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TEMA 2. LA PREHISTORIA Y LA EDAD ANTIGUA
2.1. EL PROCESO DE HOMINIZACIÓN EN LA PENÍNSULA IBÉRICA: NUEVOS HALLAZGOS
El proceso de hominización es el conjunto de cambios y transformaciones que ha
experimentado el ser humano hasta llegar al estado actual. Fue un proceso evolutivo
lento, largo y discontinuo que se desarrolló en el periodo prehistórico, concretamente
durante el Paleolítico. Los cambios fueron tanto físicos como psíquicos. Los más
importantes fueron la posición bípeda, el pulgar oponible en las extremidades
superiores, el aumento de la capacidad craneal y la adquisición del lenguaje articulado.
Con ellos, el homo logró evolucionar y mejorar tanto a nivel cultural como técnico.
El proceso de hominización comenzó en África, hace unos 4,5 millones de años, pero
en la península Ibérica no se han encontrado restos de las primeras especies
(Australopithecus, Homo Habilis). En concreto, según los datos actuales, los primeros
homínidos llegaron a la Península hace unos 800.000 años. En la sierra de Atapuerca
(Burgos), un grupo de arqueólogos dirigidos por Juan Luis Arsuaga, halló en los años 90
restos de una especie procedente de África, que denominaron Homo Antecessor.
Éstos homínidos y otra especie posterior, el Homo Ergaster, evolucionaron hacía el
Homo Neanderthalensis que también vivió en la Península. La evolución culminó con
el Homo Sapiens, pues las especies anteriores se extinguieron. El Homo Sapiens,
nuestra especie, también llegó procedente de África. En la Península hay restos de esta
especie de hace unos 40.000 años (Paleolítico Superior).
Las sociedades humanas de este último periodo comparten varios rasgos comunes: la
base de su subsistencia era la caza, la pesca y la recolección, lo que les obligaba a ser
nómadas, y vivían generalmente en cuevas y abrigos rocosos. Desarrollaron diferentes
técnicas de fabricación y manejo de útiles (herramientas, armas) y crearon vínculos
sociales y familiares, lenguajes y formas de comunicación de ideas. En este último
sentido se desarrollaron las primeras manifestaciones artísticas. Destacan las pinturas
rupestres de la cueva de Altamira (Cantabria), que representan diferentes animales
policromados. Se piensa que su significado podría ser propiciar la caza.
2.2. PUEBLOS PRERROMANOS. COLONIZACIONES HISTÓRICAS: FENICIOS, GRIEGOS Y
CARTAGINESES.
En torno al 1000 aC entraron por el norte de la Península varios pueblos de origen
indoeuropeo que se mezclaron con la población autóctona e introdujeron el trabajo
del hierro. Desde entonces y hasta la dominación romana, en la Península habitaron
distintos pueblos.
La primera cultura en desarrollarse fue Tartessos, formada en el suroeste. Dada la
escasez de fuentes, se sabe poco de Tartessos; su conocimiento se ha obtenido a partir
de fuentes arqueológicas, textos bíblicos y de escritores griegos). Su origen se vincula
al comercio con los fenicios, pueblo con el que intercambiaba minerales, metales
preciosos y productos artesanos. A partir del siglo VI aC la cultura tartésica
desapareció, por motivos que tampoco se conocen con claridad.
En torno al siglo V aC, se formaron otras dos culturas en la Península:
-Los celtastienen su origen en la mezcla de los pueblos peninsulares con los
indoeuropeos. Se asentaron en el norte (galaicos, cántanbros, astures, vascones) y el
centro del territorio (vacceos, carpetanos, lusitanos), en pequeños poblados o castros
situados en altura. Su organización social se basaba en el respeto al líder tribal y su
forma de vida se basaba en la agricultura, la ganadería y el pillaje.
-Los iberos (indigetes, turdetanos, bastetanos) se asentaron en el área andaluza y
mediterránea. Su origen es el resultado de la influencia cultural que los pueblos
peninsulares recibieron de fenicios y griegos. Los núcleos de población eran más
grandes (ciudades-Estado) y estaban dirigidos por régulos (monarcas). Su economía
era más compleja y desarrollada que la de los celtas, como demuestra el uso de
moneda. Además, crearon diversas formas de manifestación artística, como las
“damas” (Dama de Elche).
Los iberos lograron un alto grado de desarrollo gracias a la influencia de dos pueblos
colonizadores mediterráneos:
-Los primeros fueron los fenicios, que fundaron varias factorías comerciales en la costa
mediterránea (Gadir, fundada en el 800 aC, Malaca, Abdera, etc.), desde las cuales
comerciaban con Oriente.
-Posteriormente, los griegos fundaron colonias de población en el noreste (Rosas,
Ampurias), aunque también fueron importantes focos comerciales.
A partir del siglo III, todos estos pueblos terminaron siendo dominados. En primer
lugar por Cartago, una excolonia fenicia norteafricana que invadió la Península tras ser
derrotada en la I Guerra Púnica por Roma. El líder cartaginés Aníbal Barca dominó todo
el territorio hasta el Ebro, y fundó ciudades como Cartago Nova. Cuando arrasó
Sagunto (ciudad aliada de Roma), se desencadenó la II Guerra Púnica, en la que Roma
resultó vencedora. A partir de entonces comenzó a conquistar la Península.
2.3. CONQUISTA Y ROMANIZACIÓN: LA PERVIVENCIA DEL LEGADO CULTURAL
ROMANO EN LA CULTURA HISPÁNICA
La intervención de Roma contra Cartago propició la conquista de la península Ibérica.
Fue un proceso largo, que atravesó cuatro fases:
1. II Guerra Púnica (finales del siglo III aC). Roma envió al general Escipión a
combatir a Cartago y a detener su avance en la Península. Tras más de una
década de enfrentamientos, los romanos consiguieron derrotar a Aníbal y
conquistar la franja mediterránea.
2. Sometimiento del interior (siglo II aC). Roma mantuvo intensas luchas con los
pueblos celtas, como los lusitanos, dirigidos por Viriato. Destaca también la gran
resistencia de la ciudad de Numancia.
3. A lo largo del siglo I aC la conquista se paralizó, debido a los conflictos civiles
que asolaron Roma.
4. Con la llegada de Octavio Augusto al poder y la proclamación del Imperio se
reactiva la conquista en la zona cantábrica. Augusto derrotó a cántabros y
astures en el 19 aC, aunque nunca llegaron a ser dominados de forma efectiva.
Paralelamente a la conquista, y después de ella, se produjo la romanización, es decir,
un proceso por el que los pueblos celtas e iberos asimilaron la cultura romana. Fue un
proceso lento y no homogéneo; el área mediterránea (abierta al comercio marítimo)
estuvo mucho más romanizada que el norte y el interior de la Península.
La romanización se manifestó en múltiples ámbitos. El primero de ellos fue el político.
Roma integró a la Península en su Imperio y dividió provincialmente el territorio, al que
llamó Hispania.
Para fortalecer su posición, los romanos fundaron numerosas ciudades, unidas por una
tupida red de calzadas. Las más importantes fueron Augusta Emérita, Cesar Augusta y
Tarraco. En ellas se desarrollaron múltiples actividades económicas (cultivo de las
tierras circundantes, minería artesanía y comercio) y culturales. Por ejemplo, se
construyeron infraestructuras y obras públicas (termas, acueductos, puentes), edificios
religiosos (templos) y para espectáculos (teatros, anfiteatros) y monumentos
conmemorativos (arcos de triunfo). Los romanos, además, impusieron el latín como
lengua, desarrollaron el derecho, e implantaron su religión. Inicialmente se rindió culto
a los dioses paganos grecorromanos, pero desde el siglo IV Roma permitió el culto
cristiano, que se estaba extendiendo desde el siglo I. El cristianismo terminó
convirtiéndose en la religión oficial del Imperio.
Todas estas aportaciones permitieron la formación de una cultura hispanorromana
que pervivió, en parte, con los visigodos.
2.4. LAS INVASIONES BÁRBARAS. EL REINO VISIGODO: INSTITUCIONES Y CULTURA
A partir del siglo IV, varios pueblos de origen germano invadieron el Imperio romano,
que había entrado en una profunda crisis política y socioeconómica. Suevos, vándalos
y alanos penetraron en Hispania y, para expulsarles, Roma recurrió a los visigodos, otro
pueblo germano, pero romanizado, a cambio de permitirles asentarse en tierras del
Imperio. Así, los visigodos formaron el reino de Tolosa, que abarcaba el sur de la Galia
y gran parte de Hispania. Sin embargo, en el año 507, los visigodos fueron derrotados
por otro pueblo germano, los francos, que les expulsaron de la Galia. Esta derrota hizo
que los visigodos se asentaran definitivamente en Hispania, donde crearon un reino
con capital en Toledo.
Una vez creado el reino, los visigodos llevaron a cabo una política de homogeneización
del territorio, centrada en tres ámbitos:
1. Política. A finales del siglo VI, el rey Leovigildo acabó con el reino suevo, y a
comienzos del VII Suintila expulsó a los bizantinos.
2. Religiosa. Mientras que la población hispanorromana era católica, los visigodos
eran arrianos. El rey Recaredo, en el III Concilio de Toledo (589) se convirtió en
nombre del pueblo godo al catolicismo. Así, la Iglesia católica apoyó a la
monarquía y ésta se sirvió de la Iglesia para legitimarse.
3. Jurídica. Recesvinto promulgó en el 654 el Fuero Juzgo, un código de leyes de
inspiración romana que se aplicó en todo el reino.
Uno de los rasgos fundamentales del reino visigodo fue que la monarquía era electiva.
Este hecho hizo que los reyes estuvieran supeditados al poder de la nobleza y de los
obispos, siendo muy frecuentes los destronamientos.
Así, para gobernar, el rey se apoyaba en dos instituciones:
1. El Aula Regia, una especie de consejo integrado por la nobleza y el clero que
asesoraba al rey en sus tareas de gobierno.
2. Los Concilios, que eran reuniones de eclesiásticos celebradas en Toledo.
Adoptaban acuerdos políticos y religosos.
Nobleza e Iglesia, además, fortalecieron su poder económico y su influencia cultural.
El fin del Imperio romano supuso la caída del comercio y la ruralización de la
economía. En este contexto, nobleza y clero se apropiaron de la mayoría de las tierras
del reino, que cultivaron campesinos.
Fueron también los protagonistas de la cultura, especialmente el clero. Se mantuvo la
herencia romana, pero se puso al servicio del cristianismo. La figura más relevante fue
San Isidoro de Sevilla, que dejó numerosas obras de teología, historia y literatura.
Entre las que destaca Etimologías, de carácter enciclopédico.
El fin del reino visigodo llegó en el 711, cuando el rey Don Rodrigo fue derrotado en la
batalla de Guadalete por los ejércitos musulmanes procedentes del norte de África.
TEMA 3. LA PENÍNSULA IBÉRICA EN LA EDAD MEDIA:
AL-ÁNDALUS
3.1. EVOLUCIÓN POLÍTICA: CONQUISTA, EMIRATO Y CALIFATO DE CÓRDOBA
En el año 711, un ejército musulmán procedente de Arabia cruzó el estrecho de
Gibraltar, se enfrentó al ejército visigodo de Don Rodrigo y le derrotó en la batalla de
Guadalete.
Este hecho supuso el fin del reino visigodo, que se encontrada muy debilitado. En el
año 710 Don Rodrigo había llegado al trono tras un conflicto civil. Los descendientes
de Witiza, anterior monarca, no le aceptaron, y para destronarle recurrieron a los
musulmanes, que décadas antes habían iniciado una imparable expansión desde
Arabia y por todo el norte de África.
Sin embargo, tras su victoria, los musulmanes, dirigidos por Tariq y Muza, iniciaron la
conquista del reino. La dividida nobleza visigoda fue incapaz de frenar su avance, y en
apenas cuatro años se hicieron con el control de casi toda la Península (excepto las
zonas montañosas cantábricas y pirenaicas) y crearon un Estado llamado Al-Ándalus.
La mayoría de musulmanes que entraron en la Península eran bereberes
norteafricanos, pero también había árabes, que fueron los que ocuparon los puestos
dirigentes y se adueñaron de las mejores tierras.
Tras la conquista, Al-Ándalus pasó por distintas etapas:
1. El emirato dependiente de Damasco (715-756). Al-Ándalus estuvo inicialmente
gobernada por emires designados por el califa Omeya de Damasco. En esta etapa se
estableció la capital en Córdoba y se consolidó el dominio musulmán en la Península, a
pesar de la revuelta (sofocada) de bereberes del 740.
2. El emirato independiente (756-929). Esta etapa se inicia con la llegada de
Abderramán, el único miembro de la familia Omeya que sobrevive a la matanza que
sufre su familia en Arabia en el 750. Se proclamó emir independiente e inició una
reforma del Estado para fortalecerlo y centralizar el poder en Córdoba. Esta política,
junto con el trato de favor que dio a la aristocracia árabe, provocó el estallido de
revueltas de las marcas fronterizas del país, de muladíes y de bereberes. La más
importante fue la que encabezó Omar ibn Hafsun, a finales del siglo IX.
3. Califato de Córdoba (929-1031). Esta etapa se inicia cuando, en 929, Abderramán III
se proclama califa. Con él y con su sucesor, Al-Hakam II, Al-Ándalus vivió su mayor
esplendor político, militar (frenó el avance de los reinos cristianos del norte),
económico y cultural. Sin embargo, a la muerte de Almanzor (que no era califa, sino un
gobernador temporal), se desencadenó una profunda crisis. Los hijos de Almanzor se
enfrentaron, a comienzos del siglo XI, a la familia Omeya por el control del califato. Los
conflictos se prolongaron hasta 1031, cuando el califato quedó dividido en múltiples
reinos de taifa.
3.2. AL-ÁNDALUS: LA CRISIS DEL SIGLO XI. REINOS DE TAIFAS E IMPERIOS
NORTEAFRICANOS
A la muerte de Almanzor se desencadenó una profunda crisis en Al-Ándalus. Los hijos
de Almanzor se enfrentaron, a comienzos del siglo XI, a la familia Omeya por el control
del califato. Los conflictos se prolongaron hasta 1031, cuando se produjo el fin del
califato y la división de Al-Ándalus en múltiples reinos de taifa, al independizarse del
poder central los gobernadores de las provincias.
Las taifas fueron mucho más débiles que el califato. Si bien algunas como Toledo,
Zaragoza, Valencia y Sevilla alcanzaron cierta prosperidad económica y cultural
(construcción de palacios y alcazabas, promoción de las letras y de las ciencias), su
debilidad militar y las continuos conflictos entre ellas les impedían resistir los ataques
de los reinos cristianos, que eran cada vez más fuertes. Para evitar estos ataques, las
taifas pagaban a los reinos cristianos tributos anuales llamados parias.
A pesar de las parias, su debilidad fue aprovechada por el reino de Castilla y León, que
dirigido por Alfonso VI se expandió hacia el sur. En 1085 tomó la taifa de Toledo, lo
que provocó el temor del resto de taifas, que pensaron que la expansión cristiana
podría acabar con su presencia en la Península. Por ello, solicitaron la ayuda del
Imperio almorávide, que derrotaron a Alfonso VI en Zalaca y Uclés y frenaron su
avance.
Los almorávides unificaron de nuevo Al-Ándalus, pero su dominio duró poco. Pronto se
debilitaron y los poderes locales se sublevaron contra ellos, lo que provocó que
resurgieran de nuevo las taifas. Su duración fue efímera, pues otro Imperio
norteafricano, los almohades, invadieron Al-Ándalus en 1145 y la reunificaron de
nuevo. Su rigorismo religioso y su poder militar (victoria en Alarcos ante Castilla en
1195) llevaron a los cristianos a unir fuerzas y preparar una gran ofensiva. Dirigidos por
Alfonso VIII de Castilla, los cristianos derrotaron a los almohades en las Navas de
Tolosa (1212), permitiendo la conquista de todo el sur salvo el reino Nazarí de
Granada, que perduró hasta 1492.
3.3. ORGANIZACIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL DE AL ÁNDALUS
En la sociedad de Al-Ándalus fue muy peculiar, pues convivieron grupos de origen
islámico-oriental con otros de rasgos heredados de los hispanogodos. Sin embargo, a
medida que se fue afianzando el poder musulmán y llegó más población árabe y
bereber a la Península, la sociedad se fue islamizando y arabizando.
En cualquier caso, fue una sociedad muy heterogénea en la que convivieron diferentes
culturas y religiones:
Los musulmanes desempeñaban las funciones públicas, administrativas, militares y
judiciales. Estaban exentos de tributos y ejercían plenamente sus derechos en la
sociedad islámica. Entre ellos podemos distinguir distintos grupos étnicos:
 Árabes: élite de la sociedad, controlaron los altos cargos políticos y militares y
se adueñaron de las tierras más fértiles tras la conquista, lo que les permitió
también dirigir la economía.
 Bereberes: su papel político y económico era más secundario. Se dedicaban al
trabajo en el campo, a las actividades urbanas (artesanía y comercio) y
engrosaban el ejército.
 Muladíes: hispanogodos convertidos al Islam (mayoritariamente para pagar
menos impuestos). Sus actividades eran similares a las de los bereberes, pero
además destacaron en el desarrollo artístico y cultural.
Los no musulmanes pudieron seguir practicando su religión, aunque tuvieron que
pagar, además de los impuestos normales, otros por pertenecer a minorías religiosas:
 Cristianos (mozárabes): fueron muy numerosos al principio, pero las
conversiones y la emigración hacia el norte hicieron que en la etapa almohade
fueran una minoría. Se dedicaron a actividades similares a bereberes y
muladíes.
 Judíos: era otro grupo minoritario, pero muy activo económicamente. Se
dedicaban al comercio, el préstamo, la artesanía, la medicina, las
traducciones….Fueron perseguidos en las etapas almorávide y almohade, y por
ello emigraron a los reinos cristianos.
En cuanto a la economía, los musulmanes introdujeron en la Península importantes
novedades económicas.
El sector agrario era fundamental. La trilogía mediterránea era la base de su
alimentación, pero revitalizaron la agricultura introduciendo nuevos cultivos (cítricos,
arroz, algodón) y técnicas de regadío (canalizaciones, norias). También potenciaron la
ganadería con la cría de oveja merina.
La actividad artesanal alcanzó un nivel muy notable. Destacó el sector textil, el papel y
el trabajo de metales preciosos. Sus productos se vendían en los zocos de las
dinámicas ciudades de Al-Ándalus, pero también los exportaban al resto del mundo
islámico y a la Europa cristiana. Para ello, se utilizó la moneda (dinar), acuñada en
Córdoba.
3.4. AL-ÁNDALUS: EL LEGADO CULTURAL
En el terreno cultural, el legado de Al-Ándalus es inmenso. Fue especialmente notable
en la época del califato, pues el clima de libertad intelectual propiciado por los califas
convirtió a Córdoba en un centro cultural de primer orden, con un gran desarrollo de
varias disciplinas, superior al que por entonces poseían los reinos cristianos europeos.
Los musulmanes trajeron conocimientos procedentes de las antiguas civilizaciones
griega y romana, de los viejos Imperios persa e indio, y los combinaron con sus
aportaciones árabes e islámicas. El resultado fue un enorme desarrollo de las ciencias
(matemáticas -con la introducción de la numeración india-, astronomía, medicina) y las
humanidades (filosofía, literatura, derecho).
Aunque hubo grandes aportaciones en todas las ciencias, los mayores intelectuales
procedían de las letras. Destacaron el literato IbnHazam (autor de El collar de la
paloma) y el filósofo Averroes, que intentó combinar la filosofía aristotélica y el Islam
El árabe se convirtió en la lengua oficial y el principal vehículo del conocimiento. Ello
permitió a Al Ándalus mantener relaciones culturales con otros focos culturales del
Imperio islámico (como El Cairo, Damasco y Bagdad) y dejar una profunda huella en
nuestro idioma actual, tanto en el lenguaje común (almohada, alférez, noria, tarifa,
taza, nuca, jaqueca…) como en topónimos (Alcalá, Albacete, Guadalquivir, Murcia,
Guadiana…). No obstante, con el árabe convivieron otras lenguas habladas como el
latín, el bereber y el hebrero.
Además, en Al-Ándalus se crearon también algunas de las mejores obras de arte del
mundo islámico. Sus obras más emblemáticas son la mezquita de Córdoba y el palacio
de Medina Azahara (construidos en tiempos del califato), el palacio de la Aljafería de
Zaragoza (de época de las taifas), la Giralda y la Torre del Oro (de época almohade) y,
por supuesto, el palacio granadino de la Alhambra.
3.5. LA MEZQUITA Y EL PALACIO EN EL ARTE HISPANO-MUSULMÁN
El arte hispano-musulmán, como en el resto del mundo islámico, estuvo marcado
profundamente por la doctrina religiosa, que prohibía la representación de imágenes,
por lo que la pintura y la escultura tuvieron escaso desarrollo.
Así, la arquitectura se convirtió en la principal manifestación artística. Mezquitas y
palacios estuvieron ricamente decorados con motivos vegetales, geométricos y
caligráficos, y fueron construidos con materiales “pobres”, como el ladrillo,
reutilizando elementos de obras de estilos anteriores (romano, bizantino o visigodo).
La Mezquita islámica es el edifico que responde a las necesidades religiosas del Islam.
En Al-Ándalus, sin duda destaca la mezquita de Córdoba. Iniciada por Abderramán I,
fue ampliada en varias ocasione hasta concluirse en tiempos de Almanzor. Del periodo
Omeya es también la mezquita de Toledo convertida después en la Iglesia del Cristo de
la Luz. De la etapa almohade data la mezquita de Sevilla, de la que únicamente se
conserva el minarete, transformado en campanario (la Giralda) y el Patio de los
Naranjos.
En cuanto a los palacios, de la época de Abderramán III destaca la ciudad-palacio de
Medina-Azahara, en las cercanías de Córdoba, y de la época de los Taifas el palacio de
la Aljafería de Zaragoza. Pero el palacio mejor conservado es de la Alhambra,
pertenece al periodo Nazarí, que integra la construcción con lo natural (vegetación,
agua) mediante patios porticados, albercas, fuentes y jardines sobresalen el patio de
los Arrayanes, el patio de los Leones, el salón del Trono , las salas de los Abencerrajes y
de las dos Hermanas y otros jardines y patios interiores. En su conjunto, es a la vez
fortaleza, sede de la Corte y residencia privada de los reyes nazaríes.
TEMA 4. LA PENÍNSULA IBÉRICA EN LA EDAD MEDIA:
LOS REINOS CRISTIANOS
4.1. LOS REINOS CRISTIANOS EN LA EDAD MEDIA: LOS PRIMEROS NÚCLEOS DE
RESISTENCIA CRISTIANA
En las áreas montañosas del norte de la Península no controladas por los musulmanes
surgieron varios núcleos de resistencia cristiana en el siglo VIII.
El primero de ellos fue el astur. Allí confluyeron nobles visigodos que huían de los
musulmanes con la población cántabra y astur. El primer líder del núcleo astur fue
Pelayo, que en el 722, dirigió las tropas que derrotaron en Covadonga a un pequeño
ejército musulmán que se había adentrado en las montañas. La victoria permitió a los
cristianos dominar la zona cantábrica y formar un reino.
La consolidación y fortalecimiento de Asturias fue obra de tres monarcas: Alfonso I,
Alfonso II (estableció la capital en Oviedo y adoptó el Fuero Juzgo visigodo como ley
fundamental) y Alfonso III (que llegó hasta el Duero por el sur).
A principios del siglo X la capital pasó de Oviedo a León y el reino pasó a llamarse
Astur-leonés. Sin embargo, a mediados de ese siglo, uno de los condados del reino,
Castilla, así llamado por ser una zona fortificada cercana a Al-Ándalus, se independizó
del dominio del monarca.
El segundo núcleo de resistencia fue el pirenaico, una zona situada entre dos grandes
Estados: Al-Ándalus y el reino de los francos, dirigido por la dinastía carolingia.
El primer reino en formarse fue el de Pamplona, tras derrotar los vascones al ejército
carolingio en Roncesvalles (778). Con el tiempo, el reino se engrandeció y pasó a
llamarse Navarra.
Al este de Navarra surgieron también varios condados cristianos: Aragón y los
condados catalanes. Estos últimos integraban la Marca Hispánica, un territorio bajo
dominio de los carolingios, pero con mucha población hispánica. La nobleza
hispanogoda colaboró con los carolingios hasta el 878, cuando el conde de Barcelona,
Vifredo el Velloso, liberó a los condados del dominio de los reyes francos.
Los núcleos pirenaicos, a diferencia del reino astur-leonés, apenas se expandieron
hacia el sur (donde estaba Al-Ándalus) en sus primeros años de existencia.
4.2 LOS REINOS CRISTIANOS EN LA EDAD MEDIA: PRINCIPALES ETAPAS DE LA
RECONQUISTA
Los núcleo cristianos que habían surgido desde el siglo VIII en el norte de la Península
se expandieron, lenta pero progresivamente, arrebatando terreno a Al-Ándalus. Este
proceso se conoce como Reconquista, y se desarrolló en varias fases:
1. Siglo VIII-siglo XI. Fueron años de predominio musulmán. No obstante, los cristianos
lograron pequeños avances:
 En Asturias, su primer monarca, Alfonso I, aprovechó la revuelta bereber del
740 en Al-Ándalus para expandir el reino por el oeste (Galicia) y el este (Álava).
Durante el siglo IX Alfonso III cambió la capital a León y aprovechó un nuevo
momento de debilidad de Al-Ándalus (revuelta de Omar ibn Hafsun) para
expandirse por la cuenca del Duero y repoblarla.
 Navarra alcanzó su máximo momento de expansión a finales de esta etapa, con
el rey Sancho III. El reino dominó por el este los condados de Aragón, Sobrarbe
y Ribagorza, y por el oeste se casó con una noble castellana (lo que le permitió
dominar el condado) y se expandió por tierras leonesas. A su muerte, sus hijos
heredaron Castilla, Aragón y Navarra (que no se expandirá más) como reinos.
 Los condados catalanes, por su parte, no lograron avances
2. Siglos XI y XII. Al caer el califato Al-Ándalus se debilita y se inicia una fase de
equilibrio entre cristianos y musulmanes.
 En el siglo XI se forma el reino de Castilla, fruto de la unión del condado
castellano con el reino asturleonés. Durante el reinado de Alfonso VI se
expandió hasta Toledo, ciudad que tomó en 1085.
En el siglo XII Alfonso VII alcanzó la línea Guadiana-Júcar, aunque la derrota en
Alarcos (1195) de Alfonso VIII supuso un nuevo freno a la expansión.
 En esta etapa surgió también la Corona de Aragón. Inicialmente Aragón se unió
a Navarra y Alfonso I el Batallador, su rey, tomó Zaragoza en 1108. Sin
embargo, al morir este rey Navarra se desvinculó de Aragón y se unió a los
condados catalanes en 1137. Ramón Berenguer IV, su primer rey, se expandió
por el Bajo Ebro, hasta Lérida.
3. Siglo XIII. Esta etapa se inicia con la victoria de los ejércitos cristianos, liderados por
Alfonso VIII de Castilla, en las Navas de Tolosa (1212).
 Castilla y León aprovechó que la victoria debilitó mucho a Al-Ándalus para
ocupar el valle del Guadalquivir durante el reinado de Fernando III y Murcia,
bajo Alfonso X el Sabio. Al-Ándalus quedó reducida al reino nazarí de Granada.
 Aragón, por su parte, también consiguió grandes éxitos con Jaime I, que
conquistó Baleares y Valencia.
A partir de finales de siglo, los musulmanes sólo conservarán el reino nazarí de
Granada, que sobrevivió hasta la campaña de los Reyes Católicos, que lo conquistaron
en 1492.
4.3. LOS REINOS CRISTIANOS EN LA EDAD MEDIA: LAS FORMAS DE OCUPACIÓN DEL
TERRITORIO Y SU INFLUENCIA EN LA ESTRUCTURA DE LA PROPIEDAD. MODELOS DE
REPOBLACIÓN Y ORGANIZACIÓN SOCIAL
La Reconquista o expansión de los reinos cristianos hacia el sur de la Península fue
acompañada de otro fenómeno paralelo, la repoblación, es decir, el asentamiento de
pobladores cristianos en las tierras recién adquiridas y explotación de las mismas para
consolidar así el dominio.
Este proceso se desarrolló mediante varios sistemas, coincidentes con las fases de la
Reconquista:
1. Siglo VIII-siglo XI: en esta etapa la repoblación se hizo mediante el sistema de
presura (llamada aprisio en los núcleos orientales), es decir, la ocupación y puesta en
cultivo de la tierra por parte de campesinos, miembros de la nobleza o del clero (sobre
todo clero regular, que fundó monasterios). Tras su roturación, el rey concedía la
propiedad. Se desarrolló sobre todo en la cuenca del Duero.
2. Siglos XI y XII. En el siglo XI el sistema empleado fue el concejil, que consistía en la
fundación de concejos mediante la concesión de cartas pueblas o fueros con
privilegios. Se utilizó en Castilla, en la zona entre el Duero y el Tajo, después de que
Alfonso VI conquistara Toledo, y tuvo como objetivo fundamental atraer a campesinos
del norte para consolidar las nuevas tierras, en aquel momento frontera con AlÁndalus.
En el siglo XII, además, la repoblación corrió a cargo de las órdenes militares
(Alcántara, Calatrava Santiago), a las que el rey concedió tierras a cambio de la
conquista y defensa del territorio. Se aplicó sobre todo en el valle del Guadiana en
Castilla y en Teruel y Castellón en Aragón.
3. Siglo XIII. Después de la victoria en las Navas de Tolosa (1212), los cristianos lograron
grandes avances. La repoblación castellana de Andalucía se hizo mediante el sistema
de repartimientos a la nobleza (que había colaborado en la expansión) y a la Iglesia. El
mismo sistema utilizó Aragón en Valencia. Así, nobleza e Iglesia obtuvieron grandes
latifundios y consolidaron su influencia y poder en los reinos cristianos.
Los sistemas de repoblación ayudaron a que en los reinos cristianos se configurara una
sociedad feudal, en la que la sociedad, como en toda Europa, estaba dividida en tres
estamentos:
 Nobleza y clero eran los grupos privilegiados. Eran dueños de la mayoría de las
tierras, obtenidas durante la Reconquista gracias a su poder militar. Sobre las
tierras poseían poder jurisdiccional, lo que les permitía percibir rentas de los
campesinos, que las trabajaban.
 El Estado llano era el grupo de los no privilegiados, dedicados al trabajo en el
campo o en las villas y concejos. La mayoría trabajaba en los señoríos de la
nobleza y la Iglesia en condiciones muy duras y, a diferencia de ellos, pagaba
rentas e impuestos.
4.4 DIVERSIDAD CULTURAL EN LOS REINOS CRISTIANOS EN LA EDAD MEDIA:
CRISTIANOS, MUSULMANES Y JUDÍOS
En los reinos cristianos convivieron tres culturas: cristianos (mayoritarios),
musulmanes (mudéjares) y judíos. Esta diversidad supuso un enriquecedor trasvase de
elementos culturales entre los tres grupos.
Fue especialmente notable desde el siglo XII, gracias a la creación, en Toledo, de la
Escuela de Traductores, que permitió dar a conocer a la cristiandad buena parte del
pensamiento grecolatino (Aristóteles, Euclides, Galeno) y oriental, recogido
previamente por los filósofos musulmanes (como Averroes).
En el siglo XIII, bajo el reinado de Alfonso X, y auspiciado por el propio rey, los
intercambios se multiplicaron, y se publicaron importantes obras matemáticas y
astronómicas de influencia hebrea. En este siglo se fundan, además, diversas
universidades (Salamanca, Lleida, Huesca), la mayoría controladas por la Iglesia, y se
desarrollan las lenguas romances (castellano, catalán), utilizadas en obras literarias
(Cantar del mío Cid) y en la administración real, sustituyendo al latín.
Por otro lado, los reinos cristianos estuvieron en contacto con la cristiandad europea.
En este sentido, el Camino de peregrinación a Santiago de Compostela resultó
fundamental, pues por ella transitaron gentes de todos los reinos europeos y de toda
condición social. A lo largo de la ruta jacobea (nacida en Francia) se construyeron
hospitales (para alojar a los peregrinos) e iglesias. El camino se convirtió en un lugar de
intercambio cultural y artístico, pues a través de él llegaron las aportaciones del arte
románico y el gótico de Francia, y se difundieron a partir de él elementos singulares de
la cultura hispanomusulmana al resto de Europa. Al mismo tiempo, fue también un
ámbito de intercambio de mercancías
4.5 LOS REINOS CRISTIANOS EN LA EDAD MEDIA: MANIFESTACIONES ARTÍSTICAS
Durante los siglos XI y XII se desarrolló en toda Europa el estilo artístico románico, que
llegó a la Península procedente de Francia a través del camino de Santiago.
El arte románico es un estilo predominantemente religioso y rural. Arquitectura,
escultura y la pintura tuvieron una función didáctica, es decir, se utilizaron para crear
un ambiente adecuado para enseñar a los fieles (analfabetos en su mayoría) la religión
cristiana.
Lo más destacado fueron las iglesias y los monasterios que se construyeron. Fueron
edificios de piedra caracterizados por utilizar arcos de medio punto y bóvedas de
cañón de piedra. Para su sujeción, los arquitectos utilizaron muros muy gruesos,
reforzados exteriormente, que no permitían abrir nada más que pequeñas ventanas.
Así, el interior permanecía en penumbra y los fieles sentían más intensamente la
presencia del Dios. Entre todas las iglesias románicas destaca la catedral de Santiago
de Compostela, etapa final del Camino, que recibía a los peregrinos que iban a rezar
junto a los restos del apóstol.
A partir de siglo XIII llega el gótico y todo el cambio de mentalidad que lo había
desarrollado previamente en Francia. Al contrario que el románico, es un arte de
carácter más urbano, no solo tiene edificios religiosos sino también civiles, necesarios
para la vida en la ciudad. Los más representativos, no obstante, serán las catedrales,
construidas con la aportación económica de todos los habitantes de la ciudad, además
de la propia Iglesia. Lo más significativo en ellas es la nueva idea de la “luz” como
símbolo de Dios. Así, cambia el sentido estético: los edificios son más altos y
luminosos, el muro se aligera con grandes ventanales, las cubiertas serán de bóvedas
de crucería y los arcos apuntados u ojivales. En la Península se conservan grandes
catedrales de este estilo, como las de León, Burgos, Toledo o Palma de Mallorca, y
también edificios civiles como las lonjas.
La escultura y la pintura siguieron siendo inicialmente un complemento de la
arquitectura, aunque a finales de la Edad Media se fueron desligando de ella. Sin
perder su valor simbólico, ganaron en naturalismo respecto a las románicas.
TEMA 5. LA BAJA EDAD MEDIA. CRISIS DE LOS SIGLOS XIV Y XV
5.1. LOS REINOS CRISTIANOS EN LA BAJA EDAD MEDIA: ORGANIZACIÓN POLÍTICA E
INSTITUCIONES EN EL REINO DE CASTILLA Y EN LA CORONA DE ARAGÓN
Los reinos cristianos culminaron en la Baja Edad media su configuración política.
Castilla, integrada por León (con Galicia) y Castilla (con territorios vascongados), se
unieron definitivamente en 1230.
En la Baja Edad Media se intentó reforzar el poder real. Alfonso X, en la segunda mitad
del siglo XIII, plasmó el derecho romano en sus Partidas con ese objetivo.
Posteriormente se desarrollaron otras instituciones de gobierno, como el Consejo Real
(para asesorar al rey), las Audiencias (para impartir justicia) y la Hacienda Real.
También en esta época alcanza la madurez el funcionamiento de las Cortes, creadas
desde finales del siglo XII en Castilla. Se trataba de una institución integrada por la
nobleza, el clero y el tercer Estado (ciudades). Su función principal era votar los
impuestos extraordinarios y presentar quejas al rey, pero no tenían poder legislativo ni
de control de la autoridad real.
En las ciudades, además, el gobierno estaba en manos de los concejos. Inicialmente
fueron reuniones de vecinos, pero a finales de la Edad Media estuvieron controlados
por la oligarquía local. Los reyes, para reforzar su autoridad, intentaron imponer al
corregidor, un oficial representante del rey en el municipio, pero no se logró hasta el
reinado de Isabel I.
En cuanto a la Corona de Aragón, sus orígenes se produjeron en el siglo XII, al unirse
los condados catalanes con el reino de Aragón. Posteriormente, sumó Valencia y
Baleares, y en la Baja Edad Media, se expandió por el Mediterráneo.
Aragón estaba organizado políticamente como una “confederación” de reinos. Cada
uno de sus territorios mantenía sus propias leyes e instituciones. El rey se encargaba
de cohesionarlos, por lo que era frecuente llevar a cabo una política “pactista”. Las
Cortes, que se reunían desde el siglo XIII en cada reino, tenían más poder que las
castellanas. Supervisaban impuestos, gastos de la Corona e incluso participaban en la
elaboración de las leyes. En Cataluña surgió en el siglo XIV, como delegación
permanente de las Cortes, la Generalitat. Otra institución importante fue el Justicia de
Aragón, una figura jurídica que mediaba entre el rey y la nobleza.
Los municipios, por su parte, estaban organizados de una manera similar a la
castellana.
5.2. LOS REINOS CRISTIANOS EN LA BAJA EDAD MEDIA: CRISIS DEMOGRÁFICA,
ECONÓMICA Y POLÍTICA
Aunque durante la Baja Edad Media se produce la consolidación política de los reinos
cristianos, fue una época de crisis.
En el terreno demográfico, durante el siglo XIV la mortalidad fue elevadísima. El siglo
se inició con una racha de malas cosechas que provocaron duras hambrunas. A esto se
le sumó el impacto de la peste negra, una epidemia que llegó a la Península en 1348.
Además, los conflictos bélicos que sufrió cada reino en esta época no hicieron sino
incrementar una mortalidad catastrófica.
Ligada a la crisis demográfica estuvo la económica. Durante el siglo XIV la producción
agraria fue escasa, lo que provocó problemas de abastecimiento y aumento de los
precios. Esto, a su vez, contribuyó a aumentar el hambre (y con ello la mortalidad)
entre la población. La producción artesanal y el comercio se hundieron, pues las
ciudades (núcleos de estas actividades), se asilaron tras la epidemia de peste.
Como consecuencia, la crisis económica condujo al estallido de conflictos sociales.
Debido a la fuerte mortalidad, las tierras se despoblaron y los señores feudales
aumentaron la carga fiscal para contrarrestar la menor producción. Ante esto, muchos
campesinos se rebelaron. Los conflictos más importantes fueron el de los payeses de
remensa en Cataluña (que no se solucionó hasta el reinado de Fernando el Católico), y
las guerras irmandiñas, en Galicia en el siglo XV, en las que intervinieron tanto
campesinos como gentes de las villas.
Además de los antiseñoriales, hubo también conflictos urbanos. El mayor de todos
estalló en Barcelona a mediados del siglo XV, entre la Biga (que aglutinaba a la
oligarquía local) y la Busca (que integraba a los sectores populares, partidarios de un
acceso libre a los cargos de la ciudad), con la victoria de los primeros.
Por último, también hubo persecuciones y matanzas de judíos, a los que se les culpaba
injustificadamente de la epidemia de peste y la crisis económica.
5.3. LOS REINOS CRISTIANOS EN LA BAJA EDAD MEDIA: LA EXPANSIÓN DE LA
CORONA DE ARAGÓN EN EL MEDITERRÁNEO
A finales del siglo XIII, Aragón había finalizado su Reconquista. En esa situación, el
reino inició un proceso de expansión marítimo por el Mediterráneo, con objetivos
comerciales. Fue un proceso que se desarrolló a lo largo de varios reinados:
-Jaime I el Conquistador, en el siglo XIII, tras conquistar Valencia, inició la expansión
marítima, al tratarse de la única vía libre que tenía (Castilla ocupaba el resto de la
Península). Así conquistó las Baleares en 1230.
-Sus sucesores Pedro III y Pedro IV, contando con la ayuda de los almogávares
(ejército mercenario al servicio de los reyes aragoneses), se apoderan de importantes
territorios mediterráneos: Sicilia a finales del siglo XIII y Cerdeña en el siglo XIV.
También en este siglo pertenecieron a la Corona aragonesa los ducados de Atenas y
Neopatria, aunque se perdieron posteriormente.
-Por último, en el siglo XV, con Alfonso V el Magnánimo se conquistó Nápoles en
1443, aunque también dejó de estar dominado por Aragón a la muerte de este rey.
Gracias a esta expansión se desarrolló un activo comercio en el que Cataluña, y
concretamente Barcelona, tuvo un papel fundamental, especialmente en el siglo XIV.
Se comerciaba por todo el Mediterráneo (hasta Constantinopla), con el Imperio
islámico en Asia y en el norte de África. Para defender los intereses de los
comerciantes se crearon los Consulados del mar, una institución dirigida por el cónsul,
un representante del rey que tenía poder para resolver litigios comerciales.
La caída de del Imperio bizantino (1453) y el consiguiente avance turco en el
Mediterráneo, y la profunda crisis que sufrió Cataluña desde mediados del siglo XIV
aceleraron la decadencia del comercio aragonés, al mismo tiempo que portugueses y
castellanos potenciaban las rutas atlánticas.
5.4. LOS REINOS CRISTIANOS EN LA BAJA EDAD MEDIA: LAS RUTAS ATLÁNTICAS:
CASTELLANOS Y PORTUGUESES. LAS ISLAS CANARIAS
Como Aragón, los reinos de Castilla y Portugal, iniciaron una expansión ultramarina al
finalizar la Reconquista en la Península. Sin embargo, dada su situación geográfica y la
competencia que había en el Mediterráneo (dominado por los aragoneses, italianos y
los turcos otomanos a finales de la Edad media), sus objetivos se fijaron en el Atlántico.
Fue un proceso inseparable de los avances científicos y técnicos en navegación que se
produjeron en aquella época (portulanos, carabela, brújula y astrolabio, etc.).
Portugal inició tempranamente una gran expansión. Fue un proyecto impulsado desde
el poder real, que fundó una escuela de navegación en Sagres por iniciativa del infante
Enrique el Navegante.
Se desarrolló a lo largo del siglo XV en dos fases. Hasta mediados de siglo, los
portugueses dominaron Ceuta, Madeira, las Azores y Cabo Verde y fundaron factorías
comerciales en la costa africana. Desde mediados de siglo los avances fueron más
notables. Bartolomé Dias dobló el cabo de Buena Esperanza en 1487 y Vasco da Gama
logró llegar a Calicut (India) en 1498), por lo que abrió una ruta que llevaba al comercio
de sedas y especias orientales a través del Atlántico y el Índico.
Castilla, por su parte, se centró en el dominio de las Islas Canarias. Fue un proceso
largo, iniciado a principios del siglo XV por el rey Enrique III, que confió en Bethencourt
para someter a la población guanche. Hasta el reinado de los Reyes Católicos no se
logró conquistar las islas. Como el archipiélago estaba dentro de la zona de interés
tanto castellano como portugués, se convirtió en motivo de rivalidad. Hasta que no se
firmó en 1479 el Tratado de Alcaçovas y se fijó una línea divisoria que repartía las
áreas de influencia de cada reino en el Atlántico (norte para Castilla, sur para Portugal)
no cesaron las disputas entre los dos reinos. No obstante, se reactivaron años después,
tras el descubrimiento de América.
TEMA 6. LOS REYES CATÓLICOS: LA CONSTRUCCIÓN DEL
ESTADO MODERNO
6.1. LOS REYES CATÓLICOS Y LA UNIÓN DINÁSTICA: INTEGRACIÓN DE LAS CORONAS
DE CASTILLA Y DE ARAGÓN
En 1468, el rey de Castilla, Enrique IV, designó heredera a su hermana (Isabel) en los
“Pactos de Guisando”, en lugar de a su hija Juana la “Beltraneja”. Un año después,
Isabel se casó con el heredero de la Corona de Aragón, Fernando, con el objetivo de
unir ambos reinos en el futuro.
En 1474 murió Enrique e Isabel se proclamó reina de Castilla. Sin embargo, su sobrina
Juana (que se había casado con el rey de Portugal) no lo aceptó, y estalló un conflicto
sucesorio. Isabel estuvo apoyada por Aragón y algunos nobles castellanos, mientras
que Juana tuvo el apoyo de Portugal y de otro sector de la nobleza castellana. La
guerra terminó en 1479, con la victoria de Isabel. Castilla firmó el Tratado de
Alcaçovas con Portugal, que selló la paz, e Isabel quedó consolidada en el trono.
En 1479, además, Fernando heredó la Corona de Aragón. Con ello, se consumó la
unión dinástica entre ambos reinos. Se trataba de una unión personal, no institucional,
pues cada reino conservó sus propias leyes, costumbres, instituciones y sistema
monetario. No obstante, los monarcas acordaron en la “Concordia de Segovia” (1479)
actuar conjuntamente en varios ámbitos. Por ejemplo, las Cortes de los reinos tuvieron
que jurar a los dos monarcas y la política exterior y las operaciones militares eras
pactadas.
Una vez unidos Castilla y Aragón, los Reyes Católicos intentaron lograr la unión
dinástica de todos los reinos de la Península.
6.2. LOS REYES CATÓLICOS. LA CONQUISTA DEL REINO NAZARÍ Y LA INCORPORACIÓN
DEL REINO DE NAVARRA
Los Reyes Católicos tuvieron como objetivo unir todos los reinos de la Península. Por
ello, una vez consolidados en los tronos castellano y aragonés, decidieron reanudar la
guerra contra el último territorio andalusí: el reino nazarí de Granada, que había
sobrevivido durante 200 años gracias a la crisis bajomedieval castellana. La guerra fue
presentada ante los súbditos como una cruzada.
Aprovechando los conflictos internos granadinos, los Reyes Católicos iniciaron la
guerra en 1482, planeada de forma conjunta. Ocuparon Ronda y Málaga,
posteriormente avanzaron por Almería y, finalmente, ocuparon la capital en 1492, tras
una negociación con el rey Boabdil. Granada quedó integrada en Castilla. Se pactó la
rendición a cambio del respeto a las costumbres y la religión de los musulmanes,
aunque desde 1498 se llevó a cabo una política de cristianización impulsada por el
cardenal Cisneros.
La unión de Navarra la dirigió Fernando. Tras el fallecimiento de la reina Isabel en
1504, Fernando (regente en Castilla) se casó con una noble del reino: Germana de Foix,
de origen francés, pues Navarra estaba gobernada por una dinastía francesa. A pesar
del enlace, Fernando, temeroso de una invasión francesa a través de Navarra, ocupó
militarmente el reino y lo fortificó. Las Cortes navarras le juraron rey, acordando el
respeto de sus fueros. De esta manera, todos los reinos de la Península salvo Portugal
formaron parte de la Monarquía española.
6.3. LOS REYES CATÓLICOS: LA INTEGRACIÓN DE LAS CANARIAS Y LA APROXIMACIÓN
A PORTUGAL
Los Reyes Católicos culminaron la conquista de las Islas Canarias, iniciada a principios
del siglo XV. Tras la firma del Tratado de Alcaçovas, en el que Portugal renunció a
dominar el archipiélago para centrarse en el Atlántico sur, los Reyes Católicos enviaron
a Pedro de Vera a conquistar Gran Canaria y Tenerife, las islas que quedaban por
controlar. Tras una larga campaña contra los guanches, en 1498 las Canarias quedaron
integradas en el reino de Castilla. De hecho, se “castellanizó” el territorio
evangelizando a los guanches (a los que además se esclavizó) y se organizó
políticamente en cabildos (similares a los concejos castellanos).
Por otro lado, Isabel y Fernando pretendieron extender la unión dinástica a Portugal.
Inicialmente las relaciones no fueron buenas, pues Isabel se había enfrentado a los
portugueses en la guerra civil castellana que le enfrentó a la “Beltraneja” y ambos
reinos rivalizaban por el control del Atlántico. Sin embargo, la firma de la paz en
Alcaçovas y el reparto de influencias en el Atlántico mejoró los tratos entre ambas
monarquías. En ese contexto de mejora, los Reyes Católicos casaron a la infanta Isabel
con dos reyes portugueses para lograr la unión dinástica, pero su fallecimiento frustró
esta posibilidad.
6.4. LOS REYES CATÓLICOS Y LA ORGANIZACIÓN DEL ESTADO: INSTITUCIONES DE GOBIERNO
Los Reyes Católicos iniciaron varias reformas orientadas a fortalecer el poder del rey.
Se hizo a costa de la nobleza, que perdió la influencia política de la Edad Media y se
sometió a la monarquía, a cambio de ocupar cargos en la Corte y aumentar su
patrimonio señorial.
Al mismo tiempo, se fortalecieron las instituciones de gobierno, especialmente en
Castilla, pues en Aragón siguió funcionando el pactismo. Las Cortes perdieron
importancia y cada vez se convocaron menos. Los Reyes crearon, por contra, los
Consejos, unos organismos integrados por miembros de la nobleza y el clero de su
máxima confianza para que les asesoraran en las tareas de gobierno. Estaban
especializados en varios ámbitos, como la Hacienda, Inquisición, o los Consejos
territoriales (Aragón, Navarra). La incorporación de territorios llevó a la creación de un
representante permanente de la Corona e cada reino: el virrey.
Asimismo, se generalizaron los corregidores, delegados de los reyes en las ciudades de
Castilla, y se creó la Santa Hermandad, un organismo de carácter policial financiado
por las ciudades, pero controlado por la Monarquía.
Otro aspecto esencial para el fortalecimiento del Estado fue la unidad religiosa
cristiana. Los Reyes Católicos implantaron en Castilla y Aragón el Tribunal de la
Inquisición. Su fin esencial era la persecución de falsos conversos y la censura de
publicaciones “anticatólicas”. Sus procesos solían culminar en autos de fe.
6.5. LOS REYES CATÓLICOS: LA PROYECCIÓN EXTERIOR. POLÍTICA ITALIANA Y
NORTEAFRICANA
Los Reyes Católicos llevaron a cabo una política exterior muy activa, planeada de forma
conjunta. Su objetivo común fue aislar a Francia, y para ello casaron a sus hijos con las
principales casas reales europeas. Esta política matrimonial de futuro permitió a su
nieto Carlos heredar un gran Imperio.
No obstante, también cada reino tuvo unos intereses particulares:
Aragón estableció sus objetivos en el control del Mediterráneo occidental, donde ya
poseía territorios, y en el Rosellón y la Cerdaña, que ya habían pertenecido a la Corona
en la Edad Media y se habían perdido a manos de Francia. Fernando salió victorioso en
ambos, pues conquistó Nápoles en 1504 (donde el Gran Capitán derrotó a las tropas
francesas que también deseaban el reino) y anexionó el Rosellón y la Cerdaña, que
volvieron a estar bajo dominio aragonés.
Castilla, en cambio, tuvo vocación atlántica, donde compitió con Portugal por el
control de rutas comerciales. En 1478, Castilla culminó la conquista de las Canarias y
un año después, tras vencer en la guerra civil, Isabel firmó el Tratado de Alcaçovas con
la monarquía portuguesa. Este tratado, además de sellar la paz, repartía Atlántico
entre castellanos (que se reservaron la navegación al norte de las Canarias) y
portugueses (que dominaron el Atlántico sur, donde ya tenían colonias en la costa
africana). No obstante, se conquistaron varios enclaves en el norte de África (Melilla,
Orán, Bugía, Trípoli) para prevenir la piratería otomana.
TEMA 7. EXPANSIÓN ULTRAMARINA Y CREACIÓN DEL IMPERIO
COLONIAL
7.1. EL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA
Los orígenes del descubrimiento de América hay que buscarlos en la competencia
comercial ultramarina entre Castilla y Portugal durante el siglo XV. Una vez regulada en
1479, mediante el Tratado de Alcaçovas, un marinero genovés, Cristóbal Colón,
presentó a los reyes portugueses y castellanos su proyecto. Defendió que se podía
llegar navegando a las Indias cruzando el Atlántico, lo que implicaba la esfericidad de la
Tierra. Rechazado en Portugal, la reina Isabel, que contempló la posibilidad de
expandir las rutas comerciales y obtener metales preciosos, le dio su apoyo. Así, en
1492 los Reyes firmaron con Colón las Capitulaciones de Santa Fe, que establecieron
las condiciones del viaje. Colón recibió el título de almirante y sería virrey de las tierras
que descubriera, que pasarían a la Corona de Castilla.
Una vez organizada la expedición, Colón salió del puerto de Palos (Huelva) al frente de
tres carabelas (Pinta. Niña y Santa María) y, tras un agitado viaje, llegó a la isla de San
Salvador el 12 de octubre de 1492. A su regreso, informó del viaje sin saber que había
descubierto un nuevo continente.
Los portugueses, ante los nuevos acontecimientos, consideraron violado el Tratado de
Alcaçovas. Para mantener las buenas relaciones con el reino vecino, los Reyes Católicos
propiciaron un nuevo acuerdo mediante la firma del Tratado de Tordesillas (1494),
que desplazó la línea divisoria a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo verde. El nuevo
tratado permitió a Portugal la ocupación de Brasil.
En los años siguientes, Colón realizó tres viajes más y se pusieron en marcha otras
expediciones que permitieron explorar las nuevas tierras y empezar a colonizarlas.
7.2. CONQUISTA Y COLONIZACIÓN DE AMÉRICA
Aunque el descubrimiento de América se produjo durante el reinado de los Reyes
Católicos, la mayor parte de su exploración y conquista se realizó a lo largo del reinado
de Carlos I. La conquista, que se realizó mediante el sistema de capitulaciones, se llevó
a cabo en tres fases:
1. Antillana (1502-1519). Iniciada por Colón y sus sucesores, se centró en las islas
del Caribe.
2. Continental (1519-1549). Los conquistadores se adentraron en el continente
americano. Se dirigieron hacia el Imperio azteca (conquistado por Hernán
Cortés en 1521), el Imperio Inca (dominado por Pizarro y Almagro en 1532) y
otras zonas como el Río de la Plata, Chile o el sur de EEUU.
3. Zonas interiores (1550-1700). Una vez controlados los puntos estratégicos, se
culminó la conquista, dominando desde California hasta el extremo sur de
Chile.
De forma paralela a la conquista se produjo la colonización. El territorio conquistado
fue organizado territorialmente en virreinatos (Nueva España y Perú), gobernaciones
(entidad administrativa regional), audiencias (circunscripciones territoriales de
carácter judicial) y cabildos (municipios). Además, en Castilla se crearon dos
instituciones encargadas de administrar las colonias y asegurar el monopolio
económico-comercial: el Consejo de Indias y la Casa de Contratación.
Para asegurar el domino de las nuevas tierras, se fundaron ciudades, se enviaron
misiones religiosas (para evangelizar a los indígenas y enseñarles castellano) y se
implantó el sistema de la encomienda, que consistía en que los indígenas trabajaban
las tierras de los españoles a cambio de “protección” y mantenimiento. Ante los
abusos cometidos, el fraile Bartolomé de Las Casas presionó a la Corona para que la
encomienda fuera prohibida. Finalmente se aprobaron las Leyes de Indias de 1542,
que no prohibieron la encomienda, pero la reformaron para que los indígenas fueran
considerados súbditos de la Monarquía y que el pago de un tributo sustituyera a los
trabajos personales.
7.3. GOBIERNO Y ADMINISTRACIÓN EN EL IMPERIO COLONIAL
El territorio americano conquistado fue organizado territorialmente al modo
castellano. Se crearon varias entidades territoriales:
 Dos grandes virreinatos, Nueva España y Perú, dirigidos por un representante
del monarca, el virrey, con amplios poderes.

Gobernaciones, que eran entidades administrativas regionales dirigidas por un
gobernador, que dirigía la aplicación de las leyes y el ejército.
 Audiencias, que eran circunscripciones territoriales de carácter judicial.
 Cabildos (municipios), entidad de carácter local.
Además, en Castilla se crearon dos instituciones, encargadas de administrar las
colonias y asegurar el monopolio económico-comercial: el Consejo de Indias (que
asesoraba el rey en el gobierno indiano) y la Casa de Contratación (controlaba el
tráfico comercial). Ambas estaban situadas en Sevilla, único puerto peninsular
conectado con América.
Por otro lado, el dominio sobre América exigió la redacción de nuevas leyes. Así, en
1512 se aprobaron las Leyes de Burgos (que prohibieron la esclavitud de los indígenas,
pero formalizaron la encomienda), y en 1542 las Leyes Nuevas de Indias (sustituyeron
la encomienda por el pago del “tributo indígena”)
7.4. IMPACTO DE AMÉRICA EN ESPAÑA
El dominio de América permitió a la Monarquía española dinamizar el comercio, que
practicó en condición de monopolio. Así, llegaron a la Península nuevos productos
agrarios, como el maíz, la patata, el tomate, el cacao o el tabaco, y metales preciosos
(oro y plata), que los monarcas españoles utilizaron principalmente para sufragar los
elevados gastos de guerra de los siglos XVI y XVII. Su importación alteró los precios de
la economía española y europea, pues produjo un alza de precios general. Por otro
lado, desde España se exportaron vinos, aceites y múltiples manufacturas (tejidos,
herramientas, armas, etc.).
Además de productos, la población española emigró a América en busca de
oportunidades. Allí se mezclaron con los indios, tuvieron descendencia (criollos).
Por último, América aportó un importante desarrollo científico y cultural, marcado por
los nuevos conocimientos geográficos, las nuevas especies vegetales y animales
descubiertas y las nuevas culturas indígenas. Estas aportaciones formarán parte de la
base del nuevo conocimiento intelectual, científico y técnico que se desarrollará en los
siglos XVII y XVIII. Asimismo, surge y se desarrolla una nueva actitud civilizadora en
España y Europa, por la que se considerarán responsables de la difusión de la cultura
occidental, articulada en torno al afán evangelizador cristiano.
TEMA 8. LA ESPAÑA DEL SIGLO XVI
8.1. EL IMPERIO DE CARLOS V. CONFLICTOS INTERNOS: COMUNIDADES Y
GERMANÍAS
Tras la muerte de Fernando el Católico, en 1516, Carlos, nieto de los Reyes Católicos e
hijo de Juana I (inhabilitada tras declararla loca) y Felipe de Habsburgo (fallecido en
1506) llegó a Castilla a tomar posesión de una inmensa herencia, que le convirtió en el
monarca más poderoso de su tiempo:
De su abuela Isabel y su madre Juana heredó Castilla y sus colonias en América
 De su abuelo Fernando, Aragón y sus territorios en Italia
 De su padre y sus abuelos maternos y paternos, los dominios de la Casa de
Borgoña (Flandes y el Franco Condado) y la opción de ser elegido emperador
del Sacro Imperio Germánico, aspiración que logró en 1519.
Casi nada más tomar posesión del trono tuvo que hacer frente a graves conflictos
internos. El primero fue la sublevación de las Comunidades de Castilla (1520), iniciada
en las ciudades castellanas por Padilla, Bravo y Maldonado. Parte de la nobleza y las
ciudades castellanas rechazaban a Carlos, que era visto como un rey extranjero. Criado
en Flandes, no hablaba castellano, se rodeó de asesores flamencos y dedicaba más
tiempo y dinero a la política imperial que a la castellana. Además, los comuneros
reclamaban mayor participación en el gobierno de las ciudades. La sublevación
fracasó, pues en 1521 fueron derrotados en Villalar, lo que supuso el dominio
incontestable del poder del rey, que desde entonces se apoyó en la alta nobleza más
fiel.
Casi en las mismas fechas estalló en Valencia otra sublevación, las Germanías. Fue otra
protesta de ciudades (gremios, burguesía y pequeña nobleza) contraria a la
acumulación de cargos políticos urbanos en manos de la alta nobleza. Sin embargo, al
igual que los comuneros, los agermanados fueron derrotados.
Por otro lado, la política exterior de Carlos I estuvo supeditada a su condición de
emperador germánico y a la defensa de los intereses de los Habsburgo y de la
cristiandad católica. Para ello se enfrentó a tres enemigos:
1. Francia, con quien combatió por Italia. Participó hasta en cinco guerras, con un
saldo favorable. Logró ampliar los dominios italianos con el ducado de Milán.
2. El Imperio otomano, que avanzaba por Europa desde los Balcanes. Logró salvar
Viena y derrotarles en Túnez. Sin embargo, también sufrió una derrota en
Argelia.
3. Los príncipes luteranos alemanes. Desde que Lutero publicara sus tesis, la
difusión del protestantismo fue posiblemente el mayor reto al que se enfrentó
el emperador. Trató de mantener la unidad católica del Imperio, pero fracasó la
vía diplomática. Los luteranos crearon una alianza militar y se enfrentaron a las
tropas imperiales, que vencieron en la batalla de Mühlberg (1547). Sin
embargo, los protestantes se rehicieron y, con el apoyo de Francia, lograron la
victoria y lograron que se reconociese el culto protestante en el Imperio.
Todos estos conflictos, además de agotar las arcas castellanas y las del Imperio,
desgastaron al emperador. En 1556 abdicó y se retiró al monasterio de Yuste; dejó la
Corona imperial a su hermano Fernando y el resto de dominios a su hijo Felipe. Dos
años después murió.
8.2. LA MONARQUÍA HISPÁNICA DE FELIPE II. LA UNIDAD IBÉRICA
A pesar de que no heredó el Imperio germánico, Felipe II (1556-1598) gobernó un
Imperio inmenso que incluso amplió.
En política interna, una de sus primeras decisiones fue establecer la capital del Imperio
en Madrid (donde ordenó construir el monasterio de El Escorial). Tuvo que hacer
frente a la sublevación de los moriscos de las Alpujarras granadinas, que rechazaron el
autoritarismo político y religioso del rey, pero logró un importante éxito al conseguir la
unión con Portugal y su Imperio ultramarino. El trono quedó vacante y Felipe II
reivindicó sus derechos sucesorios (era hijo de Isabel de Portugal, casada con su
padre). Aunque parte de la nobleza portuguesa se opuso y apoyó a otro candidado (el
prior de Crato), las tropas del duque de Alba tomaron Lisboa y las Cortes lusas le
juraron rey (1581). Así, todo el territorio peninsular quedó bajo un mismo soberano.
En política exterior, Felipe tuvo como objetivos conservar la herencia de su padre y
defender el catolicismo ante los protestantes y los otomanos. Sus actuaciones se
desarrollaron en dos “ejes”:
1. El eje mediterráneo ocupó los primeros años de reinado. Felipe heredó el
conflicto con Francia no cerrado por su padre, pero en 1557 la derrotó en San
Quintín, lo que permitió firmar la paz. Además, en 1571 obtuvo una gran
victoria ante el Imperio otomano en Lepanto.
2. El eje atlántico fue más problemático. La nobleza calvinista de los Países Bajos
se rebeló y proclamó la independencia de la monarquía Habsburgo. A pesar de
las tropas que se enviaron, Flandes nunca pudo ser sometido. Los calvinistas
brindaron su apoyo, además, a otro de los enemigos de la monarquía: la
Inglaterra anglicana, que atacaba con piratas los puertos españoles. Felipe II
preparó la “Armada Invencible” para invadir el reino, pero sufrió una derrota
ante la escuadra inglesa.
Por lo tanto, al morir el rey en 1598, no se había podido frenar una de sus mayores
preocupaciones: la división de la cristiandad entre católicos y protestantes, y las arcas
del reino estaban agotadas.
8.3. LA ESPAÑA DEL SIGLO XVI: EL MODELO POLÍTICO DE LOS AUSTRIAS. LA UNIÓN
DE REINOS
Durante el siglo XVI, los Austrias crearon un modelo de monarquía adaptado a sus
enormes dimensiones territoriales. No fue una monarquía unitaria, sino
“descentralizada”, una especie de “confederación de reinos” unidos por la cúspide (el
rey), pero cada uno con sus propias leyes e instituciones (como las Cortes).
Para gobernar el Imperio, los Austrias se sirvieron de una institución fundamental: los
Consejos. Eran organismos colegiados integrados por miembros de la nobleza y clero
de máxima confianza del rey que le asesoraban. El de mayor importancia era el de
Estado, que se encargaba de dirigir la política exterior y de Estado, pero también había
de ámbito territorial (Indias, Castilla, Aragón, Italia, etc.), de Hacienda o Inquisición.
Además, en cada reino el monarca situó un virrey. A nivel local, se mantuvo el sistema
de corregidores implantado por los Reyes Católicos.
Otra institución fueron las Cortes. A ellas acudía la nobleza, el clero y los
representantes de las ciudades de cada reino cuando las convocaba el rey. Al
fortalecer este su poder y avanzar hacia una monarquía absoluta cada vez se reunieron
menos, aunque en Castilla se solían convocar para solicitar subsidios e impuestos.
Por último, destaca el papel del ejército como sostén del Imperio. Se nutría
esencialmente de castellanos, aunque también lo integraban mercenarios de otros
reinos. También actuó en los reinos de la Monarquía la Inquisición, para velar por el
cumplimiento de la fe católica.
8.4. ECONOMÍA Y SOCIEDAD EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XVI
El siglo XVI fue una etapa de crecimiento económico y demográfico. Hubo una notable
expansión agraria vinculada al aumento de la superficie cultivada y de la ganadería
lanar, apoyada en la Mesta. La artesanía también creció; los sectores más destacados
fueron los tejidos, la fabricación de armas y la siderurgia vasca. El comercio, por su
parte, gozó de gran desarrollo, gracias al monopolio con América. Se exportaban
manufacturas españolas y se importaban productos agrarios (maíz, tabaco, tomate) y
metales preciosos.
Sin embargo, también hubo puntos débiles. El mercado americano se explotó para
costear el Imperio, pero no se generó riqueza general, ni en América ni en la Península.
No hubo una política económica basada en el aumento de la riqueza, sino en la
recaudación y en la “depredación” de recursos americanos. Aún con los metales
americanos (y con sucesivas subidas de impuestos), la economía hispana estuvo
hipotecada durante los tiempos de Carlos I y sufrió varias bancarrotas con Felipe II.
Sólo algunos pensadores (como Luis de Ortiz) propusieron reformas, pero apenas se
aplicaron sus ideas. Por ello, a finales de siglo ya se percibe un empobrecimiento
general en el Estado llano, no en la nobleza ni el clero.
En cuanto a la sociedad, se mantuvo la división estamental heredada de la Edad
media. Nobleza y clero, 5% de la población, fueron los estamentos privilegiados.
Tuvieron un enorme poder económico (vinculado a las tierras que poseían) e influencia
política. El resto de la población, 90%, lo componía el Estado llano. La mayor parte de
este estamento eran campesinos que vivían en el medio rural y trabajaban las tierras
de la nobleza y el clero y les pagaban rentas e impuestos. En las ciudades, la burguesía
era escasa y la mayoría eran trabajadores artesanos, que tenían condiciones algo
mejores que los campesinos (al no estar ligados a un señor), pero su vida era también
precaria. En las ciudades vivían también grupos marginales, como mendigos y
vagabundos, y minorías étnicas como moriscos y judíos, generalmente rechazados
socialmente.
8.5. CULTURA Y MENTALIDADES EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XVI. LA INQUISICIÓN
El siglo XVI se corresponde, culturalmente, con el Renacimiento y al humanismo,
corrientes italianas que llegaron a España en la época de los Reyes Católicos y que se
basaban en el estudio racional de la naturaleza y el ser humano.
El humanismo impulsó varios ámbitos del conocimiento, como la medicina (Miguel
Servet), la gramática (Antonio de Nebrija) y el pensamiento (Tomás de Mercado,
Francisco de Vitoria), que vieron cómo sus obras se difundían gracias a la imprenta.
La literatura y el arte también contaron con importantes figuras. En el terreno literario
destacaron Fernando de Rojas (autor de La celestina), Fray Luis de León y Santa Teresa
de Jesús, mientras que en el artístico sobresalen los arquitectos Gil de Hontañón
(Universidad de Alcalá de Henares), Diego Siloé (catedral de Granada) y Juan de
Herrera (El Escorial), el escultor Alonso Berruguete y, entre muchos pintores de
calidad, El Greco, ya próximo a los postulados del siglo siguiente.
Este alto nivel cultural convivió con la Inquisición, que controló y censuró algunas
publicaciones humanistas por considerarlas alejadas de la doctrina y las “buenas
costumbres” católicas tradicionales. Para ello, el Tribunal detenía a los acusados y
llegaba a torturarles hasta que confesara su delito o delatara a algún sospechoso. Sus
procesos solían concluir en autos de fe, es decir, quemas públicas en la hoguera.
Su actividad se intensificó durante el reinado de Felipe II, en el marco de la
Contrarreforma católica y la lucha contra el protestantismo. Así, desde finales de siglo,
el desarrollo científico del país se frenó.
TEMA 9. LA ESPAÑA DEL SIGLO XVII
9.1 LOS AUSTRIAS DEL SIGLO XVII. GOBIERNO DE VALIDOS Y CONFLICTOS INTERNOS
El XVII fue un siglo de crisis política (pérdida de la hegemonía europea), económica y
social. Los monarcas de este siglo se sirvieron de la figura del valido, que eran
aristócratas de la máxima confianza del rey en los que éste delegó las tareas de
gobierno.
Durante el reinado de Felipe III (1598-1621) se eligió al duque de Lerma, que llevó una
política exterior pacifista y pactista con los enemigos de la Monarquía (calvinistas
holandeses e Inglaterra). En el interior, lo más destacado fue la decisión de expulsión
de los moriscos en 1609. A pesar de su conversión al cristianismo, se les acusaba de
mantener contactos con el Imperio otomano. Se calcula que abandonaron España unas
300.000 personas.
Con la llegada de Felipe IV (1621-1665) al trono hubo cambio de valido. El rey confió
en Olivares, de carácter mucho más agresivo que Lerma. Planteó un proyecto de
reforma para fortalecer a la Monarquía y que fuera reconocida como potencia
hegemónica en Europa:
-En el exterior, rompió los pactos de Lerma y volvió a la guerra contra Holanda y entró
en la Guerra de los Treinta años en apoyo de los Habsburgo de Viena y en defensa del
catolicismo.
-En el interior, propuso en su “Gran Memorial” que todos los reinos de la Monarquía
contribuyeran económicamente de manera equitativa. También se mostró favorable a
una “Unión de armas” de todos los reinos, para crear un ejército de 140.000 hombres,
pues hasta entonces se nutría sobre todo de castellanos. Estas reformas, que
implicaban centralizar el poder, fueron una causa fundamental en las rebeliones de
1640.
Por último, Carlos II (1668-1700), rey de salud frágil, confió en varios validos, como
Valenzuela o Juan José de Austria. Al morir sin descendencia, estalló la Guerra de
Sucesión.
9.2. LA CRISIS DE 1640
En 1640 se produjo la mayor crisis vivida en tiempos de los Habsburgo. En Cataluña,
Portugal y otros territorios (Andalucía, Aragón, Nápoles) se iniciaron unos movimientos
secesionistas que pusieron en jaque a la Monarquía, pues además coincidieron con las
derrotas en la Guerra de los Treinta Años y contra Francia.
En Cataluña, las reformas de Olivares (Gran Memorial y Unión de Armas) generaron
descontento general y las Cortes rechazaron el proyecto. En este contexto, en plena
guerra contra Francia, el valido abrió un frente en los Pirineos y envió tropas a
Cataluña. La población se vio obligada a mantener a los soldados, que cometieron
varios abusos, lo que aumentó el rechazo al rey y a Olivares. La rebelión estalló en
1640, cuando varios segadores armados asesinaron al virrey en Barcelona. La nobleza
catalana incluso llegó a ofrecerse al rey de Francia, Luis XIII, pero la sublevación
terminó siendo controlada años después, en 1652.
En Portugal, el descontento con los Austrias venía casi desde la unión de tiempos de
Felipe II, pues eran vistos como reyes extranjeros. También en 1640, la nobleza se
rebeló y proclamó rey al duque de Braganza. Se inició así un largo conflicto con España
que no terminó hasta 1668 con la independencia portuguesa.
Estos conflictos provocaron la caída de Olivares. Dejó su cargo a Luis de Haro, que
dirigió la política del reino hasta el final del reinado de Felipe IV.
9.3. LA ESPAÑA DEL SIGLO XVII: EL OCASO DEL IMPERIO ESPAÑOL EN EUROPA
La política exterior de los Austrias en el siglo XVII se basó en los principios heredados
del XVI: defensa territorial del Imperio y del catolicismo. Para defender estos
principios, los Austrias se involucraron en numerosas guerras que agotaron
económicamente las arcas del Estado y terminaron agotando a la Monarquía, que
perdió su posición hegemónica en Europa.
En 1618 España rompió la tregua que mantenía con Holanda (firmada al inicio del
reinado de Felipe III) y entró en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), un conflicto
que enfrentó a católicos y protestantes en el Imperio germánico, pero que se extendió
a toda Europa. Fue con Felipe IV y Olivares, la Monarquía participó activamente en la
guerra a favor de los Habsburgo de Viena y en contra de los protestantes. Inicialmente,
los tercios españoles obtuvieron grandes victorias contra Holanda (Breda) y Suecia
(Nordlingen). Sin embargo, en 1635 Francia entró en el conflicto del lado de los
protestantes e inclinó la balanza a su favor. En 1643 derrotó a los españoles en Rocroi.
Poco después, Holanda infligió una nueva derrota a la Monarquía en las Dunas de
Dunkerke. Así, cuando acabó el conflicto en 1648 y se firmó la Paz de Westfallia
España reconoció la independencia de Holanda.
No obstante, la guerra contra Francia continuó, pues su objetivo era arrebatar la
hegemonía a los españoles. Tras nuevas derrotas, en 1659 se firmó la Paz de los
Pirineos, en la que se cedió el Rosellón y la Cerdaña.
En 1668 llegó al trono Carlos II. Su frágil salud escenificó el ocaso imperial. Al morir sin
heredero en 1700 se inició la Guerra de Sucesión, que supuso el fin definitivo del
Imperio español en Europa.
9.4. LA ESPAÑA DEL SIGLO XVII: EVOLUCIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL
El XVII fue un siglo de crisis política (pérdida de la hegemonía europea), pero también
económica y social.
La economía vivió una etapa depresiva. La producción agraria y la artesanal
descendieron, y aunque el comercio con América se mantuvo activo, la llegada de
metales preciosos provocó una alta inflación. A todo esto hay que añadir el enorme
gasto militar destinado a sufragar las guerras en el exterior, que provocaron sucesivas
bancarrotas durante el reinado de Felipe IV.
Derivado de la situación económica, se produjo un retroceso demográfico (agravado
por las guerras y la expulsión de los moriscos). Fue especialmente notable en Castilla
(salvo Madrid). Sólo la costa cantábrica escapó de la crisis.
Socialmente, las dificultades aumentaron para el Estado llano, cada vez más
empobrecido por la crisis económica y la asfixia fiscal (por las subidas de impuestos).
Aumentaron los mendigos y bandoleros y surgió la figura del pícaro, que robaba y
engañaba para subsistir. Nobleza y clero, en cambio, sortearon mejor la crisis, al
mantener sus señoríos y cobrar rentas e impuestos.
Ante la decadencia, algunos pensadores (denominados los “arbitristas”) inspirados en
la obra de Luis de Ortiz (pensador de época de Felipe II), propusieron medidas de
modernización agraria para atajar la crisis, pero la única política económica que se
aplicó fue la recaudación de impuestos. Sólo en tiempos de Carlos II se adoptaron
medidas para fomentar la riqueza que permitieron mejorar la situación.
9.5. LA ESPAÑA DEL SIGLO XVII: ESPLENDOR CULTURAL. EL SIGLO DE ORO
El Siglo de Oro es un periodo que abarca el Renacimiento y el Barroco español,
aproximadamente entre 1550 y 1660. Supuso un gran esplendor cultural y artístico,
aunque (paradójicamente) coincidiera con la decadencia política y económica del
Imperio y se desarrollara en una sociedad mayoritariamente empobrecida.
Desde finales del siglo XVI, sin embargo, la cultura y la mentalidad de este periodo
están marcadas por la Contrarreforma católica, emanada del Concilio de Trento,
donde se confirmó la doctrina católica tradicional frente a la protestante. La
Inquisición se encargó de velar por las “buenas costumbres” católicas, y no dudó en
censurar todas las obras alejadas de la ortodoxia católica tradicional. Además, Felipe II
prohibió los estudios en el extranjero, lo que provocó el alejamiento de las novedades
científicas e intelectuales de los pensadores europeos.
Estos principios caracterizaron el Barroco español, una nueva etapa cultural más pobre
en ciencia y pensamiento, pero muy rica en literatura y arte. La literatura nos dejó
algunos de los autores cumbre, como Miguel de Cervantes (El Quijote), los
dramaturgos Lope de Vega, Calderón de la Barca y Tirso de Molina y los poetas
Góngora y Quevedo. Este último logró esquivar la censura y criticó la situación política
y socioeconómica que vivía España. En arte la nómina de grandes figuras fue similar. El
Barroco dejó arquitectos como Gómez de Mora y los hermanos Churriguera, los
escultores Gregorio Fernández y Martínez Montañés y los pintores Ribera, Zurbarán,
Velázquez (cumbre de la pintura barroca), Murillo, entre otros.
TEMA 10. LA ESPAÑA DEL SIGLO XVIII
10.1. LA ESPAÑA DEL SIGLO XVIII: LA GUERRA DE SUCESIÓN Y EL SISTEMA DE
UTRECHT
Carlos II de Habsburgo murió en 1700 sin descendencia. Antes de morir, designó
heredero en su testamento a Felipe de Anjou, nieto del rey francés Luis XIV. Sin
embargo, el archiduque Carlos de Austria reclamó el trono y no aceptó el testamento.
Sus aspiraciones fueron apoyadas por varias potencias europeas, para evitar que los
Borbones reinaran en Francia y España al mismo tiempo. Así se formó una coalición
(Alianza de La Haya) integrada por Austria, Inglaterra, Holanda, Prusia, Saboya y
Portugal, que inició una guerra en 1701 contra los Borbones.
La guerra de Sucesión tuvo dos ámbitos:
1. Exterior, pues el conflicto implicó a casi toda Europa
2. Interior. En España fue un enfrentamiento civil entre los partidarios de Felipe
de Anjou (mayoritariamente castellanos, partidarios de las políticas centralistas
que habían aplicado los Borbones en Francia) y los del candidato Habsburgo
(aragoneses foralistas, partidarios de mantener el modelo político de los
Austrias)
La contienda fue bastante equilibrada. La Alianza llevó la iniciativa al inicio, pero las
tropas borbónicas reaccionaron y lograron dos importantes victorias en Almansa
(1707) y Brihuega y Villaviciosa (1710).
En 1711 se produjo un hecho de gran importancia. El emperador germánico y hermano
del archiduque murió, y Carlos heredó el trono austríaco y germánico. La Alianza se
mostró entonces reacia de aupar al trono a un “nuevo Carlos V”, paralizó la guerra y
propuso iniciar las negociaciones de paz.
La paz se plasmó en el Tratado de Utrecht (1713). Felipe fue aceptado como rey de
España, aunque Cataluña y Baleares continuaron la guerra. A cambio, las potencias
obtuvieron grandes beneficios a costa del Imperio español. Flandes, Nápoles, Cerdeña
y Milán pasaron a manos de Austria, Saboya anexionó Sicilia y Gran Bretaña los
enclaves estratégicos de Gibraltar y Menorca. Además, los ingleses consiguieron
privilegios comerciales en América, como el navío de permiso y el asiento de negros, y
lograron que se aprobara una política de “equilibrio” para Europa, es decir, ninguna
potencia debía tener una posición hegemónica sobre las demás (como España y
Francia anteriormente).
Por tanto, en la paz de Utrecht España quedó convertida en una potencia de segundo
orden.
10.2. LA ESPAÑA DEL SIGLO XVIII: CAMBIO DINÁSTICO. LOS PRIMEROS BORBONES
Tras la Guerra de Sucesión, los Borbones se consolidaron en el trono de España.
El primer Borbón fue Felipe V (1700-1746). En política interna, emprendió una
profunda reforma del Estado, basada en el modelo absolutista y centralista francés.
Posiblemente la medida más trascendente que adoptó el nuevo rey en este sentido
fueron los Decretos de Nueva Planta, que suprimieron los fueros e instituciones de la
Corona de Aragón y en su lugar se impusieron las castellanas, lo que permitió avanzar
hacia un Estado centralista, legal y administrativamente uniforme (las mismas leyes
para todo el territorio), con la excepción de Navarra y País Vasco, que conservaron sus
fueros. Por otro lado, en política exterior, se intentaron reparar parte de las pérdidas
territoriales del Tratado de Utrecht. La segunda esposa del rey, Isabel de Farnesio, se
centró en los territorios italianos, donde quiso que reinaran sus hijos. Para conseguirlo
se buscó la alianza con Francia, que se plasmó en dos Pactos de Familia (1733 y 1743).
En ellos se acordaba que Francia ayudaría a España en sus objetivos en Italia a cambio
del apoyo militar español a Francia en las guerras europeas en las que se involucrara.
Así, los infantes Felipe y Carlos (futuro Carlos III) ocuparon el trono de Parma y Nápoles
respectivamente.
Fernando VI (1746-1759) siguió una política de neutralidad en el exterior. Su
secretario más importante fue el marqués de Ensenada que buscó la reordenación de
la Hacienda. En el interior, mediante el llamado “catastro de Ensenada”, trató de
implantar un impuesto único que no se llevó a cabo por la oposición de los
privilegiados (pues pretendía que nobleza y clero pagaran por sus bienes inmuebles).
Además, mejoró las relaciones comerciales con las colonias americanas gracias a un
amplio programa de construcción de barcos, que también tenía como objetivo
defender las colonias de las ambiciones inglesas. Sus medidas de renovación
intelectual, como la creación de la Academia de Medicina, la Aacademia de Bellas
Artes de San Fernando o los viajes científicos abrieron el camino para la llegada del
despotismo ilustrado con el siguiente Borbón, Carlos III.
10.3. LA ESPAÑA DEL SIGLO XVIII: REFORMAS EN LA ORGANIZACIÓN DEL ESTADO. LA
MONARQUÍA CENTRALISTA
Felipe V emprendió, una vez consolidado en el trono, una profunda reforma del
Estado, basada en el modelo absolutista y centralista francés.
Posiblemente las medidas más trascendentes que aprobó el nuevo rey fueron los
Decretos de Nueva Planta, implantados en los territorios de la Corona de Aragón, que
habían apoyado al archiduque en la Guerra de Sucesión. Se suprimieron sus fueros e
instituciones y en su lugar se impusieron las castellanas. Así, las aduanas entre ambos
reinos desaparecieron y los decretos permitieron avanzar hacia un Estado centralista,
legal y administrativamente uniforme (las mismas leyes para todo el territorio), con la
excepción de Navarra y País Vasco, que conservaron sus fueros por haber apoyado a
Felipe V en la guerra.
Los decretos inauguraron una nueva organización territorial. Se suprimieron los
virreinatos y en su lugar se crearon provincias. Además, “importaron” de Francia la
figura del intendente, un alto funcionario del Gobierno encargado de supervisar la
economía y la recaudación de impuestos y supervisar el nuevo modelo político y
administrativo creado, pues había uno por cada provincia.
Pero los decretos no fueron la única medida. Los Borbones se aseguraron que el poder
del rey se situaba por encima de cualquier otra institución. Las Cortes quedaron
reducidas a funciones protocolarias, y el sistema de Consejos perdió peso. Fueron
sustituidos por los secretarios de despacho (antecedente de los ministerios).
Por otra parte, los Borbones reformaron el sistema fiscal. El objetivo era racionalizar la
Hacienda y crear una “contribución única” en todo el Estado para recaudar lo
suficiente a través del intendente y así evitar los riesgos de bancarrota. Este fue el
proyecto del marqués de la Ensenada (secretario con Fernando VI), que planteó un
catastro (recuento de población para estimar la recaudación) para que la población
(incluidos nobleza y clero) pagaran por sus bienes inmuebles. Sin embargo, la compleja
tributación del Antiguo Régimen (la nobleza cobrara impuestos propios en sus
señoríos) y el rechazo de los privilegiados dificultaron el cumplimiento de los objetivos.
10.4. LA PRÁCTICA DEL DESPOTISMO ILUSTRADO: CARLOS III
Carlos III heredó el trono de su hermano Fernando en 1759 y reinó hasta 1788. El
nuevo rey se mostró partidario de aplicar algunas de las ideas ilustradas que llegaban
procedentes de Francia, siempre y cuando estas no atentaran contra el poder de la
monarquía absoluta y la división estamental de la sociedad. Esta forma de gobernar,
practicada también por otros monarcas de la época, es conocida como despotismo
ilustrado, que resume su esencia en la frase “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”.
Su reinado tuvo dos etapas:
1.1759-1766. Estos años se caracterizaron por las reformas de los ministros italianos
que acompañaron al rey y que ya habían colaborado con él en el reino de Nápoles. El
ministro Sabatini llevó a cabo una importante remodelación urbanística y de
saneamiento de Madrid y Esquilache aprobó cambios en la vestimenta y los usos y
costumbres de los madrileños. Las medidas de Esquilache, junto a su fracasada
liberalización del precio del trigo (cuyo objetivo fue paliar la escasez de grano de la
época), provocaron un motín que se expandió por todo el país y que forzó al rey a
cambiar de ministros en 1766.
2. 1766-1788. En esta etapa el impulso reformista vino de los ministros españoles.
Dada su situación de atraso respecto a otros reinos europeos, la economía centró
buena parte de su interés. Para debatir reformas y proyectos se fundaron las
Sociedades Económicas de Amigos del País, que eran agrupaciones de economistas
ilustrados. Desde ellas se propusieron reformas como la agraria. Campomanes (como
posteriormente haría Jovellanos), propuso que las tierras pudieran ser capitalizadas
(vendidas), para que el inversor que las comprara las sacara un rendimiento mayor.
El monarca puso especial interés en fomentar también el comercio. El nuevo Estado
absoluto abordó una mejora de las comunicaciones para intentar formar un mercado
nacional. Se impulsó un plan de carreteras para enlazar Madrid con la periferia, se
desarrolló la construcción naval y se decretó el libre comercio de los puertos españoles
con los americanos (se mantuvo el monopolio). Todo esto permitió desarrollar la
industria en las zonas de la periferia (Galicia, País Vasco, Valencia y sobre todo en
Cataluña), pues allí se promovió la fabricación de productos para satisfacer la demanda
de los virreinato
Además, los ilustrados mostraron una gran preocupación por el nivel cultural de
España y trazaron una nueva política educativa. Para potenciar y renovar la ciencia
permitieron la entrada de publicaciones ilustradas y fomentaron su estudio en las
universidades y otras instituciones educativas que se crearon entonces, como las
Reales Academias. Así, lograron que la Ilustración se plasmara en varios campos
literarios y científicos, como la filología, la historia, la economía, las matemáticas y la
botánica.
Sin embargo, los logros de los ilustrados fueron limitados. Aunque hubo avances
significativos, principalmente en cultura y ciencia, lo cierto es que las necesidades de la
mayoría de la población, que vivía con rentas bajísimas, no fueron satisfechas.
Además, la voluntad reformadora chocó con el conservadurismo de la nobleza y el
clero, decididos a impedir todo cambio con su influencia.
10.5. EVOLUCIÓN DE LA POLÍTICA EXTERIOR EN EUROPA
Después de la firma del Tratado de Utrecht (1713), España perdió el Imperio europeo y
se convirtió en una potencia de segundo orden. Así, los objetivos cambiaron respecto a
la época de los Austrias. En el siglo XVIII la política exterior se centró en defender
América de las ambiciones inglesas y en intentar recuperar los territorios perdidos en
Utrecht. Para ello se buscó la alianza con Francia y se reforzó la Armada.
Durante el reinado de Felipe V se intentaron recuperar los territorios italianos que se
habían cedido a Austria en Utrecht. Para ello se firmaron con Francia dos Pactos de
Familia (1733 y 1743), por los que se acordaba que Francia ayudaría a España en sus
objetivos en Italia a cambio del apoyo militar español a Francia en las guerras europeas
en las que se involucraran los franceses. Así, los infantes Felipe y Carlos (futuro Carlos
III) ocuparon el trono de Parma y Nápoles respectivamente.
Fernando VI siguió una política de neutralidad y pactismo con las potencias. Los
mayores esfuerzos se dirigieron a potenciar el ejército y la flota naval para proteger
América. Además, compró el navío de permiso a Gran Bretaña.
Por último, Carlos III se involucró de nuevo en conflictos externos. Participó en la
Guerra de los Siete Años junto a Francia tras firmas un tercer Pacto de Familia. Al ser
derrotados, tuvo que ceder Florida a Gran Bretaña. Sin embargo, posteriormente entró
en la Guerra de la Independencia de EEUU apoyando a las 13 colonias y a Francia,
contra Gran Bretaña, lo que le permitió recuperar Florida y Menorca.
10.6. LA POLÍTICA BORBÓNICA EN AMÉRICA
En América, los Borbones también introdujeron cambios. Como en España, trataron de
reforzar las estructuras estatales y obtener de las colonias el máximo partido
económico. Para ello, realizaron varias reformas:
En primer lugar, reformas de tipo administrativo. Los virreinatos se dividieron y
pasaron a ser cuatro: Nueva España, Perú, Nueva Granada y Río de la Plata. En cada
uno de ellos los intendentes (que tenían las mismas funciones que en la Península)
sustituyeron a los antiguos gobernadores de la época de los Austrias. Los objetivos de
estas medidas eran aumentar la eficacia administrativa y asegurar y potenciar el
control económico de las colonias. Además, prohibieron a los criollos (descendientes
de españoles en América) ocupar (y comprar) cargos públicos.
En segundo lugar, también tomaron decisiones económicas. Revitalizaron la
agricultura y la minería mediante la creación de escuelas y academias especializadas y
potenciaron el comercio. Se fomentó el desarrollo naviero y decretó, en 1778, el libre
comercio de los puertos españoles con los americanos (aunque se mantuvo el
monopolio). Todo esto permitió desarrollar la industria en las zonas de la periferia
peninsular (Galicia, País Vasco, Valencia y sobre todo en Cataluña), pues allí se
promovió la fabricación de productos para satisfacer la demanda de los virreinatos,
que ante la pobre oferta de la metrópoli comerciaban con contrabandista.
Estas reformas, a medio, plazo, supusieron un choque con la población criolla, que
desde finales de siglo (influidos por los comerciantes ingleses), empezaron a aspirar al
control económico y político de América. Por ello, este grupo social protagonizó los
procesos de independencia del siglo XIX.
10.7. LA ILUSTRACIÓN EN ESPAÑA
La Ilustración fue una corriente cultural y de pensamiento surgida en Francia en el
siglo XVIII. Sus principios se resumen en la confianza en la razón y el conocimiento
científico frente a la tradición y la superstición, el impulso económico, social y cultural
para lograr progreso y la crítica al Antiguo Régimen, que lastraba ese progreso.
Llegó a España en el primer tercio de siglo. Desde entonces y hasta 1750
aproximadamente, se formó una primera generación de ilustrados, encabezada por el
padre Feijoo. Este autor, en su obra Teatro crítico universal, criticaba por primera vez
en la historia la incultura y las tradiciones sin fundamento científico y se mostraba
partidario de desarrollar la ciencia y la técnica.
Desde mediados de siglo se formó una segunda generación de pensadores ilustrados.
Estuvo protagonizada por los ministros de Carlos III (Campomanes, Aranda, Jovellanos,
Olavide, Floridablanca) y artistas como Goya. Reflexionaron acerca de los problemas
de la economía y la sociedad española. Para modernizarlas, se mostraron partidarios
de potenciar y renovar la ciencia, permitir la entrada de publicaciones ilustradas
francesas y fomentar su estudio en las universidades y otras instituciones educativas
que se crearon entonces, como las Reales Academias. Criticaron la incultura y
propusieron mejorar la educación, que debía fundamentarse en la mejora de la
investigación y el desarrollo del pensamiento científico. De esta manera, pensaban, se
dinamizaría la economía. Además, propusieron reformas económicas concretas a
través de las Sociedades Económicas de Amigos del País, como la publicada por
Jovellanos en su Informe sobre la Ley Agraria, en el que aseguraba que los mayorazgos
y las tierras en “manos muertas” lastraban la economía del país, y propuso
desvincularlas para venderlas a nuevos propietarios y así obtener mayor rendimiento
de ellas.