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ÉTICA EMPRESARIAL EN TIEMPOS DE GLOBALIZACIÓN
Carmen Martí Marco
[email protected]
Resumen
La globalización económica es un hecho de nuestro tiempo en el que no es posible dar
marcha atrás y es urgente ver de que manera podemos y debemos orientar los
mecanismos económicos y empresariales dentro de los procesos globalizadores en una
dirección distinta, más allá del capitalismo salvaje. Conocemos ejemplos sobrados
(casos como los de Enron, Parmalat o la pobreza creciente en gran parte del mundo) que
han mostrado las deficiencias de una economía puramente utilitarista, centrada en la
maximización del beneficio económico, que ha sacrificado componentes como
confianza, integridad o transparencia, elementales para el buen funcionamiento de las
empresas y de la economía en general.
Pero este modo de concebir economía y empresa no es el único. Existen diversas
propuestas desde dentro de la propia economía que están promoviendo una
transformación ética de la misma y de las políticas democráticas de todo el mundo.
Amartya Sen, Nobel de Economía 1998, es un claro ejemplo de esta nueva vía que
pretende superar las deficiencias de una economía unilateral, revisando las instituciones
políticas y económicas, en virtud de una nueva economía que haga posible combinar
competencia y cooperación, beneficio y justicia. Una economía en donde el crecimiento
económico sea, no un fin en sí mismo, sino un instrumento para aumentar las libertades
reales de las personas, y capaz de generar, más allá del beneficio económico,
expectativas sociales, confianza, libertades.
Analizaremos algunos aspectos primordiales, desde el enfoque de Sen, de la ética
económica y empresarial en el camino de una transformación real de la economía tan
necesaria para poner economía, empresa y tecnología al servicio de las personas y no al
revés. Analizaremos algunas de las claves para una economía y unas empresas capaces
de generar sociedades mejores, más “desarrolladas” económica, social y humanamente.
Palabras clave: globalización, ética económica, ética empresarial, capacidades, A.
Cortina, A. Sen.
Abstract
The economic globalization is a fact of our time, and it is not possible to go backwards.
It is urgent to see in which way can and should we, orientate the economical and
business mechanism of the global processeses in a diferent direction, beyond the wild
capitalism.
We are aware of many examples (cases like Enron, Parmalat, or the growing
poverty in most of the world) that have shown the faults of a purely utilitarian economy.
This type of economy has concentrated in the maximization of the profit, leaving behind
important things like trust, integrity or transparency, which are the bases for the good
functioning of the companies and the economy in general.
But this way of conceiving the economy and the business is not the only one.
There are other porposals inside the economy, that promote an ethic change of the
economy and the democratic policy in the whole world. Amartya Sen, nobel prize of
economy 1998, is a clear example of this new way that attempt to improve the faults of
an unilateral economy. He revise the political and economical institutions, by virtue of a
new economy that would make possible to combine, competition, cooperation, benefit
and justice. An economy where the economical grow would be, not an end in itself, but
1
a mean to expand the effective liberties of the people and capable of generating, beyond
the economic profit, social expectations, trust and liberties.
In this presentation we will try to analyze, from Sen´s view, some of the most
important aspects on business ethics. It is an attempt for a real transformation of the
economy. An atempt to put the economy, business and tecnology at the service of the
persons and not in the opposite way. We will analyse some of the keys to create an
economy and business capable of generating better societies, with more economic,
social and human development.
Keywords: globalization, economic ethics, Business ethics, capabilities, A. Cortina, A.
Sen.
Cuando pensé en «Ética empresarial en tiempos de globalización» como título
para este trabajo tenía claro que quería tratar de Ética económica y empresarial en el
momento presente y pensé que si algo puede describir el momento actual en el que nos
encontramos, sobre todo desde el punto de vista de la economía y la empresa es, de
hecho, la globalización. Sin embargo, a medida que empecé a trabajar los libros que
quería utilizar para desarrollar este tema me di cuenta de que no había sido nada original
con este título. Primero, obviamente, por el guiño que éste hace a la obra de Ortega y
Gasset El tema de nuestro de tiempo. Segundo, porque ya Adela Cortina utilizó esta
idea para la introducción del libro que coordinó, ya en 1994, titulado Ética de la
empresa. Claves para una nueva cultura empresarial. La profesora Cortina titulaba la
introducción del mismo «La empresa: el tema de nuestro tiempo», y hacía una clara
reseña a la obra de Ortega. De hecho, Cortina ya advierte lo siguiente, «cuando Ortega y
Gasset publicó El tema de nuestro tiempo no podía sospechar la buena fortuna que un
título semejante iba a hacer en el mundo de quienes ejercen el vicio de la pluma porque,
en cuanto topan con un ámbito de cuestiones central para una época, se sienten tentados
de bautizarle con el expresivo rótulo orteguiano.»1
Por último, Gabino Izquierdo publicó en el año 2000 Entre el fragor y el
desconcierto, obra que llevaba por subtítulo Economía, ética y empresa en la era de la
globalización.
Esta falta de originalidad por mi parte muestra claramente dos cosas: una, la
fuerza del subconsciente, sobre las lecturas pasadas de estos libros, que me llevó sin
saberlo a utilizar este título, y dos, y la más importante, a mi modo de ver; que la
globalización es, o al menos eso parece, el tema de nuestro tiempo.
1
Cortina, A. (1994): Ética de la Empresa. Claves para una nueva cultura empresarial, Trotta, Madrid,
p.13.
2
Pero mi intención no es tanto hablar de los fenómenos concretos de un fenómeno
tan complejo como es la globalización, como orientar y situar el debate de la Ética
económica y empresarial en el momento presente, pues es un tema que está, sin lugar a
dudas, de actualidad. Y digo de actualidad, y no de moda, pues, parafraseando de nuevo
a Cortina, la ética empresarial «pertenece a la más profunda entraña de nuestro ser
personas.»2
En 2004 el profesor Jesús Conill publica Horizontes de Economía Ética y
comienza de este modo: «Es el nuestro un tiempo contradictorio por lo que se refiere a
la economía. Por una parte, es innegable que vivimos bajo el signo de un imperialismo
económico, que se encarna en los procesos de globalización tal como se están
produciendo. Pero, por otra, voces autorizadas denuncian que el pensamiento
económico está en crisis, que “la” economía fracasa como paradigma para resolver los
problemas más graves de la humanidad. ¿No es necesario –se preguntan- detectar las
posibilidades de una transformación ética de esa vida económica y profesional, que cada
vez se nos ha vuelto más irritante y puede acabar asfixiándonos?»3
Intentar responder a esta pregunta dice, va a ser el objetivo principal del libro.
Partiendo de esta reflexión podemos constatar que nos encontramos ante un
panorama económico, cuando menos, contradictorio. Por una lado el crecimiento
económico progresivo, sin antecedentes, la revolución constante de los medios de
producción, una mayor libertad y pluralidad en los mercados y una globalización
económica y tecnológica, nos hace hablar de prosperidad económica. Sin embargo, cada
vez son más los autores que, desde dentro de la propia economía o desde fuera de ella,
hablan de crisis o fracaso de la economía.
En El malestar de la globalización, Joseph Stiglitz, ex-vicepresidente del Banco
mundial y Premio Nobel de Economía 2001, afirma «la globalización −la supresión de
las barreras al libre comercio y la mayor integración de las economías nacionales−
puede ser una fuerza benéfica y su potencial es el enriquecimiento de todos,
particularmente los pobres; pero también creo que para que esto suceda es necesario
replantearse profundamente el modo en el que la globalización ha sido gestionada,
incluyendo los acuerdos comerciales internacionales que tan importante papel han
2
3
Cortina, A. (1998): Hasta un pueblo de demonios, Taurus, Madrid, p.140.
Conill Sancho, J. (2004):Horizontes de economía ética, Tecnos, Madrid, p.11.
3
desempeñado en la eliminación de dichas barreras y las políticas impuestas a los países
en desarrollo en el transcurso de la globalización.»4
En la misma línea crítica, Amartya Sen, Premio Nobel de Economía 1998, en su
obra Desarrollo y libertad, afirmaba lo siguiente: «si hay una solución que no es viable
es detener la globalización del comercio y de las economías, ya que es difícil oponer
resistencia a las fuerzas de los intercambios económicos y de la división del trabajo en
un mundo competitivo impulsado por enormes cambios tecnológicos que dan una
ventaja económicamente competitiva a la tecnología moderna. Esta situación plantea un
problema, pero no sólo eso, ya que el comercio mundial puede traer consigo ─como
vaticinó Adam Smith─ mayor prosperidad económica a todos los países. Pero puede
haber tanto vencedores como vencidos, aun cuando en conjunto las cifras agregadas no
empeoren sino que mejoren.»5
Por otro lado, Ulrich Beck, Sociólogo de la Universidad de Munich y autor del
libro ¿Qué es la globalización?, afirmaba hace unos meses en la prensa a tenor de los
conflictos sociales surgidos en esos momentos en Francia «se está produciendo un
nuevo tipo de conflicto del siglo XXI. La pregunta clave es la siguiente: ¿qué ocurre con
los que quedan excluidos del maravilloso mundo de la globalización?»6
Estas citas, entre otras muchas que podríamos haber escogido, no hacen sino
mostrar la complejidad del fenómeno económico y social que es la globalización ante el
que existen, sin duda, diversas actitudes o reacciones. Según el profesor Conill, la
reacción de una economía ética consiste «en percatarse de las nuevas posibilidades y
oportunidades que se ofrecen realmente, y en tratar de orientar esos procesos con un
enfoque responsable y humanizador» intentando hacer posible lo que llama una
«globalización ética, incorporar el sentido ético de la economía, extender los valores
básicos de las personas y sus interrelaciones, es decir, la libertad y la justicia. Pero ¿es
posible —se pregunta―hablar de libertad y justicia en los procesos económicos que se
han puesto en marcha en la era de la globalización?»7
Dicho de otro modo, ¿es posible una economía ética? Intentar responder a esta
pregunta es, sin lugar a dudas, objetivo de la reflexión ética de las teorías económicas y
de la relación entre economía y ética, es decir, de lo que se conoce por ética económica.
4
Stiglitz, J. (2002): El malestar de la globalización, Santillana, Madrid, p.15.
Sen, A. (1999): Desarrollo y libertad, Planeta, Barcelona.
6
Beck, U. (2005): «La revuelta de los superfluos», El país, 27 de noviembre.
7
Conill (2004:132)
5
4
Cuando nos introducimos en el ámbito de las relaciones entre ética y economía
solemos hablar de ética empresarial o ética económica. Sin lugar a dudas, existe una
relación elemental entre empresa y economía y es por ello que en ocasiones utilizamos
estos términos indistintamente. Sin embargo, a pesar de la estrecha relación que hay
entre ambas, cabe distinguir entre ética económica como «el campo en general de las
relaciones entre economía y ética» o «la reflexión ética de los sistemas económicos», y
ética empresarial como «la concepción de la empresa como una organización
económica y como una institución social»8. Así pues, la ética económica constituye el
marco en el que se sitúa la ética de la empresa y ésta requiere una reflexión sobre las
relaciones entre ética y economía para poder entender su propio sentido dentro de la
actividad económica.
Pero, incluso en el momento presente, al hablar de la relación entre ética y
economía, la apreciación más común suele ser la de considerarlas incompatibles.
Precisamente en un momento de desconcierto, corrupción y falta de confianza en las
empresas, y en la economía en general, como en el que vivimos, parece más difícil
afirmar una posible compatibilidad entre ambas. Pero, ¿realmente responde este
esquema de la actividad económica a la realidad de las actividades humanas? ¿Es
posible hablar de una economía neutral, al margen de cualquier valoración moral?
Justamente es esta situación de incertidumbre y de imposibilidad de la economía
para dar solución a los problemas más graves de la humanidad, como apuntaba el
profesor Conill al inicio de su obra, la que ha dado lugar a nuevos intentos de
reestablecer la conexión entre ética y economía. Precisamente Amartya Sen se pregunta
no cómo es posible hablar de ética y economía sino «¿cómo surgió en Economía esta
idea de inutilidad de la ética?»9
Desde los primeros autores que se ocuparon de la economía, como Aristóteles,
hasta los economistas modernos, tuvieron en consideración el análisis ético de la
economía como rama de la razón práctica. Sin embargo, a partir de los siglos XIX y
XX la cosa cambia y empieza ha considerarse la economía como «científica y
realista»10, «lista para los negocios, sin necesidad de ninguna ética.» Según Sen, «es
8
Cortina (1994:51)
Sen, A. (2002): «¿Tiene sentido económico la ética de los negocios?», Debats, Institució Alfons el
Magnanim, nº77, p.118.
10
El estatus científico de la economía empieza a forjarse a partir de Adam Smith, el cuál hizo mucho por
mejorar el rigor en la economía. Sin embargo, se tiende a confundir la figura de Smith y atribuirle la idea
de la inutilidad de la ética en los asuntos económicos o empresariales, lo cual no es, de ningún modo,
cierto. No se trata más que de una interpretación errónea, o cuando menos exagerada, del argumento del
9
5
importante ver cómo surgió esa visión de la economía y del mundo de los negocios
carente de ética para poder entender qué es lo que está siendo ignorado.»
El imperialismo económico, por medio de la procedimentalización, ha
convertido la moral en invisible, lo cual no quiere decir que haya desaparecido. A partir
de la modernidad acontece un cambio en la interpretación científica de la actividad
económica que pasa a ser preponderantemente mecanicista. La economía se convierte
en una ciencia autónoma, sin alma y se separa de la filosofía práctica. Deja de ser una
ciencia social e histórica para volverse pura matemática y formalización. Y la razón de
querer mantenerse en la actualidad en este constructo, con fecha de nacimiento, cómo si
fuera nuestra única realidad es clara; estar al margen de la moralidad, no tener que dar
razones. Los mecanismos económicos así entendidos quedan al margen de la aplicación
de categorías éticas como la justicia social. La economía pasa al rango de “lo que no
puede ser de otra manera”, como los astros dirán algunos. Sobre lo que no tenemos
poder de decisión o cambio, no puede ser objeto de reflexión.
Es urgente reorientar los procesos económicos hacia el ámbito práctico de la
acción, donde nos es posible tomar decisiones, ya que la economía pertenece al ámbito
de la acción dirigida por las personas. El problema no es que haya habido una
desmoralización de la economía, sino que se ha dado una desresponsabilización de la
misma.
En un libro reciente escrito por Miguel Delibes y Miguel Delibes Castro, La
tierra Herida ¿Qué mundo heredarán nuestro hijos? Miguel Delibes pregunta a su hijo,
científico del CSIC, tras unas páginas hablando acerca del calentamiento global, que
resulta más tranquilizador saber que éste se debe a nuestras acciones que no pensar que
ocurre sin que tengamos ni idea de por qué, a lo que M. Delibes Castro contesta: «si
pretendemos no hacer nada, es preferible no sentirnos culpables, así que disfrutaremos
alimentando las dudas y postulando que esto es lo que hay y por tanto no queda más
remedio que asumirlo. Pero si aspiramos a arreglarlo, es mucho más reconfortante saber
que conocemos las causas y podemos tomar las medidas oportunas para minimizar los
daños, aunque al tiempo resulte penoso tener que aceptar nuestra responsabilidad.»11
carnicero a partir del interés propio en Smith, el cual aparece como explicación limitada de la motivación
del intercambio, pero no de los problemas de producción o distribución. Con ello Smith no sugería que la
consideración del interés propio fuese el único elemento necesario para tener un próspero sistema de
intercambio. Era una afirmación limitada a la motivación del intercambio de productos.
11
Delibes, M. y M. Delibes de Castro (2005): La tierra herida ¿Qué mundo heredarán nuestros hijos,
Ediciones Destino, Barcelona, p. 54.
6
Aceptar que la economía es un proceso humano, y no una ciencia exacta al
margen de las decisiones de los hombres, implica aceptar que somos responsables de los
procesos económicos y de las consecuencias que estos tengan, como es el caso de que
por primera vez en la historia humana contemos con los medios suficientes para
propiciar, como, afirma Cortina, «la aspiración estoica a una ciudadanía cosmopolita,
la esperanza de que cada persona encuentre su más profunda identidad en ser ─como
Diógenes, el Cínico─ ciudadana del mundo» y, sin embargo «no parece que la actual
gestión de los poderosos medios que poseemos (tecnología, finanzas, comercio,
política) vaya a conducir a tan deseable fines, sino más bien por el momento, entre otras
cosas, a una profundización tan grande del abismo entre ricos y pobres que no es
siquiera el que existe entre explotadores y explotados, sino entre miembros del sistema
y excluidos, entre los que forman parte de la historia y los que no figuran en ella, porque
ya no hacen falta ni su fuerza de trabajo, ni sus materias primas. Porque ya no pueden
perder ni sus cadenas, cuando a nadie le interesa siquiera que estén encadenados.»12
Reflexiones de autores como Sen son fundamentales en este punto ya que
suponen una renovación intelectual desde dentro de la actividad económica, lo cual da
pie a la revisión de los presupuestos de la economía moderna, de sus instituciones y
mecanismos. Como dice Adela Cortina en el prólogo al libro de G. Izquierdo «moralizar
las actividades humanas es cosa que jamás puede hacerse desde fuera, es tarea que
siempre hay que emprender desde dentro. Por eso es urgente que los economistas
asuman responsablemente la naturaleza de su profesión, entendiéndola no desde el
“imperialismo económico”, como si los saberes tuvieran que articularse en forma de
monarquía y la economía fuera la reina, sino como uno de los miembros más necesarios
hoy en día de la república de los saberes, en la que trabajar codo a codo para orientar los
procesos reales.»13
Desde este panorama podemos hablar de la obra de Sen como un nuevo enfoque
económico con trasfondo ético y lo que nos interesa aquí destacar, no es tanto la
peculiaridad del enfoque seniano en sí, como el intento de transformación económica
desde dentro de la propia economía.
La cuestión básica de la teoría de Sen gira en torno a la idea de riqueza y
prosperidad de una nación. ¿Qué entendemos cuando hablamos de un país prospero y
12
Izquierdo, G. (2000): Entre el fragor y el desconcierto. Economía, ética y empresa en la era de la
globalización, Minerva Ediciones, Madrid, p. 11.
13
Izquierdo(2000:15)
7
rico? Es más, ¿qué entendemos por un país desarrollado? La noción de desarrollo va a
ser fundamental en la obra de este autor. Las visiones más estrictas del desarrollo hablan
de crecimiento del producto interior bruto, aumento de rentas personales,
industrialización, avances tecnológicos, sin duda factores importantes del desarrollo,
pero no los únicos. Es necesario contar, dirá Sen, con otras fuentes de información,
otros indicadores para medir el desarrollo como pueden ser la calidad de vida, la
capacidad de conducir la propia vida, la salud, la educación, el trabajo o las libertades.
No se trata de negar el valor del enfoque técnico de la economía, sino afirmar la
necesidad de atender a un enfoque ético de la misma. En concreto, lo que Sen está
exponiendo es una crítica radical de la utilidad como base de información, ya que deja
fuera elementos esenciales como la libertad y la justicia. El debate fundamental acerca
de las bases de información debe pasar a «centrar la atención en la vida real que
consiguen los individuos.»14
La primera trampa del desarrollo consistió en la consideración de éste como
disciplina subsidiaria de la Economía, entendida como ciencia autónoma y mecanicista,
por supuesto, con lo que se convirtió en un mero asunto técnico. Para Sen la noción de
libertad es fundamental para dar un giro a la concepción del desarrollo y de la economía
misma. Desde el enfoque de las capacidades que propone Sen, desarrollo se entiende
como «un proceso de expansión de las libertades reales de que disfrutan los
individuos.»15 Lo decisivo no son los medios concretos, las mercancías, sino tener más
libertad con la que poder llevar a cabo el tipo de vida, dirá Sen, que podemos tener
razones para valorar.16
Este cambio de perspectiva centra la atención en los fines por los que cobra
importancia el desarrollo y no sólo en algunos medios del proceso, como viene a ser el
crecimiento económico. Así pues, «si el objetivo fuera propagar la libertad del hombre
para vivir una existencia digna, entonces el papel del crecimiento económico consistiría
en proporcionar mayores oportunidades en esta dirección y debería integrarse en una
comprensión más básica del proceso de desarrollo.»17
14
Sen (1999:97)
Sen (1999:19)
16
Sen (1999:99)
17
Sen, A. (1998) «Teorías del desarrollo a principios del siglo XXI.», en Biblioteca Digital de la
Iniciativa Interamericana de Capital social, Ética y Desarrollo, p.13. También en Emmerij, Louis y J.
Núñez del Arco (Compiladores), El desarrollo Económico y Social en los umbrales del siglo XXI.
Washington DC, Banco Interamericano de desarrollo.
15
8
Así pues, el fin principal del desarrollo económico, dirá Sen, es el «fomento de
la libertad humana y en particular de la libertad de disfrutar una buena calidad de vida»,
lo que Sen llamará libertad real. El centro de atención han de ser las libertades que
generan los bienes y no los bienes en sí mismos. La riqueza no es el bien que se busca,
sino instrumento para otro fin: la expansión de la libertad, es decir, de las capacidades
para llevar el tipo de vida que las personas valoran y que tienen razones para valorar.
Sen vincula así riqueza con libertad real, superando el reduccionismo de la economía
moderna que entiende riqueza como crecimiento económico.
Las diferencias entre los seres humanos, de edad, género, etc. pueden llevar a
que personas con los mismos bienes tengan oportunidades radicalmente distintas, por lo
que lo decisivo es capacitar a las personas para que puedan decidir el tipo de vida que
deseen llevar, empoderaralas, y esa es, o debería de ser, la función de la economía.
Este viene a ser esquemáticamente el núcleo de la concepción del desarrollo de
Sen que abarcará sus principales obras. Aunque el enfoque de las capacidades es mucho
más complejo y está formado por más elementos, estas consideraciones parecen
suficientes para apuntar un cambio de paradigma económico, un cambio de pensamiento
en la economía actual movido por una pregunta existencial básica; economía ¿para
qué?. Parece una pregunta inocente pero nos lleva a un cambio radical que tiene que ver
con la causa final de la economía misma; economía para las personas y no las personas
como instrumentos de la economía, economía para ampliar las libertades de las
personas, para capacitarlos a elegir su propia vida. Como afirma el autor, «si en última
instancia considerásemos desarrollo como la ampliación de la capacidad de la población
para realizar actividades (libremente) y valoradas, sería del todo inapropiado ensalzar a
los seres humanos como “instrumentos” del desarrollo económico.»18 Esto, que puede
parecernos obvio no lo es, pues hoy en día los parámetros que orientan los sistemas
económicos siguen siendo los de una economía neutral, amoral, mecanicista y
autónoma. Sin embargo, enfoques como los de Sen apuntan en una dirección distinta y
destacan dos elementos fundamentales; primero, que el continuo incremento de la
capacidad económica y tecnológica de la humanidad es cada vez menos capaz,
paradójicamente, de «hacer frente a los problemas básicos de nuestras sociedades
(desempleo, pobreza, inseguridad, violencia, etc.»19 y segundo, que otra orientación
económica es posible.
18
19
Sen (1998:13)
Izquierdo (2000:31)
9
Y ¿cual es el papel de la empresa dentro de este marco económico para hacer
posible tal transformación?
En los años 70 siglo XX a raíz de los escándalos financieros (empezando por el
escándalo Watergate, y siguiendo por Enron, Parmalat, Worldcom) y que se tradujeron,
ante todo, en una pérdida de confianza, aparece en Estados Unidos la llamada Business
Ethics y que llegará a Europa bajo el nombre de Ética de la empresa, bajo la idea de que
la actividad empresarial es, más que un negocio, un grupo humano que trata de llevar
adelante una tarea valiosa para la sociedad, la de satisfacer los bienes y servicios que
ésta necesita a través de la obtención de beneficios. Precisamente estas crisis pusieron
de manifiesto la relevancia que para la perdurabilidad, éxito y competencia de la
empresa tienen aspectos como la transparencia, integridad o el diálogo que se traducen
en confianza, recurso elemental para las empresas. Hoy día no se trata tanto de ver si es
posible la ética en la empresa20 como de darse cuenta de que éstos, entre otros, son
factores sine qua non de la viabilidad empresarial.
Los casos antes nombrados, entre muchos otros, bien habían puesto de
manifiesto que la corrupción y la falta de transparencia tienen un elevado coste
económico, para las propias empresas y para la economía en general, y al mismo tiempo
un coste social, en pérdida de confianza en las instituciones, y un coste político, que se
traduce en desinterés y desencanto de la vida pública, costosos ambos también de
reponer.
Una gestión ética de la empresa que tenga en cuenta a todos los afectados de su
actividad empresarial es necesaria para contar con valores como integridad y
transparencia, valores que generan un espacio de confianza que, como diría Adela
Cortina, «engrasa los mecanismos sociales haciéndolos funcionar.»21 El compromiso
que adquiere la empresa con su entorno social le es devuelto en forma de legitimación
social, según la empresa es capaz de dar respuestas a los diferentes grupos que se ven
afectados o implicados por su actividad. Transparencia y diálogo se convierten en los
20
Autores experimentados en la materia han cambiado el hilo de su discurso. Años de estudio y
fundamentación les avalan para afirmar que es hora ya de pasar del dilema al problema. No es necesario
empezar cada vez que se quiere hablar de Ética empresarial planteando si es posible, si existe alguna
correlación entre ética y economía, si es posible hablar de empresas éticas. Es hora de enfrentarnos al
problema de cómo y porqué debe ser una empresa ética. Empresa y economía son actividades humanas, y
como tales morales o inmorales, pero es imposible hablar de la empresa como un agente amoral, al igual
que es imposible una economía neutra, al margen de valoraciones. Es necesario superar este mito de la
empresa amoral de una vez por todas para centrar el debate y la investigación en el cómo.
21
Cortina (2002): «Enron: una caso de libro», El País, 18 de febrero.
10
dos ejes centrales de la ética empresarial y en los dos pilares básicos en los que se apoya
la confianza.
Existen numerosas herramientas que están siendo utilizadas hoy día por
numerosas empresas; códigos éticos, comités de ética, auditorías éticas. Pero nuestro
propósito con esta pequeña argumentación no era tanto entrar en el desarrollo de la ética
empresarial misma como mostrar que la ética empresarial tiene una importancia crucial
en la organización económica. No sólo la ética es buena para la empresa, sino que una
empresa ética es buena para la sociedad. En palabras de Amartya Sen «el éxito global de
la empresa es, en realidad, un bien público».22 La empresa así considerada puede
contribuir directamente a la creación de una buena economía y una sociedad más justa,
pues «una buena economía es la que genera una buena sociedad. Si no la economía es
un fracaso.»23
Me gustaría acabar con un par de datos que me parecen del todo relevantes y que
invitan a la reflexión, acerca de dos instituciones cuya creación ha acompañado a la
globalización y que son hoy día protagonistas dominantes en la economía mundial. En
su misión original»24 y el lema
del mismo, «nuestro sueño es un sueño sin pobreza»25; y en segundo lugar la causa del
surgimiento del FMI, «la creencia en la necesidad de una acción colectiva a nivel global
para lograr la estabilidad económica igual que la ONU surgió de la creencia en la
necesidad de una acción colectiva a nivel global para lograr la estabilidad política.»26
Vale la pena señalar cómo sus sentidos se han visto alterados.
El tema de nuestro tiempo, como vaticinábamos al inicio, es sin duda, no tanto la
globalización, en tanto globalización económica, como la orientación o transformación
de la economía actual hacia una economía ética y unas empresa más responsables,
capaces de desarrollar, no sólo económicamente, sino social y humanamente las
sociedades de una manera más justa.
Por acabar con unas palabras del profesor Conill, «sin las exigencias de justicia
y solidaridad de una ética cívica universal constituye una irresponsabilidad asistir sin
22
Sen (2002:125)
Cortina (2005):«Una empresa ética es más rentable», www.laprensagrafica.com
24
Stiglitz (2003:52)
25
Stiglitz (2003:72)
26
Stiglitz (2003:54)
23
11
más a una globalización unilateral, cuando la inmensa mayoría de la humanidad queda
fuera del desarrollo auténticamente humanizador.»27
BIBLIOGRAFÍA
Beck, U. (2005): «La revuelta de los superfluos», El país, 27 de noviembre.
Conill Sancho, J. (2004): Horizontes de economía ética, Tecnos, Madrid.
Cortina, A. (1994): Ética de la Empresa. Claves para una nueva cultura empresarial,
Trotta, Madrid.
Cortina, A. (1998): Hasta un pueblo de demonios, Taurus, Madrid.
Cortina (2002): «Enron: una caso de libro», El País, 18 de febrero.
Cortina (2005):«Una empresa ética es más rentable», www.laprensagrafica.com
Delibes, M. y M. Delibes de Castro (2005): La tierra herida ¿Qué mundo heredarán
nuestros hijos, Ediciones Destino, Barcelona.
Izquierdo, G. (2000): Entre el fragor y el desconcierto. Economía, ética y empresa en la
era de la globalización, Minerva Ediciones, Madrid.
Sen, A. (1999): Desarrollo y libertad, Planeta, Barcelona.
Sen, A. (1998) «Teorías del desarrollo a principios del siglo XXI», en Biblioteca Digital
de la Iniciativa Interamericana de Capital social, Ética y Desarrollo, p.13.
Sen, A. (2002): «¿Tiene sentido económico la ética de los negocios?», Debats,
Institució Alfons el Magnanim, nº77.
Stiglitz, J. (2002): El malestar de la globalización, Santillana, Madrid.
27
Conill (2004:237)
12