidad (placer) más grande posible
para el mayor número posible de personas, que inevitablemente conduce a la
subordinación de la minoría a la mayoría. Por eso, la excelencia e inviolabilidad de la
persona humana individual excluye la posibilidad de subordinar el bien de uno al de los
demás, de tal modo que se convierta el primero en un medio para la felicidad de los
demás.
--Subsidiariedad. El tercer principio clásico de la doctrina social es el principio de
subsidiariedad. Fue formulado por primera vez bajo este nombre por el Papa Pío XI en su
carta encíclica de 1931 «Quadragesimo Anno». Este principio nos enseña que las
decisiones de la sociedad se deben quedar en el nivel más bajo posible, por tanto al nivel
más cercano a los afectados por la decisión. Este principio se formuló cuando el mundo
estaba amenazado por los sistemas totalitarios con sus doctrinas basadas en la
subordinación del individuo a la colectividad. Nos invita a buscar soluciones para los
problemas sociales en el sector privado antes que pedir al estado que interfiera.
Incluso antes de la encíclica de Pío XI, el Papa León XIII mismo insistía «sobre los
necesarios límites de la intervención del Estado y sobre su carácter instrumental, ya que el
individuo, la familia y la sociedad son anteriores a él y el Estado mismo existe para tutelar
los derechos de aquél y de éstas, y no para sofocarlos» («Centessimus Annus», 11).
--Solidaridad: el cuarto principio que fundamenta la doctrina social de la Iglesia sólo fue
formulado recientemente por Juan Pablo II en su carta encíclica «Sollicitudo Rei Socialis»
(1987). Este principio es el llamado principio de solidaridad. Al hacer frente a la
globalización, a la creciente interdependencia de las personas y los pueblos, debemos
tener en mente que la familia humana es una. La solidaridad nos invita a incrementar
nuestra sensibilidad hacia los demás, especialmente hacia quienes sufren.
Pero el Santo Padre añade que la solidaridad no es simplemente un sentimiento, sino una
«virtud» real, que nos permite asumir nuestras responsabilidades de unos con otros. El
Santo Padre escribía que no es «un sentimiento superficial por los males de tantas
personas, cercanas o lejanas. Al contrario, es la determinación firme y perseverante de
empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos
seamos
verdaderamente
responsables
de
todos»
(SRS,
38).
4. Sugerencias prácticas.
Quisiera finalmente bosquejar cinco sugerencias prácticas de cara a la aplicación de la
enseñanza
social
católica,
especialmente
para
nosotros
sacerdotes:
--Leer y tener un conocimiento bueno y preciso de las enseñanzas sociales de la Iglesia,
para ser capaces de exponerlas con seguridad y claridad, y cerciorarnos de que
enseñamos en nombre de la Iglesia lo que efectivamente enseña la Iglesia, no nuestras
propias
opiniones
personales.
--Humildad, para no tener que saltar de principios generales a juicios concretos definitivos,
especialmente cuando se expresan de manera categórica y absoluta. No debemos ir más
allá de los límites de nuestro propio conocimiento y competencia específica.
--Realismo en la determinación de la condición humana, reconociendo el pecado pero
dejando sitio para la acción de la gracia de Dios. En medio de nuestro compromiso por el
desarrollo humano, nunca perder de vista que la vocación del hombre es sobre todo la de
ser santo y gozar de Dios eternamente.
--Evitar la tentación de usar la doctrina social de la Iglesia como un arma para juzgar a los
«otros» (empresarios, políticos, empresas multinacionales, etc.). Debemos por el contrario
concentrarnos primero en nuestras propias vidas y en nuestras responsabilidades
personales, sociales, económicas y políticas.
--Saber cooperar de cerca con los laicos, formándoles y enviándoles como
evangelizadores del mundo. Ellos son los verdaderos expertos en sus campos de
competencia y tienen la vocación específica de transformar las realidades temporales
según el Evangelio.