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Kepler, la estrella de Navidad y los Reyes Magos
Se suele mencionar a los Reyes Magos de Oriente para desacreditar al libro sagrado del
cristianismo, la Biblia, pero éstos no fueron personajes creados por la tradición cristiana.
Su existencia, además de quedar bien testimoniada en el Evangelio, ha sido documentada
por descubrimientos arqueológicos.
Esta curiosa y extraordinaria revelación se encuentra contenida en una tablilla, en la que
se acuñaron caracteres cuneiformes, siendo ésta un auténtico documento astronómico y
astrológico -en aquella época ambas disciplinas eran inseparables- que revela la
existencia de una conjunción entre Júpiter y Saturno ocurrida en la constelación de Piscis
en el siglo VII antes de Cristo.
Los Evangelios enmarcan el nacimiento de Jesús en tiempos del censo del imperio
ordenado por César Augusto, cuando Quirino era gobernador de Siria, y en los últimos
años del rey Herodes, quien falleció en el siglo IV a.C. El nacimiento de Jesús fue
precedido por la aparición de una estrella especialmente luminosa en el cielo de Palestina,
fenómeno que también refiere la mencionada tablilla de barro. Durante siglos, los
especialistas han discutido sobre ello: ¿se trataba realmente de una estrella?, ¿un cometa?,
¿un planeta? ¿qué fue lo que realmente vieron los magos? Las hipótesis son muy variadas,
pero nadie duda de que se tratara de un acontecimiento astronómico de notable
importancia que llevara a afrontar a los “reyes magos” a un viaje de unos mil kilómetros
con el objetivo de rendir homenaje a un recién nacido. No obstante, resaltar que la palabra
mago procede del griego “magoi”, que era el término usado para nombrar a los sacerdotes
persas y babilonios especialistas en el estudio de la astronomía y astrología.
El 17 de diciembre de 1603, Johannes Kepler, astrónomo y matemático de la corte del
emperador Rodolfo II de Habsburgo, al observar con un modesto telescopio desde el
castillo de Praga el acercamiento de Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis, quiso
averiguar si se estaba repitiendo el mismo fenómeno descrito en el Evangelio. Tras
realizar intensos cálculos llegó a la conclusión de que ese acontecimiento debía haber
sucedido también en el año VII a.C. Recordó también que el ilustre rabino y escritor Isaac
Abravanel (1437-1508) había dicho que el Mesías aparecería necesariamente durante una
conjunción de Júpiter y Saturno, en la constelación de Piscis. Kepler habló en sus libros
de su descubrimiento, pero la hipótesis cayó en el olvido, perdida entre su inmenso legado
astronómico.
Siglos después, en 1925, el científico alemán P. Schanabel ofrecía al mundo una
demostración científica clara de lo que Kepler dejó recogido en sus libros. Pudo descifrar
anotaciones neobabilonias de escritura cuneiforme en otra tablilla encontrada en una
antigua escuela de astrología de la ciudad de Sippar, donde confluían los ríos Tigris y
Eufrates, a unos cien kilómetros al norte de Babilonia. En la actualidad, la tablilla se
encuentra en el Museo estatal de Berlín.
En esa tabla, Schnabel también halló el mismo dato: la conjunción entre Júpiter y Saturno
en la constelación de Piscis en el siglo VII a.C. Además, según los cálculos matemáticos,
esta triple conjunción se vio con gran claridad en la región del Mediterráneo. Una vez
más, se confirmaba lo escrito por San Mateo en el siglo I.
Si este descubrimiento se identifica con la estrella de Navidad de la que habla el Evangelio
de Mateo, el significado astrológico de las tres conjunciones hace sumamente creíble la
decisión de los Reyes Magos de emprender un largo viaje hasta Jerusalén para buscar al
Mesías recién nacido. Según explica el prestigioso catedrático de fenomenología de la
religión de la Universidad Pontificia Gregoriana, Giovanni Magnani, “en la antigua
astrología, Júpiter era considerado como la estrella del Príncipe del mundo y la
constelación de Piscis como el signo del final de los tiempos. El planeta Saturno era
considerado en Oriente como la estrella de Palestina. Cuando Júpiter se encuentra con
Saturno en la constelación de Piscis, significa que el Señor del final de los tiempos se
aparecerá este año en Palestina. Con esta expectativa llegan los Magos a Jerusalén, según
el Evangelio de Mateo 2,2: ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos
su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle”, preguntaron los magos a los
habitantes de Jerusalén y después a Herodes.
La triple conjunción de los dos planetas en la constelación de Piscis explica también la
aparición y la desaparición de la estrella, dato confirmado por el Evangelio. La tercera
conjunción de Júpiter y Saturno, unidos como si se tratara de un gran astro, tuvo lugar del
5 al 15 de diciembre. En el crepúsculo, la intensa luz podía verse al mirar hacia el Sur, de
modo que los Magos de Oriente, al caminar de Jerusalén a Belén, la tenían en frente. La
estrella parecía moverse, como explica el Evangelio, “delante de ellos” (Mt 2, 9).
En fin, fenómenos y observaciones astronómicas aparte, preferimos quedarnos con la
ilusión de la llegada de Melchor, Gaspar y Baltasar a nuestros hogares…