Download NO HAY PLANETA B

Document related concepts

Geoingeniería wikipedia , lookup

Economía del calentamiento global wikipedia , lookup

Calentamiento global wikipedia , lookup

Mitigación del cambio climático wikipedia , lookup

Economía baja en carbono wikipedia , lookup

Transcript
2010-03-19
NO HAY PLANETA B
Un variopinto sector, que abarca
algunos científicos, grandes
inversores, poderosos gobiernos y
algún ambientalista despistado,
convergen en impulsar la
geoingeniería o manipulación del
clima, alegando que “no se puede”
cambiar las causas de la crisis
climática. Proponen entonces un “plan
B”: técnicas para manipular grandes
trozos del planeta, desde oceános a la
estratósfera, para contrarrestar los
efectos del calentamiento global.
Saben que implica enormes riesgos y
por eso afirman que es solamente para
“casos de emergencia” –que ellos
mismos definirán cuándo ocurre.
El lobby del carbón (cabilderos de las
industrias de petróleo, energía y
transportes), que por décadas negó
que había cambio climático, cambió el
discurso. Ahora lo aceptan, pero son
grandes entusiastas de la
geoingeniería. Para estas poderosas
industrias (y los gobiernos que les
sirven), es excelente la perspectiva de
no tener que cambiar nada: proponen
enfriar el planeta con tecnologías de
alto riesgo, mientras siguen
calentándolo sin parar. Así mantienen
el lucro que obtienen con las sucias
actividades que provocan el cambio
climático y consiguen ganancias
adicionales con nuevos
megaproyectos de geoingeniería.
El pésimo resultado de las
negociaciones sobre el clima en
Copenhague el pasado diciembre,
alentó más a estos piratas globales,
que cuentan con un reducido pero
influyente sector científico que les teje
el discurso de justificación. La
geoingeniería, que era vista como un
absurdo, ahora ocupa lugares en
publicaciones científicas y grandes
medios. Instituciones como la
Sociedad Real del Reino Unido, la
Academia de Ciencias de Estados
Unidos y otras, han organizado
reportes y seminarios que concluyen
que se debe invertir recursos públicos,
además de privados, en la
investigación y experimentación de
geoingeniería. Son informes
parcializados, con participación de
geoingenieros y ninguna o escasa
apreciación crítica e independiente,
pero son la base para la acción de
algunos gobiernos.
En febrero 2010 los comités de ciencia
y tecnología de Estados Unidos y
Reino Unido convocaron audiencias
con participación casi exclusiva de
promotores de la geoingeniería. Luego
anunciaron que están elaborando
legislación para financiar y permitir
estos experimentos. Esto es muy
grave, porque lo que se haga para
manipular el clima -–que es un sistema
global e interdependiente– no es ni
nunca será, competencia de unos o de
pocos países, es problema de todos.
Hablar de “legislación nacional” es
simplemente una coartada para
jusitficar experimentos que
seguramente tendrán impactos
dramáticos en otros países, incluso
muy lejos de donde se inicien.
Para atajar la crítica, los impulsores de
la geoingeniería convocan ahora a una
reunión en Asilomar, California, en
marzo 2010, para crear “códigos de
conducta voluntarios”. Se reúnen allí,
intentado imitar la reunión que en el
mismo lugar hicieron biotecnológos en
1975, justamente para evitar que se
desarrollara regulación y supervisión
independiente.
Una de las propuestas de
geoingeniería que más se impulsan
actualmente, es la inyección de
nanopartículas azufradas en la
estratósfera, para crear sombrillas
gigantes que tapen los rayos solares.
David Keith, un entusiasta de la
geoingeniería, consiguió
recientemente que se le publicara un
artículo pretendidamente serio sobre el
tema, en la revista Nature (28/1/2010).
Este tipo de ingeniería se inspira en la
erupción del volcán Pinatubo en 1991
en Filipinas, cuya nube volcánica bajó
la temperatura global 0.5 grados
mientras se mantuvo. Claro que
cualquiera que haya estado en el área
de alcance de una nube volcánica,
sabe que su descenso tiene impactos:
la ceniza tóxica daña cultivos, flora,
fauna y seres humanos. Provoca
acidificación de mares y bosques.
Los que propugnan este método –
hecho público por el premio Nobel
Paul Crutzen en 2006 –saben que las
partículas inyectadas caerán
posteriormente, causando daños
similares en mar y tierra, además de
muerte prematura de cientos de miles
de personas (medio millón según
estimaciones). Crutzen contestó a
estas advertencias que también el
cambio climático amenaza la vida de la
gente. Irónicamente, también se
agravará el agujero en la capa de
ozono, que ya tiene impactos serios en
varios países del mundo: aumento
notable de cáncer de piel en humanos
y ceguera en ganado comprobados.
Alan Robock, un eminente climatólogo,
analizó la propuesta de crear estos
parasoles azufrados. Además de
confirmar varios de los impactos aquí
mencionados, indicó que aunque los
experimentos se hicieran en el Ártico
(con la idea de “enfriar” los países del
Norte, que es el objetivo de sus
promotores, lo que suceda en el Sur
no les importa) tendrían impactos en
los patrones de precipitación y vientos
globales, alterando los monzones en
Asia y aumentando la sequía en Africa.
Robock señala que esto pondría
directamente en riesgo las fuentes de
agua y alimentos de unos 2000
millones de personas (Science,
29/1/2010). Explica también que para
saber que sucedería con la inyección
de azufres, habría que hacerlos a una
escala de tal magnitud que no serían
“experimentos”, sería directamente
despliegue de geoingenería, con
efectos irreversibles, porque una vez
colocadas en la estratósfera, las
partículas no se pueden retirar a
voluntad.
Esta es solo una de las técnicas de
geoingeniería que se están
impulsando. Se suma a otras como las
de fertilización oceánica (que fueron
detenidas por una moratoria global de
Naciones Unidas en 2008, pero que
los geoingenieros trabajan para
revertir).
La geoingeniería es un plan de los
mismos gobiernos y empresas que
provocaron el cambio climático, para
convencernos que podrán resolver el
desastre con un “plan B” que traerá
más y nuevos riesgos que lo anterior,
pero les permitirá mantener sus
privilegios.
Ellos habrán diseñado su plan B, pero
no existe un planeta B. Es imperativo
cambiar las causas, no los síntomas,
del cambio climático. La única
regulación necesaria sobre
geoingeniería es una prohición global
de cualquier experimento o despliegue
en el mundo real.
Silvia Ribeiro, investigadora del Grupo
ETC. Más información en:
www.etcgroup.org