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Transcript
Personas con Trastornos de la Personalidad:
Controladores, Abusadores, Manipuladores y Personas que Usan a Otras en sus Relaciones
Por:
Dr. Joseph M. Carver, Ph.D., Psicólogo
¿Quiénes son estas personas? En las relaciones románticas, son aquellas parejas controladoras,
abusadoras, manipuladoras quiénes no sólo pueden arruinar la relación, sino también nuestra
autoestima, nuestras finanzas y nuestra reputación. Como padres, suelen ser quienes añaden la
letra “D” a una Familia Disfuncional y ser la clase de padres que abusan, descuidan, ignoran, o
dañan psicológicamente a sus hijos. Como amigos, pueden ser personas irresponsables, egoístas,
no fiables, deshonestas, y con frecuencia, pueden crearle problemas importantes en su vida.
Como vecinos, son aquellas personas que difunden rumores, rompen la armonía del vecindario y
roban nuestra cortadora de césped. Como integrantes de una familia, son quienes se ocupan de
ser siempre el centro de atención y mantener a toda la familia alborotada, o también, puede ser el
hermano de 45 años de edad que nunca trabajó y continúa dependiendo económicamente de la
familia. También pueden ser los hermanos o hermanas que intimidan y abusan verbalmente de los
demás con su mal carácter y sus berrinches. En el caso de los compañeros de trabajo, pueden ser
seres manipuladores, sin ética, deshonestos, o estar siempre dispuestos a dañar la imagen de los
otros compañeros de trabajo con tal de alcanzar sus metas laborales. En la calle suelen ser
delincuentes, embaucadores, estafadores y personas que usan a otras con el propósito de
dañarlas y para luego desaparecer rápidamente de la escena y evitar ser detectados.
Después de más de tres décadas de experiencia tratando a las víctimas, me ha quedado claro que
la mayoría de las víctimas emocionales que he observado en la práctica clínica son, de hecho,
víctimas de un individuo que padece un “Trastorno de la Personalidad”. Las personas con
“Trastornos de la Personalidad” han estado presentes por muchos años. Durante varios siglos, los
profesionales que trabajaron con todo tipo de personas reconocieron que algunos individuos
claramente pensaban y actuaban de un modo diferente – es decir, en ausencia de sentimientos,
actitudes, conductas e interacciones “normales”. En 1835, el Dr. Pritchard sugirió el término
“insania moral” para reflejar el hecho de que, dichos individuos, si bien no eran considerados
enfermos mentales según los estándares del momento, de todos modos presentaban importantes
diferencias en sus conductas, su actitud, su ética, su moral, sus expresiones emocionales y el
modo en que reaccionaban ante determinadas situaciones. A pesar de sus diferencias
significativas (comparados con otras personas dentro de su cultura), el individuo mostraba poca
angustia emocional o social.
Las personas que sufren trastornos de la personalidad son personas que tienen extensos
antecedentes de problemas de personalidad, problemas de conducta, dificultades emocionales y
de relación. Se dice que este grupo de personas tiene un “Trastorno de la Personalidad” – es
decir, un patrón perdurable de experiencias internas (estado de ánimo, actitud, creencias, valores,
etc.) y de conducta (agresividad, inestabilidad, etc.), que es significativamente diferente de los
patrones de otras personas que forman parte de su familia o cultura. Estos patrones
disfuncionales son inflexibles e interfieren en casi todos los aspectos de la vida de esa persona.
Estos patrones crean importantes problemas en su funcionamiento personal y emocional y, con
frecuencia, suelen ser tan severos que llevan a un profundo malestar o a una importante limitación
o deficiencia en todas las áreas de sus vidas. (Fuente: “Diagnostic and Statistical Manual of Mental
Disorders”, Cuarta Edición)
Los trastornos de la personalidad se dividen en tres grupos de “categorías”.
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Categoría A: las personas que padecen estos trastornos de la personalidad son individuos
que tienen conductas atípicas y excéntricas. Las personalidades paranoicas, esquizoides
y esquizotípicas están comprendidas dentro de esta categoría.
Categoría B: se trata de las personalidades que son altamente dramáticas, tanto en lo
emocional como en lo conductual. Las personalidades antisociales, limítrofes o de
trastorno límite de la personalidad (personalidad “borderline”), narcisistas e histriónicas
pertenecen a este grupo.
Categoría C: son las personalidades que se caracterizan por ser ansiosas y miedosas.
Las personalidades por evitación, dependientes y obsesivo-compulsivas caen dentro de
esta categoría.
Los destructores de relaciones – Categoría B
Al tener en cuenta aquellas personas que generan mayor daño en las relaciones sociales y
personales, podemos encontrar a los abusadores, manipuladores, “jugadores”, controladores, y
perdedores, dentro de la Categoría B. Por esta razón, este artículo se centrará en las
conductas asociadas con los trastornos de la personalidad comprendidos en la Categoría
B.
En la población general, el mayor número de trastornos de la personalidad cae dentro del grupo
de la Categoría B. Las cuatro personalidades con “Trastornos de la Personalidad” que
comprenden la Categoría B son:
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La personalidad antisocial - comprende un patrón dominante que ignora los derechos
de los demás y las reglas de la sociedad. La personalidad antisocial abarca desde
personas que son crónicamente irresponsables, que no brindan apoyo o son
embaucadoras o estafadoras, hasta aquellas que tienen una total falta de consideración
por los derechos de otras personas y comenten delitos, sin cargo de conciencia alguno,
tales como aquellos delitos que involucran la muerte de las víctimas. En la práctica
clínica, los individuos con una personalidad antisocial presentan un egoísmo casi
absoluto y normalmente, exhiben un patrón de problemas de índole legal, mentiras y
engaños, abusos físicos e intimidación, sin importarles la seguridad de los demás, sin
interesarse por cumplir con los estándares normales de trabajo, apoyo o crianza, y sin
mostrar remordimiento alguno.
La personalidad limítrofe o trastorno límite de la personalidad - presenta un patrón
dominante de estados de ánimo, auto-percepción y relaciones intensas e inestables. El
control de los impulsos es altamente deficiente. Las características más comunes
incluyen el pánico, el miedo al abandono, las relaciones sociales inestables, una imagen
personal inestable, las conductas impulsivas o de daño personal, tales como la
promiscuidad, el abuso de sustancias tóxicas y el consumo de alcohol, las ideas y los
intentos recurrentes de suicidio, las lesiones auto-inflingidas y la auto-mutilación, los
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sentimientos crónicos de vacío emocional, la ira inadecuada e intensa y una paranoia
transitoria.
La personalidad histriónica - tiene un patrón dominante que comprende una
demostración emocional excesiva y una necesidad de atención importante. Los individuos
con este tipo de personalidad son excesivamente dramáticos y con frecuencia, son
percibidos por el público como el tipo de persona que se conoce como la “reina de los
dramas”. A menudo son sexualmente seductores y muy manipuladores en sus relaciones.
La personalidad narcisista - presenta una marcada preocupación por la admiración, la
concesión de derechos y el egocentrismo. Las personas que tienen este tipo de
personalidad exageran sus logros o talentos, tienen un sentido de “tener derecho”,
carecen de empatía, interés o preocupación por los demás, les preocupan la envidia y los
celos y tienen una actitud arrogante. Su sentido de “tener derecho” y su exagerada
autoestima no guardan relación con la realidad de sus logros o sus talentos. Estas
personas sienten que tienen derecho a recibir un tipo de atención especial, ciertos
privilegios y ciertas consideraciones en los entornos sociales. Este sentido de “tener
derecho” también produce la sensación de que tienen derecho a castigar a aquellos
quienes no les muestran el respeto, la admiración o la atención que ellos exigen.
Al encontrar víctimas de abuso físico y emocional, encontramos que las personas que padecen un
trastorno de la personalidad ya estaban presentes en sus vidas, como una madre, un padre, un
hermano, un cónyuge, una pareja o un familiar. La mayoría de los pacientes con dificultades
relacionadas con su niñez encuentran que alguno de sus padres padecía un trastorno de la
personalidad. En muchos casos, estas personas se han encontrado a sí mismas involucradas en
una relación romántica, o en un matrimonio, con una persona que padece un trastorno de la
personalidad. Otras personas descubrieron que estaban trabajando con compañeros de trabajo
que padecían un trastorno de la personalidad, o también, un supervisor o un subalterno. Un grupo
menor encontró que eran víctimas de las conductas severas de una persona con un trastorno de
la personalidad, por lo que fueron víctimas de asaltos, robos, traumas o manipulaciones.
Los trastornos de la personalidad están presentes entre el 10 y el 15 por ciento de la población
adulta, siendo la Categoría B la que comprende, aproximadamente, el 9 por ciento de los casos,
basado en datos de investigación. Con un porcentaje tan alto, es importante aprender a identificar
a estas personas cuando se presentan en nuestras vidas. No lograr identificarlas puede
representar un riesgo importante. Aunque la mayoría de nuestros contactos con una persona que
padece un trastorno de la personalidad sean breves, cuanto más participen en nuestras vidas,
más alto será el riesgo de sufrir un daño emocional, social y otros tipos de daños. Por esta razón,
es útil identificar algunas de las características de las personas que presentan un trastorno de la
personalidad.
Los profesionales de salud mental han identificado diez tipos de trastornos de la personalidad,
cada uno de ellos con su propio patrón de conductas, emocionalidad y síntomas. No obstante,
personalmente he observado que todos los individuos que sufren trastornos de la personalidad
que comprenden la Categoría B, tienen características esenciales que forman la base de cada
trastorno de personalidad específico. Algunas de esas características esenciales son las
siguientes:
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Egocentrismo: Con frecuencia oímos la frase “Se trata de mí”. Cuando tomamos
decisiones, las personas saludables tienen en cuenta las necesidades y los problemas de
los demás, al igual que los propios. Una persona con un trastorno de la personalidad sólo
piensa en sus propias necesidades y preocupaciones. Pueden utilizar el dinero para cubrir
las necesidades de su familia con el mero fin de satisfacer sus propios propósitos. Un
hermano con un trastorno de la personalidad puede intimidar a sus padres ancianos para
obtener dinero o manipular una situación legal para eliminar a sus hermanos del
testamento. En la mayoría de los casos, si una persona con un trastorno de la
personalidad se comunica con nosotros, establece ese contacto para satisfacer SUS
propósitos, no los nuestros.
Renuencia a aceptar la responsabilidad personal por su conducta: Las personas con un
trastorno de la personalidad casi nunca aceptan su responsabilidad personal de sus
conductas. Estas personas culpan a los demás, recurren a excusas, alegan malos
entendidos y luego se describen como las víctimas de una situación en sí. Aquellos
individuos que abusan físicamente de otros, de hecho, culpan a las víctimas del abuso o
el ataque. A menudo, las víctimas oyen cosas como: “¡Ha sido tu culpa! ¿Por qué me has
hecho enfadar?” Este aspecto de los trastornos de la personalidad resulta muy dañino,
especialmente cuando quien padece el trastorno de la personalidad es uno de los padres.
Ellos culpan a sus hijos por sus conductas abusivas, de descuido (negligencia o
abandono) o disfuncionales. Se les dice a los niños que ellos son responsables por los
berrinches, el consumo de alcohol o sustancias tóxicas, la falta de empleo, la pobreza, la
infelicidad, (etc.) de los padres. Durante un divorcio, el padre que sufre un trastorno de la
personalidad, con frecuencia culpa a sus hijos.
Auto-justificación: Las personas con un trastorno de la personalidad no piensan, ni
razonan, ni sienten o se comportan con normalidad. Sin embargo, habitualmente justifican
TODAS sus conductas. A menudo, su justificación proviene de la idea de que han sido
víctimas de la sociedad o de otras personas y, por consiguiente, eso justifica sus
conductas manipuladoras, controladoras, delictivas o abusivas. Una justificación común
de los delincuentes es culpar a la víctima del delito que ellos han cometido, como cuando
oímos: “Fue su culpa (culpa de la víctima) que recibió un disparo. Tendría que haberme
entregado el dinero más rápido”. Los adultos saludables encuentran que es imposible
razonar con una persona que padece un trastorno de la personalidad, ya que sus
justificaciones son imposibles de comprender.
Derechos: Las personas con un trastorno de la personalidad tienen un fuerte sentido de
“tener ciertos derechos”, sienten que merecen respeto, dinero, fama, poder, autoridad,
atención, etc. Algunos individuos sienten que tienen derecho a ser el centro de atención, y
que cuando eso no ocurre, tienen derecho a crear un escándalo o un alboroto para lograr
esa atención. Este derecho también genera la justificación de castigar a los demás por
parte de la persona con un trastorno de la personalidad. Si usted viola alguna de sus
reglas o no cumple con alguna de sus demandas, ellos se sienten con derecho a
castigarle de alguna manera.
Emociones superficiales: Las personas saludables siempre se sorprenden y quedan
perplejas ante el hecho de que una persona con un trastorno de la personalidad es capaz
de desvincularse de una pareja rápidamente, continuar con su vida y mostrar muy pocas
emociones, como el remordimiento o la angustia. Una persona con un trastorno de la
personalidad puede hallar otra pareja inmediatamente después de una ruptura,
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generalmente, a los pocos días de la ruptura. Estas mismas personas también pueden
desvincularse rápidamente de su familia y sus hijos. Pueden enfadarse con sus padres y
no comunicarse con ellos durante años. Una persona con un trastorno de la personalidad
puede abandonar a sus hijos, culpando al mismo tiempo a su cónyuge o pareja de su falta
de apoyo e interés. Su capacidad de comportarse de esta manera se relaciona con las
“emociones superficiales”. La mejor manera de pensar en las emociones superficiales es
la de compararlas con tener un automóvil aceptable, por valor de $300.00 (192 euros).
Usted ha realizado una inversión pequeña en el automóvil y mientras éste funcione bien,
usted no tendrá quejas. Usted se toma el trabajo de mantener el vehículo, siempre que los
gastos de mantenimiento sean bajos. Si se vuelve caro mantenerlo, debido a problemas
mecánicos, es más económico abandonarlo y comprar otro automóvil de $300.00, que
funcione bien. Así, si recorre una larga distancia, decidirá dejarlo atrás porque llevarlo
consigo le resultará más costoso. Una persona con un trastorno de la personalidad tiene
emociones superficiales y, con frecuencia, ve a las personas que le rodean como
automóviles de $300.00. Su inversión emocional en los demás es mínima. Si el padre es
muy problemático, rápidamente le deja de lado. Si los padres critican su conducta,
entonces finalizan su relación con ellos… hasta que necesite algo.
Moral circunstancial: Una persona con un trastorno de la personalidad se enorgullece en
ser capaz de “hacer lo que tiene que hacer” para satisfacer sus demandas y sus
necesidades. Posee escasos límites personales o sociales y, en los casos más severos,
no se siente obligada por la ley y no duda en participar en actividades delictivas, si fuera
necesario. El lema de una persona con un trastorno de la personalidad es: “el fin justifica
los medios”. La moral circunstancial crea conductas bastante extremas y muchas
personas que padecen un trastorno de la personalidad, no dudan en lastimarse a sí
mismas o a los demás, con tal de satisfacer sus necesidades. Aquellas acciones que
frecuentemente se perciben como manipuladoras son las herramientas del oficio de una
persona que padece un trastorno de la personalidad, e incluyen la mentira, la
deshonestidad, las estafas, la intimidación, las confabulaciones y las actuaciones. Muchas
personas con trastornos de la personalidad son verdaderos “camaleones sociales” y luego
de evaluar a una víctima o pareja potencial, modifican su presentación para que resulte
más eficaz. Las personas con trastornos de la personalidad severos no dudan ni un
instante en lastimarse a sí mismas y se inflingirán cortes, tomarán sobredosis,
amenazarán con suicidarse o se dañarán a sí mismas con el objeto de retener a su pareja
a través de la culpa y la obligación.
Narcisismo y vidas fútiles: Los trastornos de la personalidad tienen una fuerte influencia
sobre el estilo de vida del individuo. Con frecuencia, las personas con los trastornos de la
personalidad de la Categoría B llevan una doble vida – una “vida real” y una vida
imaginaria que presentan a los demás y que está plagada de excusas, verdades a
medias, engaños, decepciones y estafas, mentiras, fantasías e historias preparadas con
un propósito específico. Los abusadores físicos que fueron separados legalmente, y por la
fuerza, de sus hijos y cónyuges elaboran historias dónde los familiares políticos
conspiraron con la policía para separarlos de sus hijos, a quienes aman profundamente.
Su encarcelación suele interpretarse como: “Yo me hice cargo de la culpa de mi amigo
para que él pudiera continuar trabajando y apoyando a su familia”. Uno de los principales
hallazgos dentro de los trastornos de la personalidad ha sido una vida fútil – esto da
cuenta de un talento y un potencial increíbles, pero una vida muy pobre por lo que refiere
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al éxito social u ocupacional. Es una vida llena de excusas y engaños. Los “perdedores o
fracasados”, narcisistas y antisociales, a menudo prometen cruceros románticos que
nunca se concretan, o tienen alguna razón por la cuál su pareja necesita colocar a su
nombre el automóvil que compró. Sus vidas suelen estar acompañadas de
irresponsabilidad económica, desempleo crónico, problemas legales y situaciones de vida
inestables dentro de su comunidad. Sus conductas, por lo general, agotan
emocionalmente a quienes les rodean – algo que las personas con un trastorno de la
personalidad explican con la frase: “Mi familia y yo no nos llevamos bien”. Podemos estar
seguros que, sin importar el tipo de situación que esté presente en la “vida real” de una
persona con un trastorno de la personalidad, siempre habrá una excusa que la justifique.
Disturbio social: Nunca existe una relación tranquila, pacifica o estable cuando nos
vinculamos con aquellas personas que sufren algún trastorno de la personalidad de la
Categoría B. Su necesidad imperiosa de ser el centro de atención y controlar a todos los
que le rodean aseguran un estado de drama, agitación, discordia y angustia, casi
permanentes. Un individuo con un trastorno de la personalidad crea dramas y alborotos
en casi todas las circunstancias sociales. Los días festivos, las reuniones familiares, las
salidas dentro de la comunidad, los viajes y hasta las compras son convertidos,
frecuentemente, en una pesadilla social. Las personas con un trastorno de la personalidad
también generan disturbios en su sistema familiar. Son el centro de enemistades,
rencores, malos sentimientos, celos y diversos problemas. Si usted tiene un familiar al que
le disgusta ver llegar a una reunión o una cena familiar – probablemente esa persona
tenga un trastorno de la personalidad.
La manipulación como una forma de vida: Para satisfacer nuestras necesidades
emocionales, sociales y personales cotidianas, las personas saludables contamos con
una diversidad de estrategias que empleamos como: tomar acción personal, solicitar algo
a alguien con cortesía, hacer tratos, ser honestos, etc. Las personas sanas también usan
la manipulación como una de sus muchas habilidades sociales – como comprarle a
alguien un presente para que se sienta mejor, hacer comentarios o dar indicios de que se
desea algo, etc. En el caso de las personas con un trastorno de la personalidad, a pesar
de las diversas estrategias sociales disponibles, la manipulación es su método preferido
para obtener lo que desean o necesitan. Las manipulaciones de una persona que padece
un trastorno de la personalidad - combinadas con sus emociones superficiales, su sentido
del derecho y su egocentrismo – pueden ser extremas. Para lograr sus metas y objetivos,
las personas con una personalidad antisocial suelen amenazar, acosar, intimidar y atacar
a quiénes les rodean. Las personas histriónicas pueden crear situaciones dramáticas,
amenazar con dañarse a sí mismas o causar un escándalo social. Las personalidades
narcisistas pueden enviar a la policía o una ambulancia a su hogar si usted no responde a
sus llamadas telefónicas, utilizando el pretexto de que estaban preocupadas por usted. Su
verdadero objetivo es el de asegurarle que sus llamadas telefónicas DEBEN ser
respondidas o pagará las consecuencias. Las personalidades limítrofes o “borderline”
pueden dañarse a sí mismas en su presencia. En una relación con una persona que sufre
un trastorno de la personalidad nos enfrentamos constantemente con una colección de
patrones o esquemas, situaciones, manipulaciones e interacciones que tienen un
propósito subliminal… su propósito personal.
La brecha entre lo que se dice y lo que se hace: Conocemos a las personas a través de
dos demostraciones de su personalidad – lo que dicen y lo que hacen. Una persona
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honesta tiene charlas, conversaciones o hace promesas que coinciden con sus conductas
casi el 100% de las veces. Si le pide dinero prestado y le asegura que le devolverá el
dinero el viernes, y luego se lo devuelve el día viernes, usted está frente a una persona
honesta. Conforme observamos estas coincidencias con frecuencia, podemos entonces
confiar más en esa persona en el futuro. Cuanto más grande sea la brecha entre lo que
una persona dice o promete y lo que esa persona hace, mayores son las posibilidades de
considerar a esa persona como deshonesta, no confiable, irresponsable, etc. Debido a las
emociones superficiales y la moral circunstancial, que se observan con frecuencia en las
personas con un trastorno de la personalidad, la brecha entre lo que ellas dicen y hacen
puede ser muy grande. Las personas con un trastorno de la personalidad suelen asegurar
a sus cónyuges que los aman, mientras mantienen una relación extramatrimonial al
mismo tiempo; pueden pedir dinero prestado sin intención de devolverlo; prometer
cualquier cosa sin intención de cumplir sus promesas; y asegurarle que son sus amigos,
mientras se dedican a divulgar rumores maliciosos acerca de su persona. Como regla:
juzgue a una persona por su conducta, más que por lo que dice o promete.
Padres disfuncionales: Normalmente, algunas personas con un trastorno de la
personalidad suelen ser padres. No obstante, suelen ser padres disfuncionales. Los
padres que sufren un trastorno de la personalidad a menudo ven a sus hijos como una
carga que les impide alcanzar sus metas personales, suelen sentir celos por la atención
que reciben sus hijos, suelen competir con sus hijos mayores y, con frecuencia, intentan
satisfacer sus metas personales a través de sus hijos. Los padres con un trastorno de la
personalidad controlan a sus hijos a través de la manipulación, preocupándose muy poco
acerca de cómo su método de crianza influirá, posteriormente, en la vida y en la
personalidad de sus hijos. Los padres que sufren un trastorno de la personalidad suelen
ser hipercríticos, dejando al niño con el sentimiento de que es incompetente o que no
tiene valor como persona, que no merece nada. En casos extremos, los padres
antisociales comenten delitos como descuidar, abusar o explotar a sus hijos y, por lo
general, les enseñan a convertirse en delincuentes. Los padres delincuentes a menudo
usan a sus hijos para robar o transportar drogas con el fin de evadir cargos penales como
adultos, permitiendo que los niños enfrenten los cargos legales. Los cónyuges con un
trastorno de la personalidad suelen tener celos de la atención que su pareja les brinda a
los niños en el hogar y, con frecuencia, los niños son el blanco de abusos verbales debido
a sus celos. El narcisismo y las emociones superficiales de un padre con un trastorno de
la personalidad dejan a los niños sintiéndose no amados, no queridos, no merecedores de
nada y no apreciados.
¿Comportamiento inconsciente o calculado?
Cuado analizamos las emociones, las actitudes y las conductas de una persona con un trastorno
de la personalidad, eventualmente comenzamos a cuestionarnos: ¿Estas características son
calculadas e intencionales o son conductas inconscientes que no están bajo su control? Cuando
trabajamos con personas con trastornos de la personalidad, vemos ambas cosas. Por ejemplo:
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Actitudes: La mayoría de las actitudes observadas en las personas con trastornos de la
personalidad provienen de muchos años atrás y han estado presentes desde sus años de
la adolescencia. Culpar a otros es una característica típica de una persona con un
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trastorno de la personalidad y después de haber creído esto por muchos años, las
personas con un trastorno de la personalidad realmente no creen que ellas sean
responsables de sus conductas – incluso en el caso de las conductas delictivas. Estos
individuos han re-pensado, re-elaborado y excusado su comportamiento al punto de no
lograr comprender que éste constituye un denominador común a todos sus problemas.
Los delincuentes sentenciados por delitos que van desde el robo de automóviles hasta los
homicidios, tienen todos, una actitud similar: “la encarcelación es injusta”. Ellos ni siquiera
tienen en cuenta a las víctimas como un factor de sus delitos, en absoluto. Por esta razón,
aquellas personas que sufren un trastorno de la personalidad tienen una comprensión
muy pobre de que sus actitudes arruinan sus propias relaciones. Las víctimas le
asegurarán que tratar de explicarle a una persona con un trastorno de la personalidad una
situación normal o saludable, es algo casi imposible.
Relaciones deficientes: Las personas con un trastorno de la personalidad desarrollan
maneras deficientes de relacionarse con los demás, a lo largo de muchos años. Estas
maneras deficientes de relacionarse, eventualmente se convierten en su única manera de
relacionarse con los otros. Lo que tuvo origen en su niñez hace que, en su vida adulta,
sólo conozcan una manera de relacionarse con los demás a través de la intimidación, las
amenazas, la ira, la manipulación y la deshonestidad. Este estilo social defectuoso
continúa, incluso cuando quienes le rodean tienen buenas habilidades sociales, son
personas que se preocupan por los demás, aceptan a los demás y son afectuosas.
Conductas circunstanciales: La justificación de sus conductas a través de estas
actitudes que tienen varios años, puede ser muy calculada en las personas con un
trastorno de la personalidad; estas personas pueden tener determinadas intenciones y ser
manipuladoras en sus relaciones con los demás. Sus habilidades de toma de decisiones,
sus estrategias para enfrentar problemas y sus manipulaciones suelen estar bien
planificadas con el fin de poder cumplir con sus propósitos. Financieramente, pueden
obligarlo a usted, de manera legal e intencional, a pagar por sus deudas. Pueden robarle
dinero, justificando esa conducta con excusas como: “Corté el césped durante tres años,
me lo merecía”. Esta combinación de actitudes de muchos años y conductas calculadas
son lo que hacen de una persona con un trastorno de la personalidad un ser peligroso en
cualquier relación interpersonal.
¿Qué significa esto para las víctimas?
En una relación con una persona que padece un trastorno de la personalidad, hay varias verdades
básicas presentes: Las mismas incluyen lo siguiente:
1. La víctima que mantiene una relación con una persona que tiene un trastorno de la
personalidad no creó ese trastorno de la personalidad. Muchas personas que sufren un
trastorno de la personalidad culpan a la víctima de sus ataques, sus mentiras, su mala
conducta, sus engaños e intimidaciones, etc. En realidad, la persona que padece un
trastorno de la personalidad exhibe esas conductas, independientemente de que la
víctima esté presente o ausente. Las víctimas no provocan ser atacadas, simplemente se
han involucrado con una persona abusadora.
2. Si la víctima cambia su conducta, la conducta de la persona que sufre un trastorno de la
personalidad no varía. Muchas víctimas se vuelven supersticiosas y sienten que pueden
controlar la conducta de una persona con un trastorno de la personalidad, cambiando su
propia conducta. Ésta puede ser una solución pasajera, lo que sólo significa que ahora la
víctima sólo estará satisfaciendo las demandas de la persona que padece un trastorno de
la personalidad. Cuado la persona que tiene un trastorno de la personalidad se siente
justificada, vuelve a su comportamiento habitual sin importarle los cambios de conducta
de la víctima. Amar a los tiburones no nos protegerá, si nos encontramos sangrando
dentro de un estanque lleno de tiburones.
3. Un trastorno de la personalidad es un patrón permanente que viene desde hace muchos
años atrás. El tiempo no cambia este tipo de personalidades. Si su madre o su padre
padecían un trastorno de la personalidad durante su infancia, al regresar al hogar después
de veinte años, usted encontrará que sus viejas conductas siguen igual, como en su mejor
momento.
4. Casarse, tener un bebé, irse a vivir con este tipo de personas, etc., de hecho, empeora su
conducta disfuncional. La presencia de estrés exagera y amplifica las características
normales de nuestra personalidad. Las personas mentalmente saludables, pero tímidas,
se vuelven más tímidas cuando están bajo estrés. El estrés o la tensión que generan las
responsabilidades adicionales, en realidad, incrementan las malas conductas de una
persona con un trastorno de la personalidad.
5. Cuando estamos involucrados, de alguna manera, con una persona que tiene un trastorno
de la personalidad – ya sea nuestra pareja, nuestros padres, nuestros hijos, nuestros
hermanos, o nuestros amigos, etc., no sólo debemos reconocer sus conductas, sino
también desarrollar una estrategia para protegernos. Muchas de nuestras estrategias
necesitan centrarse en proteger nuestra estabilidad emocional, nuestras finanzas y
nuestras otras relaciones. Como padres, si nuestro hijo o hija adultos padecen un
trastorno de la personalidad, debemos protegernos de las conductas que puedan poner
en peligro nuestra vida y estilo de vida. Como hijos de un padre con un trastorno de la
personalidad, a menudo debemos proteger a nuestra familia inmediata y a nuestros hijos
de las malas conductas de nuestros padres. Es importante recordar que, para las
personas con un trastorno de la personalidad, SU propia supervivencia y bienestar es su
prioridad – no así, la salud o el bienestar de quienes le rodean.
Resumen
A medida que vamos viviendo nuestras vidas, nos encontramos con una diversidad de personas.
También establecemos diversas relaciones con los demás, tales como las que establecemos con
los miembros de nuestra familia, nuestros vecinos, nuestros compañeros de trabajo, nuestros
amigos y con personas que nos resultan familiares. Las relaciones saludables parecen
establecerse del mismo modo – comprenden características de respeto, preocupación e interés
por los demás, afecto, colaboración, honestidad, metas compartidas, etc. Una relación establecida
con una persona que padece un trastorno de la personalidad es algo totalmente diferente. Ese 9 o
10 por ciento de los adultos que padecen un trastorno de la personalidad de la “Categoría B”
pueden crear importantes dificultades en nuestras vidas. A menudo, durante breves contactos
pueden causarnos problemas – como el tío que es un embaucador o la cuñada que nadie tolera
en las cenas de las fiestas. Por consiguiente, cuando les permitimos participar en nuestras vidas,
las personas que padecen un trastorno de la personalidad rápidamente toman el control de la
situación y nuestras vidas pasan a centrarse en sus necesidades, demandas y objetivos. Para
alcanzar sus objetivos egocéntricos, las personas que tienen un trastorno de la personalidad se
convierten en controladores, abusadores, manipuladores y usan a otras personas en sus
relaciones. La identificación temprana de aquellas personas que crean relaciones no saludables
puede ahorrarnos muchos años de dolores de cabeza, como también evitarnos un daño a nuestra
personalidad, nuestra autoestima, nuestras finanzas y nuestros estilos de vida.
En otro artículo llamado “Identifying Losers in Relationships” (disponible también en español)
podrá hallar las técnicas específicas usadas por las personas con un trastorno de la personalidad
de la Categoría B. También he abordado este tema y los problemas asociados con la permanencia
en una relación abusiva o disfuncional en el artículo titulado “Love and Stockholm Syndrome: The
Mystery of Loving an Abuser”. Ambos artículos están disponibles en mi sitio en Internet en:
www.drjoecarver.com o en: www.counsellingresource.com
Joseph M Carver, Ph.D.
Psicólogo