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DOMINGO XXXI. TIEMPO ORDINARIO
Excelentísimo cabildo catedral, queridos hermanos y
hermanas.
Quizás hoy la frase que resume todas las lecturas, sería la
palabra que el Señor te dirige a ti y me dirige a mí “baja
enseguida porque hoy tengo que alojarme en tu casa”, es el
Evangelio de Zaqueo que acabamos de escuchar, pero que bien
precedido de una primera lectura del Libro de la Sabiduría, que
nos va preparando para acoger esta lectura del Evangelio.
Y el autor del Libro de la Sabiduría expresa aquí la
profunda experiencia del amor, y de la misericordia de Dios.
Muchas veces remitimos a Dios nuestras carencias, nos cuesta
amar aquello que no es amable, que no tiene brillo, que no tiene
prestigio, que no es de nuestro entorno, nos cuesta perdonar
cuando alguien no se ha hecho daño, nos cuesta reconocer que
la vida no deja de ser un camino de crecimiento y también de
decrecimiento, de avance y de retroceso. El autor del Libro de
la Sabiduría ha tenido una experiencia totalmente distinta, él
nos ha dicho “Señor Tú te compadeces de todos, Tú conoces
como somos y conoces nuestras carencias, nuestras debilidades,
nuestros pecados, nuestras renuncias, pero no te alejas de
nosotros, Tú tienes compasión de todos nosotros, pasas por alto
nuestros pecados, amas a todos los seres, no aborreces nada de
lo que hiciste, todo es tuyo Señor, amigo de la vida”, es una
expresión realmente verdadera y cierta de Dios.
Los que sois padres o madres bien sabéis lo que se ama a
un hijo aunque haya hecho una trastada, aunque haya hecho
algo incluso gordo, pero el hijo siempre es amado, siempre es
justificado, siempre es sostenido, siempre es recibido, bien
sabemos que en nuestra casa, sobre todo las madres tienen el
corazón siempre abierto para que volvamos, por eso nos dirá la
Escritura que Dios es un padre con entrañas de madre, con esa
ternura, con esa comprensión, con esa misericordia, por eso
termina diciendo Señor Tu corriges poco a poco a los que caen,
los reprendes, les recuerdas su pecado para que se vuelvan a Ti.
El mismo libro del autor sagrado tiene esa experiencia de que
en el camino necesitamos que alguien nos lo dirija, también que
nos reprenda cuando no hacemos bien, bien sabemos que los
padres y madres que educan a veces tiene que decir a sus hijos
que no lo han hecho bien, qué lo que han hecho estaba mal, que
tiene que decidir caminar por el camino del bien, y Dios también
lo hace con nosotros movidos de su inmenso amor. Y es lo que
hemos leído en este hermoso Evangelio de Zaqueo, nos ha
dicho la escritura que Zaqueo era un jefe de publicanos y rico,
el publicano era el recaudador de impuestos, cuando los
romanos invaden Israel y Judá imponen el impuesto que se
llama el publicum, así como nosotros llamamos el IVA, el
impuesto de sociedades, el impuesto de los romanos era el
publicum, por eso el que cobraba los impuestos era el
publicano, era una especie de concesionaria, se hacia la
concesión administrativa, uno era designado para cobrar el
impuesto que además cobraba un poco más para vivir de esto.
Y evidentemente los publicanos eran mal vistos por el pueblo
judío, que estaba ocupado por el pueblo romano, y esos
trabajaban para el pueblo romano, y cobraban al pueblo judío y
además se quedaban una parte con él, por lo tanto no eran
queridos, eran tenidos como pecadores.
Pues más todavía
Zaqueo que encima era jefe republicanos y encima era rico, pero
es curioso que diferencia de otro rico, que aparece en la
Escritura, el rico que estaba en la mesa, caían las migajas y el
pobre Lázaro tenía que alimentarse de las migajas, aquel rico no
tenía nombre, es decir Dios no lo reconocía, Zaqueo tiene
nombre, y porque tiene nombre, porque Zaqueo era un hombre
en busca, un hombre en búsqueda, no era como aquel rico que
estaba satisfecho de lo que tenía y no se preguntaba nada más,
y no le movían las entrañas el pobre Lázaro a sus pies, por eso
Dios no lo reconoce, la Escritura no le da un nombre, pero
Zaqueo es el hombre que busca, el hombre que a pesar de su
riqueza se da cuenta de que hay un universo mucho más grande.
En el fondo tener dinero, tener solo dinero, es una gran
pobreza en el fondo, y Zaqueo se da cuenta que necesitaba más,
que aquello no llenaba su corazón, y había oído hablar de Jesús,
y quería verlo, y decía la Escritura que era bajo de estatura, es
decir bajo de humanidad, chato de horizontes, con poco resonar
en su corazón, pequeño en humanidad tiene que subirse al
sicómoro para ver pasar a Jesús, sólo quería verlo, como aparece
en la Escritura que la gente quería tocar a Jesús, quería ver a
Jesús, él sólo quería verlo, porque él se sentía indigno, como
Jesús va venir a alojarse con él, iría a alojarse con los fariseos,
iría a alojarse con los justos, y cual es su sorpresa cuando Jesús
le dice “Zaqueo baja enseguida que hoy tengo que alojarme
en tu casa”. Es decir, no es que tu Zaqueo tengas necesidad de
mí, yo tengo necesidad de ti, yo necesito tu corazón, necesito tu
vida, tu eres importante para mí. Por eso digo es la palabra que
nos dirige el Señor a cada uno de nosotros, tú eres importante
para mí, hoy vengo a alojarme en tu casa, tengo necesidad de
alojarme en tu casa, baja enseguida, no lo dejes para mañana,
quiero encontrar hospedaje en tu vida, para ser la luz, para ser
el amor, para ser la orientación de una vida grande. Zaqueo
bajo y lo recibió contento, agradecido, con un gran estupor, una
gran admiración, viene a alojarse a mi casa, y su vida cambia
radicalmente.
La misericordia de Dios siempre es correspondida por la
conversión, y dice Zaqueo a Jesús “mira Señor la mitad de los
bienes la doy a los pobres”. Ojala nuestra conversión fuera así
también, Señor a partir de ahora la mitad de lo que soy, alguien
puede decir es que tengo un sueldo exiguo, es que tengo una
pensión, tienes muchos bienes, tu tiempo, tu simpatía, tu
generosidad, tu solicitud por los necesitados, lo que puedes dar
a tus familias, a tus pobres, a tus vecinos, a tus hijos, ¡la mitad
de lo que tengo se lo doy a los pobres y si alguno he defraudado
le voy a restituir cuatro veces más!
Y es la admiración del Señor, hoy ha entrado la salvación a
esta casa, porque el hijo del hombre ha venido a buscar a lo que
estaba perdido, y el hijo del hombre tiene esa misericordia
porque necesita ser sostenido en la vida, por lo que es herido
en la vida, porque no tiene más horizonte que un poco de
dinero, hoy vengo a traer la salvación a tu casa, hoy vengo a
alojarme en tu corazón.
Pidamos al Señor que seamos capaces de experimentar en
nuestra vida esta misericordia grande de Dios, que viene a
nuestro encuentro, que necesita alojarse en nuestra casa, para
que nuestra vida sea casa de salvación, casa de esperanza, para
que caminemos hacia una vida en plenitud grande que el Señor
nos ha prometido, que el Señor quiere entregarnos.
Lo pedimos así esta tarde al Señor por intercesión de la
virgen María, Ella que fue la primera morada de Jesús, Ella que
lo concibió en su seno, lo porto con amor en su seno, lo
acompaño en su vida, que Ella nos enseñe a recibir el don de
Cristo, que nos enseñe a acoger a Cristo el Señor, nuestra luz y
salvación en nuestra casa.
Que así sea.
+ Mario Iceta
Obispo de bilbao