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Transcript
DISCURSO DEL PRESIDENTE DE LA UNION INDUSTRIAL ARGENTINA JOSÉ IGNACIO DE
MENDIGUREN EN LA CELEBRACIÓN DEL DÍA DE LA INDUSTRIA
JUEVES 1 DE SEPTIEMBRE DE 2011 – TECNOPOLIS – BUENOS AIRES ‐ARGENTINA
Discurso ante:
Presidente de la Nación: Dra. Cristina Fernández de Kirchner
Presidente de la Corte Suprema de Justicia: Dr. Ricardo Lorenzetti
Gobernadores de 15 provincias argentinas
Secretario General de la GGT: Hugo Moyano y secretarios de gremios industriales
Jefe de Gabinete de Ministros, Ministro de Economía, Ministro de Planificación, Ministro de Industria,
Ministro de C&T, Ministro de Turismo, Ministro de Agricultura, Ministro de Relaciones Exteriores, Ministro
del Interior, Presidente del BCRA, Presidente de la Cámara de Construcción. Presidente de la Cámara de
Comercio, Presidente de ADEBA, Presidente de la Sociedad Rural, Representantes del Agro, Presidente de la
Bolsa de Buenos Aires
Representantes del Grupo Brasil y Embajadores de países vecinos
Rectores y Decanos de las Universidades Nacionales
Representantes de todas las cámaras, regiones y sectores industriales
Más de 2000 industriales argentinos
Señora Presidenta de la Nación, a quién quiero agradecer la presencia en este día tan importante para la
industria, Sr. Presidente de la Corte Suprema de Justicia, gobernadores, ministros y funcionarios, colegas
empresarios, amigos sindicalistas, representantes de universidades nacionales, Sres. Embajadores, juventud
empresaria de la Unión Industrial Argentina y jóvenes representantes de los trabajadores, distinguidos
invitados, señoras y señores.
Como todos saben, hoy celebramos el día de la Industria. Y no es casualidad que hayamos decidido
conmemorarlo aquí, en este fantástico parque temático dedicado a la creación, al talento, al conocimiento y al
hacer de los argentinos. Tecnópolis es un activo de toda nuestra sociedad, que está más allá de las personas a
las que nos toca hoy tener responsabilidades políticas o institucionales. Simboliza nuestra idea de desarrollo,
nuestra visión sobre el contenido del desarrollo, de lo que significa y lo que implica: la construcción de una
Nación materialmente más sólida y espiritualmente invulnerable.
Tecnópolis es una metáfora de lo que fuimos, un espejo de lo que somos y, sobre todo, un augurio de lo
que podemos ser. Una síntesis de la película acerca de la construcción de un país. Una película que muestra
lo que es, y por sobre todas las cosas, lo que queremos que sea la Argentina. Recién, cuando recorríamos la
muestra, vimos los hitos de nuestra historia industrial: desde nuestra primera exportación de productos
elaborados y la primera exposición de productos argentinos en Córdoba en 1871, pasando por la fundación de
nuestra Unión Industrial en 1887 y, más acá, la creación del INTI en los ‘50, o del INVAP en los ‘70; hasta
los hitos más recientes como el de habernos convertido en el primer exportador de biodiesel del mundo
apenas tres años después de promulgada la ley de biocombustibles; o el de la industria del calzado, que
alcanzó el récord de producción de 105 millones de pares y convirtió a la Argentina en el décimo productor
mundial de calzado. Son imágenes que forman la película del desarrollo en nuestra Nación: la aeronáutica, la
energía nuclear, los desarrollos en ciencia y tecnología, la agro‐industria.
Los nombres que son símbolo: Pulqui, Rastrojero, Siambretta, Torino; la fundación de nuestras empresas, las
que fueron y son marca registrada de nuestro acervo cultural y nuestra identidad colectiva.
En este proceso, nuestro país fue pionero entre los países en desarrollo en generar empresas multinacionales:
Alpargatas, Siam Di Tella –entre otros‐ son ejemplos de un denso entramado industrial que incluía también
a pequeñas y medianas industrias. Hablamos de emprendimientos familiares basados en la visión de hombres
como Torcuato Di Tella, Agostino Rocca, Pascual Mastellone, Ángel Estrada, Adrián Pascual Urquía, Fulvio
Pagani, Roque Vasalli, aquellos miles de emprendedores y PyMEs que lograron materializar sus capacidades
creativas mediante la creación de empresas de crecimiento exponencial.
En algún momento de nuestra historia, sin embargo, todos estos fotogramas quedaron huérfanos de
película. Dejamos de escribir el guión del desarrollo y la producción, y quisimos creer – o nos hicieron creer
– que no éramos capaces. Perdimos la conciencia nacional y dejamos que nos produjeran, nos escribieran y
nos filmaran una película de la que no éramos protagonistas.
Muchos de los que estamos acá conocemos el resultado que esa pérdida de nuestra voluntad tuvo para el país.
Las vivimos juntos. Tenemos que tener presentes aquellas escenas y no olvidarlas, no para temer a nuestro
pasado, sino para recordar claramente cuál es el lugar en donde ninguno de nosotros quiere volver a estar.
Señora Presidenta, los industriales reconocemos la importancia que tiene la aplicación de políticas adecuadas
para favorecer nuestros esfuerzos al interior de las empresas. Por mayor capacidad empresaria que se tenga, si
el marco general no es favorable, los esfuerzos microeconómicos se vuelven estériles.
Es necesario revalorizar la estrategia que su gobierno tiene en las negociaciones internacionales, la
importancia que se le adjudica al crecimiento del mercado interno, al rol de la obra pública y el compre
nacional, a la existencia de medidas de estímulo sectorial para limitar el impacto de la crisis internacional, a la
reformulación del MERCOSUR en un sentido positivo para la Argentina. Cómo no valorar también la
posición de Argentina en la ronda de Doha, en las negociaciones con la Unión Europea, y tiempo atrás en
planteos como el ALCA. Por estas y otras razones, vemos claramente en sus concepciones el valor que tiene
la industria para el actual proyecto de país.
Hace exactamente una década, cuando nos encaminábamos a un nuevo extremo del péndulo argentino, era
difícil imaginar un tiempo como el actual. El presente de esa crisis nos había borrado el pasado y nos impedía
imaginar el futuro. En estos años, recuperamos la gobernabilidad de nuestra política y de nuestra economía.
Demostramos que nuestra fuerza productiva estaba intacta, que sólo necesitaba las condiciones adecuadas y la
capacidad de creer. Fue así que volvimos a tener la voluntad de Ser y de Pensar por nosotros mismos, a
recuperar una visión nacional. Lo de Argentina no fue un milagro sino una confirmación de nuestra
potencialidad histórica.
La economía argentina ha mostrado una mejora de sus variables macroeconómicas fundamentales: el
producto bruto, la inversión, el consumo, las exportaciones. Y lo ha hecho sobre la base de una estructura
económica muy diferente a la de décadas anteriores: un fuerte aumento del poder adquisitivo de los
trabajadores y del empleo y, con ello, la reducción de la pobreza y la indigencia.
Hace una década éramos convocados para evitar que nuestra historia terminara definitivamente en
tragedia. Hoy podemos mirar nuestro futuro con optimismo y delinear juntos la base para que Argentina
acelere el paso, cuantitativo y cualitativo, hacia el desarrollo. Este camino requiere que retomemos los
ejemplos exitosos de nuestra realidad y que sepamos con orgullo que sólo una quincena de países del mundo
cuentan con la fuerza con la que contamos nosotros:
· Que fabricamos bienes de capital y maquinaria agrícola de última generación,
· Ocupamos los primeros puestos en la exportación de varios productos de la industria alimenticia,
· Que contamos con una industria farmacéutica y farmacológica en la frontera técnica del conocimiento e
incluye a más de 35 institutos de investigación en biociencias,
· Que tenemos un sector automotriz en camino a producir el millón de autos, junto con una cadena de
proveedores autopartistas dinámica e innovadora
· Una industria de insumos básicos que exporta a más de 60 países desde la siderurgia, el aluminio o toda la
cadena petroquímica.
· Un sector Líder en aplicaciones de organismos genéticamente modificados.
· Un sector de la moda y el diseño reconocidos mundialmente, con marcas que visten al 80% de los argentinos
y exportan a más de 100 países.
· Una industria audiovisual argentina que es la 4ta exportadora mundial en formatos televisivos.
· Un país con desarrollo nuclear y aeroespacial.
· Un país con empresas de estatura global y líderes mundiales en sus rubros.
· Que suma miles y miles de PYMES metalmecánicas, madereras, textiles, software, plásticas, gráficas,
alimenticias, químicas, distribuidas en todo el territorio del país, con una industria que da trabajo formal
directo a más de un millón 300 mil argentinos.
· Una industria que, cuando las condiciones la acompañaron, creció más de un 90% desde el piso de la crisis,
duplicó su capacidad instalada, casi triplicó sus exportaciones y que generó 500 mil nuevos empleos formales.
Eso, y mucho más, es Argentina hoy. Estos ejemplos son parte de nuestra gran trama institucional de
agregación de valor. Pocos países del mundo la tienen. Nuestro desafío es fortalecer esta trama, hacerla
crecer, multiplicarla, sacar cada vez más fotos capaces de integrarse a la película.
En esa tarea, este tiempo es bisagra en nuestra historia. Esto implica estar de acuerdo en algunas
cuestiones que deberían convertirse en nuestro sentido común político y económico. Además de
empresario y hoy presidente de nuestra querida Unión Industrial Argentina, me he considerado toda mi vida
como un militante por la causa del desarrollo nacional. Como tal, hoy siento el entusiasmo y la
responsabilidad de ser partícipe de un momento en el que depende de nosotros, quizás como nunca antes,
continuar por este camino y alcanzar, de una vez por todas, el objetivo.
Lo primero es tener claro el diagnóstico de la situación en la que estamos: el mundo en el que nos toca vivir
es una oportunidad pero también una amenaza. Por ello, es imperioso que aprovechemos nuestras
fortalezas y luchemos contra nuestras propias debilidades. Al recorrer este parque es muy fácil entender en
qué consiste la base del desarrollo: creación, innovación e imaginación. En el mundo económico, eso se
resume en dos palabras: agregar valor. La disputa internacional, durante los próximos años, girará en torno
a quien agrega más y mejor valor, puesto que el valor redunda en riqueza y bienestar para los pueblos. En esta
pelea, gran parte del mundo nos pretende proveedores de materias primas y recursos naturales. La
primarización es un riesgo latente del cual debemos tener plena conciencia. Los términos de nuestro
intercambio no siempre fueron ni serán para siempre favorables, y hay que actuar en los tiempos de bonanza
para diversificar la estructura exportadora y sustituir eficientemente las importaciones.
Nuestro país no puede competir por salarios bajos, debemos hacerlo en base a tecnología,
productividad y conocimiento.
Argentina puede y debe integrarse al mundo portando siempre su DNI y su ADN, que incluye un fuerte
componente industrial, tecnológico y científico. Nuestra misión como dirigentes es lograr que nuestros
pueblos sean actores y no víctimas de la globalización. Si algo nos ha enseñado la historia es que no existe
en el mundo ningún país desarrollado que no sea un país industrial.
A partir de esa misión planteamos nuestra visión sobre el contenido del desarrollo. El desarrollo es un
proyecto a largo plazo, no es espontáneo y tampoco es gratuito. Siempre habrá resistencias al desarrollo,
porque implica afectar intereses internos y externos que están atados a la vieja estructura. No hay atajos
posibles en el camino al desarrollo y requiere de confianza mutua, trabajo conjunto y consensos. Es un
proyecto de décadas que involucra a varias generaciones por eso me alegra especialmente ver aquí hoy
nuestra juventud, tanto empresaria como sindical.
El desarrollo no se importa: surge desde adentro, desde nuestra propia fortaleza, desde nuestra densidad
nacional. Durante gran parte de nuestra historia, Argentina exportó ahorro e importó deuda. Hoy nos
toca terminar de revertir esa lógica autodestructiva y generar espacios de rentabilidad en todo nuestro
territorio – desde la Patagonia hasta el NOA y el NEA, desde Cuyo hasta la pampa húmeda – para que nuestro
ahorro se despliegue como inversión, empleo de calidad y salarios crecientes. Cuando ese ahorro genere
nuestro desarrollo seremos absolutamente soberanos.
Sobre estas cuestiones tenemos que encontrar los consensos. Pero cuidado: lograr consensos no es sólo
acordar sobre un conjunto de palabras y buenas intenciones sino sobre objetivos concretos y cuantificables. Al
desarrollo tenemos que salir a conquistarlo, con convicción y convencimiento.
En la UIA, estamos convencidos que de consolidar el rumbo, Argentina va a duplicar su producto per cápita
en los próximos tres períodos presidenciales, alcanzar el pleno empleo, llegar a una participación del 50% del
salario en el ingreso nacional, con plena ocupación e integración del territorio. Tenemos propuestas y
acciones concretas que hacen a una agenda para el desarrollo: una visión macroeconómica de largo plazo,
programas para la innovación, para las cadenas de valor, pactos regionales, entre otras muchas cuestiones. Y
queremos compartir estas propuestas con todos ustedes y con todos los actores que, como nosotros, están
comprometidos con la causa del desarrollo nacional. Estamos trabajando con la Facultad de Ciencias
Económicas de la Universidad de Buenos Aires y todo su cuerpo de profesores. También con el conjunto de
las Universidades Nacionales a través del Consejo Inter-universitario Nacional, con quienes articulamos,
junto al Ministerio de C&T, una plataforma de desarrollo tecnológico que cubra a todo el país. Nuestra mirada
de largo aliento no soslaya que inevitablemente deberemos trabajar sobre una agenda de temas clave para el
futuro y en las tensiones propias de crecer a un ritmo acelerado. Una agenda que incluye, por ejemplo,
cuestiones de infraestructura y energía; la transformación del sistema impositivo para promover más la
producción y la equidad; el impulso a la inversión productiva y la creación de una banca de crédito industrial
a largo plazo; el desarrollo de una matriz de transporte que incluya un sistema ferroviario de clase mundial
Esta concepción sobre el desarrollo nos llama a superar los dilemas que ocuparon gran parte de nuestra
historia. A no generar confrontaciones donde se pueden evitar.
Confrontemos únicamente contra nuestros problemas. Discutamos, con madurez, sobre lo sustancial,
sobre lo que vale la pena. No quedemos congelados en la foto. Nuestros legítimos intereses sectoriales se
resuelven mejor cuando se conjugan con fines colectivos, con sentido de pertenencia y la noción de que
tenemos un destino compartido.
Una visión nacional inclusiva rompe con los moldes DICOTÓMICOS que han separado y confrontado al
campo con la industria, al interior vs. Centros urbanos, al capital con el trabajo, a la distribución con la
inversión, al Estado con el mercado, o que han llevado a las pequeñas empresas a antagonizar con las grandes.
Si discutimos la foto de lo que existe hoy en lugar de mirar la película de lo que podemos ser, corremos el
riesgo de quedar atrapados en esos dilemas históricos, de jugar al juego de la suma cero.
Debemos generar una nueva visión que incluya a todo el Campo y a toda la Industria. Los países
desarrollados han logrado resolver este dilema. Debemos promover cadenas productivas, agregar valor a las
materias primas y potenciar los efectos multiplicadores sobre el resto de la economía. Esto es condición
necesaria e ineludible para brindar empleo genuino en un país que cuenta con más de 40 millones de
habitantes.
Frente al dilema entre Capital y Trabajo debemos tener en claro que sin salario no hay mercado, y sin
mercado no hay inversión de calidad capaz de transformar la matriz productiva.
Hoy, más que nunca, debemos fortalecer el círculo virtuoso entre salarios, productividad, mercado
interno e inversión. Concertar con los sectores del trabajo pautas distributivas que compatibilicen la
inversión con la distribución. No esquivemos el desafío, no corramos el riesgo de minar las bases del
desarrollo.
Una profundización de la Política Industrial permitirá la superación de muchos de esos falsos dilemas.
Discutir esquemas de competitividad y productividad para cada una de nuestras cadenas de valor. Hoy
podemos pensar una Argentina donde no haga falta pelearse por recursos escasos sino distribuir
recursos cada vez más abundantes. Una Argentina donde el mercado interno – inclusivo por definición –
sea el motor de nuestro desarrollo y la plataforma de nuestra integración territorial hacia adentro y de nuestra
integración económica hacia afuera. En el mundo, tan solo el 20 por ciento de lo que se produce traspasa las
fronteras nacionales en calidad de exportaciones. Exportar más valor agregado debe ser producto de la
generación de riqueza desde nuestro propio espacio nacional.
Una Argentina donde entendamos que las fuentes de la competitividad provienen de múltiples factores. Una
Argentina donde celebremos el aumento de la demanda interna y no discutamos cómo enfriar la economía
sino la forma de recalentar la inversión. Y una Argentina donde tengamos siempre claro que la
competitividad de la economía es también producto de la integración social y que la principal acumulación
que podemos lograr es la acumulación en sentido amplio, una acumulación social que se logra, como ha
sido tradición en nuestro país, con empleo, educación, infraestructura, salud, inclusión y protección social. La
creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología junto con la articulación del plan industrial del 2020, marcan
el camino para ello.
Esta mirada auto‐inclusiva, cargada de densidad nacional contiene la llave maestra para nuestra
integración, tanto en la región como en el mundo. Desde allí surge la fuerza de nuestros aportes al Mercosur,
a la Unasur, al G20 y a todos los foros donde aportemos nuestra mirada centrada en la producción y el
empleo. Desde la UIA participamos activamente en esta construcción, a través del Foro Económico y Social
del Mercosur, la Asociación Industrial Latino Americana, el Foro Empresarial del G20, la Organización
Internacional del Trabajo y de la reciente conformación, por parte de usted Señora Presidenta y de la
Presidenta de Brasil, del Consejo Empresarial Binacional argentinobrasileño. Tenemos que ir a cada uno de
estos foros con nuestra convicción y nuestro compromiso de ahuyentar los fantasmas de la valorización
financiera y el endeudamiento como generadores de riqueza. Demos la pelea por un mundo que adopte los
paradigmas en los que creemos. Y mientras tanto, entremos al mundo con nuestro propio pasaporte.
Cada país tiene ni más ni menos la globalización que se merece: propiciemos una que nos haga sentir
orgullosos de ser argentinos.
Si logramos esto, Argentina puede tener una mirada estratégica y nunca más ATASCARSE en un
fotograma ni rebobinar la película. Una convocatoria tan amplia como la de hoy en un lugar como este es
una demostración de lo que significa nuestra densidad como Nación y una invitación a actuar como un
colectivo, como un NOSOTROS que tienda a ser cada vez más inclusivo Y MENOS INDIVIDUALISTA.
Ver hoy aquí a casi todos los gobernadores habla del compromiso por consolidar la industrialización de sus
provincias, y de la relación con nuestras uniones industriales de todo el país. Contar con el acompañamiento
de representantes de todas las entidades de la economía argentina (entidades financieras, agropecuarias, de
servicios, comercio, construcción) muestra una vocación para vernos como un todo más amplio que las partes.
También es una muestra de nuestro momento como país, la presencia de empresarios del Mercosur, del Grupo
Brasil, de los embajadores de nuestros países vecinos.
Es un orgullo ver aquí también a los representantes de las universidades y de la ciencia y la tecnología –
empezando por la querida Universidad de Buenos Aires que cumple estos días 190 años de vida; y sentarnos
en la mesa una vez más con nuestros compañeros trabajadores, con quienes nos unen y nos unirán
muchos años de diálogo y trabajo en conjunto.
Y por supuesto la alegría que me genera los casi dos mil industriales de todo el país que nos dimos cita hoy
para compartir este día.
De lo que se trata de ahora en más es de generar un clima de época, un estado de conciencia colectiva que
crea apasionadamente que el desarrollo es posible, cierto y realizable. Los que estamos aquí debemos hacer
carne el desafío de convertir a este conjunto de actores en densidad nacional. Y tenemos todo al alcance
de la mano para dar con la meta.
Es a este desafío apasionante al que ansiamos ser convocados, para aportar la potencia y el valor de la
industria, para sumarnos con nuestro presente y por sobre todo con nuestro futuro. Ese futuro está hoy aquí
representado por los cientos de JOVENES INDUSTRIALES de nuestras cámaras asociadas que nos
acompañan. Y está también por los representantes de los JOVENES TRABAJADORES.
Ellos son los que van a escribir y protagonizar el futuro de nuestro desarrollo. Para que ese futuro sea posible,
a nosotros nos toca hoy terminar el primer episodio de una serie que había quedado trunca.
Señora Presidenta, colegas, amigos. Cuenta el acervo popular que los vascos solemos legar dos cosas a las
futuras generaciones: raíces y alas. Como fin de los festejos del Bicentenario y comienzo del tercer siglo de
nuestra vida como Nación, Tecnópolis nos enseña que nuestro presente es una invitación al futuro. Que
tenemos raíces.
Escuchemos el llamado a consolidarlas y a usar nuestras alas para completar lo que falta. Ya escribimos el
trazo grueso de nuestro guión. Ahora nos toca producir y filmar, escena por escena y entre todos, el
resto de la película.
Muchas gracias.