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DIPLOMA DE ESPECIALIZACIÓN EN DIRECCIÓN DE ORGANIZACIONES DE ECONOMÍA SOCIAL.
DOES (Curso de Especialización en Dirección de Organización de Economía Social)
Fundamentos de Economía Social
Unidad Didáctica 1: Orígenes sociales e ideológicos de la Economía Social
Profesor: Agustín Sancho Sora
OBJETIVO DE LA UNIDAD DIDÁCTICA
A lo largo del siglo XIX tanto Europa como Estados Unidos entran en la senda de la industrialización,
en un contexto político e institucional nuevo configurado en el denominado “Estado Liberal”, que
surgió tras el derrocamiento de las Monarquías Absolutistas que caracterizaron los Estados del
“Antiguo Régimen”, a través de un periodo de fuertes convulsiones sociales (revoluciones,
contrarrevoluciones y guerras entre los diferentes Estados) que marcaron la pauta de las sociedades
modernas de aquél periodo en la formación del nuevo Estado.
El proceso de industrialización desarrolló importantes transformaciones en el ámbito de la empresa y
de las estructuras productivas dentro de un sistema económico nuevo: el Capitalismo.
El desarrollo de la economía capitalista provocó una alteración radical tanto de las condiciones
socioeconómicas de la población trabajadora como de sus relaciones sociales anteriores. La
implantación de estos modelos generó primero una fuerte resistencia y después un progresivo
desarrollo del asociacionismo de distintas características (sindicatos, cooperativas, sociedades de
socorro mutuo, etc.), que tenía como objetivo la transformación de las condiciones socioeconómicas
de una gran parte de la población que las nuevas relaciones capitalistas habían impuesto, y que se
desenvolvieron entre la ilegalidad, la persecución y la permisividad vigilada.
El objetivo de esta unidad didáctica es analizar los orígenes de las múltiples formas de asociacionismo
que se desarrollaron en el entorno político social y económico del Siglo XIX, y que constituirían la
base de lo que posteriormente se denominaría Economía Social. Especialmente nos centraremos en los
orígenes del Cooperativismo, ya que este movimiento conformaría la columna vertebral de la
Economía Social.
MATERIALES
La exposición de la unidad didáctica vendrá apoyada por la entrega previa de materiales basados en
lecturas y será complementada con proyección de un vídeo titulado “Daens”.
“Daens” es una película belga realizada en 1992. Esta película refleja las condiciones laborales de ese
país a finales del siglo XIX. Bélgica tuvo una fuerte expansión fabril a partir del segundo tercio del
siglo XIX y a finales de ese siglo se encontraba en una crisis económica motivada por el proceso de
transformación que acompañaba a la segunda revolución industrial. Se observa la gran precariedad y
la malas condiciones de vida (dentro y fuera de la fábrica) de la población trabajadora, la lucha por el
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sufragio universal (masculino), la contradicciones en la actuación de las autoridades eclesiásticas tras
la encíclica del Papa León XIII “Rerum Novarum”.
Se entregará una lectura de gran interés de Regino González, que fue secretario de la Federación
Regional de Cooperativas del Centro de España y vicesecretario dela nacional. La lectura corresponde
a dos capítulos de su libro “Cómo se hace una Cooperativa”, publicado en los años treinta, en el
periodo de la Segunda República española. Es una visión muy interesante desde el punto de vista
ideológico socialista.
INTRODUCCIÓN A LA UNIDAD DIDÁCTICA
Introducción
El Estado Liberal, surgido tras los procesos revolucionarios acaecidos a lo largo de finales del siglo
XVIII y primera mitad del siglo XIX, eliminó los privilegios estamentales del clero y la nobleza y
proclamó los principios de libertad individual (aunque muy restringida), constituyendo regímenes
parlamentarios (a través de elección mediante sufragio censitario, es decir restringido, en la mayoría
de los casos) y constitucionales.
En la sociedad, fundamentalmente agraria, del “Antiguo Régimen” las comunidades campesinas
configuraban el marco de sus relaciones sociales de forma comunitaria y determinados recursos
(pastos, bosques e incluso cultivos en algunos lugares) se explotaban colectivamente. Desarrollaba
sistemas de cooperación y de solidaridad que pudieran hacer frente a los numerosos infortunios que el
destino les deparaba (en forma de malas cosechas, enfermedades y otras catástrofes naturales) a la vez
que les permitía limitar la arbitrariedad de los estamentos privilegiados que basaban su obtención de
rentas en la apropiación de gran parte del excedente campesino. De la misma manera los artesanos que
realizaban los distintos oficios desarrollaban a través de los “gremios o hermandades” sistemas de
cooperación y ayuda mutua.
En el nuevo modelo de sociedad, a la vez que se exaltaban los valores individuales, todos los valores
colectivos que predominaban en el modelo de sociedad anterior, que se plasmaban en acciones y
utilización de recursos de forma colectiva, quedaron eliminados.
El establecimiento de la sociedad liberal y del capitalismo como marco económico en el que se iban a
desarrollar las relaciones sociales de producción, no supuso, por lo expuesto, exclusivamente la
abolición del absolutismo y de los privilegios de los estamentos superiores, sino también la de las
costumbres y tradiciones basadas en la cooperación y la solidaridad, provocando, como se ha dicho
anteriormente, una alteración radical tanto de las condiciones socioeconómicas de la población
trabajadora como de sus relaciones sociales anteriores.
Desde el punto de vista económico la concepción del Estado por parte de los liberales decimonónicos
era totalmente contrapuesta a la del Estado recientemente derrocado. El nuevo Estado debía intervenir
muy poco en la actividad económica siguiendo los principios del laissez faire es decir, que la
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economía se desenvuelva en un marco desregularizado dejando actuar libremente a las fuerzas del
mercado.
Se liberalizó la economía eliminando todas aquellas trabas y reglamentaciones que limitaban la libre
utilización de los factores productivos (tanto en lo que se refiere a la tierra como al capital y al
trabajo).
Respecto al mercado de trabajo, se debía actuar como en cualquier otro mercado en el que se
intercambia un bien o mercancía. Las propias normas del mercado instituían a cada una de las partes
como libres e individualizadas y poseedoras de un bien intercambiable, y establecían una relación en
pie de igualdad y beneficio de ambas partes. Desde esta concepción, proliferaron los contratos
individuales, impidiendo cualquier acción colectiva (vía negociación colectiva) y organizada de los
trabajadores ya que éstas rompían el principio de igualdad entre las partes. Por el mismo principio, el
Estado debía mantener una neutralidad sin que formulase leyes generales que definiesen derechos y
obligaciones de cada una de las partes.
Frente a estas concepciones se contraponían aquellas que negaban el principio de igualdad entre las
partes a la hora de llevar a cabo el arrendamiento de la mano de obra, ya que el empresario podía
emplear a cualquier obrero y despedirlo sin alterar su situación, mientras que el obrero si que veía
alterarse su situación y aceptar las condiciones que se le imponían, y por lo tanto debido a la necesidad
no se cumplía la norma de igualdad de las partes en la negociación tal como preveía la teoría liberal.
La forma de alterar la desigualdad vino impuesta por la fuerza de las organizaciones obreras. Surgen a
lo largo del siglo XIX múltiples asociaciones de distintas características y finalidades, entre las que
destacan:
-Asociaciones cuyo objetivo era mejorar las condiciones de trabajo (saláriales, jornada, higiene,
seguridad, etc.) dentro del centro de trabajo. Este sería el caso de las sociedades de resistencia o
sindicatos.
-Asociaciones que pretendían paliar la precariedad impuesta por el abandono de la actividad laboral
por causas como la vejez, enfermedad, accidentes laborales e invalidez. Sería el caso de las sociedades
de socorro o ayuda mutua.
-Movimiento cooperativista que pretendían elevar la capacidad adquisitiva de salario mediante el
aumento de la capacidad de compra de determinados artículos (cooperativas de consumo), bien
acceder a la gestión de los medios de producción (cooperativas de producción).
A todas estas hay que unir las asociaciones de educación, de tiempo libre, etc.
Todos estos movimientos asociacionistas podían estar relacionados (desde organizaciones sindicales
se impulsaba la formación de sociedades de socorro mutuo o cooperativas; o las organizaciones
sindicales utilizaban las de socorro mutuo para realizar su actividad cuando estaban ilegalizadas), pero
también llevaron caminos diferenciados y paralelos.
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La presión de las organizaciones obreras por un lado y el calado cada vez mayor de las ideas que
propugnaban lo que se ha conocido como reformismo social y que defendían una intervención del
Estado en materia laboral, mediante el desarrollo de un cuerpo legislativo y con actuaciones tendentes
a eliminar las situaciones de injusticia entre la población trabajadora y mejorar su condición de vida,
propiciaron un cambio en la actitud del Estado en esta materia en el último tercio del siglo XIX. De
hecho dentro del propio liberalismo se alzaban voces que opinaban que le Estado debía tomar cartas
en el asunto para frenar los casos de extrema injusticia y arbitrariedad.
A finales del siglo XIX se abre, pues, un nuevo contexto en el que se estimuló y propició el desarrollo
de organizaciones como cooperativas, sociedades de socorro mutuo, etc. como una fórmula de mejora
de la condición de vida de los trabajadores, a la vez que pudiera frenar a los sectores más radicales y
revolucionarios dentro del movimiento obrero.
El concepto de Economía Social se fue conformando a raíz de lo expuesto anteriormente, paralelo a
las políticas de los denominados reformadores sociales y la progresiva configuración del Estado
Social.
Las influencias ideológicas en los orígenes de la Economía Social son variadas: Desde el los llamados
“socialistas utópicos” hasta el socialismo marxista (en su corriente socialdemócrata) y el catolicismo
social (sobre todo tras la Encíclica “Rerum Novarum” de León XIII) se va dotando de cuerpo y
cobertura a todo un conjunto de organizaciones que en ocasiones en su origen venían cargadas de
experiencias con alto grado de espontaneidad.
Orígenes y principios de Cooperativismo
La diversidad existente en el movimiento cooperativista, el cambio de contexto histórico en que se
han desarrollado las cooperativas y la evolución de éstas explica las distintas concepciones que de
ellas se han tenido.
Parece que en común la Cooperación se entiende como un sistema económico- social, pero según el
momento histórico se hace más énfasis en el carácter social o en el mercantil de estas sociedades.
Es en el siglo XIX cuando surge el germen del cooperativismo con formas variadas y corrientes
ideológicas distintas, pero va a ser en el siglo XX cuando este movimiento cooperativo adquiera un
gran desarrollo
En origen los principios cooperativistas surgen como una reacción a la alteración radical que el nuevo
modelo económico capitalista, en su vertiente liberal, introdujo tanto en las condiciones
socioeconómicas de la población trabajadora como de sus relaciones sociales anteriores. Es en el
marco de una sociedad que generó crecientes desigualdades lo que llevó a los obreros a buscar
alternativas. En principio pues una parte del cooperativismo se nutrió de una corriente que se
desarrolló en el seno del movimiento obrero introduciendo aspectos de confrontación contra la
economía liberal y los impactos sociales negativos derivados de la revolución industrial y con deseos
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de transformación en el modelo de producción capitalista. A pesar de la progresiva integración del
cooperativismo en el modelo de producción capitalista, en algunas escuelas perduraron algunos de
estos aspectos. Así por ejemplo Charles Gide, Director que de la escuela de Nimes definía la
cooperación de esta manera: “Es un programa de renovación social que representa un esfuerzo
colectivo de la sociedad humana encaminado a cambiar el actual estado económico del mundo y a
terminar con la explotación que hoy sufre el hombre en sus condiciones de consumidor y productor”.
La posición de las corrientes ideológicas del movimiento obrero respecto al cooperativismo fue
evolucionando a lo largo del siglo XIX, no sin contradicciones y siempre supeditadas a las
asociaciones sindicales y políticas. Las diferencias entre el marxismo y el anarquismo, así como las
existentes en el seno del marxismo (corriente reformistas que inspiró el desarrollo del socialismo
democrático por un lado y la corriente revolucionaria de inspiración comunista que acabaría
escindiéndose de la internacional socialista tras el triunfo de la Revolución Rusa, por otro lado)
determinaran posiciones distintas con relación al cooperativismo.
Para Marx el trabajo cooperativo solo podía liberar a las masas trabajadoras de la explotación cuando
se desarrollase a escala nacional y con recursos de toda la nación. Es decir, con la liquidación del
modo de producción capitalista. Consideraba la cooperación como una experiencia social de interés
por su defensa de los intereses económicos de la clase trabajadora y por socavar los principios de la
iniciativa individual y la posesión privada de los medios de producción, pero siempre supeditadas al
fin último que es la emancipación de los trabajadores a través de la revolución y la liquidación del
capitalismo.
En el seno de la I Internacional (1863-1876) la cooperación es vista como un modelo que logra aliviar
la suerte de algunos trabajadores y que ayuda a la consecución del verdadero objetivo que es la
transformación del Estado por medio de un proceso revolucionario, pero en absoluto por sí misma se
puede alcanzar la emancipación de los trabajadores.
La concepción del cooperativismo en el seno de una parte de los representantes políticos del
movimiento obrero va progresando hacia un mayor reconocimiento. En el VIII congreso de la II
Internacional (socialista) el mayor peso en ésta de las tesis reformistas (socialdemócratas) se declaró:
“El Congreso poniendo en guardia a los trabajadores contra los que sostienen que la Cooperación se
basta a sí misma, declara que la clase obrera tiene el mayor interés en utilizar en su lucha de clase,
el arma cooperativa, y exige que todos los socialistas y obreros sindicados participen activamente en
el Movimiento Cooperativo, a fin de desarrollar dentro del mismo el espíritu del Socialismo e impedir
que las cooperativas se aparten de su papel de educación y de solidaridad obrera”
Por otro lado, se observa la influencia del llamado socialismo utópico y del reformismo social,
introduciendo aspectos de igualdad y redistribución equitativa de la riqueza: “ La Cooperación es un
sistema de industria universal, con igualdad de privilegios y equitativa distribución de la riqueza
nuevamente creada” (Robert Owen). El acceso a los medios de producción es otro de los objetivos del
cooperativismo, como indica el desarrollo de la idea de autogestión, puesta en práctica, por ejemplo,
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por Louis Blanc en Francia tras la restauración de la República en 1848 con la creación de los talleres
sociales. “La cooperación es una forma económico social y jurídica que, a través de procedimientos
determinados en la legalidad, pretende facilitar el acceso del socio cooperador a la propiedad de los
medios de producción y de un patrimonio familiar aunque modesto” (Martín Brugarola).
En todo caso, los principios de democracia, solidaridad y equidad han estado presentes en el
movimiento cooperativista desde sus inicios.
Aunque el movimiento cooperativista se extiendió a lo largo del siglo XIX por todos los países
industrializados fue en Gran Bretaña y Francia donde antes se inició. Citaremos algunos pioneros:
Robert Owen es considerado como el padre de la cooperación en Gran Bretaña y Fourier en Francia.
Ambos señalan la importancia de crear cooperativas de consumo que eliminen a los intermediarios
entre la producción y el consumo.
W. King publicó en 1828 en Inglaterra la revista mensual “El Cooperador” en las que exponía los
principios de la cooperación.
M. Derrión estimuló la creación de cooperativas de consumo entre los fabricantes de seda de Lyon,
donde se aplicó por primera vez el principio de retorno al consumidor en función de las compras.
Bouchez, en 1831, desarrolló los principios de las cooperativas de producción, entre ellos el principio
de retorno a prorrata del trabajo y el principio de devolución desinteresada del activo neto. El fondo de
capital en la disolución pasa a ayudar a otra sociedad semejante.
La experiencia de los talleres sociales desarrollada por Louis Blanc en Francia en 1848, antes
mencionada.
Pero el movimiento cooperativista en este periodo que dejó huella en experiencias futuras fue el que
se desarrolló en la localidad inglesa de Rochdale, que en 1840 contaba con unos 50.000 habitantes
que se dedicaban a elaborar tejidos de franela, explotar canteras de pizarra y minas de hulla. El
objetivo de la sociedad constituida fue procurar a los socios un beneficio pecuniario y mejorar la
condición social y doméstica a través de las cooperativas de consumo y producción.
En Rochdale se recogen y sintetizan las ideas y experiencias anteriores. Los principios de Rochdale
son los siguientes:
1º Control democrático
2º Adhesión libre, voluntaria
3º Principio de retorno a prorrata de las compras en las cooperativas de consumo (un % del excedente
en función de las compras) y a prorrata del trabajo en las de producción.
4º Interés limitado al capital. Las cooperativas no podrán pagar al capital más que un interés limitado.
5º Neutralidad política y religiosa. Libre expresión entre los asociados
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6º Venta al contado (no a crédito)
7º Desarrollo de la educación
8º Devolución desinteresada del activo neto en caso de disolución de una cooperativa
9º Aspiración a conquistar y cooperatizar la organización económica y social del mundo
Este último principio internacionalista, que ya era expresado por R. Owen, se plasmó en 1895 con la
creación de la Alianza Cooperativa Internacional definida como “Una asociación de Uniones
Nacionales de Sociedades Cooperativas que tienen la finalidad de desarrollar un sistema no lucrativo
de producción y distribución organizado en interés de toda la comunidad y basado en la autoayuda y
en la ayuda mutua.”
En 1910 se celebró en Hamburgo un nuevo congreso de la Alianza Cooperativa Internacional (en la
que se seguían los principios de Rochdale). En Este congreso se vio como muy positiva la declaración
de la Internacional Socialista, cuyo congreso se celebró en el mismo año (ya mencionado), lo que
favoreció un acercamiento entre el Movimiento Cooperativo independiente, amparado en los
principios de Rochdale, y el socialista. Así, por ejemplo, en Francia en el año 1912 la Unión de
Cooperativas Francesas de Consumo (de inspiración Rochdaliana) se unió a la Federación de
Sociedades Cooperativas Socialistas de Consumo formando la Federación Nacional de Cooperativas
de Consumo de Francia.
Pero a pesar de la tendencia a unirse en federaciones a escala nacional e internacional, el
cooperativismo fue un movimiento que adquirió formas muy diversas y especializaciones en distintos
sectores económicos. No todas las sociedades cooperativas tenían el espíritu de independencia política
y religiosa de Rochdale, ni sus principios democráticos, ni iban unidas a una moral distinta del
capitalismo, sino que sus fines eran estrictamente económicos.
Una figura que tuvo una gran influencia en el desarrollo de cooperativas de crédito y agrarias fue la
del alemán Friedrich G. Raiffeisen. Concibió el desarrollo de cooperativas agrarias como medio de
defensa de los agricultores contra usureros y comerciantes. Con el fin de evitar que los campesinos se
vieran obligados a hipotecar la mayor parte de sus cosechas futuras en manos de usureros, quiso crear
empresas agrarias con una fuente de capital propia, surgiendo así un sistema de crédito cooperativo
rural, fundándose la primera oficina en la ciudad de Flamerfeld en 1849. En primer lugar se fundaron
las Cajas Comunales de Crédito. Debido al impulso que tomaron se agruparon formando el Banco
Nacional de Cajas Raiffeisen.
El tipo de sociedad Raiffeisen no seguía el modelo de Rochdale en lo que respecta a la neutralidad
política y religiosa (eran de carácter confesional) y en cuanto a la inexistencia del principio
democrático, ya que en ellas predominaba la intervención superior de los socios de mayor patrimonio
económico sobre los demás.
Muchas cooperativas agrarias surgieron en Alemania inspiradas en este modelo, fundándose en 1875
la Unión Nacional de Cooperativas Agrarias.
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Este modelo inspiró también al cooperativismo agrario católico en España surgido a partir de la
Encíclica “Rerum Novarum” de León XIII de 1891 y al amparo de la Ley de Sindicatos Agrarios de
1906.
Respecto a las cooperativas de crédito Raiffeisen, en 1877 se creó la Federación General de
Sociedades Cooperativas. Este movimiento se extendió por toda Europa, cuyo equivalente en España
son las Cajas Rurales.
A pesar de la diversidad de sociedades en le congreso celebrado en Viena en 1930 por la Alianza
Cooperativa Internacional, se señaló que los principios de Rochdale estaban vigentes.
El Cooperativismo en España
Podemos destacar tres fases en le desarrollo del cooperativismo en España:
Una primera etapa desde mediados del siglo XIX hasta 1899. Esta fase es la de desarrollo embrionario
del cooperativismo en España. Se va a caracterizar por tener:
Marco desregularizado. El marco legislativo en el que se van a desenvolver las primeras cooperativas
es el de la Ley de libre derecho de asociación de 1868 y la Ley de Asociaciones de 1887. En el Código
de Comercio (1869) solo se consideran mercantiles las sociedades ajenas a la mutualidad.
Descoordinación
Contradicciones ideológicas
Las cooperativas pioneras van a surgir en Cataluña, Valencia, Madrid y Andalucía (1856 en Valencia
la cooperativa de producción “La Proletaria”; en el mismo año, también en Valencia cooperativa de
consumo de ferroviarios “El Compañerismo”; 1865 cooperativa de consumo catalana “La
Palafrugellense”; 1864 los tejedores de Mataro)
Al final de este periodo se van dando los pasos hacia una cierta coordinación entre algunas de estas
sociedades como parece indicarlo la celebración de la 1ª Asamblea de Cooperación Catalanas en 1898
y el I Congreso Cooperativista Catalano - Balear en 1899 de donde surgió la necesidad de una
organización en el ámbito nacional, representada en la primera Federación de Cooperativas de España,
y se defendió la existencia de una ley especial sobre sociedades cooperativas.
Una segunda etapa cubre los periodos que van de 1899 a 1913. En esta fase pueden resaltarse los
siguientes rasgos:
Se observa un cambio en al actitud del Estado hacia el cooperativismo, pasando de un planteamiento
de falta de regulación y escaso apoyo a una progresiva aceptación de este movimiento. Este cambio de
actitud, aunque todavía muy tímido, estuvo en consonancia con el cambio de actitud global del Estado
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hacia una mayor participación económica y una mayor implicación en los asuntos sociales y en el
ámbito de las relaciones laborales.
Desarrollo del cooperativismo agrario, de fuerte inspiración católica, a partir de la Ley de sindicatos
Agrarios de 1906. Ya se ha señalado la influencia en este tipo de cooperativismo de las sociedades
modelo Raiffeisen que desembocará en le cooperativismo de crédito con la constitución de las Cajas
Rurales.
Pasos hacia una organización nacional. En 1902 se celebró el II Congreso Cooperativo Catalano –
Balear planteándose la necesidad de un congreso nacional. Éste se celebró en 1913 (I Congreso
Nacional de Cooperativas) con la asistencia de 255 cooperativas y sindicatos agrícolas con más de
51.000 socios.
Un tercer periodo, entre 1913 y 1936, que significó la consolidación del Movimiento Cooperativo y
vino caracterizado por la adopción de medidas y promulgación de disposiciones que protegían y
estimulaban este Movimiento.
Se continuaron dando los pasos hacia una organización nacional. A raíz del I Congreso Nacional,
antes citado, se crearon varias federaciones cooperativas de carácter regional: Unión de Cooperativas
del Norte de España, Federación Regional Valenciana o la Federación Regional de Cataluña. Estos
pasos hacia una estructura federada desembocaron en 1929 en el nacimiento de la Federación
Nacional de Cooperativas que en ese año representaba a unas 500 cooperativas con 200.000 socios.
Esta federación estaba inspirada en los principios participativos y democráticos de Rochdale
(independencia política y religiosa, igualdad de voto, etc.). Formó parte de la Alianza Cooperativa
Internacional.
Otra de las reclamaciones que se hacían desde todos los foros cooperativos era la necesidad de una ley
específica sobre cooperativismo. Esta ley se hizo realidad en 1931 con la Ley de Cooperativas de
noviembre de 1931.
En conclusión, a finales del siglo XIX se abre un nuevo contexto en el que se estimuló y propició el
desarrollo del cooperativismo como una fórmula de mejora de la condición de vida de los
trabajadores, a la vez que pudiera frenar a los sectores más radicales y revolucionarios dentro del
Movimiento obrero.
DEBATE
Interesante de cada al debate es ver el papel que jugó el Estado en ese periodo, así como el de las
distintas corrientes ideológicas. También se podrían realizar ciertas comparaciones con la situación
actual al preguntarse en qué medida el aumento de la flexibilidad laboral y sobre todo el proceso de
globalización e internacionalización de la economía no repite ciertos comportamientos (a escala
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internacional) típicos del siglo XIX, y cual puede ser el papel de la Economía Social y del
cooperativismo en estas circunstancias.
Bibliografía sobre Historia del Cooperativismo
Un clásico que se puede consultar es la obra de Antonio D. Soldevilla (1973) “El Movimiento
Cooperativista Mundial” editado por la Caja rural Provincial de Valladolid. Da una visión general de
cooperativismo en el ámbito mundial con sus antecedentes históricos.
Un libro reciente y muy interesante es de los autores Leyre Arrieta, Miren Barandiaran, Alazne Mujika
y José Antonio Rodríguez Ranz (1998) “El Movimiento Cooperativo en Euskadi 1884- 1936” ,
Fundación Sabino Arana y Mondragón Corporación Cooperativa. Se emplea un capítulo breve pero
interesante sobre el cooperativismo en España. Posteriormente se alude a todo el desarrollo
cooperativo en Euskadi.
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