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Adoración ante el Santísimo «Dios llama a nuestro corazón… algo quiere. Escucharle y cumplir su voluntad es lo que nosotras tenemos que hacer, de lo demás, Dios cuidará» (C. 8, 22. 05. 1878) Canción: No quiero nada más que cumplir tu voluntad Señor Jesús, nuestra comunidad aquí reunida quiere abrirse a la acción de tu Espíritu, queremos encontrarnos Contigo, queremos tratar de amistad con Quien sabemos nos ama; queremos experimentar tu grandeza, hacer experiencia de lo incalculable que es tu bondad, de lo delicado que es tu ternura; queremos ver el rostro de tu compasión, sentir el tacto de tu cercanía, porque ya vienes, ya estas cerca; queremos oler la fragancia que traes, olor de humanidad; queremos captar y dejarnos atrapar de tu divinidad. En este rato de oración compartida, queremos alabar tu misericordia; sentir ese vuelco en el corazón, habitándonos, y decir con Madre Alberta: “Sea eternamente alabada tu misericordia, ¡Oh Dios mío! Tú me creaste para el cielo” (EE, 23.03.1889) Hoy, nos ponemos en tu presencia, y de una manera especial, a tu lado, queremos recordar a Madre Alberta; queremos pasar por nuestro corazón su vida, agradecer su historia, su servicio a la Iglesia, su nacimiento al cielo, porque sabemos que desde allí nos cuida; queremos dar gracias por su experiencia heredada y revelada de un Dios que es amor, que consuela, que perdona y ofrece esperanza. “Señor mío concédeme la gracia de que alabe tu misericordia” (EE, 23.07.1884) Canto: La misericordia del Señor, cada día cantaré Misericordia, nos dice el Papa Francisco, es: «es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad. Misericordia: es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Misericordia: es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida. Misericordia: es la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre no obstante el límite de nuestro pecado»… Misericordia, fue el don y la gracia que recibió de Dios, Alberta Giménez, por eso llego a exclamar: “Nuestras propias miserias… son una garantía del amor de Dios” (P. 245) “Cuanto mayores son nuestras limitaciones, más se manifiesta la bondad y el amor de Dios para con nosotros”(EE. 1882) “Jesús es más bueno que nosotras… Él nos perdona todos los desastres que hacemos cuando humildemente le pedimos perdón” (Sancho 337) De Dios recibe una mirada compasiva; que no juzga sino que perdona; consuela, abraza, alegra y ablanda el corazón; reviste con traje nuevo, se entrega, acoge, levanta y le hace ponerse en camino: “Él me brinda generoso su perdón. Voy, pues, a sus brazos para no abandonarle jamás” (EE. 1883) Misericordia, también, es, en Madre Alberta, respuesta al amor inmensurable de Dios; es ofrenda al hermano, por eso invitaba constantemente a las hermanas al perdón, a imitar al maestro: “Debo aprender de Cristo a perdonar a todos, sea la ofensa que sea porque, si las comparo con las que le hicieron a Jesús en su pasión, habrá mucha diferencia” (EE. 20.08.1887) “Debemos escribir las ofensas en la arena, los beneficios en el mármol; para olvidar las ofensas y ser agradecidas” (SD 526) Es la misericordia que recibido de Dios, la que le hizo alzar vuelo; cruzar las fronteras del cielo; nacer y contemplar los cielos y la tierra nueva con que tanto había soñado un día; fue la oportunidad que Dios le brindo para amar sin medida y para amar hasta perdonar a los enemigos. Así lo deja en sus escritos: “No me acostaré sin pedir perdón a cualquier persona a quien pueda haber ofendido” (EE, 1886) “Quien más perdona más grande se hace” (El, Ratolins) Y para nosotras, ¿Qué es misericordia? ¿Cuál es la experiencia que tengo y vivo de la misericordia de Dios? ¿Soy “misericordioso”, o me quedo en “sentir lástima”?; Si la misericordia del Padre se manifiesta en el perdón de los pecados, ¿recibo yo habitualmente esa misericordia? ¿La ofrezco a quienes me han ofendido? ¿Compartimos los mismos deseos de Madre Alberta, alcanzar misericordia, dar misericordia? Silencio Pidámosle a Jesús que nos de la gracia de recibir como regalo la vida de la Madre; y que nos permita hacer de ella, eco de su misericordia; que su vida nos haga crecer en la convicción de la misericordia. Hagamos de esta petición, un deseo, una necesidad… “Que la vida de Alberta Gimenez se haga eco de tu misericordia, Señor” Canción: Grande es tu amor, grande tu misericordia (H. Glenda) Para finalizar, os invito a compartir con sencillez lo que el Señor nos ha dicho, nos ha regalado en este rato de oración. Podemos agradecer, pedir, ofrecer, alabar… El Señor nos escucha y nos ama siempre con gran misericordia. II Vísperas Domingo IV de adviento Introducción a las II vísperas: “Nací para el cielo y a ÉL dirigiré todas mis aspiraciones”. Hoy, nos unimos a la oración de la Iglesia, y al corazón de cada hermana de la congregación, en primer lugar, para regocijarnos por todo lo que el Señor ha hecho en nuestra vida, a través de la vida de Madre Alberta. Su nacimiento al cielo expresa la grandeza de su amor y de su misericordia, también, para nosotras. Que a través de esta oración podamos oler, gustar, percibir la gran estima de Dios por el ser humano, para que, también, a ejemplo de la Madre, sepamos llevar la alegría del Evangelio y llevar la misericordia y el perdón de Dios a todos los hombres. Himno. Cielos lloved Salmo 109: Dios no se reserva su grandeza; es más, nos la comparte. Ya nos lo decía Madre Alberta: “Dios lo dispone todo para nuestro mayor bien” (C.393) Con Jesucristo somos invitados a participar de la misma vida del creador. Al terminar la celebración de este domingo, la noticia que vamos a proclamar en este salmo 109, tiene que llevarnos a la alegría; y a la exigencia de renovarnos con Jesucristo, que ya viene, ya está cerca. Nuestro adviento está siendo una llamada insistente a allanar, rebajar, preparar el camino al Señor. Abramos nuestro corazón al regalo que Dios nos trae, en él Dios se hace misericordia, bondad, ternura. Salmo 111: Nosotras hemos sido creadas para ser feliz. Pero la verdadera felicidad no se regala se conquista, desde una vida responsable y coherente ante Dios y ante los hermanos. . Hoy somos llamadas a ser comprometidas con nuestra existencia. El salmo 111 es un programa de adviento, que abarca todo nuestro vivir, desde nuestras relaciones con Dios y con los demás: “Quien teme al Señor y ama sus mandatos, será dichoso, él y su descendencia… “su corazón está firme y sin temor”, ante nada y ante nadie. “Y en su casa habrá abundancia” y “será luz en las tinieblas” Proclamemos este salmo, y demos gracias a Dios por la vida de Madre Alberta, porque su vida fue luz para nosotras, para nuestra congregación, para nuestro mundo. Cántico Ap. 19, 1-7 Podemos cantar este salmo y hacer eco de él al final. Dejaremos unos minutos para rumiarlo juntas. II Vísperas Lunes IV de adviento Himno: CANTADO. Ven, ven, Señor, no tardes Salmo 135: Señor, cantamos, celebramos y nos alegramos de que “sea eterna tu misericordia”. Nos los has manifestado de muchas maneras. Hoy recordamos una en concreto: El nacimiento de Madre Alberta al cielo”. En su espiritualidad, su carisma y su propia vida sentimos tu cercanía. Que nuestra respuesta se abra a tu cercanía, viviendo tu adviento “porque es eterna tu misericordia”, y nos sintamos profundamente alegres porque así nos mimas. Amén. Salmo 135 (II): Señor, son muchas las páginas que tendríamos que escribir, si quisiéramos redactar tus intervenciones en nuestra vida. Y siempre tendríamos que repetir: “Porque es eterna tu misericordia” Tú nunca has tenido en cuenta nuestras negativas. Siempre tu misericordia se ha desbordado sobre nuestra infidelidad y… nos has perdonado. Gracias por tu fidelidad, por tu misericordia, por tu perdón. Canto al principio y al final: Dad gracias a ll Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia Cántico Ef. 1, 3-10: Señor, ¡Cómo nos gusta ser participes de tu bondad, de tu ternura, de tu compasión! Tus noticias siempre nos sabe a nueva, como siempre nos sabe a nuevo el beso de una madre. Decir gracias por nuestros labios, es poco. Nuestro “gracias”, tiene que ser el gracias de nuestra vida: Dejarnos hacer hijos en el Hijo, Jesucristo. Llénanos de tu alegría y tu misericordia, para que podamos unirnos al salmista y podamos decir en verdad: “Bendito sea Dios…. Que nos ha bendecido en la persona de Cristo, con toda clase de bienes espirituales”… LECTURA BREVE Antes de leer la lectura breve, os invito a reflexionar con unas palabras del Papa Francisco: “Debemos anteponer la misericordia al juicio y, en cualquier caso, el juicio de Dios tendrá lugar siempre a la luz de su misericordia. Sintámonos partícipes de este misterio de amor. Abandonemos toda forma de miedo y temor, porque no es propio de quien es amado; vivamos, más bien, la alegría del encuentro con la gracia que lo transforma todo.